Guerras de Independencia Hispano-Americanas Independencia de Ecuador Últimos combates en el Pasto

Asedio de Pasto (19 de agosto al 20 de septiembre de 1823)

Después de su victoria en la batalla de Ibarra, Simón Bolívar se embarcó para el Callao el 6 de agosto de 1823 en Guayaquil a bordo del bergantín de guerra Chimborazo.​ A cargo de las operaciones en Pasto quedó el general de brigada Bartolomé Salom con menos de 1.000 soldados. El general rápidamente ocupó San Juan y se dedicó a perseguir a las guerrillas ocultas en las boscosas montañas de la región.

Como el gobierno de Bogotá estaba ocupado en otros frentes (guerrillas realistas en Maracaibo y Riohacha y la expedición al Perú), solamente se pudieron enviar 300 soldados a las órdenes del coronel Juan José Flores y el Tcol José María Obando a finales de julio desde Popayán. Estaban en el pueblo de La Cruz cuando se encontraron con una columna enviada por el brigadier para restablecer las comunicaciones con Popayán y juntos volvieron a San Juan. Poco después, fue enviado a la misma localidad el coronel José Concha con una pequeña tropa, quien envió las pocas noticias que le llegaban de la lucha en Pasto a sus superiores en Popayán.​ Obando, en sus Apuntamientos, afirma que gracias a estos refuerzos la división de Salom aumentó a 2.200 soldados.

Salom ofreció un indulto a los realistas, pero se negaron a aceptarlo y sus comandantes, Agustín Agualongo y Estanislao Merchán Cano, reunieron a sus guerrilleros en Anganoy, un pueblo a un cuarto de legua al sur de San Juan, el 19 de agosto, quedando cortadas las comunicaciones con Quito.

Salom entretuvo a los monárquicos durante cuatro días lanzándoles ataques esporádicos para tratar de averiguar sus intenciones. Finalmente, el 23 de agosto, los realistas realizaron un asalto general contra la ciudad, dándose un feroz combate cuando intentaron tomar las calles y edificios donde se atrincheraron los soldados republicanos. Cuando consumieron casi todas sus municiones, los realistas se retiraron dejando 111 muertos y llevándose un número mayor de heridos. Los vencedores les persiguieron hasta Anganoy, donde Agualongo reorganizó a sus soldados. Los republicanos sufrieron 4 muertos y 26 heridos. Una nueva oferta de indulto fue igualmente rechazada.

Sabedor de que sus rivales estaban en excelentes posiciones defensivas, Salom se negó a volver a atacar Anganoy al temer perder a muchos de sus soldados. En cambio, se atrincheró y se preparó para resistir el asedio dentro de la ciudad. Finalmente, el 13 de septiembre el general decidió flanquear las posiciones realistas y atacó Catambuco con el batallón de Yaguachi y el escuadrón de Guías, donde el terreno era regular y llano; en retaguardia iba una compañía de milicianos quiteños. El BI de Yaguachi, a las órdenes del Tcol Antonio Farfán, cargó contra un enemigo muy superior en número y por momentos llegó a verse en una lucha desesperada hasta la llegada del batallón de Quito del Tcol Martínez Pallares. Los realistas fueron vencidos después de sufrir 170 muertos y fueron perseguidos en todas direcciones.

Después de la victoria, el brigadier envió al Tcol Obando con 300 infantes y 40 jinetes a restablecer las comunicaciones con Quito. Como la columna no volvió el día convenido y sabedor de que los relistas habían cortado el puente del río Guáitara restablecido por Obando, Salom fue en su auxilio con el BI de Yaguachi y 40 jinetes. Pronto se encontró con el Tcol y juntos tomaron el camino de vuelta, llegando hasta Yacuanquer.

Sin embargo, el 20 de septiembre, Agualongo aprovechó para atacar a la guarnición que quedó en San Juan a las órdenes del coronel Flores. El oficial no pudo hacer nada ante los 1.500 realistas que cayeron sobre la villa y debió retirarse con todo el equipo que pudo, reuniéndose con su superior en Yacuanquer.

Salom comprendió que sus tropas estaban agotadas por la campaña y el clima y necesitaba refuerzos para lograr pacificar definitivamente la región. En un consejo de oficiales se determinó que la división se refugiaría en Túquerres, en una zona de Los Pastos, a las órdenes de Flores, mientras el brigadier volvería a Quito a reunir refuerzos y armamentos sumamente necesarios. Se decidió permitir que cortaran el puente del Guáitara, pues los realistas no tenían municiones para sus 525 fusiles y no podrían impedir a los republicanos cruzar el río.

Debido a estos acontecimientos, Salom escribió una carta a Bolívar en Quito, el 25 de septiembre, afirmando: «Los dos únicos medios que me parecen adaptables para terminar la guerra de Pasto, que eran, o un indulto general y absoluto concedido a los facciosos, o la destrucción total del país».

Mientras los realistas recuperaban San Juan, el comandante general del Cauca, general José María Ortega y Nariño, ordenó al general José María Córdova avanzar con 150 hombres hasta el Perú, reclutando en su paso a los 150 hombres que tenía el coronel Concha. Llegaron hasta la hacienda de Ortega, ubicada al sur del río Juanambú, donde envió un mensajero con una oferta de amnistía a los realistas.​ Córdova decidió esperarlo en un lugar llamado Cebollas, donde fue atacado por los pastusos, que fingieron una retirada para atraerlo a las montañas. Sin embargo, el mensajero volvió con la respuesta de Agualongo y Merchán Cano, quienes le ofrecían perdonarle la vida a Córdova si se rendía el 11 de octubre.

Considerando el esfuerzo como inútil, el oficial republicano ordenó la retirada durante la noche, pero fue alcanzado en la mañana siguiente en el Boquerón, cerca del Juanambú. Los republicanos tuvieron que abrirse paso luchando durante dos días, tomando las trincheras realistas en el río, pasando por el monte Berruecos y luchando desde Olaya hasta La Venta. Eran apenas 230 soldados rodeados por 1.500 enemigos. Córdova sufrió un oficial muerto y algunos soldados, muchos heridos y la captura de algunos soldados y fusiles.​ Córdova se instaló en Buenavista del Mayo (Los Andes) para vigilar Patía y proteger Popayán de los rebeldes.

Batalla de Calvario (3 al 6 de enero de 1824)

Victoriosos, los pastusos intentaron tomar Barbacoas para tener un puerto en el océano Pacífico, pero fueron vencidos. Después de esto, el ejército republicano en Túquerres fue puesto al mando del general José Mires, quien ordenó avanzar con 2.500 soldados​ contra las defensas realistas, formadas por 1.500 efectivos,​ en el río Guáitara (12 de diciembre). Después de forzarlas exitosamente, persiguió a los vencidos hasta el pueblo de Yaquanquer.​ Los realistas intentaron reorganizarse en Cebadal, pero nuevamente fueron desalojados, esta vez por el coronel Flores, que mandaba la vanguardia republicana, y tuvieron que abandonar San Juan de Pasto con rumbo a Tambo Pintado (13 de diciembre). Finalmente, a la medianoche del 14 de diciembre, los republicanos entraron en la ciudad.

Al día siguiente, Mires publicó una oferta de indulto a todo aquel que entregara las armas en los siguientes tres días, pero amenazando con ejecutar a todo el capturado después de ese plazo; nadie se presentó.

El 2 de enero de 1824 hizo la misma proclama, ofreciendo dinero a todo el que entregara un arma, pero también fracasó.​ Fue entonces cuando Mires decidió atacar Chorrillo, donde se habían fortificado 400 monárquicos, pero estos últimos se retiraron a Chaguarbamba, lugar al que Mires les siguió, sucediendo lo mismo.

Los realistas aprovecharon la distracción para escabullirse y atacar San Juan, donde habían quedado 300 soldados y 2 piezas de artillería a cargo del mayor Juan Bautista Arévalo en el fortín Calvario, en el pueblo de Aranda,​ donde los republicanos se parapetaron en tapias, zanjas y sembríos mientras la población civil se refugiaba en la villa.​ Finalmente, después de ser vencidos en Catambuco el 7 de enero, los realistas se dispersaron en tres guerrillas: Agualongo a Tambo, Pintado y Enríquez a Segovia, y Funez a Pueblo Negro.​ Desde esos lugares volvieron a Los Pastos, específicamente a Sapúyes, donde estaba el cabecilla José Benavides.

Sin embargo, hasta allí los siguió Mires con 500 infantes y 100 jinetes, a los que se sumó una columna a las órdenes del general José de Jesús Barreto, quien venía de Ipiales. Sin embargo, poco después hubo un combate donde 150 republicanos fueron vencidos.​ Después, los realistas se reorganizaron en Gualmatán, donde fueron nuevamente atacados y vencidos por Mires. Dando la rebelión por vencida, volvió a Quito y dejó a cargo al coronel Juan José Flores.

Combate de Mapachico (28 de marzo de 1824)

En marzo de 1824, el jefe guerrillero realista, coronel Agustín Agualongo, planeaba atacar Barbacoas. Para ello decidió distraer a sus enemigos en San Juan de Pasto, donde el general José de Jesús Barreto y el coronel Juan José Flores mandaban una poderosa guarnición compuesta de tres batallones, dos compañías sueltas y dos escuadrones, más de 2.000 soldados republicanos. Agualongo ordenó a 200 guerrilleros fingir un ataque a San Juan.​

Flores salió a enfrentarlos en las alturas de Mapachico con 300 soldados, rechazando su ataque y destacando en la lucha su vanguardia al mando del oficial Pedro Alcántara Herrán.

Flores siempre afirmó que fue una victoria decisiva, pero se le cuestionó desde el primer momento.

Batalla de Barbacoas (1 de junio de 1824)

Después de su derrota en la batalla de Calvario, el coronel Agustín Agualongo y sus seguidores se dirigieron por el camino de Castigo hacia Barbacoas, ciudad portuaria donde esperaban hacerse con armas, municiones y dinero para sublevar a los esclavos de las minas de Chocó. Al parecer, sabían de un importante caudal que estaba a punto de ser enviado al Ejército del Sur en Perú. Para ello realizó un ataque de distracción en San Juan de Pasto.

El propio general Tomás Cipriano Mosquera en sus Memorias afirma que se enteró de que sus enemigos se acercaban por el río Patía el 29 de mayo. Inmediatamente, preparó la defensa teniendo solo 80 veteranos, pues la mayor parte de la guarnición estaba en los puertos. Durante esa noche, a las 23:00, mientras llovía con truenos, Mosquera estaba conversando con su secretario, Manuel Patiño, cuando un azulejo entró por una ventana de su casa: «Dije al señor Patiño: la hora y con la lluvia y truenos es de mal agüero, pero la pluma hermosa es de bueno». Poco después entraron los oficiales para una reunión y el teniente coronel mandó a las tropas estar con las armas listas.​ Él era teniente coronel​ y gobernador y comandante de armas de Buenaventura.

A las 03:00 horas del 30 de mayo, llegó el capitán Pedro Rodríguez desde las minas de Maglí con el aviso de que iba a haber un ataque. Mosquera ya estaba listo y embarcó a algunos milicianos y esclavos voluntarios, a quienes se les ofreció la libertad, en dos lanchas para explorar, teniendo un encuentro con los realistas y forzándolos a retirarse a la confluencia de los ríos Telembí y Quaqui. Al día siguiente, una canoa realista intentó aproximarse, pero fue destruida por un fuego de metralla de una pieza de 4 libras que llevaban los republicanos, dando muerte a 30 enemigos.

A las 06:00 horas del 1 de junio, se produjo el ataque de los realistas, quienes fueron forzados a retroceder a eso de las 13:00 horas.​ En el combate murió el guerrillero del Patía, coronel Jerónimo Toro.​ Mosquera salió en su persecución con un destacamento, momento en que un soldado de apellido Martínez del batallón de Aragón se dio vuelta y a dos pasos le disparó, rompiéndole la quijada. El Tcol volvió a su cuartel a curarse y dejó a cargo de la unidad al Tcol Parra.​ Mosquera se ganó el apodo de Mascachochas.

Un soldado independentista del batallón de la Constitución fingió pasarse al otro bando y se presentó ante el coronel Agualongo recordándole que estuvo a su servicio en Yaguachi, se ofreció a quemar el cuartel republicano y el jefe monárquico aceptó. Luego, el hombre volvió con Mosquera y le informó de los planes de un nuevo ataque, que se produjo a las 14:00 horas. El teniente coronel: «Tenía que escribir las órdenes en una pizarra porque no podía hablar, y sin poder contener la hemorragia», pero hizo que sacaran el techo de paja de su cuartel para contemplar a la iglesia local en llamas y escribir: «Dios está con nosotros, somos invencibles».​ Algunas casas también fueron quemadas por los atacantes,​ pero a las 17:00 horas, Agualongo se retiraba vencido. Mosquera lo persiguió hasta el día siguiente, tomando numerosos prisioneros; todo oficial capturado fue fusilado poco después.​

Batalla de Barbacoas (1 de junio de 1824). Guerreros en la plaza de la ciudad.

Sin embargo, el coronel José María Obando da otra visión de lo sucedido. Según él, los pastusos atacaron y Mosquera cometió el error de encerrarse con el piquete de veteranos en una casa, dejando el grueso de la labor defensiva a los vecinos. Afortunadamente, un balazo dejó inconsciente a Mosquera y permitió al comandante Asención Farrera asumir el mando y conseguir la victoria. Después de esto, Mosquera ordenó masacrar a los habitantes del Patía por no resistir a los realistas.​ También, sabiéndose poco apreciado por los vecinos de Barbacoas, exigió pagar un impuesto de 30.000 pesos, pero los arruinados habitantes reclamaron ante el gobierno central. Sin embargo, Mosquera acusó a los locales de haber llamado a Agualongo, lo que fue creído y se impuso la paga.

Por su éxito, Mosquera fue aclamado como “Bravo defensor de Barbacoas” por Simón Bolívar.​ Los realistas sobrevivientes huyeron a San Juan de Pasto, pero el coronel Obando, jefe de la línea del río Mayo, se había enterado y decidió enviar al capitán Manuel María Córdoba con 100 soldados a su encuentro, uniéndose poco después el mismo Obando en Castigo. Allí observaron que por el camino a Nechao avanzaba Agualongo con 87 fieles, así que decidieron dispersar a sus hombres en los bosques cercanos.​

Al día siguiente, 24 de junio, capturaron a Agualongo, el coronel Joaquín Enríquez y los capitanes Francisco Terán y Manuel Insuarte con 12 soldados.​ Otros 40 realistas murieron ese día o en los siguientes por hambre, pero entre los que escaparon estaba el capitán negro Francisco Angulo, a quien Angulo había nombrado gobernador de Barbacoas.​ Sin embargo, el propio Obando afirma que capturó a más de 100, dejando libres a los soldados y subalternos.

Por su parte, el otro jefe rebelde, Estanislao Merchán Cano, se entregó en el pueblo de Cruz, pero cuando era llevado a San Juan bajo custodia fue asesinado, según se dice por órdenes del coronel Juan José Flores. Sin embargo, los realistas lograrían organizar una última resistencia en Sucumbíos.

Se le ofreció a Agualongo la posibilidad de condonar su condena a muerte si juraba fidelidad a la Constitución de la República de Colombia, a lo que respondió con un escueto “¡nunca!”. El 13 de julio de 1824, a la edad de 44 años, fue llevado al paredón para ser fusilado. Demostró en todo momento gran serenidad y valor. Como último deseo solicita poder dirigirse a su muerte vestido con el uniforme realista de coronel, y frente a su pelotón de fusilamiento exigió que no se le tapasen los ojos, ya que desea mirar a la muerte de frente. Exclama un «¡Viva el Rey!» seguido de un: «Si tuviera veinte vidas, las inmolaría igualmente por el Rey de España». Así fallecería aquel indio, mestizo y patriota español. Mientras tanto, en Madrid, se había emitido una cédula real por la que había sido ascendido a general de brigada de los Ejércitos del Rey. Sus restos actualmente descansan en la Concatedral de San Juan de Pasto.

Batalla de Sucumbíos (12 de junio de 1825)

Después de la ejecución de Agustín Agualongo en Popayán el 13 de julio, las guerrillas realistas en la región de Pasto quedaron al mando del sacerdote José Benavides, quien operaba en la cuenca del río Juanambú. En una proclama publicada en el pueblo de San Pablo, animaba a la rebelión a los habitantes del valle de Patía, afirmando que Simón Bolívar había sido vencido por los españoles en Guayaquil. Como muchos soldados y oficiales republicanos volvieron mal vestidos y hasta sin espadas, no pocos realistas creyeron que era verdad y durante abril de 1825 sus cabecillas ocultaron armas y empezaron a reunir a sus partidas.​

Gracias a esto, Benavides reunió en los pueblos de Imues, Iles, Pupiáles, Pútes y Zapúyes 500 hombres y, al norte del río Guáitara, en los caseríos de Tambo, Bomboná y Chaguarbamba, su lugarteniente Carlos Calvache pudo reunir igual número. Moncayo, Herazo, Angulo y otros guerrilleros formaron partidas en Castigo, Tarminango, Berruécos y La Cruz.

En el río Mayo emboscó dos destacamentos y mató al oficial Muñoz y varios soldados, capturando 30 fusiles y muchas municiones. En Los Pastos, Benavides emboscó y dispersó una compañía de milicias de Zequitan en Chimbatangua. El 21 de abril, en Guapuscual, venció a 80 soldados republicanos a cargo del capitán Vela y el teniente Sandoval, matando o capturando a todos sus enemigos. Justo entonces el coronel Antonio Farfán, gobernador de Pasto, estaba en Taminango combatiendo a Moncayo, pero al enterarse volvió a San Juan de Pasto, guarnecida por 700 soldados.

Al mismo tiempo, el comandante general del Cauca, José María Ortega y Nariño, en Juanambú y Mayo conseguía algunas victorias, donde los coroneles José María Obando y Manuel María Córdova impidieron la extensión de la revuelta a Patía. Finalmente, el coronel Juan José Flores, comandante general del departamento del Ecuador, y el intendente del departamento, José Félix Valdivieso, decidieron ayudar.

El coronel Flores marchó 300 soldados a Pasto, pero desde Guayaquil no se pudo enviar más refuerzos por las lluvias invernales. El coronel Flores llegó a Tulcán el 10 de mayo, donde se enteró de que en Los Pastos, territorio de valles y quebradas profundas al oeste del Guáitara, dominaba Benavides. La columna republicana se componía de 400 hombres organizados en dos compañías de milicias ecuatorianas y el escuadrón de lanceros de Venezuela.

Benavides avanzó a los llanos de Tatambud para interceptar a Flores, quien acampaba en Ipiales con 900 soldados, la mayoría reclutas; pues había incorporado 6 compañías de milicias de Ipiales y Túquerres. El sacerdote luego cruzó el Guáitara y acampó en un fuerte terreno cercano a Túnez, rodeado de ríos y montañas, no lejos del río Téllez. Flores y Farfán empezaron a actuar coordinados y el segundo dividió sus fuerzas en dos columnas; una cubría el camino de San Javier por los pasos del Guáitara y la otra las montañas de Puérres hasta Chapal el 12 de junio. Poco después se les unió Flores, mientras los realistas se refugiaban en la colina de Sucumbíos, pues no estaba bloqueada su retirada a Los Pastos.

Los realistas ocuparon la ventajosa elevación, apoyando sus defensas en la quebrada del río Ancasmayo.​ Entretanto, los republicanos lanzaron un ataque coordinado. Flores atacó de frente, bajo el constante fuego de los enemigos mientras cruzaba el río Téllez, y Farfán por el flanco. El ataque del primero se trabó hasta que llegó la reserva, mandada por el coronel Mina y el comandante de artillería Klinger, lo que hizo huir a los defensores en desorden por los bosques y cerros cercanos. Se tomaron pocos prisioneros y muchos cadáveres quedaron en el campo.​ En la columna de Farfán se destacó el batallón de Yaguachi al mando del Tcol Manuel Guerrero y algunas compañías de milicias pastusas.

Entretanto, Calvache había avanzado de Chaguarbamba contra San Juan, asediándola. Pero el coronel Farfán rápidamente volvió y los derrotó, causándoles muchas bajas. Los sobrevivientes cruzaron el río Juanambú por Guambuyaco, uniéndose a la guerrilla del negro Angulo. Farfán los persiguió hasta Taminango, forzándolos a dividirse en pequeñas partidas. Flores se dedicó a perseguir a sus enemigos por Los Pastos, colocando destacamentos en Illes, Pútes, Zapúyes y Pupiáles, capturando y ejecutando a 13 jefes guerrilleros y tomando más de 300 prisioneros que envió encadenados a Quito (y luego los enviaron a trabajar en el camino que conectaba a Guayaquil).

Solo quedaba una partida a cargo de Benavides y Angulo en Túquerres. La comarca había sido pacificada.

Unidades ecuatorianas en la campaña de Perú

Para reforzar la campaña libertadora de Quito, debía incorporarse el batallón republicano Numancia, que se encontraba prestando servicios en el Perú, pero por ser esta unidad realmente excelente, decidió el general San Martín enviar en su reemplazo a la División del Sur, comandada por el coronel altoperuano Andrés de Santa Cruz. Dicha división, previa su incorporación a la campaña, impuso condiciones, entre ellas el reemplazo de recursos humanos.

No obstante haberse cumplido las condiciones concertadas, la división no tuvo un comportamiento militar honroso, como el mismo Sucre lo juzga: «Durante la batalla de Pichincha, el batallón Trujillo después del primer encuentro se retiró del escenario, a tal extremo vergonzoso que los dragones (de Colombia) se ocupaban en reunir e impedir su fuga; el batallón Piura, ha desertado, de modo que huyendo por entre las rocas del Pichincha no lo hemos visto más…».

Sin embargo, el coronel Andrés de Santa Cruz se ufanaba de haber contribuido “muy particularmente al éxito del combate”. Pero en lo que sí tenía razón el coronel altoperuano era en aquello que él mismo expresaba satisfecho: «He reemplazado triplicadamente la pérdida (de soldados) e inclusive uniformes». En efecto, con el mismo coronel Santa Cruz se embarcaron rumbo al Perú centenares de soldados ecuatorianos, a los que se añadieron posteriormente aquellos que, conformando diferentes unidades, participaron en la campaña del Perú.

Alfredo Luna Tobar nos detalla las unidades y el número de soldados ecuatorianos que intervinieron en diferentes acciones de combate:
«La primera división colombiana que envió el Libertador al Perú estuvo en un primer momento al mando del general Jacinto Lara y posteriormente del general Juan Paz del Castillo, con el cual realizó el viaje. La formaban dos brigadas, constituidas el 30 de julio de 1822, la primera a órdenes del coronel Luis Urdaneta, prócer de la revolución guayaquileña de octubre y antiguo numantino, y la segunda a las de José María Córdova. La brigada de Urdaneta se componía de los batallones Vencedores y Voltígeros; la de Córdova por Yaguachi y Pichincha. Voltígeros, nuevo nombre de Numancia, continuaba entonces en el Perú».

Respecto al batallón de Yaguachi, creado el 5 de febrero de 1822 en la población de Yúlug, como resultado de la fusión de los batallones de Tiradores y Voluntarios de la Patria, fue luego reestructurado por Urdaneta, según orden de Bolívar, dictada el 14 de julio de 1822; estaba compuesto de 477 ecuatorianos y fue aumentado a 800 para su marcha al Perú. “A este batallón netamente ecuatoriano, le cupo el honor de ser el primero designado para ir al Perú”.

El batallón de Pichincha, en parte también ecuatoriano, se había formado en Quito inmediatamente después de la batalla que le dio su nombre, con los antiguos batallones de Paya y de Magdalena; ambos recibieron abundante reemplazo y refuerzos en el Ecuador, tanto en Guayaquil, a su llegada al país, pero particularmente en Cuenca.

De acuerdo con una carta de Bolívar dirigida a Santander, el 22 de julio de 1822, se conoce: «Ya se embarcó el batallón de Yaguachi; seguirá el batallón de Pichincha, compuesto del Magdalena y de Paya, y dado además el batallón de Cuenca por las bajas sufridas por la División del Perú».

Respecto al destino que tuvo el batallón de Yaguachi después de su partida al Perú, se conoce: El Yaguachi se embarcó en Guayaquil el 14 de julio y el resto de la división salió el 6 de septiembre de 1822, pero para permanecer muy poco tiempo en el Perú. Regresó a Guayaquil en los primeros días de enero de 1823, luego de evidenciarse la falta de un acuerdo previo entre Colombia y el Perú sobre la modalidad del auxilio colombiano y las obligaciones recíprocas de la contraparte. El Perú mantuvo en mucho abandono a dicha división; y no quiso acceder a que las bajas que ella tuviera se llenaran con peruanos, ni tampoco le asistió puntualmente con las pagas y raciones que se le debían. Con la división volvió también el batallón de Voltígeros (antiguo y legendario Numancia).

De lo transcrito se puede concluir que el Perú pretendió recibir el apoyo del ejército de Colombia sin cumplir el acuerdo previamente firmado, en el que constaba, entre otras cláusulas, los reemplazos en personal, que debía hacerlo con soldados peruanos; compromiso que sí se cumplió en la campaña libertadora de Quito cuando se entregó a la División de Santa Cruz un número de reemplazos muy superior a los que realmente había perdido.

Los serios contratiempos que tuvo el ejército sureño, cuando disminuyó la asistencia militar de Colombia, hicieron que el Perú firmase un nuevo convenio de fecha 18 de marzo de 1823, circunstancia que posibilitó el inmediato y franco apoyo de Colombia.

Respecto a los batallones que formaron parte de la primera expedición que fue al Perú, nos ilustra Alfredo Luna: «Son los que podríamos llamar cuerpos clásicos que, con su nombre, se mantendrían a través de toda la campaña y que estarían presentes en Ayacucho. Todos ellos están vinculados a Ecuador, por haber sido reestructurados y completados en nuestra tierra, pero algunos lo están en forma más estrecha: se trata de aquellos cuerpos en que militaron mayor número de ecuatorianos. El batallón ecuatoriano por antonomasia fue el Vencedor de Bocayá, formado casi íntegramente en Guayaquil; pero lo fueron también en casi igual proporción el de Bogotá y el de Vargas o Yaguachi. Importantes contingentes ecuatorianos hubo asimismo en el de Pichincha, Rifles, Húsares y Granaderos a Caballo de Colombia; en menor proporción, pero sin dejar de ser cuantiosa, militaron también en los connacionales de Voltígeros y de Caracas, nombre que se dio en el Perú al batallón de Zulia, y en los diversos cuerpos de la división peruana».

Unidades militares con gran porcentaje de soldados ecuatorianos (Departamento Sur de Colombia), como el BI-I y BI-II de Guayaquil; el BI-I y el BI-II de Cuenca; el BI Yaguachi, formado mayoritariamente con soldados de Quito, fueron absorbidos o incorporados a otras unidades de mayor antigüedad o ascendencia.

Los batallones de Bogotá y de Vargas, desaparecidos prácticamente en la batalla de Bomboná (7 de abril de 1822), fueron reorganizados en Quito con los pocos efectivos que llegaron a la mencionada ciudad; luego estas dos unidades se emplearán en la insurrección de Pasto, integrando las tropas que mandaba Sucre.

Concluida la campaña de Pasto, los dos batallones debían dirigirse al Perú para intervenir en su campaña libertadora, pero antes de hacerlo debían tener un orgánico de 1.200 hombres cada uno; el Bogotá completó sus efectivos en Quito y Guayaquil; el batallón de Vargas lo hizo absorbiendo al Yaguachi, por disposición impartida por Bolívar el 29 de enero de 1823.

“Este hecho es muy importante, no solo porque el Vargas fue un batallón ecuatoriano, sino porque desde esa fecha el batallón, formado preponderantemente por gente veterana de Yaguachi, seguiría considerándose como parte del cuerpo reformado, conservando su personalidad y sus tradiciones”.

En julio de 1823, una columna de veteranos de Vargas sería enviada de regreso a Quito, para obrar otra vez sobre Pasto, que se había insurreccionado nuevamente. La columna no llegó a entrar en acción y retornó al Guayaquil.

Respecto al batallón de Rifles que estuvo en Pasto e intervino en la campaña del Perú, llegaba a Quito el 17 de julio de 1822, donde por disposición de Bolívar fueron incrementados sus efectivos. En marzo de 1823, el orgánico del batallón llegó a 1.200 hombres, cubierto con “gente de la provincia de Quito”. A mediados de 1823 partía desde Guayaquil rumbo al Perú para combatir por su independencia.

El batallón Vencedor de Boyacá, conocido simplemente como Vencedor, actuó brillantemente en Bomboná. Después de un tiempo prudencial, llegó a Guayaquil, donde se reforzó con ciudadanos de esa provincia antes de viajar hacia el Perú.

Las unidades de caballería fueron también reestructuradas y equipadas en diferentes poblaciones del Ecuador.

El batallón de Pichincha fue la unidad a cuyas filas ingresaron un buen número de voluntarios de Quito y sus alrededores. El Pichincha, al mando del Tcol Manuel León, formó en la heroica Primera División del aguerrido general José María Córdova.

La cuota de soldados ecuatorianos que participaron en la campaña libertadora del Perú fue realmente significativa. Junín, Ayacucho, Callao (el bloqueo) fueron testigos de la presencia impertérrita y solidaria del soldado nacido en territorio que tomará el nombre histórico de Ecuador.

Alfredo Luna Tobar, tomando datos de otros autores, ilustra con un cuadro explicativo de soldados ecuatorianos que, según las listas de revista elaboradas después de la batalla de Ayacucho, intervinieron en el ejército libertador: BIL de Voltígeros (250), BI de Pichincha (620), BI de Bogotá (300), División Lamar (500), BIL de Rifles (300), BI de Vargas (350), EH (100), EC de granaderos (100).

A estos efectivos de combatientes ecuatorianos debe necesariamente añadirse a jóvenes guardiamarinas que intervinieron en el bloqueo del Callao, destacándose de entre ellos el futuro general y presidente de la República José María Urbina.

En definitiva, el Perú recibió el generoso apoyo del pueblo ecuatoriano.

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2025-11-10. Última modificacion 2025-11-10.
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