Guerras de Independencia Hispano-Americanas Independencia de Perú Protectorado de San Martín en el Perú

Gobierno de San Martín

Tras la proclamación de la Independencia el 28 de julio de 1821, José de San Martín se proclamó Protector del Perú. Al asumir dicho cargo, asumía también el mandato político y militar del país.

Formó su ministerio con los ministros Hipólito Unanue, de Hacienda, Juan García del Río, de Relaciones Exteriores, y Bernardo de Monteagudo, de Guerra y Marina. En octubre dictó un Estatuto Provisorio de Gobierno, en el cual se establecía la división territorial, la libertad de vientres (liberación de los hijos de esclavas), y la liberación de los indígenas de los tributos específicos.

Fundó la Sociedad Patriótica, formada por 40 ciudadanos peruanos, a quienes consideró los más ilustrados entre los decididos por la causa independentista. Esta se enfrascó en discusiones sobre la forma más conveniente de gobernar, entre la monarquía constitucional que apoyaba San Martín y defendían los ministros Unanue y Monteagudo, y la república, que defendían Manuel Pérez de Tudela y Mariano José de Arce. En apoyo a sus ideas monárquicas, envió a García del Río y James Paroissien a Europa, a conseguir un príncipe de la Casa de Sajonia-Coburgo y Gotha, para que reinara en el Perú. También debieron contratar un empréstito para continuar la campaña militar.

Estableció la libertad de comercio y la libertad de imprenta, pero no permitió otro culto religioso que el católico. Expulsó a miles de españoles contrarios a la independencia y confiscó sus bienes.

Desde Ancón, y luego desde Lima, San Martín envió una serie de campañas para incorporar al Protectorado al resto del Perú, pero algunos triunfos parciales no pudieron evitar que el virrey La Serna se hiciera fuerte en la sierra y fijara su capital en Cuzco; el Protector no tenía fuerzas para enfrentarlo con probabilidades ciertas de triunfar.​

Durante su Protectorado recibió una carta del general Antonio José de Sucre, lugarteniente de Simón Bolívar, para la campaña en el territorio de la provincia de Quito (actual Ecuador), en la que reclamaba la incorporación a la misma del batallón Numancia. A poco de desembarcar San Martín en territorio peruano, se había pasado a sus filas. San Martín se negó a perder la excelente unidad, y en su lugar envió una división auxiliar al mando de Andrés de Santa Cruz, formada en su mayoría por tropas recién reclutadas de las ciudades del norte del Perú, que participarían en las batallas de Riobamba y Pichincha.

Entre el 26 y 27 de julio de 1822, se efectuó la Entrevista de Guayaquil, donde se reunió con Bolívar, con el objetivo de aclarar el futuro de Guayaquil, la discusión de una posible Federación de las Américas y el tema más importante, aclarar el futuro del Perú; San Martín llegó a plantear a Bolívar su proyecto de una monarquía peruana; sin embargo, Bolívar se opuso rotundamente. Tras esta conversación privada, cuyo contenido solo se puede conjeturar, cedió a Bolívar la iniciativa y conclusión de la campaña libertadora. A su regreso al Perú, se enteró de que su protectorado había sido disuelto por un congreso constituyente que proclamó la República Peruana en 1822; poco después decidió retirarse de todos los cargos y volver a su país.

Su gobierno había durado desde el 3 de agosto de 1821 hasta el 20 de septiembre de 1822.

Administración política

El protectorado duró un año, un mes y 17 días y tuvo las siguientes realizaciones político-administrativas:

  • Comienzo de un régimen administrativo autónomo después de tres siglos de dominio virreinal.
  • Posibilidad de que el pueblo elija el sistema que más conviniera a los intereses nacionales.
  • Los símbolos de la patria: la primera bandera y el himno nacional.
  • La moneda nacional, signo fiduciario de libre poder económico.
  • Reglamento básico de su sistema comercial para iniciar relaciones económicas con otros países del mundo.
  • La adquisición de los primeros buques de guerra para su escuadra nacional, a fin de defender la soberanía adquirida, la que fue puesta al mando del vicealmirante Martín Guise.
  • La organización básica de su fuerza militar, para resguardar la seguridad interna y externa.
  • La determinación de su propia ejecutoria educacional con la fundación de la primera Escuela Normal, así como las primeras escuelas públicas del Perú libre.
  • El primer intento de rescatar, valorar y difundir la cultura nacional mediante la creación de la Biblioteca Nacional.

Creación de la Legión Peruana de la Guardia

Fue creada el 18 de agosto de 1821 por un decreto protectoral del general José de San Martín, después de proclamar la independencia del Perú, con el fin de que sea un cuerpo orgánico que patentice la organización del Ejército Peruano y para que con su ejemplo de valor y disciplina en las campañas sirviera de modelo a las demás unidades del Ejército Peruano.

Los primeros integrantes de la Legión Peruana de la Guardia fueron los peruanos independentistas que decidieron luchar por la causa libertaria del Perú.

La creación de la Legión Peruana de la Guardia se hizo siguiendo las normas de la época. Legión era un cuerpo del ejército que estaba compuesto por unidades de combate de las tres armas empleadas en aquella época por el ejército terrestre de línea: Infantería, Caballería y Artillería Ligera y la organización de la Legión Peruana de la Guardia se llevaron a cabo considerando en su composición unidades de cada una de estas tres armas.

Estaría al mando del marqués de Torre Tagle, José Bernardo de Tagle, inspector general de todas las guardias cívicas, y estaría compuesta por:

  • Un BI formado por seis compañías (una de granaderos, una de cazadores y cuatro de fusileros) estaría al mando del coronel William Miller.
  • Dos EHs del Perú al mando del sargento mayor Eugenio Necochea.
  • Una batería de artillería volante al mando del capitán José Álvarez de Arenales.

En 1822, el BI se convirtió en un RI compuesto del BI-I y BI-II de la Legión.

Fundación de la Legión Peruana de la Guardia en agosto de 1821. Autor Juan Adrián Reyes Terren.
Uniformes de la Legión Peruana de la Guardia. De izquierda a derecha: oficial de infantería, granadero, infante de línea, cazador, y húsar.

Proyecto de monarquía peruana

En 1821, San Martín, tras establecer el Protectorado, expuso su proyecto de mantener el Perú como una monarquía independiente, que era el sistema de gobierno de mayor prestigio en esos momentos en Europa, y el que se impuso en el Virreinato de Nueva España con la independencia del Primer Imperio mexicano.

Bernardo de Monteagudo, mano derecha de San Martín, era un hombre que tenía planteamientos monárquicos, y temía que los peruanos, sin instituciones sólidas, podrían derivar en conflictos con un modelo republicano, y para evitar un estado de desorden y anarquía, pensó que lo mejor era ofrecer una monarquía constitucional. Es por eso que se reconoció todos los títulos y derechos de toda la nobleza colonial, cambiando el nombre de los «Títulos nobiliarios de España» a «Títulos nobiliarios del Perú».

Asimismo, creó la «Orden del Sol», una condecoración militar de corte monárquico que era hereditaria; fundó la «Sociedad Patriótica de Lima» que tenía el objetivo de difundir un sentimiento monárquico a la población peruana, a través de su diario «El Sol del Perú», y envió una comisión diplomática a Europa, con el fin de contactar con las principales casas reales y encontrar al futuro rey del Perú. Entre los candidatos que se tomaron en cuenta para asumir el cargo de rey del Perú, estaban Leopoldo I de Bélgica; el duque de Sussex, Augusto Federico de Hannover; Leopoldo de Borbón y María Clementina de Austria.

Para tal fin, San Martín envió a fines del mismo año una misión diplomática encabezada por su ministro Juan García del Río para convencer a Leopoldo de Sajonia-Coburgo de que inaugurase la monarquía en Perú. Sin embargo, cuando se iniciaban las gestiones en Europa, San Martín decidió renunciar al gobierno en Lima y el Primer Congreso Constituyente instauró un régimen republicano, por lo que Juan García del Río fue desautorizado inmediatamente y el anhelo de un Perú monárquico con el que soñaba la aristocracia limeña pasó en definitiva al olvido.

Operaciones militares

Campaña de Canterac sobre el Callao

El 12 de julio de 1821, tras la retirada del virrey José de la Serna y su ejército a la sierra, el ejército libertador al mando de San Martín ocupó Lima. Al día siguiente se inició el cerco terrestre a la plaza del Callao, lo que, unido al bloqueo marítimo previamente efectuado por la flota chilena-argentina al mando del almirante Thomas Cochrane y el vicealmirante Hippolyte Bouchard, vino a completar el sitio.

El virrey había dejado para la defensa de los castillos una guarnición de 2.000 hombres compuesta de soldados regulares y milicias urbanas al mando del gobernador y jefe de la plaza, el mariscal José de La Mar, quien el 13 de julio recibió una comunicación del general San Martín en la que le intimaba entregar la plaza, la que rechazó con las formalidades del caso, iniciándose de esta manera las acciones militares.

Durante el asedio fueron frecuentes los tiroteos entre la guarnición y los buques y avanzadas independentistas que hostigaban a los defensores. El 24 de julio se recibieron en la plaza, por un parlamentario, las proclamas de independencia del general San Martín, las que buscaban ganar a la causa independentista a la guarnición realista. Ante lo infructuoso de esta iniciativa, esa misma noche los buques de Cochrane atacaron el puerto, logrando incendiar dos naves menores y llevarse tres a remolque.

Los combates continuaron y el 4 de agosto empezaron los sitiadores a bombardear los castillos con obuses, repitiendo esta operación todas las noches hasta el día 14 con la finalidad de mantener a los soldados realistas fatigados y desmoralizados. Ese mismo día el general argentino Juan Gregorio de Las Heras dirigió un atrevido ataque por tierra a la plaza. El plan consistía en que 150 jinetes y 1.000 infantes partieran a la carrera desde su cuartel en Bellavista y ganaran las puertas de la fortaleza antes de que estas pudieran ser levantadas. El plan no dio el resultado esperado, pues los vigías realistas avistaron a la fuerza en movimiento y, tras dar la alarma, rechazaron a la infantería atacante. Sin embargo, la caballería independentista logró dispersarse por la población sableando y capturando a los soldados que no habían logrado entrar a la fortaleza. En esta acción los republicanos tuvieron 27 bajas, mientras que los realistas 41, siendo herido y tomado prisionero el coronel Mariano Ricafort.

Mientras que en Lima, San Martín se dedicaba a fundar el nuevo estado peruano, el virrey La Serna, aprovechando la retirada de Álvarez de Arenales de la sierra central, empezó a recuperar posiciones. Reforzó sus posiciones en Jauja y Huancayo, puntos desde donde planeó hostigar a Lima, pero esta operación no era fácil, por la resistencia que oponían los peruanos andinos. Como en los castillos de El Callao permanecía una guarnición española apostada con gran cantidad de armamentos, el virrey planeó hacer una incursión allí. La temeraria expedición española se preparó en Jauja, seleccionándose a 2.500 infantes y 900 de caballería, al frente de los cuales fue puesto el general José de Canterac.

Canterac partió de Jauja el 25 de agosto de 1821, rumbo al valle del Rímac (Lima y Callao). En el trayecto sufrió el ataque de los montoneros peruanos, que le ocasionaron numerosas bajas. Impresionado por este ataque, Canterac dividió sus fuerzas en dos columnas, una bajo su mando, que marchó por la ruta de San Mateo, y otra bajo el mando de Lóriga, que siguió la ruta de Lurín. Ambos se encontraron en Cieneguilla, unos km al sur de Lima. Los realistas se encontraban en condiciones desastrosas, tanto física como moralmente. En esas condiciones habría sido posible que los independentistas los acorralaran y exterminaran. No obstante, San Martín, que desde su emplazamiento estaba al tanto de los movimientos de los realistas, no quiso atacarlos.

Los realistas empezaron el 8 de septiembre a desplazarse de Cieneguilla con dirección al Callao, dispuestos en tres unidades, mandadas por Valdés, Monet y Carratalá, mientras que Canterac iba al frente de la caballería. Los 7.000 soldados de línea del Ejército Libertador y los más de 3.000 montoneros peruanos, que contemplaban atónitos tal avance, ardían por entrar a combate, pero San Martín, pese a los ruegos de su JEM, general Juan Gregorio de Las Heras, se negó a dar la orden de ataque.

Hasta el mismo almirante Cochrane visitó a San Martín y le pidió que le pusiera al mando de 2.000 soldados, con los que prometió aniquilar a todas las fuerzas realistas. Pero San Martín se volvió a negar, siendo recriminado por Cochrane; fue en ese momento en que se produjo la ruptura entre ambos. Se afirma que la actitud de San Martín, de no querer atacar a los realistas, se debía a la esperanza que depositaba en que estos aceptarían las ofertas que les había planteado en la conferencia de Punchauca para llegar a un acuerdo de paz; de ser cierto ello, se equivocaba rotundamente.

Fue así que, en una maniobra sorprendente, y sin que las tropas independentistas los obstaculizaran, los realistas de Canterac llegaron hasta El Callao y se encontraron con las fuerzas del general José de La Mar, que custodiaba la fortaleza del Real Felipe el 10 de septiembre de 1821. Después de hacerles conocer las nuevas órdenes del virrey La Serna, y de entregarles avituallamiento militar, Canterac regresó a la sierra el 16 de septiembre.

El alto mando del ejército libertador reaccionó tarde, cuando Canterac ya se hallaba rumbo a la sierra. Se dispuso que las tropas al mando del coronel William Miller (que era nacido en Inglaterra e incorporado a las filas independentistas desde 1817, en Buenos Aires) le siguieran, produciéndose escaramuzas entre la vanguardia del ejército independentista y la retaguardia del ejército realista. Como consecuencia de estos enfrentamientos armados, se produjeron bajas considerables en el ejército de Canterac, principalmente por desbandadas y por la acción de los montoneros peruanos. Canterac se reunió con La Serna en Jauja, el 1 de octubre de 1821, 35 días después de que iniciara la osada expedición al Callao.

Las consecuencias fueron la retirada de Cochrane y la conjura de oficiales.

Cuando Canterac abandonó los castillos, la guarnición del Callao quedó aislada y sin provisiones. San Martín pudo tomarla por la fuerza, pero antes de ordenar el ataque militar, ofreció al general José de la Mar una rendición honrosa, que el jefe realista aceptó. El 19 de setiembre de 1821, a las 20:30 horas, se firmó la capitulación. San Martín firmó la capitulación desde su centro de operaciones en la chacra de Baquíjano, lugar ubicado en el camino colonial al Callao.

La guarnición de la plaza salió con los honores y dejaron sus armas y correajes. Un escaso número prefirió seguir en el ejército real; la mayoría regresó a sus hogares.

El general La Mar renunció al ejército realista y se pasó a las filas independentistas. Años después fue elegido presidente constitucional entre 1827 y 1829.

Retirada del almirante Cochrane

El almirante Cochrane se retiró a sus navíos, muy molesto por la actitud de San Martín de desaprovechar una magnífica oportunidad para infligir un duro golpe a los realistas. El marino británico fue enfático en considerar a San Martín como de un intelecto militar inferior al suyo y que el Protectorado que estaba ejerciendo carecía de decisión y se mostraba dubitativo.

Como a los marinos de su escuadra no se les había pagado desde la salida de Chile, pese a los reiterados pedidos, Cochrane confiscó el tesoro público que guardaba en la goleta Sacramento anclada en el Puerto de Ancón, con el cual hizo el pago de los sueldos y los premios de sus hombres para evitar un motín, pero haciendo las cuentas claras y devolviendo a la Casa de Moneda los saldos que quedaban. No obstante, San Martín se enojó y ordenó a Cochrane que volviera a Valparaíso. El marino expresó que no le debía obediencia y enfiló su escuadra hacia el norte, para perseguir al resto de la flota española.

Con la retirada de Cochrane, San Martín nombró al capitán Martín Guise contralmirante para organizar la recientemente creada armada peruana el 8 de octubre de 1821. Esta heredó el establecimiento terrestre y portuario del departamento marítimo de El Callao, adoptando las ordenanzas navales españolas, excepto las normas de disciplina, que fueron las británicas. La primera nave en izar el pabellón peruano fue la goleta Sacramento, capturada a los españoles por los hermanos Cárcamo y rebautizada Castelli, posteriormente, se incorporaron otras naves rendidas en los puertos de El Callao y Guayaquil que habían servido a órdenes del rey de España en la Armada del Mar del Sur.

Cochrane retornó a El Callao, en donde tuvo algunas fricciones. Finalmente, zarpó el 10 de mayo de 1822, para no volver más al Perú, considerando que su contribución a la causa independentista no era ni apreciada ni valorada.

Conjura de oficiales

Cuando oficiales generales del ejército libertador vieron retirarse a la expedición de Canterac hacia la sierra, luego de su espectacular avance a El Callao, fueron presas de la más exacerbada indignación.

No podían entender la razón por la que San Martín se había negado a dar la orden de ataque, perdiéndose varias oportunidades de batir a las fuerzas realistas en el largo trayecto de Cieneguilla a El Callao. Según ellos, se había desperdiciado una magnífica oportunidad de acelerar el fin de la guerra de la independencia. Al no hallar una explicación de carácter estratégico, surgieron diversas hipótesis sobre problemas personales que aquejaban al Protector. Una de ellas decía que su adicción al uso del opio para combatir sus dolores estomacales (que se le presentaron de manera aguda a partir de la batalla de Chacabuco) había minado su voluntad y firmeza.

Sea como fuera, casi todos los oficiales concordaron en que era preciso deshacerse de San Martín, si se deseaba rectificar la estrategia militar que debía conducir al triunfo. Surgió así una conjura para deponerlo, apresarlo y deportarlo. Las reuniones de los conjurados se realizaron en las oficinas del estado mayor, en los primeros días de octubre de 1821.

Tácitamente, apoyaban la conjura el comandante del ejército, general Juan Gregorio de Las Heras, y el JEM Rudecindo Alvarado. Cuando ya estaba a punto de darse el golpe, los conjurados cometieron el error de poner al tanto del plan al coronel venezolano Tomás Heres, comandante del batallón de voltígeros (ex Numancia), creyendo que se les uniría. Pero Heres corrió presuroso a informar de la conjura a San Martín, quien se limitó a confrontar al denunciante con los oficiales acusados.

Estos negaron rotundamente la acusación e incluso desafiaron al venezolano a someterse a un duelo. San Martín apaciguó los ánimos y envió a Heres a Colombia, para evitar que sufriera algún atentado. Naturalmente, el plan de los conjurados se desbarató, al perderse el factor sorpresa.

San Martín no impuso ningún castigo a los oficiales implicados e incluso logró que el cabildo de Lima obsequiara a 20 altos oficiales fincas en el Perú por un valor cercano a 500.000 pesos (propiedades que habían sido confiscadas a los españoles). Entre los beneficiados se hallaban Guise, Luzuriaga, Las Heras, Necochea, García del Río, Monteagudo, Álvarez de Arenales, Miller y Heres. Pero muchos de ellos venderían sus propiedades y se retirarían del Perú.

Desastre de Macacona (7 de abril de 1822)

El mayor problema para San Martín era, indudablemente, la guerra contra los realistas. Hay quienes le han reprochado el no emprender una ofensiva total sobre los realistas, como lo había hecho en Chile, pero el Protector tenía sus razones para proceder así. En primer término, ganar tiempo iba a su favor, ya que el poder virreinal perdía legitimidad por las controversias entre liberales y absolutistas del gobierno peninsular. En segundo lugar, era consciente de la inferioridad numérica de sus fuerzas, comparada con la de los virreinales, a los que esperaba atraer a favor de la independencia. Pero los realistas dominaban el interior del país, desde Jauja hasta el Alto Perú, y sumaban un total de 23.000 soldados, mayormente hombres andinos y mestizos reclutados a la fuerza.

San Martín solo contaba con 4.000 efectivos. Un importante triunfo para los independentistas fue la rendición de las fortalezas de El Callao, el 19 de septiembre de 1821, cuyo jefe, el mariscal peruano José de La Mar, se sumó a la causa patriota. Mientras tanto, el virrey La Serna reorganizaba sus fuerzas en la sierra central y sur del Perú y en el Alto Perú, desde donde realizó atrevidas incursiones sobre la costa.

En una de ellas, las fuerzas realistas mandadas por el general José de Canterac, provenientes de Jauja, enviadas por el virrey La Serna para cortar el paso a las tropas del general Domingo Tristán que se replegaban desde Ica hacia Pisco, en dirección a Lima, tratando de evitar el enfrentamiento con las fuerzas de Valdés que avanzaba desde Arequipa.

La división del general Domingo Tristán disponía de 2.250 efectivos:

  • Infantería: BI-I del Perú, BI-II del Perú y BI-II de Chile.
  • Caballería: EC de granaderos del Perú, y EC de lanceros del Perú.
  • Artillería: Bía de 6×4 cañones.

La división de Tristán marchaba en columna con dirección a Pisco por el camino de Lima (Camino Real). Tras capturar algunas partidas avanzadas de los independentistas, el general Canterác tuvo conocimiento del próximo paso de la columna de Tristán por los callejones de la hacienda Macacona, distante de Ica dos leguas al norte. Mandó a sus soldados a ocupar con toda celeridad posiciones favorables en sus inmediaciones para interceptar a la división independentista; la operación se realizó durante la noche, aunque brillaba la luna llena en un cielo despejado; sobre la una de la madrugada, Canterac ocultó a sus tropas en zarzales y médanos de arena. La infantería realista formaba en línea a la derecha del camino y su caballería en los flancos; estaba formada parte en línea y parte en columna.

La división realista del brigadier José de Canterac era de unos 2.000 efectivos:

  • Infantería: 1.400 efectivos del BI Infante Don Carlos, BI de Cantabria y BI Imperial Alejandro.
  • Caballería: 600 efectivos del EH Fernando VII, ED de la Unión, ED del Perú y EC de granaderos de la Guardia.
  • Artillería: 3 piezas de montaña con sirvientes.

Cuando la vanguardia de la división de Tristán, constituida por el BIL de cazadores, desembocó en el Camino Real, tropezó con el BI Imperial Alejandro, tras lo cual formó sus filas apresuradamente y abrió fuego sobre él, el cual fue inmediatamente contestado por los realistas, siendo que tras la primera descarga de estos, los dragones de la Unión cargaron sobre los cazadores, a quienes sablearon y dispersaron.

El BI-II de Chile que iba detrás trató de sostener el combate formando en columnas, pero diezmado por el fuego de flanco que le dirigía el BI Imperial y cargado a su vez por los dragones, terminó por ceder el campo, siendo su jefe Aldunate herido durante la acción y perdiendo el pabellón de Chile que portaba como enseña.

Seguidamente, entraron en el combate los granaderos de la guardia y los húsares de Fernando VII mandados por el comandante Juan Loriga; el resto de la infantería realista del BI Real Infante y el BI Cantabria reforzaron al BI Imperial. Tras la primera acción, las fuerzas independentistas habían quedado desorganizadas, formando a lo largo del camino por el que venían puntos aislados de resistencia que eran atacados por la infantería de Canterac por los flancos y cargados de frente por la caballería; fueron cayendo sucesivamente hasta que la división de Tristán fue completamente destruida, siendo perseguida por la caballería realista.

Desastre de Macacona o batalla de Ica (7 de abril de 1822). Plano

Los realistas ocuparon Ica al amanecer. El escuadrón de lanceros del Perú, que venía en apoyo de Tristán desde Chincha, fue cortado la madrugada del día 8 por el ED del Perú, al mando del teniente coronel Dionisio Marcilla, que le ocasionó 50 muertos y le toma 80 prisioneros.

La artillería de Canterac, conducida por el coronel Fernando Cacho, llegó al campo de batalla una vez concluidas las acciones.

La división Tristán quedó destruida, siendo hechos prisioneros el coronel Aldunate, otros 50 oficiales y 1.000 hombres de tropa; entre los prisioneros figuraban algunos antiguos oficiales del BI Numancia que fueron pasados por las armas por desertores. Los realistas capturaron 4 cañones, 2 banderas y el depósito de 2.000 fusiles, 200 tercerolas y 100 sables. Consiguieron escapar Tristán, Gamarra y otros 125 jefes y soldados.

Loriga fue enviado a ocupar Pisco, Carratalá quedó de guarnición en Ica y Canterac volvió a reagrupar sus fuerzas en Jauja. Las bajas realistas fueron, según el parte oficial, de poca consideración, contándose entre los muertos dos distinguidos oficiales del escuadrón dragones de la Unión.

El resultado de la batalla aumentó el material y la moral de los realistas. A su llegada a Lima, Tristán fue juzgado con un consejo de guerra por sus responsabilidades en el desastre y, aunque fue declarado absuelto, no volvió a prestar servicio activo en el ejército.

El 27 de abril José Carratala derrotó a la montonera de Cayetano Quirós, que había quedado sin punto de apoyo tras la destrucción del ejército independentista, y el 5 de mayo Quirós fue fusilado en la plaza de Ica.

Congreso Constituyente del Perú (20 de septiembre de 1822)

El 27 de diciembre de 1821, San Martín convocó por primera vez a la ciudadanía con el fin de que eligiera un congreso constituyente, con la misión de establecer la forma de gobierno que en adelante regiría al Perú, así como una Constitución Política adecuada. El protectorado pretendía inclinar la opinión pública hacia la instalación de una monarquía en el Perú. Dicho dispositivo ordenaba para el 1 de mayo de 1822 la instalación del congreso, pero tuvo que retrasarse la fecha al 27 de abril por no haberse redactado a tiempo el reglamento de elecciones.

El congreso se instaló finalmente el viernes 20 de septiembre de 1822 en la capilla de la Universidad de San Marcos, y se compuso de 79 diputados elegidos en las provincias libres y 38 suplentes para las provincias ocupadas por los realistas. Entre sus miembros se contaban los más destacados miembros del clero, el foro, las letras y las ciencias. Los diputados peruanos eran favorables a la instalación de una república.

Primer Congreso Constituyente de Lima 20 de septiembre de 1822. Celebrado en en la capilla de la universidad de San Marcos. Autor Francisco González Gamarra.

Para las juntas preparatorias, se eligió presidente a Toribio Rodríguez de Mendoza, quien había educado en la filosofía de la Ilustración a la generación de la Independencia siendo rector del Convictorio de San Carlos. Muchos de sus antiguos discípulos figuraban entonces como diputados.

Como presidente del Congreso fue elegido el diputado por Arequipa Francisco Xavier de Luna Pizarro, y secretarios José Faustino Sánchez Carrión y Francisco Javier Mariátegui, también de tendencia liberal.

Los legisladores empezaron por entregar el poder ejecutivo a un grupo de tres diputados, que conformaron un cuerpo colegiado denominado la Suprema Junta Gubernativa (presidida por José de La Mar e integrada por Manuel Salazar y Baquíjano y Felipe Antonio Alvarado). Esta Junta entró en funciones el día 21 de septiembre de 1822.

El 4 de noviembre, el Congreso acordó acciones de gracias al almirante Thomas Cochrane, a Colombia, al Ejército Libertador, a Chile y a su Supremo Director, así como expresó su reconocimiento a los guerrilleros indígenas y hasta a los naturales de la selva, por sus servicios a favor de la independencia. Asimismo, otorgó amplia amnistía, incluso a las autoridades españolas. El único exceptuado fue el exministro Bernardo de Monteagudo, que fue proscrito por sus crímenes, estableciéndose sanciones para las autoridades que le permitiesen vivir libremente en sus distritos.

El 22 de noviembre, el Congreso dio el golpe de gracia a la pretensión monárquica de José de San Martín y desautorizó la Comisión de Juan García del Río y de Diego Paroissien, que habían sido enviados a Europa por el protectorado para buscar un rey para el Perú, y el 22 de diciembre de ese año, el mismo Congreso republicano sentó las “Bases de la Constitución Política”; entre las muchas reformas introducidas, destaca la abolición del comercio de negros.

La asamblea se dedicó también a la organización del territorio nacional en departamentos, provincias y distritos.

La principal labor de los legisladores, esto era, la redacción de la Primera Constitución del Perú independiente y la obra legislativa, se vio dificultada por las difíciles circunstancias que surgieron a fines de 1822 y comienzos de 1823. No había recursos para pagar los sueldos a militares y empleados civiles, y los alrededores de la capital eran asolados por los bandidos. En cuanto a la guerra contra los realistas que aún resistían en el sur del Perú, la Junta de Gobierno dispuso llevar a cabo el plan militar de San Martín, de atacar a los realistas desde los puertos intermedios del sur. Pero para ello necesitaba ayuda militar externa.

Retirada y muerte de San Martín

San Martín regresó a Lima procedente de Guayaquil, con la idea de abandonar el Perú para dejarle el camino libre a Bolívar y que se llevase la gloria de completar la independencia americana. Este plan se aceleró cuando al llegar supo que los limeños habían apresado y posteriormente desterrado a Bernardo Monteagudo, su mano derecha en el gobierno, siendo acusado de haber dilapidado el tesoro público.

San Martín fue recibido amistosamente a su llegada el 20 de agosto, trasladándose a su residencia de la Magdalena. Volvió a ocupar el mando y ordenó al general Arenales que con sus fuerzas desalojara a los realistas de las provincias de Arequipa y Alto Perú.

En este difícil contexto, el Libertador argentino logró reunir al Primer Congreso Constituyente, que desde el comienzo estaba controlado por los liberales republicanos. El mismo día de su instalación (20 de setiembre de 1822) San Martín presentó su renuncia irrevocable a todos los cargos públicos que ejercía en el Perú.

Sus palabras de despedida fueron: «La presencia de un militar afortunado, por más desprendimiento que tenga, es temible a los Estados que de nuevo se constituyen. Por otra parte, ya estoy aburrido de oír que quiero hacerme soberano. Sin embargo, siempre estaré pronto a hacer el último sacrificio por la libertad del país, pero en clase de simple particular y no más. En cuanto a mi conducta pública, mis compatriotas (como en general de las cosas) dividirán sus opiniones; los hijos de estos darán el verdadero fallo».

El Congreso Constituyente le agradeció sus servicios al Perú, lo nombró generalísimo y le otorgó el título de Fundador de la Libertad del Perú; además, le confirieron una pensión vitalicia y el levantamiento de una estatua en su honor.

San Martín abandonó el Perú el 21 de septiembre a bordo del Moctezuma, que le condujo a Chile, donde no permaneció más que dos meses.

Decaído de salud, sin más fortuna que 120 onzas de oro, que se vio obligado a aceptar de su amigo O’Higgins, cuyo poder también empezaba a eclipsarse, y perseguido por el avaricioso y jactancioso Cochrane, que no le perdonaría haber sido jefe y director de la expedición al Perú, tuvo que cruzar los pasos de los Andes.

En Mendoza recibió la noticia de la muerte de su esposa, Remedios Escalada, perteneciente a una distinguida familia de Buenos Aires y que falleció el 3 de agosto de 1823.

Al llegar a Buenos Aires, se lo acusó de haberse convertido en un conspirador. Desalentado por las luchas internas entre unitarios y federales, decidió marcharse del país con su hija, quien había estado al cuidado de su abuela. El 10 de febrero de 1824 partió hacia el puerto de El Havre (Francia).

Tenía 45 años y era generalísimo del Perú, capitán general de la República de Chile y general de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Luego de un breve período en Escocia, se instalaron en Bruselas y poco después en París. Su mayor preocupación era la educación de su hija. En 1825 redactó las Máximas para Merceditas, donde sintetizaba sus ideales educativos.​

En 1826 volcó la galera que lo llevaba por un camino de Inglaterra, quedando debajo del carruaje. Como consecuencia del accidente estuvo varios meses en cama por los traumatismos y por las heridas sufridas por las astillas de vidrio de la ventana.

Ofreció sus servicios a las autoridades argentinas con motivo de la guerra con Brasil, solo después de la renuncia de Rivadavia a la presidencia, pero la guerra ya casi había terminado.

A principios de 1829, San Martín intentó regresar nuevamente a Buenos Aires a bordo del paquebote inglés Condesa de Chichester, al saber que había vuelto a estallar la guerra civil. Permaneció a bordo de incógnito bajo el nombre de José Matorras, aunque fue descubierto. Su antiguo subordinado, el general Juan Lavalle, había derrocado y fusilado al gobernador Manuel Dorrego, pero ante la imposibilidad de vencer en la contienda, ofreció a San Martín la gobernación de la provincia de Buenos Aires, pero este juzgó que la situación a que había llevado el enfrentamiento solamente se resolvería por la destrucción de uno de los dos partidos. Respondió a Lavalle que: «El general San Martín jamás desenvainará su espada para combatir a sus paisanos».

Se trasladó a Montevideo el 14 de febrero de 1829 a bordo del bergantín de guerra General Rondeau. A su llegada, San Martín se alojó inicialmente en un café-restaurante y pensión conocido como de Carreras, ubicado en la Plaza Matriz. Poco después, aceptó la invitación de la familia Vidal para residir en su casa.

Durante su estancia en Montevideo, San Martín realizó algunas diligencias de carácter privado. Una de las más destacadas fue otorgar un poder general sobre sus bienes a favor de Gregorio Gómez, vecino de Buenos Aires, y en caso de su ausencia o imposibilidad, al doctor Vicente López y Planes.

En 1835 Juan Manuel de Rosas volvió a la gobernación de Buenos Aires con poderes ilimitados, que no tardó en emplear para imponer un régimen intransigente sobre la base de la utilización de la “suma del poder público” y el uso sistemático del terrorismo de Estado. San Martín condenaba las prácticas represivas de Rosas en contra de sus opositores, la persecución de personas honradas y la violencia de ese gobierno.

San Martín regresó a Europa, estuvo en Italia y posteriormente, en 1831, se afincó en Francia, primero en un suburbio de París. En marzo de 1848, al estallar la revolución en París, se trasladó a una habitación alquilada en la ciudad costera de Boulogne-sur-Mer.

Murió en Boulogne-sur-Mer el 17 de agosto de 1850 a la edad de 72 años; en su testamento nombró a su hija heredera universal; al Perú legó el estandarte de Pizarro y al dictador Rosas su propia espada.

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