Guerras Carlistas Primera Guerra Carlista en el Maestrazgo Toma carlista de Morella

Primeras acciones carlistas en enero de 1838

Al comienzo de 1838, los carlistas dominaban la mayor parte del territorio del Maestrazgo y Bajo Aragón. Don Carlos había pedido a su ejército de Aragón que tratara de llamar la atención del gobierno hacia la guerra en el Levante, para dar respiro al Norte y dar oportunidad de rehacerse a los batallones que habían regresado tan maltrechos de la Expedición Real.

Cabrera marchó rápidamente a Puzol (Valencia), pillando a sus enemigos por sorpresa, ya que se le creía en Benasal (Castellón) o en Cantavieja. Así pues, mientras Oráa entraba en Teruel, el tortosino amenazaba Valencia y se llevaba un gran botín de víveres, caballos, dinero y rehenes de los pueblos de los alrededores. De esta manera pudo reponer los almacenes carlistas, que habían quedado exhaustos tras el paso de la Expedición Real por Valencia y Aragón. Acto seguido se presentó de improviso ante Lucena (Castellón), a la que puso sitio, aunque no pudo impedir que Oráa entrara en ella con un convoy, rompiendo así el bloqueo al que la habían sometido los carlistas.

Tras pasar unos días en Mirambel (Teruel), donde se hallaba la Junta Gubernativa, el jefe carlista emprendió una expedición al Bajo Aragón y riberas del Jalón y del Huerva, en la que capturó un importante botín. Más tarde empezó a preparar planes para apoderarse por sorpresa de Morella o de Peñíscola, aunque sin ningún éxito, al menos de momento. Lo que sí pudo hacer fue iniciar el bloqueo de la primera, gracias a la llegada de tres batallones castellanos, procedentes de la expedición de Zaratiegui.

Posteriormente, dio un permiso a sus hombres para que pasaran la Navidad con sus familias, después de lo cual volvió a ponerse al frente del ejército. Así pues, el 11 de enero de 1838 pasó el Ebro para atacar Falset (Tarragona), pero no pudo conseguirlo y hubo de retirarse tres días más tarde, al llegar a la zona fuerzas enemigas. Entonces se dirigió a Mirambel y Cantavieja para activar el acopio de víveres y pertrechos que necesitaba. Asimismo, envió a Tallada a Murcia y a Andalucía para conseguir caballos, aunque esta expedición terminó de forma desastrosa.

Cabrera delante de Cantavieja, en primer término los Ordenanzas de Cabrera con boinas verdes, casacas rojas y pantalones azules con franja roja, eran unos 100 jinetes armados con carabina y sable. Autor Augusto Ferrer Dalmau.

Toma carlista de Benicarló (27 de enero de 1838)

Recibió el coronel Solá la orden de trasladarse de Cabanes a Benicarló, el día 20 de enero, con el fin de apoderarse de dicha población, debiendo pasar por Alcalá de Chisvert, donde se le unirían los lanceros de Tortosa a las órdenes de su jefe, el coronel José de Lespinasse, quien llevaba como agregado al coronel Alejandro Andrés Gonzaga, conde de Murzynowski. El coronel Solá llegó a Alcalá de Chisvert (Castellón) el 21 de enero, donde partió la misma noche sobre Benicarló. La guarnición cristina de la plaza estaba compuesta por 2 compañías del RI provincial de Lugo, un destacamento de francos mandado por Valero y guardias nacionales.

Con el emplazamiento de la artillería carlista (5 piezas) en la noche del 22 quedó establecido el asedio, tomando el mando de las fuerzas sitiadoras el general Cabrera, quien intimó la rendición, siendo rechazada la oferta. Entonces comenzó el fuego de la artillería carlista, lo que permitió a los carlistas tomar los arrabales. Los cristinos se refugiaron en la iglesia, pero la batería establecida por Cabrera hizo grandes destrozos en la torre de la misma. Después de interrumpir el fuego durante la noche, el bombardeo siguió durante el día 24 y, de nuevo después de suspensión, se reanudó en la madrugada del 25 de enero.

Un buque de la Royal Navy se aproximó el día 26 para bombardear el campamento carlista, por lo que el general Cabrera llamó al vicecónsul de Inglaterra Diego O’Connor anunciándole que estaba dispuesto a que su artillería respondiera al fuego de los ingleses y con prender al cónsul británico. El vicecónsul consiguió que el capitán del buque renunciara a intervenir y que se retirara, lo que desalentó a los defensores, que no veían llegar socorros de Peñíscola, ni a las tropas de Oráa que sabían estaban en Valencia, ni tampoco las de Borso di Carminati que estaba en Sagunto.

Al mismo tiempo supieron que los sitiadores habían recibido el refuerzo del BI-I, BI-II y BI-III de Valencia. Los carlistas continuaron entonces el ataque a la población; Cabrero llamó al vicecónsul O’Connor para negociar la rendición. Los defensores convencidos de que no podían prolongar la resistencia y creyendo que nadie pensaba en socorrerlos, comisionaron al teniente Manuel Quiñones, del provincial de Lugo, para que formalizara la capitulación que quedó ajustada el 27 a las cinco de la tarde.

Allí capturaron 50 prisioneros, 17 caballos, 400 fusiles y 7 piezas de artillería (5 cañones, una culebrina y un obús), 3.000 granadas de mano y 18 carros cargados de pertrechos y municiones, obteniendo de la población civil 8.000 duros y numerosos barriles de vino.

Intento de toma de Vinaroz

Sin embargo, en esta ocasión Cabrera fue engañado por el oficial de francos llamado Valero. Este le prometió que, si le garantizaba la vida, le entregaría Vinaroz, donde se presentaría con su partida como si hubieran podido escapar de Benicarló.

Cabrera accedió a ello, conviniéndose en que marcharían sobre Vinaroz los partidarios de Valero con los tres batallones valencianos, más el BI-II de Tortosa, todo a las órdenes del coronel José Boix. Pero Valerose se adelantó con su hermano entrando en Vinaroz, donde advirtió a la guarnición de la proximidad de los carlistas. Los cristinos, que habían recibido el día 2 de febrero el refuerzo de dos compañías del RI Fijo de Ceuta desde la plaza, hicieron fuego a los realistas, matando a un sargento del BI-II de Tortosa. El coronel Boix, comprendiendo el engaño que había sufrido, se retiró llevándose prisioneros a todos los de la partida de Valero.

Sin embargo, esto se olvidó cuando llegaron las noticias de la toma de Morella, gracias a un audaz golpe de mano de las fuerzas carlistas. Cabrera se dirigió entonces hacia la capital de Los Puertos, donde entró el 31 de enero, entre las aclamaciones del vecindario. Después permaneció allí cuatro días, organizando la defensa de la plaza, dando destinos y premiando a los que habían conseguido tomar la población.

Toma carlista de Morella

Morella era considerada la llave para acceder al Maestrazgo y al Mediterráneo desde el Norte, nudo de enlace entre Aragón y Valencia y fortaleza a cuyo abrigo un cuerpo de tropas podía maniobrar libremente dominando toda la comarca. Para los carlistas, ser dueños de Morella era serlo del Maestrazgo y del Bajo Ebro, era obligar a las tropas cristinas a cambiar las condiciones de la guerra, a partir desde la circunferencia al centro, en lugar de hacerlo desde el centro a la periferia. Si conquistaban Morella y un punto de apoyo más en la costa, como Peñíscola, por ejemplo, los liberales se verían obligados a pasar a la defensiva, con grandes posibilidades de perder la guerra.

Oraá conocía la importancia de la plaza y las dificultades a las que estaba sometida por el bloqueo; pero juzgaba su conquista por los carlistas como imposible, dada su escasísima artillería, por lo que no deseaba distraer fuerzas en acudir en su defensa, sacándolas de otros lugares donde su presencia se consideraba más crucial.

Los carlistas dominaban las masías y alturas que circunvalan la capital de los Puertos y habían cortado el agua que suministraba a las fuentes de la ciudad. El coronel Portillo, gobernador militar de la plaza, resistía tranquilo la situación, pues le parecían efectivos insignificantes para poner en riesgo la seguridad de una ciudad poderosamente fortificada como Morella, inexpugnable por bloqueo.

Morena venía siendo bloqueada por la División castellana del coronel Delgado, compuesta por el BI-II y el BI-III de Burgos y el BI-I de Valladolid.

Los carlistas cada día imaginaban nuevas formas de intentar la conquista. El 19 de enero de 1838 se presentó a uno de los jefes de puesto carlistas un artillero desertor de la plaza llamado Ramón Orgué, comunicando al jefe del puesto que había preparado un plan que les permitiría entrar en el castillo. El plan consistía en que, en la garita que había frente al cuerpo de guardia del castillo, había un retrete sin guardia ni tubería de ninguna clase, que podría alcanzarse por medio de una escalera, y quitando el asiento de madera que él había desencajado y preparado, podrían penetrar en el castillo.

La ocasión se presentó la noche del 25 de enero, día crudo y sombrío en que una fuerte nevada había dejado las montañas cubiertas. A las cuatro y cuarto de la madrugada, después de llegar a la base de la roca sobre la que se alza el castillo, comenzaron a trepar los voluntarios en el orden preasignado, el primero el desertor, seguido por el teniente Pedro Alió, con varios soldados a la peña donde debía emplazarse la segunda escala; pero como que esta no llegaba hasta lo alto del muro, los tres gastadores la sostuvieron a pulso mientras subían sus compañeros. El primero en subir esta segunda escala, a las cuatro y media de la mañana, fue el soldado Ramón Orgué, que hacía pocos días, el 19 de enero, se había escapado de Morena para pasarse a los carlistas; el segundo en subir fue el soldado Manuel Martínez; a este le seguía el teniente Alió y a continuación José Franch y Juan Donato, y así hasta veinte.

Cuando estuvieron estos arriba, comenzó el ascenso del resto de la fuerza, que tenía a sus órdenes el teniente Alió, todos voluntarios del BI-II de Burgos, que estaban mandados una sección por el subteniente Miguel Vidal y otra sección a las órdenes del subteniente Juan Lucas, cayendo de improviso sobre la guardia que opuso inútil resistencia encerrados en el cuerpo de guardia. Dueños los carlistas de la fortaleza, se apoderaron de las armas y municiones y enviaron a las tropas apostadas en el exterior la señal convenida, mientras más voluntarios subían sin cesar por el muro.

El gobernador Portillo con la guarnición y milicianos trataron de reconquistar el castillo, pero fueron repelidos por los carlistas que habían reforzado la entrada del mismo a fuerza de balas y granadas, obligando a los cristinos a abandonar la plaza.

Al amanecer, varios disparos de cañón anunciaron que Morella había caído y horas más tarde el teniente Alió entregaba las llaves de la ciudad al jefe de la brigada castellana, José María Delgado.

Cabrera se apoderaba de Benicarló prácticamente al mismo tiempo en que recibía la noticia de la toma de Morella. Eufórico por ambas conquistas, recibió la felicitación de todos sus jefes y oficiales, redactando sin demora los partes para don Carlos y la Junta Gubernativa.

La caída de Morella en poder de los carlistas cortó por completo para los liberales la comunicación directa entre el Bajo Aragón, Norte y Valencia, lo que obligaba al enemigo a una gran dispersión de fuerzas. Además, la conquista de la plaza dejó en poder de los carlistas 11 cañones, bastante acopio de víveres y municiones.

Tropas carlistas entrando en Morella el 5 de enero de 1838. El general Ramón Cabrera montado en un caballo tordo observa la entrada. Autor Augusto Ferrer Dalmau.

El 31 de enero, cinco días después de la toma de la plaza, Cabrera hacía su entrada triunfal en Morella en medio de las aclamaciones del vecindario, las bandas de los batallones castellanos, el repique de campanas y las salvas de artillería.

Morella se convirtió en capital de la comandancia militar carlista de Valencia y Aragón y de toda la zona del Maestrazgo. La toma de Morella por Cabrera aumentó enormemente la popularidad del caudillo carlista, extendiéndose su fama más allá de nuestras fronteras.

El jefe del ejército cristino del Centro, general Oraá, abrumado y lleno de amargura, escribió al gobierno, informándole de la pérdida de la plaza. En su comunicación se lamentaba, una vez más, de la penosa situación del ejército bajo su mando, que apenas le permitía ya mantenerse ni a la defensiva frente al creciente poderío de su rival. Su queja apenas contaría con oídos en un gobierno al que por entonces la guerra en Aragón y Valencia le parecía mucho más lejana que el riesgo carlista que siempre veía a las puertas de Madrid.

Otros muchos encuentros y escaramuzas tuvieron lugar por aquellas mismas fechas en distintos puntos del Maestrazgo, Valencia y Bajo Aragón entre destacamentos realistas y constitucionales, con distinta suerte para uno y otro bando.

Intercambio de prisioneros

Un feliz acontecimiento vino a dar reposo a los horrores de la guerra. El canje de prisioneros que iba a incluir a los carlistas de Arcos de la Cantera (Cuenca) y los cristinos de Villar de los Navarros (Zaragoza), a los milicianos de Zaragoza prisioneros de los carlistas y los realistas que habían quedado presos en dicha ciudad. Precedió una correspondencia entre Oráa y Cabrera, iniciada el 19 de febrero por el general cristino, quien propuso canjear los prisioneros de Arcos de la Cantera por los de Villar de los Navarros, y al mismo tiempo proponía el canje general de milicianos y francos. Cabrera contestó el 8 de marzo haciendo notar que entre los prisioneros de Arcos de la Cantera no figuraban en la lista dada los oficiales don José Costa, Vicente de Baquer y Antonio Querol, y que si en las listas dadas el año anterior faltaban nombres de los prisioneros de Herrera, era debido a los hechos ocurridos.

Oráa contestó el 20 de marzo con dos oficios acusando a los carlistas de crueldad con los prisioneros de Villar de los Navarros y, en fin, aceptaba que se hiciera el canje en Sagunto. Por el segundo oficio de esta fecha amenazaba Oráa en tomar represalias con los 2.500 prisioneros que decía tener. Cabrera contestó el 26 de marzo señalando el poco interés que tenían los liberales para el canje, como se demostraba por lo ocurrido después del 25 de septiembre del año anterior.

Afortunadamente, aquel mismo día 26 de marzo se procedió al primer canje en Segorbe, entregando los carlistas el brigadier Solano, 4 capitanes, 9 tenientes, 23 subtenientes, 10 sargentos primeros, 24 sargentos segundos y 226 cabos y soldados procedentes de la batalla de Villar de los Navarros. De momento no se hablaba de los milicianos, pues en oficio de la misma fecha, Cabrera, comunicando a Oráa, había expresado la diferencia que tenían tanto de milicianos como de francos con los oficiales del ejército.

En una nueva comunicación de Oráa del 29 de marzo dirigida a Cabrera, este proponía proseguir los canjes, efectuándose el 30 de marzo en Belchite la de los prisioneros de una y otra parte hechos el 5 de marzo en Zaragoza. El día 29 Oráa había propuesto el canje de Miguel Temprado, miliciano prisionero en Morena, a lo que accedió en comunicación de Cabrera para que se le entregara a Manuel María Morón, que se hallaba preso en Valladolid. Morón había sido el sacerdote que recogió y curó a Cabrera después de la acción de Arévalo de la Sierra.

Oráa proponía entablar negociaciones verbales para llegar a un convenio para regularizar la guerra; daba Cabrera su asentimiento. En esta misma comunicación, participaría doña Juliana Sánchez y Palencia, esposa del coronel Ramón Rodríguez Cano; le manifestaba que podía ser canjeado su esposo, lo que participaba que él daba su consentimiento.

Acciones en el mes de abril de 1838

Cabrera ordenó fortificar Villahermosa del Río (Castellón) y dispuso algunas modificaciones en los mandos, dando la comandancia general de la División del Turia al coronel Domingo y Arnau en sustitución de Tallada, y el de la Primera brigada de la división de Tortosa al coronel Manuel Feliú.

A finales de marzo salió en nueva incursión por la provincia de Guadalajara la fuerza mandada por el coronel Cabañero. El 16 de abril, se libró un combate en Borriol (Castellón), pero la atención se fijó en las operaciones que se realizaron en Calanda.

El coronel Llangostera recibió el 18 de abril la orden de estrechar el bloqueo de aquella población aragonesa, saliendo de Morella en este mismo día el general Cabrera con la artillería. Emplazada esta, comenzó el bombardeo, dándose luego el asalto, apoderándose los carlistas del pueblo y rindiéndose el fuerte de Santa Bárbara, mientras que los que guarnecían el de San Blas buscaban refugio en el castillo y en el convento de capuchinos. El convento fue tomado al asalto por el BI-II de Tortosa y el 21 de abril se entregaba el castillo, quedando prisioneros de los carlistas 293 hombres, entre ellos el comandante y 19 oficiales; 412 fusiles, 16 caballos y otros efectos de boca y guerra formaban el botín.

Después de la toma de Calanda, Cabrera regresó a Morella, disponiendo que los batallones recorrieran el territorio aragonés en las proximidades de aquella población. Una de esas fuerzas marchó por Belchite, pasando por Fuendetodos, Azuara y Paniza hasta Cariñena.

El 26 de abril fuerzas carlistas entraban en Chelva (Valencia). El coronel Feliú con el BI-II de Tortosa se unió a Cabrera el 27 cuando el jefe carlista se dirigía a Alcorisa (Teruel) con dos piezas de artillería. La guarnición de Alcoriza abandonó el pueblo, por lo que entraron fácilmente los carlistas, apoderándose de un depósito de víveres de los cristinos. El 27 era Cabañero el que entraba en la ciudad de Calatayud (Zaragoza). De nuevo encontramos a Cabrera el día 30 de abril, que con el BI-II de Tortosa, los lanceros de Tortosa y dos piezas de artillería se presentó delante de Samper de Calanda (Teruel), cuya guarnición se rindió a las dos horas.

Acciones en el mes de mayo de 1838

De Samper de Calanda, el general Cabrera marchó sobre Alcañiz el 2 de mayo, y el día 3 ya tenía emplazada su artillería abriendo el fuego. En la noche del 4 se dio el asalto llevado a cabo por el BI-I de Tortosa, el BI-I de Mora y BI-II de Tortosa y la caballería de tiradores de Aragón que mandaba Bosque; se libró un fuerte combate dentro de la población y muy particularmente en el convento de San Francisco. Los carlistas habían penetrado en este edificio, pero el hundimiento de parte del mismo les obligó a replegarse.

Cuando supo Cabrera que acudían en socorro de Alcañiz las columnas de Oráa, San Miguel y Abecia, levantó el sitio retirándose a Castelserás y Calanda.

Una prueba de la inquietud y temor de los cristinos ante los progresos de las tropas de Cabrera lo da un incidente ocurrido en Teruel el día 2 de mayo. Un soldado de la guarnición dijo que había visto por el camino de Villel un batallón carlista, produciéndose gran alarma, bullicio y temor en la ciudad, tomándose grandes precauciones, pues se creyó que se acercaba Cabrera para atacarla. Resultó que lo que había visto era un simple hombre que además era un desertor.

El 6 de mayo, al frente de un centenar de hombres de su disuelta división expedicionaria, se incorporaba a las fuerzas de Cabrera entre Castelserás y Calanda el brigadier conde de Negri. Como todos eran de caballería, se formó un escuadrón que operó en la defensa de Morella. El día 15, los batallones mandados por Barrera, Andreu y Bonet trataron de sorprender a la columna de Borso di Carminati en Onda (Castellón), aunque sin éxito. El 20 se libraba un combate entre Alicora y Figueroles (Castellón) y el 21 el brigadier Forcadell atacó las fortificaciones de Chiva (Valencía), pero la población fue socorrida por la columna de Froilán Méndez Vigo.

Acciones en el mes de junio de 1838

El mes de junio se inició con la derrota de una columna cristina en La Yesa (Valencia) por las fuerzas mandadas por el coronel Domingo y Arnau, quien recogió sobre el campo de su victoria 134 prisioneros y 60 enemigos muertos; 150 fusiles, tres caballos y dos cargas de municiones. A continuación, el mismo jefe sorprendió Benaguacil (Valencia), haciendo prisioneros a 22 cristinos y apoderándose de 14 caballos, 36 fusiles y otros efectos. De los prisioneros de La Yesa, 46 que pertenecían a las partidas de Truquet y Pujades fueron fusilados por haber tomado parte en el incendio del hospital de Chelva y el asesinato de los heridos carlistas.

En Muniesa (Zaragoza) se libró otra acción el 7 de junio en la que lucharon las fuerzas de Llangostera contra la columna del general cristino don Santos San Miguel. Este fue derrotado, por lo que se retiró a Albalate del Arzobispo, no sin dejar en manos de los carlistas varios prisioneros. Sus pérdidas fueron cuantiosas: entre los muertos, un jefe de caballería, José Foxá, y herido otro también de caballería, Antonio Ibars. En el mismo Muniesa se volvió a registrar una pequeña acción pocos días después, el 15 de junio.

Más importancia tuvo la que libró el brigadier Forcadell contra el general Amor en Azuébar (Castellón) el día 21. Forcadell llevaba el BI-IV de Valencia y parte del BI-V y del BI-VI de la misma provincia, con alguna caballería valenciana. Los cristinos, que habían pasado fácilmente Sot de Ferrer (Castellón), atacaron Azuébar (Castellón), pero fueron batidos, teniendo que replegarse tratando de hacerse fuertes en el puente de Soneja (Castellón), de donde fueron también desalojados.

A finales del mes, una fuerza carlista entraba en El Burgo de Ebro (Zaragoza).

Acciones en el mes de julio de 1838

A comienzos de julio los cristinos pudieron entrar un convoy en Lucena, bloqueada por el coronel Beltrán con el BI-I y el BI-II de Tortosa. Fue la columna de Borso di Carminati la que consiguió hacerlo el día 6 por la mañana, pero salió inmediatamente para Castellón. Pero el acontecimiento cumbre de la campaña del Maestrazgo va a iniciarse en este mes de julio: El sitio de Morella por Oráa y la defensa de la plaza por Cabrera.

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2025-12-05. Última modificacion 2025-12-05.
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