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El ejército español en 1807
Los efectivos totales del ejército español en 1807 eran de 87.201 infantes, 16.623 jinetes (con solo 10.960 caballos), 6.971 artilleros y 1.233 de tropas de ingenieros. Las milicias provinciales de infantería llegaban a 32.418 hombres. Un total de 144.446 hombres, y aún había una Milicia Urbana y unidades de inválidos que prestaban servicio en las plazas fuertes. Algunas fuentes rebajan estas cifras.
La infantería
Por el Reglamento Orgánico General de Infantería, de 26 de agosto de 1802, se reorganizó el Arma de Infantería en 33 regimientos de línea españoles (RIs) y 12 batallones ligeros (BILs), con unos efectivos teóricos totales de 100.166 hombres. Además, estaba la Guardia Real (2) y 10 RIs extranjeros.
La Guardia Real disponía de 2 RIs uno de Guardias Españolas y el otro de Guardias Valonas, cada uno con 3 BIs al completo.
Los RIs de línea disponían de 2 BIs de campaña y 1 BI de depósito e instrucción en retaguardia. Los efectivos eran de 1.078 en tiempo de paz que alcanzaban los 2.256 en tiempos de guerra, lo que significaba que más de la mitad eran reclutas. Cada BI disponía de 5 Cías de fusileros y 1 Cía de granaderos. Cada BI estaba formado por 4 Cías, las 2 primeras del BI-I eran de granaderos, el resto eran de fusileros.
De los 10 RIs de extranjeros al servicio de España, 6 eran suizos (RI-1 Wimpffem, RI-2 Réding, RI-3 Réding, RI-4 Betschard, RI-5 Traxler, y RI-6 Preux) que tenían unos 2.000 efectivos en 2 BIs; 3 RIs irlandeses (Irlanda, Hibernia y Ultonia) con un solo BI y unos 500 efectivos, y 1 RI italiano (Nápoles) que solo contaba con 300 efectivos en un BI.
Los 12 BILs disponían de 1.200 en 6 Cías, estaban casi al 90 %.
Las milicias provinciales se movilizaban en periodos de peligro de guerra o alteración de guerra, se componían de 4 DGs (divisiones de granaderos) a 2 BGs cada una, y 43 BIs con 8 compañías. Recibían el nombre de las capitales y distritos donde se reclutaban.
La caballería
Reglamento de Caballería, de 30 de enero de 1803, se suprimieron los dragones que se transformaron en caballería ligera, entonces quedó en 12 RCs de línea y otros 12 RCLs (caballería ligera) de los cuales eran 6 RHs y 6 RCs de cazadores, con unos efectivos totales de 16.200 hombres y 13.000 caballos.
El reglamento de caballería de 1805 se volvió a reformar la caballería, por la que contaba con 12 RCs de línea, (Rey, Reina, Príncipe, Infante, Borbón, Farnesio, Alcántara, España, Algarve, Calatrava, Santiago y Montesa), 2 RCs de cazadores (Olivenza y Voluntarios de España), 2 RHs (María Luisa y Españoles) y 8 RDs (Rey, Reina, Almansa, Pavía, Villaviciosa, Numancia, Lusitania y Sagunto).
Todos los regimientos constaban de 5 escuadrones, cada uno con dos compañías, cada una con 70 hombres (1 capitán, 1 teniente, 1 alférez, 1 sargento 1°, 2 sargentos 2°, 1 trompeta, 4 cabos 1°, 4 cabos 2°, 4 carabineros, 38 soldados, 13 desmontados y 1 herrador). El regimiento debía tener 540 caballos y 710 efectivos.
Como otras tropas hay que añadir la Guardia Real con la Guardia de Corps (675), y los Carabineros Reales (540).
No obstante, la reforma tardó en llevarse a cabo, por ejemplo Villaviciosa que era en teoría era de dragones, seguía llevando el uniforme y equipo de cazadores, por lo que en muchas publicaciones, se le menciona de cazadores. Lusitania también siguió llamándose de húsares.
Artillería de campaña
La publicación de la Ordenanza de Artillería de 2 de julio de 1802, la artillería quedó organizada en 4 regimientos (RAs) numerados del 1 al 4, cada uno con 10 compañías de 6 piezas, de ellas 6 eran a caballo. Los calibres eran 4, 6 o 12 lbs. En total 240 cañones, pero el problema era que no había suficientes caballos, por lo que se sustituyeron por mulas o incluso bueyes.
Había 17 compañías fijas que hacían servicio en plazas de guerra y 5 compañías de obreros para los parques y maestranzas.
Viaje a Alemania
Tras la sangrienta batalla de Eylau, Napoleón necesitaba urgentemente tropas, e invocó a los artículos III y V del Tratado de San Ildefonso, por el que España en caso de guerra. Debía proporcionar 24.000 hombres y 25 buques, por lo que pidió una división de tropas españolas para guarnecer las plazas del norte de Europa.
La petición se hizo formalmente por despacho urgente de Napoleón al gobierno español en el mes de marzo de 1807. Godoy, espantado ante la posibilidad de una ofensiva británica contra las colonias españolas de ultramar, trató por todos los medios de mantener a España en una inestable neutralidad, sorteando las presiones francesas, pero al parecer, prevaleció la opinión del infante Antonio Pascual para que el Rey aceptase la petición.
El número de las tropas será de 10.000 hombres de infantería, 4.000 de caballería y 25 piezas de artillería, incluían los 6.000 efectivos que se encontraban en Etruria. Las tropas serían consideradas como auxiliares de Francia directamente a sus órdenes.
La DI de O’Farrel, que había permanecido de guarnición en el reino de Etruria desde el 25 de febrero de 1806, ya que una hija de Carlos IV, María Luisa, ostentaba el título de Reina de Etruria. Recibió la orden de marchar a la ciudad alemana de Hamburgo, en la costa del mar Báltico, partió el 22 de abril de 1807.
El 22 de abril de 1807 la guarnición inició el camino hacia su destino. El RC Algarve partió de Florencia el 25 y el RD Villaviciosa de Pisa el 28. Siguieron el Camino Español atravesando el norte de Italia, Tirol, Baviera Augsburgo y Maguncia donde cruzaron el Rin en un puente de barcazas, penetraron en el estado de Hessen y llegaron Hannover entre el 12 y el 24 de junio, donde la amenaza británica era más patente. El viaje había durado 3 meses.
La composición de esta DI era de 6.140 efectivos:
- RI Zamora (3, 2.256).
- RI Guadalajara (2, 1.504).
- BIL-I de Voluntarios de Cataluña (1, 1.200).
- RD (RCL) Villaviciosa (634 hombres y 393 caballos).
- RC Algarve (624 hombres y 406 caballos).
- 1 Bía (100 hombres)
Comandaba esta división el general de origen irlandés Juan Kindelán, que había sido nombrado segundo jefe de la División del Norte, de la que fue nombrado comandante en jefe Pedro Caro y Sureda, marqués de la Romana, quien partió del norte de España al frente de otras dos divisiones.
Estas, después de cruzar los Pirineos por diversos puntos, se reunieron en Maguncia, Alemania, donde fueron revistadas por el propio Napoleón. La composición de estas dos divisiones, también según datos aportados por José María Bueno, era la siguiente de 8.779 efectivos:
- RI Guadalajara (1, 778)
- RI Asturias (3, 2.332)
- RI Princesa (3, 2.282 hombres)
- BIL-I de Voluntarios de Barcelona (1, 1.240)
- RC Rey (710 hombres y 540 caballos)
- RC Infante (710, 540)
- RD Almansa (710,540)
- 1 Cía de zapadores-minadores (100)
- Artillería a pie (270)
- Artillería a caballo (89)
- Tren de artillería (68)
Las unidades fueron completadas con efectivos de otras hasta alcanzar la plantilla de guerra. El RC del Rey que se encontraba en Valladolid, se dirigió a Burgos donde fue completado con efectivos del RC de la Reina. El RC Infante estaba en Burgos y también fue completado con el RC de la Reina, el RD Almansa que se encontraba en Málaga y el RD Lusitania que se encontraba en Alcalá de Henares fueron completados con efectivos del RD del Rey. El RD Lusitania llegó el 7 de septiembre a Perpiñán, donde se detuvo por orden del Emperador, para incorporarlo en el Cuerpo de Junot para la invasión de Portugal, por lo que esta unidad regresó sobre sus pasos el 14 de octubre.
Iniciaría la marcha el 22 de abril de 1807, en cinco columnas que marchaban a intervalos de tres días para unirse al cuerpo de ejército francés que mandaba el mariscal Brune. Tras cruzar los Pirineos, las tropas se reunieron en Maguncia el 4 de julio, donde el mariscal Kellermann pasó revista.
Estas tropas, en su viaje atravesando Europa, fueron contempladas por sus contemporáneos que los describieron como de rostro altivo y paso vivo, pequeños, de ojos vivos, muy morenos y con los dientes muy blancos. Los soldados portaban consigo tartanas con la impedimenta y un alto número de mujeres y niños. Causó sorpresa entre quienes vieron el paso de los militares la costumbre, desconocida entonces, de fumar cigarros. Hay que tener en cuenta que en Europa se solía fumar en pipa.
Llegada a Dinamarca
Las unidades procedentes de Etruria después de su llegada fueron objeto de disputa entre los mandos franceses, Brumen quería emplearlas en el asedio de la ciudad de Stralsund, en la Pomerania Sueca, mientras que Berthier quería emplearlas en la protección de las costas contra un posible desembarco inglés. Se impuso el criterio de Brumen y en agosto se dirigieron a Stralsund para unirse a las fuerzas de asedio.
El 5 de agosto, entraron en combate, al amanecer del 6 de agosto, el general Molitor ordenó al BIL-I de Cataluña y al RD Villaviciosa que se adelantasen hacia la plaza, mientras que eran apoyados por los RIs de Zamora y Guadalajara.
Toda la línea cerró sobre la ciudad, y el RD Villaviciosa se apoderó de los atrincheramientos avanzados, recibiendo fuego de metralla y fusilería, sufrieron algunas bajas 1 sargento 1º, 5 de tropa y 8 caballos. El capitán Antonio del Río fue citado en la Orden y propuesto para ascenso. La plaza se rindió el 18 de agosto de 1807. Kindelán, jefe de la división, fue condecorado con la Legión de Honor. Los efectivos participantes fueron muy considerados y atendidos por el mariscal Bernadotte, príncipe de Pontecorvo y general en jefe del ejército del Elba, a cuyas órdenes estaba. Este general escogería para su escolta o guardia de honor 100 granaderos españoles del RI de Zamora y una sección de 30 caballos del Rey.
Tras la rendición, todas las tropas españolas que formaban la expedición, se reunieron en la ciudad de Hamburgo, permanecieron en la población como servicio de guarnición durante el invierno 1807/8, bajo el mando supremo del dicho mariscal Bernadotte.
En febrero de 1808, Dinamarca, aliada de los franceses, declaró la guerra a Suecia por negarse esta a apoyar el bloqueo marítimo contra la Gran Bretaña; las tropas españolas fueron enviadas a la península de Jutlandia para guarnecerlo ante una posible invasión de Suecia una vez que el mar se hubiese helado. Los británicos con el mar helado no podrían llegar en apoyo, mientras que las fuerzas franco-españolas podían cruzar el estrecho de Sund de tan solo 4 km.
El 8 de marzo, las tropas comenzaron a abandonar Hamburgo, cruzaron los ducados de Schleswig y Holstein y llegaron a Kolding. La vanguardia cruzó el mar y llegó a la isla de Fionia, para embarcar allí para la isla de Zelandia (Seeland), donde se encuentra la capital Copenhage. Pero el mar ya no estaba helado, un deshielo prematuro imposibilitaba los planes y la escuadra británica del contraalmirante Keats controlaba los pasos entre las islas. Dernardotte recibió órdenes del Emperador de quedarse con las tropas francesas en los ducados de Schleswig y Holstein y acantonar a las tropas españolas en diversas ciudades danesas.
El RC del Rey se quedó en Kolding, el RC Infante en Tondern; el RC Algarve en Vejle, el RD Almansa en Reppin; el RC Algarve en Randers, y el RD Villaviciosa Nyborg.
Una segunda distribución en el mes de abril, llevó a los RC del Rey a Mariager al norte; el RC Infante a Alborg aún mas al norte; el RD Almansa en Skanderborg y Arhus; el RD Villaviciosa entre Odense, Swendborg, y Faborg, todos en la isla de Fionia.
En el mes de junio, y a consecuencia de los sucesos que se desarrollaron en España (2 de mayo de 1808), fueron diseminadas por todo el territorio danés, según orden expresa de Napoleón, estableciendo el cuartel general en Nyborg, capital de Fionia. La distribución de las tropas en territorio danés quedó de la siguiente forma. (Datos extraídos de José María Bueno):
- División de Jutlandia al mando del general Kindelán:
- RI Zamora (coronel M. Salcedo), en Veile, Fredericia y Koldino.
- RC Algarve (coronel José Yebra) en Tender, Husum y Tonning.
- RC Rey (coronel Miguel Gamba) en Horsens, Skanderborg y Arhus.
- RI Infante (coronel Francisco Mariano) en Randers y Mariager.
- División de Fionia al mando del marqués de la Romana:
- RI de la Princesa (coronel conde de San Román) en Nyborg, Kjertemünde, Assens y Middelfart.
- RD Villaviciosa (coronel Armendáriz) en Faaberg.
- RD Almansa (coronel Juan A. Caballero) en Gogensee y Odense.
- Artillería (brigadier Martínez Vallejo y capitán J. López) y los zapadores, en Nyborg y Kjertemünde.
- BIL-I de Barcelona en Svedenborg.
- BIL-I de Cataluña y artillería en la isla de Langenland al mando del general francés Gauthier.
- RI Guadalajara (coronel Vicente Martorell) y RI de Asturias (coronel Louis de Dellevielleuze), estacionados en la isla de Zelandia (Seeland), bajo el mando del general francés Fririon.
- Los depósitos, al mando del general Hermosillas, se establecieron en Hamburgo y Altona.
De la estancia de las tropas españolas en Dinamarca se conservan muchos testimonios de aspectos cotidianos, que evidencian la confraternización entre estas y la población nativa, muchas veces maravillada de “lo exótico” de los llegados.
“Nunca entraron en combate, sólo estuvieron estacionados, fueron los primeros soldados extranjeros que no arrasaron el país. Vivían entre la gente, se comportaban de forma familiar, aceptaban sin remilgos la comida local, no como franceses y belgas; jugaban con los niños, tocaban la guitarra y hacían fiestas”, resume Petersn. La impresión que causaron en los pueblos daneses, donde sus habitantes no estaban acostumbrados ni a viajar ni a tener contacto con gentes de otros países, fue considerable, pese a los problemas de comunicación, y también en el campo de las costumbres, los locales llamaban a los españoles “caracos” por la costumbre de decir continuamente la palabra “carajo”.
Preparación de la huida
Las noticias de los sucesos acaecidos en España a primeros de mayo no llegaron, de momento, a conocimiento de los expedicionarios; los franceses interceptaron toda la correspondencia e, incluso, impidieron a cañonazos que cualquier embarcación se acercase a la costa. Solamente conocían parte de los acontecimientos, los que publicaba la prensa francesa.
Un espía inglés, un sacerdote católico llamado Robertson fue el encargado de contactar con La Romana, el día 4 de junio, Robertson embarcó para Heligoland, acompañado de Mackenzie, agente británico en aquellas tierras y que debería facilitarle el tránsito hasta llegar ante La Romana. Mackenzie supuso al general en Hamburgo y allí se dirigieron a Nyborg, hospedándose en el mismo hotel donde lo hacía el Marqués con su estado mayor y su numerosa servidumbre.
Robertson, fingiéndose viajante de comercio le escribió una esquela en francés, solicitando una audiencia para enseñarle muestras de tabaco y chocolate. Concedida ésta, con sus paquetes se presentó ante La Romana, le comunicó que el gobierno inglés estaría dispuesto a facilitarles transportes para embarcar sus tropas para España. El general se quedó con la duda, pero la llegada el día 24 de junio, del Tcol del RI Zamora y del coronel Martín de la Carrera, testigos ambos de los sucesos del 2 de mayo, despejó las dudas de cuanto se estaba sospechando desde días atrás. No obstante aceptó su admisión en la Legión de Honor, Bernadotte le regaló una de sus águilas de oro, que La Romana agradeció por carta el 11 de junio. La Romana escribió a Napoleón felicitándole por la exaltación al trono de España de su hermano el rey José I, y al propio Rey, con fecha 14 de junio, desde Nyborg, en Fionia, ofreciéndole en nombre de sus tropas el homenaje y sumisión de ellas.
El mariscal Berthier sospechaba y se lo hizo saber a Bernadotte, quien le contradice, manifestando su total confianza en La Romana. El Marqués que podría parecer estaba en convivencia con los franceses, realmente lo que hacía era contemporizar con el objeto de salvar todas sus tropas y posibilitar algún día el retorno a España. El 16 de julio, el comisario general de Policía de Amberes escribió a Bernadotte haciéndole partícipe de la sospecha de que navíos británicos embarcasen la división española en alguno de aquellos pequeños puertos. La Romana solamente halagaba con hechos la presunción y vanidad del mariscal francés y de ese modo se ganaba su total confianza.
El 12 de julio de 1808, cuatro días después de la proclamación del Estatuto de Bayona, José Bonaparte, nuevo rey de España, camino de Madrid, despachó órdenes para Bernadotte, en las cuales se especificaba que las tropas españolas debían jurar la nueva constitución, lo que suponía jurar fidelidad al nuevo rey. Bernadotte, al recibir la orden, despachó órdenes a la vez para los generales Kindelán, Fririon y el marqués de la Romana. Bernadotte, manda una circular a todos los generales al oeste del Gran Belt, para que “tomen las medidas necesarias por si hay oposición, para que juren por la fuerza”.
El general elaboró un plan para concentrar todas las tropas en la isla de Fionia, utilizando la excusa de una revista de inspección. Desgraciadamente, antes de que este plan pudiese llevarse a cabo, La Romana recibió órdenes de que todas las tropas españolas bajo su mando presten inmediatamente, en sus respectivas guarniciones, un juramento de fidelidad al nuevo rey José Bonaparte. Las órdenes fueron firmadas por el propio general Bernadotte el 22 de julio de 1808, y enviadas directamente a La Romana en Fionia, al general Kindelán en Jutlandia, y al brigadier Delevielleuze a Zelandia.
El cumplimiento de estas órdenes fue muy distinto en cada uno de los lugares. En Jutlandia, Kindelán, que desde el principio tomó partido con los franceses, consiguió que jurasen las tropas a su mando, con el engaño diciendo que las demás ya habían jurado; si bien costó gran trabajo, produciéndose un grave escándalo y hubiera perecido el oficial que llevó la orden, al huir precipitadamente. Kindelán se pasó finalmente a los franceses, abandonando sus tropas.
En Zelandia (Seeland), al recibir la orden de jura, los coroneles de los RIs Asturias y Guadalajara, que ya habían recibido noticias del levantamiento, pidieron se aplazase un día la jura dada la inquietud de la tropa. Fririon accedió a ello y esa misma noche los españoles se sublevaron y cercaron la residencia de Fririon en la localidad de Roskilde, este tuvo que huir disfrazado de oficial danés, en el ataque fue muerto un oficial. Luego marcharon sobre Copenhague, pero por el camino fueron interceptados por los franceses y daneses, rodeados y superados en número fueron obligados a deponer las armas.
En Fionia y Langueland, La Romana trató de ganar tiempo. Sabía que la tropa era reacia a firmar y que se podían producir motines, lo que hubiese comprometido el plan de evasión. Unos juraron sin dar los vivas mandados; los artilleros juraron lo que jurasen sus oficiales; los zapadores se negaron rotundamente a hacerlo; los dragones de Almansa interrumpieron la lectura de la orden con los gritos de ¡Viva España! ¡Muera Napoleón! y al amenazarles con un castigo ejemplar rompieron filas en el mayor desorden.
Al ir a jurar el BI de la Princesa, por un movimiento no se sabe si convenido o espontáneo, los oficiales y la tropa se agruparon alrededor de la bandera y fijando en ella la vista permanecieron así largo rato en el silencio más profundo; que no dejaba por esto de ser muy elocuente, hasta que salió un cabo de filas y dirigiéndose al marqués de La Romana con el arma presentada, le dijo respetuoso, pero enérgicamente: “Mi general; mi compañía no jura a José ni a otro alguno, sino esa bandera, pues en llegando a España veremos a quien representa.” El capitán de ingenieros Fernando Miyares cuenta que el cabo dijo exactamente: “Mi general, yo no quiero jurar; sé muy bien que el no obedecer es un delito capital, y me presento para ser fusilado, porque tratándose del juramento, de ninguna manera obedeceré, mándelo quien lo mandare.”
A pesar de aquella manifestación tan expresiva, se leyó la orden y se dieron las voces para hacer las descargas prevenidas; mas en lugar de obedecerlas, los soldados del BI de la Princesa, con asombro general, descansaron las armas tan silenciosos y resueltos como antes. Su coronel el conde de San Román pudo al fin hacerse obedecer; pero toda la noche siguieron disparando sus fusiles al aire con la algazara y desorden consiguientes y en son de mofa.
Bernadotte conminó a La Romana mediante un ultimátum a que hiciese jurar a sus tropas inmediatamente. Pero La Romana había recibido la visita del oficial del BIL de Cataluña, el subteniente Fábregas, quien había llegado hasta la escuadra inglesa, y llevaba documentos en los que los ingleses aseguraban tener dispuestos los buques para embarcar toda la División del Norte; por ello, impartió órdenes a todas las guarniciones para que se concentraran en Nyborg a fin de proceder a su embarque.
El regreso a España
La Romana, con el RI Princesa (2 BIs), BIL-I de Voluntarios de Barcelona (2 Cías), 2 EDs del RD Almansa y la artillería a caballo, se apoderó de Nyborg después de un combate con franceses y daneses tomaron el puerto y el castillo así como 3 barcos daneses. En cuanto los ingleses se enteraron de que Nyborg había sido tomado; desembarcaron en la plaza y, después de conferenciar con La Romana, decidieron el traslado a la isla de Langueland de las tropas, allí sería efectuado en embarque de la totalidad de las tropas, trasladando a las fuerzas de Nyborg en los barcos ingleses y los 3 barcos daneses capturados.
La Romana dio orden a las todas las unidades de que se trasladasen a Langueland, que estaba guarnecido por el BIL-I de Cataluña y 60 dragones del RD Villaviciosa, y le dio orden de adueñarse de la isla y evitar las acciones de los franceses y del gobernador danés.
El RD Villaviciosa, intentó ir por su cuenta a Langueland, pero los daneses y franceses ya habían reaccionado y habían prohibido entregar embarcaciones a los españoles; el barón de Armendariz jefe del mismo, intentó cruzar a nado con los caballos la corta distancia que separa de la isla de Taasing, situada entre Svendborg y Langueland. Debieron intentarlo, pero el proceso era lento y peligroso, y finalmente pagaron a unos pescadores daneses para que llevasen al oficial La Cuadra, comisionado a Langueland para pedir ayuda a las tropas españolas. El 10 de agosto, enviaron 10 barcos desde Langueland a Sevendborg para recogerlos, los caballos no pudieron ser embarcados y fueron soltados. Serían los primeros en llegar, un poco más tarde llegó el BIL-I de Barcelona, con lo que se apoderaron de toda la isla. La Romana y sus tropas pudieron desembarcar con total tranquilidad.
Las tropas de Jutlandia al mando de Kindelán, deberían cruzar el Pequeño Belt, bien al abrigo de los regimientos de Fionia, o bien dirigiéndose directamente a Langueland. Con los regimientos de Zelandia no se podía contar, ya que habían sido hechos prisioneros.
Al recibir estas órdenes el general Kindelán dio cumplimiento a las mismas, y pidió transportes al gobernador danés de Friederica, donde Kindelán tenía su EM; este no se opuso, pues creía leal a Kindelán, pudiendo así embarcar. Tras esto Kindelán huyó al cuartel general de Bernadotte para dar la alarma de la fuga. El coronel Joaquín de la Lastra jefe del RC Rey que se estaba en Arhus, también pudo convencer al mayor Gersdorf de la necesidad de transportes para reprimir la rebelión de las tropas españolas en Nyborg, no solo le proporcionó transportes para su regimiento; sino también para el RI Infante que llegaba desde Randers, los caballos quedaron al cuidado de los daneses, ya que no pudieron ser transportados.
El RC Algarve, tanto su coronel José de Yebra, como su Tcol Rimundo Carbonell se opusieron a la evasión, ante las vacilaciones, el capitán más antiguo Antonio Costa, el día 11 de agosto intentó pasar desde Jutlandia a la isla de Fionia por Snoghoj con 2 escuadrones, atravesando el estrecho de Lillabaelt; pero ya era tarde, tanto los daneses como los franceses estaban advertidos, y 2 Escóns, uno francés del RC-14 de cazadores y otro danés de dragones, les cerraron el paso con artillería. Solicitó una capitulación honrosa que le fue denegada, se dirigió después al comandante de las tropas francesas, asumiendo toda la responsabilidad de la huida de sus tropas y solicitando el respeto hacia sus soldados. Ante la negativa de estos se volvió dirigiéndose a sus soldados pidiéndoles su perdón por no haber obtenido su libertad para acto seguido descerrajarse un tiro de pistola en la cabeza. Sus últimas palabras serían: “Dad mis recuerdos a España de parte de Antonio Costa”. Su cuerpo fue enterrado en Lyngs Odde, y posteriormente un oficial danés lo llevó a Federicia, donde descansa actualmente.
El RD Almansa cubrió el embarque de las tropas que se encontraban en Nyborg y de los que fueron llegando, recibieron la orden de matar a los caballos antes de embarcar para que no cayesen en manos francesas, pero prefirieron dejarlos en libertad.
El 21 de agosto, el almirante británico James Saumarez y su escuadra ancló frente la costa oriental de Langueland, donde embarcaron los 9.000 hombres que había conseguido reunir el de La Romana, sin abandonar más que los caballos que no podían transportarse, y salvándose toda la artillería (25 piezas). A continuación zarparon con rumbo a Goteborg, en la costa de Suecia.
El 5 de septiembre, los 9.000 españoles fueron embarcados en 37 buques enviados por Gran Bretaña, y zarparon con destino a La Coruña; no obstante, debido al mal tiempo, arribaron a Santoña y Santander, el 8 de octubre.
Algunos que se quedaron se casaron con danesas, como el soldado Isidoro Panduro que no pudo huir tras romperse una pierna y acabó casado con una danesa con la que tuvo 9 hijos.
El regimiento José Napoleón
En total unos 200 oficiales y cerca de 5.000 hombres, que bajo escolta y en grupos de 200, fueron conducidos a Francia, donde permanecen detenidos, siendo los oficiales repartidos en pequeños grupos y encarcelados en una docena de fortalezas.
Aunque la confianza que se tiene en ellos es prácticamente nula, las necesidades de la guerra hace que a principios de 1809 se les solicite de nuevo prestar juramento al nuevo rey de España José Napoleón, pudiendo los que accediesen a ello militar bajo las banderas imperiales. Mal vestidos y peor alimentados y sobre todo hartos de tanta inmovilidad, muchos de ellos se enrolaron en el recién creado RI José Bonaparte, encargado del reclutamiento sería el general Juan Kindelán, español de origen irlandés, que ya había sido condecorado con la Legión de Honor en 1807.
El uniforme del regimiento era blanco con divisa verde. Organizado en 4 BIs de guerra y uno de depósito, cada uno de ellos con 4 Cías de fusileros, una Cía de granaderos y otra Cía de voltigeurs.
La situación en España no recomendaba enviar a estos hombres, de fidelidad dudosa al Imperio, en pleno escenario de lucha por lo que se les repartió por Francia. Su trabajo fue más de obreros de la construcción, levantando fortificaciones y realizando mejoras en las existentes. En septiembre de 1810 todo el regimiento estaba fuera del territorio francés: el BI depósito en Maastricht junto con el BI-III, el BI-II en Amberes, el BI-I en Mantua y el BI-V en Alessandria. En abril del 1811 el BI-II y el BI-III mandados por Kindelán y Davout fueron incorporados al Ejército de Observación del Rin, incluidos en la DI-2 del Ejército de Alemania. Es interesante resaltar la nota que Napoleón envió al mariscal responsable de este Ejército “Os envió dos hermosos batallones españoles con un general; sin embargo, tened cuidado de no ponerlos en la vanguardia ni en plazas fuertes de primer orden”.
Tras la enfermedad de Juan Kindelán el mando del regimiento pasó a cargo del coronel suizo Jean-Baptiste Marie-Joseph de Tschudy, pero por motivos lógicos, ya que el BI-I y el BI-IV estaban en Italia su mando efectivo fue sobre los destinados en Alemania. El BI-III mandado por Ramón Ducer, el BI-II mandado por Rafael de Llanza, mientras que los destinados a la península Itálica estaban bajo el mayor Doreille, el BI-I estaba mandado por José Kindelán, hijo del general, y el BI-IV por Alejandro O`Donell.
Finalmente Napoleón decidió poner en marcha la invasión de Rusia y el regimiento formaría parte de la Grande Armée. Un ejército multinacional en el que de los 600.000 hombres menos de la mitad serían franceses. En la inmensa Rusia las dos partes del regimiento José Napoleón fueron enviados a unos 250 kilómetros de distancia: el BI-I y el BI-IV fueron encuadrados en la DI de Broussier del CE-IV del príncipe Eugenio, mientras que el BI-II y BI-III formaron parte de la DI de Friant del CE-I de Davout.
Los BI-II y BI-III dejando sus acuartelamientos entre el Elba y el Vístula y el 24 de junio, junto con todos los miembros del CE-I, cruzaron el río Niemer para dirigirse a Vilnus. Tras la captura de la ciudad si hacer un disparo. Un grupo de 133 españoles que iba en una columna de rezagados, al pasar por unos bosques, disparó contra los oficiales franceses, matando a uno y desertó. Fueron capturados y fusilaron a la mitad de ellos entre ellos todos los cabecillas.
Mientras los BI-I y BI-IV marcharon a Ratisbona y Nuremberg, fueron concentrados en Glogau, y cruzaron el Niemen para entrar en Rusia, más al sur se dirigieron hacia Pilony, su papel fue más activo, ya que actuaron en la vanguardia en la batalla de Vítebsk.
El 7 de septiembre, todos los batallones se reunieron en el interior de Rusia en la batalla más decisiva de la campaña, la batalla de Borodino o Moskova por los franceses. A los BI-I y BI-IV se les encomendó la protección de la artillería, por lo que sufrieron varias bajas, 2 muertos y 3 heridos. Los hombres de los BI-II y BI-III participaron en el ataque, cuando se vieron en primera línea, encontraron la ocasión de pasarse a los rusos, y se lanzaron decididamente hacia delante, recogiendo y llevando con ellos a los heridos que les había hecho el fuego ruso, algo que jamás se hace en un asalto. Napoleón creyó que el avance español era un temerario ataque y, enardecido, mandó la caballería liderada por Murat en su apoyo. Los españoles terminaron por tomar sin pretenderlo el Gran Reducto, la principal posición rusa, sufrieron graves pérdidas, 14 oficiales y 340 hombres, mereciendo el elogio del Emperador. Participaron en la toma de varias ciudades en el camino a Moscú, entre ellas Mozhaisk y Zelkovo.
Finalmente las tropas españolas fueron de las primeras en entrar en Moscú el 14 de julio. Los hombres de Tschudy participaron en las acciones de Murat de tratar de eliminar la amenaza rusa que rodeaba la ciudad. En la batalla de Voronovo, 29 de septiembre. Tras los numerosos incendios que calcinaron Moscú, Napoleón dio la orden de retirada que pasaría a la Historia como sinónimo de derrota y sufrimiento.
En la famosa batalla de Smolensko, la retaguardia salió de Smolensko el 16 de noviembre, 24 horas después que el resto del ejército, y cuando todos les daban irremediablemente por perdidos, el 18, cerca de Krasnoi, logró romper el cerco de los 40.000 rusos que los acosaban. Los españoles sufrieron 76 bajas en combate y cayeron presos los jefes de los dos jefes de BI, Herrera y Llanza, junto a otros 6 oficiales y 54 soldados.
Entre los que lograron cruzar solo había 110 soldados y 4 oficiales de todos los batallones. Días más tarde 300 hombres del BI-IV junto a su comandante O´Donnell fueron capturados por los rusos, uniéndose al ejército del Zar.
En febrero de 1813 se reorganizó el regimiento con los miembros del BI-V de depósito, unos 1.200, y un par de centenares de supervivientes, fue mandado por Juan Kindelán, no volvió a tener la misma capacidad de combate, ya que solo estuvo formado por 2 BIs. Entre sus acciones más importantes destacan las batallas de Lützen y Bautzen donde 5 españoles fueron condecorados con la Legión de Honor. Tras la batalla de Leipizg solamente estaba formado por 150 hombres de los 500 que habían sido asignados en la reorganización.
Las peripecias del regimiento de José Napoleón son contadas en la divertida novela “La sombra del Águila” de Arturo Pérez-Reverte, que aunque está basada en estos hechos, y da una idea de lo que pudo haber ocurrido.
El 25 de noviembre de 1813 el regimiento fue disuelto pasando sus hombres a formar parte de un regimiento de obreros mandado por el mismo Kindelán.
En agosto de 1814 fueron disueltos los cuerpos de tropas extranjeras que operaban en Francia, los pocos que quedaron fueron licenciados en Niort, permaneciendo como refugiados.
Los españoles prisioneros rusos que eran más de 2.000, fueron tratados bien por los rusos. Con ellos se creó un regimiento el 2 de mayo de 1813, fecha que conmemoraba el levantamiento de 1808, jurando la constitución de Cádiz. Fue creado por decreto del zar Alejandro I, quien le dio su nombre como regimiento Imperial Alejandro. Su bandera tiene en el centro la Cruz de San Andrés, símbolo del ejército español; y en las esquinas aparecen cuatro águilas imperiales de Rusia. Se sabe que la tela fue bordada por las emperatrices Isabel Alexséievna y María Feódorovna, esposa y madre del zar. La bandera original forma parte de la colección del Museo del Ejército en Toledo. La entrega de bandera se realizó el 13 de julio en presencia del embajador español Cea Bermúdez.
El uniforme fue el mismo del regimiento José Napoleón, blanco con ribetes verdes, aunque posteriormente fue dotado con prendas verdes del ejército ruso.
Fueron asimilados en la Guardia Imperial rusa y asignados a un cómodo y vistoso servicio de corte en San Petersburgo, como escolta de la emperatriz madre.
Un año después, en agosto de 1814, el regimiento español del Zar dejó Rusia, embarcó en la base naval de Krostand en 7 barcos, constaba de 2 generales, 7 coroneles, 115 oficiales, 42 músicos y 1.866 soldados, y pusieron rumbo a España, desembarcando en Santander.
A su llegada a España, el regimiento Imperial Alejandro se agregó al ejército de Galicia con el sobrenombre de “el Moscovita”, aunque nunca pisaron la capital rusa. Tres de sus batallones se establecieron en Astorga. En 1823 la unidad fue disuelta.