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Campaña de los valles de Aragua y del Tuy
Fueron una serie de operaciones que realizó el ejército realista de José Tomás Boves una vez que se hizo con el control de los Llanos de Calabozo, al vencer a los independentistas el 8 de diciembre de 1813 en la Batalla de San Marcos. Su objetivo era conquistar el centro del país y apoyar a los monárquicos de Coro, Apure, Barinas y Puerto Cabello.
Primera batalla de La Puerta (3 de febrero de 1814)
Antecedentes
El Estado de Venezuela o Confederación Americana de Venezuela estaba dividido en dos estados: el de Centro-Occidente, compuesto por las provincias de Caracas, Barinas, Mérida y Trujillo con Simón Bolívar como Jefe Supremo; y el de Oriente, formado por las de Barcelona, Cumaná, Margarita y Guayana con Santiago Mariño como su contraparte, aunque en la práctica solo las tres primeras estaban bajo poder insurgente. Para enfrentar la guerra, Bolívar había asumido poderes dictatoriales y quedó reconocido popularmente dictador, por el tiempo que bastase para afirmar la libertad de la patria. Mariño deseaba crear un estado propio en sus dominios, pero Bolívar quería unificar todo el país bajo su mando, contando con apoyo neogranadino para su propósito.
Gracias a sus dotes militares y carisma, Mariño había establecido su sede de gobierno en Cumaná y se había proclamado “Libertador y dictador de Oriente”, siguiendo el ejemplo de su contraparte, y reconociendo a Bolívar como “Libertador de Occidente”. Se negaba a unir fuerzas a pesar de las urgencias militares y primero deseaba discutir la estructura política que tendría Venezuela. Como señala Baralt, el “Jefe Supremo de Oriente” contaba con un buen ejército y no deseaba ser menos que su competidor, priorizando que su autoridad fuera reconocida por Bolívar a destruir a los realistas.
Debe entenderse que había un choque de ego entre ambos caudillos, pero también un choque de intereses. Bolívar, miembro de las élites criollas de Caracas, deseaba establecer un gobierno único para todo el país, pero Mariño, parte de los ricos propietarios de Oriente, veía en toda solicitud de ayuda un ardid para subyugarlo. Para Bolívar, Mariño estaba formando una nación distinta cuando su objetivo era formar una sola, integrando a toda Nueva Granada. Para Mariño, Bolívar estaba formando una nación solo para sí. Como señala en varias partes de una carta que escribió a Mariño, Bolívar consideraba que lo más importante era formar un gobierno unificado que coordinara sus ejércitos y para eso debían reunir una Asamblea general lo antes posible.
Mientras las provincias de Guayana y Maracaibo y la comarca de Coro seguían fieles a la corona española, el capitán general Juan Manuel Cajigal y Mac Swing se había retirado a Guayana y los llaneros se alzaban a las órdenes de José Tomás Boves apodado el León de los Llanos o Taita.
Tras su derrota en la batalla de Mosquiteros, el 14 de octubre de 1813, Boves había logrado recuperar sus fuerzas, aprovechando que Campo Elías dejó en Calabozo solo a los 1.000 hombres del BI Barlovento con el coronel Pedro Aldao a su mando. José Tomás Boves aniquilaba esa tropa el 8 de diciembre y recuperaba su base de Calabozo.
Desarrollo de la batalla
En Chaguaramas reunió un ejército de 2.000 jinetes y 1.500 infantes, envió un tercio bajo las órdenes del coronel Francisco Rosete con unos 1.200 efectivos por el paso los Pilones a los valles del Tuy mientras él subía por el río Guárico hacia los valles del Aragua. Otros rebajan sus fuerzas a 3.300, de los que 600 eran fusileros. En Flores capturó y degolló a las avanzadillas insurgentes que vigilaban sus movimientos.
El coronel Vicente Campo Elías se sentía confiado; ya había vencido a Boves en los Mosquiteros. Salió de Valencia para presentar batalla mientras Simón Bolívar se ocupaba del asedio de Puerto Cabello. Llegó a Villa de Cura y allí acampó. Llegó a La Puerta a las primeras horas de la mañana del día 3 de febrero. La quebrada de La Puerta es donde el Guárico corta transversalmente un relieve que forma parte de la serranía del Interior a través de un breve desfiladero que se abre hacia los Llanos en el sur.
La batalla fue breve, sangrienta y disputada. Duró apenas dos horas. La primera hora los insurgentes aguantaron exitosamente, pero entonces Boves ordenó a sus fuerzas simular una retirada, animando a los insurgentes a perseguirlos. Así entró en acción la caballería bovista, muy superior a la de su adversario y que estaba en reserva. Además, las tropas que retrocedían dieron vuelta y atacaron. En la llanura abierta los insurgentes fueron fácilmente arrinconados por los jinetes realistas y aniquilados.
Mientras que Campo Elías logró huir con 200 jinetes a Villa de Cura y después a La Cabrera, cerca de Valencia. Estos mismos fueron a ayudar al coronel José Félix Ribas en la batalla de La Victoria. Boves fue seriamente herido, pero no le impidió mandar ejecutar a todos los prisioneros que había capturado. El lugarteniente de Boves, el coronel Rosete, ordenó degollar a los soldados y civiles que encontró en Ocumare del Tuy, el 11 de febrero. Envió a su segundo, Francisco Tomás Morales, con 1.000 jinetes y 300 cazadores a Villa de Cura, apenas a dos leguas y media del campo de batalla; allí capturó todo el parque.
Los realistas no tenían muchas armas y municiones y les serían muy útiles en las siguientes etapas de la campaña.
Batallas de Ocumare del Tuy (11 de febrero; 6, 16 y 17 de marzo de 1814)
Después de partir de Calabozo, José Tomás Boves ordenó al capitán Francisco Rosete partir con 1.200 hombres a atacar los ricos valles del Tuy.
El 11 de febrero, Rosete entró en Ocumare con sus 1.200 efectivos. La villa estaba defendida por apenas 150 soldados. Saquearon las casas y luego atacaron la iglesia, donde se habían refugiado ancianos, mujeres y niños (los hombres que pudieron escaparon a los montes). Los realistas derribaron con hachas las puertas y los sacaron del recinto, arrastrándolos fuera para matarlos con lanzas y dejar sus cuerpos mutilados por el pueblo y los caminos. Las noticias se expandieron rápidamente, y cuando Rosete avanzó a Charayave o Charallave, encontró el pueblo desierto.
José Félix Ribas dejó parte de sus tropas en San Mateo a cargo de Bolívar y volvió a Caracas para lidiar con Rosete. La ciudad tenía fosos, parapetos, estacadas y artillería para defenderse de cualquier ataque que la indisciplinada tropa de Rosete pudiera intentar. En dos días, Ribas organizó una división de 1.000 hombres y salió a buscar a su enemigo, derrotándolo en Charayave el 20 de febrero. Pero la mayoría de los 800 a 1000 realistas que le acompañaban logró huir a los montes. El combate duró una hora.
Luego siguió a Ocumare, donde la pequeña guarnición realista huyó al verlo venir. Allí encontró los 300 muertos de la matanza, incluyendo más de 100 mujeres y niños.
La victoria en Charayave garantizó la seguridad de Caracas y forzó a Rosete a retirarse.
Rosete reclutó muchos hombres, pero eran esclavos sublevados y no jinetes libres de los Llanos como los que acompañaban a Boves. Muchos esclavos huían a las montañas para evitar ser reclutados y se sumaban a desertores de ambos bandos para saquear. Como indica el coronel insurgente José de Austria, a su grupo inicial de bandidos incorporó muchos esclavos sublevados. Sin embargo, Baralt reconoce que posiblemente las fuerzas realistas estaban infladas.
Ribas dejó una pequeña guarnición en Ocumare y partió a ayudar a Bolívar en San Mateo ante la llegada de Boves. El 6 de marzo, Rosete reconquistó la villa y la noticia le llegó a Bolívar tres días más tarde, amenazando Caracas. Ribas estaba enfermo y con pocos soldados. Sin esperanzas en que Bolívar pudiera ayudarles, los habitantes de Caracas reunieron 800 hombres al mando de Arismendi, la mayoría estudiantes sin experiencia en combate, y decidieron atacar al enemigo esperando sorprenderlo.
El 16 de marzo asaltaron el pueblo sin orden, pero fueron sobrepasados por los números de esclavos fugitivos que mandaba el monárquico, quienes luchaban principalmente con lanzas y mucho vigor. Pronto rompieron filas y fueron masacrados, salvándose Arismendi con algunos oficiales gracias a sus buenos caballos. Se perdieron las armas, ropas y equipos.
Afortunadamente para los caraqueños, el 10 de marzo Bolívar había enviado al coronel Mariano Montilla con 500 soldados a Caracas, llegando justo a tiempo, pues Ribas logró mejorarse y organizar una defensa con 900 efectivos. No podía montar y fue llevado en una cama portátil a Ocumare con sus hombres, partiendo el día 17. Tres jornadas de marcha después estaban ante la villa, pero el jefe realista no le atacó en el llano, donde podía usar su superior número de jinetes, y le esperó parapetado en los edificios. Los insurgentes prendieron fuego a los edificios para sacar a sus enemigos y a otros los asaltaron. Después de dos horas, los realistas intentaron flanquearlos con la caballería por la izquierda, pero el Tcol José María Jiménez, acompañado de Montilla, los rechazaron. Luego huyeron y se dispersaron, dejando muchos muertos, heridos, caballos y equipo militar.
Rosete logró huir con algunos grupos de jinetes, pero Ribas decidió perseguirlo, tarea que encomendó a Montilla y al coronel Leandro Palacios, quienes siguieron el camino de Los Pilones con de 400 a 500 infantes de los BIs Valencia y Barlovento. Ribas se dedicó a dar ayuda a las poblaciones de los valles del Tuy y regresó a Caracas.
El 21 de marzo, llegaron a San Casimiro las noticias de la batalla y el general de brigada Santiago Mariño ordenó al coronel José Francisco Bermúdez cortar la retirada a Rosete en el camino de Los Pilones. Al día siguiente hubo un duro combate y, viéndose atrapado, durante la noche el capitán realista ordenó a su gente dispersarse; cada uno iría por su cuenta a los Llanos. El día 23 Bermúdez se encontró con Montilla y Palacios.
Batalla de La Victoria (12 de febrero de 1814)
Gravemente herido en la pierna durante la Primera batalla de La Puerta (3 de febrero), el comandante José Tomás Boves había dejado las tropas realistas a las órdenes de su segundo, Francisco Tomás Morales, quien tenía la misión de tomar La Victoria. Su plan era aislar a Simón Bolívar, que estaba en Valencia y Caracas, cuya defensa dirigía el general José Félix Ribas, que ejercía el cargo de gobernador militar de la misma.
Ante la escasez de soldados de línea, que incluían al BI La Guaira del coronel Ramón Ayala, el general debía armar a 800 estudiantes de colegios y seminarios de la capital, incluyendo a 85 del seminario de Santa Rosa de Lima, de Caracas, o de la Universidad Real de Caracas. Muchas madres se opusieron de forma natural; sus hijos tenían entre 12 y 20 años y eran inexpertos en la guerra, siendo probable que murieran pronto en combate.
Morales llegó con sus tropas (2.300 jinetes, 1.300 infantes y varios cañones) a las 07:00 horas del día 12 de febrero, por el camino de San Mateo, cruzando el río Aragua, que corría de norte a sur al oeste de la ciudad. Dividió sus fuerzas en tres columnasː una intentó entrar en la ciudad por el camino principal de San Mateo, mientras las otras dos flanqueaban las posiciones insurgentes, tomando El Calvario (al norte de la población) y El Pantanero (al sur). Nueve asaltos realizaron los realistas y siempre fueron rechazados por el fuego de fusiles y artillería. Sin embargo, los insurgentes estaban arrinconados en la Plaza Mayor. Ribas hizo prodigios de valor, le mataron tres caballos y varios de sus mejores oficiales murieron junto a él.
A las 17:00 horas, se observó una polvareda que anunciaba la llegada de refuerzos insurgentes, específicamente, un cuerpo de caballería de 220 jinetes desde La Cabrera, por el camino de San Mateo, al mando del coronel Vicente Campo Elías, que atacaron por la retaguardia al centro realista y rompieron el cerco.
Ribas mandó a 150 soldados del coronel Mariano Montilla a atacar para ayudar a su entrada a Campo Elías, lo cual hizo y, abriéndose paso por entre las filas realistas, facilitó el paso de sus jinetes. Con los refuerzos, lanzaron un último contraataque que permitió retomar las posiciones que ocupaba el enemigo y decidir la victoria en favor de la causa insurgente, después de 9 horas de reñido combate. Morales y los suyos se replegaron por las montañas en dirección al Pao de Zárate, perseguidos por la caballería insurgente.
Al caer la noche, Ribas hizo regresar a sus tropas. Días después, a su regreso a Caracas, el general José Félix Ribas fue recibido por el pueblo entusiasmado y entre aclamaciones lo apodó el «Invencible«.
Los realistas no estaban vencidos y con Boves recuperado de sus heridas, pondrían sitio a Bolívar en San Mateo pocos días después. De los seminaristas, para marzo solo quedaban vivos seis y para julio apenas uno. Debido a las levas de jóvenes, muchas regiones de Venezuela se quedaron sin sacerdotes por años.
Batallas de San Mateo (28 de febrero y 25 de marzo de 1814)
Boves logró conseguir el apoyo de los esclavos fugitivos, pardos e indios de los Llanos. De estos últimos logró reclutar miles de las milicias de las misiones al sur del Orinoco (mapoyos, yaruros, panares, guahibos y demás) y a la larga se le sumaron los salvajes (no reducidos) al norte del río, como los kariñas y waraos, que contaban cada una de 500 a 2.000 guerreros durante la Emigración a Oriente para acosar a los insurgentes. El apoyo a los realistas de parte de los pueblos indígenas fue mayoritario, destacando los casos de los caribes y de los caquetíos.
Entre las razones de este apoyo masivo estuvieron que el ejército de Campo Elías tenía entre sus objetivos la recaptura masiva de los esclavos fugados desde las plantaciones de la costa Caribe. Estos esclavos eran vitales para reactivar la economía de la zona insurgente. Debido a este motivo, las tropas insurgentes fueron extremadamente violentas con los llaneros. La causa fue el miedo que tenían los ganaderos llaneros, que usaban libremente el terreno para pastar sus ganados, de ver usurpadas sus tierras por los grandes terratenientes y mercaderes caraqueños. Esta amenaza afectaba en particular a las comunidades indígenas, cuyas tierras comunales estaban protegidas por la Corona española. Por último, estaban el rencor y el deseo de ascenso social expresados en la posibilidad de ser liberados por servir en el ejército, ascender en la estructura de mando (Boves ascendía a sus soldados según sus méritos y no por su casta o clase social) y conseguir botín con el saqueo de pueblos, haciendas y ciudades.
Reunidos Boves y Morales, se adentraron nuevamente en los valles aragueños; Bolívar partió de Caracas para defender las estratégicas ciudades que defendían la comunicación entre Valencia y Caracas y se situó en la ciudad de San Mateo.
El 28 de febrero de 1814, llegaban las primeras avanzadas de caballería a los alrededores de la ciudad y asaltaban las trincheras que defendían la entrada al valle, pero lo estrecho del terreno y lo concentrado del fuego republicano causaron muchas bajas en los llaneros que fueron obligados a retirarse. A la mañana siguiente, Boves, que ya había llegado al lugar, ordenó a la caballería subir a Puntas del Monte, una serie de colinas que se encontraban en el ala izquierda de los defensores. Desde allí los llaneros cargaron varias veces, pero nuevamente sufrieron muchas bajas por los bien atrincherados defensores. Cuenta la leyenda que en una de estas cargas fue herido mortalmente Antíno, el caballo de Boves, y que este lloró desconsoladamente y juró vengarse frente a sus hombres.

En un movimiento táctico, los realistas llegaron al cerro El Calvario con la intención de pasar desde allí hacia el cuartel general insurgente, pero los oficiales Manuel Villapol y Vicente Campo Elías se lo impidieron. Pese a la gran intrepidez y persistencia demostrada por Boves, los realistas no pudieron lograr su cometido; durante corto lapso ocuparon algunas casas desde las cuales atacaban repetidamente con cargas de artillería y fusilería. En una de esas ráfagas cayó herido Villapol y resultó muerto Campo Elías; pero los insurgentes habían causado muchas bajas a los realistas; quizás el principal estrago fue el haber herido a José Tomás Boves alias Taita.
Hubo once días de calma debido a que Boves estuvo recuperándose de su herida en Villa de Cura, custodiado por un pequeño grupo de sus soldados. Después de los acontecimientos del día 28, los insurgentes esperaban un ataque, pero nada más que escaramuzas y tímidas entradas fue lo que sucedió. La falta de actividad entre los realistas generó sospechas; ello apuntaba a que algo grave les había ocurrido. Los insurgentes desconocieron por algunos días la causa de la inacción realista, pero gracias a algunos informantes fue posible conocer la verdad: el Taita estaba herido.
Enterado Bolívar, dispuso a Manuel Cedeño junto con otros hombres para que dieran muerte al asturiano en el lugar donde se encontraba; todo estaba listo para el atentado, pero a última hora el plan fracasó debido a que los acompañantes de Cedeño dieron distintas excusas para no ir a la misión.
La inutilidad de una carga de caballería contra las líneas insurgentes hizo a Boves pensar un plan que le permitiera obtener el parque insurgente almacenado en la casa alta del Ingenio Bolívar (factoría azucarera) para armar a sus hombres, que en su mayoría contaban solo con lanzas.
La custodia del parque le fue encomendada al capitán neogranadino Antonio Ricaurte con 50 soldados. El capitán dispuso rodear la plaza de armas por todos sus accesos con carronadas de a 4 o de a 6, colocadas sobre ruedas pequeñas para disparos rasantes sobre suelo y tiradores en los tejados.
Durante el ataque realista del 25 de marzo, Francisco Tomás Morales se apoderó del Ingenio, y al mismo tiempo, una de sus columnas, bajando por la fila de Los Cucharos, tomó la casa alta. Ricaurte, quien, al ver tropas realistas en condiciones de capturar aquel arsenal, esperó a que entraran y acto seguido prendió fuego a los polvorines y lo hizo volar, con lo cual pereció él y aquellos que se hallaban dentro del recinto. Bolívar aprovechó el desorden momentáneo que se produjo entre los atacantes y lanzó un contraataque, con el cual reconquistó la casa alta, actualmente museo histórico Antonio Ricaurte.


Durante el asedio se dice que Boves entró a caballo en la mansión de la familia Bolívar y grabó su nombre en la puerta del vestíbulo con un cuchillo.
Las bajas realistas según Bolívar fueron de 800 entre muertos y heridos, pero el asedio continuó, finalizando después de la batalla de Bocachica.
Batalla de Bocachica (31 de marzo de 1814)
Antecedentes
A mediados de enero, Mariño marcha al oeste desde Aragua de Barcelona con un gran ejército a auxiliar a sus aliados. Su fuerza era principalmente caballería y pasó los siguientes dos meses limpiando de guerrillas realistas la provincia de Caracas, dividiendo su ejército en columnas que marcharon de forma independiente. Envió a Valdés y Arrioja hacia Tucupido y el río Orinoco. Arrioja siguió hasta Cabruta, luego a Tucupido, Agua Negra y Orituco para asegurar la retaguardia y flancos del ejército oriental.
Por aquel entonces, José Tomás Boves sitiaba en San Mateo a Bolívar y el brigadier José Ceballos y el Tcol Sebastián de La Calzada al brigadier insurgente Rafael Urdaneta en Valencia. Justo apareció Mariño como una especie de salvación; la unión de los ejércitos occidental y oriental era considerada por Bolívar como base insustituible de toda estrategia capaz de dominar la reacción española. El caraqueño sabía que la caballería llanera era infinitamente superior a la que tenía; necesitaba de la numerosa y hábil caballería oriental cambiara eso. Mariño había reclutado a la mayoría de sus jinetes en los Llanos orientales, adaptándose para un nuevo tipo de guerra en que importaban más las cargas de caballería que los movimientos de infantería practicados por los realistas.
El 20 de marzo, el general división occidental José Félix Ribas venció en Ocumare del Tuy al comandante realista Francisco Rosete usando una columna de 900 soldados. Su fuerza incluía defensores de San Mateo, muchos estudiantes del colegio Seminarista y el escuadrón de Montilla, que era su núcleo. Tenía su infantería al mando del coronel Leandro Palacios, su caballería del comandante José María Jiménez y como JEM al Tcol Mariano Montilla. Al comenzar la lucha, el jefe monárquico tenía unos 3.000 hombres a su mando. Después de la victoria, Palacios y Montilla fueron encargados de perseguir a los fugitivos dispersos.
Entretanto, en San Casimiro de Guiripa, Bermúdez se enteró de que Rosete había sido vencido y salió a cazarlo. El 22 de marzo, avistaron a los orientales en la zona de Los Pilones. Era la vanguardia al mando del coronel Bermúdez, que combatió por nueve horas a Rosete, debiendo solicitar ayuda a Mariño. Durante la noche, los orientales y los occidentales lograron establecer comunicaciones. Al día siguiente, apareció Mariño con refuerzos y horas más tarde llegaron sus aliados occidentales.
Entre las 08:00 y 09:00 horas, entre abrazos y felicitaciones, se unieron ambas fuerzas y Mariño decidió reunir todo el ejército unido en Camatagua. Los realistas se retiraron y luego se disolvieron, permitiendo a Mariño reestructurar sus mandos, poniendo a su vanguardia a las órdenes de Palacios y nombrando a Montilla su JEM. Después decidió avanzar contra Villa de Cura, cuartel general de Boves: “solo quedaba la destrucción de Boves para obtener la total tranquilidad de la provincia de Caracas”.
A Bolívar le preocupaba la carencia de parque, y entonces, Valencia, amenazada por las fuerzas realistas de occidente que iban contra ella. El mensajero de Urdaneta le instó a que no podía esperar, ya que se le haría imposible entrar a la ciudad, una vez la sitie el enemigo. Y con la misma, el Libertador le respondió en una misiva, imborrable para la posteridad: «Ciudadano general, resistiréis hasta morir, pues estando en Valencia nuestros recursos más importantes, está allí la suerte de la República«, asimismo le garantizó, vía el mensajero, marchar en su auxilio apenas saliera del asturiano.
El correo entró con la orden capital justo momentos antes de que se presentaran el nuevo capitán general, Juan Manuel Cagigal al frente con Ceballos su segundo y el ejército de Sebastián de La Calzada, sucesor de Yáñez, un total de 4.000 hombres con todas las ganas de caer sobre la ciudad de Caracas, que era el alma de los insurgentes. La defendían Rafael Urdaneta y Juan Manuel Escalona con 1.500 infantes, la mayor parte milicianos con la reserva de Valencia, 300 jinetes y 10 piezas de artillería. Las mujeres cumplirían las faenas de logística, abastecían como podían de agua y carne seca.
El 25 de marzo, Boves, entendiendo el riesgo que representaba Mariño, abandonó el asedio de San Mateo y salió a enfrentarlo. Había permanecido dos días en unas alturas cercanas a San Mateo antes de salir a buscar a su enemigo. El general oriental decidió avanzar hacia San Juan de los Morros, pero al enterarse de la proximidad de Boves optó por tomar posiciones defensivas en Bocachica. Se sabe que tuvo que escoger entre La Puerta y Bocachica para dar batalla, pero después de escuchar el testimonio del comandante Manuel Manrique sobre la derrota del coronel Vicente Campo Elías en el primer sitio, decidió por el segundo. Por el contrario, Boves había marchado esperando luchar en La Puerta, terreno que conocía y donde sabía cómo hacer maniobras. El centro del dispositivo oriental quedó a cargo del coronel Palacios, el ala derecha del coronel Bermúdez y la izquierda bajo las órdenes de Mariño en persona.
El 29 de marzo, los realistas tenían casi todas las fuentes de agua. Se batían por el agua. El 30 de marzo, los realistas, con el fuego de artillería, controlaban todas las fuentes de agua. Los sitiados redujeron el perímetro.
Desarrollo de la batalla
Respecto a los insurgentes, el ejército de Mariño era principalmente de caballería e incluía 4 cañones de campaña y se organizaba en columnas a cargo de los coroneles José Francisco Bermúdez (centro), Manuel Valdés (derecha), Agustín Arrioja (izquierda) y el Tcol Manuel Izaba (reserva), además de media batería con 4 piezas de campaña a cargo del teniente español Antonio Tanago. En total disponía de unos 3.000 jinetes y 1.000 infantes (BIs Barlovento y Valencia).
Las fuerzas realistas de Boves eran unos 4.000 efectivos, de los cuales 800 eran cazadores y la mayor parte jinetes, siendo equiparable a los insurgentes.
El 31 de marzo, Mariño envió a Montilla con una pequeña fuerza de dos destacamentos de cazadores y un escuadrón de caballería en formación de línea a reconocer el terreno en busca del enemigo por el camino a Villa de Cura. Entre las 9:00 y 10:00 horas hizo contacto con Boves, quien avanzaba en columna hacia los insurgentes. Siguiendo sus órdenes, Montilla empezó a replegarse mientras abría fuego; consiguieron hacerlo en orden hasta una posición ventajosa donde se hicieron fuertes a eso de las 11:00. Los realistas intentaron cercarlos atacando sus alas, pero entonces llegó el batallón Barlovento al mando del mayor José Antonio Anzoátegui, gracias al cual consiguieron rechazar tres ataques realistas, causando graves pérdidas al enemigo. En esos momentos, el coronel Bermúdez desalojó a la izquierda de Boves de la posición donde estaba usando una columna y una pieza de artillería, haciéndola huir en desorden, y el coronel Palacios llegó con el batallón Valencia a reforzar a Montilla y Anzoátegui. Boves debió retirarse para organizar un nuevo asalto.
Viendo que era imposible romper el centro y la derecha de la línea insurgente, Boves decidió atacar su ala izquierda, pero Mariño había previsto su movimiento; el único camino posible debido a lo escarpado del terreno estaba cubierto con 200 infantes y un cañón a cargo de Tanago, que rechazó a la caballería llanera y la obligó a huir en desorden. Entonces Mariño ordenó al mayor general Valdés cargar con la izquierda y la reserva sobre el centro realista en columna cerrada; por la falta de municiones, los llaneros resistieron con sus bayonetas hasta que decidieron retirarse. En las últimas horas de combate apenas hubo fuego de fusilería de los realistas, pero siguieron luchando animados por su comandante. Para ese entonces, a los insurgentes solo les quedaban tres o cuatro tiros en las cartucheras a cada soldado.
A las 17:00 horas, Boves se quedó sin municiones y canceló sus ataques. Una hora después ordenó la retirada hacia la Villa de Cura, dejando algunos escuadrones para proteger la retirada. De allí los realistas siguieron a Valencia por Güigüe, perseguidos de cerca por la columna de infantería y caballería del coronel Montilla. Por su parte, el general Mariño se retiró por los cerros Pao y Zárate, en dirección de La Victoria. El oriental decidió no perseguir más a Boves por falta de municiones; al parecer sus caballos estaban agotados. Valdés, Bermúdez y Montilla insistieron en que se persiguiera al enemigo con todo el ejército, pero el general oriental decidió ser prudente.
Secuelas de la batalla
Las bajas fueron de unos 500 muertos y heridos en el bando realista y de 200 en los insurgentes.
El 30 de marzo Bolívar sabía de la ausencia de Boves en los alrededores, pero se negó a perseguirlo por temor a que fuera una trampa para hacerlo salir de la fortificación; solo cambió de opinión cuando se aseguró que no era una trampa. En el amanecer del 31, Bolívar salió con su ejército de San Mateo para atacar a Boves en Magdaleno, pero sus hombres estaban agotados y con la artillería que llevaba iba muy lento, así que Boves lo evitó y llegó a Güigüe. A las 07:00 del 1 de abril, le llegó la noticia de la batalla en Bocachica y por dónde había huido Boves, así que ordenó al mayor general Tomás Montilla perseguirlo con una columna.
El mayor le dio alcance al llanero en Magdalena, donde los realistas intentaron atrincherarse, pero fueron desalojados y perseguidos hasta la cuesta de Lluma (o Yuma), donde también fueron vencidos. Boves se había retirado de Bocachica con 2.000 seguidores, pero perdió 500 hombres, seis cajas de pertrechos, un cañón de 6 libras, 7 cajas militares, 2.200 caballos y numerosas cargas, equipajes y fusiles en Magdalena, Güigue y Lluma. Boves siguió hasta Guaica, donde Montilla de nuevo lo venció y sufrió el fuego de navíos del lago de Valencia, dejando muchos muertos, 300 prisioneros, 1.000 caballos, armas y botín hasta llegar el día 2 de abril a Valencia. Se habría liberado a 1.400 mujeres, niños y ancianos que eran obligados a conducir el tren de equipaje realista.
Bolívar, una vez libre, salió a ayudar a Urdaneta. Boves llegó a Valencia el 2 de abril con 300 a 400 infantes y 1.100 jinetes para dar aviso de la proximidad de Bolívar y Mariño. Decidió quedarse un día más y ayudar a organizar una columna de 600 hombres a cargo de La Calzada y el coronel Ramón Correa para apoyar un asalto final que se produjo ese día, gracias a que los desertores insurgentes permitieron la entrada de los realistas en la ciudad. Sin embargo, La Calzada desconfió de esos desertores y jamás se hizo el ataque y, como Ceballos temía encontrarse con Bolívar y Mariño a la vez, ordenó la retirada a las 03:00 horas del 3 de abril a Tocuyito. Al llegar allí, permitió a 1.100 llaneros marcharse a Calabozo para que se unieran a Boves; era eso o que desertaran. Entretanto, Boves se dirigió a Guadarrama y Pao a reclutar hombres y reunir los dispersos de Bocachica. En la tarde del 5 de abril, Bolívar entró en Valencia mientras Ceballos seguía la retirada a San Carlos y Boves a Calabozo.
Mientras tanto, de Caracas Bolívar trajo 2.000 reclutas adultos y juveniles hacia Valencia. Después viajó a La Victoria, donde se entrevistó con Mariño. El oriental no cuestionó el mando de Bolívar, pero insistió en seguir teniendo el mando autónomo de sus fuerzas; lo que sí aceptó fue que Urdaneta fuera su JEM.
Batalla de Arao (16 de abril de 1814)
Antecedentes
Tras su derrota en la batalla de Bocachica (31 de marzo), el caudillo llanero José Tomás Boves fue a avisar a los ejércitos realistas que asediaban en Valencia al mayor brigadier Rafael Urdaneta, sobre la proximidad de los ejércitos de Simón Bolívar y Santiago Mariño. Así, el 3 de abril el gobernador de Coro, coronel José Ceballos, el comandante del batallón Numancia (formado por veteranos de la Guerra de Independencia Española), coronel Carlos Miguel Salomón, el jefe de los llaneros de Apure y Barinas, Tcol Sebastián de la Calzada y su segundo, el Tcol mulato Remigio Ramos, decidieron retirarse a San Carlos.
Mientras Bolívar entraba en Valencia y después iba a La Victoria a reunirse con Mariño para coordinar sus ejércitos. Así convenció a Mariño de unirse a él en Valencia, pero tuvo que viajar a Puerto Cabello con 300 soldados para reforzar el asedio y preparar un asalto (de no ser por el asedio, los realistas de la urbe hubieran enviado armas a Boves y Ceballos, reforzando peligrosamente sus fuerzas).
Las fuerzas insurgentes habían sido reorganizadas del siguiente modo: 1.300 infantes orientales en dos cuerpos al mando de Bermúdez y Valdés, 700 efectivos del batallón Caracas de Montilla y Ayala, y 800 jinetes del comandante Cedeño.
Se decidió que Mariño debía intentar acabar con la división de Ceballos, por lo que salió hacia San Carlos el 11 de abril. Al llegar a Tinaco, Mariño debió detener su marcha para esperar a la lenta artillería, parque y víveres. Sin embargo, un agente realista disfrazado de insurgente le dijo que Ceballos estaba retirándose hacia San Fernando de Apure. El general decidió marchar en su persecución, pero dejando a Urdaneta, para que esperara a la artillería, con órdenes de partir a las 00:00 horas. Así la vanguardia de 800 jinetes de Mariño dejó atrás a los 2.000 infantes de Urdaneta.
Desarrollo de la batalla
A las 10:00 del día 16 de abril, la vanguardia republicana se encontró en la sabana del Arao o Arado con el ejército de Ceballos esperándolo con la caballería en los flancos y la infantería del regimiento de Granada en el centro. Sin embargo, Mariño decidió no retirarse y en unos matorrales que separaban las sabanas de Arao y Orupe formó su línea de batalla. El coronel José Francisco Bermúdez estaba en la derecha, donde terminaban unas colinas; el coronel Manuel Valdés estaba en el centro; y en la izquierda estaba el batallón Caracas de los Tcols Tomás Montilla y Ramón Ayala. Como reserva estaban las compañías de los comandantes Pedro Salías y Martín Peñalver. La mayoría de la caballería acompañaba al general en jefe por donde se moviera.
Ningún bando se decidió a atacar y la mayor parte del día solo hubo tiroteos entre infantería ligera y choques de la caballería. A las 17:00 la caballería realista se lanzó contra Bermúdez en formación cerrada, forzándola a retirarse y dejar un hueco donde se colaron los monárquicos. Un movimiento similar ocurrió en la izquierda insurgente, donde 200 hombres de la infantería de Urdaneta, llegada a eso del mediodía y que estaba en retaguardia, lograron contener al enemigo. Entonces Ceballos ordenó a su infantería y 600 jinetes cargar sobre el centro de la línea insurgente, logrando romperla. La retaguardia de esa zona, principalmente caballería, huyó con Mariño y Manuel Cedeño y quedaron 600 infantes del batallón de Occidente solos.
Ceballos intentó envolverlos, pero Urdaneta logró rechazar el flanqueo. Cuando una unidad era envuelta o rota, el resto de la línea corría fuerte riesgo de caer en pánico. Entonces Ayala le avisó de que él estaba al mando; Urdaneta decidió que Bermúdez reorganizara sus fuerzas dispersas y recompusiera la situación en su sector. Finalmente, la noche llegó y el combate acabó.
Secuelas
A las 22:00 los insurgentes se retiraron. Urdaneta decidió dejar oculta una fuerza para emboscar a parte de la caballería enemiga que había traspasado su línea en persecución de su reserva. Efectivamente, así ocurrió. Urdaneta llegó a Tinaco con las municiones, parque y heridos. Parte del parque y algunos cajones fueron destruidos al no poder cargarse para evitar que el enemigo los usara. Las bajas insurgentes fueron alrededor de un centenar de muertos y heridos.
La derrota dejó por los suelos la moral de las tropas orientales. En Valencia hubo un motín por la poca y mala comida y el castigo fue feroz. Mariño fusiló a los cabecillas y ordenó decimar a la tropa.
Poco después, los insurgentes siguieron a Valencia. Los realistas eran dueños del campo y, por lo tanto, vencedores; sin embargo, Urdaneta había conseguido salvar a la mayoría de la infantería, abandonada a su suerte por su caballería y sus principales jefes. Enterado de la derrota, Bolívar decidió abandonar sus planes de Puerto Cabello y volver a Valencia. Entretanto, el capitán general interino Juan Manuel de Cajigal y Martínez decidió salir de Coro para unirse a las operaciones militares con 400 jinetes apureños. Venció a los insurgentes en el combate de Carora, y el 30 de abril se unió a Ceballos en San Carlos, asumiendo el mando. Ceballos y Cajigal estaban confiados por su victoria y buscaron batalla sin esperar los refuerzos de Boves en la sabana de Carabobo.
Tercer asedio de Puerto Cabello
El asedio comenzó el 8 de enero de 1814, cuando 370 soldados del BI Girardot al mando del brigadier insurgente José Félix Ribas intentaron asaltar la plaza fortificada. Su fracaso significó que se rodeara la plaza y se dispusieran líneas de asedio. Quedaba a cargo el coronel José Luciano de Elhúyar y Batista. El 16 de enero, Simón Bolívar visitó las posiciones insurgentes, ordenando estrechar el sitio tres días después.
El 23 de enero volvió para dar nuevas órdenes y establecer el cuartel general en San Esteban. Durante esas fechas viajaba constantemente a Valencia (a un día de distancia) para dedicarse a labores de gobierno y establecer contacto con Santiago Mariño, pidiéndole colaborar en la lucha contra los realistas. Cuatro días después organizó un asalto nocturno contra la plaza que fracasó. El 5 de febrero le llegaron a Bolívar noticias de la derrota del general Vicente Campo Elías ante José Tomás Boves en la Primera batalla de La Puerta, debiendo marchar a Valencia.
En su ausencia, el coronel Elhúyar volvió a quedar a cargo. El 8 de febrero, mandó ejecutar a todos los prisioneros españoles en La Guaira y Caracas debido a la crítica situación militar, el poco personal para vigilarlos y el riesgo de rebelión. Entre el 13 y el 15 de febrero tuvo lugar la masacre.
El 11 de abril se enviaron nuevos víveres a las líneas de asedio. Seis días después, Bolívar volvió y organizó un nuevo asalto, pero tras enterarse de la derrota de Mariño en la batalla de Arao el 17 de abril, tuvo que volver a Valencia y de allí a Caracas por refuerzos.
El 28 de mayo, la plaza seguía bajo el asedio de los insurgentes; el 8 de mayo, se inició el bloqueo naval de la plaza. Tras una nueva derrota en La Puerta, los insurgentes empezaron a levantar el asedio el 16 de junio.
El 29 de junio se ordenó enviar buques a Ocumare de la Costa para recoger a las tropas de Elhúyar y llevarlas a La Guaira, pero el 7 de julio la vanguardia realista entraba en Caracas. El mismo día en que Bolívar ordenaba el envío de la flotilla, el realista Francisco Tomás Morales intentaba asaltar las posiciones insurgentes, siendo rechazado y forzado a retirarse el 3 de julio.
Primera batalla de Carabobo (28 de mayo de 1814)
Antecedentes
Los vencedores de la batalla de Arao avanzaron por Tinaquillo y Taguanes, forzando a Bolívar a salir de Valencia el 16 de mayo sin recibir los refuerzos que esperaba, asumiendo el mando y formando sus líneas en el río Guataparo, cerca de Tocuyito, al día siguiente, apoyando su ala derecha en los bosques de la orilla. Ceballos decidió concentrar a sus hombres en la izquierda, con la caballería al frente, para flanquear a los insurgentes y atacar su retaguardia. Dándose cuenta del peligro, Bolívar hizo girar a su ejército sobre su derecha para evitar el flanqueo, desatándose un combate en orden abierto con los realistas que exploraban la zona.
Sucedió que a los insurgentes se les habían mojado los fusiles por las lluvias y no tener dónde guardarlos, y para ocultar este problema enviaron partidas de jinetes que entretuvieron al enemigo exigiendo duelos individuales con los jefes más famosos. Finalmente, el 18 de mayo, los insurgentes se retiraron a Valencia, mientras que los realistas se dirigieron a la sabana de Carabobo, desde donde se podía vigilar esa ciudad, pero también los caminos que llevaban a San Carlos y al río Pao. El día 19 Bolívar entró en Valencia, habiendo padecido fuertes lluvias en la retirada.
Durante aquellos días, 200 soldados orientales intentaron desertar de noche y huir por el camino de San Diego después de oír noticias favorables al realismo en España; sin embargo, se perdieron porque no conocían la zona. Urdaneta se enteró y envió a un escuadrón a perseguirlos, mientras enviaba a los cuarteles recluidos al resto de los orientales. Los fugitivos fueron capturados y luego sufrieron una quinta, es decir, uno de cada cinco soldados fue fusilado junto con todos sus cabecillas frente al ejército republicano formado en Valencia.
El 20 de mayo, Cajigal avanzó sobre Valencia, pero al encontrar a los defensores bien formados, decidió volver a Carabobo, a seis leguas de Valencia. Bolívar consideró perseguirlos, pero tenían pocos víveres y los campos estaban repletos de bandidos y partidarios realistas. Por su parte, Bolívar recibió los refuerzos llevados por el general de división José Félix Ribas desde Caracas y en la tarde del 26 de mayo salió de Valencia, pernoctando en Tocuyito. Al día siguiente, todo el ejército insurgente acampó en la sabana de Carabobo, realizando los planes para la madrugada siguiente. Antes, el 25 de mayo, una columna del Ejército de Oriente tomaba el pueblo de Valle de Pascua y, sabiendo que Bolívar había salido de Valencia, Cajigal creyó que sus enemigos se habían dividido y decidió dar batalla.
En la única casita que había en la sabana, los insurgentes dejaron su parque y el armamento de la infantería para guarecerlos de la fuerte lluvia que se produjo esa noche. Solamente quedaron con sus armas en mano los centinelas necesarios, vigías a caballo y oficiales encargados de inspeccionar el campamento. En la madrugada del 28 de mayo pasaron una grieta boscosa que iba de la sabana hasta las quebradas y, después de un tiroteo con la avanzadilla realista que protegía la posición, formaron para la batalla.
Despliegue de fuerzas
Las fuerzas insurgentes eran unos 3.000 efectivos: 1.300 infantes orientales, 700 occidentales y 800 jinetes, en su mayoría orientales; comprendería 4 DIs (1 BIL de cazadores, 12 BIs), 4 ECs y una Bía de 9 piezas.
Los realistas tenían también unos 3.000 efectivos, pero eran inferiores en caballería: BI Numancia, BI Sagunto, RI Granada, BI no identificado, BI Coriano, 2 ECs de Apure, 2 ECs de Guarico?, Bía artillería 5 piezas.
La línea de batalla realista estaba apoyada en sus flancos en los cerros Centella y Vigía, los que estaban ocupados por unidades de infantería. El BI (-) a la izquierda tenía agregada una pieza de artillería. El centro estaba compuesto de los BIs Numancia y Sagunto, bajo el mando del brigadier Sebastián de la Calzada. La derecha se emplazó en el cerro Boquerón y adelantado, al dispositivo una Cía de infantería. En las inmediaciones del cerro Chaparral se situaron los 2 ECs de Apure; evidenciaba la idea de maniobra de Cajigal, que consistía en un envolvimiento por el flanco derecho del enemigo, con el objeto de aniquilar temprano el grueso de la infantería y de esta manera evitar un ataque frontal a su línea de batalla y la consecuente penetración de su defensa. La reserva, constituida por el RI Granada y elementos de infantería coriana, estaba detrás de la línea de batalla y en las vecindades del cerro Cayetana, proporcionando al comandante realista un fuerte elemento de reacción en caso de una penetración exitosa de las fuerzas de Bolívar.

En la noche de ese día 27 de mayo, los elementos de vanguardia insurgentes, probablemente un BI de cazadores, desplegaron al amparo de la obscuridad a lo largo de un zanjón (presumiblemente la quebrada Carabobo), cubierto de vegetación frente a las avanzadas realistas, que también se apoyaban en ese obstáculo natural. La misión de esa unidad era la de atacar y forzar el repliegue de los elementos de seguridad realistas, para permitir el paso del grueso del ejército insurgente, que desde la formación en orden de marcha y con las unidades en columna, adoptaría el orden de batalla para iniciar el ataque.
En la mañana del 28 de mayo de 1814, los cazadores insurgentes debieron haber ejecutado un ataque local para obligar al repliegue de las avanzadas realistas que estaban desplegadas en la margen opuesta de la quebrada y permitir así el cambio de formación del ejército insurgente a cubierto de los fuegos de la infantería realista.
Bolivar desplegó sus fuerzas en 2 líneas; la primera línea de batalla, al mando del brigadier Rafael Urdaneta, quedó formada por las divisiones de los coroneles Manuel Valdés (izquierda), Florencio Palacios (centro) y José francisco Bermúdez, con un escuadrón de carabineros a caballo desplegado a cada flanco de la línea. Cada una de las divisiones estaba flanqueada, a su vez, por dos piezas de artillería (equivalentes a una sección). La segunda línea quedó en retaguardia; estaba formada por caballería en el centro y las DIs en los flancos, el coronel Leandro Palacios (derecha) y Diego Jalón (izquierda).

Desarrollo de la batalla
A las 12:00 horas, los insurgentes decidieron seguir su avance hacia la línea realista, que permanecía inmóvil.
A las 12:30 cruzaron el zanjón que había sido despejado por los cazadores y a las 13:00 horas los realistas abrieron fuego de cañón, probablemente en alcance máximo. La infantería insurgente continuó el avance sin responder al fuego, hasta que llegaron a las posiciones realistas, momento en que abrieron fuego de artillería y de fusilería.
Cuando la infantería estaba empeñada, Cajigal ordenó el ataque de flanco por los tres escuadrones de la caballería de Apure, de los cuales uno estaba al frente y los otros dos ocultos detrás del cerro Centella al noreste de la posición defensiva. Este ataque se ejecutó en tres columnas de escuadrón: el primer escuadrón giró hacia el sur y arrolló a una parte de los carabineros a caballo que cubrían el flanco derecho insurgente y penetró hacia la retaguardia de la primera línea, que rechazó la carga de caballería por el fuego de sus últimas filas y sin dejar de avanzar. Las piezas de artillería que estaban en el flanco izquierdo pudieron haber sido atacadas y abandonadas por sus sirvientes. El escuadrón de carabineros, que resultó arrollado por los jinetes realistas, se replegó en dirección oeste hacia la retaguardia insurgente.
El segundo escuadrón cargó contra la segunda línea, concretamente contra la división derecha del coronel Leandro Palacios, que rechazó la carga mediante la adopción ordenada de un medio giro, quedando en posición oblicua en relación con el enemigo, lo que le permitió batir con sus fuegos a los jinetes apureños.
El tercer escuadrón dio un largo rodeo hacia el sur para amenazar la división de Jalón en el flanco izquierdo de la formación insurgente.
Los restos de los dos primeros escuadrones apureños, se reorganizaron y formaron un solo escuadrón que volvió a la carga, por lo que Bolívar empeñó a la caballería insurgente que estaba en el centro de su segunda línea. Esta cargó contra la caballería realista, que, diezmada por el fuego de la infantería y desarticulada por el choque de la caballería insurgente, se retiró perseguida por por los jinetes insurgentes. Huyeron hacia el ala derecha realista, desordenando a sus propios infantes cuando intentaron darles protección.
Otra parte de la caballería de Bolívar cargó contra el tercer escuadrón realista y lo arrolló.

A las 14:00 horas, la infantería insurgente hacía retroceder a sus oponentes realistas en el centro. En esos momentos, la artillería recibió órdenes de Jalón de bombardear el puesto de mando realista, impidiéndoles dar instrucciones.
Ante el cambio de la situación táctica, producto de la retirada de la caballería realista y la consecuente pérdida de la integridad táctica del flanco izquierdo de la línea de defensa realista, el brigadier Rafael Urdaneta, quien estaba al mando de la formación, ordenó a la división del coronel Bermúdez, que hiciese un cambio de dirección y atacase a la infantería realista que estaba en el flanco derecho de los insurgentes. La división de Bermúdez ejecutó una carga a la bayoneta contra la desorganizada infantería española, destruyéndola.
La división de Palacios, que atacaba por el centro, formada en línea y a paso de carga, capturó las piezas de artillería de los realistas y penetró en el centro de la formación realista, dislocando el dispositivo de las unidades y creando el caos, además de lograr la captura del mayor general Somarriba y el comandante mayor Puelles, que estaba herido.
Cajigal decidió empeñar al RI de Granada para contener el avance insurgente, pero quedó atrapado entre las divisiones de Bermúdez a su derecha, y de Valdés a su izquierda, debiendo replegarse, dejando atrás al capitán Manuel López con los cazadores para salvar la situación, que sería capturado por los insurgentes.
Al mismo tiempo que se desarrollaba el combate en el noreste de la defensa, el coronel Diego Jalón cargaba a la bayoneta contra la unidad española que estaba al suroeste del dispositivo realista, casi sin encontrar resistencia. Esa unidad y el escuadrón de caballería que estaba al frente, en las inmediaciones de El Hoyito, se retiraron hacia el Pao de San Juan, siendo perseguidos por las fuerzas de Jalón.

A las 18:00 horas, Cajigal dio por perdida la batalla y escapó con la caballería; Ceballos huyó con el RI de Granada por el camino de San Carlos, al igual que los restos que habían combatido al este de la quebrada de Carabobo; mientras que los elementos situados al suroeste de la línea de batalla y elementos de caballería se retiraron por el antiguo camino de El Pao.
El brigadier Rafael Urdaneta mandó la persecución de los realistas hasta una legua más allá de las vecindades de Tinaquillo.
Los generales Cajigal y Calzada huyeron hacia El Tinaco para de allí dirigirse hacia Apure, mientras que Ceballos y Correa huyeron al occidente. Bolívar instaló su cuartel general en Tinaquillo.
Secuelas de la batalla
Las bajas realistas fueron 300 muertos en el campo de batalla, un número indeterminado de heridos, y unos 1.100 prisioneros; se capturaron 500 fusiles, 5 piezas de artillería de campaña, 8 banderas, el parque, las cajas de guerra y ganado en pie. Las bajas insurgentes fueron de unos 400 entre muertos y heridos (las cifras oficiales fueron de 12 muertos y 40 heridos).
La batalla pudo ser decisiva para la independencia venezolana, pero Bolívar en vez de avanzar contra el Guárico para acabar con la rebelión de los llaneros con todo su ejército, lo que era la decisión más sensata y la que inicialmente pensó, optó por dividirlo en Tinaquillo.
Para impedir a los vencidos ayudar a Boves, Bolívar encargó a Urdaneta perseguir a Ceballos hasta San Carlos con 700 infantes, a Jalón seguir a Cajigal hasta El Pao con 400 infantes y 600 jinetes, y a Mariño lo envió contra Boves con 1.800 infantes, 700 jinetes, 100 artilleros y 9 cañones. El mismo Bolívar volvió a Caracas con Ribas en búsqueda de refuerzos, medicamentos, alimentos y ropa para las tropas en campaña, pero como los campos estaban agotados por las necesidades de la guerra o arrasados por las tropas, debió recurrir a envíos desde la isla de Margarita, Caracas o Valencia.
La victoria en la Primera batalla de Carabobo dejó a los realistas sin cuerpos organizados, Urdaneta avanzó hasta San Carlos, donde dejó una tropa de 100 hombres al mando del comandante José María Rodríguez con equipajes, enfermos y heridos y la misión de asegurar las comunicaciones con el comandante en jefe; luego siguió con los 600 restantes a Barquisimeto.
Segunda batalla de La Puerta (15 de junio de 1814)
Tras la Primera batalla de Carabobo (28 de mayo) en la que los insurgentes de Bolívar derrotaron al capitán general Cajigal, solo quedaba el ejército de Boves. En vez de dirigirse contra los llaneros, Bolívar decidió dividir sus fuerzas, enviando a Mariño con 2.600 efectivos (1.800 infantes, 700 jinetes y 100 artilleros) y 9 cañones (8×4 y 1 obús) para enfrentarse a Boves. Después se le unió Jalón en villa de Cura con 900 efectivos, con lo que sus efectivos se elevaron a 3.500.
El 14 de junio Mariño ocupaba la entrada a la quebrada de La Puerta que llevaba hacia los valles de Aragua, frente a la sabana de Ocumare, lugar peligroso donde podría atraerse a los insurgentes a un terreno abierto donde los jinetes realistas tenían toda la ventaja. Sin embargo, si Mariño se mantenía en la posición escogida, cerraría el paso de los realistas a los valles de Aragua. La Puerta era un lugar de fácil defensa porque era imposible el flanqueo o el uso de la caballería y solo se podía atacar de frente.
Boves llegaba a San Juan de los Morros. Mariño esperaba vencer donde había sido vencido el coronel Vicente Campo Elías meses antes. Se negaba a retroceder a La Victoria, posición de más fácil defensa y con mayores recursos. Estaba confiado, ya había vencido a Boves en la batalla de Bocachica. En la cercana Villa de Cura había una guarnición de 288 soldados mandados por el capitán y comerciante vasco Guillermo Zarrasqueta Urribarri.
Los llaneros entraron el 15 de junio en la sabana por la ruta que llevaba a los Llanos. En la madrugada, Mariño había dispuesto a sus fuerzas mientras que los realistas marchaban y contramarchaban buscando las mejores posiciones, aparentando desorden y ocultando el verdadero tamaño de sus fuerzas. Finalmente, dispuso que la infantería se ubicara al centro y la caballería en los flancos. Mariño creía que ambos ejércitos estaban formados por unos 3.000 combatientes, igualando las fuerzas. Ordenó que el BI-I de Cumaná estuviera en la izquierda, BI de Barcelona en el centro y el BI de Aragua en la derecha sobre una pequeña loma en formación de columna. Toda la caballería insurgente estaba en el ala izquierda. Los flancos insurgentes se apoyaban en serranías para evitar su envolvimiento.
Boves tenía 8.000 efectivos (3.000 infantes y 5.000 jinetes). Dividió su infantería en tres columnas: el BIL de cazadores a la izquierda (Nicolás López); BI del Rey en el centro (Morales); BI de la Corona y una Cía de cazadores a la derecha (Julián Poncho); y él mismo conservaba el mando directo del grueso de la caballería.
Durante la mañana llegaron Bolívar y Ribas con dos BIs y algunos escuadrones de caballería muy agotados por la marcha. Esto daba una aparente superioridad numérica a los insurgentes. Bolívar consideró la posición como desfavorable y ordenó la retirada, pero Boves detectó esos movimientos y ordenó a su infantería atacar al mando de su lugarteniente, Francisco Tomás Morales, apodado el Inmortal.

Mientras la caballería llanera cargaba dos veces contra el BI de Aragua, que, apoyado por la artillería, le rechazó. Tras una hora de combate, la retirada realista se hacía general. El BI de Aragua descendió y formó en línea cerrada, intentando envolver el flanco izquierdo realista mientras la caballería insurgente ataca el derecho. Bolívar ordena una carga general, introduciéndose en la sabana abierta, pero entonces tres columnas realistas de 1.500 jinetes cada una salieron sorpresivamente desde distintas posiciones y cargaron sobre la caballería insurgente, poniéndola en fuga. El grueso del ejército monárquico había permanecido oculto entre los matorrales y cañadas de los alrededores, en depresiones del terreno.
Después de que dos columnas rompieron al BI de Aragua y al BI de Barcelona, los sobrevivientes huyeron como pudieron. El BI Cumaná fue rodeado, pero logró formar en cuadro, resistiendo múltiples cargas hasta que las bajas abrieron huecos en las filas y colapsó. Su comandante, el coronel Antonio María Freites, se suicidó de un tiro. Todos los soldados murieron.
En media hora, a las 18:00, el ejército insurgente estaba aniquilado y solo pudieron retirarse en orden los refuerzos que había llevado Bolívar. El Libertador huyó con diez oficiales caraqueños por el camino real de Villa de Cura a La Victoria y Mariño, Valdés, Monagas y otros orientales por San Sebastián a El Pao de Zárate, ambos con rumbo final hacia Caracas. Boves fue herido y perdió a su caballo.
Unos 1.300 fusiles, toda la artillería, municiones, equipajes, papeles y posesiones de los insurgentes fueron capturadas. Boves escribió en sus partes haber sufrido 200 muertes entre sus filas, mientras que eliminó 2.600 enemigos; sin embargo, algunos hablan de 1.200 insurgentes muertos. Entre estos estaban los coroneles Manuel Aldao, jefe del Aragua, y Freites. Es posible que incluyera a los prisioneros insurgentes, ejecutados poco después. El coronel Diego Jalón fue colgado al día siguiente en Villa y su cabeza expuesta en Calabozo. El secretario de Bolívar, Antonio Muñoz Tebar, fue capturado y fusilado. Boves creyó que Mariño había muerto en el combate.
En la tarde de la batalla, los llaneros tomaron Villa de Cura y Maracay; a las 21:30 horas cayó La Victoria. En Villa de Cura, el capitán Zarrasqueta intentó contener a los realistas, pero fue inevitablemente vencido y capturado. Fue fusilado en San Sebastián de los Reyes, localidad donde residía, el 25 de agosto frente a su familia y su cabeza fue expuesta en una pica en la plaza.
El 17 de junio, forzó a la guarnición de La Cabrera, dirigida por el capitán José María Fernández, nativo de Ceuta, a capitular. Los prisioneros y refugiados fueron degollados. El capitán Pedro Castillo consiguió evacuar en cuatro lanchas a toda la gente que pudo a la isla del Burro, en el lago de Valencia. El 18 tomaba Guacara y a la jornada siguiente comenzaba el asedio de Valencia.
El 18 de junio, Bolívar y Mariño llegaron a Caracas con 400 sobrevivientes, perseguidos de cerca por la vanguardia realista del capitán Ramón González (1.500 jinetes). El 25 de junio, Ribas y 400 jinetes lograron detener a la división de González y retardar su avance a la capital.
Segundo asedio de Valencia (19 de junio-10 de julio de 1814)
Antecedentes
Después de la Segunda batalla de La Puerta, el 15 de junio de 1814, Simón Bolívar se refugió en La Victoria con los restos de su ejército y envió mensajeros al coronel Juan Escalona, ordenándole defender Valencia a toda costa; luego siguió a Caracas, donde llegó al día siguiente. Escalona obedeció e hizo todos los preparativos para defender la ciudad. Por su parte, el caudillo de los llaneros realistas, José Tomás Boves, llegaba el 16 de junio a Villa de Cura.
Al mismo tiempo que enviaba una división a La Victoria, Boves iba rumbo a Valencia con el grueso de sus fuerzas y en la misma jornada tomaba Maracay y La Victoria. A la mañana siguiente, su vanguardia al mando del capitán Ramón González salía de La Victoria con rumbo a Caracas. Según el arzobispo de Caracas y testigo presencial de los eventos, Narciso Coll y Prat, fueron 1.500 jinetes negros y zambos los que entraron por el valle de Pascua en la ciudad, número respetado por todos los historiadores; aunque el mismo arzobispo menciona que al día siguiente de su llegada eran 3.000.
El 17 de junio, el caudillo llanero tomaba por asalto las posiciones insurgentes en La Cabrera, masacrando a los defensores. Los defensores eran 1.500 hombres con 22 cañones, 800 según otras fuentes.
Después de La Cabrera, el caudillo llanero llevaba 3.000 hombres, pero fue reforzado por varias partidas guerrilleras en Guacara, unos 800 montoneros, alcanzando los 4.000 efectivos.
El 18 de junio, Boves llegaba a Guacara. Un día más tarde, a las 09:15 horas, llegó ante Valencia, situándose en El Morro acompañado de algunos aristócratas de Caracas, utilizando al cura de Guacara como mensajero para exigir la rendición de la ciudad en una hora. Esta intimidación fue rechazada y la repitió, esta vez ofreciéndose a escuchar las demandas que tuvieran los defensores.
La segunda oferta también fue rechazada, así que prometió pasar a cuchillo a todos los defensores si no se entregaban a las 12:00 horas. Al llegar la hora, Boves ordenó un primer asalto, pero sus soldados fueron rechazados después de seis horas de combate, sufriendo 133 muertos. En los tres días siguientes la lucha fue furiosa y los resultados similares. La guarnición se defiendía palmo a palmo, con sus víveres limitados y obteniendo agua con mucha dificultad.
Continuación de los asaltos
El 20 de junio, Morales dirigió un asalto nocturno que fue rechazado con combates a bayoneta en tejados y trincheras. La lucha acabó a las 02:00 horas del día siguiente y los defensores perdieron 4 oficiales y 27 soldados. Además, sufrieron muchos heridos por la refriega y el incendio de un lote de municiones.
El 23 de junio, los realistas ubicaron baterías en Diablo y El Morro, desde donde empezaron a bombardear la plaza de armas. También, acuchillaron a dos soldados insurgentes provenientes de San Carlos que habían desertado esa mañana. Los insurgentes luchaban con la pequeña esperanza de que desde Occidente, el general Rafael Urdaneta enviaría refuerzos, o quizás que Bolívar conseguiría reorganizarse y mandar ayuda desde la capital venezolana.
Los combates siguieron los dos días siguientes, pero 2.000 realistas fueron enviados a San Carlos, temiéndose que la localidad había sido tomada por el general Urdaneta, quien se había enfrentado con Ramos en la sabana de las Brujitas. Entretanto, las tropas insurgentes que asediaban Puerto Cabello a las órdenes del coronel José Luciano D’Elhuyar y Batista, viéndose con Boves a sus espaldas, decidieron retirarse durante la noche del 25 de junio, clavando la artillería que no pudieron llevarse; se embarcaron en Ocumare de la Costa para volver a La Guaira.
El 27 de junio, por noticias que les transmitieron los realistas, los defensores se enteraron de que Urdaneta había evacuado San Carlos, lo que significa que nadie vendría a ayudarlos. El general insurgente se dirigió a los valles de Aragua y derrotó a las guerrillas realistas de Ferreti y Carlos Blanco antes de seguir al Occidente. No se desanimaron y rechazaron dos ataques esa misma jornada. Al día siguiente, mataron a todos los caballos, mulas, perros y gatos en la ciudad y salaron su carne para alimentar a los 600 heridos en los hospitales de la villa.
El 29 de junio, Boves salió con tropas para Puerto Cabello, ciudad monárquica bajo asedio insurgente, para conseguir bombas; mientras que su segundo al mando, Francisco Tomás Morales, intentaba un nuevo asalto, pero debió ordenar la retirada a las 02:00 horas con muchas bajas. Sin embargo, estrechó el cerco sobre la plaza de Armas y quemó muchas casas. La situación se mantuvo igual hasta el retorno del caudillo el 30 de junio, cuando se dio cuenta de que no quedaban más de 200 defensores sanos en Valencia, algo que obligó a Escalona a armar a funcionarios del municipio, esclavos y discapacitados, quienes se desempeñaron bien en la defensa. Para esos momentos, la guarnición estaba reducida a un tercio de sus efectivos mientras sus enemigos aumentaban sus números, les quedaban pocos víveres y agua, había combates día y noche, carecían de esperanzas de auxilio y el cerco se estrechaba en cada instante.
Capitulación
Un día más tarde llegaron los refuerzos de Cajigal, Ceballos y La Calzada, que consiguieron tomar las casas que rodeaban la plaza principal, último baluarte de los insurgentes. El 1 de julio, en un nuevo ataque, fueron asesinados varios vecinos notables que pidieron protección a los realistas, incluyendo el señor Cazorla. Al día siguiente, a las 15:00 horas, Morales reinició los ataques y para las 20:00 horas tomaba el convento de San Francisco y la gran casona de Malpica, cerca de la plaza principal, cesando el fuego. Para entonces, a los sitiados solo les quedaba mantequilla, aguardiente y tabaco en pequeñas raciones, y se había reclutado a los amos y a los esclavos en la lucha.
El 6 de julio, a las 11:00 horas, con una Valencia reducida a cenizas, Boves ordenaba un ataque general. Los insurgentes se defendieron usando tres cañones en las calles que llevaban a la plaza de Armas, causando grandes bajas. Entre la furia de los realistas y la determinación de los defensores de luchar hasta la muerte, la lucha fue sangrienta. Finalmente, los asaltantes capturaron el cañón que defendía la calle principal y empezaron a acceder por el norte hacia la plaza, por lo que profirieron gritos de victoria. En esos momentos, un disparo de obús hecho por el capitán neogranadino Jerónimo Velasco los dispersó, permitiendo a Escalona hacerlos retroceder; el oficial Uzcátegui destacó por su valor en esos momentos. En un nuevo asalto, el capitán Velasco quedó atrapado entre las filas enemigas y murió luchando. Los insurgentes tuvieron 22 muertos y 36 heridos en esa jornada, incluyendo el capitán Churión, los tenientes N. Peñango, Pérez y González y el subteniente Pedro Olivo.
Después de esta lucha, los realistas procedieron a colocar algunos hombres en los techos de las casas alrededor de la plaza principal para arrojar sobre la artillería enemiga, que tantas bajas les causaba, granadas de mano o fuego de mosquetes y fusiles. Finalmente, a las 14:00 del día 7, hubo un nuevo gran ataque, esta vez contra un gran contingente realista ubicado en el cementerio a la derecha de una iglesia contigua a la plaza. Los defensores apenas lograron rechazar a su enemigo y salvar a esa unidad, pero para entonces estaban reducidos a 90 hombres, 200 cartuchos y 7 disparos de cañón. De haber atacado nuevamente, los realistas habrían tomado la ciudad.
El 8 de julio, Escalona envió dos negociadores al cuartel de Boves para ofrecer proposiciones. Boves ofreció respetar la vida y propiedades de los defensores bajo juramento, dar pasaporte por 15 días a todo aquel que quisiera marcharse de la ciudad a la costa y al extranjero llevándose lo que pudieran, y salvoconductos a los que decidieran seguir en Venezuela si juraban no volver a luchar contra el rey.
El 7 u 8 de julio, el capitán González entró en Caracas, dos días después de la evacuación de Bolívar a Barcelona; la población que se quedó esperaba piedad de González, quien tenía buena fama. Esta noticia fue lo que llevó a la rendición definitiva de Valencia. González dio órdenes a sus hombres de no violentar a la población, pero algunos de sus hombres despreciaron sus órdenes y saquearon varias casas y plantaciones, estando a punto de rebelarse. De hecho, el arzobispo menciona haber tenido que dar refugio en su casa al capitán español Francisco Rosete por el amotinamiento.
Finalmente, el 9 de julio, los defensores enarbolaron la bandera blanca y se iniciaron las negociaciones después de que Escalona convocara a oficiales y notables de la ciudad para determinar qué hacer. Al parecer, tanto Escalona como Espejo estuvieron en contra de confiar en las propuestas de Boves. Ese mismo día, el caudillo recibió noticias del arzobispo avisando del abandono de la capital por sus enemigos y la ocupación realizada por su vanguardia. A las 16:00 horas del 10 de julio, el teniente coronel Félix Uzcátegui y el doctor Miguel Peña firmaron el acta de capitulación en representación de los insurgentes. El 11 de julio se verificó y los realistas se hicieron con los cañones, fusiles y todo el equipo de los vencidos.
La masacre
Boves juró solemnemente respetar las vidas y propiedades de los soldados y civiles en la ciudad. Acto seguido, ejecutó a casi todos los oficiales y sargentos. La misma suerte corrieron los criollos, con excepción de algunos que apoyaron abiertamente la causa monárquica o que fueron salvados por los aristócratas llegados de Caracas. En total, fueron ejecutados 90 vecinos, 65 oficiales y más de 300 soldados, al parecer 498 muertos en total.
Bolívar huye de Caracas
En Caracas, frente al avance de José Tomás Boves, Simón Bolívar había dado la orden de formar barricadas, y establecer puntos estratégicos de defensa en toda la ciudad capital, ya que sentía que no podría combatir las fuerzas españolas fuera de Caracas. Las Juntas de Arbitrios y de Guerra, decidieron esperar al enemigo dentro de Caracas, enviando un mensaje a todas las tropas: “…nadie se va, aquí morimos todos…”.
Mientras Valencia era asediada, Bolívar, tras haber pensado inicialmente resistir hasta la muerte en las defensas de Caracas, cambió de parecer por lo escaso de su tropa, menos de 2.000 hombres, muchos de ellos heridos e inválidos, por lo que la cifra real debía ser de apenas 1.094 defensores: 697 infantes y 397 jinetes. Decidió marchar hacia el oriente del país, donde uniría fuerzas con los insurgentes orientales. El Libertador temía también que, de intentar resistir en Caracas a Boves, los esclavos de la ciudad podían terminar rebelándose en su contra. En esos momentos Caracas era un caos, todo el mundo preocupándose solamente de salvar su propio pellejo de la furia de los llaneros.
El 6 de julio de 1814 se iniciaba la retirada. Al día siguiente se les sumó una masa de refugiados tras sus pasos. A los escasos 1.200 soldados que Bolívar tenía tras las batallas de ese año se sumaron 20.000 civiles habitantes de Caracas, quienes tomaron lo que pudieron y se fueron igualmente a oriente, aterrados por las noticias de las crueldades de los realistas. La mitad eran caraqueños y el resto de los pueblos cercanos.
Los emigrantes caraqueños tomaron el camino que lleva a Barcelona por la montaña de Capaya. Ese camino se bifurcaba al salir de La Pica: un sendero iba a salir a Río Chico y de allí seguía por la orilla del mar, en dirección a Píritu, tocando en Boca de Uchire; comúnmente era llamado “el camino de la costa”; el otro, denominado “el camino de afuera”, se dirigía por Cúpira a Sabana de Uchire, prosiguiendo de allí a Clarines por Guanape. Bolívar marchaba a la retaguardia con los soldados para proteger a los civiles. En la urbe quedaron de 4.000 a 6.000 personas, realistas sobrevivientes de la represión de los insurgentes o personas muy débiles como para huir.

Aunque un gran número de personas siguió a Bolívar en la larga travesía, otro grupo buscó refugio en las Antillas, mientras otro grupo renunciaba a la marcha y regresaba a Caracas, para refugiarse bajo la protección de la Iglesia Católica, junto al entonces arzobispo Narciso Coll y Prat.
Boves conquista Caracas y luego marcha a Oriente
Tras tomar Valencia, José Tomás Boves se encaminó a Caracas (10 de julio) para unirse a González y sus hombres. El 16 de julio por la tarde Boves entró en Caracas; al no encontrar resistencia, ni un alma en sus calles, no se produjeron mayores saqueos ni asesinatos. Otras fuentes dicen que los caraqueños sufrieron todo tipo de vejaciones y torturas. Lo que sí se sabe es que en cuanto entró Boves publicó un indulto, lo que repitió dos días después, pero el 25 se dieron arrestos y ejecuciones de los involucrados en fusilamientos de miles de españoles durante el régimen anterior. Para darle un cierto aspecto de legalidad, Boves formó un tribunal que tomó posesión el 4 de agosto.
Ya antes de entrar en Caracas, Boves enterado de la huida de los insurgentes, comisionó a su segundo, Francisco Tomás Morales, para perseguir a los refugiados y acabarlos con unos 6.000 llaneros el 13 de julio, mientras el mismo Boves se quedaría en Caracas con 2.000 soldados. Otra tropa al mando de Calzada fue enviada a acabar con Rafael Urdaneta, que se había movido a El Tocuyo. Dejó una pequeña guarnición en Valencia a cargo de Luis Dato. Durante la marcha, Boves despojó de todos sus cargos a su superior, Juan Manuel Cajigal, en Guacara y lo obligó a marcharse a Puerto Cabello, bajo sitio desde el 24 de junio, para luego ir al puerto de La Guaira. Tras esto, Boves se nombró a sí mismo gobernador de esta provincia, presidente de la Real Audiencia, capitán general y jefe político de Venezuela, comandante en jefe del ejército español.
Boves finalmente, una vez asegurado su poder en la capital, partió de Caracas para unirse a Morales el 26 de julio. Durante su marcha masacraría a más de 1.000 personas en los pueblos de Santa Ana y San Joaquín el 11 de septiembre, pero también reclutando gran cantidad de refuerzos.
Al anochecer del 16 de julio, los emigrados llegaron a Guarenas, donde pernoctaron. Apenas despuntó el alba, siguieron su marcha. Los emigrados llegaron a Barcelona alrededor del 27 de julio. Muchos siguieron hasta Cumaná, otros se internaron en los Llanos y otros tomaron, en Barcelona y en Cumaná, embarcaciones que los llevaron hacia las Antillas. Se estima que murieron unas 12.000 personas en el trayecto, víctimas de fieras, mordeduras de serpientes, el hambre, enfermedades, los ataques de los llaneros y la inclemencia de otros elementos naturales.
Batalla de Aragua de Barcelona (17 de agosto de 1814)
Antecedentes
El 29 de julio los refugiados llegaban a Barcelona tras sufrir miles de muertos. Morales avanzaba por el Alto Llano, zona llena de guerrilleros; tenía órdenes de Boves de reclutar a todos los que pudiera. Entretanto, el 24 de junio, Santiago Mariño estaba en Barcelona, Margarita y Cumaná concentrando una fuerza.
Poco después de su llegada, Bolívar supo que Morales se aproximaba con una poderosa fuerza y empezó a reunir entre los restos de su ejército, los refugiados y los residentes locales 2.000 hombres. A estos se sumaron 1.000 reclutas de Cumaná llevados por el coronel José Francisco Bermúdez por orden de Santiago Mariño. Mariño ordenó a Manuel Cedeño y José Tadeo Monagas reclutar dos escuadrones en Maturín y volver a Aragua, mientras él siguió al este con rumbo a Cumaná y Margarita. Bermúdez llegó primero a la villa y fortificó el pueblo, hizo construir trincheras, cavar fosos y acumular provisiones. En las estrechas calles de la ciudad, la superior caballería llanera quedaría anulada y los reclutas no podrían desertar, pero también quedaría encerrado y sin esperanzas de auxilio.
Bolívar llegó entre el 13 y el 14 de agosto e inicialmente intentó convencer a Bermúdez de retroceder por la falta de municiones y tropas. El coronel se negó y empezó a fraguar un plan. Quería establecer las líneas defensivas entre el río Aragua y la villa, zona pantanosa. Era fácil establecer una guarnición y dejar una reserva en Aragua, que podía llegar rápidamente. Los caminos eran estrechos y apenas uno principal y dos menores en los flancos. Posiblemente, no ganarían, pero desgastarían a los realistas y podrían retirarse a tiempo para proteger sus fuerzas. Luego, la caballería de Bermúdez atacaría cuando Morales chocara con las defensas. El coronel oriental se opuso; la peor parte de la lucha se la llevarían sus jinetes. Prefería atrincherarse en las calles de Aragua, pero eso implicaba anular la capacidad de maniobra de sus jinetes. Bermúdez se negó y se atrincheró en la plaza con sus orientales. El jefe de su Estado Mayor era el joven Antonio José de Sucre.
Morales pasó de mandar 2.000 hombres a más de 4.000 gracias a los guerrilleros reclutados; los efectivos insurgentes se estiman en unos 3.000.
Desarrollo de la batalla
A las 05:00 horas del 17 de agosto, Morales cruzó el río con su infantería, bien pertrechada y dirigida por oficiales disciplinados. No pudo llegar por el camino principal, pero su caballería flanqueaba las defensas por un paso que Bermúdez había dejado desguarnecido. A las 09:00 horas, los insurgentes fueron empujados a las calles de Aragua, resistiendo ferozmente cuanto pudieron. A las 12:00 horas, Bolívar escapó para Cumaná por el camino hacia Barcelona con 400 sobrevivientes, y Bermúdez huyó a Maturín a las 15:00 horas con las columnas de José Tadeo Monagas, Pedro Zaraza y Manuel Cedeño que serían las bases de las fuerzas en el resto de la campaña.
Durante la batalla, el BI de Caracas, formado por 800 jóvenes patricios, fue completamente aniquilado, incluido su comandante Pedro Salías. Los restos del Ejército de Occidente, salvados por Bolívar en la Segunda batalla La Puerta, encontraron su fin.
Los realistas sufrieron 1.011 muertos y 832 heridos, mientras que los defensores sufrieron 1.700 muertos y unos 2.000 resultaron heridos. Después de la batalla fueron ejecutados los heridos y prisioneros, según unas fuentes; según otras, fueron ejecutados civiles, incluidas mujeres.
Los restos del ejército insurgente, unos 200 hombres, se unieron a la columna de refugiados, se decidió abandonar Barcelona por las pocas municiones y viajaron a Cumaná. Cinco días después, Bolívar y Mariño celebraron un consejo de guerra; ellos querían retirarse a Güiria, si eran vencidos nuevamente, bien podían escapar a la isla Trinidad, pero los oficiales más exaltados querían unirse a Bermúdez en Maturín y se impusieron. Ambos generales zarparon rumbo a la isla Margarita. Se debe mencionar que, antes de iniciar la retirada, los insurgentes saquearon todas las reliquias de oro y plata de las iglesias caraqueñas para “evitar que cayeran en manos realistas”.
El tesoro fue posteriormente embarcado en la flota del corsario Giovanni Bianchi, quien terminó quedándoselo. Al llegar a Pampatar el 25 de agosto, Mariño y Bolívar fueron desconocidos como autoridades legítimas por el coronel Manuel Piar, que les impidió desembarcar. Volvieron a Cariaco, donde el general José Félix Ribas se proclamó Jefe Supremo de Occidente y pidió que Piar fuera nombrado Jefe Supremo de Oriente (2 de septiembre). Bolívar y Mariño tuvieron que exiliarse en Cartagena de Indias, donde llegaron el 19 de septiembre.
En cuanto salieron de Venezuela, la Asamblea de Cumaná los destituyó (3-4 de septiembre). Ribas, Piar y Bermúdez intentaron coordinar sus esfuerzos para vencer a los realistas, pero sus rivalidades personales les llevaron a ser vencidos.
Batalla de El Salado (16 de octubre de 1814)
Antecedentes
Después de una sangrienta derrota en la batalla de Aragua de Barcelona, Simón Bolívar y Santiago Mariño fueron depuestos de sus mandos en Cariaco y salieron de Carúpano al exilio en Cartagena de Indias. Las fuerzas insurgentes quedaron reducidas a apenas 700 fusileros, 300 lanceros a pie y 250 jinetes que quedaban al mando de Manuel Piar y José Félix Ribas. En esa época, Piar desembarcó en Isla Margarita con 200 soldados. Entretanto, José Tomás Boves había salido de Caracas para unirse a su segundo, Francisco Tomás Morales, que estaba en el este.
El coronel Piar partió de Pampatar con unas 800 a 1300 tropas hacia Cumaná y desembarcó el 28 de septiembre. A la columna de dispersos traídos por Piar desde Cariaco se le sumaron algunos reclutas a cargo del coronel José Francisco Azcue.
Tras derrotar a una columna de 500 realistas del gobernador Juan de la Cruz Pineda en la quebrada de Los Frailes o Los Caneyes, en el día siguiente, capturando 400 prisioneros, entró en la ciudad esa tarde. El jefe de la guarnición realista, capitán de navío Juan de la Puente, se retiró a Barcelona para unirse a Boves. Piar se había reunido previamente con Ribas en Cariaco y había sido enviado a ayudar a los refugiados a seguir huyendo al este. Esto pudo hacerlo tras ocupar la urbe. Sin embargo, Piar y Ribas estaban enemistados y por eso separados. El segundo se había ido con 400 soldados hacia Maturín para unirse a José Francisco Bermúdez y Manuel Cedeño. Morales reunió unos 2.000 hombres y decidió esperar a Boves, quien había salido de Valencia para reunirse con él, Boves acabó asaltando con éxito Barcelona, masacrando a su población (15 de octubre). Por esos meses las flotillas realistas empezaban a bloquear los puertos venezolanos para impedir la huida de insurgentes; sin embargo, muchos lograron burlarlos y llegar a Nueva Granada, Haití, Jamaica, Saint Thomas y Trinidad.
Bermúdez había derrotado a Morales en Maturín y después lo había perseguido con su caballería hasta Urica, de allí había llegado a convencer a Piar de unirse al ejército que concentraba Ribas en Maturín, lo cual era una de sus órdenes iniciales, pero Piar prefirió presentar batalla solo a pesar de que “Era absurdo enfrentarse con Boves en tales condiciones”. Según Rufino Blanco Fombona: “Ribas y Piar rivalizan entre sí y ambos miran de reojo a Bermúdez. Bermúdez no se pliega a nadie. Cada quien pretende que su voluntad prevalezca. Son tres voluntades fuertes y tres bravuras únicas y sin disciplina. Los Oficiales subalternos no saben a qué carta quedarse. Boves y Morales que llegan a Oriente, desde el centro de la República, no han realizado todavía su unión”.
Desarrollo de la batalla
El 16 de octubre en la sabana de El Salado, cercana a la ciudad, se produce la batalla. El republicano salió al encuentro del ejército realista, formado principalmente por caballería, y dispuso su línea en la sabana del noroeste de la ciudad, al norte del río Chiribichii, área protegida por humedales, manglares y cañones. Esta sabana separaba la urbe del mar. Los insurgentes se organizaban en dos batallones de infantes, algunos pocos lanceros y jinetes y dos piezas de artillería. Su línea estaba al mando del Tcol Vicente de Sucre y Urbaneja (padre de Antonio José de Sucre, quien era un joven oficial en la batalla) y se componía mayoritariamente por infantería. Desde los trece fuertes que rodeaban la ciudad se intentó bombardear a los bovistas con las 40 piezas de artillería, pero estas fueron anuladas porque una quinta columna de realistas locales asaltó esas defensas siguiendo un plan previamente trazado.
El caudillo de los llaneros dividió a sus hombres en seis columnas. Ordenó que 400 o más jinetes avanzaran doce leguas por las sierras cercanas durante la noche para ubicarse tras una colina cercana a la derecha de las líneas realistas, listos para tender una celada. Piar no lo sabía y ordenó abrir fuego; tras una hora de combate decidió liderar una carga contra el ala derecha realista. El flanco llanero fingió huir y los insurgentes también atacaron el centro e izquierda bovistas para decidir el combate.
Sorpresivamente, los realistas dieron la vuelta y los jinetes ocultos les atacaron por la retaguardia. Piarintenta rechazar el ataque simultáneo, pero fue inútil; tras tres cuartos de hora fue vencido. Piar decidió huir con sus oficiales en un bote por el río cercano.
Secuelas de la batalla
Boves entró en Cumaná, masacrando a sus habitantes, liberó y reclutó a los prisioneros realistas y avanzó a Los Magueyes y posteriormente a Maturín. Fue la única derrota que sufrió Piar en su larga carrera militar. Boves nombró al coronel cumanés Gaspar Miguel de Salaverría y Freites como gobernador (el 30 de abril de 1815 pasó a ser gobernador de Barcelona).
En la iglesia parroquial de Carmen asesinó a unas 500 personas, incluyendo a Vicente y Magdalena de Sucre, hermanos del futuro gran mariscal de Ayacucho. En la casa de los Andrade invitó a la gente a un baile y después los asesinó, incluyendo al músico Juan José Landaeta. Según el capellán del ejército realista, José Ambrosio de la Concepción Llamozas, la mayoría eran partidarios del rey. Durante la guerra, la ciudad pasó de 16.000 habitantes a 5.236, más de 3.000 de ellos mujeres.
Batalla de Los Magüeyes o Magüelles (9 de noviembre de 1814)
Tras la victoria en la batalla de El Salado (16 de octubre) y el saqueo de Cumaná, José Félix Ribas y José Francisco Bermúdez, que habían reunido en Maturín más de 4.000 hombres, marchaban para acabar con Francisco Tomás Morales en Urica. Decidieron hacer frente a los llaneros de Boves, pero Ribas decidió regresar con la mitad de las tropas a Maturín, mientras que Bermúdez, impetuoso, decidió avanzar a Areo y cerca de allí, en el monte de Los Magüeyes, Boves vio su oportunidad de atacarlo.
Bermúdez se había atrincherado en la posición elevada, pero Boves simplemente ordenó asaltar las posiciones. Tras tres horas de combate, la mayor parte de las tropas insurgentes fueron dispersadas y Bermúdez tuvo que retirarse para unirse a las fuerzas de Ribas. Boves apenas envió una partida a perseguirlo y Pedro Zaraza pudo dispersarla con algunos jinetes. Tras esta victoria, Boves permaneció en Los Magüeyes hasta el día 22. Cinco días después, Boves y Morales pudieron unir sus fuerzas y enfrentaron a las tropas republicanas restantes en la batalla de Urica.
Batalla de Urica (5 de diciembre de 1814)
Antecedentes
Bermúdez se reunió con Ribas en Maturín y reconstruyeron sus fuerzas. En lugar de esperar a Boves, decidieron salir en su búsqueda. El 2 de diciembre dejaron su base hasta llegar a un sitio llamado El Areo. Allí organizaron dos columnas de 180 jinetes llamadas Rompelíneas, al mando de los coroneles José Tadeo Monagas y Pedro Zaraza. Poco después, sus exploradores en la quebrada de Carapa y el río Amana informaban de la superioridad numérica realista, pero ya no era posible retirarse. Después de pernoctar en el banco de las Calzadillas, marcharon hacia Urica durante la noche del 4 al 5 de diciembre. Amanecieron frente a los realistas desplegados en tres cuerpos.
La planicie de Urica estaba cortada al norte por el Amana, al este por una ciénaga y una quebrada que va de sur a norte hasta desembocar en el ya mencionado río, comunicaba un camino por las faldas del cerro Paula, que estaba al sur. El camino real conectaba la sabana con el banco de las Calzadillas y atraviesa la ciénaga por un puente. El pueblo estaba a 1.500 varas. Al oeste había chaparrales.
La empresa fue considerada por muchos una locura y varios oficiales se negaron a marchar.
El ejército realista estaba organizado en 1.200 infantes integrados en el BI-III del Rey (al mando de Salvador Gorrín) y el BIL de cazadores (Rafael López). Los más de 4.000 jinetes se dividían en el RC de Tiznados (dirigido por Alejo Morales), RC de Guayabal (Nicolás López), RC de Espino (Manuel Baca) y RC de Rastro (Pedro Celestino Quintana). El segundo al mando era Francisco Tomás Morales, el comisario de guerra José María Correa y el capellán José Ambrosio Llamozas.
El ejército insurgente estaba al mando del general José Félix Ribas, quien era secundado por el coronel José Francisco Bermúdez; incluía tres piezas operadas por media brigada de peones al mando de José Francisco Azcue. Los 1.200 infantes se organizaban en el BI de Barcelona (Paz Castillo y Agustín Anzoátegui) y BI de Maturín (Andrés Rojas y Eusebio Castillo). Los tres regimientos de caballería se dividían en la izquierda (Pedro Zaraza y Luis Calderón), centro (José Tadeo Monagas y Manuel Cedeño) y derecha (José de Jesús Barreto y Francisco Hernández).
Desarrollo de la batalla
José Tomás Boves dispuso a su infantería en dos líneas paralelas defendiendo el puente y en sus flancos dos regimientos, uno más vigilando los farallones del Amana. Francisco Tomás Morales quedó con la reserva al oeste de la villa. José Félix Ribas puso su infantería al oeste de la sabana. Su artillería tenía a su alcance el puente y el camino real. José de Jesús Barreto tenía la reserva en la sabana, Pedro Zaraza estaba en la loma Paula y José Tadeo Monagas estaba junto al Amana. El plan insurgente era cargar con los tres regimientos de caballería y empujar al enemigo hacia el estrecho puente; la clave era acabar rápidamente con la caballería realista. Las cargas se distinguían por ser como una avalancha de montoneros guiados por hombres valientes.
Boves ordenó a sus fuerzas atacar a Bermúdez, quien logró rechazarlo. Tras este éxito, Ribas mandó a las columnas rompelíneas cargar bajo fuego realista. El ala derecha monárquica (RC de Tiznados) retrocedió al primer choque y Boves debió reorganizarlo para hacerlo cargar. Cuatro o cinco centenares de jinetes realistas encabezados por su caudillo atacaron a la columna de Zaraza que estaba al mando del escuadrón “rompelíneas”. En el primer choque, el pecho de Boves fue atravesado por una lanza del propio Zaraza o uno de sus soldados. Zaraza buscaba a Boves en el campo de batalla para tomar venganza, ya que este había asesinado a su mujer. La herida fue mortal y Boves fue enterrado bajo el campanario de la iglesia de la villa.

Los seguidores de Boves rompieron la formación y empezaron a huir. Zaraza logró envolverlos y atravesó la ciénaga y llegó a la plaza central de Urica; el RC de Tiznados fue destruido. Entonces Zaraza dio la vuelta y atacó desde atrás a los realistas, pero el BIL de cazadores le salió al paso, El coronel insurgente cargó varias veces contra su enemigo, pero no logró romper sus filas y fue empujado a la villa. Entretanto, la infantería insurgente atacaba frontalmente el centro realista con apoyo de la artillería.
La columna de Monagas se empantanó en la ciénaga. Morales detectó el incidente, le atacó por un flanco y le hizo huir en desorden. Morales persiguió a Monagas hasta un chaparral, chocando con el regimiento de Barreto y le obligó a huir. Mientras su caballería huía, la infantería insurgente retrocedió en orden al grito de ¡Estamos cortados!. El BI de Maturín se retiró de la sabana perdiendo la mitad de sus efectivos. El BI de Barcelona, que estaba al norte, cerca del río Amana, se encontró con Morales. Los infantes insurgentes cargaron e hicieron retroceder a los jinetes. Después llegó el BI-III del Rey, pero también fue rechazado. El BIL de cazadores también se lanzó contra el BI de Barcelona y fue vencido. Morales pidió ayuda a los regimientos Espino y Rastra, logrando cercar completamente al batallón. El BI de Barcelona formó en cuadro, logrando resistir a las lanzas y bayonetas enemigas; con esto impide a esas unidades realistas perseguir a sus compañeros al otro lado del Amana.
Finalmente, la artillería insurgente fue capturada y usada contra el BI de Barcelona. El batallón debía moverse para salir del alcance de los cañones; fue entonces cuando el coronel Castillo y Anzoátegui, viendo todo perdido, ordenó: “¡Morir matando!” y atacó a Gorrín. Todos los realistas les cayeron encima. De sus 600 hombres, solo escaparon 20 en botes de guerra a través del río. El sacrificio del BI de Barcelona permitió a Zaraza escapar de la villa, dejando 500 lanceros muertos. Este intentó reunir a los jinetes de las otras unidades para rescatar al batallón, pero la caballería estaba demasiado lejos para hacer algo.
Secuelas de la batalla
Las bajas de ambos bandos fueron enormes. Numerosos coroneles republicanos murieron, algunos de origen neogranadino. Morales se hizo elegir como nuevo comandante español ante el capellán José Ambrosio de la Concepción Llamoza, el secretario José María Delgado y 30 jefes y otros tantos oficiales. Los siete oficiales que querían reconocer al capitán general Juan Manuel de Cagigal fueron decapitados en la plaza central y sus cabezas enviadas a Caracas (11 de diciembre). Secretamente, el gobernador realista Juan Nepomuceno Quero las hizo enterrar. Sin embargo, Morales no tenía el liderazgo carismático de Boves. Ribas fue capturado y ejecutado en Tucupido (31 de diciembre). Su cabeza freída en aceite y expuesta en Barcelona el 3 de febrero de 1815 y luego llevada a Caracas.
3.000 soldados independentistas murieron en aquella jornada.