Guerras Carlistas Segunda Guerra Carlista Segunda Guerra Carlista en el resto de España

Navarra y Vascongadas

Acciones en Navarra y Vascongadas en 1847

En las Vascongadas se notaba agitación y en Navarra se esperaba de un momento a otro que se presentara el brigadier Elio. Una partida levantada por Andrés Llorente tuvo corta vida, ya que en octubre fue dispersada, cayendo su jefe preso de la guardia civil de Estella. Otra partida levantada en la Merindad de Estella se señaló en octubre, y por precaución los isabelinos pusieron preso en su casa de Morentín al brigadier Fulgencio Carassa.

Acciones en Navarra y Vascongadas en 1848

El general Joaquín Julián de Alzáa, un exprofesor de derecho romano de la universidad de Oñate, penetró en España por Navarra el 23 de junio, al frente de una partida no muy numerosa, quedando oculto cerca de Tolosa. Desde su escondite se puso de acuerdo con Arrendo (un famoso jugador de pelota), que era su más activo auxiliar. El plan de Alzáa para iniciar el alzamiento era, primero, de apoderarse mediante un golpe de mano de las autoridades políticas y de la caja de la Diputación en Tolosa el 27 de junio, aprovechando la gran concurrencia que en dicha fecha se reuniría ante un partido de pelota que era famoso y tradicional en el país.

La segunda parte del proyecto era que en la noche de dicho día 27 se reunirían los montemolínistas cerca de Plasencia, y el 28, por la mañana, entrarían por sorpresa para apoderarse de los caudales públicos y de las armas que existían en la Real Fábrica de dicha población. Conseguidos estos dos objetivos, se debía desarrollar la tercera parte del programa, que era en la noche del 28 apoderarse del fuerte de Santa Bárbara, de Hernani, en la línea de San Sebastián, por mediación de un oficial que les permitiría la entrada. Pero ni siquiera se pudo iniciar el proyecto por haber sido advertidas a tiempo las autoridades isabelinas.

El 27 de junio, en Tolosa, al terminarse el partido de pelota, como si fuera por una orden superior, los asistentes se retiraron a sus pueblos y a sus casas sin aquel bullicio del que se quería aprovechar. En Plasencia solo llegaron a reunirse 36 hombres, en su mayoría antiguos oficiales, mandados por el capitán Saturnino Ramírez, y el director de la fábrica había tomado disposiciones para la defensa de la misma, y aquel puñado de hombres nada pudo hacer.

Asimismo supieron las autoridades isabelinas lo que se trataba de hacer en el fuerte de Santa Bárbara, y cuando Alzáa y Arrondo habían logrado reunir 24 hombres, se les presentó el oficial que estaba convenido, diciendo que la guarnición había sido relevada y que los jefes sospechaban de él.

Ante estos hechos, Alzáa marchó a Arano (Navarra) con una pequeña partida. Por su parte, el capitán Ramírez marchó a Elosua (Guipúzcoa), donde por la tarde del 28 tuvo un tiroteo con la Guardia Civil, viéndose obligados los montemolínistas a retirarse a unos caseríos. Dos columnas isabelinas salieron contra Ramírez, quien ante la persecución se vio obligado a dispersar sus hombres, aunque uno de ellos cayó prisionero, y el coronel Damato lo mandó fusilar.

Juan de Villalonga, capitán general de Navarra, declaró el estado de excepción en Navarra el 1 de julio.

Por su parte, Alzáa se encontraba perseguido por una columna que mandaba el brigadier Zapatero, dentro de Navarra, mientras que el coronel Damato le cerraba el paso de Guipúzcoa. Pero Alzáa, que había reunido una partida de 60 hombres, en su mayor parte oficiales carlistas, creyó hallar el paso libre para Ataun (Guipúzcoa), se dirigió a esa población, pero estaba ocupada por migueletes de Guipúzcoa mandados por Antonio Urdapilleta, destacado de la columna de Damato, librándose un pequeño combate, en el que cayó prisionero el brigadier Alzáa, quien al día siguiente, o sea, el 3 de julio de 1848, fue fusilado en Zaldivia (Guipúzcoa), por orden del ex-carlista Urbiztondo.

Segunda Guerra Carlista (1846-49). Reclutamiento carlista.

Las pequeñas partidas que venían recorriendo Navarra recibieron un fuerte aliento con la entrada en España de Alzáa. Se había fijado que el alzamiento general se iniciaría el 3 de julio en la Merindad de Sangüesa (Navarra), donde todos los preparativos estaban hechos ya para secundar al general Elio. Mientras tanto, en la Merindad de Tafalla se habían levantado las partidas mandadas por Lucas Zabaleta y por Monreal. Otra pequeña partida recorría el valle del Baztán. A pesar de la actividad de los isabelinos y del fracaso de la tentativa de Alzáa, no dejaban de ir apareciendo nuevas partidas. Una de ellas la mandaba el brigadier Zubiri y otra el brigadier Ilzarbe. La partida de este último se tiroteó con la columna del ex carlista Ortigosa, en las Amezcoas. A Zubiri se le reunió el brigadier Ripalda, formando juntos un núcleo de 400 hombres. El general Urbiztondo, que era el que tenía el mando superior en las provincias Vascongadas y Navarra, dio un bando ofreciendo el indulto a los que se presentaran, lo que no impedía que el día 9 de julio hubiesen sido fusilados en Estella 6 montemolinistas.

Una partida mandada por Iturbide tuvo un encuentro en Ancin (Navarra) contra la columna del ex carlista Ruiz de Eguiluz, conocido por el Cura de Dallo, y las mandadas por Ilzarbe y Zubiri lucharon en Espinal (Navarra) contra la columna del coronel Ciriaco Iriarte. La partida de Iturbide pronto quedó disuelta, así como ocurrió lo mismo con la que había levantado Senosiain, quedando libre la Merindad de Estella. No tardaron las partidas de Ripalda, Zabaleta y Lema en verse obligadas a replegarse a Francia, lo mismo que tuvo que hacer el coronel Raimundo Riezo, que con un grupo de oficiales había entrado en Navarra para formar los cuadros de las fuerzas que esperaba reunir el general Elío. La insurrección había totalmente fracasado, pues en un espacio de veinte días, los montemolinistas habían perdido a Alzáa y habían sido batidos, cuando menos, en tres combates de alguna consideración: el de Ancín, el del Puerto de Lizarraga el día 6 y el de Espinal el 12 de julio. Ello decidió no entrar, ante el fracaso. No quedaban más que Gabante y Monreal, terminando la insurrección el 1 de agosto.

Coincidiendo con la entrada del brigadier Alzáa, Julio Iturribarria levantó una partida en el Valle de Oquendo, recorriendo la provincia de Álava, pero ante la persecución de que fue objeto, la disolvió.

Los grupos, precariamente armados, operan entre Sangüesa, Tafalla y zona de Estella, pero, faltos de pertrechos y del apoyo de la población, acabaron por pasar la frontera. A finales de julio Zabaleta y Monreal traspasaron la frontera, dando así fin a la sublevación al mes justo de iniciarse. El 18 de agosto Urbiztondo levantó el estado de excepción que pesaba sobre Navarra.

Segunda Guerra Carlista o de los Matiners (1846-49). Uniformes carlistas.

Acciones Navarra y vascongadas en 1849

Entre este intento y el siguiente transcurren cinco meses: a comienzos de 1849 entró en Guipúzcoa por el valle del Baztán el coronel carlista Egaña con una partida de cerca de 150 hombres, entrando en Navarra por Irurzun. Recalde, Soto e Iturmendi, que operaban entre La Solana e Irurzun con cerca de 500 voluntarios. Nuevamente, fueron puestas en estado de excepción las cuatro provincias. La situación se complicaba, además, con la presencia de una pequeña partida republicana entre Roncal y Salazar. Los principales cabecillas serían apresados, incluido Gabriel Recalde, y fusilados sin piedad.

El 22 de enero salió de Pamplona una partida de 21 jóvenes al mando de Cleto Ochoa y de Tafalla varios mozos, entre los cuales el que sería célebre Radica. Pero Villalonga y Urbiztondo combatieron con eficacia el movimiento, convirtiéndolo en efímero chispazo.

Al mismo tiempo entraba en Navarra otra partida de unos 400 hombres, mandados por el comandante Epifanio Soto y el Tcol Eleuterio Iturmendi. El capitán general de Navarra, el ex-carlista Urbiztondo, mandó varias columnas que recorrieron el territorio persiguiéndolas. En la Solana, la columna isabelina del Tcol Luis Serrano batió a Iturmendi, y los prisioneros fueron fusilados unos en Estella y otros en Cirauqui. Los montemolinistas del comandante Santiago Sanz y coronel Juan Bautista Aguirre tuvieron un combate en Berriz (Vizcaya) el 19 de enero.

Pareció incrementarse el terror empleado por los isabelinos, pero no impidió que se lanzase en campaña el jefe de partida Dionisio Alonso, conocido como el Cura de Alló, en la Merindad de Estella, siendo perseguido por el brigadier Ruiz de Eguiluz. Las fuerzas de Aguirre y Sanz se reunieron a la que mandaba Arrondo, el antiguo compañero de Alzáa, siendo perseguidas por las columnas de Urdapilleta y Artola, llegando a alcanzarlos al anochecer el 18 de enero cerca de Saldias (Navarra), pero la oscuridad separó a los enemigos. El 23 de enero, se luchó en Ciganda (Navarra), y el día 29 hubo combates en Luquín (Navarra), en los Altos de San Gregario y también en Ibiricu de Yerri, todos en Navarra. La acción más importante se sostuvo en Lecumberri (Navarra), donde fueron derrotadas las fuerzas de Iturmendi por la columna mandada por el segundo al mando de aquella capitanía general, el general Ramón Berrenechea.

Más afortunadas fueron las fuerzas montemolinistas del comandante Soto, que reunidas a las republicanas del teniente Domingo Moriones invadieron la ciudad de Sangüesa. A estas acciones sucedieron otros pequeños encuentros en Arroniz (Navarra), donde se batieron el montemolinista coronel Antonio Landa contra el coronel Jorge Thomas, jefe del RI-33 de Sevilla, en Lumbier. La última acción que merece la pena ser citada fue la sostenida el 6 de febrero en Peñaplata (Navarra). Los prisioneros de la Solana fueron deportados a Cuba.

Segunda Guerra Carlista. Escenarios del conflicto.

Aragón

Acciones en Aragón en 1847

El primer combate se produjo el 24 de abril de 1847, cuando la partida de Martí se enfrentó con las tropas de Fanti en La Ginebrosa (Teruel). La fuerza rebelde resultó disuelta tras este combate, ya que los siguientes meses el Bajo Aragón permaneció tranquilo. No sería hasta septiembre de 1847 cuando apareció en la zona otra partida carlista, posiblemente procedente de Cataluña y dirigida por Francisco Cardona. Este jefe de partida había mandado el BI de Mora durante la Primera Guerra Carlista, donde recorrió el antiguo reino de Valencia antes de ser derrotado en Alberique (Castellón).

A partir de entonces, la guerra se intensificó al sur del Ebro. En octubre apareció en el Bajo Aragón un tal Griñón, que había combatido en la caballería de Cabrera y que también procedía de Cataluña. Cruzó el río Ebro por Fayón (Zaragoza) y en la noche del 19 al 20 de octubre, entró con 15 hombres mal armados en Castellote, marchando después a Mas de las Matas y Aguaviva (Teruel), exigiendo en cada pueblo unas 15 raciones, así como dinero. La Guardia Civil tardó varios días en llegar a la zona, y cuando lo hicieron, los carlistas se habían ido. Estas difundieron el rumor de que el conde de Montpensier se pondría al frente de los rebeldes y que llegarían tropas procedentes de Francia.

El 1 de diciembre de 1847, el gobernador de Morella ordenó a todos los pueblos que situasen a dos paisanos en las torres de las iglesias y que avisasen en caso de avistar gente armada. En el caso de que los carlistas entrasen en el pueblo, deberían informar el camino que habían seguido. En un principio esto no cambió mucho las cosas, ya que los carlistas continuaron con sus operaciones como hasta entonces.

Mesón baturro durante las guerras carlistas. Autor Antonio Amorós Botella.

Otra partida al mando de un tal Cendrós, que el 2 de noviembre cruzó el Ebro cerca de La Venta de Cardiel (Huesca) procedente también de Cataluña. Esta partida contaba con 200 hombres y estaba dirigida por oficiales carlistas llegados de Francia. Poco después los rebeldes entraron en Calaceite (Teruel), de donde se llevaron todo el dinero que pudieron encontrar, a cuenta de contribución para la causa. La partida de Cedrós fue derrotada el 14 de noviembre por una columna militar isabelina y guardias civiles. A consecuencia del combate, cayeron prisioneros Jaime Aragonés, Pedro Cendrós (hijo del jefe) y 5 voluntarios. La mayor parte se disolvió y tan solo quedó una partida de 50 hombres al mando de Pablo Montañés, que huyó a Alcañiz (Teruel). Este cabecilla se unió con Griñón y consiguió aumentar sus fuerzas a pesar de ser perseguido por varias columnas.

Una de las columnas isabelinas estaba mandada por el general Campuzano, que tras aplastar a los carlistas de Tortosa, marchó contra las partidas de Montañés y Griñón, que habían invadido esa zona. A estos jefes se habían unido Gamundi (antiguo jefe de los miñones de Cabrera) y el Catorro Lasmarías, aumentando la fuerza a 80 efectivos, que se dividían en grupos más pequeños cuando les convenía. La mayoría de estos carlistas habían combatido en la guerra anterior, y es posible que fueran auxiliados por la población civil por simpatía o por temor.

Durante varias semanas continuó la persecución de las partidas rebeldes, que eran las únicas que operaban en Valencia y Aragón. El 20 de diciembre, las fuerzas carlistas fueron derrotadas y dispersadas en las inmediaciones de Blesa (Teruel). Dejando de existir. Los carlistas tuvieron 6 muertos y 12 prisioneros, perdiendo 8 caballos y muchas armas, presentándose los demás al indulto.

En cuanto a los cabecillas, el único que cayó prisionero fue Lasmarías, que fue pasado por las armas en Calanda (Teruel), el 27 de diciembre. Unos días más tarde se presentó al indulto Griñón, que se autodenominaba “comandante general del Maestrazgo” y que pasó a Valencia con el permiso correspondiente. Solamente quedaron Gamundi y el Montañés, que pudieron esconderse y ponerse a salvo, en espera de tiempos mejores.

Acciones en Aragón en 1848

El siguiente alzamiento tuvo lugar en mayo de 1848, cuando Pascual Aznar, alias el Cojo de Cariñena, se levantó en armas en Fuentes de Ebro (Zaragoza), con el apoyo de Cabrera, que le había enviado 16.000 duros para organizar la insurreción.

En la comarca de Matarraña (Teruel), se formó una partida de 16 hombres compuesta por indultados del invierno anterior y que eran vecinos de La Fresneda (Teruel). Esta partida entró en acción el 22 de mayo a las tres de la mañana, cuando sorprendió la villa de Valderrobles (Teruel), liberando presos y engrosando sus filas con nueve de ellos. Luego fueron a la casa del juez de primera instancia y del comandante de armas, llevándose varias escopetas, pero sin molestar a las personas. Tras exigir 20 duros y algunas raciones, se marcharon, siendo perseguidos por las tropas que partieron de Gandesa (Tarragona).

A estas partidas se unió la de Vicente Herrero, alias el Organista de Teruel, que el 2 de junio apareció en Alhama de Aragón (Zaragoza) al frente de su partida. Sus acciones comenzaron con mal pie, ya que al día siguiente fue derrotado en La Almunia de Doña Godina (Zaragoza), siendo perseguido por el coronel Gispert. El Organista se dirigió hacia el sur, siendo alcanzado en Mosqueruela (Teruel) el 10 de junio. Los carlistas intentaron resistir en la población, pero fueron derrotados y cercados, cayendo 11 de ellos prisioneros, 3 de los cuales eran oficiales; perdieron 13 caballos y 23 armas de fuego y otros pertrechos. Un grupo dirigido por el Organista intentó huir, siendo perseguido por la caballería gubernamental que sableó a 7 de ellos. El resto se retiró hacia Fuente de Saz (Teruel), acosados por las fuerzas gubernamentales y los somatenes de la zona.

Otra partida que operaba en la zona era la de Rueda, también formada por carlistas indultados y que se dedicaba a saquear pueblos. En la noche del 10 de junio, intentaron robar grandes sumas de dinero a varios pudientes de Calaceite, pero fueron sorprendidos en la casa de un tal Jaime Sanmartín, de la que intentaron salir por la parte trasera. Por desgracia para ellos, allí habían sido apostados dos cazadores que los contuvieron, matando a tres y prendiendo al dueño de la casa, al que cogieron dos trabucos y dos fusiles, siendo conducido a Valjunquera, donde resultó muerto al intentar huir.

Al sur del Ebro, apareció en escena Pascual Gamundi, que el 22 de junio tuvo un tiroteo frente a Caspe con las fuerzas isabelinas. Poco después se produjo una revuelta centralista en Valencia, que facilitó en parte el trabajo de los carlistas, al distraer tropas enemigas. Por esas fechas ya operaba en tierras valencianas la partida de el Cinto y el 7 de julio, fueron avistados de 24 a 30 carlistas en el término de Chert (Valencia).

También es de mencionar la partida mandada por el utielano Timoteo Andrés, alias Pimentero, que recorrió el País Valenciano hasta llegar a la provincia de Murcia, para marchar después a la de Guadalajara. Mientras tanto, las autoridades de Castellón ordenaban al comandante militar de Vinarós que redoblase la vigilancia de la costa, pues se creía que los rebeldes intentaban desembarcar armas procedentes de Francia.

Las operaciones militares continuaron y el 31 de julio entraron 7 carlistas en San Jorge, procedentes de Cataluña. Este pequeño grupo sorprendió al alcalde en la puerta de su casa y le hizo entregar dos armas que tenía allí. Posteriormente, el jefe carlista, Francisco Simón, hizo publicar un bando ordenando que se entregasen todas las armas de los vecinos, amenazando con quemar la casa y quitar la vida a aquellos que no las presentasen. Tras recoger las de la mayoría de ellas, los rebeldes exigieron al ayuntamiento 120 raciones de pan y vino, diciendo que tenían una fuerza más importante fuera de la villa. Además de esto, pidieron 2.000 reales de vellón (de los que dieron el correspondiente recibo) y se llevaron del estanco 280 reales y diez libras de tabaco. A continuación solicitaron dos mulas y dos guías, con los que se marcharon a las nueve de la noche por el camino de Traiguera.

A esto siguió, el 10 de agosto, la entrada de 25 o 30 carlistas en Albocácer (Castellón), donde permanecieron hasta las nueve de la noche, llevándose presos al comandante militar, al abogado Irulegui y a otro pudiente, además de las armas que había en el pueblo. Estas incursiones fueron posibles por el descuido de los ayuntamientos, que no tomaron las medidas necesarias para defender los pueblos, pese a que recientemente se les había recordado las antiguas disposiciones sobre el somatén. Por ello, el 12 de agosto el jefe político de Castellón multó con 300 reales al alcalde de San Jorge y con 200 reales a cada uno de los concejales, por permitir la entrada de carlistas en su localidad, sin movilizar el somatén. También se multó al alcalde de Albocácer (con 1.000 reales), al de Benasal (con 300 reales) y a cada uno de los concejales (100 reales), además de al secretario.

Mientras tanto, las partidas rebeldes seguían activas en Aragón. El 1 de agosto Aznar apareció en Aguilón y Fuendetodos (Zaragoza) con su segundo, el coronel de caballería Joaquín Enfadraque, mandando de 30 a 40 hombres y 6 caballos. Pero no encontraron apoyos en la zona y al cabo de dos días se presentaron todos al indulto en Calatayud. Tan solo quedaba Gamundi, que el 20 de agosto entró con 23 jinetes y 8 infantes en Cortes de Zalagarda, cerca de Segura (Teruel), huyendo de las columnas que le perseguían. Seis días después llegó con sus hombres a Fórnoles (Teruel), donde tuvo un encuentro con las tropas isabelinas, que le mataron un capitán y le capturaron a un teniente. Entonces se dirigió hacia el norte, burlando a los batallones que iban en su persecución. De esta manera, el 30 de agosto llegó a Bujaraloz (Zaragoza), llevándose 5.000 reales del ayuntamiento y 21 caballos de particulares, de las diligencias y del correo, además de la correspondencia de oficio.

En Aragón, las pocas partidas que quedaban estaban siendo perseguidas por el brigadier Juan Cabañero, que había sido general carlista en la guerra anterior. De esta manera, el 6 de septiembre alcanzó en Las Parras (Teruel) a la partida de Montañés, haciéndole un prisionero y capturándole tres caballos, que los carlistas abandonaron en su fuga. Once días después, la compañía de granaderos del capitán José Gasset, perteneciente a la columna de Cabañero, alcanzó en Cretas (Teruel) a la facción de Mestre, que se componía de 60 o 70 rebeldes. El combate se produjo a las 12:30 de la noche, siendo dispersados los rebeldes cuando se estaban racionando, con una carga a la bayoneta. Para evitar que los carlistas se reagruparan, al día siguiente Cabañero mandó hacer una batida por los alrededores del pueblo, alcanzando y acuchillando a sus enemigos, que tuvieron 4 muertos, 4 prisioneros y 10 heridos, dispersándose en todas direcciones y perdiendo armas y efectos.

Aprovechando que las tropas isabelinas estaban ocupadas en otros sitios, Pascual Gamundi invadió la villa de Caspe (Zaragoza) el 18 de septiembre. Esto se hizo con el apoyo de algunos vecinos, que, de acuerdo con la partida, dieron un golpe de mano y se apoderaron del fuerte. No obstante, su corta guarnición se rehizo enseguida y, con ayuda de la guardia civil, consiguió recuperar la fortificación, matando a dos carlistas y capturando a cinco, que fueron fusilados posteriormente. Mientras esto ocurría, el cabecilla rebelde se contentaba con ocupar la villa y sacar 8.000 reales de sus habitantes, para retirarse poco después. Durante la retirada fueron perseguidos por los liberales, ya que fue entonces cuando murió Vicente Rocafull, segundo jefe de la partida carlista.

El general Villalonga, que a finales de septiembre extendió, desde Peñarroya (Teruel), el estado de excepción a toda su capitanía general, lo que subordinaba la autoridad civil a la militar. Poco después ordenó cerrar las masías y los caseríos de algunas poblaciones, indicando a sus propietarios que se refugiaran en la ciudad o en la población fortificada más cercana. También dispuso que se arrancaran las patatas sembradas en las tierras limítrofes al Ebro, que se cogieran los frutos de las higueras y que se retirara de los pueblos el grano y las legumbres. De esta manera pretendía castigar con más dureza a los que colaborasen con los carlistas y cortarles así sus fuentes de suministros. Todo esto se complementó con un indulto para los rebeldes que se presentaran, que estaría en vigor entre el 1 y el 11 de octubre, siendo después de este periodo castigados con la pena capital. Además, los familiares de los que no se acogieran a esta gracia serían expulsados de sus pueblos y sus bienes embargados.

Por esas fechas desembarcaron en Vinarós (Castellón) dos nuevos batallones gubernamentales, mientras que varios buques vigilaban la costa, a fin de evitar desembarcos de armas para los rebeldes.

Mientras tanto, el 29 de septiembre era batida por el coronel Ramos, en Mosqueruela (Teruel), la partida de José María Ortega, que acababa de llegar de Cataluña. Ortega murió en el combate y cayeron prisioneros el teniente coronel Claudio Ramos, el comisario Joaquín Cazorla y otros dos empleados de la hacienda carlista. Por esas fechas, algunas partidas, también venidas de Francia, habían entrado en Mora de Rubielos, Aliaga, Castellote, Albarracín y Montalbán. Varias de esas fuerzas se unieron para realizar una incursión por las inmediaciones de Teruel, intentando después caer sobre una numerosa cuerda de presos que se dirigía a Valencia. Pero los gubernamentales reforzaron la escolta y las atacaron en unas masías cercanas a Mosqueruela, matando a tres soldados y capturando a un capitán carlista, que fue fusilado poco después en dicho pueblo.

Como los rebeldes contaban con pocos hombres, se dispersaron a los primeros tiros, retirándose con algunos heridos y abandonando tres caballos, dos armas de fuego y otros efectos. Poco después, el mismo cabecilla, seguido por pocos de los suyos, volvió a ser alcanzado en Linares de Mora y Mosqueruela (Teruel). Después de estos reveses, la partida de Arnau fue totalmente dispersada y su jefe, que estuvo a punto de caer prisionero de los isabelinos, se quedó con tan solo cuatro infantes.

Durante los días siguientes los combates se intensificaron. El 4 de octubre, la partida de Meseguer tuvo un encuentro en Borriol con la columna mandada por Llorens. Tres días más tarde, la fuerza del coronel Gispert derrotó en Villarroya de los Pinares (Teruel) a la facción de Llorach, causándole dos muertos y capturándole varias armas de fuego. Ese mismo día Cabañero alcanzó, de madrugada, a las facciones de Montañés, Pila, Viñales y Gamundi, que tenían de 115 a 120 hombres y 24 caballos, en el barranco de Valdelpuente, término de Maella (Zaragoza). Los carlistas sostuvieron su retirada desde ventajosas posiciones, frente al ataque de la caballería isabelina, pero al final fueron desalojados a la bayoneta. La derrota costó a los rebeldes 12 muertos, muchos heridos y dos prisioneros, que fueron fusilados ese mismo día en Maella. Además, dejaron en manos del enemigo los bagajes, varias armas e infinidad de efectos de diferentes clases (como morrales y mantas). El grueso de la facción se dispersó, excepto unos 13 jinetes, con Montañés a su cabeza, llevando en la grupa a varios heridos.

En Aragón muchos se acogían al indulto y contaban a los liberales la desmoralización que imperaba entre los rebeldes. De esta manera, el 10 de octubre se presentó al indulto en Cantavieja (Teruel) la partida de Bux, Pellicer y Moreno, formada por un coronel, dos comandantes, cinco capitanes, tres oficiales y 15 individuos de tropa, casi todos con armamento. Por esas fechas, el grupo más numeroso que quedaba era el formado por restos de las facciones de Gamundi, Montañés, Folga, Pila y Vilánez, que contaba con 30 infantes y 18 jinetes. Dicha partida, dirigida por Gamundi, entró en Fórnoles (Teruel) el 12 de octubre por la noche, saliendo enseguida para Valjunquera y La Fresneda, perseguida por una columna del distrito de Valencia, que le capturó los ranchos y varios efectos.

Un día después, y ante la amenaza carlista, el Ayuntamiento de Alcañiz estableció un retén de 12 hombres y 2 cabos, con un individuo del ayuntamiento, para dar las patrullas con arreglo a las instrucciones comunicadas por el comandante general. Para evitar a las fuerzas liberales, Gamundi decidió marchar rápidamente hacia el oeste, donde no se le esperaba. Así consiguió, a mediados de mes, sorprender a 19 fusileros (que conducían dinero), entre Navarrete y Barrachina (Teruel). Los carlistas mataron a uno e hicieron prisioneros al resto, hiriendo de un trabucazo al capitán de los fusileros, después de haberlo capturado. Posteriormente, marcharon a Calamocha, matando de un tiro en la cabeza al centinela de la casa cuartel de la guardia civil. Esto les permitió entrar en el recinto y capturar a los 11 guardias que se encontraban allí, a los que arrebataron las armas y el vestuario, antes de liberarlos.

Sin embargo, la situación de Gamundi no era nada fácil, ya que era perseguido por cinco columnas gubernamentales. Acosado por las tropas de la reina, el 18 de octubre Gamundi y Montañés pasaron con sus 120 hombres a la provincia de Guadalajara, invadiendo algunos pueblos del partido de Molina. Llegaron incluso a entrar en Molina de Aragón, refugiándose los defensores en el castillo, mientras los carlistas exigían 3.000 reales y algo de vino. Pero no pudieron llevarse nada, ya que tuvieron que abandonar precipitadamente la población, al acercarse la columna del coronel O’Felan. Después de esto, el jefe liberal los persiguió y los alcanzó en Teroleja (Guadalajara), donde los derrotó el 21 de octubre. En dicho encuentro fue acuchillado lo mejor de la infantería carlista y los rebeldes solo pudieron salvarse de la caballería isabelina al refugiarse en un monte cercano. Esto obligó a Gamundi a abandonar Castilla y a pasar a las sierras de Albarracín y de Frías, de camino hacia Ademuz (Valencia). De esta manera, poco después llegaron a Orihuela del Tremedal (Teruel), con una partida muy estropeada y en un estado lamentable.

Cerca de allí operaba otra partida rebelde, la de Pimentero, que con ocho o diez caballos y otros tantos infantes se encontraba por esas fechas en la salida de Arcos de las Salinas (Teruel).

Dicho cabecilla pasó poco después a Torres de Albarracín, donde el 20 de octubre tuvo un encuentro con la columna de Antonio González. La de Gamundi y la de Pimentero eran por entonces las únicas partidas carlistas que seguían operando en Aragón, ya que dos días antes el brigadier Arnau, cuñado de Cabrera, se había presentado en Alcalá de la Selva (Teruel), acogiéndose al indulto.

Gamundi había sido alcanzado cerca de Teruel por la columna de Gispert el 26 de octubre. En esta ocasión los rebeldes perdieron las mulas de carga, así como dos cargas de armas y uno de sus hombres, que cayó prisionero durante la persecución. El jefe carlista estaba tratando de regresar a sus guaridas en el Bajo Aragón, de donde era natural la mayor parte de su tropa. De camino hacia allí pasó por Pitarque (Teruel) con sus hombres, visiblemente desalentados por la incesante persecución a la que estaban siendo sometidos. De hecho, muchos de ellos se habían dispersado o acogido al indulto, siendo perseguidos los que quedaban por las columnas del brigadier Cabañero, de los coroneles O’Felan y Gispert y de Juan Villalonga, comandante general del Maestrazgo. Pese a ello, la partida de Gamundi y Montañés consiguió entrar en Fayón (Zaragoza) en la noche del 31 de octubre, cruzando por allí el Ebro y marchando a Cataluña, donde pudo ponerse a salvo.

Valencia

Acciones en Valencia en 1847

La región de Aragón, uniendo el Alto y el Bajo, el Maestrazgo y el reino de Valencia, que, por ser las más próximas al Principado de Cataluña, estaban más expuestas a la influencia de los guerrilleros catalanes. Pocas fueron las partidas que secundaron la iniciación del alzamiento montemolinista en sus comienzos. Hubo, sin embargo, algunas de escasa importancia. Y el 24 de abril, en la Ginebresa (Teruel), las fuerzas mandadas por Martí tuvieron un combate contra los isabelinos a las órdenes del italiano Fanti. Varios guerrilleros catalanes intentaron internarse por la provincia de Huesca o pasar a la orilla derecha del Ebro, sin éxito. Tal le ocurrió a Borges, que el 16 de junio trató de apoderarse por sorpresa de Fraga (Huesca), lo que impidió la pronta llegada de la columna del coronel Casimiro Cañedo, por haber acudido en socorro de los que estaban amenazados. Por la parte del Maestrazgo, Griñón, conocido como el coronel Lunia, se levantó al frente de 15 o 16 hombres a comienzos de agosto.

En septiembre, una partida carlista mandada por Francisco Cardona que recorría la región valenciana fue derrotada en Alberique (Valencia). El día 3 de octubre, la partida que mandaba el conocido por Pere de Rasquera tuvo un combate en Miravet (Tarragona) contra la columna isabelina del capitán Victoriano Ceballos. Desde la provincia de Tarragona, reunidas las fuerzas que mandaban Cendrós, Cobet y el Currutaco, pasaron a la derecha del Ebro, pero no hallando facilidades para quedarse allí, decidieron regresar a la otra orilla. Trataron de pasar frente a Benifallet (Tarragona), pero fueron rechazados; luego intentaron el vado de la Magdalena, donde consiguió su propósito Cobet con los suyos, quedando entonces Cendrós y el Currutaco separados de su compañero. Entre presentados y extraviados, solamente quedaron 17 hombres con ambos jefes, por lo que se separaron, regresando el Currutaco a la orilla izquierda del Ebro y continuando en la derecha el coronel Cendrós. Este consiguió reunir luego hasta 200 hombres, con los que marchó a Aragón; pero después de atravesar el Ebro, cerca de la venta de Cardiel (Huesca), fue alcanzado y batido por una columna isabelina de tropa y guardias civiles el 14 de noviembre, quedando prisionero el coronel Cedtrós, el comandante Jaime Aragonés, el teniente Pedro Cendrós, hijo del jefe, y cinco voluntarios.

Acciones en Valencia en 1848

El 2 de enero de 1848, llegó a Orihuela un tal Espinosa, procedente de Niza, donde residía por entonces Ramón Cabrera. Dos días más tarde, se celebró una reunión en la casa del oficial carlista Agustín Caballero, a la que asistieron personas notables de Orihuela y de varios pueblos de la provincia. Su objetivo era levantar partidas rebeldes entre Valencia y Lorca, que distrajeran a las autoridades gubernamentales y les obligaran a retirar tropas de Cataluña. Para ello habían confeccionado uniformes y armamento que tenían depositados en Orihuela, Redován, Elche, Monforte, Albaida, Lorca y Yecla. Al mismo tiempo, se preparaba un desembarco de 300 fusiles y unos cuantos hombres en las playas de Murcia, para formar guerrillas que fueran aumentando mientras avanzaban hacia la ciudad de Valencia, en combinación con tropas procedentes de Cataluña.

Vicente Juan, un fraile de Albaida e íntimo amigo de Cabrera, subía de vez en cuando a Castellón para recibir instrucciones del centro montemolinista de la ciudad. Luego las comunicaba a agentes en la provincia de Alicante, pasando a veces a transmitirlas al círculo establecido en Orihuela. El líder del grupo era Agustín Caballero, y los oficiales que lo componían estaban equipados con uniformes y boinas; estos eran José Jofre, Antonio Cepi, Mariano Arosar, Juan Aracil y los dos hermanos Espinosa, entre otros.

Todo este plan se vino abajo el 14 de enero de 1848, cuando el jefe político de Alicante, se enteró de que en Redován, a pocos kilómetros de Orihuela, se ocultaban algunas armas, vestuarios y prendas militares. Se presentó entonces en casa de un carlista de Elche, conocido por sus ideas, y capturó 60 fusiles y diversas prendas de uniformes, así como cananas y efectos de montar. Algo parecido hizo el alcalde de Orihuela, que realizó un registro similar en casa de otro carlista la noche del 15 al 16 de enero. Tras estos hechos, se detuvo a varias personas implicadas. Pero tirando del hilo consiguieron detener a la cúpula carlista antes del 26 de enero, salvo a Agustín Caballero, que fue el único que consiguió escapar. También fracasaron los intentos de desembarco, al ser detenidos en Orán y Tolón los montemolinistas que preparaban la invasión.

Para reforzar la rebelión en Valencia y Aragón, el jefe carlista en Cataluña, Ramón Cabrera, decidió enviar a la zona a sus dos mejores lugartenientes, al frente de las tropas valencianas, aragonesas y castellanas que operaban por esas fechas en el principado. Uno de ellos era Domingo Forcadell, al que se le encargó promover la insurrección en Valencia, mientras que el otro, José Domingo Arnau, se encargaría de hacer lo mismo en Aragón. Para ello contaban con la colaboración de agentes montemolinistas, que operaban desde Tortosa y Morella. Forcadell se puso en marcha inmediatamente, pasando el Ebro el 12 de agosto, antes de internarse en el Bajo Aragón, probablemente en compañía de Arnau.

En cuanto llegó al Maestrazgo, escribió a Cabrera, diciéndole que esas comarcas se encontraban «en el estado más entusiasmado a favor de nuestro soberano que en ninguna época se ha visto». El nuevo jefe rebelde formó varias partidas guerrilleras para distraer a los liberales y organizar una fuerza capaz de contrarrestarles. Una de ellas estaba mandada por José González, alias Pepe Lama, escribano de Segorbe que había mandado una partida durante la Primera Guerra Carlista. Las otras estaban dirigidas por Santes, Arnau, Llorach y Gaeta y formadas en su mayor parte por valencianos. Estas fuerzas rebeldes pronto se pusieron en movimiento, ya que una de ellas entró en Chelva (Valencia) a finales de agosto, ocupando brevemente el pueblo y provocando la alarma de las autoridades. Sin embargo, en Aragón apenas tuvieron éxito los carlistas, por falta de jefes de la zona que atrajeran voluntarios. Por eso las pequeñas partidas aragonesas tuvieron que refugiarse en las montañas, donde carecían de recursos y apenas pudieron hacer nada. Mientras tanto, pedían que se les uniese Cabrera y se extrañaban de que no hubiera cruzado el Ebro.

Ante el cariz que tomaba la situación, el gobierno de Narváez decidió nombrar a Juan Villalonga, el vencedor de 1844, como nuevo capitán general de Valencia y Murcia. A los pocos días tomó posesión del cargo y lo primero que hizo fue declarar, el 1 de septiembre, el estado de excepción en toda la provincia de Castellón, así como en la parte de Aragón y Cataluña que estaban bajo su mando. Además, ordenó a las justicias de los pueblos dar partes periódicos del paso de sus enemigos, a fin de estar informado de sus movimientos. Nueve días más tarde publicó un nuevo bando, ordenando fusilar a todos los carlistas que fueran cogidos con las armas en la mano. El 12 de septiembre, mandó retirar todos los barcos del Ebro, para evitar la comunicación con los rebeldes catalanes. Solo dejo una embarcación en Mora de Ebro, otra en Mequinenza y otra en Tortosa, que estaban guarnecidas o fortificadas por las tropas isabelinas.

Durante las semanas siguientes, las principales operaciones militares tuvieron lugar en la provincia de Castellón. De esta manera, el 7 de septiembre la columna del comandante Elorriaga alcanzó en Vistabella a la facción de Arnau, causándole un muerto y un herido grave. Tres días más tarde, el mismo jefe carlista, que contaba con 110 infantes y 14 caballos, fue derrotado en el barranco de Valadrá por la columna del comandante general de la provincia. En esta ocasión los liberales cargaron con su caballería y pusieron en fuga a los rebeldes, que tuvieron 10 muertos y 28 heridos, con solamente dos bajas de las fuerzas isabelinas. Esa misma noche entraron seis carlistas en Santa Magdalena de Pulpis, armados con fusiles recortados y vestidos con pantalón de color y boina, levándose de allí, en dos mulas, 70 raciones de pan y 10 libras de bacalao.

Por esas fechas, Forcadell envió al cuartel general de Cabrera al coronel Mariano López de Carvajal, a fin de comunicarle lo que había hecho y sus proyectos para el futuro. Pero el emisario fue capturado el 13 de septiembre en Puente de Armentera (Tarragona), lo que permitió a las autoridades liberales enterarse de todo. Mientras tanto, el jefe carlista permanecía inactivo en su refugio de los Puertos de Morella, donde se encontraba cómodamente instalado. Esto le provocó fuertes críticas de sus subordinados, a lo que contestó que actuaba siguiendo órdenes de Cabrera. Sus hombres no le creyeron y Forcadell acabó quitándose la faja de mando y pateándola, mientras decía que no quería seguir el mando. Pero como nadie le rogó que continuara, el caudillo rebelde recogió la faja y decidió leerles las cartas de Cabrera, en las que le ordenaba que permaneciera a la defensiva.

Por esas fechas, Forcadell cayó gravemente enfermo, lo que le obligó a esconderse en una cueva, acabando así con sus operaciones en el Maestrazgo. Esto no paralizó las operaciones de las pequeñas partidas valencianas, pero tuvieron que funcionar de forma anárquica y sin recibir órdenes de nadie. Las principales partidas eran las de Pimentero, Santes y Arastey, que operaban entonces por la provincia de Valencia. El primero solía estar por la zona de Utiel, mientras que el segundo se autodenominaba jefe de la “División del Turia” y el tercero estaba al mando de los “lanceros del Cid”.

La primera acción de guerra en que participaron data del 21 de septiembre, cuando el comandante Izquierdo atacó en el término de Cheli a las tres partidas reunidas. En ese encuentro los carlistas fueron derrotados y tuvieron que retirarse con cuatro muertos, por ninguno de los liberales. Tras este revés, los tres caudillos rebeldes se separaron. Esteban Arastey, confiando en las confidencias de Pimentero, a cuyo cargo estaba, decidió pernoctar en las masías de la Torre (término de Utiel). Pero su gente fue sorprendida por el comandante Izquierdo en los mismos alojamientos, perdiendo 14 caballos y varios hombres, que resultaron muertos.

Por otra parte, estas no eran las únicas fuerzas que operaban en territorio valenciano. El 25 de septiembre Arnau fue derrotado en Beís, por las columnas de Elorriaga e Izquierdo. En este encuentro los carlistas tuvieron cinco muertos, varios heridos y un prisionero, perdiendo además bastantes armas. Al día siguiente, a las 8 de la mañana, se introdujeron seis carlistas en Cervera del Maestre (Valencia) para dedicarse al pillaje. Intentaron llevarse al alcalde y robar en varias casas, pero no lo consiguieron, por lo que tuvieron que marcharse hacia Traiguera (Castellón), perseguidos por el alcalde de Cálig (Castellón), que había movilizado a doce paisanos.

Más impactante fue la entrada de los rebeldes en Segorbe, lo que ocurrió el 29 de septiembre sin que se disparase un solo tiro. Ese día entró allí la partida de Ramón Flores y Ramón Gaeta, que abandonó la población al poco tiempo, llevándose 25 uniformes de la guardia civil. Después de esta atrevida incursión, el comandante militar de Segorbe ordenó fortificar la ciudad y obstruir las puertas de los Granados y de Castellnovo, a fin de que algo así no volviera a producirse.

En Valencia, la situación era más grave, pues las fuerzas rebeldes campaban a sus anchas. Una de ellas era la partida de Santes, Arastey y Solaz, de nuevo reunida y formada por unos 130 hombres, que el 1 de octubre entró en Bétera y en Paterna. Pero su incursión no terminó aquí, ya que a las 10 de esa noche invadieron Moncada, donde pernoctaron, exigiendo dinero, armas y otros efectos. Se marcharon de allí a las 10 de la mañana del día siguiente, llevándose consigo a un preso de las cárceles de la villa, así como 3.200 reales, que consiguieron del ayuntamiento, y varias prendas y raciones, que pagaron. Y esta no era la principal partida que tenían los carlistas en la zona, ya que la que mandaban Flores y Gaeta totalizaba 350 hombres.

Quien estaba en una peor situación era Arnau, que tras su derrota en Bejís (Castellón) tuvo que fraccionar sus fuerzas, a fin de huir de la persecución enemiga. Sin embargo, esto no le impidió ser alcanzado el 3 de octubre, en la cuesta de Zucaina, por la columna del coronel Colmenares.

Tras una semana inactiva, volvió a la carga la partida de Santes, que el 9 de octubre entró en Bétera (Valencia) a las cinco de la mañana, sorprendiendo en sus casas al alcalde y a otros regidores. Los carlistas publicaron un bando ordenando a los vecinos entregar sus armas y caballos en la plaza del pueblo, bajo amenaza de muerte. Los habitantes se despertaron con la trompeta del alguacil y acudieron enseguida a entregar lo que se les pedía, por lo que los carlistas pudieron conseguir 50 caballos, de los que se llevaron los 20 mejores, desechando el resto. Al mismo tiempo, confiscaron 1.200 reales, con los que pagaron los cigarros y el pan que adquirieron durante su estancia. Mientras hacían todo esto, solamente una pequeña parte de la fuerza rebelde se encontraba en el casco urbano, ya que el resto se hallaba en el calvario u ocupando todas las entradas de la localidad, para que nadie pudiera huir.

Durante su estancia en dicha población, los carlistas no molestaron por sus opiniones políticas a ningún vecino, marchándose a las ocho de la mañana por el camino de Villamarchante (Valencia). De allí pasaron a Chiva, Buñol y Alberique, donde tuvieron un encuentro con las tropas de la reina, a las que hicieron tres prisioneros. A continuación, Santes inició el regreso, pasando por Torrente y Benaguacil, donde cobró contribuciones y requisó caballos, aunque también perdió algunos hombres, que cayeron prisioneros de los gubernamentales y fueron por ello fusilados. El jefe carlista respondió ejecutando a los cautivos de la acción de Alberique y, tras una escaramuza en Benaguacil, acabó pasando a Vilamarchante. Esa misma noche el cabecilla Llorach entró en Benicarló con 80 infantes y algunos caballos, llevándose preso a uno de los regidores, por el que pidió 4.000 reales, cuatro barchillas de arroz, una arroba de bacalao y media de aceite. Pese a estas correrías, la guerra cada vez iba peor para los rebeldes.

Por estas fechas, el cabecilla Gaeta, su segundo González y dos comandantes más de la partida se vieron obligados a abandonarla en Villamalur (Castellón), por el descontento que reinaba entre los suyos. Al mismo tiempo se presentaron al indulto varios rebeldes armados, la mayoría de la partida de Arnau, que hablaban del desaliento general que reinaba en la facción. Otro que se entregó fue el teniente Mariano Ruiz, que confirmó la fuga de Gaeta, acompañado por un conde francés que había llegado con Forcadell. Poco después se presentaron seis carlistas en La Vilavella y 11 más en Benasal, de las partidas de Llorach y Gaeta, que iban quedando reducidas a la mínima expresión. Cuando el 1 de octubre entraron siete dispersos en Cortes de Arenoso (Castellón), fueron expulsados rápidamente por cuatro paisanos armados con escopetas, que habían sido movilizados por el alcalde.

Al día siguiente, el general Villalonga ordenó el cierre de las masías, ermitas y demás caseríos del Maestrazgo, debiendo sus propietarios marchar a la población de la que dependieran con todo su ganado. Se llegó incluso a castigar a los jornaleros que salían al campo a trabajar, a fin de privar de todo alimento a los carlistas. Esto debió de agravar la ya crítica situación de los rebeldes valencianos, ya que todo el que no iba unido a grandes fuerzas que pudieran atacar los pueblos, perecía de hambre, por no hallar el menor recurso en los campos. Al mismo tiempo, algunas poblaciones se fortificaban y se ordenó a los vecinos que tuviesen piedras en las ventanas para hostigar a los carlistas que aparecieran por allí.

Tampoco en Valencia iban bien las cosas para los carlistas. Por estas fechas, Forcadell se vio obligado a abandonar el Maestrazgo, al no encontrar allí suficientes partidarios. Además, el 16 de octubre la columna del comandante Izquierdo derrotó a la partida de Esteve (Arastey) y Pimentero en el pueblo de Chera (Valencia), dispersando a los carlistas y persiguiendo al grupo mayor hasta Villar de Tejas (Valencia). Dos días después, las partidas carlistas de Santes y Chaleco (a las que se había unido el republicano Bayona) y que contaban con 130 infantes, fueron batidas en Losa del Obispo (Valencia) por la columna del comandante Izquierdo. En este combate los carlistas tuvieron 6 muertos y 16 heridos graves, siendo después perseguidos hasta la masía de la Parra, en Domeño (Valencia).

Más grave aún fue la presentación al indulto del cabecilla Meseguer, que se entregó a los liberales con los 64 hombres de su partida. El 24 de octubre llegó a Requena una columna mandada por el brigadier Llorens, para acabar con las partidas facciosas que habían llegado hasta allí, huyendo de la persecución que se les hacía en el Maestrazgo. Dicha fuerza salió al día siguiente hacia Sinarcas (Valencia), adonde debían llegar los restos de las partidas de Arastey y Pimentero, que estaban tratando de unirse. Se desconoce qué pasó después, pero probablemente esas partidas rebeldes acabarían deshaciéndose, ya que Arastey se presentó al indulto poco después.

En cuanto a Pimentero, dispersó entonces sus fuerzas, que reagrupó más tarde en la provincia de Cuenca, abandonando definitivamente Valencia. Ya solo quedaba José Santes, que se presentó al indulto en Andilla el 27 de octubre, con los 16 hombres de su partida.

Después de esto, las comarcas valencianas y aragonesas recobraron la tranquilidad durante un tiempo. Principalmente, porque dejó de haber partidas autóctonas operando en la zona, con lo que la guerra solamente se reanudó cuando llegaron a la zona fuerzas carlistas procedentes de Cataluña. La primera invasión se produjo a principios de noviembre, cuando el carlista Pons pasó el Ebro y se enfrentó a la columna de Contreras en Canet lo Roig y San Jorge. No se sabe cuál fue el resultado del combate, pero probablemente fue desfavorable para los rebeldes, ya que no se volvió a tener más noticias de esa partida carlista. Además, durante ese mes se presentaron al indulto en Valencia 39 partidarios del pretendiente, que probablemente constituían los restos de dicha partida.

La siguiente incursión la llevó a cabo Gamundi, que a mediados de mes invadió de nuevo el Bajo Aragón, procedente de Cataluña. No obstante, esa incursión debió acabar en un fracaso, puesto que no volvemos a saber nada de ella.

Acciones en Valencia en 1849

Lo mismo le pasó a una partida que apareció en enero de 1849 y que estaba mandada por el capitánHorta. Dicha fuerza operaba por las provincias de Murcia y Alicante, pero enseguida fue perseguida y destruida por la columna de Frexas. Tampoco le fueron bien las cosas al cabecilla catalán Raga, que buscó amparo en el convento de La Puebla de Benifasar (Castellón), donde dividió su fuerza en pequeños grupos para eludir la persecución enemiga. Pese a ello, al poco tiempo tuvo un encuentro con la columna del capitán Pedro Grau en Lledó (Teruel), en la que murió su caballo. La fuerza carlista acabó desintegrándose, excepto un pequeño grupo que entró en Onda y consiguió alcanzar la sierra de Espadán, donde no debió de durar mucho tiempo.
La última partida rebelde fue la que apareció por esas fechas en Ludiente (Castellón), dirigida por un tal Tomás Pérez. Nada más se dio a conocer, el brigadier Llorens, comandante general de la Plana, envió una compañía del ejército en su búsqueda. Esta fuerza registró los montes, cuevas y barrancos donde solía guarecerse, apoderándose el 24 de enero de los bagajes que llevaba, con 100 raciones de pan y bacalao y algunas armas. La partida carlista fue alcanzada y disuelta poco después, presentándose al indulto 8 individuos. Seis más lo solicitaron, quedando solamente los cabecillas Pérez y Sales, junto con otros tres, que se ocultaron en las montañas por miedo a ser fusilados. Tenían razón para ello, pues un mes antes había sido fusilado en Valencia el coronel rebelde Pedro María Quintana, junto con dos carlistas más.

Castilla la Vieja y León

Acciones en Castilla la Vieja y León en 1847

En la provincia de Ávila se levantó en armas el coronel Félix Gómez Calvente, quien en marzo libró combate en Santa Cruz de Pinares (Ávila) con las fuerzas de la guardia civil mandadas por el capitán Manuel Soriano, dejando en poder de los isabelinos 4 muertos y 7 prisioneros. En Collado del Mirón (Ávila), el 27 de marzo, fueron batidas las partidas de Manuel Barriela y Juan Núñez, procedentes del reino de León, por las fuerzas mandadas por el subteniente de la guardia civil Manuel Cruces. Poco después, el 20 de junio, levanta una partida en La Vega (Burgos) el coronel Antonio Arnáiz, más conocido por el Estudiante de Villasur, quien libró un combate en Cerezo del Río Tirón (Burgos). Luego, el 9 de julio, combatió en Pesadas de Burgos, atacó el 21 el fuerte de la guardia civil en Villafranca de Montes de Oca, y poco después disolvió la partida. Arnáiz, según dice un escritor militar, era “práctico en el terreno, cuyos menores accidentes topográficos conocía por pulgadas y con el prestigio adquirido por su valor personal en muchas ocasiones”. Igual suerte tuvieron las partidas del cura de Atapuerca, el Maestro Quintanilla y el hermano del del Estudiante, Apolonio Arnáiz.

En la provincia de Salamanca, solo hay que citar el rápido paso de la partida de Gómez Calvente, de la provincia de Ávila a Portugal después de su fracaso; y las partidas levantadas en la de León por los tenientes procedentes del Convenio, Manuel Barriela y Juan Núñez, que pasaron luego a la de Ávila.

Acciones en Castilla la Vieja y León en 1848

En la provincia de Ávila se levantó en armas el coronel Félix Gómez Calvente, quien en marzo de 1848 libró combate en Santa Cruz de Pinares (Ávila) con las fuerzas de la guardia civil mandadas por el capitán don Manuel Soriano, dejando en poder de los isabelinos 4 muertos y 7 prisioneros. En Collado del Mirón (Ávila), el 27 de marzo fueron batidas las partidas de Manuel Barriela y Juan Núñez, procedentes del reino de León, por las fuerzas mandadas por el subteniente de la guardia civil Manuel Cruces. Poco después, el 20 de junio, levantó una partida en La Vega (Burgos) el coronel Antonio Arnáiz, más conocido por el Estudiante de Villasur, quien libró combate en Cerezo del Río Tirón (Burgos), y luego, el 9 de julio, combatía en Pesadas de Burgos, atacó el 21 el fuerte de la guardia civil en Villafranca de Montes de Oca, y poco después disolvió la partida. Igual suerte tuvieron las partidas del Cura de Atapuerca, del Maestro Quintanilla y del hermano del Estudiante, Apolonio Arnáiz.

En la provincia de Salamanca, solo hay que citar el rápido paso de la partida de Gómez Calvente, de la de Ávila a Portugal después de su fracaso. Y las partidas levantadas en León por los tenientes procedentes del Convenio Manuel Barriela y Juan Núñez, que pasaron luego a la partida de Ávila.

El 19 de julio se levantó otra partida en Valdicio (Santander), formada por 21 hombres bien uniformados y armados, tocados con boinas rojas, que recorrieron Calseca y Quintana, del Valle de Soba (Santander). Iban cobrando las contribuciones y distribuyeron armas y municiones. Contra esta partida se pusieron en movimiento las fuerzas de carabineros, pero habiéndose extendido la alarma en el país, el ex-carlista Andéchaga se situó en La Nestosa, para dar una batida contra los montemolínistas. Pero viendo que los carabineros habían salido contra los insurrectos, Andéchaga se retiró al Valle de Carranza (Vizcaya), donde puso preso al herrador Lecanda, al que se acusaba de haber recibido dinero para entregarlo a los que se levantaban por Carlos VI.

La partida de Valdicio continuaba excitando temores, por lo que se ordenó al Tcol Antonio Arias Camisón que pusiera presos a varios carlistas destacados que residían en Bárcena de Cirero, Beranga y otras poblaciones de Trasmiera, entre ellos el brigadier Carasa y los oficiales carlistas Vierna e Igual; pero no fueron hallados, pues ante la amenaza de ser apresados, habían huido. En realidad, esta partida tuvo escasa importancia, aunque se le diera mucha por los isabelinos, y su vida fue corta, pues, no habiendo sido secundada, se fueron entregando a indulto hasta desaparecer.

El 29 de agosto, en el partido judicial de Villadiego (Burgos), se forma una partida mandada por el teniente Calleja, exconvenido de Vergara. El capitán de la Guardia Civil, Villanueva, pasó entonces a aquel distrito, y el día 2 de septiembre, librando combate ambas fuerzas en Lorilla (Burgos), cayendo prisionero el teniente Calleja y 4 voluntarios. El día 28, la partida de los Hierros, que hacía tiempo que estaba levantada, tuvo un combate en Cubillo de Ebro (Santander), resultando un cabo de la Guardia Civil herido.

Pero la mayor actividad iba a darse en la campaña montemolínista con la presentación en el campo del coronel Antonio Arnáiz, el famoso Estudiante de Villasur. Se presentó en campaña a finales de noviembre en la provincia de Burgos. El día 25, sorprendió a un destacamento en Hontomin (Burgos), desarmando a los que lo formaban, soldados del regimiento de caballería de Farnesio y guardias civiles, llevándose presos a 10 guardias y algunos soldados, entre ellos un sargento de los primeros. De allí pasó a Quintanapalla (Burgos), donde también desarmó a un destacamento de ocho soldados de Infantería, trasladándose después a los Pinares de Soria, desde donde hacía incursiones hasta las orillas del Duero. Dividió el territorio en dos sectores: uno, el distrito de Aranda, a cargo de Manuel Moneo, y otro, el de Castrogeríz y Amaya, a las de Francisco Hierro, jefe de la famosa partida. Además, se reservó, para que operaran a sus órdenes, las partidas independientes que mandaban Apolonio Arnáiz y Cardiel. Ocurre entonces un combate librado en Olmos de la Picaza (Burgos), contra el capitán José Jaguetot, y mal librado hubiera salido de él de no acudir en su socorro la columna del Tcol López Ayllón.

Lanceros del RC-5 Farnesio en 1848. Autor Augusto Ferrer Dalmau.

El coronel Arnáiz mantuvo constantemente la lucha en las provincias de Burgos y de Soria. El 1 de enero, en el Puente de Roa (Burgos), tuvo un serio encuentro contra las tropas mandadas por el comandante Luis Arellano y Molina, a la que se había unido la columna del Tcol León Palacios. El hecho ocurrió de la siguiente manera. Arnáiz había estado operando en diciembre en la orilla izquierda del río Duero, habiéndolo vadeado con unos 40 jinetes. Al darse cuenta de que se le echaba encima la columna del Tcol Palacios, muy superior a sus fuerzas, retrocedió, pero encontró el puente ocupado por la columna mandada por el comandante Arellano que le cerraba el paso. Su posición, pues, era crítica, porque se encontraba entre dos fuegos. El comandante Manuel Afonso, segundo jefe de las fuerzas de Arnáiz, conocía el terreno y se propuso salvar a sus compañeros, guiándolos hasta un vado junto al puente caído y que no se utilizaba, atravesando así el Duero. En esa operación no tuvieron más que un muerto y dos heridos, siendo estos el capellán de los carlistas y el conocido como Portugesin, además de dos prisioneros, o quizás mejor dicho, presentados.

El día 15 de enero el coronel Arnáiz se batió contra la columna del coronel Pierrad en Quintanilla-Vivar (Burgos), y el 17 otra vez luchó en Robolledo de la Torre (Burgos). Estando descansando en Gilleruelo de Arriba (Burgos), la columna del comandante Villanueva preparó una sorpresa rodeando el pueblo, pero un disparo que se le escapó a un soldado dio la alarma a los montemolínistas, que pudieron escapar a tiempo, salvándose así el coronel Arnáiz. Luego la guerra parece declinar. El 12 de marzo, se señala un combate en Respenda de Aguilar (Palencia) por la partida de los Hierros, y en abril ya no quedaba más que esta partida en operaciones.

Castilla la Nueva

Acciones en Castilla la Nueva en 1847

En Castilla la Nueva no faltaban entusiastas carlistas dispuestos a coger las armas. El 23 de mayo, una partida levantada en los Montes de Toledo fue dispersada por la Guardia Civil; los montemolinistas tuvieron dos muertos. A esta partida siguieron las mandadas por Rojo y Julián, y muy poco después, levanta una más importante Francisco Marín, alias Chaleco. El general Tiburcio Zaragoza y el coronel Santiago Hoppe recorrían el país y distribuían sus fuerzas, consiguiendo matar a Rojo y Julián y dispersar a sus partidas. El 7 de junio, el coronel Gómez Calvente, después de su fracaso en Ávila, se presentó en Almagro y reunió sus fuerzas en el lugar conocido por Chiquero. Los isabelinos le persiguieron y consiguieron tirotearle. Marin combate contra el coronel Santiago Hoppe en Las Guadalerzas (Toledo) el 3 de julio, y habiendo sido derrotado, a los pocos días se acogió a indulto junto con sus hijos. En los Montes de Villanueva de Alcorón (Guadalajara), la guardia civil sorprendió a seis montemolinistas, de ellos cuatro oficiales, que preparaban el alzamiento de una partida. Tampoco tuvo suerte una partida que debía formarse en Madrid, en ese otoño. La policía descubrió los trabajos que se realizaban, deteniendo a varios comprometidos. Debían reunirse en la Venta de Alcorcón (Madrid), pero solo se presentaron cinco, que fueron presos con armas y municiones por la guardia civil apostada por orden del brigadier Carlos de Purgold, barón de Purgold.

Hay que señalar los temores y precauciones tomadas por los isabelinos, con motivo de una denuncia anónima que recibió el alcalde de Almansa, acerca de una supuesta conspiración carlista que alcanzaba desde Orihuela hasta Casas Ibáñez.

Segunda Guerra carlista (1846-49). Asalto carlista a una diligencia correo.

Acciones en Castilla la Vieja 1848

En Castilla la Nueva no faltaban entusiastas dispuestos a coger las armas. El 23 de mayo de 1848, una partida levantada en los Montes de Toledo fue dispersada por la Guardia Civil; los montemolínistas tuvieron dos muertos. A esta partida siguieron las mandadas por Rojo y Juián, y muy poco después, levantó una más importante Francisco Marin, alias Chaleco. El general Tiburcio de Zaragoza y el coronel Santiago Hoppe recorrieron el país y distribuyeron sus fuerzas, consiguiendo matar a Rojo y Julián y dispersar a sus partidas. El 7 de junio, el coronel Gómez Calvente, después de su fracaso en Ávila, se presentó en Almagro y reunió sus fuerzas en el sitio conocido como el Chiquero. Los isabelinos le persiguieron y consiguieron tirotearle.

Marín combatió contra el coronel Santiago Hoppe en Las Guadalerzas (Toledo) el 3 de julio, y habiendo sido derrotado, a los pocos días se acogió a indulto junto con sus hijos.

En los Montes de Villanueva de Alcorón (Guadalajara), la Guardia Civil sorprendió a 6 montemolinistas, de ellos cuatro oficiales, que preparaban el alzamiento de una partida.

Tampoco tuvo suerte una partida que debía formarse en Madrid, en ese otoño. La policía descubrió los trabajos que se realizaban, deteniendo a varios comprometidos. Debían reunirse en la Venta de Alcorcón (Madrid), pero solo se presentaron cinco, que fueron apresados con armas y municiones por la guardia civil apostada por orden del brigadier barón de Purgold.

Es de señalar los temores y precauciones tomadas por los isabelinos, con motivo de una denuncia anónima que recibió el alcalde de Almansa, acerca de una supuesta conspiración carlista que alcanzaba desde Orihuela hasta Casas Ibáñez.

Pronto a las pequeñas partidas que se mantenían en armas se les unió el brigadier Valentín Bermúdez, que había estado en Londres y recibido personalmente las instrucciones de Carlos VI sobre la conducta que debía seguir. Había formado su partida en el mes de febrero, entrando sucesivamente en los pueblos de San Martín de Pusa, Navalucillos, Malpica, Santa Olalla, Maqueda y Cebolla, todos en la provincia de Toledo, procurando esquivar los encuentros con los enemigos que le perseguían, aunque al final tuvo una pequeña acción contra la columna mandada por Francisco Marín Bernardo.

El guerrillero conocido por el Pimentero estuvo algún tiempo en Madrid, y luego partió para la provincia de Cuenca para reorganizar su partida. Hizo el viaje en la misma diligencia en que iba el gobernador civil de la provincia, José Fariñas. Grande debió ser la sorpresa de este cuando en Tarancón vio a su compañero de viaje descender del carruaje y ponerse al frente de un grupo de montemolínistas que le aguardaban, entrando y dominando la localidad Fariñas, no siendo inquietado. De Tarancón la partida, que ya se componía de 40 hombres a pie y 80 a caballo, fue a Huete (Cuenca), cobrando como en Tarancón las contribuciones y requisando algo de tabaco. Pero esta partida no tuvo larga vida, y ante la persecución de que fue objeto se disolvió. El Pimentero regresó a Madrid, y allí tomó la diligencia para Francia, pero esta vez sin suerte, pues en Burgos fue reconocido, preso y fusilado a las pocas horas.

Otra partida se formó en Madrid, de donde salió el 21 de febrero para marchar a la provincia de Toledo, pero desgraciadamente la Policía estaba enterada de la fecha de su partida. En consecuencia, fuerzas de infantería mandadas por el capitán don Luis María Herrero se situaron en la Pradera de San Isidro, y cuando al anochecer llegaron los montemolínistas, se entabló un tiroteo, en el que murieron tres carlistas y otro quedó gravemente herido.

En el mes de abril, las fuerzas mandadas por Gamundi estuvieron unos días en la provincia de Guadalajara. También en ese mes hubo un combate en Alcantud por una partida aragonesa mandada por San Juan, que intentaba pasar de la provincia de Cuenca a la de Guadalajara, luchando contra la columna mandada por Félix Fernández Soto, quien resultó herido de gravedad. Una partida manchega intentó pasar a la provincia de Córdoba, amenazando al mismo tiempo Almadén (Ciudad Real), pero la columna del brigadier Muñoz Maldonado impidió que consiguieran ninguno de los fines. Muñoz Maldonado todavía luchó contra los carlistas en Malagón (Ciudad Real), y poco después en La Guadalerzas (Toledo). El brigadier montemolinista Bermúdez sostuvo un combate el 11 de mayo entre el río Tajo y San Martín de Montalbán (Toledo) contra la columna mandada por el brigadier Ramírez Arcas.

Sin embargo, la guerra, habiendo terminado en Cataluña, se podía dar también por liquidada en La Mancha. Pero todavía la partida de los Guarduños mandada por Venancio Jerónimo Peco luchó en Miguelturra (Ciudad Real) el día 20 de mayo. Ante la imposibilidad de proseguir la campaña, el brigadier Bermúdez y Venancio Jerónimo Peco se acogieron a indulto el 27 de mayo. La única partida organizada que quedaba en La Mancha era la mandada por Soler, quien con sus voluntarios se acogió a indulto el día 28, o sea diez días después de que Tristany hubiese pasado la frontera de Francia.

Este es el último hecho a registrar no solo en La Mancha, sino en toda España. Unos días antes, el 25, en Mota de Cuervo (Cuenca) habían sido sorprendidos y presos por la Guardia Civil 6 montemolinistas dispersos.

Extremadura

Acciones en Extremadura en 1848

En el mes de mayo, el general Royo de León fue nombrado comandante general de Extremadura y La Mancha, por lo que estuvo en Portugal, donde conferenció con elementos carlistas, entre ellos el brigadier Mariano Peco, a fin de que levantara un escuadrón de caballería, por lo que le dio instrucciones y dinero. A finales de junio, al frente de unos 40 hombres procedentes de la emigración carlista, salieron de Campo Maior (Portugal) el general Royo y el brigadier Peco, entrando en España por cerca de Alburquerque (Badajoz). Siguieron por Miajadas (Cáceres), hasta llegar el 3 de julio a Villanueva de la Serena (Badajoz), donde Royo dio una alocución invitando a los extremeños a tomar las armas. Mientras Peco recogía los caudales del Gobierno, el tabaco y armas, y requisaba los caballos, que pagaba, Royo marchó a Campanario, donde entró, como en las demás poblaciones, sin incidentes.

Descansaban los carlistas cuando supieron que la Guardia Civil mandada por el teniente Francisco de Paula Córdoba, junto con carabineros y paisanos armados, se aproximaban. También salieron de Mérida fuerzas del ejército. El general Royo salió de Campanario para hacer frente al enemigo, librándose un combate en el que murieron 9 montemolinistas, entre ellos el comisario Antonio González, el recaudador de Hacienda, Infantes, el coronel de infantería Bernardino García y el de caballería Miguel Hortelano, el comandante Eugenio Fernández y el teniente Díaz. Hortelano había sido compañero de infancia de Carlos VI, cuando residía en el Palacio Real. Antes de partir para España, donde había de encontrar la muerte, fue a Londres para despedirse del Rey.

Royo, después de esta batida regresó a Portugal. Peco, que como hemos dicho se le había separado, marchó a Peñalsordo (Badajoz) y de allí, después de haber acampado durante el día en las orillas del Guadiana, prosiguió su marcha pasando por Baterno. (Badajoz), y entró en la provincia de Ciudad Real.

En agosto, Peco estaba en Gargantilla (Cáceres), cuando se le consideraba por sus enemigos que estaba destruida su fuerza, que él había diseminado para librarse de la persecución. Reorganizó su fuerza y con ella entró de nuevo en la provincia de Toledo, regresando después a Extremadura, entrando en Castilblanco (Badajoz), de donde partió para Helechosa y Villarta de los Montes, ambas en la provincia de Badajoz, y luego estuvo en Alia, en la de Cáceres. Peco dispuso que se formaran dos partidas auxiliares, la primera mandada por Antonio Cuesta, y que tenía como segundo jefe a José Pulido, y que debía recorrer la línea entre La Mancha y Extremadura, y la segunda, mandada por Vicente Sabariegos, para la provincia de Ciudad Real. La persecución de que fue objeto la partida de Cuesta por el brigadier Pacheco fue causa de que al final tuviera que presentarse a acogerse a indulto en Torrecilla de la Tiesa (Cáceres), quedando entonces las provincias extremeñas ya pacificadas.

Andalucía

Acciones en Andalucía en 1848

Se había pensado en provocar el alzamiento de Andalucía, a fin de que se diera la mano con el de La Mancha, Extremadura y Valencia. Se llevaron a cabo trabajos de conspiración, y para mandar en jefe a las fuerzas andaluzas se nombró al teniente general Miguel Gómez y Damas, y, para segundo comandante, al mariscal de campo José María Arévalo. Los dos jefes habían demostrado su gran capacidad en la Primera Guerra Carlista y reunían la condición de que ambos eran andaluces. Embarcaron en Inglaterra en el bergantín Queen Elizabeth, despachado oficialmente para Oporto, pero que hizo rumbo directamente a Gibraltar. Además de los dos citados jefes, iban con ellos los coroneles Joaquín Tercero, Félix Gómez Calvente y Francisco Bonilla, los comandantes Luis Diago y Luis del Río, los capitanes Matías Roselló y Francisco Miralles, y los alféreces Ramón Bonilla y Antonio Roselló, así como el capellán Tomás Barrachina.

Al llegar a Gibraltar no hallaron al agente que debía recibirles, por lo que hubo ya dificultades para ponerse en contacto con los que se decían comprometidos. Para aclarar la situación, el general Arévalo pasó disfrazado hasta las Alpujarras, pero no encontró las asistencias que se le habían anunciado. Esto produjo discusiones y discrepancias entre el general y el coronel Gómez Calvente, que terminaron cuando este último anunció que se separaba del partido carlista, acusando de imprevisión a Carlos VI, a sus consejeros y a los jefes militares. Los expedicionarios reembarcaron en Gibraltar.

Sin embargo, hubo quienes cumplieron sus compromisos, puesto que en Guadalcanal (Sevilla) se levantó una partida mandada por Juan Illanes, que se sostuvo durante un corto tiempo en la sierra de Cazalla, siendo perseguida por fuerzas de la guardia civil mandadas por el comandante José Castro; hasta que, siendo imposible mantenerse en campaña por no recibir ayuda alguna, la partida se dispersó.

Acciones en Andalucía en 1849

En 1849, una partida mandada por Ibáñez se presentó en Sierra Morena. Contra ella acudieron las columnas mandadas por Carlos González Llanos y de Rafael Mayalde, y pronto desapareció. A principios de mayo hubo la tentativa de entrar en la provincia de Córdoba por una partida manchega que fracasó en su intento. Y en los alrededores de Motril (Granada) se presentó una partida mandada por Valderrábano, de la que no hay datos, ni siquiera se precisa si fue montemolinista o republicana, y quizá fuese mezcla de ambos partidos. Perseguida por la columna de Mayalde, pronto desapareció.

Galicia

Acciones en Galicia en 1847

En Galicia aparecieron algunas partidas de escasa importancia. El 12 de octubre, 54 soldados de la guarnición de Tuy desertaron para unirse a los partidarios montemolinistas. Rosendo Gómez, conocido por el Ebanista, se levantó en armas en la provincia de Orense al frente de unos 80 hombres, pero la guardia civil consiguió destruir la partida, cayendo prisionero el jefe carlista.

Acciones en Galicia en 1848

En Galicia hubo una tentativa de invasión a través de la frontera portuguesa. Se trabajó intensamente para producir un levantamiento general, pero sin resultado. En marzo se formó en la provincia de Orense una partida mandada por Romero, conocido como el Negreiro, y para perseguirla se mandaron fuerzas que establecieron sus bases en Ginzo de Limia y Celanova. Actuó también la columna mandada por Cañedo, y el 21 de abril quedó disuelta la partida.

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2025-12-11. Última modificacion 2025-12-11.
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