¡Ayúdanos a mejorar el blog!
Si ves alguna palabra mal escrita, o frase que no tenga mucho sentido, es muy fácil hacérnoslo saber. Sólo tienes que seleccionar las palabras que te resulten sospechosas y pulsar las teclas CONTROL y ENTER. Se abrirá un formulario con el texto seleccionado, y con pulsar enviar recibiremos tu notificación.
También puedes abrir el formulario pulsando el siguiente botón
Operaciones en el año 1818
El año 1818 fue de contrastes para Artigas al frente oriental. Sus primeras operaciones tuvieron éxito. Tomó Yaguarón, Itaim, la ciudad de Pelotas, y recuperó Cerro Largo y Fortaleza de Santa Teresa. Pero un contragolpe portugués dirigido por Manuel Marques de Sousa le obligó a retirarse nuevamente en su base a Purificación.
De todas formas, Artigas dominaba el río Uruguay, posición decisiva que le permitía evitar la unión de las fuerzas portuguesas, a la vez que se desarrollaba en el interior de la Banda Oriental una eficaz guerra de guerrillas. Ante esta situación, Lecor concibió una operación combinada, que le permitiera unir sus fuerzas y tomar el control del río Uruguay para aislar a Artigas de las provincias del litoral argentino y tratar de atraparlo entre dos fuegos, al suyo y al del reducto de Purificación.
Operaciones en el norte en 1818
Batalla de San Carlos (31 de marzo al 3 de abril de 1818)
En el norte, los luso-brasileños, tras ser derrotados por Andresito en la batalla de Apóstoles y ser expulsados del territorio de las Misiones, iniciaron un nuevo contragolpe.
El 18 de marzo el brigadier Francisco das Chagas Santos salió de San Borja con una fuerza superior a la de su campaña anterior, llevando con él 800 hombres y dos piezas de artillería. Chagas, tras avanzar y tomar la capilla de San Alonso, se dirigió el 30 de enero hacia el pueblo misionero de San Carlos. Las fuerzas de Corrientes del capitán Serapio Rodríguez y las fuerzas misioneras dirigidas por Andresito decidieron esperar a las fuerzas luso-brasileñas en las inmediaciones del pueblo.
El 31 de marzo, finalmente se encontraron las tropas de Chagas y los defensores dirigidos por Andresito y Serapio en el pueblo de San Carlos. Durante cuatro días se entablaron intensos combates entre los luso-brasileños y los defensores de San Carlos. Al principio los luso-brasileños lograron controlar el pueblo y los defensores se atrincheraron en el colegio y la iglesia de San Carlos, en espera de refuerzos.
El 2 de abril, parecía que el plan de Andresito se estaba cumpliendo; el capitán Aranda se dirigió a San Carlos para socorrer a los defensores, pero pronto la situación se volvería en contra de Andresito, dado que la columna de Aranda fue derrotada, encontrando este último la muerte en acción. El día 3 de abril, favorecido por los focos de incendio que se habían producido y el estallido del polvorín que ocasionara numerosos muertos y heridos, se realizó el asalto final.
El trance de morir quemados obligó a muchos a rendirse, mientras otros, en un recurso de riesgo extremo, intentaron una salida en fuerza, buscando romper las líneas enemigas. Entre ellos, el propio Andresito, que logró escapar con sus mejores soldados.
Tras la sangrienta batalla, Chagas envió a San Borja a los prisioneros, destruyendo todo lo que quedaba en San Carlos, y prosiguió el avance hacia el pueblo de Apóstoles, llegando el día 20 de abril.
Batalla de Las Saladas (2 de agosto de 1818)
Andresito, alarmado por estos avances luso-brasileños sobre su territorio, dispuso formar una fuerza armada en la Tranquera de Loreto. Por eso, el general Andrés Artigas trató de persuadir y reunir a los distintos grupos naturales, dispersados por las montañas. Al mismo tiempo, se rehacía de 400 caballos perdidos en Caá-Cati, para montar a sus vanguardias que estaban en el Paso de Concepción y en el de Santa María. Además, pidió ayuda al gobernador de Corrientes, Méndez. Este encomendó al militar de Corrientes José Francisco Vedoya, que con 600 hombres debía apoyar la causa misionera; pero Vedoya (apoyado por el Directorio Unitario que buscaba sacar a la Provincia de Corrientes de la influencia artiguista y sustraerla a su sistema federal) en lugar de acatar la orden decidió derribar al gobernador Méndez, tomar el control de la Provincia de Corrientes e implantar un régimen unitario en esa provincia.
A pesar de ese revés, Andresito logró el apoyo de Pantaleón Sotelo, quien no dudó en ir con sus tropas para sumarse a las fuerzas de Andresito. Por orden de José Gervasio Artigas, Andrés Artigas, en lugar de centrar sus esfuerzos en contrarrestar el avance luso-brasileño, ya con sus tropas formadas, se dirigió con sus fuerzas a Corrientes para sofocar la revuelta de Vedoya y restaurar el federalismo en esta provincia.
El 1 de agosto, las tropas provenientes de Misiones al mando de Andrés Guacurarí acamparon en las proximidades de Saladas (Las Saladas), después de haber ocupado sin resistencia los pueblos de Caá-Catí y Mburucuyá.
El gobernador de Corrientes, José Francisco Vedoya, destacó al coronel José Francisco Casado para hacer frente a Andrés Guacurarí en Arerunguá. Guacurarí derrotó completamente a Casado, lo que motivó que este se replegara hacia Saladas, incorporándose a las tropas de Vedoya.
A la madrugada del día siguiente, Vedoya, percatado de la corta distancia que separaba a ambos bandos, se replegó hasta las márgenes del río Ambrosio, esperando refuerzos por parte del comandante Brest desde la ciudad de Goya, que nunca llegaron. Este error por parte de las fuerzas correntinas fue la causante de la derrota que padecieron a manos de los guaraníes.
A las 3 de la tarde del 2 de agosto, las fuerzas correntinas se animaron a organizar una última avanzada que hizo que el jefe de la vanguardia guaraní, José López (alias López Chico), ordenase una retirada. A su vez, el gran Andrés Guacurarí se encargó de atacar los flancos más débiles de las fuerzas de Vedoya, logrando desordenarlas en una primera instancia para luego abatirlas sin contemplación.
El golpe final provino de las imparables cargas a lanza de la caballería, que encabezaba Andresito, el más fiel aliado de Artigas dentro de las extensiones de la Liga Federal. El ala izquierda de las tropas de Andresito estaba dirigida por el mayor Pantaleón Sotelo.

Mientras que los hombres de Vedoya huían desordenadamente del campo de batalla, el capitán Córdoba, oficial de sus fuerzas, luchó valientemente sin rendirse ni intentar escapar siquiera, a pesar de las diversas intimaciones que se le hacían con la promesa de resguardar su vida y la de las tropas bajo su mando. Córdoba no se dejó tentar por los artiguistas, respondiendo con fuego de fusilería cada intimación proclive a la rendición. Finalmente, una carga de los guaraníes terminó con la vida del oficial y sus soldados.
El gobernador Vedoya y su jefe de Estado Mayor, el coronel Casado, se fugaron del campo de batalla y se dirigieron a la ciudad de Corrientes. Posteriormente, se embarcaron hacia Buenos Aires.
Finalmente, se repuso al gobernador federal, Juan Bautista Méndez, como gobernador intendente, siguiendo las instrucciones de Artigas.
Operaciones en el centro 1818
Batalla de Saucesito (25 de marzo de 1818)
Pueyrredón, herido en su orgullo por la derrota de su enviado Luciano Montes de Oca en el combate de Santa Bárbara, lo reemplazó por un jefe acreditado, el coronel Marcos Balcarce, para intentar nuevamente la dominación de Entre Ríos.
En enero de 1818, Balcarce pasó por los Toldos y alzó a los derrotados sobrevivientes, entre los que estaban Hereñú, Samaniego, etc., y se dirigió en sus barcos a la Bajada del Paraná, donde Vera había sido reemplazado por Evaristo Carriego, de tendencia directorial.
Francisco Ramírez voló con sus fuerzas para hacer frente a la nueva invasión. Mientras los invasores se aproximaban a la Bajada, él llegaba al Pelado (departamento Diamante), el 20 de marzo. El enemigo, sin dificultad, desembarcó en el citado puerto y salió en busca de Ramírez, trabándose en lucha en el Saucesito, próximo al río Paraná, el 25 de marzo de 1818; la derrota sufrida por Balcarce fue decisiva. De sus 2.000 hombres, muchos murieron en el campo de batalla; otros, en la huida desordenada, se ahogaron al caer al río desde las planchadas de embarque, y más de 200 quedaron prisioneros.
Las fuerzas victoriosas del Saucesito se incautaron de todo el equipaje, municiones y 4 cañones de bronce del Ejército Directorial.
Combate del Paso de Vera (18 de mayo de 1818)
Para materializar el deseo del TG Lecor que concebía una operación combinada, que le permitiera la ansiada unión de sus fuerzas y que tenía el propósito de separar a Artigas de sus apoyos, era absolutamente preciso dominar el río Uruguay.
Obedeciendo esta idea de maniobra, Curado, comandante de las fuerzas de Río Grande del Sur, que permanecía inmóvil en el río Cuareim, desde la batalla del Catalán, reabrió las hostilidades, en febrero de 1818, marchando hacia el sur y abandonando su campamento con una avanzada de 4.000 hombres, llegando hasta el Hervidero (lugar del río Uruguay en donde se encontraba el campamento artiguista de Purificación), sobre el río Uruguay.
El 2 de mayo del mismo año, penetró el río Uruguay una escuadra portuguesa, integrada por la goleta Oriental y dos barcas, al mando de Jacinto Roque de Sena Pereira. Dado que la flotilla no fue atacada al pasar la isla Martín García, algunos autores creen que la operación se realizó con el consentimiento del Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Juan Martín de Pueyrredón, debido a la guerra que entonces libraba contra las fuerzas artiguistas en Entre Ríos.
Las fuerzas portuguesas dominaban entonces la margen oriental del río Uruguay hasta Salto y la oriental del Río de la Plata hasta la Colonia del Sacramento, entregada poco antes por sus comandantes a los portugueses.
Con la finalidad de completar la defensa del litoral, Artigas hizo construir dos baterías ubicadas, una frente a Paysandú y la otra en la barra del arroyo Perucho Verna. Con los 3 cañones que Francisco Ramírez había capturado a las fuerzas directoriales en la batalla de Saucesito, se construyó una batería en el Paso de Vera, cerca de Concepción del Uruguay (Arroyo de la China).
El 12 de mayo la goleta portuguesa, que navegaba delante de las barcas en busca de las fuerzas de Curado, sostuvo un tiroteo con la batería del Paso Vera, oculta entre los bosques, resultando averiada. La batería de la costa perdió una pieza, quedando con algunos muertos y heridos. La goleta debió refugiarse en una isla cercana a la costa oriental. Los cañonazos alertaron a las fuerzas de avanzada de Curado cercanas a Paysandú, las cuales tomaron contacto con la flotilla a la mañana siguiente. Senna Pereyra y los comandantes de Curado intimaron la rendición de la batería, con la amenaza de saquear la villa.
Desde Paysandú, Curado ordenó al guerrillero riograndense Bento Manuel Ribeiro que cruzara con 500 hombres de caballería el río Uruguay y atacara las baterías. Durante la noche del 19 de mayo, Ribeiro cruzó a nado el río en el paso de San José del Uruguay frente a la Calera de Barquín (74 km al norte de Concepción del Uruguay), en el actual parque nacional El Palmar, y atacó sorpresivamente por la retaguardia de la batería y flotilla artiguista del Perucho Verna, que significó la derrota y captura del comandante Aguiar con toda su fuerza de 200 soldados y sus 12 embarcaciones. Cayó luego sobre la batería ubicada frente a Paysandú, derrotando al comandante Francisco Tejera (o Faustino Tejera), que la custodiaba con 400 hombres de caballería.
Luego Ribeiro se dirigió a Concepción del Uruguay, atacando por el flanco y la retaguardia a las fuerzas que custodiaban la batería del Paso Vera, produciéndose una precipitada retirada de Ramírez. La villa quedó indefensa y fue en parte saqueada por los portugueses y, además, se obligó a los comerciantes a efectuar una contribución. Ribeiro se apoderó también del dinero de la caja del ejército de Artigas, que tenía D. N. Masanti en Concepción del Uruguay, y solicitó a Curado que le permitiera salir en persecución de Ramírez, quien ubicó su campamento sobre el arroyo Calá; lo cual le fue negado. Ribeiro capturó un total de 366 prisioneros, 8 cañones, una bandera y varias carretas con armamentos y municiones. Cinco oficiales directoriales prisioneros en Concepción del Uruguay desde la batalla de Saucesito fueron liberados por Ribeiro y luego remitidos a Buenos Aires.
Batalla de Guaviyú (21 de mayo de 1818)
Después de eso, Bento Manuel Ribeiro repasó el río Uruguay en busca de Artigas, destacó a Juan de Dios Mena Barreto, coronel del RC de Milicias de Río Pardo, con su RC, RC de lanceros de Entreríos, un ED del RD de Río Grande, un EC del RC de milicias de Porto Alegre y 180 de infantería de la Legión de São Paulo, en total 1.030 efectivos, correspondientes a una quinta parte de la fuerza (sin artillería), con órdenes de atacar una fuerza que se presumía mandada personalmente por José Artigas. Artigas efectivamente estuvo en Guaviyú, por lo menos el 4 de abril, pero ya no estaba ese día.
La división portuguesa se perdió durante la tormentosa noche del 20 al 21, pero al recuperar el rumbo se encontró con la proximidad de la fuerza oriental. En realidad, se trataba de una vanguardia de Artigas, mandada por el capitán Pablo Castro, compuesta por entre 400 y 500 hombres, entre ellos 1×2 cañón.
No hay información clara sobre cuánto duró el combate, pero el comandante portugués informa que fue rápido, lo cual no es difícil de aceptar considerando la desproporción de fuerzas a favor de los portugueses.
El resultado fue que las bajas artiguistas fueron de 266 prisioneros, incluidos 12 oficiales, 133 muertos (contados en el campo de batalla).
Batalla de Chapicuy (14 de junio de 1818)
Después de eso, los portugueses regresaron al territorio de la Banda Oriental en busca del caudillo, que dirigía la resistencia oriental, José Gervasio Artigas. Fructuoso Rivera logró interceptar a este ejército, mandado por el legendario caudillo riograndense Bento Manuel Ribeiro, y obtuvo una aplastante victoria en las puntas del arroyo Chapicuy, cerca del río Uruguay, actual departamento de Paysandú, el 14 de junio de 1818. Derrotado en primera instancia, el caudillo oriental se rehízo y obligó al portugués a huir con fuertes pérdidas después de una carga a lanza, de las que lo harían célebre.
Batalla de Queguay Chico (4 de julio de 1818)
En la provincia de Corrientes, el aliado de Artigas, el gobernador Juan Bautista Méndez, fue depuesto por el capitán José Francisco Vedoya, partidario del centralismo porteño. Por orden de José Gervasio Artigas, Andresito se dirigió con sus fuerzas a Corrientes para sofocar el levantamiento de Vedoya y reponer en el poder al gobernador Méndez.
Después de estos sucesos, Bento Manuel Ribeiro, no se desalentó por su derrota sufrida en la batalla de Chapicuy y siguió tras Artigas nuevamente, que había evacuado Purificación, alcanzándolo en el río Queguay Chico el 4 de julio. Bentos sorprendió y derrotó a Artigas en su campamento en el Queguay Chico, dispersándole las tropas.
Lo desbarató por completo, en lo que sería llamado posteriormente como la batalla de Queguay Chico. La intervención de Rivera salvó al caudillo de un desastre total, aunque sin impedir que el enemigo se llevara el parque y unos 200 prisioneros, entre los cuales estaban Miguel Barreiro y su esposa.
Pocas horas más tarde, Rivera atacó a los portugueses derrotándolos completamente y recuperando todo el botín perdido. Después de esta acción, Artigas atravesó el río Uruguay a fin de organizar nuevas fuerzas para invadir Río Grande.
A cargo del hostigamiento de Curado dejó a Rivera, quien lo sorprende el 3 de octubre de 1818, en la barra del Arroyo Rabón. Ante la superioridad numérica del enemigo, Rivera se vio obligado a iniciar una difícil retirada, perseguido de cerca y batiéndose durante diez horas.
Haciendo un hábil aprovechamiento del terreno, Rivera puso a salvo sus fuerzas, perdiendo solo 12 hombres en un recorrido de 60 kilómetros. Después de esta memorable acción, conocida por retirada del Rabón, Rivera continúa su guerra de recursos.
Batalla de Arroyo Grande (28 de octubre de 1818)
Tres semanas después de la retirada del Rabón, Bento volvió a alcanzar a Rivera el 28 de octubre, en las cercanías de Arroyo Grande, donde Rivera fue totalmente derrotado, perdiendo más de 100 hombres. Esta derrota en la batalla de Arroyo Grande llevó a que numerosos oficiales orientales desertaran, acogiéndose a las promesas de amnistía de Lecor.
Hundimiento de las fuerzas artiguistas
Los principales jefes artiguistas fueron muriendo o cayendo prisioneros. El comandante Mondragón apareció colgado en Arerunguá, y su sustituto, Juan Antonio Lavalleja, fue apresado cuando realizaba una redada en una exploración al frente de 6 u 8 hombres. Al verse rodeado, ordenó a sus hombres atacar al enemigo, se enredó en los lazos con bolas y cayó en poder de los enemigos. Se dice que cuando estaba a punto de ser capturado, el jefe portugués, admirado de su valor suicida, exclamó: “Que nadie le toque un pelo a ese valiente”.
Lavalleja también fue enviado prisionero a la Ilha das Cobras (isla de las Cobras), y con él se marchó su esposa Ana Monterroso, que le acompañó durante todo su cautiverio. Bernabé Rivera, primo de Fructuoso Rivera, cayó prisionero del general Silveira al este del territorio oriental. También en varias acciones cayeron prisioneros importantes cabezas orientales, como el coronel Manuel Francisco Artigas en las afueras de San José, y Joaquín Suárez, que fue sorprendido en Canelones.
También cayó en manos de los portugueses Tomás García Zúñiga, entonces sin mando de tropa, que traicionó a sus tropas y pasó a Montevideo, donde fue recibido y agasajado por Lecor con grandes consideraciones. A casi dos años de haber empezado la invasión, Lecor logró ponerse con el ejército de Curado y consolidar su poder en el sur del departamento de Río Negro, con la ocupación de Colonia del Sacramento y los puertos del litoral, así como de toda la zona del este, limitando el control de Artigas a únicamente el despoblado norte del actual territorio de Uruguay.
Operaciones en 1819
La mediación de San Martín
En el año 1819, comenzó con la mediación de José de San Martín, quien, tras su gran cruzada por los Andes y la liberación de Chile, era el militar de mayor prestigio de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Profundamente preocupado por la guerra civil que se desarrollaba entre el Directorio y las Provincias de la Liga Federal y por la ocupación de la Provincia Oriental por los portugueses, San Martín, que se encontraba en Cuyo, pidió al prócer chileno Bernardo O’Higgins que hiciera de intermediario en el conflicto. Así pues, O’Higgins escribió cartas personales dirigidas a Pueyrredón, a Estanislao López, al caudillo de Santa Fe y al propio Artigas. Envió como mediadores al coronel Luis de la Cruz y a Salvador de Caravela, con el encargo de que se entrevistaran con los tres antes señalados. Pero el Pueyrredón, desde tiempo atrás, cuando la guerra con Artigas, se negó a cualquier acuerdo; incluso le escribió a San Martín en tono ofendido.
O’Higgins ordenó entonces a sus comisionados que volvieran. Las cartas de San Martín a Artigas y López nunca pudieron llegar a su destino porque de La Cruz y Caravela las dieron a Manuel Belgrano y no fueron enviadas.
La carta describe con detalle el pensamiento de San Martín, quien nunca perdió de vista lo esencial que siempre le centró, combatir a los realistas. Empresa que por esa época parecía mucho más lejana de lo que realmente estaba.
Nuevo plan contra la invasión portuguesa
Después de la sucesión de pérdidas de batallas y la captura de varios de sus importantes líderes, Artigas se dio cuenta de que debía reajustar su plan. En mayo de 1819, el caudillo creó una nueva estrategia, en la que Andresito irrumpiría por el norte para atraer al ejército enemigo. En tanto, él embestiría sorpresivamente al general Patricio Cámara en Santa María.
Artigas recibió en 1819 con optimismo, ya que sus fuerzas se imponían en el litoral y era previsible un avance federal sobre Buenos Aires. La toma de la capital, la instauración en esta de un gobierno federal y una declaración de guerra en Portugal eran elementos esenciales de su proyecto, que apostaba muy alto. Prácticamente, sin jefes ni recursos, Artigas planeó a principios de 1819 una nueva ofensiva. En enero de 1819, Balcarce fue sustituido por Viamonte. Artigas reunió a las fuerzas dispersas del comandante Aguiar y llamó a una parte de los escuadrones indígenas, misioneros y corrientes al mando de Sotelo, y al cacique guaraní Francisco Javier Sití, con los que formó un efectivo de unos 3.000 hombres.
En mayo de 1819, Artigas intentó repetir el plan de contrainvasión fracasado en septiembre de 1816. El nuevo plan era tan audaz y bien concebido como los anteriores. Andresito invadiría por el norte, atrayendo hacia ese lugar las fuerzas de Brasil, a las que asediaría con guerrillas. Mientras tanto, Artigas, siguiendo la sierra de San Martinho da Serra con el grueso, atacaría por sorpresa al general Patrício Cámara en el río de Santa María, intentando atacar las localidades de Río Pardo, Cascada, Triunpho y las proximidades de Porto Alegre.
Operaciones en el norte en 1819
En marzo de 1819, Andresito, por disposición de Artigas, organizó nuevamente su ejército con el fin de iniciar un nuevo intento ofensivo sobre las Misiones Orientales. El 23 de marzo abandonó Corrientes, poniéndose al frente de las divisiones misioneras. Con estas divisiones, más las correntinas bajo el mando de Sánchez Negrete, se marchó por la parte norte del Ibero y los pueblos misioneros destruidos buscando el cruce con el río Uruguay. El 25 de abril, Andresito atravesó el río Uruguay con un ejército que en total contabilizaba entre 1.600 y 2.000 hombres, formado mayoritariamente por guaraníes y milicias de Corrientes.
Al llegar al territorio de las Misiones Orientales el 29 de abril, las tropas de Andresito inmediatamente consiguieron ocupar fácilmente las antiguas reducciones jesuitas de Misiones, casi todos los Siete pueblos de Misiones, que es el nombre que se dio a los siete pueblos indígenas fundados por jesuitas españoles formados por San Francisco de Borja, San Luis Gonzaga, San Nicolás, San Miguel Arcanjo, San Lorenzo el Mártir, San Juan Bautista y Santo Ángel Custodio. En el pueblo de San Nicolás estableció su cuartel general; allí encontró municiones y armas para reforzar su tropa.
Había una excepción de San Borja que continuaba en manos de la ocupación luso-brasileña. Para combatirlo, se envió un destacamento formado por un regimiento de caballería de milicias, mandado por el coronel Diego de Morais Arouche Lara, que fue vencido y muerto en la batalla. Francisco das Chagas Santos, sorprendido por las acciones ofensivas de los ejércitos de Andresito, marchó sobre el pueblo de San Nicolás y lo atacó. Andresito logró rechazar a los atacantes y los persiguió tenazmente, retirándose después de haber recibido un gran bombardeo de artillería portuguesa. Chagas pidió refuerzos a Abreu y al gobernador de Río Grande del Sur, el conde de Figueira, mientras que Andresito ocupaba San Nicolás en las Misiones Orientales, donde había conseguido vencer a Chagas, en el mes de mayo.
Andrés Guacurarí repartió sus fuerzas entre el pueblo recuperado de San Nicolás, que dejó a cargo de su compadre Vicente Tiraparé con 500 efectivos, envió otros 400 a formar guarnición en el otro pueblo recuperado de San Luis Gonzaga y distribuyó partidas hacia San Lorenzo y otros parajes cercanos en busca de caballadas.
Con el resto de la tropa partió hacia el Sur buscando el encuentro con la columna que, según el plan concebido por el general Artigas, debía ingresar por La Cruz al mando del comandante Pantaleón Sotelo. Al reunirse, las dos fuerzas debían avanzar hacia el Este para amenazar por la retaguardia del ejército portugués. Carecía de informaciones sobre su posición y había tenido serios trastornos con la correspondencia.
Andresito estaba falto de caballos y costaba encontrarlos. Había oficiado al gobernador Bautista Méndez de Corrientes pidiéndole «remitirme la caballada que Ud. Pueda reunir en esa su noble provincia…cuál me duele el corazón viendo a mis amados occidentales más a pie que a caballo». Con lo que tenía cruzó la serranía bajando al valle del río Ibicuy que desemboca frente a La Cruz. No encontraron noticias de la división artigueña que debían aparecer por ese punto. Es que hubo un desfase en los tiempos convenidos. Aparentemente, hubo un retraso en el movimiento de Pantaleón Sotelo y a la vez una anticipación en el de Andresito. Regresó a San Nicolás sin haber podido establecer contacto con Pantaléón.
Combate de San Nicolás
Mientras Chagas esperaba los refuerzos de Abreu y de Río Grande del Sur, con los efectivos propios de San Borja, entre los que contaba con el RI de Santa Catalina, se aproximó a San Nicolás muy lentamente.
Al llegar a inmediaciones del pueblo, parecía que este había sido abandonado. Los efectivos de la guarnición se habían ocultado en las casas y nada se veía ni se escuchaba desde el exterior. Chagas, que llevaba dos cañones, mandó bombardear durante un par de horas el pueblo y no ocurrió nada; el pueblo parecía estar deshabitado.
En esa circunstancia, el Tcol Diogo Arouche de Moraes se adelantó a cargar con la infantería del RI de Santa Catarina y, al llegar a los bordes, a tiro de fusil, los atacantes fueron acribillados por los defensores que abrieron fuego, ocultos detrás de las paredes y ventanas.
Cayó muerto el Tcol Arouche y varios de sus hombres. Los demás se replegaron hacia la fuerza principal de Chagas, quien ordenó la retirada, siendo perseguidos por dos leguas por los misioneros que salieron del pueblo a contraatacar.
Un contraste similar sufrió la partida portuguesa que Chagas envió a San Luis Gonzaga; rechazados con el mismo ardid, retrocedieron apresuradamente al cuartel volante que Chagas instaló a orillas del río Piratiní.
Batalla de Itacurubí (6 de junio de 1819)
Mientras esto ocurría, Andrés Artigas regresaba de su infructuosa expedición al Ibicuy, falto de informes y falto de caballos. La mayor parte de sus hombres montando en redomones (caballos no completamente domados) que habían tomado durante la marcha. Desde Ibicuy había despachado al capellán fray José Acevedo con algunos hombres hacia el sur para dar noticia al general Artigas de su posición.
El conde de Figueira envió nuevas tropas, que encontraron San Nicolás abandonada. José de Abreu se quedó en la parte superior del río Arapeí, desplazando fuerzas de Bage a Les Canyes y llegando a Yaguarón; el 6 de junio vencieron a los invasores.
Andresito no sabía que tras él avanzaba la fuerza del comandante de frontera José de Abreu con 800 milicianos que habían salido de Alegrete. Estos, bien montados, se desplazaban muy rápidamente en un terreno que conocían como las palmas de sus manos. Los “vichadores” (exploradores) de Abreu le informaron de la posición de Andrés Artigas, que, pasando el boquerón de Santiago, descendía de la sierra hacia el valle del río Camacuá.
El hábil comandante brasilero se adelantó por caminos alternativos y preparó una emboscada en el paso principal de Itacurubí del río Camaquá, anticipándose a la llegada de los misioneros.
Cuando el 6 de junio de 1819 llegó la columna misionera a este paso, fue sorprendida en pleno cruce del río sin posibilidades de maniobrar. Destrozada su división, Artigas ordenó dispersarse y cada uno salió del atolladero como pudo. Andresito, herido en un brazo, escapó protegido por la escolta del comandante Cahiré, pero pronto se separaron, ocultándose en pequeños grupos entre los montes para evitar la persecución, aplicando la conocida táctica de dispersión para luego reunirse en un punto determinado.
Pasaron dos semanas ocultándose de día en los montes, caminando hacia el río Uruguay, unos 70 kilómetros. Andresito llegó con seis asistentes a la orilla del río Uruguay el 24 de junio y, encontrando crecido el río en el paso de San Lucas, se dispusieron a construir una balsa para cruzar.
Fue entonces cuando una patrulla de 15 hombres al mando del sargento Joaquín Antonio Santiago los sorprendió y tuvieron que entregarse. Apresados, fueron conducidos a San Borja y después a Porto Alegre, de donde Andresito fue embarcado hacia Río de Janeiro, junto con fray José Acevedo, que también había caído preso del otro lado de la sierra.
Al informarse de la terrible derrota sufrida por su jefe en Itacurubí, el comandante Vicente Tiraparé ordenó desalojar la guarnición de San Luis Gonzaga y se retiró de San Nicolás con su gente. Pero no alcanzó a salvarse, pues las fuerzas portuguesas, que ya habían recibido el refuerzo del Conde de Figueira, salieron a perseguir y bloquear los pasos del río Uruguay, capturaron la mayor parte de los misioneros que intentaban cruzar hacia Concepción. El valiente samborjense Tiraparé, que se había unido a Andresito en la campaña de 1816, murió en combate.
Estos hechos significaron un nuevo fracaso para Artigas en su plan estratégico militar, debido a la superioridad militar de los enemigos en todos los aspectos bélicos: número de soldados, organización, armamento disponible y experiencia de los combatientes. Por estos motivos, y en adelante, Artigas decidió estancar su ofensiva y aguardar contextos más propicios para contraatacar.
Dejó entonces el ejército dividido en partidas bajo las órdenes de sus tenientes, con misiones de alcance limitado, y se desplazó hacia el río Uruguay, su centro de operaciones permanente para organizar una tercera invasión.
Ataque a Maldonado
En noviembre, ante la poca intensidad de los ataques enemigos, sumada a la crudeza de las acciones incesantes desarrolladas por las guerrillas artiguistas, el caudillo lanzó su tercera contra-invasión. Artigas mandó: 300 hombres mandados por Lavalleja hacia Arroyo Grande; 400 soldados, capitaneados por Rivera, hacia paso Cuello, sobre el río Santa Lucía Chico; y 250 combatientes, encabezados por Otorgués, hacia el valle del arroyo Marmarajá con 250 soldados.
Desde allí, ordenó el ataque a Maldonado, sitio del que se apoderó.
Batalla de Santa María (14 de diciembre de 1819)
El 17 de noviembre, Artigas, en un oficio fechado en Las Cañas, le daba órdenes e instrucciones sobre la forma de conducir la guerra de recursos, recomendándole que, en caso de ser imposible la resistencia, se batiera en retirada sobre el Río Negro, buscando la reincorporación de las demás divisiones, hostilizando siempre la invasión. Curado se encontraba atrincherado en el Rincón de las Gallinas; el brigadier José de Abreu se encontraba con 600 hombres en el paso del Rosario en el río Santa María, encargado de cubrir la frontera.
Cumpliendo su plan de obrar sobre el punto más sensible del enemigo, cortándole sus líneas de comunicaciones, Artigas invadió por la Cuchilla de Santa Ana con unos 300 hombres y cubierto por una vanguardia de unos 500 hombres bajo el mando de Latorre. Pero fue interceptada de nuevo la correspondencia artiguista, enterándose los portugueses de su idea de maniobra. Artigas llegó hasta el río Santa María (también llamado Guirapuirá), afluente del río Ibicuy, atacando el 14 de diciembre al coronel Abreu, quien estaba acampado en las costas del río Ibirapuitán Chico, infligiéndole una completa derrota en la batalla de Santa María o de Ibirapuitán.
La victoria artiguista fue total y forzó el retroceso de su adversario, pero no tuvo consecuencias militares importantes, pues Abreu fue reforzado por la incorporación de Cámara, el 15 de diciembre. Posteriormente, Abreu recibió nuevos refuerzos enviados por el conde de Figueira, con lo que obtuvo superioridad numérica. Alentado por estas circunstancias, atacó y destrozó a la vanguardia artiguista al mando de Latorre.
El caudillo logró mantenerse en la zona, pese a los ataques portugueses, y entre el 17 y el 28 de diciembre se libraron varios combates con resultados indecisos. Sin embargo, la victoria duró poco: los 400 soldados mandados por el teniente Pedro González, que intentaron perseguir a los vencidos, fueron rechazados por el mariscal portugués Cámara. El plan de contraataque artiguista fue fácilmente rechazado y el caudillo, batido pocos días después en la batalla de la Quebrada de Belarmino, el 27 de diciembre de 1819, retrocedió al territorio oriental.
Operaciones en el sur en 1819
Mientras tanto, Lecor se encontraba asediado en Montevideo por Felipe Duarte, que había sido nombrado por Artigas comandante general de la línea sitiadora de Montevideo. El 17 de noviembre de 1819, Artigas, en un oficio fechado en Las Cañas, le daba órdenes e instrucciones sobre la forma de conducir la guerra de recursos, recomendándole que, en caso de ser imposible la resistencia, se batiera en retirada sobre el Río Negro, buscando la reincorporación de las demás divisiones hostilizando siempre la invasión.
Mientras tanto, en el resto de provincias la situación era:
- Misiones, pese a haber perdido en su cabeza a Andresito, continuaba la lucha.
- Corrientes, tras una pequeña victoria de la facción de Buenos Aires y con ayuda de las provincias vecinas, logró algo de independencia, y Juan Bautista Méndez estaba consiguiendo consolidar su gobierno.
- Entre Ríos estaba bajo el gobierno del comandante general Francisco Ramírez y Ricardo López Jordan.
- Santa Fe estaba abriendo una brecha para los intereses de Buenos Aires, pero Valcarce, ante la resistencia pasiva de la provincia, se retiró saqueándola.
Operaciones en 1820
Operaciones en el norte en 1820
Batalla de Tacuarembó (22 de enero de 1820)
La resistencia al invasor portugués comenzó el año 1820 con una nueva derrota en enero. Andrés Latorre fue sorprendido y derrotado en la Quebrada de Belarmino, con lo que se vio forzado a reingresar al territorio de la Banda Oriental. Latorre penetró hasta Tacuarembó, donde montó campamento esperando órdenes de Artigas, que había ido a Mataojo a buscar caballos.
Latorre comandaba la división de Misiones que funcionaba como la vanguardia y las copiosas lluvias la habían dejado aislada al otro lado del río y no se tomó ninguna medida para mediar la situación.
El 22 de enero de 1820, el conde de Figueira, al frente de unos 3.000 hombres, a las ocho de la mañana atacó por sorpresa el campamento de Andrés Latorre y derrotó a las fuerzas artiguistas.
Los artiguistas que se encontraban acampados, en su mayoría indios de las antiguas misiones jesuíticas, fueron sorprendidos por el enemigo mientras dormían. Habían montado un escuadrón de servicio y sonó el cañonazo de alarma cuando aparecieron columnas de portugueses a todo galope mientras los orientales aún no reaccionaban.

Sotelo intentó formar y arengar a sus misioneros, pero murió rodeado de enemigos. Rápidamente, muchos indios empezaron a lanzarse al agua sin haber tomado las armas. Prácticamente no hubo batalla, sino desbandada general. Los vencedores se llevaron 5.400 caballos. Latore logró retirarse con 600 seguidores; sus bajas fueron de 800 entre muertos y heridos. Los portugueses admitieron 1 muerto y 5 heridos.

La batalla se habría librado en las puntas del arroyo Tacuarembó Chico, aunque hay investigaciones que sostienen que tuvo lugar en territorio del actual departamento de Rivera, en el triángulo que forman los arroyos Valiente y Aurora al desembocar en el río Tacuarembó.
Desde Mataojo, actual departamento de Salto, Artigas ordenó a Fructuoso Rivera que se incorporara, pero este, que se encontraba acampando en el arroyo de Tres Árboles, ya había celebrado un armisticio con Benito Manuel Ribeiro y se mantuvo allí, desobedeciendo las órdenes del caudillo. Artigas entonces cruzó con 300 hombres el río Uruguay, dirigiéndose a Ábalos, donde había de procurar el apoyo de sus aliados entrerrianos y correntinos para sustentar su ya vacilante Protectorado.
La batalla de Tacuarembó puso definitivo fin a la resistencia oriental. El desastre de Tacuarembó fue el último enfrentamiento entre orientales y portugueses en el curso de la invasión.
Batalla de Las Guachas (13 de junio de 1820)
Buscando organizar nuevas fuerzas para continuar la resistencia, Artigas atravesó el río Uruguay seguido de unos 300 jinetes, que era cuanto le quedaba de su destrozado ejército. Estableció su campamento en Ávalos, iniciando de inmediato el reclutamiento y la reorganización de sus fuerzas, mediante comunicaciones dirigidas a los caudillos de Corrientes, Entre Ríos y Misiones. Cuando Ramírez recibió la petición de auxilio formulada por Artigas, no solo no la cumplió, sino que se sublevó contra él. Con anterioridad a este hecho, Artigas había increpado a Ramírez el haber suscrito el Tratado del Pilar, por el que los caudillos Estanislao López y Francisco Ramírez adquirieron mayor preponderancia en sus territorios, al tiempo que Artigas, que se disgustaba y distanciaba de ellos, caía derrotado por los portugueses en la batalla de Tacuarembó.
Inmediatamente de tener noticia de la actitud de Francisco Ramírez, Artigas, con unos 1.800 hombres, asoló completamente el pueblo del Arroyo la China con sus tropas y el 13 de junio avanzó hasta Las Guachas, costa del Gualeguay, donde se encontró con las fuerzas de Ramírez, que eran 600 efectivos (cuya base era el cuerpo de 400 dragones bien disciplinados).
El combate resultó duro e indeciso, y, a pesar de la inferioridad de las fuerzas del general Ramírez, quedó indecisa la acción por haber caído la noche, durante la cual Ramírez se retiró a su capital Paraná, donde recibiría el auxilio de Manuel de Sarratea.
Batalla de Las Tunas (24 de junio de 1820)
El 24 de junio Artigas se acercaba a Paraná sin saber que Ramírez había recibido los refuerzos que le había prometido el porteño Manuel de Sarratea (implacable enemigo de Artigas y en ese momento gobernador de Buenos Aires).
Ramírez, con los refuerzos recibidos, preparó una trampa en la orilla oeste del arroyo de Las Tunas; disponía de 700 jinetes entrerrianos, 220 infantes (200 con carabinas) y 3 cañones. Dispuso su artillería y carabineros en forma de embudo alrededor del camino. Cuando las tropas de Artigas llegaron, intentaron dos veces cruzar el arroyo y continuar su camino, pero el embudo los dejaba atrapados frente al nutrido fuego de las tropas del general Lucio Norberto Mansilla y el coronel Francisco Pereyra.
La derrota de Artigas fue completa y decisiva, viéndose forzado a retroceder a Concepción, de donde sería forzado a huir y refugiarse en Corrientes. Después fue a Misiones, donde una nueva traición, la del indio Siti, termina con su poder militar, al verse atacado por la espalda mientras sitiaba el fuerte de Cambia. Abriéndose paso con solo 150 hombres, se dirigió a Candelaria, donde atravesó el río Paraná el 23 de setiembre de 1820.
Allí terminó la titánica resistencia de Artigas. El silencio que rodea sus pasos posteriores impide una exacta apreciación de sus intenciones. Posiblemente, llegó a la frontera del Paraguay con el objeto de solicitar refuerzos para la lucha por la libertad. Su prestigio entre la masa indígena era notable. Tal vez confió en repetir nuevamente su plan mediante la colaboración que obtuviera en el Paraguay.
Consecuencias de la invasión portuguesa de la Banda Oriental
Al finalizar la invasión portuguesa, al menos 4.000 orientales (el 6 % de la población de la Banda Oriental) habían muerto en tres años y medio de resistencia. Artigas se dirigió entonces hacia la Banda Occidental del río Uruguay, acompañado por 300 jinetes. En tanto, los caudillos federales Francisco Ramírez de Entre Ríos y Estanislao López de Santa Fe, siguiendo órdenes de Artigas (el “Protector”); avanzaron hacia Buenos Aires y el 2 de febrero de 1820 derrotaron al entonces director supremo José Rondeau (quien había ordenado a José de San Martín que viajara con sus tropas desde el Norte para apoyar la lucha antifederal, porque este no acató tal orden) en la batalla de Cepeda. Rondeau, después de la aplastante derrota propiciada por las fuerzas federales en esta batalla, se vio obligado a renunciar y lo sucedió Manuel de Sarratea.
Sarratea salió de la ciudad y en la actual ciudad de Pilar, a 5 leguas de la ciudad de Buenos Aires, se encontró con los caudillos vencedores. Luego de una breve negociación, allí se firmó el 26 de febrero de 1820 un acuerdo o pacto entre las provincias de Buenos Aires, Entre Ríos y Santa Fe que establecía la paz y la asunción del federalismo, en lo que se conocería como el Tratado del Pilar. Se convenía que en el plazo de dos meses se reuniría un congreso de diputados de las tres provincias, al que se invitaba a las demás a sumar sus representantes, para constituir un gobierno central que instauraría el sistema federal. Se aprobaba una amnistía y decretaba la libre navegación de los ríos Paraná y Uruguay.
Las autoridades del régimen caído debían afrontar un juicio público ante un tribunal que se designaría oportunamente. Respecto a la Provincia Oriental, invadida y ocupada, se decía que «ante la invasión con que amenazaba a Santa Fe y Entre Ríos una potencia extranjera, que con respetables fuerzas oprime a la provincia aliada de la Banda Oriental», los gobiernos de aquellas esperaban de Buenos Aires “auxilios proporcionales para resistir cualquier eventualidad”.
No se declaraba la guerra a Portugal, como había sido exigencia tajante del Protector. Se definía a la Provincia Oriental como “aliada” y se le negaba, por lo tanto, el carácter de miembro de una alianza ofensivo-defensiva (lo mismo respecto de Corrientes y Misiones, pero estas no estaban ocupadas).
Se negaba a Artigas el tratamiento de Protector de los Pueblos Libres y se le nombraba solamente como capitán general de la Banda Oriental. De esta manera, Ramírez y López, en virtud de la situación ventajosa en la que estaban, tomaron distancia de su hasta entonces jefe Artigas, restándole autoridad sobre sus provincias. Se afirma que, junto al acuerdo firmado, hubo un pacto verbal secreto entre Sarratea y Ramírez, por el cual Buenos Aires se comprometía a apoyar a este último en su previsible guerra contra Artigas. La unidad del movimiento federal, a la hora del triunfo, se quebraba irremediablemente.
El Tratado de Pilar, que para Artigas fue una «confabulación con los enemigos de los pueblos libres para destruir su obra y atacar al jefe supremo que ellos se han dado para que los protegiese», derivó en una guerra con Ramírez y la firma del Pacto de Ávalos con Corrientes y Misiones. Ramírez derrotó a la pequeña tropa de Artigas en una sucesión de enfrentamientos entre junio y agosto de 1820. En septiembre Artigas se exilió en el Paraguay, lo que implicó el fin del ciclo histórico de casi una década.
Mientras esto sucedía, la totalidad del territorio de la Provincia Oriental quedaba en manos de los luso-brasileños, convirtiéndose en la llamada “Provincia Cisplatina”, una provincia más del Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve. Cuando en 1820 el rey del Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve, Juan VI, decidió regresar con su familia y su corte a Lisboa por el estallido de algunos movimientos liberales en Portugal, el hijo mayor del rey y heredero del trono, Pedro I de Braganza, quedó en Río de Janeiro como regente. Pedro I, un joven inteligente y ambicioso, que se había vinculado con los plantadores y terratenientes brasileños, se puso al frente de la conspiración independentista brasileña.