¡Ayúdanos a mejorar el blog!
Si ves alguna palabra mal escrita, o frase que no tenga mucho sentido, es muy fácil hacérnoslo saber. Sólo tienes que seleccionar las palabras que te resulten sospechosas y pulsar las teclas CONTROL y ENTER. Se abrirá un formulario con el texto seleccionado, y con pulsar enviar recibiremos tu notificación.
También puedes abrir el formulario pulsando el siguiente botón
Antecedentes
La isla Margarita había sido tomada por el coronel Miguel Arismendi Marcano, al que Morillo había perdonado de la sentencia de muerte; furioso con las autoridades del ejército realista en América porque su esposa, Luisa Cáceres, seguía en prisión en pésimas condiciones de vida, decidió pasarse de nuevo al bando insurgente. Desembarcó el 14 de noviembre de 1815 en Margarita con 30 hombres, reuniendo rápidamente 1.500 armados, principalmente con machetes y azadones, pasando además a cuchillo a toda la guarnición española de Juan Griego, unos 200 hombres al mando del gobernador Joaquín Urreistieta el 16 de noviembre, apoderándose de la isla.
La isla se convirtió en un refugio de los insurgentes que huían de otras regiones, y en un centro de apoyo en las operaciones de la Guayana.
A mediados de 1817, el segundo de Morillo, el brigadier Miguel de la Torre, estaba siendo asediado en Angostura por Bolívar. Entendiendo que los rebeldes estaban ocupados en aquel frente y que debía cortar la ruta por donde ingresaban sus armas, Morillo decidió invadir Margarita. Después de que el general José de Canterac expulsara a Mariño de Cariaco el 10 de junio, Morillo empezó a concentrar una poderosa fuerza de 3.000 soldados y 22 buques para invadir la isla. La flota estaría al mando del almirante José María Chacón y Sánchez de Soto.
Después de que el general José de Canterac (1787-1835) expulsara a Mariño de Cariaco, el 10 de junio, Morillo empezó a concentrar una poderosa fuerza y 22 buques para invadir la isla.
El dispositivo militar realista en el segundo semestre del año 1817 fue el siguiente: en Güiria, al oriente, los batallones Reina Isabel y Clarines; en Cumaná el de Granada y uno provisional. En Barcelona y La Guaira el de Barbastro, y en Puerto Cabello se concentró para su reestructuración los restos del Cachirí que había huido de Guayana.
La expedición de 2.600 soldados al mando de Canterac, proveniente de España y con destino al Perú, fue retenida por Morillo, que, sabedor de la disminución de sus fuerzas europeas, ordenó a este jefe contribuir a la reconquista de Margarita.
Morillo subestimó a las fuerzas rebeldes que tenía que enfrentar y siguió creyendo que el profesionalismo de los expedicionarios españoles era suficiente para acabar de una vez por todas con la terquedad de los paisanos margariteños en armas. Para ello pudo contar con unas significativas fuerzas militares dispuestas a la invasión. Los jefes Morales, Aldama y Real al frente del RI Unión, el BI de Granada, el RD de la Unión y la caballería venezolana, llegaron a apoyar a las fuerzas recién llegadas de Canterac, conformadas por RI de Navarra (2), el BI-II de Burgos, un escuadrón de lanceros, uno de cazadores a caballo y una compañía de artillería. El total de las fuerzas realistas que intentó reconquistar la isla de Margarita fue de 3.500 soldados.
Zarparon el 14 de julio, iniciando el desembarque el 22 de julio en la punta de Mangle, aunque encontraron una fuerte resistencia del coronel José Joaquín Maneiro Meneses, JEM del general Francisco Esteban Gómez. Se dieron combates el 23 de julio en Porlamar y el 26 de julio en Pampatar, viéndose obligados los insurgentes a atrincherarse en La Asunción y especialmente Puerto Griego.

Batalla de Matasiete (31 de julio de 1817)
El 30 de julio, el jefe español decidió asaltar el cerro Matasiete con una cota de 660 metros, situado al Este de La Asunción y que dominaba la capital. El acceso al lugar era difícil. Además de los obstáculos naturales opuestos por los bosques de tunales, los insurgentes habían construido un reducto, zanjas, parapetos y fosos alrededor de la ciudad. Esperaba realizar un ataque frontal. Sus tropas ocuparon el cocal que se encuentra en las faldas del cerro y del río. La escuadra ejecutaba maniobras de distracción por las playas de Manzanillo (al norte), Constanza y Juan Griego, con el objetivo de distraer a las fuerzas insurgentes. Las fuerzas insurgentes obstaculizan la marcha de los realistas.
Las tropas de Aldama y de Canterac contaban ese día con 2.000 infantes y 600 caballos. A las 8:30 se dio comienzo a la sangrienta lucha. El combate fue recio en todos los sitios. En las lomas, en los bosques y en los cocales. La zona de combate no tenía límites, donde en todo momento se confundían atacantes y atacados. Un teatro de operaciones sin frente, donde la guerra de guerrillas surtió su verdadero efecto.
En lo más reñido del combate, el propio general de las tropas insurgentes, Francisco Esteban Gómez, sable en mano, recibió un balazo en el plomero que tenía en el sombrero, otro en la grupera de la silla y, por último, le mataron su caballo. Esto último le sucedió también tanto al JEM como al segundo jefe.
El combate fue sangriento y tenaz. Los insurgentes se batían con desesperación. Las baterías de la Carante y Libertad impedían que las tropas españolas lograran su objetivo. Cuando empezó a caer la tarde, Morillo creía en el triunfo; pero fue rechazado su paso al Portachuelo por el incesante cañoneo de la batería Libertad, dirigidos certeramente por su comandante Felipe Villalba.
Morillo informó al Rey: «El combate fue sangriento y tenaz; los rebeldes se batían desesperadamente siempre protegidos bajo sus baterías, haciendo fuego de cañón al mismo tiempo desde las de Caranta y Libertad, y estuvieron tan obstinados, que, a pesar de las repetidas pérdidas que sufrían en las cargas de sus caballerías, volvían a los ataques con tal furia que muchas veces estuvieron mezclados entre los cazadores».
A las 4 de la tarde, Morillo dispuso su retirada hacia Pampatar, la cual fue tan desastrosa como el combate del día; pues caída la noche, y sin baqueano del terreno, erraron al camino de Pampatar, siguiendo el que los conducía a la playa de Guacuco, encontrando que la laguna de Gasparico les cerraba el paso a Pampatar, teniendo que retroceder hasta el Apostadero, donde fueron alcanzados por la caballería insurgente, con la pérdida de mucha tropa realista. El resultado de esa acción fue que 1.000 hombres de infantería, alguna de caballería y las baterías de la Caranta (fortín) y de la Libertad derrotaron a los 2.000 veteranos del general Morillo. En la batalla de Matasiete no solo estuvieron defendiendo la isla los soldados, sino que también las mujeres cargaban los heridos en hamacas y hasta se les oía animar con su voz y su presencia a los invencibles luchadores.
Hubo hasta quienes creyeron ver una bella mujer en lo más encarnizado de la lucha y, cuando se creía que podía flaquear, los animaba corriendo de un lado y socorriendo a los heridos. Según la tradición, esa mujer no era otra que la Virgen del Valle, que desde entonces ganó el cognomento de la Virgen insurgente.
El parte del ejército Insular decía: «El resultado de esta larga acción fue que solo 300 hombres de infantería protegidos por una corta caballería y por la Caranta derrotaron completamente a los 3.000 valientes con que Morillo nos amenazaba con total exterminio; acción gloriosa para las armas de la República, para timbre de los margariteños y lección que puede servir de escarmiento a los tiranos. Nuestra pérdida fue de cinco oficiales muertos de caballería e infantería, y diez heridos de las dos mismas armas, incluyéndose también sesenta soldados fusileros, y veinte de caballería que rindieron sus vidas cubiertos de honor y gloria. La del enemigo no bajó de quinientos entre muertos, heridos y dispersos.»
Emulando a los espartanos en la batalla de las Termópilas, 300 margariteños detuvieron a los invasores; en ambas batallas no fueron 300, sino más de mil. Los margariteños pasaron a llamar a la región Nueva Esparta (Isla de Margarita, la Isla de Coche y la Isla de Cubagua) el 8 de octubre de 1863.

Batalla de Portachuelo del Maco (7 de agosto de 1817)
Ya con algunos días de descanso, y manteniendo siempre el objetivo propuesto, el día 6 de agosto se pusieron en marcha las tropas realistas. Esta vez fueron en dirección contraria a la anterior, pasando por Porlamar, San Antonio, y se dirigieron hasta San Juan Bautista con el fin de apoderarse luego del Puerto de Juan Griego, donde los insurgentes tenían la mayor parte de sus embarcaciones.
El día 7 de agosto, tomó el pueblo de San Juan Bautista, no sin antes apoderarse de la batería de Caraney, casi abandonada por los margariteños, los cuales se habían atrincherado entre La Asunción, Santa Ana y Juan Griego.
Morillo quiso forzar la entrada a El Maco; pero las tropas margariteñas le salieron a su encuentro en el Portachuelo del Maco, un paso entre dos colinas de 260 metros de altura. Se produjo una fuerte lucha que fue suspendida por un torrencial aguacero, impidiendo que la violenta lucha continuase.
Gaspar Marcano, testigo presencial en su Epopeya de Margarita dice: «Así de plomo rayos encendidos /el hierro vomitaba, cuando ardiente/ la gloria y el honor de dos partidos/ del estruendo mayor era pendiente;/ al fin, ni victoriosos ni vencidos,/ quedaron ambos, porque de repente/ treguas hizo el Todopoderoso/ por un largo aguacero muy copioso».
Batalla de Juan Griego (8 de agosto de 1817)
Ante ese obstáculo, Morillo se replegó a su izquierda para entrar a Juan Griego por Pedregales. Tras encarnizada lucha, se replegaron a Juan Griego. El indio Francisco Adrián, que quedó solo en Pedregales, se lanzó al mar desde la Puntilla y a nado atravesó la bahía burlando la cuadrilla española que bloqueaba el puerto, para ir a compartir la suerte que esperaba a sus compañeros de armas.
El 8 de agosto de 1817, apenas 200 insurgentes mandados por el coronel Fermín le opusieron heroica y tenaz resistencia a las fuerzas realistas, especialmente en el fuerte de Juan Griego, donde en la desesperación de la defensa no solo se emplearon armas de fuego, sino hasta enormes piedras. En medio de la reñida acción, inexplicablemente, se incendió el parque, lo que produjo una gran explosión. Los que no perecieron en la explosión del fuerte fueron degollados en la laguna que se encuentra al pie del fortín de la Galera, cuyas aguas se tiñeron de rojo y desde entonces recibió el nombre de Laguna de los Mártires.

El propio Morillo, al referirse a la defensa del Fuerte de Juan Griego, escribe: «Desde aquel momento presentó el ataque al Fuerte el aspecto más espantoso. Pasaban de 500 rebeldes de la canalla más atroz y desalmada de la isla, los que defendían, hombres feroces y crueles, famosos y nombrados entre los piratas de las flecheras, el terror de las costas de Venezuela, y facinerosos, que cada uno contaba muchos asesinatos y estaba acostumbrado a mirar la vida y la existencia con mayor desprecio. Estos malvados llenos de rabia y de orgullo, con su primera ventaja en la defensa, parecía cada uno de ellos un tigre, y se presentaban al fuego y las bayonetas con una animosidad de que no hay ejemplo en las mejores tropas del mundo (…) Estos llegaron al último extremo de la desesperación y apuraron todos los medios de defensa. No contentos con el fuego infernal que hacían, arrojaban piedras de gran tamaño, y como eran hombres membrudos y agigantados, se les veía arrojar una piedra enorme con la misma facilidad como si fuese una pequeña. Así tuvimos algunos muertos y heridos a pedradas (…) Nuestra caballería, que para el momento de ocupar el reducto ya estaba prevenida, recibió a los que salieron de él, en unas lagunas poco profundas, donde todos se arrojaron, y allí pereció a sablazos aquella banda de asesinos feroces que ni imploró la clemencia ni hubo que diera señales de timidez en medio de la carnicería que en ellos se hizo (…) De esta suerte se concluyó una acción tan sangrienta y empeñada, allí quedaron tendidos más de quinientos forajidos, que ni aun en el último momento quisieron rendirse».
Todo lo que había en Juan Griego fue saqueado por los españoles, quienes incendiaron el pueblo y destruyeron cuanto en él había. El pueblo de San Juan tuvo la misma suerte. Al propio tiempo que Morillo destruía Juan Griego, Francisco Campo derrotaba a 200 hombres que Morillo había hecho desembarcar en el Puerto del Tirano, para que obrasen sobre Paraguachi, obstaculizando así todo auxilio a Juan Griego. Morillo permaneció en ese puerto hasta el 10 de agosto, cuando partió para Pampatar. Antes de irse, mandó destruir la fortaleza y casas que había en este puerto, como también todos los animales y efectos que no pudo cargar y llevar consigo.
Reembarque de las fuerzas de Morillo
Morillo en Pampatar recibió noticias del general Latorre donde se le informaba desde Granada que se había visto obligado a abandonar la capital de Guayana y sus fortalezas. Esta ocurrencia, según opinión de Morillo, lo obliga a abandonar la isla de Margarita. El 17 de agosto de 1817, a las 9 de la mañana, Morillo, con las tropas bajo su mando, salió del puerto de Pampatar. Desde esa fecha quedaba la Isla Margarita totalmente libre de toda dominación. Las tropas realistas jamás volvieron a poner su planta en ella.
Un Morillo desalentado tuvo que evacuar la isla con más de 2.000 de sus soldados heridos, en su mayoría con los huesos rotos de las piernas. Según Level de Goda los margariteños adoptaron la estrategia siguiente: «Todo margariteño es labrador, marinero y cazador tan fino que donde fija el ojo en puntería pone la bala, y en una de las juntas de guerra que tuvieron en Margarita cuando Morillo se acercaba, reflexionaron que cuando un enemigo caía muerto en acción, sólo quedaba uno fuera de combate, sin ocuparse nadie del cadáver, y sin hacérsele caso durante la pelea, los soldados pasaban sobre de él, hasta que concluida la acción se recogía del campo los muertos para dárseles sepultura o quemarlos o se dejaban allí abandonados; pero cuando un enemigo era herido, quedaban tres fuera de combate, uno el herido, y dos que le cargaban para llevarlo al hospital o a retaguardia, y si el enemigo lo era en las piernas caía, y era mayor el trabajo y la fatiga para sacarle de las filas. Por estas reflexiones acordaron que solamente se tirase a matar oficiales, y se apuntase a todos los demás en las piernas, a herirlos de gravedad».
En Caracas los realistas trataron de disimular el desastre para evitar el desánimo de la población civil, pero el general Morillo en sus cartas oficiales dirigidas al Ministro de la Guerra en Madrid se sinceró sobre las consecuencias de esta desgraciada acción. Reconoció por primera vez que la guerra iba a ser larga y costosa, y que las posibilidades de ganarla dependían de los suministros que desde España podía recibir.
Las tropas margariteñas saldrían de la isla a luchar al lado de sus hermanos de Tierra Firme. Participaron en Apure con el comandante Antonio Díaz al lado de Páez; en Carabobo con su paisano el general en jefe Santiago Mariño, jefe del Estado Mayor General; en Ayacucho al lado del mariscal Antonio José de Sucre y en El Callao, último reducto de los españoles en América del Sur. José González, Francisco Guzmán, Juan Ortega, Juan Cosme y Rafael Alvarado.
En septiembre de 1817, llegaron a Angostura, a orillas del río Orinoco, los equipos de un taller tipográfico que estará a cargo del inglés Andrés Roderick y al servicio de los republicanos. Roderick inició en él la impresión del Correo del Orinoco. Cuando Roderick se marchó a Maracaibo en 1821, el Correo del Orinoco siguió siendo publicado por Tomás Brashaw, también impresor británico, quien después fue reemplazado por William Burrell Stewart.