Guerras de Independencia Hispano-Americanas Fase de reacción española (1814-18) Expediciones de Bolívar a Venezuela y conquista de la Guayana

Expediciones de Bolívar a Venezuela en 1816

Antecedentes

Antes de la toma realista de Cartagena de Indias, Simón Bolívar se exilió a Jamaica, donde intentó buscar ayuda para el intento de incursión de Tierra Firme; fue un fracaso debido a la neutralidad del Gobierno británico, que no quería comprometerse a darle un apoyo abierto. Por ello, Bolívar consideró necesario trasladarse a otro país más seguro donde pudiera organizarse una expedición. La situación de él en la isla llegó a ser muy tensa, con escasos recursos económicos; llegó a sufrir un intento de asesinato del que salió ileso gracias a que no pudo pagar la pensión donde vivía y se vio obligado a mudarse el mismo día del atentado.

Después de enterarse de que la plaza de Cartagena, sitiada por Morillo, había caído en poder de los realistas y que un buen número de defensores de la plaza habían escapado y se encontraban en Haití; Bolívar salió de Jamaica para Haití de una manera que él mismo describió como precipitada, con la idea de hacer contacto con los exiliados insurgentes y preparar una expedición a las costas de Venezuela.

Bolívar llegó a Los Cayos de San Luis, en Haití, el 24 de diciembre de 1815, trasladándose luego a Puerto Príncipe, donde tuvo una entrevista el 2 de enero de 1816 con el presidente Alexandre Pétion, quien se comprometió a facilitarle los recursos necesarios para llevar a cabo su empresa. Posteriormente, tras serle otorgado el poder supremo por parte de una asamblea de los principales jefes venezolanos y neogranadinos refugiados, Bolívar comenzó a afinar los detalles sobre la expedición contra la costa firme venezolana, con la ayuda del gobernador militar haitiano de Los Cayos, el general Ignacio Marión. La expedición incluía 1.000 tripulantes insurgentes y 1.000 negros haitianos.

Primera expedición

La primera expedición partió del puerto de Jacmel; la flota insurgente mandada por Luis Brión estaba compuesta por 7 goletas: General Bolívar (6), General Mariño (), Feliz (1), Brión (4), Consejo (1), Píar (1), y una desconocida. Curiosamente, de los capitanes, solo 1 era suramericano; el resto era 1 español y 5 franceses. Partió del puerto de Los Cayos, en la parte occidental de Haití, se detuvo 3 días en la isla Beata al sur de la frontera entre Haití y Santo Domingo, para continuar su itinerario en el que los primeros días de abril de 1816 se encontraban frente a la costa meridional de la actual República Dominicana; el 19 de abril de 1816 llegaban a la isla de Vieques cerca de las costas de Puerto Rico, hecho que se celebró con salvas de artillería; el 25 de abril arribaron a la isla holandesa de Saba, distante 20 m de San Bartolomé, desde donde se dirigieron hacia la isla de Margarita, librando el 2 de mayo, antes de llegar a esta, el combate naval de Los Frailes en el que se enfrentaron al bergantín realista Intrépido y al la goleta Rita. Los insurgentes abordaron y capturaron ambos buques.

Expedición de Los Cayos en 1816. Abordaje del bergantín realista Intrépido. Autor Tito Salas.

Después de la victoria obtenida en el combate de Los Frailes, Bolívar ascendió a almirante de la República después del combate; la expedición republicana pudo arribar triunfante el 3 de mayo de 1816 al puerto de Juan Griego (Isla de Margarita), y el 7 del mismo mes una asamblea encabezada por el general Juan Bautista Arismendi, ratificó los poderes especiales que le habían sido conferidos a Bolívar en Los Cayos. Desde allí, las fuerzas expedicionarias de Bolívar se dirigieron a Carúpano, en el oriente de Costa Firme, a donde desembarcaron el 1 de junio, donde proclamaron la abolición de la esclavitud.

Al desembarcar, Bolívar despachó a Mariño y a Piar a tomar otras poblaciones, y simultáneamente trató de establecer comunicación con jefes guerrilleros de la zona (como José Tadeo Monagas) para que se unieran a su causa. No solo la ayuda no llegó, sino que, al decir de un autor, “los habitantes se mostraron hostiles, prefiriendo huir al interior del país que regresar a la vista de Bolívar”. En el interín, Bolívar trató de avanzar, pero las tropas realistas mandadas por el brigadier Tomás Cires detuvieron la avanzada el 19 de junio, obligando a los insurgentes a retroceder a sus posiciones originales en Carúpano.

Bolívar decidió tomar otra línea de acción: embarcó las fuerzas disponibles y puso proa a Ocumare, en el centro del país. El 6 de julio desembarcó en dicho poblado, dictando una proclama donde anulaba el célebre Decreto de Guerra a Muerte de hacía 3 años. Ordenó a Soublette que avanzara hacia Valencia, y el 8 tomó Maracay, que estaba en el camino a esa ciudad. Cuando Soublette se encontraba en Mariara, se enteró de que el general Francisco Tomás Morales venía a su encuentro con 500 hombres, lo que causó que los insurgentes tomaran posiciones defensivas en el sitio de Las Piedras el 9 de julio.

Morales fue rechazado, pero Soublette no aprovechó la ventaja para perseguirlo; de hecho, se replegó hacia el sitio de Los Aguacates, donde Morales, ya reforzado, lo atacó (11 de julio) y lo obligó a retirarse a Maracay. Soublette despachó a un ayudante para que le transmitiera el mensaje a Bolívar, pero el oficial, bien por error o por malicia, dramatizó el cuadro hasta llegar a decir que Morales estaba próximo a tomar Ocumare con 7.000 hombres. En un periodo de mucha confusión en las líneas republicanas, Bolívar decidió embarcarse dejando todo el material de guerra en la playa, sin tiempo de reembarcarlo, el 14 de julio, arribando el 15 a Bonaire. Bolívar, en carta a Pétion fechada el 4 de septiembre de 1816, explicaba la situación: “Me encuentro en una situación desesperada, rodeado de enemigos por todas partes, sin poder conservar siquiera el puerto de Ocumare, porque no tiene defensa, y nuestras fuerzas estaban casi aniquiladas por la deserción y por las pérdidas sufridas en el combate; además, según las apariencias, me hubiese quedado sin armas ni municiones, y en consecuencia me habría visto obligado a convertirme en un simple guerrillero, a la cabeza de los pocos soldados que me hubieran permanecido fieles, en medio de tantos enemigos”.

Curiosamente, en la misma carta, Bolívar le expresa a Pétion: “Tengo entera confianza en el general Mac Gregor”.

El mismo 14 de julio, los restos de la expedición y el destacamento que mandaba Soublette se reunieron en Cuyagua, un puerto pequeño muy cercano a Ocumare. Allí se organizaron, y como no quedaron altos mandos, los 600 soldados restantes nombraron como su comandante al único general que quedaba en pie: Gregor MacGregor. Soublette quedó como JEM.

Al día siguiente, MacGregor tomó la decisión de marchar hacia el oriente del país para reunirse con Piar, quien se encontraba reclutando soldados para la lucha. El 18 de julio, una columna realista por Juan Nepomuceno Quero los interceptó en el paso del Onoto, pero MacGregor maniobró hábilmente y lo derrotó en una sola carga. Al día siguiente, Quero volvió a perseguirlo y a atacarlo en La Victoria, pero MacGregor lo derrotó nuevamente y siguió avanzando hacia el sureste. Después de una fatigosa marcha, los insurgentes llegaron a San Sebastián de los Reyes el 21 de julio, donde se enfrentaron a una formación realista de 300 hombres mandada por Francisco Rosete, y después de vencer a Rosete, MacGregor decidió no ocupar el pueblo y seguir su retirada. Rosete se unió a la persecución que Morales y Quero ya venían haciendo.

Atravesando los ríos Guárico y el Orituco, y pasando poblaciones que no opusieron resistencia, el 28 de julio llegaron a Chaguaramas. El poblado estaba defendido por el batallón Unión, al mando del coronel Tomás García. MacGregor decidió atacar, pero después de un combate encarnizado de 18 horas, decidió no tomar el pueblo (aunque no fue vencido) y seguir hacia el este. Siguiendo la marcha, se le incorporó el coronel Julián Infante con un escuadrón de caballería del general Pedro Zaraza, uno de los guerrilleros más importantes del llano; MacGregor había despachado tres días antes del combate en Chaguaramas a un oficial de confianza para tratar de ubicar a Zaraza y convencerlo de sumarse al esfuerzo insurgente. El 2 de agosto, la columna republicana reforzada se encontró con fuerzas realistas mandadas por Quero, quien les había dado alcance. Pero una vez más, MacGregor y Soublette derrotaron al obstinado jefe realista.

Al día siguiente, entraron al poblado de Santa María de Ipire, donde fueron recibidos por Zaraza, quien puso a disposición sus hombres y se sometió a la autoridad de MacGregor. Prosiguieron la marcha hacia San Diego de Cabrutica, donde arribaron el 10 de agosto, y allí se reunieron con José Tadeo Monagas, quien, al igual que Zaraza, reconoció la jefatura de MacGregor.

Con las incorporaciones de ambos generales, el cuerpo expedicionario pasaba a formar un ejército de 1.800 hombres, con una infantería ya endurecida por los pasados combates y con una caballería de llaneros experimentados. MacGregor decidió girar hacia el norte, para dirigirse a Barcelona. Zaraza decidió volver hacia Ipire (que había sido tomado por Morales) para reconocer al enemigo, mientras que MacGregor y Monagas continuaron al norte.

El 3 de septiembre, MacGregor llegó a la población de Guatacaro. Allí lo alcanzó la información de Zaraza de que Morales venía a su encuentro con 3.000 hombres. Sabedor a su vez de que al norte se encontraba el coronel realista Rafael López al mando de 2.000 efectivos, MacGregor resolvió avanzar para encontrarse con López en el campo de Alacrán (algunos textos lo refieren como Alacranes), y ambos ejércitos chocaron el 6 de septiembre. MacGregor, al frente de la infantería, encabezó una carga a la bayoneta, auxiliado por furiosas y continuas cargas de caballería de Zaraza y Monagas, derrotando a López y poniéndolo en fuga. Después de la batalla, MacGregor guió a sus tropas hasta que finalmente ocuparon sin resistencia Barcelona el 13 de septiembre.

Días más tarde, después de reunirse con varios jefes insurgentes, resolvieron enfrentar a las fuerzas de Morales en la batalla de El Juncal, donde el 26 de septiembre las fuerzas combinadas de Piar y MacGregor (unos 1.500 efectivos) se enfrentaron a Morales (2.500 efectivos). El combate se inició a las ocho de la mañana y duró unas cinco horas. El ejército insurgente, ya formado, entró en la sabana a las siete de la mañana. El ala derecha iba comandada por los generales Gregor MacGregor y Carlos Soublette y se componía de una división de infantería y dos piezas de artillería, además de varios escuadrones de caballería, a las órdenes del general José Tadeo Monagas. El ala izquierda, al mando de Pedro María Freites y Piar consistía de infantería y artillería provenientes de Cumaná.

La artillería insurgente inició el combate con una descarga sobre la izquierda y reserva de los españoles, pero el ala derecha realista hizo retroceder a la izquierda insurgente, mientras la derecha insurgente avanzaba a paso lento, restableciendo el alineamiento con la izquierda y sosteniendo su fuego de infantería y artillería.

La derecha republicana atacó con renovada fuerza la izquierda realista, MacGregor, dirigiéndose al batallón de Honor: «¡Soldados avanzad a la bayoneta. Venced o morid!» Cargaron contra la línea realista mientras que Monagas hacía lo mismo con su caballería, penetrando en el flanco izquierdo y pasando al centro y retaguardia de la formación, tras lo cual los realistas se retiraron en desorden.

Dos de los comandantes realistas batidos por el escocés durante la retirada formaron parte de las bajas: Quero resultó herido en la refriega y Francisco Rosete muerto. Las bajas realistas fueron 500 muertos y heridos y 400 prisioneros; se tomaron 500 fusiles y todo el tren de bagajes. Esta victoria le permitió a la causa republicana abrir un puerto seguro y una porción de territorio importante para que tiempo después Piar, al mando de todas las fuerzas, emprendiera la conquista de la extensa y rica provincia de Guayana.

Morales logró huir con unos 300 hombres por las tupidas montañas de San Bernardino y llegó a la población de Clarines, donde tuvo noticias de que las fuerzas libertadoras le perseguían, por lo cual continuó su marcha y atravesó de orilla a orilla al río Unare y de allí prosiguió hacia la embocadura del Tuy, actual Guapo.

En total, MacGregor guió a sus hombres en una marcha de dos meses (del 14 de julio al 13 de septiembre) por más de 500 km de montañas y llanos, atravesando ríos, continuamente hostigado por fuerzas realistas (pero sin renunciar al ataque cuando lo consideró preciso) y logrando su objetivo: reunirse con otros generales republicanos.

A pesar de la victoria en El Juncal, MacGregor y Piar no se llevaron bien y el escocés decidió ir a Margarita, donde Bolívar lo recibió ascendiéndolo en diciembre de 1816 a general de división.

A partir de allí, la estrella de MacGregor fue en descenso: trató de tomar la Florida, pero solo conquistando brevemente la isla Amelia entre julio y septiembre de 1817, supuestamente, bajo órdenes de Bolívar (lo cual nunca ha sido confirmado). Luego, en 1819, intentó tomar Portobello y Río de la Hacha (Riohacha), pero en ambos intentos abandonó cobardemente a sus hombres. De allí huyó a Honduras, donde comenzó a fraguar el fraude de Poyais, que ya armó cuando regresó a Londres. Después de huir de los acreedores y de años en fuga entre Inglaterra y Francia, en 1838 murió su esposa y decidió marchar a Venezuela, donde se le reconocieron sus méritos en la guerra de independencia, su grado de general de división y una pensión. Vivió tranquilamente hasta su muerte en 1845.

Segunda expedición: Expedición de Jacmel

Tras volver a Haití y organizar una nueva expedición, Bolívar zarpó del puerto de Jacmel el 18 de diciembre en la goleta Diana; el resto de la expedición saldría después en 6 goletas, bajo la dirección de Villerety. Bolívar llegó a Juan Griego (Isla Margarita) el 28 de diciembre de 1816 y a Barcelona el 31 del mismo mes, donde estableció su cuartel general y planeó la campaña de Barcelona. El propósito era la liberación de Caracas a través de los llanos de Calabozo, con la concentración de las fuerzas que operaban en Apure, Guayana y Oriente, pero una serie de inconvenientes hicieron que abandonara el plan.

El 25 de marzo del mismo año, Bolívar se trasladó a Guayana, donde se hizo cargo de las operaciones que a fines de 1816 había iniciado el general de división Manuel Piar para la liberación de dicha provincia.

Conquista de la Guayana

El prócer Manuel Piar fue el primero en argumentar sobre la importancia estratégica de emprender acciones militares para liberar la provincia de Guayana de las fuerzas realistas, en razón de las grandes ventajas que esta ofrecería a la revolución: “Las ventajas que nos ofrece esta provincia libre son incalculables. Los mismos caudales de los españoles en ella nos proporcionan los medios para adquirir de los extranjeros elementos militares: Su situación nos da un asilo seguro y la moral pura de sus habitantes, no corrompidos todavía, nos permite la organización de un ejército fuerte y valeroso, capaz de liberar la República si usted viene a Guayana«; y en un claro reconocimiento de su autoridad como Jefe Supremo, le expresa: “esos recursos manejados bajo su dirección adquirirán efectos más grandes y los negocios tomarán un pulso firme y regular”.

Simón Bolívar, por su parte, no consideraba prudente el momento para avanzar con éxito en la ocupación del territorio guayanés; él era partidario de reunir todos los ejércitos de Venezuela y avanzar hacia Caracas.

Tras varias discusiones sobre el proyecto, finalmente Bolívar decidió aprobar el proyecto y comprobó personalmente el estado y organización del ejército, y aprobó el plan de ocupación propuesto por el general Manuel Piar.

Tres factores de vital importancia se conjugaron para alcanzar los objetivos que se trazaron los insurgentes al emprender la campaña libertadora de Guayana: económico, estratégico y político. El curso seguido por esta célebre jornada militar permite distinguir claramente, y en orden cronológico, cuatro importantes momentos o etapas sucesivas:

  • Preparación de la ocupación desde la batalla del Juncal el 27 de septiembre de 1816 hasta la ocupación de las misiones el 30 de enero de 1817.
  • Ocupación de las misiones Capuchinas Catalanas. Del 30 de enero al 6 de febrero de 1817.
  • La batalla de San Félix. El 11 de abril de 1817.
  • Expulsión de los realistas de Angostura. Entre el 17 y el 18 de julio de 1817.
  • Expulsión de los realistas de Guayana La Vieja. Del 3 al 5 de agosto de 1817
Provincia de la Guayana hacia 1810.

Preparación de la ocupación

Después de la batalla del Juncal (27 de septiembre de 1816), el general de división Manuel Piar se trasladó a Guayana con sus fuerzas (800 infantes y 200 jinetes), y entre el 20 y el 22 de noviembre de 1816 cruzó el río Orinoco y, después de incorporar los efectivos (800 hombres) que tenía el general Manuel Sedeño en Caicara, siguió hacia Angostura. En el paso del río Caura se produjo un encuentro con las fuerzas realistas situadas allí, las cuales habían sido enviadas desde Angostura. El triunfo fue de los insurgentes, quienes continuaron su marcha. En Angostura los realistas se prepararon para resistir; hicieron acopio de suministros, reclutaron hombres y mejoraron las obras de fortificación existentes.

Ocupación del territorio y pueblos de misiones

El 1 de enero de 1817, Manuel Piar inició, desde el occidente guayanés (Paso de Maripa), la campaña Libertadora de Guayana, marchando según el plan inicial en dirección a la ocupación de la ciudad de Angostura, en cuyo intento fracasó debido a la superioridad bélica de los realistas de la capital.

El 17 de enero de 1817, en horas de la noche, los insurgentes lanzaron un asalto a la capital y que resultó infructuoso. En esta acción participaron, entre otros importantes republicanos, Manuel Cedeño, Pedro León Torres, José María Chipía, Bartolomé Salón, Juan José Conde. La fallida operación militar de los insurgentes sobre la capital provincial obligó al general Manuel Piar a redefinir su plan original e introducir cambios tácticos y estratégicos importantes. Esta vez tomó la decisión de avanzar en la ocupación del territorio y los pueblos de misiones establecidos en la ribera del río Caroní, administrados desde 1724 por la orden religiosa de los Capuchinos Catalanes. Al general Manuel Cedeño correspondió dirigir las acciones que permitieron al ejército insurgente el control absoluto sobre el río Caroní y sus riberas, asiento de aquellos pueblos.

El 24 de enero, Manuel Piar levantó su cuartel general en la Mesa de Angostura. Allí dejó 200 hombres al mando del Tcol Miguel Armas. El 25 de enero sufrió una importante baja por la deserción del escuadrón de “Dragones de Caracas”. No obstante, el 30 de enero el ejército insurgente derrotó un batallón de 300 realistas en el paso de Ure. El 2 de febrero Manuel Piar y la Infantería cruzaron el río Caroní, por el paso de Caruachi. El 4 de febrero ocuparon el pueblo de San Román de Caruachi; el 5 a San Antonio de Hiucsatano y el 6 entraron triunfantes en la villa de San Antonio de Upata. Allí fueron recibidos por el Justicia Mayor, los notables de la ciudad y habitantes locales, quienes les expresaron su júbilo por encontrarse bajo la protección de las armas insurgentes.

La rápida ocupación de las misiones, ocurrida entre el 30 de enero y el 6 de febrero de 1817, significó para la causa insurgente, no solo avanzar con éxito en la ocupación del extenso territorio guayanés, sino también la obtención de recursos materiales (reses, granos, caballos, mulas, otros), provenientes de las actividades agropecuarias de los 27 pueblos de las misiones administrados por la reconocida orden religiosa, las villas de Upata y Barceloneta, que en conjunto sumaban una población calculada en 1816, en 21.246 habitantes. Al arribar los insurgentes a la villa de Upata, esta fue declarada capital de la Guayana independiente; allí se instaló el cuartel general y fue designado Luis Lezama, teniente Justicia Mayor. De igual manera, fueron nombrados los Comisarios de Justicia de los pueblos de misiones Altagracia, San José de Cupapuy, Santa María del Yacuario y San Antonio de Huicsatano; la administración fue confiada al coronel y sacerdote José Félix Blanco.

Al rendimiento que experimentaban los centros agropecuarios, anteriormente administrados por los religiosos, contribuyó el sistema de reclutamiento al que fue sometida la población indígena, que originó la incorporación de algunos al ejército insurgente, mientras otros se desplazaron a la selva. Ocasionando el abandono de los cultivos y la ruina de los pueblos. Además, en 1818 hubo una epidemia de fiebre que diezmaría la población autóctona.

Todos estos factores incidieron en el agotamiento de los productos e insumos agropecuarios provenientes de este tradicional y próspero sector económico regional, principal fuente de abastecimiento de la población, en particular de la ciudad de Angostura y la guarnición militar establecida en Santo Tomé de Guayana (Guayana La Vieja). El gobernador de la provincia de Guayana, Lorenzo Fitz-Gerald, dirigió una carta al general de las Provincias de Venezuela, el capitán Salvador Maxó, el 8 de febrero de 1817. En esta le informa sobre la difícil situación de desabastecimiento que vivía la población y el avance de posiciones de los insurgentes sobre la capital.

Batalla de San Felix (11 de abril de 1817)

La reacción de los realistas no tardó en manifestarse, siendo orientada a la solicitud de ayuda y a la ejecución de operaciones activas para la recuperación de las misiones. Esto último correspondió al brigadier Miguel de la Torre y Pando (había llegado a Guayana el 27 de marzo), quien salió de Angostura el 4 de abril al frente de una división de unos 1.180 efectivos, tanto de infantería como de caballería, apoyados por 1×3 cañón.

Durante los primeros días de abril, procedente de Barcelona, llegó a Guayana el general en jefe Simón Bolívar, a ponerse al frente de las operaciones para la reducción de Angostura. El 6 de abril, desembarcó en las fortalezas ubicadas en Guayana La Vieja (Castillos de Guayana). El día 10 de abril a las 11 de la mañana, llegó al pueblo de Puga, desde donde partieron el día 11 de abril al encuentro con el ejército republicano en la sabana de San Félix.

Avisado Piar del movimiento del brigadier de la Torre, se trasladó el 10 de abril desde la Mesa de Angostura hasta San Miguel, de donde se trasladó a pernoctar en San Félix hasta el 11 de abril. El ejército insurgente estaba integrado por 2.200 hombres organizados en tres batallones (Honor, Barlovento y Conquista de Guayana), dos escuadrones de caballería (Honor y Chaviripa) y uno de carabineros. Los infantes estaban integrados por 1.800 hombres (500 fusileros, 500 indios flecheros y 800 indios lanceros), y los jinetes por 400 hombres.

El ejército realista estaba integrado por 1.000 hombres, organizados en los BIL Cachirí (600) y Cías de los BIs de Barbastro, Castilla y Victoria (400); las compañías de húsares de Fernando VIII (50), Guías del General (50), Moitaco (50) y San Mateo (50), y 1×3 cañón con 10 cargas de metralla.

El 11 de abril, los insurgentes conocieron la presencia de los realistas en el pueblo de San Miguel. Ante la inminencia del contacto, Piar tomó el dispositivo siguiente: los fusileros y los flecheros en primer escalón; los lanceros en segundo y la caballería en las alas (según los realistas, eran de a 8 de fondo).

A las 16:00 horas, inició la Torre el combate, para lo cual formó la mitad de sus fuerzas de infantería (Cachiri) en 3 líneas y el resto en columna, a retaguardia de las primeras; delante el cañón y la caballería en los flancos. El ataque realista fue rechazado por los republicanos, los cuales pusieron fuera de combate a la tercera parte de las tropas de la Torre. Los realistas iniciaron el repliegue, que fue aprovechado por Piar para lanzar una carga a la bayoneta contra las unidades que se hallaban en columna, al mismo tiempo que la caballería republicana atacaba por retaguardia y por el flanco izquierdo de la Torre.

La victoria fue de los insurgentes. Los realistas sufrieron 593 muertos y 497 prisioneros. La Torre se retiró con solo 5 oficiales y 100 individuos de tropa; llegó al Orinoco, se embarcó en una cañonera y pasó a la isla de Fajardo. Las bajas de los insurgentes fueron de 31 muertos y 65 heridos.

El 2 de mayo, diecinueve días después de la célebre batalla de San Félix, Simón Bolívar asumió el mando de las operaciones políticas y militares tendentes a la conclusión de la Campaña Libertadora de Guayana. En ese sentido, se concentró en garantizar la continuidad de las acciones pautadas y destinadas a la expulsión de los últimos habitantes guayaneses afectos al gobierno español, asediados y confinados por los insurgentes, desde el mes de febrero, a las plazas de Angostura y Guayana La Vieja. Solamente había que esperar que el hambre y la desesperación condujeran a los realistas, reducidos a esas dos plazas, a abandonarlas y emigrar, no sin antes luchar con el hambre que los condenaría, a huir o morir.

El 7 de mayo de 1817, ocurrió el degüello de los 22 misioneros que se encontraban a cargo de las misiones del Caroní. Este hecho, que ensombreció la victoria de San Félix, no se puede achacar a una orden de Piar, que al parecer nunca fue partidario de una medida extrema. Hay una frase presuntamente pronunciada por Bolívar cuando se entrevistó con Piar en Guayana, y que nos ha llegado recogida por Baralt: ¿Por qué no los han matado?

Para cumplir los objetivos finales de la Campaña Libertadora de Guayana (evacuación de Angostura y Guayana La Vieja), Simón Bolívar, en su condición de jefe supremo de la revolución, creó dos divisiones. Para mantener el sitio sobre la plaza de Angostura, designó a los generales José Francisco Bermúdez y Manuel Cedeño; por su parte, él asumió el mando de las operaciones sobre Guayana La Vieja. En este cuadro de nuevas circunstancias, al general Manuel Piar se le encargó el cerco de Guayana La Vieja. El general Piar se encontraba sin jerarquía, ni mando de tropas, y con ello, privado de la gloria de rematar la campaña con la ocupación de Angostura, y reducido a una condición subalterna. Por lo cual no aceptó; y en su lugar, propuso ocuparse de la administración de los pueblos de misiones, cuya solicitud contó con la aprobación de Bolívar.

Este clima de tensas diferencias, agravado por una situación de intrigas surgidas entre la alta oficialidad insurgente establecida en Guayana, condujo al general Manuel Piar a tomar la decisión de solicitar pasaporte para trasladarse a Oriente. El pasaporte le fue expedido el 30 de junio de 1817, a pesar de que el jefe supremo trató de persuadirle de lo contrario.

Ese fue el preámbulo de una lamentable y triste serie de conspiraciones, acusaciones, intrigas, calumnias, calificaciones, descalificaciones y otros. Que terminaría sentenciando y poniendo fin, en un tribunal militar, a una vida plena de realizaciones políticas y militares, en favor de la independencia suramericana y caribeña. El general Manuel Piar, siete meses después de haber ideado, planificado y conducido exitosamente la ocupación de los pueblos de misiones y la célebre batalla de San Félix, que aseguró la liberación de la Provincia de Guayana, fue sometido a un tribunal de guerra que lo condenó a ser pasado por las armas, en la ciudad de Angostura, el 16 de octubre de 1817.

Expulsión de los realistas de Angostura (17 y 18 de julio de 1817)

El sitio de Angostura fue, sin duda, una táctica cruel, pero la más efectiva al propósito trazado por el general Manuel Piar, en su brillante estrategia militar para liberar a Guayana del poder realista. La suspensión de suministros (alimentos, víveres) a la ciudad capital y a las guarniciones de Guayana La Vieja causó los estragos esperados. En un largo y conmovedor testimonio, el capitán realista Rafael Sevilla describe con crudeza los efectos provocados por esta acción: “A mediados de mayo el hambre se había hecho general, absoluta, insufrible. La última galleta que se comió en la plaza, la había comprado el brigadier Latorre en dos onzas de oro”.

La situación descrita fue solo el preludio de la tragedia vivida por los españoles realistas en Angostura. Este drama se transformaría en pesadilla los días subsiguientes, como lo confirma en su dramático relato el referido capitán: “Nuestras necesidades fueron creciendo… El bloqueo era ya completo por todas partes, y a medida que pasaban los días aumentaba el hambre de un modo espantoso. Si nos entregábamos nos mataban sin remedio y si nos sosteníamos en la plaza era preciso comernos unos a otros. En tan suprema angustia, el brigadier mandó reunir en el almacén militar todas las pocas provisiones que había en poder de los particulares, y a partir del 25 desde el general hasta el último soldado, desde el acaudalado comerciante hasta el más infeliz particular, todos fuimos reducidos a una ración igual”.

Una semana y media después, según narra Sevilla, los productos almacenados habían sido proporcionalmente distribuidos y consumidos por la población, entonces: “Matóse el caballo del brigadier, y al otro día el del contador Tomaseti; después los demás, los mulos y burros que había: todo esto no duró más que dos días. (…) No quedó en la plaza perro, ni gato, ni rata, que no nos comiéramos. Los cueros que había en los almacenes y en los tinglados los guisábamos como mondongo, y aunque salía una composición como cola, nos la tragábamos con ansia. Agotado ya todo, echamos manos de los cueros de pelo y de los que servían de forro a los baúles (…) y la mortandad que se declaró, fue horrorosa”.

La crítica falta de víveres e insumos que padecían los habitantes de Angostura, no difería de la que experimentaba la población realista sitiada en Guayana La Vieja. En razón de esas circunstancias, el 15 de julio de 1817, el brigadier Miguel de la Torre, convocó una junta de jefes, oficiales y los notables de la ciudad capital, ante quienes expresó: “Señores, Guayana ha hecho todo cuanto cabe dentro del poder humano por mantener en sus torres el pabellón español, a cuya sombra nació y fue feliz. No hay posibilidad de prolongar más una lucha con hombres que caen muertos de extenuación al lado de nuestros cañones. El problema que hay que resolver ahora es abandonar la plaza, sin caer en las garras del enemigo”.

La capital comenzó a ser evacuada los días 16 y 17 de julio de 1817; los días 20 y 21 de julio llegaron los emigrados realistas desde Angostura a las Fortalezas o Castillos de Guayana (Guayana La Vieja), su último refugio en Guayana. Desde Angostura, los realistas habían trasladado a Guayana la Vieja guarnición y unas 1.400 personas de ambos sexos, en 30 buques. Entre ellos se encontraban el ilustre obispo de la Diócesis de Guayana, José Ventura Cabello, y parte del Cabildo Eclesiástico. Al amparo de las guarniciones militares de San Francisco de Asís y Diego de Alcalá, esperarían los auxilios del general Pablo Morillo.

El 18 de julio, el general insurgente José Francisco Bermúdez hizo su entrada a la desolada ciudad.

Expulsión de los realistas de Guayana La Vieja (3 al 5 de agosto de 1817)

Bolívar mandó organizar una flotilla de curiaras (embarcaciones indígenas hechas de un tronco hueco) al mando del coronel Pedro Chipía para atacar el apostadero realista en isla Fajardo, donde se une el río Caroní con el Orinoco. En la madrugada del 24 de mayo, el capitán de navío Agustín Armario asaltaba por sorpresa el pequeño puerto y capturaba varias embarcaciones, dos cañones con municiones, piedras de chispa y fusiles. Se guarneció una tropa de infantería para defender la posición.

Bolívar mandó construir un pequeño fuerte en un extremo de la ensenada del Cabrián, río debajo de los Castillos de Guayana, para servir de base y refugio a la flota del almirante Brión. En el otro extremo se construyó una batería para mejorar la defensa. Río arriba se levanta un apostadero en La Vuelta del Torno a cargo del capitán de fragata Rafael Rodríguez y reuniendo allí todas las embarcaciones ocultas en los caños del Orinoco. Así quedó Angostura aislada de Apure. Esto era clave porque el continuo paso de navíos permitía traer carnes y armamentos.

Se habían construido muchas flecheras en San Miguel cuando se ordenó al capitán Rodríguez asaltar el apostadero de Borbón, río arriba de la villa y clave para las comunicaciones con Apure. Rodríguez estaba en La Vuelta del Torno con 21 naves tripuladas principalmente por indios tras tomar las bocas del Pao, del Uverito y otros puntos. El brigadier Miguel de la Torre, jefe militar de Angostura y Guayana la Vieja, decidió enviar una flotilla a las órdenes del alférez de fragata Pedro Echenique para tomar el apostadero.

El oficial que debía llevar las flecheras a Rodríguez tuvo que pasar furtivamente de noche frente a Angostura. Estas embarcaciones, provistas con numerosos remeros, alcanzaban velocidades que les permitían escapar de otras naves. Entretanto, la flotilla realista salía de Angostura hacia La Vuelta de Torno, pero su comandante, el alférez Echenique, se quedó haciendo trámites de última hora, pero esperando poder alcanzarla con una flechera, pero durante la noche se encontró con las flecheras insurgentes que lo capturaron y siguieron hasta encontrarse con Rodríguez, que estaba al acecho en un caño. Más tarde sorprendieron a la flotilla monárquica y la obligaron a huir hacia Angostura. Así, finalmente, el capitán Rodríguez pudo tomar el apostadero de Borbón y cortar la principal vía de comunicaciones entre Angostura y Apure el 4 de julio.

Por su parte, el capitán insurgente Francisco Rosendo Moreno debía pasar frente a los Castillos de Guayana para reunirse con el almirante Brión en el delta del Orinoco. Con diez flecheras y una lancha cañonera salió del Puerto de Las Tablas, río arriba de los Castillos, en la noche del 3 de julio. Al mismo tiempo, Bolívar, su Estado Mayor y una columna salieron para encontrarse con ellos después que pasaran los Castillos. Cinco flecheras pasaron sin problemas y siguieron hacia el delta, pero el resto de la escuadrilla fue detectada por un centinela y el disparo de un cañón dio la alarma. La guarnición realista les empezó a disparar mientras se enviaba a seis cañoneras a cargo del comandante Antonio Ambaredes. Mientras la cañonera Bolívar y la flechera Santa Bárbara lograron retirarse a Las Tablas, las otras cuatro naves huyeron al caño Boca Negra perseguidas por las cañoneras realistas. Afortunadamente para los insurgentes, anteriormente se había dispuesto que una tropa de infantería se ocultara en ese caño para dar refugio a la flotilla en caso de ser detectada.

Al amanecer del 4 de julio, las flecheras insurgentes habían huido hasta el caño Casacoima, río abajo de las Fortalezas. Fue entonces cuando llegó la columna de Bolívar, quien, al saber que la flotilla estaba siendo atacada, marchó apresuradamente a la orilla del río para ayudarla. Tenía 250 fusileros. Se decidió que su columna dispararía contra las cañoneras realistas, que ocupaban la desembocadura del caño, para permitir a las flecheras salir. Pero desconocían que río arriba una partida de infantería realista había desembarcado al mando del capitán Juan Cosmos con la intención de atacar por tierra a las naves insurgentes. Como la infantería insurgente estaba ocupada con las cañoneras, los realistas atacaron a los mandos insurgentes, que tuvieron que lanzarse al agua para salvarse de la muerte. Solo Torres y dos oficiales lograron tomar sus caballos y escapar por tierra. La mayoría nadaron hasta alcanzar un punto en la orilla que fuera seguro. El lugar escogido era una casita, donde el destacamento de soldados que los acompañaba pudo rechazar el intento de los realistas, que los siguieron por tierra, para asaltar la casa. Eso salvó a Bolívar y sus oficiales de la captura o la muerte. Los realistas no sabían quiénes eran los refugiados, por lo que no insistieron en sus ataques ni en su persecución. Las cuatro flecheras cayeron en manos realistas.

El capitán Díaz envió a su hermano, el teniente de fragata Fernando Díaz, a adelantarse con tres flecheras o fustas en el caño Macareo y explorar hasta llegar al río Orinoco; después debía volver y guiar al resto de la escuadrilla sutil. Al llegar al gran río el 7 de julio, cuando sus hombres estaban comiendo, el teniente Díaz se encontró con de 11 a 16 naves mayores mandadas por el capitán Ambaredes; eran las fuerzas sutiles de la flota de Guayana la Vieja que navegaban hacia el delta del Orinoco para enfrentarse a Brión. Los margariteños lucharon ferozmente, pero fueron masacrados, salvándose unos pocos que lograron huir en un esquife para advertir a la vanguardia insurgente. Dos o tres flecheras insurgentes fueron capturadas.

El capitán Díaz, al saber de la muerte de su hermano, decidió seguir con tres flecheras para vengarlo sin consultar con el almirante Brión. El 8 de julio se encontró con los victoriosos realistas en la Isla de Pagayos, donde se une el río Imataca con el Orinoco. Díaz atacó de inmediato y empezó a abordar las naves realistas, degollando a todo el que se encontraba. Así recuperó sus flecheras, capturó dos bajeles o fustas españolas y echó a pique a otras cinco, poniendo al resto de los realistas en fuga hacia Guayana la Vieja con sus tripulaciones aterrorizadas. Murieron en la lucha el jefe realista, su segundo y muchos de sus oficiales y soldados. Los realistas se salvaron porque Díaz no pudo perseguirlos; sus hombres y sus naves habían sufrido fuertes daños y se retiraron a Güiria para descansar y hacer reparaciones. Tuvo que seguir a Margarita por no encontrar medios para atender a los heridos.

Bolívar viajó a San Miguel cuando supo que el almirante Brión había entrado en el Orinoco, destacó un batallón en Piacoa para establecer comunicaciones con la flota, lo que se hizo cuando las naves llegaron a Punta Cabrián. En Casaicoma fue recibida alegremente por Bolívar y sus oficiales. Para darles a los barcos una base segura, Bolívar ordenó construir el fuerte Brión, obra dirigida por el capitán Pasioni con Arismendi mandando los batallones Barlovento y Cazadores de Honor.

Tan pronto supo el brigadier Latorre de la derrota en la batalla de Pagayos y la presencia de Brión en el Orinoco, entendió que era imposible mantener su posición en el río, una vez que las comunicaciones con las Antillas también estaban cortadas. Resolvió evacuar Angostura.

En consecuencia, forzado por aquellas infaustas noticias, el brigadier Miguel de La Torre decidió iniciar el desalojo de esta última plaza. La rendición realista ya no se podría prolongar por más tiempo. Los fugitivos sobrepasan la cifra de 4.000 personas, entre soldados, marinos y emigrados (hombres, mujeres y niños) de ambos sexos y edades. Los días 3 y 5 de agosto se protagonizaron fuertes combates en aguas del Orinoco, entre las fuerzas realistas e insurgentes, con resultados favorables para estos últimos. La flota mandada por el brigadier La Torre estaba integrada por 40 barcos, de los cuales 20 se encontraban armados con 108 cañones, distribuidos en una corbeta, 8 goletas, un bergantín, 6 cañoneros y 4 flecheras, entre otras embarcaciones menores de transporte.

La retirada de los realistas tocó fin el 8 de agosto en la isla de Granada.

Las pérdidas humanas han sido calculadas en 280 personas. Por su parte, la flota insurgente dirigida por el almirante Luis Brión estaba formada por 5 bergantines, 5 goletas y 5 flecheras. Esta reducida tropa fue hábilmente fortalecida con los fuertes construidos en Cabrián y los auxilios que se dispusieron con fuerza de tierra. Las pérdidas humanas ascendieron a 63 personas. Como consecuencia de la derrota realista, los republicanos se apoderaron de 14 buques mayores, 73 cañones grandes y pequeños, 160.000 pesos en plata y oro, fusiles, municiones; además hicieron 1.731 prisioneros. Así concluyó exitosamente la Campaña Libertadora de Guayana, conforme a la planificación, tácticas y estrategias ideadas por el general Manuel Piar.

Con la conquista de la Guayana, el control insurgente sobre el extenso territorio guayanés, sus recursos y, en particular, la navegación por el río Orinoco, fue total y absoluta. La etapa bélica en la región daba paso al establecimiento de instituciones políticas desde donde se comenzaron a dirigir las decisiones inherentes al restablecimiento de la república, la estructuración de un Gobierno Provisional y la continuidad de la guerra.

El 16 de septiembre, Bolívar comunicó a José Antonio Páez sobre el interés de los negociantes británicos en contratar con el gobierno fusiles, pólvora, plomo, vestuarios y toda especie de artículos de guerra, a cambio de producciones del país. Con la liberación y control insurgente sobre el territorio del Orinoco-Guayana, comenzó la etapa final de la Guerra por la Independencia. Hasta el año 1817, los insurgentes no habían logrado el control definitivo sobre ninguna región en Tierra Firme.

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2025-10-29. Última modificacion 2025-10-30.
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