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Fuerzas enfrentadas
Fuerzas realistas
Segunda división del coronel José Gabriel Pérez; su JEM era Tcol Pantaleón del Hierro, contaba con 1.070 efectivos encuadrados en: BI-I de Aragón (3, 270) del Tcol Miguel de Retamal, BIL de Cataluña (2, 180) del Tcol Ramón Castilla, BI del Pasto (6, 620) del coronel Ramón Zambrano, Bía artillería del sargento Domingo Alonso (20, 2 piezas).
El coronel García debió dejar 667 efectivos de guarnición en Juanambú, BIL de cazadores de Cádiz (2, 205) del capitán Manuel Taboada, en Pasto el BI de milicianos Túquerras (2, 154) del Tcol Tomás de Santacruz, y en Genoy el EC Invencible (208) del Tcol Estanislao Merchancano.

Fuerzas republicanas
Bolívar inicialmente disponía de una fuerza de 4.720 efectivos, pero las enfermedades y las bajas en la marcha lo habían reducido a 2.500 efectivos encuadrados en:
- Brigada del general Pedro León Torres, con 1.050 efectivos encuadrados en: BI de Bogotá (550) del Tcol Joaquín París, BI de Vargas (500) del Tcol Pedro Antonio García.
- Brigada del general Juan Manuel Valdez con 740 efectivos encuadrados en: BIL de Rifles (240) del coronel Arthur Sanders, y BI Vencedor de Bocayá (500) del Tcol José Ignacio Pulido.
- Reserva la caballería con unos 600 efectivos encuadrados en EC-1 de Guías (120) del Tcol Calderón, el EC-2 de Guías (120) del Tcol José Carvajal, EC de cazadores (120) del Tcol José Flores, EH (120) del Tcol Laurencio Silva y EC de lanceros de la Guardia (120) del Tcol José de la Cruz Paredes.
Escenario de la batalla
El escenario de la batalla de Bomboná está conformado por una meseta inclinada, especie de peldaño de la escarpada del volcán Galeras antes de precipitarse abruptamente al río Guáitara. Tenía cultivos agrícolas y manchas de bosques alrededor de la casa de la hacienda; en los cauces de los ríos Azufral, Cariaco y otras quebradas de menor caudal, así como en las estribaciones del volcán Galeras antes de formar esta sabana. La meseta delimitada al oriente por las estribaciones del volcán Galeras, al sur por las alturas de Cariaco, al occidente por el abismal cauce del Guáitara y al norte por la quebrada Changota. Tiene una extensión aproximada de 4 kilómetros de sur a norte y de oriente a occidente de 3 kilómetros en su parte más ancha; está cortada en el centro por los ríos Azufral y Cariaco, que nacen en el volcán Galeras y corren formando zanjones cada vez más profundos hacia el río Guáitara.

Movimientos previos
En la mañana del 7 de abril, Bolívar ordenó al Tcol Joaquín París con el BI Bogotá y al coronel José de Jesús Barreto, con el escuadrón de Guías, atravesar la profunda quebrada de Consacá e inspeccionar las posiciones realistas. Barreto también debía capturar ganado para alimentar a los soldados.
Barreto se acercó a la mitad de un tiro de fusil del campamento realista, pero observó que el flanco derecho enemigo estaba apoyado en las faldas del volcán Galeras y era de difícil ascenso. El centro estaba cubierto por un espeso bosque donde los realistas habían cortado árboles para atrincherarse. El ala izquierda se apoyaba en el río Guáitara. La quebrada del río Azufral, de 120 metros de largo, servía como límite septentrional de la hacienda Bomboná. Toda la línea realista estaba detrás de la quebrada del Cariaco, de 3,5 km de largo; es el límite meridional de la hacienda y va desde la quebrada Leonera hasta el río. La ocultaban matorrales en sus acantilados y por el lugar caen las aguas cercanas.

Era solamente transitable por un puente de madera que conectaba con Yacuanquer y que venía desde la hacienda, pero donde se era blanco fácil para los realistas. Tenía un ancho de vara y media (1,3 metros), transitable por apenas dos hombres a la vez. El camino atraviesa una planicie ligeramente inclinada ubicada al sur de la hacienda, de 2,5 o 3 km de ancho por 4 km de largo, y que llega hasta el río, el cerro y el pueblo. Es «el más bajo peldaño de la pirámide escalonada del volcán Galeras». Estaba cubierta de cultivos con bosquecillos dispersos.
Tanto la colina como la quebrada recorrían la zona de nordeste a sudeste, aunque esta última después gira al nordeste y acaba en las aguas del río. El clima en esa época del año promediaba los 20 °C y era húmedo, con lluvias frecuentes. Al otro lado, después de Yacuanquer, el camino llevaba a los cerros San Rafael, La Guaca y Chapacual. En tanto que en el sector norte, Cariaco estaba separada de los cerros Piquiurco, Jusepe y Catambuquillo por un zanjón llamado La Leonera, formando una zona de difícil escalada.
La zona meridional, donde se ubicaban el puente y los árboles talados, estaba defendida por el ala izquierda, formada por el BI del Pasto (4, 400), en el centro estaba el BIL de Cataluña (2, 180) con 2 cañones, ambos batallones a cargo del JEM, Tcol Pantaleón del Fierro. En la derecha, donde estaba la zona relativamente más accesible de la Leonera, el BI de Aragón (3, 270) con 2 Cías del BI de Pasto (2, 220) en una trinchera cerca de la cima del cerro Catambuquillo al mando del Tcol Ramón Castilla.
La posición era formidable, pero debía tomarse o retroceder. Como dijo Bolívar: «bien, la posición es formidable. Pero no debemos permanecer aquí, ni podemos retroceder. Tenemos que vencer, y venceremos…». Después de la destrucción del puente de Ales o de encontrar una fuerte guarnición en el paso de Yacuanquer, seguramente Bolívar creía que el enemigo lo seguía y buscaba una meseta donde poder usar su caballería, así que debió sorprenderlo encontrárselo de frente. De este modo, el presidente no tendría la batalla campal que deseaba, sino que se vería forzado a atacar una sólida línea fortificada.
Sabía que, de perder, los pastusos podían unir sus fuerzas a los monárquicos en Quito y aplastar a Sucre. Sin embargo, Barreto observó que la posición enemiga era franqueable por la derecha, lo que llevó al presidente a planificar una maniobra envolvente por esa ala para derrotar a los enemigos. Por ello, Bolívar ordenó al general Valdez trepar parte del volcán con el batallón Rifles y desde ahí atacar el flanco izquierdo enemigo. El centro y la derecha serían atacados por los batallones Bogotá y Vargas y los EC-1 y EC-2 de Guías a cargo del general Torres. El BI Vencedor en Boyacá, el EH y el EC de cazadores quedaron como reservas bajo su mando personal.

Inicio de la batalla
La división realista, aun cuando no llegó a su posición hasta la mañana de aquel domingo de Pascua Florida 7 de abril de 1822, pudo organizar una posición defensiva sobre el costado sur del río Cariaco, invulnerable por su frente y flanco izquierdo y a cubierto de la observación. Para tal efecto, García buscó proteger el camino con el BI de Aragón (270) y el BI (-) de milicias de Pasto (400) y dos cañones directamente a las órdenes del JEM Tcol Pantaleón del Hierro; y dos compañías del BIL Cataluña (180) con otras dos de las milicias de Pasto (220), sobre el cerro Catambuquillo al mando del Tcol Ramón Castilla, jefe del BIL de Cataluña.
Entretanto, el ejército republicano, pese a que el tiempo era factor determinante, sin conocer el movimiento realista, marchó lentamente y hasta dispuso breve descanso en Consacá, que no duró mucho tiempo por falta de víveres. Luego realizó con los guías de caballería a órdenes del coronel Barreto un reconocimiento ligero por su flanco izquierdo y con una compañía del BI de Bogotá por el camino, sin que alcanzaran a obtener mayor claridad sobre las posiciones realistas.
Una vez regresó el coronel Barreto y sin esperar al Tcol París, Bolívar concibió la acción con dos ataques; uno con la división de Vanguardia del general Pedro León Torres por el camino que conduce al zanjón del río Cariaco, que por el desarrollo de la situación terminaría convirtiéndose en ataque principal. El otro avance por la difícil ruta de las estribaciones del volcán Galeras con la división de Retaguardia, a cuya cabeza estaba el BIL de rifles.
El primer ataque, desde su inicio, resultó apresurado y tácticamente inconveniente, porque pretendía irrumpir frontalmente una posición, justamente por su sector menos vulnerable y a través de un obstáculo natural, completamente a merced del fuego enemigo; era arriesgar el éxito de la batalla desde el principio.
Sin embargo, Bolívar ordenó al general Pedro León Torres aplazar el almuerzo y atacar de inmediato; orden transmitida por un mensajero, y que el jefe divisionario entendió al revés y dispuso el rancho. Situación que le causó su destitución momentánea del mando, porque al ser increpado por el Bolívar, arrebatando el fusil a uno de sus soldados, le replicó: “si no puedo servir a mi patria como general, pelearé como soldado”. Reacción que conmovió a Bolívar, quien de inmediato lo restituyó en su cargo, para que acometiera frontalmente la tremenda muralla natural del frente realista. Tal como lo advirtió el mismo Libertador: “Bien, la posición es difícil. Pero no debemos permanecer aquí. Tenemos que vencer y venceremos”.

A las 15:30 horas cargaron contra el centro realista; tuvieron que soportar fuego de fusiles y de cañones mientras atravesaban los árboles cortados y el puente hasta llegar a los pies de la colina, donde estaban los realistas parapetados disparándoles. A la media hora, con Torres y todos sus oficiales, menos seis, estaban heridos o muertos y altísimas bajas entre la tropa; quedaron inmovilizados. El fuego monárquico era tan intenso que el general Torres fue herido y tuvieron que repasar el puente para buscar resguardo.
Se decidió que el BI Bogotá atacase la izquierda enemiga por la quebrada de Cariaco bajo las órdenes del Tcol Joaquín París; sufrieron fuertes bajas por los fusiles y cañones realistas que les disparaban desde tres puntos bien defendidos mientras intentaban cruzar la quebrada. Le seguía el BI de Vargas, dirigido por el Tcol Pedro Antonio García, por un camino que no podían transitar más de 4 soldados a la vez. Superaron la quebrada con un enorme número de bajas y alcanzaron unas posiciones desde donde esperaron la ayuda del BI Vencedores de Bocayá.
A medida que un comandante era herido, el mando de la columna era transmitido al siguiente, uno tras otro: el general Torres, los tenientes coroneles Lucas Carvajal, Joaquín París, Ignacio Luque y Pedro Antonio García, y los sargentos mayores León Galindo y Federico Valencia. Al final, con todos los altos mandos heridos, la columna debió ser mandada por los oficiales de menor rango.
Se dice que Bolívar observaba la batalla desde una gran roca a tres cuadras del zanjón y exclamó confiado: «¡Que bien entra mi gente!», pero un oficial del estado mayor le respondió: «Mi general, pero no sale». Los relatos son contradictorios en este punto; los independentistas dicen que esa fase de la batalla duró apenas media hora y los monárquicos que la lucha fue continua durante dos horas. Lo cierto es que, durante un momento de pausa, los pastusos bajaron al lecho de la quebrada y recogieron los estandartes de los batallones de Vargas y de Bogotá, algunos prisioneros heridos, fusiles y municiones.

Final de la batalla
Mientras tanto, los realistas estaban más preocupados de resistir al BIL de rifles en la derecha, pues enviaron a dos compañías del BI Aragón a ayudar, a cargo del Tcol Pantaleón del Hierro. Los soldados republicanos calaron las bayonetas para subir por las rocas y asaltaron la trinchera que estaba cerca de la cima, muriendo el capitán Felherstenhaw de un bayonetazo al saltar en la zanja, y siendo heridos los tenientes Vicente G. de Piñeres y Justo Franco y el alférez Ramón Bravo; perdieron 55 soldados entre muertos y heridos en ese sector. Para coronar la victoria, el abanderado Domingo Delgado enarboló el estandarte en la cima a las 18:15 horas. El coronel Sanders se había perdido con algunos soldados del BIL de rifles en la subida de la cuesta, llegando después de haberse ocupado la cima por dos compañías que les precedieron. Poco después ocupaban el campamento realista.
Entonces, el batallón Rifles podía flanquear el centro enemigo, pero no se atrevieron a avanzar, pues era de noche y no conocían el terreno, importándoles poco que brillara la luna. García, quien marchaba a ayudar a su flanco derecho, se dio cuenta de que la oscuridad le favorecía y aprovechó para retirarse con 70 hombres. Al percatarse, Valdez avisó a Bolívar, quien proclamó: «¡Viva Colombia! ¡Viva la libertad!». El resto de los realistas retrocedieron a las órdenes de Del Hierro, a las 02:00 horas del 8 de abril, abandonando el campo de batalla y la artillería en dirección a Yacuanquer, aprovechando una fuerte lluvia nocturna, presintiendo que los republicanos podían cortarles la retirada en cualquier momento. Al amanecer se encontraron con su comandante en la hacienda La Guaca.
Por la oscuridad, Bolívar no se enteró de sus éxitos hasta las 00:00 horas, cuando le llegó un mensaje de Sanders.

Bajas de la batalla
Según el diario de operaciones del Estado Mayor General del ejército Libertador del 8 de abril, los republicanos sufrieron la muerte de 1 capitán, 8 oficiales y 107 soldados, y fueron heridos 1 general, 1 coronel, 6 tenientes coroneles, 16 oficiales y 317 soldados.
Las bajas republicanas fueron 174 muertos y 357 heridos, mientras que las realistas no llegaron a 250 entre muertos, heridos, capturados y dispersos. La diferencia es porque los primeros lucharon a descubierto y los segundos estaban a resguardo. Su colega Encina apoya sus números y agrega que otros 600 soldados republicanos morirían en las siguientes semanas por las guerrillas y enfermedades o desertaron.
El general republicano José María Obando menciona que los republicanos sufrieron 800 muertos y más de 1.000 heridos, mientras que los monárquicos padecieron 18 muertos y heridos, 20 prisioneros tomados por el BIL de rifles y García pudo retirarse a la Cuchilla del Taindalá con 70 seguidores.
Secuelas de la batalla
García se instaló en la hacienda La Guaca, reclamando la victoria por las altísimas bajas causadas a sus rivales. En cambio, Bolívar se fue a la hacienda Cariaco, donde afirmó que fue el vencedor por quedar dueño del campo de batalla.
El coronel García sufrió un número proporcional de bajas a las de los realistas, pues muchos pastusos se dispersaron y regresaron a sus hogares tras la batalla. Su principal problema era que había consumido en la acción casi todas sus municiones. De hecho, en testimonios posteriores afirma que le quedaron menos de 6.000 disparos que distribuyó entre la tropa y debió enviar mensajes a Pasto solicitando fundir todo el plomo posible para hacer más balas, fabricándose 12.000, y pedir 30.000 a Quito. En consecuencia, la división realista quedó incapacitada militarmente, es decir, incapaz de enfrentarse a fuerzas regulares y destruir a su enemigo, reduciéndose a una “fuerte guerrilla”.
Le quedaban tres opciones: retirarse a Quito a ayudar a los defensores de esa ciudad, mantenerse en su refugio a la espera de refuerzos o intentar acometer contra el ejército de Bolívar. Como retirarse implicaba convertir en una completa victoria la expedición republicana y materialmente no podía atacar, optó por la segunda opción, es decir, esperar refuerzos.
El 9 de abril, el coronel republicano Juan Paz del Castillo negoció una tregua de cuatro días para que ambos bandos recogieran a sus muertos y atendieran a sus heridos. Bolívar quiso acordar un armisticio mientras esperaba los refuerzos ya pedidos a Popayán. La negociación fue encargada a Castillo, quien no llegó a acuerdo después de ocho días, pues García exigía a sus rivales volver al norte del Juanambú, pero no prometía no atacarlos en la retirada y los vecinos de Pasto se negaban a dejar pasar por su ciudad a los republicanos; si lo intentaba, “hasta las mujeres saldrían a atacarlo”. En ese tiempo, Bolívar acampó en Bomboná, donde había recursos abundantes para sus hombres.
Al día siguiente del combate, el coronel García devolvió las banderas de dos batallones republicanos con una carta: «Remito a V. E. las banderas de los batallones de Bogotá y de Vargas. Yo no quiero conservar un trofeo que empaña las glorias de dos batallones, de los cuales se puede decir que, si fue fácil destruirlos, ha sido imposible vencerlos».
Retirada republicana
Finalmente, el 16 de abril, Bolívar ordenó la retirada, dejando en el hospital de Consacá de 120 a 300 heridos y enfermos, incluyendo al general Torres, porque no tenía monturas para trasladarlos. Quedaron a cargo del comandante enemigo y con un comisionado con los fondos suficientes para cuidarlos durante su convalecencia, unos 2.000 pesos. El general Torres moriría por sus heridas en Yacuanquer el 22 o 24 de agosto.
El coronel Antonio Obando quedó a cargo de defender la retirada.
El 17 de abril, los republicanos acamparon en la hacienda Segura, cerca de San Donado, para continuar su marcha por el camino de Genoy, siendo atacados por 400 guerrilleros en su vanguardia y centro y otros 300 en su retaguardia, pero lograron rechazarlos.
En la tarde del 19 de abril, las montoneras nuevamente fueron rechazadas en Cerro Gordo. García los siguió hasta Tambopintado, donde desplegó guerrilleros en sus flancos. El 20, atacó con su izquierda la derecha republicana, pero después de una hora de lucha debió retirarse. El 21 de abril, los realistas acamparon en las laderas de los Molinos de Aco a la vista del campamento republicano.
Los días 24 y 25 hubo escaramuzas entre guerrilleros y partidas republicanas que buscaban alimentos. El 29 de abril, una columna de 1.300 soldados pasó por Veracruz y Sandoná hasta llegar a la altura del Peñol, sin que nadie se atreviera a atacarlos. Bolívar descansó durante quince días en el lugar por su mala salud.
El 15 de abril, habían sido enviados como adelantados hacia Popayán: Barreto, Castillo y un EC de Guías, en busca de los esperados refuerzos. Bolívar esperaba la llegada de estos, pero las comunicaciones estaban cortadas y no pudo enterarse de que no venían. Tampoco podía hacerse espionaje; la población era totalmente partidaria del rey.
El 10 de mayo, ordenó que los soldados cargaran víveres para tres días y abandonaron el Peñol, avanzando por el valle del Patía hasta Trapiche. El 12 de mayo estaban en Taminango; el 14 cruzaron el Juanambú al norte y el 16 en Mercaderes.
Entretanto, Castillo pasaba por Popayán después de reclutar a todos los soldados posibles y traer artilleros desde Bogotá. Volvía con el BI-II de Bogotá (Tcol Vicente González) y BI de Giradot (Tcol Juan Nepomuceno de Castro) y el EC Lanceros (Tcol Cruz Paredes), llegando a Trapiche a primeros de mes. Le seguía el coronel Jacinto Lara con el BI-III de Bogotá (Tcol Valentín García) y el EC-3 de Guías, quien pasó el 14 de mayo por Patía, donde dejó 2 Cías del BI-II de Bogotá y la caballería para pacificar la zona. Los mensajeros debían contar con una fuerte escolta para poder abrirse paso y se demoraban muchísimo, pero Salom consiguió informar a Bolívar de los esfuerzos y la proximidad de los mismos esa misma jornada.
Días más tarde, los expedicionarios recibieron los primeros refuerzos en Mercaderes, a cargo de los coroneles Castillo y Lara, y en Trapiche se unió Barreto. Las fuerzas de Bolívar alcanzaron 3.000 efectivos; cada batallón estaba formado por cinco compañías, es decir, 500 soldados cada uno, lo que significa que llegaron 1.300 refuerzos, incluyendo a muchos que estaban en hospitales, pues el clima de Patía seguía debilitando a los hombres.
García aprovechó ese tiempo para organizar guerrillas en la zona, destacando las de Jerónimo Toro en la Cuchilla del Tambo y la de Manuel María Córdoba en Taminango, aunque había más en los montes de Patía. Una de ellas, al mando de José Antonio Latorre, venció al comandante Francisco Luque en Timbío y el 22 de abril, atacó por sorpresa el hospital militar de Miraflores, a cargo del Tcol Cruz Paredes. Se asesinaron a muchos pacientes y se tomaron 200 fusiles, 500 uniformes, la correspondencia oficial de Bolívar y otros artículos. Luego se les sumó Toro, pero la actuación del comandante Cruz Paredes y del capitán Tomás Cipriano de Mosquera logró ahuyentarlos.
Finalmente, el coronel monárquico decidió retirarse a San Juan, mientras que enviaba al BIL de Cataluña a Los Pastos para facilitar su subsistencia y quedar a la expectativa de marchar a Quito.
Rendición de Pasto
El 23 de mayo, Bolívar dirigió una última intimidación a García, animándolo a aceptar una capitulación honrosa y evitar castigos para el pueblo. Además, prometía venganza contra los monárquicos que violaron el Tratado de Trujillo. Para esta misión envió a Pasto con rumbo final Quito a su secretario general, con quien esperaba reactivar las negociaciones de paz. Sin embargo, poco después de recibir la intimación, García se enteró de la derrota realista en la batalla de Pichincha y, viéndose rodeado, decidió capitular.
Le pidió al obispo de Popayán que saliera del discurso y predicara la paz. De ese modo calmó a los pastusos y el 30 de mayo envió como comisionados para firmar la capitulación a los tenientes coroneles Pantaleón del Hierro y Miguel Retamal. El 2 de junio, en Berruecos, cerca del Juanambú, se produjo la negociación final. A cambio de entregar todo el territorio bajo su control, los realistas pidieron garantías sobre las vidas y propiedades de quienes vivían en ese territorio, sin importar qué hubieran hecho en el pasado; que oficiales y jefes conservaran sus espadas, equipajes y propiedades; transportar al primer puerto español que se encontrará a los militares que quisieran irse, todo a coste del gobierno republicano; prometer protección a la Iglesia católica y sus ministros.
También se agregó excluir a los pastusos del servicio militar y el pago de gabelas que debían hacer el resto de grancolombianos. Todo se firmó el 5 de junio.
Después de firmarse, pero sin esperar su ratificación, el Libertador partió al sur con una columna de cazadores, entrando en Pasto a las 16:00 horas del 8 de junio, siendo recibido por el obispo y las autoridades civiles encabezadas por el doctor José María Grueso y el secretario del obispo, Félix de Liñan y Haro.
Se nombró como gobernador al coronel Antonio Obando, quien estaba a cargo de la provincia de Pastos, ubicada entre el río Carchi, cerca de Tulcán, hasta el río Mayo. En una proclama publicada el mismo día, Bolívar afirmaba que: «Ya toda vuestra hermosa patria es libre. Las victorias de Bomboná y Pichincha han completado la obra de vuestro heroísmo. Desde las riberas del Orinoco hasta los Andes del Perú, el ejército libertador marchando en triunfo ha cubierto con sus armas protectoras toda la extensión de Colombia». Bolívar siguió la ruta por tierra por Ibarra y Otavalo y el 16 de junio entró victorioso en Quito.
De más de 2.000 soldados realistas que se rindieron, solo unos pocos eligieron volver a España. Según una estimación del mismo Bolívar, no había más de 300 soldados peninsulares entre Pasto y Quito. La campaña del Sur, entre septiembre de 1821 y el 22 de mayo de 1822, exigió la movilización de 130 oficiales y 7.314 soldados republicanos, pero solamente quedaban 4.000 al firmarse la paz.