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Regreso de Cabrera
El coronel Arévalo había concedido a los voluntarios unos días de descanso para que celebraran en familia el fin del año 1836. Cabrera permanecía en Almazán curando sus heridas, recibidas en la aciaga noche de la sorpresa de Arévalo de la Sierra. Creyendo que ya estaba en disposición de reanudar la campaña, comunicó a Forcadell su propósito de regresar.
De común acuerdo, salió Forcadell con los 50 lanceros del RC de Tortosa, que mandaba el comandante Beltrán, acompañado del ayudante de Cabrera, Domingo y Arnáu, y del teniente vicario general castrense Lorenzo Cala. En ruta se encontraron con las fuerzas que mandaba Cabañero, quien, al conocer el objeto de la expedición, destacó dos compañías aragonesas para que participaran en ella. Todo se realizó felizmente. En Aliaga (Teruel) los esperaba el coronel Arévalo con dos batallones. Cabrera, con su escolta, atravesó la carretera general de Madrid a Zaragoza por Santa María de Huerta (Soria) y llegó el 8 de enero a Aliaga (Teruel). Se celebró su regreso cantándose en la iglesia parroquial de Aliaga un Tedeum.
El mismo día salieron para Rubielos de Mora (Teruel), donde estaban el BI-II de Valencia, el BI-II de Tortosa, el BI-IV de Aragón, la infantería y caballería de la división del Turia. Apenas supo el regreso del general Cabrera, el coronel Llagostera, quien se encontraba recorriendo los alrededores de Teruel, se apresuró a reunírsele con el BI-I de Tortosa y el BI-I de Mora. Desde Rubielos, Cabrera comunicó su regreso a Aragón al cuartel real y dirigió a sus voluntarios una alocución.
Hecho cargo del mando de las fuerzas, estudió el estado militar de la guerra, tomó disposiciones de orden administrativo, examinó las cuentas del jefe de hacienda militar carlista, Artalejo y nombró comisario de guerra a Francisco Gaela.
Tras tomar las medidas organizativas, el caudillo carlista emprendió una expedición a Valencia, sorprendiendo al enemigo con una marcha extraordinariamente rápida. De esta manera, entró en varias poblaciones de la Huerta de Valencia y de la Plana de Castellón, capturando allí importantes cantidades de armas, caballos, raciones y dinero.
Durante esta incursión tuvo lugar la acción de Torreblanca el 11 de noviembre de 1836, en la que Cabrera ordenó a Llangostera encabezar el ataque, y a Pertegaz y a Pons el ataque sobre posiciones clave, consiguiendo hacer huir al enemigo, Cabrera ordenó a la reserva cargar sobre los fugitivos; pero durante la acción Cabrera fue herido en una pierna y derribado del caballo, lo que hizo que detuviera la persecución. Al llegar a Les Cuevas de Vinromá (Castellón) los cirujanos le extrajeron la bala en una dolorosa operación, pasando después a La Cenia (Tarragona), para recuperarse de sus heridas. Una vez allí, dio permiso a sus hombres y se quedó en dicha población con una pequeña escolta.
Durante su estancia en Rubielos de Mora supo que una fuerza cristina marchaba hacia San Agustín (Teruel); y con el propósito de inspirar confianza a su enemigo y sorprenderle, hizo circular el rumor de que por el estado de sus heridas no podía montar a caballo; pero los cristinos desconfiaron y, para no enfrentarse con Cabrera, se retiraron.
Situación de las fuerzas de Cabrera a principios de 1837
A principios de 1837, el Ejército del Maestrazgo al mando de Cabrera disponía de 11.418 infantes encuadrados en 19 BIs, la caballería contaba con 1.511 soldados, 1.282 montados, repartidos en 5 RCs, y la artillería contaba con 337 artilleros y 22 piezas repartidos en un batallón y un tren.
La organización era territorial en 4 divisiones:
- División de Tortosa con 2.025 efectivos:
- BRI-I de Tortosa con 1.695 infantes en 3 BIs.
- BRI-II de Tortosa con 1.330 en 2 BIs.
- División de Aragón con 2.984 efectivos:
- BRI-I de Aragón: con 1.601 infantes en 3 BIs
- BRI-II de Aragón con 1.383 soldados en 3 BIs.
- División de Valencia con 3.233 efectivos:
- BRI-I de Valencia con 1.741 infantes en 3 BIs.
- BRI-II de Valencia con 1.492 en 3 BIs.
- División de Murcia con 2.176 efectivos:
- BRI-I de Murcia con 1.145 soldados en 2 BIs.
- BRI-II de Murcia con 1.031 con infantes en 2 BIs.
El ejército cristino del Centro, por el contrario, se componía de 30.000 infantes y 2.000 caballos, que se reducían a 20.000 hombres de a pie y 1.750 montados operativos cuando se descontaban los que debían permanecer en guarniciones y depósito.

Incursión de Cabrera en Valencia
En Bordón (Teruel) tuvo efecto, el día 1 de febrero, un combate contra la columna del marqués de Palacios que marchaba de Cantavieja a Alcañiz. El coronel Llagostera, con el BI-I de Mora y el BI-I de Tortosa, se les atravesó en el camino; aunque las posiciones se tomaron varias veces, al final, los carlistas, faltos de municiones, se retiraron al enterarse de que una columna acudía en socorro de cristinos. Pero si esta acción no tuvo el resultado apetecido, no pue de decirse lo mismo de la librada el 16 de febrero en las Cabrillas, cerca de Siete Aguas (Valencia), más conocida por los carlistas con el nombre de acción de Buñol. La derrota de Crehuet fue completa; según el parte carlista, único conocido, pues el jefe liberal murió y no pudo dar ninguno, los cristinos tuvieron 700 muertos, quedando en poder de los carlistas 98 hombres del RI-6 de Saboya, 121 del RI-2 de la Reina y 102 del RI de Ceuta; en total, 321 prisioneros.
El jefe de la columna, José Crehuet y otros 24 oficiales fueron fusilados. La derrota cristina causó gran impresión.
El 18 de febrero, antes de estar completamente recuperado, atacó y venció en Alcanar (Tarragona) a un batallón enemigo, aunque después tuvo que retirarse para evitar ser atacado por una columna cristina que marchaba contra él. Esta incursión hizo que se le abriera de nuevo la herida y le provocara fuertes dolores, lo que le obligó a regresar a La Cenia, donde guardó cama durante cinco días más.
Cabrera estaba impaciente por volver al combate, por lo que, sin esperar su completa recuperación, reunió tres batallones y dos escuadrones, marchando con ellos a Villar del Arzobispo (Valencia), donde se unió a la División del Turia. Con esta fuerza entró en Quart de Poblet y Chiva (Valencia), mientras Tallada y Llagostera eran enviados a saquear la ribera del Júcar. El 29 de marzo de 1837, sorprendió a una columna liberal en Pla del Pou (San Antonio de Benagéber, Valencia), capturando dos batallones enteros. Llegaron a Burjasot (cerca de Paterna) donde hicieron un descanso que duró tres días, al final del mismo, el 2 de abril, después de comer y beber en abundancia, Cabrera dispuso el fusilamiento de todos los sargentos y oficiales prisioneros.

Después de esta sonada victoria, Cabrera marchó hacia Nules, donde permaneció dos días, entre fiestas y corridas de toros. Estos éxitos se vieron facilitados por la escasez de fuerzas del ejército cristino, que solo contaba con tres columnas de 5.000 hombres en total (sin contar las guarniciones) para cubrir el antiguo Reino de Valencia.
Aprovechando la debilidad del enemigo, el jefe carlista se puso en marcha otra vez, esta vez para distraer a las tropas de la reina que perseguían a Forcadell. Con esta finalidad atacó el fuerte de Lliria, pero no pudo tomarlo, ni tampoco aliviar la persecución que sufría su compañero. Como no tenía artillería y no había logrado sus objetivos, tuvo que retirarse tras tres días de sitio, reuniéndose con Forcadell en Losa del Obispo (Valencia).
Luego preparó la toma de Cantavieja con la ayuda de varios colaboradores desde dentro de la población, lo que se consiguió poco después, permitiendo a los rebeldes capturar un importante botín y contar de nuevo con una plaza fortificada. La población capituló el 1 de mayo de 1837.
Acto seguido Cabrera marchó a Cenia, donde fue atacado tres días después por Marcelino Oraa, el nuevo jefe del ejército constitucional, en un encuentro en el que ambos bandos se adjudicaron la victoria. Después de esto, el líder carlista hostigó al cristino, para impedir que este introdujese un convoy en Morella, pero sin conseguir su objetivo. Entonces se dirigió a Cantavieja, donde se dedicó a organizar la administración, la sanidad militar, el taller de vestuario y la artillería, para pasar posteriormente a Sant Mateu y a la masía de Llansa, donde el ejército descansó varios días.
Reconquista carlista de Cantavieja (24 de abril de 1837)
Desde que los carlistas perdieron Cantavieja, Cabrera no dejó de pensar en su recuperación por necesitar un punto donde establecer sus hospitales y depósitos. Para ello se puso de acuerdo con los vecinos de la villa Luis Miñana, Nicolás Buch y Vicente Herrero, los cuales, ayudados por otras personas de Cantavieja, agujerearon la pared de la casa de un eclesiástico, que formaba parte de la muralla, próxima al rastrillo en la plaza del hospital.
Avisado Cabrera que estaba todo preparado, no quiso abandonar el sitio de San Mateo en el que participaba. Mandó a Juan Cabañero y Esponera que se puso de acuerdo con la “quinta columna”, llevase a cabo la sorpresa. Cabañero y Pascual Aznar, el segundo jefe de su columna, cumplieron las órdenes de Cabrera. Por la abertura penetraron 30 mozos de Mosqueruela al mando de Juan Vicente Edo. La guarnición, formada por 200 hombres del RI-1 del Rey y mandada por un inexperto y joven teniente, fue sorprendida y desarmada sin poder presentar oposición.

Ya habían ocupado los carlistas los puntos y calles principales, cuando se apercibieron los soldados, que cayeron prisioneros sin resistencia. Algunos oficiales y muy pocos soldados pudieron refugiarse en el reducto de San Blas, pero al poco capitularon. Al amanecer del 25 de abril de 1837, al mando de 450 hombres, los carlistas de Cabañero tomaban Cantavieja, apropiándose de cañones, los que San Miguel había utilizado para el asalto a la población, cartuchos y fusiles y haciendo 400 prisioneros. Dos horas y media y 450 hombres bastaron a los carlistas para hacer ondear el pendón carlista en la plaza y castillo de Cantavieja, cuya toma había exigido a los cristinos movilizar la entera división del general San Miguel.
El 9 de mayo al llegar Cabrera a Cantavieja, mandó fusilar en el arrabal al gobernador de la plaza, teniente Manuel Fajardo, dándose cuartel al resto de los oficiales, entre los que se encontraba un alférez paisano y amigo de Cabañero “con quien anduvo todo el día en la mayor amistad”.
La toma de Cantavieja proporcionó a los carlistas la captura de varias piezas de artillería que San Miguel había usado en su asedio a la población, así como abundantes municiones y víveres.
Tras la reconquista de Cantavieja, Cabrera volvió a fijar allí el centro de sus operaciones y su agitada residencia. Mejoró considerablemente el antiguo hospital, y volvió a trasladar a él a los enfermos escondidos en las montañas. Cabrera aumentó la fábrica de fundición y se instalaron imprenta, talleres de vestuario, fábricas de pólvora y otros establecimientos y oficinas. Ramón O´Callaghan fue nombrado gobernador militar y político. Empezaron a funcionar las Comisiones nombradas antes de la toma de la plaza: Comisión Militar ejecutiva permanente, Comisión Eclesiastica, de Hacienda etc. De los paños y lienzos que Forcadell recogió en su expedición a Orihuela, se hicieron chaquetas y boinas, bajo la dirección de Lorenzo Cala como encargado del taller de vestuario. Se uniformaron cuatro batallones (2 de Valencia y 2 de Tortosa) y la caballería.
Luis Soler fue encargado de organizar cinco compañías de artillería, la fábrica de pólvora, una regular maestranza, dirigida por Gregorio Puelles, y la fundición de cañones.
Volvió a publicarse el Boletín del Ejército Real de Aragón, Valencia y Murcia, que salía a la luz los miércoles y los sábados. Era su director y redactor, dirigiendo la imprenta establecida en Cantavieja, el Padre Mariano Roquer, de la Orden de Predicadores, antiguo rector del colegio de Santo Domingo y San Jorge de Tortosa, en el que Cabrera había cursado estudios.

Acción de San Mateo (29 de abril de 1837)
Forcadell sitiaba San Mateo con el BI-I y el BI-II de Valencia y dos malas piezas de artillería fabricadas por los carlistas, de las cuales poco se podía esperar. Cabrera se situó entre Cantavieja y San Mateo, dispuesto a acudir a donde fuera necesaria su presencia. La situación se haría un poco difícil si el general Oréa operaba con gran esfuerzo. Pero al saber que Cantavieja había sido ocupada, dispuso que Llagostera, con el BI-I de Mora, reforzase a Forcadell; el se dirigió a Cantavieja, donde tomó un obús y dos cañones, con los que se encamina a San Mateo, construyendo en la noche del 29 de abril una batería, cuyo fuego abrió brecha. Los cristinos, que pertenecían al RI de Ceuta, se refugiaron en varios edificios; pero de pronto, un oficial, llamado Francisco de Paula Cordero, con 24 soldados, bajó por una cuerda del convento de Santo Domingo pasándose a Carlos V y a Cabrera. A estos siguieron otros, y Cabrera ordenó que varios oficiales con algunos voluntarios subieran por la misma cuerda, consiguiendo de este modo que se rindiera la guarnición del convento. Forzó la puerta de la villa, entró en ella, en las calles se libró fuerte combate, en el que vencieron los carlistas.
Se hicieron 470 prisioneros y se recogieron unas 700 armas. Al saber que Oráa había salido en socorro de San Mateo, Cabrera, después de haber destruido las fortificaciones, emprendió la marcha a La Cenia, donde fueron ejecutados los milicianos y francos prisioneros.
En realidad, Oráa atendió a socorrer la guarnición de Benicarló, muy apurada por el sitio mantenido por Miralles.