Guerras Carlistas Primera guerra Carlista. Expediciones carlistas Segunda expedición de don Basilio (28 de diciembre de 1837 a marzo de 1838)

Preparación de la expedición

Finalizada la Expedición Real, el mando carlista del ejército del norte, careciendo de subsistencias para alimentar a su ejército, decidió desprenderse de parte de los batallones castellanos, enviándolos a ponerse a las órdenes de Cabrera en el Maestrazgo. A Basilio Antonio García y Velasco, conocido como don Basilio, le fue dado el mando de esta expedición, dados los tan buenos resultados que había conseguido en su expedición anterior. En 1837 participó en la Expedición Real como agregado al cuartel general del infante Sebastián Gabriel, y ascendió a mariscal de campo en la batalla de Villar de los Navarros

Apenas estuvo reunido el Ejército carlista en el Norte, se trabajó en preparar en las mejores condiciones a la división de Castilla para la nueva expedición. Las fábricas reales se ocuparon con actividad en la confección de armas y municiones, mientras que de Francia se recibían cantidades de paño para los uniformes, calzado, así como azufre y municiones, y también caballos, para completar las dotaciones de los escuadrones.

El 19 de diciembre de 1837, el Rey pasó revista a los 12 batallones y 5 escuadrones que formaban la división de Castilla, entre Amurrio y Llodio. Estaban perfectamente equipados. Después de la revista, la tercera brigada, que era la destinada a partir enseguida, pasó el 27 de diciembre a Los Arcos, donde debía recibir su complemento de caballería.

Se formó entonces la división expedicionaria, compuesta por:

  • BRI-I al mando del coronel Fernando Fulgosi con el BI-VII de Castilla y el BI-I de Valencia.
  • BRI-II al mando del coronel Joaquín Bosque con el BI-I y el BI-II de Aragón.
  • Caballería: EC de la Legitimidad y el EC-1 de Aragón.
  • Artillería: 1×4 cañón de montaña, transportado por mulos, con una sección de artilleros.

Salida de la expedición

El 28 de diciembre de 1837, hacía su salida de Los Arcos (Navarra) con una fuerza de 2.000 efectivos compuesta por 4 batallones y 2 escuadrones el brigadier marqués de Santa Olalla, que hasta poco antes del inicio de la contienda había sido gobernador militar de Ocaña. Fue enviado como JEM, pues sin duda era persona de prestigio y conocimientos en la zona. Su misión consistía en organizar la guerra en La Mancha y restantes regiones de la España central, para lo que debía contar con el apoyo de una fuerza de Cabrera, a quien se habían dado instrucciones en ese sentido.

Llevaban un convoy muy importante de municiones y 50 armeros, destinados a la Maestranza del ejército de Cabrera, que tenía escasez de personal técnico. La fuerza expedicionaria debía recibir el apoyo de Cabrera, quien destacaría fuerzas para maniobras combinadas. La expedición del coronel Tallada se uniría con la de don Basilio.

No comenzó la marcha con buenos augurios, pues llegaron a las nueve y media de la noche a orillas del río Ebro. Se había previsto el paso por el vado de Mendavia, situado entre los puestos cristinos de Logroño y Lodosa. Pero al llegar al mismo, vieron que estaba impracticable por la crecida del río.

Se enviaron patrullas para buscar otro paso, encontrando uno situado un poco más arriba, que, si bien era difícil, permitía pasar. La noche era oscura, tormentosa y fría, y se cruzó el río Ebro por el vado de San Martín de Berberana a primeras horas del 29 de diciembre. Durante el cruce, varios voluntarios perecieron, y otros 200, que no se atrevieron a hacerlo, quedaron en Mendavia, de donde fueron a Estella. Entre estos había cinco oficiales, que fueron degradados por su cobardía y mandados a distintas unidades para servir de soldados rasos.

Al amanecer del 29 de diciembre, llegaban a Corera (Logroño), de donde salieron para Ocón, para llegar la misma noche a San Vicente de la Sonsierra y a Munilla (Logroño), donde pernoctaron. Reemprendieron la marcha a las tres de la madrugada del día 30, entrando en la provincia de Soria, y pasaron por Yanguas, Villar del Río y Vizmanos, yendo a pernoctar en Gallinero, con avanzadas destacadas en Almarza. El último día del año, los expedicionarios siguieron por Cubo de la Sierra, Fuentelfresno y Ausejo de la Sierra, para llegar por Pinilla de Caradueña a Cirujales del Río y de nuevo a Ausejo de la Sierra (Soria), en cuyos pueblos descansaron, colocando su vanguardia en Almajano.

Marcha a Aragón

Don Basilio, con sus cerca de 2.000 efectivos, trató de dirigirse a Aragón para ponerse en contacto con Cabrera (uno de sus batallones era valenciano y dos aragoneses, así como uno de sus escuadrones). El día de Año Nuevo de 1838, el cuerpo expedicionario marchaba por Aldehuela de Periañes, Peraniel, Almenar de Soria y Villaseca de Arciel, para descansar en Almazul. El 2 de enero, seguían por Miñana y Deza para entrar en la provincia de Zaragoza y descansar en Moros. Los cristinos mandados por Oráa se retiraron ante el avance de las tropas de don Basilio y estas siguieron al día siguiente, entrando en Calatayud y por Terrer fueron a Ateca.

El 4 de enero, pasando por Bubierca, Alhama de Aragón y Sisamón (Zaragoza), entró de nuevo en la provincia de Soria, dando fin a la etapa en Iruecha (Soria). Al día siguiente, después de pasar el río Mesa, por la provincia de Guadalajara, llegaba a Maranchón.

Marcha a Castilla la Nueva

El día de Reyes, la columna expedicionaria pasó por Ciruelos a Riba de Saelices y siguió el siguiente por Huertahernando (Guadalajara), cruzando el río Tajo.

De allí fueron a Huertapelayo, siguiendo a Zaorejas y, por último, a Villanueva del Alcorón, retrocediendo luego y pasando el puente de Peralejos; descansaron el día 9 en Peralejos de las Truchas. El 10 salieron de esta población repasando el puente sobre el río Tajo y entraron en la provincia de Cuenca por Cueva de Hierro, Beteta, El Tobar y Poyatos, donde pernoctaron.

El siguiente día prosiguieron por Las Majadas a Villalba de la Sierra (Cuenca) y el 12 continuaron por Zarzuela y Sotos. En este pueblo encontraron una pequeña fuerza cristina a la que batieron, obligándoles a refugiarse en Cuenca, donde se hallaba el general Ulibarri con su columna, que se aprestó inmediatamente a salir contra los expedicionarios.

En Sotos, don Basilio dispuso que el convoy de municiones siguiera por Bascuñana y que el grueso de los expedicionarios con su jefe continuaran la marcha por Chillaron de Cuenca hasta Sotoca, donde se reunieron.

Acción de Sotoca (12 de enero de 1838)

Reunidas todas las fuerzas, don Basilio ordenó que el convoy que seguía protegido por un batallón aragonés emprendiera la marcha, siguiéndole más tarde la división expedicionaria mandada personalmente por el general. Pronto se oyeron en retaguardia los primeros disparos de las avanzadas cristinas contra los cazadores que formaban la retaguardia carlista. Los cristinos trataron de cargar contra la derecha carlista, pero García ordenó tomar posesiones en un desfiladero próximo, donde la infantería formó en masa, y un escuadrón de caballería cubría el flanco amenazado.

Ante la sólida posición escogida por los carlistas, los cristinos cesaron su ataque, quedando en observación. Don Basilio ordenó que se prosiguiera la marcha antes de que llegara la oscuridad, movimiento que incitó a Ulibarri para emprender su acción ofensiva. Las compañías escogidas fueron colocadas en la retaguardia expedicionaria, mientras que dos escuadrones seguían a la izquierda del cuerpo divisionario.

Los cristinos aprovecharon la coyuntura y atacaron la retaguardia mientras que el grueso de la expedición seguía marchando hasta que se vieron forzados a interrumpir su ruta cuando las fuerzas de retaguardia no podían contener al enemigo. A las dos de la tarde, don Basilio ordenó que fueran tomadas posiciones para empeñar el combate. Entonces una fuerza enemiga atacó el extremo del flanco izquierdo, mientras que una columna se lanzaba sobre el ala izquierda carlista.

La reacción carlista se hizo patente inmediatamente y el BI-VII de Castilla atacó a la bayoneta, obligando a los cristinos a replegarse desordenadamente para buscar la protección de sus reservas. Dos escuadrones liberales entraron entonces en liza, el uno contra el BI-VII de Castilla, que formó rápidamente el cuadro, conteniéndolo, y el otro contra dos compañías situadas a la izquierda de dicho batallón. A una de estas compañías se les ordenó, lo que fue aprovechado por el coronel Ricardo Shelry, que mandaba la caballería Cristina, para acometer contra ellas.

Una carga del escuadrón de la Legitimidad consiguió restablecer la situación, persiguiendo a su vez a los cristinos. El combate proseguía en el resto de la línea y el BI-I de Valencia, en el flanco derecho, se encontraba en difícil posición. Pero el coronel Fulgosio, al frente del BI-VII de Castilla, contraatacó con tal ímpetu que pronto las posiciones cedidas por el batallón valenciano fueron recuperadas.

Siguió a esto el ataque de las fuerzas cristinas que se habían mantenido en reserva, desorganizando al batallón aragonés que quedaba (el otro estaba con el convoy), y las líneas carlistas fueron rotas. Se emprendió entonces una retirada, que hubiera podido tener fatales consecuencias si los cristinos hubieran seguido atacando, pero en vez de perseguir a los carlistas, se retiraron para buscar alojamiento en los pueblos vecinos.

Las bajas carlistas ascendieron a unos 200, entre muertos y heridos, pero pocos prisioneros. El brigadier marqués de Santa Olalla recibió sus heridas al defenderse contra cuatro jinetes cristinos, debiendo su salvación a haber acudido en su ayuda el capitán de caballería Pascual Ayllón. Otro de los heridos fue el teniente de infantería von Goeben, a quien proporcionó un caballo el coronel Fulgosio para librarle de caer prisionero.

Los expedicionarios marcharon a Cuevas de Velasco, donde dejaron a los heridos cuyo estado no les permitía seguir la marcha, en un hospital improvisado en la Casa Ayuntamiento. Eran el teniente Goeben y 11 soldados, de los cuales dos fallecieron aquella misma noche.

La división siguió hasta Carrascosilla (Cuenca), donde se rehizo el cuerpo expedicionario. Después de descansar un corto espacio de tiempo en este pueblo, en la madrugada del 13 de enero, los carlistas siguieron por Alcázar del Rey hasta Uclés, donde pudieron pernoctar con tranquilidad. El día 14, reemprendieron la marcha por Villarrubio, Torrubia del Campo y Horcajo de Santiago, dejando luego la provincia de Cuenca para proseguir por la de Toledo, donde entraron en Cabezamesada y Corral de Almaguer, junto al río Riansares, para llegar a Lillo, donde descansaron durante unas horas. Salieron aquella misma noche para llegar al amanecer del 15 de enero a Camuñas, cuya guarnición se rindió.

Pasaron luego a la provincia de Ciudad Real, bloqueando durante poco tiempo al pueblo de Herencia, retirándose, cuando se acercaban fuerzas en socorro de los sitiados, a los montes de la Nava, donde vivaquearon. Habiendo sido hecho preso un espía de los cristinos, que fue fusilado inmediatamente.

Expediciones carlistas de don Basilio y de Negri 1837-38 durante la Primera Guerra Carlista.

Acción de Malagón (20 de enero de 1838)

El día 16 de enero, siguieron su marcha por Villarrubia de los Ojos, acampando en el Santuario de Nuestra Señora de la Sierra, en el término de Villarrubia. Continuaron luego por la provincia de Toledo, llegando a Los Yébenes, donde las autoridades cristinas acordaron no ofrecer resistencia y los nacionales entregaron las armas, pasando allí todo el resto del día y el siguiente; pero la tarde del 18 continuaron su marcha, pasando por Marjaliza y yendo a acampar en las Casas de Guadalerza.

Los carlistas tenían el propósito de sorprender la columna del comandante general de Ciudad Real, brigadier Minuisir, que era esperada en Malagón, por lo que al día siguiente los expedicionarios emprendieron su marcha a la provincia de Ciudad Real. Cuando Minuisir estaba a la vista de Martagón, fue atacado por las tropas de don Basilio, anteponiéndose entre los cristinos y el pueblo, siendo derrotados completamente los liberales. Gran número de prisioneros quedaron en manos de los carlistas, así como armas y material de toda clase.

Después de la victoria, el general Basilio García siguió a Fernán Caballero, pero regresó a Casas de Guadalerza (Toledo) para dar descanso a sus fuerzas.

El 21 de enero, los expedicionarios marcharon a Urda, cuya guarnición se les rindió sin ofrecer resistencia. El día siguiente salieron para Consuegra y de allí pasaron a la provincia de Ciudad Real, acampando después de haber pasado por Puerto Lápiche y el río Záncara. Habiéndose acordado con los cristinos que sería aplicado el Convenio de Elliot, García quedó más libre para sus movimientos, ya que tuvo asegurado un depósito para sus prisioneros y un hospital para heridos y enfermos.

El día 23, marcharon para Argamasilla de Alba, cruzando el río Guadiana, y fueron a pernoctar a Tomelloso, donde a su llegada, la guarnición se les rindió. El día siguiente (24), siguieron por Ruidera, contornearon las lagunas de dicho nombre y llegaron a Carrizosa para seguir luego a Villahermosa, donde pernoctaron. Cerca de Carrizosa, fuerzas expedicionarias y manchegas, a las órdenes del brigadier Rujeros, atacaron la escolta de un convoy formado por varios carros cargados de pólvora, apoderándose de los mismos y haciendo prisionera a la escolta. Al día siguiente fueron a Villanueva de la Fuente y el 26 llegaron por la mañana a Alcaraz (Albacete). En este pueblo esperaba la fuerza expedicionaria que a las órdenes del coronel Tallada había salido del Reino de Valencia para unírsele.

Expedición del coronel Tallada

El general Cabrera había designado al coronel Antonio Tellada y Romeu, que venía distinguiéndose desde 1833 en el Ejército Real de Aragón, Valencia y Murcia. Había nacido en Ulldecona (Tarragona) en 1799. Voluntario realista en 1821 contra el régimen constitucional, sirvió en los Ejércitos de la Fe, terminando aquella campaña con el grado de teniente, y habiéndosele clasificado para servir en el Ejército, ascendió a capitán y fue destinado de guarnición a Alicante. Comenzada la guerra civil, Tallada se unió a los carlistas valencianos y en 1836 ascendió por méritos de guerra a Tcol y en 1837 a coronel.

La expedición de Tallada había salido de Chelva (Valencia) el día 16 de enero. Estaba compuesta de 4 BIs mandados por Manuel Gasset, Fernando Duarte, Nicolás Pastor y Juan Llovet. En conjunto, 2.300 hombres de infantería, así como 280 caballos que formaban los tres escuadrones del RC de lanceros del Cid a las órdenes del coronel Rodríguez Cano. Llevaban además 2×4 cañones y 2×7 morteretes, servidos por 28 artilleros a las órdenes del capitán Vicente Piera. El JEM de la expedición era el coronel José Domingo y Arnau.

La fuerza de Tallada había avanzado por la provincia de Cuenca y el 21 de enero había llegado a Iniesta. Allí estaban 250 hombres mandados por el capitán de la Guardia Real José Zaffiel. Ofreció rendirse, y cuando los carlistas se aproximaron al fuerte, los cristinos hicieron una descarga que hirió a tres oficiales. Se dio la orden de ataque, ofreciendo gran resistencia los cristinos hasta que, al ser incendiado el fuerte, no tuvieron otra salvación que rendirse. El coronel Tallada hizo emprender la marcha el mismo día, llevando los prisioneros con su retaguardia, y el jefe de la misma hizo fusilar a los oficiales prisioneros en el puente de Carrasco, hecho desgraciado que más tarde costaría la vida al coronel carlista.

Los expedicionarios siguieron por Tarazona de la Mancha (Albacete) y luego por Barrax hasta llegar hasta Alcaraz, donde se unieron a las fuerzas del general García, quien asumió el mando. Dado que esta división no había partido con órdenes de reunirse con don Basilio, y que sus tropas eran cerca del doble de las de este, Tallada no acató su autoridad sino con muchas reservas, de lo cual se derivaron numerosos inconvenientes.

Marcha conjunta

El 31 de enero, las fuerzas expedicionarias reunidas pasaron por Villapalacios (Albacete), entrando en Andalucía por la provincia de Jaén, pasaron por Génave, cruzaron el río Guadalimar y por Siles y La Puerta de Segura fueron a pernoctar en Orcera, en donde estuvieron todo el día primero de febrero.

De la acogida que tenía el cuerpo expedicionario en los pueblos y del comportamiento del mismo, en el Congreso de los diputados, el diputado Mariano Jaén decía: «La facción de Basilio ha adoptado una táctica que puede tener resultados fatales para nuestra causa. Los principales pueblos de La Mancha le reciben como un libertador». Tal el orden que mantenía don Basilio, de que en Alcaraz se condenaba a muerte y fusilaba a un teniente del BI-I de Valencia que se había propasado con una mujer de la localidad.

El día 2 de febrero, siguieron parte del camino recorrido la víspera hasta La Puerta de Segura, continuando a Villanueva del Arzobispo, donde pernoctaron y descansaron el día 3. Prosiguió la expedición el día siguiente, pasando por Villacarrillo, Torreperogil hasta Úbeda, donde quedó la división don Basilio y se adelantó a Baeza la mandada por Tallada. El general cristino Sanz, que había reemplazado al general Ulibarri en el mando, se interpuso entre las dos divisiones, atacando a la de Tallada en Baeza, tratando de envolverla.

Don Basilio, al oír el combate, formó sus fuerzas a la salida de Úbeda, para apoyar la retirada de las tropas de Tallada, como se efectuó, a pesar de que la caballería cristina cargaba contra los carlistas. García, que se había confiado hasta haber nombrado Ayuntamiento carlista en Úbeda, reuniendo las fuerzas de Tallada, marchó a Torreperogil. Vadearon luego el río Guadalquivir, habiéndose desplegado la caballería manchega del brigadier Rujeros para permitir el paso franco y haberse colocado en posición las dos piezas de artillería, que realizaron solo dos o tres disparos al asomarse las avanzadas enemigas, que se replegaron al encontrarse con los carlistas. Estos marcharon entonces a Cazorla, donde pasaron la noche del día 5 de febrero.

Siguieron el día 6 por Bujaraiza para llegar a Hornos, después de haber franqueado de nuevo el río Guadalquivir. En Cazorla se había separado de la expedición el brigadier Rujeros, que regresaba a la Mancha y Toledo.

El 7 de febrero, después de cruzar el río Segura, siguieron por Pontones hasta Santiago de la Espada, donde descansaron todo el día 8. El 9 emprendieron su marcha con dirección a Segura de la Sierra, quedando Tallada con su división en Santiago de la Espada. En la ruta sufrieron los expedicionarios de don Basilio un violento temporal de viento, agua y nieve, que les obligó a retroceder antes de pasar el río Segura, regresando el mismo día 9 a Santiago de la Espada, donde reposaron todo el día 10.

El día 11 se dirigieron a la provincia de Albacete y, después de pasar el río Taibilla, llegaron a Nerpio (Albacete), donde pernoctaron y al día siguiente continuaron a Yeste, dejando en el pueblo unos cuantos soldados enfermos. La marcha del 12 hasta Yeste fue penosa, pues les cogió fuerte temporal, retrasándoles en su horario, por lo que los leales vecinos de Yeste, conocedores de la aproximación de los expedicionarios, salieron al anochecer con hachones y teas para guiarles y alumbrarles por el camino. No hay que decir que, dada la disposición del vecindario, los carlistas pudieron reposar tranquilamente el 13 y el 14 de febrero, emprendiendo la marcha el día 15, pasando por Letur y Ferez hasta Nerpio. Allí supieron con indignación que los rezagados habían sido asesinados por los liberales del pueblo, y aunque don Basilio dispuso el castigo de algunos culpables, al emprender la marcha el 16, los voluntarios prendieron fuego a las casas del pueblo en justo castigo del crimen cometido.

Separación de las fuerzas de don Basilio y de Tallada

Los expedicionarios regresaron de nuevo a Andalucía el día 16, y pasando por Santiago de la Espada (Jaén), llegaron a Puebla de Don Fadrique (actual Villar de Don Fadrique), después de haber franqueado el Barbata, descendiendo hasta Huéscar, al que llegaron siguiendo la ruta de aquel río. Allí se separaron las dos fuerzas expedicionarias.

El general García siguió su marcha el 17 de febrero, y después de haber cruzado el río Guardal llegó a Castril (Granada). Franqueando el río Guadalquivir, volvió a la provincia de Jaén, llegando a Pozo Alcón, destacando fuerzas hasta Cabra del Santo Cristo, y por Hinojares fueron a Peal del Becerro (Jaén), donde pernoctaron el día 18. Siguieron el 19, vadeando el río Guadiana Menor con dificultades por estar muy crecido, y llegaron a Jódar, donde pudieron reposar. Desde allí se mandaron otra vez fuerzas destacadas a Cabra de Santo Cristo para observar al enemigo.

El 20 de febrero, salieron de Jódar, cruzando el Guadalquivir por Úbeda la Vieja, y después de un alto en Úbeda prosiguieron su ruta, cruzando el río Guadalimar, y por Arquillos, y pasando el río Guarizas, llegaron a Navas de San Juan, donde descansaron el 21 y 22. El 23 prosiguieron su marcha, y por la Venta Nueva, Navas de Tolosa y Santa Elena, entraron en la provincia de Ciudad Real, atravesando Sierra Morena por Despeñaperros.

La expedición de Tallada

Mucha mayor dificultad ofrece establecer el itinerario de la expedición del coronel Tallada desde que se separa de la de don Basilio. Desde Huéscar, Tallada volvió a Puebla de Don Fadrique (Granada), marchando luego a la provincia de Murcia, de donde pasó a la de Albacete y regresó para volver a Huéscar (Granada). Siguió luego por Orce, Galera, Cúllar de Baza hasta Baza. Aquí, mientras descansaban sus fuerzas, mandó destacamentos en distintas direcciones. Uno de ellos se aproximó a Guadix, llevando la alarma hasta la misma Granada, donde se daba como descontado que Guadix había sido ocupado por el grueso de la fuerza expedicionaria, cuando solo se trataba de un destacamento que había ido a pedir raciones.

Ante ese temor, en Granada se aprestaron a la defensa en caso de presentarse los carlistas, tomándose medidas militares y de orden público, designándose para dirigirlas en caso de ataque al coronel Juan Antonio de Soria. Sin embargo, Tallada permanecía en Baza, y al recoger las fuerzas destacadas marchó a la provincia de Almería, pasando la Sierra de Oria, y recorrió Oria, en donde rehuyó un combate con una columna que se le presentó el 25 de febrero.

Siguió por Olula del Río, donde entró, así como hace lo mismo en Purchena y luego en Serón, regresando a la provincia de Granada y descansando en Baza. Otra vez siguió por Cúllar de Baza, Galera, Orce y Huéscar, hasta llegar el 27 de febrero a Castril, donde fue atacado por el general Pardiñas, y completamente deshecha la expedición.

La mayor parte de las fuerzas expedicionarias en la acción de Castril fueron recogidas por el coronel Domingo y Arnau, quien, después de reorganizarlas, por la Sierra de Castril y la de Segura, regresaron por Castilla la Nueva después de detenerse en Santiago de la Espada (Jaén). Otro grupo, mucho menor, pues lo componían unos 150 hombres entre jefes, oficiales y soldados a las órdenes del coronel Tallada, llevando como segundo al coronel Rodríguez Cano, pasaron por Almaciles, para ser al fin destrozados totalmente en Barrax (Albacete) el 6 de abril.

Ataque a Calzada de Calatrava

El 24 de febrero, siguieron por Venta de Cárdenas y el Visillo, y habiendo pedido raciones a Viso del Marqués, se le contestó arrogantemente (como a Gómez en Almadén), que las hallaría a la boca de sus fusiles. García ordenó marchar a Viso del Marqués, cuya guarnición, tan arrogante la víspera, se refugió en el fuerte, posesionándose los carlistas del pueblo, de donde sacaron las raciones que se les había negado. Al día siguiente, al reemprender la marcha, fueron incendiadas las casas de los liberales más exaltados que se habían cobijado en el fuerte.

Marcharon el 25 a Calzada de Calatrava, y la guarnición se refugió en el fuerte y en la iglesia. Los carlistas entraron en la población, donde se enteraron del horrible sacrilegio que unos días antes se había cometido en la iglesia. El sagrario había sido abierto, las sagradas formas desparramadas por la mesa del altar y faltaba el copón, que luego fue hallado al pie de la torre. El párroco de la ciudad, Valeriano López de Torrubia, dispuso que fuese desocupado el templo y que las autoridades procedieran a una investigación.

Los refugiados en el fuerte fueron invitados a que se rindieran, pero se negaron, contestando con disparos. Entonces se ordenó el ataque al mismo. Probablemente, se solidarizaban unos con otros por temor a que fueran descubiertos los autores del sacrilegio. Lo cierto es que la torre y el templo fueron atacados por los carlistas, incendiando el edificio, en el que se habían refugiado miembros de la milicia nacional con sus familias, tanto de ese lugar como de otros cercanos. Al parecer, las víctimas que perecieron en el incendio pudieron ser entre 150 y 200 personas.

El 27 de febrero, los expedicionarios, después de pasar por Argamasilla de Calatrava, llegaron a Almodóvar del Campo, donde descansaron el día 28 y los dos primeros días de marzo.

Destinado a organizar la guerra en La Mancha, no parece que el don Basilio llegara a congeniar con sus nuevos subordinados, a quienes probablemente no llegó a entender: «las tropas de Aragón (las de Tallada), cobardes e insubordinadas, huyen a la vista del enemigo, atropellan y roban cuanto encuentran. Las fuerzas de la Mancha son aún peores; sus jefes, oficiales y soldados no son más que unos facinerosos… Prefiero la muerte a tener a mis órdenes semejantes forajidos que no conocen ni religión ni rey; son ladrones y nada más».

Así pues, es fácil comprender que las relaciones de don Basilio con los cabecillas manchegos no iban a ser especialmente buenas. Las tropas de Orejita, que parecían ser las más dispuestas a colaborar, fueron pronto batidas y dispersadas, mientras que las de Jara y Palillos, enfrascados en antiguas rencillas, trataban de manejar al general según sus designios. Finalmente, se impuso el primero, y Palillos, varias veces postergado, se separó completamente de la expedición.

Las divergencias subieron de tono cuando don Basilio amenazó con hacerle fusilar, como efectuó con algunos de sus jinetes, y Palillos comenzó a hostigarle. No parece tampoco que la táctica utilizada por don Basilio fuera la más a propósito para darle el control de La Mancha, pues en vez de tratar de establecer una base de operaciones, bien en la parte de Cuenca, amparándose así en las líneas de Cabrera; bien en los Montes de Toledo, donde protegido por el fuerte de Guadalupe hubiera podido ir organizando sus fuerzas, optó por distraerlas en múltiples movimientos sin rumbo.

Don Basilio García en Puertollano y Almadén

El 3 de marzo salieron los expedicionarios de Almodóvar del Campo, llegando a Puertollano. La guarnición, compuesta de francos y nacionales, se refugió en la iglesia, negándose a rendirse, por lo que García ordenó el ataque. Habiéndose incendiado el templo, el general carlista dispuso que por medio de escalas y de cuerdas fueran salvadas las mujeres y niños. Los hombres se entregaron a discreción, y algunos que habían cometido desmanes fueron fusilados. El 5 salieron de Puertollano, pasando por Argamasilla de Calatrava y Caracuel; marcharon sobre Ciudad Real, pero el brigadier Guajardo simuló una carta y un parte anunciando la llegada de columnas de socorro, e hizo llegar todo a manos de los carlistas. Engañado García, retrocedió, pasando la noche en Puertollano, donde descansó los días 6 y 7 de marzo. El 8 salió para Retamar y Brazatortas, dejándose caer sobre Almadén.

El superintendente de las minas, coronel Epifanio Mancha, ordenó que la guarnición, compuesta de carabineros, la evacuara, e hizo salir la Tesorería del establecimiento, la pólvora y mulas de las minas. Un solo día permaneció García en Almadén. Confesión de sus enemigos fue que no hizo el menor daño a las instalaciones industriales de la misma. Con fecha del 8 de abril, la Dirección General de Minas, en comunicación al Gobierno, le participaba la estancia de su enemigo: «Me apresuro a hacerle presente que las minas, los hornos de fundición y almacén de azogue, nada han padecido de resultas de la entrada de don Basilio».

Sorpresa de Valdepeñas

El 10 de marzo por la noche, salieron los carlistas por Almadenejos, acampando en una dehesa. Emprendiendo luego la marcha al amanecer del 11, fueron por Brazatortas y Retamar a pernoctar a Puertollano. El 12, por el Pardillo de Calatrava, siguieron a Calzada de Calatrava, reemprendiendo la marcha el 13 de marzo, para llegar a Valdepeñas a las tres de la tarde. En este pueblo se confiaron los carlistas, a pesar de que el brigadier Rujeros, que había salido de exploración, anunció que la columna cristina del general Flinter estaba en Carrión de Calatrava.

Solamente permanecía de retén un batallón, mandado por el coronel Fulgosio. Una avanzadilla carlista fue sorprendida por los cristinos, muriendo todos sus componentes, por lo que Flinter irrumpió dentro del pueblo. Al oírse los disparos que hacía una compañía manchega sorprendida, Fulgosio ordenó que su batallón formara fuera del pueblo, presentando sus fuerzas al enemigo, mientras que a su amparo se iban formando las demás unidades.

Cuando las tropas de Flinter intentaron salir del pueblo, fueron rechazadas por los carlistas, teniéndose que encerrar los cristinos dentro de los muros de Valdepeñas y quedando bloqueados. Pero como que se acercaban la división del general Sanz y la columna del brigadier Guajardo, los carlistas tuvieron que retirarse, dejando en poder de Flinter los prisioneros que este había hecho en la población, entre ellos los oficiales del cuadro de caballería que estaban en una posada junto al lugar por donde habían entrado los cristinos. Los prisioneros hechos por Flinter eran el coronel de caballería Vicente Peroy, los Tcols Alberto Sierra y Elias Arias, y el primer comandante del BI-VII de Castilla, Andrés Sabio, además de 9 capitanes, 3 tenientes, 3 subalternos, 16 alféreces, un cadete, tres capellanes, un músico, un mayor y 3 herradores, así como 14 cornetas y tambores, 17 sargentos, 10 cabos y 151 voluntarios.

Es indudable que el suceso de Valdepeñas fue desgraciado para el cuerpo expedicionario; pero si no hubiera sido por la llegada de Sanz y de Guajardo y la subsiguiente de las divisiones de Pardiñas y Méndez Vigo, no es tan seguro que no hubiese acabado muy mal para Flinter.

Los carlistas, después de su sorpresa en Valdepeñas, se dirigieron el 15 de marzo a Villarta de San Juan, y el 16 por Villarrubia de los Ojos, donde sorprendieron a la guarnición, pasaron a pernoctar a Fuente del Fresno, donde descansaron el 17 y el 18 de marzo. Salieron el 19 para la provincia de Toledo, pasando por Casas de Guadalerza y Los Yébenes, llegando a Orgaz, cuya guarnición cristina se les rindió.

De allí siguieron el 20 de marzo, sorprendiendo la guarnición de Menasalbas, que también les entregó las armas cuando vio el fuerte preso de las llamas. Descansaron en este pueblo, y el 24 salieron para Navalmorales, Santa Ana de Pusa, Alcaudete de la Jara, Belvis de la Jara y Nava de Ricomalillo, entrando en Extremadura.

De nuevo estaban los expedicionarios en Almadén, a donde llegaron el 26 de marzo, sorprendiendo a la guarnición, que no esperaba que el general García apareciera de nuevo por aquella parte de la Mancha. Llevaban como prisioneros las dos compañías de carabineros, unos 200 hombres y 120 caballos que habían sido batidos en Chillón, al avanzar sobre Almadén. El 27 estuvo descansando en Almadén y el 28 reemprendió la marcha por Almadenejos, Brazatortas, Retamar a Puertollano, el día siguiente (28) por Argamasilla de Calatrava a Calzada de Calatrava; el 30 de marzo llegó a Moral de Calatrava, para llegar el último día del mes delante de Manzanares.

Derrota y captura del coronel Tallada

El coronel Tallada entró con los restos de sus fuerzas en la provincia de Albacete, después de su derrota y dispersión en la acción de Castril (Granada) el 27 de febrero por el general Pardiñas. Tallada huyó herido y perseguido por las provincias de Murcia y Albacete.

Los que iban bajo el mando del coronel Domingo Arnau llegaron felizmente a Chelva (Valencia), pero no así la fuerza que seguía al coronel Tallada, al que acompañaba el coronel Rodríguez Cano, con 13 oficiales, 60 jinetes y otros tantos infantes. Pasaron el día 5 de abril por los alrededores de Alcaraz (Albacete) y siguieron por Barrax, donde fueron sorprendidos y derrotados por los milicianos de Lezuza y Tarazona de la Mancha al mando del brigadier Amor, quedando en su mayor parte prisioneros. El coronel Tallada fue conducido a Chinchilla y fusilado el 13 de marzo, por acusársele de la muerte del capitán Zefíel y otros cinco oficiales, prisioneros en Iniesta. Rodríguez Cano y los demás oficiales serían canjeados más tarde.

Don Basilio en Castilla la Nueva

La expedición de don Basilio siguió su ruta el primero de abril por Villarta de San Juan y Villarrubia de los Ojos, y entre aquel día y los sucesivos estuvo en Malagón, Navalucillos, Alcaudete de la Jara, Belvis de la Jara y Nava de Ricomalillo. Partieron el 6 de abril de este pueblo para llegar a Sevilleja de la Jara, y el 8 estaban en Navas de Estena.

Las fuerzas de don Basilio fueron fraccionadas entonces para mayor movilidad y conservar el predominio en la zona, haciendo menos fuerte la presión que contra los expedicionarios ejercían los cristinos con numerosas divisiones. Así, se entregaron al descanso en aquella comarca tan segura, no sin que de vez en cuando se emprendieran algunas operaciones para consolidar el predominio adquirido, obrando don Basilio como venía haciéndolo desde su llegada a la Mancha, de comandante general de la misma y de Toledo.

Estando en Sevilleja de la Jara, había pedido raciones hasta Talavera de la Reina, pues inició una operación el día 18 para vadear el río Tajo por Las Herencias, sin conseguirlo. Esta pequeña operación, más que un propósito de franquear el río, parece ser un tanteo, pues en realidad no fue hasta el 28 de abril cuando la división quedara de nuevo totalmente reunida y preparada. En ese mismo día, con la ayuda de fuerzas manchegas, franqueó el río Tajo por el vado de Azután, librándose combate con fuerzas de la guarnición de Puente del Arzobispo, a las que rechazaron. No sin tener algunas pérdidas los carlistas, entre las que destacaba el coronel Sánchez, gravemente herido, que unos días después moría en Navalmoral de la Mata (Cáceres).

Lancero de Guipúzcoa 1834-39. Autor Augusto Ferrer Dalmau.

Final de la expedición

Finalmente, y ante la imposibilidad de cumplir su cometido, y con su columna reducida a poco más de 1.000 hombres, optó por retirarse sobre Castilla la Vieja, donde esperaba unirse a la expedición del conde de Negri. Entró en la provincia de Cáceres pasando por Jarandilla de la Mata, siguió por Navalmoral de la Mata y siguió por Jarandilla de la Mata, dirigiéndose al puerto de Béjar.

El día 2 de mayo habían entrado los expedicionarios de don Basilio en Béjar (Salamanca), sin haber hallado resistencia. Los soldados se entregaron al descanso, mientras se hospitalizaban heridos y enfermos. Las tropas de Pardiñas llegaron en la madrugada del 3 a Béjar, cargando sobre el retén que mandaba el coronel Fulgosio, quien murió en el combate. Se introdujo el desorden entre los carlistas que aún estaban alojados en la ciudad, pudiendo escapar el general García y otros elementos en un sálvese quien pueda muy comprensible. Los que estaban en el fuerte no tuvieron otro recurso que rendirse, y el cuerpo expedicionario quedó deshecho.

No hubo muchos muertos ni heridos, pues fue inexistente el combate debido a la rapidez con que actuaron las fuerzas del general Pardiñas; pero sí hubo numerosos prisioneros. En la refriega, los prisioneros carlistas ascendieron a 125 jefes y oficiales y 493 de tropa; los muertos fueron 35.

Según el parte de Pardiñas, entre los prisioneros estaban el brigadier José Jara; 4 coroneles: Cándido Tercero, Matías Ovejero, Manuel Vicerite Jorge y Félix Cuesta; un Tcol: Joaquín Sierra; 2 comandantes de caballería Julián Alcalde y José Jara (hijo); 8 comandantes de infantería: Francisco Tomás, José Borrullol Oribe, César de Tomás, Bartolomé de Vida, Juan Antonio Mesa, Miguel Martínez Carrasco, Romualdo Ravanera y Juan Antonio Polo; 3 capitanes de caballería, 19 capitanes de infantería, un teniente del EM, 32 tenientes, 34 subtenientes, 3 capellanes, 4 cadetes, 3 distinguidos, 3 comisarios de guerra, un auditor de guerra, 3 médicos, un farmacéutico, 4 factores, un oficial de contabilidad, un practicante. En cuanto a la tropa, 45 sargentos, 41 cabos y 409 soldados.

Don Basilio consiguió escapar con tan solo 250 hombres, consiguió volver con unos pocos hombres al país vasco-navarro dominado por los carlistas, formando pronto parte del partido apostólico, llamado despectivamente “ojalatero”.

Tras regresar al norte, Basilio fue nombrado vocal de la Junta Consultiva del Ministerio de la Guerra.

Desterrado por Maroto tras los fusilamientos de Estella, Basilio García cruzó la frontera en agosto de 1839 para ponerse al frente de los batallones navarros que se sublevaron contra los manejos transaccionistas. Pero ya era demasiado tarde, por lo que su actuación tan solo sirvió para precipitar los sucesos de Vergara.

Tras el Convenio de Vergara, huyó a Francia y fue retenido al intentar pasar el puente de Sumbilla por soldados del BI-VI de Navarra que se había rebelado contra el convenio, los mismos que días después asesinaron al general Vicente González Moreno. Aprovechando la confusión creada durante la discusión y corto enfrentamiento entre sus acompañantes y los soldados navarros, Basilio García logró cruzar el río y volver a Francia, pero su otro famoso lugarteniente, conocido como el Huevas, fue lanzado por los navarros desde el puente al río Bidasoa. Basilio García murió en la mayor pobreza el 26 de mayo de 1844 en Hyères, Francia.

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2025-11-30. Última modificacion 2025-11-30.
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Comentarios:

  1. Pancho dijo el 2025/12/01 a las 4:00 am

    Podría hacer estos artículos en un futuro no muy lejano:
    1) Conflictos de México prehispánico
    2) Guerra Ruso persa (1804-1813)
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