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Batalla de Oroquieta (4 de mayo de 1872)
Carlos VII seguía los incidentes del alzamiento, preparándose para hacer su entrada en España, que se quiso hacer coincidir con la conmemoración del 2 de mayo. El canónigo Manterola había estado prevenido para organizar la entrada. Se fijó que se encontrarían todos en la carretera que va de Cambó a Azcain. A la llegada del carruaje en que iba don Carlos acompañado de su secretario Arjona y de dos legitimistas franceses al sitio señalado, subió el doctor Manterola, prosiguiendo el viaje hasta Ascain. Allí aguardaban al Rey varios carlistas, unos procedentes del extranjero, como eran Carlos Calderón y Diego Fernández de Henestrosa, hermano del marqués de Villadarias, y otros, como Oliver, los hermanos Villar, Albalat y Luis Polo, que procedían de las fuerzas de Díaz de Rada. En la misma noche del 1 al 2 de mayo, llegaron a Vera las fuerzas navarras que mandaba el brigadier Aguirre.
La entrada de Carlos VII se había realizado partiendo de Ascain (Francia), atravesando la frontera por el monte El Rum, pernoctando la primera noche, o sea la del 1 al 2 de mayo, en el caserío Morkotzen Borda, para proseguir al día siguiente a Vera, donde se habían concentrado los carlistas, siendo recibido con gran entusiasmo por los navarros y por los voluntarios, echando las campanas al vuelo y cantándose un Te Deum en la iglesia parroquial. El mismo día se inició la marcha sobre Lesaca, pero al saber que por el mismo camino lo seguía la brigada de Primo de Rivera que se dirigía a Vera, el Rey dispuso que se retrocediera a Vera, de donde, después de pasar el puente de San Miguel, se dirigió a los altos de San Antón, en los confines de Navarra con Guipúzcoa, pernoctándose allí. Allí hubo un corto tiroteo sin importancia con algunas fuerzas amadeístas.

El día 3, pasando por las Herrerías de Artiensa y por Labayen, fueron a Urroz, donde se pernoctó, y al siguiente se siguió a Oroquieta, llegando a esta aldea con los hombres fatigados y hambrientos, estando la mayoría de los voluntarios totalmente desarmados. Carasa se unió a don Carlos, pero dejando sus hombres a las órdenes de Iturmendi en Labayen, donde había llegado el mismo día 3.
Oroquieta es una pequeña aldea algo diseminada. El Rey celebró una reunión en la casa abacial, donde se alojaba; estaban los principales jefes, entre ellos Carasa, Peralta, Iturmendi y Díaz Aguado, tratándose de la difícil situación en que se hallaban por no haber cundido el alzamiento en Navarra ni haberse hecho efectivas las cooperaciones que se habían ofrecido.
Mientras tanto, habían llegado las fuerzas de Carasa, agravando la congestión de los carlistas. Una parte de los voluntarios allí reunidos marcharon con el brigadier Aguirre y el coronel Ollo a Elzaburu, a unos tres kilómetros. Mientras tanto, los amadeístas, mandados por Moriones, habiendo sabido que don Carlos se hallaba en Oroquieta, marcharon decididamente sobre el pueblo.


El día 4 de mayo, custodiando a don Carlos, quedaron 400 hombres mal armados y peor municionados. Otros más de mil se encontraban sin armamento.
Las tropas del general Moriones estaban compuestas por 2 BIs del RI-18 Almansa, un BI provincial de Alcolea, el BIL-VIII de Figueras, 4 compañías del BIL-XIV de Las Navas, 24 carabineros y 5 guardias. Además, contaba con 42 húsares de Pavía y 2 piezas de artillería de montaña. El general Moriones, tras interrogar a unos pastores, obtuvo la información de la posición y el estado de las tropas carlistas y dispuso la marcha para hacerles frente.
A las seis de la tarde sería cuando avistó el pueblo de Oroquieta. Aprovecharon para hacer un ataque brusco, comenzando con las piezas de artillería y dirigiendo todos sus efectivos sobre el pueblo, llevando al RI-18 Almansa en el centro, los cazadores de Alcolea y Figueras a la izquierda y derecha y Las Navas en reserva.
Hacía poco que los voluntarios carlistas habían roto filas y andaban diseminados por el pueblo, cuando una descarga de la artillería amadeísta dio la alarma. Una de las granadas fue a caer cerca de la iglesia, en cuya casa abacial estaba el Rey tomando un ligero refrigerio con su secretario Arjona.

La confusión de los sorprendidos carlistas fue increíble. El lastre de los desarmados impedía organizar la resistencia. No había forma de entenderse y de poco sirvió a Pérula, García y Aguado que arrastraran tras de sí a los que tenían un fusil. A pesar de todo, hora y media defendieron bizarramente las posiciones sin retroceder un solo paso. El propio Carlos VII, acompañado de Arjona, Villadrías y Calderón, se lanzó de los primeros a las guerrillas. Tras el combate, los carlistas tuvieron 38 muertos, 10 heridos y 749 prisioneros y los amadeístas sufrieron 6 muertos y 24 heridos.
El doctor Landa se encontraba con el ejército del general Moriones en el campo de batalla desde antes del primer disparo. Una vez comenzada la batalla, fue atendiendo a los heridos que caían junto a él. Decidió establecer el hospital en la primera casa del pueblo. En su camino, y bajo un fuego cruzado, vio a los lados del camino cadáveres carlistas. En el hospital, las cuatro camillas del RI-18 de Las Navas no paraban de traer heridos, y médicos y practicantes se agitan en armar las camillas y en abrir las mochilas, botiquines y bolsas de socorro. A los heridos que van entrando los colocan en el suelo sobre una capa de helechos. Pronto finalizó el tiroteo, pero los heridos carlistas estarían llegando durante toda la noche. Los guardias civiles le trajeron una gallina y unas tazas y prepararon alimento para todos los hombres heridos. A la mañana siguiente, se llevaron a los 14 heridos que podía transportar y se dirigió hacia Pamplona.

Desde Elzaburu acudieron los voluntarios mandados por Aguirre y Ollo, pero desde el primer momento todos comprendieron que la acción era desventajosa para los carlistas. Importaba, sobre todo, que el Rey no quedara en poder de los amadeístas, y se decidió la conveniencia de que regresara a Francia hasta que las circunstancias fuesen más propicias.
En consecuencia, Carlos VII, con Calderón, Arjona, Fernández de Henestrosa y el cura Azpiroz, salieron para la frontera camino de Ilarregui, pasando por Arráiz-Orquín, en el valle de Ulzama, y entrando en Francia por las Alduides. Los liberales recriminaron esta retirada de Carlos VII diciendo que “empezaba mal su pretendido reinado, e inauguraba peor la serie de combates, que, demostrando su valor e inteligencia, le debían conducir a Madrid”, añadiendo luego los mismos autores: “No se comprende por qué había de internarse en Francia”.
Acción de Arrigorriaga (8 de mayo de 1872)
En Guipúzcoa, el coronel Recondo estaba el 3 de mayo en Ataún, pero al saber que una columna amadeísta mandada por el comandante Antonio Ziriza se dirigía sobre dicho punto, pasó a Segura, en donde le alcanzó el jefe liberal, entrando por sorpresa en la población al anochecer y amparado por la espesa niebla que reinaba. Recondo tuvo que evacuar el pueblo, dejando en manos de sus enemigos 4 prisioneros, y los amadeístas tuvieron en la refriega dos oficiales y 13 soldados heridos.
Recondo pasó los límites de la provincia, uniéndose en Navarra a una fuerza que mandaba el general Elio. El mismo día de la sorpresa de Oroquieta, se levantaba en armas en Berasain (Navarra), Ramón Argonz. Martínez de Velasco fracasaba al intentar sorprender a Luyando (Álava).
Después de la derrota de Oroquieta, Pérula se dirigió a Puente la Reina (Navarra), donde entró aclamado por el vecindario. Carasa, procedente de Oroquieta, llegó el 7 de mayo a Abarzuza, de donde se dirigió a Eraul. Recondo, unido a Elio, llegó el mismo día 7 a Leiza (Navarra). En ese mismo día, Zunzarren, que se había separado del grueso de las carlistas después de los sucesos de Oroquieta, libró combate en Cilveti (Navarra), cerca de los Alduides, contra una columna de carabineros mandada por el Tcol Ruíz de Quevedo, siendo batido, por lo que los carlistas tuvieron que entrar en Francia.

Pérula combatió en Unzué (Navarra), el 8 de mayo. Carasa entró a las dos de la mañana del 8 en Lezaun (Navarra), perseguido por las fuerzas amadeístas y hostigado por las columnas de los coroneles Oviedo y Aldanesi. Recondo tuvo que abandonar Leim en la madrugada de ese día, pasando a Erasun (Navarra) y a Elzaburu. Contra Recondo marchó entonces Primo de Rivera con el fin de evitar que se reunieran las fuerzas mandadas por este jefe carlista y Elio con las de Carasa.
Recondo se vio obligado a marchar a Lecumberri, pasando luego a Huici el 9 de mayo, para llegar a las siete de la tarde a Leiza. Recondo, con el fin de burlar la persecución, emprendió su marcha a las dos de la noche del mismo 9 a Ezcurra, donde llegó el 10 de mayo. En Álava, las fuerzas mandadas por Careaga habían cortado el día 6 el ferrocarril en Nanclares de la Oca.

En el Señorío de Vizcaya, los batallones de Bilbao y Arratia se habían acantonado en Miravalles, y lo mismo hizo en Zollo el batallón de las Encartaciones, quedando el cuartel general en el valle de Ceberio. El general Ulibarri se dirigió al brigadier Martínez de Velasco para que este, con sus fuerzas alavesas, se le uniera, con el propósito de dar un golpe de mano sobre Bilbao, pero Martínez de Velasco contestó diciendo que prestaría su ayuda vigilando que de Vitoria no salieran fuerzas de socorro para dicha villa.
El batallón de Arratia hizo el 7 de mayo un reconocimiento sobre Bilbao, y cerca de Arrigorriaga vio una fuerte columna que se dirigía hacia esta población. Inmediatamente, se tomaron disposiciones por el coronel Sierra para impedir que fuese pasado el puente que existe entre Arrigorriaga y Zaratamo, comenzándose entonces una acción bastante viva, acudiendo enseguida el batallón de Guernica, junto con el pequeño batallón de Orduña. Los amadeístas se vieron obligados a retroceder a Arrigorriaga, haciéndose fuertes en varias casas y en la iglesia. Esto era al anochecer, y la acción de aquel día, más conocida por la de San Miguel de Basauri, porque fue el centro de la lucha, quedó suspendida.
Así quedó la fuerza enemiga compuesta del BIL-X cazadores de Alba de Tormes, una compañía del RI-28 de Luchana, una sección de la guardia civil, sobre 100 carabineros y unos 20 caballos, encerrada y cercada en el pueblo. Los batallones de Bilbao y Arratia, situados sobre el puente de Zaratamos; dos compañías del batallón Guernica a un tiro de fusil de la última casa de Arrigorriaga; el resto de este batallón y el de Orduña se establecieron en una fábrica de harinas de la razón social “Aguirre y Zarauz“, y el batallón de las Encartaciones encima del pueblo, cortando el único camino por el que podían llegar socorros al enemigo.
Los batallones de Durango, Marquilla y Munguía quedaron en la reserva. A las nueve de la noche supieron en Bilbao lo que ocurría en Arrigorriaga; se formó una columna que salió a las tres de la madrugada en socorro de los sitiados, compuesta de un batallón del RI-27 de Cuenca, 200 guardias forales, los voluntarios de la Libertad y un grupo de 30 republicanos, que después de tanto hablar contra don Amadeo iban a defenderlo.
La verdadera acción de Arrigorriaga no se libró hasta el 8 de mayo, que comenzó con el tiroteo desde el amanecer. Cuando ya el combate estaba empeñado, llegó la columna procedente de Bilbao, trabándose la lucha con dos compañías del batallón de las Encartaciones, que vigilaban sus movimientos en el monte Buya, teniendo estas que ceder terreno para no quedar envueltas, aunque resistiendo constantemente. A las ocho de la mañana los carlistas emprendieron el ataque contra los sitiados en el pueblo, pero estos consiguieron salir del mismo y unirse a la columna de socorro, efectuando su retirada por el monte Buya hasta Ollargan, atacada su retaguardia por los batallones de Arratia y Bilbao.
Más tarde, los carlistas hicieron su entrada en Arrigorriaga, desfilando los batallones, así como el escuadrón de caballería de Vizcaya, que también había intervenido en la acción. Las músicas de los batallones tocaban la marcha de Ortamendi; los voluntarios cantaban el popular “¡Ay! ¡Ay! Mutilá”. Con motivo de esta acción, Ulibarri dio una alocución a los voluntarios.
Los liberales dejaron en el campo 5 muertos y 3 prisioneros, y los carlistas tuvieron 7 heridos, muriendo uno de ellos a las pocas horas. Es indudable que Ulibarri no pudo sacar el resultado de la victoria que era de esperar, y la razón parece ser que creyó que siendo la primera vez que los voluntarios entraban en combate, estaba expuesto a que un batallón se desordenase y cundiera el desorden.
Sin embargo, los vizcaínos demostraron ser disciplinados y estar perfectamente organizados. Se retiraron los vizcaínos, pero quedó a la vista de Bilbao el pequeño batallón de Orduña, que el día 9 quiso dar un susto a los bilbaínos. A la hora de la comida, sobre las dos de la tarde, unos cuantos voluntarios subieron al caserío de Miravilla y desde allí dispararon unos pocos tiros. En Bilbao la alarma fue enorme; se abrió el fuego sobre Miravilla sin ninguna utilidad, pues los autores del tiroteo se habían retirado inmediatamente.
Después de esta acción, los batallones de Guernica, Encartaciones y Durango se establecieron en Durango; los de Arratia, Bilbao y Marquina, repartidos entre Ceanuri y Villaro, con el general Ulibarri, y en Dima se estableció la Diputación a Guerra con el batallón de Munguia.
En Navarra, donde Carasa había pasado el 9 por Belascoain, donde operaba Recondo acompañado de Elio. De Ezcurra, donde estaba el día 10, siguió a Aranaz, donde la guardia guipuzcoana se presentó a indulto, pasando la frontera el coronel Recondo, el general Elio y algunos jefes carlistas. Carasa estaba el 10 de mayo en Lazaun, de donde siguió al valle de Goñi, perseguido constantemente por las fuerzas amadeístas. El 12 estaba en Biurrun, donde inutilizaron la vía férrea.
El día 11, había llegado a Echevarría (Vizcaya) la fuerza que mandaba Amilivia y Ayastuy, y se le unió en aquel pueblo la partida que capitaneaba el marqués de Valde-Espina. De allí pasaron el 12 de mayo a Birriatu, donde Amilivia recibió una carta del comandante Urdampilleta, jefe de los migueletes de Guipúzcoa, anunciándole la derrota de don Carlos y la desaparición de la partida de Recondo, y haciéndole saber que solamente quedaba su fuerza en Guipúzcoa y otras insignificantes en Navarra; por lo que le aconsejaba se acogiera a indulto.
El marqués de Valde-Espina aconsejó a Amilivia que se reuniera con las fuerzas vizcaínas, por lo que el coronel carlista decidió marchar a Durango para entrevistarse con Ulibarri, enviando el batallón y las fuerzas allí reunidas a Amoroto el mismo día 12. El 13 por la mañana, se recibió aviso de Amilivia de que la comunicación de Urdampilleta no era exacta, y ordenaba que los guipuzcoanos fueran a Durango. Pero allí recibieron orden de seguir a Mañaria, en cuyo pueblo estaba entonces acantonado el batallón de Cuevillas, que había dejado Durango al aproximarse el enemigo.
El 14 de mayo, hubo una reunión de jefes convocada por Ulibarri, en que se trató de lo que debía hacerse si Serrano empezaba las operaciones. En esa reunión, el marqués de Valde-Espina consideró que se había perdido la posibilidad de entrar por sorpresa en Bilbao, por lo que creía que era mejor abandonar sus alrededores y dividir las fuerzas carlistas en pequeñas partidas, a fin de foguear a los soldados. Expuso además el marqués de Valde-Espina la conveniencia de que algunas fuerzas vizcaínas pasaran a Guipúzcoa con el coronel Amilivia y el batallón de este para reclutar a los mozos de la provincia y crear así una situación comprometida para las tropas del duque de la Torre. Se acordó comunicarlo a Ulibarri. Sin embargo, no se llegó a llevar a cabo lo propuesto por el marqués de Valde-Espina, pues ni marcharon fuerzas para Guipúzcoa ni se formaron las pequeñas partidas recomendadas.
En Navarra, los carlistas mandados por Carasa se situaron el 13 de mayo en Estenos, Villanueva y Ucar, donde el mismo día los alcanzó Moriones, y después de algún tiroteo, Carasa se replegó en dirección a Iruñela, Ibiricu y la Peña de Larrainzar. El día 14, se señalaba el hecho de que Carasa había emprendido la marcha en dirección a Álava, pasando por San Vicente de Arana.
Acción de Mañaria (14 de mayo de 1872)
Reforzados los vizcaínos con los dos batallones guipuzcoanos, supieron el día 13 que el duque de la Torre se encontraba en Vergara, probablemente con el designio de caer sobre Durango. Se avanzó por los carlistas hasta la anteiglesia de Mañaria, tomando posiciones para impedir el paso de la división del general López de Letona, que se dirigía sobre Dima. La fuerza amadeísta se componía de los BILs de cazadores de Ciudad Rodrigo y Puerto Rico, de dos batallones del RI-3 del Príncipe, el BI Provisional, dos compañías de miqueletes de Guipúzcoa, un escuadrón de Húsares de Pavía y dos compañías del RA-2 de montaña, con ocho piezas. Como se ve, las fuerzas de López de Letona tenían una superioridad manifiesta sobre los carlistas, pues disponían de artillería, que no tenían los voluntarios de don Carlos.

El dispositivo carlista establecía a la derecha de la carretera, y dominándola, al batallón de Guernica y al guipuzcoano que mandaba Ayastuy a la izquierda del mismo; de reserva, el batallón de Durango. Detrás del de Durango estaba el batallón de las Encartaciones, cuyo mando accidentalmente tenía el marqués de Valde-Espina, y como reserva, el guipuzcoano mandado por Amilivia.
A las cuatro de la tarde la división de López de Letona, cuya vanguardia, compuesta de miqueletes, estaba mandada por el coronel Urdampilleta, fue divisada por los carlistas, entablándose inmediatamente el combate. A pesar de sus esfuerzos, los amadeístas no podían vencer la resistencia de los coroneles Iriarte y Ayastuy.

López de Letona ordenó que entrase en juego la artillería, y hubo un momento de vacilación en los voluntarios realistas, pero Iriarte y Ayastuy, así como el marqués de Valde-Espina, animaban a los vizcaínos y guipuzcoanos que “volviesen a luchar con furor, obligando al enemigo a tener que avanzar palmo a palmo sobre el terreno de la lucha”. Así, lentamente, pudieron abrirse paso sobre Mañaria, hasta que una noticia funesta llegó a conocimiento de los jefes: el batallón de Guernica y el guipuzcoano estaban agotando las municiones. Pidieron al coronel Cengotita-Bengoa que les mandara cartuchería para continuar el combate, pero el batallón de Durango, que había intervenido en apoyo del de Guernica y los guipuzcoanos, se encontraba también en fuego con el enemigo, y por lo tanto, falto de municiones. El batallón de las Encartaciones también se lanzó a la lucha para proteger la retirada de los que habían agotado las municiones, y por esta razón, Cuevillas tampoco se las podía proporcionar.
La retirada se hizo manteniéndose los carlistas en lucha con el enemigo, y durante la misma una bala de cañón mató al Tcol Ayastuy cuando este dirigía la maniobra de sus guipuzcoanos. Murió en la retirada dando ejemplo de valor, colocándose entre los últimos, atravesado el pecho por una bala de fusil y destrozada la cabeza por un casco de granada. También murieron tres voluntarios del batallón de Guernica y dos del guipuzcoano que mandaba Ayastuy. Heridos lo estaban cinco en el batallón de Guernica, cinco guipuzcoanos, tres del batallón de Durango y dos oficiales del de las Encartaciones, Galo Martínez y Pedro Erraste.


Los heridos fueron transportados al hospital de Ochandiano, muriendo uno de ellos en este establecimiento. La columna de López de Letona pudo llegar a Mañaria, pero de allí no pudo seguir su ruta, debido a las pérdidas que habían sufrido, que fueron cuantiosas. Es indudable que esta acción demostró las condiciones militares de la división vizcaína. Según los liberales, tuvieron un soldado muerto, el Tcol del batallón de Puerto Rico, Evaristo García Rema, tres oficiales y 21 soldados heridos, y tres oficiales y siete individuos de tropa contusos. Pero es seguro que las pérdidas fueron mayores, como lo demuestra el que no prosiguiera el enemigo su marcha sobre Dima, que era el objetivo que tenía señalado.
Acción de Oñate (16 de mayo de 1872)
Los batallones vizcaínos fueron a Yurre, Villaro y Ceanuri, donde acogieron a sus compañeros guipuzcoanos. En Ceanuri se celebró un consejo de guerra, en el que se demostró que no se podía esperar a los liberales, que avanzaban en dos columnas en aquellas direcciones, por lo que, al presentarse las avanzadas amadeístas en Villaro, se procedió el día 15 a retirarse por los altos de Barázar a Ocbandiano, donde estaban ya fuerzas de las que habían combatido en Mañaria, y los batallones vizcaínos pernoctaron en Ochandiano, Santa Agueda y Mondragón, y los guipuzcoanos en Aramayona. De allí intentaron marchar al interior de Guipúzcoa, y habiéndose entretenido en Mondragón por falta de celo del alcalde hasta avanzada la mañana, salieron para Oñate, donde sabían que estaba una fuerza de migueletes.

El general Ulibarri dividió sus fuerzas en dos columnas. Una por la derecha, siguiendo una estrecha y tortuosa senda, compuesta de los batallones de Arratia, Bilbao, Guernica, Encartaciones y Munguia. Por la carretera iban uno de los batallones guipuzcoanos, los batallones de Marquina y Durango y el escuadrón de Vizcaya. Las demás fuerzas guipuzcoanas tomaron por un alto para caer sobre Oñate.
Los que marchaban por la carretera fueron atacados por los amadeístas cuando los carlistas seguían tranquilamente su camino. Ulibarri, al frente del batallón de Arratia, se lanzó inmediatamente a la lucha, empezando un porfiado combate. Era el batallón de cazadores de Mendigorría que se dirigía a Vergara y había sabido que los carlistas ocupaban Mondragón; aunque creyendo que se trataba de una pequeña fuerza la que tenía delante, se había preparado por el camino, escogiendo las posiciones en el barrio de Garibay.
El batallón de Arratia respondió abriendo fuego; enseguida se sumaron los de Bilbao y Durango. También acudieron los batallones de Guernica y Encartaciones, y entonces los amadeístas, al encontrarse ante fuerzas superiores, emprendieron su retirada hacia Oñate. Como que el batallón guipuzcoano que tenía la misión de caer sobre Oñate, que hubiera podido impedirle la retirada, no estaba en condiciones, comprendió el general carlista que, de continuar su retirada, los cazadores de Mendigorría se hallarían al amparo de las casas de Oñate, por lo que decidió que la caballería de Vizcaya cargara al enemigo. Era la primera vez que esta fuerza iba a entrar en acción formal, y los voluntarios, que, todavía no conocían bien el manejo de la lanza, vacilan y dudan.
El general Ulibarri, solo, se lanzó contra el enemigo, seguido por dos lanceros, y por el capitán Noriega y, los oficiales Manso y Aranda. El enemigo, desde dos casas, hizo un fuego mortífero. Una bala alcanza a Ulibarri en el costado derecho, por debajo de la tetilla, saliendo por el izquierdo, y le deshizo el brazo del mismo lado. Ulibarri, con sangre fría admirable, regresó junto a su batallón a un trote corto de su caballo, sin dar a conocer la gravísima herida que tenía.

Finalmente, el batallón de Mendigorría pudo refugiarse en Oñate en las Casas Consistoriales, mientras que los carlistas seguían en la carretera. En manos de estos habían quedado más de 100 mochilas, todo el botiquín con sus cuatro cajas de cirugía, municiones, además de 61 prisioneros, todos con sus armas, de ellos 15 heridos. Además de los migueletes, quedaron dos prisioneros. Los carlistas tuvieron en el combate cuatro muertos y poco más de diez heridos. Los amadeístas dejaron en el campo más de 20 cadáveres, y más tarde, de los heridos, algunos murieron.
Desgraciadamente, la grave herida de Ulibarri fue fatal. Conducido a un caserío, le hizo la primera cura el médico Basozábal, y después fue trasladado a la casa llamada Cacotegui-Gañecoa, cerca de Arechavaleta, donde fue preciso amputarle el brazo. Este valiente jefe murió el 30 de mayo de sus gravísimas heridas.
La acción de Oñate, en que los carlistas se batieron con denuedo e hicieron lo mismo los amadeístas cazadores de Mendigorría, fue la última acción de importancia que hubo en Vizcaya.
En Navarra, el 15, reunidas las fuerzas del brigadier Aguirre con el coronel Ollo desde el valle de Goñi, hicieron una incursión por la noche hasta cerca de Pamplona, y en el valle de Lana se reunía una partida carlista. Después de la acción de Oñate, los batallones de Guernica, Encartaciones, Marquina y Durango marcharon a Segura, mientras que los de Bilbao, Arratia y Munguía, con la Diputación a Guerra, fueron a pernoctar al pueblo de Araoz. Carasa, que con sus navarros había llegado a Aranzazu, comunicó a la Junta que deseaba conferenciar con la misma. En consecuencia, se presentó la misma noche en Alraoz con la mayor parte de los jefes y oficiales de su batallón, conferenciando con el corregidor de Vizcaya y los diputados.
Carasa expuso la situación en que se hallaba Navarra, donde podía considerarse el movimiento completamente fracasado. Atendiendo a estas noticias, se celebró en casa del párroco de Araoz una reunión el 17, a la que asistieron Arguinzóniz, Urquizu, Orúe, el marqués de Valde-Espina, Carasa, Zavala, Sierra, Garibi, Belaústegui y Arana, que duró más de cuatro horas. La situación de Navarra la expuso claramente Carasa, y la de Guipúzcoa, el marqués de Valde-Espina. A Arguinzóniz le correspondió exponer la situación de Vizcaya, que acababa de perder a su jefe en la acción de Oñate, deliberándose luego sobre la actitud a tomar. Fue un capellán de las fuerzas navarras el que mantuvo con ardor la necesidad de proseguir la lucha.
Se acordó que cada provincia obraría con entera libertad y con arreglo a su situación, recursos y noticias que adquiriera. Como que el Marqués de Valde-Espina no estaba conforme con esta decisión, hubo nuevas discusiones que terminaron por ni siquiera acordarse de firmar el acta. También Carasa trató de sustituir al general Ulibarri, pero el designado por él, que era el marqués de Valde-Espina, no era al parecer grato a la Diputación; Valde-Espina declinó el nombramiento con gran abnegación. Fue este un hecho desgraciado, pues, asumiendo la Diputación a Guerra la dirección militar, se privó a los batallones vizcaínos de un mando propio que los hiciera independientes de la actuación civil.
En este mismo 17 de mayo, llegaron a Araoz los batallones de Guernica y Durango, pues los guías que les habían de conducir a Segura no habían sabido hallar el camino y tuvieron que pasar la noche en una barranca próxima a Oñate. El batallón de Guernica, sin embargo, había conseguido raciones gracias a que el coronel Iriarte decidió reclamarlas de Oñate, a pesar de que en esta localidad estaba el batallón de Mendigorria. A las dos de la tarde la división emprendió su marcha hacia Vizcaya, advirtiendo a los batallones destacados en Segura que siguieran el movimiento; pero cuando estaban en el camino, en el valle de Leniz y a la vista de Escoriaza, supieron que los amadeístas ocupaban Mondragón, Ereoriaza y Salinas, y que a su retaguardia estaba Moriones en Zumárraga.
Los carlistas estaban envueltos, por lo que se tuvo que tomar una decisión atrevida. Dividieron las fuerzas en dos columnas. Los batallones de Guernica, Munguia y Durango retrocedieron por el mismo monte que acababan de bajar, y los batallones de Arratia y Bilbao, siguiendo otro camino, fueron al alto de San Adrián, encima de Araoz, donde se reunieron todos. Entonces emprendieron una marcha dificilísima, pues atravesaron en hilera de a uno los montes de Araoz, siguieron por la Peña de Aloña, pasaron por la proximidad de Salinas de Leniz, en donde estaba una columna enemiga, para llegar al pueblo de Elguea a las dos de la madrugada.
Después de media hora de descanso, siguieron hasta el puerto de Arlabán, cruzaron la llanura de Vitoria a las seis de la mañana, para llegar a Villarreal de Álava, desde donde volvió a dividirse la columna. La mayor parte fue a Ochandiano y el resto a Ubidea, no descansándose hasta las once y media, después de una marcha de 21 horas. Tal fue la noche del 17 al 18. Todos estos acontecimientos sembraban el desánimo entre los voluntarios, y hasta en los jefes, pues varios oficiales se presentaron a los comandantes de batallones en Ubidea diciendo que dimitían, ya que en algunos cuerpos había síntomas de deserción.
Se decidió celebrar una Junta de jefes para el 18 de mayo entre los que estaban en Ubidea y en Ochandiano, y cuando esta iba a empezar, a las cinco de la tarde anunciaron la proximidad de tropas amadeístas. Se efectuó la retirada a Ceanuri, situándose los cuerpos en Ipiñaburu, Arzuaga y Asterria, y los guipuzcoanos en Olaza, barrio de Ceberio. Los amadeístas se apoderaron de dos cargas de fusiles y algunas municiones destinadas al batallón de Marquilla, de las que todo el mundo ignoraba la existencia. Los dos batallones que estaban en Ochandiano se retiraron a Villaro, pero en el batallón de Durango se produjeron muchas deserciones.
En Ceanuri se pensó en una nueva reunión para terminar la campaña, pero la presencia del enemigo obligó a los batallones a marcharse a Orozco, en cuyas barriadas de Zaloa, Ybarra, Urigoiti y Gallarta se alojaron las fuerzas al anochecer del domingo 19 de mayo, Pascua de Pentecostés. Los guipuzcoanos y el batallón de Guernica fueron a Orozco de Ceberio, pasando por Miravalles y Areta.
Convenio de Amorebieta (24 de mayo de 1872)
El día 20 de mayo por la mañana se celebró una reunión en casa del cura de Zaloa, asistiendo Arguinzóniz, Urquizu, Orúe, Beláustegui y Arana, como también Artiñano, representando la Diputación, y los jefes de batallones Zabala, Cengotita-Bengoa, Sierra y Garibi. Fue el diputado Orúe el que llevó la voz cantante, y, aunque hubo alguna discusión, se acordó pedir la paz al duque de la Torre.
El mismo 20 de mayo tuvo lugar un encuentro preliminar entre Serrano y Urquizu en Elorrio, donde el llamado general Serrano se mostró tolerante y deseoso de un acuerdo cordial.
De allí arrancó el Convenio de Amorebieta. Hubo otra Junta el 22 en Urigoitia, asistiendo los mismos que en la anterior, pero con la sola diferencia de que no estuvo presente Sierra y si el Tcol Iriarte, quien se mostró opuesto a todo acuerdo con los amadeístas. En esta reunión Urquizu trató de convencer a Cuevillas, pero este dijo que quería consultar con sus voluntarios. Hubo disconformidades, pero al día siguiente el batallón formó en Mañaria, y el Tcol Martínez leyó las proclamas de la Diputación, disolviéndose aquella fuerza, aunque unos pocos se separaron para continuar la campaña.
El ofrecimiento del pacto se había efectuado por una carta previa de Serrano, fechada en Amorebieta el mismo 24 de mayo, y enviada a los negociadores carlistas.
El convenio firmado en Amorebieta consta de los siguientes puntos:
- Se concede indulto general a todos los insurrectos carlistas que se hayan presentado, los cuales serán provistos de un documento para que nadie les moleste.
- Gozarán de igual beneficio los que en adelante se presenten con armas o sin ellas, a los cuales se dará todo género de garantías para su seguridad.
- Los que hubieren venido de Francia, podrán volver o quedarse en España y, al efecto, se les proveerá del salvoconducto necesario para que por nadie sean molestados.
- Los generales, jefes, oficiales y demás individuos de tropa que, procedentes del ejército, se hubieran alzado en armas en favor de la causa carlista, podrán ingresar de nuevo en el ejército, con los mismos empleos que tenían al desertar.
- La Diputación de Vizcaya se reunirá con arreglo a fuero, sobre el árbol de Guernica, y determinará el modo y manera de pagar los gastos que ha ocasionado la guerra con motivo de la insurrección.
El 25 de mayo, el batallón de Durango entregó sus armas en Villaro, el de Arratia en Ceanurí y el de Munguia en Orozco. Los 114 fusiles que estos entregaron, fueron recogidos la misma noche por fuerzas alavesas. El escuadrón de caballería de Vizcaya manifestó su disgusto por el Convenio, pero el 26 se presentó en Zornoza el capitán Noriega y los oficiales Aranda, Manso, Miguel R. García, Luis de Pablo Blanco y el capellán Esteban de Abarrategui, con doce individuos.