Guerras Carlistas Primera Guerra Carlista en el Maestrazgo Asedio cristino de Morella

Situación a principios de 1838

A principios de 1838, el Ejército del Centro al mando del TG Marcelino Oráa Lecumberri estaba compuesto por 4 divisiones:

  • Primera división del general Borso de Carminati: BI-1/3 de la Guardia Real Provincial, BI-I, BI-I/2 de la Reina, BIL-I/8 de la Reina Gobernadora y BI-III/18 de Almansa.
  • Segunda división del general Ramón Pardiñas “El Ramillete”: BI-III/ de Ceuta, RI-37 provincial de Ciudad Real (1), RI-10 de Córdoba (3) y RI-7 de África (2).
  • Tercera división del general Santos San Miguel: BI-III/5 del Infante, RI-16 de Castilla (2), BI-III/1 del Rey, BI-III/11 de San Fernando, RIL-I/4 de Voluntarios de Valencia.
  • División de Reserva del brigadier Ángel Nogués con BIL-I/6 de Voluntarios de Navarra, BI-III/13 de Mallorca, BIL de cazadores de Oporto, BI Francos de Aragón.
  • La caballería, al mando del mariscal de campo Bartolomé Amor, con tres brigadas y doce escuadrones en total.

A primeros de 1838, las fuerzas carlistas en el Maestrazgo al mando de Cabrera eran 19 BIs, unos 1.500 caballos; la artillería contaba con 6 compañías, 4 en Morella con 17 piezas y 2 de maniobra con 4 cañones y 6 morteretes. La infantería estaba organizada territorialmente en 5 divisiones: En Morella con 4 BIs, Tortosa con 4 BIs, en Valencia con 6 BIs, en Aragón 2 BIs y 3 compañías, en Murcia un BI y en Castilla 2 BIs.

Con la toma de Morella, Cabrera contaba ya con dos importantes fortificaciones, que le hicieron llevar una guerra muy distinta a partir de entonces. Estas plazas fuertes le permitieron disponer de una serie de servicios, más propios de un ejército regular que de unas partidas guerrilleras. De esta manera, el jefe carlista intentaba equipararse a sus enemigos e ir creando un pequeño Estado en el corazón del Maestrazgo. Para ello necesitaba disponer de más fortalezas, por lo que a partir de entonces empezó una política de fortificaciones, al tiempo que trataba de conquistar todas las plazas fuertes enemigas, a fin de asegurar su dominio sobre el territorio.

Su siguiente objetivo fue Gandesa, localidad liberal que había resistido varios asedios, y que el 9 de febrero de 1838 fue atacada de nuevo por Llagostera. A los trece días Cabrera tomó el mando de las fuerzas sitiadoras, pero tuvo que retirarse el 1 de marzo, al llegar a la zona el ejército de San Miguel. Una vez visto el lamentable estado de la población, que se encontraba reducida a escombros, el jefe liberal ordenó su evacuación, con lo que cayó en manos de los carlistas. Entonces el caudillo carlista decidió hostigar al enemigo en su retirada, pero el ataque fue rechazado y las tropas cristinas pudieron salvar el convoy y alcanzar Aragón.

Poco después mandó a Forcadell a atacar Lucena, mientras él se atrincheraba en los alrededores para impedir el paso de fuerzas cristinas de refuerzo. El general Cayetano Borso marchó entonces en auxilio de dicha población, pero no está muy claro lo que pasó luego, ya que los partes carlistas afirman que fue rechazado, mientras que los liberales sostienen que venció a los rebeldes y consiguió entrar en Lucena. Sea como fuere, ambas versiones coinciden en que Borso se retiró más tarde a Castellón y que los carlistas siguieron con su asedio. Esto obligó a Oráa a acudir en auxilio de Lucena, lo que hizo de forma más astuta que su antecesor. El general cristino, en vez de realizar un ataque frontal, eludió las fortificaciones enemigas y, marchando por otro camino, consiguió alcanzar dicha localidad, a la que liberó del asedio el día 5 de abril.

Cabrera ordenó fortificar Villahermosa del Río (Castellón) y dispuso algunas modificaciones en los mandos, dando la comandancia general de la División del Turia al coronel Domingo y Arnau en sustitución de Tallada, y el de la Primera brigada de la división de Tortosa al coronel Manuel Feliú.

Acciones en el mes de abril de 1838

El 16 de abril, se libró un combate en Borriol (Castellón), pero la atención se fijó en las operaciones que se realizaron en Calanda.

El coronel Llangostera recibió el 18 de abril la orden de estrechar el bloqueo de aquella población aragonesa, saliendo de Morella en ese mismo día el general Cabrera con la artillería con dirección a Calanda. Emplazada esta, comenzó el bombardeo, dándose luego el asalto, apoderándose los carlistas del pueblo y rindiéndose el fuerte de Santa Bárbara, mientras que los que guarnecían el de San Blas buscaban refugio en el castillo y en el convento de capuchinos. El convento fue tomado al asalto por el BI-II de Tortosa y el 21 de abril se entregaba el castillo, quedando prisioneros de los carlistas 393 hombres, entre ellos el comandante y 19 oficiales; 412 fusiles, 16 caballos y otros efectos de boca y guerra formaban el botín.

Después de la toma de Calanda, Cabrera regresó a Morella, disponiendo que los batallones recorrieran el territorio aragonés en las proximidades de aquella población. Una de esas fuerzas marchó por Belchite, pasando por Fuendetodos, Azuara y Paniza hasta Cariñena.

El 26 de abril fuerzas carlistas entraban en Chelva (Valencia). El coronel Feliú con el BI-II de Tortosa se unió a Cabrera el 27 cuando el jefe carlista se dirigía a Alcorisa (Teruel) con dos piezas de artillería. La guarnición de Alcoriza abandonó el pueblo, por lo que entraron fácilmente los carlistas, apoderándose de un depósito de víveres de los cristinos. El 27 era Cabañero el que entraba en la ciudad de Calatayud (Zaragoza). De nuevo encontramos a Cabrera el día 30 de abril, que con el BI-II de Tortosa, los lanceros de Tortosa y dos piezas de artillería se presentó delante de Samper de Calanda (Teruel), cuya guarnición se rindió a las dos horas.

Acciones en el mes de mayo de 1838

Todo ello le animó a atacar Alcañiz, la segunda ciudad más grande de la provincia de Teruel y que nunca había conseguido tomar. Para ello necesitaba alejar a las fuerzas enemigas, por lo que envió a L’Espinace a Calatayud, para atraer hacia allí a la división de San Miguel. Este cayó en la trampa y, sin tropas cristinas en los alrededores.

De Samper de Calanda, el general Cabrera marchó sobre Alcañiz el 2 de mayo, y el día 3 ya tenía emplazadas sus cuatro piezas de artillería, abriendo el fuego. En la noche del 4 se dio el asalto llevado a cabo por el BI-I de Tortosa, el BI-I de Mora y BI-II de Tortosa y la caballería de tiradores de Aragón que mandaba Bosque; se libró un fuerte combate dentro de la población y muy particularmente en el convento de San Francisco. Los carlistas habían penetrado en este edificio, pero el hundimiento de parte del mismo les obligó a replegarse.
Cuando supo Cabrera que acudían en socorro de Alcañiz las columnas de Oráa, San Miguel y Abecia, levantó el sitio retirándose a Castelserás y Calanda.

Una prueba de la inquietud y temor de los cristinos ante los progresos de las tropas de Cabrera nos lo da un incidente ocurrido en Teruel el día 2 de mayo. Un soldado de la guarnición dijo que había visto por el camino de Villel un batallón carlista, produciéndose gran alarma, bullicio y temor en la ciudad, tomándose grandes precauciones, pues se creyó que se acercaba Cabrera para atacarla. Resultó que lo que había visto era un simple hombre que además era un desertor.

El 6 de mayo, al frente de un centenar de hombres de su disuelta división expedicionaria, se incorporaba a las fuerzas de Cabrera entre Castelserás y Calanda el brigadier conde de Negri. Como todos eran de caballería, se formó un escuadrón que operó en la defensa de Morella. El día 15, los batallones mandados por Barrera, Andreu y Bonet trataron de sorprender a la columna de Borso di Carminati en Onda (Castellón), aunque sin éxito. El 20 se libraba un combate entre Alicora y Figueroles (Castellón) y el 21 el brigadier Forcadell atacó las fortificaciones de Chiva (Valencía), pero la población fue socorrida por la columna de Froilán Méndez Vigo.

Acciones en el mes de junio de 1838

El mes de junio se inició con la derrota de una columna cristina en La Yesa (Valencia) por las fuerzas mandadas por el coronel Domingo y Arnau, quien recogió sobre el campo de su victoria 134 prisioneros y 60 enemigos muertos; 150 fusiles, tres caballos y dos cargas de municiones. A continuación, el mismo jefe sorprendió Benaguacil (Valencia), haciendo prisioneros a 22 cristinos y apoderándose de 14 caballos, 36 fusiles y otros efectos. De los prisioneros de La Yesa, 46 que pertenecían a las partidas de Truquet y Pujades fueron fusilados por haber tomado parte en el incendio del hospital de Chelva y el asesinato de los heridos carlistas.

En Muniesa (Zaragoza) se libró otra acción el 7 de junio en la que lucharon las fuerzas de Llangostera contra la columna del general cristino don Santos San Miguel. Este fue derrotado, por lo que se retiró a Albalate del Arzobispo, no sin dejar en manos de los carlistas varios prisioneros. Sus pérdidas fueron cuantiosas: entre los muertos, un jefe de caballería, José Foxá, y herido otro también de caballería, Antonio Ibars. En el mismo Mumesa se volvió a registrar una pequeña acción pocos días después, el 15 de junio.

Más importancia tuvo la que libró el brigadier Forcadell contra el general Amor en Azuébar (Castellón) el día 21. Forcadell llevaba el BI-IV de Valencia y parte del BI-V y del BI-VI de la misma provincia, con alguna caballería valenciana. Los cristinos, que habían pasado fácilmente Sot de Ferrer (Castellón), atacaron Azuébar (Castellón), pero fueron batidos, teniendo que replegarse, tratando de hacerse fuertes en el puente de Soneja (Castellón), de donde fueron también desalojados.

A finales del mes de junio, una fuerza carlista entraba en El Burgo de Ebro (Zaragoza).

Preparación de la defensa de Morella en el verano de 1838

A comienzos de julio los cristinos pudieron entrar un convoy en Lucena, bloqueada por el coronel Beltrán con el BI-I y el BI-II de Tortosa. Fue la columna de Borso di Carminati la que consiguió hacerlo el día 6 de julio por la mañana, pero salió inmediatamente para Castellón.

Al empezar el verano, el jefe carlista supo que Oráa estaba preparando una gran expedición para atacar Morella o Cantavieja, lo que le obligó a detener su plan de ataque a puntos fortificados. En vez de esto, empezó a almacenar en sus fortalezas todas las municiones y alimentos que pudo reunir. Asimismo, se dedicó a inspeccionar hospitales, a pasar revista a sus divisiones y a preparar obras de fortificación, a fin de dificultar los planes del enemigo. Además, hizo fusilar a 17 oficiales y sargentos de la guarnición de Morella, porque conspiraban para entregar la plaza al enemigo.

El 23 de julio, Cabrera se encontraba en San Mateo (Castellón) con motivo de la marcha a Cataluña del RC de lanceros de Tortosa que le había solicitado el conde de España, y allí supo que Oráa y Pardiñas habían hecho movimiento a Monteagudo. Calbrera salió para La Iglesuela del Cid (Teruel), donde pernoctó el día 24, comprendiendo que el enemigo iniciaba ya su gran operación, pero sin poder fijar cuál era el objetivo de Oráa, Morella o Cantavieja. Dio entonces una orden general incitando a los carlistas a prepararse para la lucha que se aproximaba.

Ordenó al general Merino que con el BI-II y el BI-III de Burgos y el BI-I de Valladolid pasara a ocupar la altura de la Cruz frente a Cantavieja para observar los movimientos carlistas. Al brigadier Llangostera para que con el BIL de Guías, el BI-IV y el BI-VI de Aragón, y el BI-III Provisional de Castilla, formado por los expedicionarios del general Basilio García, y que estaban en Miravete, pasaran a Fortanete. Viendo que Oráa se había quedado en Villarroya de los Pinares (Teruel), mandó Llangostera fuerzas destacadas del BI-IV de Aragón que durante toda la noche tiroteó al acantonamiento cristino.

Como que al mismo tiempo la división de Borso di Carminati había salido de Castellón de la Plana y pernoctado en Cabanes (Castellón), el brigadier Forcadell, que tenía la misión de observar sus movimientos, mandó al coronel Feliú con la BRI-II de Tortosa para que de Valderrobres (Teruel) pasara a Pobleta de Morella. Allí se unió a la BRI-I mandada por el coronel Lázaro, pernoctando ambas fuerzas en Aguaviva (Teruel).

El 26 de julio, Oráa y Pardiñas marcharon a Mosqueruela, en vista de lo cual Cabrera con los batallones aragoneses y el Provisional de Castilla dejó Fortanete, y llamando a las fuerzas de Merino, se situó en Iglesuela del Cid por si Oráa marchaba sobre Cantavieja. Disponiendo al mismo tiempo que el brigadier Llangostera se incorporase a la división de Tortosa para observar los movimientos de la división de San Miguel. La marcha de Borso sobre la Perechana llamó la atención de Forcadell, pero como Borso retrocediera a Adsaneta (Castellón), Forcadell siguió a Culla (Castellón), donde pernoctó.

El 27 de julio, Oráa marchó a Villafranca del Cid, por lo que Cabrera con sus fuerzas dejó Iglesuela del Cid para situarse en la ermita de Santa María del Cid junto a Iglesuela. Como los cristinos no prosiguieran su marcha, Cabrera pasó a Portell dejando en la altura de la Cruz a un destacamento del BI-IV de Aragón. Borso, por su parte, había avanzado hasta Vistabella (Castellón), mientras que Forcadell retrocedía para situarse en Arés del Maestre (Castellón).

El 28 de julio, el comandante del BI-IV de Aragón, Pertegaz, llevando las fuerzas de su mando más tres compañías del BI-VII de Aragón y del BI-I de Valladolid, pasó a ocupar el Pinar del Mas del Coll, que forma una garganta entre la Mata y Cinctorres (Castellón), por donde se esperaba pasaría la división de San Miguel, mientras que el coronel Cabañero con el BI-VI de Aragón mandado por el comandante Polo se colocaba a la vista de la Mata, camino de Mirambell, por si los cristinos trataban de entrar por aquella parte. Cabrera había quedado con los Guías de Aragón, el BI-II y el BI-III de Burgos y el BI-III Provisional de Castilla para acudir al primer llamamiento de que el enemigo se presentara.

Una vez iniciaron su avance las tropas de la reina, Cabrera se dedicó a hostigarlas con sus guerrillas. Después preparó un ataque combinado contra las divisiones de Pardiñas y Borso, pero Forcadell se adelantó e hizo fracasar los planes, al no poder ser apoyado por las otras fuerzas carlistas. Sin desanimarse por este fracaso, el tortosino ordenó otro asalto el 8 de agosto, pero este fue también rechazado por el enemigo, que llegó al día siguiente a la vista de Morella. Durante estos combates dio muestras de un temerario desprecio a la muerte, al lanzarse al frente de 100 jinetes contra los batallones enemigos. Esto provocó que le mataran un caballo y que una lanza le atravesara la boina. Además, enfurecido por el comportamiento de algunos soldados, hizo fusilar a 25 de ellos, acusándolos de traidores y cobardes.

Carga del general Cabrera para romper el cerco de la ciudad de Morella. En primer plano Cabrera con boina roja y detrás los ordenanzas con casaca roja y boina verde. Autor Augusto Ferrer Dalmau.

A continuación intentó un ataque nocturno contra las tropas enemigas, pero fracasó por culpa del campesino que hacía de guía y al que Cabrera castigó únicamente con una reprimenda. Después de esto se quedó por los alrededores de la plaza, enviando allí un convoy con suministros y esperando la ocasión propicia para volver a atacar a las fuerzas cristinas. Dicha oportunidad llegó el 19 de agosto de 1838, cuando Oráa se batió en retirada por falta de alimentos, tras fracasar sus intentos de tomar la fortaleza rebelde, lo que llevó al tortosino a lanzarse en su persecución.

Pero esta duró poco, ya que, aunque le hizo varios cientos de prisioneros, las tropas carlistas agotaron rápidamente la munición. Ante esta situación, y aprovechando el desconcierto reinante en el bando cristino, Cabrera decidió buscar suministros en las riberas del Turia y del Júcar. De esta manera, marchó rápidamente hacia el Sur y, tras fusilar al alcalde de Villarreal por no haberle proporcionado las raciones exigidas, llegó a Godella (Valencia) el 24 de agosto, cogiendo al enemigo por sorpresa y sin encontrar ninguna resistencia. Esto le permitió recoger en los pueblos de los alrededores cerca de 300 caballos, cientos de reclutas, 200 carros cargados de arroz y 400.000 reales, con los que regresó a Onda (Castellón) una semana más tarde. Poco después recibió el ascenso a teniente general y el nombramiento de conde de Morella por parte de don Carlos, como recompensa por la exitosa defensa de dicha población. El primer nombramiento convirtió a Cabrera en el militar carlista de mayor rango de España, ya que hasta entonces solo Zumalacárregui, ya fallecido, había recibido dicha graduación.

Asedio cristino de Morella (29 de julio al 18 de agosto de 1838)

La vergonzosa pérdida de la plaza supuso la organización de una expedición mandada por el propio Oráa para recuperarla y lavar así su descrédito. Reunió una fuerza de 22 batallones que sumaban 20.000 hombres de infantería, 2.000 caballos y 18 cañones.

Comenzaban las operaciones el 24 de julio, fecha del cumpleaños de la regente María Cristina de Borbón, cuando el general Oraá salió con su columna desde Teruel. Hasta el 28 de julio, las tropas cristinas fueron avanzando en dirección a Morella mientras las tropas carlistas se mantenían a la expectativa.

Mientras todo esto sucedía, Ramón Cabrera, conocedor de todo el plan, destrozaba los caminos para dificultar el movimiento del tren de artillería y del transporte de víveres, y preparaba a la guarnición, unos 2.000 hombres en 4 BIs, 250 voluntarios apoyados por 140 artilleros con 1×8 y 2×18 cañones, un mortero y 3 obuses. Puso al mando de la fortaleza al general carlista Ignacio de Negri y Mendizábal, conde de Negrí, quien tenía a sus órdenes al coronel O’Callaghan. Cabrera, ante la grave situación, se ocupó en distribuir los mandos para en caso de que diese el asalto. Cuatro sectores fueron los que formaban los elementos de la defensa. En la muralla, desde el pie del castillo hasta el portal de San Miguel, fue confiado al coronel Francisco Cavades; desde dicho portal hasta el de la Nos, el coronel Ramón Morales; desde el portal de la Nos hasta la plaza del Estudio, al coronel Leandro Castilla, y de este sitio hasta el castillo, el coronel Francisco García. Tres compañías del BI-II de Toritosa defendían el castillo con su comandante Salvador Palacios.

El 28 de julio, Cabrera ordenó que el BI-IV y el BI-VII de Aragón y el BI de Valladolid, al mando del comandante Pertegaz, se situasen en el bosque del Mas del Coll. El propio general, una vez distribuidas sus tropas en la línea exterior de defensa, permaneció con una reserva en Iglesuela del Cid con el grueso de sus fuerzas y se dispuso a esperar.

A pesar de que era claramente superior, Oraá se hallaba en una comarca en la que no tenía simpatizantes, con un ejército aguerrido a sus espaldas y una ciudad perfectamente fortificada en se frente; la presteza era imprescindible para los cristinos.

El 30 de julio, las tropas cristinas comenzaron a ocupar varias alturas con el fin de atacar la población y defender el camino de Monroyo, desde donde debían llegar las provisiones. Sin embargo, estas posiciones se tuvieron que abandonar al día siguiente para establecer un corredor hasta Alcañiz que permitiera al ejército traer víveres y cañones, y enviar heridos. Al emprender las operaciones, se prepararon raciones para entre siete y nueve días, y estas se estaban ya acabando.

El 6 de agosto, llegó a la artillería cristina; su retraso se debió a que las fuerzas de Cabrera habían destrozado los caminos, acampando San Miguel en Monroyo. Cabrera dispuso que el BI-I de Valencia a las órdenes del coronel Boix y el BI-II de Valencia a las del coronel Domenech ocuparon una altura inmediata a la ermita de San Pedro Mártir, llamada la Moleta de la Pedrera, pero fueron rechazados, retirándose al Beltrol.

Cabrera hizo entrega del mando de la defensa exterior al brigadier conde de Negri, para que se mantuviera en las posiciones desde la altura de la Cruz de Beneito por el Cap de Viñet y Muela de Morella la Vieja, hasta la altura de la Querola y determinó que el coronel Pujol, jefe del BI-I del Cid, con su unidad ocupase la Torre del Vall, altura inmediata a la plaza.

El 10 de agosto, los isabelinos tenían ya bajo su poder todas las defensas exteriores de la ciudad. Los carlistas resistían dentro de las murallas. Ese día Oraá envió un mensajero a Morella para negociar la rendición. Fue recibido a tiros.

Las tropas de Cabrera habían destrozado los caminos y la artillería no llegó hasta el día 7 de agosto desde Monroyo. Se tardó dos días más en elegir su emplazamiento y tres en colocarla. En ese momento, frente a Morella, el general Oraá desplegaba 20 batallones, 1.500 jinetes, 3 compañías de zapadores y un parque de artillería, compuesto de cinco piezas de batir (2×18 y 3×16 cañones); 1×12 y 2×10 morteros, y una batería de campaña de 5×8 cañones y 3×7 obuses.

Mientras tanto, Cabrera hostigaba a las fuerzas sitiadoras con un contingente de 3.000 hombres reservados para defender Morella desde el exterior. Merino apoyaba Cantavieja y mantenía la comunicación con la plaza, Llangostera cortaba las comunicaciones liberales y Cabrera y Forcadell cubrían todo el Maestrazgo y parte de la propia Morella.

Tras quince días sin haber podido realizar un solo cañonazo, el numeroso ejército de Oráa se encontraba sin alimentos y con bastantes bajas. Pardiñas se vio obligado a trasladarse a Alcañiz de nuevo a llevar heridos y a traer raciones. Apremiados por la falta de comida, el 14 de agosto comenzó el bombardeo a Morella. El fuego de la artillería se concentró en el lienzo del muro entre las puertas de San Miguel y la Torre Redonda.

Durante la noche del 14 de agosto, Negrí hizo construir un parapeto de tierra detrás de la brecha abierta, reforzado por caballos de Frisia, y amontonó detrás grandes cantidades de leña. Esta construcción se hizo gracias al valor de los zapadores carlistas y al coste de la vida de varios de ellos, pues trabajaron bajo el fuego permanente de las fuerzas de Oráa.

El tiempo apremiaba al general cristino, ya que los víveres comenzaban a escasear, pues varios convoyes de suministros habían sido apresados y destruidos por las fuerzas carlistas. Tras reconocer la brecha junto a su oficial de ingenieros y haber sido informado de que “la brecha era practicable, si bien muy difícil de escalar; pero que el parapeto levantado detrás de ella hacía muy dudoso el éxito”, Oráa decidió atacar el 15 de agosto, pues no podía perder más tiempo si no quería que el hambre comenzara a debilitar a sus hombres.

Sobre las 11 de la noche del 15 de agosto, la columna de asalto mandada por el coronel José Ortíz, del RI provincial de Ciudad Real, emprendió un movimiento llevando, entre otras fuerzas, las del RI provincial de Santiago que estaba de guarnición en Morella cuando se apoderaron los carlistas, y a su cabeza el coronel Bruno Portillo y Velasco, último gobernador cristino de la plaza y que había solicitado ser el primero en entrar en Morella o morir en el intento. Seguía a este una segunda columna mandada por el coronel Carlos Oxolm, del RI de voluntarios de Navarra, quedando en reserva otra fuerza a las órdenes del brigadier Mir.

A las 12 de la noche, las columnas cristinas iniciaron su avance. La columna del coronel Ortíz se dirigió hacia la brecha y llegó sin ser notada hasta la pared rocosa; otra al mando del coronel Portillo recorrió el camino que llevaba a la entrada principal.

Los zapadores carlistas seguían trabajando en la reparación de los daños que la artillería de Oráa había producido en las fortificaciones, mientras los demás soldados carlistas vigilaban y esperaban el inminente asalto. Cuando el rumor del avance enemigo llegó a los sitiados, Negrí ordenó encender la leña que cubría la brecha, iluminando con ello la oscura noche y sorprendiendo a los atacantes que ya se encontraban a unos 15 metros de la abertura. La música de la banda del ejército cristino tocaba en la lejanía el Himno de Riego y los asaltantes, al verse sorprendidos, se arrojaron sobre la brecha al grito de ¡Viva la Constitución! y ¡Viva Isabel II!

Asedio cristino de Morella (29 de julio al 18 de agosto de 1838). Asalto a la brecha el 15 de agosto a las el 12 de la noche. Autores Dámaso Calbo y Rochina de Castro.

En ese momento el general Negrí ordenó abrir fuego y las primeras filas cristinas recibieron las descargas de fusilería que causaron estragos; a pesar del valor demostrado, tuvieron que retirarse sin alcanzar su objetivo. También la columna de Portillo fue sorprendida, aunque continuó avanzando bajo el fuego carlista hacia las murallas ante las órdenes incesantes de su jefe. Muchos cuerpos de soldados gubernamentales cubrían el camino, pero cuando Portillo, fiel a su juramento de entrar en el castillo o morir en el intento, recibió cinco balazos y cayó mortalmente herido, sus hombres empezaron a retroceder, quedando el cuerpo del bravo coronel a los pies de la muralla. El resultado fue de 3 oficiales y 36 soldados muertos; además de 155 heridos.

Para intentar de nuevo atacar la brecha, las unidades cristinas fueron reforzadas con el BIL de cazadores de Oporto, en su mayoría mercenarios alemanes alistados en el Ejército español. El resultado fue igual al anterior, con muchas bajas en ambos lados.

Los almacenes de Alcañiz estaban vacíos y sus hospitales no podían soportar la constante llegada de heridos. Intentar nuevos ataques habría conducido al mismo fracaso, por lo que, de madrugada, las tropas cristinas decidieron retirarse a su campamento dejando en el terreno la vida de cientos de soldados cristinos.

El 16 de agosto, fue utilizado por Oráa para bombardear la ciudad y el castillo en un intento de minar la moral de los defensores.

Al amanecer del 17 de agosto, se intentó otro desesperado asalto con 13 batallones, esta vez combinándolo con tres escaladas conjuntas y “una voladura por medio de un hornillo”. Se encargó de luchar en la brecha a los regimientos de Ceuta y Ciudad Real. Nuevamente, los combates fueron encarnizados y las bajas numerosas en ambos bandos; los sitiadores tuvieron 3 jefes, 4 oficiales y 54 soldados muertos, a los que hay que sumar casi 300 heridos más. A estas desgracias se sumó una exitosa salida de las tropas sitiadas que consiguieron hacerse con un cañón pequeño e introducir en la plaza un convoy de víveres.

Segundo asalto a Morella el 17 de agosto de 1838. Sobre la brecha junto a la puerta de San Miguel. Autor Juan Francisco Cruella y Puig.

Ante tantos contratiempos, Oráa decidió cejar en su empeño y ordenar la retirada. Cabrera se sorprendió de la retirada y no pudo intentar un ataque serio al tren de artillería, limitándose a hostigar mediante guerrillas. Desde aquel preciso momento, el principal interés de los mandos cristinos fue evitar que los carlistas se hicieran con sus cañones y obuses.

El 18 de agosto de 1838, Cabrera, que no había dejado de hostigar a las tropas cristinas, volvió a entrar en Morella; por el éxito de la empresa recibió el título de conde de Morella. Según von Goeben, en las escasas cuatro semanas que duraron los combates, las fuerzas cristinas perdieron 8.000 hombres entre muertos y heridos de los 22.000 iniciales, y los carlistas 1.400; una auténtica sangría sin ningún resultado. Morella no sería tomada hasta mayo de 1840.

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2025-12-06. Última modificacion 2025-12-06.
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