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Carlos VI en Inglaterra
El conde de Montemolín en Inglaterra cumplía sobre todo sus deberes impuestos por las relaciones sociales. Sus esfuerzos estaban encaminados a conseguir los recursos necesarios para los que estaban en campaña defendiendo sus derechos. Desde su morada en Londres dirigía la actuación de los Montemolínistas, les daba instrucciones precisas para evitar que la guerra tomara un cariz despiadado e inhumano, recomendando templanza a los suyos a pesar de que sus enemigos, en bandos y por procedimientos, incitaran a la guerra de represalias. Desde Londres daba las instrucciones necesarias a los jefes carlistas para que la guerra se incrementara; desde Londres se contrataban y se preparaban alijos de armas, y también en Londres se recaudaban fondos, cuyo origen algo misterioso era para unos, atribuido a empréstitos con el comercio de la City, y por otros a la encubierta protección de Rusia.
Todo ello se hacía dentro de la mayor estrechez en la vida de Carlos VI, pues aunque concurría constantemente a actos y banquetes públicos, se hallaba en la mayor penuria, pues con la Revolución de 1848 la ayuda que le prestaba el emperador de Austria había disminuido. Así, mientras el conde de Montemolín llevaba una aparente vida lujosa, en su hogar faltaba lo más necesario, supliendo aquella falta de su propio bolsillo y de aquellos emigrados como el marqués de Villafranca, que habían convertido la lealtad en una religión.
Penuria que aumentó cuando su hermano, el infante don Fernando, que había llegado a Inglaterra a fines de 1847, tuvo que renunciar al empleo que tenía en el ejército de Piamonte. Se encontró con el dilema de luchar contra Austria, protectora de su familia, y a la que tan unida se hallaba, o bien dejar el ejército al que pertenecía. Penuria que todavía aumentó cuando, huyendo de la Revolución, llegaron su hermano don Juan y su cuñada la archiduquesa Marta Beatriz, llevando en sus brazos un bebé nacido en una posada de Laybach, y que debía ser con el tiempo Carlos VII de España.
El conde de Montemolín no solamente los recibía a todos con los brazos abiertos, sino que se adelantó hasta Bruselas para recibir a su hermano y cuñada. Con su esfuerzo obtuvo de un judío de Londres, Samuel Le Mert, la cantidad de 2.000 libras esterlinas, pero firmando un crédito de 20.000, con la condición de pagarlas cuando ocupara el trono de España. Pero esta cantidad era para los que luchaban y no para sus atenciones personales más apremiantes. Con el fin de recaudar fondos, Lamas Pardo, recogía suscripciones de los amigos políticos. Solo del Emperador de Rusia recibía para sus atenciones un auxilio que compartía con sus hermanos.
Para atender a las necesidades de la guerra, en el mes de abril se organizó la Real Junta Gubernativa de Cataluña, la que fijó como ingreso el cobro de las contribuciones, a contar del último trimestre de 1847, aumentadas en el 10 por ciento. Recaudaba también los tercios de propios y arbitrios y disponía que no se extrajera la sal de las salinas sin las condiciones que eran consignadas en sus bandos. Dicha Junta ordenó la requisa de caballos y monturas, dando al dueño un recibo de su importe, que era admitido para el pago de las contribuciones exigidas. Este mismo procedimiento se empleaba para el plomo, armas de fuego y blancas, y demás efectos militares.
Auxiliaba a la Real Junta Gubernativa de Cataluña otra establecida en Perpiñán, que estaba encargada de adquirir armas, organizar el contrabando, facilitar pasaportes y guías a los emigrados para pasar los Pirineos, a fin de unirse a los montemolinistas en campaña. Luego se establecieron Juntas con este mismo fin en Toulouse y en Bayona, todas las cuales obraron con actividad.
Estando ya en campaña el general Cabrera, este dispuso un empréstito voluntario, que si bien recaudó algunas cantidades de importancia, no fueron suficientes para remediar la cuestión económica en Cataluña, ya que esta estribaba en la posibilidad de dar armas a todos cuantos las pedían para luchar.
Otro hecho interesante relacionado con la política carlista en ese año fue la repercusión que tuvo en el extranjero la crueldad de los isabelinos de fusilar al caballeroso brigadier carlista Alzáa. En la sesión del 16 de julio, en el Parlamento inglés, lord Londonderry interpeló al Gobierno, que presidía lord J. Russell, sobre el fusilamiento de Alzáa. Preguntando si había con el Gobierno de Madrid algún medio de comunicación para que pudiera llegar la protesta de Inglaterra ante la renovación de semejantes atrocidades. El presidente del Consejo, marqués de Lansdowne, contestó en nombre del Gobierno, diciendo que no pudo evitarse tal acto, porque Alzáa había sido pasado por las armas antes que algún representante extranjero pudiera mediar.

Influencia de la Revolución Francesa de 1848
Las jornadas de la Revolución francesa, el mes de febrero de 1848, provocaron una inflexión en la guerra y dieron lugar a una colaboración entre carlistas, progresistas y centralistas que los conservadores llamaron “Unión contra natura”. Si hasta entonces la guerra era una muestra de las diferentes crisis, paro, reducción de salarios, aumento del precio del pan, las quintas y los consumos, a partir de entonces sería un conflicto con una carga ideológica más clara. La llegada de Cabrera daría nuevos impulsos, más coherencia, mejor organización a las partidas y estructurará sus fuerzas con criterios militares.
Al lado de los carlistas lucharon, a partir de la primavera de 1848, progresistas y centralistas, cuya ideología todavía estaba poco perfeccionada y con una cierta dosis de utopismo. Los progresistas eran, según Casimir Martí, los jacobinos españoles. Diferentes jefes progresistas publicaron proclamas donde expresaron su pensamiento y sus objetivos. Señalaban la lucha armada como el único medio para derogar la tiranía de Narváez y restituir la plena soberanía al pueblo español.
Finalizado el verano, la comisión ejecutiva del partido progresista publicaba un programa, compuesto de veinticuatro artículos. Eran los puntos básicos y las líneas maestras del pensamiento progresista que seguirían todos los que luchaban para conseguir la libertad del pueblo y en contra de los abusos del gobierno. Por lo que, además de combatirlo, era necesario realizar un conjunto de reformas que la ciudadanía esperaba: abolición de las quintas, supresión del pasaporte para agilizar el comercio, supresión de los consumos, proclamar el sufragio universal para todos los españoles, separar a los militares del gobierno de la nación, proceder a la renovación de cargos en los ayuntamientos y diputaciones provinciales a través de elecciones libres, educación gratuita y obligatoria para todo el pueblo español, abolición de contribuciones excesivas del fisco y del clero.
Por consiguiente, aspiraban a efectuar una reforma radical y completa de las instituciones para convertir España en un estado moderno más armónico con el espíritu del siglo y las necesidades del pueblo. Eso solo se conseguiría derrotando, en el campo de batalla, al gobierno dictatorial de los moderados. Con ello justificaban las partidas y las alianzas con otras fuerzas afines o dispares, pero que tenían los mismos objetivos.
El otro grupo que luchaba contra el gobierno eran los centralistas. La falta de proclamas de este grupo impide situarlo ideológicamente. Se sabe que eran partidarios de la Junta Central de 1843, compuesta por progresistas y moderados con el objetivo de destituir a Espartero. En el inicio de la revuelta, la Junta se presentó a la opinión pública como defensora de la Constitución y pretendía moralizar la sociedad proveyéndola de leyes justas, uniformes, generales y claras. Establecerían tribunales, según el espíritu de la época; pondrían orden; asegurarían la moralidad de la administración de la vida pública y reorganizarían el ejército sin atender ningún interés. Los centralistas catalanes pretendían, además, el respeto por Cataluña, el restablecimiento de la Milicia Nacional y la destrucción de las murallas de Barcelona.
La guerra, después del movimiento revolucionario francés, adquirió nuevos impulsos. Las partidas aumentaron; la estrategia y la organización de los sublevados eran cada vez más perfeccionadas. Los grupos se vieron favorecidos por el ingreso de nuevos voluntarios procedentes de Francia. Después de la amnistía general proclamada por el Estado español, el gobierno francés retiró los socorros a los emigrantes españoles y precipitó su retorno. Parece que el gobierno español comprendió su error al prohibirles que se trasladasen a sus lugares de origen, y el 31 de marzo de 1848, revocó la prohibición para que no se viesen en la necesidad de ingresar en las partidas para ganarse la subsistencia. Con todo, desde la Seo de Urgel se alertaba del gran número de catalanes que, conducidos por el jefe Siurana, atravesaban el valle de Andorra camino de Cataluña.
Se produjeron movimientos revolucionarios en Madrid, Sevilla, Barcelona y en algún otro lugar. Si las insurrecciones de la capital tuvieron un matiz republicano, las de las otras ciudades adquirieron un sentido más conservador y tradicionalista. La coalición entre progresistas y carlistas, la enemistad de los primeros con el gobierno y la ayuda inglesa al Pretendiente, fueron las causas que explican esta amplia ofensiva de los rebeldes en toda España.
Acciones en enero de 1848
En Cataluña se habían levantado los somatenes los días 30 y 31 de diciembre de 1847, para ayudar a mantener la farsa de la pacificación convenida entre Pavía y Narváez.
Todavía el 6 de enero se daba un nuevo indulto general, y como que las comunicaciones de Pavía seguían siendo tan falsas, como se había convenido; el Gobierno de Narváez llegó a creer en sus propias mentiras, y como que el capitán general insistía en que no quedaban en campaña más que unos cuantos desesperados que pronto acabarían por ser sometidos, Narváez dispuso que se retiraran tropas de Cataluña. El marqués de Novaliches (Pavía), sorprendido sin duda de que el Gobierno de Madrid se creyera las mentiras por sí mismo provocadas, no queriendo o no pudiendo confiar en el papel la verdadera situación de Cataluña, decidió que pasara a la capital el brigadier José Ignacio Echevarría con la misión de informar de viva voz al Gobierno sobre la verdadera situación de Cataluña, es decir, que la guerra continuaba y no había habido la pacificación que le habían invitado a suponer.
El día 5 de enero, una partida carlista mandada por el brigadier Miguel Pujol, más conocido por Mallorca, tuvo un encuentro con la columna del general La Rocha, en Biert (Gerona). El brigadier Pujol cayó prisionero el día 4 de febrero, y fue fusilado el día 8 en Hostalrich (Gerona). El 9 de enero se luchó en el Bruch (Barcelona), y el 10 en Casa Gomis de Clará (Lérida) y Sierra de Castelltallat. De todo esto, Pavía solo supo anunciar que un grupo de tres o cuatro dispersos había matado cerca de Mieras (Gerona), el día 10, a un paisano que llevaba un pliego del ejército.
El 14 de enero, hubo un combate en San Acisclo de Vallalta (Barcelona), y una partida de 50 a 60 caballos, a las órdenes del brigadier Sobrevias, entraba en Torelló (Barcelona), donde permaneció unas horas, llevándose de rehenes a dos individuos del Ayuntamiento para responder de la contribución. El día 15, las fuerzas mandadas por el comandante Salas entraban en Beya (Gerona), haciendo prisioneros a cuatro individuos de resguardo, que fueron fusilados. Pero de todo ello, Pavía no decía nada en sus comunicaciones y se limitaba a participar que una partida de 7 matiners había entrado en Canet de Mar (Barcelona), desarmando a 3 carabineros, y daba por ocurrido el día 19 lo ocurrido en Beya, y que había sucedido el día 15.
El 16 de enero, la fuerza montemolinista mandada por el coronel Juan Solanich, alias Saragatal, tuvo un encuentro con la columna de Echagüé en San Quirico de Besora (Barcelona). En esta acción, los matiners tuvieron que replegarse a Vidrá, pero continuando hostilizados por los isabelinos, se dirigieron al Santuario de Nuestra Señora de Bellmunt, sin cesar de combatir. En las inmediaciones de Manresa, fuerzas mandadas por los coroneles Puig y Vilella tuvieron un encuentro el día 18, resultando herido el capitán que mandaba la fuerza isabelina. En este mismo 18, hubo combate en Lladurs (Lérida), y el día 20, el brigadier Borges con el coronel Tristany tenían un encuentro con la columna de Contreras en Coll de Nargó (Lérida).
El capitán general Pavía, conforme a las instrucciones recibidas, no señaló de aquellos días más que el hecho de que unos dispersos, que el día 16 habían tiroteado a los liberales en los alrededores de Lérida, con muerte de un soldado. Así no es de extrañar que en Madrid se creyeran que, en verdad, todo había terminado. Pero lo cierto es que la guerra proseguía, y el 25 de enero, una pequeña partida mandada por Busaña tuvo un tiroteo en Oristá (Barcelona). El día 26, la fuerza mandada por el coronel Castells entraba en Almenar (Lérida), llevándose a 6 rehenes, y el 27, el coronel Gonfaus atacaba a una columna isabelina entre Llangostera y Hostalrich, en acción indecisa en que los isabelinos solo consiguieron conquistar una posición que no ofrecía ventaja alguna táctica ni estratégica. En este mismo día 27, otras fuerzas carlistas se presentaron delante de Granollers (Barcelona), y después de vencer una ligera resistencia, entraron en la población. Se daba la coincidencia de que la víspera había estado en ella el marqués de Novaliches (Pavía).
El 28 de enero, se produjo otro combate en Orsaviñá (Barcelona), así como en los bosques de Fals (Barcelona). En Alfarrás (Lérida), se reunieron las fuerzas mandadas por el brigadier Tristany y los coroneles Castells y Tristany, pasando el río Noguera Ribagorzana, dirigiéndose a lbars de Noguera (Lérida), para amenazar en la noche del 29 al 30 de enero la ciudad de Lérida. Se retiraron luego a Alós de Balaguer, y de allí emprendieron la marcha para San Pedro de Puigdollers; pero como les salió al paso cerrándoles la ruta de Frexinet la columna del coronel Baxeras, los montemolinistas se internaron en los territorios de Matamargó (Lérida) y la Fonollosa (Barcelona).
Un hecho desgraciado ocurrió a fines de enero: el coronel Forner cayó prisionero en los montes de Valldosera (Tarragona), y el jefe de la partida isabelina, teniente Antonio Godoy, le hizo fusilar inmediatamente.

Acciones en febrero de 1848
El coronel Estartús se presentó el 1 de febrero en Torroella de Montgrí (Gerona), recaudando la contribución. El día 4, cayó prisionero el brigadier Pujol, que había sido fusilado en Hostalrich el día 8, y no hubo acontecimiento digno de señalarse hasta el 14 de febrero, en que se libró un combate en Requesens (Gerona).
Sorpresa de Igualada (21 de febrero de 1848)
La realidad de la guerra en Cataluña quedó puesta a la luz, hasta de los más ilusos, con lo ocurrido en Igualada el 21 de febrero. Los montemolinistas mandados por el coronel Castells y el comandante Vila, formando un conjunto de unos 400 hombres, se aproximaron a Igualada, en donde estaba un batallón del RI-9 de Soria, un escuadrón de lanceros del RC-15 Lusitania, varias secciones de zapadores, una sección de la Guardia Civil y otra del cuerpo de Salvaguardias. Los montemolinistas, a pesar de ello, entraron en la población y hasta encontrarse con unas patrullas isabelinas no abrieron el fuego.
El jefe de la columna isabelina no llegaba a entender lo que ocurría por el desorden introducido en sus tropas, por lo que ordenó tocar alto el fuego al conseguir reunir algunos hombres en la Guardia principal. Los carlistas, que habían conseguido la sorpresa y que tomaron el toque por la llegada de refuerzos, se retiraron llevándose parte de los fondos públicos y como prisioneros al capitán Raimundo Pastor y al secretario del Gobierno Civil, Francisco Malo.
La sorpresa había tenido éxito. Ahora no se podía negar que los montemolinistas continuaban la guerra. Pero lo más curioso fueron las consecuencias de la entrada en Igualada. Los familiares de los dos presos usaron de todas sus influencias para conseguir del ministro de la Guerra, general Figueras, el canje de los dos prisioneros. Figueras escribió a Pavía que procediera a ello, y este se negaba a tratar con los montemolinistas, pero después de haber representado a su superior, se avino a tratar del canje para cumplimentar las órdenes, “aunque sintiéndolo en el alma”. Los montemolinistas aceptaron el canje y pidieron que se les entregara el capitán Ramón Rosal, que estaba condenado a servir diez años en Ultramar, y a José Camarasa, que cumplía condena de presidio en Tarragona. La elección de los dos reclamados por los carlistas puso en evidencia que el Gobierno de Madrid había tenido que tratar de igual a igual con el coronel Castells.
Durante las negociaciones, por medio de los presos, el marqués de Novaliches hizo entender a Castells que si sus prisioneros eran puestos en libertad, le concederían los beneficios del Convenio de Vergara y su reconocimiento del empleo de coronel al hacer su sumisión a la Reina. Castells no era hombre para cometer tal vileza y había pasado ya siete años en la emigración por no querer aceptar las bases de Vergara, y rechazó tal sugestión. El canje se verificó sin ulterior dificultad.
Continuación de las acciones en febrero
El mismo 21 de febrero, el destacamento isabelino de Susqueda (Gerona) fue atacado por los montemolinistas, muriendo en la defensa el oficial que lo mandaba y rindiéndose a continuación todos los soldados. El día 22, las partidas mandadas por Torres y Bou libraban combate en Vilada (Barcelona) contra las tropas mandadas por el capitán Ciriaco Oros. El día 26, se luchaba en Crespiá (Gerona), y el 29, mientras que unos montemolinistas entraban en Sanahuja (Lérida), las fuerzas mandadas por Borges luchaban contra la columna del comandante Buenaventura Francés en Borredá (Barcelona).
Acciones en marzo de 1848
La actividad en marzo continúa siendo notable. El comandante Posas entró en Tona (Barcelona), llevándose prisioneros al alcalde y a otro vecino. El comandante Vila hizo lo mismo en San Quintín de Mediona (Barcelona), llevándose un rehén. El día 7, una partida carlista entró en Pont de La Armentera (Tarragona), reclutando voluntarios. Pavía había dado la orden de que se impidiera mantener lugares donde pudieran acogerse los montemolinistas, por lo que el coronel Ramón Nouvilas, cumpliendo estas disposiciones, procedió, al frente de una columna, a tapiar las casas de campo, las ermitas y demás lugares que podían servir de refugio, desterrando a sus habitantes por haber prestado auxilio a los montemolinistas. Estas medidas no hacían mella en los matiners, y el 11 de marzo se luchaba en Olzinellas (Barcelona), y en este mismo día en el Cerro de las Cometas, en Selma (Tarragona).
Fracasó, sin embargo, un intento de las fuerzas reunidas de Marcelino Gonfaus Marsal y Francisco Savalls para penetrar en Arbucias (Gerona). El 17 de marzo, una partida de 46 matiners atacó al destacamento de Porquerisas (Barcelona), donde los isabelinos tuvieron dos muertos, y el oficial jefe del puesto y cuatro soldados prisioneros. El día 23, el brigadier Borges había batido a los isabelinos en San Quintín de Mediodía (Barcelona), y también se tuvo otro pequeño éxito en La Llacuna (Barcelona).
El 24 de marzo por la tarde, los montemolinistas atacaron Vidrá, apoderándose por sorpresa del oficial jefe del destacamento, un sargento y 5 soldados, pero no consiguieron reducir el fuerte. El mismo día 24, una columna isabelina que había salido de Gerona para Figueras, fue sorprendida en Orriols por las fuerzas mandadas por Gonfaus. En el combate murieron el jefe de la columna, capitán del batallón cazadores de Chiclana, un teniente, tres soldados, un cabo y dos guardias civiles, quedando además gravemente herido otro soldado.
El 25 de marzo, fue en los alrededores de Olot (Gerona) donde tuvo que combatir el brigadier isabelino Manzano, y en aquellos mismos días los montemolinistas se apuntaban otro éxito en Juncosa (Lérida).
Acciones de abril de 1848
El 1 de abril, se presentó en campaña el brigadier José Masgoret y Marcó, segundo comandante general de Cataluña, y fue nombrado comandante general interino, sustituyendo a Juan Castells y Rosell. Masgoret dirigió a los catalanes un llamamiento, ordenando que ninguna fuerza montemolinista entrara en los pueblos donde hubiera destacamentos isabelinos, a no ser que fuera con fuerzas considerables, con el fin de evitar que las autoridades locales fueran castigadas por el Gobierno de Madrid, que les imponía la obligación de tocar a somatén.
Comienzó el mes con el ataque a Monistrol de Montserrat (Barcelona), donde el destacamento mandado por el teniente José Romero, del RI-1 del Rey, estuvo a punto de rendirse por haber sido incendiado el fuerte, de no haber acudido a tiempo en su socorro la columna del brigadier Manzano.
El 3 de abril, un convoy fue atacado en las cercanías de Gerona por el coronel Gonfaus Marsal, apoderándose del mismo, pero tuvo que retirarse al acudir fuerzas de socorro salidas de Gerona. Pocos días después, el brigadier Masgoret luchaba en El Carrer de Bonaire (Barcelona). El coronel Gonfaus, enterado de que el jefe de partida conocido por Coll de Buc se dedicaba al bandolerismo bajo capa de matiner, lo puso preso y lo mandó fusilar. En las cercanías de San Mateo de Bages (Barcelona) hubo un combate el mismo 3 de abril, y en esta misma fecha hubo otro en la Ametlla (Barcelona).
El 6 de abril, en Vacarisas (Barcelona), se luchó contra la columna mandada por el coronel Castro del RI-1 del Rey; el día 7, hubo combate en Puiggraciós (Barcelona); el 8 en Santa Perpetua (Tarragona) y en este mismo día contra la columna de Contreras en Montbrió de la Marca (Tarragona). El brigadier Masgoret entró en Torá (Lérida), sorprendiendo a un destacamento de carabineros. También el brigadier Borges sorprendió entrando en Bellpuig (Lérida). Pero de estas sorpresas la más notable fue la del pueblo de Sans, actualmente uno de los barrios de Barcelona. Entraron los matiners, apoderándose del alcalde y de cuatro propietarios para que respondieran del pago de las contribuciones que adeudaba la población. La alarma cundió hasta la capital, puesto que era la primera vez que los montemolinistas llegaban por la parte del Llobregat a las puertas de Barcelona.
Fracasaron, sin embargo, al atacar Arbucias (Gerona) y Agramunt (Urida). Reunidos Castells y Posas, entran en Caldas de Mombuy (Barcelona), donde derribaron las fortificaciones y luego tuvieron un encuentro con la columna del Tcol Magín Ravell del RI-3 del Príncipe, en San Lorenzo Savall (Barcelona), donde los isabelinos se atribuyeron haber resultado victoriosos.
El 11 de abril, Gonfaus Marsal se paseaba por Cantonigrós (Barcelona) y Grau de Olot (Gerona), guiando una tropa uniformada con blusas azules y boina roja.
El 12 de abril, Bou entró en Torelló y el ejército tomaba trece prisioneros en un choque con los montemolinistas, ocurrido cerca de Manresa. Este mismo día, la partida de Gonfaus Marsal atacó una patrulla de la guardia civil ante las puertas de Gerona y se apoderó del alijo de armas que custodiaban; dos sargentos de la guardia civil resultaron muertos y dos sargentos más y un soldado resultaron heridos.
El 14 de abril, el brigadier Masgoret libró combate en Bonastre (Tarragona), y otra fuerza montemolinista lo hacía este mismo día en Sagás (Barcelona).
El día 15, fueron ajusticiados Pere Alegre, alias Gallina, y Pere Sabater, alias Sorts. Alegre había formado parte del grupo de Antonio Aguilera, alias el Fregaire.
El 17 de abril, hubo un combate en Bañolas y en la Avellaneda (Gerona) por las fuerzas de Gonfaus Marsal contra la columna del coronel Fernando Boville del RI-4 de la Princesa; hubo un combate el día 18 en Vilanova de la Aguda (Lérida).
El día 20, el Boquica con su partida entraba en Prats de Llusanés (Barcelona). Otro combate en Vacarisas (Barcelona) el día 22.
El día 23 de abril, las columnas de Vich, Tarrasa y Moyá perseguían a Castells y Poses hasta San Lorenzo Savall (Barcelona), terminando con la derrota de Castells. Ese mismo día se luchaba en Mata de Mura (Barcelona) contra las fuerzas mandadas por el brigadier Manzano y los coroneles Pacheco y Ravell. En este mismo 23, los carlistas entraban en Camprodón (Gerona).
El 26 de abril, unos trabucaires que habían sido muertos en Arenys de Mar (Barcelona). El día 27, Castells fue visto cerca de La Garriga (Barcelona) y distintas partidas de trabucaires también fueron divisadas en Aiguafreda y en Vallfogona. Llegaban noticias de diversos grupos vistos en Granollers, Caldes, Centelles, San Cugat del Vallés, en varias poblaciones del Bajo Llobregat, en Moyá, Estany, Terrassola y Santa María de Olót.
El día 28, hubo combate en Molsosa (Lérida), y Gonfaus hacía lo mismo en Santa María de Camós (Gerona).
El 29 de abril, el ejército gubernamental venció a Masgoret y entre las pérdidas que este sufrió se contaba el brigadier Pedro Gordana, que había llegado recientemente de Francia. Ese mismo día, Rafael Sala, alias Planademunt, fue cercado en la villa de Agullana (Alto Ampurdán), produciéndose una batalla en medio de la población. El ejército le tomó 9 prisioneros y 4 armas de fuego. Además, ocasionó 4 muertos y diversos heridos a los matiners. Los isabelinos perdieron un oficial, un soldado y un caballo. Planademunt huyó y luego fue visto pasando a Francia por La Manera.
El 30 de abril, se reunieron Castells con Gonfaus y Posas; combatían en Vallcanera (Gerona). También en ese mes el brigadier Borges había luchado en el Mas de Cendrós, en el término de Oliana (Lérida). En Olot se detectó a Brujó y otros cabecillas montemolinistas que permanecían en La Manera y en San Lorenzo de Cerdans, reclutando adeptos para sus partidas.

Cambio de actitud del Gobierno francés con los refugiados
Una vez consolidada la República francesa, se produjo el cambio de actitud en el gobierno francés que el gobierno español estaba esperando ansiosamente. Hasta aquel momento, las autoridades francesas se mostraron negligentes en el control de los refugiados españoles, a los cuales permitían la libre circulación por su territorio. Pero, al iniciarse el mes de mayo, el comisario general del departamento de los Pirineos Orientales ordenó que en 48 horas, todos los exiliados españoles se presentasen al cónsul de su país, a fin de acogerse a la amnistía de la reina, o a las comisarías y que les fueran librados los pasaportes para que se trasladaran al interior de Francia.
Los que no cumplieran la orden, serían expulsados a España. Naturalmente, las directrices del comisario general fueron desoídas y un par de meses más tarde, el responsable policial del departamento volvió a la carga con otro decreto que recordaba la necesidad de que los extranjeros gozasen de autorización para residir en la zona de 16 miriámetros (160 km), a tocar de la frontera, que les había sido reservada. El día 30 de abril, una partida numerosa de carlistas intentó entrar en España por la collada de Ares, pero fue rechazada por el ejército, después de un fuego entrecruzado que se produjo en Molló. Los rebeldes sufrieron 4 muertos y el ejército, un muerto y 4 heridos.
Acciones en el mes de mayo de 1848
El mes de mayo siguió también muy activo. El 2 de mayo, hubo combate en la Sierra de Regardosa (Tarragona); ese mismo día, 50 matiners se instalaron en Alella (Barcelona). El día 5, los matiners mandados por Solanich combatieron a la columna de Diego Ríos Rubio del RI-44 de Astorga en Mayá de Moncal (Gerona), y en ese mismo día lo hacía el comandante Posas en San Felíu de Codinas (Barcelona) y Gonfaus Marsal se apoderó de Cassá de la Selva (Gerona). El 7, el coronel Gonfaus tuvo un encuentro con la columna de Eduardo María Imaz, en Estañol (Gerona).
Marsal abandonó las comarcas gerundenses y penetró hasta Granollers, dio la vuelta hacia la costa marítima, pasó por Orrius y llegó a Vilassar de Mar (Barcelona). La desfachatez de los rebeldes era extraordinaria y, aunque topaban intermitentemente con el ejército, llegaron al Maresme sin que el ejército isabelino se lo pudiera impedir. La columna de Mataró presumía de que, cerca de Orrius (Barcelona), había herido a Gonfaus Marsal en una pierna y en un dedo.
El 15 de mayo, en el bosque de la Gestósa, las partidas reunidas de Gonfaus, Caragol, José Juvany y José del Bosch tuvieron un vivo fuego con la columna de Santa Coloma de Farnés (Gerona), que costó a los montemolinistas 5 muertos, pero que a los isabelinos las pérdidas fueron mayores. El 18, el mismo Gonfaus volvió a luchar contra la misma columna en San Martín Sapresa (Gerona). Teniendo los matiners cuatro muertos. En este mismo día, reunidos Estartús y Solanich, lucharon en Llayés (Gerona) contra la columna de Ripoll, mandada por el Tcol Hore. Los isabelinos pudieron encontrar refugio en una casa de campo y allí se defendieron.
El 20 de mayo, se produjo el asalto del fuerte de Prades (Lérida) por Tristany; el día 21, se produjo un combate en Oix (Gerona), así como el que llevaron a cabo Castells y Vila en Mediona (Barcelona), y por fin, la acción de Torre de Claramunt (Barcelona).
El día 23 de mayo, Masgoret, Castells y Gómez atacaron a las tropas liberales entre San Jaime de Frontanyá y La Pobla de Lillet, ocasionando 4 muertos y 27 heridos a los gubernamentales. En esta acción, los matiners consiguieron 105 prisioneros, pero los tuvieron que abandonar ante la acometida de las columnas provenientes de Berga.
El 24 de mayo, Estartús exigió contribuciones a los pueblos de los alrededores de Olot y, como sea que las municipalidades se resistieron al pago de las mismas.
El 25 de mayo, hubo combate en Viladrau (Gerona), contra la columna de San Hilario Sacalm (Gerona), por las fuerzas reunidas de Gonfaus y Torres. Estos ocuparon la localidad y rechazaron los ataques enemigos, quienes por la noche se retiraron. Durante la acción, el teniente montemolinista Narciso Figueras entregó mediante una traición al coronel Gonfaus, pero este, gracias a su sangre fría e intrepidez, pudo escaparse de manos de sus enemigos.

Acción de Bagá (25 de mayo de 1848)
Pero el combate de mayor importancia librado en mayo fue el que tuvo efecto el día 25 en Bagá (Barcelona). Una columna isabelina mandada por el Tcol Salvador García del BIL-II de cazadores de Tarragona se dirigía al pueblo de San Jaime de Frontanyá ocupado por los montemolinistas. Estos estaban mandados por el brigadier Masgoret y los coroneles Castells y Gómez. El choque fue violento, porque los isabelinos intentaron replegarse a una casa de campo y los matiners se lo impidieron. En el fragor del combate, el Tcol García cayó herido de cuatro balazos, y los soldados, ante tal pérdida, se rindieron a los carlistas. En este combate tuvieron los isabelinos 4 muertos, 26 heridos y 98 prisioneros, además de seis oficiales y el cirujano de la columna, que también quedaron presos.
Los montemolmistas perdieron un oficial y 6 voluntarios muertos y varios heridos. Al saber lo que ocurría, salió de Berga una columna de socorro mandada por el brigadier García de Paredes. Los montemolinistas se retiraron, no sin antes haber puesto en libertad a los soldados prisioneros, guardando los oficiales y el cirujano, que no tardaron mucho en ser puestos también en libertad. El Tcol García murió de sus heridas.
Las últimas acciones que se registran en el mes de mayo, además de la de Torre de Claramunt (Barcelona) el día 26, se produjo una acción importante en Santa Margarita de Mombuy (Barcelona) el día 27; y la de Simonell el 30, donde quedó herido el coronel Estartús.
Acciones en junio de 1848
El 1 de junio demostró que la lucha contra los matiners constituía la dedicación prioritaria de la policía. Todos los detenidos que aparecían en el listado lo habían sido por poseer fusiles recortados o pólvora, por haber adquirido armas, por viajar sin documentos o por haber dado refugio a trabucaires. Se encarceló a una familia entera por esta causa o, como fue el caso de una mujer de Folgueroles, por haberles avisado que se acercaba una columna del ejército.
El 5 de junio, se produjo un tumulto en Martorell. A las ocho y media del atardecer, unos hombres, parapetados detrás de unos carros que habían sido aparcados en medio de la plaza, dispararon contra el cuartel de la guardia civil. Era un día festivo y la gente, al escuchar los disparos, huyó asustada de los salones de baile. El periódico no mencionaba la bandera de los atacantes, pero se comprobó que se trataba de republicanos.
Durante los días 8 y 9 de junio, Masgoret y los Tristany llevaron a cabo unas maniobras de amplitud con el fin de llamar la atención de las tropas isabelinas y facilitar la entrada de Cabrera en territorio español. El día 9, el Estudiante fue visto en Esparraguera.
El 17 de junio, fueron abatidos 3 trabucaires encargados de cobrar contribuciones en beneficio de Gonfau Marsal. Jubany, como represalia por el impago de las exacciones que exigía, ordenó el cierre de la acequia de Monars, mediante la cual Gerona se abastecía de agua. En realidad, esta acequia sería destruida muchas veces por los carlistas.
El Diario de Barcelona explicó la defensa heroica de su propiedad que opuso el hacendado Galofré, del Penedés, al ataque de los 94 martiners de Vilella y Manyé. La masía de Galofré estaba formada por dos edificios comunicados por un pasadizo. El dueño, sus hijos (hijo e hija), el rentero y su chico resistieron parapetados en uno de los edificios hasta que fue incendiado por los asaltantes. Entonces se escondieron en el pasadizo y desde allí aún consiguieron matar un par de matiners y herir a seis más. El hijo del rentero murió en el enfrentamiento. Finalmente, Vilella abandonó la lucha, pero antes pidió conocer a su adversario. Galofré accedió a la petición, pero con la condición de que Vilella y 6 matiners desarmados se situasen a la distancia de la mitad del alcance máximo de su fusil. Vilella cumplió la condición y Galofré salió de su escondite. Entonces, Vilella le saludó respetuosamente, e inmediatamente levantó el sitio.
El 20 de junio llegaron noticias de Planademunt. El cabecilla de Santa Pau, al frente de 200 hombres, fue descubierto mientras viajaba desde Seva (Barcelona) a Viladrau (Gerona). Una columna de Vich le persiguió y mató a 3 de sus matiners. Gonfau también rondaba por los alrededores y a la mañana siguiente de haber pernoctado en la casa Mas Ferrer, de San Sadurní de Osomort, se dirigió al Pla de la Calma (Montseny).
Llegada de Cabrera (23 de junio de 1848)
Con la llegada del buen tiempo, las partidas carlistas aumentaron y se coordinaron mejor. La revolución liberal de febrero, la ayuda de Inglaterra a los montemolínistas, la llegada de líderes tan acreditados como Marcel, Masgoret, Forcadell y otros de menor renombre, junto al rumor de la inminente presencia de Cabrera en el Principado, reavivaron el carlismo. A principios de junio las partidas carlistas estaban dispersas por toda Cataluña. Pavía calculó que eran 57. La mayoría no sobrepasaba los 20 guerrilleros, pero las dirigidas por jefes importantes oscilaban entre 150 y 200.
Cabrera consideraba que la nueva rebelión contaba con pocas probabilidades de éxito. Por ello solo se incorporó a la lucha por lealtad a don Carlos y cuando las partidas legitimistas hubieron alcanzado una cierta importancia, lo que llevó casi dos años. Así pues, no fue hasta 1848 cuando se dirigió hacia la frontera para ponerse al frente de las fuerzas rebeldes. Por el camino se detuvo en Toulouse, escondiéndose en casa de un legitimista francés, al tiempo que burlaba las pesquisas de la policía gala, que estuvo buscándolo durante cuatro o cinco días.
Durante su estancia en dicha ciudad se reunió con los absolutistas franceses más destacados, de los que únicamente obtuvo 12.000 reales para financiar la nueva campaña. Más útil fue la ayuda del conde de Montcabrier, quien le proporcionó un número considerable de fusiles, que condujo luego hasta la frontera. Poco después continuó su marcha y en la noche del 23 de junio entró en España, acompañado por el general Forcadell, el brigadier Domingo Arnau, un intendente, su Estado Mayor y unos 25 ordenanzas, veteranos de la guerra anterior. Por estas fechas, el Pretendiente lo nombró comandante general de Cataluña, Aragón y Valencia.
Su entrada en España fue tan rápida que el 26 de mayo estaba en San Feliu de Codinas (Barcelona), al frente de unos centenares de matiners.
Cabrera, que había señalado así su presencia en el centro de la provincia de Barcelona, atrajo sobre sí la atención de todas las columnas isabelinas, que pretendieron dejarle encerrado en un círculo.
En cuanto se supo su llegada, la causa rebelde cobró nuevos bríos, incorporándose a sus filas muchos carlistas que estaban diseminados por territorio francés, así como algunas partidas que ya operaban en Cataluña y que se pusieron a sus órdenes. Con ellos formó dos columnas, una de las cuales se componía de gente de Aragón y Valencia, en número de 200, y cuyo mando dio a Forcadell. La otra estaba formada por catalanes, cuyo mando asumió personalmente, ordenando que se le unieran todas las demás partidas que operaban por el Principado. Por desgracia para él, se encontró con unas bandas rebeldes desorganizadas, muy mal armadas y poco dispuestas a plegarse a cualquier autoridad, lo que dificultó mucho sus planes.
Cabrera marchó el día 27 a Aguafreda (Barcelona), empezando la campaña con una rápida marcha, gracias a la cual llegó a Sant Feliu de Pinós, a siete horas de Barcelona. Allí se unió con otras partidas carlistas, reuniendo así 900 o 1.000 combatientes, con los que se enfrentó el 27 de junio al marqués de Novaliches, en las alturas del pueblo de Samalús (Barcelona). Pero pese a defenderse en posiciones ventajosas, los rebeldes fueron derrotados, perseguidos y dispersados. El jefe carlista, acompañado por tan solo 50 hombres, tuvo que ocultarse en lo más recóndito de las montañas.
Cabrera no se iba a dejar encerrar tan fácilmente por los isabelinos, y emprendió una maniobra en que demostró sus dotes de guerrillero y de militar, para librarse del cerco y recuperar la libertad de movimiento. Para ello debía engañar a los jefes de las columnas que trataban de encerrarle en un anillo. Inició una operación sobre la plaza de Hostalrich. La columna que llevaba este nombre estaba mandada por el coronel Ruiz, quien, temiendo por la seguridad de la plaza, retrocedió para cubrir sus avenidas, con lo cual Cabrera se había despegado de este enemigo.
Simuló entonces una marcha sobre Viladrau, como si tuviera el propósito de situarse en el corazón de la Sierra de las Guillerías, y las columnas de Santa Coloma de Farnés y San Hilario Sacalm abandonaron a Cabrera para oponerse a su paso. Dos columnas más de las que se habían liberado. Una marcha tan pronto iniciada como abandonada sobre San Saturnino de Osormort (Barcelona) llamó la atención de la columna de Vich, que se situó para cerrarle el paso. De esta forma había ido eliminando a sus enemigos.
Marchó sobre el río Ter, pero ante la columna del general Enna, simuló retroceder para pasar el río, como si de nuevo fuese a las Guillerías. El general isabelino trató de cerrarle el paso para que no alcance ese objetivo. Entonces Cabrera rápidamente llegó a Rupit (Barcelona), y aunque Enna se lanzó tras sus pasos, Cabrera había llegado a Vidrá (Gerona) y de allí pasó a Ribas del Fresser (Gerona), teniendo todos sus enemigos a su espalda. Desde allí, Cabrera dirigió un llamamiento a los catalanes, valencianos y aragoneses para que tomasen las armas para defender a Carlos VI, el rey legítimo.