¡Ayúdanos a mejorar el blog!
Si ves alguna palabra mal escrita, o frase que no tenga mucho sentido, es muy fácil hacérnoslo saber. Sólo tienes que seleccionar las palabras que te resulten sospechosas y pulsar las teclas CONTROL y ENTER. Se abrirá un formulario con el texto seleccionado, y con pulsar enviar recibiremos tu notificación.
También puedes abrir el formulario pulsando el siguiente botón
Biografía del conde de Negri
Ignacio de Negri Mendizábal (1792-1852), conde de Negri, nació el 2 de agosto de 1792, pertenecía a una noble y antigua familia de origen italiano; su padre fue el teniente general conde de Negri de la Torre, al servicio de España.
Ignacio estudió en el Real Seminario de Nobles de Madrid y fue paje de Carlos IV. Tomó parte a los 16 años en la guerra contra los franceses, defendiendo en Madrid la puerta de Fuencarral y entrando a continuación en el Ejército como soldado voluntario.
En julio de 1814, se le concedió el empleo de segundo teniente del RI de Guardias Valonas; en 1819 el grado de teniente coronel de Infantería y, en 1822, este empleo, pasando destinado al RI-1 de la Guardia Real.
En ese último año, el 7 de julio, se vio involucrado en el levantamiento de los batallones de la Guardia Real en apoyo de Fernando VII, por lo que fue procesado. Fue separado del ejercicio de su empleo y postergado por desafecto al régimen constitucional, acompañando a Fernando VII en su destierro y emigrando poco después a Bayona, donde se presentó al general Eguía.

Destinado al RI Real de Navarra y a las órdenes del general Carlos O’Donnell, estuvo al mando del Batallón Provisional de Reales Guardias, combatiendo a los constitucionalistas en la acción de Puente la Reina, en la que al mando de 140 hombres disputó durante doce horas el paso del puente a más de 4.000 hombres al mando de Torrijos, logrando salvar a la agotada división realista; poco después ganó el ascenso a coronel por su intervención en las acciones de Muriain, Estella y Valcarlos. Combatiendo en Aragón, se halló en la toma de Ayerbe y en el ataque y bloqueo de Huesca.
A la entrada en España en 1823 de los Cien Mil Hijos de San Luis, se le confió el mando de una columna volante de infantería y caballería, con la que luchó contra partidas liberales en las provincias de Zamora y Salamanca, obligándolas a encerrarse en la plaza de Ciudad Rodrigo. El 27 de junio, siendo jefe de la columna volante perteneciente al Ejército Real de Castilla la Vieja, compuesta por 400 infantes y 90 caballos, fue atacado por las citadas partidas, muy superiores en número, consiguiendo salvar sus fuerzas por medio de una diestra y ordenada retirada de los perseguidores que iban a su alcance, a los que supo escarmentar y contener en Bocacara, obligándolos a volver a la plaza de Ciudad Rodrigo.
Seguidamente, asistió al asedio puesto a esta plaza y persiguió y alcanzó en Alba de Tormes a la partida de El Empecinado, a la que dispersó. Tras contribuir a la rendición de Ciudad Rodrigo, fue comisionado para desarmar a parte de las tropas del general Ballesteros.
En 1825 se le puso al frente del RI-1 de línea, de nueva creación, pasando al año siguiente agregado al RI-8 y posteriormente al de Bailén, desempeñando al mismo tiempo el cargo de gentilhombre de cámara de los infantes Carlos, Luis María y Juan Carlos.
En 1827 se le concedió la Cruz de San Fernando de 2.ª Clase por la acción de Bocacara. Ascendido a brigadier en 1829, sus ideas políticas hicieron que fuese perseguido a la muerte de Fernando VII. Trató de huir a Portugal para unirse a don Carlos, pero fue apresado en la frontera y encarcelado en Ciudad Rodrigo y posteriormente en Valladolid, permaneciendo encerrado durante dos años. Trasladado al castillo de San Sebastián, en Cádiz, sufrió otros dos años de reclusión y fue encausado por un intento de fuga, consiguiendo al fin huir el 9 de julio de 1837. Se presentó en Navarra, en el cuartel general carlista, y ofreciéndole sus servicios a Don Carlos, quien le concedió el empleo de mariscal de campo y le encomendó el mando de la expedición a Castilla.
Preparación de la expedición
Quizás no habría sido tan mala la suerte de esta expedición si, tal y como estaba previsto, hubiera salido de inmediato la dirigida por el conde de Negri, a cuyas órdenes estaban 8 BIs castellanos de unos 500 efectivos cada uno, 4 escuadrones y 2 piezas de montaña, pero su salida se retrasó hasta marzo, cuando quedaban ya pocos días para la de don Basilio. El Estado Mayor lo encabezaba como primer jefe el coronel Manuel Carywinckel, siendo sus segundos José Durán y Cipriano Fulgosio. La expedición estaba organizada en dos divisiones y cuatro brigadas:
- DI-1 mandada por el coronel Pedro Negueruela, jefe de la BRI-I/1:
- BRI-I/1 estaba compuesta por el BI-I y BI-IV de Castilla.
- BRI-II/1 al mando del coronel Francisco Hidalgo Cisneros con el BI-II y BI-VI de Castilla.
- DI-2 estaba mandada por el general Fernando Zavala:
- BRI-I/2 al mando del coronel Joaquín Sacanell con el BI-IV de Castilla y el BI de Voluntarios de Segovia.
- BRI-II/2 al mando del coronel Juan Manuel Balmasedar con el BI-V de Castilla y el BI de Guías de Burgos.
- Caballería al mando del coronel Arróspide con 4 escuadrones.
- Artillería: 2 piezas de montaña.
La víspera de la partida se unió a la DI-1 el BI-IX de Castilla, al mando del coronel Alberto Bart.
Acompañaban además a la expedición varios jefes y oficiales sin destino, con el fin de instruir a los nuevos reclutas y formar con ellos otros batallones.
Inicio de la expedición
A las dos de la tarde del 14 de marzo, salió la expedición de Orduña (Vizcaya), pasando por la Peña Vieja, y entrando en la provincia de Burgos. Al mismo tiempo, hacía Andéchaga una demostración por la parte de Santander, mientras que Guergué entraba en el Valle de Mena para proteger a los expedicionarios con dos batallones alaveses, reuniéndose con el cuerpo expedicionario al entrar este en la provincia de Burgos. El cuartel general y el grueso quedaron acampados en Teza, mientras que los batallones expedicionarios se alojaban en varios pueblos, tales como Baro, San Martín de Losa, Villacian, etc. Guergué se adelantó hacia Quineoces de Yuso en observación a una columna cristina.
Al amanecer del día 15, marchó la fuerza expedicionaria por Quincoces de Yuso hasta Castróbarto, en donde se separó Guergué con dos batallones alaveses. Los expedicionarios siguieron su marcha, y en Villalázara se encontró la vanguardia carlista con fuerzas cristinas, entablándose un combate que duró hasta la llegada de la DI-1, batiéndose en retirada los cristinos, no sin algunas pérdidas. Sin enemigos delante, siguieron la marcha por Baranda, Bedon, Hornillalastra hasta Cornejo, donde pernoctaron o, mejor dicho, descansaron, pues llegaron al amanecer del día 16, con retraso debido a lo escarpado del país.
Entre ocho y nueve de la mañana del mismo día, la fuerza del conde de Negri salió de Cornejo, pasando el puerto de la Tejera, hasta llegar a Soncillo, de donde salieron a las cinco de la tarde con dirección a Santa Gadea de Alfoz, pero un fuerte temporal de agua que puso intransitables los caminos les obligó a detenerse para pernoctar en los pueblos cercanos, quedando el cuartel general de Negri en Arnedo (Logroño) y los batallones alojados en varios pueblos, entre ellos Villamediana de Hoz de Arroba y Quintanilla de San Román (Burgos).
Al día siguiente, 17 de marzo, salió la expedición a las once de la mañana, llegando a Santa Gadea de Alfoz, donde después de comer y de descansar, a la una de la tarde siguieron hacia el Ebro, que fue cruzado por el puente de Aldea de Ebro (Santander), yendo a pernoctar en Los Carabeos (Santander). En ese día había habido una ligera escaramuza con una columna cristina en Santa Gadea de Alfoz (Burgos), con resultado desfavorable para los cristinos. Pero no fue, en cambio, tan satisfactoria para los carlistas la marcha, puesto que en la subida de Los Carabeos el estado del terreno, cubierto de barro y agua, hizo penoso el camino, llegando el día 18 a Quintana de Hormiguera (Palencia). Los batallones quedaron alojados en Cuena (Santander), Hinestrosa (Burgos) y Las Quintanillas de Valdeprado (Santander).
Allí se separó del cuerpo expedicionario el general Merino con el escuadrón de Cantabria y BI-II provisional de Castilla, para dirigirse a la sierra de Burgos y Pinares de Soria, donde debía reclutar fuerzas y operar.
Los expedicionarios, mandados por el conde de Negri, prosiguieron su marcha el día siguiente, pasando por Mudá, ya en la provincia de Palencia, llegando a media tarde para alojarse en Lebanza y San Salvador de Cantamuga, estableciendo el cuartel general en Váñez.
El 20 de marzo, siguió la expedición para la provincia de Santander, pero quedó el cuartel general con la DI-1 y la caballería en Piedrasluengas (Palencia) y la segunda en Casavegas (Palencia). Se detuvo al día siguiente, el 21, para cubrir la marcha el BI-IV de Castilla a las órdenes del coronel Sacanell, mientras que los expedicionarios entraban en el Valle de Liébana por los desfiladeros de Piedraslenguas y Casavegas, reuniéndose ambas divisiones en Pesaguero (Santander). Seguía a los expedicionarios la columna cristina mandada por el general Latre.
Acción de Pesaguero (21 de marzo de 1838)
Descansaban las tropas en Pesaguero cuando se supo que el general cristino, guiado por el cura de Vendejo, marchaba para sorprender a los carlistas. El BI-IV de Castilla, que cubría la retaguardia, entró inmediatamente en fuego al avistar a los cristinos; mientras que el conde de Negri tomaba posiciones, apoyando su izquierda en Pesaguero, el centro en la ermita de San Pedro y la derecha sobre la altura que domina un puentecillo sobre la confluencia de los dos riachuelos que bajan de Pesaguero y Vendejo.
Al presentarse la columna de Latre, el BI-I de Castilla abrió fuego. Eran las diez de la mañana. Un ataque cristino fue contestado por una carga a la bayoneta del BI-V de Castilla, disputándose la posesión de una altura. El conde de Negri, aprovechando que los cristinos no habían ocupado la cima de una montaña, dispuso que lo hiciera el BI-VIII de Castilla, desde donde debía atacar el flanco izquierdo de los cristinos.
Mientras se iniciaba esta operación, dio orden al BI-IV y al BI-I de Castilla para que, apoyados por el BI de Segovia, emprendieran el ataque contra las fuerzas de Latre sobre el centro; mientras que el BI-V de Castilla, llevando a su cabeza el conde de Negri, hacía lo mismo por la izquierda cristina.
Aunque el BI-VIII de Castilla no había llegado a su objetivo, el ataque carlista fue tan eficaz que los cristinos estuvieron obligados a retroceder. Pero no habiendo sido todavía ocupada por el BI-VIII de Castilla la altura que le correspondía ganar, se rehicieron los cristinos, iniciando entonces una acción ofensiva particularmente sobre la derecha carlista; por dos veces fueron rechazados por el BI-V de Castilla, y al intentar los cristinos un tercer ataque, cayó herido el general Latre, desistiendo en consecuencia de su empeño.
Tampoco consiguieron nada las fuerzas cristinas en su acción sobre Pesaguero, y cuando la noche llegó, los carlistas vivaquearon en el campo de batalla bajo un fuerte temporal de nieve, mientras que el general Iriarte, que sustituyó a Latre, se replegaba con la columna liberal.
La acción de Pesaguero, llamada también por los liberales acción de Vendejo, se la atribuyeron los cristinos como victoria.
Negri en la provincia de Burgos
Las fuerzas mandadas por Negri marcharon el 22 de marzo a Lamedo, donde pudieron descansar y comer. A las nueve de la mañana del 23 emprendieron de nuevo el camino del desfiladero de Piedrasluengas cubierto de nieve, muy molestos los expedicionarios por la fuerte ventisca, y descendiendo se dirigieron a San Salvador de Cantamuga (Palencia). Antes de llegar a este pueblo se encontraron con un convoy cristino que conducía arroz, pan y vino para las tropas liberales, del que se apoderaron, haciendo prisioneros al comisario y tropas que lo escoltaban. Se comprende lo bien que venía a los expedicionarios hacerse con el avituallamiento destinado a sus enemigos.
Mientras que las fuerzas carlistas se alojaban, en San Salvador de Cantamuga otras fuerzas destacadas a las órdenes del general Zabala hacían lo mismo en Camasobres (Palencia), con el fin de proteger el convoy de heridos que seguía al cuerpo expedicionario.
El 24 de marzo por la mañana, emprendieron los expedicionarios su marcha en dirección a la provincia de Burgos, pernoctando la DI-1 en Cillamayor y la segunda en Matamorisca, todavía en la provincia de Palencia. En Cillamayor quedaron al amparo de las autoridades los carlistas heridos, ya que habiéndose comunicado por el conde de Negri al general Iriarte el Convenio Eliot, el jefe liberal había contestado aceptándolo, lo que aliviaba a los carlistas de tener que arrastrar tras de sí el convoy de heridos.
El día 25, los expedicionarios siguieron su ruta, pasando por Llanillo, Basconcillos del Tozo y Pedrosa del Río Urbel hasta Urbel del Castillo y La Piedra (Burgos). Allí el conde de Negri dispuso que fuera disuelto el BI-VIII de Castilla para reforzar los batallones castellanos de ambas divisiones.
Por la mañana del 26 de marzo, salieron los expedicionarios, y en ruta encontraron unas galeras que se dirigían a las provincias vascongadas conduciendo tabaco, arroz y bacalao para el ejército cristino, de las que se apoderaron. Pernoctaron aquella noche en Fresno de Rodilla y Barrios de Colina, dándose las raciones extraordinarias gracias a la presa del convoy.
El 27 de marzo por la mañana prosiguieron su marcha, y después de un corto alto en Villafranca de Montes de Oca, llegaron a Belorado, donde durmieron. En esta población fueron puestos en libertad los prisioneros cristinos que tenían los expedicionarios, en particular los procedentes de la acción de Pesaguero, haciendo lo mismo los cristinos con los que habían hecho al cuerpo expedicionario.
El 28 de marzo, pasaron a la provincia de Logroño, llegando a Ezcaray, no sin haber desarmado a los guardias nacionales de los pueblos por donde pasaban. Las tropas entraron en Ezcaray; pero la guarnición se retiró al fuerte, dispuesta a resistir, siendo designado el coronel Sacanell para que, con el BI-II de Castilla y el BI-I de Burgos, emprendiera el ataque del fuerte al amanecer del 29. No hubo lugar a tal, puesto que antes de iniciarlo, el comandante Arias llegó dando la orden de retirada, por aproximarse una columna cristina. Era que el conde de Negri había sabido que el general Ribero cerraba el paso de regreso a Burgos mientras que Iriarte avanzaba siguiendo los pasos de la tropa expedicionaria.
Al verse rodeado de tres columnas enemigas, el conde de Negri decidió pasar el puerto de Demanda, cubierto de nieve. Siguió por sendas peligrosas, habiendo de pasar sobre puentes de hielo; pero consiguió su fin, llegando a medianoche a Canales de la Sierra. Este puerto se le había tenido hasta entonces como impracticable en invierno, correspondiendo a Negri y a sus voluntarios franquearlo en esas condiciones por primera vez y en invierno muy crudo, como fue el de 1838. El 30 de marzo, marcharon a Quintanar de la Sierra (Burgos), donde al fin consiguieron descansar todo el día 31 de marzo.
Mientras tanto, el general Merino se había separado del cuerpo expedicionario el 19 de marzo en Quintanas de Hormiguera (Palencia), y por Basconcillo del Tozo, Brulles, Coculina, Las Hormozas, Villorejo, Isar y Hornillos de Camino (Burgos) marchó al interior de la provincia de Burgos, atravesando la carretera de esta capital a Valladolid por Tardajos y Villaibilla de Burgos, y luego el 21 de marzo la carretera de Madrid a Burgos por Sarracín, llegando así a los Pinares de Soria, que era el campo de operaciones que se había fijado. Entre otros hechos de este mes de marzo deben señalarse la correría que el 21 y 22 hicieron las fuerzas mandadas por Blanco, entrando en Belorado, Pradoluengo y Puras de Villafranca. En una acción desgraciada librada el 25 en Mecerreyes (Burgos), cayó prisionero el brigadier Marrón. La partida mandada por González Hierro atacó el 27 el destacamento cristino de Troapaderne (Burgos).

Entrada de Negrí en Segovia
El 31 de marzo, Negri se encontraba en Quintanar de la Sierra, dejó al coronel Balmaseda junto con los heridos y enfermos en Quintanar, dándole para su protección una compañía de cazadores del BI-I de Burgos. Encargó al comandante Carrión, con su escuadrón de lanceros, operar en la provincia de Palencia.
El 1 de abril, salieron para la provincia de Soria, pernoctando en San Leonardo. De allí partieron el día 2, llegando a Osma y Burgo de Osma. En esta última población hubo un pequeño combate en las calles, pero al fin los cristinos se vieron obligados a encerrarse en el fuerte y en la torre de la catedral.
El día 3, reunidas las dos divisiones en Burgo de Osma, marcharon a San Esteban de Gormaz, mientras que fuerzas destacadas de la vanguardia alcanzaban a Riaza (Segovia). De San Esteban de Gormaz salieron el 4, descansaron en Ayllón y pernoctaron en Riaza. Al día siguiente prosiguieron su marcha pasando por Duruelo para llegar a Pedraza de la Sierra y Velilla, donde se descansó.
El 5, tras breve alto en Duruelo, durmió en Pedraza (Segovia) y pueblos cercanos, donde recaudaron algún dinero. Los liberales no obstaculizaron el avance de Negrí, y solamente un pequeño destacamento que se mantenía a prudente distancia observaba la marcha de los carlistas. Según el coronel Sacanell «se notaba grande alegría entre los paisanos de los pueblos del tránsito…».
El 6 de abril, la expedición se puso en marcha. La vanguardia era la BRI-I/2 de Sacanell. Este coronel, para tener cubierta su izquierda, ordenó al BI-IV de Castilla tomar La Granja (de donde era natural su comandante, Guzmán) y desde allí, por el camino real, dirigirse a Segovia. Sacanell, con el BI de Voluntarios de Segovia y los lanceros del coronel Arróspide, se presentó mediada la tarde en Zamarramala, desplegando sus guerrillas hasta la Vera Cruz. Allí quedó aguardando al grueso de la DI-2, para dar el asalto a la ciudad.
Negri decidió dirigirse a Segovia, aconsejado por el mal estado de las tropas, que en varios meses no habían recibido sueldo alguno, careciendo incluso de lo más indispensable, y siendo urgente la necesidad de reponer su calzado. Segovia, además de sus muchos recursos, tenía el atractivo militar de su proximidad a la corte de María Cristina, sobre la que sus generales habrían de concentrar fuerzas, permitiendo operar más libremente a los carlistas en el Norte.
Pero la situación en Segovia era muy distinta que en agosto del año anterior. La población, si entonces permaneció pasiva y hasta simpatizante con los carlistas, esta vez, asustada por el asalto y saqueo a que la sometieron las tropas de Zaratiegui, forzó a la guarnición cristina, mandada por el brigadier Carlos de Villapadierna, a renunciar a la defensa y a encerrarse en el Alcázar, que había sido abastecido por la Diputación Provincial, al menos para aguantar veinte días de asedio.
Constituida así Segovia en ciudad abierta, un enviado municipal se presentó al coronel Sacanell en la Vera Cruz, comunicándole que la ciudad se le entregaba. Inmediatamente, la vanguardia carlista se aproximó a una de las puertas, donde Sacanell se encontró con una representación del Ayuntamiento. Una hora más tarde llegó Negrí, quien entró en Segovia en nombre de Carlos V.
Scacanell ordenó a la compañía de cazadores segovianos seguir sin detenerse hasta el Alcázar para hostigar a los cristinos encerrados. El segundo comandante de este batallón de Voluntarios de Segovia, que mandaba esa fuerza, pidió parlamento a los sitiados y, concedido, el brigadier Villapadierna se comprometió a quedar pasivo, sin hacer fuego, y ofreció capitular y rendirse si en seis días no le llegasen auxilios. No hubo, pues, enfrentamientos entre sitiados y sitiadores durante todo el asedio; y este debió de ser teórico, toda vez que parece que los cristinos salieron incluso alguna vez de la fortaleza a comprar provisiones.
Dirigió Negri un manifiesto a los castellanos que fue muy bien acogido y en que se explicaba la buena disposición de este jefe. Atendió el jefe carlista las necesidades de los expedicionarios. Estableció talleres para la confección de calzado, boinas y capotes, en los que empleó buen número de segovianos, mandó sacar los mozos alistados en la última quinta decretada por el Gobierno de Madrid, dispuso el cobro de contribuciones, aceptándose un tercio de las mismas e hizo requisa de caballos.
La expedición de Negri permaneció cinco días en Segovia, ocupada sobre todo en descansar y aprovisionarse. Especialmente, se establecieron varios talleres de boinas, capotes y zapatos, de que estaban muy escasos los expedicionarios. Se confiscaron los fondos procedentes del subsidio eclesiástico, entregándole el Cabildo 4.000 reales del subsidio del año 1836, pues el de 1837 lo confiscó Zaratiegui el verano anterior. Asimismo, publicó un edicto dirigido al clero, relativo a la bula de la Santa Cruzada, edicto que tuvo que anular el gobernador eclesiástico tras partir los carlistas.
Otras actividades de los carlistas estos días fueron reclutar a los mozos de la quinta que llevaban a cabo los cristianos; llevar a cabo diversas exacciones de dinero, forraje y demás víveres; y requisar todos los caballos posibles, para lo que incluso se destacó una sección de Arévalo a por los animales de la Milicia Nacional de aquel pueblo. Hay testimonios de que varios pueblos, morosos y remolones en dar víveres y dinero a la administración cristina, lo hicieron de muy buen grado a los carlistas.
Destacó una fuerza que marchó a Arévalo (Ávila), con el fin de recoger los caballos de la Guardia Nacional.
Se evitó que corriese sangre, pero debieron ocurrir algunos abusos, inevitables en toda guerra. El 14 de abril, tras la marcha de la expedición, el gobierno político pediría noticias sobre dinero robado y mozos llevados de la capital y pueblos; pues aunque muchos se alistaron bajo las banderas carlistas, otros fueron llevados a la fuerza, más como rehenes que como reclutas.
Pensaba Negrí dejar guarnición en Segovia, tras rendir el Alcázar, y dirigirse a Ávila, donde tenía relaciones y se le esperaba. Pero el 9 de abril, le llegaron noticias de la salida de Madrid de una división cristina para batirle, y que ya se encontraba en Somosierra, contando con tropas y medios superiores. Esto le hizo variar totalmente de opinión y decidió abandonar la ciudad; lo llevó a efecto el 10 de abril, en que a eso de las once de la mañana, la expedición se alejó de Segovia camino de Santa María la Real de Nieva.
Negri en la provincia de Valladolid
Ese mismo 10 de abril, salieron solemnemente del Alcázar la guarnición liberal con el brigadier Villapadierna al frente, y una porción de personas comprometidas con la causa de Isabel II.
La Expedición de Negrí, tras pernoctar el citado día 10 en la Nava de la Asunción (Segovia), donde se pagó su soldada a las tropas, salió el 11 de tierras segovianas con dirección a Villacastín (Valladolid). Supo en Hontoria que el general Iriarte había llegado la víspera a Guadarrama, entrando en la provincia de Segovia, y estaba ya en Otero de los Herreros, por lo que Negri cambió su ruta. Fue a Añe y cerca de esta población cruzó el río Moros, siguiendo por Tabladillo hasta Nava de la Asunción, donde pernoctó. Siguieron su marcha el 11, acampando delante de Olmedo, para terminar la jornada en Mojados (Valladolid), desde donde destacó una fuerza avanzada para ocupar Boecillo y asegurarse el paso del Duero. Las fuerzas cristinas que guarnecían Boecillo se retiraron a la sola presencia de las avanzadas carlistas.
El 12 de abril, los expedicionarios atravesaron el río Duero por el puente de Boecillo, inutilizándolo después de franqueado, para retrasar la marcha de la columna de Iriarte, y se presentaron delante de Valladolid. Estaba allí el general conde de Carondelet, que nada hizo para atacar a los expedicionarios y solamente negó la autorización pedida por el jefe carlista para entrar en la ciudad, por lo que, después de estar acampadas las tropas expedicionarias en la altura de la ermita de San Isidro, reemprendió su ruta y por Renedo de Esgueva (Valladolid) fueron a Dueñas (Palencia), donde sorprendieron a un destacamento de caballería cristina. El grueso de las tropas quedó en Dueñas (Palencia), pero la retaguardia se situó en Cabezón de Pisuerga (Valladolid), por si el enemigo pretendía atacarles.
Negri en las provincias de León y Palencia
Cuando el día 13 prosiguieron su camino, pasaron por delante de los muros de Palencia, tiroteándose con la guarnición de la plaza, pero sin detenerse; siguieron hasta Becerril de Campos y Paredes de Nava. En todas partes habían seguido requisando caballos y reclutando voluntarios. El 14 de abril, en su marcha para Sahagún, entró el cuerpo expedicionario en la provincia de León. Un vivo combate se libró en Sahagún, donde estaba un destacamento de peseteros de 83 infantes y 36 caballos, que fueron atacados por el EC-3 provisional de Castilla; apoyado luego por los cazadores de la vanguardia de Negri. La mayor parte de los cristinos se rindieron después de haberse defendido tenazmente en las casas donde se habían hecho fuertes.
En Sahagún la expedición fue reforzada con las tropas que mandaban Carrión, Celis y Vivanco, que después de apoderarse de Cervera del Pisuerga, habían pasado el 12 a Guardo y de allí a Sahagún. Una vez conseguido su objetivo, los carlistas regresaron a Villada (Palencia), de donde pasaron el 13 al Monasterio de Vega (Valladolid), en ruta para Mayorga.
Al llegar a las proximidades de este pueblo, se supo que una columna cristina, superior en fuerzas, y muy particularmente en caballería, la ocupaba, por lo que se dio la orden de reagrupar la división, para marchar de nuevo hacia el Norte, a Saelices de Mayorga (Valladolid). Si bien así lo hizo el cuerpo expedicionario, tres cortas compañías de cazadores de vanguardia no pudieron evitar ser envueltas por la caballería cristina, muriendo la mayoría de los carlistas en su heroica defensa, a pesar de los esfuerzos del EC-3 provisional de Castilla, que con el conde de Negri a su cabeza y con los oficiales de la Plana Mayor, empuñando sendas lanzas, hicieron cuanto fue posible para salvarlos. En poder de Iriarte cayeron prisioneros el comandante Joaquín de Cros, el Tcol Sebastián Hernández, un ayudante, un capitán, tres tenientes y nueve subtenientes.
Llegaron a Saelices de Mayorga, donde durmieron, sin haber sido inquietados por Iriarte. Siguió la expedición al día siguiente por la provincia de Palencia, pernoctando el 16 en Fresno del Río, Celadilla del Río y la retaguardia en Pino del Río.
El 17 de abril, pasaron por Guardo, donde se dejaron los prisioneros hechos en Sahagún y Dueñas, para canjearlos, pernoctando en Villafría y en Velilla de Guardo, y siguiendo el 18 día su marcha al Valle de Liébana.
El general Negri ordenó proseguir la marcha por la mañana del 24 de abril, por la carretera de Reinosa, a pesar de que el temporal de nieve continuaba, y por Villacantid llegaron a la provincia de Palencia, pernoctando en Canduela y Quintanilla de las Torres. Al día siguiente, 25 de abril, los expedicionarios se presentaron en Aguilar de Campoo, donde los nacionales y peseteros estaban fortificados en la iglesia y en la casa del Ayuntamiento, e hicieron fuego contra los carlistas. Replicaron estos, muy particularmente el BI-II de Castilla, porque además de necesitar reponerse de calzado, convenía a los carlistas atraer la atención de Espartero, a fin de que este acudiera a Aguilar de Campoo y quedara franco el paso de la provincia de Burgos. Después del tiroteo, los carlistas emprendieron su marcha, pasando por Villarén (Palencia) y pernoctando en Pomar de Valdivia (Burgos); pero, con el fin de adelantar al enemigo, el 26 por la mañana, después de incorporársele el escuadrón de lanceros del comandante Carrión, que se había separado en Guardo, marcharon por Basconcillo del Tozo (Burgos), hasta llegar, después de algún descanso en Santa Cruz del Tozo, a Fresno de Rodilla.
Desastre de La Brújula
El 27 de abril sería funesto para la expedición. Los carlistas recibieron la orden de aprestarse para salir de madrugada, con el fin de llegar a Villasur de Herreros, donde se podrían considerar en seguridad. Pero no hubo bastante diligencia, muy natural por el cansancio de las fatigosas marchas de los días anteriores, por lo que Negri, recogiendo cuantos voluntarios pudo, emprendió su marcha, al darse cuenta de que el enemigo, mandado por Espartero, estaba para alcanzar el acantonamiento. Intentó resistir en el desfiladero de La Brújula (Burgos); la acción, si así puede llamarse, no pudo ser más desastrosa para las tropas carlistas, pues cuando, incapaces de continuar la marcha, formaron en orden de batalla y se prepararon a recibir con una descarga cerrada a la caballería cristina, “los fusiles se caían de las adormecidas manos; no salió ni un solo tiro, pues la pólvora se había inutilizado totalmente. En pocos minutos quedó consumado el incruento sacrificio. El conde de Negri escapó con ambos escuadrones y algunos oficiales montados; los ocho batallones de fieles y abnegados castellanos cayeron indefensos en manos del insolente enemigo que apresó igualmente la impedimenta y los cañones.
Acciones del comandante Carrión
El comandante Carrión, al que acompañaba Celis, después de haberse separado de la fuerza expedicionaria por orden de Negri en Quintanilla de la Sierra (Burgos). Carrión se trasladó con su pequeña fuerza a la provincia de Palencia, luchando el 10 de abril en Canduela (Palencia), de donde pasó a Peracanzas (Palencia), donde tuvo otro combate al sorprender la pequeña fuerza que le guarnecía. Siguió luego a Cervera del Pisuerga, el 11 de abril, donde hizo prisionera la guarnición; pasó después a Guardo y se reunió con Negri cuando este llegó hasta Sahagún. Después de separarse de nuevo de la división expedicionaria en Guardo, cuando Negri pasaba el valle de Liébana, luchó en Basconcillos de Tozo (Burgos) y volvería a reunirse con Negri después del infortunado combate de la Brújula.
Final de la expedición
Negri, con los que se habían salvado, llegó el 28 a Barbadillo de Herreros (Burgos) y de allí fue a Quintrinar de la Sierra, donde reunió a cuantos dispersos estaban por aquella parte. El general Merino y el coronel Balmaseda acudieron con su caballería para auxiliar a los que huían para no caer en manos de los cristinos.
Negri, al frente de las fuerzas que pudo recoger, según los liberales, 130 infantes y 200 jinetes desmontados, marchó a Barcones (Soria) el 1 de mayo, y de allí a Rello (Soria), entrando en Aragón, siguiendo a Cetina y Sisamón, en la provincia de Zaragoza, para presentarse a Cabrera en El Poyo (Teruel).
El coronel Negueruela, al frente de un grupo importante de oficiales y jefes y alguna tropa, se reunió de momento con el general Merino. El general Zabala llegó a Pineda de la Sierra (Burgos) el mismo día de la derrota, reuniendo allí a oficiales y soldados dispersos. Con el auxilio del escuadrón del comandante Carrión, regresó a las provincias vascas, sin mayor contratiempo que un combate librado en Soncillo (Burgos) y dar un rodeo por Polientes (Santander).
Negri terminó refugiándose en Morella. Volvió al norte, donde obtuvo el puesto de segundo jefe de Estado Mayor General del ejército. Tras la firma del Convenio de Vergara, quiso rehacer el ejército carlista para emprender una segunda guerra, pero no tuvo éxito.
Acompañó a don Carlos en el exilio a Francia y después entró al servicio del conde de Montemolín (Carlos Luis de Borbón, pretendiente con el nombre de Carlos VI) y que iniciaría en 1847 la Segunda Guerra Carlista.
En opinión del general prusiano Goeben, que entonces servía como oficial en las filas carlistas y participó en la expedición de don Basilio, tres fueron los errores cometidos por el mando carlista al enviar estas tropas a operar en ambas Castillas: «envió expediciones en la estación que tenía que amontonar toda suerte de inconvenientes; las envió aisladas, sin darles por esto los necesarios efectivos para poder sostenerse con fuerza por sí mismas; y las puso al frente de jefes que eran poco apropiados para orillar tales desventajas».
Terminó falleciendo en Turín en 1852.