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Cabecillas de los martinets
Al frente de las partidas cabría distinguir entre dos tipos de jefes. Por una parte, los líderes de aquellas formaciones que, por motivos ideológicos o económicos, se habían mantenido con las armas en la mano durante el periodo entre ambas guerras. Por otra, los viejos combatientes que, manteniéndose leales a la causa de don Carlos, optaron tras el Convenio de Vergara por el exilio francés y que entonces regresan, con grados militares diversos, al frente de partidas embrionariamente estructuradas tras los Pirineos y reforzadas, una vez en territorio catalán, con nuevos efectivos.
Entre los primeros, además de numerosos jefecillos de bandas de “salteadores de caminos”, que hubieron de ser dificultosamente reducidos a obediencia e incluso a veces represaliados por los comandantes en jefe carlistas, cabe destacar a los Tristanys, comenzando por Benito Tristany, cuya partida, alzada en el Solsonés en 1838, nunca desapareció por completo, enlazando con 1846. Sus sobrinos, que habían combatido a su lado como capitanes, tomaron el relevo tras su muerte, manteniendo viva la lucha en aquella comarca hasta bastante después de concluida esta segunda guerra. Otro lugarteniente de Benito Tristany que formaría después partida propia es Pedro Sorribes, alias el Guerxo de la Ratera.
En muchos de estos casos, aunque no desde luego en el de los Tristanys, el bandolerismo como medio de respuesta a la crisis aparece detrás de la negativa a dejar las armas de unos jefes de partidas que, naturales de las comarcas donde operaban, encontrarían fuertes dificultades de reinserción laboral una vez concluida la guerra.
La relación de los segundos o jefes venidos del exilio sería numerosa, comenzando por el propio Ramón Cabrera, que se había hecho prácticamente inexpugnable en el Maestrazgo a fines de la anterior contienda, o por Borges, cuya fidelidad a las ideas legitimistas le llevaría no solo a participar en las dos guerras carlistas, sino a defender también el “viejo orden”, después de finalizadas estas, sobre el suelo italiano, donde fue a morir defendiendo Nápoles frente a los Camisas Rojas de Garibaldi. También habían tenido mando en tropa durante la Primera Guerra Carlista y Torres de Sanahuja, su segundo, que ya se habían significado como defensores de la monarquía tradicional y de “el rey solo” en el conflicto de 1822 contra el trienio y en el levantamiento de los agraviados o malcontents, en 1827.
En todos estos casos, la firme adhesión a los conflictos tradicionales, el odio al liberalismo, la lealtad a la causa de don Carlos parecen ser el motor principal que empuja a estos líderes al combate. De origen mayoritariamente catalán, sabrán conectar a la perfección con los hombres que nutrirán sus partidas, a las que aportan su indiscutible carisma y su experiencia militar y organizativa.
José Masgoret Marcó
José Masgoret era natural de Miramar (Valencia), fue un rico propietario que al empezar la Primera Guerra Carlista decidió abandonar su hacienda y su familia, que fue perseguida y desterrada por las autoridades liberales, y, con una parte de sus bienes personales y otra parte recibida de la Junta carlista de Barcelona, reunió una partida de casi 1.000 hombres en 1838. Durante la Primera Guerra Carlista o de los Siete Años acreditó fama de excelente profesional y de persona “fina, generosa e ilustrada”. Al finalizar la contienda fue ascendido a brigadier, siendo nombrado comandante general del corregimiento de Tarragona.
Masgoret en la Segunda Guerra Carlista o de los Matiners
Al terminar la guerra sufrió exilio, pero volvió a entrar en España el 1 de abril de 1848, durante la Guerra de los Matiners en Cataluña. El pretendiente Carlos VI le nombró comandante general de las fuerzas carlistas de Cataluña, con carácter interino, a la espera de Cabrera, sustituyendo en el mandamiento al también general Juan Castells y Rossell. A la llegada de Cabrera se integró en su cuartel general, en calidad de segundo jefe.
Pronto se notó la enérgica tarea del brigadier Masgoret, actuando en distintas partidas de los matiners con una eficacia y coordinación inéditas hasta entonces. En su calidad de comandante general en espera de Cabrera, organizó la Diputación General de Cataluña para solucionar problemas administrativos, económicos, civiles y militares y, una vez más, se le reconoció su tarea de organizador y planificador.
Los días 14 y 17 de abril de 1848, Masgoret, junto con el liberal republicano Boquica, atacaron a unos destacamentos de soldados isabelinos en las poblaciones de Prat de Rei y Torá, con bastante éxito, e hicieron algunas bajas y prisioneros.
El 23 de abril, se encontraba por las inmediaciones de Berga con nuevos enfrentamientos. Esta vez tuvieron que retirarse ante la superioridad de las fuerzas gubernamentales.
El 23 de mayo, una columna liberal que iba de San Jaime de Frontanyá a La Pobla de Lillet fue buscada por las fuerzas de Castells y Masgoret, y un tal Gómez, y los hicieron cuatro muertos, veintisiete heridos y 105 prisioneros. De Berga salió una columna de fuerzas isabelinas para perseguir las fracciones de Masgoret y Castells, las cuales, al verse perseguidas, se dispersaron abandonando los 105 prisioneros, más unos cuantos que habían hecho anteriormente, en la acción de Prats de Rei.
En el mes de mayo, la mayor parte de las fuerzas isabelinas se concentraron en el norte de Cataluña, hasta el punto de que, en las comarcas meridionales, especialmente la comarca del Alt Camp, los carlistas y republicanos pudieron pasear tranquilamente exigiendo impuestos a los pueblos por donde pasaban, sin ser molestados por las tropas isabelinas.
El 27 de mayo, José Masgoret atacó un destacamento liberal en Bagá, pero se tuvo que retirar debido a la falta de apoyo de las tropas de Castells y Rosas. Al cabo de unos días, Masgoret tuvo un fuerte enfrentamiento verbal con Castells por estos hechos. Masgoret, como general jefe, destituyó a Castells y Rosas de sus cargos en el ejército carlista, pero como estos tenían sus propias fuerzas, no se dieron por destituidos y dejaron al brigadier Masgoret solo con su tropa.
El 30 de mayo, pasó por la Nou, donde cogió víveres. Sin embargo, a pesar de la desunión entre las fuerzas carlistas y sus aliados, el brigadier Masgoret hizo una gran labor como organizador y coordinador de distintos asuntos. Entre sus principales directrices, cabe destacar el orden de interceptar todos los correos y diligencias, por medio de golpes a estos correos, o simplemente al atraco de las diligencias, oficiales o no. De esta forma siempre estaban informados de cualquier movimiento de las tropas isabelinas.
También intentó, y algunas veces lo consiguió, crear una especie de empréstitos voluntarios, así como el cobro de “impuestos”, que en realidad eran atracos colectivos, y además cada fracción los cobraba por su cuenta, sin dar ni cinco al Estado Mayor conjunto carlista-republicano.
En los meses de mayo y junio, Masgoret se hizo fuerte en la comarca de la Garrotxa, y llega a cobrar de la villa de Olot 800 duros de contribución de guerra.
A mediados de junio de 1848 puso en marcha un buen servicio de información, además de dar órdenes muy severas de fusilar a todos los ladrones y desertores del campo carlista. Entre el pueblo, en general, el sinónimo de carlista era trabucaire, y para cortar esta fama se vio obligado a tomar estas medidas tan drásticas.
Los días 8 y 9 de junio de 1848, Masgoret, junto con Castells y Tristán, tomaron unas acciones conjuntas por el norte, de gran desarrollo, con una maniobra de distracción dirigida al ejército isabelino, con el fin de que pudiera entrar en Cataluña el general Cabrera, conde de Morella, como así lo hizo el 23 de junio de 1848, acompañado de muchos exiliados, oportunistas y reaccionarios.
A pesar de todo el revuelo y fervor carlista, cabe decir que las tropas de la exótica alianza absolutista-republicana no pasaron de un máximo de 12.000 hombres.
Además de la carencia de artillería, que era total, la caballería, contando los mulos, nunca llegó a los 1.000 jinetes en todo el Principado. Hay que reconocer al menos que tenían una gran moral.
Es indiscutible que su éxito inicial fue cierto; a pesar de su inferioridad numérica, la proporción era de nueve soldados gubernamentales por un rebelde, pero a su favor tenían que los carlistas y republicanos combatían voluntariamente, por ideales unos, por intereses los demás; mientras la mayor parte de los soldados isabelinos eran quintos obligados, aunque también existían algunos voluntarios y mercenarios. Realmente hubo un momento en que el gobierno de Madrid se sintió muy débil, hasta el punto de que una Real Orden del 28 de junio del 1848 dio el mismo grado y posición en el ejército isabelino, además del sueldo correspondiente, a todos los oficiales y jefes de tropa del campo carlista. Cabe decir que esta orden tuvo mucho éxito, y fue una de las causas de la quiebra de los montemolistas.
Más adelante, a principios de 1849, concedieron una amnistía general a todos los carlistas que dejaran las armas.
A primeros de julio de 1848, Cabrera y Masgoret se reunieron en las inmediaciones de Berga y crearon un Estado Mayor, haciendo planes conjuntos y acordando crear columnas de gran movilidad, agrupación, ataque y dispersión.
El día 3 de julio, José Masgoret ocupó San Jaime de Frontanyá, luchando contra el general isabelino Paredes, que fue rechazado. Unos días después, concretamente el 10 de julio, se reunieron las columnas de Masgoret, Estartus, Castells y Sargatal, y atacaron las fuerzas del general liberal La Rocha, que circulaban entre las poblaciones de San Jaime de Frontanyá y Alpens. Fue un combate muy violento, en el que los dos bandos tuvieron muertes, heridos y prisioneros; prácticamente toda la comarca del Bergadá estaba ocupada por los carlistas, haciéndose los dueños del territorio.
El 11 de julio de 1848, Masgoret ocupó la aldea de Castell de l’Areny, y la hizo cuartel general por unos días. El mismo día 11 de julio hubo una reunión, de urgencia, de los jefes carlistas Cabrera, Masgoret, Castells, Borges y Saragatal, a raíz de la cual se reagruparon gran número de fuerzas carlistas. El ejército gubernamental, enterado de las posiciones enemigas en el Bergadá, intentó una maniobra para conseguir agobiar de una vez a todo el Estado Mayor carlista, en Castell del Areny (Barcelona), pero las columnas rebeldes, siguiendo las indicaciones anteriores de Masgoret, se dispersaron con una gran movilidad, y solamente quedó la columna del brigadier Saragatall protegiendo Castell del Areny, que fue atacado el 12 de julio por la tarde, por fuerzas muy superiores. Los defensores tuvieron solo nueve muertos y 25 heridos, entre los que estaba el propio Saragatall.
Los gubernamentales fueron parados en toda la línea, lo que dio tiempo a una retirada ordenada de los soldados carlistas hacia la población de Bagá (Barcelona). A pesar de esta retirada, seguían teniendo la iniciativa, gracias a la interceptación de los correos militares y civiles de los isabelinos, lo que les permitió saber en todo momento los movimientos del superior ejército isabelino.
En el mes de agosto, aprovechando la poca movilidad de las fuerzas liberales, Masgoret, Castells y Burjot entraron en el Camp de Tarragona, donde a continuación, para celebrarlo, hubo nuevas rencillas entre estas tres cabezas carlistas, por cuestión del mando de las fuerzas. Los republicanos del Campo de Tarragona, especialmente Baldrich del Pla de Santa María y Escoda de Valls, miraban con mucha desconfianza a sus hipotéticos aliados.
El día 9 de septiembre, el brigadier José Masgoret tomó al Bergadà para hacerse cargo de unos 100 hombres, la mayor parte venidos de Francia. Masgoret aprovecha la estancia para entrevistarse con el general Cabrera y exponerle sus quejas hacia los brigadiers Castillos y Burjot. Cabrera les destituyó en el acto de sus hipotéticas funciones de Estado Mayor del ejército de Carlos V. Los brigadiers Castells y Burjot pasaron de la categoría de jefes de Estado Mayor a ser, de hecho, oficiales bajo las órdenes de Masgoret. El general Cabrera nombró oficialmente a Masgoret comandante jefe del Campo de Tarragona, y como ayudante suyo al también brigadier carlista Borges, con el que más adelante tendría nuevos enfrentamientos, y como enlace de los republicanos tenía al comandante Gabriel Baldrich, del Pla de Santa María (Tarragona).
Una vez aclarado quién era quién en las fuerzas de los matiners, Masgoret comenzó una tarea similar a la que anteriormente había hecho en el norte del principado, o sea, crear una contribución con pagarés de guerra, montando así un improvisado, pero efectivo, servicio de logística e intendencia, sin dejar de lado el tradicional ataque a correos y diligencias, para cortar toda comunicación posible entre las superiores fuerzas isabelinas. Introdujo un nuevo elemento de distorsión, el desertor o falso campesino, informador, el cual, simulando que desertaba de los matiners, iba al puesto de mando del ejército gubernamental y daba una información sobre el movimiento de tropas rebeldes, totalmente falsa, pero efectiva por los asuntos de los matiners, o sea que creó un servicio de espionaje y contraespionaje.
A primeros de octubre de 1848, Masgoret, junto con Vilella, entró en la comarca del Penedés para buscar a dos capitanes carlistas, que cobraban impuestos por su cuenta. El día 8 de octubre, los encontró en el pueblo de Masquefa y los hizo fusilar en el acto. Estos capitanes eran José Fuster y Francisco Fuster.
Acto seguido dieron media vuelta y se dirigieron hacia el Bajo Campo. Cabe decir que en esta época llegaron a cobrar impuestos a todos los pueblos y ciudades del Campo de Tarragona, excepto Tarragona ciudad.
Masgoret y Vilella giraron cola hacia el sur, atacando y ocupando el Perelló, donde incendiaron las casas de quienes se negaron a pagar contribución. Luego se dirigieron a Cornudella de Montsant, donde la tropa del gobierno, siguiendo la norma general de la Guerra de los Matiners, se encerraron en la iglesia y en el ayuntamiento, evitando el enfrentamiento. En la Primera Guerra Carlista un hecho como este hubiera sido causa de represalias, bien fusilando rehenes o bien quemando el ayuntamiento, o el lugar donde se hubieran escondido los soldados gubernamentales. Los matiners, cuando ocupaban una villa, no molestaron a nadie con ningún ataque serio, ni a los atemorizados soldados. Solamente pasaban la noche haciendo algazara por toda la población, disparando al aire con sus trabucos, haciendo honor a su renombre de trabucaires.
El día 24 de octubre de 1848, ocuparon Falset, donde hicieron su improvisado cuartel general. A finales de octubre, José Masgoret, con sus aliados, simularon dirigirse hacia el río Ebro, donde se supone tenía que reunirse con el general Cabrera, para dirigirse al País Valenciano. Los generales isabelinos iniciaron un gran movimiento de tropas en el sur del principado en toda la línea del Ebro, pero de nuevo Masgoret había engañado a los militares gubernamentales. Los rumores de que Cabrera quería pasar el Ebro fueron una maniobra de distracción, ya que este se quedó en el Segriá (Lérida), limitándose al enviar refuerzos a Masgoret, el cual, desde el Bajo Campo, en una rápida maniobra, se dirigió al Penedés, para ocupar la Bisbal del Penedés, donde cobraría el habitual impuesto de guerra.
Allí volvió a encontrarse el 23 de octubre con el comandante republicano Gabriel Baldrich, y ocupó la Bisbal el día 24, para dirigirse después a la Juncosa (Lérida), y por último se fue en dirección a Selma (Tarragona) con gran rapidez.
El día 25 de octubre, llega a la Bisbal del Penedés el capitán general de Cataluña, Fernández de Córdoba, con un gran aparato militar, pero, como casi siempre, Masgoret y sus hombres ya se habían desperdigado en la niebla.
En Tarragona hubo una reunión, el día 29 de octubre, del Estado Mayor isabelino, el cual decidió reforzar militarmente toda la “provincia de Tarragona para frenar al azote del rebelde Masgoret “El “azote” de Masgoret ocupó Cabra del Campo (Tarragona) durante todo el mes de octubre, donde hizo prisionero todo el destacamento de este pueblo.
A primeros de noviembre, Masgoret y Baldrich se separaron. Baldrich se dirigió al Pla de Santa María, y Masgoret se unió con la facción de Vilella, por los alrededores de Santes Creus.
Los matiners se movían con toda libertad, teniendo todo el ejército de Tarragona completamente despistado, hasta el punto de que el día 6 de noviembre de 1848, Masgoret y Vilella entraron en Vila-rodona durante la feria. Los gubernamentales no habían tenido la precaución de vigilar dicha villa. Una vez allí, la facción de Masgoret y Vilella compraron unas burras y víveres. Cabe señalar que todo lo que compraron fue pagado religiosamente, y parece que tenían muchas simpatías en esa población. No molestaron a nadie ni fueron molestados.
El día 7 de noviembre, saliendo los hombres de Masgoret y Vilella de Vila-rodona, se dirigieron a los pueblos de Santes Creus, donde hicieron campamento. A continuación, el brigadier Masgoret mandó formar a todos los prisioneros del destacamento de Cabra e hizo un breve discurso sobre la causa del conde Montemolín, pero los soldados lo tenían muy claro y se negaron en redondo a pasarse al bando de los carlistas. Masgoret, entonces, tenía las siguientes opciones: fusilarlos a todos, lo que sería mal visto por las poblaciones del Campo de Tarragona; mantenerlos prisioneros, lo que comportaría raciones de comida extra, distraer parte de sus escasas fuerzas para vigilar a los prisioneros, perder rapidez en sus maniobras militares (además, los isabelinos raramente hacían intercambio de prisioneros); o dejarlos en libertad. Una vez tomada la decisión, volvió a reunir a los prisioneros y les felicitó por su lealtad a la reina Isabel II y los liberó. También dejó libre al capitán del destacamento de Cabra, que estaba herido de quemaduras.
Estando en el campamento de los pueblos de Santes Creus, Masgoret se dedicó a escribir cartas a los ayuntamientos del Campo de Tarragona. Les exigía el pago de “contribuciones extraordinarias” para la causa montemolista, y les amenazaba con graves represalias si se negaban a pagar. El brigadier, después de enviar a los mensajeros con las cartas dirigidas a los ayuntamientos, todavía tuvo tiempo para despachar órdenes en Baldrich y Castells; a Baldrich le ordenó que se dirigiera a Garraf (Sitges) para cobrar los «impuestos de guerra”.
El día 10 de noviembre, Masgoret y sus hombres se dirigieron a la Cuenca de Barberá. Entraron en la villa ducal de Montblanch el 12 de noviembre de 1848. Lo hicieron de madrugada, haciendo honor a su renombre de matiners. Como de costumbre, las fuerzas gubernamentales todavía estaban bastante lejos del lugar donde verdaderamente les pertenecía. Como se aprecia, el servicio de información de los carlistas funcionaba muy bien.
Las fuerzas de los matiners eran un total de 500 hombres. 200 entraron dentro de las murallas de Montblanch junto con Masgoret, y los 300 restantes las envolvieron por fuera, vigilando para no ser sorprendidos por el enemigo. El pequeño destacamento de militares de guardia en Montblanch, siguiendo la “norma”, se encerró en el cuartel de la villa.
No fueron molestados por los ocupantes matiners. Masgoret, dominando la situación, mandó formar a sus 200 hombres en la plaza Mayor, cogiendo como prisioneros a dos hombres, uno de ellos diputado municipal. Cuando tuvieron dominada la situación, se dedicaron a “recoger las contribuciones” a los montblanquines, y de paso requisaron más víveres y algunas armas. Cuatro horas estuvieron los guerrilleros campando por la villa. Una vez más se burlaron de los isabelinos. Dos horas después de salir los rebeldes, entraron los soldados isabelinos al mando del general Quesada, jefe militar de la provincia de Tarragona. Según cuentan, el general isabelino estaba enfadado porque había prometido “ahorcar al faccioso Masgoret, por el cuello, con sus propias tripas”.
El “faccioso” Masgoret, al llegar a la Espluga de Francolí, dejó libres a los dos prisioneros sin hacerles ningún daño.
El 20 de noviembre de 1848, llegó una carta firmada por Masgoret a la ciudad de Reus en la que exigía al ayuntamiento de esta ciudad el pago de “contribución”, amenazando con el bloqueo y toma de rehenes, como hizo en la población de Tárrega.
Mientras, el comandante republicano Gabriel Baldrich, siguiendo las directrices de Masgoret, fue a Vilanova y Geltrú, con la intención de dirigirse después a Sitges para cobrar los clásicos “impuestos”, pero en esta ocasión el brigadier isabelino, Donato, estaba patrullando por la comarca del Garraf y, al tener noticia de la presencia de guerrillas rebeldes, rápidamente les cerró el paso y les causó algunas bajas entre muertos, prisioneros y heridos.
En los primeros días de diciembre de 1848, Masgoret y Vilella atacaron una columna de refuerzo, mandada por el coronel de la Reina, Bustos, a cuya columna causaron algunas bajas.
El día 5 de diciembre, el jefe carlista Posas Montserrat, con su tropa de 600 hombres, se entregó al ejército de Madrid, acogiéndose al indulto de 1848, conservando graduación y paga. Dentro del ejército liberal, anteriormente, se había entregado José Pons, llamado Pep de l’Oli. Cabe decir que las deserciones en el campo carlista empezaban a ser numerosas, y dieron pie a graves rencillas, incluyendo enfrentamientos armados entre las mismas fuerzas. Todo esto decidió a Masgoret a dar unos golpes espectaculares de fuerza, para intentar remontar la crisis ante la situación que se le escapaba de las manos.
El brigadier, junto a los aliados republicanos, empezó unas acciones casi desesperadas, destinadas a darle la vuelta a su situación. Así, en los primeros días de diciembre, las fuerzas conjuntas de los trabucaires atacaron a Santa Coloma de Queralt y ocuparon parte del pueblo durante unas horas. Saquearon algunas casas de los partidarios isabelinos; sin embargo, la guarnición gubernamental, compuesta por una sección de cazadores de Vergara, que al principio del ataque se refugiaron en el fuerte de Santa Coloma, iniciaron un contraataque a la desesperada, que cogió por sorpresa a los atacantes y les ocasionó un muerto y cinco heridos. Poco después, los rebeldes se retiraron.
El 5 de diciembre, los republicanos Escoda y Baldrich, siguiendo las directrices de Masgoret, atacaron al brigadier liberal Quesada, en los alrededores del Arbolí, donde combatieron durante tres o cuatro días. Masgoret se añadió al grupo de Baldrich y Escoda, campando por los pueblos de Montreal, Eixàvega, Albiol, llegando hasta la Riba, todos de Tarragona. Perdieron dos hombres y cuatro caballos. Quesada les seguía de cerca.
El día 11 de diciembre, llegó a Tarragona el general Enna, para reforzar al brigadier Quesada, que hizo un repliegue de todas sus fuerzas hacia Tarragona, para encontrarse con el general Enna y de paso dar un descanso a sus hombres. Días después, las fuerzas de Quesada se dirigieron a Reus para acuartelarse. Quedaron en Tarragona las tropas de refresco del general Enna.
Mientras, los rebeldes también aprovecharon el descanso de las tropas realistas, rápidamente reagruparon todas las unidades del Campo de Tarragona, para olvidar las rencillas y desconfianzas por las diferentes bandadas e ideologías, y jugárselo todo a una carta.
Masgoret, con un pequeño ejército, entre 600 y 800 hombres, formado por todos los grupos de trabucaires, atacaron, a las siete de la mañana del día 14 de diciembre de 1848, la villa de Valls y lo ocuparon por sorpresa matando a tres soldados. La pequeña guarnición de Valls se refugió en el castillo, y unos pocos se encerraron en el campanario de la iglesia de Sant Joan y abrieron fuego a discreción, pero los rebeldes montemolistas y republicanos rodearon por todos los lados Valls, tomando todo lo que quisieron. La calle de la Cort fue la única que no pudieron ocupar totalmente, al estar cubierta por el fuego de los soldados del castillo y del campanario. Hacia el mediodía se retiraron triunfalmente los rebeldes, con un gran buey.
A las cuatro de la tarde llegaron urgentemente de Reus dos escuadrones de caballería del brigadier Quesada, pero no pudieron hacer nada, ya que los enemigos hacían horas que se habían ido. Los regimientos de Vergara y Antequera se dispusieron a “dar caza a las alimañas”, pero estas se dispersaron en pequeñas partidas en dirección a Queralt, Montagut, Solivella y Vimbodí, donde atacaron a la tropa del pequeño fortín. Por un tiempo los rebeldes volvieron a tener la iniciativa en el Alto Campo y en la Cuenca de Barberá.
El 20 de diciembre, los rebeldes esperaron envueltos en la llegada del general Cabrera al Campo de Tarragona, para dirigirse al Priorat y al Maestrat, cosa que este no hizo, muy prudentemente.
El 21 de diciembre de 1848 empezó un contragolpe a gran escala para cerrar el paso a los montemolistas.
El 23 de diciembre, Masgoret y Sabaté, con 500 hombres, pasaron por Albarca. Siguiendo el Montsant, ocuparon Morera y, como siempre, rapiñaron con todo lo que pudieron. En Poboleda, Sabaté sorprendió a un pequeño convoy de víveres con 1.200 raciones de pan.
Llegados al Alforja, Masgoret y Sabaté se separaron, porque el general Quesada y un recién llegado general Galiano les seguían los pasos de cerca.
El día 29, se hizo en la villa de Valls un reparto de doscientos fusiles, entre los mayores contribuyentes, y se hicieron urgentes y rápidas obras de fortificación, a causa de los rumores de un nuevo ataque de Masgoret.
A pesar del resurgimiento del ejército carlista-republicano, durante este mes de diciembre de 1848, estaba herido de muerte, tanto por la superioridad de los isabelinos como por la lucha interior de los propios rebeldes, y sobre todo por los enfrentamientos personales de Masgoret con otros jefes, y por último el cotejo con el brigadier Borges, el cual, al retirarse Masgoret, se hizo cargo de los desechos del ejército carlista.
Por última vez. Cabrera intentó dejar las cosas en su sitio, y desde la población de Amer, en la comarca de la Selva, dio la siguiente real orden sobre la organización Cuartel General:
- General en jefe Ramón Cabrera y Griffón, conde de Morella.
- Segundo jefe brigadier José Masgoret y Marco, intendente Francisco Gil de Real.
- Ayudantes coroneles: Hermenegildo Díaz de Caballas y Juan José González.
- Segundos ayudantes: comandantes Benito García e Isidoro Iparraguirre.
Masgoret fue uno de los primeros en abandonar el barco que se hundía rápidamente. Salió del Campo de Tarragona el día 8 de enero de 1849 y cruzó la frontera francesa hacia el 20 de enero. Fue acusado por algún sector carlista de desertor y de llevarse mucho dinero por las pocas partidas carlistas que aún permanecían activas.
El 23 de abril de 1849, Cabrera también se retiró a Francia. Acabó esta aventura en el mes de mayo de 1849, cuando solo quedaron en pie de guerra algunas partidas republicanas, entre ellas la de Baldrich, de Pla de Santa María.
La falta de fuentes primarias no permite saber con exactitud su final. Familiares directos que conservan pertenencias personales del general manifiestan que Masgoret volvió a España en 1850. Descubierto, fue preso en Barcelona, encausado y llevado a prisión, donde falleció dos años después.
Benito Tristany y Feixas
Origenes
Benito Tristany y Freixas, conocido por mosén Benet, nació en Ardévol, el 6 de marzo de 1794. Era hijo de una familia de propietarios rurales. Recibió los primeros rudimentos de educación del cura de su aldea, continuando en Solsona los estudios superiores. Debido a su imaginación ardiente y su genio inquieto y bullicioso, no demostró gran afición a los estudios y menos a la teología, pero a pesar de ello siguió la carrera eclesiástica y a los 25 años de edad fue ordenado presbítero.
Participó en el alzamiento general de la comarca del Solsonés contra el gobierno liberal nacido del alzamiento de Riego, y el 17 de mayo de 1822 reunió una fuerza de voluntarios y se apoderó de Solsona. En junio entró en Calaf (Barcelona) y en mayo de 1823 en Sallent (Barcelona).
En junio de 1823 la Junta de Gobierno de Manresa le otorgó el mando del corregimiento con el grado de coronel y colaboró con las fuerzas del duque de Angulema. Su conducta durante la lucha motivó que el obispo le suspendiera propter defectum lenitatis, pero pronto le fueron devueltas las licencias y vio premiada su actividad bélica en favor del absolutismo: Cruz de la Fidelidad Militar de Primera Clase, Escudo de Distinción, canónigo de la Colegiata de Guissona (1825) y canónigo de la Catedral de Gerona (1826). El capítulo gerundense le recibió a disgusto y Tristany acabó instalándose en Barcelona. No consta claramente su participación en la Guerra de los Agraviados, aunque algunos indicios la hacen suponer.
Tristany en la Primera Guerra Carlista
Al iniciarse la Primera Guerra Carlista, se lanzó a la lucha en favor de Carlos (V) y, en octubre de 1834, tomó el mando de la partida que había formado su hermano Miguel, que acababa de fallecer. Empezaba así una fulgurante carrera de guerrillero y militar. En septiembre atacó Collbató (Barcelona). En octubre, se unió a Saperes y otros cabecillas y juntos atacaron Prats de Llusanés. Pronto fue uno de los cabecillas que más preocupó a las autoridades liberales por su habilidad para atacar por sorpresa sirviéndose de una eficaz red de confidentes.
A principios de 1835, Benito Tristany ya era comandante de la llamada División de Manresa y Cervera. El 5 de agosto, puso su fuerza a las órdenes del comandante en jefe Samsó para atacar Torá (Lérida). El 14 de septiembre entró en Calaf (Barcelona).
En octubre, a las órdenes del general Guergué, participó en el fracasado ataque a Olot. A principios de enero de 1836 entró en Sitges y en Arbós (Barcelona). Pero este mes estuvo marcado por la batalla del santuario de la Virgen Lord, en la sierra del Port del Comte, un enclave casi inaccesible que servía de prisión y hospital.
La mayor parte de las fuerzas carlistas catalanas, a las órdenes de su comandante Brujó, intentaba levantar el cerco a que lo tenía sometido Meer. En la acción, Tristany reunió el mando de sus fuerzas y las de otros varios guerrilleros, pero los carlistas debieron de retroceder y se acusó del fracaso a Tristany.
El 5 de mayo de 1836, atacó un convoy enemigo en Sant Salvador de Guardiola (Barcelona), hizo prisioneros a ocho migueletes de Igualada y los fusiló; y el 7 de junio, entre Cardona y Solsona, destruyó completamente un destacamento de milicianos que transportaban el correo. A finales de año, Royo, comandante general de los carlistas catalanes, le encargó el mando de una de las brigadas de la división de Reserva. En noviembre hizo prisioneros a 81 reclutas y 4 guardias de las salinas de Cardona y los fusiló.
El 9 de enero se apoderó de Suria e hizo prisionera a toda la guarnición, y cuando era perseguido por dos columnas enemigas, se volvió contra ellas y las derrotó. El 17 de febrero juntó sus fuerzas a las de Ibáñez y Matías de Vall y esperó en la carretera de Barcelona a Lérida, cerca de Cervera, el paso de la columna del coronel Oliver, compuesta por unos mil hombres. La columna quedó completamente destruida: unos 600 muertos y más de 200 prisioneros fusilados. El hecho tuvo una gran repercusión y Tristany se ganó tanto la gloria del éxito como la censura por el fusilamiento. Al día siguiente, el comandante general Royo reorganizó sus fuerzas y dio a Tristany el mando de la Segunda División. En abril tuvo un papel destacado en la conquista de la importante plaza de Solsona.
Cuando la Expedición Real dispuesta para llevar a Carlos (V) a Madrid llegó a Cataluña, Tristany era la “estrella” de los carlistas catalanes y el Rey le ascendió a mariscal de campo. El 5 de septiembre, ya bajo la comandancia de Urbiztondo, Tristany fue nombrado segundo comandante de Cataluña en un intento de aprovechar el ascendiente del canónigo sobre las fuerzas catalanas para frenar el divorcio creciente entre estas y Urbiztondo.
En octubre fue derrotado por Meer entre Vich y Berga. En ese mismo mes tomó el mando de una expedición con 3.200 infantes y un escuadrón de lanceros y recorrió el Ampurdán para cobrar impuestos y como una demostración de fuerza, pero la expedición tuvo escasos resultados prácticos. En noviembre Tristany fracasó ante Puigcerdá y en diciembre ante Cardona.
La llegada del conde de España a la suprema comandancia de los carlistas catalanes cambió la situación de Tristany. Parece que por exigencia del conde fue alejado de Cataluña y residió en el Cuartel Real hasta la muerte del conde (noviembre de 1839). Entonces regresó a Cataluña, pero pasó prácticamente inadvertido el resto de la guerra. Al acabar la guerra no se exilió, sino que permaneció oculto en su comarca.
Tistany en la Segunda Guerra Carlista o Guerra de los Matiners
El 16 de febrero de 1847, a poco de haberse iniciado la Segunda Guerra Carlista o de los Matiners, Benito Tristany, junto a Bartolomé Porredón, alias el Ros de Eroles, Juan Forner, alias el Griset de Cabra, Vilella y otros cabecillas, al frente de unos 200 hombres, entraron en Cervera (Lérida); lograron sorprender a la guarnición compuesta de una compañía de infantería, la cual se dispersó y únicamente encontraron resistencia en el escaso piquete de guardias civiles. Uno de estos fue muerto, otro herido y prisioneros los restantes. Se apoderaron de 90.000 reales de la administración de Rentas y liberaron a los presos. Evacuaron la población a las 10 de la mañana.
La acción se repitió en Tarrasa el 7 de marzo, a las puertas de Barcelona, con unos 300 efectivos; pero sorprendido por la fuerza del coronel Manzano con 4 compañías del RI-28 de la Unión y 25 jinetes procedentes de Barcelona, los isabelinos entraron por varios puntos, tuvieron que atacar a los carlistas siete veces para echarles de la plaza, perdieron un teniente, 5 soldados y 2 caballos muertos, y 12 soldados heridos, y los matiners se fueron sin que los persiguiesen. En las bajas carlistas se cuenta Rafael Tristany, sobrino de Benito, que murió a consecuencia de una herida en el vientre.
Después de la intentona de la facción en la villa de Tarassa, al amanecer del lunes se dirigieron hacia Sampedor (Barcelona) con el fin de entrar en la villa, pero la encontraron ocupada por el coronel Baixeras, que había salido de Manresa a las cuatro de la mañana con un batallón de RI-10 de Córdoba. Frustrado el intento de los matiners, se dirigieron estos hacia Súria, llegaron a esa ciudad a las once de la mañana, siendo alcanzados por la columna del coronel Baixeras que iba en su persecución. En el enfrentamiento se produjo un muerto y cuatro heridos de los matiners.
Tristany era la principal preocupación del mando liberal en Cataluña porque en poco tiempo había logrado reunir un contingente de 1.200 hombres. Las fuerzas del general Pavía, capitán general de Cataluña, le perseguían incansablemente y se vio obligado a dispersar a sus hombres. En algunos periódicos apareció la noticia de que Benito Tristany había salido de España, noticia que sería posteriormente desmentida.
El día 24 de abril, la columna al mando del coronel Antonio Baixeras, comandante militar del distrito de Solsona, tuvo un enfrentamiento con las facciones de Tristany, el Ros, el Tuerto de Ratera y Borges. Al llegar las tropas isabelinas al pueblo de Basella, los rebeldes emprendieron la fuga por no empeñarse en combate; pero conociendo Tristany que aquellas lograrían darles alcance, destacó una partida mandada por un oficial para que, haciéndose fuerte en una casa, pudiera entretener a las fuerzas isabelinas. Esta gente escogida ofreció una tenaz resistencia que no bastó a contener el ardor de la columna, cuyo jefe dispuso que fueran bloqueados por una compañía de granaderos del RI-28 de la Unión, y que el resto continuase la persecución. Los encerrados en dicha casa despreciaron las invitaciones de capitulación que les ofrecieron, y continuaron haciendo fuego que causó algunos heridos a la fuerza bloqueadora; pero al ver que se acercaban haces de paja a la puerta del edificio, y que iba a prendérseles fuego, se rindieron a discreción. Fueron trasladados a Solsona, y después de habérseles formado causa, parece que fueron fusilados cuatro que eran desertores del ejército y de presidio, y el oficial que mandaba la casa.
Los cabecillas Benito Tristany y el Ros de Eroles escaparon en sus caballos, y el resto de la facción se dispersó, y desalentada siguió en dirección al pueblo de Llanera, por donde pasó al oscurecer de la tarde del 24 de abril, y a las once de la noche lo verificó por Portell para reunirse en San Ramón, partido de Cervera, a cuyo punto se dirigía la tropa en su persecución.
El 27 de abril, una columna isabelina al mando del coronel José María Morcillo, compuesta por compañías del RI-28 de la Unión y jinetes del RC-12 de Santiago, se dirigían desde el santuario de Pinós a Caalaf, atravesando los bosques y fragosidades de Guiné (Santa Lucia de Cuiner) y Puch (Puigpelat), Calaf de la Molesa (la Molsosa), estando sus guerrillas, que marchaban al frente y flancos de dicha columna, se encontraron con las facciones reunidas al mando de Tristany, que les esperaban emboscadas en aquellas fuertes posiciones. En este momento se abrió fuego, que desde luego se generalizó por ambas partes y en todas direcciones, tomando posiciones que le parecieron más a propósito para rechazar a los rebeldes que, apoyados en una casa a su izquierda, se proponían envolverlo; pero habiendo hecho que la mitad de caballería de Santiago, afecta a la columna, diese una carga por aquel lado, abandonaron la casa al tiempo que por la derecha se presentó la compañía de granaderos del RI-28 de la Unión al mando de su capitán Francisco Monasterio, que habiendo oído el fuego en su marcha desde Biosca a Calaf, cayó con la mayor celeridad y tan oportunamente sobre el flanco derecho, que desalojó a los matiners, y uniéndose a la fuerza que se batía con ellos por aquella parte, los persiguió hasta las alturas de Bencar, regresando después a la indicada casa, donde se reunió la columna para continuar su marcha a Calaf. Los matiners dejaron en el campo 20 muertos y se llevaron algunos heridos, los isabelinos tuvieron de 16 muertos entre ellos un capitán que mandaba la guerrilla y 10 heridos.
Pero lo más lamentable fue el fusilamiento de 26 prisioneros de la clase de tropa que ha mandado fusilar Benito Tristany por haber fusilado los isabelinos algunos oficiales suyos que también fueron hechos prisioneros. Tristany mandó llamar al ayuntamiento y cura del pueblo para decirles, que desde aquel momento cesaba la tolerancia que hasta entonces había tenido, y que en lo sucesivo el primero de toda corporación que diese parte al gobierno de sus excursiones o entrada en algún pueblo, y los curas que en los púlpitos o fuera de ellos hablasen a sus feligreses en contra de los defensores de Carlos VI, serian fusilados sin que les valiese contemplación ninguna.
El 1 de mayo, acción al mando de Tristany, Vilella, el Tuerto de Ratera y Cuscó con 250 hombres se hallaba al amanecer en el campo de la Garriga de Ponts, dirigiéndose después al pueblo de Oriola por la parte de Artesa de Segre para pernoctar. A las siete de la mañana, la columna de Cervera recibió información de que la facción estaba en Montsonís, se dirigió a su encuentro, tomó el pueblo con la mitad de los cazadores de la Unión al mando de su capitán, y dispuestas las otras tres partes, una de cazadores y dos de fusileros con la caballería, se dirigió a tomar la Barca de Salgar para pasar al otro lado del río, para perseguir al enemigo, pero al detectar al grueso de la fuerza matiner en las posiciones entre Foradada y Montsonís, las cuales había mandado observar. La tropa que realizaba esta misión lo hacía en terreno muy malo, no pudo conservar la cohesión y fue necesario mandarla descender al llano; esto y la fatalidad de haber tenido que atravesar la acequia del molino que traía muchísima agua, motivó tener unas pérdidas de 16 hombres entre muertos, heridos y 4 prisioneros; de los primeros, un capitán de cazadores que con arrojo indecible se lanzó al enemigo. Tristany rehusó el combate en el llano de Artesa, por lo que la columna de Cervera se replegó al pueblo para asistir a los heridos y reponer la munición que se había mojado.
En esto, los matiners se mantenían en Montsonís, pero habiendo llegado columna de Tremp al mando del coronel Carlos Jauch procedente de Vilanova de Meyá, se dejó un fuerte destacamento en Artesa para custodiar los heridos, y salió con el resto de la fuerza, y la columna de Tremp a buscar a la facción que desalojaba el pueblo de Montsonís y de este a Foradada.
Durante el 15 de mayo, Benito Tristany y el Ros de Eroles permanecían en Llanera, cerca de Ardévol. El coronel Baixeras lo supo por el criado de el Ros de Eroles, al que pagaron 200 onzas. Este, después de haber asegurado que Tristany se había quedado con muy poca gente, pues el grueso a las órdenes de Vilella había ido con orden de tentar un golpe de mano por la parte de Fonollosa. Emprendió una marcha de ocho leguas al frente de todas sus fuerzas, y llegó con el mayor silencio hasta las masadas y las cercó completamente. Un grito de alarma de uno de sus compañeros avisó a Tristany de la llegada del enemigo. Inmediatamente, se empeñó un terrible fuego. En vano se empeñó Baixeras por tres veces en apoderarse de la masada, pues otras tantas fue rechazado con pérdidas considerables, teniendo que retirarse a una distancia para ordenar sus columnas y combinar una nueva acometida, a fin de incendiar durante ella aquella fortaleza improvisada que no podía tomar de otro modo. Pero Tristany, viendo que escaseaban ya las municiones, y temiendo, por otra parte, que aumentase la fuerza sitiadora, con las del capitán general, que sabía hallarse cerca, tuvo la infeliz ocurrencia de aprovechar la retirada de Baixeras para intentar una salida y ganar un cercano bosque, con el fin de salvarse por él en la montaña.
Era el único recurso que le quedaba; fue herido a los primeros pasos que dio fuera de la masada, por una descarga general que hirió también a varios de los que le rodeaban, dio orden inmediatamente a Borges para que tomase el mando y a todo trance salvase el resto de la fuerza. Una nueva descarga hirió a los que se esforzaban para salvar a Tristany aun con riesgo de su vida, y por consecuencia cayó este de nuevo en tierra y en poder del enemigo, con cuatro de los que le acompañaban, que fueron fusilados enseguida.
El Ros de Eroles estaba en cama por culpa de unas fiebres altas; el y su asistente fueron sorprendidos y, al intentar huir, le dispararon una descarga, cayó herido y le asesinaron en el mismo acto a bayonetazos. Tristany, canónigo de la catedral de Girona, fue fusilado en la plaza mayor de Solsona, el día 17 de mayo, junto con sus oficiales y al lado del cadáver de el Ros de Eroles. El canónigo fue trasladado herido hasta el paredón. Una vez muerto, le sustituyeron sus sobrinos Rafael, Francisco, Antonio, Ramón y Miguel.
Benito Tristany es el prototipo de guerrillero: de escasas luces intelectuales, atrevido, incansable, hábil en la sorpresa, capaz de lograr un gran ascendiente sobre sus hombres, de una enorme popularidad, que sobrepasó ampliamente su época; pero también duro, poco dado a la templanza con los enemigos y olvidadizo de su condición de sacerdote, que no consta que ejerciera de manera formal, salvo si se considera como tal la obtención de dos canonjías como premio por su actividad bélica durante el trienio liberal.
Bartolomé Porredón, alias el Ros de Eroles
Origenes
Bartolomé Porredón y Cirera nació en una pequeña casa de campo llamada de Eroles, perteneciente a la parroquia de Castell-llebre y a la villa de Peramola (Alto Urgel, Lérida). Fue conocido como el Ros de Eroles (Rubio de Eroles) por el color rojizo de su pelo. De acomodada familia, toda su educación había consistido en aprender un poco a leer y escribir, ocupándose mientras permaneció en la casa de sus padres en las faenas del campo. Se casó con una sobrina del cura del pueblo llamado Las Anoves, inmediato a su casa, y pasó a vivir a la villa de Oliana.
En 1822, a instancias de su tío, el citado cura, se alistó en las filas realistas, en las que obtuvo el grado de capitán. Concluida aquella guerra, se le dio la licencia ilimitada con una parte de paga y pasó otra vez a vivir en Oliana, en donde permaneció hasta 1827, cuando tomó parte en la Rebelión de los Agraviados, por cuyo motivo fue desterrado a Ceuta. En 1829, fue indultado y regresó a Cataluña, fijando otra vez su residencia en Oliana, en donde permaneció hasta 1833, que se levantó en favor de la causa de don Carlos.
Porredón en la Primera Guerra Carlista
Al morir Fernando VII, se lanzó de nuevo al campo, organizando y equipando a sus costas un batallón carlista, a cuyo frente se puso. Durante toda la Primera Guerra Carlista, su teatro de operaciones se centró en la provincia de Lérida. Así, entró en combate en Guisona, Oliana, Seo de Urgel, Pons, Vilanova de Mayá, Coll de Jou, Coll de Nargó, Solsona, Talarn y Tremp. Antes de que Carlos de España, conde de España, fuera nombrado jefe de los Reales Ejércitos de Cataluña, Porredón era jefe de la Primera División de los Ejércitos de Cataluña. Esta división estaba formada por cuatro batallones indisciplinados con 500 hombres cada uno. En conjunto, los Reales Ejércitos Carlistas contaban con 23 batallones. Ascendió a brigadier después de haber mandado la primera división, con la que hizo una excursión a través de Aragón.
Con la llegada del conde de España se redujeron los 23 batallones a 13. Así, los 13 batallones quedaron encuadrados en tres cuerpos de operaciones y una división de reserva. El Primer Cuerpo, mandado por Bartolomé Porredón, estaba formado por 4 batallones, el cuartel general de Porredón, y fueron destinados a recorrer las tierras del Alto Aragón.
Ya con el grado de brigadier, el conde de España le ordenó a Porredón que atacara el valle de Arán (diciembre de 1838), para conquistar Viella y poder demoler el fuerte de la Libertad. Porredón desobedeció las órdenes de conquistar la capital del valle de Arán, aludiendo que atacar el fuerte de Viella no sería de utilidad y que se perderían demasiados hombres. Por lo cual la bloqueó, estableciendo el cuartel general en Betrén. Al reencontrarse el conde de España con Porredón, le dijo: “Hijo mío, si todos los oficiales fueran como tú, no teníamos que temer al enemigo y antes de seis meses estaríamos en Barcelona”.
Bartolomé Porredón participó en los preparativos que dieron como resultado el asesinato del conde de España. Una vez finalizada la Primera Guerra Carlista, emigró a Francia, regresando años después a su pueblo natal.
Demostró sus dotes de guerrillero combatiendo y venciendo a fuerzas diez veces superiores a las suyas en número y armamento. En ocasiones logró éxitos militares sin municiones ni víveres, acosado por varias columnas y acogido a las fragosidades de los montes. Se distinguió en las acciones de Prats de Llusanés, Muyol, Oliana, Torá, San Lorenzo de Morunys, Biosca, Cardona, Rialp, Ripoll, Castelltersol y Puigcerdá.
Porredón en la Segunda Guerra Carlista o de los Matiners
El 29 de enero de 1847, el brigadier Porredón se presentó con una partida de 40 hombres a Benito Tristany, el cual había asumido el mando como comandante general de Cataluña. Ese día se inició la participación de Porredón en la Segunda Guerra Carlista o de los Matiners. Como ocurrió durante la Primera Guerra Carlista, las acciones militares de Porredón se centraron en la provincia de Lérida.
Pasaba por el más benigno de todos los cabecillas; no obstante que cometió bastantes tropelías entre ellas la de haber trasladado al administrador del marqués de Pons al que había prometido salvar la vida mediante el pago de 400 onzas, y no obstante haber pagado ya 70 mandó fusilarlo. Igualmente, culpó al llamado Bartolo de Cambrils, sin que se supiera el motivo. Otros excesos de menos entidad cometió, entre ellos imponiendo multas de consideración bajo cualquier pretexto, las que gastaba su mujer despilfarradamente.
Así, entró en combate en Cervera, Orgañá, Pinós, Biosca y Sanahuja.
El 15 de mayo, Porredón marchó a Casa Borrellas, masía situada cerca de Clariana (Lérida) para descansar. El coronel Baixeras recibió la confidencia de que Benito Tristany y Bartolomé Porredón se escondían en unas masías cercanas a Solsona. Las tropas isabelinas, comandadas por Baixeras, se dividieron en dos grupos para cercar a los dos cabecillas. Porredón y su asistente fueron sorprendidos y, al intentar huir le dispararon una descarga, cayó herido y le asesinaron en el mismo actoa bayonetazos.
El cadáver de Bartolomé Porredón fue trasladado a Solsona. El 17 de mayo fueron fusilados Benito Tristany, el presbítero de Áger José Rossell y Valeriano Roca. Manuel Pavía, capitán general de Cataluña, firmó el mismo día 17 un bando en el cual se especificaba la manera como tenía que llevarse a cabo la ejecución. Por lo que se refiere a Porredón escribió: «Hará que el cadáver de el Ros de Eroles sea conducido al sitio de la ejecución un cuarto de hora antes de esta y que después quede con el de Tristany durante las demás de la tarde, a la exposición pública, para que no quede que han sido cogidos y sufrido el castigo que la ley les tenía impuestos. Quedará con ellos una guardia de un cabo y cuatro mozos de escuadra, hasta que al anochecer se les dé sepultura eclesiástica. A los otros dos reos se les dará sepultura inmediatamente después que las tropas se hayan retirado».

José Pons alias el Bep de l’Oli (1803-60)
Josep Pons Viladas, más conocido por el Bep (Pep) de l’Oli, nació el 20 de mayo de 1803 en Agramunt (Urgel, Lérida). No hay datos de su niñez y juventud.
Pons con Ramonillo y la guerra de la Regencia en Urgel
La primera noticia que se conoce es del 25 de junio de 1822, cuando a los 19 años colgaba los estudios y formaba una pequeña partida para unirse a Francisco Badals, alias Ramonillo, uno de los jefes más relevantes de los levantamientos realistas contra el gobierno liberal que había triunfado en 1820 con el Pronunciamiento de Riego. Badals le nombró subteniente.
Francisco Badals era un propietario y contrabandista de Castellfollit de Riubregós que en mayo había ocupado Balaguer y desde esa capital se había convertido en el máximo dirigente de la revuelta realista en el poniente catalán. Había conseguido reclutar pequeñas partidas como las de Bartolomé Porredon alias el Ros de Eroles, o el Bep de l’Oli de Agramunt y, con una extraordinaria movilidad, abarcar una amplia área de acción que desde la Noguera se extendía por el valle del Llobregós, la Anoia, la cuenca de Tremp, Pallars Jussá, Alto de Urgel, la Cerdeña, la Segarra, y la llanura de Lérida. Se destacan diferentes acciones que protagonizó con la partida del Ramonillo entre el 25 de junio y el 29 de noviembre de 1822 en Artesa de Segre, Balaguer, Alcoletge, Cervera, San Ramón, Calaf, Castellfollit, Biosca, defensa del convento de San Ramon entre el 20 y 28 de agosto y en Castellfollit de Riubregós el 23 de octubre. Por estas hazañas más adelante fue ascendido a capitán.
La defensa de San Ramón fue una de las acciones que más honraron y acreditaron a los realistas. Las divisiones liberales de Torrijos, Cerezo y Oró no pudieron rendir el convento defendido por Josep Auget y reforzado por Miralles y Ramonillo. Fue una auténtica carnicería. Los realistas tuvieron cerca de 150 muertos y los liberales unos 100 muertos y unos 70 heridos. Ramonillo abandonó San Ramón para fortificar su pueblo, Castellfollit de Riubregós, con las piezas de artillería que tenía en el convento y otras cuatro que hizo duro de Busa. Quería que Castellfollit fuera el principal obstáculo para las tropas liberales del general Francisco Espoz y Mina que querían recuperar.
El 19 de octubre, los liberales empezaron el cerco ya abrir zapa para hacer volar las torres defensivas. Contaban con unos efectivos de unos 8.000 hombres de todas las armas. Las tropas realistas no pudieron socorrer a los sitiados y el día 23 los liberales consiguieron enmudecer la artillería desde Castellfollit y derrocar gran parte de la fortificación defensiva. La noche del 23 al 24 los defensores de Castellfollit pudieron fugarse en medio de los 8.000 hombres que asediaban la localidad matando a dos o tres centinelas. Aquella audacia hizo enfadar tanto al general Mina que al entrar en el pueblo hizo asesinar a 30 infelices y no contento con ello mandó saquear y destruir al pueblo.
Tras la caída de Castellfollit, el general Mina entró en Balaguer el 3 de noviembre y se lanzó a una amplia campaña hacia Seo de Urgel, pero no se dirigió por el Valle del Segre; lo hizo por la Cuenca de Tremp, donde podía contar con la ayuda. El 11 de noviembre Mina entraba en Tremp y a los pocos días batía al barón de Eroles en la Pobla de Segur. La Regencia se marchaba de la Seo de Urgel y con ella, el 29 de noviembre de ese mismo año, el Bep de l’Oli entraba en Francia, donde se reorganizaba el ejército realista. Ramonillo cayó en desgracia. Abandonado por sus hombres y acusado de indisciplina por el barón de Eroles, la Regencia le instruyó juicio y lo encarceló. Liberado por los franceses, Ramonillo no tuvo ninguna otra actuación militar que se conozca.
Pons con el barón de Eroles y los Cien Mil Hijos de San Luis
La victoria del general Mina no sirvió de gran cosa a los liberales. En el Congreso de Verona se había decidido intervenir en España para restaurar el absolutismo. El rey de Francia, Luis XVIII, y la Santa Alianzaenviaron un ejército llamado los Cien Mil Hijos de San Luis, para reinstaurar el absolutismo en el Estado español. Con el grado de teniente el Bep de l’Oli era destinado al BI-II del Ejército Realista de Cataluña, también llamado Ejército de la Fe, mandado por el barón de Eroles y el 20 de abril de 1823, entraba en el Estado español.
Pese a la dura oposición de las fuerzas liberales del general Espoz y Mina, el avance invasor era imparable. Del 23 al 27 de abril el Bep de l’Oli se encontraba en el bloqueo de la ciudad de Figueras. En mayo en Amer y en Alpens. Desde de Puigcerdà el 23 de junio entraba en Seo de Urgel después de bloquear durante cuatro días el suministro de la ciudad. En primeros de julio vivía la capitulación del castillo de Cardona y el día 20 la acción de Calaf que se alargaría hasta el día 12 de agosto. El 14 de ese mismo mes José Pons estaba en la acción del Puente de Cabrianes y con su división se dirigió hacia Tarragona donde durante 15 días participó en el asedio de la ciudad. A primeros de septiembre los absolutistas dominaban el Campo de Tarragona y el barón de Eroles establecía el cuartel general en Vallmoll, que había caído en su poder después de las acciones de los días 13 y 14 de septiembre.
La intención era atacar a Lérida en una ofensiva iniciada desde Tarragona y Fraga para rodear aquella ciudad, donde empezaría el bloqueo el día 13 de octubre hasta que caería el día 5 de noviembre con la activa participación de el Bep de l’Oli.
Por toda esta campaña José Pons fue condecorado con la Cruz de Fidelidad Militar de Primera Clase.
Pons en la Revuelta de los Agraviados (Malcontents)
Josep Pons siguió en el BI-II del Ejército Realista de Cataluña donde el 9 de agosto de 1824 obtendría el grado de capitán por las acciones de guerra de San Ramón y de Castellfollit de Riubregós. el Bep de l’Oli dejaba de ser un faccioso, un guerrillero, un sublevado e ingresaba en el ejército español.
El 1 de mayo de 1825 pasaba destinado al RI de San Fernando, donde permanecería hasta el 13 de septiembre de ese mismo año. El 1 de octubre pasó al RIL-6 de Voluntarios de Navarra hasta que en 1827 colaboró con la Revuelta de los malcontents. No en vano algunos de sus antiguos compañeros de los levantamientos de 1822, como Agustín Saperes, apodado el Caracol o José Busoms, alias Jep dels Estanys, estaban al frente de las partidas contra el gobierno de Fernando VII y en favor de su hermano Carlos, que después se convertiría en pretendiente carlista.
La revuelta sería muy breve y a finales de septiembre se desactivaría con la llegada de Fernando VII a Cataluña. El Rey dejó las manos libres en el conde de España para liquidar definitivamente la revuelta y para ejercer una represión brutal. Cerca de 300 rebeldes fueron encarcelados y deportados a Ceuta y muchos jefes de la revuelta fueron ejecutados. El Bep de l’Oli también sufrió las terribles y descabelladas medidas del conde de España, encarcelado en Tarragona, estaba en capilla, preparado para ser fusilado al día siguiente.
Un decreto del rey Fernando VII le perdonaba a él y unos cuantos compañeros suyos. El conde de España leyó ese decreto y en lugar de liberar a el Bep de l’Oli y sus compañeros, al día siguiente los sacó de la capilla junto con otros presos que no habían merecido la piedad del rey y los separó haciendo dos grupos. Llegaron dos piquetes. Las víctimas se pusieron de rodillas y se dio la voz de fuego. Todos los de un grupo cayeron por no levantarse nunca más y los del otro grupo, entre los que estaba el Bep, un rato después de la descarga fueron moviendo la cabeza lentamente y esperando a que se repitiera el fusilamiento. Entonces el propio conde de España les leyó el decreto de perdón del Rey.
Pasados los primeros momentos de incertidumbre y confusión comprendieron que aquello había sido un simulacro de ejecución, que los fusiles del piquete estaban cargados con pólvora. Aquel acto no se apartó nunca de Bep y juró que tarde o temprano se vengaría esa acción. El 1 de febrero de 1832 fue separado del servicio de armas con licencia ilimitada.
Pons en la Segunda Guerra Carlista o de los Siete Años
A la muerte de Fernando VII, en 1833, estalló el pleito sucesorio entre la hija del rey, Isabel, y el hermano, Carlos María Isidro, llamado Carlos V por los carlistas, ocasionando la Guerra de los Siete Años o Primera Guerra Carlista.
Boquica, Muchacho y Chavana por la parte de Berga; Bartolomé Porredón, alias el Ros de Eroles, Manuel Ibáñez Ubach, alias Llarg de Copons, mosén Benito Tristany y el mariscal de Biosca fueron los primeros hombres que los militares liberales reconocieron como cabecillas y por los que ofrecieron hasta 300 duros de recompensa. Ellos y otros muchos formaron las primeras partidas que, al grito de “Viva Carlos V” se movieron por el territorio con una extraordinaria ferocidad.
Los cabecillas habían aprendido el arte de la guerrilla durante la Guerra de la Independencia, la Guerra de la Regencia de Urgel o la Rebelión de los Agraviados (Malcontents). Cómo entonces adoptaron la misma táctica. Rehuían la batalla en campo abierto. Atacaban los pequeños convoyes cristinos. Acorralaban y masacraban las pequeñas columnas de tropa. Secuestraban haciendas y alcaldes liberales. Asaltaban los correos e interceptaban las comunicaciones. Protagonizaban pequeñas escaramuzas contra todo lo que parecía liberal.
Con licencia ilimitada y después de su salida de la cárcel, José Pons pasó un tiempo creando y organizando su partida para luchar en favor del pretendiente carlista. La primera noticia de él fue el 19 de junio de 1834, cuando junto con las partidas de Antonio Borges y Carlos de Alguaire habían atravesado el río Segre y se habían refugiado en el castillo de Seró, atacados por las fuerzas del coronel Juan Calvet.
El 30 de agosto de 1835, fue nombrado primer comandante y el propio Carlos V, le autorizaba a formar el BI Príncipe de Asturias, que a la postre no pasaba de ser una pequeña partida mal equipada y mal armada que durante los años 1835 y 1836 se movía por las montañas del Solsonés, la Noguera, Pallars Jussá y el Berguedá, con incursiones depredadoras en diferentes poblaciones de la llanura de Lérida, de la Cuenca de Barberá y del Bajo Campo.
El 16 de febrero de 1837, el Pretendiente lo distinguió con el grado de coronel por ser uno de los hombres más destacados en la presa de Puigvert de Agramunt el 11 de noviembre de 1836.
A mediados de enero de 1837 mandaba una acción sobre su mismo pueblo. El 18 de mayo se distinguía en el terrible asalto al pueblo de Vilanova de Meyá. Por esta hazaña fue nombrado Caballero de la Real y Militar Orden de San Fernando de Primera Clase.
Una hazaña tan o más escalofriante que la Vilanova de Meyá fue la del asalto a Camarasa el 15 de mayo de 1835. El Bep de l’Oli al mando de Anton Borges y Ramon Cortassa, hijo de la población, entró en Camarasa, que estaba defendida por una guarnición de unos 50 urbanos de la milicia y otros voluntarios. No tuvieron tiempo de escabullirse y se refugiaron en el campanario de la iglesia donde se hicieron fuertes. Los carlistas incendiaron las puertas del templo. El fuego y el sofoco del humo obligaron a los urbanos a rendirse, con la promesa de que les respetarían la vida. Algunos milicianos se lanzaron debajo del campanario para no caer en manos de los rebeldes. Los carlistas no cumplieron la palabra dada y lo primero que hicieron fue fusilar en medio de la plaza Mayor, entonces de la Constitución, al jefe de las fuerzas de la milicia y también su lugarteniente.
El resto de las fuerzas fue conducida al puente del Segre y, atados de dos en dos, les cortaron la garganta y los echaron al río. El barbero de Santa Linya fue el encargado de ejecutar tan terrible sentencia; a partir de entonces fue conocido como el Carnicero. Las fuentes hablan de 40 personas asesinadas salvajemente. Uno de los degollados y arrojados al río era el primer alcalde de la población. Este hecho horrorizó tanto a la gente de los pueblos de alrededor que dejaron de abastecerse durante mucho tiempo del agua y de la pesca del Segre.
El 5 de junio de 1837, al paso del río Cinca, se unió a la Expedición Real de don Carlos, poco antes de que entrara en Cataluña. Aquellas partidas catalanas, con el Ros de Eroles a la cabeza, en lugar de ser un ejército numeroso, según Santirso, «formaban una horda semibandolera que ni siquiera tenía munición para combatir». Las partidas catalanas guiaron la Expedición Real por Cataluña: Tartareu, Alós de Balaguer. Pasaron el Segre y continuaron hasta que el 12 de junio tuvieron que detenerse en el pueblo de Gra, cerca de Guisona, donde les esperaba el barón de Meer y unos 11.000 soldados isabelinos, reforzados por caballería y otras divisiones del ejército del norte.
En sus memorias, el príncipe Lichhnovsky responsabilizaba de la derrota a la desorganización de las partidas catalanas comandadas por Bartolomé Porredón, alias el Ros de Eroles, nada acostumbradas a las batallas en campo abierto. Los carlistas fueron derrotados dejando en el campo de batalla 400 muertos y 200 heridos, por 112 muertos y 461 heridos del ejército liberal. El Bep de l’Oli vivió ese día una de las pocas batallas que merecían este nombre durante la Primera Guerra Carlista en Cataluña. La Expedición Real huyó por Biosca y el 15 de junio entraba en Solsona.
El 27 de junio el general Urbiztondo, era nombrado comandante general del ejército carlista del principado de Cataluña con el encargo de desterrar la anarquía que reinaba en las partidas y organizarlas y darlas una unidad. En Berga, el propio Urbiztondo nombró a José Pons gobernador militar de esa plaza, entonces verdadera capital carlista. Al poco tiempo, sin embargo, José Pons fue con su partida hacia el Alto Urgel y allí se unió al Benito Tristán con quien, entre el 23 y el 26 de noviembre, sitiaron infructuosamente Puigcerdá. La noche del 26 al 27 de noviembre se retiraron hacia Bagá por la Molina y el Coll de Pal.
A finales de 1837 y primeros de enero de 1838, el general Urbiztondo, desde Sort, preparaba la ofensiva contra el cuartel de Gerri de la Sal y distribuía las partidas carlistas para el cobro de la contribución. El Ros de Eroles y el Bep de l’Oli actuaban contra el flanco de las defensas de Rialp y para sus ataques contra la fortificación de Gerri de la Sal. Destituido por la Junta Carlista, el día 2 de enero, Urbiztondo se fue hacia Andorra mientras el Bep de l’Oli, junto con Borges, Andrés Torres y Matias de Vall, rechazaban los ataques de las tropas isabelinas del Vidart.
El 15 de enero el general Segarra, entonces comandante general interino de las fuerzas carlistas (el comandante titular era el conde de España, pero estaba retenido en Francia) reorganizaba el ejército carlista y encargaba a José Pons la organización de una brigada llamada de Las Garriguas o también conocida por la BRI-IV de la División de Lérida. José Pons tenía 34 años y ya no era un simple jefe de partida. Tenía el grado de coronel y se había hecho un nombre con suficiente prestigio por merecer la confianza de los más altos mandos del ejército carlista.
Con esta brigada, el 24 de abril, el Bep de l’Oli entraba en Alcarrás y secuestraba a un hombre por el que exigió 25 onzas de oro y fusiló otro. En Lérida sus excesos motivaron represalias contra prisioneros carlistas.
El carlismo empezaba a declinar a Cataluña. A primeros de julio llegaba el conde de España a hacerse cargo del mando de las tropas carlistas catalanas. El conde de España reestructuró las tropas e introdujo orden y disciplina.
Los soldados recibieron víveres y uniformes y se estableció un sistema de contribuciones con el cual los pueblos restaban libres de los abusos de los soldados carlistas. El Bep de l’Oli a primeros de julio el conde de España le nombró gobernador de la plaza militar de Berga, un cargo que ocupaba por segunda vez. Receloso de que la caída de Solsona a finales de julio de 1838 pudiera provocar un ataque inminente en Berga, para la defensa de esta ciudad el conde lo revistió de las más amplias facultades y le dio el mando de 5 batallones escogidos entre lo mejor de su ejército. El 11 de octubre el conde de España le deponía de gobernador de Berga y le nombraba jefe de la BRI-I de la División de Vanguardia del ejército carlista. Aquella división estaba formada por 8 batallones divididos en dos brigadas. En ausencia del conde, el Bep de l’Oli tenía el mando de toda la división.
A finales de 1838, con la División de Vanguardia y bajo el mando del Conde de España, participó en la expedición del Valle de Arán, donde, en medio de un frío terrible, los carlistas tuvieron que huir por piernas después de saquear y quemar la ciudad. Con la misma división, el 28 de abril de 1839, se encontraba en el asalto de la villa fortificada de Manlleu. Para asaltar sus murallas, los soldados de el Bep de l’Oli levantaron un castillo con la intención de llegar a lo más alto de la fortificación. La villa fue arrasada y quemada sin piedad. El mismo destino que sufrieron las villas de Ripoll y de Moyá, donde el Bep de l’Oli también tuvo un destacado papel. Por aquellas hazañas, el José Pons obtuvo el grado de coronel y dos distinciones de Caballero de la Real y Militar Orden de San Fernando de Primera Clase, una distinción que ya había obtenido por el asalto al pueblo de Vilanova de Meyá en 1835.
El 31 de agosto de 1839 se produjo el Convenio de Vergara entre el general Maroto, jefe de los carlistas, y el general Espartero de los liberales. El 2 de noviembre, en el puente del Espía, cerca de Organyá, el conde de España fue asesinado y lanzado al Segre por los sus propios partidarios. La participación de el Bep de l’Oli en aquel asesinato no consta en su expediente militar, pero algunos libros y artículos de la época lo señalan como uno de los principales participantes: «Llegaron al puente de los Espias. Allí el Bep del Oli arrancó a Espagne de su asno, le hundió un puñal, y mutilándole el rostro para que nadie le pudiese reconocer, le cogió por la cabeza mientras Ferrer le asía de los pies, y después de un instante fue precipitado al abismo». Algunos autores sostienen que estuvo ayudado por su hermano Antonio Pons, sea como fuere le cargaron con la etiqueta de asesino del conde de España.
En noviembre de 1839 el carlismo declinaba inexorablemente. El asesinato del conde de España inició una deserción masiva del ejército carlista que redujo a la mitad los 13.000 soldados que había tenido en octubre. Antonio Brujó mandaba las fuerzas carlistas y quería impedir el abastecimiento de Solsona rodeada por los carlistas. El Bep de l’Oli participó en las acciones del 14, 15 y 16 de noviembre de 1839, cuando querían detener el convoy liberal que debía abastecer a Solsona. Las pérdidas carlistas fueron de 40 hombres, los isabelinos perdieron 300 hombres y 30 caballos. Por esta batalla fue nombrado brigadier. El 1 de diciembre de 1839 se convertía en Jefe de Estado Mayor.
Los días 1 y 4 de febrero de 1840 los carlistas querían detener otro convoy que llevaba los víveres a Solsona. Al frente de las tropas carlistas estaba el propio Ignacio Brujó. El Bep de l’Oli mandaba toda la División de Vanguardia. El choque fue terrible y ocasionó miles de bajas en ambos bandos. Ambos reclamaron la victoria: los carlistas, porque habían tenido menos bajas, y los isabelinos, porque el convoy había podido llegar a Solsona.
El 15 y 16 de febrero, con cuatro piezas de artillería, una de ellas del ocho, rindió el fuerte situado en la orilla derecha del Segre que protegía el puente de Alentorn.
Los días 24, 26 y 28 de abril de 1840 fueron las últimas acciones que constan en el expediente militar de José Pons correspondiente a la Segunda Guerra Carlista. De nuevo los carlistas tenían que cortar el paso del convoy que conducía el general Antonio Van Halen para abastecer a Solsona. El general Segarra dirigía las operaciones carlistas. Van Halen pudo destruir la resistencia carlista, pero sus pérdidas fueron terribles: 2.200 hombres entre muertos y heridos. Como recompensa, el general Van Halen obtuvo el título de conde de Perecamps.
El 6 de julio de 1840, el ejército carlista penetraba en Francia. Cabrera anotó que pasaron allí cerca de 21.000 personas: 18.678 soldados, 1.980 oficiales y cabecillas; entre ellos iba el agricultor José Pons, alias el Bep de l’Oli.
Pons en la Segunda Guerra Carlista o de los Matiners
Según su hoja de servicios, José Pons estuvo en el exilio francés desde el 6 de julio de 1840 hasta el 17 de abril de 1848, exactamente 7 años, 9 meses y 11 días. Cuando el Bep de l’Oli volvió a su casa, Cataluña estaba inmersa en la Guerra de los Matiners o Segunda Guerra Carlista. Esta guerra había comenzado en septiembre de 1846 y se prolongó hasta mayo de 1849, y su principal teatro de operaciones fue principalmente Cataluña.
Se considera el inicio del conflicto el levantamiento de Benito Tristany en Solsona, en septiembre de 1846, y de Pitxot en el Campo de Tarragona. Una serie de caudillos como el propio Tristán y sus sobrinos, el Ros de Eroles, Pitxot, Badía, el graduado de Guisona, José Borges, el Bep de Termens, el Guerxo de Ratera, Marsal, Cor de Roure, etc., consiguieron formar pequeñas partidas que utilizaron el mismo sistema de lucha y resistencia que habían utilizado en guerras anteriores.
De el Bep de l’Oli no se sabe si levantó partida; se le atribuía la organización de las diferentes partidas que se habían levantado en el país y el mando de las entradas carlistas de Benito Tristany en Cervera y en Guisona del 16 de febrero de 1847. Una acción que puso tan nerviosos a los liberales, que costó el cargo al general Bretón, entonces capitán general de Cataluña.
Deserción de Pons al ejército gubernamental
El 17 de mayo de 1847 los gubernamentales conseguían matar a dos de los principales jefes carlistas: el Ros de Eroles y Benito Tristany. A finales de ese año, el general Pavía, capitán general de Cataluña, puso en marcha una campaña de pacificación que mermó considerablemente el número de partidas y sus efectivos, quedando reducidas a acciones de pequeños sabotajes y bandidaje. Parecía que la revuelta de los matiners estaba liquidada. Pero el gobierno Narváez promovió una nueva convocatoria de quintas. Mucha gente prefirió enrolarse en las partidas carlistas o en las partidas republicanas y progresistas que se levantaron, sobre todo a partir de la Revolución Francesa de 1848. De hecho, a partir de esta revolución, progresistas, demócratas y republicanos levantaron partidas que colaboraron con los carlistas.
El general Ramon Cabrera llegó a Cataluña para dirigir el ejército carlista. El movimiento matiner reavivó fuertemente. Las fuerzas sublevadas habían aumentado. La alianza entre carlistas y progresistas había traído más efectivos y recursos.
El general Pavía no había podido terminar la guerra y era sustituido por Fernando Fernández de Córdoba. Este militar pensaba que aquel conflicto, más que con soldados, debía ganarse con dinero para sobornar a los jefes de partida.
El 19 de octubre de 1848, José Pons, alias el Bep de l’Oli se vendió a los liberales por 36.76593 reales y por el reconocimiento de su grado de brigadier. Algunas fuentes opinan que se sentía poco valorado por Cabrera y eso le llevó a pasarse de bando. Con él se pasó su hermano Miquel, con el grado de coronel, y también muchos de sus hombres.
El 3 de diciembre de 1848, logró que el coronel Pozas se pasara al ejército liberal con sus 700 soldados y 20 hombres de caballería. Por este servicio obtuvo las gracias reales de Isabel II.
Pons al servicio gubernamental
El Bep de l’Oli mandaba una columna que perseguía a sus antiguos compañeros como Negro, Coscó, Torres de Sanaüja, Ramonet, Gamundi, Basquetas, Serra, Porró, Ceballos, los hermanos Tristany, José Borges, el Muchacho, Caracolón, Pallés, Ciurana o el mismo Cabrera. Era una lucha sin tregua ni descanso.
El 23 de enero de 1849, el Bep de l’Oli estaba en Agramunt, donde hizo celebrar los funerales de su hermano Miguel, a quien Cabrera había hecho fusilar. La noche del 1 al 2 de marzo de 1849, en Sant Lorenzo de Morunys, el Bep de l’Oli atacó al mismo Cabrera y consiguió rodearlo, pero no pudo evitar que se escurriera ni vengar la muerte de su hermano.
El país estaba devastado, lleno de hambre y de miseria. Las fuerzas carlistas estaban extenuadas. Las partidas carlistas y progresistas iban cayendo una a una. Muchos de los jefes carlistas y de los jefes progresistas eran hechos prisioneros, se presentaban a indulto o simplemente sus partidas se descomponían en pequeñas cuadrillas de bandoleros.
A finales de abril de 1849 Ramon Cabrera, viendo la inutilidad de una lucha desigual, decidió cruzar la frontera. El conflicto de los matiners llegaba a su fin. Pero aún restaban algunas partidas carlistas que resistían, como la de los Tristany. A el Bep de l’Oli se le confería el mando superior militar de la Segarra y del país comprendido dentro del perímetro que formaban Solsona, Cardona, Manresa, Castellfollit, Calaf, Torá, Biosca, Pons, Tiurana y Oliana con cuatro brigadas más a sus órdenes. Bep tenía amplias facultades y plena libertad de acción para conseguir la pacificación definitiva de aquella zona en la que todavía resistían los hermanos Tristán y pequeñas partidas en situación desesperada.
Aquellas amplias facultades incluían desemplear casas de campo y el riguroso bloqueo de la zona sin que sus habitantes pudieran introducir artículos de consumo bajo severas penas. Del 13 al 23 de junio, el Bep de l’Oli era nombrado comandante general de la provincia y del 24 de junio al 30 de septiembre de 1849 se le confería el cargo de comandante general de la Alta Montaña. Debido a las continuas pérdidas de vidas y prisioneros, acompañados de ciento cincuenta leales, los Tristany decidieron emigrar a Francia. Era el fin. Las partidas habían sido vencidas y el país quedaba “pacificado” a satisfacción de las autoridades liberales. En fecha 27 de junio, José Pons, alias el Bep de l’Oli era nombrado Caballero de Tercera Clase de la Real Militar Orden de San Fernando.
El 30 de septiembre de 1849 se disolvía su división y era trasladado en situación de cuartel a Barcelona donde se le encomendaba formar parte de una comisión de estadística. Su misión se reducía a comprobar la verdad de las noticias que facilitaban los industriales. Su sueldo era de 200 escudos de bellón al mes por las horas de servicio que había estado en campaña. Una especie de pensión de jubilación por haberse vendido a los liberales.
Gobernador militar de Madrid
Para detener la revolución progresista que empezaba a extenderse por todo el Estado español, el 17 de julio de 1854 la reina nombró al general Fernando Fernández de Córdoba para formar gobierno con moderados puros y progresistas. Para detener los levantamientos de un Madrid que se llenaba de barricadas y altercados, Fernández de Córdoba designó a José Pons como gobernador militar de la capital “para reprimir la sublevación por todos los medios que su pericia le sugiriese”. No en vano el año 1848 ya había confiado al Pons la pacificación de Cataluña después de un jugoso soborno.
Pero la situación era complicada y turbulenta y a los dos días Fernández de Córdoba tuvo que ceder la presidencia al duque de Rivas y José Pons tuvo que dejar el cargo prácticamente sin haber ejercido las funciones. La Revolución de 1854 triunfaba y comenzaba el Bienio Progresista.
Últimos años
El destino que vivió José Pons a partir de ahí fue bastante lamentable, con confinamientos, prisión y continuos cambios de destino: Cáceres, Badajoz, Sevilla, Cádiz, Canarias…
Los cambios de destino eran en el fondo destierros legales para aquellos militares que no eran de la cuerda del gobierno de turno y José Pons no lo era. Por eso los cambios continuaron y en 1857 era destinado a Soria. En 1859 fue destinado al BI-I/31 de Asturias y poco después a Vigo. En julio de 1860, José Pons emprendía el viaje hacia su último destino y moría en Villar de Frades, situado a 9 leguas de Valladolid, a la edad de 57 años.
Marcelino Gonfaus alias Marsal (1814-55)
Marcelino Gonfaus y Casadesús, alias Marsal, nació en Prats de Llusanés (Barcelona), el 14 de junio de 1814.
Gonfaus en la Primera Guerra Carlista
Era tejedor de oficio y a los 20 años ingresó en las filas carlistas y participó en la Guerra de los Siete Años. Tras la derrota carlista, en 1840 emigró a Francia con el grado de teniente coronel.
Gonfaus en la Segunda Guerra Carlista o de los Matiners
Siete años más tarde volvió a Cataluña; la primera acción fue el 28 de junio de 1848, cuando con una partida de Marsal entró en San Baudilio de Llusanés.
El 6 de julio, en la provincia de Gerona aparecieron de nuevo las partidas capitaneadas por los cabecillas Grau, Marsal, Bou y José Puig, alias Boquica, que algunos días antes se habían retirado a la provincia de Barcelona. La de Marsal pasó a las 5 de la mañana por el distrito municipal de San Gregorio con 30 o 40 rebeldes que vadearon el río Ter dirigiéndose por Vilana a Anglés, en donde entraron a las 8 de la mañana derribando la placa de la Constitución y marchándose a la media hora hacia Sellera de Ter.
El 24 de julio, las partidas de Marsal, Manuel Herrero y algún otro cabecilla de los que divagan por los límites de la provincia de Barcelona y la de Gerona se reunieron con ánimo de caer sobre Blanes. En su marcha sorprendieron en Lloret un destacamento de 5 carabineros, a los que desarmaron; pero como la columna de Levante, al mando del capitán Francisco Zabala del RI-23 de Valencia, impidió consiguieran su intento, los alcanzó en la casa de camino de Torre Llobet, a tres cuartos de hora de Vidreres (La Selva). El movimiento de esta columna estaba combinado con el de Santa Coloma de Farnés. Los matiners, al detectar las tropas gubernamentales, procedieron a evacuar dicha casa; pero atacados decididamente, fueron arrollados y dispersos en todas direcciones, causándoles 6 muertos, tres prisioneros, entre ellos el cabecilla Manuel Herrero, y 10 o 12 heridos, siendo pasados por las armas con arreglo a los bandos vigentes.
Durante la semana del 10 de julio, los montemolínistas habían estado paseando por los pueblos de Lloret, Malgrat, Pineda, Calella y en Sant Pol; Marsal compró un hermoso pescado que, después de guisarlo en el mesón de Calella, lo comió con la mayor calma.
En la tarde del 12 de agosto, el coronel Baixeras salió precipitadamente de Vich con una columna del RI-3 del Príncipe, dio alcance al amanecer a la partida del cabecilla Marsal a las inmediaciones de Viladrau (Gerona), compuesta de unos 250 hombres y 9 caballos, y a pesar de las posiciones inexpugnables que ocupaba, fue batida y desalojada de ella, causándola 7 heridos y un muerto que dejaron en el campo. Ese mismo día los matiners atacaron el destacamento de San Hilario de Sacalm, y al aproximarse la columna de Santa Coloma de Farners, se retiraron a Sant Marsal, y el 13 de agosto por la mañana fueron atacados por el coronel Baixeras. La columna de Sant Celoni, compuesta de las compañías de cazadores 4ª y 6ª del RI de la Unión, mandadas por el segundo comandante del mismo, don José Echanove, marchó a Breda y Hostalrich, para ponerse en comunicación con la columna de Santa Coloma, y auxiliar, si fuera necesario, al destacamento del San Hilario.
Los matiners eran unos 300 hombres y 14 caballos mandados por los cabecillas Marsal, Boquica, Estartús, Jubany y Posas, que son los mismos que atacaron a San Hilario y tuvieron el enfrentamiento con Baixeras. El 14 de agosto, bajaron a dormir a la casa del manso Calls del término de San Esteban de Palautordera, y en la mañana del mismo día pasaron de San Esteban de Palautordera a San Pedro de Villamayor, donde la columna de Granollers, mandada por su comandante de armas José Esclús, los atacó, obligándoles a retirarse a Cánoves, donde se hicieron fuertes.
Durante el 21 de agosto, se persiguió activamente dicha columna a la facción de Marsal desde Anglés, por San Pedro de Llorá, San Martín de Llémena y Granollers de Rocacorba. A la llegada de dicha partida al manso Oliveres del término de Mieres, se le unieron las partidas de Soler, Fullá y Bou, que juntas reunirían unos 70 hombres. A las 6 de la tarde esperaron en el collet de Bastarra, pero una sola compañía les desalojó de dicha posición y, pasando luego el collado llamado Freixe, se internaron precipitadamente por los bosques de Finestres, cerca de cuyo santuario cesó la persecución por haberse desbandado los rebeldes en diferentes direcciones.
Después de amanecer el 22 de agosto, continuó la columna siguiendo la pista a la partida de Marsal y las demás que al día anterior se le habían unido, y a consecuencia de una marcha precipitada de 8 horas logró atacarles la retaguardia, viéndose precisados a aceptar el combate apoyados por las formidables posiciones del Tornete y alentados por un refuerzo de unos 50 hombres mandados por Gironella que en aquel instante se le unieron.
El fuego bien sostenido duró cerca de cinco horas por entre cerrados bosques y las elevaciones que en vano intentaron sostener los rebeldes, habiendo trepado el coronel Ríos con la escasa compañía de granaderos por la escarpada Muralla de Finestras (Sierra de Montsec) y el horrible paso del coll Sadavesa. La reducida guarnición del castillo de Finestras (Huesca) ofreció resistencia, pero los granaderos los desalojaron y huyeron sobre los bosques de San Aniol de Finestras. Los rebeldes tuvieron 6 muertos, 5 de ellos a bayonetazos, habiéndoseles cogido varias armas, muchas mantas y otros efectos, causándoles muchos heridos que se llevaron. La columna tuvo 3 heridos y 2 contusos.

El 24 de septiembre, Marsal entró en Besalú (Gerona) con 140 hombres; el ayuntamiento huyó, los primeros habitantes se ocultaron y ellos, en venganza, destrozaron el archivo de la casa de la villa; habían reunido una multitud de paisanos para destruir la fortificación cuando apareció por la altura la incansable columna del coronel Ríos que los perseguía a muerte, según ellos mismos dijeron.
Inmediatamente, escaparon y los isabelinos los siguieron por Palera, Beuda y Segueró, en cuyas alturas se trabó un combate, cuyo fuego duró desde las cinco de la tarde hasta la noche por las cordilleras y bosques de la Madre de Dios del Mont (Gerona). El resultado fue la dispersión de la partida que dejó un muerto y llevándose los heridos.
El coronel Diego de los Ríos no les daba tregua; con las columnas de Gerona y del Ampurdán salieron a mediodía en persecución de la partida de Marsal que estaba en la casa Ginestar (Merlant, Gerona). Los rebeldes les hicieron frente en una posición en la escarpada sierra de Ginestar; les atacaron y, al cabo de un cuarto de hora, Planadenunt con la partida de Estartús atacó el flanco izquierdo viniendo de Pujarnol, y el Ferrer de Tavertet la retaguardia descendiendo del camino que conduce al Roure Gros. Después se hizo fuego general en todas direcciones. Orgullosos y alentados, pretendieron intimidar a la tropa con un fuerte ataque, pero formadas tres columnas, los rechazaron a la bayoneta; los rebeldes huyeron en distintas direcciones, dispersándose después. Dejaron 17 muertos, un prisionero, considerable número de armas y pertrechos de todas clases; se llevaron muchos heridos. Las columnas tuvieron un mozo de escuadra muerto y seis heridos y tres contusos.
Las partidas reunidas de Marsal, Pío, Garrofa y Gironella, con unos 300 efectivos, intentaron en vano apoderarse del fuerte de San Hilario de Sacalm, atacándolo reunidas desde las 11 de la noche del día 11 hasta media mañana del 12 de septiembre. Los disparos y los gritos de los rebeldes que recorrían la población dieron a entender que sus intentos se dirigían a pegar fuego al fuerte, como lo efectuaron, obligando a abrir todas las casas, incluida la del párroco que, como más cercana a la iglesia, dio paso a los facciosos para penetrar en la misma, llenándola de paja, leña y varios muebles, a todo lo cual pegaron fuego que consumió las puertas desde luego. En tal apuro, la tropa con la mayor serenidad se refugió defendiéndose en la bóveda de la iglesia, cuyos altares y ornamentos sagrados quedaron la mayor parte reducidos a cenizas. El fuego continuó hasta la mañana siguiente sin que bastase tan inminente peligro a rendir a los valientes defensores del fuerte.
Viendo estos que no podían conseguir sus intentos, se retiraron a las nueve y media de la mañana del 12 de septiembre, apostándose en las alturas inmediatas a la población. Una columna de Santa Coloma de Farnés llegó y expulsó a los rebeldes.
Las correrías de Marsal con su partida compuesta de 120 a 140 hombres, y a fuerza de una marcha apresurada, pasando por las poblaciones de Verges, Torroella de Montgrí y la Bisbal, en donde entraron a las 4 de la tarde del 27 de septiembre. Permanecieron formados en la plaza como unas dos horas, y exigieron solamente la contribución que exigía el gobierno. Una pequeña fuerza de infantería y guardia civil que había en esta última población se refugiaron en el castillo, hostigando desde allí a los rebeldes que a él se acercaban, hiriendo a dos.
El 28 de septiembre a las siete de la mañana, llegó Marsal con su partida de 200 efectivos y 11 caballos a Cornellà del Terri, bajando de la montaña y retirándose luego. Lo mismo sucedió en San Félix de Pallarols, donde llegaron las partidas de Marsal y Garrofa, donde se les uniría la partida de Gibert, con 100 hombres y 10 caballos, pernoctando en San Juan de las Abadesas sin disparar un tiro.
El 2 de octubre, el coronel Ríos perseguía a Marsal sobre San Esteban de Bas, desde donde acababa de salir hacia la cuesta del Grau la columna de Olot que, combinada, se había movido desde Besalú por los avisos de dicho coronel. Alcanzó a la facción en la cuesta de Tarafa (coll de Úria), y a pesar de los obstáculos de ese difícil, la columna de Olot al mando del coronel Salvador Androban avanzó con la reserva ocupando la cumbre y expulsando a las fuerzas de la partida y ocupó Grau. Siguió después el fuego por las cordilleras de la derecha sobre Falgars, terminando la persecución con la llegada de la noche, llevando los matiners cinco heridos y las tropas isabelinas uno leve.
El 6 de octubre, el coronel Ríos se enfrentaba a Cabrera, Marsal y Saragatal en el collado de Santigosa. El estruendo de la batalla fue tan intenso que los habitantes de Olot pensaron que se desarrollaba dentro de la ciudad. Finalmente, tras este choque, solo conocido por el ruido que ocasionó, Cabrera, Marsal y Saragatal optaron por la dispersión, dividiendo su fuerza en grupitos de ocho a diez hombres.
El día 10, una columna gubernamental salió de Gerona en pos de los matiners de Marsal. Los encontró en Aiguaviva y les tomó cuatro prisioneros, dos caballos y algunas lanzas de jinetes.
El 12 de octubre, Marsal y el Muchacho ocuparon Amer y pernoctaban en el pueblo. A la mañana siguiente, entraban en Bañolas, después de un pequeño encontronazo con una patrulla de los gubernamentales. Los carlistas secuestraron al hijo del alcalde, ya que no encontraron a su padre.
Marsal se enfrentó al ejército el día 23 cerca de la masía Revellit, en Caldas de Malavella. Los lanceros del ejército lucharon contra los de Marsal, que tuvo que huir. Al día siguiente, Marsal fue sorprendido por la columna de Hostalrich, en Calella de la Costa, mientras cenaba como su tropa.
El 30 de octubre, un grupo de la partida de Marsal se introdujo silenciosamente en Santa Coloma de Farners. Los rebeldes se escondieron en una espalda, esperando que pasara la ronda de vigilancia a las órdenes de Antonio Vidueiros. Los miembros de la ronda cayeron en la trampa y su jefe resultó herido de un trabucazo en una rodilla. Los hombres de Marsal salieron del pueblo con cuatro prisioneros.
El primero de noviembre, Marsal, con una fuerza de 800 infantes y 70 jinetes, esperó al brigadier Paredes, que se acercaba con 700 infantes y 70 jinetes, en los peñascos de El Esquirol (Osona). Marsal consiguió muchos prisioneros, entre los que estaba el médico de la columna del ejército. Multitud de soldados fueron dispersados y vagaban por los bosques.
El 11 de noviembre, Marsal y el Muchacho ocuparon Bañolas.
El 16 de noviembre, Cabrera derrotó al brigadier Manzano en la batalla de Avinyó, en la que Marsal dio una notable carga de caballería.
El día 27, Marsal con 400 jinetes, 20 de los cuales eran lanceros, se detuvo durante dos horas en la Bisbal del Ampurdán y después se fue a Palafrugell. El general Enna apareció a la mañana siguiente con 800 infantes y 45 jinetes en la Bisbal y después se fue hacia Calonge. Posteriormente, Marsal y Poses entraron en Castelltersol (Barcelona).
El 29 de noviembre, Cabrera se presentó en San Félix de Pallarols al frente de 1.000 hombres y continuó el viaje hasta Amer, donde el día 30 se encontró a Marsal.
El 5 de diciembre, Marsal se dejó ver en Sabadell. El 9 de diciembre en Torelló, Borges se unió con Cabrera y Marsal. Se calcula que las fuerzas de estos jefes sumaban 700 infantes y 70 jinetes. Juntos se dirigieron a Vidrá.
El 24 de diciembre, Marsal, después de que se hubo paseado por la costa marítima del Ampurdán, fue visto en Orriols, aunque otras noticias lo ubicaban junto a Cabrera, celebrando la Navidad en Amer. En este pueblo, Marcelino Gonfaus ofreció un baile de oficiales, al cual invitó a los miembros de las familias más ricas de la zona. Un grupo de soldados rasos intentó entrar en el local donde se celebraba el baile, pero fueron expulsados a sablazos por los oficiales. Un asistente de Marsal, molesto porque se le había impedido la entrada, fue a buscar su trabuco y luego quiso dispararle contra los oficiales, pero se le atascó y fue arrestado.
A fin de impedir estas hipotéticas incursiones, el capitán general Concha envió al brigadier Lasala a Hostalrich y al coronel Ruiz a San Celoni y les encargó que bloquearan la carretera por la que debían pasar los carlistas. Pero luego se supo que en Breda solo permanecía la caballería de Marsal y entonces el capitán general volvió a Gerona.
El 30 de diciembre, Cabrera había escogido el pueblo cercano de Amer para alojar su cuartel de invierno. Cabrera y Marsal encontraron un territorio en el que podían instalar su Estado Mayor. Es decir, encontraron una especie de capital o centro de operaciones.
Al reorganizar el general Cabrera las tropas carlistas del Principado el 1 de enero de 1849, confirmó al coronel Marsal en el mando del regimiento de lanceros de Cataluña, y le confirió además el de la Cuarta División, cuyas brigadas estaban a las órdenes de los coroneles Juan Solanich y Francisco de Ulibarri; con un total de cuatro batallones denominados de Olot, de Figueras, de Gerona y de Hostalrich, mandados, respectivamente, por los comandantes Pedro Gisbert, Marterión Serrat, Domingo Serra y Francisco Savalls.
El 2 de enero a las 11 de la mañana, los republicanos de Ametller ocuparon Cassá de la Selva, pero abandonaron el pueblo cuando se enteraron de que Marsal llegaba al lugar con 500 soldados. Pisando los talones a Marsal, iba el capitán general, Concha, al frente del numeroso contingente de tropas que había llegado a Gerona.
A la vuelta de una de sus incursiones, Concha supo que Marsal permanecía en Cassá de la Selva, al frente de 600 hombres. El 7 de enero, los generales Concha y Nouvilas salieron de Gerona al frente de un contingente considerable y se dirigieron a Amer.
El 9 de enero, Concha pasaba por Santa Coloma de Farners y después llegó a Vich. En esa fecha, Cabrera, empujado por cuatro columnas gubernamentales, huía de Amer, pero el 10 de enero, el carlista preparó una trampa al coronel Hore en las montañas cercanas al pueblo y lo venció de forma contundente.
El 16 de enero, Marsal entraba por segunda vez en Bañolas. Y el 25 de enero, aún permanecía en Amer, con 800 hombres.
El 26 y 27 de enero, se produjo la batalla del Pasteral; Marsal participó en la misma, siendo derrotados los carlistas. Tras la batalla huyó hacia Besalú, pero la columna del ejército gubernamental de Figueras le cortó el paso y entonces viró hacia Bañolas y después siguió el camino hasta Orriols.
El 30 de enero, cien hombres de Marsal entraron en Badalona. Nadie pudo saber la razón de esta visita. Al cabo de un rato, abandonaron la ciudad sin haber ocasionado ningún daño.
El día 3 de febrero, Marsal descansaba de nuevo en Amer, lo cual evidencia una de las características de la guerra: ni los gubernamentales ni los rebeldes mantenían la ocupación de los pueblos o territorios que conquistaban.
El día 10 de febrero, Marsal, con 150 infantes y 40 jinetes, pasó por La Bisbal de Ampurdán y al día siguiente, domingo, llegó a San Félix de Guíxols. Después, subió a la montaña, por Vilobí de Onyar.
El 17 de febrero, Marsal penetraba hasta Granollers e hizo prisioneros a unos oficiales que se encontraban de maniobras de instrucción. Después se dirigió a Argentona y a la costa del Maresme, pero se vio obligado a retirarse al Montseny. En un lugar llamado Santa Maria del Recó, el coronel Santiago atacó a la partida carlista a bayoneta calada, mientras el coronel Solano envolvía a los carlistas por la espalda. Marsal perdió muchos hombres y abandonó muchos caballos.
El día 25, Marsal pasó por Olot, camino de Santa Pau, solo acompañado por una partida de 10 jinetes y 15 infantes. Seguramente volvía de la lucha que había mantenido con el coronel Santiago en San Juan de las Abadesas. En el choque de San Juan, había perdido a 11 hombres, entre los que se encontraba Grau, su secretario, así como su ayudante Guillaume de Chavanes, de nacionalidad francesa. Otros cabecillas rebeldes, separados de sus partidas, vagaban desorientados por los bosques.
Durante los días 2, 3 y 4 de marzo, el coronel Hore se fue hasta Santa Pau y Mieres para perseguir a Marsal. Finalmente, lo encontró y se entabló la lucha. El choque no fue favorable a los matiners, ya que sufrieron la pérdida de muchos hombres que cayeron prisioneros. Entre ellos, un par de desertores del RI-28 de La Unión.
El 3 de marzo, Martiriano Serrat y Saragatal se juntaron en Darnius con la fuerza de Marsal y se dirigieron a San Pedro Pescador para presionar a unos propietarios del Bajo Ampurdán que, desde el tiempo de la primera guerra, no les pagaban las contribuciones.
El día 7 de marzo, Marsal se presentó en Tordera al frente de 800 infantes y 110 jinetes. En esta villa detuvo al correo en Barcelona. Después marchó a Calella y estuvo allí hasta medianoche. 100 de Marsal se dirigieron a San Félix de Guíxols para cobrar las contribuciones. La incursión de Marsal fue posible porque el coronel Ruiz, encargado de controlar la zona entre la Selva y las Guillerías, abandonó el mando para dirigirse a Osor y Suqueda con el objetivo de requisar un par de cañones de madera, reforzados con círculos metálicos, que habían construido los carlistas. Marsal aprovechó la circunstancia para llevar a cabo un recorrido que empezó en Riudarenas, continuó por Masanet de la Selva y Blanes, pasando también por Tordera. 250 matiners de Marsal entraron en Lloret de Mar, mandados por unos oficiales llamados Sants y Andreu. Después de que los hombres de Marsal abandonaran ese pueblo, Savalls entró en el mismo, con 300 infantes y 40 jinetes. Savalls continuó su camino hacia Tossa y cuando llegó a este pueblo marinero, se comprobó que solo quedaban 25 infantes y los 40 jinetes. El día 8, Marsal pernoctó en el hostal de la Rana. A la mañana siguiente, llegó a la Bisbal del Ampurdán.
El 10 de marzo, Marsal pasó del Ampurdán a la Garrocha. El día 12, marchaba hacia el Ampurdán con 600 infantes y 80 jinetes. En Navata chocó con el coronel Ríos y el teniente coronel Vega, los cuales le ocasionaron 10 muertos y le tomaron más de 5 prisioneros y muchas armas. Marsal huyó del cerco arrastrando a 14 heridos.
En la mañana del día 20, las partidas de Marsal, Garrofa, Savalls y Jubany se reunieron en Santa Coloma de Farners.
El día 30 de marzo, reunió a todos sus hombres en Amer, les arengó y dijo que quienes quisieran abandonar las armas eran muy libres de hacerlo, ya que no deseaba tener gente descontenta al lado. Marsal aseguró que, aun en el caso de que quedara como el último resistente, no abandonaría al rey y que prefería morir antes que exiliarse.
Perseguido por seis columnas de tropas isabelinas al mando de Echagüe, Ríos, Hore, Santiago, Ruiz y Lafont. Este último le atrapó en un paso de montaña, le mató a 6 voluntarios y le tomó 13 prisioneros. Marsal y tres hombres de su caballería lograron escapar.
El día 3 de abril a las 8 horas de la tarde, el general Enna y el coronel Ríos irrumpieron con sus respectivas fuerzas en Amer, donde estaban Marsal y Savalls, con 300 hombres y les tomaron 40 prisioneros, entre ellos 7 oficiales y 11 caballos. Tras esta derrota, Marsal se enfrentó violentamente con su secretario Elias de Tordera. El secretario desertó y Marsal ordenó a los alcaldes de los pueblos de alrededor que lo buscaran y que, en caso de que lo atraparan, lo fusilaran. Elías pudo llegar a Olot, donde se presentó a las autoridades del gobierno, a las que libró toda la documentación que traía consigo.
Marsal fue localizado en Querós, desde donde se dirigió hacia Gerona. En los alrededores de Bañolas, se detuvo en un bosque de la montaña del Ginestar para dormir. Esto llegó a oídos de la guarnición de Bañolas. Un teniente matiner llamado Narciso Figueras, desertor de la compañía de Marsal, las informó de la circunstancia. La columna del ejército en Bañolas encontró a Marsal y ambos bandos intercambiaron algunos disparos. El coronel Hore, que permanecía en un lugar cercano, oyó los tiros y corrió hacia la zona de donde provenían. Momentáneamente, Marsal consiguió zafarse de sus perseguidoras, pero acabó cayendo en manos del coronel Hore el 6 de abril de 1849.
Conducido a Gerona, fue allí sometido a un consejo de guerra que le condenó a muerte. El día 11 de abril, a las ocho de la mañana, se ejecutó la sentencia; primero fue fusilado Planademunt, a continuación su ayudante, el capitán carlista Romero. Cuando solo faltaban breves instantes para ser también pasado por las armas Marsal, llegó el coronel liberal Oráa, con el indulto que había solicitado de Isabel II, pagando así una deuda de gratitud que había contraído con el coronel Marsal, quien le había perdonado la vida y dado libertad en un sangriento combate de aquella misma guerra.
El brigadier Marsal y su jefe de Estado Mayor, Jacinto Vives, fueron entonces conducidos a Barcelona, y cuando, al concluir la campaña, Isabel II concedió una amnistía general, emigró de nuevo a Francia.
Gonfaus en la Insurrección Carlista de 1855
Con el empleo de brigadier y el cargo de comandante general interino de los carlistas catalanes, el 2 de julio de 1855 Marcelino Gonfaus, alias Marsal, regresó al Principado, llegando a sostenerse en campaña durante cuatro meses, a pesar del aislamiento en que se encontraron tanto él como los pocos carlistas que por entonces tomaron las armas. Después de sostener varios combates, algunos de los cuales resultaron ventajosos para él, el 7 de noviembre de 1855 Marcelino Gonfaus fue hecho prisionero en Orriols y fusilado al día siguiente en Gerona. Gonfaus quedó herido en Orriols. En el patíbulo fue sentado en una silla y lo fusilaron. Decretó la sentencia de muerte el brigadier Ruiz, que ya había ganado a Gonfaus en la primera jornada de la batalla de Pasteral, durante la Segunda Guerra Carlista o de los Matiners.
En 1876 don Carlos de Borbón y de Austria-Este concedió a la viuda de Marcelino Gonfaus, María Soler y Martí, el título de condesa de Marsal. Uno de los sucesores en este título fue Tomás Boada Flaquer, procurador en las Cortes Españolas durante su I Legislatura (1943-46) y presidente del Patronato Nacional de San Pablo para Presos y Penados entre 1944 y 1968. La Ley de 4 de mayo de 1948 le reconoció oficialmente el título de conde de Marsal.