Guerras de Independencia Hispano-Americanas Fase preinsurrecional 1812 y 1813 Operaciones en el Alto Perú principios de 1813

Batalla de Salta (20 de febrero de 1813)

Marcha a Salta

Manuel Belgrano había aprovechado la victoria patriota de la batalla de Tucumán, librada los días 24 y 25 de septiembre de 1812, para reforzar el ejército a su mando. Belgrano pidió 800 efectivos a Buenos Aires, que le envió muchos menos de los solicitados.

En cuatro meses logró mejorar la disciplina de las tropas, proporcionarles instrucción y reclutar suficientes efectivos como para duplicar su número. El parque y artillería abandonados por Tristán en la anterior batalla le habían permitido organizarse con mucha mayor soltura. A comienzos de enero, buscando marchar tranquilamente para no fatigar a las tropas, emprendió la marcha hacia Salta. El 12 de enero emprendió la marcha desde Tucumán con cerca de 3.000 hombres. Al tomar la iniciativa en este momento, Belgrano sorprendió a Tristán, pues avanzó en temporada de lluvias, y cuando este tuvo noticias de la marcha del ejército patriota, pensó que era solo su vanguardia, creyendo que el grueso aún se encontraba en Tucumán.

Manuel Belgrano con su impecable uniforme de brigadier. Lleva una chaqueta verde, que era el uniforme de cazadores lo que dio lugar al renombre de “Chupaverde”.

Después de un mes de marcha llegaron a orillas del río Pasaje, pudieron cruzar el río en dos o tres días de maniobras, dice Gregorio Aráoz de La Madrid en sus memorias. Narra que con ese fin se construyeron balsas, botes o grandes canoas y se colocó una gran cuerda por una y otra banda del río, asegurada por grandes maderas que se fijaron al efecto. El Ejército del Norte atravesó las torrentosas aguas del río con todos sus soldados, sus caballos, sus 10 piezas de artillería y sus 50 carretas, sin que apareciera un solo explorador de Tristán.

El 13 de febrero, una vez pasado el río, el ejército prestó juramento de lealtad a la Asamblea Constituyente, que había comenzado a sesionar en Buenos Aires pocos días antes, y a la bandera albiceleste diseñada por Belgrano. La bandera fue conducida por el mayor general Eustoquio Díaz Vélez, a quien llevaba en medio el coronel Martín Rodríguez y el general Belgrano escoltados por una compañía de granaderos que marchaban al son de música. La ocasión, cuya solemnidad fue empleada hábilmente por Belgrano, como lo había hecho en la bendición de la bandera en Jujuy antes del Éxodo Jujeño, dio lugar al rebautismo del río con el nombre de Juramento.

Jura de bandera en el río Pasaje el 13 de febrero de 1813. En adelante sería conocido como río Juramento, las fuerzas argentinas desfilan delante de Manuel Belgrano,
Jura de bandera en el río Pasaje el 13 de febrero de 1813 (I). En adelante sería conocido como río Juramento, las fuerzas argentinas desfilan delante de Manuel Belgrano.

Tristán, entretanto, había aprovechado la ocasión para fortificar el Portezuelo, el único acceso a la ciudad a través de la serranía desde el sudeste; la ventaja táctica que esto le suponía hubiera hecho el intento imposible, de no ser por el superior conocimiento de la zona que los lugareños conscriptos aportaran.

Después de que el general Manuel Belgrano pernoctara en la finca de Castañares, el capitán Apolinario Saravia, natural de Salta, se ofreció a guiar el ejército patriota a través de una senda de altura que desembocaba en la quebrada de Chachapoyas; que les permitiría empalmar con el camino del norte, que llevaba a Jujuy, a la altura del campo de la Cruz, donde no existían fortificaciones semejantes.

Aprovechando la lluvia que disimulaba sus acciones, el ejército emprendió la marcha a través del áspero terreno, avanzando lentamente a causa de la dificultad de transportar los pertrechos y la artillería. El 18 de febrero, se apostaron en el campo de los Saravia, ubicado en esa zona, mientras el capitán, disfrazado de indígena arriero, llevaba una recua de mulas cargadas de leña hasta la ciudad, con la intención de informarse de las posiciones tomadas por la tropa de Tristán.

El general Belgrano envió al mayor general Eustoquio Díaz Vélez a que se internase con una partida de caballería tucumana por la quebrada de El Cuarteadero y pasar por la hacienda de La Lagunilla hasta la zanja de Sosa (ubicada en el trazado del camino real que ingresaba por El Portezuelo) a encender varias hogueras que fuesen fácilmente divisadas desde la cumbre del cerro San Bernardo. En esa altura, los realistas tenían un puesto de vigilancia que les permitía ver y saber anticipadamente la cercanía de cualquier amenaza; contando así con el tiempo necesario para organizar la defensa.

Esa noche, Díaz Vélez y sus soldados, encendieron cerca de 300 fogatas concentradas en una extensión considerable y a unos seis kilómetros de distancia de la ciudad. Estrategia con que provocaron la alarma esperada de hacer creer a los realistas que el Ejército Patriota estaba llegando a atacar la ciudad siguiendo ese camino.

Por la mañana, Díaz Vélez, chocó con las del general realista Pío Tristán, que ocupaban las alturas detrás de un riachuelo llamado Zanjón de Sosa. Allí sufrió una grave herida de bala; aunque terminó la carga de manera eficaz. Tuvo que ser asistido casi desangrado y se lo perdió para el resto de la batalla, sus fuerzas regresaron a reunirse con la fuerza principal.

La columna principal venía encabezada por un grupo de baqueanos que, en algún punto no precisado, se esforzó en desviar la corriente para facilitar el paso de la columna, las carretas y la artillería. Transportaban un total de 50 carretas con bastimentos, pólvora, municiones y el parque de artillería compuesto por 12 cañones. Atravesaron la Sierra del Mojotoro en la desembocadura que hay entre el cerro Chachapoyas y el cerro San José (que integra la Serranía del Gallinato), entraron al valle de Lerma e inmediatamente desviaron hacia la izquierda; dejando a la mano contraria o al Norte y a unos 800 metros de distancia la unión de los ríos La Caldera con el Wierna.

Desarrollo de la batalla

El día 19 de febrero, gracias a la inteligencia de Saravia, el ejército insurgente marchó por la mañana con la intención de acometer las tropas enemigas al amanecer del día siguiente.

Ni que fueran pájaros” fue la manifestación sorprendida de Tristán cuando se le comunicó que el enemigo que era esperado por el sudeste se encontraba al norte y que había logrado posicionarse a su respecto con frente invertido; maniobra que realizara Belgrano con total éxito en Salta y que el propio Tristán la intentara infructuosamente, en Tucumán.

Ante la inesperada maniobra, Tristán dispuso sus tropas que eran unos 3.400 efectivos nuevamente para resistirlo; alineó una línea de fusileros del RI Real de Lima sobre la ladera del cerro San Bernardo para proteger el flanco derecho, y toda la caballería con los dragones de Chicha y los húsares de Tinta (400) la situó en el ala derecha; entre ambas situó dos líneas, en primera línea el RI a la derecha Cotabambas, BI de Paruro y RI Abancay, en segunda línea el BI Azángaro y BI Paucartambo. Las 10 piezas de artillería con que contaba las situó en el centro.

En la mañana del 20 de febrero, Belgrano ordenó la marcha de sus fuerzas que eran 3.700 efectivos en formación. La zona del campo de batalla estaba comprendida entre la loma de San Lorenzo y las alturas de San Bernardo. Situó en el ala derecha el ED-3, a continuación el BIL de cazadores del comandante Manuel Dorrego, BI de Pardos y morenos, BI-I/6 del comandante Carlos Forest, BI-II/6 del José Superi; y en el ala izquierda el ED-2. De reserva detrás se encontraba el RI-1 del comandante Gregorio Pardiel, el ED-1 y el ED-4 al mando de José Bernaldes Polledo, y la caballería tucumana, una vez incorporada al mando del coronel Bernabé Aráoz. Las 12 piezas de artillería se situaron en los espacios entre unidades.

Batalla de Salta de 1813. Plano de la batalla publicado en Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina de Bartolomé Mitre. Archivo General de la Nación.
Batalla de Salta de 1813. Plano de la batalla (I) de Mitre publicado por la IESE J.Vizoso Posse.

Tristán lo esperaba fortaleciendo el lado izquierdo de su formación, pues el flanco derecho se apoyaba sobre el cerro San Bernardo, donde había distribuido una columna de tiradores que obstaculizaran las cargas sobre ese sector. Precisamente esta disposición posibilitó al español controlar los ataques, porque además de prevalecer en el llano, rechazaba los avances sobre el flanco derecho por la eficaz acción de los tiradores del cerro y porque el terreno dificultaba las operaciones de caballería.

Al promediar el combate, Belgrano cambió su táctica inapropiada. Movilizó la reserva, dotando de más efectivos de infantería y caballería de la reserva, y ordenó a Martín Dorrego, que había reemplazado al segundo jefe Díaz Vélez, gravemente herido, atacar vigorosamente.

Batalla de Salta (20 de febrero de 1813). Belgrano animando a sus tropas. Autor Aristene Papi.
Batalla de Salta (20 de febrero de 181). Belgrano animando a sus tropas (I). Autor Rafael Villar.

Dorrego cargó con la reserva y quebró la línea enemiga en el flanco derecho. Esto provocó la desorganización de las fuerzas de Tristán que retrocedieron hacia la ciudad, donde continuaron los combates.

El batallón que formaba la segunda línea del dispositivo de Pío Tristán ocuparon el lugar dejado por los que se habían replegado. Belgrano, aun en el campo de batalla, condujo el centro y su ala izquierda sobre el flaco derecho y las fuerzas emplazadas en el cerro aferrándolos. Quebrada la posibilidad de contraataque, los realistas vencidos retrocedieron desordenadamente, arrastrando en su fuga a la reserva.

El tramo final de la lucha se concentró alrededor de la plaza mayor, mientras el desbande y la persecución eran confusos y cruentos. La calma llegó alrededor de las dos de la tarde, después de tres horas de combate, cuando desde la iglesia La Merced doblaron las campanas, anunciando la victoria y la rendición de los realistas.

Quedó acordado que al día siguiente los soldados realistas salieran de la ciudad con los honores de guerra, a tambor batiente y con las banderas desplegadas, y que a las tres cuadras rindieran las armas y entregasen los pertrechos de guerra; quedando obligados por juramento, desde el general hasta el último tambor, a no volver a tomar las armas contra las Provincias Unidas hasta los límites del Desaguadero. Belgrano devolvería a todos los prisioneros, a cambio de igual actitud por parte de los realistas, quienes deberían entregar los prisioneros insurgentes que tenía Goyeneche en el Alto Perú.

Así desfilaron 2.786 hombres. La caballería echó pie a tierra y rindió sus sables y carabinas; la artillería entregó sus cañones, carros y municiones. Belgrano dispensó al general Tristán de la humillación de entregarle personalmente el sable, y lo abrazó ante todos los presentes. Se entregaron 2.188 fusiles, 1.096 bayonetas, 156 espadas, 17 carabinas, 10 cañones y 6 pistolas, también todo el parque de guerra y tres banderas reales.

Batalla de Salta (20 de febrero de 1813). Abrazo entre Belgrano y Tristán.

El ejército de las Provincias Unidas tuvo 101 soldados y 2 oficiales muertos, más 419 soldados y 14 oficiales heridos.

Después de enterrar a los héroes del 20 de febrero de 1813, el general Manuel Belgrano colocó una humilde cruz de madera en la fosa común de los 600 guerreros muertos de ambos lados. El gobernador Feliciano Antonio Chiclana la reemplazó, a petición del mismo Belgrano, por otra cruz pintada de verde, con la leyenda cristiana “A los vencedores y vencidos”.

La Asamblea Constituyente, con fecha 8 de marzo, dispuso premiar a Belgrano con 40.000 pesos y un sable con guarnición de oro por el brillante triunfo obtenido.

Generosamente, declinó el obsequio Manuel Belgrano. Y al hacerlo, comprometió para siempre la gratitud de Tarija, Jujuy, Tucumán y Santiago del Estero, para quienes dispuso, con ese dinero, la creación de cuatro escuelas. «Que renunciar, es poseer«.

Secuelas de la batalla

El general realista Tacón evacuó su división que se hallaba en Jujuy rumbo a Tupiza sin cumplir con la entrega de armas pactada en la rendición. Goyeneche se apresuró a dejar Potosí con 450 hombres el 1 de marzo de 1813 rumbo a Oruro y solicitó un armisticio a Belgrano, quien se lo concedió por 40 días, pero sin comprometerse a no seguir avanzando y ocupar Chichas. Goyeneche desde Oruro, envió al virrey su renuncia al mando del ejército, que fue admitida. En su reemplazo fue nombrado el teniente general Juan Henestrosa, quien condicionó su aceptación al cargo y el virrey lo reemplazó por el general Joaquín de la Pezuela. Goyeneche, para dirigirse a Arequipa, dejó inmediatamente el mando en el presidente de Charcas Juan Ramírez Orozco, quien había abandonado precipitadamente Chuquisaca el 2 de marzo para reunírsele, dejando como presidente y gobernador de Charcas a Esteban Agustín Gazcón.

Los soldados realistas juramentados en Salta, al llegar a Oruro, fueron relevados de su juramento por el virrey y en gran parte reincorporados al ejército.

El 1 de marzo, el Cabildo de Potosí nombró gobernador interino a Buenaventura Salinas y el día 3 este se dirigió por carta al general Díaz Vélez pidiendo órdenes.

El 9 de marzo el Cabildo de Chuquisaca se dirigió a Belgrano, felicitándolo por la victoria de Salta y poniendo la ciudad a sus órdenes. 400 chuquisaqueños se armaron en un cuerpo que, al mando del teniente coronel Juan Antonio de Asebey partieron hacia Potosí para incorporarse al ejército de Belgrano.

En Santa Cruz de la Sierra, el coronel Antonio Suárez, tras la fuga a Brasil del gobernador José Miguel Becerra el 18 de marzo de 1813 (la intendencia había sido establecida por Goyeneche en 1811), recuperó la ciudad y asumió el gobierno de la intendencia de Santa Cruz.

En Cochabamba, Gerónimo Lombera evacuó sus fuerzas rumbo a Oruro el 11 de marzo, por lo que el gobernador intendente Francisco José de Recabarren se dirigió por carta a Belgrano el 22 de marzo, poniéndose a sus órdenes.

El 18 de junio, Recabarren abandonó la ciudad y el Cabildo nombró gobernador interino a Miguel José de Cabrera.

En el Perú, ante la noticia de los triunfos de Belgrano, Juan Paillardell fue su emisario coordinando el alzamiento del porteño Enrique Paillardell, confinado en Tacna tras la batalla de Huaqui, y de Juan de Peñaranda en San Lorenzo de Tarapacá. Paillardell dirigió sus 500 efectivos en dirección de Arequipa, pero la guarnición realista de esa ciudad al mando de José Gabriel de Santiago le salió a su encuentro con fuerzas superiores, derrotándolo completamente en la batalla de Camiara, huyendo los que pudieron al Alto Perú.

En esos momentos el balance de fuerzas era totalmente favorable para los insurgentes. Belgrano mandaba entre 8.000 y 9.000 combatientes, entre las unidades de línea y, principalmente, contingentes de milicianos de Salta, Tucumán, Santiago del Estero y Catamarca, con su moral muy alta y consumados jinetes probados en el campo de batalla. Las fuerzas realistas dispersas por el Alto Perú y tras perder numerosos soldados y material militar, eran apenas de 5.000 a 6.000 efectivos.

Con la adhesión de Potosí, Chuquisaca, Santa Cruz de la Sierra y Cochabamba, Belgrano permaneció en Salta por estar enfermo, pero su vanguardia al mando de Díaz Vélez entró en Potosí el 7 de mayo, llegando Belgrano a esa ciudad el 19 de mayo con el resto del ejército.

En Potosí, Belgrano se dedicó a restaurar la administración en el Alto Perú para lo cual nombró como gobernador intendente de Potosí al coronel Apolinario Figueroa, de Cochabamba al coronel Juan Antonio Álvarez de Arenales y de Santa Cruz de la Sierra al coronel Ignacio Warnes en reemplazo del coronel Suárez; como presidente de la Audiencia de Charcas nombró a Francisco Antonio Ortiz de Ocampo. Junto con Warnes envió a Santa Cruz de la Sierra al coronel Santiago Carrera para que organizara uno o dos batallones allí.

El 12 de julio fueron elegidos diputados para la Asamblea General Constituyente por los cabildos en las ciudades altoperuanas liberadas: de Potosí a Diego Ferreyra y a Simón Ramila, de Chuquisaca a José Mariano Serrano y a Ángel Mariano Toro, de Cochabamba a Pedro Buenaventura Carrasco y a Pedro Ignacio de la Rivera.

Combate de Pequereque (19 de junio de 1813)

El ejército realista continuó reuniéndose en Oruro, incluyendo a los rendidos y liberados bajo palabra en Salta y a los evacuados por Tacón desde Jujuy. El general Ramírez celebró una junta de guerra que le recomendó avanzar posiciones hacia Potosí. El 25 de junio ocupó Challapata (a mitad de camino entre Oruro y Potosí) y el 30 se situó en Condo Condo, reubicándose luego en la aldea de Ancacato (actual Huancacato) al recibir el anuncio del cambio de gobernador en Cochabamba. Las vanguardias de ambos ejércitos tomaron contacto con algunas escaramuzas.

El 17 de junio, con el objetivo de obtener abastecimientos, que eran muy escasos en Ancacato, una pequeña partida de 135 dragones al mando del coronel Cornelio Zelaya fue enviada a Challapata, unos 12 km al sudoeste, población que contaba con almacenes de provisiones y mercados. Los rioplatenses desconocían que la localidad había sido ocupada por unos 200 de cazadores, al mando del coronel Pedro Antonio Olañeta. Dos días después de haber partido de Ancacato, las fuerzas de Zelaya fueron advertidas por un explorador indígena del avance a través de la quebrada de un destacamento realista. Aunque desconfiaba de estos reportes, Zelaya inició aprestos para la inminente batalla.

El coronel destacó a uno de sus mejores oficiales, el capitán José Francisco Zamudio, para que con una compañía montada cerrara el paso a los realistas, que se habían hecho fuertes en la vecina localidad de Pequereque. Al mismo tiempo, desplegó un escuadrón desmontado en la retaguardia, para evitar posibles infiltraciones del enemigo. El resto del regimiento habría de avanzar de a pie, para dar la impresión a los realistas de que se estaban enfrentando a fuerzas superiores. El encuentro se extendió a lo largo de cinco horas y media, de acuerdo al parte oficial enviado por Zelaya a Belgrano. Las fuerzas de Olañeta abandonaron el terreno y se retiraron a Challapata; Zelaya y sus hombres entraron en Pequereque y acamparon allí.

Las pérdidas insurgentes fueron de 3 muertos y 10 heridos. Zelaya estimó las pérdidas realistas en unos 10 muertos y 20 heridos. Tras ocupar Pequereque durante unas horas, las fuerzas del Ejército del Norte se retiraron a Ancacato, ante la eventualidad de un contraataque masivo por parte de Olañeta.

Las tropas de Olañeta reocuparon Pequereque tres días después de la batalla. El regimiento de dragones se retiró de Ancacato a Vilcapugio, ante la presión realista. Días más tarde, Zelaya fue reemplazado por Juan Ramón Balcarce y enviado por Belgrano a Cochabamba, con la misión de reclutar un regimiento de caballería formado por voluntarios locales. Este regimiento se uniría a las fuerzas de Belgrano poco antes de la batalla de Ayohuma.

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2025-10-23. Última modificacion 2025-10-23.
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