Guerras de Independencia Hispano-Americanas Independencia de Ecuador Primera rebelión del Pasto

Primer combate de Taindala (24 de noviembre de 1822)

La capitulación del mariscal Melchor Aymerich no garantizaba que la resistencia de las tropas españolas e inclusive sus simpatizantes criollos de Pasto culminase definitivamente.

El 25 de mayo de 1822,​ uno de los capitulados, el Tcol Benito Remigio Boves (sobrino de Tomás Boves, el caudillo de los Llanos), escapó del depósito de prisioneros a San Juan de Pasto y, con el ánimo de reactivar el sistema monárquico, reunió soldados dispersos y civiles para organizar un grupo guerrillero con el que desde Pasto, el 22 de octubre de 1822, “proclamó el sometimiento leal al rey Fernando VII”.

El 28 de octubre, Boves dio el grito de «¡Viva el Rey!», consiguiendo que la mayoría de la población se plegase a su movimiento. Nombró a Estanislao Marchán Cano gobernador y acto seguido reclutó a ciudadanos del sector, los instruyó, les armó convenientemente y se dirigió hacia lo que actualmente constituye Túquerres para tomar el control político-militar.

Al conocer el avance del Tcol Boves, el coronel Antonio Obando, aprovechando el corte del río Guáitara, adoptó una defensa en posición y esperó a las tropas realistas.

El coronel Obando, gobernador de la provincia de los Pastos, ocupó la orilla sur del río Guaítara con 40 soldados y 300 milicianos. El 24 de noviembre de 1822, Bobes atacó con 700 efectivos; no obstante, a pesar de encontrarse en una excelente posición defensiva, con un formidable obstáculo adelante como es aquel torrentoso río, fue derrotado.

Fueron sorprendidos por el fuego cruzado, los gritos y, en general, la algarabía de los milicianos pastusos que, armados de garrotes, lanzas y demás armas rudimentarias, se enfrentaron a los republicanos. Conocedores del terreno, los milicianos pastusos, acostumbrados a pelear sobre los riscos, al pie de los abruptos abismos, dieron buena cuenta de sus contrincantes, obligándolos a retroceder sin poder auxiliar sus heridos que iban cayendo a las profundidades del Guaitara.

Obando perdió en el combate 300 fusiles, la munición y más elementos de guerra que tenía consigo y emprendió veloz fuga hacia Tulcán.

Dueño del distrito, Boves reclutó a todos los hombres útiles, recolectó las armas y se llevó 3.000 vacas, 2.500 caballos y varios elementos de valor al norte del río. Por entonces, Bolívar estaba en Quito y ordenó al general de división Sucre sofocar la revuelta.

El general Sucre decidió sofocar la revuelta con el BIL de rifles con sus 3 compañías y los escuadrones de guías, cazadores montados y dragones de la guardia, las tropas más veteranas del Ejército del Sur.

Boves decidió detenerlos en las alturas cercanas al Guáitara con 1.500 pastusos, 700 armados con fusiles, atrincherado en tres posiciones. El lugar se llamaba Cuchilla de Taindalá.​ El BIL de rifles le desalojó de la primera posición después de perder 40 soldados, pero calculando que las otras dos le iban a costar otros 300, juzgó todo ataque como un desperdicio inútil de las vidas de sus soldados. Sucre ordenó retirarse a Túquerres, a un día de marcha del río. Allí esperó por un mes la llegada de refuerzos hasta iniciar un nuevo ataque.

Segundo combate de Taindalá (23 de diciembre de 1822)

Este éxito dio nuevos ánimos a los defensores realistas, mientras que Sucre pasó un mes reuniendo refuerzos. Estos fueron los batallones de Bogotá y de Vargas y un batallón de milicias​ de Quito, Ibarra y Tulcán.​ El 18 de diciembre hizo un reconocimiento del paso principal por el río, donde verificó la destrucción del puente y las dificultades para cruzarlo.​ El 21 de diciembre, envió una compañía de milicianos de Ibarra y Tulcán al paso de Funes para distraer a los realistas, haciendo varios movimientos similares poco después.

Las fuerzas de Boves se estiman en unos 2.000 efectivos y las fuerzas de Sucre eran también unos 2.000, aunque la mayoría eran veteranas.

El 22 de diciembre, Sucre volvió a la ofensiva a las 11:00 horas. Marchaba con el BIL de rifles y el escuadrón lanceros al mando del general José de Jesús Barreto.​ Después de atacar por varios puntos para distraer a los defensores, a las 22:00 horas, llegó a las orillas del río, pero estaba tan oscuro que no se pudo tender ningún puente hasta el amanecer, permitiendo al BIL de rifles cruzar. La acción fue descubierta, pero Sucre decidió continuar bajo el fuego enemigo. Las 3 Cías del BIL de rifles tomaron las posiciones a orillas del río Guáitara.

El coronel Arthur Sanders pidió la oportunidad de que el BIL de rifles vengara su anterior derrota y encabezará la carga. Le fue otorgado el honor y rápidamente la unidad subió la cuesta; cuando llegó a la mitad del camino, toda la fuerza realista les salió al encuentro; sin embargo, no reaccionaron adecuadamente por la velocidad del ascenso y la cima se vio rodeada por soldados republicanos, que la tomaron.

Aunque los republicanos temían perder 300 hombres en el ataque, al final solamente sufrieron algunos heridos. No se pudo perseguir a los vencidos por el agotamiento de las tropas, debiendo ordenarse un día completo de descanso mientras el enemigo se rehacía en la quebrada de Yacuanquer con unos 1.500 efectivos. Sin embargo, los exploradores republicanos detectaron la concentración de fuerzas y el BI de Bogotá del coronel José María Córdova los flanqueó por el ala izquierda mientras el BIL de rifles cargaba desde el frente. El movimiento de ambas unidades se hizo a la vez y los monárquicos se dispersaron, pero al caer la noche pudieron huir al bosque sin sufrir muchas bajas después de ser perseguidos hasta el puente de Trocha.​ Los republicanos se retiraron a pernoctar en el pueblo de Yacuanquer.

Guerra en el Pasto. Alegoría de la guerra.

Combate de Pasto (24 de diciembre de 1822)

El 24 de diciembre, Sucre envió mensajes exigiendo al cabildo de Pasto rendirse de inmediato. Como la respuesta fue negativa, el ejército republicano atravesó la montaña entre Yacuanquer y Pasto, con dificultad, llegando a los alrededores del sur de la villa a las 12:00 horas. Una hora más tarde, las Cías 1 y 5 del BIL de rifles fueron enviadas a tomar unas alturas a la izquierda del camino que siguió el resto de la expedición; mientras que Barreto y Sanders ocupaban la principal estancia de Pasto, donde se encontraba la iglesia de Santiago, donde se apostaban algunos defensores, creyendo en la protección del apóstol. Se inició la lucha, con la carga en formación abierta de los realistas contra la Cía 5 de rifles,​ pero el general Bartolomé Salom ordenó al coronel Carbajal y al comandante Jiménez cargar con una compañía del Bogotá y parte de la caballería por la izquierda.

Después de hora y media, los pastusos huyeron con Boves a las montañas de Sebondoy, con rumbo al río Amazonas. Otros a Juanambú, buscando refugio en el páramo del Castigo. La ciudad fue ocupada, pero solamente encontraron mujeres y monjas en el convento, pues los hombres habían huido.

Se produjo un saqueo por la rabia de los soldados vencedores a la resistencia presentada. Las bajas fueron de 300 a 400 pastusos en los combates y que Sucre perdió 8 muertos y 32 heridos,​ capturando un cañón y una bandera.

Guerra en el Pasto. Guerreros pastusos realistas.

Navidad Negra (25 de diciembre de 1822)

El 24 de diciembre de 1822, Sucre entraba con su ejército a la ciudad de Pasto, alrededor de las 15:00 horas, y se encontró con que la ciudad ya había sido abandonada por las fuerzas realistas.

Las fuerzas realistas se habían preparado para resistir, habían levantado incluso barricadas defensivas en las calles; pero precisamente después de haber sido derrotados por Sucre en la batalla del día anterior, decidieron más bien replegarse, es decir, retirarse, y abandonar la ciudad para evitar que la urbe sufriera un desastre por una batalla en las calles, pero fue peor el remedio que la enfermedad.

Los soldados británicos del BIL de rifles llevaron a cabo una carnicería; los soldados, borrachos luego de hartarse de alcohol, tumbaron las puertas de las casas y entraron por la fuerza, masacrando familias enteras, incluyendo mujeres, niños y ancianos. A casi todas las mujeres las violaron, incluyendo niñas de 10 años y ancianas también; a las mujeres las violaban dentro de sus propias casas, o las arrastraban afuera a la calle para violarlas.

Los soldados de Sucre, animados por los británicos, agarraban a grupos de mujeres y las violentaban en la vía pública, como en una plaza de la ciudad (actualmente llamada Plaza de Nariño). Allí agarraron a un grupo de mujeres y las ultrajaron, las violaron en plena plaza, con el espectáculo grotesco de las mujeres tendidas en el suelo, desnudas o semidesnudas (despojadas por la fuerza de sus ropas, que quedaban destrozadas); mientras los soldados se turnaban sobre ellas para violarlas salvajemente, en medio de los terribles gritos de las pobres víctimas, y, en muchos casos, después de violarlas, las degollaban también, asesinándolas sin compasión.

Se vivieron otras escenas dantescas, como por ejemplo a una madre a la que le quitaron su criatura de los brazos, y la madre, tratando de defender a su hijo, al final los soldados la degollaron y al niño lo lanzaron al aire y después lo ensartaron con una bayoneta; los salvajes soldados hicieron de esto un bárbaro y cruel juego, y entonces a muchos niños los arrojaron al aire para ensartarlos con lanzas y las bayonetas de sus rifles, para que así dejaran de llorar.

Producto de la mentalidad de la época, había madres que preferían que sus hijas fueran violadas por soldados blancos, para que no fueran violadas por soldados negros (lo que era una humillación peor), y por eso las llevaban de la mano y se las entregaban a los soldados blancos.

Los soldados entraron a caballo a la Iglesia de San Francisco y asesinaron a todos los que estaban asilados allí, mujeres, niños; a un anciano fraile lo agarraron, le pusieron la cabeza en una pila bautismal y se la machacaron hasta que saltaron los sesos. Saquearon las iglesias, se robaron las alhajas, saquearon todo lo de valor en edificios públicos y residencias privadas.

La tragedia duró tres días; se entregó la ciudad a los soldados para que hicieran todas esas barbaridades durante tres días. Al final se acumularon entre 400 y 500 civiles muertos, por la medida pequeña; y los cadáveres se acumulaban en las calles pudriéndose, pues nadie se atrevía a recogerlos.

Hay un testimonio que denota la responsabilidad que tuvo Sucre en aquella horrenda tragedia, que fue que después de los mencionados tres días de asesinatos masivos, violaciones y saqueos, el coronel neogranadino José María Córdova se acercó a Sucre y empezó a discutir con él. Le rogó que parara aquella locura, porque hasta este coronel independentista estaba indignado y asqueado por todo lo que estaba viendo, y le reclamó que parara aquello.

Después de mucha insistencia fue que Sucre aceptó mandar, casi que, a regañadientes, a un grupo de soldados comandados por Córdova para detener a los otros soldados que participaban en los crímenes y desarmarlos, forzándoles a parar la orgía de sangre, violencia sexual, rapiña y destrucción.

En las cartas que escribió Sucre días después de la tragedia, no se muestra ningún remordimiento, sino que, al contrario, le expresaba a Bolívar que estaba satisfecho porque los soldados estaban contentos; le decía que el ánimo de los soldados era alto, y uno solo puede pensar con ironía que, claro, estarían contentos de hartarse de violar, de matar, de saquear, en esta terrible barbaridad.

Sin duda fue un monstruoso y abominable crimen que se cometió contra el pueblo de la ciudad de Pasto. Marcó la memoria colectiva de los nativos de la urbe durante generaciones, haciendo que hoy día aún se recuerde con dolor y rencor la barbaridad cometida contra sus ancestros, y que se odie y desprecie la memoria de Bolívar y Sucre, como queda patente en representaciones artísticas, incluso en sus famosos Carnavales regionales.

Nueve días después, el 2 de enero de 1823, Bolívar entraba a Pasto con una actitud más desafiante, y queriendo restregar su victoria a los sobrevivientes, convocó a la población de Pasto a que fueran a jurar la nueva constitución de la Gran República de Colombia. Sin embargo, aquello fue el pretexto para una coartada tramposa con el que buscaba castigar a la población, puesto que se realizó apresamiento masivo. Siendo así, reclutó 1.300 pastusos contra su voluntad para que participen en las campañas del Sur; un millar de exrealistas serían enviados a Perú, mientras otros 300 serían trasladados a Quito y Guayaquil.​

Muchos fallecieron en el trayecto, o como represalia por intentar amotinarse, mayormente en los buques.​ También se ejecutó sumariamente a varios prisioneros y líderes rebeldes. Finalmente, Bolívar dio un decreto arbitrario sobre confiscación de bienes, además de imponer una contribución de 30.000 pesos, además de 3.000 cabezas de ganado para el ejército y 2.000 caballos para los jinetes. También se utilizó el llamado “matrimonio cívico”, consistente en lanzar parejas de indios a las aguas del Guáitara; así ahorraban municiones.

Los bienes y propiedades de los pastusos que habían sido expropiados en las confiscaciones terminaron siendo distribuidos entre los militares de la Gran Colombia, todo bajo órdenes de Bolívar y la complicidad de las nuevas autoridades republicanas.

También se tomaron medidas de carácter legal para perjudicar la integridad económica y las identidades comunales, como ordenarse la disolución de los resguardos, así como suprimir los conventos menores.

Aparte de las terribles pérdidas humanas y económicas que rodearon el vil ataque a Pasto por parte de las tropas revolucionarias, la ciudad terminó con un irreparable daño cultural. Los documentos quemados por los republicanos generaron la pérdida de gran parte de la memoria histórica de esa región, por lo menos unos 3 siglos de archivos, que perecieron en las hogueras de la violencia y la barbarie.

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2025-11-09. Última modificacion 2025-11-09.
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