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Acciones en el mes de marzo de 1849
Cabrera marchó hacia San Jaime de Frontañá (Barcelona), donde el día 3 de marzo rehuyó un combate al que le invitaban los isabelinos. Ese mismo día, Martiniano Serrat y Saragatal se juntaron en Darníus (Alto Ampurdán) con la fuerza de Marsal y se dirigieron a San Pedro Pescador para presionar a unos propietarios del Bajo Ampurdán que, desde el tiempo de la primera guerra, no les pagaban las contribuciones.
En el Esquirol, Sobrevias tuvo un encuentro el día 6 con la columna del brigadier Francisco de Paula Vassallo, jefe del RC-10 de Sagunto. En Mieras (Gerona), Gonfaus se batió contra los isabelinos. En Selma (Tarragona), lucharon el día 7 Borges y Quesada, y poco después, el mismo jefe montemolinista tuvo una acción desafortunada en Pobla de Ciervoles (Lérida).
El día 7 de marzo, Marsal se presentó en Tordera (Barcelona) al frente de 800 infantes y 110 jinetes. En dicho pueblo detuvo el correo que se dirigía a Barcelona. Después se fue a Calella, donde estuvo hasta medianoche. Cien voluntarios de Marsal fueron destacados a San Félix de Guíxols para cobrar las contribuciones. La incursión de Marcelino Gonfaus Marsal fue posible porque el coronel Ruíz, que tenía bajo su jurisdicción los territorios de la Selva y las Guilleries, abandonó su puesto para ir a Osor y Susqueda con el objetivo de requisar un par de cañones de madera que habían construido los carlistas. Marsal aprovechó la ocasión e inició la incursión en Riudarenes, y la continuó por Masanet de la Selva, Blanes y Tordera. 250 matiners a sus órdenes entraron en Lloret de Mar. Cuando salieron del pueblo de la marina, les sustituyó Savalls, al mando de 300 infantes y 40 jinetes. Durante la noche del día 8, Marsal se hospedó en el hostal de la Granota. A la mañana siguiente, llegó a la Bisbal del Ampurdán.
Los isabelinos mandados por Pons recorrieron la comarca de Solsona, destruyendo la fábrica de pólvora y el hospital instalado en los bosques por los matiners. Perseguido por fuerzas superiores, el comandante Serrat tuvo que refugiarse en territorio francés, pero no habiendo sido capturado por las fuerzas de vigilancia de aquella república, pudo volver a España para continuar la campaña.
La partida mandada por Plana tuvo un combate en San Bartolomé del Grau (Barcelona), contra la columna de Alcalá Galiano el día 8 por la mañana, y en este mismo día por la tarde, Plana luchaba en Prats de Llusanés.

En San Martín Barroca (Barcelona), el coronel Vilella libró combate contra la columna de Gasset. El 10 de marzo, se combatió en Monseny (Barcelona), el día 11 en Viladrau (Gerona) y en este mismo día en San Baudilio de Llusanés.
El 12 de marzo, Marsal marchaba hacia el Ampurdán con 600 infantes y 80 jinetes. En Navata chocó con el coronel Ríos y el Tcol Vega, los cuales le ocasionaron diez muertos y le tomaron más de 5 prisioneros y muchas armas. Marsal huyó del asedio llevando a 14 heridos.
El 13 de marzo, Gibert fue vencido por el coronel Hore en Fraga. Ese mismo día, a las dos de la mañana, el tercio de voluntarios liberales de Olot cercó la masía Aulet de Villalonga, en la que se encontraban el cabecilla Massanes, con un sobrino de Cabrera y ocho correligionarios. Los voluntarios gubernamentales de Olot sumaban 50 hombres, mandados por el cabo Antoni Sefont. Los liberales pidieron la rendición a los habitantes de la masía, pero estos se defendieron, hiriendo de gravedad a tres asaltantes. Entonces, Sefont ordenó el incendio de la casa. Tres carlistas pudieron escapar de la trampa, un par murieron y otros dos cayeron prisioneros. Los detenidos eran Antoni Pujol, capitán de infantería y administrador de rentas de la Muga, y Manuel González Ferrer, teniente de artillería e intérprete de lenguas.
Ese mismo día, los Tristany, Ramón Cabrera y Borges, que llevaban un contingente de 500 hombres, se habían reunido en el santuario del Miraglo, en el Solsonés. Nadie conocía el motivo de la reunión, pero se sospechaba que los jefes carlistas buscaban una solución para evitar las numerosas deserciones que sufrían. Los grupos de desertores formaban partidas de ladrones que atemorizaban a los pueblerinos y dificultaban la recaudación de las contribuciones carlistas.
No olvidaban los montemolinistas el seguir el bloqueo de Solsona, Berga y Balaguer, y en sus atrevidas correrías llegaron hasta ponerse bajo los fuegos del castillo de Montjuich, en la ciudad de Barcelona. Para contener el incremento de los montemolinistas, el 14 de marzo, el capitán general proclamó lo siguiente: «Las grandes masas de rebeldes que ellos un día apellidaron batallonas y divisiones han desaparecido completamente y trocándose en gavillas sueltas, desmoralizadas, abatidas, desalentadas…».
El 17 de marzo, Cabrera apareció en Gombreny (Gerona), completamente restablecido de sudolencia, reunió a 300 hombres y se dirigió con ellos, a San Jaime de Frontanya. Por su lado, Pep de l’Oli sorprendió a los carlistas en Coll de Nargó y en Gossol, consiguiendo un montón de prisioneros. Mientras, Marsal penetraba hasta Granollers e hizo prisioneros a unos oficiales que se hallaban en maniobras de instrucción. Después se dirigió a Argentona, en la costa del Maresme, pero se vio obligado a retirarse al Montseny. En un lugar llamado Santa Maria del Recó, el coronel Santiago atacó a Marsal, a bayoneta calada, mientras el coronel Solano envolvía a los carlistas por la espalda. Marsal perdió muchos hombres y abandonó muchos caballos. Los oficiales liberales que el carlista había tomado prisioneros en Cardedeu fueron liberados. Esta noticia incluía una referencia oscura; decía que el ejército de la reina había perdido tres soldados, en el momento en que estos se incorporaban a las banderas correspondientes. El general Pavía explicó en sus memorias que la inexperiencia de los reclutas había sido la causa de que cayeran en trampas del enemigo y que estos tropiezos ocurrían, incluso cuando se encontraban realizando prácticas de instrucción. Precisamente, Pavía citó un caso que había sucedido cerca de Granollers.
Durante el 18 de marzo, Francisco Savalls, al mando de 400 voluntarios, entre antiguos seguidores de Caletrús y republicanos, salió de la Sellera de Ter y se fue en dirección de Santa Coloma de Farners. Allí, el día 20, se reunió con Marsal, Garrofa y Jubany. La suma de efectivos que alcanzaron fue de 450 infantes y 70 jinetes.
El 19 de marzo, una fuerza francesa entró en territorio español haciendo prisioneros a 70 matiners, entre ellos Ramón Gisbert. Parece que muchos presos fueron fusilados, entre ellos Gisbert, pero no se encuentran muchas referencias de este acto. En el lado español, el ejército gubernamental mató a 9 rebeldes y tomó tres prisioneros.
En la casa de Espinell, en el término de Brull (Barcelona), hubo un combate, en el que murió el capitán montemolinista Antonio Font.
El 20 de marzo de 1849, el BIL-XIV de cazadores Las Navas salió de Besalú en dirección norte. En la Ribera de la Muga encontró a Martiriano Serrat, acompañado de Planademunt y 300 hombres, que, hasta el momento, ocupaban el territorio de la orilla izquierda del río Fluviá, es decir, la Alta Garrotxa. El brigadier Vasallo y los coroneles Hore y Ríos, ayudados por las columnas de Ruiz y Lafont, remataron el trabajo batiendo la zona fronteriza, en combinación con las fuerzas del RI-58 de línea, mandadas por el teniente Tournel, y consiguieron desmontar totalmente la organización de los rebeldes. Tras esta batida, 79 prisioneros, incluidos 11 oficiales rebeldes entre los que se encontraba Ramón Gisbert y Antonio Font, el cual llevaba encima el nombramiento de capitán, firmado por Cabrera. Todos fueron internados en las presiones de Gerona. Al Gobierno francés ni al español les convenía que fuera conocido este hecho por la violación que se había hecho del derecho internacional.
El golpe fue casi definitivo, puesto que Serrat, aunque realizó algún intento de recomposición de su partida de celadores, acabó por exiliarse y Planademunt fue detenido al cabo de pocos días. La situación de los rebeldes carlistas, en todo el territorio catalán, derivaba en la pequeña lucha guerrillera. El ejército impulsado por Cabrera se desmoronaba e incluso algunos comandantes veteranos, como Planademunt, perdían el apoyo de los suyos y vagaban desorientados.
El 21 de marzo, la partida mandada por Mariano de la Coloma atacó el pueblo de Martorell (Barcelona), resistiendo la guarnición, que fue socorrida a tiempo por la columna del coronel Ignacio Plana.
En esta fecha, el capitán general llegaba a Figueras encabezando una fuerza de 4.000 soldados y el Bep de l’Oli se enfrentó a los Tristanys, Forcadell y Coscó en una batalla que se prolongó cuatro horas. De entrada, se dijo que los matiners habían sufrido ocho o diez muertos y un par de heridos, pero más adelante se supo que, en realidad, habían sufrido cerca de 50 bajas. El ejército solamente admitió un muerto y seis heridos que fueron internados en Agramunt para que fueran atendidos. Por lo que se refiere al número de heridos, Coscó se quitó la palma. El brigadier Pons, con el sable desenvainado, condujo el BIL-XI de Arapiles y los lanceros del RC-15 de Lusitania y del RC-13 de Montesa contra el cabecilla carlista, el cual, en aquel momento, se enfrentaba a otra fuerza. Coscó, atacado por todos lados, huyó cruzando el río Llobregat y en la otra orilla encontró a los batallones Toledo y la Princesa. La lucha siguió alrededor de Ponts.
El 23 de marzo, Manel del Hostal Nuevo, al frente de cien hombres, mantenía el asedio total de Berga. El día 24, Plans, el Calderero de Cardedeu, Almenar y Caracol se enfrentaron al coronel Batlle en la Ametlla del Vallés (Barcelona). Este militar les había tendido una trampa en la Roca del Vallés, pero los matiners la evitaron. Entonces, Batlle recibió una confidencia y fue a buscarlos a la Almendra, donde se produjo el choque. Los soldados del gobierno se refugiaron en una masía, hasta que se les agotó la munición. Entonces se abrieron paso con un ataque a bayoneta calada. Los matiners se apoderaron de una loma, en la cual resistían cuatro soldados de artillería y los fusilaron inmediatamente.

Ese día 23, los republicanos Baldrich y Escoda, con una fuerza de 400 hombres, llegaron a San Andrés de la Barca. Los republicanos detuvieron la diligencia de Martorell, pero al ver que ninguno de los pasajeros era militar, permitieron que continuara el camino.
El 24 de marzo, el Tcol Fernando Pino disolvió la partida republicana de Escovet, en Navars (Barcelona). Mientras, Lasala y Manzano dispersaban algunas partidas de matiners en Cánoves y el Montseny (Barcelona). El día 25, al atardecer, el tercio móvil de Porrera puso en fuga a Basqueta. Lo había perseguido durante once horas, bajo la lluvia persistente, y cuando lo encontró, le ocasionó 2 muertos, 16 prisioneros y 2 heridos, además de tomarle muchas armas de fuego y blancas. El día 28, veintiocho matiners se presentaron a las autoridades de Figueras y, a la mañana siguiente, lo hicieron nueve más. El cronista explicaba que el ritmo de presentaciones se mantenía desde hacía semanas.
El 28 de marzo, doscientos republicanos a las órdenes de Plans de Rubí se pasearon por Castellardel Vallés (Barcelona). El Noi Baliarda, en combinación con Plans, guiaba 200 infantes y 12 jinetes. Fueron vistos cerca de Rubí, arrastrando al alcalde y a un regidor de Ripollet, a los cuales habían detenido. El Noi Baliarda, perseguido por el ejército de la reina, tuvo que abandonar al alcalde. Trescientos republicanos ocuparon Montcada.
El 30 de marzo, el Noi Baliarda, al frente de 150 hombres, se atrevió a ocupar San Andrés, su pueblo natal, a la vista de Barcelona. Después, pausadamente, se fue a pernoctar en Horta. En esta misma fecha, un grupo de jinetes de los matiners entraron en Sants y en Les Corts, provocando que estos pueblos del llano de Barcelona llamaran a somatén. Una columna de soldados salió a toda prisa de Barcelona para perseguir a los rebeldes. Los republicanos Baldrich y Baliarda se parapetaron en Corberá de Llobregat (Barcelona). El periódico decía que Saragatal, con 200 voluntarios, también se hallaba en ese lugar, pero es probable que el informador solo hubiera reconocido a algunos seguidores del gerundense. La lucha fue dura y originó un montón de heridos y muertos por ambos bandos. Finalmente, el coronel Plana desalojó a los rebeldes de Corberá de Llobregat.
Acciones en el mes de abril de 1849
A comienzos de abril, Cabrera ha reunido bajo sus órdenes inmediatas las divisiones de Borges y Tristany. Es que sabía que se preparaba el conde de Montemolín para entrar en España. Por su parte, el capitán general, temeroso de la reunión de fuerzas a las órdenes de Cabrera y no conociendo las intenciones del jefe carlista, concentraba contra él las columnas de Solano, Pons y Echagüe.
Detención de Marcelino Gonfaus, alias Marsal
Al finalizar el mes de marzo, o durante los primeros días de abril, el brigadier Marcelino Gonfaus, alias Marsal, reunió a todos sus voluntarios en Amer, entre los cuales probablemente se encontrase Savalls, y les arengó con un discurso entre dolido e histérico. Dijo a sus hombres que quien quisiera abandonar las armas era muy libre de hacerlo, puesto que no deseaba que hubiera gente descontenta a su lado. Marsal les aseguró que, aunque las circunstancias le forzaran a quedar como el último resistente, no pensaba abandonar a su rey y que prefería morir antes que exiliarse.
El 3 de abril, el general Enna y el coronel Ríos irrumpieron en Amer, donde se encontraban Marsal y Savalls, al mando de 300 hombres, y les tomaron 40 prisioneros, entre los cuales había 7 oficiales. También les cogieron 11 caballos, incluido el de Marsal, con todo el equipaje y documentación que llevaba en las alforjas, así como 60 armas.
Gonfau y Savalls huyeron a pie durante la noche del combate de Amer. A la mañana siguiente, ambos cabecillas, acompañados solamente por 60 hombres, llegaron al santuario de la Salud, en la Garrotxa. Las columnas gubernamentales destinadas en Mieres treparon al santuario y chocaron con los carlistas, iniciando un combate que se prolongó hasta San Aniol de Finestras (Gerona). Otra vez, Marsal y Savalls fueron derrotados y, en la huida que emprendieron, Marsal fue localizado en Querós, cuando se dirigía a Gerona. En los alrededores de Bañolas, Marsal se detuvo en el bosque de la montaña de Ginestar, a fin de descansar.
Eso llegó a los oídos de los soldados del destacamento de Bañolas. Un teniente de los matiners, llamado Narcís Figueres, que había desertado de la fuerza de Marsal, les informó. La columna de Bañolas encontró a Gonfaus Marsal y los dos bandos intercambiaron algunos tiros. El coronel Hore, que estaba cerca del lugar, escuchó el tiroteo y corrió hacia allá de donde provenía.
Momentáneamente, Marsal consiguió esconderse de los perseguidores, pero al fin fue descubierto y cayó en manos de Hore el 6 de abril.
Marcelino Gonfaus, alias Marsal, fue conducido a Gerona, fue allí sometido a un Consejo de Guerra que le condenó a muerte; pero poco después de ser fusilado el capitán carlista Romero, cuando solo faltaban breves instantes para ser también pasado por las armas Marsal, llegó el coronel liberal Oráa, con el indulto que había solicitado de Isabel II, pagando así una deuda de gratitud que había contraído con el coronel Marsal, quien le había perdonado la vida y dado libertad en un sangriento combate. Concedida una amnistía general, emigró de nuevo a Francia.
Detención del conde de Montemolín (4 de abril de 1849)
Impuesta su voluntad, Carlos VI preparó su marcha para Cataluña. En marzo de 1849, pretextando una cacería a la que habían sido invitados el conde de Montemolín y los Infantes, en el Yorkshire, partieron de Londres don Carlos, don Juan y don Fernando, con sus equipos de cazadores, en los que no faltaban las escopetas. Pero en realidad, no fueron al condado de York, pues lo que se proponían era pasar desapercibidos para marchar a Francia. Para dar mayor verosimilitud a la cacería, salió primero de Londres Carlos VI con su hermano el infante don Fernando, y al día siguiente lo hizo el infante don Juan. Llegaron a Francia, y en París Carlos Algarra había pedido a un emigrado carlista, dependiente de una casa de comercio, que tenía cierto parecido con el conde de Montemolín, que le facilitara su pasaporte, a lo que dicho joven, Santiago Lirio, accedió gustosamente.
Carlos V emprendió la expedición el 27 de marzo con pasaportes amañados a nombre del teniente Lirio, y acompañado de dos antiguos coroneles de su padre, Antonio González y Juan Jiménez, que se trataba de los infantes don Juan y don Carlos.
Los cuatro expedicionarios llegaron a la frontera de los Pirineos, esperando la ocasión oportuna para entrar en Cataluña. Esta llegó el 4 de abril, y al marchar para la frontera, en las inmediaciones de Saint Laurent des Cerdáns (Francia), fueron sorprendidos por una partida de aduaneros franceses que estaban de servicio para reprimir el contrabando.
Al serles dado el alto, los viajeros intentaron sobornar a los aduaneros, ofreciéndoles dos mil francos para que les dejaran pasar a España, pero los aduaneros se negaron a ello. Entonces trataron de huir, mientras que Algarra discutía y trataba de resistir, para atraer sobre sí la atención. Don Carlos y sus hermanos echaron a correr, pero la desgracia fue que el conde de Montemolín cayera en una zanja, lesionándose, con lo que los aduaneros le dieron alcance, deteniéndole, así como a sus hermanos, que no quisieron abandonarle.
Porfiaron todavía para convencer a los aduaneros a fin de que les dejaran en libertad, sin conseguirlo, y fueron conducidos presos a Arlés-sur-Tech (Francia), sin ser reconocidos. De allí fueron trasladados a Perpiñán, sin que les prestaran atención alguna, pues los creían simples emigrados que trataban de unirse a Cabrera. Al ser llevados a la Prefectura, para ser interrogados, el prefecto se dio cuenta de que se trataba de personas de rango y bien educadas, pero nada se hubiera descubierto si no hubiese sido que la casualidad los puso delante del consejero de Prefectura monsieur de Carriére, que había conocido a Carlos VI cuando prestaba servicio en la Prefectura del Cher, en Bourges, y habían trabado amistad porque ambos habían seguido un curso de Química.
Advirtió entonces al prefecto que se trataba del conde de Montemolín. Dando la orden de que don Carlos pasara preso a la Ciudadela de Perpiñán, mientras que los infantes y Algarra, que no habían sido reconocidos, entraban en la cárcel pública. Esto se explica porque Algarra, como residía en París, lo podían conocer fácilmente, y en cuanto a los Infantes, que no habían residido nunca en Francia y sí en Italia e Inglaterra, no podían ser reconocidos.
La detención del conde de Montemolín y sus acompañantes fue celebrada por la prensa adicta al gobierno, aunque algunos periódicos mostraron reticencias en relación a la actuación de las autoridades francesas. El gobierno español pidió su extradición, basándose en lo previsto en el pacto de la Cuádruple Alianza, pero el gobierno francés le respondió que este pacto no existía desde que Luis Felipe había sido destronado. Además, los franceses declararon que no tenían derecho a detener a los extranjeros que circulaban desarmados por su territorio, por lo cual, al cabo de pocos días, Montemolín fue liberado, después de que hubiera prometido que retornaría a Londres.
En cumplimiento de estas instrucciones, puesto en libertad Carlos VI, salió de Perpiñán el día 10 de abril a las cinco de la tarde. De allí partió para París, en donde se hospedó en el Hotel des Princes, siendo puesto en total libertad después de empeñar su palabra de que no se dirigiría a la frontera española. Aprovechó Carlos VI para permanecer unos días en París, que no conocía, y tomó el ferrocarril de Calais, embarcando para Dover (Inglaterra), y llegando a Londres el 19 de abril por la mañana.
El fracaso de esta aventura del conde de Montemolín en la frontera de Cataluña fue un golpe fatal para la guerra carlista. Cabrera esperaba que su presencia levantara a los carlistas de España entera.
La emboscada de Pinós (noche del 14 al 15 de abril de 1849)
El 10 de abril, hubo un combate en Amer (Gerona), y las fuerzas mandadas por el coronel Puig, compuestas de los batallones de Lérida y Cervera, lucharon en Ribas del Fraser (Gerona) el día 14; pero en la noche del 14 al 15 ocurrió un hecho que es necesario relatar más detenidamente. Desde mediados de marzo venía tratándose entre el coronel Leonardo de Santiago Rotalde, encargado de la inspección del establecimiento de una línea telegráfica, y el coronel Francisco Tristany para llegar a un convenio. Se cree que la misión de Santiago Rotalde era para disimular sus actividades, pues no debe olvidarse que había sido el mensajero del Gobierno de Narváez a Pavía para que se utilizara el procedimiento de corrupción para terminar con los montemolinistas. La cosa había empezado estando el coronel Santiago Rotalde en Lérida, donde, hablando con el arquitecto Pedro Casals, este le dijo que por un amigo suyo sabía que Francisco Tristany estaba dispuesto a someterse a la reina Isabel II.
El coronel isabelino entró en relaciones con Roque Ferrés, propietario de Copons, quien confirmó lo dicho por Casals. El coronel Santiago Rotalde pidió autorización al general La Rocha para seguir los tratos, y le fue concedida. Ya en este plan, Tristany designó para que le represente en la negociación a don Vicente Gibergas, iniciándose la presentación de proposiciones que tendían al reconocimiento de grados y honores a los jefes y oficiales; una suma de 200.000 reales que debían distribuirse entre los batallones que llevara Tristany, la condición de que las negociaciones las llevaría el coronel Santiago, comprometiéndose, en cambio, en someterse a la Reina y entregar prisionero al general Cabrera.
Tristany manifestó que para esto último lo más conveniente sería un ataque a Manresa, en el que iría Cabrera, y entonces le abandonarían. En esto fue un poco más listo Santiago Rotalde, no gustándole el plan porque corría el peligro de que fracasara y Cabrera se apoderara de Manresa. Para conciliar los deseos de ambos, Ferrés se entrevistó con Tristany en Guardiola (Barcelona), llegándose a un acuerdo sobre las bases del convenio. El coronel Santiago Rotalde, que había marchado a Barcelona, salió para el Bruch el 27 de marzo, pero como medida de precaución una brigada isabelina se situó en Esparraguera y otra en Piera. El coronel Santiago con el comandante Máximo Comes permanecía en el Bruch con dos compañías de infantería.
El día 3 de abril, se presentó Gibergas, diciendo que los hermanos Tristany estaban dispuestos a cumplir con sus compromisos aquel mismo día. Santiago Rotalde con el comandante Comes, el arquitecto Casals, un asistente y un escribiente, debidamente disfrazados, se adelantaron, aunque los soldados de ingenieros tomaron posiciones para prevenir cualquier sorpresa. En el lugar que le había señalado, Santiago Rotalde vio a lo lejos una columna como de 600 hombres, de la que salió Francisco Tristany con los agentes Ferrés y Gibergas. En la conversación que sostuvieron, Santiago Rotalde le recomendó que en aquel mismo momento se pronunciara por la Reina, pero Francisco Tristany le contestó que, como sus dos hermanos estaban con Cabrera, este no dudaría en tomar represalias contra ellos. Terminada la conversación, y ya de noche, se despidieron amistosamente.
El capitán general de Cataluña entró en Vich el 4 de abril, conduciendo a 18 prisioneros que había prendido en el Collsacabra.
El capitán general de Cataluña entró en Vich el 4 de abril, conduciendo a 18 prisioneros que había prendido en el Collsacabra.
El 6 de abril, el agente Gibergas recogió de Santiago Rotalde el documento para llevarlo a los Tristany, y al día siguiente se comunicó al coronel Rotalde que sería conveniente que se adelantara a Calaf, porque la presentación se haría el día 8. No fue así, ya que Tristauy mandó una carta a Santiago Rotalde diciéndole que sus hermanos tenían entre sus fuerzas a Cabrera, y para impedir que este interviniera con las tropas se necesitaban 120.000 reales más sobre los 200.000 que Gibergas había recogido. Otra entrevista hubo el día 11 por la noche, para tratar de la ejecución del plan. Y en ella se rechazó definitivamente el proyecto de ataque a Manresa.
Tristany dijo que Cabrera estaba en una casa de campo, cerca de Ardévol (Lérida), con solo una compañía de cazadores del batallón de Manresa, y como que afirmaba que el capitán había recibido los 4.000 duros para poner preso a Cabrera. Se decidió que aquella misma noche saldría Tristany para disponer que en la noche del 13 al 14 se sorprendería al conde de Morella en dicha casa. Tristany acompañó sus palabras con una rara petición: «que se tuvieran dispuestos en Igualada sombreros y galones para él y sus hermanos, alegando que sus trajes no eran muy decentes y deseaban vestir el uniforme para entrar en aquella villa». Santiago accedió a ello creyendo que era una pueril vanidad.
Como estaba convenido, en la noche del 13 al 14 de abril se emprendía la marcha por las brigadas de La Rocha y Cathalan. Se previno a las tropas que no fumaran en el camino para que la sorpresa fuera completa. Antes de que rompieran la marcha, salió Gibergas para el campo carlista, precediéndoles llevando los 100.000 reales que había pedido recientemente Tristany. El mando de las tropas isabelinas lo ostentaba el coronel La Rocha, pero siguiendo las instrucciones que le daba. Santiago Rotalde.
La noche era muy oscura y un fuerte temporal de agua la hacía todavía más desagradable. Los isabelinos llegaron al Hostal del Grimau, próximo al Santuario de Pinós, donde esperaban encontrar a Tristany para constituirse en rehén. Pero solo compareció Gibergas, para anunciar que el coronel montemolinista le aguardaba en el Santuario de Pinós. Santiago Rotalde decidió continuar su ruta. Allí les esperaba, según creía, Francisco Tristany con Comes y Gibergas. Pero al estar muy cerca del Santuario, de la oscuridad salió una voz dando el «¿quién vive?», y al contestar «Isabel II», otra voz ordenó: «fuego». Al ser sorprendidos los isabelinos, reaccionaron rápidamente, pero un ataque de los matiners al flanco del resto de la columna liberal produjo gran confusión. El coronel Santiago Rotalde salió disparado en busca de la columna de Solano, que había quedado en retaguardia. Mientras tanto, en medio de la mayor oscuridad, el fuego se hizo intenso, hasta que, al ver que llegaba la columna de refuerzo, los carlistas decidieron retirarse, lo que hicieron ordenadamente por escalones, siguiendo luego para San Pedro de Padullers.
Tal fue la noche del Santuario de Pinós, en la que los isabelinos confesaron haber tenido 6 muertos, 12 heridos y 23 extraviados, y el coronel Cathalán resultó contuso. Atribuyeron a los montemolinistas 14 muertos, entre ellos el comandante don Vicente Asquiriaga.
De los 300.000 reales entregados, más tarde el Gobierno liberal se apoderó de los bienes de la familia Tristany para reintegrar el dinero entregado.
Hacia el final de la guerra
Desde el 1 de enero de 1849 hasta el 17 de abril habían caído prisioneros 1.400 montemolinistas, contándose entre ellos 40 jefes y oficiales, y se habían presentado a las autoridades isabelinas un brigadier, 6 coroneles, 2 tenientes coroneles, 36 capitanes, 94 tenientes, 30 subtenientes, 2 cadetes, 3 físicos, 26 jefes de partidas cuya graduación no estaba determinada, 16 sargentos y 3.281 individuos de tropa.
El 15 de abril se luchó en Castellfullit de Riubregós (Barcelona), y por aquellos días Cabrera y Tristany luchaban en Guardiola (Lérida), y se libró en Coll de Nargó (Lérida) un combate contra la columna de Pons el 17. También tuvo importancia el combate que Borges libró contra la columna del brigadier Manzano en los alrededores de San Lorenzo de Morunys, derrotando al jefe isabelino, al que persiguió hasta Alinyá y en el que estuvo a punto de caer de nuevo prisionero Manzano. Esta acción de Alinyá fue la última victoria de cierta importancia alcanzada por los matiners.
El 19 de abril, el comandante militar de San Feliu de Codinas sorprendió en Castelltersol a una partida carlista. En Sú (Barcelona), fuerzas salidas de Vich hicieron prisioneros a un comisario de guerra montemolinista que iba con una partida, que también fue copada. Contra la columna de Echagüe luchó el día 21 el coronel Tristany en Matamargó (Lérida), y en este mismo día se señala un combate en Castellar de Nuch (Barcelona).
El 22 de abril, la columna del comandante Sánchez Rincón sorprendió cerca de Las Ausias (Gerona) a 18 jinetes que habían servido a las órdenes de Gonfaus, cayendo todos prisioneros. En las casas de Espiells, en el término de San Sadurní de Noya (Barcelona), las partidas mandadas por Martínez y Miguel Borrás, alias el Cadiraire, fueron dispersadas por el brigadier Damato. Sin embargo, todavía aparecen nuevas partidas mandadas por Manuel del Hostal Nou, Ramonet Ne y Peret de Arbolí.
El 23 de abril, en San Feliu de Pallarols (Gerona), Saragatal atacó al batallón de Astorga con una fuerza de 600 matiners. La relación de bajas que ofreció la prensa favorecía a los gubernamentales: 20 muertos y 32 heridos para los rebeldes y 5 muertos y 13 heridos para el ejército isabelino.
Cabrera se interna en Francia (25 de abril de 1849)
Las columnas de Pons, Manzano y Solano persiguieron a Cabrera con fuerzas numerosas, por lo que el caudillo carlista, aunque hizo prodigios de valor, no pudo evitar notables descalabros. Hay que tener en cuenta que gran parte de sus subordinados se había acogido al indulto y que otros muchos habían sido capturados, por lo que las fuerzas rebeldes en todo el Principado habían quedado reducidas a unos 1.000 hombres. La captura de Gonfaus (Marsal), uno de los cabecillas rebeldes más prestigiosos, así como la detención del conde de Montemolín por las autoridades francesas, cuando este intentaba pasar a España para unirse a sus partidarios, acabó de decidir a Cabrera a cruzar la frontera en la noche del 25 de abril, acompañado por el coronel González y otros jefes carlistas. El cónsul de España en Perpiñán informó que con fecha 3 de mayo, a las seis y media de la tarde: Además de los titulados generales Cabrera, García, Torres, coronel Corcero, y los jefes Boquica y Garrofa, se habían refugiado en este territorio Iriarte, Merino, Estartús y Saragata.
Al entrar en Francia, se ocultó, junto con unos amigos, en el subterráneo de una de las casas del pueblo de Err, para burlar la vigilancia de las autoridades francesas y dirigirse así hacia Inglaterra. Pero esto no le sirvió de nada, ya que enseguida fue detenido y conducido a la ciudadela de Perpiñán. Allí no permaneció mucho tiempo, ya que unos días más tarde fue trasladado al castillo de Lamalgue (en Tolón), quedando después confinado en Marsella. Gracias a las gestiones del conde de Montemolín, secundado por los legitimistas franceses, el conde de Morella fue puesto en libertad, autorizándosele que pasara a Inglaterra, donde le fue presentada miss L. Horsley y sus amiguitas, entre las cuales estaba la señorita Catalina Richard, su futura esposa.
Los sobornos
La llegada de Fernández de Córdoba a la capitanía general de Cataluña marcó el punto álgido de la “guerra sucia”, ya que proliferaron las compras de guerrilleros y el soborno constante, mientras que muchos confidentes cobraron dinero para dar información de las partidas carlistas. Manuel de la Concha sustituyó a Fernández de Córdoba a finales del mes de noviembre. Igual que su antecesor en la capitanía general de Cataluña pretendió acabar la guerra aumentando considerablemente el número de efectivos en el Principado y practicó, descaradamente, todo tipo de sobornos, influencias personales para comprar al enemigo, reconoció la graduación de los oficiales carlistas presentados, prometió ofertas de ascensos y efectuó todo tipo de seducciones, traiciones y engaños que, de momento, crearon dudas y confusiones entre los jefes carlistas.
Este sistema de lucha manchaba las dos partes del conflicto. Por una parte, demostraba la imposibilidad del ejército gubernamental de vencer a los enemigos por medio de las armas y, por otra parte, ponía en evidencia la poca lealtad ideológica y el honor personal de los guerrilleros que se vendían al oro del capitán general. Impotente, el gobierno, para acabar la guerra en Cataluña, ensayó el procedimiento de sobornar a los jefes carlistas para debilitar su fuerza y crear confusión entre los voluntarios.
Aceptó la petición de Vila, jefe carlista, que pasó al campo isabelino con el grado de teniente coronel, junto al comandante de otra columna y la suma de una importante cantidad de dinero para solucionar sus deudas.
Si la deserción de Vila no causó impacto entre las filas carlistas, en cambio, los voluntarios se dolieron de la traición de uno de los líderes más carismáticos de la primera guerra, el brigadier José Pons, conocido como. Enemistado con Cabrera, y ante lo incierto de la guerra, pensó que podría seguir mejor la carrera militar en las filas de la reina, con la revalidación de grado de brigadier. Pons prometió a Córdoba que trabajaría con eficacia para conseguir la traición de centenares de montemolinistas. El lugar donde más carlistas se pasaron a las filas del gobierno fue en la zona central del Segre, donde Pons disfrutaba de un gran prestigio. El 19 de noviembre juraba fidelidad a la Reina firmando un documento por el que sería reconocido como brigadier del ejército liberal, mientras su hermano sería coronel. La presentación de Pons le costó al gobierno 36.765 reales. Inmediatamente, mandó una columna y persiguió, con saña, a sus antiguos compañeros.
La otra gran traición que produjo un fuerte impacto en las filas carlistas fue la de Bertomeu Poses. El 3 de diciembre, tuvo una entrevista con el general del Estado Mayor Mata y Alós. Juntos se presentaron al capitán general y concretaron la presentación. La intención de Poses era la deserción de toda su partida y la exposición de un plan de acción. También en las comarcas meridionales de Cataluña abundaron las compras de guerrilleros. El comandante carlista Ribes, natural de Castellvell, cerca de Reus, negoció su rendición ante el gobernador de Tarragona en la villa de las Borges del Campo, a mediados de noviembre de 1848. Al final de mes entró en Reus como militar liberal al frente de 80 soldados. Más tarde se dirigió a Tarragona, lugar donde quedaron depositadas las armas y fueron licenciados todos los guerrilleros.
El 13 de enero de 1849, todos los oficiales de Basquetes, empezando por su lugarteniente, debían presentarse a las autoridades para deponer las armas. Los oficiales conjurados pensaban llevarse consigo a la fuerza a Basquetes, que no quería rendirse. Pero antes de que pudieran llevar a cabo su plan, el capitán general chocó con la partida, obligando a los rebeldes a dispersarse y frustrando, de esta manera, el propósito de los conjurados. El coronel Benet Lluís, otro de los cabecillas que luchaba en el Priorato, se presentó a las autoridades, acompañado de 5 comandantes, dos comandantes segundos, cinco capitanes graduados de teniente coronel, 16 individuos sin graduación, 6 tenientes, 15 subtenientes, un médico y 80 soldados. Desde Reus se anunciaba que la facción había sido vencida en todo el territorio del Priorato, las Garrigues y parte del Ebro. La autoridad referida pensaba que los caudillos Arbonés y Raga no tardarían en deponer las armas y justificaban la tozudez de Basquetes en el hecho de que este sabía que no podía ser indultado, debido a que era autor de demasiados crímenes. No obstante, dicha opinión no resultaba creíble, ya que unos meses antes, Caletrús, tan sanguinario como el que más, obtuvo el perdón sin problemas. En realidad, la autoridad militar del distrito de Tarragona pecaba de optimismo, puesto que seguían llegando noticias de las acciones de Raga en el norte del Maestrazgo y en el territorio catalán del Ebro.
Borges, su hijo y Juan Sabaté pasaron al ejército gubernamental con las mismas graduaciones. Se les contabilizaron los servicios y obtuvieron una importante cantidad de dinero. La acogida de jefes y guerrilleros carlistas en las columnas isabelinas, y la posterior persecución de sus antiguos compañeros y su alistamiento en las filas gubernamentales, era más por motivos económicos que ideológicos.
En la comarca del Alto Campo, una partida dirigida por el Estudiante de Vilabella y el Guerxo de la Ratera, compuesta por jóvenes del Pont de Armentera, se disolvió de forma singular. Los guerrilleros detuvieron por sorpresa a sus jefes y los presentaron a la columna isabelina de Valls, que se los llevaron presos a Tarragona, mientras que los otros traidores ingresaron en el ejército gubernamental. Más tarde se unieron a una partida de miqueletes.
El clima de captación de jefes y voluntarios carlistas para acabar la guerra tenía sus riesgos. Una de las personas que más contribuyó a los planes de Manuel de la Concha fue el barón de Abella, rico propietario, fundador de la “Germandad de la Concepción”, asociación formada por agricultores propietarios bajo la advocación de la Inmaculada Concepción. Era vecino de Cardona, de ideología carlista, amigo de los Tristany. Presentaba una extraña personalidad que hacía difícil deducir si se trataba de una persona que llevaba a cabo acciones de mucho riesgo para ahorrar el infortunio de muchas familias a causa de la guerra civil, o si, por el contrario, se trataba de una persona ávida de honores y de posición política y que para obtenerlos arriesgaba su vida y la de su familia.
El barón de Abella intentó negociar la rendición del coronel Tristany, con el que le unía un parentesco lejano. La deserción de los hermanos Tristanys produciría un fuerte impacto entre las filas carlistas que permitiría acabar pronto la guerra. El barón se puso en contacto con el hermano mayor de los Tristanys que, de momento, admitió la proposición de paz. Durante unos días, se intercambiaron cartas con la finalidad de arreglar las condiciones de acatamiento. Pero el coronel informó puntualmente a Cabrera de las negociaciones y le prepararon una sorpresa. Cuando el barón, acompañado de los propietarios Sierra y Casares, acudió a la cita de la casa Serra, recibió el aviso de que Tristany los esperaba en su casa-masía de San Justo de Ardévol.
Allí acudió el barón e inmediatamente fue preso por un grupo de guerrilleros que lo llevaron ante el general Cabrera. Enseguida fue sometido a un consejo de guerra que sentenció el fusilamiento de Abella y sus acompañantes. Cabrera veía, en la muerte del barón, no solo un ejemplo para castigar a uno de los muchos agentes que intentaban seducir a los carlistas, sino también la forma de prevenir a estos mediadores que se lanzaban a unas maniobras tan arriesgadas y tan funestas para los carlistas.
Acabada la guerra, algunos medios de comunicación publicaron cifras sobre el coste de las deserciones. La opinión pública estaba convencida de que la compra de jefes y espías carlistas costó al gobierno de 12 a 20 millones de reales. La publicación de distintas cantidades por los medios de comunicación obligó al Estado Mayor del Ejército a mostrar las cantidades autorizadas por el gobierno. Las cuentas presentadas por el general Mata y Alós fueron de 160.689 reales distribuidos de la siguiente forma: para el descubrimiento de la conspiración de Barcelona, 47.175 reales; por los gastos de presentación del brigadier Pons, 36.765 reales; por confidencias propias y extraordinarias del Estado Mayor, 17.459 reales; y por las deserciones para la presentación de 69 jefes independientes, 59.290 reales.
Final de la Guerra
Lo que quedaba en Cataluña permanecía bajo el mando nominal del brigadier Borges. El 25 de abril, en San Quirico de Besora (Barcelona), Estartús con Salanich y Savalls, este mandando el batallón de Hostalrich, lucharon contra el coronel Echagüe, viéndose obligados a replegarse bajo la presión enemiga hasta Llaers (Gerona). También se combatió en Alpens (Barcelona). La capitanía general informaba que, del cargamento de 500 fusiles nuevos que habían desembarcado en Colera (Gerona), con destino a los matiners, casi 200 habían sido recuperados y que la policía francesa había interceptado otros 250.
Las fuerzas mandadas por Vilella y Baldrich (120 infantes y 14 jinetes) tuvieron un choque el día 27 contra la columna de Alcalá Galiano en Bellprat, cerca de Santa Coloma de Queralt (Barcelona). Solanich combatió en este mismo día en San Esteban de Bas, y Tristany hacía lo propio en Tiurana (Lérida). En la misma fecha, Francisco Baliarda, alias el Noi Baliarda, cruzó el río Besós perseguido por las tropas del gobierno. El republicano evitó Barcelona rodeándola y luego cruzó el río Llobregat por San Andrés de la Barca. La persecución se prolongaba desde la víspera, en la cual los rebeldes fueron atacados por la columna del coronel Plana. El oficial gubernamental tomó unos cuantos prisioneros a los republicanos y entre ellos se encontraba el francés Lagrange, maestro de armas de Escoda.
De nuevo Solanich combatió el 28 de abril contra Echagüe en Esquirol (Barcelona), y siguiendo a los matiners, les alcanza de nuevo en Vidrá (Gerona), arrojándoles del pueblo, muriendo el oficial montemolinista Tey.
El 30 de abril, todavía se luchaba en San Lorenzo de Morunys (Lérida); ese mismo día, Estartús reunió a sus voluntarios en Vidrá y les confesó que ya no podía mantener la lucha, de manera que pensaba exiliarse. El día 31 Solanich volvía a combatir en San Quirico de Besora (Barcelona) contra el brigadier Vassallo, y en este mismo día se luchaba en Cánoves (Barcelona). Ante la situación dificilísima de los matiners, Estartús, Solanich, Arnau y el jefe de partida Garrofa, con 300 infantes y 70 caballos, estos mandados por Arnau, pasaron la frontera de Francia.
La guerra estaba terminando. Tristany permanecía en campaña, aunque la mayor parte de los jefes habían pasado la frontera y las partidas se habían disuelto, presentándose los voluntarios a indulto. Su fuerza no alcanza más que a unos 150 hombres, a los que hay que unir el centenar que conserva el coronel Vilella. Y todavía lucha el día 5 de mayo en Fornols (Lérida), y se da otro combate en Pla de la Calma el mismo día.
El 5 de mayo, se reunieron el Guerxo de la Ratera, Piles, Serradell, Serracantis y Baldrich, cerca de Calaf. Los jefes explicaron a los voluntarios que no podían continuar la lucha y les ofrecieron la posibilidad de seguirles a Francia o de volver a sus casas. El día 6, Baliarda dijo lo mismo a algunos de sus seguidores en el Bruch.
Contra la columna de La Rocha se libró un combate el día 7 en Folquer (Lérida); el día 9 de mayo, 144 voluntarios de Cendrós pasaban la frontera. Las autoridades francesas comunicaban que, hasta el momento, más de 1.000 matiners de Forcadell, Baldrich, Boquica, Altimira, Garrofa, Estartús y Saragatal se encontraban en el exilio. Las mismas autoridades avisaban que aún no sumaban a dicho cómputo los seguidores de Savalls, Jubany, el Calderer y Borges, los cuales habían cruzado la línea por un lugar llamado El Bac?.
Muchos pueblos llamaron a somatén para cazar a los restos de los matiners. El capitán general, Manuel Gutiérrez de la Concha, afirmó que no declararía el fin del conflicto hasta que el último de los Tristany hubiese desaparecido del escenario bélico, y lo dijo cuando Barcelona ya le preparaba un gran recibimiento como vencedor.
El 17 de mayo, Rafael Tristany cruzó la frontera. En esta misma fecha, también la pasó Gabriel Baldrich, dando por finalizada la Primera Guerra Carlista o de los Matiners. El 19 de mayo, Manuel Gutiérrez de la Concha firmaba una proclama victoriosa.