Guerras Carlistas Primera Guerra Carlista en Cataluña Época de Llauder (1832-35)

Biografía de Manuel de Llauder

Manuel de Llauder Camín (1789-1851) nació en Argentona, población del partido judicial de Mataró. El 3 de septiembre de 1805, ingresó como cadete de Infantería en el regimiento de Ultonia, destinado en la plaza de Gerona. Dos años más tarde (16 de agosto de 1807) era ascendido a subteniente.
En dicha unidad se encontraban también Enrique O’Donnell y Pedro Sarsfield. Su idea era ingresar en la Academia de Ingenieros de Alcalá de Henares, pero el inicio de la Guerra de la Independencia frustró este proyecto.

Su primera acción importante fue la participación en la defensa de la plaza de Gerona que se desarrolló entre el 20 de junio y el 16 de agosto de 1808. El 23 de marzo de 1809 obtuvo el nombramiento de teniente.

Los franceses necesitaban eliminar el obstáculo gerundense y por ello iniciaron un nuevo asedio el 8 de mayo de 1809. Los distintos relatos mencionan especialmente su actuación en la toma de la ermita de Nuestra Señora de los Ángeles la noche del 31 de agosto de 1809, en la que se mantuvo durante varios días, lo que le supuso el ascenso a capitán (1 de septiembre de 1809). A continuación se retiró hacia Olot (6 de septiembre de 1809), y poco después participó en la acción de Bascara (16 de septiembre de 1809).

Tres semanas más tarde (26 de septiembre) volvió a entrar en Gerona integrado en las tropas que mandaba el coronel Enrique O’Donnell.

En las semanas siguientes, salió nuevamente de Gerona y volvió a participar en diversas acciones: salida sobre la carretera de Santa Coloma (14 de octubre de 1809), Bascara (25 de octubre), en la que resultó herido, Santa Coloma (1 de noviembre), Coll de Suspina (12 de enero de 1810), Margalef (25 de abril de 1810). Con fecha 24 de mayo de 1810 se le concedió el grado de teniente coronel.

Durante los meses de verano participó en diversas acciones en Cataluña: Tortosa (30 de junio), Riva y Montblanc (25-26 de agosto), Selva de Alauló y Granadilla. El 14 de septiembre de 1810 tomó parte en la batalla de La Bisbal, tras la cual se le encomendó la formación de las compañías de granaderos de la guardia del general en jefe. La campaña de 1811 la inició el 19 de marzo en la batalla de Arenys de Mar. En el ataque a Figueras (3 de mayo) se le encomendó la misión de intimar la rendición de las tropas francesas, cuyo jefe quiso fusilarle cuando se encontraba desempeñándola. En premio de su actuación se le concedió el grado de coronel graduado del RI-2 de Saboya (3 de mayo de 1811).

A continuación pasó a ayudar a la plaza de Tarragona, que se hallaba sitiada, y en donde se distinguió en diversas acciones durante el mes de junio. El 17 de noviembre fue nombrado gobernador de las islas Medas, en las que se encontraban numerosos prisioneros.

Durante su permanencia en este cargo fue ascendido a comandante (14 de marzo de 1812) y se le confió el mando del BI-III del RI de Mataró. Para acabar con el acoso artillero que se realizaba a las islas, el 19 de mayo de 1812 desembarcó en el continente y destruyó las baterías francesas dirigidas contra ellas.

Al dejar las islas, se le confió el RI de San Fernando, con el que tomó parte en los ataques a Olot (24 de octubre de 1812) y Bañolas (21 de noviembre de 1812), siendo herido en este último. A finales de año fue ascendido a coronel (24 de diciembre de 1812).

General Manuel de Llauder Camín (1789-1851).

La campaña de 1813 se inició tempranamente: llano de Olot (15 de enero), Vallfagona (23 de febrero), Ripoll (28 de febrero). El 21 de marzo se apoderó de la plaza de Prats de Molló, situada en territorio francés. La batalla del valle de Rivas (7 de mayo de 1813) fue uno de los puntos culminantes de su carrera militar, pues su actuación fue premiada con la Cruz Laureada de San Fernando. En el último trimestre participó en la acción de San Privat de Bas (4 de octubre de 1813).

Cuando las tropas francesas se dirigían a Francia, se enfrentó a ellas en Olot (9 de marzo de 1814), Figueras y Bascara. El 24 de marzo de 1814 formó parte del primer ejército que recibió a Fernando VII en la frontera española de regreso de su exilio, y, dos días más tarde, al infante don Carlos. Poco después fue nombrado gobernador del castillo de Montjuich, de donde pasó (septiembre de 1814) a la BRI-II/2 del ejército de Cataluña.

Por encargo del general Copons inició un viaje a Madrid portando un mensaje para la Regencia contra las medidas de abolición de las reformas gaditanas, texto que no llevó a su destino porque regresó de Lérida cuando ya había sido publicado el Decreto de 4 de mayo de 1814. Como se le asociaba a dicha postura, fue desposeído del mando.

El 18 de octubre de 1815 se le confió el RI de Soria, y poco después fue ascendido a brigadier (13 de noviembre de 1815), aunque ante sus reclamaciones se le reconoció la antigüedad de 23 de marzo de 1814.

A continuación fue nombrado comandante general de la brigada de reserva, acantonada en Arenys, Canet y Calella; y jefe de la BI-II/2, de las tropas que bajo el mando de O’Donnell se preparaban para trasladarse a Ultramar. Pero, ante la sublevación de Lacy, se le ordenó (6 de abril de 1817) trasladarse a Mataró a perseguir a los sublevados, logrando capturar a dicho general, quien fue fusilado dos meses más tarde. Tras cumplir su misión, recibió el ascenso a mariscal de campo (9 de abril de 1817). Este hecho marcó su biografía de forma notable. A continuación se le confió (5 de mayo de 1817) el mando del RI Fernando VII.

Al producirse la sublevación, Riego se encontraba disfrutando de una licencia. Su participación en la captura de Lacy le colocó en una mala situación ante los liberales. El 15 de marzo de 1820 el ministro de la Guerra le ordenaba que hiciese uso de la prórroga de seis meses para permanecer en Cataluña y bajo ningún pretexto se acercase a la Corte.

El 13 de abril fue cesado en el RI de Fernando VII, siendo sustituido por José María Torrijos, y trasladado al de Extremadura. Tres meses más tarde fue destinado al Estado Mayor de la plaza de Barcelona. Llauder protestó contra estas decisiones que consideraba injustificadas (16 de agosto de 1820). Ante la falta de respuestas, optó por retirarse a Calatayud, alegando motivos de salud (10 de enero de 1821), y finalmente se accedió a que permaneciese en dicha plaza en situación de cuartel.

A principios de 1823 optó por unirse a la oposición realista armada y en consecuencia se presentó ante Santos Ladrón de Guevara y posteriormente, en febrero, en San Juan de Pie del Puerto (Francia), ante Carlos O’Donnell. Al entrar las tropas francesas en España, fue nombrado (19 de abril de 1823) por la Regencia primer comandante general de las Provincias Vascongadas, ya que Quesada tenía que marcharse a continuar las operaciones, y a continuación (2 de mayo de 1823), capitán general de las provincias Vascongadas.

El 30 de enero de 1824 fue trasladado al gobierno de la plaza de Lérida. A principios de abril de 1825 se le comisionó para que indagase la situación política de ciertos pueblos de Cataluña, en los que se habían detectado tensiones entre los Voluntarios Realistas. Un mes más tarde (24 de mayo de 1825) se le declaró exento de la purificación, y poco después fue nombrado (14 de junio de 1825) inspector general de Infantería.

Al iniciarse la Rebelión de los Agraviados, solicitó permiso para trasladarse a tomar baños a Cataluña, que le fue concedido con fecha 10 de junio de 1827. Tras la finalización de dicha sublevación, figuró en una terna de candidatos para hacerse cargo de la capitanía general de Cataluña, que finalmente recayó en el conde de España.

El 23 de noviembre de 1829, con motivo de la boda de Fernando VII, fue ascendido a teniente general.

Llauder era una de las personas de absoluta confianza de Fernando VII, como se observa en el hecho de que se recurriese a él en los momentos difíciles. En la delicada coyuntura de 1830 (Revolución de Julio en Francia e invasiones de los exiliados liberales), se le nombró (8 de septiembre de 1830) capitán general de Aragón con retención de la Inspección General de Infantería, y de forma casi inmediata (28 de octubre de 1830) virrey, gobernador y capitán general del reino de Navarra con la presidencia de su Real Consejo, y capitán general de las provincias Vascongadas.

El Consejo de Ministros había aprobado (24 de octubre de 1830) la unificación de ambos mandos ante las críticas circunstancias del momento. Su toma de posesión en Pamplona se produjo el 18 de diciembre de 1830.

Desde este puesto tuvo la responsabilidad de mantener el control del territorio tras la entrada de las tropas de Mina a principios del mes de octubre y de ordenar las ejecuciones de algunos de los prisioneros.

A finales de dicho año (diciembre de 1830) solicitó el relevo para incorporarse nuevamente a la Inspección General de Infantería, pero retiró su solicitud pocos días más tarde. Durante el año siguiente (1831) desplegó una enorme actividad en el control de las actividades de los liberales españoles refugiados en Francia.

Tras los sucesos de La Granja, fue nombrado (31 de diciembre de 1832) gobernador y capitán general del Principado de Cataluña y presidente de su Real Audiencia, sustituyendo al conde de España, quien había logrado soliviantar a gran parte de la población de su jurisdicción.

Gobierno de Llauder

Tanto el conde de España como Penne Villemur intentaron evitar su llegada de Llauder; se habla de un intento de asesinato urdido por el conde de Villemur.

Los ultrarrealistas tardaron algún tiempo en efectuar nuevas tentativas. En enero de 1833 se supo de la implicación en una conjura de 400 exiliados absolutistas, entre ellos Agustín Saperes, alias Caragol, un destacado dirigente de la rebelión de los agraviados. Algunos pequeños disturbios en la capital bastaron a Llauder para ordenar el desarme y disolución de los Voluntarios Realistas y crear un grupo armado partidario de los derechos de Isabel II bajo el nombre de Voluntarios de Isabel II, que fue presentado públicamente el 10 de octubre de 1833.

Tras algunos incidentes más en el Prepirineo, el capitán general avisó al Gobierno del peligro latente, y aunque no se le autorizó a disolver el cuerpo, sí podía depurarlo y confiscarle el armamento y la caja.

Los ultras pasaron entonces de la agitación al pronunciamiento a favor de don Carlos. Así sucedió en San Vicente dels Horts el 2 de marzo de 1833 y en Borjas Blancas (Les Borges Blanques) los días 14 y 15 de marzo, siempre con resultados decepcionantes, cuando no mortales. Mientras tanto, la Capitanía General redobló sus esfuerzos para desarticular una red conspiratoria cada vez más densa. La vigilancia, que contó con la aquiescencia de la población rural, obtuvo buenos resultados, y los meses previos a la muerte de Fernando VII solo se registraron unos gritos subversivos en Figueres y un pequeño motín en Navarcles.

En cuanto llegó a Cataluña la noticia del real deceso, el oficial José Galcerán se pronunció en Prats de Llusanés el 5 de octubre de 1833 con unos cincuenta hombres, entre los que había voluntarios realistas de la zona, guerrilleros del Trienio Liberal y agraviados (malcontents). Tras ocupar un tiempo la villa en connivencia con su Ayuntamiento e imponer un tributo de 400 duros a los liberales, los carlistas huyeron ante la rápida movilización de tropa y paisanos de Berga; Galcerán licenció a su gente y buscó refugio en Francia.

El Midi francés fue el cobijo preferido por muchos cabecillas, sobre todo si sus incursiones al otro lado de la frontera salían mal y la presión de las fuerzas cristinas se volvía demasiado fuerte. Ya a principios de noviembre de 1833 fue detectada la presencia de Caragol en Prats de Molló, y en diciembre entró desde Francia un jefe realista que todavía no había intervenido, Benito Plandolit, que intentó un alzamiento en Llanera. Caragol entró otra vez desde el reino vecino en abril de 1834, esta vez por el sector aragonés, pero de nuevo se dio la vuelta. Aparte de un magnífico escondrijo, el territorio francés era el almacén de armas y efectos de guerra del carlismo catalán, que disponía de la densa trama de contrabando del Pirineo y el Ampurdán para pasarlo por la frontera. En esto ayudaron también la doble moral de la monarquía francesa y la presencia en su administración departamental y local de muchos legitimistas, vinculados a las redes internacionales de cooperación absolutista.

Tampoco cuajaron los tumultos en Torá (Lérida) del 15 de febrero de 1834 ni los de Arbeca el 13 de junio siguiente. En resumen, la muerte de Fernando VII no desató un levantamiento carlista en Cataluña. Debido a ese fracaso, en los meses siguientes se formó una guerrilla que, si bien generó gran inquietud, tuvo efectos muy reducidos. Demuestra su debilidad que siempre necesitase de una base o un refugio fuera de Cataluña: en Francia, Andorra o el Bajo Aragón.

Las medidas de Llauder hicieron prácticamente imposible la sublevación de los realistas catalanes a la muerte de Fernando VII. Así, pese a su conocido carlismo, Cataluña no conocerá un alzamiento masivo como el del Norte, Castilla o, en menor medida, el Maestrazgo. Tan solo algunas partidas dispersas saldrían al combate en los primeros días de la lucha, incrementándose su número y efectivos con el transcurso del tiempo.

Batalla de Mayals o de Maials (10 de abril de 1834)

Manuel Carnicer intentó unir las fuerzas del Maestrazgo con las que operaban en el Principado y extender la revuelta en el valle del Segre y el Urgel. Los cabecillas carlistas del Bajo Aragón escapados de la dispersión inicial se unieron bajo el mando de Carnicer, hasta que sus razzias afectaron a las tierras catalanas del Ebro.

Requisa de víveres por las tropas carlistas del cabecilla Manuel Carnicer en 1834.

Reforzada su hueste con partidas locales, Carnicer asedió Batea el 2 de abril y después hizo lo propio con Gandesa, que iba a rendir cuando las sugerencias de conspiradores carlistas del sur del Principado le hicieron volverse hacia el campo de Tarragona para apoyar un imaginario levantamiento general.

El 6 de abril de 1834 atravesó el Ebro una fuerza carlista compuesta por unos 1.700 combatientes, que obligaron a retirarse hacia Falset a una columna cristina de 600 efectivos. Ante la gravedad de la invasión, 700 soldados y 400 voluntarios de Barcelona se dirigieron hacia el sur, pero antes de que llegaran sobrevino el enfrentamiento.

Las columnas cristinas de los generales Jose Carratalá y Manuel Bretón, con 3.500 infantes y 200 jinetes, auxiliados por los Voluntarios de Isabel II de varias localidades de Tarragona, bloquearon los pasos del Ebro en Fayón, Mequinenza, Ribarroja de Ebro y Flix. Dispusieron las tropas entre Mayals y Ribaroja, rodeando a los carlistas, que no pudieron retirarse ni atravesar el río.

Acción de Mayals del 10 de abril de 1834. Croquis de la acción.

Los carlistas al mando de Manuel Carnicer eran unos 2.000 efectivos y fueron derrotados en el enfrentamiento. Del lado gubernamental, se registraron 100 muertos; del carlista, 300 muertos y 700 prisioneros. La batalla de Mayals o de Maials, la única digna de ese nombre hasta 1837, marca el momento a partir del cual se puede hablar de guerra en Cataluña. Gracias a su victoria, los isabelinos fijaron en el Ebro una primera línea estable de defensa, de forma que el teatro catalán permaneció separado del Centro o Maestrazgo. En segundo término, la represión sobre los vencidos inutilizó la red política carlista con centro en Tortosa y desanimó su recluta en las comarcas meridionales.

Manuel Carnicer pudo escapar y Ramón Cabrera se distinguió al intentar reagrupar las fuerzas desbandadas después de la derrota, que se reagruparon en los Puertos de Beceite.

La mayor parte de los carlistas prisioneros fueron deportados a la isla de Cuba.

Acción de Mayals o de Maials (10 de abril de 1834). Vista de la acción.

La victoria en la acción de Mayals o de Maials supuso el fracaso de la revuelta inicial en Cataluña. Para evitar el fortalecimiento de las partidas, inició una política de realización de obras públicas. Pero los desacuerdos con el Gobierno le llevaron a presentar su dimisión (27 de agosto de 1834). Poco después se le nombró (13 de septiembre) general en jefe del Ejército del Norte, designación que no aceptó, por la delicada situación en que se halla el Principado de Cataluña.

Apresamiento y ejecución de Juan Ramagosa

El reino de Cerdeña-Piamonte a menudo aparece como el origen de proyectos de alzamiento en el Principado. Allí se gestó la tentativa más sólida de la primera fase de la guerra, encabezada por el general Juan Romagosa y Pros, jefe de realistas en el Trienio Liberal, gobernador militar de Manresa durante la guerra de los Agraviados y acompañante de don Carlos en el mismo buque Donnegal que los llevó de Portugal a Gran Bretaña.

En él, el Pretendiente extendió a Romagosa una comisión para promover el levantamiento en Cataluña como comandante en jefe. Una vez que la red conspirativa carlista del interior y del extranjero puso a su disposición los recursos necesarios, Romagosa zarpó de las costas ligures y el 12 de setiembre de 1834 desembarcó en las playas de Berà, lo más cerca posible de su pueblo natal, La Bisbal del Penedés. Se escondió en casa del cura de Selma, una aldea bajo jurisdicción del monasterio de Santes Creus, pero la red de información de la Capitanía funcionó a pleno rendimiento y el general fue capturado el 16 de setiembre. Él y el cura fueron fusilados en Igualada el día 18, mientras que en Lérida era pasado por las armas el cabecilla Aldama, otro implicado.

La ejecución de Romagosa decapitó el proyecto de levantamiento carlista en Cataluña del otoño de 1834, pero sus secuelas duraron algunas semanas. A fines de octubre, Caragol reapareció en el Prepirineo prometiendo una soldada que se pagaba en monedas piamontesas de oro de cuatro duros, del mismo tipo que las que llevaba consigo Romagosa. En cambio, Andorra, que había sido otro punto crucial para la entrada de pertrechos de guerra y de combatientes carlistas, adoptó una línea de prudencia mediante el tímido edicto de abstención y vigilancia de 22 de diciembre de 1834.

Establecimiento de líneas de defensa

Aunque el refugio exterior siguió contando, la iniciativa de los carlistas catalanes pasó a una multitud de partidas pequeñas, mal armadas y dirigidas por oficiales ilimitados, antiguos jefes de guerrilleros realistas de 1822-23 o malcontents. La localización y la viabilidad de estas bandas autónomas varían mucho, pero se pueden distinguir dos tipos básicos: las pequeñas facciones organizadas por líderes locales, militarmente débiles y por eso casi siempre ligadas a acciones de menor alcance, y las partidas comandadas por guerrilleros veteranos, que se movían en territorios más extensos y exhibían una gran libertad de acción.

Las primeras fueron exterminadas durante el año 1834 gracias a la superioridad militar cristina, pero también a la falta de complicidad popular con los facciosos. La Capitanía desplegó una vasta operación de orden público, en la que 72 guerrilleros carlistas fueron ajusticiados. No obstante, la fórmula de represión preferida en esta época fue la deportación (498 personas) basada en la real orden de 21 de enero de 1834, en cuya virtud los facciosos con grado de suboficial o cabo serían enviados a los regimientos con base en Ceuta, La Habana y los presidios de África, en tanto que los soldados serían destinados a Cuba, Filipinas y Puerto Rico. Llauder y su equipo no emplearon los indultos (123) hasta muy entrado el año.

Las partidas de los cabecillas curtidos en conflictos anteriores resistieron mucho mejor y formaron el cuadro del futuro ejército carlista catalán. Por eso, los nombres de el Ros de Eroles, el Llarg de Copons, Muchacho, Porredón, Borges, Sobrevias, Galcerán, Valí, Masgoret, Zorrilla, Caballería, Boquica y los hermanos Tristany; contándose como únicos militares instruidos con el coronel Plandolit y el Tcol Brujó. Sus guerrillas empleaban la táctica de reunión-dispersión según los resultados de la empresa y las características del terreno, como en el choque del Puente del Espía del 13 de mayo de 1834. Ahora bien, no lo hacían porque esa fuera la forma de combate más adecuada o la única que conocían, sino también y sobre todo porque no podían considerar seguro ningún terreno.

Con la excepción de encuentros como el antedicho, el abigarrado dispositivo de seguridad de Cataluña impidió la reproducción de las carencias defensivas que aquejaban al Gobierno central. Esa variedad obligaba a una férrea unidad de mando, y por eso el capitán general retuvo la dirección de la mayoría de las piezas del sistema, en una concesión de poderes omnímodos que condicionó la vida política y económica de la región. El sostenimiento del mecanismo montado por la Capitanía era caro, y como los donativos de las más grandes fortunas pronto se volvieron insuficientes, Llauder tuvo que imponer arbitrios extraordinarios. Solo así el ejército de la reina en el Principado pudo contar con fondos para comprar armas sin depender de las escasas remesas del Gobierno, así como pagar con regularidad los bagajes y suministros de los pueblos, algo básico si no se quería exasperar a la población.

En noviembre de 1834, hubo un combate en Raurell de Sagás, cerca de Berga, en el que el cadete Juan Prim hiere al cabecilla carlista Muchacho.

El cadete Juan Prim hiere al cabecilla carlista Muchacho en Raurell de Sagás, Berga, en noviembre de 1834.

En el Midi, el coronel Benito Plandolit Targarona y de Pons se retiró definitivamente a Troyes en mayo de 1835; pero otros muchos carlistas retenidos en los Pirineos Orientales escaparon de los depósitos de prisioneros y se pusieron en movimiento debido al rumor de que el conde de España, huido de Tours, estaba a punto de entrar en Cataluña con 600 onzas. El conde no apareció, como haría alguna vez más. En Andorra, a todo esto, un par de incursiones a cargo del gobernador militar de La Seo de Urgel forzaron a las autoridades de los valles a una apariencia de no intervención.

Mientras tanto, las partidas carlistas que habían sobrevivido a la represión intentaban superar la fase de guerrilla pura, con poco éxito. En la primavera de 1835, sus actuaciones se ciñeron a las comarcas más inaccesibles, en donde quisieron ocupar poblaciones y establecer cuarteles permanentes. A su vez, la Capitanía revisó su estrategia, que consistió en estacionar tropas a lo largo de unas líneas de defensa apoyadas en ríos (la del Segre, la del Llobregós y la del alto Llobregat) y en unos puntos fortificados que las reforzaban.

Primera Guerra Carlista en Cataluña. Líneas de Llauder en los río Segre, Llobregós y Llobregat.

Complementaba la estrategia el control sobre los habitantes, aunque el castigo a los colaboradores de los guerrilleros se alternó con los indultos y los premios a la delación. En contrapartida, al concentrar efectivos en el Prepirineo, quedaban más expuestos el sur y las inmediaciones de Barcelona, donde se suponía que el peligro era menor. Para remediar la carencia, Llauder puso en acción a los Voluntarios y a la Milicia Urbana, aprovechando la distinción entre Milicia fija y móvil que había establecido un decreto de 19 de octubre de 1834. Aun así, no paró de pedir refuerzos a Madrid, y después de mucho insistir, el marqués de las Amarillas, ministro de la Guerra, accedió a enviar a Barcelona 20.000 soldados de refresco. De poco sirvieron, porque la situación de Cataluña iba a cambiar por completo en pocas semanas.

Acciones en el invierno del 1834-35

El invierno de 1834-35 representaba en el curso de la guerra como un periodo de mayor tranquilidad. Aunque no era cierto lo que pretendía el general Llauder, que hubiese conseguido aniquilar la insurrección en Cataluña, es indudable que los caudillos catalanes no conseguían poner de manifiesto el entusiasmo que sentían por la causa carlista. Siguiendo paso a paso su historia, se ve cómo la desgracia les había ido persiguiendo cuando se esperaba alcanzar el fin propuesto, fuera un día con la derrota de Mayals y otro con el fusilamiento del general Romagosa.

Viviendo además en la montaña catalana, pobre en recursos y de crudelísimas temperaturas en las estaciones invernales, aparentemente era indudable que la insurrección estaba dominada, y no era solo en los partes del general Llauder, ni los de su sucesor interino, el general Santocildes, donde se señala este silencio de la actividad carlista; sino que parece extenderse hasta los mismos centros del carlismo. Sin embargo, no solo la hoguera no estaba extinta, sino que tampoco tendía a apagarse.

Los agentes carlistas actuaban constantemente para dar a los catalanes los elementos necesarios que les permitieran combatir y aumentar sus fuerzas. No es que Cataluña fuera reacia. Los distritos más favorables eran Solsona, Berga, Cardona y Manresa.

Benito Tristany levantó su bandera, siendo secundado por el coronel Antonio Borges, Miguel Fona, conocido como Llauger, pero había falta de una dirección y mando. Intentó hacerlo Ignacio Brujó, pensó ponerlo Galcerán y actuó para conseguirlo Plandolit, pero nadie consiguió.

A finales de enero y principios de febrero de 1835, se señalan algunas operaciones. Tristany estaba en el pueblo de Sorba, por la parte de Solsona (Barcelona); cuando fue atacado por las columnas combinadas del gobernador cristino de Berga y la del coronel Antonio van Halen, obligado por ambas fuerzas que mandaba Puig a separarse de Tristany, salvándose de una sorpresa gracias a la oscuridad de la noche. Pero al mismo tiempo, el destacamento de urbanos de Garriga (Barcelona) era sorprendido y desarmado por los carlistas. Pocos días después era Sanahúja (Lérida) la que veía entrar improvisadamente a los carlistas.

Al regresar a Cataluña el general Lleuder, dio un bando fechado en Barcelona el 15 de febrero, en el que decía que «queriendo remediar con toda urgencia las desgracias que ocasionan las gavillas rebeldes en algunos distritos, y que sean simultáneas las providencias que se tomen para asegurar su pronto y feliz resultado, generalizando y llevando a efecto con todo vigor cuantas convengan para limpiar de una vez este hermoso principado de los protervos que se obstinan en turbar la dulce paz que disfruta, único bien que puede asegurar el de sus leales e industriosos moradores, he dedicado mi atención a sostener, en cuanto de mí dependa, la actividad de los establecimientos fabriles, pues que ellos proporcionan el sustento de innumerables familias y mejoran la existencia de todos los habitantes». Para ello se proponía acabar el escandaloso contrabando, que a la sombra de los desastres y desórdenes de la guerra civil, iba cundiendo en favor de los autores de la revolución. Claro está que, queriendo satisfacer a los industriales catalanes, pensaba sobre todo Llauder en evitar que en Cataluña, por medio de las comunicaciones a través de los Pirineos, recibieran elementos de combate los enemigos.

Pero esto no impedía que los carlistas se mantuvieran firmes en la lucha y que el 24 de dicho mes de febrero, reunidos los voluntarios que mandaban Porredón y Borges, lucharan contra la guarnición de Oliana (Lérida), que pudo librarse de las manos de los carlistas por el socorro que le prestó la columna que mandaba el general Warteta. A primeros de marzo se anunciaba como peligrosa una fuerza carlista que apareció por Massanas (Gerona), a la que se la consideraba dispersa por urbanos de Gerona.

En la provincia de Tarragona, la partida carlista que mandaba Juan Forner, alias Griset, se había presentado en el pueblo de Figuerola, trabando combate con los urbanos de Barberá y Plá de Cabra. Según el parte de Llauder, había caído prisionero el segundo de Forner, conocido como Barbut, que fue fusilado en el mismo Figuerola, lugar de nacimiento. La víspera, las columnas mandadas por el comandante Enriquez y el capitán Arenas sostuvieron otro combate con Porredon en el puente del Espía sobre el río Segre y en los montes que circundan Figols (Lérida), encuentro en que los cristinos se atribuyeron la victoria.

Acciones en marzo de 1835

El 13 de marzo de 1835, el general Llauder autorizaba a los gobernadores de Berga y Cardona y al comandante de armas de Solsona para que formaran grupos de guías del país, en los que tendrían entrada los vecinos de los pueblos y caseríos más comprometidos por sus servicios. Los carlistas que se presentasen al indulto, a los cuales se les daría seis reales diarios, sin pan ni vestuario, con el encargo de realizar la persecución de las partidas, servir de guías a las columnas, pasar las comunicaciones y dar algún descanso a la tropa. En este edicto se incitaba al asesinato de los enemigos, con retribución del servicio de hasta 30 onzas de oro según la calidad del mismo.

Al propio tiempo, preparaba y llevaba a cabo Llauder el proyecto de fortificar las principales líneas que venían señaladas por la dirección de las sierras, el curso de los ríos y las exigencias de las vías de comunicación militar. Así se había formado una línea de puntos fortificados a lo largo del río Segre, desde la Seo de Urgel, por Pla de San Tirso, Orgañá, Coll de Nargó, Oliana, Pons, Camerasa, hasta Balaguer. Otra línea iba de Pons por Sanahúja, Biosca, Torá a Calaf. Otra línea que correspondía al Alto Llobregat partía de Pobla de Lillet, y por Bagá, Cers, Berga, Caserras, Puigreig, Sallent, Manresa y terminaba en Monistrol. Esta línea enlazaba con otra que se había establecido anteriormente contra los carlistas y que por Borredá, San Jaime de Frotanya y Pobla de Lillet terminaba en Coll de Jou.

Combates sin importancia, pero que cansaban al enemigo, se registraron en Cataluña, tales como la atrevida marcha que desde la Seo de Urgel emprendió Porredón, de acuerdo con Borges, y que les condujo hasta cerca de Pons, donde esquivaron el cerco que les había preparado para exterminarlos cinco columnas cristinas. Al término de marzo, la partida que mandaba Camas Crues, destacado de la partida de Porredón y perseguida por la columna del capitán Arenas, que tenía su base en Orgañá; luchó en el Coll de Oden en las escabrosidades de la sierra Seca y terminó en la clásica dispersión, propia de la guerra de guerrillas.

Los combates en algunas ocasiones causaban bajas a los carlistas. Como ocurrió al jefe de una pequeña partida carlista de Juan Tormo y Saco, que había sido pregonero en Reus y que era conocido como el Joanet, que murió frente a los urbanos de Belianes (Lérida) mandados por el capitán Vidal en el arrabal del Calvari. De mayor importancia fue el que sostuvo una fuerza carlista contra la columna del Ter, mandada por Pujols, en Estañol (Gerona), y que se dispersaba después de haber luchado bravamente para reorganizarse en el lugar fijado de antemano. Otro combate de alguna importancia fue librado el 13 de marzo en los alrededores de San Quirico de Besora (Barcelona).

A finales de marzo se anunciaba que el comandante Meizger, del BI de Isabel II, había combatido a los carlistas mandados por José Colomer y Ruiz, conocido por el Mari, en el corregimiento de Vich, y al replegarse los carlistas, chocaron con los mozos de escuadra procedentes de San Celoni (Gerona), teniendo los carlistas varios muertos y heridos, entre los que se citaba al citado Colomer y al oficial Serapio Roig. En este conjunto de escaramuzas imprecisas y difíciles de controlar, los cristinos dieron parte de la partida mandada por el Ferrer de Abella y la partida mandada por Pedro Grau, conocido como el Estudiante.

Acciones en abril de 1835

El 1 de abril, Llangostera (Gerona) fue sorprendida por la partida que mandaba Saura, llegando a entrar en la población, desarrollándose el combate en calles de la misma. El día 3, en las alturas conocidas por la Badella, una columna cristina mandada por Tcol Coll sostuvo un enfrentamiento con fuerzas carlistas; y el mismo día, entre Freixinet y Sú (Lérida), se libraba una acción de más de dos horas, y que la noche interrumpió, aprovechando los carlistas para retirarse. Ese mismo día, Benito Tristany sostenía en el pueblo de Iborra (Lérida) un fuerte combate contra la columna que mandaba el comandante Díaz Barrio. Por último, en las alturas de Matla Sang, las columnas que recorrían la sierra de Castelltallat y la del comandante Domínguez se batían con los carlistas, y estos se replegaron a San Cerní de Llanera (Lérida).

En la sierra de Montnegre, se combatía el 12 de abril entre las fuerzas mandadas por Borges, que se sostenían en Fontllonga (Lérida), y la columna de Niubó. Los carlistas se habían posesionado del puente de Monclús sobre el río Noguera Pallaresa y el combate fue vivo. En ese mismo día otras fuerzas carlistas mandadas por Sobrevías luchaban en los alrededores de Gósol (Lérida).

Al día siguiente (13 de abril), las fuerzas carlistas que mandaba Puig libraron combate en Castell del Areny (Barcelona) contra la columna que mandaba el Tcol Coll. El 14 de abril, luchaban de nuevo los carlistas de Borges en Montmagastre (Lérida), retirándose luego hacia el bosque de Comiols. El día 16, se presentaron delante de Guisona (Lérida) un centenar de carlistas mandados por el guerrillero Prats, conocido como el Gravat de Guisona. Entraron en la localidad y, después de un vivo combate con los urbanos, mozos de escuadra y un destacamento de caballería del RC-7 de Navarra, se retiraron a Masoteras (Lérida). Otra partida, mandada por Antonio Puiggrós, de La Guardia, compuesta de unos 40 hombres, alguno de ellos sin armas, combatió por los alrededores de Santa Liña (Lérida), en aquellos mismos días, contra una columna mandada por el comandante Rodríguez de Vera.

Las fuerzas a las órdenes del guerrillero Miguel Pujol y Mallorca, más conocido por Mallorca, combatieron en las cercanías de San Felíu de Buxalleu (Gerona) el 23 de abril contra una columna compuesta de soldados del RI-14 de América y de urbanos de Arbucias. En la mañana del 23 de abril, el gobernador de Berga, Tcol Oliver, salió con una fuerza cristina contra los carlistas que estaban en Castellar de Nuch. Después de un vivo tiroteo, parte de la fuerza carlista marchó a Fornells (Gerona), replegándose luego a Dorria (Gerona). Según los cristinos, estas fuerzas estaban mandadas por Sobrevías y Juan Caballería.

En la tarde del 24 de abril, y procedentes de Gisclareny (Barcelona), se presentaron fuerzas destacadas de las que mandaba Sobrevías ante Gósol (Lérida), se combatió vivamente contra los urbanos que guarnecían el pueblo. Según los cristinos, en esta acción murió el Tcol carlista Borralleras.

Un jefe carlista catalán, del que no hay duda de que murió en el mes de abril, fue Montaner, que había luchado en la campaña realista de 1822 a 1823 y se había levantado en armas con los Agraviados (Malcontents) en 1827; murió en combate, al montar a caballo en la acción de Dorria (Gerona).

El día 25 de abril, Sobrevías atacó el pueblo de San Lorenzo de Morúnys (Lérida), penetró con su gente en el pueblo y el destacamento que lo guarnecía se refugió en el fuerte que defendía la localidad. Por último, en un mesón en San Martín de Sobremunt (Barcelona), fue sorprendida la partida que mandaba Metgató por una columna cristina que mandaba el teniente Montestruque. Los carlistas se retiraron cruzando el río Ter.

Acciones en el mes de mayo de 1835

En el mes de mayo regresó el general Llauder a Barcelona, retomando la lucha contra los carlistas. Un grupo de carlistas presos, que estaban en el fuerte Pio, situado en las afueras de Barcelona por la parte del río Besós y como punto avanzado de la Ciudadela. Los carlistas habían preparado la fuga y, seguramente de acuerdo con barceloneses, pudieron realizar su intento: se apoderaron por sorpresa de los fusiles de la guardia, y armados con los fusiles cristinos, se marcharon a la montaña para reunirse con sus compañeros.

Los carlistas que estaban reunidos, mandados por Fons en la derecha del Alto Llobregat, marcharon hacia Capolat (Barcelona), por lo que salió una columna, mandada por el coronel Oliver, gobernador de Berga, quien intentó cortarles el paso en Castellar del Ríu (Barcelona); pero no pudo alcanzarlos hasta el Hostal de la Rivera, donde hubo un fuerte tiroteo.

La partida que mandaba Forner descendió el 3 de mayo del castillo de Queralt, alojándose en Cabra (Tarragona), protegida por las avanzadas en los molinos de la población. A las nueve y media de la noche, una fuerza mandada por el capitán Vicens de los urbanos del Pont de Armentera (Barcelona) llegó al pueblo, produciéndose un vivo tiroteo. Los carlistas se retiraron a Figuerola (Barcelona). En el término de La Bola (Barcelona), se unieron varias pequeñas partidas carlistas, trabándose el día 3 de mayo algunos combates en Falgás, Santuario de Nuestra Señora de Cabrera, Pla de Collsacabra y Pruit en los límites de la provincia de Barcelona con la de Gerona.

Una partida de urbanos de Peremola se encontró rodeada por fuerzas carlistas y debió su libertad a que la guarnición de Guisona (Lérida), en cuyos alrededores ocurría el hecho, pudo socorrerles. Otra vez en Santa Liña (Lérida) se luchó entre una partida carlista y mandada por el capitán cristino Gasset, muriendo el oficial carlista Pedro Sala.

El 5 de mayo, la partida carlista mandada por Prats intentó sorprender una fuerza de urbanos que iba a Cervera, pero habiendo fracasado, se dirigió sobre Pons, librándose un combate con las fuerzas que guarnecían la ciudad, mandadas por el capitán Ameiller. El día 6 por la noche, Tristany, por su parte, atacaba en Castellar de la Sierra (Lérida) a la columna cristina del comandante Travesa, que se reprodujo el 7 por la mañana. Se señalan combates entre fuerzas carlistas de Tristany y Porredon con la columna de van Halen, entre la columna del capitán Loscos y la partida carlista de Borges por la parte de Vilanova de Meyá (Lérida). También entre las partidas de Sobrevías y Caballería con las columnas de los comandantes García, Aro y Coll, entre Gironella y la Sierra Llonga (Ampurdán, Gerona). También entre los urbanos de Taradell y Tona (Barcelona), apoyados por los tiradores de Isabel II, contra las partidas carlistas de Pelegri y de Metgato.

Massana entraba en San Salvador de Biaña, y después hacía lo mismo en Vall del Bach (Gerona). El 9 de mayo, en los alrededores de Arbucias (Gerona), las fuerzas reunidas de Saura, José Zorrilla, alias Surrilla y Pelegri, luchaban contra el destacamento de urbanos de aquel pueblo, auxiliados por fuerzas cristinas procedentes de Hostarich (Gerona) y urbanos de Breda (Gerona). Por último, la casa Benet de Castellar fue sorprendida por el coronel Burgess procedente de Calaf, donde dejó a Llauder. Pudo circunvalar la casa, muriendo en su defensa el guerrillero Tauler, de Igualada, y quedando destruido el depósito de municiones que en ella tenían establecido los carlistas, ya que dicha casa, por su especial situación de aislamiento, había sido utilizada como fábrica de balas.

Acogiéndose al edicto de Llauder, en el que se ofrecía recompensa con indulto a los que se presentaran después de haber dado muerte a sus jefes; llegaron a Talarn (Lérida) unos cuantos que procedían de la partida de Juan Tort, al que habían matado, con el fin de recibir el dinero ofrecido por los cristinos. Procedimiento que iba a exasperar a los carlistas y que suscitaría hechos sangrientos. Nogueras ya había conseguido hacer asesinar al brigadier Conesa en Aragón. Más tarde sería asesinado el brigadier García de la Parra, realizado por un alpargatero de San Salvador de Toló (Lérida).

El 21 de mayo, los carlistas sorprendieron en el pueblo de Camarasa (Lérida) y, antes de que se dieran cuenta los nacionales, entraron en el mismo. Un grupo de 50 urbanos se refugió en la iglesia con su capitán y un teniente, y además el alcalde del pueblo. Los carlistas pusieron asedio a la iglesia y amenazaron con incendiarla, consiguieron apoderarse de la misma y, hechos prisioneros, los cristinos fueron asesinados por sus aprehensores, siguiendo la dura ley de las represalias.

Dos días antes, en los alrededores de Torrellas del Foix (Barcelona), en una casa llamada de Bernat, algunos carlistas fueron aprehendidos por la columna que mandaba el coronel Dalmau. Los dos jefes carlistas eran el guerrillero Miguel Pons y el otro, el capitán Aguilera. Unos cuantos voluntarios estaban con ellos. El combate fue bravo y encarnizado; los carlistas lucharon con valor y allí murieron Fons, conocido por Llauger, el capitán y cinco soldados carlistas.

Otra partida carlista era sorprendida en Ager (Lérida) por la columna del coronel Churruca y, después de una enconada lucha, los carlistas, al anochecer, se retiraron del pueblo. Era la primera acción de armas que mandaba el jefe Juan Castell, alias Gravat de Ager, quien acababa de reunir un grupo de paisanos suyos de Ager.

Dos hechos notables cerraron las operaciones de mayo. El día 26, los carlistas penetraron en la villa de Montblanch (Tarragona). El ardid que emplearon fue sumamente curioso. Ese día era de mercado y, aprovechándose de la aglomeración de campesinos, que se estacionaban en la plaza del pueblo, los voluntarios de la partida que mandaba Forner entraron en el pueblo aprovechándose de la concurrencia, se situaron en la plaza del mercado, confundidos entre los vendedores, compradores y curiosos. A una señal convenida, atacaron la casa fuerte, la del comandante de armas, la del alcalde y la del capitán de urbanos de Valls. En la casa del alcalde se defendieron un grupo de urbanos; los carlistas ocuparon el convento de la Misericordia y otros puntos importantes. Hubieran reducido toda resistencia de no haber acudido en socorro la columna del comandante Llorens y la columna del comandante Gándara, obligando a los voluntarios de Forner a retirarse. Las bajas cristinas fueron de consideración; entre ellas, un teniente y un subteniente de urbanos de Valls.

El otro hecho importante de finales de mayo fue el día 30 en los alrededores de Manresa. Había una fábrica de pólvora; las disposiciones de Llauder eran que en la fábrica no se podía almacenar pólvora, sino que mandarla a Manresa a medida que se producía, pero los carlistas se enteraron de que habían dejado una gran cantidad. La noche del 30 de mayo, para que la guardia del destacamento no se enterara de nada, los carlistas horadaron las paredes y dejaron las acémilas junto al hueco. Cuando hubieron recogido toda la pólvora que había, emprendieron la marcha hacia los montes de la parte de Pinos. Descubierto el ardid, salió de Calaf en su persecución una columna mandada por el coronel Novella, quien emprendió la marcha en dirección a Ardébol y Matamargó (Lérida). Con el objeto de justificar la acción, dijeron haber encontrado en el término de Matamargó las acémilas empleadas; se produjo un tiroteo, y no se supo nada de la pólvora ni de los autores.

Acciones en el mes de junio de 1835

A comienzos de junio, moría el guerrillero Boixet en una acción contra los urbanos de Almenar y Albesa. En Castelló de Farfana (Lérida). En las inmediaciones del castillo de Queralt (Tarragona), combatieron los carlistas mandados por Bladé contra la columna del comandante Llorena. En una casa de campo llamada del Grau, por la zona de Igualada (Barcelona), la partida de Valls tuvo un enfrentamiento con fuerzas cristinas que mandaba el teniente Tomás.

Un grupo de carlistas pertenecientes a la partida de Saura se había situado en Valldeviá (Gerona), con el fin de organizar y reclutar gente del país. Los urbanos de Torroella de Montgrí, Verges y La Escala (Gerona), con el apoyo de los de Bañolas, los mozos de escuadra de Peramola (Lérida) y la compañía de tiradores del BI-I/14 de América al mando del coronel Font, atacaron a los carlistas, quienes, por tener en mal estado su armamento y encontrarse escasos de municiones, fueron rápidamente dispersados, muriendo entre otros el segundo jefe de la partida de Saura, conocido por Felip.

La partida de José Lluis atacó; un religioso servita conocido como el Fraile Servita atacó Vinebre (Tarragona). En la sierra de San Diumenge, los carlistas mandados por Tristany atacaron a la columna de Solsona mandada por el coronel Sebastián, pudiendo el jefe cristino evitar una derrota por la llegada en su auxilio de la columna de Torá. Después de esta acción, Tristany recorrió la sierra de Casteltallat, donde se puso en contacto con la partida de Sobrevías.

Otros combates se señalan en aquellos días, como el sostenido en las orillas del río Segre entre las fuerzas del coronel carlista Borges y el coronel cristino Churruca. También hubo otro combate entre el jefe carlista Ibáñez y con 3 compañías del RI-8 de Zamora. Fuerzas cristinas que salieron de Manresa marcharon a Fonollosa (Barcelona), donde se encontraron con un centenar de carlistas, y después de un vivo tiroteo con la vanguardia cristina mandada por el capitán Balaguer; los carlistas se retiraron por Vallmaña y Prades (Lérida), a la sierra de Pinós, siendo herido el capitán Balaguer.

Era tanta la inquietud producida por los carlistas en este continuo luchar en todas partes del territorio catalán, que el capitán general decidió salir de Barcelona para dirigir personalmente las operaciones.

El mes de junio transcurrió con bastantes escaramuzas, con sorpresas y con atrevidos golpes. Un día en Rocacorba (Gerona), se luchaba contra los cristinos que mandaba el Tcol Pujol; otro día fue entre Ceró y Tudela del Segre (Lérida), cuando combatieron contra la columna del comandante cristino Juan Calvet. El triunfo de los carlistas cerca de Selma (Tarragona), sobre una columna del Tcol Blas Morales. Allí los carlistas mandados por el intrépido Ibáñez derrotaron completamente la columna liberal, que se salvó de la destrucción total por la llegada de la columna del capitán Ziñé.

Las fuerzas de Porredón resultaron vencedoras el 14 de junio en Tirvia (Lérida), y después de un ligero combate contra los urbanos de Escaló, regresaba a Tirvia el día 15 y al día siguiente marchaba a Rialp, que ocupó y en la que hizo etapa para descansar. Un proyecto conjunto con la de Porredón fue, el de invadir la comarca de la Conca de Tremp por el sur. Se encargaron del desarrollo los jefes carlistas Antonio Borges y José Pons, alias Pep del Olí, quienes recorrieron los campos cercanos al término de Vilanova de Meyá (Lérida); pero ante las maniobras del cristino Churruca, tuvieron que retroceder desde Comiols, y al pasar por el puente que cruza el río Segre cerca de Alentorn (Lérida), tuvieron que librar combate con las tropas de Churruca, combinadas con las del comandante Calvet. 

Una sección perteneciente a Porredón se tiroteó con la guarnición de la villa de Gerri (Lérida), mandada por el capitán del BIL-I/1 de cazadores del Rey, replegándose luego los carlistas a Ortoneda (Lérida), y allí, siguiendo las vertientes norte de la Sierra de Boumort, pasaron a Cabó. El 15 de junio, también hubo una pequeña acción entre los carlistas mandados por Peligri y un destacamento del RI-14 de América en las cercanías de Ruplit (Barcelona). Al día siguiente, el comandante cristino Metzger atacó a las fuerzas cristinas de Trinxet en las cercanías y pueblo de Vidrá (Tarragona), combatiéndose por ambas partes con valor.

Esta acción tuvo una segunda parte. El propio capitán general Llauder, tomó el mando de unas operaciones que dirigió personalmente por la parte del Alto Ter, y sabiendo que Trinxet estaba en San Quirico de Besora (Barcelona), decidió atacarle. Dividió sus fuerzas en dos columnas, una mandada por el Tcol Bocanegra, que marchó por Olost y Prats de Llusanés, y la otra columna mandada por él mismo, que subió por la orilla derecha del Ter. Atacaron las fuerzas de vanguardia mandadas por Metzger a San Quirico de Besora y los carlistas se replegaron hacia la montaña, hostigados por los tiradores cristinos; pero al llegar a Sobeyas (Gerona), a las seis y media de la mañana, se encontraron con la columna del Tcol Bocanegra, librándose un combate. Bocanegra se reunió con Llauder, y los carlistas se refugiaron en las montañas del Alto Llobregat.

La actividad carlista recibió un nuevo impulso cuando entró en Cataluña el comandante general interino carlista por designación del coronel Plandolit, que había sido detenido por la policía francesa. El nuevo capitán general Ramón Samsó dirigiría la insurrección en el principado. Para proteger su entrada, Sobrevías, Puig y Caballería se aproximaron a la frontera. El propio Sobrevías entró en territorio francés y se reunió en Osseja (Francia) con algunos oficiales y voluntarios, regresando el 24 de junio por Gombreny (Gerona), y de allí siguieron a San Jaime Frontanya (Barcelona). El 30 de junio, Caballería y Sobrevías atacaban Gósol (Lérida).

Oleada anticlerical

La oleada de anticlericalismo que inunda Cataluña en julio de 1835 supuso sin duda un marcado favor de los progresistas a los partidarios de don Carlos. La Primera Bullanga se inició el 22 de julio en Reus, cuando la muerte de 5 milicianos urbanos a manos de los carlistas exasperó las iras de los liberales, que, incapaces de tomar venganza en sus enemigos armados, desviaron su atención hacia los religiosos, quemando varios conventos y asesinando a buena parte de sus moradores.

El 26 de julio, un simple pretexto como la mala calidad de los toros de una corrida en la plaza de toros de la Barceloneta enardeció a la población. Se iniciaron unos disturbios que se tradujeron en la quema de varios conventos (Santa Catalina, San José, San Francisco, San Agustín, los Trinitarios y el Carmen); dejando un saldo de 16 eclesiásticos muertos.

En los días siguientes, el movimiento se extendió por toda Cataluña y desbordó sus planteamientos iniciales, en un proceso que culminaría con la destrucción de la fábrica de los Bonaplata. En cuya defensa murieron más de 15 milicianos urbanos, “y entre ellos algunos que habían capitaneado los días anteriores los grupos que incendiaron los conventos”.

Unos días más tarde, el 5 de agosto, el anuncio de la llegada a la ciudad del capitán general, Manuel Llauder, que se hallaba ausente el día de la revuelta, y el miedo a la represión de los militares, llevaron a la multitud a rebelarse de nuevo. En el transcurso de la agitación fue identificado entre la multitud el general Pere Nolasc de Bassa, gobernador de Barcelona, que fue asesinado, y su cuerpo arrastrado por la ciudad y posteriormente arrojado desde un balcón y quemado.

Linchamiento del general Bassa por las calles de Barcelona en 1835. Autor Pablo Antonio Béjar Novella.

Además, los amotinados derribaron la estatua de Fernando VII y asaltaron diversos edificios, como el Tribunal de Rentas, la Aduana y la Corporación de San Telmo, así como la fábrica El Vapor, un acto de ludismo que reflejaba la creciente animadversión entre la clase obrera y la burguesía.

La situación, ya peligrosa para los propios progresistas, que en días sucesivos utilizaron la milicia para acabar con los sublevados, pocos días después fueron ejecutadas seis personas por los actos de vandalismo. Se creó entonces una Junta de Autoridades formada por representantes de todos los estamentos y entidades de la ciudad. El 10 de agosto esta dio paso a la Junta Auxiliar Consultiva, en paralelo a la formación de un nuevo gobierno estatal presidido por Mendizábal.

La revuelta de 1835 se dio también en otras poblaciones de Cataluña, como Tarragona, Sabadell, Mataró, Ripoll, Sant Cugat del Vallés, Arenys de Mar, Villafranca del Panadés, Vilaseca y los monasterios de Montserrat, Poblet y Santes Creus. En total, fueron asesinados en Cataluña 67 eclesiásticos.

Estos actos no hicieron sino animar a cuantos, deseando el triunfo de don Carlos, habían permanecido hasta entonces al margen de la guerra.

Cese de Llauder

Las tensiones internas en el Ministerio, en el que se hallaba enfrentado al conde de Toreno, propiciaron su salida. Desde la prensa moderada, cercana a sus compañeros de gobierno, recibió numerosas incriminaciones contra la política militar desarrollada en el norte de España.

El elemento final de su decisión fue la sublevación que tuvo lugar en Madrid el 18 de enero de 1835 y en la que fue asesinado su amigo el general Canterac.

Aunque su cese tiene fecha de 17 de febrero, su cese real se produjo el 24 de enero de acuerdo con su hoja de servicios y su ausencia de las sesiones del Consejo de Ministros. De esta forma regresó a la capitanía general de Cataluña, en la que se mantuvo hasta el 10 de agosto de 1835.

La situación en Cataluña había cambiado radicalmente, pues había aumentado notablemente tanto la actividad de las partidas carlistas como la de los progresistas radicales que deseaban un incremento y aceleración de los cambios; y en consecuencia había perdido una parte importante de los apoyos anteriores.

A finales de marzo de 1835 tuvo que hacer frente a las tensiones suscitadas por la detención del cónsul de Cerdeña, Luigi Ponti, acusado de colaborar con los carlistas. El rey Carlos Alberto I se reafirmó en su ayuda al carlismo catalán a través de la densa red de contactos que el cónsul Ponti había tejido en Barcelona; Llauder ordenó el encarcelamiento del diplomático, que después de unos días encerrado en la Ciudadela salió libre gracias a la intervención del ministro de Estado piamontés, el conde Solaro, uno de los implicados en los sucesos de La Granja de 1832.

Tras las sublevaciones de verano de 1835, en las que los liberales solicitaban su cabeza, presentó la dimisión por motivos de salud, que le fue aceptada inmediatamente (5 de agosto de 1835), concediéndosele al mismo tiempo cuatro meses para tomar baños en Francia. Poco después (20 de septiembre de 1835), a la vista de la campaña contra él en el diario El Catalán, solicitó que se le asignase destino en Castilla la Nueva. Hasta el final de la Primera Guerra Carlista mantuvo su residencia en Francia alegando motivos de salud. Durante todo este período fue solicitando prórrogas de estancias y a partir de 1838 se le insiste en que “S. M. reitera que sería muy de su real agrado el regreso a España”.

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2025-12-03. Última modificacion 2025-12-03.
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