Guerras Carlistas Primera Guerra Carlista en el resto de España Primera Guerra Carlista en Andalucia


Operaciones en Andalucía en 1834

Acciones en el primer semestre de 1834

El carlismo tuvo mucho predicamento en el Principado de Cataluña, las provincias vascongadas, Navarra y el Maestrazgo. No obstante, Andalucía contó con fuertes focos carlistas.

Los primeros en levantarse fueron pequeños grupos por la Serranía de Ronda. Un grupo mandado por un tal don Antonio era el más activo.

En el cuartel real, se planeó entrar en Andalucía desde Elvas (Portugal) pasando por Extremadura y por el límite de la provincia de Huelva por elementos miguelistas y carlistas. El capitán general de Andalucía, general Tacón, dio órdenes al general Francisco Serrano, que guarnecía la frontera del Guadiana, a interceptarles el paso, consigiéndolo.

En el mes de abril, Adame, con una pequeña fuerza montada, se defendía en el Valle de la Alcudia y entraba en los Pedroches, ocupando El Viso (Córdoba) el día 18. De allí marchó a la provincia de Badajoz en dirección a Fuenlabrada de los Montes, pero al subir la cuesta de la Trapera, se topó con una fuerza de caballería del RCL-3 de Extremadura, mandada por el teniente Joaquín Álvarez Aguedo, con urbanos de los Pedroches y Pozoblanco.

Más atrevida fue la incursión realizada por Pedro Sánchez Barba en la provincia de Córdoba, pues al frente de su caballería cruzó Sierra Morena, uniéndose en el camino a la partida cordobesa de Juan Díez Rodero. Marcharon hasta las inmediaciones de la ciudad de Montoro, emprendiendo una tenaz persecución el Tcol cristino Antonio Valderrama. A su regreso tuvieron un fuerte combate en Fuencaliente (Ciudad Real), pudiendo fugarse el alférez de caballería José Serrano del RCL-1 de Castilla. Esta atrevida incursión de Sánchez Barba fue fatal para él, pues halló la muerte en un lugar llamado Jandulilla (Ciudad Real).

El resto de los meses del primer semestre, no hay acciones dignas de mención, excepto una tentativa hecha en Lucena (Córdoba) en el mes de julio. Una partida mandada por Venancio Álvarez, vecino de la localidad que había sido expulsado por sus ideas políticas, se presentó en los alrededores. Contra la partida de Álvarez partió un destacamento del RI-3 provincial de Sevilla con los urbanos de Lucena, bajo el mando del subteniente Antonio Bayo, librándose un encarnizado encuentro. La partida de Álvarez marchó hacia Puente Gonzalo (actual Puente Genil), y allí tuvieron otro encuentro con la columna del Tcol cristino Antonio Álvarez.

Hubo alarma por toda la región, desde Lucena y Puente Genil hasta Estepa. En Lucena se quiso prender a José de La Torre y sus dos hijos Miguel y Antonio, por temor a que secundaran el alzamiento de Álvarez. Al parecer se resistieron haciendo fuego desde las ventanas, y la refriega duró desde las seis a las diez de la mañana, entregándose después. En la casa de La Torre fue detenido el religioso Juan Varedas, de San Juan de Dios, siendo conducidos a Sevilla.

Acciones en el segundo semestre de 1834

En el segundo semestre, el alzamiento carlista no contaba con un jefe de importancia para impulsarlo. Becerra se levantó en Ardales (Málaga) una pequeña partida que recorría la Serranía de Ronda. Salieron varias partidas carlistas en su persecución, una mandada por el comandante Jacinto Caballero, otra mandada por el comandante militar de Antequera, el coronel de caballería Carlos Padierna, ambas bajo las órdenes del mariscal de campo José María Rojas, comandante general de la Serranía de Ronda. La persecución fue tal que la partida no pudo mantenerse mucho tiempo en campaña, y a finales de octubre había sido disuelta.

Otra partida mandada por el conocido como don Antonio también buscó santuario en la Serranía de Ronda, para cuando le perseguían en la provincia de Cádiz, que era donde operaba, poder cobijarse. Para apoyar las operaciones, se creó una junta en Gibraltar con carlistas españoles y portugueses, pero sus esfuerzos fueron vanos.

Lanceros de Navarra en 1834. Su uniformidad era chaqueta verde con cuello y ribetes carmesí, pantalones granates, una boina encarnada con borla blanca y un capote gris con cuello carmesí. Autor Augusto Ferrer Dalmau.

Operaciones en Andalucía en 1835

Acciones en el primer semestre de 1835

Andalucía no presenta el cuadro de guerra que se iba extendiendo por toda España; aunque parecía más inclinada a la causa liberal, no por esto los carlistas andaluces estaban dormidos por serles indiferente la tradición española. Actuaba en Gibraltar un comité carlista y miguelista, pues se componía de elementos españoles y portugueses, ambos trabajando con gran compenetración en defensa de los mismos ideales del respectivo tradicionalismo, y sirviendo a sus reyes de la casa de Braganza y de la casa de Borbón. El audaz y admirable alzamiento miguelista en las islas de Cabo Verde, en este periodo de 1835, es consecuencia de la labor realizada por los miguelistas refugiados en Gibraltar. En cuanto a España, los miembros del comité se aplicaron particularmente a las provincias de Cádiz, Málaga y Granada, y sobre todo, a establecer enlaces con los presos carlistas que estaban en los castillos y presidios de Cádiz, Algeciras, Ceuta, Melilla y Alhucemas. Pero el comité de Gibraltar fue disminuyendo a medida que lo hacía el apoyo de los residentes de la plaza pertenecientes al partido tory.

En enero de 1835, se señalaban por los alrededores del campo de Gibraltar varias pequeñas partidas carlistas, una de ellas, que actuaba particularmente en la comarca comprendida entre Vejer de la Frontera y Alcalá de los Gazules, a orillas del río Barbate, en la provincia de Cádiz, y otra por la provincia de Málaga, en los alrededores de Gaucín, en la Serranía de Ronda. Esta estaba mandada por el guerrillero conocido por don Antonio. De Tarifa salieron fuerzas de urbanos de caballería e infantería, consiguiendo encontrarse con la partida carlista en la Ermita del Rosario, el día 15 de enero, sobre las tres de la tarde. Los carlistas, sorprendidos, pudieron dispersarse, no sin que uno de ellos, llamado José Buceta pereciera ahogado al cruzar el río Genil. En los alrededores de Motril apareció en el mes de febrero otra partida carlista, compuesta principalmente de carabineros de costas, licenciados por los cristinos. La mandaba José Ignacio Garmendia, pero la activa persecución de que fue objeto, provocó la desaparición de la partida. Al ser capturado a mediados de mes, el jefe carlista Garmendia y 14 de los carabineros que le acompañaban.

Otra partida carlista apareció en aquellas fecha en la sierra de Propios, en los alrededores de Jaén. La mandaba Luis Moreno, y habiendo caído este prisionero, fue fusilado en Jaén. El levantamiento de la partida de Moreno, se relacionó por las autoridades cristinas como formando parte de un gran complot en aquel reino, por lo que fueron practicadas de 25 detenciones de supuestos cómplices y sospechosos, entre ellos, dos oficiales.

Por disposición del Pretendiente, fue nombrado comandante general carlista de Andalucía el brigadier Salvador Malavida, conocido carlista y con experiencia militar, que recibió la orden de actuar en coordinación con el brigadier Mir. Malavida tenía una misión más difícil, por cuanto no existía en Andalucía una guerra civil.

Mir organizó, su cuerpo de voluntarios y pronto reunió 600 infantes y 300 caballos a sus órdenes. Malavida empezó a reunir a sus conjurados, pero no pudiendo iniciarse el alzamiento, se desconoce de los recursos de que disponía. Los liberales llamaron a esta conspiración, “la Conspiración de Écija”, porque parece ser que esa ciudad fue considerada como el centro de la insurrección, aunque se extendió por Carmona y Osuna, y se extendía por la provincia de Huelva, radicándose el grupo más importante en el condado de Niebla.

El brigadier Malavida se empleó con todo su entusiasmo y ardor en la difícil labor de preparar el pronunciamiento carlista de la región que le fue confiada. La conspiración fracasó al ser denunciados varios carlistas de Écija, lo que motivó que se practicaron numerosas detenciones de personas sospechosas. El brigadier Malavida ordenó entonces que se iniciara el levantamiento, pero fue capturado, condenado a muerte y ejecutado el 10 de junio junto con sus principales oficiales por negarse a delatar a sus compañeros.

Todas las partidas carlistas fueron desarticuladas. El comité de Gibraltar se dedicó, sobre todo, a establecer enlaces con los presos carlistas que estaban en los castillos y presidios de Cádiz, Algeciras, Ceuta, Melilla y Alhucemas.​

La Junta Carlista nombró al general Pedro Fermín Iriberryi para reemplazar a Malavida.

El último acontecimiento en Andalucía, en el primer semestre de 1835, fue el ataque por los carlistas manchegos a los poblados de Torremilano y Torreblanca, cerca de Pozoblanco (Córdoba). Las partidas estaban mandadas por Andrés Monzón alias el Valenciano y Francisco Javier de la Lastra. El ataque se realizó el 27 de junio. Los carlistas entraron de madrugada en ambos pueblos.

En San Roque, el coronel carlista Vicente Mateos, alias Pipero, que fue detenido y pasado por las armas en Sevilla en el mes de agosto.

Acciones en el segundo semestre de 1835

Los actos de represión que menudeaban en Andalucía, no impedían que desde Gibraltar la Junta carlista prodigara sus cuidados para promover levantamientos. Un proyecto era el que tenía por centro a Jimena de la Frontera (Cádiz), donde, al parecer, radicaba una Junta dependiente de la de Gibraltar. Debía iniciarse en Casares (Málaga), y entonces los carlistas procedentes de la Serranía de Ronda y de la sierra Bermeja, descenderían a San Roque (Cádiz), apoderarse del presidio, libertar a los carlistas presos y marchar sobre Algeciras para apoderarse de dicha población, hacer prisionero al general conde de Castejón y conseguir la libertad de los presos carlistas, uno de los cuales tomaría el mando. Conocido el complot por los cristinos, el coronel de artillería Herrera Dávila, al frente de una columna cristina, partió de Algeciras, recorriendo los pueblos de la provincia de Cádiz, San Roque, Castellar y Jimena para prevenir cualquier alzamiento. Entre los detenidos por el complot, estaba José Castelló, un rico hacendado que había facilitado dinero para los preparativos.

El bergantín mercante Lancero, capitaneado por G. Sanceloni, partió de Barcelona rumbo a Cuba. Después de tocar puerto en Tarragona, llegó a Málaga, donde fueron embarcados 150 carlistas deportados a La Habana. El bergantín partió de Málaga el domingo 12 de agosto, y cuando estaba a 7 millas de la costa, los deportados se sublevaron para apoderarse del barco. El capitán solo disponía de 16 hombres a sus órdenes e intentó reducir a los amotinados, resultando heridos él y varios marineros. Los carlistas dueños del bergantín pusieron rumbo a Gibraltar, donde llegaron el 13, siendo admitidos a puerto para sufrir una cuarentena.

El cónsul general, al enterarse de la llegada del barco, intervino sobre las autoridades británicas para que se cumpliesen las leyes marítimas. A pesar de los esfuerzos del cónsul Barrero, no consiguió que las autoridades de Gibraltar encerraran a los carlistas del bergantín, y solo obtuvo que pasaran a un edificio aislado, donde quedaban sujetos a cuarentena, mientras se recibían las órdenes del Almirantazgo, al que se había sometido el caso.

La respuesta británica fue que los deportados no han cometido ningún acto de piratería. Eran evadidos políticos, reclamando el derecho de asilo. Esto debía concederse. El cónsul Barrero solo consiguió que le devolvieran el bergantín Lancero con su tripulación, pero no el “plácet” de extradición.

Una partida carlista mandada por Antonio Díaz, alias el Morito, se había presentado en campaña en la serranía de Ronda. Extendió sus correrías por aquella región y tuvo un pequeño combate en el Cortijo de las Ventanas, cerca del de Garcidonia, el 17 de agosto. La víspera hubo algo de mayor importancia, tal la entrada y sorpresa de Andújar por las caballerías del coronel García de la Parra, alias el Orejita. Este intrépido jefe carlista había pasado Despeñaperros, y en rápida marcha se presentó de madrugada ante Andújar. Sorprendidos los puestos, entró por sus calles, hizo preso al corregidor en su propia casa, obligó a escapar de la suya por una puerta trasera al comandante de armas y, sin más incidente que un ligero tiroteo, en el que cayó herido el carlista Vicente Gil. Se dirigió a la cárcel y liberó a los presos, ofreciéndoles servir en las filas carlistas; muy pocos lo hicieron. García Parra estuvo en Andújar hasta bien entrada la mañana. El pánico fue tal, que desde Jaén salieron fuerzas para que operaran combinadas con La Carolina y Linares.

El comandante general carlista de la Mancha y Extremadura, Isidoro Mir, tenía el proyecto de iniciar una incursión en la provincia de Jaén. El 23 de agosto, estaba en la venta de Cárdenas con las fuerzas de Rodríguez Cano, García de la Parra, Perfecto Sánchez y alguna partida de menor importancia. Pasaron Despeñaperros y fueron a Correderas (Jaén), de donde siguieron a Aldeaquemada (Jaén). Las columnas cristinas de los capitanes Tenorio y Serralta se unieron y emprendieron la marcha tras los carlistas. Estos pernoctaban en Aldeaquemada cuando supieron de la aproximación de las fuerzas cristinas. Para evitar la lucha en las calles y más siendo de noche, decidieron salir de la ciudad a las doce de la noche. Al día siguiente, los carlistas habían ocupado posiciones en la sierra de Cambrón, en el término de Castellar de Santisteban (Jaén). Llegaron los cristinos y se entabló el combate, que terminó con la retirada de los carlistas a la provincia de Ciudad Real, por los desfiladeros de Sierra Morena. Mir se separó del resto y con sus propias fuerzas emprendió la marcha en la provincia de Ciudad Real hasta el límite con Toledo.

En el mes de septiembre, una partida levantada en la provincia de Jaén mandada por José Fernández, después de haber recorrido Sierra Morena, se decidió a entrar en la Mancha, presentándose a García de la Parra, en Solada del Pino (Ciudad Real), y se incorporó a sus fuerzas. El 14 de septiembre, hubo un pequeño tiroteo en Sorihuela del Guadalimar (Jaén).

A comienzos del mes de octubre, emprendió otra incursión en Andalucía, García de la Parra, pero esta vez no fue por la provincia de Jaén, sino por la del valle del Alcúdia, entrando en el valle de Los Pedroches (Córdoba), entró en Ovejo el 9 de octubre, donde se unieron carlistas cordobeses, recorrieron la provincia hasta entrar en la provincia de Jaén el 20 de octubre. Estando en un lugar llamado Fontanar, cerca de Andújar, fue sorprendida por su caballería por los cristinos. Regresó entonces García de la Parra a la Mancha, a pesar de la persecución del ejército y milicias cristinas.

Esta invasión dio lugar a la creación en la provincia de Córdoba de pequeñas partidas cristinas. Una de ellas recorría la sierra próxima a Córdoba, pero pronto desapareció debido a una tenaz persecución cristina. Otra mandada por Rafael González Camacho alias Millones por ser rico, fue acosada por la columna del coronel Menuissir, consiguiendo al fin alcanzarle en un lugar llamado Posada Negra, una angostura del río Yegua; en el enfrentamiento murió Pedro Muñoz alias Pedro de los Frailes, natural de Marmolejo (Jaén), donde había formado una pequeña partida, que más tarde se unió a González Camacho, también murió otro carlista llamado Galindo. Los cadáveres de ambos fueron expuestos al público en Andújar.

Los dos últimos meses de 1835 fueron bastante tranquilos en Andalucía. Aun cuando pequeñas partidas eran señaladas en las provincias de Granada, Jaén, Málaga y Córdoba, tanto ellas como las operaciones tenían escasa importancia. Hasta más tarde no aparecen en Andalucía nombres de guerrilleros que, por su intrepidez, puedan ser comparados con sus vecinos manchegos y extremeños. Hasta entonces, los esfuerzos más generosos y los planes más estudiados habían resultado sin fruto.

Operaciones en Andalucía en 1836

Acciones en el primer semestre de 1836

En el mes de febrero, se señala un pequeño tiroteo en el valle de los Pedroches (Córdoba) entre cinco carlistas destacados de la partida que mandaba el conocido por Matalahuga y la columna a las órdenes del capitán cristino Juan Rafael de la Torre, en la que figuraban guardias nacionales de Pozoblanco.

En la provincia de Almería actuaba desde tiempo atrás la partida mandada por N. Caparrós, quien tuvo la desgracia en ese mismo mes de febrero de caer prisionero cerca de Tabernas (Almería). Aunque se intentó reconstituirla, el hecho de haber sido presos Joaquín Hernández y Francisco Ontonar inutilizó los esfuerzos para dicha reorganización. También se libró combate en Vilches (Jaén) entre las fuerzas que mandaba el coronel García de la Parra y una columna cristina procedente de Granada, que mandaba el capitán Benito Morales.

En aquellos mismos días de 1836 en que ya se propagó el rumor del avance de los expedicionarios de Gómez, nuevas unidades de combate son señaladas en la tierra de Andalucía. En Sierra Morena, José Peñuelas recorría las abruptas peñas y descendía a veces hasta las lomas de Ubeda, reclutando voluntarios por las orillas del río Guadalimar. Le asistía en la recluta el teniente que fue de la 1ª compañía de fusileros del batallón de voluntarios realistas de Ubeda, Francisco Tomás Chinchilla, mientras que llevaba también al combate a sus voluntarios el capitán Francisco Martínez, conocido por el Monjero.

Expedición de Gómez en Andalucía 1836

Gómez en la provincia de Jaén

Procedente de la provincia de Ciudad Real, la fuerza expedicionaria del general Gómez Damas entró en Andalucía por la provincia de Jaén el 22 de septiembre, pasando por Venta Nueva de Montizón y pernoctando dicho día en Chiclana de Segura. En esta población, presidida por el general Gómez, hubo un consejo de guerra, al que asistieron el general Cabrera y los brigadieres marqués de Bóveda de Lima, Quílez, Arroyo, Villalobos y Miralles, para tratar de si se regresaba, marchando a Murcia, o se continuaba, adentrándose en Andalucía. El acuerdo unánime fue tratar de organizar la guerra en la región andaluza. Prosiguió la marcha el día siguiente, cruzando el río Guadalimar para dormir en Villanueva del Arzobispo. El día 24, continuaron por Villacarrillo y Torreperogil y pasaron a Úbeda, donde se reposó.

El 25 de septiembre, la marcha fue corta a Baeza, donde pudo pasarse el resto del día 26, desarmando a los guardias nacionales, como venían haciendo en todos los pueblos por donde se pasaba. Desde Baeza se dirigió Gómez a Alaix, sobre la cuestión de los prisioneros, sin que el general cristino contestara. El día 26, fueron a Begíjar, y el 27, después de cruzar de nuevo el río Guadalimar por Bailén, fueron a Andújar. Próximos a esta población, supieron que una fuerza de caballería cristina ocupaba el puente sobre el río Guadalquivir, por lo que se destacó un escuadrón de caballería a las órdenes del brigadier Villalobos, el cual dispersó la fuerza cristina, matando a siete enemigos y haciendo un prisionero, los demás fueron a Córdoba a dar la noticia de que la expedición de Gómez se aproximaba. Descansó la expedición en Andújar todo el día 28, y el 29 de septiembre, emprendió la marcha de nuevo, agregándose a la salida de la población, el brigadier García de la Para, quién con 30 jinetes a sus órdenes había ido a Andalucía desde la Mancha; y al saber que estaba el cuerpo expedicionario en Andújar, se presentó al general Gómez. Por Villa del Río se penetró en la provincia de Córdoba, pasando por Pedro Abad y pernoctando en El Carpio. El 30 de septiembre, los carlistas franquearon el río Guadalquivir por el puente de Alcolea y se aproximaron a la ciudad de Córdoba.

Toma de Córdoba por el general Gómez

Anticipándose a las demás fuerzas, se habían adelantado el general Cabrera y el brigadier Villalobos con sus ayudantes y escolta de caballería, por lo que llegaron una hora antes que el grueso de la expedición. Las puertas de la ciudad estaban cerradas y atrancadas; pero habiendo observado que el portillo de Baena estaba desguarnecido, se apeó el ayudante Domingo y Arnau, quien con un hacha empezó a forzarlo; pero unos vecinos carlistas acudieron, quitando el impedimento que obstruía la entrada. Una sección de nacionales de Iznájar, que acudían a guarnecer el puesto, fue sorprendida por la caballería que irrumpía, se desbandó, siendo perseguida por los jinetes carlistas, buscando refugio en los fuertes del Palacio Episcopal, Seminario de San Pelagio, Caballerizas e Inquisición. El brigadier Villalobos, que se había lanzado a galope por la Carrera del Puente, sufrió una descarga de cuatro nacionales, apostados en la posada de la Espada, cayendo mortalmente herido de un balazo en la frente. Conducido expirando al Hospital de la Caridad, murió enseguida, y fue enterrado en el cementerio del mismo hospital.

Mientras los caballos de los ayudantes y los lanceros carlistas recorrían la población, hacia las tres de la tarde llegó grueso de la expedición, que circunvaló con los batallones aragoneses y valencianos los fuertes donde se habían acogido los nacionales para proseguir la defensa, quedando encargado de la toma de esas posiciones cristinas el coronel Llorens.

Al anunciarse el avance de los carlistas sobre Córdoba se había reunido la Diputación Provincial constituida en Junta de armamento, en esta reunión se había creído conveniente que el anciano brigadier Teodoro Calvez Cafiero, a quien por su edad avanzada no se consideraba con suficiente autoridad para dirigir la defensa, cediera el mando al Tcol Bernardino Martí. Este se encerró en los fuertes, y a la primera intimación a que se rindiera, y como Martí era propicio al cese de las hostilidades, fue nombrado en su lugar el coronel Francisco Antonio de Villar. El fuego no cesó en toda la tarde del 30 de septiembre, y la noche se pasó en estas negociaciones.

En la madrugada del 1 de octubre, se reemprendió el fuego. El primero en rendirse de los reductos interiores fue el de Caballerías, al que siguió la capitulación del Palacio Episcopal, donde había unos 2.200 nacionales y paisanos armados. Estos depusieron las armas después de un violento asalto de los batallones valencianos y aragoneses; quedaron en poder de los carlistas tres piezas de artillería. Por último, capituló el fuerte de la Inquisición, quedando casi dominada la resistencia de Córdoba.

La noticia de la entrada del general Gómez en Córdoba cundió rápidamente por la provincia, y muchos pueblos se pusieron a favor de Carlos V. Fue tanta la importancia de este alzamiento de los pueblos cordobeses, que el general Gómez tuvo que dictar una disposición por la que se daban reglas e instrucciones para la constitución de los ayuntamientos.

Se formó en Córdoba el quinto escuadrón provisional, compuesto casi todo de yeguas procedentes de la yeguada que tenía en Córdoba el ex-infante don Francisco de Paula. Quedó como jefe de este escuadrón Carlos Tasier. Se extendieron los nombramientos de jefes a los guerrilleros Jurado y Méndez y se extendieron autorizaciones para levantar nuevas partidas. Por la muerte en la entrada de Córdoba del brigadier Villalobos, fue preciso nombrar para sustituirle en el mando de la caballería de la fuerza expedicionaria al brigadier don Manuel Armijo. La noticia de que en los fuertes de la Inquisición y del Palacio Episcopal se habían hallado grandes cantidades de mercancías de los comerciantes cordobeses, fondos procedentes de la administración del Estado, fondos de particulares y todas las alhajas de oro, plata y pedrería de los conventos suprimidos, fue comunicada al general Gómez. Este dispuso que se creara una Junta, compuesta de miembros del Cabildo de la Catedral de Córdoba y otros eclesiásticos y de la división expedicionaria, para que tomara a su cargo la custodia de dichos bienes y la devolución a los particulares de sus propios objetos y mercancías.

El general Gómez, después del éxito conseguido en la provincia de Córdoba, decidió pasar a la de Sevilla, pues las noticias que recibía le anunciaban que su entrada en la provincia provocaría un alzamiento general de la misma, ya que los trabajos de conspiración venían realizándose desde largo tiempo. Decidió entonces salir con las divisiones de Castilla y Aragón, dejando en Córdoba la división valenciana, así como el BI-VII de Castilla, que, de reciente formación, se encargó de la custodia de los prisioneros. También quedaron los batallones cordobeses que debían formar el núcleo de una nueva división andaluza. Todo ello bajo el mando del brigadier marqués de Bóveda de Limia.

Acción de Alcaudete

Cuando estaba ya preparada la fuerza para su salida en dirección a Carmona, llegaron, procedentes de Baena, Montilla, Lucena y Castro del Río, numerosos mensajeros que anunciaban que el general cristino Escalante, con una fuerte columna que ascendía unos 5.800 efectivos, procedente de Málaga, amenazaba entrar en el Reino de Córdoba por aquella parte. Esto fue la causa de que Gómez desistiera de su marcha sobre Carmona, ya que consideró perentoria la llamada que se le hacía. Marchó entonces la fuerza que tenía preparada, por Torres Cabrera, a Castro del Río, donde pernoctó el 4 de octubre. El día siguiente, a primera hora de la mañana, al saberse que la columna del general Escalante estaba en las proximidades de Baena, se destacó el general Cabrera con el EC-1 y el EC-2 de Aragón, llevando una compañía de cazadores a la grupa para buscar al enemigo.

Escalante solo tenía destacada la caballería en Baena, y al aproximarse los carlistas, emprendió la retirada hasta el río Alcaudete, donde tenía la infantería. Allí se empeñó una acción cuyo resultado fue que la caballería cristina, reforzada con fuerzas salidas de Alcaudete, se viera acosada por los aragoneses, y abandonando su infantería huyera hasta Martos, perseguida constantemente por los jinetes de Cabrera. Quedaron prisioneros de los carlistas 238 infantes de un BI provincial y 60 jinetes del escuadrón de Madrid y del de Carabineros de Costas y Fronteras. Solamente habían escapado 26 soldados de infantería, que se entregaron, aquella misma noche, a los paisanos que encontraron, quienes, muy satisfechos por su presa, los presentaron al día siguiente en Baena, adonde se retiraron los carlistas, después de la acción, para reunirse al grueso de la fuerza.

El 6 de octubre, se reemprendió la marcha, descansando algún tiempo en Cabra y pernoctando en Lucena. El día 7, se llegó temprano a Montilla. Cuando estaba la fuerza descansando, llegaron, procedentes de Córdoba, la brigada valenciana y la cordobesa, junto con los prisioneros, custodiados por el VI-VII de Castilla; el tren, los equipajes y la impedimenta, mandados por el marqués de Bóveda de Limia, al que acompañaba la Junta carlista superior de Córdoba y personas destacadas que se habían distinguido durante la ocupación carlista.

La causa de que el marqués de Bóveda hubiese evacuado la ciudad fue que supo la llegada a Bailén de las tropas cristinas del general Alaix, y, por consiguiente, estaba amenazada Córdoba, que no podía defender con tan exigua fuerza. En vista de esto, quedaba ya abandonada la idea de pasar a la provincia de Sevilla.

Deslealtad de Alaix

El 8 de octubre, pasaron los expedicionarios por Nueva Carteya, y de allí, a pernoctar en Cabra. Antes de partir de Montilla, mandó dos emisarios al general Alaix, con el fin de que le entregaran un oficio en el que se pedía la regularización de la guerra. Fueron los mensajeros, el Tcol agregado al Estado Mayor del general Gómez, Andrés Cuéllar, y el prisionero coronel cristino de Estado Mayor, Esteban Pastor, jefe político de Córdoba y uno de los que se rindieron en el fuerte de la Inquisición.

El coronel Pastor había dado palabra de honor de regresar a su prisión cuando hubiera llevado su cometido cerca de Alaix. Este general no contestó al general Gómez, pero ordenó que quedara preso el coronel Cuéllar. Por su parte, el coronel Pastor, faltando a la palabra empeñada, se quedó en el campamento cristino, volviendo a ejercer sus funciones de jefe político de la provincia de Córdoba.

En Cabra, el general Gómez ordenó al brigadier Arroyo que con dos batallones castellanos y un escuadrón, apoyados de dos piezas de artillería de campaña cogidas en Córdoba, pasaran a Iznájar para reconocer su terreno y estudiar, su fortificación, con el fin de establecer un centro de operaciones y fijarse en el país. Hicieron el reconocimiento del terreno el brigadier Arroyo y el comandante de ingenieros José Melero, quienes oficiaron a Gómez no ser posible la fortificación por la falta de agua y necesitar mucho tiempo a fin de hacer los reparos para fortificar el castillo, lo que se consideraba indispensable. Gómez ordenó entonces que se enterraran las dos piezas de artillería. Más tarde se dio gran publicidad cuando las encontraron los liberales, alegando una “fuga desordenada”, cuando en realidad fue porque el carretero que las condujo al lugar del enterramiento denunció el hecho.

Como Alaix mantenía el mayor silencio como respuesta a sus reiteradas proposiciones para que el Convenio de Eliot se aplicara de común acuerdo; decidió en Priego de Córdoba, intentar una última gestión, siguiendo los procedimientos habituales en el Norte en tales casos, y que eran los que la guerra entre caballeros estipulaban. Sin tener en cuenta el fracaso de la gestión anterior, mandó el coronel jefe del BI-IV de Castilla, Manuel Rodríguez Alcántara, con el ayudante del general Gómez, Santiago Lirio, un cometa y dos ordenanzas, al cuartel general de Alaix, que se hallaba en Alcalá la Real (Jaén). Previos los toques reglamentarios y reconocimientos reglamentarios en tales casos, el coronel Rodríguez Alcántara pasó al alojamiento de Alaix y le entregó un oficio reducido a pedir que se señalaran los pueblos para el establecimiento de hospitales y depósito de prisioneros, con arreglo al Convenio Elliot. La única respuesta de Alaix fue hacer prisionero al coronel Rodríguez Alcántara, Lirio, los ordenanzas y el trompeta, que fueron mandados a Granada.

Acción de Cabra

El 11 de octubre, la fuerza expedicionaria salió de Priego para Montilla, y al llegar a Cabra el general Cabrera, que iba a la vanguardia con sus ayudantes y escolta, vio de improviso en la población a jinetes cristinos. Contra ellos marchó inmediatamente, cargando sobre la caballería cristina, mientras avisaba al general Gómez, quien dispuso que un escuadrón se adelantara a la vanguardia, mientras que el resto de la columna redoblaba el paso. Cabrera, con su refuerzo; persiguió a los cristinos largo trecho, dispersándolos completamente y causándoles 30 muertos. Esta pequeña acción fue realizada contra 108 carabineros de Sevilla que el capitán general de Andalucía, Carlos Espinosa, había situado en Fuertes de Andalucía (Sevilla) y que habían avanzado para observar a las fuerzas carlistas. Después de reposar en Montilla, la expedición marchó el día 12 a Córdoba, donde entró en medio del entusiasmo del pueblo. En Córdoba estuvieron los días 12 y 13 de octubre descansando.

Emprendió la marcha de madrugada, y cuando ya estaban solos algunos núcleos en las afueras, llegaran las avanzadas de Alaix, que tenía una operación combinada con Espinosa, pero le salió frustrada por la marcha de la expedición. El 14 de octubre, se pernoctó en Villaharta y el 15 pasaron por Conquista, Torreblanco, Pedroche llegando Pozoblanco (Córdoba), donde descansaron. En esta población Gómez dio prueba de caballerosidad, poniendo en libertad a los nacionales que llevaba prisioneros, después de jurar que no tomarían las armas contra Carlos V.

Gómez amaga La Mancha

Gómez emprendió su marcha el 16 de octubre, por Santa Eufemia, y dejó la expedición la provincia de Córdoba, entrando en la de Ciudad Real, y el mismo día llegó a Alamillo.

El día 17, por Fuencaliente, marchó con dirección a Almodóvar del Campo. Había hecho esta marcha el jefe carlista, porque hasta él habían llegado exageradas informaciones de que el Gobierno cristino estaba preparándose para salir de Madrid ante la noticia de que el general Villarreal había franqueado el río Ebro en dirección a la Corte. Estas noticias, completamente falsas, fueron origen de algunos movimientos realizados por Gómez, que no tendrían explicación alguna; teniéndolos en cuenta se comprende por qué abandonó la provincia de Córdoba para entrar en Castilla la Nueva.

Juzgó, que, de ser cierta la noticia, el Gobierno solo tenía dos caminos, para su fuga el de Extremadura o el de Peñarroya, y así procuró situarse en Sierra Morena, para seguir a los montes de Toledo, donde tendría en observación los dos caminos posibles al Gobierno. En Fuencaliente, Gómez se enteró de que no había nada cierto del propósito del Gobierno de marcharse de Madrid, ni tampoco se le confirmó el paso del Ebro por Villarreal. Lo que sí supo fue que una fuerte división, mandada por el general Rodil, estaba en Almodóvar del Campo.

Habiéndose asegurado por la confidencia de que dos cuerpos de los que formaban la división de Rodil esperaban la proximidad de Gómez para pronunciarse en favor de Carlos V. Avanzó el cuerpo expedicionario vivaqueando en el sitio conocido por Las Navas, en plena Sierra Morena, a poca distancia de donde estaban los regimientos a los que se atribuían dichos propósitos. Las avanzadas carlistas llegaron hasta Ventillas. Allí supieron que los regimientos habían variado de acantonamiento. Al día siguiente, 18 de octubre, la expedición retrocedió a Fuencaliente, donde pernoctó y se reunió además las fuerzas destacadas, que habían llegado a Solana de Río para conocer la situación del enemigo. El 19 por la mañana se reemprendió la marcha hacia Andalucía, entrando en la provincia de Córdoba.

La segunda entrada en Andalucía del general Gómez fue el 19 de octubre, y su estancia fue muy corta. El 19 pernoctó en Conquista (Córdoba), el 20 en Torrecampo, el 21 en Pedroche; el 22, después de pasar por Pozoblanco, descansó en Torremilano, y el 23, después de marchar a Santa Eufemia, entró en la provincia de Ciudad Real, y en la misma pernoctó en Alamillo.

Toma de Almadén por el general Gómez

El 23 de octubre, descansando en el pueblo de Alamillo. Por un lado, no habían sido capaces de tomar ningún pueblo y por otro tenía especial interés en quitar el principal nido de Sierra Morena, en donde se guarecía el inglés Flinter, comandante general que se titulaba de la columna de Extremadura; al que temían extraordinariamente todos aquellos pueblos por sus crueldades y tropelías. Sea como sea, es indudable que si Gómez pensaba marchar a Extremadura, como lo hizo, la situación de Almadén era molesta para su maniobra.

Además, tenía como gobernador militar y superintendente de las minas al brigadier de artillería don Manuel de la Puente Aranguren. Habla organizado un batallón de voluntarios, reparado el caserón llamado la Enfermería, rehabilitado el fuerte establecido por los franceses en la Guerra de la Independencia, dándole el nombre de María Cristina. Construyó 13 tambores y barricadas para asegurar las entradas de la población, sin olvidarse de reparar todos los corrales que daban al campo. De hecho, el brigadier Puente Aranguren habla convertido en población fortificada la villa de Almadén. Cuando la vecindad de las fuerzas de Gómez en la provincia de Córdoba y comarcas limítrofes de Ciudad Real le advirtió el peligro, procuró obtener, como obtuvo, que el brigadier Flinter acudiera a Almadén con su columna de movilizados de Extremadura.

También obtuvo del Marqués de Rodil la seguridad de que el cuartel general de este no se desviaría mucho de aquel punto, para acudir con prontitud a donde fuera necesario. Todavía no había pasado el límite de la provincia el cuerpo expedicionario carlista, cuando Aranguren comunicaba al general Rodil su propósito de defenderse; engañado quizá por lo ocurrido anteriormente, cuando Gómez había entrado en la provincia sin internarse hasta Almodóvar del Campo. El día 22 de octubre, recibía una comunicación pidiendo raciones para la fuerza expedicionaria. La contestación fue arrogante; no la dio el Alcalde, sino el mismo brigadier Puente: «Almadén no se dan raciones si no se conquistan con plomo

El guante había sido arrojado, y Gómez debía recogerlo. Así; el 24 de octubre, sobre las ocho de la mañana, las fuerzas carlistas llegaron delante de Almadén, comenzando inmediatamente el fuego por los batallones, que se situaron alrededor del pueblo. Por la tarde, los batallones valencianos y aragoneses lograron entrar por la parte Sur y Este, mientras los batallones llamaban la principal atención del enemigo por el Norte y el Oeste. La artillería carlista disparó, apoyando el ataque, y en medio del más violento fuego, la población fue tomada por los carlistas al asalto. Los defensores se encerraron en algunas de las casonas que tenían preparadas, los carlistas las prendieron fuego que se propagó a las inmediatas. Se produjeron algunos casos de saqueos, pero pronto fueron controlados.

En la misma noche, cuando ya se había refugiado la guarnición en los fuertes y caserones para su defensa, el general Gómez dirigió, por medio del alcalde de Almadén, Manel del Álamo, una intimación para que se rindieran; la contestación de Puente, entonces menos arrogante y bravucona, fue: «diga usted a Gómez que aún no he llenado los deberes que el honor me impone, y a los vecinos, que no es mía la culpa de su infortunio».

En la misma noche, la iglesia contigua a la enfermería cayó en poder de los carlistas, prosiguiendo la lucha, horadándose varias casas para pasar de unas a otras y desalojar a los cristinos. Desde las bóvedas de la iglesia se podía atacar el fuerte donde residía Flinter, mandando abrir algunas troneras que daban sobre la posición del brigadier inglés. A las once de la mañana del 24 de octubre, ya estaba en poder de los carlistas la mayor parte de la posición defensiva de los liberales, que quedaba reducida al fuerte de María Cristina. Aun así, sea que Puente Aranguren tuviera esperanza de que entrara en fuego la división de Rodil para socorrer a los defensores, continuó manteniéndose, hasta que, por fin, a las cuatro de la tarde, los carlistas consiguieron la capitulación de los últimos que resistían.

La lección fue dura, puede decirse que de todo el resto de la campaña de Gómez, en que no encontrara resistencia ya en ninguna población, Almadén fue la causa. Si Requena envalentonó a las guarniciones, Almadén las desanimó. Los carlistas tuvieron unas 50 bajas (50 según Delgado y 200 según Pontes). El número de prisioneros que se entregaron fue de 1.767, comprendiendo los brigadieres Puente y Flinter. Sobre el campo de batalla fue ascendido a capitán el teniente de cazadores de Valencia Manuel Porice de León, por haber sido el primero que entró en las ocho o diez casas de la población.

Después de la conquista de Almadén, la fuerza expedicionaria marchó a Chillón, donde descansó. La proximidad de Rodil y la posibilidad de que operara combinado con Alaix aconsejaron a Gómez que saliera de Chillón antes de amanecer el día 26 de octubre; emprendió la ruta para Extremadura.

Regreso de los expedicionarios a Andalucía

Otra vez volvió a entrar en Andalucía la expedición del general Gómez. El 7 de noviembre, procedente de la provincia de Badajoz, entraba en la de Sevilla, descansando en Guadalcanal, donde permaneció el día 8. Con el propósito de fijar la guerra en Andalucía, con la base de la serranía de Ronda, emprendió su marcha por la provincia de Sevilla. El día 9, pasó por Alanís y de allí a pernoctar a Constantina. Al día siguiente siguió por Puebla de los Infantes, cruzó el río Guadalquivir, pasando la infantería por las barcas y un puente de carros que se construyó para ello y vadeándolo la caballería; marchó luego a Palma del Río (Córdoba), donde descansó. En esta población supo que las autoridades de Córdoba, temerosas de una nueva entrada de los carlistas en la capital, habían salido para Sevilla, acompañadas de un batallón de infantería de Marina y varios nacionales, y habían pasado aquella noche por la Luisiana.

Dispuso inmediatamente el general Gómez que dos escuadrones salieran a primera hora de la madrugada para Fuentes de Andalucía, a fin de cortarles la marcha; pero llegaron después de haber pasado aquel punto y solo pudieron alcanzar dos carros con armamento y vestuario del RI provincial de Écija, quedando prisioneros 4 soldados de la escolta, 12 de Marina y 16 nacionales, que habían quedado rezagados. Al día siguiente, (12 de noviembre), entró la expedición, después de pasar el río Genil por el puente, en la ciudad de Écija. El general Gómez se alojó en casa de Rosario de Bermuy, marquesa viuda de la Garantía.

Las autoridades de Écija habían huido, menos su alcalde, Juan D. Armesto, que procuró reducir en lo posible las peticiones en metálico y raciones que hizo el general Gómez. Permanecieron en la ciudad todo el día 12 y el 13, y siguieron hacia Osuna. El 14 de noviembre, estuvieron en Marchena, y el 15 pasaron a la provincia de Cádiz, pernoctando en Olvera, de donde salieron el 16, para llegar el mismo día a Ronda (Málaga). No hay que decir que Sevilla vivió de nuevo horas de inquietud para unos y de esperanzas para otros, tomándose de nuevo precauciones en el interior y disponiéndose a la resistencia por parte de las autoridades. Se consideró como el lugar amenazado la puerta de Carmona, que fue confiada para su defensa al coronel Pedro Tomás de Córdoba.

La expedición de Gómez en la Serranía de Ronda

El 16 de noviembre, la expedición de Gómez llegaba a Ronda, se hizo sin ninguna dificultad, ya que la columna que mandaba el brigadier Antonio Ordóñez, comandante militar de la Serranía de Ronda, al avanzar las fuerzas expedicionarias, la había evacuado con su fuerza de 1.500 hombres y 100 caballos. Si bien no presentó defensa alguna, en cambio, antes de retirarse a Casares, propagó noticias sobre supuestas atrocidades cometidas por los carlistas. En Ronda se descansó todo el 17 y 18, pero se tomaron ciertas providencias para estar al tanto de los movimientos de los cristinos. Así, fue designado el coronel Fulgosio para que con dos batallones se adelantara hasta Gaucín para observar las fuerzas de Ordóñez, que estaba en Casares.

En Gaucín el fuerte estaba ocupado por dos compañías cristinas; pero el comandante del mismo comunicó por un parlamentario al coronel Fulgosio que si no se hostigaba el fuerte, la guarnición de este, tampoco haría acto ninguno contra los carlistas que ocuparan el pueblo. Así se hizo, por lo que los carlistas, pudieron ocuparlo con toda tranquilidad. Como ocurría generalmente en Andalucía, el pueblo estaba muy abandonado por sus habitantes, que, temerosos de las supuestas violencias carlistas que la prensa liberal inventaba continuamente, huían ante el avance de las fuerzas expedicionarias, quedando solo los vecinos que por sus convicciones los acogían como libertadores.

En Ronda, el general Gómez extendió los nombramientos de jefes de fuerza a los que debían levantar partida y, en su consecuencia, se lanzaron al campo en la Serranía Francisco Limón y Francisco Gallegos, quienes se mantuvieron en campaña durante bastante tiempo. Para la mejor organización de la fuerza, el general Gómez dividió el cuerpo expedicionario en dos divisiones: la primera, formada por los batallones de Castilla, a las órdenes del brigadier Arroyo, y cómo JEM del mismo, el coronel José Barradas, y la segunda división, con las tropas de Aragón y Valencia, a las órdenes del brigadier Quílez, y como JEM el coronel José Puértolas. Siguió del JEM General el coronel Castillo.

El 19 de noviembre, se emprendió la marcha para Atajate y pueblos vecinos, marcha efectuada al saberse que la división del general Rivero marchaba sobre Ronda con el fin de impedir el levantamiento general de la Serranía. Comprendiendo que tampoco podían radicar la guerra en la Serranía de Ronda, como se había propuesto, el general Gómez decidió dar un golpe de efecto llamando la atención del enemigo sobre el Campo de Gibraltar, y desde allí, en rápida contramarcha, buscar la salida por Arcos de la Frontera. En su consecuencia, pasando por Benadalid, la expedición se presentó en Gaucín el 20 de noviembre, reuniéndose la fuerza del coronel Fulgosio. El brigadier Ordóñez abandonaba entonces Casares para dirigirse a San Roque (Cádiz). Un batallón carlista, con los prisioneros, el tren y el hospital, marchó a Casares, adonde también fue el comandante Melero de ingenieros, con objeto de acabar la fortificación del pueblo; ya que se creía que en cinco o seis días podría quedar apto para la defensa. Se empezó a almacenar víveres, desaguar las cisternas, que habían ensuciado con pólvora los cristinos al retirarse, y, en fin, a reparar y construir los parapetos.

El 21 de noviembre, el resto de la expedición emprendió su marcha, cruzando el río Guadiana, hasta entrar en San Roque (Cádiz). E BI-II de Valencia, con el coronel Llorens, quedó en Gaucín bloqueando el fuerte, y los destacados en Casares continuaron sus trabajos. Pero el día 22, se presentaron ante Gaucín las fuerzas del general Rivero, atacando al BI-II valenciano, entonces, desde el fuerte, se abrió fuego contra los carlistas, defendiéndose heroicamente el BI-II de Valencia desde las cuatro de la tarde hasta las once de la noche, y entonces, asegurados de que los que ocupaban Casares habían marchado para unirse al cuerpo divisionario, el coronel Llorens, con su batallón, emprendió la retirada a San Roque.

La expedición de Gómez delante de Gibraltar

La proximidad de la expedición de Gómez a la ciudad de Málaga, tuvo también sus horas de pánico. Fue tal que las autoridades cristinas abandonaron la ciudad embarcando en la fragata inglesa Tyre. Gómez llegó a San Roque el día 21 de noviembre, y un escuadrón que le había precedido persiguió a las tropas del brigadier Ordóñez hasta obligarle a situarse bajo el amparo de los cañones ingleses de Gibraltar. En La Línea de la Concepción (Cádiz), no era muy cómoda la posición en que se colocó Ordóñez para escapar de los carlistas. El gobernador militar británico de Gibraltar, general Woodford, mandó a un ayudante para comunicar al general Gómez que, si las tropas carlistas entraban en territorio inglés, haría fuego contra ellas.

El 22 de noviembre, la primera división, compuesta de los batallones castellanos, marchó a Algeciras, pasando antes el río Palmones. Para llegar más rápidamente, se siguió por la playa, por lo que el bergantín inglés Jesseur, la corbeta portuguesa Eliza y dos guardacostas españoles el San Francisco, mandado por el teniente de navío Ciriaco Patero, y la barca Lince, armados ambos con 1×18 y 1×12 cañones y de 2×12 carronadas, rompieron el fuego contra la división carlista. Se dispararon unos 200 cañonazos, sin causar otra baja que la del subteniente Faustino Rodríguez, del BI-II de Castilla, que fue herido gravemente en una pierna, la que tuvo que serle amputada, de cuya herida falleció al día siguiente en Algeciras; la división aragonesa quedaba en San Roque, con el brigadier Quílez observando a la fuerte columna del brigadier Ordóñez, que no se movía del amparo de los cañones ingleses.

Sin embargo, la presencia de Ordóñez molestó al general Gómez, porque este tenía el propósito de surtirse de calzado y algunos otros efectos en Gibraltar; pero al interponerse, Ordóñez lo imposibilitó. Quedaba la bahía de Algeciras, pero el capitán de navío Fernando Muñoz, había reunido en aquellas aguas, además del San Francisco, las barcas Neptuno, Aníbal y Lince, los faluchos Relámpago y Lince Pequeño, con artillería de 8, y los escampavías Limeño y Fandango. Además, tenía la asistencia del bergantín inglés y de la corbeta portuguesa. Si bien no era una escuadra que digamos, se ha de tener en cuenta que Gómez no poseía ninguna embarcación, y, por tanto, las compras hechas en Gibraltar hubieran caído en poder de los cristinos.

Lo que sí constituyó en el orden moral un verdadero acontecimiento fue ver en el extremo sur de España aquellas fuerzas carlistas que hacía cinco meses habían salido de las Vascongadas. Jefes de alta graduación del ejército inglés, damas de aquella nacionalidad, oficiales de todas categorías, unos a caballo, otros en coche de tiro, marcharon a San Roque para admirar y conversar con los voluntarios carlistas. Fue el acontecimiento en Gibraltar, apareciendo en los periódicos de Inglaterra de aquel tiempo. En Algeciras la Junta Superior de Córdoba pensó pasar a Gibraltar, ya que Gómez había resuelto dejar Andalucía. De acuerdo con el cónsul de Francia, y en la falúa de este, embarcaron el deán de la catedral de Córdoba, Antonio González de Villar; el vicepresidente de la Junta Superior de Córdoba, Juan Tadeo Pastrana; el canónigo de Córdoba y vocal de la Junta, Juan Olalla Sánchez; el abogado y miembro de la misma, José Merolo, antiguo guardia de Corps de Fernando VII, y el religioso exclaustrado José Martín, todos pertenecientes a la misma Junta.

El 23 de noviembre, a las once de la mañana y con los pasaportes correspondientes, emprendieron su marcha; pero a los pocos instantes fue abordada por el San Francisco y detenidos todos los pasajeros. En otra balandra inglesa iban el cónsul francés M. R. Labal y el señor Díaz Calderón, siendo después apresados por el mismo buque cristino.

Batalla de Arcos o de Majaceite (25 de noviembre de 1836)

El mismo 23 de noviembre, a las dos de la tarde, emprendieron la marcha las dos divisiones, dejando en Algeciras la castellana y volviéndola a ocupar la guarnición cristina, que desde la llegada de los carlistas se había refugiado en la Isla Verde y San Roque, evacuado por la división aragonesa ante el avance de la división cristina del general Rivero. Para observar al enemigo, el brigadier Bóveda de Limia se situó con un batallón en Jimena de la Frontera, mientras las demás fuerzas siguieron por Los Barrios, cruzaron el río Palmones y acamparon en la Venta del Castaño, entre Alcalá de los Gazules, adonde habían marchado el 24, y Arcos de la Frontera. En la Venta se les agregó el batallón destacado en Jimena de la Frontera que había sido hostigado en su camino.

El marqués de Bóveda de Limia había comprobado la aproximación de las fuerzas cristinas mandadas por el general Rivero. Los 6.000 efectivos expedicionarios estaban encerradas en un cuadrilátero, cuyos vértices tenían el brigadier Narváez, en Arcos; el general Alaix, en Ubrique; Rivero, en Alcalá de los Gazules, y otras fuerzas de marina y guardias nacionales, en Medina Sidonia, apoyadas en las que estaban en Chiclana de la Frontera. Constantemente la expedición estaba amenazada por tres o cuatro fuerzas enemigas, cada una de ellas superior a la carlista y siempre con mejores puntos de apoyo y más descansadas, en total unos 25.000 efectivos.

Tenía, además, Gómez el inconveniente de arrastrar consigo la impedimenta, aumentada con los prisioneros y sus enfermos y heridos. En la situación en que se encontraba, comprendió que debía forzar el paso por delante de Arcos de la Frontera, donde estaba Narváez. En esa dirección emprendió su marcha en la madrugada del 25 de noviembre, en cuyo día se libraría la batalla de Majaceite o de Arcos, donde combatieron las fuerzas de Gómez contra las de Narváez.

La batalla comenzó al vadear sus cazadores el río Majaceite (Guadalcacín, afluente del Guadalete), oyeron tiros a su izquierda y se retiraron para acudir donde se presentaban los carlistas, que se situaron en el monte Majaceite. Para salvar su bagaje, descendieron los carlistas el monte, cruzaron un valle y presentaron una nueva batalla en la sierra de Asnar; los carlistas ocuparon un arco a la izquierda de Narváez, y apoyándose en la sierra de Asnar y teniendo a su espalda el Majaceite, combatieron contra los cristinos.

El BI-I/4 de la Princesa, mandado por el JEM Ros de Olano y apoyado por el BI-II/4 y el RI-1 del Rey, cargaron con valentía a la bayoneta, en un terreno poco propicio para la caballería. A pesar de la inicial retirada de los carlistas, estos se reorganizaron y volvieron a presentar batalla en la colina de Vallejas. Narváez ordenó un asalto a bayoneta, y con el apoyo de la caballería, que se encontró con un barranco insuperable y no pudo avanzar. El ataque se estancó y al conocer que la impedimenta estaba a salvo, ordenó el repliegue que efectuado por los batallones castellanos en escalones, no cediendo una altura hasta que la fuerza que cubría la siguiente estuviera en su posición.

La mayor pérdida de Gómez en prisioneros fue durante la retirada, que se hizo de noche, lo que explica que se extraviaran algunos grupos. Muy de madrugada, tras un pequeño descanso, emprendió Gómez su marcha a Morón de la Frontera. En el trayecto fue hostigado por una fuerza de 350 nacionales y caballería mandados por el coronel Hipólito Silva. La caballería carlista, que, al parecer, había custodiado la impedimenta, operó contra los cristinos que se refugiaron en Montellano al amparo de la división Alaix. Aquel día las tropas expedicionarias pernoctaron en Osuna, mientras la avanzada se situaba en Estepa.

Las pérdidas cristinas, según la Gaceta de Madrid fueron de 4 muertos, 40 heridos y un contuso, ciertamente muy por debajo de la realidad, que debieron de ser moderadas y las bajas carlistas debieron de ser altas, aunque no he encontrado datos.

De allí salieron a las dos de la madrugada para Puente Don Gonzalo (actual Puente Genil, Córdoba), incendiando el puente sobre el río Genil para retrasar la marcha de la caballería cristina que los seguía. El 28 de noviembre, por Zapateros, fue a Cabra, donde se llegó al amanecer, con la consiguiente fatiga de unas fuerzas que no habían podido descansar. Allí supo que Narváez, con su caballería, estaba en Lucena y que la infantería de la antigua división de Alaix, mandada entonces por el coronel Cauta, estaba en Zapateros. Ordenó entonces que la impedimenta y los prisioneros siguieran para Baena, donde acamparía, esperando a la infantería, que había quedado en Cabra con solo cuatro horas para racionarse. El 29 de noviembre, después de haber pasado por Baena, llegaron a Alcaudete a media tarde. Poco antes de entrar en el pueblo, Gómez se disponía a ordenar que se siguiera hacia Martos; pero los Jefes del cuerpo le hicieron notar que las tropas estaban muy fatigadas, que la noche anterior no habían dormido y solamente habían tenido un descanso de cuatro horas. Gómez accedió a entrar en Alcaudete.

Sorpresa de Alcaudete

La situación de las fuerzas carlistas era que estaban más descansadas y con constantes refuerzos, por lo que al llegar a Alcaudete recorrió los alrededores del pueblo, acompañado del coronel Fulgosio, disponiendo que 18 compañías y media, con la correspondiente caballería, hicieran el servicio de avanzadas y grandes guardias con los correspondientes retenes. Sobre las once de la noche fueron despertados por toques redoblados. Era que la caballería cristina se había metido por las calles del pueblo a la carrera.

Sin duda, por la fatiga de las fuerzas de la vigilancia, no se había tomado la correspondiente precaución para evitar la sorpresa, y cuando por la ruta de Priego la caballería cristina se dejó ver, ya era demasiado tarde para dar tiempo a formar las tropas. Inmediatamente, formó en el exterior del pueblo el BI-II de Castilla, y a su amparo se formaron las demás fuerzas. La sorpresa de Alcaudete, no debe atribuirse a la negligencia de Gómez, sino al estado realmente de fatiga en el que se hallaban las fuerzas carlistas. Las pérdidas materiales (quedaron a manos de los cristinos la tesorería, el tren y el hospital), excepto algunos guardias nacionales prisioneros, los que guardaba Gómez, continuaron presos y se salvaron todas las fuerzas de la expedición; pero fue un golpe en el orden moral.

Las fuerzas carlistas, rehechas gracias a la bravura del BI-II de Castilla, que detuvo al enemigo, emprendieron aquella misma noche su marcha a Martos, en donde entraron después de haber pasado el río Salado en Orcuna, por un puente que se construyó por los expedicionarios y la caballería por el vado. Al salir el sol, el día 30 de noviembre, después del corto descanso en Martos, por Jamilena y Torredelcampo (Jaén), pasaron a Menjívar, cruzando el río Guadalquivir por la barca grande y el vado, y llegaron a las diez de la noche a Bailén.

Las fuerzas cristinas no habían perseguido a los carlistas al salir de Alcaudete, y cuando emprendieron la marcha fueron para ir a Jaén. Esto permitió que la noche del 30 de noviembre al 1 de diciembre pudieran descansar los carlistas y no reemprender la marcha hasta el día siguiente, a las ocho de la mañana, en que se siguió con dirección a los pasos de Sierra Morena por Guarromán, Carboneros, La Carolina, Navas de Tolosa, Santa Elena, donde se descansó el día 1, y por Las Correderas se franqueó el puerto de Despeñaperros el día 2. Entrando en la provincia de Ciudad Real y terminando así la atrevida empresa del General Gómez en Andalucía.

Otras acciones en el segundo semestre de 1836

De otras operaciones de los guerrilleros que operaban en Andalucía, poco hay que agregar. Avilés y Jurado recorrían la provincia de Córdoba. Este último, el día 15 de noviembre, tuvo un combate en Doña Menda (Córdoba) contra las fuerzas cristinas del capitán Francisco de la Huerta. Por la parte de la Serranía operaban Limón y la partida mandada por el Cura de Osuna, que a veces entraban en las provincias de Sevilla y Cádiz. En la de Jaén se presenta una nueva fuerza, la mandada por Chinchilla, que se había disgregado de la mandada por Peñuelas. Además, hostigaban constantemente a los cristinos; las mandadas por Francisco Martínez y por Morilla. En el mes de noviembre, las fuerzas mandadas por Peñuelas, se presentaron amenazando ante Baena y Ubeda, pusieron en alerta a Villacarrillo y atacaron el 21 a lbros (Jaén). Un nuevo guerrillero que aparece entonces es Marogo.

Tampoco en otras provincias andaluzas tomaba la guerra incremento. Pequeñas partidas actúan en las partes montañosas, y los manchegos, muy particularmente García de la Parra, de vez en cuando llegaban a atravesar Sierra Morena. Pero en su conjunto poco y de escasa importancia digno de ser señalado. En el mes de enero mueren en escaramuzas el guerrillero conocido por “el Chato” y Cabello en los montes que separan las provincias de Sevilla y Cádiz. En este mismo mes el guerrillero Tomás Galán halló muerte en un tiroteo en la dehesa del Juncar, en la provincia de Málaga.

Por la parte de Sierra Morena el coronel García de la Parra, que había entrado el 30 en Venta de Cárdenas (Ciudad Real), pasó el desfiladero de Despeñaperros y entró en Santa Elena (Jaén) haciendo prisionero al comandante de guardias nacionales, al alcalde y al escribano de dicho pueblo. Acudió en su socorro el subteniente Urbano Martínez, quien libró a esos prisioneros de las manos del rebelde manchego; pero este, al día siguiente, derrotaba a una columna de guardias nacionales procedentes de La Carolina (Jaén), la cual quedó aniquilada.
También, en el mismo mes de febrero, se señala un pequeño tiroteo en el valle de los Pedroches (Córdoba) entre cinco carlistas destacados de la partida que mandaba el conocido por Matalahuga y la columna a las órdenes del capitán cristino Juan Rafael de la Torre, en la que figuraban guardias nacionales de Pozoblanco.
En la provincia de Almería actuaba desde tiempo atrás la partida mandada por N. Caparrós, quién tuvo la desgracia en ese mismo mes de febrero de caer prisionero cerca de Tabernas (Almería). Aunque se intentó reconstituirla, el hecho de haber sido presos Joaquín Hernández y Francisco Ontonar inutilizó los esfuerzos para dicha reorganización. También se libró combate en Vilches (Jaén) entre las fuerzas que mandaba el coronel García de la Parra y una columna cristina procedente de Granada, que mandaba el capitán Benito Morales.
En aquellos mismos días de 1836 en que ya se propagó el rumor del avance de los expedicionarios de Gómez, nuevas unidades de combate son señaladas en la tierra de Andalucía. En Sierra Morena José Peñuelas recorría las abruptas peñas y descendía a veces hasta la loma de Ubeda, reclutando voluntarios por las orillas del río Guadalimar. Le asistía en la recluta el teniente que fue de la 1ª compañía de fusileros del batallón de voluntarios realistas de Ubeda, Francisco Tomás Chinchilla, mientras que llevaba también al combate sus voluntarios el capitán Francisco Martínez, conocido por “el Monjero”.

Operaciones en Andalucía en 1837

Acciones en el primer semestre de 1837

La lucha se mantuvo con mayor o menor intensidad, y en la provincia de Córdoba seguían combatiendo las partidas de Avilés y Jurado; en la de Sevilla, las de Limón y el Cura de Olvera, y, por fin, en las de Jaén estaban las de Ruiz, Francisco Martínez, Chinchilla, Marilla y Peñuela, entre otras.

Comenzó enero con un combate en Iznájar (Córdoba) entre las fuerzas reunidas de Avilés y Jurado y los nacionales de Priego de Córdoba e Iznájar. Las partidas reunidas de Peñuela, Junquito y el Contrabandista atacaron el 4 de enero, la villa de Montoro (Córdoba). Cerca de Morón de la Frontera (Sevilla) se luchaba por Simón contra los nacionales de Morón y Puebla de Cazalla, tropas del RI provincial de Granada y carabineros. Peñuela se decidió a pasar a la Mancha; pero los carlistas andaluces que le siguieron y no querían salir de su provincia, fueron incorporados en febrero a la partida de Martínez, en Villanueva del Arzobispo (Jaén). Pero esto no compensaba el temor que cundió entre los liberales de la ciudad de Córdoba cuando, poco antes, todavía en enero, el brigadier Rujeros había entrado en la provincia de Córdoba por el valle de los Pedroches y deshecho en Torremilano a la columna del capitán Estela.

El 3 de abril, fueron los nacionales de Carmona (Sevilla) los que se tirotean con una partida carlista. El día 23, los nacionales de caballería de Morón de la Frontera hicieron prisionero a Juan García, alias Capote con cinco de sus hombres, y al mismo tiempo fueron aprehendidos los dueños de varios caseríos y un confidente por la ayuda que le prestaban.

Los manchegos de García de la Parra, con las partidas de Peñuela y Morago, que recorrían también La Mancha; invadieron el valle de los Pedroches en mayo, entrando sucesivamente en Torrecampo, Pedroche, Torremilano y Villafranca de Córdoba, llegaron a la vista de Montoro el 31 de mayo, y se revolvieron sobre Andújar; entraron en Javalquinto (Jaén) y amenazaron la ciudad de Linares.

El 20 de junio, García de la Parra penetró en la provincia de Jaén y combatió en Montizón, y al día siguiente en Génave (Jaén).

Acciones en el segundo semestre de 1837

En el mes de julio, al frente de su partida, recorrió Miguel Jurado la provincia de Córdoba y tuvo dos encuentros con los nacionales de Lucena, muriendo en el segundo de estos combates, el 26 de julio. Ruiz, con sus fuerzas, entró en Siles y en Hornos de Segura (Jaén), pasando luego a la Mancha. El 31 de agosto, una partida recientemente formada en Laujar de Andarax (Almería) fue dispersada en dicha población, cuando se dirigía a Sierra Nevada.

El 29 de septiembre, se levantaba en armas en la serranía de Ronda, al frente de una partida, Miguel Borje, dándose a conocer de sus enemigos por haber derrotado a una fuerza cristina en Alhaurín el Grande (Málaga). Los guerrilleros rondeños, Duarte y Santalla se le reunieron, con lo que la facción tomaba tanta importancia que salieron dos columnas para perseguirle: una, mandada por el Intendente Eilizián, y la otra, por Bausá. Se temía un alzamiento general en la serranía, y personalmente se traslada a la misma el capitán general Pelarea para, dirigir la persecución.

En la provincia de Granada, los nacionales de Loja tuvieron un combate con la partida de Borre el 15 de octubre. El 21 habían entrado en la de Córdoba García de la Parra y Peñuela, quienes llegaron a Montoro el 22 y libraron combate en las cercanías de la misma, en el cortijo del Fraile. Al retirarse a la Mancha dejaron organizada una partida que operaría por la parte de Lucena. Otra, mandada por el guerrillero Jerónimo Ron, llegó hasta Arjonilla (Jaén), cogió prisioneros a 26 nacionales y los fusiló.

De mayor importancia todavía que el temido alzamiento de la Serranía de Ronda fue la conspiración carlista para el alzamiento de las Alpujarras. En noviembre se difundió la orden, y en toda aquella abrupta región los carlistas empuñaron las armas. El general Pelarea dispuso que una columna mandada por el Joaquín Simón saliera para la comarca sublevada. A las órdenes del coronel Matías de Castro se reunió buen número de los sublevados en Polopos (Granada), donde se libró el combate contra los cristinos de Simón. Muerto en la acción el coronel Castro y herido su segundo, Arratia, los carlistas se dispersaron, cayendo prisionero este último. Con la muerte de Castro y la dispersión en Polopos terminó esta insurrección.

A consecuencia de la misma se practicaron numerosas detenciones, no solo en las Alpujarras, sino también en Guadix y en Granada. El obispo de Guadix, José de Uranga, fue detenido en su palacio, y su secretario, Cedrín, fue llevado preso a Granada, donde entre los detenidos estaba Don José Enríquez y Campos, quien, perteneciendo a una de las familias más distinguidas de Gra nada, pudo fugarse del Hospital, donde se le atendía, narcotizando a sus vigilantes. También fue acusado de participar en los manejos carlistas el arzobispo de Granada, Alvarez de Palma, conocido por sus ideas carlistas, y que igualmente quedó detenido en su palacio. Fueron acusados los religiosos del convento de San Diego, de Alcalá de Granada, de haber fabricado municiones para los conspiradores.ç

El 17 de noviembre, se reunieron las fuerzas carlistas mandadas por García de la Parra, Peñuela, Peñasco, Maza y Mansilla, quienes, entrando por Sierra Morena, libraron combate en Navas de San Juan (Jaén). Otros encuentros se sostuvieron en Restábal (Granada), por la partida mandada por Moreno, y en Benamaurel (Granada), pueblo en el cual entraron los carlistas. El 13 de diciembre, Peñuela luchaba contra el brigadier Trevijano, en Baños de la Encina (Jaén). El 23 de diciembre, los manchegos llegaron a Andújar y combatieron en Los Escoriales (Jaén). Aunque los carlistas no cejaron, la guerra no pudo regularizarse en Andalucía, siguiéndose el régimen de partidas.

Operaciones en Andalucía en 1838

La segunda expedición de Basilio García en Andalucía

El 31 de enero, las fuerzas expedicionarias de Basilio García y el brigadier Tellada reunidas pasaron por Villapalacios (Albacete), entrando en Andalucía por la provincia de Jaén, el 11 de febrero entraron en Albacete, regresando el 16 de febrero a Andalucía entrando en la provincia de Jaén, el 17 se separaron las expediciones, Basilio García se dirigió a la provincia de Granada.

El brigadier Tellada se dirigió a la provincia de Granada y posteriormente entró en la de Almería, regresó a la provincia de Granada, siendo completamente derrotado y dispersado en la acción de Castril el 27 de febrero. Tellada huyó herido por las provincias de Murcia y Albacete, siendo completamente derrotado y hecho prisionero el Tarazona de la Mancha y fusilado el 13 de marzo.
Basilio García continuó la provincia de Jaén y el 23 de febrero entró en la provincia de Ciudad Real atravesando el paso de Despeñaperros.

Acciones en el primer semestre de 1838

En el mes de enero se señalan unas pequeñas partidas que recorren en la provincia de Cádiz el territorio comprendido entre Canil, Chiclana, Medina Sidonia y Vejer de la Frontera, pero fueron de escasa importancia y solamente sirvieron para alarmar al país. En cambio, sufrieron los carlistas una gran pérdida en Andalucía, cuando el guerrillero Isidoro Ruiz, conocido por Jamila fue entregado a los cristinos por un traidor que recibió como recompensa 6.000 reales, lo que fue un alivio a los liberales de la provincia de Jaén, que temían a este guerrillero.

Entre otros hechos ocurridos en febrero hay que destacar la entrada en la provincia de Jaén de las fuerzas reunidas del coronel García de la Parra y de Peñuelas, que atacaron el día 11 la villa de Marmolejo (Jaén). Una partida extremeña mandada por los Archiduques de Azuaga entró en la provincia de Córdoba, luchó contra los nacionales de Fuenteovejuna, siendo derrotada, cayendo prisioneros la mayor parte de sus componentes. En Martos (Jaén) unos presos que estaban en aquella cárcel lograron fugarse, pero perseguidos por los milicianos, algunos de ellos volvieron a ser prisioneros.

En el mes dé abril hubo también un encuentro en los alrededores de Baena (Córdoba).

El 4 de mayo, García de la Parra y Peñuelas se presentan ante Villanueva de Córdoba, a la que atacan, y luchan luego en Torremilano, donde fue herido Peñuelas, que cayó prisionero pocos días más tarde en Argamasilla de Calatrava. García de la Parra se retiró a Fuencaliente (Ciudad Real), pero de allí marchó de nuevo para Andalucía el 8 de mayo, recorriendo los alrededores de Andújar. En la provincia de Cádiz se levantó una partida formada en el mismo Jerez de la Frontera mandada por el capitán de la milicia nacional Antonio Riva y Pomar, pero perseguida inmediatamente tuvo que dispersarse y sus componentes buscaron el refugio de Gibraltar. A finales de mayo, Morillas, que había entrado en Génave, Torres de Albánchez, La Puerta de Segura y Beas de Segura, recorrió en general la Sierra de Cazorla.

En el mes de junio hay que destacar el curioso incidente que les ocurrió a unos prisioneros carlistas al ser trasladados por el río Guadalquivir de Sevilla a Málaga. En total eran 80 los prisioneros que viajaban en la tartana (embarcación) Carmen, de 37 toneladas, en ruta, como decimos, para Málaga, custodiados por 13 milicianos de Sevilla. Cerca de San Juan de Aznalfarache (Sevilla), unos pocos presos pudieron desprenderse de los grilletes a que estaban sujetos, intentando apoderarse de la embarcación, pero como no poseían armas, fueron fácilmente dominados por sus guardianes. El 25 de mayo, Morillas atacó a Iznatoraf (Jaén). En aquellos mismos días otra partida entraba en Espelúy (Jaén), y luego se batía en El Rumblar (Jaén). Manuel Morillas, el jefe carlista más temido en la provincia de Jaén, se presentó ante Villanueva del Arzobispo desafiando la guarnición el día 28 y luego marchó a Pozo Alcón, desde donde el 30 amenazaba la ciudad de Baza (Granada).

Entre las partidas que por entonces más se destacaban en ese teatro de la guerra andaluz, hay que señalar la que mandada por Reina operaba en la provincia de Sevilla, la que mandaba don Miguel de la O en la provincia de Huelva, la del Tcol Diego Granados que recorría las provincias de Málaga y Almería; así como otras menos importantes que se señalaban en la provincia de Córdoba, muy particularmente por los alrededores de Lucena, Benamejí. Aguilar de la Frontera, Rute y Bujalance.

Acciones en el segundo semestre de 1838

A partir de junio la guerra va decayendo. En el mes de julio, las fuerzas mandadas por el castellano Vera, libró un combate en Torres (Jaén). El día 1 de julio, Morillas atacó de nuevo Villanueva del Arzobispo y luego, reforzada su partida con los quintos que desertaban para no servir a los liberales, atacó Cazorla (Jaén) y luego de nuevo Pozo Alcón, donde fue rechazado. Hubo, un proyecto de insurrección en la provincia de Jaén, conspiración que fue sofocada cuando estaba a punto de estallar. Eran soldados que habían pertenecido a la expedición de Negri y que se habían agregado en el ejército cristino. El proyecto era de, una vez sublevados, libertar una numerosa columna que estaban de paso, en ruta a los presidios, por Bailén. Una vez reunidos los soldados sublevados y prisioneros libertados, se dirigirían sobre Córdoba.

Cazorla volvió a ser atacada por Morillas el 27 de agosto, así como lo fue por el mismo jefe, Pozo Alcon, el 6 de septiembre. En el mes de octubre se acentuó la decadencia de los carlistas. Manuel Peñalver fue batido en Cuevas de San Marcos (Málaga) y su partida dispersada. Siguiendo los cristinos los mismos procedimientos que se empleaban por los liberales en la Mancha, Manuel Morillas moría asesinado en una finca cerca de Villacarrillo (Jaén) y poco después corría la misma suerte el guerrillero don José Moreno en Bujaraiza (Jaén), días después de haber luchado en este pueblo con una fuerza cristina. Habían fracasado las operaciones en la sierra de Cazorla y de Segura, realizadas por las columnas de González Llano y del Tcol Falcón, por lo que se acudió al procedimiento de deshacerse de los jefes carlistas comprando traidores y asesinos.

La persecución de que era objeto en Extremadura el guerrillero Noguera, más conocido por el Rondeño, le obligó a entrar en la parte alta de la provincia de Huelva, pero siempre apuntando a operar en tierras extremeñas. Sin embargo, la tenacidad carlista se demostraba por incidentes, como el caso de un oficial y cinco soldados que trataron de desertar a las filas carlistas, por lo que el 20 de agosto el oficial y un soldado fueron fusilados en Sevilla. Y por una conspiración descubierta en noviembre que tendía a provocar un alzamiento en la Serranía de Ronda.

Operaciones en Andalucía en 1839

En Andalucía las partidas casi no tenían importancia, si exceptuamos la que mandada por Antonio Jódar, que operaba por la provincia de Jaén, y que en el mes de abril recorría los alrededores de Marmolejo, Andújar y Bailén. No hay que decir que era objeto de gran persecución, lo que la fue reduciendo por las presentaciones a indulto de sus componentes y también por los prisioneros que le hicieron.

Hubo una conspiración entre los carlistas que estaban en el presidio de Tarifa, pero la prisión del capitán Manuel Martín Salazar en Algeciras el 3 de febrero, cogiéndole listas de comprometidos y correspondencia con carlistas de Ceuta, imposibilitó que se llevara a cabo. Parece, sin embargo, que los comprometidos estaban en relación con los carlistas de la Serranía de Ronda.

Hubo un proyecto muy atrevido, presentado a Carlos V por lord Ranelagh. Este aristócrata inglés había servido con distinción en el Ejército Real del Norte. Proponía una expedición para tomar Cádiz, a cuyo fin se comprometía a traer al puerto de Bermeo dos vapores y en ellos embarcar un cuerpo de 1.500 hombres para hacerse a la mar. Eran los últimos días de julio y la situación en las provincias vascongadas era precaria, por lo que dudaba el Rey de que los voluntarios se prestaran de grado a esta atrevida empresa. Lord Ranelagh solo pedía que una potencia saliera garante de la mitad del coste de la expedición, en caso de ser apresada. Propuso que fueran garantizadores el rey de Cerdeña o el duque de Módena, pero Carlos V prefería que lo hiciera el Príncipe de Metternich, porque así estaría el conde de la Alcúdia al tanto de los acontecimientos. El desarrollo de los sucesos en el mes de agosto, que terminó con la traición de Vergara, hicieron, que fracasara el proyecto de lord Ranelagh.

Cuando la guerra, después de los sucesos de Vergara, podía darse como terminada en Andalucía, guerrilleros manchegos y andaluces se acogieron en las asperezas de Sierra Morena, confiando en un individuo llamado el Tío Silvestre, que aparentaba ser fiel defensor de la causa carlista. Creyendo que el Tío Silvestre le iba a favorecer, se entregaron en sus manos, quien después de desarmarlos los escondía en cavernas y cuevas de aquella sierra, y cuando los tuvo bien asegurados, guió a las tropas cristinas, que los asesinaron en los mismos sitios.

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2025-12-08. Última modificacion 2025-12-08.
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