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Biografía de Pablo Sanz
Pablo Sanz y Baeza (1801-39) nació en Pamplona (Navarra), procedía de familia de noble abolengo conocida por sus ideas realistas durante el reinado de Fernando VII, participó en las conspiraciones y pronunciamientos durante el Trienio Liberal (1820-23), a las órdenes del general Santos Ladrón, llegando a alcanzar el grado de teniente de cazadores. Terminada la lucha con el triunfo de los realistas, pasó a la Guardia Real de Infantería y a continuación pidió destino a Valencia, ascendiendo a capitán el 22 de agosto de 1832.
Al iniciarse la Primera Guerra Carlista en octubre de 1833, solicitó y obtuvo licencia absoluta y se incorporó al Ejército Carlista del Norte, siendo nombrado ayudante de Zumalacárregui, y a cuyo lado se batió en las acciones de Nazar, Usarta, Vitoria, Heredia, Alsasua, Gulina, Muez, Olazagoitia, Artaza, Larrión, Viana, Echarri-Aranaz, Arrieta, Alegría, Eraul, Peñas de San Fausto y Arquijas.
Herido en el combate de Elizondo (Navarra), fue ascendido a comandante el 20 de febrero de 1834. En la organización carlista de dicho año le fue encomendada la creación de un nuevo batallón, el BI-VI de Navarra, que mandó como teniente coronel desde octubre de 1834.
En 1835 ascendió a coronel, continuando al frente del mencionado batallón. Obtuvo éxitos en las diferentes campañas en las que participó y el 11 de septiembre de 1836, en la dura acción de Arigorriaga, mereció el ascenso a brigadier. Mandando una brigada de infantería de la División de Navarra, participó en los combates del 19 de marzo de 1836 en Unzá (Álava), en los que resultó derrotado el general Espartero. En julio del mismo año conquistó la faja de mariscal de campo en las victorias carlistas de Medianas y Carrasquedo.
Desarrollo de la expedición
Tan pronto como don Carlos supo que Gómez había abandonado Aragón llevando consigo a Cabrera y a buena parte de sus fuerzas, dio por hecho que se perdería la plaza de Cantavieja, a cuyo amparo se organizaban los carlistas del Maestrazgo. Decidió enviar una expedición de cuatro batallones y dos escuadrones para tratar de impedirlo.
Sanz fue nombrado en 1836 para mandar la expedición, que fracasó en sus objetivos; no fue ni la mitad de desastrosa que podría haber sido si se hubieran mantenido las instrucciones oficiales, de 20 de agosto de 1836, según las cuales Sanz debía marchar hacia el Maestrazgo como comandante general de Aragón y Valencia. Aunque en aquellos momentos podía parecer una buena idea regularizar la guerra en la zona, ello hubiera supuesto la anulación de Cabrera, que sería el más destacado dirigente militar carlista junto a Zumalacárregui.
La unión de Gómez con Cabrera pareció dejar cumplido el objetivo de apoyar a los carlistas del Maestrazgo, y nada tiene de extraño que cuando la expedición estaba en marcha y ya próxima a pasar el Ebro. Sanz fue alcanzado por Villarreal, que le manifestó tener instrucciones del Pretendiente para que se dirigiera a Asturias, noticia que no fue para nada de su agrado: «Sanz le manifestó lo perjudicial e inoportuno de este cambio, puesto que si por una parte peligraba el Aragón, por la otra él no podría hacer nada en Asturias, porque no llevaba municiones para más que dos o tres encuentros; el país estaba alarmado desde que pasó por allí Gómez, había guarnición en Oviedo, y la división portuguesa con otra, recorría aquellas cercanías. Sin embargo, estas reflexiones, insistió Villarreal en que el Rey lo mandaba, y Sanz fue a Asturias.»

Se le encargó una expedición a Asturias con unos 2.500 efectivos, en tres batallones (BI-VI de Castilla, BI-II de Castilla y BI-VI de Navarra) y dos escuadrones.
Andechaga fue a ocupar el valle de Soba (Santander) para proteger el paso de las fuerzas expedicionarias. La salida de estas cogió desprevenidos a los cristinos, que no se dieron cuenta de su paso hasta que ya iba siguiendo los tortuosos caminos que serpentean entre las montañas que separan las provincias de Santander y Burgos.
Cuando se dieron cuenta de la realidad de la expedición, los carlistas estaban ya en San Miguel de Luena (Santander), y por la misma provincia pasaron por San Pedro del Romeral, Entrambasmestas, Ontaneda, Puenteviesgo, Torrelavega y Santillana del Mar, sin que de Santander se destacaran fuerzas de importancia para cortarles el paso. En el transcurso de 13 días, pues la salida se efectuó el 25 de septiembre, las fuerzas expedicionarias del brigadier Sanz habían pasado a través de la provincia de Santander.
El 28 de septiembre penetraba en Asturias cruzando el río Deva por la barca de Unquera sin haber tenido el menor tropiezo. Avanzaron por la costa oriental tomando Llanes el día 29. Comenzando así su marcha por la provincia de Oviedo. Por Infiesto, el brigadier Sanz llegó el día 2 a Ceceda. El día 3 llegaron a Pola de Siero, donde se encontraron con un destacamento de nacionales de caballería y de lanceros, mandados por el diputado provincial José Fernández de Cabo, que había salido de Oviedo para reconocimiento del enemigo. Se libró un pequeño combate, quedando prisioneros de los carlistas dos nacionales, uno de ellos el oficial del gobierno político de la provincia, llamado Pedro Quintana.
Los carlistas siguieron su avance hasta Oviedo, donde se presentaron el mismo día. La primera idea de los liberales fue limitar la defensa al fuerte de Vega, pero después se dispuso la defensa de toda la ciudad. A las dos de la tarde llegaban los batallones carlistas al campo de los Reyes y, aunque hubo algún tiroteo contra el puesto avanzado de Santullano, no tuvo importancia este pequeño choque; salvo que una guerrilla del RI provincial de Pontevedra, que se había desplegado, ante una carga de la caballería cristina, que había destacado un piquete, se tuvo que replegar. Mientras tanto, toda la fuerza expedicionaria seguía por el camino de Pumarín, dejando a un lado la ciudad, no sin que las fuerzas carlistas de flanqueo le tirotearan con las que guarnecían la capital de Asturias.
Para prevenir una posible salida de los defensores, un escuadrón de caballería se adelantó por Foncalada, apoyado por alguna fuerza de infantería. Los cristinos supusieron que la operación era para entrar en la ciudad; pero no era más que una diversión para proteger el paso del cuerpo expedicionario. Naturalmente, los cristinos se atribuyeron una gran victoria. Sin embargo, no hubo ataque formal, ni siquiera intimación de que abriera sus puertas.
El brigadier Sanz no llevaba artillería y, por lo tanto, no podía pretender entrar en la ciudad fortificada y guarnecida si esta no le abría las puertas por retirarse la guarnición, como había ocurrido con Gómez. Si Sanz iba a Asturias, era para organizar la guerra en aquella región; entrar en Oviedo para recoger el armamento y material de guerra interesaba; no guarnicionarla.
Las fuerzas carlistas dejaron, pues, a su espalda la ciudad de Oviedo y marcharon a Grado; después de pasar el río Nalón siguieron a Cornellana y luego fueron a Salas, adonde llegaron el 7 de octubre. La marcha siguió luego por Santa Eulalia hasta Tineo. No hay nada más ridículo que el siguiente parte, dado por el coronel cristino Manuel Pérez Fanosa desde Tineo, a las ocho de la noche: «Sesenta y siete bravos nacionales de Tineo, Cangas y Navia acaban de despojar esta villa de la despreciable facción navarra con tres cargas de bayoneta dadas con valor irresistible».
El brigadier Sanz entró el 11 de octubre en la provincia de León, pasando el puerto de Leitariegos; después de pasar el dicho puerto, siguió por la parte norte de la provincia y estuvo en Riello. Por último, en La Robla, de donde regresó a Asturias, no sin haber llevado el pánico a los liberales de la ciudad de León, donde se aprestaron los hombres de la guarnición a ofrecer resistencia.
Sanz hizo un nuevo intento sobre la capital el día 18 de octubre. A las doce y media de dicho día, dos batallones descendieron por la carretera de Castilla con el propósito de apoderarse del fuerte de Otero; la guarnición del mismo, mandada por el coronel Pardiñas, salió para cubrir sus accesos. Se entabló un tiroteo entre las guerrillas de un batallón carlista y las tres compañías del RI Provincial de Pontevedra mandado por Pardiñas. Otra fuerza carlista atacó la Puerta Nueva, mientras que un pelotón de lanceros hostigaba a los cristinos en el campo de San Francisco. Fuerzas cristinas hicieron entonces una salida por la parte del campo de San Francisco. El combate duró cinco horas y al final los carlistas se retiraron.
La fuerza carlista se concentró en Pola de Sieró, desde donde marchó, y estuvo en Gijón el 22 de octubre, pernoctando después el 23 en Avilés, de donde siguió a Grado, pasando el río Nalón por Peñaflor. El 26 se encontraba en Cornellana, donde hubo un combate, del que solo se sabe que «la facción ha sido completamente batida y dispersada». Este combate se libró contra las columnas de los coroneles Tur y Sierra, sobre el río Pigueño. Cruzó los puertos de Somiedo y de Mesa y entró de nuevo en la provincia de León, entrando en Pola de Gordón (León).
Regresó a Asturias posiblemente por el puerto de Vegarada, estuvo en Caleao, en el concejo de Caso, el 5 de noviembre; se puede deducir que se retiró a la provincia de Santander por la parte de Llanes, por donde había entrado.
Espartero trató de cortarle el paso, pero no sabía el camino que Sanz había seguido. Cuando se enteró de que se encontraba San Pedro del Romeral (Santander), por lo que los cristinos pudieron situar un batallón del RI del Rey en las Estacas de Trueba, por donde debía pasar Sanz. Al día siguiente, el 10 de noviembre, al marchar las fuerzas carlistas por dicho punto, fueron atacadas por los cristinos, con pérdidas para los expedicionarios. Al fin Sanz pudo entrar en las provincias Vascongadas, no sin antes librar un combate en Peña de Angulo (Burgos) entre las fuerzas de su retaguardia y las cristinas mandadas por el coronel don Agustín Oviedo.
Sanz hizo su entrada el 11 de noviembre con su fuerza “menguada de 900 infantes y 80 caballos”. Los expedicionarios hablaban muy mal de Asturias, donde les habían negado toda clase de auxilios, huyendo de los nuestros los habitantes a consecuencia de haber sido fusilados por Espartero todos los comprometidos al paso de Gómez.
Posteriormente, durante la Expedición Real le fue confiada al brigadier Pablo Sanz el mando de la Primera División.