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Operaciones en Castilla la Nueva en 1834
Las operaciones tuvieron lugar en las llanuras de La Mancha y en los montes de Toledo. En la comandancia general carlista de La Mancha, tenía incluidas las comarcas de Sierra Morena y Sierra de Alcaráz en la provincia de Jaén y parte de la provincia de Albacete. Otro teatro de operaciones estaba situado en la provincia de Guadalajara, colindante con Cuenca y Toledo, que era lo que se denominaba la comandancia general carlista de Castilla la Nueva.
La mancha tuvo su primer comandante general en Manuel Adame, alias el Locho, por haber sido en su juventud porquerizo. Durante la Guerra de la Independencia fue un guerrillero temido por los franceses en la Mancha.
A primeros de enero de 1834, la partida carlista mandada por Ramírez quedaba disuelta en los montes de Toledo por haber caído prisionero su jefe al ser batidos en Némbroca (Toledo). El 24 de enero, entraba en Miraflores de la Sierra, Madrid, una partida montada. El 12 de marzo, en las sierras de la Tejera y Hoya de Tamaral, en el término municipal de Piedrabuena (Ciudad Real), las fuerzas mandadas por Adame combatían con la columna móvil del capitán Lorenzo Benítez del RCL-3 de Extremadura.
En Villasequilla de Yepes (Toledo), los carlistas amagaron con un ataque, que resultó infructuoso. A finales de marzo, entraron los voluntarios aragoneses mandados por Carnicer en la provincia de Guadalajara, realizando una breve incursión en el señorío de la Molina y pasando por Salvacañete (Cuenca), regresando luego a Aragón por la parte de la Sierra de Albarracín.
Adame, después de una ligera incursión en tierras extremeñas, regresó el 13 de abril atacando la población de Villarubia de los Ojos (Ciudad Real). Fue rechazado y se replegó a Arenas de San Juan y de allí marchó a Carrizosa, pero al día siguiente 14, tuvo un enfrentamiento en Ruidera con una columna mandada por el coronel José Bessieres, lo que motivó la alarma general en La Mancha al comunicar que la “facción del Locho” había sido destruida. Poco después, Adame se presentó en Villarrubia de los Ojos con 150 infantes y 27 caballos; al llegar refuerzos, se retiró a la parte de La Solana (Ciudad Real), llevándose prisionero al alférez de caballería del RCL-3 de Extremadura, siendo puesta en libertad para que intercediera por los prisioneros carlistas que había perdido en el combate.
El 20 de abril, Adame estaba en la provincia de Toledo. Otra partida carlista que mandaba Benito Cuerva, alias el Lobito, entraba en Urda (Toledo); mientras que otros jefes como Tercero, Eugenio Barba, Vicente Pérez Ventero, oficial del RI-3 del Príncipe, y Santiago Corniel, alias el Rompe, levantaban nuevas partidas. Operaba contra Cuerva la columna cristina del capitán Felipe Mendicuti, sin que pudiera darle alcance.
El 17 de abril, se combatía en Villamayor de Calatrava por fuerzas mandadas por Eugenio Barba; el 18 se luchaba en Malagón (Ciudad Real) y el 20 se combatía en Fuente del Fresno. También causaba quebranto la partida que mandaba Rujeros.
Una partida cristina que corría las márgenes del río Guadiana y que había salido de Daimiel, capturó a Santiago Corniel y mató, al intentar defenderse, al Miguel Núñez de Arena, alias el Pastor. A finales de abril fue fusilado en Ciudad Real Jose González, alias Pepón, natural y vecino de Villamayor de Calatrava, que había sido hecho prisionero poco antes.
En Almagro fue fusilado Pedro Sánchez Barba, alias el Mantecas, cuando ya había muerto en el lugar llamado Jandulilla, cerca de Mestanza (Ciudad Real), el conocido guerrillero Eugenio Barba, mientras caía prisionero Juan Díaz Rodero, segundo jefe de la partida de Eugenio Barba. La partida levantada en la provincia de Guadalajara por el Cura de La Badera fue deshecha en Brochale (Teruel) por fuerzas de voluntarios cristinos de Alustán.
El 2 de mayo, la partida mandada por Santiago Carrasco, escribano de la Torre de Esteban Hambrán, combatía en Navas del Rey (Madrid), y luego entraba victoriosa en dicho pueblo de la Torre. El 19 de mayo, una partida extremeña que mandaba Alfonso Muñoz, tuvo escaramuzas en los alrededores de Miguelturra.
Por la zona de Guadalajara, Carnicer hacía una incursión por el Señorío de Molina y avanzaba hasta el Pobo, luchando contra una fuerza mandada por el coronel Ramón Rebollo en Pedregal, el día 8 de junio. En la provincia de Ciudad Real, una columna mandada por el capitán Félix y Imedio del RCL-3 de Extremadura se encontraba con una partida mandada por Benito Cuerva, alias el Lobito, siendo el guerrillero gravemente herido en los montes de Valdeseoso; Cuerva se refugió en Manzanares para curarse de sus heridas, pero fue descubierto, arrestado y fusilado. El 6 de junio, atacaron los carlistas Horcajo de los Montes (Ciudad Real), y la víspera hostigaron Retuerta de Bullaque (Ciudad Real).
Pedro Recio, Santiago Carrasco, el escribano de Torre de Esteban Hambrán, Perfecto Sánchez y el más célebre de todos, Antonio García de Parra, alias el Orejita, atemorizaron a los carlistas, y sus incursiones llegaron a las provincias de Jaén y Córdoba, al igual que había hecho anteriormente Adama. Otros menos conocidos fueron un tal Víctor, natural de Fuente del Fresno (Ciudad Real), Juan Junco, alias el Gallego, natural de Olias del Rey (Toledo), y por último Froilán Calero, que moriría en acción luchando en un lugar llamado Peña Negra, combatiendo contra el capitán cristino Lorenzo Benítez.
En el mes de julio, se levantó una partida entre Poyos y Buendía (Guadalajara), entre Guardiela y Huete con elementos de dichos pueblos y del de Isabela, que fue abatida en Arbeteta (Guadalajara), al pie de los picos de Viana el 24 de julio, por la columna cristina mandada por el Tcol Ramón Exino.
El 9 de agosto, se combatía en Villanueva de Sagra y en Lominchar (Toledo) por las fuerzas carlistas que mandaba el guerrillero Carrasco, que disponía de 120 caballos y 90 infantes. En su auxilio acudió Recio con 200 hombres; se defendieron contra la fuerza de caballería mandada por el capitán José de la Vega, y luego se dispersaron, volviendo a reunirse para combatir en los montes del Duque contra destacamentos a las órdenes del teniente de caballería Rafael León y Navarrete. Ese mismo día, la partida del Gallego se la veía combatir en Olias del Rey (Toledo). Por esas fechas se levantaba una partida mandada por Antonio Ruiz, alias el Perejil, en Moyá (Cuenca), pero no pudo sostenerse mucho tiempo y marchó a reunirse con las fuerzas aragonesas y valencianas en el Maestrazgo.
A primeros de septiembre, entre Villaverde del Ducado y Luzaga (Guadalajara), hubo un combate entre las fuerzas cristinas del capitán de ingenieros Martín de Villota y las fuerzas carlistas de José Ballesteros, alias el Tirador de Luzaga, en la que este fue herido y hecho prisionero. En este mismo septiembre, en los montes de Valdeyerro y Barranco del Nabo, cerca del cortijo de Malagón por la parte de Yébenes (Toledo), en la falda meridional de los montes de Yébenes, el guerrillero Víctor combatía con la columna cristina que mandaba el capitán Pelaez.
El 20 de octubre, se combatió en Peñalba de la Sierra (Guadalajara) por la partida del guerrillero Pablo Santos, que en el siguiente mes de noviembre cayó prisionero y fue fusilado por los cristinos.
El 25 de octubre, hubo en Gálvez (Toledo) un serio encuentro entre el guerrillero Juan Junco y el capitán Antonio Salguero; en esos días fue capturado su segundo Malavida en Argamasilla de Calatrava (Ciudad Real), cerca de Puertollano, en la casa conocida como El Rincón, entre Argamasilla y Aldea del Rey, sobre el río Jalón. Al luchar Junco contra fuerzas superiores que intentaban sorprenderlo.
La fuerza carlista de García Parra, tuvo un enfrentamiento en los montes de San Andrés (Ciudad Real) con una fuerza cristina, muriendo su segundo Hermenegildo Osorio, y prosiguiendo la campaña, combatiría en Valenzuela de Calatrava y en Valdeherreros, donde Parra volvió a batirse, continuando sus correrías y ganando adeptos.
Ningún jefe carlista alcanzaría tanta notoriedad como el coronel de tiradores de Carlos V, Antonio García Parra, entrando en poblaciones tan importantes como Piedrabuena (Ciudad Real). Otros combates que libraron los carlistas fueron en Luciana (Ciudad Real) contra el capitán cristino Calixto Vargas; otro en Abenojar (Ciudad Real) contra la del teniente Vicente Lobato; más tarde en Gálvez (Toledo) contra una fuerza del comandante Vicente Danderina; en los alrededores de Bargas (Toledo) contra los milicianos de ese pueblo.
El 29 de noviembre, en la sierra de la Dehesa del Castañar, cerca de Menasalbas (Toledo), se luchó contra los voluntarios carlistas de Perfecto Sánchez. En el mes de diciembre, en los montes de Porzuna, los carlistas de Juan Junco se unieron con los de Perfecto Sánchez, luchando contra una columna liberal que los superaba en fuerza, y que en vano intentó liquidarlos, porque la niebla y el conocimiento del terreno los ampararon de la persecución. En ese mismo mes, cerca de Corral de Calatrava, en el camino de Cabezarados, el guerrillero Jose Muñóz, alias el Centinela, natural de Miguelturra, moría luchando por la causa carlista.
Operaciones en Castilla la Nueva en 1835
A primeros de enero entraba en Arroba (Ciudad Real) la partida al mando de Venancío Sánchez Balmaseda, y se retiraba al aproximarse una fuerza de urbanos Herrera del Duque, mandada por el comandante Pérez Calderón. Pero Balmaseda no fue muy afortunado días más tarde, pues luchando contra una tropa de caballería cristina, al mando del alférez Vergana, moría en acción librada en las inmediaciones de la villa de Navalpino (Ciudad Real).
Al mismo tiempo, los hermanos Salazar, que recorrían la provincia de Guadalajara, habían caído prisioneros y fueron fusilados ambos en Cogolludo (Guadalajara), el 15 de enero, con lo que su partida quedó disuelta. Pero bien sabían los carlistas contestar a las sorpresas enemigas con otras sorpresas, y así, de noche, era sorprendida en una posada manchega un destacamento del RCL-5 de Albuera, mandado por el alférez Francisco López. Quedaron prisioneros de los carlistas, el oficial y los diez hombres que mandaba, pero los carlistas victoriosos se contentaron con llevarse los caballos, las armas y los equipajes, dejando en libertad a los prisioneros, rasgo de generosidad al que los cristinos no correspondieron.
Las fuerzas manchegas entraban el 31 de enero en el pueblo de Ballesteros, librándose una escaramuza con los urbanos de la localidad, mientras que otra partida de escasa importancia se tiroteaba con los cristinos en Villar del Pozo (Ciudad Real).
Entre la sierra de Peñas Blancas y Peralvillo, el 25 de febrero combatía un destacamento carlista una columna de infantería cristina, mandada por el teniente Castillo. Después del tiroteo, los carlistas se dispersaron. El 2 de marzo, una columna de caballería mandada por el alférez Percebal se encontró con una partida carlista mandada por Galán en un lugar conocido como las Peñas de Roble.
El mes de marzo comenzó con la sorpresa del pueblo de los Alares (Toledo), de escasa importancia, por la partida que mandaba el guerrillero Blas Romo, quien se presentó la noche del día 2, apoderándose de las armas que tenía el regidor en su casa. Los carlistas de las fuerzas que mandaba Rodríguez Cano se unieron a los que mandaban Perfecto Sánchez y Jerónimo para dar un golpe combinado, y el 3 invadieron los pueblos de Los Navalmorales y Navalucillos (Toledo). Contra esta fuerza marcharon tropas cristinas mandadas por el subteniente Solano Zabala. Los carlistas recogieron en ambos pueblos armas, municiones, víveres y efectos, y cuando estaban descansando en un lugar conocido como Vega de la Vecea, más abajo del Charco del Moro, se tirotearon con los cristinos de Solano Zabala. Dispersándose los carlistas. También se combatió en Puebla de Don Rodrigo (Ciudad Real).
A comienzos de abril, también fue sorprendido el pueblo de Los Yébenes (Toledo), donde se apoderaron los guerrilleros de un destacamento de 100 hombres, mandados por un capitán, respetando la vida de los prisioneros. El día 11, esos mismos voluntarios de Yebenes lucharon con tropas de caballería cristina, mandada por el comandante Campero, en el pueblo de Retuerta de Bullaque (Ciudad Real), y al dispersarse los carlistas, rescataron los cristinos al capitán Pelaez y a los demás prisioneros de Los Yébenes. La víspera de esta acción, los carlistas de otra partida habían entrado en Campillo de la Jara (Toledo), por lo que salió contra ellos una fuerza de la milicia urbana de Oropesa. Los carlistas se habían refugiado en una ermita llamada de Santa Perpetua, en una altura bastante pendiente y rodeada por su izquierda de olivares y cerros escabrosos y por los otros lados de tapias que circundaban varias cercas. Solo tenían dos salidas angostas; las fuerzas eran 24 los carlistas y 31 los cristinos; la lucha fue encarnizada, acabando con la dispersión de los carlistas. En la acción murió Pablo Balmaseda, que los cristinos consideraron que era el cabecilla.
Mientras todo esto ocurría, en las provincias de Ciudad Real y Toledo, también en la de Cuenca, los carlistas proseguían luchando en forma de pequeñas guerrillas. Un golpe importante fue la captura en una alquería en los alrededores de Cuenca del mariscal de campo carlista Isidoro Salazar, canónigo de la catedral.
Una escaramuza con una pequeña partida montada sostuvieron los urbanos en las inmediaciones de La Alberca de Záncara (Cuenca), y también en aquel mismo otra guerrilla montada sostuvo un tiroteo en las proximidades de Villar de Cañas (Cuenca). El 27 de abril, otra partida carlista entró en Robledo de Chavela (Madrid) y, cuando se retiraba en la escarpada sierra de Almenara entre dicho pueblo y el de Navas del Rey, se encontró con una columna móvil mandada por el Tcol Fernández Cuesta, librándose un violento tiroteo.
En los primeros días de mayo, la columna cristina que mandaba el capitán Benítez tuvo un encuentro con la partida carlista que mandaba Checa, en Majadas (Cuenca), en el que murió este guerrillero, así como el teniente carlista Escolástico Álvarez, no sin pérdidas por parte de los cristinos, pues fue herido gravemente el subteniente Pernía, del RI-9 provincial de Córdoba.
El día 6 de mayo, en los valles de Gálvez (Toledo), se libraba otro combate entre carlistas y cristinos. El día 15, se presentaron ante Puertollano (Ciudad Real) las fuerzas que mandaba el intrépido coronel carlista Antonio García de la Parra. Un grupo formado por el alcalde primero y por milicianos urbanos, se refugiaron en la torre de la iglesia, mientras que los carlistas penetraban en la población sin encontrar resistencia alguna. Aunque intercambiaron disparos entre los atacantes y los defensores de la torre, García de la Parra no consideró necesario reducir a aquel grupo de cristinos, y después de avituallarse y recoger las armas y municiones que estaban en el pueblo, sin causar daño alguno, se retiraron los carlistas.
En aquellos mismos días se presentaba en los alrededores de Corral de Calatrava (Ciudad Real), una nueva partida que mandaba el Esquilador de Miguelturra, según los cristinos.
A finales de mayo, se combatió en las alturas de la sierra, situada al sur de Pedro Muñoz (Ciudad Real). El 8 de junio, al regresar de una incursión por la provincia de Córdoba, el coronel García de la Parra fue alcanzado por una columna mandada por el capitán Vargas, en el puerto de Calatrava, continuándose el combate hasta las peñas en que se asienta el castillo de Calatrava. El comandante cristino Campero, habiendo avistado fuerzas carlistas en los alrededores de Alta (Cáceres), destacó parte de su caballería para que, al mando del teniente Duque, hostigara a los carlistas. Este los alcanzó en la Sierra de Sevilleja (Toledo), librándose el 20 de junio un combate en los alrededores de Bocedillo y dos días después se combatió todavía por los carlistas contra la citada partida de caballería.
Otros jefes carlistas habían ido apareciendo con fuerzas manchegas que operaban, bien en Castilla o bien en Andalucía. Entre los jefes que se habían levantado en armas, figuran en este tiempo el coronel Francisco Javier de la Lastra y Andrés Monzón, conocido por el Valenciano. Entraron en Almadén, pero no tuvieron la fortuna que otros, porque se presentó allí al instante el capitán de caballería Reiter y les batió y destrozó, muriendo a manos del soldado Casimiro Torres el cabecilla Monzón, quedando gravemente herido Lastra, que falleció al poco tiempo. Dejaron en la villa y en el campo 25 muertos.
Pronto los carlistas manchegos iban a tener un jefe a su frente: el brigadier Mir; pero desgraciadamente, la campaña de este militar fue muy corta, y su vida terminó cuando más se podía esperar para aliviar las provincias del Norte y del Este de la gran lucha que sostenían.
A comienzos de julio, se presenta en campaña un joven guerrillero, cuyo nombre ha de resonar con honor en las campañas carlistas; se trata de Mariano Peco. Apenas en campaña, libró combate en el valle de la Alcudia, en donde murió el capitán carlista don Silvestre Gómez. Tres columnas salieron en su persecución, las que mandaban el capitán López, el teniente Cantorna y el capitán Astraudi. En los montes de Hoyos, el capitán Astraudi y el teniente Cantorna combatieron contra una tropa carlista, mientras que el capitán López se enfrentaba en Valdehierro con otra pequeña partida, causando, entre las bajas carlistas, la del sacerdote Vicente Huerta, párroco de Romeral (Toledo), que murió en ese encuentro.
En aquellos mismos días, el teniente Carrasco, en un tiroteo por los montes y olivos de Valdosa, se apuntaba como único éxito la muerte de los voluntarios Elías Gutiérrez, alias el Cuquillo, y Félix de la Plaza. Incidente de escasa importancia fue la pugna librada el 23 de julio por García de la Parra contra el teniente cristino Alcázar, en Huertezuelas (Ciudad Real).
En el mes de agosto se señala una pequeña acción entre los milicianos urbanos de Villanueva de los Ojos, mandados por su jefe Lainez, contra una pequeña partida, en las estribaciones de la sierra de Alcaraz. Fuerzas de caballería carlista tuvieron un tiroteo contra otra de la tercera compañía de caballería cristina, entre Puerto Lápiche (Ciudad Real) y Madridejos (Toledo). En el barranco llamado del Quejigal o de las Víboras en los montes de Toledo, el capitán cristino Irola, comandante de la tercera compañía del citado escuadrón, libraba combate con una pequeña fuerza carlista, y allí murió el jefe de esta, Antonio Hernández.
En una rápida incursión por territorio de Andalucía, se adentró García de la Parra por la provincia de Jaén, y a su regreso a la Mancha libró un vivo combate favorable a sus armas en el Hoyo (Ciudad Real). El brigadier carlista Mir, que recorría Castilla y Extremadura, se presentó con sus fuerzas el 15 de agosto delante de Ciudad Real. La guarnición se defendió obstinadamente, y los caballos de Mir llegaron a pisar las calles de los arrabales de la capital de la provincia. Pero la proximidad de tropas cristinas que acudían en socorro de los atacados hizo que emprendieran la retirada, que efectuó ordenadamente, por escalones, demostrando a sus enemigos que los carlistas manchegos, cuando llegaba la ocasión, sabían batirse como tropas veteranas. El hecho de que un destacamento de caballería del brigadier Mir hubiera entrado en Ciudad Real asombró a cuantos desconocían las dotes de entereza, organización y valor que eran características en el jefe extremeño.
Desde entonces se exacerbó más el temor de los cristinos, y se esperaba por los carlistas que Castilla la Nueva y Extremadura pudieran ser teatro de una guerra regular. El 23 de agosto, se presenta el brigadier Mir en Hortezuelas, marchando luego a Almuradiel (Ciudad Real), de donde prosiguió su marcha a Venta de Cárdenas (Ciudad Real) y entró en Andalucía por el desfiladero de Despeñaperros. Acompañan al brigadier Mir tres jefes de prestigio: García de la Parra, muy conocedor de Sierra Morena y acostumbrado a incursiones por las provincias de Jaén y Córdoba; Rodríguez Cano, de valor a toda prueba, y Perfecto Sánchez, uno de los jefes de más prestigio en Castilla la Nueva. Desgraciadamente, esta incursión por la provincia de Jaén terminó con una desgraciada acción, en la que los carlistas, aunque se batieron con bizarría, llevaron las de perder, y se volvieron a la Mancha, tomando rumbos distintos, una vez divididos sus componentes.
El brigadier Mir cruzó la provincia de Ciudad Real por Picón y Porzuma, y de allí a Cristo del Espíritu Santo. Era seguido por la fuerza que mandaba el capitán cristino Pardillo, y ya estaba el brigadier en Los Cortijos, término de Fuente el Fresno (Ciudad Real), base principal y segura de los carlistas manchegos, cuando fue atacado por la columna de dicho capitán. Se libró el 29 de agosto, a partir de las diez de la mañana, violento combate, en el que halló la muerte el brigadier Isidoro Mir.
Muerto el brigadier Mir, fue nombrado para reemplazarlo el coronel José Jara, que había salido en campaña a las inmediatas órdenes del malogrado jefe carlista, y la lucha continuó. El 7 de septiembre y en el sitio conocido por Casa del Rostro, en los montes de Toledo, el Tcol Mora atacó de noche a una partida carlista. En el mismo día se combatía en Villamanrique (Ciudad Real); poco después, el comandante de la milicia de caballería de Mora (Toledo), Pintado, emprendió una operación contra los carlistas, que se apostaban en las alturas del monte de las Guadalerzas (Toledo), acción que duró más de tres horas, y en la que fue herido el jefe cristino.
La columna del capitán Pardillo había salido de Abenójar (Ciudad Real). Fue tiroteada por los carlistas al llegar a Navacerrada, y prosiguiendo la marcha, tuvo que combatir todavía en el lugar llamado de la Encarnación. Murió en este combate el oficial carlista Antonio Eraso, y cayeron prisioneros el guerrillero Pedro Recio, que había sido sargento del RCL-6, y el vecino natural de Abenójar Ramón Arévalo, alias el Bullagas. Conducidos a Abenójar, ambos fueron fusilados.
El 9 de septiembre, la partida que mandaba Antonio Recio entraba, a las nueve de la noche, en Chillón (Ciudad Real), donde permaneció hasta la madrugada, saliendo de la población al saber que se aproximaba una columna mandada por el capitán Fitor. Este emprendió su seguimiento y, en ruta a Gargantil y en un lugar conocido como Garganta de Padilla, se libró un combate entre ambas fuerzas.
El día 22, los carlistas aragoneses mandados por el coronel Cabrera se presentaron, después de pasar por Utiel, en la villa de Requena, produciendo la alarma en la población. El comandante de la población, Herrero, dispuso que saliera una tropa para reconocer al enemigo. Hubo un fuerte tiroteo y los cristinos se replegaron a la villa. Cabrera rodeó la ciudad como si fuera a bloquearla. Finalmente, los carlistas se retiraron por la llegada de una columna de socorro de Valencia.
Las últimas acciones de importancia de septiembre las realizó el coronel García de la Parra. El día 28, se encontraba en Mestanza (Ciudad Real) y marcharon contra él las columnas cristinas de los capitanes Serralta y Rubio. García de la Parra salió de la población y presentó combate junto al río Tablilla, y después del encuentro se replegó a Puerto Calero. Los cristinos trataron el día 29 forzar el puerto. La lucha fue dura hasta que el jefe carlista decidió dividir sus fuerzas, enviando la infantería a Solana del Pino y la caballería a El Hoyo. Las fuerzas cristinas siguieron a la caballería y acamparon junto al río Jándula, mientras los carlistas lo hacían en el pueblo. El 30 de septiembre, se combatió en El Hoyo; los carlistas habían sido reforzados por una partida al mando de José Fernández de unos 30 efectivos, y al parecer derrotaron a los cristinos.
El 10 de octubre, en Miedes de Pela (Guadalajara), hubo un combate entre una partida carlista mandada por el teniente de caballería Juan Mata, que había servido ya con distinción a las órdenes de Merino en 1823, contra fuerzas cristinas mandadas por el capitán Belber. En esta ocasión, el teniente Mata cayó prisionero, pero los carlistas lograron llevarse como rehén al alcalde segundo de Miedes, Melquiades Catalinas. El día 18, en las cercanías de Porzuma (Ciudad Real), los carlistas se tirotearon contra las fuerzas que mandaba el capitán Pardillo. Otro combate libraban los carlistas mandados por Cipriano Fernández contra la columna del capitán López, en la sierra de los Castillejos.
Durante este tiempo había sido relevado el comandante general de la Mancha y nombrado en su lugar Narciso López. Este dio una proclama dirigida a los manchegos, en la que califica a los carlistas de enemigos de la patria.
Los carlistas aragoneses al mando de Vicente Herrero, alias el Organista, penetraron en la provincia de Cuenca. El 11 de noviembre, estaban en Arcos de la Sierra cuando fueron atacados por la columna del coronel Morales. Aquellos mismos días, las fuerzas reunidas de Peco y de Tercero obtuvieron una brillante victoria en los desfiladeros del valle del Molino sobre la columna del capitán Parras, procedente de Navahermosa (Toledo). Los carlistas fueron batidos y tuvieron que replegarse a Navahermosa, siendo perseguidos hasta los mismos muros de la población; entre los muertos cristinos se encontraba el teniente de cazadores Peralta y 7 más.
El 25 de noviembre, en el valle de Santo Tomé (Toledo), fue sorprendido el guerrillero carlista Francisco Marín, alias el Chaleco, por fuerzas mandadas por el general Isidro, el comandante militar de Toledo. Los cristinos consiguieron hacer prisionero a Miguel Berna, desertor del BI-II de la Guardia Real, siendo fusilado inmediatamente. El día 26, hubo un combate en el lugar conocido como El Collado, en el barranco de las Estacas, en los montes de Guadalerzas (Toledo), entre fuerzas cristinas y las carlistas mandadas por Vicente Pérez Ventero. Formaba parte de las operaciones emprendidas por el general Isidro, que destacó además varias columnas auxiliares; una de las cuales, la mandada por el capitán López, consiguió en el valle de Valandrinos batir a una pequeña fuerza carlista, muriendo en el combate el teniente carlista Antonio Fuentes, alférez que había sido de caballería RCL-1 del Príncipe; siendo pasado por las armas en los Cortijos de Malagón.
En el mes de diciembre, los carlistas aragoneses mandados por el coronel Cabrera y que habían conseguido una brillante victoria en Terrer (Zaragoza), entraron por la provincia de Guadalajara. La noticia de la victoria carlista alborozó a los castellanos fronterizos a Aragón, pues creyendo que el alzamiento iba a repercutir en las tierras castellanas, después de tal victoria. En Sigüenza, al saberse el triunfo de las armas carlistas, se sublevó una parte de los milicianos; se fugaron la mayoría de ellos, al no poder apoderarse de la población, para unirse a otras fuerzas aragonesas que corrían la raya de la provincia de Soria.
Cabrera, en vez de dirigirse hacia Sigüenza, prefirió marchar hacia el Señorío de Molina, por donde el general cristino Palarea estaba reuniendo un fuerte contingente para atacarles. Entonces el general Cabrera decidió, el 14 de diciembre, dirigirse a Aragón, atravesando la serranía de Cuenca o las montañas de la Alcarria, entrando el 15 en Castilla la Nueva. Pernoctó en Tortuera (Guadalajara), mientras que la caballería mandada por el coronel Quílez se situaba en Pardos, en la misma provincia. Cuando estaban cerca de Molina de Aragón, Cabrera se vio precisado a tomar posiciones en el cerro de las Tejeras, cercano a dicha población. Atacados por Palarea, los carlistas vieron su centro desorganizado, y obligados a retroceder hasta llegar a las Heras, contiguas a Molina de Aragón, encontrándose allí con la caballería de Quílez. Se entabló de nuevo el combate con gran violencia, pero habiendo cargado la caballería cristina sobre el BI-II de Aragón, de nueva creación, ni pudo sostenerse y se replegó sobre el BI-IV; ambos lo hicieron desordenadamente sobre el BI-I, propagándose ese desorden en los de Tortosa y Valencia, y todos en dispersión descendieron de la colina, atravesando los muros de la ciudad, para repasar el río Gallo.
Mientras en la provincia de Guadalajara ocurrían estos sucesos, en la de Toledo se libraba el 17 de diciembre un fuerte combate en tierras el valle de Robledo, entre Urda y Fuente el Fresno, contra de las fuerzas cristinas que mandaba el capitán Lerma. También se combatía en Alcolea de Calatrava (Ciudad Real), dirigiéndose el tiroteo contra los cristinos mandados por el alférez Vélez. En Hontanar (Toledo), la columna cristina que mandaba el capitán Fernández sorprendía a las fuerzas carlistas que mandaba el guerrillero Faustino Bermejo, alias Zamarra, causándole algunas pérdidas.
El 20 de diciembre, en el lugar conocido por Raso del Granujal, se luchaba por la partida que mandaba don Miguel Ruano, alias el Apañao, natural de Toledo, y la columna que mandaba el subteniente cristino Valderrama, acción en la que recibió la muerte el guerrillero Ruano. El día 23, en Merjaliza (Toledo), a la una y media de la madrugada, era sorprendido el intrépido guerrillero Perfecto Sánchez por fuerzas de caballería al mando del capitán Duque y otras de infantería del teniente Muñoz Mosquera, guiados por un vecino de Navahermosa; siendo muerto en el combate el guerrillero, y expuesto su cadáver en Yébenes de Toledo.
El 22 de diciembre, en un reconocimiento del capitán Lerma por las inmediaciones de la Sierra de Guadalerza, hubo un tiroteo en el caserío de Labraza (Toledo), muriendo dos carlistas y cayendo otro prisionero, que fue pasado por las armas. Otro tiroteo hubo entre un grupo de nacionales de Almadén, mandados por el sargento Navarro, en la Majada de Valeros (Ciudad Real), quedando muertos los carlistas Pedro Cantero, Francisco Martínez, conocido por el Francho, y Saturnino Cargos. Por último, se cita el combate librado el 27 en Santa Ana de Pusa (Toledo) entre las fuerzas carlistas mandadas por Blas Romo y el capitán Reiter, jefe de una columna cristina. A fines de año, el brigadier López fue sustituido en el mando de las fuerzas cristinas de la Mancha por el brigadier Flinter.
Operaciones en Castilla la Vieja en 1836
Llegada de la expedición de Batanero
El 4 de febrero, había atravesado los límites de Soria y Guadalajara la pequeña columna expedicionaria del coronel Batanero, procedente de Judes (Soria). Muchos habían sido los mozos que se habían unido a la fuerza carlista del coronel jefe de la expedición. Más todavía han de ser los que se le agreguen en Castilla la Nueva, pero eran soldados bisoños, nada instruidos en el manejo de las armas y en la maniobra. Fueron una rémora para Batanero en vez de servirle de auxilio. Aquellos nuevos voluntarios bisoños se le desorganizarían cuando la caballería de la Guardia cargase contra ellos, y constituyen un verdadero lastre para los expedicionarios.
Por Canredondo (Guadalajara), la columna de Batanero llegó a la importante villa de Cifuentes, la que ocupó, habiéndola abandonado la guarnición. Creció el temor en toda la provincia y a muchos les parecía que Batanero, con su decisión, no encontraría fuerzas que lleguen a frenarle.
El cuerpo expedicionario de Batanero prosiguió su marcha a Trillo y, al llegar al puente sobre el río Tajo, fuerzas mandadas por el brigadier Sierra y compuestas de 500 cazadores de la Guardia Real y 60 caballos que montaban coraceros de la misma, presentaron combate. Acudió también a Trillo la columna mandada por el coronel Manuel Herrero, que se titulaba partida auxiliar de la correspondencia del gobierno en la carretera de Aragón. Además de los 60 coraceros, intervinieron en la acción fuerzas del RC-2 de la Reina, seguido de caballería a las órdenes del coronel Jose Abecia. En cuanto a la infantería, no solamente actuaban los cazadores del RC-4 de la Guardia Real, sino que además los zapadores del tercer regimiento de la misma Guardia y granaderos de la Guardia Real Provincial. En el puente de Trillo hubo una maniobra de cobertura, que Batanero dispuso para proteger la retirada del grueso de sus voluntarios. Los cristinos atacaron, consiguiendo tomar el puente, sufriendo muchas bajas, entre ellas los alféreces de coraceros, Fernando San Cristóbal y Benito Frande. Los cristinos no persiguieron a los expedicionarios, que marcharon a Viana de Mondeja, en los montes de las Tetas de Viana, y de allí, atravesando la Sierra de Montiel, entraron en Villaescusa de Palosito (Guadalajara). Los cristinos se atribuyeron una gran victoria en la que habían destruido la fuerza expedicionaria.

Batanero prosiguió su marcha desde Villaescusa de Palositos y se dirigió a la provincia de Cuenca y amenazó la ciudad de Priego. La ciudad se libró por haber acudido el comandante general cristino de esta provincia, brigadier López, a dicha población. A partir de este momento es difícil seguir la marcha de Batanero, pues en realidad el ejercer franco dominio en la parte oriental de la provincia de Cuenca, y entrando de nuevo en la de Guadalajara, pasó por Povera de la Sierra, y después de atravesar de nuevo el río Tajo y los ríos Cabrillas y Bullones, afluentes del Gallo, llegó a Tierzo, a las puertas casi de Molina de Aragón. Las columnas cristinas andaban tan descaminadas que, en Tierzo, por una confusión que nadie explica, chocaron las fuerzas del brigadier Sierra con las del gobernador militar de Cuenca, sufriendo ambas una pérdida de más de 20 muertos. Y es que Batanero había maniobrado con habilidad extraordinaria, deslizándose entre las dos fuerzas enemigas, y mientras estas se entretenían tiroteándose, se escurría hacia las proximidades de los pinares que pueblan aquel sector entre las riberas del Tajo.
Para poder despistar a las columnas cristinas, Batanero contramarchó posteriormente hacia Molina de Aragón, donde fue “agasajado por el vecindario”, yendo luego a Sigüenza, pasando por Alcolea del Pinar, continuando por Almadrones y Jadraque para, tras salvar el río Henares, remontar el curso del Cañamares hasta Pinilla de Jadraque, siguiendo luego dirección norte hasta Atienza, donde entró el día 15 de febrero.
Desde Atienza y virando a su izquierda, se dirigieron a Majaelrayo y desde allí, hacia el sur, a Tamajón, lo que parece indicar el claro deseo de Batanero de permanecer en la provincia de Guadalajara.
El día 19 de febrero, fueron alcanzados por la columna del comandante Fermín Aguado en Beleña de Sorbe, al sur de Tamajón (Guadalajara), sufriendo una derrota que permitió la fuga del prisionero Carrillo Manrique, que se fugó tirándose de la mula que montaba. Como resultado de aquel encuentro, se vieron obligados a marchar a Tamajón de nuevo, abandonando la ruta seguida y de allí a Valdepeñas de la Sierra y, siguiendo la sierra Concha, a Colmenar de la Sierra, por donde volvieron a la provincia de Segovia. La campaña de Batanero en la provincia de Guadalajara había terminado.
Acciones en el primer semestre de 1836
La columna del Tcol Francisco Javier Pardillo persiguiendo al guerrillero carlista Junco a la salida de Ballesteros, concentraba toda su fuerza para acosar a un solo hombre de aquella partida, lo, que conseguía en las inmediaciones de Miguelturra (Ciudad Real) el 5 de enero, apoderándose del carlista José Molina, alias Pan Blanco, natural de dicha Miguelturra, quien, aunque herido en el combate que había librado, fue puesto delante del pelotón en su pueblo natal el 8 de enero. En una sorpresa nocturna en el pueblo de Gargantiel (Ciudad Real), realizada por una fuerza que duplicaba a la escasa de la partida que en ella pernoctaba, moría Eulogio Arroyo, quien, indultado anteriormente, había vuelto a empuñar las armas por Carlos V.
En ese mes de enero en Navas de Estena (Ciudad Real) había muerto el guerrillero Escarpizo y que en un despoblado de El Molinillo (Ciudad Real) había hallado su muerte el conocido por el Aparecido. Entre las victorias carlistas se encuentra la acción que en la sierra de la Huerta Vieja (Ciudad Real) libraba la columna del liberal Luis Tenorio contra las fuerzas que mandaba el intrépido Peco. El combate fue un fuerte descalabro para los cristinos, en el que su columna maltrecha se vio obligada a retirarse, acosada constantemente por la caballería carlista.
La comandancia general carlista de La Mancha la tenía el coronel Jara, quien, dando impulso a la sublevación, supo alcanzar brillantes éxitos. Francisco Marín Chaleco consiguió derrotar al enemigo en Los Yébenes (Toledo), mientras que otras fuerzas entraban en Argés (Toledo), lugar que había sido residencia de la comandancia general cristina, y se apoderaron de los documentos y objetos almacenados por la misma. Otros entraban triunfantes en Quero (Toledo), mientras que una partida tomaba la villa de Algodor (Toledo). También conseguían victoria en Villamiel (Toledo), donde entraron, y otras fuerzas carlistas hacían lo mismo en La Puebla Nueva, igualmente en la misma provincia. Y era tal su audacia, que llegaron a Aranjuez (Madrid) y se llevaban los caballos de la yeguada propiedad de la Corona. El 25 de enero se combatía en Robledo de Montalbán, y el 31 era muerto, en Navalucillos, el intrépido capitán de caballería, Blas Romo.
Cerca de Torralba de Calatrava (Ciudad Real), las fuerzas carlistas que mandaba don Cipriano Fernández tenían el primero de febrero por la noche un encuentro con la columna del teniente de carabineros de hacienda Bruno Retama. Pocos días después, en las proximidades de Horcajo de los Montes (Ciudad Real), una pequeña partida carlista combatía contra las fuerzas cristinas del capitán Ricafort.
Mientras tanto, la partida valenciana mandada por Heliodoro Gil, en combinación con la de Peinado, sembraba la alarma en la provincia de Cuenca. En Ruidera (Ciudad Real), otro combate no era desfavorable a las armas carlistas; estas pasaban una cierta crisis cuando el guerrillero Doroteo Bermejo, natural de Alcalá de Henares, se presentaba a las autoridades cristinas acogiéndose al indulto. Con él lo hicieron los 8 vecinos de Helechosa, así como uno de Bodonal, otro de Castilblanco y otro de Agudo.
En el valle de las Palomas (Toledo) hubo otro combate entre la columna del capitán cristino Enrique Reiter, en la que se dio como herido al oficial carlista Manuel Fernández el Carabinero. En las Casas del Espinar, cerca de Villasequilla (Toledo), hubo otro combate el 25 de febrero contra fuerzas mandadas por el alférez de la Guardia Real José Mendieta, auxiliado por nacionales del citado pueblo. Pocos días antes, el 20, se había presentado a indulto el guerrillero Saturnino Sánchez, natural de Fuente del Fresno, el cual volvería más tarde a empuñar las armas en favor de los carlistas.
A comienzos de marzo, una fuerza cristina mandada por el teniente Manuel María Pardial, operando en la provincia de Ciudad Real contra los carlistas del coronel García de la Parra, cruzaron sus armas en la Peña de la Graja entre Viso del Marqués y Calzada de Calatrava. Entre los carlistas resultaron muertos el capitán Manuel García de la Parra, hijo del famoso guerrillero, y otro oficial, Hermenegildo Atañón. Aunque se dio cuenta del combate como de una victoria sobre García de la Parra, la verdad es que Pardial justificó el haberse acogido en Calzada de Calatrava por el hecho de haber sido herido uno de sus soldados y por no haber podido hallar provisiones de boca durante el día. Pero lo cierto es que el coronel carlista persiguió a los cristinos hasta las puertas de Calzada de Calatrava, a pesar de su dolor de padre.
Por la parte limítrofe de Cuenca con Valencia se señala otro encuentro de cierta importancia, llevado a cabo por fuerzas carlistas de Aragón. Cabrera, después del fusilamiento de su madre, se hallaba en situación tal que no se consideraba con aptitud para dirigir ninguna operación. Y entonces llamó al coronel carlista Manuel Añón para que se pusiera al frente de las tropas. Cumpliendo las órdenes, el coronel Añón marchó a la provincia de Valencia, desde donde entró en la de Cuenca, pasando por Talayuelas y Alcalá de la Vega y presentándose en las cercanías de Salvacañete, donde en las alturas, junto al río Gabriel, fue tiroteado por los cristinos. Al día siguiente por la madrugada, los carlistas emprendieron la marcha sobre Salvacañete. Mandaba la vanguardia carlista el coronel Forcadell, que había conseguido rechazar a la caballería cristina.
Forcadell hizo ocupar por los granaderos y cazadores de Valencia una altura próxima al camino, por lo que, comprendiendo el capitán Acosta, que mandaba la caballería cristina, que en el terreno escogido por los carlistas era inútil cualquier esfuerzo, decidió retroceder y unirse al grueso de la columna cristina; pero atacado de frente y hostigado por el flanco izquierdo, no tuvo más remedio que descender al río. Entonces los carlistas se lanzaron sobre los 30 caballos cristinos, y antes de que estos recibieran ayuda alguna, fueron todos los jinetes víctimas de las balas carlistas en medio del río. Como los carlistas hablan de 30 caballos de sus enemigos y el parte de López dice que eran 41, es de suponer que hubo 11 jinetes que llegaron a salvarse.
Mientras tanto, el grueso de la fuerza carlista llegaba en buen orden y los cristinos contramarcharon a Salvacañete, donde se aprestaron a defenderse. López, como es natural, atribuye a sus armas una victoria por la defensa de Salvacañete. Córdoba explica que el coronel Añón no pudo evitar este movimiento, porque la angostura del camino impidió que la caballería carlista pasase a vanguardia. Lo cierto es que López se mantuvo en Salvacañete y los carlistas acamparon a la vista del pueblo. Al día siguiente, 13 de marzo, al amanecer, estos marcharon por el camino de Albarracín a la provincia de Teruel, de donde siguieron después en una pequeña correría por el Señorío de Molina, pasando por Motos, Alustante y Tordesilos, los tres en la provincia de Guadalajara, y volviendo a la provincia de Teruel por Ojos Negros.
En aquellas mismas fechas los carlistas toledanos atacaban la villa de San Pablo de los Montes de Toledo, acudiendo en socorro de la misma una columna mandada por el capitán Gabriel María Fernández. Los carlistas se retiraron y de nuevo se anunció que había sido herido el oficial Manuel Fernández el Carabinero. En Tragacete (Cuenca) fue fusilado el carlista Ignacio Martínez, que había sido aprehendido por los nacionales en dicho pueblo. En Navas de Estena (Ciudad Real) hubo un choque entre una pequeña partida de ocho carlistas con una fuerza de 30 jinetes del RCL-4 de Vitoria, mandados por el capitán Gregorio Astraudi.
En el valle de Guarduño (Toledo), dos fuerzas cristinas, mandadas la una por el teniente Pedro Junio, comandante de armas de Puente del Arzobispo, y el capitán de la guardia nacional de Belvis de la Jara, Francisco Solano García; reunidos en El Membrillo para la operación conjunta, tuvieron un choque contra una partida carlista, resultando herido el guerrillero Felipe Celados. Al anochecer del día 11 de marzo, en una emboscada preparada en el lugar llamado Fuente de los Caños, en el pueblo de Marjaliza, fue muerto un voluntario carlista de la antigua partida de Perfecto Sánchez y conocido por el Gamarra. Una partida cristina mandada por el capitán de voluntarios Cayetano de la Vega, en la sierra de Acebuchar, tuvo otro encuentro con los carlistas, de resultas del cual fueron inmolados sobre el mismo terreno varios prisioneros carlistas.
En la provincia de Toledo, la columna del capitán Reiter consiguió hacer prisioneros en el Molino del Grajo, entre Navalmoral de Pusa y Espinosa del Rey, a los voluntarios carlistas Antonio Ródenas y Pedro González, pertenecientes a la partida del llamado de Basilio, los que fueron fusilados en el mismo pueblo de Espinosa del Rey.
El coronel García de la Parra, en tierra manchega, tuvo un combate en la madrugada del 15 de marzo contra la columna móvil de Puertollano que mandaba el capitán Joaquín Fitor. Un contingente cristino mandado por el capitán Sixto Pedro Bueno, auxiliado de los guardias nacionales de Noveé y Fuensalina, hizo un reconocimiento sobre Camarena (Toledo), librando combate contra un grupo carlista que ocupaba el pueblo. Murió allí el voluntario carlista Joaquín Delgado el Cansares, al que se acusaba de haber dado muerte unos días antes al alcalde cristino de Huecas. Se libraban otros combates, tales como el de Santa Cruz de Retamar (Toledo), donde moría el guerrillero Pedro Riccio, y el de Solana del Pino (Ciudad Real), en que las fuerzas del coronel García de la Parra obtenían una ventajosa acción sobre la fuerza cristina del teniente Francisco Muñoz.
El 6 de abril, en el Barranco del Águila, cerca de Alcaudete de la Jara (Toledo), hubo un combate de poca importancia contra el subteniente de nacionales de dicho pueblo Raimundo González Mújica. El día 24, las partidas valencianas mandadas por Agrasot y Cayetano López se presentaron en Tayuelas (Cuenca), apoderándose de la población. Fueron atacados, al retirarse amparados en los montes, por el brigadier cristino López, que estaba en Allaguilla cuando supo la noticia de la invasión de la provincia por los carlistas valencianos. Las fuerzas manchegas, mandadas por el guerrillero Pérez Ventero, invadieron a finales de abril la provincia de Toledo, marchando a Totanes y Noez. Antes libraron combates en Arisgotas (Toledo) contra la columna del capitán Miguel Cañellas.
Durante todo el mes de abril, el brigadier Jara y los principales guerrilleros manchegos, como Francisco Marín, Ramón Rodríguez Camo, Antonio García de la Parra, Vicente Rojeros, solos o combinados, libraron combates de mayor o menor importancia, pero que mantenían la lucha y la inquietud del enemigo. Pérez Ventero, mientras tanto, se había dirigido al río Tajo, que cruzó por la barca de Portusa, pasando a Purujón y de allí a Carmena, de donde se dirigió a Gerindote. De allí fue a vadear el río Guadarrama, que repasaron inmediatamente, luchando en el caserío de Majazul, en el término de Camarenilla, contra la columna que mandaba el comandante general cristino de la provincia de Toledo. Dos carlistas que cayeron prisioneros fueron fusilados inmediatamente en Chozas de Canales. De allí marchó Pérez Ventero a la provincia de Madrid, entrando en Villamantilla. Luego estuvo frente a Aldea del Fresno y, en socorro de los nacionales de la población, acudieron los de Chapinería.
Vista la superioridad numérica del enemigo, el intrépido guerrillero manchego marcha a Almorox. Se acercaban, pues, los manchegos a Castilla la Vieja, porque en la jurisdicción del próximo pueblo de Pelahustán está el vértice de Toledo con Madrid y Ávila. La presencia de los manchegos en la provincia de Madrid coincide con la de una partida que, procedente de la de Ávila, se deja ver por los alrededores de San Martín de Valdeiglesias (Madrid); mientras que otra, procedente de la de Guadalajara, se señala en las inmediaciones de Torrelaguna (Madrid). El 10 de mayo, el brigadier Jara sorprende a Rituerta de Bullaque (Ciudad Real), haciendo prisioneros a 50 soldados del regimiento provincial de Écija que la guarnecían y se apodera de vestuario y armamento. El día 13, los carlistas entraron en Urda (Toledo), y el 23 de mayo, lograron lo mismo en Consuegra. También atacaron las poblaciones de Cuerva y San Pablo de los Montes, en la misma provincia de Toledo.
El 5 de junio, reunidas las fuerzas carlistas que mandaban Jara, Tercero y Peco, se presentaron delante de la villa de Piedrabuena (Ciudad Real), pidiendo que se les entregaran raciones. El juez de primera instancia, Laureano Ibáñez, contestó negándose a satisfacer su petición. Entonces los carlistas atacaron y penetraron en la localidad por la puerta de Alcolea, donde se libró un enconado combate contra los defensores que mandaba el teniente de infantería Fermín del Castillo. La lucha fue encarnizada, pero los carlistas, después de haber encerrado a los defensores con el juez en la casa fuerte, se adueñaron de la población y, hecho el repuesto que necesitaban, se retiraron a las siete y media de la noche. Poco después volvió a presentarse en campaña el famoso guerrillero Santiago Carrasco, quien, habiéndose acogido a indulto, empuñó de nuevo las armas y reanudó sus audaces correrías en Santa Cruz de Retamar y Casarrubios.
Los presos políticos que estaban en la cárcel de Belmonte (Cuenca) consiguieron en la noche del 28 de junio sorprender y atar al alcaide, cuando hacía la requisa. Se fugaron todos ellos (28 a 30), para recorrer ya en partida armada los pueblos de Alconchel, Cervera y La Almarcha, donde desarmaron a los nacionales. Fueron perseguidos por los cristinos, que habían agrupado a los cazadores de la diputación provincial de Cuenca, fuerzas de voluntarios de Cádiz y los nacionales de Belmotejo, Cervera, La Hinojosa, La Almacha y Castillo de Garcimuñoz y otros. Lograron alcanzar a los fugados de la cárcel a la salida del pueblo de Olivares. La mayor parte de ellos cayeron en manos de sus perseguidores y lograron escapar solo unos pocos, que cruzan el río Júcar en un carrascal junto al pueblo de Villaverde y Pasaconsol, y en refriega los nacionales de Cervera con un grupo de fugitivos, estos perdieron un prisionero. Igual suerte les sucedió en la provincia de Toledo a tres soldados del regimiento provincial de Córdoba, que habían desertado para pasarse a las filas carlistas y fueron hechos prisioneros por los guardias nacionales de la villa de Pantoja, entre este pueblo y Cobeja (Toledo), hecho que ocurrió el 30 de junio a la madrugada.
No fue tampoco el mes de julio período de calma en Castilla la Nueva y muy particularmente en La Mancha. El día 10, fuerzas carlistas atacaron reiteradamente el pueblo de Fontanalejo (Ciudad Real), en el que el segundo comandante del batallón de Cáceres, Antonio Jiménez, realizó una decidida defensa y no consiguieron los carlistas reducir a aquella guarnición. El 22 de julio, se habían reunido las pequeñas partidas que mandaban Peñuelas y Manuel López el Zumbido con la más importante de Rogeros, sorprendiendo en Venta de Cárdenas (Ciudad Real) a la diligencia de Andalucía. Los cristinos, mandados por el capitán de caballería Toribio Gómez Rojas, salieron contra las fuerzas carlistas que se habían retirado a Sierra Morena, dispersándose conforme a su costumbre.
El grupo que mandaba López fue alcanzado en los montes no lejos de Santa Cruz de Mudela, y en el combate trabado murió el citado oficial carlista, así como el voluntario Sandalio, conocido por el Manopla, natural de Almagro. Pocos días antes, el 12 de julio, una partida carlista que recorría los montes por la parte de Buendía entraba en Valdemoro del Rey (Cuenca). No fue de menor importancia la acción que libró el coronel Llagostera, con sus fuerzas aragonesas, contra la guarnición del pueblo de Landete (Cuenca), defendido por el capitán de voluntarios de Extremadura, Diego María de Silva. Los carlistas vencieron en el pueblo la resistencia de los defensores, quienes se refugiaron en la iglesia para continuar la lucha. Dueños los carlistas del pueblo, y con el fin de conseguir la rendición de los cristinos, incendiaron la sacristía, y aunque el fuego se propagó a la iglesia, los cristinos que la ocupaban se negaron a rendirse. Comprendiendo el jefe carlista que el entretenerse para reducirlos no conseguiría resultado alguno de importancia, después de ocupar la población durante 24 horas regresó a la provincia de Teruel. El 25, en la casa de Plaza, en el término de Villarta de San Juan (Ciudad Real), en un tiroteo fueron muertos los carlistas Hermenegildo Rodríguez el Zanquilla y Venancio Verdugo el Chinorri, ambos vecinos de Herencia, que rondaban por aquellos alrededores.
A comienzos de agosto se libra un encarnizado combate entre las fuerzas reunidas de García de la Parra y Gabino contra los liberales mandados por el teniente Manuel Maza, en San Lorenzo de Calatrava (Ciudad Real); combate que duró largo tiempo y que terminó. Según los cristinos, con la retirada de los carlistas. Poco después, una fuerza de 20 hombres a caballo, de García de la Parra tuvieron una acción contra los cristinos mandados por el teniente Manuel Padial en el cortijo de la Hormiga, en las inmediaciones de Calzada de Calatrava, retirándose los carlistas hacia los olivares de la Calzada y camino de Santa Cruz de Mudela.
El 23 de julio, el intrépido Manuel Peco entró en Villamayor de Calatrava (Ciudad Real), por lo que el teniente Manuel Maza salió con fuerzas de Puertollano para socorrer a la indicada población. Peco hizo frente a la columna cristina, librándose un fuerte combate, y se retiraron al fin ambos contendientes, en espera el cristino de dos columnas que salieron en su ayuda, y en evitación por los carlistas de que los refuerzos enemigos llegaran. El 29 de julio en el valle de Castaño (Ciudad Real), partido judicial de Piedrabuena, el jefe carlista Rodríguez Cano libraba combate contra fuerzas cristinas mandadas por el capitán Juan Antonio del Palacio. Esta acción tuvo lugar después de que la expedición de Gómez había penetrado en la provincia de Guadalajara. En los últimos días de agosto se señala un ataque carlista en Nambroca (Toledo).
Expedición de Gómez en la provincia de Guadalajara
Cuando todavía estaba vivo el recuerdo de la acción de Maranchón, victoria obtenida por la fuerza expedicionaria de Basilio García, el 27 de agosto entró en la provincia de Guadalajara, procedente de la de Segovia, la expedición que mandaba el general Miguel Gómez. Después de haber atravesado la sierra, descendía a Cantalojas, donde pernoctó. El día siguiente siguió Gómez por Galve de Sorbe, Condemios de Arriba, Condemios de Abajo, Abendiego, Hijes, Miedes de Pela y Alpedroches, hasta llegar a la importante población de Atienza, donde descansó. El 29 de agosto, marchó por Regollosa de Jadraque y Jirueque, pasando el Henares y pernoctando en Jadraque. Mientras el cuartel general, el tren, los prisioneros, el hospital y el grueso de la expedición descansaban en Jadraque, un batallón de infantería con un escuadrón de caballería se situaron en Villanueva de Argecilla y el BI-V de Castilla en Bujalaró.
La llegada a la provincia de Guadalajara de la expedición del general Gómez causó viva inquietud en Madrid y muy particularmente en las esferas políticas, que no podían comprender cómo una división, según la prensa, tantas veces derrotada, podía haberse presentado en el corazón de España. Además de las fuerzas que venían siguiendo desde Castilla la Vieja a Gómez, que eran particularmente de la división de Espartero y de la de Puig Samper, se unían entonces las que dependían del general Manso, que habían operado contra el brigadier Basilio García. Pero además salió de Madrid otra columna, mandada por el brigadier de caballería Narciso López, y formada por lo más selecto del ejército cristino; es decir, dos batallones de RI-1 y RI-2 de la Guardia Real Provincial, un escuadrón de coraceros del RCC de la Guardia Real y dos piezas de artillería de la brigada montada de la misma Guardia. López marchó hacia Sigüenza, y de allí descendió en busca de la fuerza de Gómez.
Gómez habla destacado en Bujalaró el BI-V de Castilla; el jefe de este cuerpo colocó una compañía de avanzada, a las órdenes del capitán Eusebio de Zubizarreta. La posición de López había sido conocida por el general Gómez, y este ofició a los jefes de los acantonamientos de Bujalaró y Villanueva de Argecillo. Estaba leyendo aquella comunicación el jefe del BI-V de Castilla cuando se oyeron unos disparos. Era que la compañía del capitán Zübizarreta había sido sorprendida por las avanzadas cristinas de López. Gracias a que dicho capitán conservó la serenidad, no fue víctima de la sorpresa el BI-V de Castilla, puesto que ese batallón formó inmediatamente en una altura camino de Jadraque. Sin embargo, esta escaramuza había costado 24 prisioneros a los carlistas. Dio orden entonces el general de que se replegaran a Jadraque las fuerzas que habían salido de Bujalaró y las que estaban en Villanueva de Argecillo.
López había ocupado Bujalaró, pero no se atrevía a comprometerse en una acción. Quizá creyó que el general Gómez rehuiría el combate, pero no fue así, sino que, al contrario, el general Gómez dispuso que se emprendiera la marcha, al amanecer del 30 de agosto, para Bujalaró, con objeto de atacar a los cristinos. Pero al mismo tiempo ordenó al coronel Fulgosio que con el BI-II y el BI-IV de Castilla hiciera una marcha por bosques y caminos para colocarse a la espalda de López, mientras las fuerzas carlistas, esperaban el resultado de esta maniobra. López, comprendiendo que Bujalaró era peligroso por dicha maniobra de Fulgosio, emprendió la retirada a Matilla, posición muy importante, porque el pueblo está situado en una altura rodeada de un valle. Allí acudió también Fulgosio con las compañías de preferencia del BI-II de Castilla, pero no pudo entrar en el pueblo, pues estaban ya los cristinos en el mismo, y el fuego de su infantería y artillería obligó a dichas compañías a que retrocedieran.
Así principió el combate, en que el BI-II y el BI-IV de Castilla fueron rechazados tres veces, volviendo otras tantas a la carga. En esto llegó la fuerza expedicionaria, y el General Gómez ordenó que el batallón de granaderos y el BI-V de Castilla atacaran por el lado opuesto, quedando de reserva el BI-VI de Castilla. Entonces el combate se hizo general, y en un cuarto de hora el pueblo, con la infantería y artillería cristinas, quedaba en poder de los carlistas. La caballería del general Gómez también intervino para lograr la rendición de la caballería cristina.
Un grupo de jinetes, formado por coraceros con varios oficiales de caballería, escapó con sus caballos ante la derrota, con el propósito de guarnecerse en Sigüenza; pero vistos por los carlistas, se lanzaron en su persecución la caballería castellana de Modesto de Celis y de Epifanio Carrión, con el capitán Rey y dos lanceros, consiguiendo capturar a todos, menos a cuatro coraceros que pudieron llegar a Sigüenza, llevando la triste nueva a los liberales.
La noticia de la derrota cundió por Madrid, causando gran zozobra.
Las fuerzas carlistas siguieron el mismo día del combate para Ledanca, y de allí pasaron a pernoctar en Brihuega. Al salir al día siguiente, a las siete de la mañana, prosiguió su marcha la fuerza expedicionaria, y cuando acababan de salir de Brihuega llegaron los cristinos que componían la vanguardia de Alaix. El batallón de granaderos y algunas compañías con unos cuantos caballos los rechazaron, conteniéndolos y permitiendo al resto de la expedición seguir su marcha sin obstáculo. Pasaron por Matacuera y Olmeda del Extremo, y al subir la cuesta después de Cifuentes, viendo que no era posible arrastrar la artillería cogida a López en Matilla por lo escabroso y el mal camino, se decidió clavarla y destrozar las cureñas y carruajes, pero con tan mala suerte que, incendiándose un carro de municiones, resultaron gravemente heridos cuatro artilleros. Por Canredondo y Sacecorbo se llegó a Esplegares, donde se pernoctó. No sabiendo Gómez que el brigadier García había regresado a las provincias Vascongadas, había tenido intención de ponerse en contacto para entregarle los prisioneros que llevaba desde Castilla la Vieja, a fin de que los condujera al Norte; le mandó mensajeros, sin conseguir establecer contacto con él. La marcha, después de la acción de Matilla, no tenía otro objeto que buscar este contacto, hasta que, enterado de que García había repasado el río Ebro, se decidió llevar los presos, aumentados con los prisioneros de la división de López, a Aragón para que fueran custodiados en Cantavieja.
Gómez y Cabrera en la provincia de Albacete
El día 15 de septiembre, después de haber llegado a un acuerdo con Cabrera, se emprendió la marcha desde Utiel, donde se había descansado el 14, haciendo los preparativos para continuar la expedición. Por Venta del Moro (Valencia), y después de pasar el río Cabriel, llegaron a Casas Ibáñez (Albacete). Antes de llegar a este pueblo fueron encontrados los cadáveres de varios desgraciados voluntarios carlistas, que reconocieron por sus capotes con la letra C. Al llegar a Casas Ibáñez, hallaron la población abandonada; solo algunos vecinos quedaban en ella. Allí supieron que los cadáveres que habían visto eran de carlistas asesinados por los guardias nacionales de Casas Ibáñez, por lo que, enfurecidos los voluntarios de la expedición, prendieron fuego a varios edificios.
Al amanecer siguió la fuerza carlista por Serradiel, Mariminguez y Jorquera; se pasó el río Júcar y se llegó a la ciudad de Albacete. Durante esta marcha parece que había entre los carlistas expedicionarios cierta extrañeza de que no se hubiera tomado directamente la ruta hacia Madrid. En Albacete ya se dieron cuenta de que la dirección era la que conducía a la capital, por lo que el entusiasmo de los carlistas se acrecentó. En Albacete se entró el 16 de septiembre por la tarde, con gran alegría de los carlistas y de la población. Los liberales más comprometidos la habían abandonado, así como las autoridades cristinas y la guarnición, retirándose a Peñas de San Pedro. No hubo que registrar desmanes ni violencia de los expedicionarios, que bien probada tenía Gómez su firmeza en la disciplina.
Acción de Villarrobledo (20 de septiembre de 1836)
En Albacete se descansó todo el día 17 de septiembre. Reemprendiendo la marcha el día 18, y pasando por La Gineta, se fueron a descansar a La Roda; al día siguiente, 19 de septiembre, por Minaya pasaron a pernoctar en Villarrobledo, donde se llegó a media tarde. Parece ser, según Delgado, que Gómez tenía noticia de dónde pensaba pernoctar el general Alaix, que había salido de Cuenca el día 20; pero este general cristino había cambiado de itinerario.
Alaix había avanzado más de lo que contaba Gómez, que le creía a una jornada de distancia. La expedición se estaba preparando para iniciar la marcha; se tocó marcha, que era el primer toque que servía para que recogiesen sus cosas y se prepararan; luego se debía tocar llamada, que servía para que cada uno ocupase sus puestos en la columna, pero en vez de eso se tocó generala al mismo tiempo que se oían disparos en el pueblo. La zona estaba cubierta por una tupida niebla.
Se enviaron fuerzas que debían cubrir la retirada de los carlistas de Villarrobledo; se tiroteaban con los cristinos, mientras la infantería y la caballería salían del pueblo para ocupar los puestos fijados de antemano en dirección a Mota del Cuervo. Las fuerzas carlistas, al salir de Villarrobledo, se habían dividido: unas por el camino a La Mota del Cuervo y otras se situaron más a la izquierda.
Las tropas de Alaix, que llevaban en vanguardia 150 húsares del RH de la Princesa y 60 jinetes del RCL-1 (Almansa) y del RCL-5 Albuera (Sagunto), al mando de Diego de León, atravesaron el pueblo y cargaron contra los escuadrones de Cabrera que estaban formando apresuradamente a la derecha para permitir organizarse a los de Gómez que estaban a la izquierda, y los arrojó contra la infantería que les apoyaba, llegando a la retaguardia carlista.
Allí se reorganizaron y dieron una segunda carga contra la infantería, que había sido fijada por los i4 batallones mandados por Alaix. Lograron perforar las formaciones carlistas, aunque la última solo fue atravesada por el coronel y 8 jinetes.
Desconcertados los carlistas se retiraron como pudieron. En palabras del propio Gómez, «esta desgracia nos obligó a cambiar de rumbo y a no pensar por entonces en Madrid». Los carlistas tuvieron en el combate 200 muertos, 1.274 prisioneros (entre ellos 55 jefes y oficiales), el tren y una bandera. Las bajas de León se cifran en 17 hombres y 27 caballos, a los que hay que sumar 48 infantes fuera de combate. El RH de la Princesa recibió la Cruz Laureada de San Fernando, que también fue concedida a su coronel Diego de León junto con el ascenso a brigadier.
Sobre las seis de la tarde del 20 de septiembre, llegaron las fuerzas expedicionarias a Ossa de Montiel, donde pudieron reagruparse y descansar. En esta población, el general Gómez mandó un oficio al general Alaix proponiéndole el canje de los prisioneros que le había hecho en Villarrobledo, conforme al Tratado de Eliot, dando preferencia a los que pertenecían al batallón de granaderos y a los de Castilla sobre los del BI-II de Aragón. Siendo la causa de ello el que los prisioneros que se guardaban en Cantavieja habían sido hechos por los batallones castellanos, ya que los últimos hechos por la división fueron el 30 de agosto y la incorporación del BI-II de Aragón no se hizo hasta el 9 de septiembre, en Utiel. Alaix no contestó. El día 21, después de salir de Ossa de Montiel, los cuerpos expedicionarios entraron en la provincia de Ciudad Real, pasando por Villahermosa y Fuenllana, yendo a pernoctar en Villanueva de los Infantes. A la mañana siguiente, o sea el 22, los expedicionarios, pasando por Villamanrique, entraron en Andalucía por la provincia de Jaén.
La prensa cristina anunció la gran victoria y la completa dispersión de los vencidos, que, para sorpresa de todos, entraron al asalto en Córdoba el 30 de septiembre, al ser una de sus puertas franqueada por sus mismos habitantes; haciendo prisioneros a sus cerca de 3.000 defensores, en su mayor parte miembros de la Milicia Nacional de la provincia que se habían concentrado para defenderla.
Guerra de guerrillas
Entre otros encuentros librados en Castilla la Nueva en ese mes de septiembre, hay que notar el que tuvo efecto el día 24 en Alcolea de Tajo (Toledo) entre una partida montada, procedente de las fuerzas mandadas por los guerrilleros Suárez y el conocido por Basilio, que habían estado ocupando el pueblo de Calera (Toledo), y las cristinas mandadas por el teniente de la Guardia Real Baltasar Colubi, apoyadas por el teniente de la misma Fernando Luenga. Otro combate tuvo lugar el 26 en Villar del Humo (Cuenca) entre una fuerte columna que mandaba el capitán cristino Antonio Jerrié y las que llevaba el guerrillero José Millán; en esta acción murió un teniente de caballería carlista y quedó prisionero de los cristinos el capitán Rafael Segur.
También, aunque no en acción de guerra, fue preso por los cristinos el 23 de septiembre, en Santa Marta (Albacete), el teniente del escuadrón ligero de Madrid Antonio López Lechuga, quien el día 20 había salido de Peñas de San Pedro con objeto de incorporarse a las fuerzas del general Gómez; el teniente Lechuga murió fusilado por los cristinos. A primeros de octubre, fue capturado en la provincia de Toledo el guerrillero Bernardo Guerrero, alias Guerro, por los nacionales de Bargas. El día 2, tuvo efecto otro combate en La Iglesuela (Toledo), en el que luchó la fuerza que mandaba el brigadier Jara contra la del comandante general cristino de la provincia de Toledo. En Navaltoril (Toledo), el Tcol cristino Miguel CañeIlas tuvo un pequeño encuentro con una partida carlista, muriendo en el mismo Francisco Cascales, natural del reino de Murcia, y Eusebio Parras, alias Segenado, natural de La Puebla de Don Fadrique, cayendo prisionero Felipe Otario, quien fue fusilado inmediatamente.
Cabrera recorre la Mancha
Se cerró el mes de octubre con una pequeña acción entre las fuerzas mandadas por el coronel Rogueros y las del jefe de una columna cristina, Tcol Gabriel María Fernández, en Tomelloso (Ciudad Real), en la que cayeron prisioneros dos carlistas, que, según dice el jefe liberal, fueron fusilados. En los primeros días de noviembre, el mismo Rogueros libró combate contra la columna del coronel cristino Pedro de la Peña, en Villanueva de la Fuente (Ciudad Real); entró a continuación en la provincia de Jaén, y de regreso a la de Ciudad Real todavía se le vio combatir en Fuente del Fresno (Ciudad Real).
El 1 de noviembre, en Zafrilla hubo un combate del guerrillero don Luis Alonso contra la columna que mandaba Joaquín Piqueras. Pero el día 9, entró una pequeña fuerza en Castilla la Nueva, que produjo gran sobresalto entre los cristinos. Efectivamente, el general Cabrera, que se había separado de la fuerza expedicionaria del general Gómez, acompañado de una escolta de caballería, mandada por el brigadier Miralles, procedente de Extremadura, se presentaba ante el pueblo de Abenójar, cuyo destacamento cristino, protegido por fortificaciones hechas en aquella campaña, se rindió. Los carlistas pernoctaron en dicha población y prosiguieron su marcha el día 10 de noviembre, en que se unió a Cabrera la caballería manchega, mandada por el brigadier Jara, reforzada también por parte de los que habían rendido sus armas en Abenójar.
El día 11 de noviembre, llegó a Almodóvar del Campo, cuya guarnición también deponía las armas y parte de ella se agregaba a las fuerzas carlistas. El día 13, se siguió la ruta, marchando para Calzada de Calatrava, y de allí a Almagro; se siguió luego por Valdepeñas, encaminándose después a Villanueva de los Infantes. Ya formada una verdadera columna, puesto que también el brigadier García de la Parra se le había agregado con sus tropas de caballería, Cabrera, cuyo propósito era el de trasladarse a Aragón para proceder al socorro de la plaza de Cantavieja, que estaba sitiada por el general cristino San Miguel. Al llegar al pueblo de El Bonillo (Albacete), se enteró de que la plaza fuerte había caído en manos de los cristinos, por lo que decidió marchar al Norte.
Pero no quería llegar a Navarra como un fugitivo, ni siquiera como un jefe cualquiera. Quería pasar el Ebro, demostrando que si Gómez ha llegado hasta Andalucía desde el Norte, él, Cabrera, llegaba al Norte desde Andalucía ciñendo también los laureles de la victoria. Se dirigió a la ciudad de Albacete, en la que entró, derrotando antes a la caballería liberal, que protegía la retirada de las autoridades cristinas y la guarnición al castillo de las Penas de San Pedro. Desde Albacete marchó de nuevo a La Gineta, donde estuvo poco después que los generales cristinos Palarea y Sanjuanena, quienes salieron huyendo al saber que llegaban las avanzadas de la caballería carlista. De allí marchó Cabrera a Quintanar de la Orden (Toledo), adonde llega el 19, habiendo pasado antes El Provencio (Cuenca) y El Pedérnoso, en la misma provincia, en el amanecer del mismo día. Cabrera dispuso en la mañana del 20 de noviembre atacar Quintanar de la Orden, defendido por el coronel Edmundo Shelly de O’Ryan. El tiroteo duró hasta cerca del mediodía, retirándose los carlistas, que prosiguieron su marcha hacia Villanueva de Alcardete (Toledo), donde parece que fue asistido de una herida de poca importancia el brigadier Jara por el médico de dicha población.
Siguió Cabrera a Tarancón, en donde entró sembrando la alarma hasta en Madrid, pues en la capital, al anuncio de la proximidad de Cabrera, se concentran fuerzas del Ejército. Hay que señalar que Cabrera solo llevaba unos 600 jinetes y 400 infantes; para cubrir su marcha, pidió raciones hasta en las puertas de Madrid, ya que el 21 de noviembre, se vio una avanzada carlista en Chinchón (Madrid) pidiéndolas para la fuerza expedicionaria. El día 23, Cabrera llegaba a Buendía (Cuenca), donde con las fuerzas presentadas, organizó un batallón, al que armó con los fusiles que había recogido en los pueblos de su paso. De allí penetró en la provincia de Guadalajara, pasando por Illana (Guadalajara), y siguiendo por esa provincia, el 23 de noviembre estaba en Cifuentes; al día siguiente llegaba ante Sigüenza y de allí entró en Castilla la Vieja por la provincia de Soria.
Antes de salir de La Mancha, se le había separado el brigadier García de la Parra con su caballería para volver a la provincia de Ciudad Real. Entre los combates que hemos de señalar en ese mes de noviembre, se destaca la entrada en Moral de Calatrava (Ciudad Real) de los jinetes de García de la Parra, el 10 de noviembre, luchando en las calles de dicha población contra las fuerzas cristinas mandadas por el teniente José Rasco. Otra acción, el día 14, en Viso del Marqués (Ciudad Real), la librada el 19 en Aldeanueva de Barbarroya (Toledo) entre las fuerzas carlistas mandadas por Felipe Santiago de Albarrán y las del comandante cristino Carlos María de Juach; por aquellos mismos días el brigadier Rogueros tuvo otra en Granátula (Ciudad Real) contra la caballería del capitán cristino Lorenzo Contreras.
Último paso de la expedición de Gómez por Castilla la Nueva
Después de haber pasado Sierra Morena por el desfiladero de Despeñaperros, la columna expedicionaria del general Gómez entró en la provincia de Ciudad Real el 2 de diciembre. Pasó por Venta de Cárdenas, Almuradiel y Santa Cruz de Mudela para llegar, muy entrada la noche, a Valdepeñas. La marcha había sido fatigosa. Al día siguiente, muy de madrugada, para esquivar a la caballería enemiga, se dirigieron por la sierra, pasando a Solana; de allí a Argamasilla de Alba, donde franquearon el río Guadiana, y, por último, a Tomelloso, donde descansaron aquella noche.
El hecho de que la caballería cristina fuera constantemente fuera por los escuadrones que operaban en las comarcas por donde se pasaba hacía que la expedición, muy fatigada, se hallase en inferioridad numérica, además de la fatiga. El 4 de diciembre, entraron en la provincia de Cuenca, donde volvieron a pernoctar en Mota del Cuervo. Al día siguiente, por Los Hinojosos y Villamayor de Santiago, pasaron a descansar en Horcajo de Santiago. La fuerza del general Gómez, constantemente hostilizada, libraba diariamente escaramuzas o cuando menos tiroteos con las tropas enemigas, aunque no sufría grandes pérdidas y rechazaba siempre a los adversarios; pero todo ello no le permitía una marcha desahogada y tranquila.
El 6 de diciembre, pasaron por Torrubia del Campo, Villarrubio, Uclés. Alcázar del Rey, y fueron a Huete, donde se reposó un poco holgadamente y sobre todo se proporcionó algún descanso a la caballería mientras se herraban los caballos. Se salió de esta población al día siguiente (7 de diciembre) a mediodía. Tuvo tiroteo con una vanguardia de caballería e infantería cristina, que quiso entrar en Huete cuando todavía estaba en ella la retaguardia de Gómez, formada por algunas compañías de tiradores y fuerza de caballería. El enemigo fue contenido y rechazada su pretensión de entrar en el pueblo mientras los carlistas no la hubieran evacuado totalmente.
Aquel mismo día se llegó en una marcha rápida a Buendía, por Garcinarro y Jabalera. El 8 de diciembre, se entró en la provincia de Guadalajara, pasó el puente sobre el río Guadiela, y por Poyos y Sacedón fueron sobre el río Tajo, el que se franqueó delante de Auñón, prosiguiendo la marcha por Auñón, Alhóndiga, Tedilla, Armuna y Horche. Antes de entrar en esa población, un jefe con algunos oficiales y tropa de la brigada de Valencia se separó del cuerpo expedicionario para regresar a Aragón, pues temieron que por su estado de cansancio y fatiga no podrían seguir las etapas de la división expedicionaria. Aquella noche fue bastante movida en Horche, puesto que fuerzas cristinas que guarnecían Guadalajara hicieron un reconocimiento sobre el acantonamiento carlista, por lo que hubo un vivo tiroteo, siendo rechazados los cristinos. Por la mañana del día 9, se prosiguió la ruta pasando por las proximidades de Guadalajara, acercándose a los expedicionarios una fuerza de caballería al amparo de densa niebla; pero uno de los escuadrones carlistas de flanqueo los pudo distinguir, y arrojándose contra ellos los persiguió hasta la misma entrada de Guadalajara.
Se continuó por Torija, Rebollosa de Hita, Hita y Espinosa de Henares, pasándose el río que da nombre a la población, para pernoctar en Cogolludo. El 10 de diciembre, se siguió por Arroyo de Fraguas, para pernoctar en Condemios de Arriba, y al día siguiente (11 de diciembre), después de pasar por Campisabalos, se dejó la provincia de Guadalajara y entraron en Castilla la Vieja por la provincia de Soria.
De otras acciones en estas provincias en el mes de diciembre se puede señalar un combate en la región montañosa de Villarrubia de los Ojos (Ciudad Real), entre la columna del capitán cristino Gregorio Satrandi y la fuerza carlista mandada por el guerrillero Luis González, que tuvo lugar el día 5; otro combate en Tomelloso, entre la columna del capitán cristino Fernández y el brigadier Roguero. El día 10 fue sorprendida una partida carlista en El Romeral (Toledo) por el teniente cristino José Pinzón. El 11, en las cercanías de Gálvez (Toledo), también hubo otro combate. El guerrillero Cuadrado fue capturado en Marjaliza (Toledo) el 17 y fusilado por los cristinos al día siguiente, junto con un compañero. El día 20 hubo también un encuentro en Guadamur (Toledo).
Operaciones en Castilla la Nueva en 1837
Acciones en el primer semestre de 1837
El paso de la expedición de Gómez por Castilla la Nueva había servido para levantar el espíritu, estableciéndose mayores contactos entre los jefes de partidas que habían prestado colaboración a las tropas expedicionarias, que luego serviría para operaciones combinadas. La guerra, pues, prosiguió en 1837 con las mismas sorpresas, con idénticas emboscadas, con iguales ataques a los puestos fortificados que el año anterior, que demostraban el arrojo, el entusiasmo y la actividad que con razón podían enorgullecer a los castellanos y muy particularmente a los manchegos.
El acontecimiento más importante que hallamos en enero de este año es el ataque a Moral de Calatrava, y luego a Alcubillas (Ciudad Real), por las fuerzas reunidas al mando de García de la Parra, Peñuelas y Morago. En el mes de febrero, hay que destacar el ataque llevado a cabo el día 3 contra Almagro por Rojeros y García de la Parra, a los que se habían unido las mandadas por Molero, Cipriano Fernández y Gabino, junto con otros varios; pero el ataque fue infructuoso, si bien, al retirarse, entró Rojeros en Bolaños de Calatrava (Ciudad Real) el 4 de febrero. La guarnición se refugió en la torre de la iglesia, pero se vio obligada a rendirse, siendo fusilados 25 nacionales.
Por orden del cristino Cózar, el 6 de febrero, fueron incendiados Alcubillas y Brazatortas (Ciudad Real) por ser refugio de los carlistas. Un empeñado combate se libró entre los carlistas mandados por Rojeros y la columna cristina de Mahí en Granátula (Ciudad Real), el día 9. El mismo Rojeros tuvo otro combate el 23 en Alameda de Cervera (Ciudad Real) contra la columna del capitán Goicoechea. Una pequeña acción en Brazatortas cierra lo más destacado de este mes de febrero.
Comenzó el mes de marzo con el ataque emprendido el día 1 contra Corral de Calatrava (Ciudad Real) por el brigadier Jara, con Peco y Tercero a sus órdenes, y el 9 de marzo, era Rojeros quien combatía en Argamasilla de Calatrava (Ciudad Real).
A finales de marzo de 1837, el coronel Forcadell, por orden del general Cabrera, hizo una incursión por los pueblos de la provincia de Albacete, pasando por Alpera y Almansa hasta llegar a Orihuela (Alicante). Una vez allí, supo que debía pasar por Almansa un convoy que conducía paños; regresó a la provincia de Albacete, y cerca de Almansa encontró el convoy, que cayó totalmente en poder de los carlistas el día 2 de abril, fugándose las tropas que lo custodiaban. Forcadell regresó entonces a la provincia de Valencia por Alpera y Casas de Ves (Albacete), y entró por la parte de la provincia de Cuenca a reunirse con Cabrera.
El día 1 de mayo, las fuerzas reunidas de Felipe Muñoz y de Domingo Alonso entraron en Los Cerralbos (Toledo), donde el alcalde, Francisco González, con otros vecinos, se defendió en la torre de la iglesia, salvándose por haber acudido en su socorro una columna liberal. El día 16, Rojeros y Morago combatían en Villanueva de San Carlos (Ciudad Real) contra la columna del Capitán Goicoechea; otras fuerzas carlistas entraban el 17 de mayo en Calera. En ese mismo mayo, aparecieron en Castilla la Nueva dos nuevos guerrilleros: Felipe el de la Nava y el Tahonero, de Puebla de Montalbán. Se combate encarnizadamente el 21 de mayo en el santuario de Nuestra Señora de la Sierra (Ciudad Real) por la partida mandada por Saturno.
El brigadier Jara, desde Santa Cruz de Retamar (Toledo), hizo una incursión por la provincia de Madrid hasta Navalcarnero, y de regreso combatió contra la columna cristina del coronel Vicente Castro en Torre de Esteban Hambrán (Toledo). El día 23 de mayo, y al siguiente se presentó, llevando con él las fuerzas de Peco y Tercero, delante de Navahermosa (Toledo). La guarnición se defendió; los manchegos, en virtud de una táctica especial, simularon la retirada, y cuando los nacionales salieron a perseguirlos, cayeron sobre estos y se apoderaron de la población. Otro combate se señala el 25 en Alaminos (Toledo), y el 27 el coronel Tallada, con fuerzas del Turia, había atacado a los cristinos en Oñate (Cuenca), defendido por Hilario Lozano hasta que el 29 de mayo fue socorrido aquel puesto. El 29 de mayo, era García de la Parra el que atacaba Puertollano (Ciudad Real), y luego se dirigía sobre Argamasilla de Calatrava (Ciudad Real), que también era atacada el 30. Una partida carlista que se formaba en Cuerva (Toledo) fue dispersada por los cristinos mandados por Revés Cantorné el 31 de mayo.
En Fuencaliente (Ciudad Real), el día 1 de junio, García de la Parra combatía contra la columna cristina del capitán José Galindo. Hubo otra acción en Layos (Toledo) por los carlistas que mandaba el brigadier Jara, quien avanzó el día 4 sobre Toledo hasta prender fuego en una puerta de la ciudad y tirotearse con la guardia. Preocupa tanto la actividad de los carlistas, que se crearon por los cristinos tres nuevas columnas de enlace para operar combinadas en Almadén, cuyas operaciones se extendieron hasta Extremadura.
Una nueva partida tenía su primer combate en Brea de Tajo (Madrid) el 25 de junio. En esa misma fecha, Rojeros atacó a un destacamento de 30 granaderos a caballo de la Guardia Real que pasaban de Ciudad Real a Piedrabuena, y los destrozó de tal forma que no quedó ninguno vivo. El día 26, Felipe Montes atacaba Navalmoral (Toledo) y los nacionales le ofrecieron resistencia; pero simuló una retirada, salieron los nacionales a campo abierto y Muñoz arroja sus voluntarios sobre ellos, los destrozó y entró en la población.
Acciones en el segundo semestre de 1837
El día 9 de julio, en Venta de Cárdenas (Ciudad Real), Rojeros copaba un destacamento de 90 soldados de infantería. También se señala un combate en Camarena (Toledo), mandados los carlistas por Pérez Ventero. Rojeros llegó hasta Orgaz (Toledo), tiroteándose con los nacionales. El 20, en Almadenejos (Ciudad Real), Rojeros copa una fuerza de 40 carabineros del Resguardo; antes, el mismo Rojeros había combatido, el 13 de junio, en Los Cortijos de Malagón (Ciudad Real). El 22 era en Villapalacios (Albacete), donde combatían los carlistas mandados por Isidoro Ruiz, procedentes de Andalucía. El 26 de julio, las fuerzas mandadas por Jerónimo Galán y Pedro Revenga atacaban Almonacid de Toledo, y en la lucha, Galán caía tan gravemente herido, que moría poco después en Villaminaya (Toledo). Otras fuerzas carlistas, el mismo día, combatían en Menasalbas (Toledo).
El dominio carlista se iba acentuando. La situación de La Mancha llegó a ser tal, que para atravesarla era menester organizar caravanas periódicas, entendiéndose, para proporcionar la escolta de diez en diez días, los capitanes generales de Andalucía, Granada y Madrid. Todavía estas escoltas, aunque compuestas de gran fuerza de caballería e infantería, fueron atacadas, en términos que hubo de renunciarse a este costoso e insuficiente medio de protección, y dejar que los correos y viajeros corriesen riesgos.
El día 3 de agosto, las fuerzas carlistas que mandaba el coronel Béjar tuvieron un encuentro desafortunado con la columna de Reyes Cantorné en Gascueña (Cuenca). Se combatió en Argamasilla de Alba (Ciudad Real) y también en Cinco Casas (Ciudad Real). El brigadier Rojeros entró en Valenzuela (Ciudad Real), y, unido a García de la Parra, tuvieron un combate el 15 de agosto contra la columna del Tcol Curbel. Contra la columna de Abuín lucharon en Navas de Estena (Ciudad Real) el 16 del mismo mes.
El 22 de agosto, Rojeros se presentó ante Quero (Toledo); los nacionales hicieron resistencia, fortificándose en la torre de la iglesia, lo que no impidió que los carlistas ocuparan el pueblo. Otro ataque se llevó a cabo en aquella fecha contra Alcaudete de la Jara (Toledo). El día 23, fue entre Alcubilla de las Peñas (Soria) y Valdecubo (Guadalajara) donde luchaba la partida carlista de Fajardo; ese mismo día se combatió en Espinosa del Rey (Toledo). El 24 se combatía en Torrecilla del Ducado (Guadalajara). Al día siguiente, las fuerzas mandadas por el coronel Béjar sorprendieron a los cristinos en Valdemoro del Rey (Cuenca); sin embargo, el 26, el mismo Béjar fue batido por el comandante Reyes Cantorné en La Peraleja (Cuenca).
En una de sus atrevidas correrías, el brigadier Jara, con Sánchez y Muñoz, ocupaba Puente del Arzobispo, Aldeanueva de Barbarroya y Belvís de la Jara, y se presenta en las inmediaciones de Talavera de la Reina. El último día de agosto todavía se combatía en Villarrubia de Santiago (Toledo) y en Valverde (Ciudad Real). En ese mes apareció la partida formada en Saelices por el Tcol Béjar, que ocupó casi todo el partido de Sigüenza, repartió sal, cobró contribuciones, vendió los granos de las cillas, alistó e instruyó mozos e hizo a los pueblos acatar sus órdenes.
Paso de la Expedición Real por la provincia de Cuenca
La Expedición Real había entrado en Castilla la Nueva, llegando el 5 de septiembre a Salvacañete (Cuenca), donde pasó todo el día; el siguiente, por la mañana, por Alcalá de la Vega y Villar del Humo, fue a pernoctar en Cardenete. En esta población se separaron, para regresar a su tierra, las fuerzas aragonesas que, a las órdenes del brigadier Moreno y del coronel Cabañero, habían acompañado a la Expedición. La marcha del día 7 se hizo a campo traviesa; pasaron por Paracuellos y llegaron a Campillo de Altobuey, cuyo vecindario recibió con alegría a los expedicionarios y los hizo objeto de grandes atenciones. El día 8 prosiguió la marcha; pasando por Gabaldón, se descansó en Valverdejo, y por Olmedilla de Alarcón llegaron a Buenache de Alarcón. Allí se les reunió Cabrera con sus fuerzas de Aragón, Valencia y el regimiento de lanceros de Tortosa. Había salido de Chelva el día 2, siguiendo por Utiel e Iniesta, desde donde mandó parte de sus fuerzas a Tarazona de la Mancha (Albacete), dirigiéndose él por Motilla del Palancar a Buenache de Alarcón. La maniobra de Cabrera surtió su efecto, pues en Albacete cundió el pánico: las autoridades huyeron de la ciudad, y la Audiencia se trasladó a Cartagena; hasta en Jaén repercutió el temor, pues se trató de preparar fortificaciones. Esta fuerza siguió por Sisante, San Clemente y Belmonte, hasta unirse a las carlistas en Tarancón.
La Expedición Real prosiguió su marcha el 9 de septiembre, pasando por Hontecillas, cruzó el Júcar y siguió por La Almarcha e Hinojosa de Cuenca, para llegar al fin de la jornada a Villar de Cañas. El día 10, la Expedición salió de Villar de Cañas, y prosiguió por Montalbo y Saelices, llegando a Villarrubio; siguióse luego por Riánsares, hasta llegar a Tarancón. Parte del ejército acampó con el cuartel general en Celes.
El 11 de septiembre, se siguió por Belinchón, cruzando después el río Tajo. Derruido el puente, ancho y profundo el río, era obstáculo difícil, pues no se llevaban pontoneros. El coronel Von Rahden recorrió la orilla, examinando las posibilidades, cuando hacia la madrugada vio que la corriente arrastraba troncos en tal cantidad, que en poco tiempo pudo armarse un puente. Eran pinos cortados en los bosques de la Alcarria por unos comerciantes valencianos, que para el transporte los arrojaban al río. A las cinco de la mañana había pasado el cuerpo expedicionario y las tropas reales estaban en la provincia de Madrid.
Desgraciadamente, no habían llegado todavía los avisos a los guerrilleros manchegos, y el brigadier Jara continuaba en la comarca de Talavera de la Reina. La guerra en la Mancha no parecía afectada por el avance de la Expedición Real; así, el día 6 habían combatido en Tragacete (Cuenca) las fuerzas de Rojeros contra la columna de Cantorné, quedando este gravemente herido en un brazo, que se le amputó. El 9 luchaban en Ballesteros (Ciudad Real), y el 11, Jara, unido a Felipe Muñoz, combatía contra la columna del capitán Andrés Casamayor en San Pablo del Monte (Toledo).
Continuación de la actividad guerrillera
El 8 de septiembre, cerca de Nava del Rey (Madrid), hubo un combate; el día 14, los carlistas atacaron Madridejos (Toledo); Revenga combatió a los cristinos en las cercanías de Marjaliza (Toledo), y siguieron manteniendo el bloqueo de Ciudad Real.
En el mes de octubre. Una partida procedente de Fresnadillas (Madrid) tuvo un encuentro con los milicianos de San Martín de Valdeiglesias en el puente de San Juan, sobre el río Cofio, afluente del Alberche. El 5 de octubre, en Valle Largo, cerca de Argamasilla de Calatrava (Ciudad Real), combatieron los voluntarios de García de la Parra contra los cristinos mandados por el capitán Réiter. El 8, hubo un encuentro en Arroba (Ciudad Real). El 10, combatieron en Nambroca (Toledo) los carlistas mandados por José Arcos, hijo de aquella población. En Fuente el Fresno (Ciudad Real), una columna que quería romper el bloqueo de la capital de la provincia fue derrotada el 13 por el brigadier Rojeros. Este, con su movilidad legendaria, se presentaba al día siguiente en Hontanaya (Cuenca) y hacía prisionera la guarnición liberal.
El 19 de octubre, se libraba un combate en Horcajo de los Montes (Ciudad Real). Una fuerza de milicianos de San Clemente fue batida, el día 21, por Rojeros en Belmonte (Cuenca). Felipe Muñoz libró combate contra los cristinos en Alcaudete de la Jara (Toledo) el mismo día. Los milicianos de caballería de Alcázar de San Juan tuvieron el 25 un combate contra los carlistas en Quero (Toledo). El coronel Tallada, con fuerzas de la división del Turia, entraba en la provincia de Cuenca y se presentaba ante Moya el 25, invitando a la guarnición a rendirse; extendió sus fuerzas desde Landete hasta Ademuz; pero, con el propósito de prevenir los proyectos de Oraa, Tallada se dirigió al Maestrazgo, pero dejó las fuerzas sitiadoras de Moya a las órdenes de Sancho. El 26, fueron los milicianos de Barajas de Meló los que sorprenden a una partida carlista en Saceda-Trasierra (Cuenca). Una partida carlista mandada por Silverio Martín entró en Albarés, Almoguera y Fuentenovilla, de la provincia de Guadalajara. Este guerrillero se arriesgó a entrar en Madrid disfrazado, donde fue reconocido y preso.
El 7 de noviembre, los cristinos atacaron Marjaliza (Toledo), base de operaciones de los carlistas toledanos, pero fueron rechazados. Al día siguiente (8), la partida mandada por Santiago Carrasco entraba en Cerceda (Madrid), y de allí pasaba a Moralzarzal, donde combatía. El 9 de noviembre, se combatió en Quismondo (Toledo), y en el mismo día en Sonseca (Toledo). El 10, hubo otra operación de los cristinos, infructuosa, sobre Marjaliza (Madrid). El día 12, se señalan combates en Alcaudete de la Jara (Toledo) y en la misma cuesta de la Reina, en los alrededores de Madrid. También se señala un combate en Turleque (Toledo); el 13, lo hubo en Arenas de San Juan (Ciudad Real), así como en Mestanza (Ciudad Real); el mismo día, chocaban las fuerzas de García de la Parra con la columna cristina del brigadier Sebastián de la Calzada. El 14, era Bermejo quien entra en Buendía (Cuenca), y de allí pasó a La Peraleja (Cuenca), donde tiene un encuentro con la columna del capitán Francisco J. Ballesteros.
El 15 de noviembre, hubo un combate en Villamuelas (Toledo). El coronel Tallada salió de Chelva para entrar en la provincia de Cuenca, llegó hasta Mira y descendió luego por Enguídanos, donde entró el 16; pasó luego por Minglanilla, cogió prisioneros de la guarnición y por último entró en Iniesta, cuyos defensores se habían refugiado en la iglesia, pero acabaron rindiéndose. El 18, se señalan nuevos encuentros en El Provencio (Cuenca), en los alrededores de Buenache de Alarcón (Cuenca) y en Fuente el Fresno (Ciudad Real). También el 22 hubo combate en Alcabón (Toledo). Seguía con tal intensidad el bloqueo de Ciudad Real, que los vecinos no podían llegar hasta el río ni a los molinos.
El día 5 de diciembre, hubo un combate en Las Pedroñeras (Cuenca). Otro pequeño encuentro tuvo efecto el 7 en Castelfabib (Cuenca). También hubo combates en Borox (Toledo) y en Garbajosa (Guadalajara). El día 15, fue atacado el pueblo de Domingo Pérez (Toledo) por los carlistas mandados por Santiago Carrasco y por Latorre; de allí pasaron al ataque de Otero (Toledo). Una fuerza de 60 soldados de caballería de la Guardia Real fue atacada el 26 en Fernán Caballero (Ciudad Real); 20 de ellos cayeron prisioneros, y los demás, muertos en la acción o fugitivos a la desbandada.
El 28 de diciembre, reunidas las fuerzas de García de la Parra y Peñuelas, combatieron a los cristinos en San Lorenzo de Calatrava. Antes, el 22, se había combatido en Barcience (Toledo), y el 26 en San Martín de Pusa (Toledo). El brigadier Jara entró en Calera y en Navahermosa (Toledo); Revenga, a su vez, en Ajofrín y Sonseca (Toledo). Felipe Muñoz, unido a Barbado, atacó Oropesa (Toledo), y luego marcharon: el primero, a Lagartera, y el segundo, a Calzada de Oropesa, rindiendo ambas guarniciones. El día 29, hubo un combate en Navas de Estena (Ciudad Real). Desde Aragón, Polo entró hasta Alcolea del Pinar.
Operaciones en Castilla la Nueva en 1838
Acciones en el primer semestre de 1838
Había pasado, al frente de su partida, Manuel Lago, a la provincia de Madrid, entrando el primero de abril en Villa del Prado, de donde pasaron a Fresnedillas de Olivar, donde entraron el 5 de abril, combatiendo en Cenicientos el día 6 para pasar el 7 a Aldea del Fresno, donde también libraron combate. El 4 de abril, otra fuerza carlista entró en Paredes de Escalona (Toledo). Por esto no tiene gran importancia el éxito que se apuntaron los cristinos al tomar el día 5 Fernán Caballero (Ciudad Real), puesto que la acometividad carlista no cesaba. Una partida realista entró el 5 en San Martín de Pusa (Toledo), mientras que otra hacía lo mismo en Util (Cuenca). Por la parte de la provincia de Guadalajara, el comandante Félix Prieto, jefe del RC del Infante Don Sebastián, declaraba rebelde al Cura de Peñalen por su indisciplina, comunicando esta orden a las autoridades carlistas que actuaban en la provincia.
Es curioso, porque así se sabe qué poblaciones eran de zona y dominación carlista. Los citados por el comandante Prieto eran: Peñalen, Zaorejas, Villanueva de Alcorón, Armallones, Huertapelayo, Huertahernando, Canales del Ducado, Sacecorbo, Canredondo y Poveda de la Sierra. Entre Madridejos y Tembleque, en la provincia de Toledo, dominaba con sus armas el guerrillero Lamas, quien tenía bajo constante vigilancia el tránsito por la carretera de Madrid a Andalucía.
Los carlistas mandados por Felipe Muñoz amenazaron Oropesa (Toledo). Una incursión del brigadier Forcadell llevando fuerzas valencianas del coronel Vizcarro entró en la provincia de Cuenca pasando por Utiel, Mira, La Pesquera, Campillo del Alto Buey, Almodóvar del Pinar hasta Mohorte, en las cercanías de la ciudad de Cuenca, regresando luego a la provincia de Valencia. Fuerzas mandadas por Manuel Lordan combatían en Maranchón (Guadalajara), así como se luchaba por el comandante Prieto en Valsalobre (Cuenca). También se señala un combate en Turleque (Toledo), así como otros en Hoyos de Manzanares y en Cadalso de los Vidrios, ambos en la provincia de Madrid.
El 14 de abril, se libró combate en Alpedroches (Guadalajara) y luego en Armallones, también en la misma provincia. En la acción de Huertapelayo (Guadalajara) caía prisionero de los cristinos el comandante Félix Prieto. El brigadier Fuenmayor, comandante general carlista de Soria, entraba en la provincia de Guadalajara y tenía un combate en Bustares (Guadalajara) con éxito desafortunado, pues cayeron prisioneros de los cristinos un capitán que había pertenecido al BI-VII de Castilla, un teniente, un subteniente, un alférez, un sargento primero y un cabo, así como cinco voluntarios. El 18, el guerrillero Morales entraba en Peralejos de las Truchas (Guadalajara) y el guerrillero Juan García hacía lo mismo combatiendo en Escalona (Toledo). Revenga recorría los pueblos de Ajofrín y Sonseca, ambos en la provincia de Toledo.
El 23 de abril, Felipe Muñoz pasaba el Tajo por el vado de Malpica y ocupaba el mismo día Carpió del Tajo, de donde pasaba al día siguiente (24) a Cebolla (Toledo), en la que también entraba. El 25 se combatía en Argés (Toledo). Una fuerza de unos 200 hombres entraba el 26 en San Pablo de los Montes (Toledo). El 27 combatía el brigadier Rujeros y entraba después en Ventas con Peña Aguilera (Toledo), y este mismo día García de la Parra conseguía igual resultado en Argamasilla de Calatrava (Ciudad Real), aunque el día siguiente era rechazado después de un combate por las calles de la población de Santa Cruz de Múdela (Ciudad Real). Gandas atacó Bargas (Toledo), pero rechazado marchó sobre Hueseas (Toledo), en la que entra el 28. Don Felipe Muñoz atacaba Oropesa (Toledo).
Sin embargo, no debía acabar este mes sin una acción desgraciada para los carlistas. El coronel Pedro Mars había salido con el BI-I de Valladolid y el BI-II de Burgos y caballería de Valencia y del Cid para ocupar Cañete (Cuenca), lo que realizó; pero habiendo librado a su regreso una acción contra la columna de Aspiroz, fue batido el 30 de abril, quedando prisioneros de los cristinos el coronel Mars, el Tcol Guillermo Rodrigo con dos capitanes, un teniente y un subteniente del BI-I de Valladolid, y el Tcol mayor Miguel Vargas con un capitán, tres tenientes, dos alféreces, dos cadetes del BI-II de Burgos, así como numerosos soldados.
La derrota de la expedición de García en Béjar el 2 de mayo y la dispersión de sus fuerzas favorecieron la situación de los carlistas en el centro de España, puesto que núcleos importantes quedaron en Extremadura, Castilla la Nueva y hasta Castilla la Vieja. Un grupo mandado por el teniente Díaz de Cevallos cruzó la Mancha para entrar en Aragón, donde se uniría a las fuerzas de Cabrera. Otro pasó a la provincia de Guadalajara y se le señala en Chillaron del Rey y El Recuenco para entrar en la provincia de Cuenca por Alcantud de la Sierra. Probablemente, estuvo relacionada esta fuerza con otra que se la vio pasar por Hontanillas, Torrenteras y Alique, en la provincia de Guadalajara. No se puede precisar si tuvieron contacto o fueron los mismos los que entraron en Peñalver (Guadalajara), ni si esta es la misma que estuvo en Colmenar de la Sierra (Guadalajara). Otra que pasó a la provincia de Soria lo hizo por Romanillos de Atienza (Guadalajara). Sea lo que fuere, es indudable que fueron varios los grupos que estuvieron por la provincia de Guadalajara después del desastre de Béjar.
Una partida carlista se presentó el dos de mayo en Méntrida (Toledo), entrando en el pueblo donde se libró combate en las calles, y de allí marchó hacia Almorox. En este mismo día las fuerzas de Archidona lucharon en Ossa de Montiel (Albacete) contra la columna de José María de Quesada. También se combatió en esa fecha en Camarena (Toledo), donde entró el guerrillero Cogollo; este mismo jefe entró en Cuerva (Toledo) al día siguiente. Combatieron los carlistas el 4 de mayo en Nombela (Toledo). El día 7, tropas carlistas mandadas por S. Carrasco, Ganda, Palacio y Peco luchaban en la Torre de Esteban Hambran (Toledo) y otra partida hizo lo mismo ese día en Zaorejas (Guadalajara). Felipe Muñoz entró el 7 en Mohedas (Toledo) y el 12 copó una fuerza de 50 milicianos. El brigadier Rujeros con una estratagema hizo salir de Los Yébanes (Toledo) a un destacamento de 40 soldados del RI de Córdoba que copó.
El general Merino, que había decidido hacer reposar sus tropas en Aragón, salió de la provincia de Soria y el 4 de mayo estaba en Saelices, de donde siguió a Huertahernando y por Peñalen y Poveda de la Sierra dejó la provincia de Guadalajara para entrar en Beteta (Cuenca) el día 6. Perseguida por los carlistas, una columna cristina debe su salvación al hallar el amparo de las fortificaciones de Santa Cruz del Retamar (Toledo) el 9 de mayo. Entraron los carlistas en Consuegra (Toledo) y el 10 hicieron lo mismo en Guadamur y en Chueca, en la misma provincia. Rujeros entró en ese día en Villarrubia de los Ojos y de allí marcha a Fuente el Fresno (Ciudad Real). Después de librar combate, Ganda entró en Rielves (Toledo) el día 12, fecha en la que también entraron los carlistas en Palomeque (Toledo). El 14, fueron los pueblos de Tembleque y Noez en la provincia de Toledo y Torrecuadrada de los Valles (Guadalajara) los que vieron entrar a los carlistas. El brigadier Rujeros amenazaba la ciudad de Daimiel (Ciudad Real), una de las pocas que conservaban los cristinos.
En Argamasilla de Calatrava (Ciudad Real), donde unos días antes una partida de Andalucía mandada por Peñuelas había sido batida por los cristinos, cayendo prisionero el guerrillero carlista que murió poco después de sus heridas en Córdoba, tuvo lugar un fuerte combate entre las fuerzas del brigadier Rujeros contra la columna del coronel Quiroga, la que derrotada se replegó a Almadén. Otras fuerzas carlistas entraban en ese día 14 en Malagón (Ciudad Real). En esta misma fecha se libró otro combate en Caracuel (Ciudad Real).
Entonces el brigadier Rujeros extendía su autoridad desde Fuente el Fresno y Fernán Caballero hasta Villarrubia de los Ojos, donde su dominio era absoluto. García de la Parra en el sur de la provincia se imponía en la comarca del Viso del Marqués, y sus fuerzas entraron en Castellar de Santiago (Ciudad Real). Peco gobernaba las comarcas de Piedrabuena y Pozuelo de Calatrava, hasta la provincia de Toledo; Ganda entró en Huecas (Toledo) el 14 de mayo. El 16, era en Layos (Toledo) donde los carlistas efectúan su entrada e igual ocurría en Camarenilla (Toledo) el 17. También lo hicieron en Villanueva de la Sagra (Toledo).
El guerrillero Casimiro Bermejo el Feo de Buendía gobernaba desde Ribatajada y Villaconejos de Trabaque (Cuenca); cayó el 20 sobre Priego y Sacedón, combinado con las fuerzas que mandaba Baltasar Chico, más conocido por el Cura de Solera, entonces comandante general carlista de Cuenca. El 23 de mayo, las fuerzas carlistas de Archidona libraron combate en Ruidera (Ciudad Real) con la columna de Quesada.
En este fin de mes el brigadier Rujeros preparó una atrevida operación. El 27 de mayo se presentó ante Ciudad Real, abandonada por Quiroga la víspera, y la atacó el 28 al saber que el general Narváez, con el cuerpo de reserva, acudía en socorro de la capital, y viendo que no podía tomarla antes de la llegada del jefe cristino, ante el peligro de quedar entre dos fuerzas, decidió retirarse a Miguelturra. Pero los cristinos de Ciudad Real, embravecidos por la retirada, salieron de la plaza apoyados de una pieza de artillería, que bombardeó a los carlistas. El brigadier Rujeros, al verse hostigado por el cañón enemigo, al frente de su caballería dio una carga sobre los cristinos, apoderándose del cañón, y solo llegaron a salvarse unos cuantos, porque la mayoría de los cristinos habían quedado muertos en el combate o prisioneros en su fuga.
Ante tal situación, el jefe del Ejército de Reserva de Andalucía, Narváez, para combatir a los carlistas, dividió las fuerzas de su mando en tres columnas, la primera mandada por el brigadier Alesón, la segunda por el coronel Barrenechea y la tercera por el coronel Mauri. Pero esto no impidió que a final de mes los carlistas destruyeran el fuerte de Puertollano (Ciudad Real).
A comienzos de junio, el guerrillero Jiménez murió luchando en un combate en San Martín de Boniches (Cuenca) contra la columna de Fermín Leguía. El 6 de junio, entraban en Ossa de Montiel (Albacete). Bermejo combatía en Alcocer (Guadalajara), pero este jefe carlista fue hecho prisionero el 24 en Duron (Guadalajara). Fuerzas carlistas entraron el 18 en el Carpió de Tajo, y el mismo día tuvieron un encuentro desventajoso García de la Parra con el capitán Nicolás de Rute en Calzada de Calatrava (Ciudad Real). Otro combate se señala en Villamiel de Toledo. El guerrillero Manolo el Pare-Pare fue sorprendido en Pulgar por el teniente de cazadores Luis Carrillo y Castejón y cayó prisionero de los cristinos. El 21 de junio, hubo un tiroteo con la guarnición en las puertas de Ciudad Real. Archidona hizo una correría hasta Alcázar de San Juan y llegó tan cerca de Albacete que las autoridades cristinas de la capital la abandonaron y se refugiaron en Chinchilla.
El 22 de junio, la caballería del brigadier Rujeros tuvo un combate con coraceros cristinos en Ballesteros (Ciudad Real), y en este mismo día los carlistas combatieron en Villarrubia de los Ojos contra el brigadier Alesón, contra quien luchaba el día siguiente el brigadier Rujeros. Al regresar de una incursión por la provincia de Córdoba, el coronel García de la Parra tuvo un encuentro con el coronel Barrenechea en Calzada de Calatrava el 28, y al día siguiente en el mismo sitio combatía contra Rute. Una partida carlista que procedía de dispersos de la expedición de García entró en Puebla de Don Fadrique (Toledo) el 29, y pasaron a El Acebrón (Cuenca); prosiguieron el 30 por Moncalvillo de Huete, Tinajas y Alcantud, entrando en la provincia de Guadalajara, llegando a Villanueva de Alcorón. El 29 también se libró una acción en Ossa de Montiel (Albacete).
Acciones en el segundo semestre de 1838
El 3 de julio, los carlistas batieron y destrozaron en las cercanías de Alcázar de San Juan (Ciudad Real) a una partida cristina. El día 5, el guerrillero Cipriano Fernández libraba combate en el Carpió de Tajo. Blas García, procedente de la provincia de Ávila, había entrado en Aimorox (Toledo) y, entrando en la provincia de Madrid, amenazado San Martín de Valdeiglesias y Cadalso de los Vidrios y, al regresar a la provincia de Ávila, antes de llegar a ella, hizo prisionero un destacamento del RI provincial de Trujillo. Los carlistas atacan Centenera (Guadalajara). Las fuerzas carlistas de la parte de la Cuenca perdieron a su comandante general Baltasar Chico, que se había presentado acogiéndose a indulto, y le sustituyó el comandante Juan Vicente Vera, quien después de una incursión por Andalucía recorrió los pueblos de la provincia de Cuenca, Saceda-Trasierra, Vellisca y por el término de Aldea del Rey, pero cayó prisionero de los cristinos en el combate de Carrascosa del Campo el día 11.
Cipriano Fernández luchaba en Villafranca de los Caballeros (Toledo) el día 6. Revenga, que había recorrido Quero (Toledo) y Villarrubia de los Ojos (Ciudad Real), libró combate el 7 en Marjaliza (Toledo) contra la columna del cristino Nicolás Pérez. El día 11 se lucha en El Hoyo (Ciudad Real), y el 13 fuerzas de Calvente hacían lo mismo en Navamorcuende (Toledo). En uno de tantos partes exagerados de los cristinos se había dado como muerto al guerrillero Ganda, que solo había resultado herido. Entre los milicianos de Chozas de Canales (Toledo) causó tanta satisfacción y alegría la noticia que la celebraron con regocijos, bailes y francachela; pero Ganda no estaba más que herido, y habiendo recobrado la salud, el 14 se presentó en Chozas de Canales y mandó incendiar las casas de los milicianos que habían celebrado su muerte, y de allí pasó a atacar Bargas.
Felipe Muñoz estableció su centro de operaciones en Espinoso del Rey (Toledo). El 15 de julio, se luchaba en Las Laborea (Ciudad Reali) y poco después en Fernán Caballero (Ciudad Real). El 17, fuerzas valencianas mandadas por el coronel Domingo y Arnau sorprendieron a los cristinos en Paracuellos (Cuenca); pero el jefe de las tropas liberales, Cantorné, se replegó a Huercémes, que abandonó ante la llegada de los carlistas, y por último a Villora, donde hizo una brillante defensa. El 18, las partidas de Antoñuelo y de Nicolás Nava, más conocido por Maduro, tuvieron un combate en Villamanrique (Ciudad Real) contra las fuerzas cristinas que mandaba el comandante José González Calero, conocido por Tronera.
El 21 se lucha en Urda (Toledo); más sufren los carlistas en una sorpresa en Porzuna (Ciudad Real). El 23, con fuerzas que procedían de la provincia de Ávila, el coronel Cálvente y Blas García fueron derrotados en Sartajada (Toledo) por la columna de Losada, que le seguía desde aquella provincia, auxiliada por la que manaba el coronel Raimundo Crespo. Después de ese combate, Cálvente y García regresaron a Castilla la Vieja. También se libró una acción en Navalcan (Toledo). Archidona se imponía totalmente en la provincia de Albacete, y los liberales, con las autoridades cristinas, solo se sentían seguros refugiados en Peñas de San Pedro, Chinchilla y Alcalá del Júcar. A finales de julio, el 29, el brigadier Rujeros tomaba por asalto el pueblo de Torrenueva (Ciudad Real).
El brigadier Rujeros había quedado de comandante general de La Mancha después de la partida para Aragón del brigadier Basilio García. La autoridad de Rujeros fue reconocida por la generalidad de los habitantes de la provincia. Rujeros impuso una contribución de guerra de cien reales por yunta que salía al campo, y encargó al guerrillero Francisco Marín, conocido por Chaleco, para que cobrase este impuesto. Como es natural, hubo diversidad de criterios, y si bien muchos propietarios aceptaron efectuar el pago, otros se negaron y resistieron. Marín se llevó los ganados y frutos de los recalcitrantes, que del 19 al 26 fueron almacenados en Marjaliza (Toledo). Para rescatar esa prenda acudieron de todos los pueblos manchegos. En realidad, no todos eran recalcitrantes, sino que buscaron un modo para justificarse ante los cristinos si aceptaban las órdenes del jefe carlista. El brigadier cristino Mesón, conociendo lo que estaba pasando, marchó sobre Marjaliza, a la que sorprendió y se hizo dueño de todo cuanto no habían recuperado sus propietarios.
El 2 de agosto, en Ossa de Montiel (Albacete), se libró un combate en el que el guerrillero Polonio Morales halló la muerte en esta acción. En ese mismo día, las partidas mandadas por Castellanos y Cepeda sorprendieron e hicieron prisionero a un destacamento de carabineros de Agudo (Ciudad Real). El 10, los carlistas atacaron Riopar (Albacete), al que siguió un ataque contra Bolaños (Ciudad Real). El 5, reunidos Felipe Muñoz y Santiago Carrasco, este con su escuadrón de caballería, habían tenido un encuentro con la columna de Crespo en Oropesa (Toledo). El 22 de agosto, Ganda, con las fuerzas del coronel don Luis González, atacó el Carpió de Tajo (Toledo), pero no habiendo conseguido su propósito de entrar en la población, repitieron el ataque el 27. El 25 se había librado combate en Huerta de la Obispalía (Cuenca). Entraron los carlistas el 27 en Camuñas (Toledo), pero tuvieron que sostener un vivo combate en las calles del pueblo. El guerrillero Mariano Giner combatió el 29 contra la columna de Enrique Reyter en Villapalacios (Albacete). En este mismo mes, desde Navaluenga el coronel Cálvente destacó una fuerza que entró en Villa del Prado (Madrid).
Fue, sin embargo, en agosto de 1838 cuando se inicia la decadencia de la guerra en Castilla la Nueva, y particularmente en la Mancha. La concentración de tropas en Andalucía, al formarse el ejército de reserva, comenzaba a pesar mucho sobre las actividades de los carlistas, pero lo que mayormente influyó no solo fue el plan de Narváez para ocupar militarmente hasta la menor aldea fortificada, sino las medidas de rigor que empezó a ejercer. Se trataba de los indultos; según las instrucciones del 28 de julio, dispuso que no se molestase al carlista que pidiera indulto “aun cuando tuviera causas anteriores por las que merecieran castigo”.
El general Merino cruzó en los primeros días de septiembre la provincia de Guadalajara, al pasar de Aragón a la de Soria, pero esta rápida marcha del famoso general castellano no tuvo interés alguno para la guerra en esta región. Blas García, desde la provincia de Ávila, pasó a la de Toledo, y por Nombela entró en Cazalegas. El brigadier Rujeros, al frente de un escuadrón de caballería, hizo una rápida correría, pasando por Belvis de la Jara, Alcaudete de la Jara y Navalmorales. Atacaron los carlistas Torrijos (Toledo) el 3 de septiembre. El brigadier Rujeros fue batido el 5 en Pulgar (Toledo) y se replegó en Ventas con Peña Aguilera. El guerrillero Patricio entró aquellos días en Alcabón (Toledo), de donde pasó a Villaluenga para ir luego a Escalonilla (Toledo). Se libra un combate el 6 en Navas de Estena (Ciudad Real).
El 9 de septiembre, Blas García fue derrotado en Navamorcuende (Toledo). Ganda entró en Camarena (Toledo) y amenazó Casarrubios del Monte, y luego entró en la provincia de Madrid y sembró el temor en San Martín de Valdeiglesias, que se aprestó a la defensa. Hubo un combate en Puebla de Montalibán (Toledo) el día 11. El brigadier Rujeros marchó sobre Navalucillos (Toledo), al que atacó, pero la guarnición resistió, permitiendo que le llegasen los refuerzos mandados por el coronel Crespo, viéndose obligado Rujeros a retirarse. La partida mandada por el Navarro y Blas García entró en Navamorcuende el 16. Como se ve por la ocupación militar de La Mancha, las provincias de Albacete y Ciudad Real hicieron que la resistencia carlista se concentrara entonces en la provincia de Toledo.
A los que se presentaron al indulto y a los que murieron en combate, como Mariano Giner y Eustaquio Ruiz, conocido este con el apodo de Bailando, les reemplazaban nuevos jefes que proseguían la lucha por la causa carlista. Así se registra un combate el 19 de septiembre en Camarenilla, y en esta misma fecha entraron los carlistas en Villanueva de la Sagra (Toledo); el 20 se combatió en Galve de Sorbe (Guadalajara), y el 21 en VillaBeca de Henares (Guadalajara). En una correría por la provincia de Cuenca con fuerzas valencianas, el coronel Domingo y Arnau entró en Talayuelas y Landete y regresó luego a Castiel Jabib.
Pero en el mes de octubre volvieron los carlistas a presentarse por La Mancha, aunque sufrieron pronto una gran pérdida. García de la Parra se había retirado a la región valenciana al comenzar el régimen del terror, pero no tardó en dirigirse al campo de sus proezas. Los cristinos, viendo que no podían acabar con el indómito jefe de la caballería manchega, sobornaron al asistente de García de la Parra para que le asesinara, y ante las dádivas y ofertas de los liberales cometió el crimen. Murió así el famoso García de la Parra, más conocido por su apodo de Orejita, y que había sido terror de sus enemigos. El asesino huyó al campo cristino para recibir la recompensa en metálico y la protección que se le había prometido. El día 3 de octubre, un convoy cristino llevaba el cuerpo de García de la Parra a Ciudad Real para exponerlo al público, pero los carlistas, con el fin de rescatar el cadáver, atacaron el convoy entre Almagro y Miguelturra, sin conseguir su objetivo.
En esa misma fecha se combatía en Layos (Toledo), y la partida mandada por el Rojo lo hacía en Gerindote (Toledo); el 4, se luchaba en Pulgar (Toledo); el 8, entraban en Bonilla (Cuenca) y recorrían los alrededores de Daimiel y Tomelloso, en la provincia de Ciudad Real, así como los de Villarrobledo, en la de Albacete. El 9 de octubre, reunidas las fuerzas que mandaba Blas García, Zacarías Rujeros, Ganda y Chaves atacaban Almorox (Toledo), y al día siguiente los mismos libraban combate contra la columna del comandante Jenaro García, cerca de Paredes de Escalona, derrotándola, por lo que los cristinos se refugiaron en Villaencabo de Escalona.
El 12 de octubre, una partida compuesta de 40 caballos entraba en El Álamo (Madrid). El brigadier Rujeros, después de librar combate en Sevilleja de la Jara, luchaba el 23 en Ventas con Peña Aguilera (Toledo). En aquellos días estuvo para caer en manos de los carlistas el general Pedro Alcántara Mussó. Viajaba este en una diligencia que fue detenida en una venta cerca de El Toboso (Toledo) por una partida que dependía del brigadier Rujeros. No hay que decir el susto que pasó el general cristino temiendo que se descubriera su identidad, pero pudo aprovechar un momento de descuido de sus vigilantes para esconderse y escapar antes de ser reconocido. El día 26, tomaba Felipe Muñoz el mando superior de las fuerzas carlistas que operaban en las orillas del Tajo desde la desembocadura del río Tiétar hasta la del Guadarrama. El brigadier Balmaseda, que venía de recorrer la provincia de Segovia de paso para la de Soria, entró el 29 en Atienza (Guadalajara).
El primero de noviembre, un puesto cristino cerca de Ciudad Real fue atacado por los carlistas. Ganda estaba cerca de Illescas (Toledo), y el día 3, amenazaba dicha población. Otra partida entraba el mismo día en Miguelturra. La que mandaba Hermenegildo atacaba a Azután (Toledo). La de Noguera, conocido por el Rondeño. Constantemente amenazaba en el límite de Extremadura. El brigadier Rujeros atacaba el 12 Ballesteros (Ciudad Real), pero no pudo apoderarse de los puntos fortificados. Y el 14 hacía lo mismo en Fernán Caballero. El 16, se libraba combate en Porzuna (Ciudad Real) y el 18, había un combate en Fuente del Fresno (Ciudad Real). Los carlistas, mandados por Peco, sorprendieron a un destacamento cristino entre El Pedernoso y El Provencio (Cuenca) y, al acudir la columna del coronel Quesada, se libró un combate. También hubo una acción en Colmenar de la Sierra (Guadalajara).
El 25 de octubre, los carlistas combatían en Cañadajuncosa (Cuenca) y luego entraron en la Alberca de Záncara y en Pedroñeras (Cuenca). La partida que mandaba Nozal desde la provincia de Soria entraba en Castilla la Nueva y ocupaba Cantalojas (Guadalajara). A pesar de esta actividad, las medidas tomadas por los cristinos y el régimen de terror que siguieron sus sucesores Alesón y Nogueras fueron debilitando la guerra. Muchos partidarios pasaron a Extremadura, Castilla la Vieja y muy particularmente a la zona de la provincia de Cuenca en que dominaba el general Cabrera. De la caballería manchega y toledana se formaron escuadrones en el ejército de Aragón y Valencia, donde ya estaban Rodríguez Cano, que pudo escaparse de los cristinos después de caer prisionero en Barrax. El hecho más señalado en la provincia de Madrid es la entrada de los carlistas en Buitrago el día 6.
Siguió la disminución de la intensidad de la guerra en el mes de diciembre; sin embargo, merecen recordarse la correría de fuerzas valencianas mandadas por el coronel Domingo Arnau, que pasó el 3 de diciembre por Almansa, Alpera, Carcelen y Casas de Juan Núñez (Albacete), y combatió el 5 en Iniesta (Cuenca) contra la columna del general Narciso López, regresando a Valencia. El día 11, en un recorrido que hizo por Torrejoncillo del Rey, Montalbanejo, Valera de Abajo y Gabaldón, en la provincia de Cuenca, Zacarías Rujeros tuvo un fuerte combate entre Paracuellos y Eguidanos. Otra acción se señala el 12 de diciembre en Pineda de Cigüela (Cuenca). El brigadier Polo, con fuerzas aragonesas, hizo una incursión por el Señorío de Molina, en la provincia de Guadalajara, y entró en Alcolea del Pinar (Guadalajara). El brigadier Rujeros entró y desarmó a los milicianos en Quijorna y Perales del Río, en la provincia de Madrid, y los de El Viso de San Juan (Toledo), y otros que encontró en ruta. Sin embargo, hay que hacer constar que a fines de 1838 era desfavorable para los carlistas la guerra en las provincias de Castilla la Nueva.
Operaciones en Castilla la Nueva en 1839
Acciones en el primer semestre de 1839
La dura represión contra los carlistas iniciada por Narváez, y que tuvo tan desagradables consecuencias para los carlistas a finales de 1838, no era suficiente para que el tesón de los manchegos y toledanos se amilanara. Consecuentes en sus ideales, buscando el amparo de las fuerzas de Cabrera, cuando la persecución del enemigo se hacía irresistible, volvían los guerrilleros manchegos, y muy particularmente el brigadier Rujeros, para hostigar a sus enemigos y disputarles el terreno que pisaban, y no era porque los cristinos cesaran de perseguirles y castigarles, pues confiesa un escritor liberal que «en Navamorcuende, distante tres leguas de Mijares, en unos 20 días se fusilaron 23 carlistas». Estos fusilamientos no eran excepcionales, puesto que en enero de 1839 fue fusilado en Almagro un capitán de las fuerzas que mandaba Rujeros, bajo el pretexto de que había intentado robar a unos carreteros en Venta Quemada. En enero moría asesinado por uno de sus voluntarios, sabiendo el asesino que hallaría protección, amparo y recompensa al presentarse a las autoridades cristinas, el guerrillero manchego Navarro.
Una partida carlista entraba en la noche del 5 al 6 de enero en Vindel (Cuenca), marchando de allí a la provincia de Guadalajara, para entrar en Villanueva de Alcorón. Fuerzas aragonesas a las órdenes del brigadier Polo estuvieron recorriendo durante unos días la provincia de Guadalajara, por la parte de Sigüenza. El 11 de enero, se libraba un combate en Menasalbas (Toledo). El día 27, hubo otro en Espinoso del Rey (Toledo).
El 9 de febrero, se libró un fuerte combate en El Hito (Cuenca), muriendo en el mismo el jefe carlista Zacarías Ruleros, hijo del brigadier del mismo apellido, y su segundo, el capitán Zaragoza. Esta acción la habían librado contra las fuerzas cristinas mandadas por el teniente Urrea Portillo.
Otra acción, no afortunada, tuvieron los carlistas en Utiel, cuando el general Iriarte derrotó a una fuerza carlista mandada por Pujol, destacada de la división del Turia. Los cristinos anunciaron que la fuerza derrotada era toda la citada división, mandada por el coronel Domingo y Arnau, aunque después lo rectificaron, diciendo que la fuerza principal de los carlistas se había replegado a la Sierra de Negrete, dejando en difícil posición a los tiradores del Turia. Pero lo cierto es que solo fue la porción mandada por Pujol la que sufrió las consecuencias de la sorpresa. Estas desgraciadas acciones fueron contrarrestadas en el mismo mes de febrero, cuando la fuerza mandada por el guerrillero Dimas se acercó a Orgaz. (Toledo). A su aproximación, los milicianos que la guarnecían salieron en persecución de los carlistas, que solamente habían desplegado una fuerza pequeña, simulando entonces que se retiraban; conduciendo así a los cristinos hasta donde tenían su fuerza principal, y al llegar a aquel lugar, la caballería carlista cargó sobre los cristinos, matando a más de 50 milicianos, mientras que perseguían luego a los que huyeron, entrando así Dimas en Orgaz.
En el mes de marzo se libró un combate en Torrecilla de la Jara (Toledo) y otro se libró en Santa Cruz de Moya (Cuenca). En la provincia de Toledo, murió combatiendo contra los cristinos el guerrillero Revenga. Sin embargo, fue de mayor importancia la incursión que hizo el brigadier Balmaseda por Castilla la Nueva. Balmaseda, con su caballería procedente de Castilla la Vieja, estaba el 25 en Grado (Segovia), y a la salida de dicho pueblo, entró en la provincia de Guadalajara, librando combate contra la caballería cristiana mandada por el conde de Cumbres Altas, en Villacadima (Guadalajara). Después de este combate, las fuerzas de Balmaseda entraron en Galve de Sorbe (Guadalajara), siguiendo luego a Valdepinillos, La Huerce, El Ordial, hasta llegar a Bustares. De allí salieron por la noche, pasando por Gascueña, Robredo y Rebollosa de Jadraque, mientras que sus descubiertas entraban en Trillo, prosiguiendo luego, todos juntos, la marcha hasta Salmerón, para entrar por la provincia de Teruel el 26 de marzo, uniéndose al ejército de Cabrera. Un grupo de doce jinetes carlistas que habían quedado cortados del escuadrón de Balmaseda siguieron por el límite de la provincia de Guadalajara y de Soria, librando combate en Abendiego (Guadalajara), y no pudiendo alcanzar Aragón, se unieron a los carlistas castellanos que luchaban en los Pinares de Soria.
El 5 de abril, se combatía en Ruidera (Ciudad Real), y poco después en Puerto Lápice (Ciudad Real) y en Solanillos del Extremo, en la misma provincia. Fuerzas aragonesas mandadas por el brigadier Polo hicieron una incursión por Castilla la Nueva, entrando el 17 de abril en Alcolea del Pinar, atacando Cifuentes el 18 y llegando hasta Brihuega, donde también efectuó su entrada, regresando a Aragón, no sin tener un combate, el 24, en Huérmeces del Cerro (Guadalajara), contra la columna que mandaba Cantorné, cuando este intentaba cerrarles el paso.
La situación precaria en que se hallaban los carlistas en armas en la Mancha, Toledo y en general en Castilla la Nueva, fue causa de que se diera el 26 de marzo una real orden por la que el general Cabrera quedaba encargado de reorganizar las fuerzas carlistas que combatían en las citadas provincias de la Mancha y Toledo. Para mejor cumplir el real encargo que se le había hecho, Cabrera decidió hacer un recorrido por aquellas provincias, y a fin de no ser molestado a su salida por el general Amor, hizo circular la noticia de que estaba preparando un nuevo ataque a Villafame. Cuando Amor supo el verdadero destino que daba Cabrera a sus fuerzas, este ya había recorrido parte de la Alcarria, entrando en Trillo y de allí pasado a Salmerón, habiendo cruzado el río Gudiela, entrando en la provincia de Cuenca por Valdeoliva. De aquí siguió por Almodóvar del Pinar y Gabaldón, retrocediendo a Olmedilla de Alarcón, con el propósito de sorprender, el 9 de junio, a una columna cristina, pero esta, advertida a tiempo, pudo refugiarse en Alarcón. Cabrera entonces siguió por Motilla del Palancar, Carboneras, Pajarón, Valdemoro de la Sierra, Huerta del Marquesado y Jafrilla, regresando a Aragón por la provincia de Teruel, llevando consigo el botín que había recogido en las provincias que había estado recorriendo, y hasta en las de Toledo y de Ciudad Real a las que habían llegado sus destacamentos de reconocimiento.
Independiente de esta expedición del general Cabrera, en mayo-junio, debemos citar el combate que libraron los carlistas manchegos el 23 de mayo en Villarrubia de los Ojos (Ciudad Real) y el ataque infructuoso del coronel Arévalo contra Moya (Cuenca), el 17 de junio.
Acciones en el segundo semestre de 1839
En el mes de julio, se destaca el ataque por los carlistas a Cañete, que fue socorrida, por la columna mandada por Francisco Narváez. Sin embargo, no tardaría Cañete en ser poseída por los carlistas. El 4 de julio, hubo una acción en la Sierra de Calderina (Toledo), en la que lucharon los guerrilleros castellanos contra la columna mandada por el comandante Grabado. El día 10, se luchó en El Emperador (Toledo); el 11, fue en Hortizuela (Cuenca), donde hubo un combate; el 16, en Ossa de Montiel (Albacete), lucharon las fuerzas mandadas por Luis Calonge contra las cristinas del teniente Francisco de P. Monasterio. También en El Manzano (Cuenca), cerca de Utiel, midieron sus armas carlistas y cristinos, el día 19 de julio.
Era cada día mayor la dominación del territorio en las provincias de Guadalajara, Cuenca y Albacete por las fuerzas de Cabrera y así iban avanzando los carlistas en dirección a Madrid. Para su plan de organización de bases defensivas y ofensivas, Cabrera hizo fortificar Castielfabib y, en la provincia de Cuenca, Cañete. Tres fuerzas principales tenían la misión de extenderse por el centro de España, organizando a los carlistas en los montes de Toledo y en la parte colindante, que es la montañosa, de Ciudad Real. La primera de dichas fuerzas tendía a expansionarse por la provincia de Albacete; la segunda, después de pasar el Tajo, siguió la dirección de los límites de la provincia de Toledo con las de Madrid y Cuenca; mientras que la tercera marchaba hacia Ocaña. Aunque esta operación de enlace fue iniciada, no pudo llevarse a término, viéndose obligados los manchegos y toledanos a retirarse a sus primitivas bases en los montes. Pero esta organización que se quería dar, así como la forma con que había sido iniciada la expansión carlista, hacía esperar que muy pronto Cabrera llegaría a dominar todo el territorio hasta Extremadura y las puertas de Madrid.
El 2 de agosto, los carlistas atacaban Urda (Toledo) y, el día 4, hacían lo mismo contra la guarnición de Fernán Caballero (Ciudad Real). El general cristino Aristizábal se propuso preparar un engaño para coger prisionero al brigadier Rujeros. A este fin le hizo llegar una orden con la firma imitada de don Carlos, para mejor atraerle a un lugar determinado. Afortunadamente, el brigadier Rujeros sospechó de la maniobra, por lo que no acudió a la cita, y el general Aristizábal, viéndose defraudado en sus propósitos y que además su fracasada artimaña solo sirvió de burla de todos, pidió el relevo y fue sustituido por Trinidad Balboa. Los procedimientos de este contra los carlistas fueron hasta verdaderos crímenes, que hasta los mismos liberales tuvieron que sumariarle.
Las fuerzas mandadas por el comandante José Costa entraban en Sacedón el día 6, haciendo prisioneros a varios rehenes. Por su parte, el coronel Mata y Alós había conseguido sorprender a los carlistas en Salvacañete (Cuenca). En este tiempo, Cabrera supo que las tropas cristinas seguían amenazando por Cañete, y resuelto a escarmentar a los liberales, ordenó el 24 de agosto que se reunieran las fuerzas mandadas por Polo, Forcadell y Balmaseda. Cabrera tenía en sus manos el BI-IV, BI-V y BI-VI de Aragón, Guías de Aragón, BI-II de Mora y BI-I de Valencia, más la compañía de Miñones, llevando como caballería dos escuadrones de lanceros de Aragón, uno del de Valencia y un escuadrón de Toledo, junto con los húsares de Ontoria; de artillería llevaba dos piezas de montaña y un morterete. A las tres de la madrugada del 31 de agosto, se supo por un confidente que la columna enemiga mandada por Santiago Pérez, y compuesta del BI-I/1 del Rey, el RI provincial de Écija y caballería del RCL-5, se hallaba en Carboneras (Cuenca). Pérez había destacado, además, una fuerza del RI de la Reina Gobernadora y un trozo de caballería para que se estacionaran en Reíllo (Cuenca).
Esta, al darse cuenta de la proximidad de las fuerzas carlistas, decidió ponerse en marcha para Carboneras, saliendo de Reíllo, pero las esperaba el brigadier Forcadell, quien les atacó, librándose un combate en el que los cristinos quedaron completamente deshechos y derrotados. Cabrera, que esperaba noticias de Forcadell, emprendió entonces el ataque formal contra Carboneras, apoderándose de las líneas y posiciones exteriores, que una vez en su poder fortificó, intimando a la rendición a Pérez, que había quedado reducido a las casas del pueblo. Pérez respondió que no pensaba rendirse, por lo que el 1 de septiembre se reanuda el ataque, apoderándose los carlistas de la población y quedando los cristinos encerrados en la iglesia. Como no acudían fuerzas en su socorro y considerando su posición desesperada, Pérez capituló. Cabrera reconoció el valor con que se había batido su enemigo.