Guerras Carlistas Primera Guerra Carlista en el Maestrazgo Batalla de Maella (1 de octubre de 1838)

Antecedentes

Tras varios meses de frenética actividad, Cabrera se permitió un pequeño descanso, al asistir el 8 de septiembre a una solemne función en la ermita de la Fuente de la Salud (Traiguera), a la que acudieron numerosas personas de Morella y de todos los pueblos cercanos. Después del acto se celebró un banquete, durante el que se oyeron continuos vivas al jefe carlista. Posteriormente, Cabrera dio unos días de permiso a la tropa, dedicándose mientras tanto a reparar las fortificaciones de la capital carlista, por si se producía un nuevo ataque cristino. También aprovechó para decretar una nueva quinta y repartir entre sus hombres las nuevas remesas de vestuario.

En septiembre, le llegaron noticias a Cabrera de que en Bellmunt, en la orilla izquierda del Ebro, cerca de Falcet, los cristinos mantenían un depósito de mena de plomo, esencial para las fábricas de municiones del pequeño estado carlista del Maestrazgo. Por lo que envío a Llagostera con dos piezas de artillería pesada y cuatro batallones con los que tomó la población el 25 de septiembre, capturando 400 quintales de plomo que llevó a Mora.

El general Pardiñas, jefe de la Segunda División del Ejército del Centro, supo de la acción de Llagostera y su avance hacia Bellmunt e intentó impedirlo. El movimiento fue conocido por Cabrera, que partió el 27 de septiembre de Morella, camino de Mora, a fin de atacar a la división de Pardiñas, que se había movido desde Alcañiz a Calaceite (Teruel) en persecución de Llagostera.

Para intentar sorprender a los liberales, realizó una marcha brutal de 27 horas sin descansar que le llevó a Cretas, donde ya estaba el 29 de septiembre. Allí descubrió que el grueso de las tropas de Pardiñas estaban en Maella, por lo que se dirigió a Valdealgorfa para reunir las fuerzas el 30 de septiembre.

En Valdealgorfa un espía comunicó a Cabrera que Pardiñas se encontraba en Maella con cinco batallones y tres escuadrones, por lo que decidió atacar de inmediato a las tropas cristinas aprovechando la sorpresa, partiendo de noche para al amanecer del 1 de octubre presentarse frente a las tropas de Pardiñas.

Sabía que el general Pardiñas era audaz e impetuoso y decidió aprovechar su acometividad para atraerle a combatir cuando más le interesase. De hecho, Pardiñas, que había alcanzado sus galones de general gracias a su valor, era conocido por despreciar a sus enemigos, diciendo una vez que «ni cuento los enemigos, ni miro sus posiciones: los alcanzo y los ataco».

Toma de la ciudad de Maella

Poco después avanzó sobre Maella, donde descansaban Pardiñas y sus tropas, tomando posiciones a las 4 de la madrugada. Disponía de 3.500 infantes en 5 BIs: BI-I y BI-II de Tortosa, BI-I y BI-II de Mora, y BI de Guías de Aragón, partida de Juan Bosque; 500 de caballería en 5 ECs: EC-1 y EC-2 de lanceros de Tortosa, EC-3 de lanceros de Aragón y 2 ECs de Ordenanzas.

Desplegó en vanguardia, distribuida en guerrillas, la partida de Juan Bosque, y detrás el resto en la siguiente forma:

  • Flanco izquierdo: BI-I y BI-II de Mora y toda la caballería.
  • Centro: BI-II de Tortosa.
  • Flanco derecho: BI-I de Tortosa y BI de Guías de Aragón.

Eran las 5 de la mañana cuando el general isabelino fue advertido de la presencia de su rival frente a la localidad y a las 6, movía sus tropas en dirección a Alcañiz, avistando al poco las fuerzas enemigas.

La Segunda División del Ejército del Centro era llamada del «Ramillete» porque contaba con la flor y nata de la oficialidad cristina; estaba mandada por el general Ramón Pardiñas. Estaba formada por 5.000 infantes en RI-10 Córdoba (I, II y III), RI-7 África (I y II); 350 de caballería RC-1 del Rey (2) y un ECL del RCL-6 de Cataluña.

La disposición de las tropas de Pardiñas era:

  • Flanco izquierdo: BI-I/10 y BI-II/10 de Córdoba para envolver la derecha carlista.
  • Centro BI-I/7 y BI-II/7 de África y 4 piezas de artillería ocupando una altura intermedia.
  • Flanco derecho: BI-III/10 de Córdoba, RC-1 del Rey (2) y RCL-6 de Cataluña (1).
Batalla de Maella (1 de octubre de 1838). Plano de la batalla

La lucha comenzó con el ataque del brigadier Cayetano Urbina con BI-I/10 de Córdoba EC-1/1 y el EC-2/1 del Rey, y el BI-I/7 de África, arrollando al EC-1 de lanceros de Tortosa, y al BI-I y BI-II de Mora; incluso hicieron retroceder al BI-II de Tortosa situado en el cerro llamado Mosso. Los cristinos parecían tener la batalla casi ganada.

Contraatacó el EC-1 de lanceros de Tortosa, el cual fue rechazado violentamente por la caballería de Pardiñas; muchos quisieron rendirse poniendo pie en tierra, pero los de la caballería de Pardiñas (EC-1/1 y el EC-2/1 del Rey) les dijeron que no había cuartel, y perecieron sableados unos 40. El propio Cabrera fue herido en un brazo, pero resolvió dar una carga desesperada con 15 caballos de su escolta y 4 compañías del BI-II de Tortosa. La carga enardeció los ánimos de sus tropas, que sorprendieron y desordenaron a los cristinos y, después, dirigiendo las cuatro compañías del BI-II de Tortosa, logró estabilizar la línea.

Cabrera al frente de sus ordenanzas. Augusto Ferrer Dalmau.

El BI-I/10 y el BI-II/10 de Córdoba, dando por sentada la victoria, avanzaron desde el flanco izquierdo de Pardiñas hacia la val de Gili. Aunque para desesperación de estos no lograron contactar con el BI-III/10 de Córdoba y el BI-I/7 de África; encontrándose con una fuerte pendiente de subida y bajada, entablaron un cuerpo a cuerpo con el BI-I de Tortosa, en el cual fueron perdiendo formación algunas compañías, y según por la orografía, no pudieron poner orden a sus filas, ni formar en cuadro. En vez de retirarse unos metros y organizarse, decidieron rendirse a los tiradores de Aragón y al BI-I de Tortosa, a pesar de que el ECL del RCL-6 de Cataluña acudía en su ayuda. Con lo cual comprometieron la seguridad y dejaron unos 1.500 prisioneros de esos dos batallones.

Pardiñas ya no tenía casi efectivos. Cabrera seguía teniendo casi el mismo número. El BI-III/10 de Córdoba continúa combatiendo; el BI-I/7 de África intentaba cubrir su izquierda dejada por los batallones que se rindieron, y desgraciadamente fue arrollado por la caballería carlista de Cabrera menos el EC-1 de lanceros de Tortosa.

Los carlistas estaban apostados a la izquierda de la val de Gili (entre el corral de ganado hacia el camino de Valdealgorfa), y los cristinos inevitablemente van hacia el barranco, donde al final fueron copados totalmente los supervivientes; incluso el ECL del RCL-6 de Cataluña junto a Pardiñas intentaron romper el cerco, e incluso intentan una huida hacia Caspe. En la acción murió Pardiñas por las lanzas de los carlistas, al lado de una higuera, a la derecha del corral de ganado. El BI-II/7 de África, que no había intervenido en la acción, que no se había movido desde un principio, se situó al norte de Maella y decidió cubrir la huida hacia la carretera de Caspe; marchó hacia la ermita, al lado del tossal Gort, y formó en cuadro.

Un nuevo ataque hizo retroceder el flanco izquierdo carlista y nuevamente desbaratar los batallones cristinos, inclinando el triunfo del lado carlista. El general Pardiñas también intentó valientemente contener la retirada de sus tropas en estos dos lances, pero en ninguno de ellos consiguió recuperar los ánimos de sus tropas.

El general Pardiñas murió en la acción, y los escasos 1.300 supervivientes se batieron en retirada hacia Caspe, reagrupados por el brigadier don Pascual Álvarez y el jefe de Estado Mayor Anselmo Blaser y San Martín, marqués de Ciga, que habría de llegar a ministro de la Guerra en 1854.

Batalla de Maella (1 de octubre de 1838). Muerte del general Ramón Pardiñas.

Según manifestó Cabrera, en el parte de guerra se hicieron 3.115 soldados y prisioneros a los cristinos. La victoria de Maella tuvo su importancia en el curso de la Primera Guerra Carlista y acabó con el mando del cristino Marcelino Oráa en el Ejército del Centro.

Tras esta victoria, Cabrera ordenó ejecutar a 51 prisioneros de caballería, así como a 37 heridos enemigos que fueron encerrados en el convento de Santa María de Maella. Al día siguiente ejecutó a los 37 heridos; y a los 51 de caballería que eran del RC-1 del Rey, los hizo desnudar, para escarnio, y al lado de la actual Glorieta y sus alrededores los hizo lancear hasta su muerte; en represalia por la muerte de los 40 hombres de los lanceros de Tortosa a manos del RC-1 del Rey.

El general Antonio Van Halen, sucesor de Oráa, suspendió de empleo a los jefes, oficiales y sargentos de los regimientos de África y Córdoba y del ECL del RCL-6 de Cataluña, pasando a la plaza de Jaca para la causa competente.

Otra muerte que se produjo por esas fechas fue la de Francisca Calderó, media hermana de Cabrera, que falleció de pena tras la muerte de su novio, el Tcol carlista Joaquín Andreu Rufo, a consecuencia de las heridas recibidas en el combate de Maella. En cuanto a los demás hermanos del Tigre del Maestrazgo, Rafaela y Bienvenida residían por esas fechas en Tortosa, ya que estaban casadas con dos guardias nacionales de dicha ciudad. En cambio, Juana, Teresa y Felipe vivían en Morella con todas las comodidades, protegidos por su poderoso hermano.

Tras derrotar al general Pardiñas, pasó a Híjar y después a Lécera (Zaragoza), donde se dispuso a organizar su ejército, creando nuevos batallones y unidades, como la compañía de pontoneros y el cuerpo de inválidos. También dedicó un gran esfuerzo a la subsistencia de sus hombres, algo que le quitaba mucho tiempo y le daba muchos problemas, dado el constante aumento del número de sus soldados.

A mediados de octubre marchó a Caspe, asumiendo el mando de las tropas sitiadoras, que hasta entonces dirigía Llagostera. La llegada de Van Halen (el nuevo comandante liberal) le obligó a abandonar el sitio, pero no por ello desistió Cabrera de apoderarse de más puntos fortificados. En este sentido, intentó sobornar al gobernador de Peñíscola, mandó espías a Vilafamés (Castellón) y ordenó a Llagostera que intentara un golpe de mano contra Alcañiz, pero ninguno de estos planes tuvo éxito.

Poco después ordenó el fusilamiento de 96 sargentos cristinos en El Forcall (Castellón), alegando que habían tratado de fugarse. No obstante, la prensa y algunos autores liberales afirman que la causa real de la ejecución fue la negativa de estos prisioneros a unirse a las tropas rebeldes, con el comentario de que preferían morir antes que tomar parte con ladrones. Sea como fuere, la realidad es que esto, junto con la ejecución de la guarnición cristina de Castillo de Villamalefa (Castellón), inició una espiral de ejecuciones, al responder el enemigo con la misma moneda.

Poco después de estos sucesos se crearon juntas de represalias en Valencia y Zaragoza, que ordenaron el fusilamiento de un número equivalente de carlistas. A esto siguieron nuevos asesinatos y una agria correspondencia entre Cabrera y Van Halen, en la que cada uno intentaba justificar sus ejecuciones y acusaba al otro de ordenar la muerte de inocentes, de tratar mal a los prisioneros y de negarse a realizar un canje general. Aparte de la terrible situación de los cautivos, algunos autores han criticado a Cabrera por no querer intercambiar a los que no pertenecían a sus batallones favoritos, lo que hacía que rechazara a muchos valencianos y aragoneses. Además, jamás quiso canjear a los nacionales, ni contestó a Oráa cuando se lo propuso.

Compra de fusiles en Inglaterra

Pero esta polémica no le impidió continuar con sus operaciones militares, ya que el 16 de noviembre apareció ante Calatayud al frente de 8 batallones y 5 escuadrones. La guarnición se refugió en el fuerte con las personas comprometidas, mientras que el jefe carlista ordenó arrojar algunas granadas, que no hicieron mucho daño. No obstante, permaneció tres días en dicha población, mientras enviaba partidas a recoger dinero y raciones por la comarca. Después de esto se retiró, con todo el botín y 800 nuevos reclutas conseguidos en dicha expedición.

A continuación marchó a Cantavieja para descansar, ya que se le habían abierto dos heridas y le molestaba una fiebre aguda. De allí pasó a Morella con la salud muy quebrantada, por lo que durante un tiempo se mantuvo apartado de las operaciones militares. Aprovechó entonces para enviar a dos comisionados a Inglaterra, a fin de conseguir armas, a la vez que creaba el cuerpo de miñones, que servía como una especie de fuerza de élite, policía militar y escolta de Cabrera. Al mismo tiempo, ordenó la fortificación de Alpuente, el Collado de Alpuente (Valencia), Montán y Ayódar (Castellón).

Sin embargo, pronto volvió a ponerse al frente de su ejército, iniciando el sitio de Vilafamés (Castellón) el 3 de enero de 1839. Pero tras tres días de bombardeo tuvo que abandonar el sitio, al agotar las municiones y acercarse la columna cristina de Azpíroz. Después se dedicó a organizar nuevas unidades, dar destinos e inspeccionar los hospitales, algo que hacía muy frecuentemente, para interesarse por el estado de los heridos y entregarles algo de dinero. Hay que destacar que Cabrera era un hombre muy generoso y que a menudo daba monedas de su bolsillo a los soldados, lo que contribuyó a hacerle muy popular entre la tropa.

Por esas fechas se dirigió a Benicarló con sus hombres para esperar un envío de fusiles procedente de Inglaterra. El buque que los llevaba llegó el 6 de febrero a la bahía de los Alfaques (Tarragona), pero no fue posible descargar las armas rápidamente y al día siguiente el bergantín fue capturado por dos faluchos gubernamentales. Solo se pudieron desembarcar 100 fusiles, cayendo los otros 7.900 en manos de los cristinos. La noticia supuso un gran disgusto para el jefe carlista, que había puesto en este envío muchas esperanzas y que estuvo durante algunos días de bastante mal humor.

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2025-12-06. Última modificacion 2025-12-06.
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