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Ocupación de Cantavieja
Por suerte para Cabrera, los cristinos tenían graves problemas internos, lo que le salvó de su persecución, ya que Palarea regresó a Valencia tras la Primera batalla de Chiva, a fin de asumir el cargo de capitán general y recibir la Gran Cruz Laureada de San Fernando, concedida tras la batalla.
Cabrera se dedicó entonces a recoger armas por los pueblos, enterándose poco después de que el enemigo planeaba fortificar Cantavieja (Teruel). Esto le impulsó a dividir su ejército y a marchar con una pequeña escolta a dicha localidad, reconociéndola y ordenando su rápida fortificación, antes de que se le adelantaran los cristinos.
La ciudad tenía en ese momento unas 500 casas y 3.000 habitantes. En cuanto a la situación geográfica de dicho municipio, cabe resaltar que se encuentra situada sobre una loma larga a la vez que estrecha, asentada sobre una cresta rocosa sobre la que a su vez se alza la ciudad con el castillo, siendo más difícil de acceso que Morella.
Los fuertes desniveles del contorno hacen que el acceso a la ciudad sea realmente difícil, puesto que en todos los lados se encuentra con precipicios y paredes rocosas. De ahí la estrategia que tomó Cabrera de incorporar al dominio de la fortificación una serie de fuertes como San Blas, Las Horcas y el Salto de la Novia. La ciudad se encontraba rodeada por murallas.

Fortificación de Cantavieja
En abril de 1836 Cabrera fortificó Cantavieja, restauró las viejas murallas, hizo acopio de materiales y víveres, supervisándolo todo personalmente, haciéndose presente en rápidas escapadas desde donde se encontrara para seguir la marcha de las obras. En Cantavieja se estableció un hospital, ocupándose él mismo de comunicárselo a los heridos que hasta entonces no tenían otro asilo que las cuevas de los Puertos. Creó una academia y un depósito para los nuevos voluntarios, nombró gobernador militar y político de la plaza a Jaime Camps y creó una Junta Auxiliar Gubernativa, cuya presidencia se reservó. Para atender las contribuciones y poner en marcha, en un tiempo récord y con la febril actividad que caracterizaba al caudillo carlista, almacenes de víveres, hospitales, una fábrica de armas y municiones, el abastecimiento de salitre, azufre y plomo necesarios, y el acopio de vestuario y calzado. Cantavieja pasó a ser el cuartel general de Cabrera, el centro de su intendencia militar y la única plaza que poseían los carlistas.
Cabrera puso en marcha en Cantavieja una maestranza de artillería, de la que se encargaba José Marcoval, hermano del difunto Juan, que fue jefe de Cabrera en las primeras semanas de la guerra. 2×4 piezas fueron fabricadas en esta fundición; fueron llevadas por Cabrera para sitiar Gandesa a mediados de julio de 1836. Otros 2×8 piezas se colocaron sobre las murallas de Cantavieja.

A la vista de la necesidad de artillería, Cabrera destinó en julio de 1836 a la fundición de Cantavieja al capitán graduado de artillería Luis Soler, con el encargo de que formara una compañía de este arma, que fuera la base del cuerpo de artillería carlista y de un futuro batallón. Bajo su dirección se mejoró la elaboración de pólvora, balas y cartuchos, como también el taller de recomposición de armas.
En Cantavieja, en julio de 1836, funcionaban dos hospitales, objeto de la solicitud de Cabrera, que dispuso aumentar el número de camas, reponer la botica y preparar hilas y vendajes. Raras veces omitía la visita diaria a los enfermos.
En la ciudad se empezó a publicar en 1836 el Boletín del Real Ejército de Aragón, al que sucedió el Boletín del Ejército Real de los Reinos Unidos de Aragón, Valencia y Murcia, que se publicó en la villa hasta el 15 de julio de 1837, pasando los siguientes a publicarse en Morella.
También sirvió, a partir del segundo semestre de 1836, de depósito de prisioneros. Allí fueron conducidos, por ejemplo, los prisioneros hechos en la famosa expedición por el sur peninsular del general carlista Miguel Gómez, a la que se incorporó Cabrera con fuerzas del Maestrazgo.
A diferencia de Zumalacárregui en el Norte, Cabrera no había tenido en dos años una fortaleza en que abrigarse, ni una población considerable en que guarecerse. Cuando la tuvo, se enseñoreó de un vasto territorio; fundó, por así decirlo, un estado y una capital, y extendió en su derredor líneas de defensa y fortificación.
Cabrera tenía a Morella en sus pensamientos, porque era la llave y ciudadela natural del Maestrazgo, que constituía el centro de sus operaciones. A su conquista se dirigieron todos sus planes y tentativas.

Una vez asegurada la plaza y establecidas sus defensas, marchó a la Cenia, disponiendo que todas las fuerzas se reunieran de nuevo, con el fin de hacer una nueva incursión a la ribera de Valencia.
Confió el gobierno de la plaza al comandante Jaime Camps, quien había estado encargado de dirigir una imprenta establecida en el pueblo de Frades (Teruel).
En la masía de Nicoláu, en los alrededores de Horta (Barcelona), se encontraron el comandante Magín Miquel y el capitán Benito Lluis, y este le manifestó que se ponía con los mozos que había reunido a las órdenes de Cabrera. Puestos de acuerdo, Miquel y Lluis lograron reunir en conjunto 817 hombres de las antiguas fuerzas de Torner, que había sido derrotado en Cataluña. Las fuerzas fueron presentadas a Cabrera, quien resolvió organizarlos en un batallón, que tomó el nombre de BI-I de Mora, que sería uno de los batallones más brillantes de las fuerzas de Cabrera. Para mandarlo fue designado José Papaceit, siendo segundo jefe Ramón O’Callaghan.
Operaciones desde Cantavieja
Expedición a Cuenca
Una nueva expedición en busca de víveres, calzado y dinero salió de Manzanera (Teruel), y pasando por Libros (Teruel), entró en la provincia de Valencia, pasando por Torre Alta, Torrebaja, Ademuz; luego entró en la provincia de Cuenca, pasando por Talayuela; siguió en la de Valencia, pasando por Sinarcas; de allí de nuevo a la de Cuenca a Utiel, y regresando a la provincia de Teruel por Rubielos de Mora a Cantavieja, que sería el término de aquella jornada y en la que entraron con todo su botín. El primer cuidado de Cabrera fue visitar el hospital y, viendo que ya estaba preparado para recibir a los heridos, marchó con sus ayudantes a los puertos de Beceite. Quiso sorprender a los enfermos y heridos con la novedad.
Acción de Ulldecona (18 de junio de 1836)
Cabrera meditaba una expedición por tierras de Valencia. Inició la expedición por tierras de Valencia. La emprendió desde Cantavieja con solo 2 batallones y 40 caballos, pasó por Rubielos de Mora y entró rápidamente en la provincia de Valencia. Fue a Villar del Arzobispo, sorprendió a la ciudad de Buñol, matando a varios nacionales y llevándose a 6 rehenes para garantizar el pago de los pedidos; siguió por Yatova y Macastro. A su regreso, intentó sorprender a Segorbe, pero al llegar a Alcubias (Valencia), supo que la guarnición había sido reforzada.
Cabrera entonces decide regresar cuanto antes para salvar el botín recogido, y dejando Segorbe (Castellón) pasó por el famoso Santuario de la Cueva Santa, junto a la Cartuja de Valdecristo, y marchó por Matet (Castellón) a Onda. Aquí recibió una comunicación del comandante Beltrán del BI-II de Valencia, dándole cuenta de que varias columnas cristinas recorrían el corregimiento de Tortosa para cobrar contribuciones. Cabrera dio orden entonces de proseguir la marcha por el camino de Alcora (Castellón), descansó en Benlloch (Castellón), siguió por Villanueva de Alcolea y pernoctó en Alcalá de Chisvert (Castellón). Supo allí que el coronel cristino Martín José Iriarte estaba recaudando contribuciones por el corregimiento de Tortosa, por lo que decidió marchar a impedírselo.
Cabrera se dirigió entonces a Cálig (Castellón), donde se tomaron grandes precauciones, hasta impedir que nadie saliera de la población, a fin de que no se conocieran sus movimientos. Mientras tanto, todo paisano que llegaba procedente de Vinaroz y Benicarló era concienzudamente interrogado por el propio Cabrera. Las informaciones le confirmaron que el coronel cristino Iriarte debía regresar de Vinaroz a Ulldecona y todo le aseguraba que nada sabía el jefe cristino acerca de la proximidad de los carlistas.
A las cinco de la tarde del 16 de junio, salió Cabrera de Calig con sus fuerzas aparatosamente, anunciándose que una vez en Rosell se daría licencia para unos días a los voluntarios. Pero al atravesar el camino de Traiguera (Castellón) a Ulldecona (Tarragona), cambiando de dirección y colocándose en los olivares en las cercanías de la misma, algunos voluntarios se ofrecieron a Cabrera a sorprender las avanzadas y penetrar en Ulldecona. Cabrera, agradeciendo su entusiasmo y gratificándoles, se negó a autorizarles en su aventura, pues prefería que Iriarte permaneciera tranquilo en Ulldecona, sin sospechar la proximidad de los carlistas.
Mientras tanto, el comandante Beltrán era llamado para que contribuyera en la operación. Cuando Iriarte emprendió su regreso a Amposta el 17 de junio.
Las fuerzas de Iriarte se componían de 2 BIs, 2 Cías de Infantería, 2 ECs de voluntarios y 2 piezas de artillería. Las fuerzas de Cabrera eran 2 BIs y un EC. El 18 de junio el ataque se hizo violento sobre los cristinos por retaguardia y por el flanco derecho, refugiándose el resto de la columna derrotada en Amposta.
Los cristinos sufrieron otro nuevo descalabro, pues tuvieron 300 muertos, se capturaron 549 fusiles y 9 cajas de guerra quedaron en poder de los carlistas, así como 50 prisioneros, que fueron pasados por las armas en el pueblo de Santa Bárbara. Las bajas carlistas fueron de 4 muertos y 14 heridos. Esta victoria elevó todavía más el prestigio de Cabrera. Las fuerzas de Cabrera se incrementaron con 400 voluntarios tortosinos.
La acción fue muy dura, pues en su marcha de Uldecona a Amposta los cristinos tuvieron grandes pérdidas, pero al final, en los altos de Freginal, pudieron rehacerse y llegar a Amposta.
De regreso de su victoria. Cabrera marchó a Santa Bárbara (Tarragona), y Forcadell, con sus valencianos, a la Galera (Tarragona). Algunos de los voluntarios carlistas naturales de Ulldecona pidieron licencia para descansar en este pueblo, a lo que accedió Cabrera; pero el general Palarea, sabedor de la derrota de Iriarte, entró en el corregimiento de Tortosa, sorprendió en Ulldecona a los mozos que estaban en licencia, los prendió y los fusiló.
Tras saquear toda la comarca, regresó con un gran botín al Maestrazgo, dedicándose a recoger dispersos y a ordenar un bloqueo de Morella, la plaza que fue hostigada las noches del 25, 28, 29 y 30 de junio, impidiendo desde entonces que los arrieros llevaran comestibles hacia dicho punto.
Otras acciones carlistas
El 24 de junio hubo un encuentro en Adzaneta (Castellón), y unos días antes, el 20, la columna cristina que mandaba don Joaquín de Ezpeleta, había tenido un combate en Ademuz (Valencia). Miralles intentó apoderarse de San Mateo el 28 de junio por la noche, por el tambor construido entre las puertas de Chert y Albocacer. Se vio obligado a replegarse, cuando supo que acudía en su socorro la columna del comandante general de Castellón, José Grases, contra la cual tuvo un combate al día siguiente, 29, en Culla (Castellón), marchando de allí a Vistabella. Llagostera, por su parte, combatía en Castelserás (Teruel) contra una columna cristina.
Asedio de Gandesa (6 al 11 de julio de 1836)
El 6 de julio de 1836, apareció el jefe carlista con las fuerzas de Domingo Forcadell y Luis Llangostera ante Gandesa (Tarragona), con 3.000 infantes en 6 BIs, 400 jinetes en 6 ECs y dos piezas de artillería, las primeras con las que contó. Consiguieron tomar el arrabal de la ciudad.
Cabrera hizo asentar las dos piezas próximas a las puertas de Horta y Corbera. Al día siguiente, al amanecer, empezó el bombardeo, que duró tres días; las piezas fabricadas en Cantavieja resultaron imperfectas. Una de ellas, para acertar al frente, tenía que apuntarse a la derecha 15 o 20 varas (una vara equivale a 0,8 metros) de distancia del punto dado; y la otra, al dispararse, retrocedía hasta salirse de la batería. Los carlistas retiraron los cañones al lugar conocido por el Calvario en la noche del 7 para practicar reparaciones en los mismos, y desde allí volvieron a hacer fuego sobre Gandesa desde el amanecer del 8 hasta mediodía. Fue entonces cuando Cabrera, comprendiendo que nada se adelantaría con aquellos cañones tan primitivos, decidió retirarlos.
Mantuvo el jefe carlista, sin embargo, sus fuerzas de infantería, tiroteándose contra los cristinos todo el resto del 8, y, según Arrea, el 9 de junio, sobre las cuatro de la tarde, se retiraron los realistas por el camino que conduce a Bot, pero se mantuvo en los alrededores hasta el día 11 en los alrededores de la ciudad, bloqueándola.
El bloqueo se levantó cuando la columna cristina del general Roten acudió en auxilio de los sitiados, levantó el asedio y proveyó a Gandesa de material de guerra y víveres.
Cabrera volvió a Cantavieja por Bot y los pasos de Beceite.
Incursión de Cabrera a Castellón
Su siguiente acción fue salir al encuentro del general cristino Montes, jefe del Ejército del Centro, que se dirigía a Beceite. Marcha a Zurita de Maestrazgo (Castellón), mientras ordena a Quílez que se situase en Fuente Espalda (Teruel), para estar atento a la maniobra del general Montes, que había salido de Monroyo (Teruel) con dirección a Beceite.
El jefe carlista se situó en Torre de las Arcas (Teruel) para impedir al cristino el paso a Peñarroya, y presentó combate al jefe liberal. Este, viendo que no había grandes probabilidades de librar acción con éxito, después de un ligero tiroteo retrocedió a Morella.
Cabrera bajó a Pobleta de Morella siguiendo a Montes, pero luego marchó a Hervás y de allí a Cenia. Invadió la provincia de Castellón al frente del BI de Tortosa y del BI-I de Valencia, y en rápida marcha entró en varias poblaciones, entre otras Onda y Villarreal de la Plana, de donde pasó el 18 de julio a Alcora; y con todo el botín recogido en los pueblos invadidos regresó a Cantavieja.
Poco después se reunió con las fuerzas de Forcadell y Llagostera para ir en auxilio de Quílez, perseguido por una columna liberal. Se produjo entonces un combate en el que ambos bandos se proclamaron vencedores. Posteriormente, marchó de nuevo contra Gandesa, que sufrió un nuevo asedio durante seis días. Pero tampoco esta vez pudo tomarla, ya que llegó en su auxilio el general Rodin, con una división de 4.000 infantes, 400 caballos y dos piezas de artillería, que desalojó a los carlistas de sus posiciones.