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Cese de Eguía y nombramiento de Villarreal
A pesar de sus éxitos, parece que Nazario Eguía no consiguió granjearse el afecto de buena parte de sus subordinados, a lo que debieron ayudar tanto las intrigas de Maroto y el denominado “partido andaluz”, que conspiraba en su contra, como la viveza de su carácter. Sin embargo, su dimisión, presentada a mediados de junio por motivos de salud, suele achacarse a su manifiesta oposición al sistema de expediciones, claramente potenciado por su sucesor, el general Bruno Villarreal. En contraposición a sus dos últimos antecesores, no era este un militar que hubiera hecho carrera durante el reinado anterior, pues había comenzado la campaña con el grado de capitán, y ganado sus ascensos en el transcurso de la guerra.
En junio de 1836, al dejar el mando Eguía a Villareal, las fuerzas carlistas del Ejército del Norte se componían de 34.000 infantes, más de 1.000 caballos y artillería, organizados en 3 divisiones de operaciones (Navarra, Castellana y Provincial) de 6.000 hombres cada una que con la caballería y la artillería dan una fuerza de 20.000 soldados en operaciones; el resto estaban repartidos como reservas en Navarra 6.000, en Vizcaya 3.000, en Guipúzcoa 3.000, y en Álava 2.000. La artillería contaba con 64 piezas, algunas en 3 fuertes, 22 ocultas. Además, se había organizado un auténtico Estado Mayor.
El 19 de julio, una brillante victoria sobre las fuerzas del coronel Clavería valió a Villarreal el grado de teniente general y la obtención en propiedad del cargo de general en jefe, que hasta entonces desempeñaba como interino.
Durante el mando de Villareal, el ejército carlista concentró buena parte de sus energías en tratar de extender la guerra por toda la Península, obligando a enviar en persecución de estas expediciones numerosos efectivos de la Reina. Por otro, los políticos volvieron a hacer hincapié en los beneficios que podían derivarse de la conquista de Bilbao.
Segundo sitio de Bilbao (23 al 29 de octubre de 1836)
Para tratar del tema de Bilbao, el 15 de octubre de 1836, bajo la presidencia de don Carlos, se celebró en Durango una reunión a la que asistieron el infante don Sebastián, el ministro Juan Bautista Erro y los generales González Moreno, Eguía, Villarreal, Uranga, Montenegro, La Torre, Urbiztondo y Silvestre. Los pareceres fueron diversos, pues La Torre no creía que Bilbao tuviera la importancia que se le daba, y Villarreal, que era consciente de ello, pensaba que no disponía de los medios necesarios para tomar la plaza. Finalmente, el ministro Erro logró imponer sus puntos de vista, respaldados por el general Moreno, para el cual el ejército no estaba en disposición de emprender un avance sobre Madrid, y la conquista de Bilbao, aparte de reportar grandes ventajas por los recursos que contenía. Era una excelente oportunidad para obligar a batirse al enemigo en posiciones previamente escogidas, pues era seguro que trataría de acudir en su ayuda.
El apoyo directo de la escuadra inglesa en San Sebastián y su posición hacían que toda operación contra la ciudad guipuzcoana ni siquiera se mencionara. El general Villarreal opinaba que los carlistas no tenían suficientes elementos para tomar a viva fuerza Bilbao, pero reconocía la importancia política y militar que tendría si la toma de la villa fuera posible. El acuerdo fue el de emprender por sitio la rendición de Bilbao a las armas carlistas.
Mientras estas deliberaciones tenían efecto, el 13 de octubre había habido un ligero combate en Valmaseda. Antes, el día 8, hubo un fuerte combate en las líneas de San Sebastián alrededor del puente de Alza. La refriega debió de ser de importancia cuando el parte del general Lacy Evans reconoce que las pérdidas liberales ascendían a 4.000 entre muertos y heridos; de ellos, 37 oficiales. Este combate, que se generalizó en la línea de San Sebastián, dio motivo a que prestara su colaboración no solo la marina cristina, sino también la inglesa, que estaba en la costa guipuzcoana. Entre los carlistas se contó la muerte del comandante Arana (Legonsu), del RI-I de Guipúzcoa, que fue enterrado en Astigarraga.
El general Bruno Villarreal mandaría las operaciones de asedio, mientras que Nazario Eguia se encargaría de la defensa de la retaguardia carlista para evitar que llegaran refuerzos cristinos.
Dispuesto por la Junta celebrada en Durango el poner sitio y tomar la plaza de Bilbao, se procedió inmediatamente a mover las fuerzas necesarias para conseguir tal objetivo. El general Villarreal, al que se le agregaron los generales Simón de la Torre y el marqués de Valdespina, procedieron a designar las fuerzas que debían atacar. El general de ingenieros Melchor de Silvestre se ocuparía de lo referente a su arma, mientras que la artillería estaría bajo el mando directo del general Montenegro.
Los días 18 y 19 de octubre, un ingeniero francés al servicio de los carlistas reconoció la plaza de Bilbao, tras lo cual el material de sitio fue conducido a lugares próximos a la ciudad, mientras que los zapadores empezaron la construcción de baterías y obras necesarias para el asedio. Comenzaron a trasladar su artillería a diversas alturas que dominaban la ciudad, levantando fortines, parapetos y cavando trincheras. Su fuerza estaba compuesta por 17 cañones de grueso calibre, 2 morteros, 600 carros de proyectiles huecos y balas rasas, así como 150 de municiones y pertrechos, destinando 15 BIs para el asalto.
Con el fin de que si las tropas carlistas tomaban Bilbao no se produjeran desórdenes en los asaltantes, el infante don Sebastián se agregó al cuartel general que Villarreal.
Parece ser que los acuerdos de Durango llegaron en forma de rumores al general gobernador de Bilbao, Santos Fernández San Miguel; pero se dudaba de la exactitud, hasta que el 22 de octubre se dieron cuenta de que la artillería carlista se había situado en la parte opuesta del monte de Archanda, sobre el camino de Bermeo.
San Miguel dispuso entonces sus fuerzas para la defensa, encomendando su extrema derecha al coronel Arechavala; el centro, al coronel Oliveras; y a la izquierda, al coronel Ozores, siendo núcleos para la resistencia los conventos de San Agustín y San Francisco, con su parte accesoria de Bilbao a la vieja puerta de la Concepción, el barranco de Iturribide, las casas de Baños, del Bosque, de las Ollerías y de Achuri. Los fuertes de San Mamés, Burseña, el Desierto, Capuchinos, Banderas y Luchana fueron reforzados.
El 23 de octubre, 5 BIs y varias compañías más inician las operaciones, aunque la ciudad no quedaría totalmente sitiada hasta el 2 de noviembre. Ese mismo día, se libró el primer ataque sobre la avanzada cristina de Artagán que fue tomada por los carlistas, que persiguieron a los cristinos hasta la iglesia de Begoña, que, ocupada momentáneamente por los voluntarios de Villarreal, fue recuperada por los defensores de la plaza. La noche del 23 al 24 de octubre, la dedicaron los carlistas a levantar una barricada en Artagán, así como otras obras de defensa, colocando una batería de 1×14 mortero y 2×7 obuses, protegiendo esta operación con un vivo tiroteo sobre Begoña.
Los trabajos del sitio avanzaron por la parte de Archanda; y habiéndose posesionado del caserío de este monte y el paseo llamado de la Salve, quedó interceptada e incomunicada la plaza con los puntos liberales de la ría. La posición de Olaveaga, defendida por el marqués de Torremejía, se vió tan comprometida que se le ordenó la retirada, lo que hizo, debiendo librar una pequeña acción, a pesar de estar protegida esta posición por fuerzas salidas de Bilbao.
El traslado que realizaban los carlistas de prácticamente toda su artillería hacia Vizcaya desde el territorio vasco-navarro que dominaban, evidenciaba sus intenciones de sitiar Bilbao. Lo que no pasó desapercibido al mando cristino, por lo que Baldomero Espartero, jefe del Ejército del Norte cristino, había marchado con sus tropas situadas en la frontera sur del Ebro hacia el norte, hallándose en el momento de iniciarse el bombardeo de Bilbao en la localidad de Villarcayo, a 60 kilómetros al oeste.
Dos días antes había enviado parte de su tropa a Santander a las órdenes del brigadier para que desde allí se dirigiese por mar a Portugalete, localidad situada en la orilla izquierda de la ría del río Nervión, a unos 10 kilómetros al norte de Bilbao, donde desembarcarían el 26 de octubre.
Las operaciones se desarrollaron con las mismas tácticas que en 1835 y la dirección general de todas las tropas carlistas de aislamiento la ejerció el general Eguía, que pertenecía al cuerpo de ingenieros, que consiguió cerrar el puerto de Bilbao estableciendo un puente de barcas. Mientras tanto, el general Villarreal continuaba intensificando la presión sobre la ciudad.
Terminados los preparativos del sitio el 24 de octubre, empezó al amanecer del 25 el bombardeo de la plaza. Las baterías de la misma contestaron, entablándose entre las artillerías sitiada y sitiadora un fuerte duelo. Mientras esto ocurría en una parte de la línea descubrían los carlistas otra batería de 5 piezas de a 24 y de a 8, cerca del cuartel iglesia de San Agustín, mientras estaban construyendo una nueva sobre la Cava, para defender la parte de la ría por Olaveaga. El día 26, abrieron el fuego dos nuevas baterías, situadas en Ulibarri y en el caserío de Zurmagán, con 6 piezas de 36 y 24 y dos obuses, mientras se construía otra batería en la altura de la Casamata con dirección a la ría.
El fuego de la artillería fue muy intenso durante todo el día, y por la noche, ante los destrozos causados por el fuego de los cañones carlistas, se intentó un asalto sobre Mallona. Las fuerzas iban mandadas por el brigadier Joaquín Montenegro, siendo la lucha muy enconada, pues llegaron a penetrar los asaltantes en las posiciones cristinas, pero al fin fueron rechazados con muchísimas pérdidas, ya que perecieron la mayor parte de los que entraron en ellas. Montenegro conquistó aquel día la Cruz Laureada de San Fernando.
Este ataque infructuoso fue la terminación del segundo sitio, pues el día 27 solamente hubo bombardeo sobre Bilbao, causando destrozos en varias posiciones de los cristinos, particularmente sobre la batería del Circo y el convento de San Agustín. Pero en la madrugada del 28 los bilbaínos se dieron cuenta de que los carlistas estaban retirando sus fuerzas, y aunque algunas salidas que partieron de Bilbao intentaron hostigarlas, tal atrevimiento fue duramente castigado.

Tercer sitio de Bilbao (4 al 25 de diciembre de 1836)
Se dispuso por Real Orden de 4 de noviembre que las operaciones contra Bilbao continuaran, pero encargándose de las fuerzas sitiadoras el general conde de Casa Eguía; y que el general Villarrral prosiguiera en el mando de las fuerzas del Ejército del Norte con misión de proteger a las tropas sitiadoras. Realmente, la disposición era acertada, ya que las maniobras de Espartero para acudir en socorro de Bilbao lo mismo podían ser operaciones sobre Bilbao que acción contra el territorio carlista. Espartero, mientras estuvo entretenido contra la expedición de Gómez, no era de gran peligro para la zona carlista; pero convertido en jefe del ejército cristino, era temible por bullicioso y activo en sus movimientos. El conferir el mando de las fuerzas sitiadoras al general Eguía era acertado, puesto que el anciano general procedía del Arma de Ingenieros. Algunos autores dicen que el tercer asedio fue una continuación del segundo, pero los carlistas se retiraron, levantaron su artillería, abandonaron las posiciones de sitio, para, al cabo de unos días, escasamente una semana, decidir de nuevo el sitio.
Una fuerza de 12 batallones más una compañía fueron destinados a la operación contra Bilbao a las órdenes del general Eguía, formando 5 agrupaciones a las órdenes del mariscal de campo Goñi, de los brigadieres Sarasa, Pérez de las Vacas y Zaratiegui y del coronel Goiri; además, las unidadeas de artillería y de ingenieros en su totalidad. Recién nombrado en el cargo, Eguía marchó el día 5 de noviembre a Galdácano, adoptando las correspondientes disposiciones y conferenciando en Guernica con el general Montenegro jefe de la artillería y el general Silvestre jefe de los ingenieros carlistas.
A partir del 7 de noviembre, los trabajos tomaron impulso, reconociendo el general Silvestre las comunicaciones que tenía el fuerte de Banderas, contra el cual se proyectaron dos baterías; quedando establecidas las líneas y colocadas las piezas el día 9, en que comienza el bombardeo de dicho fuerte, que, después de dos horas de sufrir el fuego de la artillería carlista, se rindió, quedando prisionera de guerra la guarnición, un cañón y armamento, municiones y víveres. La rendición del fuerte de Banderas dio como resultado inmediato que las fuerzas cristinas que defendían el convento de Capuchinos trataran de retirarse a San Mamés; pero habiendo sido cortada su línea de repliegue, tuvieron también que rendirse. Este primer día fue muy provechoso para las armas carlistas.
Por la noche se prepararon para batir el fuerte de San Mamés, y al día siguiente, 10 de noviembre, fuerzas del BI-I de Vizcaya tomaron tras un fuerte combate la casa de Novia, que protegía como avanzada al citado fuerte. Más tarde, fuerzas de dicho batallón, más el BI-I de Castilla, a las órdenes de su jefe Nogueruela, entraron al asalto en el fuerte de San Mamés, oponiendo los cristinos viva resistencia, y después de una fuerte lucha, se rindieron. Murieron en ese asalto el capitán Agustín Espinilla y el teniente Hipólito Pérez, del BI-I de Castilla. Puede decirse que el sitio de Bilbao estaba completamente establecido.
El día 11 de noviembre, los carlistas emprendieron diversos trabajos, tales como la construcción de un puente-balsa sobre la ría, frente a San Mamés, y construyeron una batería avanzada delante de Banderas, al mismo tiempo que dirigían sus actividades para conseguir la posición del fuerte de Burceña, cuyo comandante era Vicente Aymerich. Se iniciaron las negociaciones con una comunicación verbal que recibe el JEM de Eguía, Bengoechea, a la que se dio contestación adecuada, ofreciendo garantías a las personas que guarnecían el fuerte. La respuesta del comandante del mismo indicaba que francamente no pensaba resistir en el caso de no tener auxilio asegurado, o bien libre de línea de repliegue a la brigada. El día 12, hubo cañoneo sobre el fuerte de Buceña, y después de doce horas de iniciado el mismo, hubo capitulación de las fuerzas que lo guarnecían.
Al mismo tiempo hubo un violento ataque carlista contra el fuerte de Luchana, y la guarnición, protegida por dos fuegos de trincaduras y del fuerte del Desierto, se replegó hasta este, después de inutilizar su artillería. Probablemente, Eguía pensó en apoderarse de ese fuerte. Pero se ha de tener en cuenta que se hallaba bajo la protección de la marina de guerra inglesa, pues tanto el comandante del bergantín Ringdove, que era el comodoro de las fuerzas de la ría W. J. Lapdge, como el comandante J. P. Le Hardy del Sarraceen, pusieron a disposición de los cristinos material de guerra; cañones, fusiles, municiones y víveres, empeñados en hacer del Desierto «cual otro Gibraltar». Pero interesaba más Bilbao o bien asegurarse de Portugalete, ya que el fuerte de Desierto no era la clave que impidiera una u otra operación.
Aunque se hicieron trabajos preliminares para tomar Portugalete, al día siguiente hubo, sin embargo, abandono de este propósito, aun cuando Andechaga habla iniciado los preparativos. No por eso dejó de realizar una operación el general Villarreal el día 14, ocupando las posiciones de Castrejana sobre el río Cadagua. La noche del 14 al 15 fue empleada por los carlistas en la construcción de nuevas obras y el establecimiento de baterías, amenazando a los defensores de San Agustín.
Estos trabajos prosiguieron el 16 de noviembre, y cuando se creyó el 17, después del fuego artillero, que el convento de San Agustín estaba en disposición de ser asaltado, se intentó entrar por la brecha abierta. La operación fue confiada a seis compañías del BI-IV de Vizcaya y cuatro del BG y al BI extranjero. El asalto resultó infructuoso, habiendo tenido muchas pérdidas los carlistas, que fueron rechazados. Dos veces los carlistas renovaron su intento, y a pesar de los grandes destrozos en la obra del convento, este se mantuvo en poder de los cristinos. La noche siguiente fue dedicada a reparar los desperfectos.
El fuego de artillería siguió el 18 de noviembre, y a pesar del temporal de agua y granizo, las obras del sitio prosiguieron el día 19; temporal siguió el 20, hasta paralizar completamente el bombardeo. El 21 se establecieron nuevas baterías, y se reanudó el bombardeo el 22, procediéndose a un nuevo ataque contra ef convento de San Agustín, realizado por el BI-V de Vizcaya, a las órdenes del coronel Novoa, siendo de nuevo rechazados.
El 23 y el 24 de noviembre, lo dedicaron los carlistas a establecer baterías y obras de ingeniería. El día 25, algunas fuerzas de granaderos del BI-I de Castilla y cazadores del BI-IV de Vizcaya hicieron una demostración delante de San Agustín, sin ataque formal. El fuerte bombardeo del día 26 demostraba que los carlistas iban a emprender una operación más en serio sobre San Agustín.
El combate para tomar San Agustín se ejecutó el día 27, protegidos los asaltantes por un fuerte bombardeo. Las fuerzas que se lanzaron sobre San Agustín estaban mandadas por el coronel Negueruela. Fue iniciado por un cadete y siete soldados del BI-I de Aragón, al que seguían una compañía de aragoneses, mandados por el capitán Martín Gracia y un destacamento de zapadores, mandados por el teniente Juan Bessières. A estas fuerzas siguió la segunda compañía del BI-I de Castilla; a continuación entró en combate el resto del BI-I de Aragón y, por último, las compañías de preferencia del BI-I y BI-III de Vizcaya. El BI-I de Castilla pasó por el pozo del Regañón, asaltó el muro del patio y penetró por la puerta. Los batallones vizcaínos quedaron de reserva en el patio. El combate fue muy duro. Cayó herido el gobernador militar de Bilbao, el general Santos Fernández San Miguel, y también contuso el segundo jefe de la plaza, el brigadier Araoz, por lo que fue llamado el brigadier Miguel de Arechavala para que continuara la defensa de Bilbao durante el tratamiento quirúrgico a que estaba sometido, por su herida, el general San Miguel.
Posesionados los carlistas del convento de San Agustín, tomado después de tan denodada resistencia, el bombardeo, particularmente contra las baterías cristinas de Mallona, el Diente y de la Muerte, prosiguió el 28. En ese día se interrumpió el fuego a las dos y media de la tarde, pues apareció en una ventana de San Agustín la bandera blanca de parlamento, y habiendo sido aceptado el mensajero, este entregó para el mando superior de la plaza la intimación a la rendición. La contestación fue rechazar al parlamentario, y antes que este hubiera salido del alcance de los fuegos de la plaza los cristinos reanudaron el fuego, y, muy en contra de la costumbre militar, hirieron al ayudante y al corneta carlista que habían llevado el mensaje.
El 29 de noviembre, después de fuerte cañoneo, los carlistas iniciaron un ataque contra el convento de la Concepción; pero las fuerzas del BI-I Provincial fueron rechazadas, perdiendo los asaltantes bastantes hombres. Aquel día los cristinos recibieron un auxilio moral, y era que por el telégrafo establecido en Miravilla, y que habín comenzado a comunicarse con el de Portugalete, se recibió el siguiente despacho: «Se sostenga la plaza, que pronto será socorrida.»

Acción de Castrejana (27 de noviembre de 1836)
Espartero, que estaba en la provincia de Burgos, se trasladó a la de Santander, y hasta el 20 de noviembre no llegó a Castro Urdiales, y de allí, por mar, trasladó sus fuerzas a Portugalete y Santurce. El general Villarreal, cuya misión era la de proteger a los sitiados, tenía su línea establecida desde la playa de Burcena al puente de Castrejana, cubriendo los vados de lbarza, Achandía, Suvilleta, lbardoche, Puertoreco y los demás puntos por Alonsotegui a Sodupe y Oquendo. El brigadier Sopelana, con fuerzas alavesas y guipuzcoanas, mantenía la defensa del puente de Castrejana.
Espartero se propuso atravesar la ría del Galindo, lo que hizo su vanguardia, mientras que los carlistas se replegaban, repasando el Cadagua por el puente de Castrejana. El general cristino no se dio cuenta, probablemente, de que esta operación no tenía importancia alguna, por cuanto los carlistas aseguraban con refuerzos la posición de Castrejana.
Efectivamente, los cristinos intentaron atravesar el puente; pero la resistencia de Sopelana fue tan eficaz, que, después de grandes pérdidas de las fuerzas cristinas, la retirada se imponía. Pero no una retirada ordenada, sino la que se señala con las características de la derrota. Sea por la razón que fuere, hubo desórdenes en el ejército cristino. A la vez que los carlistas sostenían el ataque de frente, mandaban otras fuerzas al puente de Alonsotegui y ·amenazan muy de cerca el flanco descubierto de la vanguardia y Segunda división. Para desgracia de esta, el oficial que llevaba las órdenes prescribiendo su retirada cayó atravesado de un balazo, y las tropas cristinas, a pesar de comprender su situación, continuaban luchando con bravura, hasta que finalmente se replegaron sobre el batallón de San Fernando, que formaba el núcleo de la reserva. Los cristinos perdieron unos 300 hombres y se vieron obligados a retirarse a Baracaldo, y posteriormente a Portugalete.
El fracaso de Castrejana le hizo ver la dificultad de avanzar y romper el cerco por esta orilla, decidiéndose a realizarlo por la opuesta.
Tras consultar con los jefes de la marina española y la de los dos buques de la Marina Real Británica fondeados en la ría, Espartero se dispuso a construir un puente sobre el río Nervión a la altura de Portugalete, fuera del alcance de la artillería enemiga, aunque expuesto por su cercanía a la desembocadura al mar a sufrir la fuerza del oleaje. El puente se construyó «…colocando en línea abarloados 32 lugres, goletas y bergantines que se hallaban en la ría, perfectamente amarrados en la larga extensión de 680 pies, y con sus planchas de cuarteles de unos a otros…» El 30 de noviembre, ya se hallaba en la orilla derecha gran parte de su ejército, enviando a los defensores de Bilbao con el telégrafo óptico un mensaje que decía: «El ejército del Norte estará hoy entre Algorta y Aspe o alto frente de Portugalete y se dirige por el este a Asúa, y mañana por Archanda a Bilbao».
Batalla de Luchana (24 de diciembre de 1836)
Preparativos de la batalla de Luchana (1 al 24 de diciembre de 1836)
En el trecho que se extiende entre el lugar de su desembarco y Bilbao se abren dos barrancos en la cadena montañosa de la margen derecha del río Nervión, bajando perpendiculares al río. En sus cauces fluía mucha agua dadas las fuertes lluvias de los últimos días. El 1 de diciembre, llegaron los cristinos, formados en tres columnas paralelas, al primer barranco a la altura del puente de Gobelas, pero este había sido cortado, por lo que tuvieron que vadear el riachuelo muy crecido y bajo el fuego de la fusilería carlista.
Continuaron avanzando hacia la parte alta del siguiente barranco hasta el puente de Asúa. También este estaba inutilizado y los carlistas habían establecido los tres fortines artillados de Cabras, San Pablo y Banderas situados en cerros de la estribación sur del barranco. Este barranco era «…el foso del campo enemigo.» Los emplazamientos carlistas cubrían perfectamente el barranco desde Azúa hasta el Nervión, sometiendo a los cristinos a un intenso fuego. Llegando la noche, Espartero desistió de su intento de franquearse el paso por Asúa y decidió realizarlo al día siguiente por Luchana, lugar situado en la parte baja del barranco, junto al Nervión. Como también allí habían inutilizado el puente los carlistas, proyectaba construir en este lugar un puente de pontones, levantando antes baterías en las alturas de su orilla para contrarrestar el fuego de las enemigas.

En tanto se ejecutaban estas disposiciones, arreció el temporal el 5 de diciembre y destrozó el puente que les unía a Portugalete, el cual era la única comunicación con la orilla izquierda desde donde tenían que recibir los víveres y las municiones y poder evacuar sus heridos. Ante ello, renunció Espartero a intentar forzar el paso por Luchana, retiró inmediatamente en barcazas la artillería a la orilla izquierda del Nervión, comenzando la construcción de un nuevo puente para reemplazar al destruido, más al sur y más protegido de los embates del mar, pero entonces también bajo el alcance de la artillería de los tres fortines carlistas. El día 7 por la tarde quedó terminada la nueva obra, comenzando a retirarse a la orilla izquierda las tropas cristinas, pero mientras lo cruzaban, el temporal volvió a partirlo en dos, debiéndose realizar el paso de la fuerza restante empleando lanchas.
Villarreal pensó que Espartero volvería a intentar nuevamente el avance por la orilla izquierda desde Portugalete, por lo que también trasladó parte importante de su tropa a la misma orilla para hacerle frente.
El 12 de diciembre, Espartero inició la marcha hacia Bilbao por la orilla izquierda, pero los temporales habían convertido los caminos en barrizales, quedando atascada la artillería pesada que necesitaba para batir las trincheras enemigas. El mal tiempo y el ardor defensivo de los carlistas obligaron a los cristinos a desistir nuevamente de su ataque, retirándose el 15 de diciembre por tercera vez a Portugalete. Ahora «…el estado de las tropas de Espartero no era en verdad el más lisonjero, pues que faltos de artillería, de municiones, de víveres, y un tanto mohínos por las tan repetidas retiradas, se advertía cierto oculto disgusto que podía acrecerse de un modo inconveniente, a no acudirse al remedio de las faltas que se experimentaban.»
Por su parte, Espartero se decidía por el establecimiento de algunos puentes sobre la ría, por lo que el 17 se ordenó la construcción de uno de barcas, bajo las canteras de Aspe hasta el fuerte del Desierto; lo que emprendió el capitán de fragata Armero el 17 de diciembre por la noche.
En estas condiciones, la marina cristina, compuesta de la goleta Isabel II, las cañoneras Clotilde, Veloz y San José, de las trincaduras Infanta, Isabel II y Reina Gobernadora, y de las lanchas Vizcaya y Constitución, apoyada por la marina inglesa, situada en la ría, estableció las líneas en el frente de los carlistas, que estaban por la parte del monte de Cabras y la línea de los altos de Bandease, es decir, detrás de Luchana.
El 17 de diciembre, llegó a Portugalete un refuerzo de tropas y una importante provisión de víveres, dinero y municiones. Tras lo cual Espartero se decidió a forzar nuevamente el paso por la orilla derecha. Se comenzó con la construcción de un nuevo puente, facilitando los comandantes de los buques británicos balsas para realizar previamente el paso de la artillería y parte de la caballería a la orilla derecha durante la noche del día 19 y el amanecer del 20. Mientras el puente se estaba terminando.
La línea carlista estaba confiada al brigadier Pérez de las Vacas y su posición se reducía a los cerros de Cabras y de San Pablo, cuyas faldas estaban regadas por la ría de Azúa, hallándose sobre estas el puente de Luchana, que estaba cortado y defendido por una casa aspillerada, conocida por la Casa de la Pólvora. Pero pocos días antes que los cristinos emprendieran sus operaciones preliminares para forzar la línea carlista, el brigadier Pérez de las Vacas fue mandado a la línea de Bilbao para reemplazar al general Sarasa, y en Luchana quedaba de jefe de la línea el coronel don Mariano Noboa.
Para distraer el fuego carlista, la goleta cristina Isabel II y la cañonera San José se situaron el día 21 frente a Luchana y bombardearon el fortín de la Casa de la Pólvora, situado al sur del puente de este lugar, aunque ambos buques fueron pronto dañados y tuvieron que ponerse fuera del alcance de los cañones carlistas. Al anochecer, los cristinos habían emplazado sus piezas de artillería sobre el Azúa, el puente sobre el Nervión quedó concluido y, al amanecer el 22 de diciembre, comenzó a pasar a la orilla derecha el grueso de la infantería cristina y la restante caballería.
También se fortificó el lugar donde el puente de embarcaciones arrancaba en la orilla izquierda, ocupándolo 3 BIs en previsión de que Villarreal ordenase un ataque sobre él por esa orilla. Al día siguiente, día 23, se realizó un nuevo ataque marino, formado por unas 20 cañoneras y trincaduras, abriendo fuego frente a Luchana, vivamente contestado por los carlistas. El mal tiempo impidió que los fuegos intercambiados produjeran graves daños.
Desarrollo de la Batalla de Luchana (24 de diciembre de 1836)
El amanecer del 24 de diciembre era el previsto para ejecutar el ataque definitivo. El temporal azotaba la ría y Espartero despertó enfermo, debiendo ceder el mando a su jefe de Estado Mayor, el general Marcelino Oráa. Las baterías sobre el Azúa y las emplazadas frente a Luchana en la orilla izquierda del río Nervión no cesaron de batir las posiciones carlistas. Hacia las cuatro de la tarde embarcaron en la orilla izquierda 8 compañías de cazadores a las órdenes del comandante Ulibarrena en unas 30 pequeñas embarcaciones, la mayor parte de ellas traídas de Laredo y Castro Urdiales. Las cañoneras y trincaduras cubrían los flancos de las fuerzas de desembarco y los cazadores consiguieron saltar a tierra.
Lograron sorprender el puesto avanzado de la Casa de la Pólvora, que protegía el puente de Luchana. El capitán Carlos de la Porte Despierres, que la ocupaba con un pequeño destacamento del BI-I Provincial, sin oponer resistencia a las fuerzas enemigas que desembarcaban, y a pesar de las órdenes recibidas, abandonó la posición, replegándose, considerando quizá que los 15 hombres que tenía a sus órdenes no eran suficientes para resistir con éxito el desembarco enemigo.
El coronel Noboa dispuso que el comandante Bast, con sus compañías de preferencia del BI-VI de Vizcaya, acudiera para sostenerse en la altura donde los carlistas tenían emplazado un cañón. Pero cuando Bast llegó a dicha posición, se encontró con que los cristinos se habían ya situado en ella. Hubo entonces enconada lucha, tomándose y perdiéndose sucesivamente la posición, que precariamente podía aguantar el comandante Bast, hasta que llegó el BI-VI de Castilla, de unos 300 hombres, que marchó inmediatamente a reforzar las compañías del BI-VI de Vizcaya.
El general Eguía dispuso entonces que acudieran también al lugar de la lucha fuerzas del BI-V y BI-II de Castilla. Mientras tanto, rehabilitado por los ingleses el puente de Luchana, en menos de dos horas se trasladó inmediatamente al otro lado de la ría la División que mandaba el barón de Meer, quien tenía por objetivo apoderarse del monte de San Pablo, donde se defendían heroicamente los batallones castellanos, el BI-I Provincial y el BI-VI de Vizcaya.
La lucha fue enconadísima, dándose repetidas cargas a la bayoneta, y en este combate cayó herido el barón de Meer, así como contuso el brigadier Méndez Vigo. Mientras tanto, el temporal arreciaba, y como el fuego de los carlistas seguía muy nutrido y la resistencia enconada, Oráa, considerando que era necesario un refuerzo moral para sus fuerzas, acudió a Espartero.
A medianoche, la temperatura alcanzaba los diez grados bajo cero; el general Oráa informó de estas circunstancias a Espartero. No dudó en pedirle el uniforme y las botas a su asistente. Espartero, febril, se vistió y marchó hacia las lanchas y, tras cruzar el río, montó a caballo, permaneciendo de pie sobre los estribos porque estaba demasiado dolorido para sentarse. Formó a sus tropas, se puso al frente de una de las columnas y arengó a sus compañeros reclamándoles un último esfuerzo.

Las fuerzas de Espartero eran 14 batallones: RI-1 del Rey (1) y RI-11 de San Fernando (1), RI de la Guardia Real (2), RI-9 de Soria (2) y RI Borbón (2), que formaban la Segunda División mandada por el Barón de Meer y los brigadieres Méndez Vigo y Bausá; y posteriormente se incorporó el resto de la Segunda División al mando del general Cevallos Escalera, con el brigadier Ulibarri y el coronel con el RI-12 de Zaragoza (2), RIL-3 de Gerona, y RI-15 de Extremadura (2) que habían estado en Portugalete y eran de descanso.
Las fuerzas carlistas que se opusieron a las de Espartero se componían del BI-VI Vizcaya, BI-I Provisional y BI-III de Alava, pero, además, entraron en la lucha el BI-II, el BI-V y el BI-VI de Castilla, así como el BG de la Expedición de Gómez que habían llegado el 20 de diciembre.
Cuando entre los soldados cristinos se corrió la voz de que su general se hallaba entre ellos, les hizo retomar con fuerza los ataques y hacia las cuatro de la madrugada del 25 de diciembre, cuando el temporal cesaba un tanto en su crudeza, consiguieron apoderarse del fuerte de Banderas. Oráa, lanzando la embestida por el otro lado, capturó el cuartel general enemigo.

Espartero no se decidió, vistas las posiciones enemigas, a dar un último asalto, y a las dos de la madrugada ordenó a Oráa emprender la retirada. Sucedió aquí uno de esos hechos pintorescos que a veces deciden las más intrincadas situaciones, pues la equivocación de un corneta, que tocó ataque, fue más de lo que podían resistir las fatigadas tropas carlistas, que empezaron a abandonar sus posiciones. “Cuando Oráa supo la equivocación o intento del corneta, parece ser que corrió iracundo a atravesarle con la espada; pero al oír vitorear a la Reina y a la Libertad, se detuvo asombrado, dando apenas crédito a lo que oía, ya que la noche no le permitía verlo con claridad”.
Las tropas isabelinas entraron en Bilbao el mismo día 25 de diciembre, recibidas con gran júbilo por los defensores de la ciudad. La noticia de la batalla y de la liberación no llegó a Vitoria hasta el día 29, pero desde allí se propagó velozmente por todo España, dando motivo a que estos hechos fuesen celebrados hasta en los lugares más apartados del país y numerosas localidades dieron nombre de “Luchana” a una de sus calles o plazas.
La derrota ocasionó la caída de Erro y la dimisión de Villarreal, sustituido por el infante don Sebastián Gabriel de Borbón. Un poco como guardián del nuevo jefe, que si bien es cierto que era capitán general en tiempos de Fernando VII, no lo es menos que lo era por su nacimiento, no por sus nociones del arte militar, que eran toda una incógnita, quedando González Moreno, nombrado en esta ocasión jefe de Estado Mayor.