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Operaciones en el norte
Combate del potrero de Arapey (3 de enero de 1817)
A finales de 1816, el caudillo oriental Artigas decidió acampar en la zona fronteriza del río Cuareim con un ejército de unos 4.000 combatientes listo para reiniciar la guerra. Mientras él acampaba con 600 a 700 milicianos en los cerros del río Arapey con un parque y caballos de reserva en un potrero natural.
Envió al mayor general Andrés Latorre con unos 3.400 hombres hacia el arroyo Santa Ana para tomar la ofensiva. Sin embargo, el 1 de enero de 1817, Luís Teles da Silva Caminha e Meneses, marqués de Alegrete, cruzaba el Cuareim por el paso Lajeado, ubicándose a la retaguardia de Latorre e interponiéndose entre este y Artigas; después avanzó dos leguas hasta el arroyo Catalán, afluente del Cuareim, donde se atrincheró con de 2.500 a 2.600 soldados.
El nuevo capitán general de la provincia de Río Grande de San Pedro, Luís Teles da Silva Caminha e Meneses, marqués de Alegrete, al tomar el mando del ejército a lo largo del río Ibirapuitã el 15 de diciembre, decidió enviar 600 hombres a manifestarse en la zona del arroyo de Santa Ana do Livramento, esperando que el engaño permitiera dividir las fuerzas de José Artigas, en la zona de Arapey, al norte del actual pueblo de Tacuarembó, y, al mismo tiempo, cubrir el grueso del ejército a su paso por el río Quaraí en territorio enemigo.
Al cruzar el Quaraí (río que actualmente marca la frontera), al sureste de las ciudades de Quaraí y Artigas, el 31 de diciembre, Alegrete se enteró por boca de desertores orientales de que Artigas había tomado el señuelo y que Latorre había sido destacado con 3.400 hombres para enfrentar la amenaza del arroyo de Santa Ana.
Decidido a aprovechar la oportunidad, Alegrete envió al Tcol José de Abreu, famoso por las victorias consecutivas de Yapeyú, Ituparaí y San Borja, con unos 500 hombres de todas las armas para atacar a Artigas en su cuartel general y luego regresar lo más rápido posible.
A las 8 de la noche del 2 al 3 de enero, José de Abreu inició la marcha, dirigiéndose hacia el río Arapey, más al sur, hacia el interior de la Banda Oriental, marchando toda la noche sin detenerse.
A las 7 de la mañana del 3 de enero, Abreu llegó a la vista del campamento y rápidamente dispuso su fuerza en columna para el ataque, tomando precauciones para no ser molestado por la retaguardia.
Alabando la ubicación del campamento enemigo, que consideraba “el más adecuado para la defensa”, José de Abreu adelantó una columna muy similar en su constitución a la que utilizó en la batalla de San Borja, con buenos resultados. En la vanguardia, siempre el EC de lanceros guaraníes, seguidos por un ED del RD Río Grande y los 4 ECs de Milicias Entre Ríos, con la infantería (Legión de voluntarios Reales de São Paulo) y la artillería 2×3 en el centro, y el resto de la caballería detrás (ED del RD de Río Grande).

El efecto sorpresa y el hecho de quedar separados del resto del ejército provocó que los aproximadamente 600 orientales huyeran hacia su retaguardia por un punto en las alturas que rodean el campo, dejando 80 muertos y 2 capturados. Las pérdidas portuguesas fueron de 2 muertos y 5 heridos.
Concluido el ataque al potrero Arapey, Abreu rápidamente regresó al ejército, acampando a orillas del arroyo Catalán, a donde llegó a las 7 de la tarde del mismo 3 de enero, a tiempo para participar en la acción general que todos sabían que iba a suceder.
Batalla de Catalán (4 de enero de 1817)
En la mañana del 4 de enero, Latorre se presentó ante el campamento lusitano; sus flancos estaban apoyados por su artillería y caballería. Numerosos lanceros charrúas, minuanes y guaycurúes figuraban en sus filas.
Libre de Artigas, el marqués de Alegrete se propuso ir el día 4 al encuentro de Latorre, cuando en la mañana de ese día fue atacado en su campamento, en la margen derecha del Catalán, por el propio Latorre. La posición portuguesa era bastante fuerte; se encontraba protegida por una curva del río y encuadrada a los flancos por profundas quebradas del terreno. Latorre atacó con la infantería en el centro, encuadrada por 2 piezas y el grueso de su caballería, constituida principalmente por sus lanceros indígenas, que acometieron con decisión, arrollando las guerrillas enemigas. Latorre atacó contra el ala y el flanco derecho de los portugueses.
Las fuerzas artiguistas formaron al oeste del campamento portugués. Sus contrincantes establecieron su línea de la siguiente manera: parte de la caballería del ala izquierda estaba apoyándose en el arroyo, extendiéndose por la derecha hasta llegar a su campamento, donde había una batería de 3×6 piezas; estaba al mando del brigadier Mena Barreto. El ala derecha estaba a su lado, empezando por otra batería de 2×3 piezas, y se extendía frente al campamento, componiéndose de dos batallones de la Legión de San Pablo y el regimiento de dragones. Entre ambas baterías había un poco más atrás otra, formada por 4 obuses. Dos destacamentos de infantería con alguna caballería protegían los puntos donde el Cuareim era vadeable, en la retaguardia del campamento. El cuerpo del Tcol Abreu estaba a menos de 4 km al este del campamento, marchando para unirse al marqués.


Los artiguistas embistieron contra el ala derecha lusitana con numerosa caballería e infantería para intentar arrinconarlo contra el arroyo y envolverlo, amenazando con llegar al campamento y atacar por la retaguardia; mientras su artillería y fusilería descargaba su fuego contra el ala izquierda y el campamento adversario, pero esta ala rechazó a los orientales. Finalmente, los artiguistas se concentraron en el ala derecha portuguesa y la envolvieron, estando sus cargas a punto de romper la línea adversaria en ese sector, y fue la dirección del general Joaquín Javier Curado la que lo impidió.
La victoria parecía ya obtenida cuando la izquierda oriental, formada por la caballería correntina, se replegó inesperadamente sobre el centro, por la aparición de una pequeña fuerza enemiga, que se creyó era un poderoso refuerzo. Se trataba simplemente de las fuerzas de Abreu que regresaban del combate del potrero de Arapey. Atacaron por la izquierda a las fuerzas orientales, que concentraron su caballería en ese sector para enfrentar la nueva amenaza. Fue entonces que el marqués ordenó a su infantería atacar a la rival, que carecía del vital apoyo de sus jinetes. La caballería de la izquierda oriental acabó por huir.
Poco después, Curado y Mena Barreto atacaron el centro y derecha artiguista, forzándolas a retirarse. Los infantes artiguistas de la izquierda, que estaba a punto de atacar el campamento y la retaguardia portuguesa, tuvieron que cruzar el arroyo hacia un bosque cercano, donde resistieron fieramente hasta ser aniquilados.
Latorre dejó en el campo cerca de 900 muertos, 290 prisioneros, 2 cañones, 7 cajones de guerra, un gran número de fusiles, espadas, lanzas y municiones. También capturaron 6.000 caballos, 600 vacas. Los portugueses tuvieron 78 muertos (5 oficiales) y 146 heridos. Esta fue la batalla más sangrienta de la campaña.
Después de la batalla del Catalán, las tropas portuguesas atravesaron el Cuareim en Lagueado y fueron a detenerse a media legua del paso para estacionar durante el invierno.
El 14 de enero de 1817, desde San Borja, el marqués de Alegrete destacó al brigadier Francisco de Chagas para que con sus fuerzas destruyera a los pueblos de la margen oriental del río Uruguay, a fin de quitar al ejército artiguista todos los medios para repetir la invasión a las Misiones. Cumpliendo tales órdenes, Chagas devastó gran parte de Misiones (actual territorio de Corrientes), saqueando, arrasando e incendiando cuanto pudo; llevaba 1.000 hombres, 5 cañones, 11 canoas para atravesar el río y 9 carretas para su transporte.
Cruzó el río Uruguay próximo a la desembocadura del Aguapié, una legua al sur del paso de la Cruz. Chagas ordenó al teniente Carvalho que forzase el paso del río Uruguay frente a Itaquí, logrando con éxito la operación a pesar de la resistencia del capitán Vicente Tiraparé, que defendió el paso al frente de un escuadrón de caballería indígena.
Al tener conocimiento de la invasión, Andresito marchó al frente de unos 500 hombres, atacando al mayor Gama Lobo, que con una partida de 300 efectivos se dirigía a destruir Yapeyú, derrotándolo y obligándolo a replegarse sobre Chagas. Cuando ambos jefes se reunieron e intentaron atacarlo, Andresito dispersó sus fuerzas para reunirlas a cubierto sobre las orillas del río Paraná.
El brigadier Chagas luego de hacer destruir los pueblos de La Cruz y de Yapeyú, marchó hacia el norte por la margen derecha del río Uruguay. El día 31 de enero llega a Santo Tomé, donde se detuvo e instaló su cuartel general, comenzando desde allí incursiones hacia el campo, llevadas a cabo por Carvalho, quien taló los campos, saqueó las poblaciones y arruinó el país.
El ayudante José de Melo destruyó, reduciendo a ruinas las poblaciones de Santa Ana, San Javier y Los Mártires. El comandante de la frontera de San Nicolás atacó la guardia de San Fernando y enseguida la población de Concepción, la que deja en ruinas. Cumplidos estos vandálicos atropellos, Chagas repasó el río, el 13 de marzo de 1817, dejando en la margen derecha del río Uruguay los puestos de observación necesarios.
Con estas inhumanas medidas quedó destruida la base de operaciones de Andresito. Una vez retirado Chagas, Andresito volvió a los pueblos misioneros e intentó su reconstrucción.
A mediados de 1817 fue atacado por Chagas cuando se encontraba en Apóstoles, rechazándolo y obligándolo a repasar el río Uruguay. Reorganizado después de este contraste, en marzo de 1818 atraviesa el Uruguay y sitió a Andresito en el pueblo de San Carlos. Después de 4 días de sitio y de sangrienta y continuada lucha, Andresito logra forzar el cerco, dejando en ruinas el reducto que defendía.
Operaciones en el Sur 1817
Ocupación de Montevideo
En febrero de 1817 llegó Lecor a Maldonado, donde se puso en contacto con la escuadra portuguesa del Conde de Vianna.
Producidas las derrotas de las fuerzas de cobertura en el Este y de contra-invasión en el Norte; enterado del avance del TG Lecor, Artigas resolvió retirar las tropas de Montevideo sacrificando la plaza. El gobernador delegado Miguel Barreiro y el regidor Joaquín Suárez, que ejercían el gobierno de Montevideo, abandonaron la ciudad dado que no contaban con la fuerza ni los medios necesarios para su defensa. Disponían solamente de 600 efectivos y de una compañía de artillería, siendo escasos los cartuchos y la pólvora.
La precipitación de la retirada impidió cumplir con las disposiciones de Artigas sobre la destrucción de las murallas y fortificaciones de Montevideo. En la mañana del 19 de enero, los últimos carretones de los orientales salvaban los pasos del arroyo Miguelete, cuando las avanzadas de Lecor enfilaban por el Camino Real, hacia la Curva de Maroñas.

La División de Lecor tenía unos 8.000 efectivos. Sin intentar una inútil resistencia, se replegaron buscando incorporarse a las fuerzas de García de Zúñiga, con la finalidad de hostigar a los portugueses una vez que ocuparon la ciudad. Con las fuerzas que se retiraban de Montevideo y las milicias del Sur, Artigas dispuso que se constituyeran dos ejércitos, a los que dio la denominación de Ejército de la Derecha y de la Izquierda. El primero ocuparía el centro de la campaña, y actuaría bajo el comando de Otorgués; el segundo, a cargo de Rivera, ocuparía las posiciones de vanguardia, situándose en las inmediaciones de Montevideo, cuya vanguardia estaba constituida por una partida de unos 400 jinetes a órdenes de Lavalleja.
Estas partidas se mantenían activas hostilizando los reconocimientos portugueses, reclutando gente y arreando caballadas, cumpliendo en fin una guerra de recursos y de guerrillas.
Batalla del paso de Cuello (19 de marzo de 1817)
El 13 de marzo de 1817, una fuerte columna portuguesa, al mando del TG Carlos Federico Lecor, salió de Montevideo hacia Canelones. De hecho, esta primera salida portuguesa en la campaña oriental fue tan grande que en realidad se trataba de dos columnas, una comandada por el brigadier Jorge de Avillez y la otra por el brigadier Bernardo da Silveira Pinto.
A excepción del RI-2 y el brigadier Pizarro, en servicio de guarnición, en esta salida participó toda la División Real de Voluntarios, al igual que las tropas de Río Grande, principalmente caballería.
Montevideo estaba ocupada por los portugueses desde el 20 de enero, con el brigadier Sebastián Pinto de Araújo Correia como gobernador. Al norte, el delegado Miguel Barreiro y las tropas de guarnición que habían evacuado la ciudad estaban acampadas en el paso de Cuello, a unos 16 kilómetros al norte de Canelones, en el camino al Río Negro, bajo el mando militar de Fructuoso Rivera.
Juan Antonio Lavalleja comandaba la vanguardia de esta división con 400 efectivos; se encontraba en Toledo, desde donde hostigaba a las tropas portuguesas. Ramón de Cáceres recuerda que, a costa de los prodigios de valor y valentía de este comandante oriental, futuro líder de los 33 Orientales, los portugueses no podían salir de la zona de confort de la plaza para forrajear, salvo en fuertes columnas de las tres armas.
Montevideo sufría de falta de alimentos, así como de caballos, y solo un grupo de este tamaño, ciertamente cerca de 3.000 efectivos, podría llegar a la campaña más alejada de Montevideo, más allá de Canelones, y cubrir la mayor cantidad de terreno posible para buscar alimento. Incluso después de la salida, con pocos resultados, Lecor informó a Río de Janeiro que la plaza solamente tenía suministros para dos meses, por lo que era muy necesario enviar productos. De hecho, los orientales habían trasladado todo su ganado y caballos más allá del río Yi, para negar cualquier facilidad al invasor portugués. Fue la guerra de los recursos.
Más allá de buscar satisfacer las necesidades a corto plazo de una guarnición de cerca de 5.000 hombres, el principal objetivo del TG Lecor era derrotar a Rivera en una acción general. La amenaza oriental en el norte, a lo largo de la frontera de Río Grande, todavía se sentía y el apoyo de Lecor y la DVR era muy deseado por Joaquín Javier Curado, quien mandaba las tropas de Río Grande en las orillas del río Quaraí. La división de Rivera era la derecha de Artigas y, al estar comprometida, la estancia de Artigas en la ribera oriental del Uruguay estaría en peligro, entre dos fuerzas portuguesas. Sin embargo, por exactamente las mismas razones, Rivera no podía perder su división.
Después de permanecer unos días en el actual pueblo de Canelones (villa Guadalupe), el día 19, el TG Lecor finalmente decidió atacar a Rivera y, tal vez, obligarlo a la acción general. Los ejércitos se reunieron en el paso de Cuello, hoy una llanura fluvial, en el camino a Florida y los ríos Yi y Negro. Del lado portugués, es difícil determinar el número de soldados, de los al menos 3.000 que estarían presentes o cerca del paso de Cuello. Solo se sabe que participó el BIL-II de cazadores y 5 piezas de artillería.
Del lado oriental, los datos son más precisos; contaba con de 1.400 a 1.500 soldados al mando general de Fructuoso Rivera, incluido el BI de Libertos mandado por Rufino Bauzá, las tropas de la guarnición de Montevideo al mando de Bonifacio Ramos, la Vanguardia de Juan Lavalleja y las tropas que acompañaban a Rivera desde septiembre.
Rivera situó 200 del BI de Libertos con dos cañones en la orilla protegiendo el paso, y el grueso de la fuerza, a media legua del paso Cuello.

Entre las 14:00 y las 15:00 horas, Lecor decidió forzar las posiciones orientales y para ello ordenó un ataque de cazadores al paso, llevado a cabo por alrededor de 200 cazadores del BIL-II, al mando del Tcol Francisco de Paula Pink, y se asentaron las 5 piezas de artillería.
Los portugueses abrieron fuego de artillería, y los cazadores se dirigieron hacia el paso, y los pelotones se dispersaron en guerrilla, entablando combate de fusilería con las guerrillas orientales. El combate por el fuego parecía no tener trazas de terminar, por la ventaja que la posición daba a los orientales, conocedores del terreno, y la ignorancia que sobre él tenía el invasor portugués, pero la traición vino en ayuda del general portugués; un criollo vecino del paraje le enseñó la existencia de una picada, aguas abajo del paso. Entonces combinaron el ataque de frente al paso, que realizaron los cazadores, con uno envolvente que efectuó la caballería por la picada. Para facilitar la maniobra de su caballería, el general Lecor hace intensificar el fuego de artillería y reforzar los cazadores. En el intercambio de disparos quedó inutilizado un cañón oriental.
Como consecuencia de esta maniobra, se abrió el paso para las restantes tropas portuguesas. La carga de 150 jinetes orientales, que contuvieron a los portugueses, fue suficiente para dar tiempo a los defensores del paso para retirarse, sin perder el cañón al que montaron en un carretón.
60 libertos fueron muertos y 40 fueron hechos prisioneros. Los portugueses tuvieron unas 50 bajas.

Rivera ordenó la retirada al paso de Arena, más al norte, cerca de Florida, con Lecor persiguiéndolo hasta el anochecer, cuando decidió retirarse.
La primera intención de Lecor fue perseguir al enemigo hasta el Río Negro, pero, según afirmó en carta al rey Juan, el 16 de abril, se vio obligado a cambiar de plan debido al “abatimiento en el que estaban los caballos”, y para evitar así que Rivera se conectase con Artigas, más al norte, impidiendo así que tal fuerza combinada pudiera enfrentar a las tropas de Río Grande, en el borde del río Quaraím. Este segundo motivo cobró más fuerza al no existir comunicación terrestre entre Lecor y Curado, salvo por vía marítima.
Mientras tanto, Lecor ordenó varias redadas para recolectar animales, informando que solo pudo obtener 1.000 cabezas de ganado debido a la gran falta de animales en la campaña.
Combate de Pintado (23 de marzo de 1817)
La batalla del paso del Cuello permitió a las fuerzas artiguistas evacuar el pueblo de Guadalupe y a las demás fuerzas cruzar el río de Santa Lucía hacia el norte. Posteriormente, se dirigieron hacia San Fernando de la Florida, que había sido fundada en 1809. Las fuerzas artiguistas mantuvieron el contacto, mantuvieron la vigilancia sobre las tropas portuguesas que se dirigían hacia el norte tras los orientales. El 22 de marzo, se celebró un consejo de guerra, en el que se reunieron los jefes artiguistas y decidieron que había que presentar batalla para mantener la moral de las tropas, que no se podía seguir evitando el contacto. No tenían capacidad para enfrentarse a todo el dispositivo portugués, por lo que decidieron atacar a una fracción aislada en la retaguardia portuguesa y esa acción se va a desarrollar el día 23 de marzo.
El lugar elegido para la acción se llamaba Pintado Viejo, cerca del arroyo Pintado, ubicada a tres leguas al noroeste de San Fernando de la Florida.
Intervinieron en esa acción unos 300 artiguistas al mando de Fructuoso Rivera, pero también estaban Juan Antonio Lavalleja y otros mandos orientales. Eligieron un destacamento en la retaguardia portuguesa de 80 cazadores del BIL-II y 80 jinetes del RC Voluntarios reales al mando del capitán Benito José Duarte del RC, que se encontraban aislados. También había en las cercanías otra unidad portuguesa con unos 300 efectivos, pero llegarían tarde al campo de batalla.
Fue un verdadero golpe a la moral y al orgullo de los portugueses. Fue un éxito total de las guerrillas orientales, tal vez el más completo éxito de toda esa campaña. Si bien se trataba de un combate menor, tuvo importantísimas consecuencias. El jefe portugués Carlos Federico Lecor evaluó que era muy arriesgado continuar en la campaña e inmediatamente decidió volver a encerrarse en los muros de Montevideo. 72 horas después de la acción del Pintado, ya estaban nuevamente los portugueses dentro de la ciudad.
Segunda salida portuguesa de Montevideo (3 al 6 de mayo de 1817)
Muchos portugueses sintieron el cambio de estaciones de forma especial, desde el otro hemisferio. Lo que para ellos, criados en un Portugal fuertemente rural, era normalmente una estación de florecimiento de la naturaleza, flores, días más cálidos, allí era todo lo contrario, más frío e igualmente ventoso. De hecho, los hombres y mujeres de DVR ya lo habían sentido cuando comenzaron la campaña, en las interminables arenas de la costa de Santa Catarina y Río Grande, pero esta vez se trataba del primer ciclo completo. La gran mayoría simplemente siguió el patrón natural de deserción de las filas de un ejército de esta época, cuando las operaciones se detuvieron abruptamente.
Mientras que para los orientales y Artigas la lucha era ahora una lucha reñida de guerrillas, durante todo el año, una lucha política, civil y militar que involucraba a todos, para los portugueses era “solo el Servicio Real” y la misión que tenían se había logrado de hecho: la toma de Montevideo. La mitad de la DVR, incluidos los heridos y los enfermos, estaban permanentemente de guardia en la plaza. En este servicio se alternaron las dos brigadas de Voluntarios Reales, acompañadas de milicias locales y unidades de la capitanía de Río Grande.
La mayor limitación estratégica para el TG Carlos Federico Lecor, capitán general de la Banda Oriental, era la falta de suministros en Montevideo. La necesidad ya había sido la prioridad en la salida de Santa Lucía, en marzo (con la posible sobreextensión de las fuerzas portuguesas en busca de forraje, lo que provocó el desastre de Pintado), y era un problema creciente, dado el tamaño de la ciudad. La falta de trigo era particularmente apremiante, si se cree en las fuentes.
Sin embargo, debido al exitoso asedio establecido por la división de Fructuoso Rivera, que atacó todas las salidas portuguesas, cualquiera que fuera su tamaño, cualquier salida debía realizarse con todo el personal disponible de la DVR y del Ejército brasileño. Rivera, que contaba con el excelente comandante de caballería Juan Lavalleja, logró varios éxitos limitados, principalmente en acciones contra la retaguardia portuguesa, cuando estaba en marcha, o contra fuerzas aisladas en busca de forraje.
En mayo, presionado por la llegada del invierno y la necesidad de obtener suministros muy necesarios para la ciudad, Lecor decidió forrajear a la fuerza la única zona aún no explorada: Toledo. Esta localidad, a 15 kilómetros al noreste de Montevideo, en la carretera a Maldonado, fue utilizada en marzo como base de operaciones de la vanguardia oriental, comandada por Lavalleja, que según todas las fuentes tuvo gran éxito en la lucha contra los portugueses.
La salida partió de Casavalles hacia Toledo el 3 de mayo de 1817; la fuerza estaba mandada por el brigadier Bernardo de Silveira Pinto y su fuerza constaba de: RI-I DVR (1.000) al mando del coronel Juan Carlos de Saldanha de Oliveira, BIL-II de cazadores (600) del Tcol Francisco de Paula Rosado, 4 ECs de la DVR, 1 EC mixto (Legión Real, voluntarios de São Paulo y milicias de Río Grande).
Al día siguiente, 4 de mayo, el brigadier Silveira se dedicó a recolectar trigo en la zona; las guerrillas intentaron detenerlos, pero fue en vano. Una vez completada la recolección el 5 de mayo, regresaron con el convoy de trigo. Al poco de abandonar, apareció Artigas con una fuerza y atacó a la retaguardia portuguesa mandada por el sargento mayor Juan Joaquín Pereira do Lago (del RI-1 de la DVR), compuesta de un EC de la DVR del capitán José de Barros e Abreu y una compañía del BIL-II de cazadores (DVR). Pereira ordenó al capitán Barros cargar.
El brigadier Silveira envió a otro escuadrón DVR que lo apoyara; ambos cargaron vigorosamente, y los artiguistas fueron perseguidos por más de media legua. Tres veces consiguieron reagruparse a atacar y todas las veces fueron rechazados. Mientras Silveira reunió las tropas y continuó su marcha, pernoctando en la estancia de Pedro Guerra en Manga. Al día siguiente, el brigadier Silveira marchó hacia su campamento en Casavalles, y durante la marcha apareció en la retaguardia un fuerte destacamento, entablándose únicamente un tiroteo con la retaguardia, en el que resultó herido el capitán Alexandre Eloi de la Legión de Río Grande.
Según las fuentes portuguesas, durante los 4 días de la acción, los artiguistas tuvieron unas 100 bajas entre muertos y heridos, mientras que los portugueses tuvieron 8 muertos y algunos heridos.
Los portugueses se vieron obligados a construir un largo foso de trinchera, que había mandado construir el general portugués, desde la barra de Santa Lucía hasta El Buceo y que los paisanos orientales denominarían la “Zanja Reyuna”. Sobre esa linde, las partidas de orientales le acosaban continuamente, no permitiéndoles salir de tan estrecho cerco.
Operaciones en el norte en 1817
En junio de 1817, Andresito Guazurarí había establecido su cuartel general en el pueblo de Apóstoles, meses antes saqueado y destruido por la invasión portuguesa y brasileña dirigida por el comandante Francisco das Chagas Santos. El comandante Andrés Guazurarí, conocido por su pueblo como Andresito, comenzó la organización de las fuerzas de las Misiones con la finalidad de contrarrestar las invasiones de los portugueses. La concentración de las fuerzas de las Misiones en Apóstoles exacerbó los ánimos del comandante portugués Francisco das Chagas Santos, quien decidió organizar una nueva invasión a Misiones con el objetivo de atacar a los artiguistas que se hallaban concentrados en Apóstoles, capital de la Yerba Mate.
A finales del mes de junio de 1817, una fuerza portuguesa compuesta por 800 hombres pertenecientes al RD de Río Pardo y a la infantería de Santa Catalina, comandados por el brigadier Francisco das Chagas Santos, el mayor José María da Gama, el capitán Alexandre José de Campos y el alférez Antonio de Souza Coutinho, cruzaron el río Uruguay y se dirigieron hacia Apóstoles. Eran en su mayoría soldados veteranos; gran parte de ellos se habían formado en las Guerras Napoleónicas de Europa. Ante el avance decidido de los portugueses, los gauchos que habitaban las chacras y estancias se fueron replegando junto a sus familias hacia la guarnición de Apóstoles, uniéndose a los guaraníes.
Batalla de Apóstoles (2 de julio de 1817)
Las tropas de Andresito Guazurarí estaban compuestas por los sobrevivientes de las matanzas realizadas por los portugueses en San Carlos, San José, Concepción, Santo Tomé, La Cruz, Mártires, San Javier, Apóstoles y otras tantas reducciones de Misiones, durante los meses de enero y febrero de 1817. Eran el mismo pueblo, integrado por indios guaraníes y gauchos criollos habitantes de los campos adyacentes a los pueblos.
Al amanecer del 2 de julio de 1817, los portugueses se presentaron en formación de batalla en las afueras del pueblo de Apóstoles, hacia el este, sobre la margen izquierda del arroyo Cuñamanó, dispuestos a iniciar el ataque. Los artiguistas decidieron salir a enfrentarlos enarbolando una bandera roja. El enfrentamiento se produjo a media legua del pueblo. Los gauchos y guaraníes fueron rechazados al no lograr quebrar la línea de artillería de los portugueses y se replegaron hacia el pueblo, fortificándose en los patios de talleres, los ranchos y en el templo. Entonces los portugueses, a media mañana, comenzaron el asedio del pueblo. Dice textualmente el parte de batalla redactado por el brigadier Das Chagas Santos:
«El escuadrón de la izquierda rompió el fuego tomando los costados del cementerio y la huerta. El de la derecha ganó al galope el portón del segundo patio y por el centro atacó nuestra infantería, que luego tomó la bandera encarnada, siendo muerto su portador, y atacando a los gauchos, huyeron estos para la plaza y acosados por nuestra fusilería, corrieron por el patio del colegio, cuyo portón cerraron guarneciéndose adentro con sus tiradores; así como por las ventanas de la iglesia de donde nos habían iniciado fuego. Al mismo tiempo, los milicianos de la derecha habían forzado el portón del segundo patio debajo del fuego de los gauchos, que precipitadamente corrieron para el primer patio, en que hubo mucho fuego de ambas partes».
Mientras la batalla se desarrollaba, una torrencial lluvia se abatía sobre el pueblo, lo que tornaba más confusa e indecisa la situación. La batalla llegó a una resolución a las tres de la tarde, momento en que entró en escena el comandante Andresito Guazurarí al frente de un cuerpo de caballería compuesto por 200 hombres. Llegaba al galope desde el vecino pueblo de San José con este importante auxilio. Das Chagas intentó detenerlo y mandó al capitán de granaderos José María da Gama junto a 120 hombres para que rechazara a Guazurarí a las afueras del pueblo. Los 200 lanceros guaraníes de Andresito arrollaron en su marcha a la columna portuguesa del capitán da Gama y cayeron violentamente sobre los portugueses que atacaban al pueblo. El combate, en medio de la lluvia y el barro, se volvió terrible.

La pólvora de los fusiles se mojó y el combate se desarrolló con arma blanca: el acero de las lanzas, los facones y los sables se mezclaron con sapucais (agudísimos gritos de coraje o de alegría típicos de la cultura guaraní) y gritos de dolor. Los luso-brasileños comenzaron a perder terreno, hasta que el mismo brigadier das Chagas fue herido en el hombro derecho. Entonces comenzó la retirada de los atacantes, y la implacable persecución de los gauchos y guaraníes se convirtió en un azote para los portugueses y brasileños hasta que lograron repasar el río Uruguay.
Al anochecer de aquel 2 de julio de 1817, la batalla de Apóstoles concluía con una victoria rotunda de las fuerzas del comandante Andresito Guazurarí y sus lugartenientes y subordinados como: Pantaleón Sotelo, Nicolás Aripí, Nicolás Cristaldo, Francisco Javier Sití, Blas Basualdo y el capitán apostoleño Matías Abucú. Las bajas fueron 84 muertos artiguistas y las bajas portuguesas son desconocidas.
Disidencias entre las cabezas orientales
En abril de 1817, Artigas decidió trasladarse a los márgenes del río Santa Lucía Chico para observar sobre el terreno el estado de las operaciones. En sus conversaciones con los principales jefes, Barreiro, Rufino Bauzá y Bonifacio Ramos, el caudillo supuso que la opinión prevalente entre ellos y sus oficiales era por la “concordia” con Buenos Aires como único medio para obtener apoyos militares que le permitieran la continuación de la guerra contra el invasor portugués. Artigas rechazó con desagrado esta opinión, y se retiró designando a Fructuoso Rivera como comandante general del Ejército de la Derecha. Rivera ocuparía las posiciones de la vanguardia, situándose en las mediaciones de Montevideo, cuya vanguardia estaba constituida por una partida de unos 400 jinetes a las órdenes de Lavalleja. Mientras que Otorgara, con su Ejército de la Izquierda, ocuparía el centro de la campaña.
La designación de Rivera se daba sobre un jefe joven e inexperto, en comparación con otros jefes más veteranos. Esta disposición de Artigas generó una fuerte oposición entre el resto de generales. Varios de ellos, acompañados por la opinión de Miguel Barreiro, habían sostenido ante Artigas en una reunión en el Paso de la Arena que la marcha de la guerra estaba demostrando la necesidad de firmar un acuerdo con Buenos Aires ante el inminente peligro de que la pequeña Provincia Oriental acabara con una derrota total.
Los principales jefes artiguistas se reunieron en la Asamblea de Santa Lucía Chico y decidieron rechazar el nombramiento de Rivera, escogiendo en su puesto a Tomás García de Zúñiga. Enterado de ello, Artigas respondió con un oficio en el que señalaba que quienes habían exhibido lo suficiente para autorizar el acta de Santa Lucía Chico debían suponerse responsables de sus consecuencias. Ante esta postura, García de Zúñiga rechazó el nombramiento y, tras otras incidencias entre Rivera, Fernando Otorgués (que había quedado al frente de las tropas artiguistas que intentaban asediar Montevideo) y el resto de oficiales, Rufino Bauzá, comandante del batallón de Libertos, decidió abandonar el combate y pasar a Buenos Aires.
La intención era continuar la lucha contra los españoles y aun en contra de los portugueses en consonancia con el gobierno central de las Provincias Unidas. A través de los oficiales José Mojaime y Manuel Oribe se tramitó el traslado de las tropas a la capital frente al propio Lecor, que concedió la autorización solicitada. En octubre y tras rechazar las ofertas que el general portugués les hizo para que se convirtieran en combatientes de su causa, el RI de Libertos y el regimiento de artillería viajaron a Buenos Aires, donde fueron recibidos. Estos oficiales y estas tropas refugiadas en Buenos Aires más tarde participarían en 1825 en la hazaña de los Treinta y Tres Orientales y su Cruzada Liberadora para liberar definitivamente el territorio oriental.
La intransigencia de Artigas y su autoritarismo estaban trayendo consecuencias negativas para la causa. Por aquellos tiempos, Eusebio Hereñú, en Entre Ríos, decidió con los demás caudillos y jefes militares (Gervasio Correa, Gregorio Samaniego y Evaristo Carriego) rechazar la autoridad de Artigas y buscar un acuerdo con Buenos Aires. Lo mismo hizo en Corrientes el coronel Juan Francisco Bedoya, quien depuso al gobernador artiguista Juan Bautista Méndez. En la propia Provincia Oriental, el coronel Pedro Fuentes se pasó con las armas y bagajes a los invasores y les abrió las puertas de la ciudad de Colonia del Sacramento.
El 13 de noviembre de 1817, después de una consulta a los pueblos sobre si estaban de acuerdo con su liderazgo, que se hizo a través de los comandantes militares y dio un resultado unánime a su favor, Artigas envió una carta a Pueyrredón que significaba la declaración de guerra.
Artigas tomó esta disposición debido a las pruebas incontrovertibles sobre la ayuda que daba el directorio unitario a las incursiones portuguesas por las costas de los ríos Paraná y Uruguay con el fin de obtener leña y rebaño para el consumo de Montevideo. Otras fuentes destacan que Artigas, según las pruebas y correspondencia, creía que el Directorio era responsable de la invasión y creía que cualquier acuerdo con Buenos Aires debía incluir la condición de que se declarara la guerra a Portugal.
Por esas mismas fechas cayó prisionero Fernando Otorgués en manos de Benito Gonçalves da Silva, y fue enviado a la Isla de las Cobras. Al finalizar el año 1817, era evidente que el artiguismo se encontraba en una difícil situación.