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Acciones en julio de 1848
El 1 de julio, Cabrera emprendió su marcha hacia el Ampurdán, llegando el día 4 a Montagut (Gerona), donde tranquilamente reúne a los propietarios y notables de la comarca para explicarles el significado de la guerra, los métodos que iba a emplear y las instrucciones que ha recibido de Carlos VI.
El 3 de julio, la columna mandada por el brigadier García de Paredes libró combate en San Julián de Cerdañola (Barcelona), y esta misma fuerza tiene otro el día 7 en Gombreny (Gerona), mientras que las mandadas por el matiner Francisco Lladó, alias Cargolet, luchaban en Capolat (Barcelona).
El día 8 de julio, en Figuerola (Tarragona), los montemolinistas del coronel Vilella tuvieron un encuentro con el isabelino Schmid, y en este mismo día Castells luchaba en Sagás (Barcelona).
Mientras tanto, los liberales no perdían de vista a Cabrera, al que apenas dejaban un momento de descanso. Por eso se ocultó con sus hombres en un bosque, para tratar de sorprender a la columna de García de Paredes, cerca de San Jaime de Frontanyá (Barcelona). Pero cuando las tropas isabelinas pasaron por allí, el 11 de julio, descubrieron a los carlistas y la sorpresa se frustró. Entonces empezó un combate muy reñido en el que los rebeldes defendieron sus posiciones palmo a palmo, aunque al final tuvieron que retirarse. Los isabelinos tuvieron de 8 a 10 muertos y 30 heridos, perdiendo un oficial y 3 soldados prisioneros. En esta acción, el brigadier Masgoret resultó herido, aunque no de gravedad, así como lo fue el coronel Solanich.
Masgoret se separó de Cabrera, pero llevando consigo a Forcactell, combatió en La Nou, y luego en Malagarriga (Barcelona), pasando el río Cardoner por Pals (Gerona). En aquellos mismos días, el coronel Torres luchaba en Garriguella (Gerona); otros montemolinistas toman el fuerte de Colera (Gerona). También hubo combate en San Esteban de la Ritia (Gerona), mientras que los montemolinistas entraban en Martorell y en Esplugas de Llobregat. Su audacia aumentó hasta bloquear la plaza militar de Cardona (Barcelona), porque no quería pagar las contribuciones, y avanzaron hasta Barcelona, situándose en el Torrent del Olla y el paseo de Gracia, tiroteándose con la guardia de la Puerta del Ángel de Barcelona, situándose donde actualmente se encuentra la plaza de Cataluña.
Cabrera, después de haber derrotado a García de Paredes, regresó al centro de la provincia de Barcelona, y el 18 de julio combatía en Tagamanent y pasó luego a Moyá, en donde prosiguió sus planes de organización de los montemolinistas.
El 22 de julio, se sostuvo un combate en Ullastrell (Barcelona), y el mismo día hubo otro con el brigadier Borges en Claret (Lérida).
El 26 de julio, Domingo Forcadell chocaba con el ejército en San Lorenzo de Morunys (Lérida) y Jaime Montserrat luchaba en San Feliu de Llobregat (Barcelona), mientras los Tristany, Vilella y Caletrús, al frente de 400 hombres, mantenían otro enfrentamiento en Jorba (Barcelona). Ese mismo día 26, Vilella, Miguel Pons y Vila sostuvieron un combate en Orpí (Barcelona), y por último ese mismo día hubo otro en Ayguafreda (Barcelona).
El 29 de julio, Marsal, con 123 soldados de infantería y 20 de caballería, volvía a las puertas de Granollers. La autoridad ordenó que todos los habitantes permanecieran encerrados en sus casas y llamó a somatén. Marsal atacó la guardia de Aiguafreda, después de haber huido de La Ametlla del Vallés. En esta villa había sido sorprendido por el ejército mientras formaba la tropa en la plaza para fusilar al corneta, acusado de insubordinación. Los vigías de Marsal divisaron las columnas del ejército liberal que se acercaba y le dispararon una descarga, pero eso no impidió que las tropas regulares entraran en el pueblo y sorprendieran a los montemolinistas. Los hombres de Marsal huyeron, dejando atrás su material: arenas, cartucheras, gorras, mantas y bayonetas.
El general Pavía veía que sus procedimientos no tenían eficacia alguna y que la guerra en Cataluña seguía en incremento. El ministro de la Guerra, Figueras, le mandó, por mediación del coronel Santiago Rotalde de Estado Mayor, instrucciones reservadas para que se emplearan medios de corrupción para que la guerra terminara en agosto, pero Pavía se negó resueltamente a seguir por este camino.

Organización de las fuerzas de Cabrera
Cabrera estuvo enfermo hasta principios de agosto de 1848. Lo primero que hizo cuando se restableció fue realizar un movimiento rápido hacia el Ebro, para extender la guerra al Maestrazgo. Pero decidió no cruzar el río, ya fuera por considerar indispensable su presencia en Cataluña o por temer adentrarse allí con la poca gente que llevaba. Tal vez su única intención era distraer al enemigo a la vez que cubría a las fuerzas de Forcadell y de Arnau, que atravesaron el Ebro el 12 de agosto, para internarse en el Bajo Aragón. Durante el resto del mes, Cabrera se dedicó a eludir el combate con las columnas isabelinas, aunque dando órdenes a los jefes de otras partidas para que hostigaran sin descanso a las tropas de la reina.
Por esas fechas, las fuerzas carlistas catalanas ascendían a 4.960 infantes y 298 caballos, pero como estaban divididas en 45 partidas, la fuerza de Cabrera estaba casi siempre por debajo de los 1.000 hombres, salvo en las ocasiones en que se unía puntualmente con otros cabecillas. Las más importantes en número eran la de Cabrera y las de Masgoret, Marsal, Posas, Caletrús, Castells y Torres. El prefecto de los Pirineos Orientales detuvo a diversos jefes que calificaba de centralistas: Bellera, Clavijo, Barrera, Roger, Cerés, Massaguer, Ametller y Morera de las Peñas, y los internó en el centro y norte de Francia.
Por otra parte, Cabrera consiguió imponer la disciplina entre sus subalternos y logró que las partidas montemolinistas, hasta entonces dispersas e independientes, actuaran de forma coordinada. Asimismo, empezó a organizar sus fuerzas en batallones y escuadrones, al tiempo que establecía cuotas en los pueblos para conseguir recursos, amenazando con fuertes sanciones a los que no le obedeciesen.
Las insubordinaciones fueron aplacadas, pero los sublevados bajo la dirección de Cabrera fueron aumentando en Cataluña. Con este general los carlistas no cometieron las barbaridades anteriores y no eran temidos por la población: no molestaban, en general, a los particulares; no impedían los negocios; dejaban circular el correo, y si lo interceptaban era para apoderarse únicamente de la correspondencia del gobierno.
El dominio del campo era tal que se convirtieron en simples aduaneros y bloqueaban las villas que se negaban a pagar. Sus acciones llegaban hasta cerca de Barcelona. Al sur de Cataluña, a finales de verano, luchaban contra el gobierno las partidas de Bellera, Baldrich, Escoda, Baliarda, Ferran de Montroig y Josepet de la Canonja y las carlistas de Masgoret, Sabaté, Ribes de Castellvell, Marcó, Pau Mañé, Vilella, Pau del Arbolí y Coll de Cornudella, y otras de las que no se ha podido identificar a su líder.

Acciones en agosto de 1848
El 1 de agosto, entró Gisbert en Montroig (Gerona), combatiendo a la columna del comandante Juan González Lafont del BIL-XIV de Las Navas. En este mismo día se luchaba en Corberá (Tarragona). También ese día, el Muchacho, acompañado de una quincena de matiners, entraba en Osor (Gerona).
El 2 de agosto, Jubany, con 97 hombres, fue visto en el Montseny, antes de que se juntara con Marsal. Ambos sumaron una fuerza de 400 hombres y entre 25 y 30 caballos. Después, Poc, Cargol y Torres también sumaban sus fuerzas a las de Marsal e incrementaban los efectivos de este a más de 500 hombres.
El día 3 de agosto, las partidas de Picó y Mariano Margarit fueron batidas en Vacarisas (Barcelona) por el coronel Yauch.
El día 4, el brigadier Borges luchó en Pinell (Lérida) contra el coronel Facundo Enriquez del RI-29 Constitución, y después en Juncosa (Lérida). La partida mandada por Cristóbal Anguera se tiroteó con los isabelinos en la Musara y Febró (Tarragona). Ese mismo día, 40 matiners entraron en Cervera (Lérida). Los pueblos de Masnou, Badalona y otros de la comarca llamaron a somatén. Los matiners, montados en los carros, entraron en Badalona, luego cruzaron el llano de Barcelona por la carretera llamada “la travesera”, pasaron por en medio de Sants y llegaron a San Baudilio de Llobregat (Barcelona). Los carros fueron devueltos a Badalona, a fin de que sus dueños los recuperaran. Según la versión de las autoridades, los matiners pudieron transitar desde Mataró hasta San Baudilio de Llobregat debido a que la circulación por la carretera era muy densa y eso impidió que fueran reconocidos.
Durante la noche del 5 al 6 de agosto, una partida de 40 matiners se situó en la carretera de Barcelona, cerca de Mataró, requisó cinco carros y obligó al correo de Francia a volver por donde había venido. Después, los rebeldes se montaron en los carros y se dirigieron a Badalona.
El 6 de agosto, Marsal permanecía en La Cellera de Ter y Gibert recorría el Ampurdán requisando caballos y reclutando hombres.
El día 7, Forcadell luchaba en Madrona (Lérida); el día 8, Mariano de la Coloma, alias Mariano de la Piera, combatía en Pallejá (Barcelona), y el 9, se registra una escaramuza en Tudela de Segre (Lérida). La ciudad de Olot fue atacada por el coronel Estartús y acudió en su socorro la columna de Ríos Rubio, que se abrió paso combatiendo en Albañá, pero fue obligada a retirarse, muriendo el segundo jefe de los montemolinistas, Juan Miguel de Deu. Otras partidas más afortunadas conseguían entrar en Torelló, San Hipólito de Voltregá, Castentersol, San Feliu de Codinas y Moyá. Cabrera hace una correría hasta el Ebro. Cabrera, perseguido, se dio entonces a la fuga, acompañado por 80 hombres, pero fue alcanzado en Estany (Barcelona) por el brigadier Manzano y dispersado, salvándose de ser copado gracias al coronel Gómez, que cubrió con unos pocos hombres la retirada. En esta acción el jefe carlista perdió su equipaje, sus papeles y hasta la mula cargada con multitud de proclamas que llevaba preparadas para repartir. Pero no acabaron aquí las penalidades; en el Coll de David estuvo de nuevo a punto de ser capturado. De hecho, para escapar de las tropas isabelinas tuvo que internarse solo en la espesura de un bosque, donde fue imposible encontrarlo.
El 10 de agosto, se combatía en Bassegoda (Gerona). El brigadier Forcadell, al que acompaña Domingo y Arnau, sostuvo una acción contra la columna de Contreras en Arbeca (Lérida) y en Ullestret (Gerona).
En la tarde del 12 de agosto, el coronel Baixeras salió precipitadamente de Vich con una columna del RI-3 del Príncipe, dio alcance al amanecer a la partida del cabecilla Marsal en las inmediaciones de Viladrau (Gerona). Estaba compuesta de unos 250 hombres y 9 caballos, y a pesar de las posiciones inexpugnables que ocupaba, fue batida y desalojada de ella, causándola 7 heridos y un muerto que dejaron en el campo. Ese mismo día los matiners atacaron el destacamento de San Hilario de Sacalm, y al aproximarse la columna de Santa Coloma de Farners, se retiraron a Saint-Marsal (Francia), y el 13 de agosto por la mañana fueron atacados por el coronel Baixeras. La columna de Sant Celoni, compuesta de las compañías de cazadores 4ª y 6ª del RI de la Unión, mandadas por el segundo comandante del mismo, José Echanove, marchó a Breda y Hostalrich, para ponerse en comunicación con la columna de Santa Coloma, y auxiliar, si fuera necesario, al destacamento del San Hilario.
Los matiners eran unos 300 hombres y 14 caballos mandados por los cabecillas Marsal, Boquica, Estartús, Jubany y Posas, que eran los mismos que atacaron a San Hilario y tuvieron el enfrentamiento con Baixeras. El 14 de agosto, bajaron a dormir a la casa del manso Calls, y en la mañana del mismo día pasaron de San Esteban de Palautordera (Barcelona) a Vilamajor (Lérida), donde la columna de Granollers, mandada por su comandante de armas don José Esclús, los atacó, obligándoles a retirarse a Cánoves, donde se hicieron fuertes.
Habiendo sabido este movimiento el comandante de la columna de San Celonio, que se hallaba en Hostalrich, salió al alcance de los matiners, haciendo una marcha rápida de nueve horas, sin parar, llegando al punto de la acción, cortándoles por la parte de la montaña, y atacándoles con decisión. Los matiners tuvieron que abandonar el campo, dispersándose en varias direcciones, después de tres horas de combate. Las pérdidas de los matiners fueron de 12 muertos y un caballo, con más de veinte heridos que las dos columnas les ocasionaron. En la de San Celonio murió un oficial, en la de Granollers fueron tres soldados muertos, un oficial y tres soldados heridos y un mozo de la escuadra de la subdivisión de la Garriga, y un sargento del regimiento del Rey, prisionero. La de San Celonio no tuvo ninguna baja.
Ese 12 de agosto, la columna de Villacampa renovaba su lucha contra las partidas republicanas de Molins y Baliarda y la carlista de Caletrús, en Molins de Rey (Barcelona). La combinación de republicanos y carlistas destruyó la columna de Villacampa.
El 16 de agosto, Marsal y el Muchacho entraron en Lloret de Mar. Pasaron tres horas en ese pueblo y después bajaron hasta Blanes, Palafolls, Santa Susana y Malgrat de Mar. Por la carretera de la costa iban requisando caballos. Nadie las entorpeció, como parece que tampoco nadie se opuso a las partidas de Borges y del Guerxo de la Ratera que actuaban por las comarcas leridanas con absoluta impunidad. Los facciosos asediaron Manresa y paralizaron la industria textil, cortando la acequia de agua.
De nuevo se combate el día 18 en Omells de Nagaya (Lérida). El brigadier Borges tuvo un encuentro con el coronel Quesada en Santa Coloma de Queralt (Tarragona). De nuevo se combatió el día 20 en las puertas de Sans (Barcelona). Ese mismo día, Marsal, el Muchacho y Planademunt se enfrentaron al ejército en un lugar situado entre Mieres y Finestres, en la Garrotxa (Gerona). La lucha fue intensa y hubo muertos y heridos por ambos bandos.
El 22 de agosto, en el Santuario de Nuestra Señora de la Salud, en el término de Terradas (Gerona), se libró otro combate por los matiners de Savalls. El día 23, Gisbert fue derrotado en Albañá (Gerona). En este mismo día se combatía en Viure (Gerona) y en Santa Perpetua (Tarragona), donde se midieron las armas Borges y Quesada. En las cercanías de Barbará (Tarragona), los montemolinistas con los republicanos de Escoda lucharon contra el coronel Quesada, quien luego partió en socorro de la Bisbal del Panadés (Tarragona), atacada por los matiners.
En Alcover (Tarragona), vio entrar juntos a los montemolinistas de Mañé con los republicanos de Escoda y Gabriel Baldrich. Mientras tanto, Castells seguía bloqueando Berga. Una partida carlista fue sorprendida en Omells de Nagaya (Lérida) por la columna de Quesada.
El 24 de agosto, se luchó en Pujol de Planés (Barcelona), y el día 25, contra Quesada en Belltall (Tarragona). El día 27, hubo un combate en Fulleda (Lérida), otro en Martinet (Lérida), en Juncosa (Lérida) y Monistrol de Calders (Barcelona).
El 28 de agosto, hubo un combate de Sanahuja (Lérida), y el día 29 el librado en Albi (Lérida). El 30 fue en La Bola (Barcelona), donde se libró la acción. Recordemos además el combate de Vilert (Gerona), entre las fuerzas mandadas por Gisbert y Savalls contra González Lafont, y el habido en Claret (Lérida). Además, no hubo ninguna acción personal de Cabrera, porque durante parte de agosto estuvo enfermo.
Fue en este mes cuando comenzaron las primeras negociaciones para sobornar a los jefes montemolinistas. Dos se mostraron propicios desde el primer momento. Uno era el comandante Vila, el mismo que había desobedecido las órdenes del Rey fusilando a los infelices soldados del RI de la Unión, y otro era José Pons, alias Pep de l’Oli, que en realidad no había tomado parte en el alzamiento, pero que tenía un cierto prestigio. Vila pedía el empleo de teniente coronel del Ejército Nacional, 10.000 duros y el mando de una columna para combatir a los montemolinistas. Pons pedía el empleo de brigadier y el mando de otra columna. Pavía, que no gustaba de estos medios tortuosos, no se mostraba propicio a concederles lo que pedían, pero como que el Gobierno de Narváez lo patrocinaba, el general Pacía pidió el relevo de su mando.

Acciones en septiembre de 1848
Durante el mes de septiembre, José Estartús, que ya había luchado en la primera guerra a las órdenes de Benito Tristany y de Ramon Cabrera, obtuvo el reconocimiento como cabecilla carlista de rango. Estartús, Saragatal, Martiriá Serrat y Planademunt eran los jefes principales en la Garrotxa; Marcelino Gonfaus, alias Marsal y Pere Gibert lo eran en el Ampurdán y el Gironés. Pero todos ellos actuaron por todas las comarcas de Cataluña, desde la Cerdaña hasta el Vallés.
Capitán general Manuel Pavía había fracasado a pesar de sus tan estudiados planes, y del propósito de ocupar el teatro de la guerra con los 22.000 hombres que tenía a sus órdenes. El 1 de septiembre fue sustituido en el cargo por el teniente general Fernando Fernández de Córdoba, recién agraciado con el título de marqués del Duero, por su fácil intervención en Portugal en 1847.
El 1 de septiembre, el coronel Gonfaus Marsal con 150 hombres y 13 caballos fue localizado por el ejército cerca de Amer. Al anochecer, la vanguardia de los perseguidores y la retaguardia de los perseguidos mantuvieron un cruce de disparos. A la mañana siguiente, la columna de Ripoll liberaba una docena de oficiales que los rebeldes tenían prisioneros en Santiago de Frontaña, desde la batalla de los primeros días de julio entre Cabrera y Paredes. En Guisona (Lérida), los matiners leían un pregón ordenando a los habitantes que se concentraran para derruir las fortificaciones, pero antes de que terminaran la lectura del mismo, se presentó una columna del ejército que las enfrentó, haciéndoles huir.
En el sur del Principado, Ignacio Torres, alias Raga, atacó el fortín de San Carlos de la Rápita (Tarragona), defendido por 29 carabineros y 37 soldados a las órdenes del teniente Francisco Marcos de Arce. Un par de faluchos, llamados Veloz y Galgo, apoyaban a la guarnición desde el puerto. Los rebeldes, según el alcalde, sumaban de 40 a 50 hombres, pero el comandante del fortín declaró que eran 200. Al cabo de un rato de lucha, Raga se retiró y después, toda la guarnición del fortín embarcó en el Galgo y tomó rumbo hacia Vinarós. El capitán general de Valencia y Murcia acusó al teniente Marco de cobarde, lo degradó y lo destinó a Peñíscola.
El 4 de septiembre, Ramon Tristán entró en Solsona. En la taberna El Milagro, Tristán detuvo al comandante de la guarnición de la ermita de San Gabriel. Los soldados, viendo que su comandante no volvía, encargaron a un payés que lo encontrase, pero los hombres de Tristán también lo tomaron prisionero. Entonces, toda la guarnición abandonó el fortín para buscar a los desaparecidos y los montemolinistas tomaron a todos sus miembros. La tropa de Tristán ocupó el fortín.
El día 5 de septiembre, Ramón Bora, de San Esteban de Bas, y 4 matiners más de la partida de Planademunt, cruzaban la frontera hacia Francia con los dineros recaudados por la partida. Ese mismo día, otra vez Gonfaus combatía en Adri (Gerona) y en esta misma fecha Borges y Sorribes lo hacían contra Quesada en Fulleda (Lérida).
Ramon y Basquetes entraron en Falset encabezando 150 hombres, mientras Borges y el Guerxo de la Ratera, con 200, actuaban entre Reus y Montblanch. Como siempre, el ejército les pisaba los talones y de vez en cuando conseguía matar algunos rezagados.
El 12 de septiembre, Coscó, al mando de 150 hombres, entró en Guisona y derruyó los muros de defensa. Por la noche, llegó una columna del ejército y se produjo una batalla en medio del pueblo. Coscó salió de la villa con todo el dinero de la caja del ayuntamiento. Mientras, el Mut de Papiol, al frente de 100 hombres, secuestró a la madre del alcalde y a un chico de este pueblo. Llegando al torrente de Canals, los liberó y les encargó que avisasen al ayuntamiento que o pagaban la contribución que les imponía, o fusilaría a los regidores. Después, el Mut de Papiol mató a un guardia forestal y abandonó su cuerpo a la vista de todos, con un escrito que decía «Por ser espía de los derechos de SM Carlos VI». Luego, robó los caballos de la diligencia de Vilanova.
Cabrera retoma las operaciones
Cabrera había suspendido las acciones ofensivas y se había dedicado a la instrucción de sus partidas. Cuando estuvo satisfecho de la instrucción y disciplina de sus hombres, se decidió por fin a emprender acciones ofensivas. El 12 de septiembre, a las cuatro de la tarde, Cabrera salió de Vidrá (Gerona). A la mañana siguiente, Poses también salió de ese pueblo para cubrir la retaguardia del general. Durante los primeros días de la segunda mitad del mes de septiembre, Masgoret y Castells, cada uno llevando 100 hombres, transitaban por El Ripollés, cerca de Cabrera. El general fue visto cruzando el río Ter, cerca de Ripoll.
A las cuatro de la mañana del día 15, Cabrera se presentó en Castellón de Ampúrias al frente de 600 infantes y 45 jinetes. Cuando hubo controlado el pueblo, ordenó el pago de las contribuciones, la destrucción de las fortificaciones, la requisa de caballos y amenazó de muerte a los albañiles que trabajasen en su reconstrucción. Se llevó tres concejales del pueblo como garantía del pago de la contribución que les había impuesto. Posteriormente, se retiró, eludiendo la persecución de varias fuerzas liberales y reclutando en esta incursión una gran cantidad de voluntarios.

Desde Castellón de Ampurias, Cabrera se dirigió hacia la frontera por el Alto Ampurdán y La Garrotxa. Por el camino acogió las partidas de Planademunt, Estartús, Boquica, Altimira, Saragatal, Trilla y Gibert hasta formar un ejército gerundense de más de 1.000 hombres. Sin embargo, el ejército de la reina obligó a los carlistas a penetrar ocasionalmente en territorio francés para escapar de la persecución. Ahora bien, las noticias eran confusas. Desde Figueras, los corresponsales de los periódicos informaban que en algunos pueblos del Alto Ampurdán se había oído el rugido lejano de batallas, de las cuales nadie sabía el resultado. Entonces, El Fomento desmintió categóricamente que Cabrera hubiera derrotado de forma contundente al coronel Ríos y que le hubiera ocasionado trescientas bajas.
Reforma militar de Fernández de Córdoba
El 20 de septiembre de 1848, Fernando Fernández de Córdoba llegó a Barcelona y sustituyó al capitán general Manuel Pavía. Le acompañaban los generales José de Orive, Francisco Lersundi, Mata y Alós y el ex-carlista Alcalá Galiana. Narváez exigía el final de la guerra y los problemas aumentaban. El nuevo capitán general recibió órdenes de Narváez y se puso a trabajar bajo las siguientes bases: comprar a los jefes montemolinistas con dinero y honores; perfeccionar el sistema organizativo del ejército; conseguir que el país tomase parte activa a favor de la Reina y anular todos los recursos que los pueblos ofrecían a los enemigos. Para conseguirlo, reorganizó sus tropas en Cataluña, reforzó las columnas y suprimió los destacamentos de pocos efectivos donde los carlistas obtenían victorias fáciles como la de la Bisbal, Cabra, las Garrigas y Castellar del Vallés.

Córdoba reformó el ejército; el total de escuadrones de caballería fue reducido de 12 a 5 y, en cambio, los batallones de infantería pasaron de ser 27 a 45. Se hizo un esfuerzo notorio en dotar a las fuerzas militares con artillería de montaña, ligera y maniobrable. Se concentró en un único regimiento de artillería, formado por muchas comandancias dispersas. Esto permitía disponer de depósitos en lugares estratégicos, de modo que los cañones se convertían en más accesibles en el momento en que una columna del ejército tenía menester.
Durante el mes de septiembre, el esfuerzo de los carlistas para apoderarse definitivamente de Amer (Gerona), a fin de convertir esta villa en el centro o la capital de los rebeldes, era evidente. El día 19, Jubany, Marsal, Bou y el Muchacho atacaron el pueblo vecino de Inglés, con una fuerza de 400 hombres y 30 caballos, pero solo consiguieron incendiar las puertas de las fortificaciones. El día 20, Marsal intentó la ocupación de la Bodega de Ter, pero tampoco logró su objetivo; aunque el periodista le atribuía una fuerza de 660 hombres y 44 caballos.
El 21 de septiembre, la columna del coronel Ríos persiguió activamente a la facción de Gonfaus Marsal desde Anglés, por San Pedro de Llorá, San Martín de Llémena y Granollers de Rocacorba. Llegando dicha facción al manso Oliveres del término de Mieras (Gerona), donde se le unieron las partidas de Soler, Fullá y Bou, que juntas formarían unos 70 hombres. A las 6 de la tarde esperaron en el collado de Bastarra, pero una sola compañía de dicha columna les desalojó de dicha posición y, pasando luego el collado llamado Freixe, se internaron precipitadamente por los bosques de Finestres, cerca de cuyo santuario cesó la persecución por haberse desbandado los rebeldes en diferentes direcciones.
El 22 de septiembre, continuó dicha columna siguiendo la pista a la facción de Marsal y realizó una marcha de 8 horas, logrando atacar su retaguardia, viéndose precisados a aceptar el combate apoyados por las formidables posiciones del Tornete y alentados por un refuerzo de unos 50 hombres mandados por Gironella que se le habían unido. El fuego duró cerca de cinco horas por entre cerrados bosques y las empinadas elevaciones que en vano había intentado defender la facción, habiendo trepado el coronel Ríos con la compañía de granaderos por el escarpado de Finestres y el difícil paso del coll Sadavesa los desalojó. Una reducida facción se refugió en el castillo de Finestres y, después de una tenaz resistencia en la que llegaron a medirse al arma blanca, los granaderos lograron arrojarlos a los bosques de Sant Aniol de Finestres.
Los matiners tuvieron 6 muertos, cinco de ellos a bayonetazos, habiéndoseles cogido varias armas, muchas mantas y otros efectos, causándoles muchos heridos que se llevaron. La columna tuvo tres heridos y dos contusos.
La partida estaba dirigida por Escoda y Baldrich por parte republicana y Pau Manyé por los carlistas. Mandaron llamar a los principales contribuyentes y se llevaron una importante cantidad de dinero como tributo del gobierno carlista. Pasadas las 10 de la noche se marcharon con tal discreción que nadie supo la dirección que habían tomado. Las causas de la fácil ocupación fueron que los asaltantes sabían que se había retirado el destacamento gubernamental y se había destruido la pequeña fortificación que había alrededor de la iglesia porque entorpecía la salida y la entrada de los carros procedentes de la recolección de las aceitunas. El Ayuntamiento, cuando se retiraron los invasores, hizo constar que el día anterior a la invasión habían desaparecido tres jóvenes de la villa.
El gobernador militar de Tarragona, al conocer la noticia, justificó la ocupación por la gran actividad del brigadier Quesada, que no pudo acudir en su auxilio porque le faltaban fuerzas para defender un distrito tan extenso y había sido reclamado para perseguir al general Cabrera en el pueblo de Albi, distante de Alcover. Cuando llegaron, los invasores ya habían abandonado la población.
El 24 de septiembre, se presentó a los isabelinos el comandante Miguel Vila, alias Caletrus. El hecho ocurrió en Igualada, y acompañaban a Vila dos asistentes.
Cuando el verano finalizaba, proliferaron las acciones y las entradas de partidas en los pueblos para cobrar la contribución de guerra, vital para su subsistencia. El gasto en raciones para los guerrilleros de las partidas era importante a causa del gran número de efectivos que había que mantener, armar y equipar. El hecho más remarcable del otoño fue que los carlistas y republicanos se unieron para efectuar distintas acciones, a pesar de las divergencias políticas de los dos partidos.
Acciones en octubre de 1848
El 1 de octubre, se libró uno de los más importantes combates de la Segunda Guerra Carlista. Tuvo efecto entre Manresa y Tarrasa, cerca de Matadepera, en el lugar conocido por Coll Daví, donde estaba situado el hostal. La columna mandada por el coronel Botill había llegado al hostal cuando se avanzaron unos 30 montemolinistas, que se dejaron ver a fin de engañar a los isabelinos. Era una fuerza destacada de la mandada por Posas, que había quedado emboscada esperando que el enemigo se dejara sorprender. Efectivamente, los isabelinos, creyendo que se trataba de una pequeña partida montemolinista, y fiados en la superioridad numérica, salieron del hostal, cayendo en la trampa preparada por Posas, pues quedaron pronto envueltos por los matiners. La acción fue disputada, pero el resultado favorable a los carlistas. Los isabelinos tuvieron 26 muertos, entre ellos el coronel Bofill, jefe de la columna, y dejó en manos de los matiners 80 prisioneros. El resto quedó disperso, menos un grupo de 50 soldados al mando de un sargento, que resistieron hasta el día siguiente a las once de la mañana, pero no habiendo sido socorridos, tuvieron que entregarse. Entre los prisioneros estaban los capitanes Francisco Martínez Mondéjar y José Gabriel de Zarza.
El 2 de octubre de madrugada, los matiners penetraron en Montroig (Tarragona) con el fin de cobrar las contribuciones.
A principios de octubre, Cabrera se instaló en la Plana de Vich. En la noche del día 2, avanzaba sobre Vich, llegando a Calldetenas (Barcelona), adelantando sus descubiertas hasta el puente de Gurb, y habiendo destacado varias partidas para recoger las contribuciones, marchó a San Boy de Llusanés sin ser inquietado. La víspera, el brigadier Masgoret tuvo un combate contra la columna de Damato en Torrellas de Foix (Barcelona).
El día 3, se luchó por Gontaus en Ayguaviva (Gerona). Cabrera había marchado a Campdevánol (Gerona), donde tuvo un combate contra la columna de Ríos Rubio, que iba apoyando a la de Hore. También hubo combate el día 4 en Juncosa, por las fuerzas mandadas por Arbonés, y los isabelinos del Tcol Miguel Nogueras del BI-II/31 de Asturias. Posas entró en Olost (Barcelona) y el día 4, pidiendo raciones para los ciento y pico prisioneros que llevaba procedentes de la columna destrozada en Hostal de Coll Daví. En la tarde de este mismo día, la partida mandada por el brigadier Sobrevías entraba en Calldetenas (Barcelona) y mandaba desde allí una descubierta de caballería, que se situaba en observación a las puertas de la ciudad de Vich.
En medio de esta actividad surge otra derrota memorable para los isabelinos. La columna mandada por el coronel Manuel Figuerola del RI-31 de Asturias, llamada la columna de Villafranca, fue alcanzada en San Quintín de Mediana (Barcelona) por el brigadier Masgoret, batiéndola completamente, perdiendo numerosos muertos y heridos. Después de este triunfo, destruida la columna de Villafranca, recorrió Masgoret la comarca del Panadés hasta Villanueva y Geltrú.
Otro hecho notable es el ocurrido en Falset (Tarragona), donde la columna mandada por el comandante Salvador Calvet del BI-I/31 de Asturias quedó encerrada en la población, bloqueada por los montemolinistas mandados por Sabaté y Brú. La situación era precaria para los isabelinos, pues la columna quedó sitiada durante trece días. El coronel Quesada ordenó al comandante Calvet que saliera con sus fuerzas para batirse con los montemolinistas, prometiendo que acudiría en su socorro. Calvet, guiado por lo que le dijo Quesada, salió de la población, y perseguido por los carlistas, después de haber tenido 6 muertos y 2 heridos, tuvo que refugiarse en Molá. Afortunadamente, acudió en su socorro Quesada el día 7 de octubre, y lo pudo libertar.
El 6 de octubre, hubo un combate en Vallfogona de Ripoll (Gerona), y el día 8, otro en Vidrá entre el coronel Solanich y el brigadier García de Paredes. El 10, era Gonfaus Marsal el que luchaba nuevamente en Ayguaviva (Gerona).
El día 11 de octubre, los carlistas lucharon en Orriols (Gerona) y Arbonés luchó contra Quesada en Torms (Lérida). El día 12, se combatió en Borredá (Barcelona) y en Vilanova de Vilamajor (Barcelona). El 13, Sorribes luchaba contra la columna de Garrido en Perafita, Gontaus Marsal entraba en Bañolas después de vencer la resistencia isabelina, y el brigadier Borges atacaba Perelló (Tarragona) nuevamente.
El 15 de octubre, se luchaba en Palma de Ebro (Tarragona) y luego de nuevo en Perelló, que fue evacuado por los isabelinos. El general Cabrera se enfrentó a Ríos Rubio y Hore en el Coll de Santigosa, y luego marchaba a Las Presas para descansar, seguro de que el enemigo, quebrantado, no le molestaría. El coronel Torres, recorriendo los alrededores de la Seo de Urgel, pasaba por Fornols (Lérida) y luego entraba en Bagá (Barcelona). Las partidas mandadas por Lladó y Mosen Peruches llegaban a Navés. La mandada por Fanech permanecía en Gosol y luego se situaba en Fornols. Arbonés y Sabaté entraban en Montbrió del Campo, que hasta entonces se había mantenido inexpugnable para los montemolinistas. En La Sellera (Gerona) se libró combate el 17. Una población en que no pudieron entrar los carlistas en la guerra anterior era Gerri de la Sal (Lérida), que entonces les abría las puertas.
El 18 de octubre, hubo un combate en Montreal (Tarragona); el día 22, otro en Orriols (Gerona), el 23 en Pont de Reventí (Barcelona) y en Susqueda (Gerona). Otro combate se señala en Caldas de Malavella (Gerona).
El general Cabrera, después de reunir sus fuerzas, se dirigió a la provincia de Huesca partiendo de Pons, pasando por Cubells el 22 de octubre, cruzando el puente de Alentorn, entrando el 23 en Ager; y habiendo realizado su pequeña incursión en territorio aragonés, regresó a Cataluña por Pont de Suert (Lérida), para al fin luchar contra la columna del brigadier Enriquez el día 26 en Casa Massana de Pinós (Lérida).
Gonfaus (Marsal) entró en Calella (Barcelona), pero fue sorprendido por la columna de Hostalrich, mandada por el coronel Ruiz, pero esto no impidió que el día 24 entrase el jefe carlista en Malgrat (Barcelona).
Intentó también entrar en Vich, pero no pudo lograrlo, al llegar a dicha población un batallón del RI-3 del Príncipe. A continuación marchó hacia la provincia de Gerona, donde operaban algunas partidas republicanas, que distraían tropas del Gobierno y que colaboraban a veces con los carlistas.
Ante la imposibilidad de penetrar en Tarragona y Reus, decidieron ocupar Valls, capital de la comarca del Alto Campo, ciudad de economía agrícola e industrial. Para cubrir su retaguardia, ocuparon previamente los pueblos más cercanos. De todos ellos, el más importante era Alcover. El día 22 de octubre de 1848, a las 7 de la tarde, los carlorepublicanos invadieron la villa de Alcover, con una fuerza importante que entró formada y con cornetas que anunciaban su llegada. Reunieron el Ayuntamiento y mandaron iluminar la población. Ocupada la plaza, compraron comida, alpargatas y se llevaron algunos mozos.
En los días 26 y 27 de octubre, el brigadier Enríquez perseguía a Cabrera en territorio del Solsonés (Lérida). La tropa isabelina sumaba más de 1.000 hombres. Mientras, el general Nouviles y el coronel Ríos, aprovechando el mal tiempo, maniobraron por el Alto Ampurdán a fin de sorprender a los republicanos de Ametller y Barrera. Lo consiguieron en la masía de La Trilla de Carbonils. El enfrentamiento resultó desfavorable para los republicanos. El coronel Ametller abandonó su caballo y se escurrió entre los matorrales. Barrera y su lugarteniente Altimira, así como 15 voluntarios, cayeron prisioneros. Los gubernamentales consiguieron tantas armas y efectos militares que se vieron obligados a volver otro día al escenario de la lucha para recoger todo el material. Algunos republicanos escaparon del desastre y Nouvilas los persiguió por las masías cercanas.
En los días 26 y 27 de octubre, el brigadier Enríquez perseguía a Cabrera en territorio del Solsonés (Lérida). La tropa isabelina sumaba más de 1.000 hombres. Mientras, el general Nouviles y el coronel Ríos, aprovechando el mal tiempo, maniobraron por el Alto Ampurdán a fin de sorprender a los republicanos de Ametller y Barrera. Lo consiguieron en la masía de La Trilla de Carbonils. El enfrentamiento resultó desfavorable para los republicanos. El coronel Ametller abandonó su caballo y se escurrió entre los matorrales. Barrera y su lugarteniente Altimira, así como 15 voluntarios, cayeron prisioneros. Los gubernamentales consiguieron tantas armas y efectos militares que se vieron obligados a volver otro día al escenario de la lucha para recoger todo el material. Algunos republicanos escaparon del desastre y Nouvilas los persiguió por las masías cercanas.
El 30 de octubre, un grupo de la partida de Gonfaus Marsal se introdujo silenciosamente en Santa Coloma de Farners. Los rebeldes se escondieron en una esquina, esperando que pasara la ronda de vigilancia a las órdenes de Antonio Vidueiros. Los miembros de la ronda cayeron en la trampa y su jefe resultó herido de un trabucazo en una rodilla. Los hombres de Marsal salieron del pueblo con cuatro prisioneros, entre los cuales estaban los señores de las casas principales de Bosch y de Jalpí, además de Vidueiros. Al cabo de un rato y viendo que el comandante de la ronda, con la pierna destrozada, no podía ser transportado, los rebeldes lo devolvieron a su casa. En Santa Coloma se celebraba, durante aquellos días, la feria y este ataque la afectó desfavorablemente. El primero de noviembre, Vidueiros murió a resultas de la amputación de la pierna que se le practicó. El mismo día, su mujer daba a luz, siguiendo al tópico, aquello de una vida que se va y otra que llega.

Acciones en noviembre de 1848
Batalla del Esquirol (1 de noviembre de 1848)
El 1 de noviembre, el brigadier García de Paredes salió de Vich al frente de 800 infantes de las compañías de preferencia del RI-1 del Rey y del RI-3 del Príncipe y 70 jinetes del RC-12 de Santiago para perseguir a Gonfaus Marsal. El carlista se enteró de la expedición que le seguía los pasos; los movimientos fueron informados por sus espías. Gonfaus, junto con las partidas de Saragatal y el Muchacho, esperó a Paredes en los peñascos del caserío Can Toni Gros, del municipio de Santa María de Corcó (Barcelona), con las fuerzas de las tres partidas. El brigadier Paredes dividió también su fuerza en tres grupos, ordenando que cada uno fuese a atacar a una partida. Cuando estos los tuvieron a corta distancia, los matiners se precipitaron impetuosamente sobre las tropas isabelinas, al mismo tiempo que salieron nuevas fuerzas carlistas que estaban emboscadas. El inesperado ataque hizo que los isabelinos perdieran la cohesión y empezaran a desbandarse, lo que dio ánimo a la facción para emprender una persecución auxiliada por la caballería que también estaba emboscada. Parte de la columna tuvo que ocupar una casa de campo donde se hizo fuerte; la otra parte, con la caballería, fue perseguida hasta el pueblo del Esquirol (Osona, Barcelona).
Gonfaus Marsal consiguió unos 120 prisioneros, entre los cuales estaba el médico de la columna, 6 infantes muertos, 3 oficiales del RI-1 del Rey y uno del RI-3 del Príncipe; de caballería tuvieron un teniente, 4 soldados y 21 caballos, entre ellos el del brigadier Paredes, que llegó a Esquirol a pie. Multitud de soldados desorientados y heridos vagaron por los bosques.
Los carlistas, después de la acción, se fueron a Vidrá, mientras que el brigadier García de Paredes se quedó en Esquirol para reagrupar sus fuerzas. Cabrera se encontraba en Cubells (Lérida) cuando conoció la nueva victoria.
El día 2, hubo un nuevo ataque contra Falset (Tarragona), otro combate en San Quintín de Mediona (Barcelona); entraron los montemolinistas en Riudoms (Tarragona) y, atacados por los carlistas, se rendía el destacamento de Cabra del Campo (Tarragona). El día 3 se luchó contra la columna de Quesada en La Figuera (Tarragona), mientras que en Selma (Tarragona) el brigadier Masgoret se enfrentaba con las columnas de Miguel Boiguez y Alcalá Galiano. También se combatió en Pobla de Lillet (Barcelona); el día 4, fue el destacamento de San Feliu de Codinas (Barcelona) el que se rendía a Posas, habiendo hecho antes lo mismo el destacamento de La Garriga (Barcelona). En cambio, Guisona rechazaba un intento de los montemolinistas. El 8 de noviembre se combatía en San Jordi Desvalls (Gerona), Riner (Lérida) y Bordils (Gerona).
Acción en Montblanch (12 de noviembre de 1848)
El 9 de noviembre, hubo un combate en Perelló (Tarragona). El día 10 se luchaba en los alrededores de Olot, mientras que Lladó tenía un encuentro con la columna de Contreras en Pobla de Segur (Lérida). De nuevo se combatía en San Jordi Desvalls. Pobla de Lillet fue atacada por las fuerzas reunidas de Borges, Puig y Arbonés, pero sin conseguir que se les rindiera el fuerte.
El domingo 12 de noviembre, Masgoret entró en Montblanch sobre las 12 de la mañana, presentándose en la plaza donde había mucha gente, como era de costumbre, tomando el sol. Allí formó una fuerza de unos 200 hombres, otra en las afueras y el resto ocupó varios puntos en las inmediaciones de la casa fuerte. Registráronse algunas casas en busca de fusiles y escopetas; el destacamento isabelino tuvo tiempo de replegarse al fuerte; únicamente quedaron dos soldados, que los hicieron prisioneros en medio de la calle. Los carlistas estuvieron allí unas cuatro horas y, reunidos después en la plaza de San Francisco, unos 500 hombres tomaron el camino de la montaña llevándose los dos soldados capturados, un regidor y un joven, tal vez en rehenes de la contribución. Les soltaron esa misma noche en la Espluga de Francolí ofreciendo el canje de los soldados. Dos horas después de haber salido, entró la columna del brigadier Quesada.
El mismo día 12, fue atacada la villa de Venctrell y murió en la acción el famoso guerrillero Mañé. Escenario de otro combate fue San Pedro de Vilamajor (Barcelona), donde lucharon juntos Gonfaus y Posas, y al día siguiente, 13 de noviembre, en Vilamajor, los mismos jefes carlistas traban combate con las columnas de los comandantes José Estremera del BI-III/3 del Príncipe y Luis María Anctriani del BI-II/43 de San Quintín. En esta misma fecha se combatía en Caserras (Barcelona), y los carlistas entran tranquilamente en Villanueva y Geltrú. El día 15 hay combates en Sierra de Llena y en Ciurana (Tarragona) por las partidas mandadas por Ribas y Sabeté.
Batalla de Avinyó (16 de noviembre de 1848)
Unos días antes de la batalla, los grupos rebeldes se escondían en lugares distantes los unos de los otros, a fin de no ser descubiertos por el ejército liberal, o para que, si alguno lo fuera, eso no perjudicara al resto de las fuerzas. Poses, Montserrat y Picó, con 500 infantes y 30 jinetes, acamparon en Calders. Marsal y Saragatal permanecían en el Estany. No demasiado lejos de este pueblo, Cabrera, Borges y los Tristany se situaron entre Avinyó y Santa Maria de Olót. Marsal y Saragatal guiaban a los voluntarios gerundenses, Borges y los Tristany a los leridanos y tarraconenses, mientras que Poses, Montserrat y Picó reunían a los barceloneses.
El primer contacto de los enemigos se produjo cerca de Artés y, por lo tanto, parece claro que Poses, Picó y Montserrat, que estaban más cerca de los liberales, sirvieron de anzuelo. Es indudable que los matiners conocían en qué fecha saldría Manzano, con sus 1.000 infantes y 30 caballos del cuartel de Santa Isabel de Manresa, y qué dirección tomaría.
El día 15 de noviembre, por la tarde, antes de llegar a Artés, donde pasaron la noche, las dos compañías que constituían la vanguardia de las fuerzas de Manzano, fueron atacadas por grupos de montemolínistas. Las compañías asediadas se retiraron para incorporarse al grueso de la fuerza y, cuando este movimiento fue percibido, el brigadier Manzano ordenó que el resto de la tropa avanzara rápidamente para protegerlas.
A la mañana siguiente, con la tropa bien ordenada y formada, Manzano persiguió a los provocadores durante mucho rato. La persecución le condujo hasta Santa Maria de Olót, distante unos 15 kilómetros, llegando a las diez de la mañana del día 16.
Allí Marsal y Saragatal atacaron el flanco derecho de las tropas de Manzano, los Tristany atacaron el izquierdo y Poses atacó por el centro. El brigadier Manzano fue herido y cayó prisionero de la gente de Poses. La mitad de los soldados liberales fueron muertos o quedaron prisioneros, o se dispersaron. Los matiners tuvieron una veintena de muertos, entre los cuales se cita al ayudante de Marsal y a Miguel Tristany. Según sus propias fuentes, los carlistas consiguieron 700 prisioneros y 1.000 fusiles.

El 19 de noviembre, hubo en Pons (Lérida) una pequeña acción entre la partida mandada por Ramón Arnau, alias el Negre de Agramunt y la columna de Contreras. En el mismo Pons hubo otro combate el día 23, contra la columna del coronel Boville, y en este mismo día la misma fuerza isabelina luchó en Vilanova de la Aguda. El día 24, las fuerzas reunidas del brigadier Masgoret y el coronel Vilella tuvieron una acción en Cunilles (Barcelona) contra el coronel Germán García Busto de carabinero, muriendo en este combate el oficial montemolinista conocido por Peret de la Quadra. En este mismo día 24, a las siete de la tarde, el coronel Tristany se presentaba a las puertas de Manresa, entrando en el Arrabal de San Andrés, donde cogieron varios rehenes.
Captura de Antonio Tristany
El 28 de noviembre, 12 días después de la batalla, el general García de Paredes, jefe de la Quinta División, partió de Cardona en dirección a Solsona por el camino del Santuario del Milagro (Riner); pero antes de llegar a este punto cambió de dirección a San Justo de Ardévol. En cuyo pueblecito ordenó a las tres compañías de cazadores, mozos de escuadra y seguridad que llevaba a vanguardia que registrasen la zona, en una masía situada en un lugar llamado Casas de Rovira, donde los Tristany guardaban al brigadier Antonio Tristany, que fue capturado. Fue encarcelado en Manresa, no se le fusiló enseguida como era habitual en los cabecillas, y a mediados de enero le trasladaron a Vich “para tener una entrevista con el excelentísimo señor capitán general”, y regresó a Manresa.
Pocos días después, el 22, en la noche del martes de Carnaval, desapareció de aquella ciudad, donde estaba prisionero. Posiblemente, consiguió su libertad por el canje efectuado con el coronel de artillería Olmedilla, hecho prisionero en Cardona. Las autoridades desmintieron que se tratara de un acuerdo con los carlistas para el intercambio.
La trascendencia de la derrota de Manzano obligó al capitán general, Fernando Fernández de Córdoba, a dimitir y, de entrada, quiso disimularlo explicando que debía visitar a su madre, la cual residía en Francia y se encontraba gravemente enferma. Fue sustituido por el general Manuel Gutiérrez de la Concha el 23 de noviembre.

Cabrera en la costa
Cabrera, al mando de 1.000 hombres, se presentó en San Feliu de Pallarols el día 29 de noviembre y luego siguió el camino de Amer, donde se encontró con Marsal. En el día 2 de diciembre, Cabrera, procedente de Masanet de la Selva, pasó por el lugar de la carretera a Barcelona, llamado el Suro de la Palla, mientras era perseguido por los generales Enna y Nouvilas. Cabrera se detuvo en ese lugar y ordenó que fuera quemada la instalación donde se cobraba el peaje a los arrieros. Durante el 2 de diciembre, Cabrera permanecía a media hora de Arenys de Mar. Las tropas de Enna y Nouvilas reunieron 1.500 infantes y 100 jinetes. Al llegar a Tordera, Enna penetró en el Montseny con el objetivo de cortar el camino a los carlistas, pero Cabrera se fue a Calella, en la costa, donde se percató de que Nouvilas, acompañado del coronel Rich, le daban alcance, por lo que volvió atrás, en dirección de las Guillerías.
Al cabo de pocos días, en Torelló, Borges añadía su contingente a los de Cabrera y Marsal. Los informadores calculaban que los tres jefes sumaban 700 infantes y 50 jinetes. El objetivo que los llevó a aquellos lugares era el cobro de contribuciones. Cabrera se mostró preocupado por los efectos desfavorables en la moral de la tropa que pudieran tener las deserciones de Poses y Montserrat.
Cabrera, Marsal y Borges abandonaron Torelló durante el día 9 de diciembre y se fueron a Vidrá. Antes de salir del pueblo, Cabrera ordenó el fusilamiento de un espía del gobierno que se había introducido en las filas de los matiners para ponerse en contacto con los prisioneros que llevaban y avisar al ejército gubernamental del lugar donde estuvieran retenidos, cuando se encontraran todos reunidos. Entonces, una columna isabelina los liberaría mediante un ataque sorpresa. Los carlistas, una vez descubrieron el plan, llevaron sus prisioneros a un lugar inaccesible del Collsacabra.
Acciones en diciembre de 1848
Después de un otoño caluroso, tachado de primaveral, llegó el invierno con mucho frío, lluvia y nieve.
Después de un otoño caluroso, tachado de primaveral, llegó el invierno con mucho frío, lluvia y nieve.
El 2 de diciembre, Cabrera, procedente de Masanet de la Selva y perseguido por los generales Enna y Nouvilas, se detuvo en el Suro de la Pallá, donde ordenó que se quemara la instalación para el cobro de los derechos de paso. Este día, Cabrera permanecía a media hora de Arenys de Mar. Habiendo salido de Figueras las columnas de Nouvilas y Enna, le persiguieron con 1.500 infantes y 100 jinetes. Al llegar a Tordera, Enna se internó en el Montseny para cortar la posible vía de escape a los carlistas. Nouvilas y el coronel Rich pisaban los talones del general carlista. Pero este, estando en Calella de la Costa, se dio cuenta de dicha maniobra y volvió sobre sus pasos, hacia les Guilleries. El día 4 de diciembre, salía de Madrid el BI-III/45 de San Marcial para reforzar las tropas del gobierno en Cataluña. El día 5, Marsal se dejó ver en Sabadell.
El día 9 de diciembre, Borges apareció en Esparraguera para demostrar, en el lugar de la presentación de Poses y Montserrat, que los matiners aún resistían. Pocos días después, en Torelló, Borges se unió con Cabrera y Marsal. Se calculó que las fuerzas de estos jefes sumaban 700 infantes y 50 jinetes. La estancia en este pueblo tenía por objetivo el cobro de contribuciones en la comarca. Cabrera se preocupaba por los efectos desfavorables que habían provocado en la moral de su tropa las deserciones de Poses y Montserrat. Prohibió que los soldados hablasen de este tema y exigió que se llevara a término una función de saltimbanquis que había sido anulada, a fin de probar si, con el espectáculo, conseguía que los hombres se distrajeran y olvidaran los pensamientos pesimistas.
Ese mismo día, Cabrera, Marsal y Borges abandonaron Torelló y se fueron a Vidrá. Antes de salir de este pueblo, el general carlista ordenó el fusilamiento de un espía del gobierno. El condenado se había introducido entre los rebeldes para ponerse en contacto con los prisioneros liberales. Su misión consistía en avisar al ejército de la reina cuando los presos se encontraran agrupados en el mismo lugar. Entonces, una columna de isabelinos debería liberarlos mediante un ataque de sorpresa. Los carlistas, conociendo el plan, condujeron los prisioneros al lugar más inaccesible del Collsacabra.
El 13 de diciembre, entre Albanyá y San Lorenzo de Muga, el ejército isabelino sufrió otra derrota importante en manos de Estartús, Gibert, Saragatal y Planademunt. El ejército admitió 21 muertos, incluidos 2 oficiales y 27 heridos. Los matiners habían perdido 10 hombres y cargaban 30 heridos. Estartús, posiblemente en compañía de Planademunt, se dejó perseguir por el coronel Vega y los 1.500 hombres que mandaba. Los rebeldes se apoderaron de las casas de Albanyá y se mantuvieron firmes en el lugar hasta que Saragatal atacó a Vega por retaguardia. Después, la partida de Planademunt fue vista mientras transportaba el gran alijo de armas que había tomado a los liberales.
Acción de Valls (13 de diciembre de 1848)
Convencido de que los carlistas se aprovisionaban a través de los puertos del Mediterráneo, ejerció una vigilancia activa en las costas con cuatro buques de guerra. El capitán general no consiguió frenar las acciones de los sublevados y el 13 de diciembre, día de Santa Lucía, a las seis de la mañana los matiners entraron a la ciudad de Valls. Lo hicieron por el “Huerto del Pebroter” y por la puerta de San Francisco. Realizaron maniobras cerca de la ciudad y llamaron la atención de la columna de Valls, que los persiguió hasta Santa Coloma de Queralt. Sus componentes, por cansancio y por hallarse lejos, tuvieron que pernoctar en esta población.
En cambio, los matiners, en una marcha forzada, se presentaron a las afueras de Valls y colocaron una compañía en la entrada. Cuando el asistente del comandante de la plaza abrió la puerta, lo detuvieron, sorprendieron la guardia, mataron a tres defensores y los otros salvaron la vida huyendo hacia el campo. Los rebeldes iban dirigidos por los líderes progresistas Baldrich y Escoda y los carlistas Masgoret y Marcó. Era tanta la tranquilidad de estos jefes que se fueron a almorzar a casa de sus parientes. Solo al finalizar el día los invasores abandonaron la ciudad con un buen botín después de un golpe espectacular.
El 16 de diciembre, 900 infantes y 70 jinetes montemolinistas se presentaron a la distancia de un tiro de fusil de Gerona. La guarnición de la ciudad, en aquel momento, sumaba 500 soldados. Las autoridades militares ordenaron que se cerraran las puertas de las fortificaciones. Los payeses que habían ido al mercado intentaron salir corriendo del sitio y eso provocó una algarada notable. Los matiners no intentaron forzar las defensas y a las nueve de la noche el ejército había conseguido introducir en la ciudad casi 1.000 soldados. Seguramente, los rebeldes perdieron una ocasión única de apoderarse de la capital.
Después de este éxito, Cabrera entabló negociaciones con el general Córdoba, capitán general de Cataluña, consiguiendo que este dejase a los carlistas un punto seguro para ser utilizado como hospital y como depósito de prisioneros, en el distrito de Vich. A continuación, el jefe montemolinista liberó a un teniente que tenía preso para que marchase a Madrid, a fin de implorar a la Reina que autorizase un canje de presos entre ambos bandos.
Asedio de Vich
Mientras, Vich también permanecía asediada por los matiners. Los rebeldes permitían a las tropas del gobierno que entraran y salieran, sin enfrentarse a ellas, pero impedían que se introdujeran mercancías en la ciudad.
Manuel Gutiérrez de la Concha, acompañado de Mata y Alós, abandonó Barcelona el 20 de diciembre, al frente de un impresionante contingente de tropas. Se dirigía a Vich para levantar el asedio y la misión que le llevaba a la capital del Osona consistía en extender la línea de telégrafo óptico entre ambas ciudades. Esta obra fue encargada al brigadier vasco Mathé, creador del sistema de telégrafo óptico que finalmente había sido adoptado por el gobierno.
El telégrafo óptico se convirtió en una mejora importante para la comunicación y la coordinación de las unidades del ejército. A pesar de la trascendencia de este ingenio, extrañamente, se tiene la impresión de que los matiners no se emplearon en la destrucción de las torres de telégrafo.
El capitán general salió de Vich y pernoctó en Viladrau. En este pueblo se enteró de que el grueso de las tropas carlistas permanecía en Breda y creyó que, desde allí, los rebeldes se dirigirían a los pueblos de la marina, o a las comarcas tarraconenses. A fin de impedir estas hipotéticas incursiones, Concha envió al brigadier Lasala a Hostalrich y al coronel Ruíz a Sant Celoni y les encargó que bloquearan la carretera por la cual debían pasar los carlistas. Pero luego se supo que en Breda solo permanecía la caballería de Marsal y entonces el capitán general volvió a Gerona.
Reforma en el ejército isabelino
Finalizada la Jamancia o última bullanga, quedaron grupos de bandoleros llamados los trabucaires, que asaltaban las casas de campo, en las cuales solo pedían comida sin hacerles daño alguno a los habitantes; está claro que solo buscaban el dinero del gobierno y favorecían el contrabando, ayudando a los contrabandistas, haciéndoles escolta por poco dinero. Estas bandas fueron cada vez más intrépidas, llegando a asaltar diligencias.
De ahí la urgencia de los isabelinos para crear una fuerza compuesta de naturales del terreno, de jóvenes honrados y ágiles. Las rondas o partidas, mandadas por los comandantes de armas de los pueblos, auxiliarían a las autoridades locales, y con ellas sería factible asegurar la paz de los vecinos, de los campesinos y de los transeúntes, haciendo además ilusoria cualquier tentativa de motín o alboroto.
Dispuso el reglamento que en cada pueblo donde hubiese comandante de armas se formara una ronda compuesta de uno o más cabos y del número de celadores que exigiera el servicio. Aunque le estaría cometida particularmente la vigilancia del término del pueblo, a ser necesario y de común acuerdo, unas podrían entrar en el sector de otras y combinar sus operaciones.
El Gobierno les facilitaría el fusil y la canana. Se trataba de un somatén restringido y estipendiado. Lo que sería a la larga la milicia provincial.
El ejército de la reina se esforzó por conseguir el servicio de oficiales catalanes o que, al menos, hablaran catalán. Sobre todo, en las comarcas gerundenses, los nombramientos de coroneles y generales, como Nouviles, vencedor de la batalla del Pasteral, Mata y Alós, o Rich, que conocían el idioma, la geografía del país y el talante de la gente, les daría buenos resultados prácticos.
Acciones a finales de diciembre de 1848
El capitán general, yendo a Vich, tuvo que refugiarse en La Garriga por culpa de un resfriado. El día 21 de diciembre, los apoderados de Cabrera cruzaron a Francia con dos cajas repletas de monedas de oro. El día 23, en Cornudella, los cabecillas Sabater, Ribas (padre e hijo) y Bladrich se enfrentaron al ejército isabelino. Se les unió Masgoret y este, con los voluntarios de Sabater, consiguió interceptar 2.200 raciones de pan destinadas a los gubernamentales. Ramonet, al frente de 250 hombres, actuaba por la franja de Aragón y las comarcas de poniente, penetrando hasta las comarcas montañesas de Tarragona. El general Rocha le seguía los pasos.
El día 24 de diciembre, entraron en Vich las columnas de Paredes y Manzano. Durante la noche, mientras los gerundenses asistían a la función de teatro y pasaban el tiempo esperando la misa del gallo, un grupo de matiners efectuaron algunos disparos por las calles. La gente huyó asustada del teatro. El mismo día 24 se restableció la navegación por el Ebro. La medida serviría para “sacar de la miseria a innumerables familias cuya subsistencia dependía de la navegación”. Pero el mismo comunicador señalaba que mientras en la mitad del norte del Principado llovía a cántaros, en Aragón y en la mitad sur catalana sufrían sequía y que, por esta razón, bajaba poca agua por el río, de manera que la navegación que entonces se permitía no sería posible.
Ese mismo día, Torres asediaba Solsona y Cabrera entraba en Ripoll. Marsal, después de que se hubo paseado por la costa marítima del Ampurdán, el día 25 fue visto en Orriols, aunque otras noticias lo situaban junto a Cabrera, celebrando la Navidad en Amer. En ese pueblo, Marcellí Gonfaus ofreció un baile de oficiales, al cual invitó a los miembros de las familias más ricas de la zona. Un grupo de soldados rasos intentó entrar en el local donde se celebraba el baile, pero fueron expulsados a sablazos por los oficiales. Un asistente de Marsal, molesto porque se le había impedido la entrada, fue a buscar su trabuco y luego quiso dispararlo contra los oficiales, pero se le encasquilló y fue arrestado.
El general Galiano luchaba en Poboleda contra los 600 infantes y 30 jinetes de Ramonet, así como contra los 250 de los Ribas y de Sabater. Un chubasco imprevisto paralizó al ejército isabelino.
Desde La Garriga, Concha amenazaba a los ayuntamientos catalanes que retrasaban e incluso denegaban el suministro de pan a las tropas del gobierno, además de no facilitarle la información que les requería y de engañarle respecto a los movimientos del enemigo. El 26 de diciembre, el capitán general, habiendo recuperado la salud, avanzó hacia Tona y entró en Vich a las cuatro de la tarde. En las puertas de esta ciudad, Concha fue recibido por una parada militar fastuosa, presidida por el general Paredes y todos los miembros del consistorio municipal. El 27 de diciembre, los brigadieres Enríquez y Manzano abandonaron Vich y marcharon a Manresa y Solsona. La capital de la Segarra, Vich y Gerona fueron asediadas por los rebeldes. Desde la comarca de Osona, Gutiérrez de la Concha anunciaba que, gracias a las facilidades de comunicación que aportaba el telégrafo óptico, pronto se acabaría la guerra. Mientras, pero, el ejército seguía fusilando a los payeses y payesas que atrapaba llevando mensajes al enemigo.
Borges, acompañado por el Pere Sorribes el Guerxo de la Ratera, Altimires y Pardal, desafiaron al coronel Santiago, desde Santa Maria de Olót, enviándole un mensaje mediante el cual lo citaba en ese pueblo. Santiago aceptó el desafío, aunque sabía que se encontraría con 600 matiners y que las tropas de aragoneses y valencianos a su disposición no solo eran inferiores en número, sino que se componían de gente joven e inexperta.
La batalla fue encarnizada; los rebeldes se emboscaron y fueron perseguidos por los soldados isabelinos hasta que, al llegar el mediodía, los dos bandos volvieron a chocar. El comunicado oficial aseguraba que Borges había sufrido una docena de muertos y que el ejército, solamente dos; pero este informe no resultaba demasiado creíble, ya que el informador no se refería a los heridos sufridos por los rebeldes y, por contra, admitía que Santiago volvía al cuartel con 50 hombres fuera de combate. El republicano Escoda entraba en Martorell y requisaba el correo y las mercancías que transportaban unos carros. El brigadier Pons, Bep de l’Oli, fue destinado a Biosca.
El 29 de diciembre, Concha ordenó que se persiguiese a Bussanya, comandante de los matiners que asediaban Vich. El mismo día se anunció el fin del ejército republicano que mandaba el coronel Victoriano Ametller (nombrado brigadier). La gente de Ametller había exigido ciertas cantidades de dinero exageradas a un montón de hacendados carlistas del Alto Ampurdán. Los propietarios se refugiaron en Figueras y se quejaron a Cabrera, asegurándole que hasta que no se solucionase este problema, ellos no volverían a sus masías.
Entonces, los carlistas, con las bayonetas caladas, cercaron en Llerona a uno de los lugartenientes de Ametller, llamado Batllori. Los carlistas le exigieron que se pasara a sus filas y le garantizaran el pago puntual de la soldada. Los republicanos aceptaron la propuesta y Cabrera premió a Batllori otorgándole el grado de coronel. Al tener conocimiento de esta deserción, Ametller intentó salvar las fuerzas que le quedaban proponiendo a sus hombres que se trasladaran a las comarcas tarraconenses, donde Baldrich, Escoda y otros cabecillas republicanos todavía resistían. Pero los voluntarios de Ametller no aceptaron el trato, debido, seguramente, a que todos ellos eran gerundenses y estaban acostumbrados a luchar cerca de sus casas.
Una docena de propietarios de Bescanó fueron secuestrados porque negaron a los carlistas el pago de las contribuciones. Los republicanos entraron en Tossa de Mar. El día 30 de diciembre, Boquica, con 112 carlistas y 25 republicanos, ocupó La Pobla de Lillet. El mismo día, los matiners establecían una oficina administrativa en Malagarriga, cerca de Cardona, camino de Manresa, con el fin de cobrar a los arrieros el impuesto de la sal que estos adquirían en las minas.
Por esas fechas don Carlos prometió enviar 6.000 fusiles, pero la carta cayó en manos de Concha y no se pudieron desembarcar las armas. Además, en vista de que Cabrera no se vendía, sus enemigos enviaron dos asesinos contra él. El primero se fugó con el dinero y no llegó a entrar en el campamento carlista. En cuanto al segundo, era un sacerdote que se hizo capturar y llegó a ganarse la confianza del caudillo rebelde, que lo sentaba a su mesa. Pero el cocinero vio cómo envenenaba la comida y lo comunicó a nuestro personaje, quien acabó con la vida del cura haciéndole comer del plato letal.
Durante los últimos días de diciembre, en una lucha que se prolongó entre los límites de las provincias de Tarragona y Lérida, el brigadier Quesada derrotó de forma contundente la partida de Torres, formada por 300 hombres. El comandante general de la provincia de Tarragona salió de Montblanch el 28 de diciembre con el objetivo de encontrar al cabecilla Ciurana, el cual transitaba por la comarca de la Cuenca de Barberá y hasta el Segriá, al frente de 200 hombres. Los gubernamentales supieron que Ciurana permanecía en Omells y lo atacaron en este pueblo. La lucha por las calles de Omells terminó con 3 rebeldes muertos y 37 prisioneros, entre los cuales se encontraba el capitán Jaime Cullerer, alias Torres de Belianes, con una pierna rota. El ejército isabelino no pudo detener a Ciurana, puesto que el cabecilla salió de Omells un poco antes del ataque. Los gubernamentales se apoderaron de 3 caballos, 45 armas de fuego, 9 bayonetas, 4 sables, una espada y 7 cartucheras.
Mientras tanto, los combates continuaban. Antes de acabar el año, Cabrera atacó Ripoll (Gerona), pero fue rechazado y tuvo que retirarse. Poco después concentró sus tropas en Amer (Gerona), donde permaneció varios días con Marsal, mientras sus soldados se entrenaban y se reclutaban partidarios en los pueblos cercanos. Allí fue atacado por Concha el 30 de diciembre y, aunque el tortosino tuvo que retirarse, lo hizo de forma ordenada y causando bastantes bajas al enemigo, mientras fusilaba a algunos de sus hombres por estar compinchados con los liberales. Dos semanas más tarde derrotó en Susqueda a la columna de Ramón Nouvillas y Ráfols, a la que causó numerosos muertos y heridos.
Hay que destacar que Cabrera se había hecho más humano con la edad, por lo que ya no saqueaba pueblos ni fusilaba prisioneros. De hecho, a los cautivos los liberaba enseguida y solo retenía a los mandos, para utilizarlos en canjes. Mientras estaban en su poder, los trataba con toda consideración, como pudo apreciar el brigadier Manzano, que comió a menudo con Cabrera antes de ser liberado. Además, el jefe carlista prohibió a sus hombres entrar en los pueblos en pequeños grupos, a fin de evitar represalias de las autoridades contra los alcaldes que no ofrecieran resistencia.
No obstante, esto no le impidió ser estricto con la disciplina y fusilar al coronel Pons y al comandante Aguirrezábal, que estaban en tratos con el general liberal Concha. Al mismo tiempo, el Tigre del Maestrazgo había perdido el optimismo de la guerra anterior, sobre todo a medida que iban desertando los jefes rebeldes, comprados con dinero o rangos militares por los generales de la reina. A esto se unió el fracaso de la expedición al Maestrazgo, con la traición de Benito Lluis, la rendición de Arnau y el fracaso de Forcadell, que puso al general carlista fuera de sí. Por ello, a finales de año, llegó a confesar a sus subordinados más próximos que la guerra acabaría mal. Y no es extraño que pensara eso, dada la desigualdad de fuerzas que enfrentaba a los dos bandos, pues en Cataluña combatían 50.000 soldados de la Reina frente a 5.000 del Pretendiente. Por otra parte, la población catalana tampoco apoyaba claramente a los rebeldes, pues estaba ya cansada de la guerra.