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Evolución de la guerra
En el arranque de las guerras carlistas, el carlismo gallego no contó con el apoyo de ninguna unidad del ejército, careciendo de una conexión fluida con los grandes centros del carlismo y de una unidad de mando capaz y efectiva. Estas trabas impidieron la consolidación de un frente de guerra convencional, por lo que el Reino de Galicia quedó en una situación periférica y relativamente aislada durante las guerras. Haciendo de la necesidad virtud, frente a un enemigo dotado de mayores recursos, las fuerzas gallegas de don Carlos, al igual que en otras zonas de España, adoptaron un modo de hacer la guerra que se amoldaba a sus limitaciones y del que tenían experiencia los veteranos de la Guerra Realista y de la Independencia que engrosaron las filas del carlismo: la guerra de guerrillas. Una guerra asimétrica llevada a cabo por numerosas facciones, que tenía sus fortalezas en su capacidad de divisibilidad, activación y desactivación, movilidad y en el conocimiento del terreno y de la realidad social de su tierra.
Al tiempo, estas virtudes suponían su talón de Aquiles, ya que esta dispersión de los efectivos restaba capacidad operativa y potencia de fuego a unas partidas dirigidas por unos jefes con gran autonomía de acción y renuentes a subordinarse a una autoridad superior. Y ello muy a pesar de las intenciones del cuartel real que tuvo presente a Galicia en sus planes. Intentó forjar un Ejército Real de Galicia o, de manera más ambiciosa, junto a Asturias y León, un Ejército Real de la Derecha como los existentes en el frente navarro, catalán o del Maestrazgo.
El 10 de enero de 1834, don Carlos María Isidro signaba, en la localidad lusa de Vila Real, un breve manifiesto dirigido a los gallegos. El remate del texto no podía ser más explícito: «Gallegos, cuento con vuestra cooperación. Tomad las armas». La llamada a las armas no se quedó en una declaración de intenciones. Desde el exilio portugués, el monarca carlista y sus consejeros dictaron instrucciones a señalados legitimistas gallegos para iniciar las hostilidades en Galicia (para ello, algunos cruzaron la frontera clandestinamente).
Entre los oficiales carlistas de primera hora se impuso la autoridad del coronel del ejército José María Pouso. Su rango y su hoja de servicios (había servido en el Ejército Real de Navarra a las órdenes de Santos Ladrón de Cegama contra las tropas constitucionales) hicieron que fuese aceptado entre los gerifaltes del carlismo. De acuerdo con los cánones de la guerra convencional, Pouso planificó la toma de Lugo. El plan combinaba la intervención de una fuerza externa con la decisiva intervención en el interior de la ciudad de una quinta columna que implicaba a elementos de la guarnición. Llegado el 28 de febrero de 1834, la operación resultó un fiasco. Nadie se movió en Lugo y apenas se reunieron algunos hombres para actuar desde el exterior. Sobraron las dudas y faltaron los recursos.
Tras su fracaso, Pouso vio su autoridad contestada, disgregándose la dirección del carlismo de bayoneta entre los jefes más prominentes que iniciaron la guerra por su cuenta. Comenzó así una guerra de guerrillas sin soporte foráneo ni del ejército, resistió a un ejército regular durante unos seis años de la mano de veteranos de la guerra realista y oficiales de los voluntarios realistas como Antonio María López Verea, Antonio Pardo o Juan Martínez Villaverde, conocido como el cura de Freijo o el Arcediano de Mellid.
La peculiar flexibilidad compositiva de la guerrilla gallega, estrechamente ligada a la dispersión de la población, facilitaba una fragmentación y una discreción de movimientos que hacía más difícil la detección por las columnas gubernamentales y su red de confidentes. En sentido contrario, cuando se consideraba necesario, el jefe guerrillero, con autoridad sobre otras partidas, ordenaba el agrupamiento de las facciones para ejecutar una acción conjunta de envergadura e incluso, de acuerdo con otros mandos de semejante rango, se podía reunir una gran masa guerrillera de centenares de hombres. Uno de los muchos ejemplos de esta elasticidad operativa, basada en la agregación y dispersión escalonada de la guerrilla, tuvo lugar el 16 de marzo de 1836 cuando Juan Martínez Villaverde, al frente de las partidas lucenses, unió sus fuerzas con las guerrillas de la zona provincial coruñesa de Antonio María López. Juntos incursionaron en la villa de Melide con la respetable cifra de 800 hombres.
Por tanto, el número de efectivos de una facción era variable según las circunstancias. Al alzarse en armas o en situaciones críticas tras una debacle con el enemigo, presentaban cifras exiguas; mientras que una cadena de éxitos incrementaba los efectivos de manera significativa. Antonio María López, uno de los jefes más señeros, a principios de 1834, inició la forja de su partida con apenas 4 hombres. No tardó en acrecentar sus filas. Al año siguiente, en 1835, dependiendo de la acción, podía reunir de 50 hombres a más de 100. En 1836 ya superaba con holgura los 300. Esto no obstaba para que López pudiera actuar con un número menor de combatientes (requisas puntuales, tareas de reclutamiento, asistencia a reuniones…).
El mismo patrón es visible en otros jefes con facciones de magnitud notable (Juan Martínez Villaverde, Mateo Guillade, el Ebanista…). Un bando del capitán general de Galicia, Manuel de Latre, fechado el 20 de enero de 1836, confirma esta forma de activación de la guerrilla. Una decena o más de jinetes sería el núcleo de la partida, el círculo de confianza del jefe y sus oficiales que “obran siempre como facciosos”. Este grupo recorría las parroquias para convocar a los guerrilleros que, tras actuar, se dispersaban para retornar a sus casas hasta la próxima llamada. Con el tiempo y la experiencia, esta fase de aletargamiento operativo fue aprovechada por las fuerzas gubernamentales para interceptar a los guerrilleros en sus idas o venidas o, a través del espionaje, presentarse en sus casas para registrarlas en búsqueda de pruebas (armas, documentos, artículos requisados…) que confirmasen su pertenencia a la guerrilla.
La cruz de la moneda de esta discontinuidad operativa era que impedía al carlismo consolidar un dominio permanente sobre una zona en el Reino de Galicia y restaba la capacidad de presentar batalla, limitándose en muchos casos a la guerra de guerrillas. El 19 de junio de 1838, aportaba el marqués de Londonderry en su discurso en la Cámara de los Lores sobre la situación de la guerra en España. En Galicia, el parlamentario británico estimaba que operarían unos 2.400 guerrilleros.
En noviembre de 1839, ya en el tramo final de guerra, los jefes supervivientes rechazaron una oferta como el Convenio de Vergara propuesto por el entonces capitán general de Galicia, Laureano Sanz. La guerra continuó y la mayoría de ellos pereció.
El guerrillero de caballería Andrés Castro, un sastre de Sobrado apodado Violín, reconoció antes de ser fusilado que en el territorio en que operaba, las actuales comarcas de Santiago, Tierra de Melide, Arzúa, Betanzos, Ordes, dijo que «los encubridores son todos, unos por miedo y la mayor parte por voluntad».
En el caso de los religiosos, fueron muchos los que empuñaron las armas y pagaron con su vida. Canónigos como Juan Martínez Villaverde, que lo fue de Mondoñedo y pasó a convertirse en la figura más señalada en el organigrama del carlismo bélico; o Francisco María de Gorostidi, cardenal canónigo de Santiago de Compostela, que intentó dirigir una insurrección generalizada, formó una partida que fracasó y acabó sus días ante un pelotón de fusilamiento. Frailes como Feijóo, Fariñas, Meiriño o Saturnino Enríquez de la venerable Orden Tercera que mandó el escuadrón de caballería La Constancia; diáconos (Mosteiro); subdiáconos (San Breijo); presbíteros (Juan Jul).
Para hacer frente al desafío carlista en Galicia en la Primera Guerra Carlista o de los Siete Años, el régimen cristino tuvo a su disposición los recursos del Estado que, pese a las deficiencias y mermas, le conferían una ventaja incuestionable. Todas las unidades del ejército acuarteladas en Galicia se alinearon con Isabel II (RI-41 de la milicia de Monterrey, RI-16 Castilla, RI-15 Extremadura, artilleros de la marina, RCL-5 Albuera…). Peor o mejor dotadas, constituían una fuerza con instrucción, armamento, caballería, oficialidad, marina de guerra, artillería, logística, instalaciones militares (fuertes, arsenales, cuarteles…) frente a la precariedad de medios del carlismo de bayoneta. A su frente, se hallaban curtidos militares como los capitanes generales Jerónimo Valdés, Pablo Morillo y Manuel Latre; oficiales como Irañeta, Sanjuanena, marqués de Astariz, Joaquín Cayuela, Nicolás Luna, etc.).
El ejército liberal engrosó sus filas con quintos y unidades de voluntarios, los cuerpos francos, que cobraban un estipendio y solían cumplir el servicio de armas en Galicia. En la documentación se ha encontrado que los carlistas gallegos, de manera coloquial y peyorativa, les denominaban pataqueiros. La milicia nacional colaboraba con las tropas cristinas en el desempeño de múltiples funciones: vigilancia, servicio de información, escolta para ejecución de embargos, registros, detención de guerrilleros carlistas y colaboradores en retaguardia, protección de la extensa red de núcleos de población que no siempre podían estar al amparo de las tropas del ejército o la más expeditiva organización de columnas para, bien en solitario, bien en coordinación con las fuerzas regulares, combatir a las fuerzas carlistas. Se convertirían en el blanco de las fuerzas carlistas.
En 1838, el capitán general de Galicia, Jerónimo Valdés, manifestaba que la fuerza liberal totalizaba 6.067 hombres del ejército y cuerpos francos más 371 nacionales movilizados. Valdés estimaba esta fuerza insuficiente para combatir a las guerrillas, pues debían detraerse soldados para cubrir las guarniciones de Ferrol y La Coruña, donde se custodiaban numerosos prisioneros carlistas; 900 dedicados a proteger correos y caudales recaudados, las más de 20 ferias mensuales, escoltar a los quintos enviados a Castilla.
En las zonas rurales con notable presencia carlista, ante la carencia de recursos, la autoridad gubernamental impuso a los locales numerosas obligaciones suplementarias (tocar a rebato y acudir a enfrentarse a la guerrilla, espionaje, correo, guías, bagajeros, alojamiento, raciones para militares, pienso y forraje para caballerías…) que no eran aceptadas de buen grado. Para su cumplimiento se recurrió al palo (multas, cárcel o incluso la muerte) y a la zanahoria (incentivos). Entre los últimos, se ofrecieron recompensas y exenciones de obligaciones (por ejemplo, quintas, impuestos, etc.) colectivas e individuales.
Cuando fue batida la partida de Gorostidi, el gobernador civil de Pontevedra aseveraba que «hallándose sin armas los naturales, hasta con piedras persiguen y aprehenden a los facciosos, como ha sucedido en Cuntis». Sin embargo, este celo iba más allá de lo estrictamente ideológico y se entiende mejor con el estímulo de la recompensa.
Principales cabecillas carlistas
Los escenarios más relevantes y los jefes de las facciones que actuaron en ellos en la provincia de La Coruña orbitaron en torno a Santiago de Compostela y una zona integrada por municipios coruñeses y lucenses (Boimorto, Sobrado, Toques, Arzúa, Palas de Rei, Melide, Mesía…), en la que se enseñoreó, hasta su muerte en 1836, Antonio María López Verea y después los que le tomaron el relevo: Ramón Ramos, que se exilió en Portugal, y fray Saturnino Enríquez, que también emigró a Portugal, incursionando al norte hasta el municipio de Carballo; al sur, más allá del Ulla y, al este, se adentraban en Lugo.
En la provincia de Pontevedra sobresalen tres puntos: las comarcas septentrionales de Deza y Tabeirós, donde actuaron las guerrillas de Silva, muerto en combate en 1836, y el Tcol Tomás Villanueva, caído en combate en 1840; la línea de demarcación con las provincias vecinas de Lugo, Coruña y Orense, adonde llegaban guerrillas de estas provincias; y la zona meridional en la que ganó celebridad el brigadier Mateo Guillade, que murió en 1838, siendo sustituido por José Gil Araújo.
En la provincia de Orense, los focos más activos se hallaban en la franja meridional, próxima a la frontera hispano-portuguesa, articulada en torno a la raya seca y el curso del Miño, donde actuaron Manuel Álvarez Romero, alias Negreira de Valongo, que se exilió en Portugal; Vicente Gómez, que murió en 1838, y Mateo Guillade. En la que también incursionaron partidas lucenses de Fernando Gómez el Ebanista.
En el oriente de la provincia de Lugo, cobran especial protagonismo las comarcas de Burón (Fonsagrada) y los Ancares (Becerreá), que constituyeron uno de los focos más activos de las guerrillas. Prueba de ello es la cantera de jefes guerrilleros que proporcionaron al carlismo estas tierras. En la larga nómina de individualidades se distinguen los hermanos Juan Martínez Villaverde, conocido también como el Arcediano de Mellid o el cura de Freijo, que acabó por desempeñar sobre el papel la jefatura de las facciones gallegas; al final de la guerra se exilió en Francia; Martínez Villaverde, que murió en 1836; Manuel Álvarez, alias el Señorito de Bullán o el Cojo de Bullán, que murió en 1837; José María Soto alias Mosteiro o el Evangelista, que murió en 1838; Vicente Sarmiento; el presbítero Juan Jul, ejecutado en 1836; y Domingo Regueiro alias San Breijo o Sanbreixo. La influencia de los jefes del Burón se dejaba sentir, y también se apoyaba, en el resto de la provincia. Al norte, en los municipios que circundan Mondoñedo, y al sur, teniendo a Lugo como centro neurálgico, sobresalieron Antonio Pardo, que se acogió al indulto en 1838; José González Souto, conocido como Souto de Remesar, muerto en 1839. Incluso desbordando el límite provincial con Orense, Fernando Gómez alias el Ebanista, que se exilió en Portugal.
La línea fronteriza no agotaba las oportunidades que proporcionaba la vecindad portuguesa. Con la cooperación de ciudadanos portugueses, los carlistas gallegos tejieron una malla logística clandestina que cobijaba a emigrados civiles y guerrilleros; aprovechó las redes de contrabando para abastecerse de pertrechos de guerra; creó puntos de concentración guerrillera como la sierra da Peneda; construyó depósitos de armas; ayudó a la organización de incursiones desde territorio portugués desde el valle de Monterrey; facilitó el pase a las filas carlistas de miguelistas.
Acciones en 1834
En Galicia las partidas eran de poca importancia; muchos carlistas gallegos habían cruzado la frontera y servían con los legitimistas portugueses y los más arrojados formaban pequeñas partidas que no producían gran inquietud a los cristinos.
Con el fin de incrementar la insurrección, había salido de Plymouth (Inglaterra) la balandra inglesa Express Packet el 6 de marzo de 1834. La embajada gubernamental en Londres había sabido que dicho barco había sido comprado el 4 de enero en Bristol (Inglaterra) por los agentes carlistas. Otro buque inglés, el Fory, salió de Inglaterra y en alta mar alijó en el Express Packet su cargamento de 2.500 fusiles, 200 barriles de cartuchería de fusil, 180 barriles mayores de pólvora y una gran cantidad de zapatos.
En las costas gallegas vigilaban la llegada del Express Packet el bergantín de guerra Guadalete y varios guardacostas. El 17 de marzo, el bergantín guardacostas Argos, mandado por Juan Antonio Cortina, avistó la balandra y fue a colocarse a su lado, llegando poco después la trincadura Rigurosa. Pasó cortina a bordo de la balandra, interrogando al capitán, que dijo que llevaba víveres para Oporto y Lisboa, pero al proceder al registro, se encontró con los fusiles. Un buque a vapor de la escuadra pedrista intervino pretendiendo que la presa era de los portugueses, ya que iba destinado a Portugal para los partidarios del rey Miguel. El comandante del Argos, con el pretexto de que había sido apresado sin su auxilio en las costas de España, la condujo a la ría de Vigo, donde quedó fondeado bajo la vigilancia del bergantín y de la trincadura gubernamentales. Esta presa fue un gran inconveniente para los carlistas gallegos, pues retrasaba mucho la creación de fuerzas de combate.
Sin embargo, a finales de marzo, se señalan nuevas partidas aparecidas en Sobrado (Coruña), Castroverde y Meira (Lugo). Una de las partidas la mandaba Francisco Sánchez Seoane, un subteniente que había sido expulsado del RI-16 de Castilla por sus ideas carlistas, y que tuvo la desgracia de caer prisionero a primeros de abril y fue fusilado. Otro jefe era Antonio María López y el tercero era Ramos.
En la frontera portuguesa se reunieron ese mes unos 300 carlistas al mando del coronel Delgado, pero la vigilancia, que estaba reforzada en dicha frontera, no permitía que entrara en España. El coronel cristino Félix Carrera, para terminar con ellos, violó la frontera portuguesa entrando en Chaves (Portugal). De allí destacó una fuerza que llegó al pueblo portugués de Vilariño, donde estaban los almacenes de municiones y paños; dijeron que pertenecían a la partida y se apoderaron de ellos.
Las partidas carlistas inquietaban, pero menos que los emigrados en Portugal; era cerca de estos donde se ejercía la mayor vigilancia del capitán general Morillo. En el mes de mayo las fuerzas que mandaba López estaban en Palas de Rey (Lugo) y el día 6 sostuvieron combate en San Martín de los Condes (Lugo) contra la columna móvil del Tcol Francisco Vicente Irañeta, cayendo prisionero el hermano del jefe de la partida Manuel López y el sacerdote de la partida Manuel Rodríguez. El 7 de mayo, López combatió contra Irañeta en Souto. Eran emboscadas y combates sin importancia en que los carlistas iban formándose militarmente, en espera de que pudieran enfrentarse a los cristinos. En territorio portugués en Lebuson también hubo un combate el 14 de mayo entre carlistas y cristinos.
En el segundo semestre, los guerrilleros eran pocos y sin experiencia, aunque el coronel López procuraba unificar la actividad de los mismos. A pesar de ello, apareció en campaña Juan Martínez Villaverde, conocido también como el Arcediano de Mellid o el cura de Freijo, que con su hermano Francisco Javier, que tantos éxitos dieron a la causa carlista. La persecución contra los carlistas era tenaz hasta el extremo de que el 27 de septiembre, en Lugo, eran detenidos 16 estudiantes a quienes se acusaba de conspiración para tomar parte en el alzamiento.
El 26 de septiembre, los carlistas entraban victoriosos en Arzúa (Coruña), que habían evacuado los cristinos. Entre otros combates de menor importancia, resaltan el librado en Trimo (Orense) y el que sostuvo el coronel López contra la columna cristina mandada por el capitán Domingo Travieso en Ferreira (Coruña).
En el mes de diciembre, el día 2, se libró la acción de San Cosme de Atocha por los carlistas mandados por Juan Bautista Viñas, alias el Capador; otra acción fue en Arzía, contra la columna cristina de Fernández Cid; y el combate de Visuña (Lugo) por las fuerzas carlistas del guerrillero Carvallo, que, procedente de la provincia de Orense, entraron en la de Lugo, después de combatir a los cristinos en el Bierzo.
Acciones en 1835
Galicia presentaba una gran actividad. Faltaba a los carlistas gallegos unidad de mando, pues debido al fraccionamiento a que se había recurrido para evitar los efectos de la persecución por el enemigo y para no ser tan gravosos al país en donde operaban, las autoridades carlistas obraban independientes de provincia a provincia, y de comarca a comarca, aunque se acataba la jefatura en Galicia del canónigo Martínez Villaverde, presidente de la junta gubernativa, a quién los liberales llamaban por su dignidad de Arcediano de Mellid, y otras veces, le llamaban el Cura de Freijo, con lo que sembraban la confusión, pués habían convertido una sola persona, en tres personajes distintos, y aumentando la confusión la presencia al frente de una partida de un hermano del canónigo. Por la parte militar, el que mantenía mayor prestigio era Antonio María López, siendo su hermano el jefe de la intendencia gallega.
El 4 de enero, las fuerzas mandadas por José Martínez Villaverde, hermano del Arcediano de Mellid, se presentaron ante el pueblo de Puertomarín (Lugo), en el que entraron, apoderándose de los fondos de la administración y de los del estanco, así como imponiendo el cobro de contribuciones a los propietarios del mismo. Después de evacuar el pueblo, elementos de esta partida detuvieron al conductor de la correspondencia de Orense a Lugo, apoderándose de la valija oficial. Otra partida de la provincia de La Coruña, entre la capital y Santiago de Compostela, detenía el servicio de diligencias para registrar a los pasajeros, sin causar daño alguno a los mismos. Contra estos carlistas operaba una columna cristina que mandaba el comandante lrañeta.
El reclutamiento de los quintos, ordenado por el Gobierno cristino, causaba la natural agitación entre los labradores gallegos. Con el fin de entorpecer las operaciones de la quinta, se disgregaron las partidas en pequeños grupos que recorrían la región, invitando a los mozos a sumarse a las filas carlistas, y aprovechándose de los cortos destacamentos que habían salido para la recogida de mozos, se libraron algunos combates.
El 10 de enero, fue en Oines, cerca de Arzúa (Coruña), donde entraron, pero habiéndose presentado un destacamento cristino al mando del teniente Velézquez, que tenía su residencia en Ferreiros, se libró un vivo tiroteo. En la noche del 12, en las cercanías de Mellid (Coruña), otra partida carlista, mandada por el subteniente Cabreiro y compuesta de fuerzas del cuerpo de artillería de marina, consiguió capturar a Pedro José Quiroga, que operaba por la parte de Arzúa, teniendo como principal centro de su acción Mella (Coruña).
La tarde del día 13, el teniente cristino Vázquez Varela, en las inmediaciones de Burrés, también por la parte de Arzúa, tuvo un pequeño choque con otra partida carlista, en la que murió el jefe de la misma, Latorre, antiguo oficial de regimiento Castilla. Al día siguiente, la misma fuerza cristina conseguía capturar al sargento Andrés Canaval, que fue fusilado por haber pertenecido al regimiento de Castilla, que tantos voluntarios había dado a la causa carlista en Galicia.
En el mes de febrero, al intentar levantar una partida carlista en la raya de Portugal, y atravesar, por lo tanto, la frontera, fue preso el coronel Marcos Torreiro, comandante que había sido del batallón de voluntarios realistas de León y emigrado a Portugal al sublevarse dicho batallón en 1833; habiendo prestado en las filas miguelistas e iniciada la guerra en España, se unió a los carlistas. A pesar de que constantemente las autoridades cristinas pretendían que la insurrección gallega estaba dominada y que las partidas no oponían resistencia contra los ataques de las fuerzas liberales, la verdad es que el entusiasmo de los gallegos era tal que, pese a cuantas dificultades se les presentaban, superaban todos los obstáculos y daban golpes que el enemigo necesariamente tenía que acusar. Tal fue el hecho el 9 de marzo cuando las fuerzas carlistas entraron victoriosas en Chanteda (Lugo), población de mayor importancia que las citadas anteriormente.
Otras veces, los acontecimientos no eran tan favorables para los carlistas; por ejemplo, un proyecto para levantar la provincia de Pontevedra las fuerzas carlistas y en las que estaban complicados elementos de Cambados, Villagarcía y Villanueva de Arosa. Descubierto el proyecto, por haberse hallado documentos referentes al mismo en poder del párroco de Paradela (Pontevedra), pudo ser cogido el capitán José Martínez, que había pertenecido a los voluntarios realistas, cuando se iba a reunir con otros conjurados. El capitán Martínez fue pasado por las armas unos días después en Pontevedra. Pero afortunado el canónigo de Santiago de Compostela, Francisco María Gorostidi, que pudo levantarse en armas, recayendo en él el mando de las fuerzas carlistas gallegas en aquellas comarcas.
El coronel Gorostidi se relacionó con los demás jefes de partidas para llevar un plan de acción de común acuerdo, pero habiendo entablado un combate antes de un acuerdo definitivo, contra una fuerza cristina en los alrededores de Tabeiros (Pontevedra), el 13 de mayo, fue derrotado, cayendo prisionero con su médico Benito María San Román y nueve voluntarios más, siendo todos fusilados. La fuerza victoriosa mandada por el general Sanjuanena consiguió apoderarse de la correspondencia que guardaba el coronel Gorostidi. Este se había lanzado en armas en favor de Carlos V en Cotovad (Pontevedra) y se le puede considerar como una ramificación de la conspiración descubierta anteriormente y que costó la vida al capitán Martínez. Entre los prisioneros figuraba también el párroco de Loureiro (Pontevedra), que también fue fusilado como los demás en Santiago de Compostela, el 16 de mayo.
El 16 de junio, era fusilado fray Antonio de Besa, religioso del convento de Lugo, en esta ciudad, junto con los dos prisioneros que se habían hecho unos días antes por fuerzas del regimiento de Extremadura, a la partida carlista que mandaba el guerrillero Sarmiento.
Así, luchando un día y otro con ardor, los carlistas gallegos mantenían levantada la bandera de Carlos V en los montes y en los valles, a pesar de la viva persecución de que eran objeto por el general Morillo, capitán general de Galicia, y la aplicación de las duras leyes de represión, que se traducían en guerra sin cuartel. Por su parte, el Pretendiente preocupado había dado diversas órdenes para que se constituyera una Junta Gubernativa que encauzara la lealtad de los gallegos carlistas.
El 1 de julio, el teniente González Villamil se tiroteaba con un pequeño grupo de carlistas. Quedó muerto uno llamado Mato, y fueron hechos prisioneros tres más, entre ellos Juan Bautista Viñas, alias el Capador, a quien se le presentaba en los partes oficiales como un hombre sediento de sangre. A los tres los fusilaron los cristinos. El 5 de julio, Juan Martínez Villaverde, con su partida, atacó el fuerte del Cerezal, situado en el camino de Lugo a Villafranca del Bierzo. La guarnición, que pretendía defenderse, pronto comprendió la inutilidad de la resistencia por no esperar ningún socorro. Se entregaron a Martínez Villaverde con la promesa de que serían puestos en libertad una vez entregadas las armas y equipos, y el jefe gallego hizo honor a su palabra, aunque después pretendieron los libertados haberse escapado de las prisiones carlistas.
En ese mismo mes de julio, el 25, día de Santiago, los carlistas gallegos, formando una pequeña partida de infantería y caballería, entraron por sorpresa en el pueblo de Saa, parroquia de Incio (Lugo), y en represalia de haber unos paisanos de ese pueblo unos voluntarios carlistas que fueron fusilados por los cristinos en Carital, pusieron fuego a las dos casas propiedad de tales paisanos. De allí marcharon al pueblo de Lago (Lugo), donde entraron pacíficamente. El 27 se presentaron ante Portomarín (Lugo), pero salieron los paisanos cristinos del pueblo mandados por el escribano Rodríguez Feijóo y hubieron de retirarse los carlistas.
Si activo era Martínez Villaverde en la provincia de Lugo, no le iba en zaga Antonio López en la provincia de La Coruña. Refiriéndose a la partida de este, un autor cristino había escrito: “Habiendo la del gallego López fusilado a un correo, el capitán general Morillo hizo por represalias sufrir igual suerte a un hermano de aquel cabecilla preso en las cárceles de La Coruña”. La víctima no había cumplido los veinte años y, además, no había tomado parte en el levantamiento armado.
El coronel López luchaba el 10 de agosto en Lago (Coruña) contra una fuerza que mandaba el cadete Chicarro. El 17 del mismo mes hubo en Bustos (Coruña) un combate algo vivo entre una partida carlista y un destacamento de urbanos móviles y doce soldados de artillería. Quedó prisionero de los liberales el vecino de San Martín de Gondollín, Vicente López, quien fue fusilado por los urbanos. El 20 de agosto, los carlistas tenían preparado el ataque a San Saturnino (Coruña). Intentaban aprovecharse para entrar en la localidad de la aglomeración producida por la feria; mas, prevenido, el teniente cristino Vélez se adelantó a la sorpresa. El fuego duró cuatro horas, quedando herido gravemente un oficial carlista llamado Duro.
El 23 de agosto, por la tarde, una fuerza carlista mandada por Manuel Pérez, natural de Lugo, y Rosendo Gómez, conocido por el Ebanista, natural de Monforte de Lemos, y que había sido destacada de la que tenía a sus órdenes el guerrillero Sarmiento, pasaron el río Silen en la barca de Parada del Sil (Orense), marchando sobre Castro Caldela, y la atacaron. Rechazados, emprendieron la retirada, operando contra ellos los urbanos de Puebla de Trives, Laroco, Valdeorras, Villamartín y Quiroga, al mando de esta operación contra los carlistas el procurador en Cortes por aquella provincia Manuel Vázquez Queipo, de Quiroga, cuyos urbanos estaban directamente a su mandato. Estos carlistas recorrieron entonces algunos pueblos de la provincia de Orense y Lugo, y en Santa María de Cereigedo (Lugo), cuando habían pasado el río, sostuvieron otro combate contra los urbanos de Vázquez Queipo. Dieron como muerto al guerrillero Manuel Pérez. Y como herido gravemente a su compañero Rosendo Gómez, pero más tarde, en un segundo parte, se decía que el muerto era Gómez y el herido, el jefe de la partida, Pérez, detalles que no quedaron comprobados.
En la provincia de Lugo, la actividad era extraordinaria, tanto, que se logró la insurrección general en la provincia. Ocho columnas nada menos organizaron los cristios, sin tener en cuenta la gran cantidad de destacamentos que ocupaban la provincia. Los carlistas respondieron diseminándose en pequeños grupos que, si bien les permitía subsistir pasando a través de las mallas de la red tejida por el enemigo, esta organización causaba pérdidas, por cuanto los pequeños grupos, al subdividirse, eran en parte víctimas de la rapacidad de los confidentes, que procuraban fueran sorprendidos. Así ocurrió en el pueblo de Pol (Lugo), donde cuatro carlistas fueron sorprendidos cuando llegaban a pedir hospitalidad en la casa del párroco. Pertenecían todos a la partida de José Martínez Villaverde, el cura de Freijó. Los cuatro fueron el día 28 fusilados en Lugo, entre estos el llamado Luis Ulloa, alias el de Horta.
Este y otros reveses no impedían que aparecieran nuevas partidas, como la que ahora se lanzaba en campaña, mandada por el Estudiante de Monterroso. Se habían reunido este joven guerrillero y otros elementos caracterizados en la casa de Mundin para tratar con Juan Martínez Villaverde de la reorganización de las fuerzas, cuando el primero de septiembre fueron sorprendidos en dicha casa por las fuerzas cristinas del capitán Meñata; lo que obligó a una dispersión y hubo de quedar por lo menos aplazada la organización carlista de las fuerzas que en Monterroso (Lugo).
Las facciones de Burón, apoyadas por la de José Boto, alias Mosteiro, que era diácono, la de José Álvarez, llamado Pena, y la de Manuel Álvarez Fernández, conocido por el Señorito de Bullán, por ser de Bullán; en dicha provincia, habían intentado entrar en la provincia de Oviedo, combatiendo el primero de septiembre contra el comandante Baquero. Retirados estos guerrilleros, fueron empujados por la columna cristina del coronel Acha hacia la comarca de Bierzo, en la que pudieron reclutar nuevos voluntarios. El 3 de septiembre, quedaron presos en las cercanías de Monterroso los procedentes de la dispersión del día 1, conocidos todos por pertenecer a las fuerzas de Martínez Villaverde, José Pereiro, natural de Salto (Coruña), Manuel Fernández y José García, ambos de Santa María de Vilela, y el desertor de quintas Fernando Vázquez; los cuales fueron llevados a Chantada.
El 1 de septiembre, fuerzas carlistas entraban en Santa María de Mundil (Orense). El 10 del mismo mes en Castromao (Orense), los voluntarios que mandaba Sarmiento trabaron combate a las once de la noche con las que dirigía el subteniente cristino Rodríguez Touves. El día 14, un pequeño núcleo carlista se tiroteaba cerca de Sobrado (Orense) contra la fuerza del capitán Artazu. El 19, en el coto de Gines, junto a Dodro, las fuerzas del coronel carlista López tuvieron un vivo encuentro contra las cristinas mandadas por el comandante Tiscar. Y el 29, Barcia (Lugo) fue atacado por las fuerzas al mando de Burón, que había regresado ya de su incursión a Asturias.
En este mismo mes hay que destacar la sorpresa efectuada por los carlistas a San Pedro de Portomarín (Lugo), en cuyo pueblo entraron, a pesar de la resistencia que ofrecieron en las calles los cristinos mandados por el subteniente San Vicente. También han de registrarse el tiroteo librado por una pequeña partida carlista en Santa María de Merza (Pontevedra) y el ataque a la guarnición de Arzúa (Coruña) por los carlistas de López y Sarmiento, que batieron a los cristinos. El 7 de octubre, combinadas las partidas carlistas de Juan Martínez Villaverde y Pardo, atacaron a unas fuerzas cristinas en San Bartolomé de Belesar (Lugo).
El 6 de noviembre, la partida mandada por Soto el Monteiro, llamado así por haber nacido en el pueblo de este nombre, combatía en Neira (Lugo), y el 7 era Álvarez, conocido por el Pel, el que luchaba en Puebla de Navia de Luarma (Lugo). El día 8, Álvarez Fernández, alias el Señorito de Bullán, con Sombreiro, combatían contra el mismo coronel Acha en Paradina (Orense). En ese mismo mes de noviembre, López luchaba contra la columna de marinos mandados por el capitán Michelena, en Labandeira (Coruña), y el mismo López peleaba pocos días después en Santiago de Prevedinos (Coruña). Tuvo también alguna importancia un combate librado en Paralela (Coruña), que duró cuatro horas.
En el mes de diciembre siguiente, la columna cristina que mandaba el Tcol Fernández Cid tuvo un encuentro el día 3 con una fuerza carlista en Oines (Coruña); el 4 era la partida que manda Regueira la que se batía en Tebeiros (Pontevedra) contra los urbanos de este pueblo; el mismo día 4, en Paradela (Lugo), se lucha de nuevo, y en la misma fecha en Couso (Orense) contra los urbanos de Rubillón. El 6 se combate una vez más en los montes de las cercanías de Tabeito, y el mismo día en Labacolla (Coruña) se empeñaba fuerte acción entre los carlistas mandados por López y los cristinos del teniente coronel Fernández Cid. Partidas carlistas que querían entrar como otras veces en Asturias combatieron en las Peñas de Restelo contra el comandante general asturiano, Pérez Fanosa, sin conseguir pasar al histórico Principado. El 10 de diciembre, se luchaba en Brates (Coruña) de nuevo contra el Tcol Fernández Cid, y el día 11, era en Sulago (Pontevedra) donde otra vez se combatía. En Santa María de Cutian (Coruña) se señalaba una acción el día 25, pero ninguna de todas ellas tenía la importancia de la que se registró el 12 en Colada (Lugo), donde la columna mandada por el capitán Tizón fue derrotada por los carlistas.
Expedición de Gómez Damas a Galicia en 1836
En 1836 cobró fuerza la idea de proyectar una expedición que lograse una sólida conexión entre Galicia y Navarra. Una idea que no sería posible si no se pensase en el cuartel real (del que formaban parte consejeros gallegos como Arias Teijeiro, Lamas Pardo y Juan José Marcó del Pont); que en Galicia había miembros suficientes para ello.
El 12 de enero de 1836 el coronel Arroyo presentaba al alto mando del Ejército Real un proyecto para realizar una expedición. Su meta era esclarecedora, «hacer una incursión a lo interior de Castilla, Asturias y llegar a ponerse en contacto con los leales de Galicia».
Los planes de Arroyo no llegaron a materializarse, pero muestran lo que se fraguaba en un sector de la alta oficialidad carlista en Navarra que, meses después, cristalizará en una expedición que sí alcanzará a Galicia bajo la dirección del mariscal de campo Miguel Gómez Damas. El artículo 7 de las instrucciones recibidas por Gómez establecía que era Asturias y no Galicia el destino inicial de la operación para, desde allí, consolidar un nuevo frente de guerra en el noroccidente español, siendo Galicia una alternativa en caso de fracasar en Asturias. Sea como fuere, Galicia formaba parte de la ecuación de la expedición que, a propuesta de Gómez, se denominó Ejército Real de la Derecha.
El 13 de julio, el general Gómez Damas cruzó el límite de Asturias y Galicia, pasando por Fonfría (Lugo) para pernoctar en Fonsagrada. En su equipaje, el militar jienense portaba el ascenso del coronel Antonio María López a brigadier y segundo cabo del reino (mientras Gómez permaneciera en Galicia, este asumiría el mando conjunto de todas las fuerzas carlistas). Sin embargo, lo único que Gómez pudo ver de López fueron los restos de su cuerpo desmembrado y expuestos al público. El gallego había muerto en combate contra los gubernamentales pocos días atrás. Tampoco tuvo éxito el jefe de la expedición en el intento de que su segundo, el brigadier marqués de Bóveda de Limia, se quedara en su tierra asumiendo el mando de las fuerzas carlistas gallegas. Para aceptar, Bóveda de Limia solicitó que Gómez le dejase un batallón y 40 caballos. El jienense se negó, arguyendo que, aunque pensaba abandonar Galicia, pronto regresaría.
En Fonsagrada fue interceptado el correo, derribadas las fortificaciones que había hecho el mando cristino y, aprovechando la circunstancia de que fueron castigados algunos soldados que habían incurrido en excesos al paso por los pueblos asturianos debido a la escasez que había en los mismos. El general Gómez, ante la tropa expedicionaria, formada después del consiguiente castigo de los que habían faltado a sus deberes, la arengó, exhortándola a la disciplina y orden y encargando muy particularmente el buen comportamiento con los paisanos. Fue también en Fonsagrada donde se presentó el comandante militar de las fuerzas carlistas del valle de Burón, José Ramón María, quien recibió el nombramiento de comandante general del distrito, quedando con él un comandante, un capitán y tres subalternos de caballería, y dos comandantes, seis subalternos y varios sargentos y cabos de infantería, para que pudieran organizar la guerra en aquella comarca. Además de darles armas, dos carros de flor de azufre para la fabricación de pólvora y cien monturas para sus fuerzas, se le entregaron para su guarda 1.400 fusiles, 36 cajas de guerra, así como las 10.000 bayonetas y las 6.000 baquetas cogidas en Oviedo, quedando el convoy de la división expedicionaria muy aligerado.
Las fuerzas liberales se retiraron ante el avance de los carlistas sobre Fonsagrada. El coronel Pérez Fanosa con su columna abandonó la población para cobijarse tras las murallas de Lugo, haciendo compañía al capitán general de Galicia, general Latre. La columna portuguesa, mandada por el barón de Puente Santamaría, se replegó a El Barco de Valdeorras (Orense). En cambio, supo Gómez la confirmación de la noticia de la muerte del coronel Antonio María López, para quien había llevado el diploma de ascenso a brigadier y el nombramiento de segundo cabo de la capitanía general carlista de Galicia; ya que mientras estuviera Gómez en la región, debía asumir él el mando de las fuerzas gallegas.
Siguiendo por la provincia de Lugo, el 14 de julio, marchó la fuerza expedicionaria por Padrón, Paradavella, San Juan de Lastra, Fontaneira y Bolaños, hasta llegar a la importante localidad de Castroverde, donde descansaron. Siguieron el día 15 por Sauto de Torres, Villa de Cas y Santa María de Gondar y San Fiz, donde la fuerza se estacionó delante de la ciudad de Lugo. Aunque desde la plaza el ejército liberal y urbanos hostigaron a los carlistas, no hubo una tentativa del general Latre de salir de la plaza, en la que tenía reunidos 3.500 hombres, por lo que el paso del río Miño por el vado que se realizó tranquilamente sin dificultades. A pesar de la gran cantidad de carros de bueyes con las impedimentas y la artillería, así como el de la caballería; yendo a pernoctar en Tolda de Lugo, lugar de la parroquia de Albeiros, en el extrarradio de la ciudad de Lugo, sin ser molestados por los cristinos encerrados en la capital.
El día 15 de julio, los expedicionarios emprendieron la marcha para Santa María Alta; el aposentador, que se había adelantado a la división, regresó diciendo que en dicho pueblo había fuerzas cristinas. Los carlistas destacaron el batallón de granaderos y el BI-II de Castilla y, al alcanzar a los cristinos, se entabló un combate entre dos compañías del BI-II de Castilla y algunos guardias nacionales a las órdenes del Tcol Ventura de la Bárcena. En la acción, los carlistas consiguieron apoderarse de un carro en que iba el administrador de Rentas Públicas de Lugo; que llevaban 8.000 duros que las autoridades habían dispuesto se mandaran a La Coruña para evitar que cayeran en manos de los carlistas si entraban en la ciudad. Además de dicho administrador, quedaron prisioneros 16 soldados del RI-16 de Castilla. Parece ser que en el momento de coger el carro, y al darse cuenta del dinero que se guardaba en el mismo, algunos soldados se apoderaron de cantidades. Así el coronel Castillo quitó al día siguiente a dos soldados del batallón de granaderos unos 5.000 reales. que habían ocultado en sus morrales. Sin embargo, aparte de alguna pequeña cantidad, el importe total de lo cogido ingresó en la Intendencia Divisionaria. Los carlistas permanecieron aquel día en Santa María Alta.
En la mañana del 16 de julio, se siguió la ruta por Friol, San Julián de Ousa y Santa Eugea; al llegar a ese pueblo, se supo que el resto del convoy escapado de Santa María Alta estaba a pocas horas de distancia. El general Gómez destacó algunos tiradores, que, con un escuadrón de caballería, a las órdenes del brigadier Villalobos, salió a su alcance. Pero aunque consiguió entrar en contacto con ellos, no pudo impedir que precipitaran su marcha y entraran en el monasterio de Sobrado, que tenían fortificado; y por más que Villalobos intentó darles una carga en el momento en que entraban en el monasterio, los cristinos, parapetados detrás de sus carros, le contestaron con vivo fuego, muriendo un oficial y dos soldados de caballería carlista.
Mientras tanto, el resto de las fuerzas expedicionarias seguía por El Carrascal, primer pueblo que encontraban en la provincia de La Coruña, y de allí fueron a Sobrado de los Monjes, donde hallaron a Villalobos bloqueando el monasterio. Acampó la fuerza carlista en Sobrado de los Monjes; pero siendo vivo el fuego de los cristinos encerrados en el monasterio, y no permitiendo la proximidad de la división de Espartero poner asedio formal a los liberales; el 17 de julio se emprendió la marcha, pasando por San Lorenzo de Carelle, Boimorto, Mota de San Bartolomé, ermita de San Gregorio y Santa María de Gonzar, donde se pernoctó. Al día siguiente (18), se pasó por San Tirso, Labacolla y San Marcos, entrándose, en medio del mayor entusiasmo del vecindario, en Santiago de Compostela.
Dos días permaneció la expedición en Santiago. Se ordenó que los restos descuartizados del infortunado coronel López recibieran cristiana sepultura y se le hicieran solemnes funerales. Se recogieron fusiles, equipos, pólvora, vestuarios, monturas y sables. Así, aquel reducido convoy que seguía a la expedición, después de haber entregado el botín recogido en Asturias al comandante general del valle de Burón, con lo recogido en Santiago iba a aumentar considerablemente, haciendo más lenta la expedición en sus marchas.
El general Gómez, en Santiago, ordenó al coronel Delgado que visitara en el hospital a los heridos y enfermos de tropa enemiga, quedando encargado de este servicio en lo sucesivo. El 19 de julio, supo Gómez que había llegado el general Espartero a San Tirso; que por la parte de Orense avanzaba el general Latre, unido a las fuerzas que mandaba el brigadier Francisco Ocaña; que por la parte de la costa estaban avanzando las fuerzas mandadas por el coronel Francisco Llorente, marqués de Astáriz, y que, además, una fuerte columna, procedente de La Coruña, se había situado en el puente de Sigueiro. La confidencia advirtió que al amanecer del día 20 todas estas fuerzas convergerían sobre Santiago para copar a la expedición. Gómez comprendió que quedaría encerrado, y ordenó el mismo 19 de julio a las ocho de la noche que a las diez formaran los batallones y escuadrones en la plaza y sitios de antemano señalados; la artillería y el equipaje, todo cargado para emprender la marcha. A las doce de la noche salió la fuerza expedicionaria, por la carretera de La Coruña, llevando en el centro el tren compuesto de unos 100 carros de bueyes con 350 arrobas de pólvora del sello azul en su mayor parte, 2.000 fusiles, 3.000 bayonetas, más de 450 arrobas de balas y algunas decenas de cargas de cartuchos. Gómez había decidido romper el cerco que se tendía por donde era más débil y donde el enemigo podía recibir menos auxilio de las otras columnas.
Su plan fue inteligentemente preparado al simular la marcha hacia La Coruña, y era de buen militar romper por el lugar más débil del enemigo. Cuando al amanecer del 20 de julio las fuerzas combinadas de Espartero, Astáriz y Latre iniciaban su avance, la expedición había marchado y solo un escuadrón de caballería con el brigadier Villalobos quedaba para cubrir la retirada y entretener a los cristinos.
La fuerza expedicionaria se dirigió hacia Sigueiro, y al saber que Gómez se dirigía hacia ese pueblo, la columna liberal, comprendiendo que el jefe carlista se disponía a atacarla, se retiró, abandonando el puente sobre el río Tambre. Entonces la fuerza carlista hizo un movimiento, cambiando su ruta, marchando a Santa María de Brida y de allí a Ciudadela, donde pernoctó aquel día. Muchos de los voluntarios incorporados quedaron rezagados, cansados y lastimados los pies por la mala noche y lo largo de la jornada, que pasó de 10 leguas. De los 200 voluntarios que se habían incorporado el día anterior, muy pocos pudieron seguir, porque la mayoría eran empleados y menestrales, poco acostumbrados a un ejercicio tan fuerte. A los cuatro días tenían que quedarse por los caminos o se incorporaban a las partidas realistas, donde las había, y por esa razón se aumentaron tan extraordinariamente en todas las zonas por las que pasaba la expedición.
En Ciudadela se unió al cuerpo expedicionario el escuadrón que había quedado destacado en Santiago a las órdenes del brigadier Villalobos. Por la jornada penosísima de diez horas, la situación de Gólmez había cambiado radicalmente. La víspera, cuatro potentes columnas le rodeaban; entonces, habiendo dado resultado la maniobra, Gómez había dejado las cuatro columnas a su espalda y tenía abiertos los caminos de Asturias y la provincia de Lugo.
Por Cruces, San Julián de Grijalba y Villares de Parga fueron, el día 21 de julio, a Baamonde, donde se entregaron al Tcol José Ramos, que había sido segundo jefe de las fuerzas mandadas por el malogrado López, 30 arrobas de pólvora, todas las balas y 1.300 fusiles. Ramos fue nombrado comandante general de aquel distrito, y se le facilitaron, además, jefes y oficiales para organizar sus fuerzas. También fue nombrado comandante el guerrillero Sarmiento, así como se extendieron otros nombramientos de oficiales de las guerrillas y partidas gallegas. El 22 de julio, siguieron por Santa María de la Torre y Villalba hasta Carballino. El día 23, se pasó a Mondoñedo, adonde se llegó a las ocho de la mañana, pasando todo el día en la ciudad episcopal, pernoctando en la misma. En el cuartel de esta ciudad, se recogieron algunos efectos de guerra. El 23 de julio, se marchó por Vera del Río, Argomoso, Goyos y Puentenuevo, entrando en la provincia de Lugo por Villaodrid, hasta San Andrés de Ligares. El día siguiente, o sea el 25, fecha de la fiesta de Santiago, patrón de España, los expedicionarios, por Braña y San Cipriano de Trapa, en el concejo de Trapa, marcharon a la provincia de Oviedo, dejando definitivamente el reino de Galicia.
Antes de abandonar Galicia, Gómez dejó algunos oficiales, pertrechos y expidió nombramientos de carácter militar para dotar de una jerarquía territorial a las facciones (Mosteiro comandante general de Burón, Ramos comandante general del distrito de Arzúa). También intentó remediar el vacío de poder en la dirección militar que dejaba la negativa de Bóveda de Limia con una iniciativa que los liberales conocieron meses después.
En la Nochebuena de 1836, tropas cristinas y milicianos irrumpían en una casa de Abrente, municipio de Navia de Suarna, sorprendiendo a 3 oficiales carlistas navarros. De la documentación incautada y de la confesión de los detenidos antes de ser ejecutados en Mosteiro, los gubernamentales supieron que su presencia en aquella tierra respondía a que Gómez, meses atrás, les había ordenado constituir el germen de un Estado Mayor con epicentro en el Burón, para lo que les había dejado algunos oficiales, sargentos, cabos y soldados de su expedición. El jefe del Estado Mayor sería Fermín López, Antolín Martín jefe de la infantería y Lapetre de caballería. A tal efecto, estos reunieron en Fonsagrada 400 hombres que distribuyeron en 5 compañías con la denominación de BI-I de Galicia, pero el acoso de las tropas gubernamentales imposibilitó la organización de una fuerza regular.
Si el paso de Gómez por Galicia no logró consolidar un mando unificado, tampoco se puede decir que su impacto fuese un fracaso. A la salida de la expedición, las guerrillas triplicaron su número y superaron las dificultades que poco antes habían supuesto las muertes de jefes guerrilleros del relieve de López y José Martínez Villaverde.
Actividad guerrillera tras la expedición de Gómez en 1836
El 8 de agosto registraron un combate en Ferreiros (Pontevedra). El día 13, en la sierra de Castro Lauzán, la columna cristina del Tcol Jaquín Cayuela tuvo un fuerte combate con los carlistas mandados por Soto, comandante general del valle de Burón. El 18 de agosto, en la parroquia y montes de Quiveza (Lugo), una fuerza carlista, organizada en Soutelo de Montes (Pontevedra), mandada por Francisco Arias, que había entrado en Quiveza y San Isidro de Montes, tuvo un fuerte combate con una columna cristina al mando del capitán José Núñez; habiendo caído prisionero el dicho Arias, fue fusilado por las fuerzas cristinas. La partida mandada por Pardo atacó el 21 de agosto, en la feria del Monte, a una pequeña columna del RI Provincial de Lugo, mandada por el teniente José Graña. Son de escasa importancia otros combates que se citan aquellos días en el valle de Lemos (Orense), cercanías de Monforte (Orense) y en el monte de Puenteareas (La Coruña). El día 21, tuvo efecto en San Salvador de Inzúa (Lugo) otra pequeña acción, en la que cayó prisionero un carlista llamado Goyanes, que también fue fusilado.
El día 25 de septiembre, en el pueblo de Brañas (La Coruña), hubo un combate entre una columna de infantería y caballería cristinas con una numerosa partida carlista. El jefe carlista Pardo tuvo otro encuentro de importancia, el 27, en Rábade (Lugo), atacando al puesto de dicha población, en cuya acción murió el teniente carlista Manuel Carracedo. En el mes siguiente, octubre, se ha de señalar el fuerte combate que contra la columna cristina mandada por Tisón tuvieron los carlistas, el 19 de octubre, mandados por Alvarez Fernández y Sarmiento, derrotando a los liberales en el pueblo de Martín (Lugo). Más movido es el mes de noviembre, en cuanto a acciones de partidas. El día 8, una fuerte partida carlista se presentó en el pueblo de Baña (La Coruña), entrando en el mismo y apoderándose del fuerte guarnecido por los nacionales; acudieron en socorro de Baña los nacionales de Barro; pero los carlistas los atacaron en la ruta, destrozando la pequeña columna liberal.
Una pequeña partida fue sorprendida el 23 de noviembre en San Mamed de Momán, y habiendo caído cinco prisioneros carlistas, fueron fusilados en el mismo pueblo. En San Andrés de Logares (Lugo) también hubo un combate en la misma fecha, entre el guerrillero conocido por el Vinagre y una pequeña columna mandada por Felipe Morilla. En los alrededores de Fonsagrada (Lugo) hubo un combate el 26 de noviembre. El comandante cristino Jenaro Fernández Cid luchó contra las fuerzas carlistas, mandadas por Manuel Pérez, en Guitiriz (Lugo); se señala también una acción, el día 27, de los carlistas contra el cristino jefe de destacamento Víctor Velasco; y al día siguiente, un convoy de caudales procedente de Monteroso, entre Guitiriz y Lugo, fue atacado por los carlistas, pero repelió la acción la escolta del convoy, formada por la 5.ª compañía del BI-III/15 de Extremadura, mandada por el teniente Antonio Orcajo. Otro jefe carlista, Burdela, sostuvo combate en el valle de Burón contra los cristinos de Fernández Cid.
El 7 de diciembre, los carlistas mandados por Fernández tuvieron un combate en Fuente de Payos (Lugo), habiendo quedado prisionero en esta acción el capitán carlista Vieira y teniendo los carlistas siete muertos, además de otros dos prisioneros. Otros combates también se señalan en este mes, tales como el de San Juan de Latra (Lugo), donde el sobrino del infortunado guerrillero Gorostidi vengó la muerte de su tío. Manuel Pérez invadió el valle de Quiroga, imponiendo la fuerza de sus armas, y mientras esto ocurría, en la provincia de Orense se combatía en los alrededores de Villares de Parga (Lugo).
A pesar de los continuos triunfos que se apuntaban los jefes de las columnas y de los destacamentos cristinos, la guerra, que había tomado gran impulso después de la expedición de Gómez; siguió en Galicia, con las características de pequeñas partidas, ya que la índole del país no permitía más que en acciones determinadas las concentraciones importantes. Mientras los cristinos empleaban la mayor dureza para combatir a los carlistas, estos, muy particularmente Gómez, demostraron la mayor generosidad con los prisioneros. En la mayoría de los casos dejaban a los liberales en libertad, solo con el compromiso de deponer las armas.
Acciones en 1837
Primer semestre de 1837
Tras la expedición de Gómez, el fracaso de Fermín López y el amago de Sanz, se perseveró en la idea de dotar de una jerarquía al conjunto de las facciones. En 1837, los jefes guerrilleros enviaron a uno de los suyos, Mosteiro, para que se entrevistase con don Carlos y solicitase su beneplácito para la constitución de una nueva junta. La propuesta obtuvo la sanción real. La Junta fue presidida por Juan Martínez Villaverde como vicario castrense del Reino de Galicia; Ramón Ramos, vicepresidente; secretario Francisco Tallón; ayudante de secretario Lasquíbar. La composición de la junta fue variando con el paso del tiempo y la muerte de alguno de sus miembros. Sus funciones resultaron limitadas y más bien eran de carácter burocrático: podían nombrar ascensos hasta el grado de capitán y proponerlos al rey para los grados superiores; designar hasta 3 miembros más de la junta. Ese mismo año se envió, desde Navarra, a 18 oficiales para “fomentar la insurrección en Galicia”; el grupo fue interceptado por las tropas cristinas en tierras palentinas el 18 de junio de 1837 (entre ellos fue detenido el asturiano Feliciano Muñiz Costales, secretario del jefe Mosteiro).
Las fuerzas gallegas, entre ellas algunas a las órdenes del comandante Manay Soto, conocido por Mosteiro, habían pasado al Norte, unidas a la expedición del brigadier Sanz, cuando este regresó de Asturias; a pesar de estas circunstancias, los gallegos se mantenían vigorosamente en campaña. En cuanto a los cristinos, el general Latre había sido reemplazado, en la capitanía general de Galicia, por Mariano Ricafort, quien desde su llegada quiso activar la persecución de los carlistas gallegos.
En el mes de enero solo se han de destacar algunas escaramuzas de poca importancia como la mantenida en Castro de Rey (Lugo) el día 2, de carácter indeciso; la de Teilán (Lugo), el día 4, y la librada en Couto (Lugo) el día 5, esta última la más encarnizada; en todas mandaban los cristinos el capitán Tizón. El día 12 tuvo efecto en la feria de Golada (Lugo) un fuerte combate, mandados los carlistas por el coronel Guillade. Una fuerza liberal, a las órdenes del capitán Taboada, libró combate en Arca (La Coruña) contra fuerzas del coronel carlista Ramos; quedaron prisioneros el oficial de caballería Juan Soga y los voluntarios Antonio Sidre y Fernando Rey Iglesias, fusilados por los liberales, quienes rescataron, además, a varios prisioneros. En los altos de Olveda (Lugo) se verificó el 19 otro combate; mandaban los carlistas el coronel Guillade y su segundo, el comandante Mejuto.
Una fuerza procedente de Portugal combatió el 23 en Seijido (Pontevedra) contra milicianos de Galicia y soldados del RI de Extremadura, a las órdenes del capitán Aseinjo y del teniente Vigil, auxiliados por los nacionales de Beariz, mandados por el alcalde del lugar y los de otros pueblos; consiguieron rescatar los cristinos a varios prisioneros. Aunque en la acción de las Cruces (La Coruña) los cristinos fueron derrotados y perdieron buen número de prisioneros, no por eso dejó de ser muy lamentable la pérdida del comandante carlista Rosendo Seoane, del primer escuadrón de caballería de la Mota, caído prisionero en una escaramuza cerca de Vilariño (La Coruña), donde se habían concentrado las columnas cristinas del comandante militar del cantón de Mesía, Jenaro Fernández Cid, y la que estaba a las órdenes del capitán Boán, del RI provincial de Monterrey.
La víspera se dio otro combate en San Vicente de Villares de Parga (Lugo), en el que una pequeña fuerza carlista, mandada por el subteniente Manuel Quiniela, tuvo un encuentro con las fuerzas del comandante Fernández Cid sobre el puente de las Cañizas (La Coruña); quedó prisionero el oficial carlista, que, como todos los que caían en manos de los cristinos, fue fusilado. Tampoco puede considerarse como acción de importancia el fuego librado en las alturas de Santiago de Andeade (La Coruña) el mismo 15 de febrero, ni tuvo gran valor militar el combate librado en Romariz (Lugo), donde fue deshecha una muy pequeña partida carlista que hostilizaba las diligencias del correo de Mondoñedo.
Una pérdida de importancia fue para los carlistas la muerte del capitán Manuel Pérez, del RI de Galicia, que tanta fama había alcanzado, muerto en combate librado el 20 de febrero por la columna de Sarria. Le sustituyó inmediatamente en el mando de las fuerzas su hermano Juan, quien no tardaría en hallar también la muerte bajo las banderas que servía. Asimismo, es de poca importancia el combate de San Cristóbal de Martín (Lugo), librado por aquellos días, así como el de San Simón de Rodieiros (La Coruña), el día 25 de febrero, y el de Dorna (Lugo), el 26.
Aciagos fueron para los carlistas gallegos los comienzos del mes de marzo, puesto que el Gestoso (Lugo) cayó prisionero el capitán carlista Manuel Álvarez Fernández, conocido por el Señorito de Bullán, fue fusilado. Por aquellos mismos días igual fin tuvo Juan Pérez, cuya fuerza fue copada en Santa María de Ferreoy (Lugo), con la muerte de dicho jefe y 23 de sus compañeros, cuya acción llevó a cabo el comandante Cayuela. El 5 de marzo, combatió la fuerza carlista de Manuel Sarmiento en Toirán (Lugo). El día 9, en el sitio conocido por la Fuente Seguiña, ayuntamiento de Cerdedo, se libró un pequeño combate con una reducida partida carlista. El 14 de marzo, una columna cristina, mandada por el capitán Fernández Salgado, combatió contra fuerzas carlistas del coronel Ramos en Villámayor (La Coruña), y el 18 del mismo mes, contra las del comandante Saturnino Enríquez, más conocido por Fray Saturnino, en Puente Carneiro (La Coruña).
El 22 de marzo, las fuerzas mandadas por el coronel Guillade se presentaron en Millerada (Pontevedra), entraron en el pueblo y se retiraron cuando se anunciaba la llegada de columnas enemigas; penetraron en la provincia de Orense, y por la parte de Monteseiro salieron fuerzas de la capital de la provincia, mandadas por el comandante cristino Igeneson, que consiguieron hacer prisionero a Manuel Mejuto, segundo jefe de Guillade, quien fue fusilado. Puede señalarse el ataque carlista a Fao (La Coruña) como la última operación de cierta importancia en la provincia en el mes de marzo; lo atacó el 28 el capitán Carril, quien no consiguió su objeto porque las fuerzas cristinas salieron de Touro en socorro de los atacados.
En la noche del 4 de abril, una fuerza cristina, mandada por el subteniente del RI de Castilla Juan Montero, sorprendió en el pueblo de Siador (Pontevedra) a una parte de las que mandaba Manuel Sarmiento; murió este jefe en manos de los liberales. De las escaramuzas de poca importancia pueden citarse la librada en Codeso (La Coruña) por la columna de Sobrado; la de Loureiros (La Coruña), por la columna de Fernández Cid, y la de Lamas de Cardeiro (La Coruña), por el coronel Ramos contra la fuerza liberal mandada por el capitán del RI de Monterrey Fernando González. Primeramente en Puente Boado y luego en Puente Carreira, contra fuerzas del coronel Ramos y del comandante Enríquez, mantuvo tiroteos vivos, particularmente sobre el río Tambre, al pasar este.
Quizá más vivo fue el encuentro que la noche del 7 de abril que sostuvo la columna de movilizados de Betanzos, mandada por Salvador Ponte, contra las fuerzas carlistas mandadas por el comandante Saturnino Enríquez, en Santomé de Salto (La Coruña), en la que cayó prisionero de los cristinos el oficial Pedro Balado, herido en el costado izquierdo, a pesar de lo cual fue fusilado inmediatamente en el Coto de Salto, prosiguiendo la guerra sin cuartel. Otra vez encontramos las fuerzas del coronel Ramos y las del comandante Enríquez luchando juntas contra la columna cristina del capitán Fernández Salgado, en Gafoy (La Coruña), el día 11 de abril, así como la de Ramos, que luchaba el día 23 en Santa María de Morosa (La Coruña).
El coronel marqués de Astáriz del RI de Monterrey se enteró de que una facción carlista se había reunido y trataba de dar un golpe a la escolta del correo y diligencia que venía de La Coruña a Santiago, en el intermedio de Leiro a Sigueiro. Dispuso la formación de una columna de los individuos que pudiesen reunirse, para que saliesen en su socorro en caso de ser atacada dicha escolta, la que tuvo efecto, componiéndose de 100 hombres, al mando del capitán José Cereijo y dos subalternos. A las once del día 6 de junio, salió esta fuerza de Santiago, en medio de un calor excesivo, y a la una estaba en Sigueiro. El capitán se presentó al coronel Balbino Cortés, jefe de las columnas que protegían la carretera, quien le previno saliese inmediatamente sobre Mesía y puntos limítrofes a dicha carretera; pues tenía noticia de que estaba reunida la facción para dar un golpe, y con esta pequeña fuerza, la mayor parte, de quintos de la última recluta y salidos del hospital, marchó en busca del enemigo. A la distancia de legua y media saliendo del pueblo de Senra se percibieron algunos grupos carlistas de caballería, por cuya razón dispuso marchase la columna con la debida precaución; pero viéndose atacada improvisadamente la guerrilla de la derecha por una fuerza superior de infantería, que estaba emboscada, y cargada por un considerable número de caballería, tuvo que retirarse, perdiendo en este encuentro más de la mitad de la fuerza.
Vista por el capitán la imposibilidad de resistir el ataque por la desigualdad de fuerzas, consistentes en más de 80 caballos y 250 de infantería mandadas por el coronel Ramos, tuvo que ceder y retirarse en medio de una lluvia de balas que por todos lados le disparaban, habiendo sido cargado por la caballería diferentes veces antes de llegar al pueblo de Senra, distante más de un cuarto de legua, donde se hizo fuerte con la tropa que le quedaba. Las bajas en esta desgraciada jornada fueron de 36 soldados muertos y 10 heridos, de los que ocho de ellos sucumbieron a las pocas horas, siendo en total 44 los que fallecieron y 56 los que se salvaron. Llegada la noche, aunque ninguna de las columnas la socorriese, se resolvió a salir del pueblo con los heridos que pudo recoger en el campo, llegando a Sigueiro a cosa de las once de la noche, en donde los heridos recibieron la primera cura; pero fue en balde, porque eran de muerte la mayor parte de las heridas, retirándose a Santiago al día siguiente.
En este mismo mes de junio regresó del Norte a Galicia el coronel José Ramón Manay Soto, más conocido por Mosteiro, quien debía estar acompañado de algunos oficiales que tenían el encargo de reorganizar las fuerzas del valle de Burón, que ya no figuraban en el campo carlista con la pujanza de épocas anteriores.
Segundo semestre de 1837
El día 15 de agosto, el comandante general cristino de Orense, coronel Gregorio Blanco, tuvo un combate en Franqueira (Pontevedra) con el brigadier Guillade, siendo desafortunado para las armas cristinas, que entre sus pérdidas cuenta como muertos el dicho coronel Blanco y el teniente Igueson. Menos afortunado fue el guerrillero carlista Vicente Sarmiento, quien el 22 de agosto combatió en Miñao (Lugo), perdiendo, prisioneros, a su hermano el sacerdote Juan y al oficial Manuel Metlán. El día 26, el coronel Ramos, con alguna fuerza de caballería, libró combate contra una columna cristina del RI provincial de Monterrey, mandada por el teniente Mateos, en Dodro (La Coruña), combate en el que murió el capitán carlista Antonio García Reguera. Al día siguiente llegó a Dodro una columna mandada por Juan de la Torre, quien dispuso que fuera desenterrado el cadáver del capitán García Reguera, y disponiendo que uno de sus cuartos fuese colocado junto a la taberna y el otro en Senra.
Muy poca importancia tuvieron el combate que se libró el 8 de septiembre en el Coto de Chines (La Coruña), en el que luchó una pequeña fuerza carlista mandada por el capitán Carril; el encuentro que el coronel Guillade sostuvo el 22 en Entrimo (Orense); el de Felipe Fernández, al frente de las fuerzas carlistas que mandaba, el 25 de septiembre, en Viso (Orense), y, por fin, el de Sequeiros (Lugo), por una fuerza recién organizada a las órdenes de Antonio Arias.
El 3 de octubre, las fuerzas de Felipe Fernández entraron en Troncoso (Pontevedra), lo que produjo alarma general, y dos días después, el 5, se combatía por los cristinos mandados por el subteniente de carabineros Mira, auxiliado por otra columna del teniente Moure Vidal, en Meirás (La Coruña). El 8 fue entre Cristimil y Aldea de Monte, donde se luchó, mandando los cristinos el capitán Moure, y el 10, en Feá (Orense), fue completamente batida la fuerza de Antonio Arias por varias columnas convergentes sobre los carlistas; muriendo, según fuentes cristinas, 18 realistas, entre ellos el jefe de los mismos, el citado Arias.
Menor importancia tuvo el combate librado el 12 de septiembre por las fuerzas de Ramos y Enríquez en Andabao (La Coruña) y el que sostuvo el 13 en Cea (Pontevedra), así como el que anteriormente, el día 10, había librado Vicente Sarmiento en San Martín de Quiroga (Lugo).
Siguió la misma actividad en noviembre, en que se señala el combate librado en las inmediaciones de Puente Arcediago (La Coruña) por los carlistas mandados por el coronel Ramos. El día 10 de noviembre se combatió por el comandante González Souto, conocido por Souto de Remesar, en las cercanías de Incio (Lugo), y casi al mismo tiempo, Ramos lo hace en la parte de Friol (Lugo). Una columna Cristina fue completamente destrozada en Bandeira (Pontevedra). Una simple escaramuza, sin embargo, fue la que ocurrió en Carrancheira (La Coruña), que los cristinos procuran dar como una importante victoria, mientras silencian su derrota de Bandeira.
Tampoco tuvo importancia el fuego habido entre carlistas y liberales en San Miguel de Cerceda (La Coruña); pero, en cambio, sí la tuvo la acción librada el 22 de noviembre en San Pedro de Borrifáns (La Coruña) por las fuerzas carlistas del comandante Enríquez y la columna cristina del Tcol Juan Rafael de la Torre; en dicha acción el jefe cristino, ante la acometida carlista, se vio obligado a replegarse a la casa fuerte de Leiros. Hay constancia de una pequeña escaramuza librada el 21 de noviembre en Regueira (La Coruña).
Pocas acciones se destacan el mes de diciembre en Galicia, y solamente hacia finales del mismo se señalan algunos hechos, tales como el que el día 27 las fuerzas carlistas del comandante González Souto se aproximaron a los muros de la ciudad de Lugo, tiroteándose con las fuerzas que la guarnecían, y el combate librado el día 31 por el brigadier Guillade contra la columna cristina del comandante Corcuera. En la noche del 31 de diciembre al 1 de enero de 1838 hubo la sorpresa de Villadavil (La Coruña), en la que murió el teniente de caballería carlista Andrés Fraga.
El problema de la unificación efectiva del mando persistía, posibilitando que los jefes partisanos no estuvieran encorsetados por una autoridad superior (lo que no obstó para que puntualmente se coordinasen acciones conjuntas). En 1838 tuvo lugar otra tentativa con la llegada de Modesto Varela, en palabras del capitán general de Galicia Jerónimo Valdés, «caudillo organizador rebelde», gallego de Pontedeume y veterano del frente catalán y vasco-navarro. Varela se presentó ante Juan Martínez Villaverde para comunicarle que había sido designado por Cabrera para dirigir la guerra en Galicia. Ante la ausencia de noticias previas, el Arcediano de Mellid consultó al cuartel real en Navarra sobre el encargo que decía tener Varela. La respuesta fue que no sabían nada. En cualquier caso, todo acabó mal y Varela optó por entregarse a las autoridades gubernamentales.
Acciones en Galicia en 1838
Acciones en el primer semestre de 1838
La intrepidez, el valor y el entusiasmo de los guerrilleros gallegos convirtieron en verdadera gesta su obstinada lucha. En el mes de enero hay que citar los combates que se libraron en Requeiro (Coruña) y en Bandeira (Pontevedra), en los que las armas carlistas alcanzaban una ventajosa victoria sobre los cristinos, lo mismo que ocurrió en Leira (Coruña), Carballo (Coruña) y Brión (Coruña). El 8 de enero, el brigadier Guillade había atacado Villar de Santo (Coruña), muriendo en ese combate el intendente general del ejército carlista de Galicia, Juan López, hermano del famoso coronel Antonio María, muerto en 1836. No fue afortunado por su parte el guerrillero Villanueva, que vio batidas sus fuerzas por los milicianos de Lalín (Pontevedra) en la Casa del Viento el día 21. Anteriormente, este jefe había invadido el pueblo de San Verísimo de Lamas (Pontevedra) el día 3.
En febrero hubo cambios en el mando de los cristinos. El general Ricafort, capitán general de Galicia, fue sustituido por el anciano general Manso, pero la guerra, sin embargo, no iba a mejorar la situación de las provincias gallegas para las fuerzas cristinas. El mando de Manso fue corto. De los principales encuentros que debemos señalar en este mes está el de Gallegos (Coruña), entre las fuerzas mandadas por Villanueva y una columna del RI provincial de Monterrey. Los carlistas sufrieron en esta acción 7 muertos, entre ellos el sargento primero José Diéguez, y otros 7 prisioneros, entre los que estaba el sargento primero Antonio García; todos los prisioneros fueron fusilados. Esta acción había tenido lugar el día 12, y el día siguiente hubo otra en Senra (Coruña), en que se batieron las fuerzas reunidas del coronel Ramos y el Tcol fray Saturnino Enríquez. Este combate tampoco fue ventajoso para los carlistas, pues tuvieron que replegarse, no sin combatir en Mauzo (Coruña) junto a la orilla del río Sanios y luego en última y tercera posición en Puente Carneiro.
El 14 de febrero, la columna Cristina del coronel Tizón luchaba contra una fuerza carlista mandada por Villanueva en los Altos de Aguas Santas (Lugo). La víspera, el brigadier Guillade se batió contra fuerzas del provincial de Monterrey en Freas de Eiras (Orense) con alguna desventaja, pero la compensó derrotando la misma columna el 27 en San Salvador de Río Molinos (Orense), viéndose obligados los liberales a replegarse a Quíntela de Lairedo al amparo de su casa-fuerte. También hubo un combate en este mes en Cello (Pontevedra), así como otro en Meijome (Pontevedra) por las fuerzas de Villanueva, y en Amarante (Orense) por las de Soto.
Muy movido fue el mes de abril en la región gallega, pues ocurrió la entrada de los carlistas mandados por el brigadier Guillade en la ciudad de Tuy el día 2 de abril. La sorpresa se inició a la primera hora de la mañana de dicho día, aprovechando un ardid para engañar a la guardia. Según el parte oficial, los carlistas «presentaron una partida vestida con uniformes de nuestra tropa conduciendo como preso a dos o tres compañeros de su gavilla, se introdujo en el fuerte y se apoderó de él, extendiéndose rápidamente por las calles del sorprendido pueblo a las seis de la mañana». Se presentó entonces el grueso de la fuerza de Guillade, que no pasaban de 150 hombres, y se extendieron por las calles de la población. Esta fue totalmente ocupada, menos la Tesorería, que fue defendida por su guardia, y el convento de Santo Domingo, donde se pusieron a la defensiva un sargento, un cabo y 20 soldados del RI provincial de Monterrey, mandados por el teniente Arines Montenegro; pero no fueron ni siquiera hostigados por los carlistas. Los carlistas permanecieron cuatro horas en la ciudad, hasta que fuerzas portuguesas de la plaza de Valenca do Minho acudieron en socorro de Tuy y el anuncio de que tropas cristinas marchaban sobre la ciudad. Guillade ordenó la retirada.
Desde Puenteáreas salió el destacamento que mandaba el capitán Taboada, compuesto de soldados del RI de Monterrey y carabineros, encontrándose con las fuerzas de Guillade que salían de Tuy, viéndose obligado el capitán Taboada a refugiarse en la casa del abad de Cabreira (Pontevedra) para no ser completamente batido, regresando luego por la noche a su procedencia; mientras que los carlistas proseguían su ruta después de dejar en casas de confianza las armas y pertrechos de guerra que habían sacado de Tuy. Sabedor de ello, el capitán Taboada destacó desde Puenteáreas al subteniente Pérez Rodríguez para que con 26 hombres pasase a la parroquia de San Pelayo de Fiolledo (Pontevedra) para incautarse de lo que habían dejado allí los carlistas. Pero al intentar reconocer una de las casas, fue atacado y cogido entre dos fuegos, pudiendo al fin abrirse paso hasta la casa del abad de Fiolledo, donde se dispuso a desesperada defensa.
Las fuerzas carlistas que allí combatieron eran destacadas de las mandadas por el brigadier Guillade, y los cristinos hubieran sucumbido de no acudir en su socorro la columna que mandaba el comandante Rubin, pudiendo entonces retirarse con sus heridos y muertos el teniente Pérez. Fue tal la impresión causada por la actividad incesante del brigadier Guillade, que las autoridades cristinas decretaron el estado de guerra para los distritos de Ginzo, Celanova y Bandé, en la provincia de Orense, y los de La Cañiza, Puenteáreas y Tuy, en la de Pontevedra. Guillade había efectuado ya su entrada en Ginzo de Limia (Orense), y al retirarse había librado combate en San Pedro de Laroa (Orense) con la columna cristina que había salido de la capital de la provincia en socorro de Ginzo.
El 13 de abril, Guillade combatía contra la columna del comandante Tiscar en la ermita de Nuestra Señora de Val, en Poulo (Orense), y luego el 16 en la Venta de Teresa, cerca de Laza (Orense), contra los cristinos, apoyados por un escuadrón de caballería portuguesa, que había penetrado por Verín.
Tampoco dejaron de actuar los guerrilleros, pues se lucha en las otras provincias gallegas, mereciendo ser citados los combates librados en Santa María de Villestro y en Oza, ambos en la provincia de La Coruña.
Otra audaz correría de Guillade fue emprendida el 4 de mayo al embarcar en el río Miño frente a la plaza fuerte portuguesa de Melgaco, descendiendo con sus embarcaciones por el citado río, pasando por delante de Salvatierra y Tuy para desembarcar en Eiras (Pontevedra); de donde marchó a La Guardia (Pontevedra), de allí regresó por Goyan, pasando por los arrabales de Tuy. El 6 de mayo, una fuerza cristina compuesta de los zapadores del RI provincial de Monterrey y soldados del RI de Castilla sorprendieron a una parte de las fuerzas mandadas por Guillade en el pueblo de Ordes (Orense). Los carlistas se defendieron bravamente, y al llegar la noche pudieron dejar la casa donde se habían hecho fuertes, habiendo causado un muerto a los cristinos, sin tener ninguna baja los realistas. Mandaba la fuerza liberal el teniente del RI Castilla José Mesana. Todavía combatió el brigadier Guillade en este mismo mes a las fuerzas cristinas del capitán don Antonio Vázquez Várela en San Adrián de Cejo (Orense).
Las acciones menudeaban en las demás provincias de Galicia. Una fuerza carlista había luchado el día 1 de mayo en Hospital (Pontevedra), cayendo prisionero el guerrillero conocido por el Cochero. El coronel Ramos había derrotado a los cristinos en Taboada (Lugo) y el día 23 otra derrota liberal se señala en Gian (Lugo). De estas acciones desgraciadas para los cristinos no se daba cuenta por la prensa oficial de la provincia. Los carlistas habían logrado entrar en Verín (Orense) y Padrón (Coruña).
El 1 de junio, antes de amanecer, la fuerza que mandaba Guillade había pasado por la barca de Villanova de Cerveira (Portugal) y entrado al romper el día en la villa de La Guardia (Pontevedra). Marchó a La Cañiza, pero tuvo que combatir el día 3 en los montes de Parderrubios, en las inmediaciones de la ciudad de Tuy, viéndose obligado a retirarse para pasar el puente de Fillatoa. Lo que no pudo conseguir porque una compañía del RI provincial de Monterrey y fuerzas de carabineros le cerraban el paso, renunciando a su intento. Un destacamento intentó pasar por el puente de las Partidas, cerca de Puenteareas, pero tampoco lo consiguió, pues también estaba ocupado por fuerzas del RI provincial de Monterrey y carabineros de caballería e infantería.
Los carlistas invadieron por aquellos primeros días los pueblos de Teo, Aranga y Aro, todos en la provincia de La Coruña. En las inmediaciones de Cástrelo de Miño (Orense) se formó una partida mandada por Vicente Gómez, quien, después de un combate librado el día 12, fue batido en Cartelle (Orense), muriendo dicho jefe y dispersándose los que le seguían. El 21 de junio, hubo otro encuentro en el Monte de Cubillos (Orense), y por la tarde del mismo día el brigadier Guillade sostuvo un combate en el pueblo de Moimenta (Orense), terminado el cual se retiró a Bangueses (Orense).
El 22 de junio, en el pueblo de Filloi (Lugo), fue derrotada la partida que mandaba el guerrillero don Antonio Fernández, conocido por Farrapeira, quien murió en la sorpresa. Todavía tuvo el brigadier Guillade otro combate en este mismo día en Sanguñedo (Orense). El 25 entraban las fuerzas de Gillade en Castro Laboreiro, en territorio portugués, y allí luchaba. El día 25 tuvo lugar un combate en Sobrado del Obispo, y el 30 en Paradela de Cástrelo de Miño, ambos en la provincia de Orense.

Acciones en el primer semestre de 1838
Nuevo cambio en el mando cristino: el anciano general Manso dejaba la capitanía general de Galicia, de la que se encargaba el general Valdés.
Las fuerzas carlistas de caballería del escuadrón de la Constancia, mandado por fray Saturnino Enriquez, entraron el 1 de julio en la feria de Castro, cerca de Garballino (Orense), y se retiraron luego hasta Soutelo de Montes (Pontevedra), donde libraron combate. El brigadier Guillade atacaba Aliaría (Orense). El día 15, una partida carlista apoyada por el Tcol Enríquez sitió a una fuerza cristina en una casa de la parroquia de San Juan del Campo (Coruña), acudiendo en su socorro una fuerte columna salida de Lugo, por lo que se retiraron los atacantes. Guillade, uniendo sus fuerzas con las que mandaba Vázquez Povadura, combatió en Ventosela (Orense), pasando luego a Beade de Ávila (Orense), donde libraron combate contra la columna de Rafael Teijeiro. El 28, Guillade y Vázquez Povadura entraban en Prado (Pontevedra), y el 29 lo hacían lo mismo en Santa María del Campo (Pontevedra). Termina este mes con el combate librado por Guillade el día 30 en San Clodio de Ribero (Orense).
El 2 de agosto, tuvo lugar un encuentro de cierta importancia entre una columna de francos de Galicia mandada por el capitán Ubiña y las fuerzas reunidas de Ramos, Martínez Villaverde y Enriquez en Cruces de Besejos (Pontevedra). Habiendo entrado Guillade en territorio portugués, consiguió sorprender la plaza de Moneao, por lo que varias columnas, tanto cristinas como portuguesas, salieron para perseguirle, librándose combate en territorio lusitano el día 11 contra los cristinos mandados por el teniente Marquina. Guillade, con alguna fuerza de caballería, trató de sorprender el fuerte cristino de Befojos (Orense), siendo socorrida la guarnición por una columna cristina, retirándose entonces los carlistas a los llanos de Nuestra Señora del Val. Guillade marchó a Escudeiros, donde fue sorprendido, muriendo así este valiente jefe, cuyo mando corresponde a una de las más brillantes épocas de la primera guerra en Galicia. Para sustituir en el mando al brigadier Guillade fue nombrado José Gil y Araujo, pero poco pudo actuar este jefe, ya que fue muerto a los pocos días en la parroquia del Villar y su cabeza puesta a pública exposición en La Cañiza. El día 13 de agosto, fue sorprendida otra fuerza carlista en Landeira (Coruña), cayendo prisioneros varios oficiales, entre ellos el capitán Andrés Ramos, hijo del Tcol del mismo apellido.
El capitán Ramos había sido condenado a muerte y estaba ya en capilla, cuando para salvar su vida dijo que haría revelaciones denunciando a los que formaban parte principal de una de las redes más importantes de la organización carlista en Galicia. Consecuencia de estas manifestaciones fue la detención y proceso de Domingo Antonio Otero, cura de Villadabad, y su hermano el presbítero Domingo Gregorio Otero, el escribano Manuel de Pazos Figueroa, el cura de Entre-Cruces Miguel Salgado, el cura de Trava, Juan Osinde, el secretario del ayuntamiento de Aro y comandante de la milicia nacional de La Baña, Baltasar Salgado, el cura de Oza Jacobo Señorans, el estudiante Pedro Otero, el cura de Angériz, Miguel López Verea y Domingo Salgado, labrador. Sometidos a consejo de guerra, fueron condenados a muerte los hermanos Otero, así como el cura de Entre-Cruces Miguel Salgado, el escribano Pazos Figueroa y el párroco de Trava, Juan Osinde. Todos ellos fueron fusilados, menos los curas de Entre-Cruces y de Trava, que por haber sido indultados fueron llevados confinados a Palma de Mallorca. Los demás procesados fueron condenados a las siguientes penas: Baltasar Salgado a prisión en el castillo de Castro, en la ciudad de Vigo, mientras durara la guerra y un año más; el cura de Oza y el estudiante Otero confinados, respectivamente, a la villa de Ribadeo y a la ciudad de Ferrol por el mismo espacio de tiempo que el anterior. Mejor librados quedaron el cura de Angériz, López Verea, puesto que solo fue multado con el valor de dos caballos para ser destinados en el ejército cristino de Galicia con la orden de no regresar a su parroquia, quedando apercibido para lo futuro, y el labrador Salgado absuelto libremente, pero también con apercibimiento. Este centro de actividad carlista actuaba en la antigua jurisdicción de Bergantiños (Coruña) y con tal nombre fue conocido este proceso, que tuvo mucha importancia y despertó gran expectación.
Otro centro de actividad carlista que, además de reclutar voluntarios y protección de los mismos, tendía a incitar la deserción de los soldados del ECL-4/5 de Albuera, acantonado en Mellid. Por esta causa fueron presos los vecinos de Mellid Juan Montero y José Quíntela, así como el procurador general del Ayuntamiento de San Tirso, José Várela, y los soldados del regimiento de Albuera, Félix Perera y Juan Marcos. En consejo de guerra fueron condenados a muerte Várela, Montero y el soldado Perera y, en consecuencia, fusilados el 25 de agosto; y condenados al servicio de las armas por ocho años el procesado Quíntela y con recargo de cinco el soldado Marcos. Otro centro de reclutamiento carlista estaba actuando en Lalín y procuraba la deserción de los soldados que formaban parte del escuadrón franco de voluntarios de Galicia. Dos soldados de este escuadrón pudieron escapar a tiempo, pasándose a las filas carlistas.
El modo de combatir de aquellos guerrilleros era que solamente se reunían cuando se aprestaban para una acción importante y el resto del tiempo lo pasaban escondidos en sus hogares o diseminados los que no podían hacerlo; de ahí la importancia que tuvo la pérdida de centros de organización tan importantes. Sin embargo, seguían combatiendo el 23 de agosto en Villarrubín (Orense) y el 25 en Ferreira de Pallares (Lugo). Pero todavía debían recibir un nuevo golpe en el combate librado en Pousadoiro (Orense), donde cayó prisionero y herido el comandante Vázquez Povadura, quien, a pesar de sus heridas, fue fusilado unos días más tarde en Orense.
Otra pérdida de importancia fue la muerte del coronel José María de Soto, conocida por Mosteiro, en combate librado el 1 de octubre en Río de Bangos (Lugo). El cadáver fue conducido a Navia de Suarna, para ser expuesto al público. El día 6, las fuerzas de Meiriño tuvieron un combate en Villameá (Orense). El día 9, se combatía por el Tcol Enríquez en Santiago de Arcade (Pontevedra), muriendo en esta acción el comandante del escuadrón de la Constancia, Francisco Helgado. Sí dejamos la invasión de varias parroquias hechas por las fuerzas carlistas y muy particularmente por las mandadas por fray Saturnino Enríquez.
La actividad guerrillera siguió manifestándose en noviembre, donde debemos señalar una pequeña acción en Forjan (Pontevedra) el día 8, contra fuerzas del RI provincial de Monterrey mandadas por el teniente Marquina, siendo también esta misma fuerza cristina la que combatía el 16 en Freanes (Orense). En una relación publicada por la capitanía general de Galicia y que se refería al período comprendido del 3 de julio hasta el 30 de octubre, se daban las siguientes cifras como pérdidas sufridas por los carlistas: 202 muertos, 30 prisioneros y 161 indultados. En la relación nominal que acompañaba, estaban los nombres del brigadier Mateo Guillade, el coronel José María de Soto, y el capitán Felipe Fernández, los tres pertenecientes a la Real Junta Gubernativa de Galicia; el comandante Francisco Delgado, los capitanes Duro, Delgado, Vigo y Terreira. Este último había pertenecido al partido liberal y no entró en las filas carlistas hasta la llegada de la expedición de Gómez, en 1836. También estaban los nombres del teniente Jacinto Mosquera y los subtenientes Lesta, Canseco, Taboada y Losada, así como sin especificar la graduación Gil Araujo, Várela, Arnay, García Gómez, Fariñas y Rubiseos, y como prisioneros el comandante Vázquez Povadura, que fue fusilado por los cristinos, y el capitán Ramos, que compró su vida denunciando a los que actuaban en la organización carlista de Bergantiños.
Otro jefe de importancia debían perder los carlistas en este mismo mes de noviembre, al ser hecho prisionero por la columna de Silleda el día 26. Era el coronel Andrés Areas conocido por don Juan Feás, que había recibido órdenes de la Junta Gubernativa el 6 de octubre para proceder a la reorganización del BI-I de Galicia, que hacía algún tiempo estaba con escasas aptitudes para seguir operando como lo había hecho anteriormente. Al conocer su prisión los carlistas, procuraron salvar al coronel Areas, por lo que decidieron caer sobre un convoy cristino en el que se podrían coger prisioneros con que negociar el rescate.
Situados en Fao el 30 de noviembre, marcharon aquella misma noche a Santa Cruz de Montaos (Coruña), apostándose en posiciones estratégicas para sorprender el convoy y los correos que debía pasar el día 1 de diciembre. Con las fuerzas que tomaron parte en esta operación participaba el escuadrón de la Constancia, mandado por el Tcol Enríquez, al que le correspondía hacer la sorpresa. Los cristinos no tenían más que una vaga idea de lo que preparaban los carlistas, pero habiéndose dado cuenta de cierta actividad de la caballería de Enríquez, temerosos de una sorpresa, previnieron a las columnas, destacamentos y autoridades de los pueblos que pudieran ser atacados, que permanecieran alertas y vigilantes.
En un fuerte temporal, la caballería de Enríquez atacó el convoy, que estaba custodiado por fuerzas del BI-III del RI de Castilla a las órdenes del capitán Víctor Velasco. El ataque fue muy violento, por lo que los cristinos se vieron obligados a detenerse y colocarse a la defensiva. En virtud de la alerta que había recibido, acudió en socorro de los atacados un destacamento de caballería mandado por el capitán Juan Antonio Cobián, consiguiendo con esta ayuda que el convoy pudiera proseguir su marcha a pesar de los ataques de que era objeto, hasta recibir cerca de Sigueiro el auxilio de la columna mandada por el capitán Juan Santos Jiménez. Ante tales refuerzos recibidos por el convoy, los carlistas interrumpieron su combate, abandonando la persecución. Fue inútil esta tentativa para proporcionar la libertad del coronel Areas, quien poco después murió fusilado por los cristinos. Entre los muertos que sufrieron los carlistas se contaba al capitán José Taboada, comandante del cantón de Mellid.
Aunque de poca importancia, no hay que dejar de consignar el combate librado el 25 de noviembre en el Monte de Suido, cerca de Beariz (Orense), y el sostenido el 27 del mismo mes en Mota (Pontevedra), así como la entrada de la fuerza mandada por Villanueva en Cerdedo (Pontevedra) en ese mismo día.
Terminó el año con la entrada de González Souto en Teilán (Lugo) el día 4 de diciembre, así como con el combate librado entre las fuerzas cristinas mandadas por el comandante Tizón, que había salido de operaciones al saber que las fuerzas reunidas de Martínez Villaverde y fray Saturnino Enríquez habían entrado en Orban (Orense) en ocasión de la feria que se celebraba en el pueblo. Como de costumbre, Tizón se atribuyó haber obtenido una gran victoria, aunque los resultados no prueban su afirmación.
Una vez separadas las fuerzas de ambos jefes carlistas, la de Martínez Villaverde tuvo que luchar contra el capitán Valdés. El de 1838 cerró con el combate librado el 30 de diciembre en Santa María de Tarrio (Lugo) por las fuerzas reunidas de fray Saturnino Enríquez, Rosendo Gómez, Modesto Várela y José González Souto. Tizón tuvo que ser socorrido para salvarse de un desastre por las fuerzas que, mandadas por el teniente Salgado, salieron de Mellid.
Extraña, sin embargo, que el 1 de enero de 1839 se presentara para acogerse a indulto al destacamento de Puertomarín el coronel Modesto Várela, sea por falta de moral de este jefe o que tuviera alguna desavenencia con algún jefe carlista. Y por fin, no dejemos de consignar que en este mismo mes de diciembre de 1838 se había librado combate en Santiago de Trasariz (Orense).
La parte final del artículo 9 sobre el indulto, en que se lee: «Se abonarán a la partida las cantidades siguientes: Cuatro mil reales por cada una de las personas de los cabecillas Amor, Fraga, Calvo del Pino, Villanueva y Souto de Remesar; veinte mil por la persona de Carril y por la de cada uno de los Ramos; cuarenta mil por la persona del fraile Saturnino y por la del coronel Várela de Puente de Eume, y cien mil por la persona del cura de Freijo, conocido también bajo el nombre de el Arcediano de Mellid». Verdadero homenaje tributado por el enemigo al canónigo Martínez Villaverde, alma de la guerra en Galicia, como presidente de la Real Junta Gubernativa de aquel reino, que supo mantener con entereza la causa que defendía y dar dignidad a la resistencia del pueblo gallego.
Acciones en 1839
Acciones guerrilleras en el primer semestre de 1839
Galicia fue la primera en adoptar la boina roja, pues lo corriente en las demás regiones fue la azul y la blanca. En cuanto al vestuario, era similar al del ejército isabelino, aunque algunas fuerzas, particularmente las del escuadrón de la Constancia que mandaba fray Saturnino Enriquez, lo llevaban igual al de los carabineros, pero con mayor número de botones blancos.
Los cristinos habían decidido reemplazar al capitán general de Galicia, Valdés, por el general Seoane, pero este, habiendo renunciado al mando, fue designado para ocupar dicho cargo el general Laureano Sanz, que tomó posesión de la capitanía de Galicia en enero de 1839.
En ese mismo mes de enero, tuvo lugar en la parroquia de Cabruy (Coruña) un encuentro de las fuerzas carlistas con la columna mandada por el comandante cristino del Cantón del Meira y Mariñas, Fernández Cid. Murieron en ese combate los carlistas, capitán de caballería Silvestre González y el teniente Gregorio Fernández, y junto a este su asistente Manuel Souto. Una pequeña partida carlista entró en el municipio de Tabeiros (Pontevedra) el 3 de enero, llevándose prisioneros al diputado provincial Felipe Constela.
Los carlistas que fueron presos por las revelaciones que hizo el capitán Andrés Rámós, al comprar su vida denunciando a los que apoyaban la causa carlista, habían sido condenados por un consejo de guerra. Esta sentencia se dictó el 11 de enero y fue aprobada por el general Valdés. En consecuencia, fueron fusilados en Santiago el cura de Villadabad, Domingo Antonio Otero, y su hermano el presbítero Domingo Gregorio, junto con el escribano Manuel dos Pazos Figueros. Los curas de Entre Cruces y de Traba, Miguel Salgado y José Osinde, habían sido indultados.
Una partida carlista entró en la noche del 13 de enero en el lugar de Secano, en la parroquia de San Juan de Meavia (Pontevedra). El 22 de enero, una fuerza del RI provincial de Monterrey, mandada por el teniente Marquina, sorprendió al capitán de infantería carlista Francisco Var en Refojos (Pontevedra), muriendo en esta acción, además del capitán Var, el subteniente Antonio Almeida.
Aunque no fueron de gran importancia los hechos militares ocurridos en el mes de febrero en la región gallega, hay que citar la entrada de una pequeña partida en San Juan de Calobre (Coruña), el día 16. Los acontecimientos del mes de marzo pusieron en evidencia que Galicia no estaba pacificada. El día 10, la columna mandada por el coronel Joaquín Cayuela tuvo un encuentro con la fuerza mandada por fray Saturnino Enriquez, compuesta del escuadrón de la Constancia, reunidas a otras de infantería del coronel Ramos. Este combate resultó desastroso para los cristinos, que quedaron totalmente destrozados, muriendo en la acción el citado coronel Cayuela, que se había hecho uno de los más destacados adversarios de los carlistas, no solamente en Galicia, sino en las provincias colindantes. Los liberales dedicaron hasta poesías a la muerte de Cayuela.
El 16 de febrero, la partida mandada por don Manuel López, conocido por el Cura del Albares, entraba por sorpresa en el barrio de San Roque, de la ciudad de Lugo. Coincidía esta acción con la entrada de las fuerzas del coronel Ramos y fray Saturnino Enriquez en Santa María de Gonzar (Coruña). El 24, otra fuerza carlista hacia lo mismo en Corbillón (Pontevedra).
Más movido fue el mes de abril, ya que a comienzos del mes fue muerto el teniente carlista Raposo, al que se creía haber sido quien dio muerte en el combate al coronel Cayuela. Una fuerza cristina mandada por el teniente del RI provincial de Lugo consiguió dar muerte al capitán de las fuerzas carlistas del partido de Las Cruces de Sobrado Manuel Mayo, ex-fraile franciscano del convento de Villafranca del Bierzo, así como al sargento primero Domingo Fernández y al sargento segundo Pedro Pardo, todos pertenecientes al escuadrón de la Constancia, y al cabo primero Domingo Iglesia, de las fuerzas que mandaba el coronel Ramos. Un ataque carlista a Piñeiro de Miras (Lugo) fue rechazado por los nacionales del pueblo, auxiliados por los de los pueblos vecinos.
El 9 de abril, la columna cristina mandada por el teniente Marquina alcanzó a una partida en el pueblo de La Merca (Orense), muriendo un portugués que había desertado del ejército de su nación, para unirse a los carlistas españoles. En el mismo día 9, otra columna tuvo un encuentro con una partida carlista en Santiago de Rubias (Orense), muriendo en este combate el jefe de las fuerzas carlistas Manuel Veloso. El 13, la columna cristina de Monterroso sostuvo un combate con las fuerzas mandadas por Fernando Gómez, conocido por el Ebanista, muriendo el teniente carlista Ignacio de Prado y Araujo, así como también el sargento Juan López, procedente este del ejército real de Navarra. La misma columna había tenido un encuentro el día 6 con las fuerzas que mandaba Martínez Villaverde, muriendo el sargento carlista Tellado.
El 22 de abril, la columna de Guinzo de Limia, mandada por el teniente del RI provincial de Monterrey Juan Pérez Soto, alcanzó a los carlistas en San Salvador de Sabucedo, librando combate; y el 24 fue en Feás (Orense), donde tuvo lugar otra pequeña acción. Una partida carlista mandada por el portugués don José Lino Alvarez de Azevedo y compuesta de carlistas españoles y miguelistas portugueses, libraron combate con esas tropas en Lachan, quedando prisioneros Alvares de Azevedo, un portugués y tres españoles. El 22 de abril, en la parroquia de Quintela de Lairedo (Orense), murió en combate el guerrillero José Pazos, más conocido por Cristino de Milmanda.
En el mes de mayo, los carlistas libraban combate en las llanuras de Mosteiro, contra las fuerzas mandadas por el teniente Mella, jefe de la columna móvil de Lugo. El día 4, la columna de Arzua dio muerte al oficial carlista Victorio Pardo, del escuadrón de la Constancia, e hizo prisionero a Eleuterio Domínguez, cazador del RI de Extremadura, que solo hacía dos días había desertado para unirse a las fuerzas reales, por lo que fue fusilado inmediatamente. El 23, se presentó una partida carlista con 100 infantes y 40 caballos en el pueblo de San Vicente de Burgo (Lugo), entrando en el pueblo, donde permanecieron hasta el 24 por la tarde, saliendo al aproximarse una columna cristina. Esta se llevó prisioneros al alcalde, mayordomo, celadores y vicarios del expresado pueblo, por no haber dado parte de la entrada de los carlistas y haberlos entregado cuanto habían solicitado. Dichas autoridades fueron luego condenadas en Consejo de Guerra a un año de presidio correccional en La Coruña, por ser carlistas.
Las fuerzas cristinas que mandaba el coronel Nicolás de Luna, comandante general de operaciones del Tambre y Ulla, se enfrentaron a las fuerzas carlistas mandadas por Martínez Villaverde, fray Saturnino Enríquez, Juan Longa el Evangelista, Fernando Gómez el Ebanista, Carril y Manuel López el Cura de Albares, sosteniendo fuerte combate en el pueblo de Aspay (Lugo). La acción duró tres horas, empleándose constantemente la caballería por ambas partes. Según el parte cristino, murieron en ese combate los guerrilleros Carril y el Cura de Albares.
Esta derrota de los carlistas fue compensada con la que sufrieron los cristinos el 16 de mayo en Dozon (Pontevedra). La columna cristina mandada por el comandante militar de Carballino se encontró con una fuerza carlista que había sido reforzada por la que mandaba Fernando Gómez, compuesta de unos 50 caballos y otros tantos infantes. Una fuerza cristina mandada por el sargento Juan Méndez, del RI provincial de Monterrey, fue cargada por la caballería carlista; no tuvo otro recurso que encerrarse en un débil edificio que los carlistas incendiaron, por lo que los cristinos se vieron obligados a intentar salir y abrirse paso entre sus enemigos. En esta tentativa, murió el sargento y uno de los soldados, quedando además 14 prisioneros que componían el destacamento. El resto de la columna, no pudiendo resistir el duro ataque que les hacían los carlistas, huyó a la desbandada, siendo perseguidos, pero pudieron al fin hallar amparo en una columna que iba a su socorro.
Entre las escaramuzas que tuvieron efecto en ese mismo mes, se ha de citar una el 21 de mayo, en que murió el teniente carlista Pedro de la Mata. La víspera, una partida había entrado tranquilamente en Gestoso (Lugo), pero acudió una fuerza liberal a las órdenes del capitán Antonio Cedrón, por lo que los carlistas se vieron obligados a abandonar el pueblo, dejando a 4 prisioneros que llevaban consigo. Las fuerzas que hicieron su entrada en Gestoso estaban mandadas por Isidro Pontón, junto con las que mandaba Castro Vilar, y se componían en su mayor parte de desertores del tercer batallón del RI de Castilla. El 22, otra vez los cristinos fueron derrotados en un combate librado en San Juan de Salgueiros (Lugo). Por estas mismas fechas se luchaba en los alrededores de Monforte de Lemos.
También fue favorable a los carlistas la acción librada en el mes de junio, en los montes de San Amaro, por las fuerzas que mandaba González Souto y Fernando Gómez, componiendo un conjunto de 80 caballos y más de 200 infantes, contra la columna de Chantada, formada por tropas del RI provincial de Monterrey a las órdenes del teniente Benito González. El combate fue encarnizado, muriendo en el mismo el sargento cristino Francisco Labrador, un tambor y seis soldados, y según los datos facilitados por los cristinos, los carlistas tuvieron un oficial y un voluntario muertos. El 17 de junio, una pequeña columna situada en Castrelo de Miño (Orense), mandada por el subteniente del RI provincial de Monterrey Rodrigo Salgado, salió contra las fuerzas carlistas mandadas por Romero, que se hallaban en la parte opuesta del puente de Freijo. Los cristinos, después de desplegar sus guerrillas, intentaron pasar el puente que defendieron tenazmente los carlistas, muriendo en el combate el jefe de la columna cristina Salgado y dos soldados, replegándose los cristinos, abandonando el campo a los carlistas, que les hostigaron en su retirada. El 24, en la parroquia de Ledoira (Coruña), tuvo lugar un pequeño combate, en el que murió el alférez de caballería carlista Ángel Ponte.
Acciones guerrilleras en el segundo semestre de 1839
Entre los muchos combates, aunque de escasa importancia, que hay que señalar en el mes de agosto, figura el librado el día 2 en Revoldondiego (Lugo), así como el que tuvo efecto en Villadavid, en el que murió don Ramón Llorente, más conocido por el Navarro, pues había formado parte de la expedición del general Gómez y había quedado en Galicia al retirarse la expedición. El día 4, una partida carlista que se dirigía a Santa Eufemia de Milmanda (Orense) tuvo que luchar en los bosques de Bangueses contra la columna de Bande, mandada por Ramón Verea. Una pequeña partida que había entrado en Santiago de Reigosa (Lugo) tuvo que abandonar el pueblo, al acudir una columna cristina, y lo mismo ocurrió con otra partida que había entrado en Lampón (La Coruña), aunque esta, al retirarse, se llevó consigo 5 mozos de dicho pueblo y otros 5 del de Guillamil. También hubo un combate el día 20, por una partida montada que se dirigía del pueblo de Oza al de San Román de Cabovilaño.
Otro combate sostenido unos días antes, el día 11, había dado una pequeña victoria a los carlistas, pues de los cristinos murieron el subteniente Antonio Erbón y un granadero, quedando además de los mismos cristinos, dos heridos y cuatro contusos. Más desgraciada fue para los carlistas el combate librado en Atanes (Orense), el 28 de agosto. Una columna cristina del RI provincial de Monterrey, mandada por el capitán Gregorio Fernández, derrotó a la partida que mandaba Lorenzo Freijóo, muriendo este jefe, así como otro oficial de su fuerza. En el pueblo de Lago, los cristinos, a las órdenes del capitán Víctor Velasco, combatieron con los carlistas; murió el oficial carlista José Seoane y al sargento de caballería Domingo Taoada, así como 4 soldados de infantería, quedando prisioneros 6 sacerdotes que acompañaban a las fuerzas realistas.
La noticia del Convenio de Vergara causó el natural desencanto y la mayor sorpresa a los valientes gallegos que tanto habían sufrido en defensa de la causa carlista, pues no conocían los acontecimientos que se iban desarrollando en el Norte. El 3 de septiembre, cuando la traición de Maroto no era todavía conocida, habían luchado valerosamente en Fuente de Ledesma (La Coruña), pero las condiciones de la guerra iban a cambiar totalmente. Es verdad que la lealtad y entereza de los carlistas gallegos supo soportar tan mala noticia, y que gracias al tesón del presidente de la Junta Gubernativa de Galicia, el canónigo Martínez Villaverde, sacaron el mayor provecho para su causa, sin desdoro para su fidelidad y sus personas; solo aprovechándose de que el capitán general cristino Laureano Sanz les invitó a que aceptaran las cláusulas del Convenio, creyendo encontrar en Martínez Villaverde y en los jefes carlistas de Galicia hombres con las condiciones morales de Maroto y compañeros de traición. No tardaría Sanz en desengañarse.