Guerras de Independencia Hispano-Americanas Independencia de Perú Asedio y toma de El Callao

Antecedentes

Una vez que triunfó la sublevación o motín de El Callao, el brigadier realista José Ramón Rodil envió desde Pisco al coronel Isidro Alaix, quien a bordo de una lancha logró burlar el bloqueo de la escuadra independentista y desembarcar en El Callao para hacerse cargo de la plaza, enarbolando el pabellón el 5 de febrero de 1824. Al tener conocimiento de los hechos, el mariscal José de Canterac envió desde Jauja una fuerte división de su ejército al mando del general Juan Antonio Monet; compuesta por el BI de Cantabria, BI-I y BI-II del Real Infante Don Carlos, el BI-I del Imperial Alejandro, el RD de la Unión y tres piezas de artillería con sus respectivos servidores.

El 27 de febrero, esta fuerza se reunió en Lurín con el BI de Arequipa y el ED de San Carlos que mandaba el brigadier Rodil y, sumando juntas unos 3.500 hombres. Convergieron en El Callao, después de vencer la resistencia de las montoneras del coronel Alejandro Huavique en Condevilla, entrando en la plaza el día 29 de febrero.

Fue designado como gobernador de los castillos y comandante general de la provincia de Lima el brigadier José Ramón Rodil y Galloso, siendo su JEM el coronel Isidro Alaix; para su defensa eran necesarios 700 artilleros, 2.000 infantes, 200 de caballería y 300 zapadores, y 18 meses de víveres; pero solo contaba con 88 artilleros, 1.109 infantes y 90 de caballería, 2 meses de víveres y la tesorería completamente exhausta. Su fuerza aumentó con los 530 sublevados y comenzó a reclutar hombres en la ciudad.

El 31 de diciembre de 1824 eran 2.133 efectivos y con las altas posteriores llegó a los 3.030 efectivos.

El asedio comenzó realmente el 5 de febrero de 1824 y finalizó el 23 de enero de 1826 (718 días), siendo el asedio más prolongado ocurrido en la costa del océano Pacífico durante las guerras de independencia hispanoamericana.

Este largo asedio se podría dividir en tres etapas diferenciadas:

  • La primera iría desde el 5 de febrero de 1824 hasta el combate naval de El Callao, el 7 de octubre, y la posterior partida de la escuadra de Guruceta.
  • La segunda iría desde el 7 de octubre hasta la batalla de Ayacucho el 9 de diciembre de 1824 y la posterior capitulación del general español José de Canterac, que incluía la entrega de la fortaleza en cuestión.
  • La tercera, que se prolongaría desde el 10 de diciembre de 1824 hasta la rendición del brigadier Rodil el 23 de enero de 1826, siendo la fase definitiva.

Primera fase

Por tierra, El Callao era bloqueado por partidas independentistas que impedían el acceso a la ciudad de suministros y refuerzos, a no ser que fuese acompañado de una fuerte escolta.

Desde el mar, los buques del bando independentista, al mando del almirante chileno Manuel Blanco Encalada​ y compuestos por las flotas combinadas de la Gran Colombia y de Perú, trataban de impedir la llegada de refuerzos y suministros por mar. También atacaron el reducto realista con sus cañones, pero los defensores contaban con la fortaleza del Real Felipe, un bastión artillado para rechazar ataques por mar y que había sido pieza clave del sistema defensivo de España para sus colonias en el océano Pacífico.

Tiene la forma de un pentágono irregular, con un baluarte en cada uno de sus cinco vértices. Los baluartes llevan los nombres del Rey (1), la Reina (2), Príncipe (3), Princesa o San Felipe (4) y La Natividad o San José (5). Además de ellos, dispone de dos torreones: el Rey y la Reina (este último torreón mira hacia el mar, en dirección oeste), así como cinco murallas: la del Camino Real, de la Marina, Camino de Chucuito, la Marcelosa y la de Camino de la Magdalena. Posee dos puertas: la Principal, que está en la muralla del Camino Real, y la del Perdón, que está en la muralla Camino de Chucuito.

En dirección norte desde la fortaleza se hallaba el castillo de San Miguel y al sur se encontraba el castillo de San Rafael. Todo este conjunto defensivo, junto a la voluntad inquebrantable de sus defensores, hizo un cerco difícil y prolongado.

Plano de El Callao en 1826.
Dotación de artillería de la fortaleza Real Felipe de El Callao.

El poderío naval español en el Pacífico había crecido considerablemente en los últimos meses, gracias a los esfuerzos del general Antonio de Quintanilla, gobernador de Chiloé, y de José Ramón Rodil, para ofrecer un refugio seguro a los corsarios que debían atacar a todo barco que no tuviera sobre su mástil mayor el pabellón español. El gobernador de Chiloé armó sobre la marcha una flota compuesta por las embarcaciones General Valdés y Quintanilla; mientras que en el puerto de El Callao se contaba con el bergantín Moyano, armado con 1×18 y 8×12 carronadas con municiones y armas para una fuerza de 100 hombres, con víveres y suministros para cuatro meses, al mando de Saturnino Barinaga.

Además de la fragata Jerezana, el bergantín Apure y el transporte Clarington; el navío Constante tenía 1×18 y 8×12 carronadas, mandado por José Martínez, con víveres para cuatro meses y con la orden de cruzar sobre la costa de Chile y puertos intermedios. El bergantín Pezuela fue armado con 18×12 cañones.

La corbeta Yca, también llamada Moquegua; se armó con 18×18 cañones de hierro y 12×12 carronadas, siendo mandada por el teniente de fragata Pedro Goult. Sin embargo, Rodil también contaba con lanchas, falúas, balandras y canoas, que completaban una pequeña flotilla que apoyaría la llegada de los buques de guerra españoles a las costas. El 5 de septiembre de 1814, aprovechando la falta de viento, salieron del Callao 8 lanchas cañoneras y 4 falúas con la intención de abordar a la fragata Protector y el bergantín Macedonia, que estaban fondeados en el cabezo de San Lorenzo. Las naves de Guisse recibieron a la flotilla de Rodil con varias descargas de cañón, logrando desmoronar una lancha y poner en fuga a las otras, después de dos horas de combate.

Combate naval de El Callao (7 de octubre de 1824)

El 12 de setiembre de 1824, llegaron a El Callao el navío Asia (74) y el bergantín Aquiles (20) bajo el mando del capitán de navío Roque Guruceta, agotados tras un largo recorrido por el Atlántico Sur, que tuvo su origen en Cádiz. Se detuvieron en las Islas Malvinas y cruzaron el Cabo de Hornos, motivo por el que tuvieron que permanecer ancladas en el puerto de Ancud para poder ser carenadas y reemprender su crucero por el Mar del Sur. Penetraron en el puerto de El Callao sin que los disparos de la escuadrilla de Guisse pudieran impedirlo.

Con la finalidad de sacar a las naves españolas refugiadas fuera del apostadero, Guisse fondeó con sus barcos en la cercana isla San Lorenzo, en actitud desafiante, e invitando a la fuerza naval de Guruceta a abandonar el amparo de las fortificaciones terrestres.

El 7 de octubre a las seis de la mañana, después de reforzar la dotación de sus buques con 200 granaderos del RI de Arequipa, al mando del coronel Mateo Ramírez, el capitán Guruceta salió de puerto a bordo de su buque insignia Asia (74), con una flotilla de 4 naves, que incluían la corbeta Victoria de Ica (20) y los bergantines Aquiles (20), Pezuela (18) y Constante (9), al lugar donde estaban fondeados los buques independentistas.

Apercibido de la maniobra realista y al ver que el Asia (74) le tomaba el barlovento, Guisse viró sobre el navío realista aguardando que las naves colombianas Pichincha (26) y Guayaquileña vinieran en su apoyo. Ninguna de ellas obedeció las señales recibidas, porque ya estaban huyendo. El combate se centró de esta manera entre el navío español Asia (74) contra la fragata Protector (44) y el bergantín Chimborazo (16). Este último recibió tres impactos en su débil casco y se vio obligado a retirarse del combate llevando un herido. El buque español procedió a dar caza cañoneando desde proa a la fragata Protector (44), que a toda vela trataba de escapar, haciendo disparos desde su popa. La persecución del Asia, centrado en capturar a la Protector, duró dos horas hasta que el buque independentista, por su mayor velocidad, consiguió huir del escenario de la batalla haciendo uso de todo su aparejo. La Protector, por su parte, tuvo 2 muertos y 8 heridos, mientras que el Asia sufrió un muerto y 2 heridos. El navío español viró de regreso al puerto, considerando Guruceta indecoroso ocuparse de los buques menores, tras siete horas de cañoneo, y sin poder finalmente capturar a la fragata Protector.

Tras este combate, el 20 de octubre Guruceta zarpó al sur, al puerto de Quilca, para obtener noticias de las operaciones militares que el virrey La Serna llevaba a cabo contra el ejército de Sucre.

Roque Guruceta, tras informarse de la capitulación de Ayacucho, desembarcó en tierra los dragones del RI de Arequipa y, sin tocar en El Callao, dejó las costas del Perú con destino a Filipinas, con el puerto de Manila en poder español. Durante el trayecto se sublevaron las tripulaciones de marineros, en su mayoría americanos, que entregaron el Asia al gobierno mexicano y el bergantín Aquiles al gobierno chileno. El navío Asia apresado, tras remontar la ruta del cabo de Hornos, llegó a Veracruz, pero el comodoro de la flota de ese país, David Porter, decidió dar de baja el buque, en estado ya inservible para las operaciones bélicas.

Segunda fase

Después de la batalla de Junín el 6 de agosto de 1824, el ejército libertador se dirigió al sur en busca de la contienda definitiva; Bolívar previno desde Huaraz al coronel Luis Urdaneta para que, en la medida en que fuesen curados los enfermos habidos entre Huamachuco y Pasco, reuniera unos 1.000 combatientes y de estos entrenase a 100 soldados para conformar una bien montada caballería. La misión tendría como propósito arrinconar a las fuerzas realistas de los alrededores de la capital en dirección a El Callao y capturar Lima, mientras Guisse se armaba en la costa para que posteriormente Urdaneta lograse estrechar el sitio. Desde finales de septiembre, las partidas de Vidal y Quispe Ninavilca ya realizaban una serie de correrías por los alrededores de la capital. Viéndose Rodil obligado a movilizar sus tropas para impedir las arremetidas de las facciones contrarias. El 18 de octubre, cerca de 500 hombres mandados por los guerrilleros Vidal, Cornejo, Mariano Velapatiño, Quiroga y Landes; se desplazaron cerca de la Portada de Guía para atacar por sorpresa a las avanzadas que tenía el brigadier realista cerca del río.

Por los disparos, Rodil se percató de la cercanía de la vanguardia independentista y en el acto salió a reforzar a sus fuerzas, contando con la colaboración del coronel Isidro Alaix. Los milicianos de Francisco Vidal que se hallaban a la altura del Tambo de Mirones se refugiaron a la izquierda de la carretera, de donde fueron desalojados de tapial en tapial, hasta rebasar el olivar que desde esa posición dominaba al Rímac. Ante el empuje de los realistas, los hombres de Vidal abandonaron sus posiciones y decidieron retirarse en columna, para ser constantemente atacados por las tropas de Alaix que ya se ubicaban más allá del Puente de Palo. Estando el brigadier realista decidido a causarle los mayores estragos, continuó persiguiéndolos hasta el desfiladero de Aznapuquio.

Esta derrota representó una significativa pérdida para los republicanos que dejaron sobre el campo de batalla 100 lanzas, 70 fusiles, 95 carabinas, gran cantidad de sables y otras tantas bayonetas, junto a más de 300 caballos y mulas.

Al mes siguiente, el coronel Urdaneta, provisto de 1.100 combatientes, marchó en dirección a Lima. Se instaló en esa ciudad sin contratiempos porque los realistas se habían replegado hacia El Callao, distante 23 km. Únicamente dejaron un regimiento de caballería establecido en Bellavista, a poco más de un kilómetro del Callao. Dicho coronel tenía la orden de no comprometerse en ningún enfrentamiento con sus contrarios y que se limitara a impedirles cualquier tipo de incursión sobre la costa para proveerse de recursos.

Urdaneta, creyendo sorprender a una columna realista, fue a posesionarse de la capital en la mañana del 3 de noviembre, haciendo avanzar su división hasta La Legua. Llegó al carrizal de Baquíjano cuando de pronto le salió al encuentro la vanguardia del brigadier José Ramón Rodil, que no tuvo reparos en batirse a duelo con sus más encarnizados enemigos. El choque fue tan furioso y decisivo que las fuerzas realistas persiguieron a las independentistas hasta las principales calles de Lima (Plazuela de San Marcelo). Horrorizada por el inminente ataque, la infantería republicana se posicionó en la Vigía de Concha para luego ser desalojada por las compañías de cazadores del BI del Infante y del BI de Arequipa.

Este desastre tuvo como principal responsable al coronel Luis Urdaneta, por su descuido y confianza excesiva. Bolívar desde el norte le ordenó que, con la pequeña fuerza que nuevamente se le dio, se ubicara en las afueras de la metrópoli, seguro de no ser derrotado por los realistas en caso de que los atacasen. Bolívar se puso en marcha el 6 de diciembre desde su cuartel general en Chancay (70 km al norte de Lima en la costa), y después de haber revistado la división que ocupaba las inmediaciones de la Ciudad de los Reyes, entró en ella el 7 por la tarde. Bolívar pensaba volver a Chancay después de aprovisionarse de los víveres necesarios, pero la población le suplicó que no se alejara de la capital; que su presencia iba a traer calma y estabilidad frente a tan difíciles circunstancias.

Poco antes de que los soldados independentistas recuperaran definitivamente la capital peruana, entrando Bolívar en ella. Se produjo un masivo éxodo hacia El Callao de quienes mantenían su lealtad hacia la corona española, ya fuese por sincera convicción, por defensa de sus intereses o por posteriores pleitos con los líderes del reciente gobierno de Perú, huyendo como refugiados diversos españoles, criollos y mestizos.

El avance de Bolívar hacia El Callao en diciembre de 1824 era inaplazable; procuró reconocer a la vanguardia de Rodil situada a más de un kilómetro de la plaza, pero solo pudo llegar hasta el Tambo de Mirones. No se perpetraron ataques por un espacio de 45 días, ya que en ese tiempo los republicanos rodearon la plaza por distintos frentes y flancos, cerraron los accesos y establecieron su campamento en Bellavista. Sin embargo, la calma se alteró el 19 de diciembre mediante un disparo de un cañón hacia el ejército realista; su detonación hacía público el triunfo en la batalla de Ayacucho el 9 de diciembre y, por consiguiente, la rendición de los castillos al mando de Rodil.

Se envió un parlamentario para comunicar la capitulación de Ayacucho, que estipulaba que las armas, bagajes y todos los almacenes militares hasta el Desaguadero debían ser entregados a las fuerzas republicanas. Los españoles que quisieran regresar a su país podían hacerlo, costeándoles el Perú sus pasajes; mientras estos alistaban su partida, les abonaría media paga correspondiente a su sueldo. Nadie sería incomodado, perseguido ni mucho menos despojado de sus propiedades, quedando en libertad para salir del país con sus bienes y familiares, cuando lo creyeran necesario.

Rodil emitió una proclama el 25 de diciembre donde exhortaba a la población a no creer en las mentiras y falsedades de Bolívar, confiando en los jefes, oficiales y soldados del ejército del Rey que dentro de poco destruirían al enemigo a cabalidad. Al día siguiente, frente al Real Felipe, hizo su aparición el comodoro británico en aguas del Pacífico, Tomás Santiago Maling, al mando del navío Cambridge; llevaba a bordo a los comisionados peruanos y españoles que debían tratar el tema de la entrega de la plaza, en manos de las fuerzas vencedoras en Ayacucho. El inglés propuso que las negociaciones se llevasen a cabo dentro de su navío y, de pasada, le informaba al gobernador realista de que tenía documentación importante para él; contaba con la presencia del Tcol Gascón, el coronel Marsilla y Bernardo de Monteagudo, que venía con plenos poderes del gobierno peruano.

Rodil rechazó la propuesta de rendición y se obstinó en defender El Callao, esperando en algún momento recibir refuerzos bélicos desde España que nunca llegarían.

Tercera fase

Para quebrar la resistencia realista, el Ejército Libertador, formado por grancolombianos y peruanos en su mayor parte, al mando del general venezolano Bartolomé Salom, estableció su campamento en Bellavista y procedió a cercar el recinto fortificado de El Callao.

Bolívar que decretó el sitio por tierra, el bloqueo por mar y pena de muerte a quien auxiliara a los realistas encerrados en las fortificaciones.

Las fuerzas terrestres de Salom, cuyo JEM era general Miguel Figueirido, estaban compuestas de:

  • División de Colombia: BI de Araure del Tcol Pedro Izquierda, BI de Caracas del Tcol Joaquín Barrera, EC de lanceros de Venezuela del Tcol Manuel Álvarez.
  • División del Perú: RI-3 del Perú (2) del coronel Francisco Vidal, RD de la República del coronel Francisco Aldao, EC de Voluntarios del Tcol Alejandro Huavique, brigada de artillería del Tcol Manuel Larenas.

Flota bloqueadora al mando del almirante peruano Martín Guisse (hasta junio de 1825) y Juan Illingworth Hunt (hasta el final del sitio).

  • Marina de Guerra del Perú al mando de Martín Guisse: fragata Protector (Prueba) (44), bergantín Congreso (20) y bergantín Macedonia (9). Posteriormente, se unió la corbeta Limeña (20)
  • Armada de la Gran Colombia al mando de Tomás Carlos Wrigh: Corbeta Pichincha (26), bergantín Chimborazo (18) y goleta Guayaquileña.
  • Armada de Chile: fragata O’Higgins (ex María Isabel) (48), bergantín-goleta Moctezuma (9).

El Callao tenía en esos momentos unos 8.000 civiles y unos 3.000 combatientes:

Unidades regulares: BI-II del Infante don Carlos (1.000) del Tcol Pedro Aznar y BI de Arequipa (1.000) del Tcol Luis Labraque.
Cuerpos de milicias creados durante el asedio: BI de obreros al mando del guerrillero Anastasio Pamo y guerrillas de Lima y de Chancay.
Artillería: artillería pesada 220 artilleros del Tcol Francisco Duro y artillería volante 80 artilleros del capitán Pedro Zavala.

Al recibirse la negativa de entregar la plaza, Salom dio orden de bombardear la plaza a diario, tanto desde tierra como desde el mar. Sin embargo, la sólida construcción y la poderosa artillería del Real Felipe permitieron a Rodil resistir. Más efectivo resultó el bloqueo a nivel logístico, pues pronto la falta de alimentos hizo estragos sobre el gran número de refugiados.

Asedio de la plaza del Callao en 1826. Posiciones y trabajos del Ejército sitiador y el de su escuadra bloqueadora. Autor José Ramón Rodil.

La falta de suministros suficientes y la sobrepoblación en un puerto que no estaba preparado para acoger tantos refugiados de forma permanente causaron gran perjuicio entre los sitiados. Pronto se advirtió que en El Callao escasearía la comida, por lo cual desde el inicio los refugiados establecieron un mercado negro de alimentos a precios elevadísimos. Comerciaron primero con las pocas legumbres, frutas y aves de corral que estaban disponibles en el puerto, para luego traficar con la carne de los caballos o bueyes no aptos para el servicio con la tropa, y finalmente comerciar con carne de ratas a falta de otro alimento disponible.

A los bombardeos del Ejército Libertador y la desnutrición generalizada se sumaron las epidemias y el escorbuto que hacían más difícil la resistencia realista, sostenida solo por la terquedad fanática de su jefe, el brigadier José Ramón Rodil. Los severos castigos que este imponía a quienes intentasen amotinarse, fusilando continuamente soldados y civiles que intentasen desertar o colaborasen con el enemigo. Las enfermedades se agravaban por la falta de alimentos en El Callao y las malas condiciones sanitarias de un reducto sobrepoblado. A mediados de 1825 empezaron los fallecimientos por estas causas entre refugiados y soldados, carentes de todo contacto con el mundo exterior.

En junio de 1825, el almirante Blanco Encalada debió regresar a Chile con sus buques, para proceder al bloqueo de Chiloé, la última fortaleza española en territorio chileno, que se rendiría apenas unos días antes que El Callao. Aun así, la escuadra colombo-peruana, al mando del capitán de navío John Illingworth, continuó su lenta, pero segura asfixia de la fortaleza del Real Felipe, en combinación con el ejército al mando de Salom. Para esa fecha, ya las enfermedades comenzaban a cobrarse las vidas de muchos defensores, y solo el fanatismo de Rodil impedía la caída de la plaza, pues ejecutaba sin miramientos a cualquier militar o civil que hablase de capitulación.

Rodil comenzó a expulsar hacia las filas independentistas a los civiles sin dinero y toda clase de personas no aptas para la lucha, a fin de ahorrar comida para sus soldados. Al principio, los sitiadores aceptaron a estas personas, pero al darse cuenta de la estrategia de Rodil, rechazaron con fuego de fusil a las posteriores oleadas de refugiados, quienes también fueron rechazados de la misma manera por los soldados realistas si intentaban volver a El Callao. Como resultado, muchos civiles perecieron por las balas de ambos bandos o por el hambre y la sed en medio de la tierra de nadie.

Pero esta obstinada resistencia dio su fin al agotarse todo recurso para la vida de los sitiados y la defensa de la plaza. Miles de refugiados civiles padecieron el escorbuto, la disentería y el hambre durante el asedio dentro de las fortalezas de El Callao, lo que escandalizó a la sociedad limeña. Entre sus muros falleció por escorbuto el antiguo presidente de la República del Perú, Bernardo Torre Tagle, pereciendo también su esposa y uno de sus hijos.

Fallecieron también como refugiados durante el asedio el vicepresidente Diego de Aliaga; su hermano, el conde de San Juan de Lurigancho; el conde de Castellón; el conde de Villar de Fuentes; y muchos otros sostenedores de la causa realista. Se calcula que, de todos los refugiados civiles concentrados en el Callao, solo la cuarta parte sobrevivió al asedio.

A primeros de enero de 1826, el coronel realista Ponce de León se pasó a las filas independentistas, y poco después el comandante realista Riera, gobernador del castillo de San Rafael, entrega dicha fortaleza. Ambos eventos hacían casi imposible la defensa, pues Ponce de León conocía la ubicación de las rudimentarias minas de tierra colocadas para impedir cualquier ataque frontal de los independentistas; mientras que Riera dirigía un bastión estratégico cuya pérdida facilitaba la entrada de soldados patriotas dentro de la plaza, además de conocer por completo el dispositivo de defensa formado por Rodil.

Rendición de la plaza

Aunque ni Rodil ni la guarnición planearon jamás una rendición, ya no había esperanza de refuerzos de España tras más de un año de inútil espera; la propia guarnición estaba alimentándose de ratas a falta de otra comida disponible, y con las municiones a punto de acabarse, por lo que empezaron las negociaciones con el general Salom el 11 de enero de 1826 y concluyeron con la entrega de la fortaleza el 23 de enero de 1826. La asombrosa resistencia del jefe realista mereció que Simón Bolívar dijera a Bartolomé Salom después del triunfo, cuando este último pedía fusilar a Rodil: «El heroísmo no es digno de castigo».

La capitulación permitió la salida de los últimos sobrevivientes del ejército realista; las fuerzas que quedaban el día de la entrega fueron 870:

  • Regulares: sanos 520; convalecientes y tocados de escorbuto 444; enfermos en el hospital 28, músicos, pitos y tambores menores de edad 48.
  • Irregulares (milicianos, obreros y fagineros): sanos 350; convalecientes y tocados de escorbuto 217, en el hospital y convalecientes en sus casas 123, menores de edad 10.

Las bajas realistas durante el asedio fueron 2.133: los muertos producidos por combates con el enemigo o de sus resultas, 785; muertos por enfermedades, 1.312; pasados al enemigo, 38.

Las bajas independentistas fueron 177 muertos y heridos en combate, más de 2.500 soldados muertos, heridos o prisioneros en los combates fuera de la fortaleza, y ​varios cientos de muertos por epidemia.

La mayoría de los civiles refugiados habían ya fallecido (6.000) y los restantes (2.000) quedaron como sospechosos a las nuevas autoridades de la República y muchos en efecto también partieron a España. Rodil salvaba las banderas de los RI Real Infante y del RI de Arequipa; las demás quedaban como trofeo de guerra del vencedor. Poco después se embarcaba para España acompañado de un centenar de oficiales y soldados españoles que habían servido bajo su mando.​ Se eliminaba así el último vestigio del Imperio español en América del Sur.

Durante el asedio se llegaron a disparar desde la fortaleza por los defensores 9.533 balas de cañón, 454 bombas, 908 granadas y 34.713 disparos de fusil. Los sitiadores independentistas al mando del general venezolano Bartolomé Salom dispararon 20.327 balas de cañón, 317 bombas e incontables balas. Se supone que la mayor parte de estos disparos fueron hechos en la tercera etapa, cuando pudo bloquearse la fortaleza con todo rigor.

El BI-III peruano y el RD de la República de la división peruana tomaron el nombre de Callao en homenaje a su destacada participación durante el sitio. Asimismo, la fortaleza del Real Felipe fue nuevamente renombrada como fortaleza de la Independencia.

José Ramón Rodil regresó a la península, fue ascendido a mariscal de campo y honrado con el título de marqués. Fue un hombre liberal y masón al que se le nombró virrey de Navarra hasta que la derrota ante Zumalacárregui le costó la destitución. Su vida fue larga y fructífera. Creador del Cuerpo de Carabineros en 1829. Su proximidad a Espartero le valió ser nombrado ministro de la Guerra y, en 1842, presidente del Consejo de Ministros. Murió en Madrid el 20 de febrero de 1853.

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2025-11-07. Última modificacion 2025-11-07.
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