Guerras de Independencia Hispano-Americanas Independencia de Perú Liberación de Lima y proclamación de independencia

Entrada de San Martín en Lima

Con la salida de las fuerzas mandadas por el virrey La Serna, la ciudad de Lima quedaba totalmente desamparada. El Virrey había dispuesto, el 2 de julio, que José de La Mar, con todos los de la Subinspección General, se trasladasen al Real Felipe para encargarse de su defensa. El mando político y militar de la ciudad quedaba en manos del criollo Pedro José de Zárate Navía y Bolaños, marqués de Montemira y del Valle de Oselle. Como único resguardo de Lima quedó una guarnición de 200 milicianos del regimiento de la Concordia. El mando le fue entregado a Montemira el 4 de julio. El día 5, el Virrey, por intermedio de la Junta de Pacificación, se dirigió por escrito a San Martín recomendándole la protección de la ciudad y de sus pobladores. La madrugada del 6 se inició la evacuación realista. Aquel mismo día, a las 11 de la mañana, hacía su ingreso a Lima Vidal y sus guerrilleros.


El día 7 de julio, una avanzada del ejército republicano se acercó como a media legua de las murallas de Lima, verificando su entrada en la ciudad los parlamentarios, con corneta y bandera blanca.

La ciudad de Lima, totalmente abandonada, con una minúscula custodia militar, alborotada por el caos y la indecisión, se vio sometida a una serie de fechorías llevadas a cabo por partidas de bandoleros, que asaltaron locales comerciales, entre ellos los de Manuel Godoy y Pedro Villacampa, cuyos establecimientos se encontraban situados en la calle Bodegones. Pero, como bien hace notar Vargas Ugarte, estos desmanes se habían desatado ya con anterioridad a la evacuación del ejército realista, lo que habla bien a las claras del desorden en el cual vivía la ciudad de Lima.

El domingo 8 de julio, se reunieron Montemira y las autoridades del Ayuntamiento para tomar una decisión sobre el ingreso del ejército libertador, punto que había planteado el parlamentario enviado por San Martín el día anterior. Acordaron enviar una comisión integrada por cuatro miembros para que le comunicaran a San Martín la decisión del cabildo y de Montemira en el sentido de estar de acuerdo con el ingreso del ejército libertador. La comisión salió en la tarde del mismo 8 y se entrevistó con San Martín en el cuartel general de la Legua. Quedaba así informado San Martín de la decisión de las autoridades limeñas, quedándole campo abierto para entrar en la capital.

San Martín, antes de recibir esa información, ya había iniciado los preparativos para el ingreso en Lima. Ordenó a Necochea que con la caballería se trasladase a Lurín. En cumplimiento de esta orden, la caballería capitaneada por Necochea entró en la ciudad de Lima por la Portada de Guía, aunque ya de noche (lo que no fue óbice para que un sector de la población detectase el movimiento), pero solo para atravesarla y salir por la Portada de Cocharcas rumbo a Lurín.

El 11 de julio, las avanzadas libertadoras se acercaban a escasa distancia de la ciudad de Lima. El jueves 12, según Basilio Hall, se produjo el ingreso de San Martín. Muy de mañana comenzó el ingreso de la tropa patriota. San Martín hizo su ingreso recién en horas de la noche, sin acompañamiento, tratando de impedir a como diera lugar los recibimientos pomposos.

Después de las siete de la noche, San Martín traspasaba el portachuelo de San Jacinto (esquina de los actuales jirones Chota y Quilca), dirigiéndose a la casa particular del marqués de Montemira, ubicada en la esquina de las calles Zárate y Trapitos. Refiriéndose a este día, Basilio Hall dice: “Este día es memorable en los anales del Perú a causa de la entrada del general San Martín en esta capital”. Casi todos los autores coinciden en señalar el día 12 como fecha de entrada de San Martín, aunque el bien documentado Vargas Ugarte señala que fue el 13.

Entrada del general San Martín en Lima a las 7 de la tarde del 12 de julio de 1821. Autor José Alcántara de la Torre.

En casa del Marqués de Montemira, San Martín recibió un grandioso recibimiento. Después de la entrevista que tuvieron estos personajes, en la que San Martín dejó señalado que sus pasos a seguir tendrían siempre como norte las decisiones del propio pueblo, San Martín se retiró a su cuartel de La Legua. Al día siguiente, viernes 13, después de haber dispuesto el estrechamiento del asedio de los castillos del Real Felipe del Callao, se trasladó a Lima y esta vez se estableció en el Palacio de Gobierno a invitación del cabildo. En la tarde recibió a los miembros de la Junta de Pacificación, los cuales no cejaban en sus negociaciones de paz.

El mismo 13 de julio, San Martín nombró como Segundo Comandante General de Armas de Lima al coronel José Manuel Borgoño, para que actuase conjuntamente con el marqués de Montemira.

El 13 de julio, San Martín se quedó por vez primera a dormir en el palacio de los exvirreyes del Perú. Al día siguiente le esperaba un día muy agitado y de gran trascendencia.

Declaración de Independencia

En las primeras horas del sábado 14, un poco antes de las nueve de la mañana, llegó a Palacio el arzobispo Bartolomé María de Las Heras, manteniendo con San Martín una entrevista muy amigable, aunque muy breve. Habiéndose retirado ya el arzobispo, San Martín, en esa misma mañana, se dedicó a redactar un oficio dirigido al cabildo limeño, documento de vital importancia porque ponía la suerte toda de la expedición en la decisión del Ayuntamiento; aunque, lo conversado con anterioridad, sabía cuál sería la decisión.

En las primeras horas del sábado 14, un poco antes de las nueve de la mañana, llegó a Palacio el arzobispo Bartolomé María de Las Heras, manteniendo con San Martín una entrevista muy amigable, aunque muy breve. Habiéndose retirado ya el arzobispo, San Martín, en esa misma mañana, se dedicó a redactar un oficio dirigido al cabildo limeño, documento de vital importancia porque ponía la suerte toda de la expedición en la decisión del Ayuntamiento; aunque, por lo conversado con anterioridad, sabía cuál sería la decisión.

San Martín, que no quería emplear la violencia, teniendo en consideración que utilizando medios pacíficos de las entrevistas con connotados personajes y con la decisión, a última hora, de la élite criolla limeña había conseguido que se aceptase la independencia, le respondió tajantemente a Cochrane que no era conveniente dicho plan. Y más bien le ordenó que desembarcara las 20.000 fanegadas de trigo que se encontraban en las bodegas del navío San Martín, con lo cual se lograría aliviar totalmente las necesidades de la población limeña. Pero, por desgracia, este navío encallaría en Chorrillos, donde iba a realizarse el desembarque, rompiéndose su casco y yéndose la nave a pique y con ella todo el trigo el 16 de julio.

En la tarde del mismo 14 de julio, San Martín recibió respuesta del Cabildo al oficio que le había remitido en horas de la mañana. El Ayuntamiento limeño estaba presidido por Isidro de Cortázar y Abarca, conde de San Isidro. Al recibir el oficio de San Martín, el conde de San Isidro reunió de inmediato a sus regidores, acordando ellos que al día siguiente debería realizarse un cabildo abierto, el cual decidiría la respuesta que se daría a San Martín.

La tarde y la noche del 14 de julio transcurrieron en Lima con el alboroto natural del ambiente de inquietud e impaciencia por la importante decisión que debería tomarse al día siguiente. Los mensajeros del ayuntamiento se movilizaban llevando las invitaciones suscritas por el conde de San Isidro a los principales vecinos de la ciudad, citándolos a cabildo abierto para las once de la mañana del día 15.

El tan esperado 15 de julio llegó. Los vecinos notables de Lima comenzaron a llegar al cabildo y muy pronto la sala de sesiones estaba totalmente copada. Abierta la sesión, se comenzó a leer el oficio que San Martín había remitido al cabildo. Terminada la lectura, los asistentes fueron invitados a manifestar sus opiniones. Solicitó el uso de la palabra José de Arriz, destacado abogado y catedrático de la Universidad de San Marcos, quien en un breve y vibrante discurso expresó el sentir general de todos los asistentes y de los limeños y peruanos en general. En pocas palabras expresó que la voluntad de Lima estaba por la independencia y que por ello no había nada que deliberar, que era necesario no dilatar más el tiempo de la declaración de la independencia.

No hubo necesidad de deliberación, pasándose de inmediato a la tarea de redactar el acta de la declaración de la independencia. Fueron encargados para su redacción el mismo Arriz y Manuel Pérez de Tudela. Concluida su redacción, la sesión fue reabierta dándose de inmediato lectura a la misma. Concluida la lectura, comenzó la suscripción de la misma. Como los firmantes eran numerosos, el acta fue dejada en la secretaría durante varios días para que la suscribiesen todas las personas que deseasen. El mismo 15, llegaron a suscribirlo 340 personas. El número total de los que la suscribieron llegó a 3.145 personas. El Ayuntamiento de inmediato hizo un traslado del acta a San Martín, enviándosela con un oficio. Una vez recibida por San Martín, este envió de inmediato una nota de respuesta y agradecimiento al Ayuntamiento.

La actitud de la populosa limeña fue que desde temprano el pueblo se había trasladado a las inmediaciones del Cabildo y allí vieron ingresar, entre aplausos y vítores, a los connotados personajes que habían sido invitados al cabildo abierto y que, en su representación, iban a decidir la suerte del Perú al manifestarse por la independencia. Cuando fueron informados de la decisión del Ayuntamiento, el entusiasmo se acrecentó y se llegó a derribar el busto del monarca, así como también las armas reales que decoraban la fachada del cabildo y demás oficinas públicas, sustituyéndolas por letreros que decían: «Lima Independiente». Fue arrancada asimismo una placa recordatoria de la Constitución de 1812. En fin, todos los signos que recordaban la etapa monárquica fueron violentados.

Aquel mismo agitado y transcendental 15 de julio, San Martín tomaba medidas drásticas tendientes a castigar los desórdenes que continuaban produciéndose en la capital. Establecía, por decreto, la pena de muerte para “Todo individuo que se encontrase robando el valor de dos pesos para arriba.” Establecía una junta militar constituida por cinco vocales y dos defensores para juzgar sumariamente a los delincuentes.

El problema de la presencia de miembros del ejército realista en la ciudad de Lima fue también tratado por San Martín ese mismo día 15. Al respecto decretó que: «Todo militar del ejército español deberá presentarse al señor marqués de Montemira en el término de cuarenta y ocho horas de publicado este bando, quien, tomando un conocimiento de sus graduaciones, profesiones y lugares en que habitan, me pasará este conocimiento. El infractor será reducido a prisión».

El martes 17 de julio, el almirante Thomas Cochrane entró en la ciudad de Lima sobre las 5 de la tarde, a invitación del cabildo de Lima y después de haber desembarcado en Chorrillos. En el Palacio se le hizo un gran recibimiento. Asistieron las más connotadas personalidades de la ciudad, aunque hubo un gran ausente: nada menos que San Martín. Este se había retirado a su cuartel general de La Legua. En realidad, el gesto era un verdadero desaire al jefe de la escuadra. Así lo tomó el propio Cochrane, quien advirtió el hecho en sus Memorias.

Ese mismo día 17, San Martín dispuso la extirpación de todo símbolo que recordase la etapa de dominación española.

El 18 de julio, San Martín remitió al Cabildo el diseño de la bandera que sería utilizada el día de la proclamación de la independencia. Como el Cabildo estaba encargado de todos los preparativos para este acontecimiento, recibió con beneplácito esta nueva tarea, y de inmediato pensaron no solo en su elaboración, sino en la persona que tendría el altísimo honor de portarlo en la citada fecha. Este honor recayó en José Matías Vásquez de Acuña, conde de la Vega del Ren, personaje que en tiempos atrás había sido el portador del pendón real.

Ese mismo día, San Martín volvió a desechar un nuevo plan militar de Cochrane. Este le aconsejó enviar parte del ejército en persecución de La Serna, para batirlo aprovechando las dificultades que le habían puesto las guerrillas en su marcha hacia la sierra. San Martín se negó a llevar a cabo este plan.

El 22 de julio, San Martín rubricó el bando que fijaba oficialmente como fecha de proclamación de la independencia del Perú, sería el sábado 28 de julio. El bando fue comunicado al vecindario limeño aquel mismo domingo 22, desde la Plaza Mayor, en la forma tradicional usada para la lectura pública de los bandos.

Al día siguiente, 23 de julio, San Martín hizo la invitación al Arzobispo, en el sentido de que dispusiera todo lo necesario para la celebración de una misa solemne de acción de gracias y Te Deum, a realizarse el domingo 29, así como también el escoger a un sacerdote para que pronunciara un discurso en dicho acto. El arzobispo escogió para esta misión al franciscano Jorge Bastante.

San Martín también ofició invitaciones a las corporaciones tanto civiles como religiosas y al cabildo eclesiástico metropolitano.

El 24 de julio, la escuadra libertadora llevó a cabo, en El Callao, un nuevo audaz plan, concebido por Cochrane, logrando apoderarse de tres navíos (San Fernando, Milagros y Resolución) e incendiar dos más.

El día 27 el Ayuntamiento cursó una invitación especial, para el gran acontecimiento que sería la proclamación de la independencia, al jefe de la escuadra libertadora, el almirante Cochrane.

El 28 de julio, los pobladores de Lima desde muy temprano se fueron ubicando en la Plaza de Armas, lugar escogido para el solemne acto. En dicha plaza se encontraba instalado un tabladillo, que, al igual que el levantado en otras tres plazas públicas donde se repetiría la proclamación, había sido construido por el maestro de obras Jacinto Ortiz, por orden expresa del Ayuntamiento. A eso de las diez de la mañana San Martín y su comitiva salieron de Palacio. La comitiva no se dirigió directamente al tabladillo, sino que dio una vuelta completa a la plaza, desplazándose por delante del edificio del Ayuntamiento para luego seguir por Escribanos y Botoneros, la fachada de la Catedral y enseguida dirigirse hacia la parte central de la plaza, al lugar donde se levantaba el tabladillo. El bullicio, según los relatos de la época, era enorme, pero cuando la comitiva llegó al tabladillo se produjo un emotivo silencio, en espera de las palabras con las que se sellaría la independencia del Perú. San Martín, tomando el estandarte de la patria, dirigió a la multitud las siguientes palabras:

«El Perú es desde este momento libre e independiente por la voluntad general de los pueblos y por la justicia de su causa que Dios defiende». Y batiendo el pendón bicolor repitió muchas veces: «¡Viva la patria! ¡Viva la libertad! ¡Viva la independencia!».

Proclamación de la independencia del Perú por el general San Martín el 28 de julio de 1821 en la la Plaza Mayor de Lima a las 10 de la mañana. Autor Juan Lepani.
Proclamación de la independencia del Perú por el general San Martín el 28 de julio de 1821 en la la Plaza Mayor de Lima a las 10 de la mañana (1).

Concluido el acto de la proclamación en la Plaza Mayor, San Martín y la comitiva se dirigieron a las otras plazas públicas programadas para repetirse el mismo acto. Estas plazas fueron las siguientes: La Merced, Santa Ana y la Inquisición.

Proclamación de la independencia del Perú por el general San Martín el 28 de julio de 1821, en la la Plaza Mayor de Lima (2) a las 10 de la mañana.

Habiendo concluido el ceremonial de la proclamación en la Plaza de la Inquisición, la comitiva se dirigió hacia Palacio. Allí esperaba, en una de sus galerías, el almirante Cochrane, que no creyó oportuno participar en el solemne acto que se había llevado a cabo.

El 29 de julio al mediodía, San Martín, con la misma comitiva del día anterior, se dirigió a la Catedral, donde se realizaría una misa de acción de gracias y un Tedeum, a cargo del arzobispo Bartolomé de Las Heras. Ese mismo día, juraron la independencia el Ayuntamiento, el cabildo metropolitano y las comunidades de La Merced y de San Francisco.

El día 30 de julio, lo hicieron, debido a que algunos miembros pertenecían a algunas de las instituciones que juraron el día anterior: la Universidad de San Marcos, el Colegio de Abogados, los párrocos y capellanes. A partir del día 13 de agosto lo hicieron también todos los vecinos de los cuarenta y un barrios de los cuatro cuarteles de la ciudad, citados por los comisarios de los barrios y en los domicilios de estos. Posteriormente, lo llevaron a cabo los comprendidos en la capitulación del Callao y los pueblos de los departamentos Libres, ante sus respectivos párrocos.

El 29 de julio por la noche, San Martín dio un baile en Palacio de Gobierno, al cual concurrió lo más selecto de la sociedad limeña.

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2025-11-06. Última modificacion 2025-11-06.
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