Guerras Carlistas Situación en España entre la Segunda y Tercera Guerras Carlistas Revolución española de 1854

Antecedentes

La Revolución de 1854, también conocida con el nombre de Vicalvarada por haberse iniciado con el enfrentamiento entre las tropas sublevadas al mando del general Leopoldo O’Donnell y las tropas gubernamentales en las cercanías del pueblo madrileño de Vicálvaro. Fue un pronunciamiento militar seguido de una insurrección popular, que se produjo entre el 28 de junio y el 28 de julio de 1854 durante el reinado de Isabel II. Esta revolución puso fin así a la Década Moderada (1844-54) y dio paso al Bienio Progresista (1854-56).

Las insurrecciones contra el Gobierno del conde de San Luis se iniciaron el 20 de febrero de 1854 en Zaragoza. Antes había habido una pequeña crisis ministerial, resuelta con la sustitución de Castro y Orozco, en Gracia y Justicia, por Domenech. La insurrección de Zaragoza, dirigida por el brigadier Hore, fue reprimida inmediatamente por el capitán general Felipe Ribero, muriendo en la lucha el jefe sublevado. Pero el 13 de junio se repitió la tentativa en Madrid. Famosa es la entrevista que tuvo el ministro de la Guerra, general Anselmo Blaser, con el director general de caballería, Domingo Dulce.

Se había recibido la denuncia de que el general Dulce estaba conspirando contra el Gobierno, y el ministro caballerosamente le llamó a su despacho. Ante Blaser, Dulce negó resueltamente que estuviera con los conspiradores y juró como caballero que jamás tuvieron la Reina y el Gobierno súbdito más leal. Pocos días después, el mismo Dulce, con sus actos, debía desmentirse y quedar como perjuro.

Acción de Vicálvaro o Vicalvarada 1854. Entrada de la reina Isabel II en Madrid la noche del 28 de junio. Autor J. Martínez Madrid.

La Revolución

Efectivamente, el 28 de junio, aprovechando su cargo militar, con la excusa de una revista, reunió la caballería de Madrid en el Campo de Guardia, y al frente de los regimientos de su arma se pronunció contra el Gobierno. Estos regimientos eran: Santiago mandado por el conde de Ciñera, Almansa del coronel Eugenio Muñóz, Farnesio del coronel Antonio Garrigó, escuadrón de Granada del comandante Chacón, el batallón del Príncipe, varias compañías de Toledo.

Entonces se dijo en Madrid: “Dulce, tu nombre es de traición”.

Al saberlo, Isabel II quiso acudir personalmente delante de los sublevados, pero en Palacio le hicieron desistir de su propósito. Al frente de la revolución estaban O’Donnel, Ros de Olano y Messina.

Las políticas desamortizadoras de décadas precedentes habían reconvertido los edificios universitarios de la ciudad de Alcalá de Henares en cuarteles que albergaban la Escuela Militar mandada por el coronel Ignacio Planas; el RI de Borbón del coronel Juan Gallardón; el RC del Príncipe del coronel Joaquín de Fitor; varios caballos del RC-1 del Rey al mando del capitán Ricardo Pobil y un batallón provisional, que se unieron a los del general Dulce, que vino con numerosos efectivos desde los cuarteles establecidos entonces en el término del actual distrito madrileño de Chamberí. Desde allí emprendieron su marcha hacia Madrid el día 28 de junio.

Al hilo de estos acontecimientos, la reina regresaba precipitadamente desde El Escorial a la capital, desde donde envió tropas fieles al gobierno al mando del general Blaser, ministro de la Guerra, convencida por el gobierno de que los sublevados tenían intenciones de acabar también con su trono.

Acción de Vicálvaro o Vicalvarada 28 de junio de 1854. El general Dulce arenga a las tropas y da a conocer al general O’Donnel en Canillejas. Autor J. Martínez Madrid.

Las tropas rebeldes se dividieron: la mitad de las fuerzas, con O’Donnell a la cabeza, marchó sobre Vicálvaro, y la otra mitad, a las órdenes de Dulce, fue a hacer un reconocimiento hasta Canillejas, es decir, casi a las puertas de Madrid; reuniéndose las dos columnas como a las once de la mañana, entraron en Vicálvaro, desfilando por delante de los generales al son de la música de la banda del RI-3 del Príncipe, y en medio de entusiastas vivas a la libertad, a sus generales y a la Reina.

Apenas se habían reunido todas las tropas en Vicálvaro, cuando llegó aviso al general de que ya se divisaban las avanzadas enemigas: rápidamente, y muchos sin necesidad de que se les diese la orden, montaron todos a caballo y se formaron los escuadrones en los campos que, saliendo del pueblo, dan vista a la capital.

En efecto, se trataba de las fuerzas que enviaba el Gobierno a las órdenes de Blaser. Como que el general Blaser no sabía si regresaría inmediatamente; dejó interinamente la regencia de su Ministerio al subsecretario Fernández San Román.

Una bala de cañón que llegó hasta la entrada del pueblo avisó su presencia a los pronunciados. Dispuesta en orden la caballería, y colocada a retaguardia la infantería con el brigadier Echagüe, observó O’Donnell la posición de los contrarios. Viendo que, por haberla elegido a su gusto y ser ella tal que ofrecía grandes medios de defensa a la artillería, que podía con sus disparos favorecer impunemente las grandes masas de caballería, núcleo principal de las fuerzas pronunciadas, era casi imposible tomarla, mucho más atendidas las condiciones del terreno. Determinó operar algunos movimientos que obligasen al enemigo a abandonar sus posiciones, o le pusieran en el conflicto de verse cerrado en su retirada por un movimiento que amenazase su retaguardia; era una decisión contraria a todos los oficiales, que no eran partidarios de acometer con cargas de frente a la artillería, que aguardaba parapetada detrás del arroyo.

Salió a hacer un reconocimiento el coronel Planas, y viniendo a su encuentro algunos caballos de Villaviciosa, se empeñó la acción que se hizo general pocos momentos después. En medio de una lluvia de balas y de metralla, cargó la caballería rebelde. Dulce y Ros de Olano no solo mandaron como generales, sino que se batieron como soldados: Ros cargó dos veces a la cabeza de los escuadrones, y Dulce siete.

El número de muertos y heridos fue escaso si se atiende al fuego que, por espacio de cuatro horas, hizo sin descanso la artillería. Algunos oficiales murieron; como el coronel Garrigó, el comandante Caballería y el capitán Reina quedaron heridos de gravedad. Una bala de fusil privó de la vida al joven y valiente capitán Ricardo Pobil, que solicitó y obtuvo el honor de cargar en primera fila; honor peligroso que le condujo a la muerte.

Acción de Vicalvaro o Vicalvarada 30 de junio de 1854. Carga de la caballería contra la artillería. Autor J. Martínez Madrid.
Acción de Vicalvaro o Vicalvarada 30 de junio de 1854. Carga de la caballería contra la artillería. Autor Augusto Ferrer Dalmau.

La acción de Vicálvaro no tuvo gran importancia, pero O’Donnell se consideró vencido y emprendió la marcha a Aranjuez, donde dieron buena cuenta de los vinos de la bodega del execrado Salamanca; pero considerando fracasado el movimiento insurreccional, se dirigió a la Mancha. Habiéndole alcanzado en su ruta de Aranjuez a Manzanares al joven Cánovas del Castillo, este convenció al conde de Lucena a que llamara en su ayuda a los progresistas; por lo que redactó Cánovas el llamado Manifiesto de Manzanares el 7 de julio, en el que se expuso el programa de los revolucionarios, que terminaba con las siguientes palabras: «Al banquillo de los reos los restauradores de los frailes».

El Manifiesto se hizo público el 7 de julio en Manzanares (Ciudad Real) y en él se prometía la “regeneración liberal” mediante la aprobación de nuevas leyes de imprenta y electoral, la convocatoria de Cortes, la descentralización administrativa y el restablecimiento de la Milicia nacional, todas ellas propuestas clásicas del Partido Progresista.

Fue entonces cuando empezó la segunda fase de la que se llamaría después la Revolución de 1854, cuyo protagonismo correspondió a los progresistas y a los demócratas que iniciaron la insurrección el 14 de julio en Barcelona, donde revistió especial gravedad por la participación de los obreros. Y el 17 de julio en Madrid, donde la difusión desde mediados de julio del Manifiesto de Manzanares movilizó a las clases populares azotadas por el paro y la pobreza, que decidieron pasar a la acción insurreccional. De los antiguos cafés salió la voz de alarma para tomar las calles en una decidida milicia urbana.

Al día siguiente, la ciudad de Madrid estaba sellada por barricadas, y era el duque de Rivas el que había tomado provisionalmente el cargo del gobierno, tratando de hacer frente a la insurrección con las pocas fuerzas leales que tenía, esperando el regreso de las que habían salido de la capital. Primeramente, se asaltaron las viviendas de los ministros fugados del gobierno; sus muebles fueron lanzados por las ventanas y prendidos fuego. Fue relevante la quema de bienes de la casa de Sartorius, residencia principal del conde de San Luis, que había sido presidente del gobierno de confianza de la Corona. También se asaltó el palacete propiedad del marqués de Salamanca en el Paseo de Recoletos, antiguo ministro de Hacienda, que venía enriqueciéndose en lucrativos negocios ferroviarios, bancarios e inmobiliarios en alianza financiera con la familia alemana Rothschild y el francés duque de Morny.

Igualmente fue asaltado el palacio de la reina madre Cristina, situado en la antigua calle de Rejas, muy cerca de donde actualmente se encuentra el edificio del Senado español, debiendo refugiarse en el Palacio de Oriente con sus hijos.

Asalto del palacio de la reina madre Maria Cristina la noche del 17 de julio de 1854. El palacio se encontraba donde actualmente se encuentra el Senado. Autor Cecilio Pizarro para la revista Ilustración.

Fueron también destruidos los puestos de los guindillas, que era el nombre con el que se conocía a la guardia municipal, entonces muy odiada por las clases populares urbanas. Su denominación procede bien por el color rojo intenso de sus uniformes, tono habitual de dichas hortalizas que destacan por su picor, o bien por la palabra “guindar”, es decir, robar o sustraer algunos pequeños objetos; práctica muy habitual entre la guardia municipal cuando habían requisado objetos previamente a delincuentes comunes. Paulatinamente, se dieron armas a las masas populares que se organizan en milicias de barrios, confluyendo en la toma de la Puerta del Sol, donde se encontraba el Ministerio de Gobernación. Pero no solamente se da el asalto a palacetes, sino también a la cárcel del Saladero de Madrid, una cárcel política en la Plaza de Santa Bárbara, donde estaban recluidos presos políticos progresistas, entre ellos Nicolás María Rivero y Sixto Cámara.

La sublevación de Barcelona y de Madrid fue secundada en otros lugares donde también se formaron juntas, como en Valencia o en Valladolid; en esta última ciudad la insurrección tomó el carácter de motín antifiscal al grito de «¡Más pan y menos consumos!», lo mismo que ocurrió en otras ciudades leonesas, castellanas y asturianas.​ También hubo alzamientos en Zaragoza y Logroño.

Ante el empeoramiento de la situación, la reina destituyó el día 17 de julio al conde de San Luis, sustituyéndolo por el general Fernando Fernández de Córdoba, que formó un gobierno en el que había moderados, puritanos y progresistas, pero a los dos días cedió la presidencia al duque de Rivas; este solo duró dos días más, ya que por la revuelta popular, Madrid el 18 de julio estaba lleno de barricadas, hizo imposible que los militares pronunciados O’Donnell y Serrano pudieran aceptar el arreglo de compromiso que les ofreció el gobierno. El duque de Rivas intentó reprimir la sublevación popular, por lo que su gobierno fue conocido como «ministerio metralla», esperando la vuelta de las tropas que habían salido de Madrid.

Revolución de 1854. Lucha callejera entre milicianos armados y soldados en las calles de Madrid.

Los soldados leales al gobierno abrieron fuego contra estas milicias armadas, que levantan barricadas en las principales calles; se dispara desde tejados, campanarios y balcones contra las tropas gubernamentales, y durante horas se combate cada palmo de la ciudad. Se tomaban carros con municiones abandonadas y algunas piezas de artillería, mientras que en el Paseo del Prado se apresan a soldados vencidos. En esta lucha en las calles madrileñas también se podía ver a mujeres haciendo frente a las tropas y desarmando a guardias civiles, y participando del socorro a los heridos de las milicias, así como en la organización de hospitales de sangre. Sitiados los soldados gubernamentales en el Palacio Real, y habiendo tomado las milicias los principales puntos estratégicos de la ciudad, deciden capitular antes de que las masas populares quemasen los cuarteles militares.

Revolución de 1854 en la Puerta del Sol. Quema de Banderas. Autor Eugenio Lucas Velázquez.

Finalmente, la Reina, tal vez aconsejada por su madre Cristina, se decidió a llamar al general Baldomero Espartero, retirado en Logroño, para que formara gobierno, a la vez que pedía a O’Donnell que regresara a la corte. Para aceptar el cargo, Espartero exigió la convocatoria de Cortes Constituyentes, que la reina madre María Cristina respondiese de las acusaciones de corrupción y que Isabel II publicase un manifiesto reconociendo los errores cometidos.

El 28 de julio, el general Espartero hacía su entrada triunfal en Madrid aclamado por la multitud, abrazándose con su antiguo enemigo, el general O’Donnell. Así comenzó el Bienio Progresista, marchando María Cristina de Borbón al exilio en Francia.

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2025-12-11. Última modificacion 2025-12-11.
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