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Comisión de Reemplazos de Cádiz
La Comisión de Reemplazos de Cádiz o Comisión de Reemplazos de América, también denominada Junta de Reemplazos o Junta de Arbitrios, fue la institución encargada de reunir los fondos para el envío de las expediciones militares que debían hacer frente a los movimientos independentistas que surgieron en la América española a comienzos del siglo XIX.
Debido al mal estado de las arcas del Estado, la Regencia, que gobernaba España durante el cautiverio del rey Fernando VII, ordenó en septiembre de 1811 a los comerciantes de Cádiz que estudiaran la forma de transportar y avituallar a las tropas que debían reforzar al ejército que luchaba en América contra las fuerzas insurgentes. Una vez aceptada la propuesta de los comerciantes, la Regencia les ordenó ponerla en marcha el 10 de septiembre. De esta forma, se consiguió enviar tres expediciones antes de finalizar el año, una a Puerto Rico, otra a Veracruz y otra a Montevideo.
Los proyectos para reforzar a las fuerzas realistas en América, pasaron por diversos cambios: inicialmente se creía más conveniente que el envío de unidades completas, el de cuadros, que serían completados ya en América. Aunque en definitiva se terminaría por seguir la política de enviar unidades completas tipo batallón o escuadrón en el caso de la caballería, sin perjuicio del proceso de reorganización o desdoblamiento de las mismas ya en la zona de operaciones, que se produciría en muchos casos. Política que comienza poco meses más tarde del inicio del conflicto.
Las unidades creadas en la Península eran las llamadas expedicionarias, pero desde su llegada al continente americano recibían un flujo continuo de tropas americanas que suplantaban sus bajas europeas, es decir, a más tiempo de llegada más americanizada se quedaba la teórica unidad expedicionaria.
La característica que se atribuye a los soldados expedicionarios europeos es una teórica mayor lealtad que sirviese de cohesión para las unidades. Pero, por el contrario, esta tropa europea era más susceptible a enfermar, y sin disciplinar eran más insubordinados que los americanos.
Los individuos de tropa del ejército provenían de los llamados quintos, de los reclutas voluntarios y de los condenados a servir en el ejército por los tribunales y justicias del reino. Estos tres medios de conscripción adolecían de grandes defectos y no suministraban a las filas sino elementos de escaso valor. En los pueblos en que se llevaba a cabo el alistamiento en la forma de quinta, se cubría el cupo con los individuos reconocidos como perniciosos y cuando se hacía legalmente se aceptaban como sustitutos de los señalados por la suerte hasta extranjeros y desertores. Los reclutas voluntarios no eran de mejor calidad, en su mayoría formado por hombres frustrados en otros campos de la actividad.
Las tropas que constituían el ejército expedicionario habían sido reclutadas en las condiciones dichas, más como se concedió a su jefe la facultad de escogerlas entre todo el ejército, constituían la flor y nata de la milicia peninsular. Sin embargo, el temor a una campaña en tierras lejanas, pintadas con colores exageradamente sombríos, donde al par que con una naturaleza hostil se luchaba con hombres bárbaros y heroicos que ni pedían ni daban cuartel, determinó numerosas deserciones.
Las mejores unidades fueron las que se enviaron a una unidad al completo de cuadros y tropa, reforzadas con elementos de otras unidades para completar sus efectivos.
Hasta 1820 la Comisión consiguió enviar 30 expediciones y 5 correos.
Expediciones en 1810
Al parecer, la primera fuerza regular procedente de la Península que actuó en tierras americanas fue la tropa de infantería de marina que guarnecía la fragata Atocha, al mando del capitán de navío Rosendo Porlier, que partió de Cádiz el 12 de julio de 1810 para transportar al recién nombrado virrey de la Nueva España, Francisco Javier Venegas. El buque llegó a Veracruz el 25 de agosto, y ante lo delicado de la situación militar en la zona, el nuevo virrey dispone que toda la tropa de mar de la Atocha, al mando de Porlier y de buena parte de la oficialidad del barco, le acompañase a la capital, México, donde hicieron su entrada el día 13 de septiembre.
Esta situación se repetiría posteriormente con otros buques, como veremos; también al siguiente año, 1811, se enviaron desde La Habana jefes y oficiales de marina. Aunque limitado en número, este pequeño contingente supondría en el momento una notable contribución a la defensa contra los rebeldes, ya que se trata de una fuerza regular y veterana, encuadrada por oficiales profesionales; participó en numerosas acciones menores y especialmente en los combates que permiten mantener abierta la ruta vital que une la capital con el puerto de Veracruz.
En la América del Sur, la situación militar del gobierno virreinal era sumamente delicada ante el constante empuje de las tropas rebeldes de Buenos Aires, que dominando prácticamente toda la región, alcanzaron los arrabales de Montevideo, donde se encerró la guarnición que permanecería prácticamente sitiada hasta la rendición años más tarde. El nuevo virrey, el general Francisco Javier de Elio, que había partido de Alicante el 11 de noviembre de 1810 a bordo de la fragata Ifigenia, mandada por el capitán de navío Miguel de la Sierra, arribó a Montevideo el 12 de enero de 1811. En menos de un mes, el 3 de febrero, ante la escasa fuerza militar existente en la playa, el general Elio dispuso el desembarco de la tropa de guarnición del buque y se acuarteló en tierra para servir de cuadro para una nueva unidad. Se trataba de un reducido grupo perteneciente al RI-2 de Voluntarios de Madrid, compuesto por 60 hombres. La reducida compañía solo tenía un oficial subalterno, y en el mes de abril pasó a intervenir, junto con tropas milicianas, en los combates contra los insurgentes, que tuvieron lugar en pueblos próximos a la capital; el comandante de estas fuerzas era Joaquín Gayón y Bustamante, que había llegado como ayudante del propio Elio.
Se dispuso que fuera incrementada la dotación de esta compañía mediante la inclusión en la misma de los europeos que fueron recogiendo durante la campaña, y que supusieron un total de 40 hombres más en septiembre de 1811, fecha en que se produce el primer aumento de la unidad. El interés del virrey en conservar un contingente compuesto exclusivamente por soldados regulares se traduce incluso al tratar de dotarla de nuevos oficiales, disponiendo el ascenso de algún sargento de la misma, a pesar de la existencia en la plaza de oficiales de milicias; no obstante, posteriormente el sustituto de Elio, el general Gaspar Vigodet, dispuso además que parte del contingente de milicias se integrase en esta compañía, consiguiendo así la formación de un batallón que conservaba el mismo nombre: Voluntarios de Madrid.
Expediciones en 1811
La primera de las expediciones enviada específicamente para combatir la insurrección americana, aunque no figura en el expediente de la Comisión de Reemplazos y existen escasos datos sobre la misma, pero que indudablemente llegó a América con ese cometido, fue de escasa relevancia numérica: se trataba de una compañía del RI-2 de Voluntarios de Sevilla, compuesta por 100 hombres (cabe suponer que con sus oficiales) que marcharon a Montevideo en el bergantín de guerra Tigre. El viaje finalizó al naufragar en la costa uruguaya el 19 de agosto de 1811, siendo rescatada la totalidad de la fuerza y trasladada al cercano Montevideo, donde es nuevamente uniformada gracias a una suscripción pública, ya que había perdido todo su equipo.
La primera de estas expediciones, así considerada por la Comisión de Reemplazos y organizada en Cádiz, fue destinada a La Habana y Veracruz. Supuso un notable esfuerzo de organización y superación de dificultades: para armar a los componentes de la expedición, la Comisión tuvo que entregar 430 fusiles que había reunido en sus depósitos, a todas luces insuficientes para equipar a la tropa designada, por lo que se dispuso que se completasen las dotaciones de armas con la entrega de las de otros cuerpos de la plaza. Parte del armamento estaba averiado, y ante la urgencia de la partida, se ordenó el embarque de armeros para que los repararan durante la travesía.
El convoy estaba compuesto por 3 transportes: las fragatas Nuestra Señora del Coro, Magdalena y Vicenta, escoltados por el buque de guerra Asia (64), al mando del capitán Anselmo de Gomendio Gaztelubeitia. Transportaron a un total de 1.320 efectivos al mando del brigadier Juan José Olazábal con 2 batallones. El BI-I Americano estaba al mando del Tcol Ramón Monduy Varelacon con 702 efectivos (37 oficiales y 665 de tropa) y el BI-II Americano con 562 efectivos (24 oficiales y 538 de tropa). También viajaban 31 armeros y 25 voluntarios de la Bandera General de América.

La expedición partió de Cádiz el 12 de noviembre de 1811; llegó a Santa Cruz de Tenerife el 18 de noviembre. El 23 de diciembre arribó a la Aguadilla de Puerto Rico, de donde parte el día 29, fondeando en La Habana en la tarde del 13 de enero de 1812, donde desembarcaron el BI-II Americano, destinado a Cuba; La expedición partió de La Habana el 18 de enero de 1812, arribando a Veracruz en la tarde del día 29 de enero, desembarcando el BI-I Americano.
Una nueva expedición se preparó de modo simultáneo a la anterior y también destinada a la Nueva España. Aunque su gestación tuvo lugar en Cádiz dada la precariedad de abastecimientos y material en la zona, la Regencia decidió que se organizase en Vigo.
A tal fin, se transmitió el encargo a la Junta Superior de Galicia, que a su vez ordenó al general que manda el sexto ejército, Francisco Javier Abadía, el 11 de octubre de 1811. Estas disposiciones no tuvieron buena acogida y fueron recibidas con reticencias, pues se estimaba que las tropas acantonadas en Galicia eran necesarias en la región, enviando además a los soldados la marcha a tan lejanas tierras. No obstante, se procedió a cumplir lo dispuesto con la mayor celeridad posible.
La fuerza, toda de infantería, se compondría del BI-III del RI Asturias al del Tcol Juan de Cándano y Suárez y de otro batallón del RI gallego de Lobera al mando del Tcol José Manuel Martínez. El BI-III del RI Asturias estaba compuesto por soldados todos ellos o en gran parte originarios de la región asturiana, y su reclutamiento era muy reciente, sus efectivos teóricos eran de 851, pero debido a la capacidad del buque se decidió enviar solamente 6 compañías, con un total de 635 hombres (35 oficiales y 600 de tropa). Hallándose la unidad en Lugo, el 20 de agosto de 1811, recibió orden de dirigirse a La Coruña, donde posteriormente tendría que aprestarse para embarcar hacia Nueva España. Se embarcaron en el navío Algeciras (74). Además de la impedimenta de la tropa, se embarcaron otros 1.000 fusiles.
El 5 de noviembre de 1811, a la oración de ese día, comenzó el embarque de la unidad, concluyendo a las 11 de la noche y zarpando seguidamente hacia Vigo. En esta ciudad se había organizado el BI-I del RI Lobera, que contaba con 553 hombres. Debería embarcar en el pequeño navío Mino y en 3 transportes. Esta expedición aparece encuadrada en los informes de la Comisión de Reemplazos como la primera enviada en el año 1812, asignando a la misma un total de 69 oficiales y 1.194 de tropa.
La expedición conjunta (2 navíos y 3 transportes) partió de Vigo el 16 de noviembre de 1811. Al siguiente día, el Algeciras que transporta la totalidad del BI-III del RI Asturias, se separa del resto del convoy, no volviendo a encontrarse durante toda la travesía.
El 10 de enero de 1812, el navío Algeciras llegó al puerto de Veracruz, pero debido a las inclemencias meteorológicas, no pudo atracar basta el día 13, desembarcando la fuerza expedicionaria esa misma noche. El 16 de enero, llegaron el navío Miño (54) y los transportes, con el BI-I del RI de Lobera. La travesía transcurrió sin incidentes notables, arribando la fuerza en buen estado.
La tropa de marina del navío Algeciras (74), así como la de todos los buques que fueron llegando sucesivamente, pasaron a unirse a las fuerzas que operaban contra los insurgentes. Varios oficiales y parte de la marinería guarnecieron el castillo de San Juan de Ulua.
Expediciones en 1812
Se pretendía enviar a Montevideo una compañía de infantería, se designó la Cía-5 del BI Americano, integrada por 105 hombres (5 oficiales y 100 de tropa). Marcharán en la fragata de transporte María Josefa, que debía efectuar su navegación en solitario. Se dispuso el embarque de la tropa con su armamento y vestuario el 18 de abril de 1812, y el día 21 partió de Cádiz, arribando a su destino el 3 de octubre de 1812 en perfectas condiciones: aunque el viaje había durado más de cinco meses.
Se organizó una nueva expedición que debía marchar a Costa Firme, concretamente a Santa Marta, disponiendo que fuera transportada en la fragata mercante Andalucía. En principio parece que debería ir escoltada por la fragata Indagadora, aunque posteriormente, a la vista del escaso peligro enemigo, se ordenó que saliese solamente el buque mercante. Se dispuso además que, ante la carencia de noticias sobre la situación de la plaza, en caso de que el puerto de destino estuviese ocupado por los insurrectos, el mercante tendría que dirigirse a Veracruz. La fuerza asignada fue el BI-II del RI Albuera, compuesto por 8 oficiales y 300 soldados, distribuidos en 3 compañías, mandado por el coronel Onofre Gutiérrez de Razas. Partió de Cádiz el 6 de mayo de 1812, y después de una travesía sin incidentes, lamentando únicamente el fallecimiento de un cabo, llegó a Santa Marta el 8 de junio, encontrándose la tropa en perfecto estado, y siendo recibidos por los habitantes de la ciudad con grandes muestras de alegría. La Andalucía partió de regreso a Cádiz el 17 del mismo mes.
Un caso particular de esta situación fue, la llegada a Coro, una ciudad situada en la costa de Venezuela, al mando de Domingo de Monteverde. Monteverde fue destinado a Venezuela. Salió de Cádiz a bordo del navío San Lorenzo el 4 de abril de 1812, tras pasar por Cuba y Puerto Rico, llegó a Costa Firme al mando de una compañía de 150 hombres de tropa de marina. Llegado a Santa Ana de Coro, cuyo gobierno mandaba el brigadier Ceballos, aumentó la fuerza de su compañía hasta 230 entre españoles y corianos, un cura de nombre Torellas, un cirujano, 10.000 cartuchos, un obús de a cuatro y diez quintales de galletas. Una fuerza exigua para emprender una campaña militar de envergadura.

Monteverde tenía órdenes de marchar hacia Siquisique y unir sus fuerzas con las del cacique Juan de los Reyes vargas, afecto a los españoles, que tenía a su servicio otros 200 fusileros y 100 flecheros, con lo cual acumuló cerca de 600 hombres, entre oficiales y soldados. A pesar de que le fue comunicado que no prosiguiera su avance sin antes recibir apoyo de Coro; Monteverde, aunando valentía, experiencia militar y fortuna, tomó al asalto Valencia, Barinas, El Tocuyo y San Carlos y, como no disponía de fuerzas para dejar guarniciones en esos puntos, regresó a Valencia para enfrentarse a los insurgentes, obteniendo rotunda victoria. Por esta hazaña, el Gobierno de la Regencia lo ascendió a capitán de navío y lo nombró (RO 30 de septiembre de 1812) capitán general de Venezuela (con lo cual saltó a Ceballos y al capitán general Miyares). El salto, por supuesto, le acarreó disgustos, pues a la Capitanía General iba anexa la Presidencia de la Audiencia de Caracas y la jefatura política de las provincias con “el sueldo, honores, preeminencias y facultades que le corresponden a este destino con arreglo a las leyes de Indias” y, por si fuese poco para provocar celos, el gobierno de la Regencia se lo participó directamente a Monteverde sin dar cuenta al capitán general Miyares ni a su inmediato jefe, el brigadier Ceballos.
Después de la firma de la capitulación de San Mateo, el capitán de fragata Domingo de Monteverde asumió el mando de los territorios que se habían levantado contra la monarquía. Inmediatamente, ordenó someter a prisión a muchos de los involucrados en la insurgencia, se desentendió de lo pautado por la capitulación y desconoció la autoridad del capitán general Fernando Miyares, designado como tal en mayo de 1810 tras la destitución de Vicente Emparán; alegando que siendo él quien había sometido a los insurgentes, no podía reconocer ninguna otra autoridad.
La política de pacificación adelantada por Monteverde además de contar con el visto bueno de la Regencia era compartida por quienes, tanto en España como en Venezuela, rechazaban la benignidad y liberalidad de las Cortes respecto a los insurgentes; y al mismo tiempo se oponían a las novedades y mudanzas adelantadas por los diputados liberales que constituían la mayoría de la asamblea gaditana.
Expediciones en 1813
La primera expedición de ese año estaba destinada al virreinato de Nueva España. Forman parte de la expedición el BI-I del RI Extremadura, al mando del coronel conde de Roncali y el BI-I del RI Saboya, con una fuerza de 854 hombres. La fuerza embarcada ascendía a 2.620 efectivos (119 oficiales y 2.501 de tropa). Se trata de un número de hombres muy elevado, y aun suponiendo que la fuerza del BI-I de Saboya fuese de 950 hombres, hasta un total de 1.795, faltando todavía por determinar a qué unidades pertenecerían los restantes 825. El convoy constaba de 7 buques de transporte escoltados por el navío Miño (54) (Ignacio María Álava). Partieron de Cádiz el 27 de febrero de 1813 con destino a Veracruz, donde llegaron el 16 de abril de 1813. El RI Saboya se encontraba ya en Veracruz el día 15, habiendo partido de Cádiz el 26 de febrero.
Se preparó el envío de nuevos contingentes a Montevideo, aunque el alistamiento del contingente militar y la disposición de los buques de guerra y mercantes que debían marchar, se realizó como un solo conjunto; en realidad partieron dos expediciones distintas, si bien la partida de ambas se efectúa en fechas muy próximas.
El 11 de abril de 1813 se comunicó a Montevideo la próxima salida para esa ciudad de una expedición de unos 1.000 efectivos del RI Lorca y de un destacamento de artillería. El RI de Lorca tenía 853 efectivos (52 oficiales, 787 soldados, 13 tambores, 1 tambor mayor); el destacamento de artillería tenía 3 oficiales y 200 soldados, que estaban mandados por el coronel José Villa-Zeballos. El convoy partió el 5 de mayo de 1813, escoltado por la fragata Prueba (Francisco de Ulloa), y los buques de transporte San Ildefonso, Topacio, La Regencia, El Socorro y Francisca. Durante el viaje se separó la fragata de transporte El Socorro, que se dirigió a Río de Janeiro a reparar averías. El transporte San Ildefonso y El Topacio arribaron a Montevideo el 12 de agosto. El día 23 del mismo mes llegaron la fragata Prueba y el transporte La Regencia. Finalmente, el 15 de septiembre llegó el transporte El Socorro.
Hubo también una primera y pequeña expedición a Costa Firme, que salió de Cádiz el 5 de agosto de 1813, que se denominó expedición de la fragata Venganza, compuesta por la citada fragata como único buque de guerra y cinco transportes con 1.000 hombres del RI de Granada. Esta expedición no supuso ningún refuerzo para la escuadrilla de Costa Firme, ya que sus instrucciones eran de regreso inmediato a la Península, como así se hizo. El coronel Miguel Salomón había venido de España para reforzar a Domingo de Monteverde en Puerto Cabello.
La última expedición que debía partir ese año tenía como destino el virreinato del Perú. Se trata del BI de Talavera, mandado el coronel Rafael Maroto Ysern desde el 16 de noviembre de 1813, siendo su sargento mayor Antonio Morgado, y unos 200 soldados de Artillería, con una fuerza total de unos 1.000 hombres, que habrían embarcado el 22 de diciembre de 1813; también viajaban oficiales de marina y religiosos. Según la Comisión de Reemplazos, transportaba 1.473 hombres (63 oficiales y 1.410 de tropa), señalando que unos 800 pertenecían al BI de Talavera y 200 de artillería, mientras que el resto de los 410 debían ser cuadros. Formaban el convoy las fragatas de transporte Veloz Pasajera, Vigarrena y Castilla, escoltadas por el navío Asia (74), al mando del capitán de navío Pedro Valencia, transportando la citada fuerza y 6.500 quintales de azogue. El 25 de diciembre de 1813 partieron de Cádiz con destino al puerto de El Callao.
El Asia llegó el 24 de abril de 1814, tras 120 días de navegación. Durante la travesía murió de escorbuto un soldado del RI de Talavera, habiendo enfermado otros 17; también fallecieron por accidente 1 soldado de artillería y 2 marineros. La Vigarrena llegó el 25 de abril con 39 enfermos, habiendo tenido además 5 muertos en tierra y 3 en el mar. La fragata Castilla llegó el día 26 con 31 enfermos, habiendo perdido 3 hombres en tierra y 5 en el mar. A bordo de este barco se habían amotinado 3 cabos, que pretendían entregarse en Buenos Aires, siendo sofocado el motín y ejecutados sus promotores. La Veloz Pasajera llegó el 23 de mayo con 80 enfermos, habiendo perdido en la mar 23 hombres. Pocos meses después, en octubre de 1814, la fuerza del RI era de 740 hombres (35 oficiales y 705 de tropa).
Expediciones en 1814
El 25 de diciembre de 1813, salió de Cádiz el navío África con tres fragatas mercantes y el 24 de abril de 1814 llega al puerto de Callao al mando del capitán de navío Pedro de Valencia, con 6.000 quintales de azogue, pertrechos, 1.000 hombres del RI de Talavera y 200 artilleros a bordo del navío y las fragatas. El capitán Valencia tenía órdenes de regresar de inmediato a Cádiz, pero el virrey del Perú se sirvió del navío para varias comisiones.
En una de ellas salió de Callao el 19 de julio de 1814 con la corbeta Sebastiana y el bergantín Potrillo con 550 hombres del regimiento de Talavera, mandados por el coronel Mariano Osorio, 50 artilleros, armamento y pertrechos. Fondearon en Talcahuano el 14 de agosto. Regresó a Callao el 22 de septiembre con harina. Zarpó a mediados de febrero con 2.700.000 pesos y regresó a Cádiz el 30 de mayo de 1815.
Francisco Javier de Abadía, Inspector General de América, fue encargado de organizar y habilitar las expediciones destinadas a los dominios de Ultramar durante el periodo posterior al retorno de Fernando VII al trono en 1814.
El 22 de diciembre de 1814, partió una expedición de Cádiz con destino al Perú, la componía un solo barco de transporte en el que marcharían 118 hombres (8 oficiales y 110 de tropa).