Guerras Carlistas Tercera Guerra carlista en 1873 Operaciones en Navarra y Vascongadas (junio a agosto de 1873)

La Expedición de Elío, o La Inspección (21 de mayo al 4 de junio de 1873)

La derrota de Eraul conmocionó la opinión pública republicana y el Ejército de Operaciones del Norte se reforzó ligeramente con algunas unidades adicionales tras la acción, sumando 44 batallones de infantería, 4 regimientos de caballería más 2 escuadrones sueltos, y 4 compañías de artillería y 5 baterías de montaña. Es decir, cerca de 30.000 efectivos de infantería, 1.600 de caballería y 48 piezas de artillería. A estas unidades de fuerzas regulares y de reemplazo, habría que sumar las milicias de Voluntarios de la Libertad, las unidades de carabineros, milicias forales y de la guardia civil, que operaban en ocasiones en combinación con el Ejército, y bajo su mando. A pesar de esta presumible capacidad de combate, lo cierto es que la misma se encontraba muy mermada por las circunstancias de inestabilidad política, que afectaron plenamente a la eficacia del Ejército.

Este se siguió organizando en columnas mixtas algo más reforzadas de entre 1.300 a 1.800 hombres, comandadas generalmente por un coronel o brigadier, y compuestas por tres o cuatro batallones de infantería (normalmente pertenecientes a distintos regimientos), diversas compañías sueltas, una sección de artillería y una de caballería. Estas columnas seguían operando individualmente sin una coordinación centralizada, conforme a las circunstancias del territorio que patrullaban. Aunque, dependiendo de la disponibilidad de sus mandos, las mismas podían colaborar tácticamente, en todo caso, estaban integradas en una estructura superior divisionaria de carácter puramente nominal.

Por otro lado, las dificultades financieras por las que pasaba el Gobierno de la República daban lugar a una falta material de recursos que ponían en peligro la efectividad de la fuerza armada. El comandante general al mando del Ejército de Operaciones del Norte, general Nouvilas, que había regresado al Norte el 11 de mayo, tuvo que suspender varias operaciones por falta de financiación, y que se viera, así mismo, obligado a solicitar con fecha 29 de mayo y 14 de junio dos préstamos al Banco de Vitoria de 10.000 y 20.000 duros respectivamente, para poder reanudarlas.

Esta precariedad permitía el desarrollo del ejército regular carlista como eficaz fuerza de combate, al contar con un mayor espacio y libertad de movimientos para su evolución. Realizaron constantes combates menores y escaramuzas con partidas de guerrilleros carlistas, en los que las unidades sublevadas eran habitualmente dispersadas; la verdad es que el grueso del ejército se organizaba de forma efectiva a pesar de sus propias dificultades.

El 19 de mayo, se presentaba en Leiza (Navarra) el general Joaquín Elío y Ezpeleta, de 67 años de edad, habiendo sido nombrado por Carlos VII, JEM del Ejército y Ministro de Guerra del Gobierno realista, tomando el mando conjunto de las fuerzas de Dorregaray y Ollo.

El Consejo Militar del alto mando carlista resolvió concentrar la mayor parte de las fuerzas que operaban en Navarra y realizar una inspección de los principales territorios y unidades organizados hasta la fecha, de cara a fomentar la estructuración de un ejército regular, conseguir un alzamiento militar generalizado y coordinar operaciones.

El 20 de mayo, Elío con el BI-IV de Navarra y el BI-II de Guipúzcoa (Azpeitia) salió de Santesteban y pernoctó en Labayen, donde se produjo la concentración del resto de efectivos de la división de Navarra. La misma se componía de los BI-I, BI-II y BI-III navarros, dirigidos por Dorregaray, el EC-1 de Pérula, las compañías castellanas y la 1ª sección de artillería de montaña de Navarra, compuesta hasta la fecha de la única pieza arrebatada en la acción de Eraul a las fuerzas republicanas. Se le dio orden al BI-IV de Navarra para que, en unión de partidas de aduaneros carlistas, mantuvieran el bloqueo de Elizondo, donde quedaba encerrada la columna Maldonado. El resto de las unidades totalizan en torno a 3.400 infantes y 100 caballos, siendo sin duda la mayor concentración de fuerzas vistas en Navarra en el conflicto hasta la fecha.

En las siguientes jornadas, y a través de una sucesión de hábiles marchas nocturnas por las sierras de Aralar y Andía, en las que dejan al grueso de las guarniciones enemigas en su flanco izquierdo, la expedición llegó al territorio dominado por Estella, pasando por Arellano y Mendaza. El 25 de mayo las fuerzas pasaron a través de Santa Cruz de Campezu a territorio alavés, llegando el 28 a la ciudad de Orduña, siendo recibidos por el grueso de la División Vizcaína que se encontraba reunida en dicha ciudad. A lo largo del trayecto, varias columnas republicanas (Castillo, Castañón, Cuenca) siguieron el rastro de la tropa carlista, pero sin conseguir combinar un ataque conjunto sobre la expedición. Las marchas, aún siendo agotadoras, se realizan en un entorno favorable, siendo las fuerzas expedicionarias recibidas de forma entusiasta por la población, quienes engalanan al Abuelo, la única pieza de la que se compone la artillería carlista, con guirnaldas de flores y lazos.

Los expedicionarios se aprovecharon de la densa red de confidentes que facilitaba el movimiento de las tropas carlistas, quienes les informan puntualmente de la situación del enemigo en cada tramo de su avance, así como los guiaban a través de caminos de montaña. Esta red, conformada por personas de todas las edades y sexos, entresacada de los mismos pobladores del territorio, formada principalmente por voluntarios que no percibían contraprestación alguna, es quizá la fuerza mejor organizada del ejército carlista en los primeros tiempos de la Tercera Guerra Carlista. Contribuían no solo a la información, sino también facilitaban el armamento de las fuerzas insurrectas, así como al desplazamiento de divisas y mensajes.

Entre ellos, destaca como figura emblemática el general Simón, a quien se atribuye el control supremo de la rama secreta del ejército carlista. A pesar de ser varios autores los que hacen referencia a la importancia de este personaje, nadie ha determinado su identidad real. De origen humilde, sirvió como criado, leñador y en la construcción de carreteras y el ferrocarril en todo el Norte. Lo que quizá le permitió su gran conocimiento de la orografía del terreno en el que se desarrolló el conflicto. De carácter autodidacta, se dice que aprendió a leer y escribir por sí mismo, llegando a realizar operaciones de compraventa de armas en Inglaterra y Francia. Su graduación no corresponde sino al seudónimo con el que se le conocía en el mando del Ejército, dado que no ostentó nunca grado alguno en el mismo. Según Francisco Hernando, a Simón debe atribuírsele parte del mérito del éxito de la expedición, ya que actuó como guía del general Elío.

Elío entraba en Orduña sin haber trabado combate con el enemigo, y con espíritu de victoria. En vanguardia, el batallón de Azpeitia que canta el himno a San Ignacio, acompañado por la orquesta del BI-II de Navarra, fue recibido por tres batallones vizcaínos en formación de revista, imponentemente equipados, según destacan los cronistas. La División vizcaína estaba mandada por el brigadier Gerardo Martínez de Velasco, estaba formada por cuatro batallones (Gernica, Durango, Marquina y Arratia) perfectamente uniformados con boina blanca, chaquetón gris y pantalón rojo, y armados en su totalidad con fusiles Lefaucheaux. En total, se calculan 1.500 hombres de infantería. A su vez, contaba con una sección de caballería, la Escolta del mando de la División, compuesta por una decena de cadetes desertores de la Escuela de Valladolid y una quincena de voluntarios vizcaínos, homogéneamente uniformados. Este desarrollo de la fuerza vizcaína venía a su vez facilitado por el estado de desorganización en el que se encontraban las fuerzas republicanas en este territorio, probablemente el más desguarnecido del Norte.

Sin embargo, pronto llegan noticias de que el general Nouvilas ha salido con la guarnición de Bilbao para atacar a la expedición. El 30 de mayo, esta salió de Orduña esquivando el enfrentamiento, pasando por Amurrio, desviándose a Villaro y llegando a Yurre al anochecer. El 31, los carlistas, reforzados por tres de los batallones vizcaínos, reanudaron la marcha por Zornoza hasta Lekeitio, donde pernoctaron. En Vizcaya se quedaban las compañías castellanas bajo el mando del Tcol Juan Pérez Nájera, de destacada intervención en Eraul, que pasaron a formar parte de la División de este territorio. Aquel se encargará de la estructuración del BIL de cazadores del Cid, BI-I de Castilla, con los voluntarios que habían ido llegando al Norte, desde Burgos, Soria o Palencia.

El 1 de junio, Elío, separándose también de las unidades vizcaínas, penetra en Gipúzcoa por Mendaro, pernoctando en Zestona. El territorio guipuzcoano se caracterizaba por la difícil situación del levantamiento, motivada por la desafección que generaba el estado de insurrección en el que se encontraba el batallón del cura Santa Cruz, cuya actividad no se adecuaba a la estrategia del ejército regular carlista. La tensión se vio incrementada cuando se conoció el fusilamiento de carabineros de la guarnición del Puente de Endarlaza, en contra de la política de humanización de la guerra propugnada por el Estado Mayor carlista.

Por otro lado, la eficacia desplegada por el brigadier Loma, comandante general republicano del territorio, había truncado toda iniciativa por parte de Lizárraga, su homónimo carlista, que, sin lograr que se desarrollara el alzamiento en el sector bajo su mando, se veía constantemente obligado a pasar a Navarra para refugiarse con su batallón. La única acción relevante que se produjo en todo el trayecto de la marcha fue el 2 de junio, en las alturas de Araunza y de San Pedro, cercanas a Azpeitia, en las que su guarnición intentó contener a la fuerza expedicionaria, hasta que pudiera ser batida por la columna de Loma. Pero las tropas republicanas evitaron atacar las fuertes posiciones carlistas en la cima, y las tropas de Elío siguieron camino de Goyaz y Bidania a través del Monte Hernio. Destacable de la acción es el hecho de que en la misma se puso a prueba por primera vez la escueta artillería carlista, con un expansivo entusiasmo de la infantería.

El 3 de junio por la tarde, Elío, perseguido por Nouvilas, entró en Navarra por Betelu, alojándose en Lecumberri, Iribas y Baraibar. El 4 de junio, Lizárraga se separa del Ministro de la Guerra y se dirigía a Aldaz para despistar a las tropas republicanas, dando por finalizada la expedición.

La Expedición de Elío (21 de mayo al 4 de junio de 1873). Recorrió el Norte sin ser molestado por los republicanos.

Operaciones en junio de 1873

Fusilamientos de Endarlaza (4 de junio de 1873)

El fortín del puente de Endarlaza estaba guarnecido por una fuerza de carabineros cuando el 4 de junio fue atacado por el cura de Santa Cruz. Los carabineros ofrecieron gran resistencia; ya contaban con varias bajas y comprobaban impotentes cómo el cañón reducía a escombros sus defensas. Fue levantada bandera blanca, a lo que Santa Cruz contestó ordenando que cesara el fuego. Avanzaron entonces algunos voluntarios hacia el fuerte, y cuando estuvieron a tiro de fusil, una descarga causó bajas a los que se habían adelantado para parlamentar; no se sabe si fue una orden o la decisión de un defensor. Ante este hecho, Santa Cruz ordenó el asalto del fuerte, apoderándose del mismo y ordenando que fueran fusilados los 28 defensores supervivientes de Endarlaza (un teniente, dos sargentos y 25 carabineros) el día 4 de junio de 1873. 4 murieron en la defensa del fuerte (2 cabos y 2 carabineros) y 3 carabineros perecieron ahogados al cruzar el Bidasoa a nado. De los 41 que formaban la guarnición, solo hubo 6 supervivientes (3 se abrieron paso o se escondieron, y 3 llegaron a nado a Francia). El fusilamiento de los carabineros dejó oficialmente un número de 25 viudas y 72 huérfanos.

En una incursión por Guipúzcoa sostuvo Dorregaray, unido con las fuerzas de Lizárraga, un fuerte tiroteo el 2 de junio, en los alrededores de Azpeitia, contra la columna del coronel Loma. El 20, el mismo Dorregaray combatía en Metaunté contra las fuerzas republicanas del brigadier Segundo de la Portilla, que había intentado sorprender a los carlistas de Ganuza, sin conseguirlo. Dorregaray, después de esta favorable acción, marchó sobre Irurzun, cuyo fuerte estaba guarnecido por cien carabineros. Intimada la rendición de los defensores y una vez disparados algunos cañonazos, se les propuso la capitulación. Sin oponer mayor resistencia lo aceptaron; por ella los oficiales quedaban libres para irse a sus casas o quedarse con los carlistas, y los carabineros que no quisieran engrosar las filas del ejército real serían trasladados a Francia. La capitulación se cumplió religiosamente.

Acción de Metauten (20 de junio de 1873)

No se detuvieron las fuerzas carlistas de Elío tras la expedición. Con la intención de evitar la concentración de tropas carlistas en torno al grueso del ejército de Dorregaray, este planeó de forma casi inmediata una nueva incursión con el BI-I y el BI-II de Navarra, bajo el mando directo de Nicolás Ollo. Iniciada la incursión el 9 de junio, esta les llevará de nuevo por el sur de Álava, hasta Orduña, y después por el norte de Burgos. En el camino, forrajearon y destruyeron pertrechos y suministros enemigos. Mantuvo una acción en Miranda de Ebro con la guarnición de esta población, tras haber hecho descarrilar un tren de pasajeros en el ferrocarril entre Vitoria y Miranda. El 15 de junio, la columna carlista se encontraba de nuevo en Navarra, recorriendo el montañoso noroeste del territorio, desde Eraul, ascendiendo hasta Izurzu y Baraibar, a través de las sierras de Lókiz, Andía y Aralar, para refugiarse el 19 de junio en el Puerto de Zudaire con avanzadas en Ecala y San Martín, unidos ya al BI-III de Navarra.

El día 20, tuvieron conocimiento de que la columna del brigadier Portilla, compuesta por el RI-22 de Gerona, un batallón del RI-33 de Sevilla, dos compañías de Cantabria y una sección de artillería de montaña, unos 1.300 hombres, se encontraba en Eulate, a apenas unos tres kilómetros de las posiciones carlistas. Dorregaray se retiró en dirección a los altos de Metauten y Ganuza para no verse encerrado en los desfiladeros de Zudaire, en caso de ser atacados por otra columna por el extremo opuesto. Portilla les siguió de cerca y se trabó combate por los altos de la ermita de Metauten. Las tropas carlistas, mal coordinadas, no consiguieron contener la embestida republicana encabezada por el experimentado y fiable batallón del RI-33 de Sevilla. El BI-III de Navarra se dispersó y arrastró consigo al BI-II que avanzaba desde la reserva para reforzarle. Sería el coronel Rada Radica quien consiguió reunir cien hombres y logró sostener la línea, conteniendo el avance republicano e impidió la desbandada total de la fuerza legitimista.

Acción de Matauten (20 de junio de 1873). Mapa de la zona. Atlas topográfico de la narración militar de la Guerra Carlista de 1869 a 1876.

Reagrupado el BI-II de Navarra, se lanzó igualmente al contraataque, evitando el copo de su coronel. El BI-I de Navarra, emboscado para atacar por el flanco al enemigo, no se movió de sus posiciones cuando sus mandos vieron que las unidades amigas amenazaban con dejar el campo de batalla. Hecho que fue muy criticado en los partes carlistas. La acción, con no ser importante, y a pesar de no lograr los objetivos esperados por el brigadier Portilla, fue encarnizada y provocó un centenar de bajas en cada bando. Se deja constancia por historiadores liberales de que algunos soldados republicanos remataron a heridos y prisioneros carlistas en su avance. Portilla, que no contaba con caballería para fijar a la infantería carlista, no pudo realizar un último empuje para perseguir a Dorregaray, que se retiró dirección Álava, una vez más, a través de la Sierra de Lókiz.

Curiosamente, esta acción que a punto estuvo de disolver el principal núcleo de las fuerzas de Carlos VII no tuvo eco alguno en los medios de la época. El primero que la narra es Pirala en su Historia Contemporánea, basándose en memorias de oficiales carlistas y en entrevistas a soldados participantes en la misma. Finalmente, sería descrita desde la perspectiva liberal por la Narración Militar del Estado Mayor del Ejército, en 1889.

Acción de Udave (26 de junio de 1873)

Tras una agotadora marcha por Álava bajo una densa tormenta de agua que duró varios días, y en la que los batallones perderían hombres y pertrechos, Dorregaray volvió a Zudaire el 23 de junio. Es probable que, en esa fecha, Elío mandara llamar al batallón de Azpeitia de Lizárraga y al BI-IV de Navarra para que se uniera a su columna, bastante desgastada por aquella marcha. El 24 de junio, cruzaron de nuevo la Sierra de Andía hasta Ulzurrun, donde pernoctaron, y con intención de entrar en el valle de Baztán. Pero, para ello, era necesario desarticular el fuerte Irurzun, defendido por 100 carabineros, dado que, por su situación, bloqueaba los accesos más rápidos a Álava y Gipuzkoa de forma simultánea, dificultando la comunicación con dichos territorios y facilitando los movimientos de las columnas liberales en el noroeste de Navarra y su traslado entre ambos territorios.

El 25 de junio, los tres batallones navarros cercaron la población y situaron la pieza de artillería frente a la casa fortificada donde se refugiaba la guarnición. Tras algunos disparos, la fuerza sitiada se rindió, probablemente por desconocer que las columnas republicanas de Portilla, el propio Nouvilas y Castañón se encontraban a pocas horas de la zona, siendo esta última la más cercana. El fuerte fue destruido y los atacantes se incautaron de más de cien fusiles, recambios y munición, que fueron trasladados al Baztán para ayudar a armar el BI-V de Navarra. Los oficiales prisioneros fueron puestos en libertad bajo palabra. La tropa que no quiso pasarse al bando enemigo fue escoltada hasta la frontera francesa, donde fue puesta, así mismo, en libertad.

Esta pequeña victoria reforzó el espíritu de la tropa que se fue a pernoctar a Lecunberri y Baráibar, mientras la columna Castañón llegaba a Irurzun, tras haber cruzado las Amezcoas, con pocas horas de diferencia y dispuesta a contraatacar al día siguiente. Hay que recordar que Castañón tampoco había llegado a tiempo de socorrer a la columna Navarro en Eraul en mayo, la unidad con la que solía combinar sus movimientos, y es bastante probable que quisiera desquitarse evitando al enemigo el refugio del Baztán.

Mientras, Portilla con su unidad alcanzaba Etxarri-Aranaz, donde, a su vez, pernoctaba, y por el lado carlista alcanzaban Baraibar el BI-IV de Navarra y el batallón de Azpeitia con Lizárraga a la cabeza. Es indudable que el movimiento de flanqueo de Castañón el día 26 de junio a través de Oscoz, con un desvío de varios kilómetros sobre las posiciones carlistas, estaba destinado a bloquear el camino del Baztán al Ejército Real y provocar el enfrentamiento, esperando que el brigadier Portilla tomara a Elío por la retaguardia. Pero, como ocurriera con Navarro en la acción de Eraul, la falta de información sobre la verdadera posición del enemigo, su número y estado de su moral, le hizo caer en la trampa dispuesta por este, como ocurriera en aquella acción.

Efectivamente, es bastante probable que decidiera el enfrentamiento para que Portilla ejerciera la función de yunque mientras sus batallones golpeaban el frontal de Elío. Pero, una vez más, la coordinación republicana dejó mucho que desear, avocando al coronel republicano a un combate brutal en gran inferioridad de condiciones.

A las seis de la mañana la columna republicana salió de Irurzun. Estaba compuesta por un batallón del RI-4 de Tetuán (antiguo Princesa), otro del RI-39 de Cantabria, BIL-XXVII de cazadores de Puerto Rico, dos compañías de carabineros, una sección de caballería del RC-2 de lanceros de Villaviciosa que conformaba la escolta y una sección de artillería. Una vez más hay discrepancias sobre el número de hombres que componían la columna. Los historiadores liberales hablan de en torno a 1.200 hombres. Algunos corresponsales de periódicos contemporáneos a la acción elevan su número a 1.600 plazas. Teniendo en cuenta que, sobre el papel, un batallón del Ejército Español del periodo se componía de 900 plazas, y en campaña alcanzaba entre 600 y 700 hombres, la cifra dada por los periodistas se aproxima más a la realidad.

Elío y Dorregaray resolvieron durante la madrugada del 26 atraer a la fuerza republicana a un dispositivo de pinza, situando un señuelo compuesto por el BI-I y el BI-III de Navarra, bajo el mando del brigadier Ollo y la pequeña sección de artillería. La idea es situarse a retaguardia del avance republicano para atraer al combate a Castañón. Mientras, el BI-II y el BI-IV de Navarra, el batallón de Azpeitia y la Escolta del General esperarían en Lecunberri a que se trabara combate para atacar por el flanco derecho a la tropa republicana.

También hay discrepancia sobre el número de fuerzas carlistas participantes en la acción. Los historiadores liberales contemporáneos hablan de un total entre los 4.000 y 5.000 combatientes. Sin embargo, se tiene un conocimiento cercano del grado de integridad de los batallones navarros a primeros de julio de ese año, poco después de Udabe. El BI-I de Navarra era el único batallón que contaba con la totalidad de sus efectivos. El BI-II y el BI-III contaban con unas 600 plazas aproximadamente, lo mismo que el BI-II de Guipúzcoa. El BI-IV no alcanzaba las 500 plazas. A dichas cantidades habría que añadir las bajas en Udabe y restar las indeterminadas sufridas en Metauten y la dura marcha posterior. Es probable que el ejército carlista sumara aquel día en torno a 3.200 hombres.

Ollo sitúa sus unidades en una loma de pastos y bosques al sureste de los Altos de San Miguel, junto a las poblaciones de Udabe y Urritza, y con el río Larraun a su espalda, si bien manteniendo la carretera de Lekunberri a Irurzun a retaguardia para facilitar una posible retirada. Situó ambas unidades en línea y formación de batalla, con despliegue de guerrillas en vanguardia. Mientras, Elío y Dorregaray esperan con el resto de los efectivos en el frontón que conforma uno de los laterales de la iglesia de Lekunberri.

En la actualidad, el escenario de la batalla se mantiene prácticamente sin variar, por lo que es fácil seguir las diversas incidencias sobre el terreno. Se caracteriza por amplias extensiones de cultivos y prados, enmarcado en densos bosques que cubren suaves laderas. Aquel terreno despejado contribuyó al encarnizamiento del combate que se iba a suceder, que iba a generar mayores bajas que el de Eraul. Cuando Castañón llegó a Muskiz tuvo conocimiento de que había fuerzas enemigas a su retaguardia, hacia Lekunberri. Allí inició contramarcha por Oscoz y Echalar, hasta rebasar Beramendi. En las suaves alturas que lindan por el noroeste con la pequeña población de Udabe, divisó los batallones de Ollo que se encontraban en formación y desplegadas las guerrillas. Castañón disgregó cuatro compañías del batallón de Cantabria y situó una pieza de su sección de artillería en su flanco izquierdo contra una posible carga de Ollo.

Los primeros disparos se realizan hacia el mediodía. La defensa activa realizada por los soldados del batallón de Cantabria hizo que las guerrillas carlistas retrocedieran hacia sus unidades originarias. De cara a evitar ser copado por la fuerza enemiga refugiada en Lekunberri, Castañón dirige su flanco derecho hacia la población de Arruitz, con el batallón de Puerto Rico y una compañía de carabineros en vanguardia. El RI de Tetuán, dos compañías de Cantabria y otra de carabineros quedaron en el centro del dispositivo, como reserva para taponar las brechas que se pudieran producir en el mismo.

Ese movimiento fue detectado por Ollo, que envió un mensajero para que informase a Elío de los movimientos republicanos. Las fuerzas que esperan en Lekunberri creían que aquel había batido a la columna enemiga y que no tendrían que intervenir en el combate, cuando llegó el mensajero con noticias del amago enemigo. Si los republicanos tomaban Arruitz, las dos alas de la “división” navarra no podrán unir sus flancos, desmantelándose el plan carlista. Los batallones de Elío se lanzaron a paso de carga hacia la población amenazada y la rebasaron unos dos kilómetros. Frente a ellos, en los altos despejados del norte de Udabe, descubrieron las líneas republicanas que abrieron el fuego de artillería con las dos piezas que apoyan el flanco derecho gubernamental.

Las tropas de Elío se desplegaron bajo el fuego. En vanguardia, el batallón de Azpeitia, bajo el mando de Lizárraga, y dos compañías del BI-II de Navarra a su izquierda, dirigidos por Rada. Como reserva, en segunda línea, quedan cuatro compañías del BI-II de Navarra y el BI-IV, que entraba en combate por primera vez.

Acción de Udave (26 de junio de 1873). Despliegue de fuerzas. Atlas topográfico de la narración militar de la Guerra Carlista de 1869 a 1876.

Las unidades carlistas avanzaron por las suaves laderas hacia la cima en la que les espera la columna de Castañón. Lo hacen bajo un nutrido fuego de fusilería y artillería y en campo descubierto. Eran las dos y media de la tarde. A medida que arreciaban las descargas, el avance en columna cerrada de los carlistas va perdiendo cohesión, y se detuvo cerca de la cima para iniciar un paulatino retroceso, aunque manteniendo el orden. Se ordenó al BI-IV de Navarra avanzar, para sostener la línea carlista, mientras el de Azpeitia se reorganiza a retaguardia. El bisoño batallón navarro recibió el impacto de varias compactas descargas del BIL-XXVII de Puerto Rico y de las dos compañías de Cantabria que habían pasado de la reserva a reforzar el flanco derecho republicano. El BI-IV de Navarra perdió fuerza e inició la retirada, para dispersarse a los pocos pasos y volver en desbandada a las posiciones iniciales.

El fuego de artillería y fusilería hirió a varios oficiales del Estado Mayor de Elío, que se encontraban cerca de la vanguardia carlista. En ese instante, el conde de Caltavuturo, Carlos Caro, del Estado Mayor de Elío, hermano del marqués de Medina-Sidonia, una de las figuras más románticas del carlismo y amigo personal del ideólogo Aparisi y Guijarro, desmontó de su caballo, tomó un fusil e intentó contener la huida, reuniendo a algunos dispersos para prevenir un posible contraataque. Este acto le costaría la vida, al ser herido en el pecho por una bala enemiga.

Mientras, en el flanco izquierdo republicano, las cuatro compañías cántabras empiezan a ceder ante la presión del BI-I y del BI-III de Navarra que van cerrando la línea carlista, hasta conformar un frente continuado.

Castañón ordenó a cuatro compañías del batallón del RI-4 de Tetuán que reforzasen el sector, pero iniciaron una retirada paulatina y ordenada, conteniendo las sucesivas cargas a la bayoneta que lanzó el enemigo. El BI-III de Navarra une su flanco izquierdo al derecho del batallón guipuzcoano, al tiempo que el BI-IV, desbandado, pasó a través de sus líneas. A partir de entonces, la presión se generaliza en todo el frente. Lerga, comandante del BI-III de Navarra, ordenó una nueva carga a la bayoneta, que recibe el batallón de Puerto Rico. Se rompió la línea republicana y su artillería quedó al descubierto. Castañón ordena que esta se retirase, al tiempo que dirigió a las dos compañías de Tetuán que quedaban de reserva, que cerraran la brecha. Algunos hombres del BI-III llegaron hasta las piezas de artillería. Mataron el mulo que lleva una cureña y se hicieron con ella, pero el capitán del batallón de Puerto Rico, Pedro Marín, y 16 hombres ayudaron a los artilleros y consiguieron salvar la pieza. El BI-III de Navarra se retiró a posiciones iniciales para reorganizarse.

El contraataque del RI-4 de Tetuán contuvo el ímpetu carlista, pero Castañón tenía empeñadas en combate todas sus fuerzas. Tan solo le queda en reserva medio escuadrón de caballería, que fue golpeado ocasionalmente por la única pieza de artillería carlista, que no se había movido de su posición original. Tras varias horas de fuego continuado y concentrado, empezaban a escasear las municiones en las tropas republicanas. Pero el empuje enemigo no cesaba.

Acción de Udave (26 de junio de 1873). Combate cuerpo a cuerpo. Se prodigó este tipo de combate por la falta de municiones.

El BI-IV de Navarra, de nuevo cohesionado, tomó posiciones junto al de Azpeitia en el hueco dejado por el BI-III. A la izquierda del guipuzcoano se realineó el BI-II de Navarra al completo. Se ordenó una nueva carga a la bayoneta en toda la línea izquierda carlista. El coronel Aspiazu, comandante del BI-IV, se situó al frente de su unidad para evitar que esta se quebrase una vez más. La carga se lanzó en una suave ladera de campos de cultivo, una vez más, al descubierto. La recibió una mezcla de compañías de Tetuán, Cantabria y Puerto Rico con impávida serenidad. Se abrió un denso fuego de fusilería y metralla a corta distancia que abrió profundos huecos en los batallones carlistas. A pesar de ello, estos continúan el avance. Azpiazu cayó acribillado al frente de su batallón. Fueron heridos de gravedad varios oficiales superiores que dirigían esta carga que consideran decisiva. Sin embargo, los legitimistas llegaron con ímpetu a cruzar las bayonetas con las fuerzas republicanas, rompieron su línea y algunos soldados del BI-II de Navarra, bajo las órdenes de los sargentos Echondo e Illeras, tomaron una de las piezas de artillería de Castañón, que no dio tiempo a desmontar y cargar en mulos. Lizárraga ordenó al coronel Ichazo que, destacando cuatro compañías de Azpeitia, intentase flanquear por su derecha una de las brechas, para evitar la retirada de parte de las fuerzas republicanas a Udabe. Pero el movimiento no llegó a completarse.

La confusión en esos instantes del combate fue casi absoluta. Castañón ordenó una retirada escalonada de la infantería y un contraataque de la sección de caballería de Villaviciosa. Pero esta había sido desmoralizada por el fuego de la pieza enemiga y apenas tenía capacidad para amagar algunos movimientos por el flanco. Poco después se unió a la retirada. Poco a poco, y bajo la presión carlista, la retirada republicana se convirtió en una desbandada. La mayor parte de sus fuerzas se dirigieron disgregadas y en estado de confusión hacia Udabe, donde se refugiaron en las casas de la población. El coronel republicano fue herido mientras lograba mantener una frágil línea de defensa, que se retiró gradualmente hacia la venta de Latasa.

La Escolta del General, que conformaba la caballería carlista, bajo las órdenes del Tcol Justo Sanjurjo, entró finalmente en combate para perseguir a los fugitivos, pero fue herido mortalmente por el fuego enemigo a la entrada de Udabe. Sanjurjo era el padre del que sería, en el futuro, el famoso general africanista José Sanjurjo, marqués del Rif. También participó en la persecución el BI-II de Navarra encabezado por el coronel Rada. Su montura cayó herida bajo el fuego, pero continuó a pie hasta adentrarse en la población, cayendo a su vez herido de bala en una pierna mientras intentaba asaltar una de las casas en las que se refugiaban restos de fuerzas enemigas.

Acción de Udave (26 de junio de 1873). La caballería de Sanjurjo acosa a la infantería republicana.

Enterado de la ruptura del combate, el general Nouvilas intentó alcanzar con su columna a Castañón, para apoyarle. Pero tardó tres horas en llegar al lugar de la acción desde Munárriz, y solo pudo evitar que consumase el cerco de la tropa fugitiva en Udabe y en los caseríos adyacentes. Su marcha había sido obstaculizada por la destrucción de los puentes que él mismo había ordenado cortar para obstaculizar el movimiento de las partidas insurgentes. A la llegada del general en jefe del Ejército de Operaciones del Norte, las fuerzas de Elío habían vuelto a Lekunberri, de donde salieron al día siguiente, perseguidos por el propio Nouvilas y Portilla.

Ambas fuerzas sufrieron importantes pérdidas, siendo especialmente sensibles las padecidas entre la oficialidad carlista, que dirigía siempre en vanguardia para enardecer a sus tropas. Los republicanos, según los informes oficiales, tuvieron un oficial y 25 individuos de tropa muertos, un jefe, 8 oficiales y 85 individuos heridos, y un jefe, 5 oficiales y 29 individuos extraviados. Los carlistas reconocieron 180 bajas. Fueron particularmente altas en los jefes, que pagaron con sus vidas su ejemplo: murieron el coronel de infantería Azpiazu en el combate, y de resultas de sus heridas el coronel de caballería Sanjurjo, que fue recogido en el campo de batalla por el barón de Wallenkirschen, y el coronel Carios Caro, conde de Caltavuturo, que peleó a pie y con la espada en la mano al frente de dos compañías guipuzcoanas, y cayó herido al mandar una carga a la bayoneta.

Con la retirada de Elío tras la batalla, sus heridos fueron dejados en Lekunberri, donde fueron atendidos por los equipos médicos de las columnas republicanas cuando llegaron a la zona, así como por dispositivos de voluntarios de la Cruz Roja de Pamplona, quienes recuperaron los cadáveres del campo de batalla y trasladaron a los heridos de ambos bandos a los hospitales de la capital. Durante el trayecto del convoy médico, son de destacar los cuidados y atenciones que prodigó la población civil a todos los heridos. De hecho, la batalla se caracterizó, a diferencia de futuros y pasados combates, por la caballerosidad y respeto con la que se trataron mutuamente ambos bandos a pesar de la crudeza y encarnizamiento de la lucha.

Operaciones en julio de 1873

El triste incidente de Cirauqui (13 de julio de 1873)

Los carlistas se presentaron el 12 de julio delante de Puente la Reina, cuya guarnición, reunida en el fuerte y compuesta de 70 carabineros, capituló. Después de ello, los carlistas marcharon a Cirauqui, cuyo fuerte guarnecido por 62 carabineros domina la carretera de Pamplona a Estella. Al aproximarse los carlistas, pretendieron defenderse, pero considerándolo inútil, ofrecieron capitular. Se hubiese cumplido, como siempre, la capitulación, si los vecinos del pueblo, muy particularmente las mujeres, no se hubiesen excitado al ver que se concedía vida y libertad a los rendidos. Pirala dice que los 105 carabineros “obligaban a subir agua del río a las mujeres para la construcción del fuerte, y para más humillarlas, vaciaban en el suelo los cántaros o herradas para que volvieran con ellas llenas a subir la penosa cuesta”.

No eran esas las únicas vejaciones y atropellos de que habían sido víctimas las mujeres de Cirauqui, y esto explica que, al ver que sus verdugos marchaban libremente, prorrumpieran en fuerte griterío, azuzando a los voluntarios carlistas. Algunos de estos, junto con los vecinos del pueblo, entraron en el local donde estaban presos y mataron a 38. Como es natural, los historiadores oficiales de la guerra civil, después de reconocer que fueron las mujeres del pueblo las que exasperadas promovieran los sucesos y que los principales jefes carlistas intentaron apaciguar el motín; recriminan los sucesos de Cirauqui diciendo que “tan bárbara conducta no tiene disculpa ni la tienen los jefes, que marchándose de Cirauqui dejaron a los prisioneros a merced de las turbas”.

Había quedado al frente de los carlistas guipuzcoanos el marqués de Valde-Espina, por nueva enfermedad de Lizárraga, y a él le correspondió solucionar las discrepancias que existían entre el comandante general y Santa Cruz. Este había atacado el 4 de julio el fuerte de Oyarzun, pero los defensores habían sido socorridos por los republicanos, lo que no impidió que el día 6 todavía lo atacaran, aunque ligeramente. El centro de operaciones de Santa Cruz era Vera. Para terminar las cuestiones, el marqués de Valde-Espina marchó a Vera, y después de una conferencia con Santa Cruz, este, el 9 de julio, firmó un acta en la que, sometiéndose a la autoridad, ofrecía marchar al extranjero y hacer entrega de sus depósitos de armas y municiones.

El 14 de julio se presentaron las fuerzas de Dorregaray ante Estella, defendida por el coronel Francisco Sanz, que había hecho fortificar algunas casas. Al llegar los carlistas, Sanz se refugió en el fuerte de San Francisco, oponiendo resistencia. Aunque los carlistas se habían adueñado del pueblo, desde donde hostigaban a los defensores del fuerte, se retiraron el día 15 al saber que las columnas de Portilla y Gardyne acudían en socorro de los sitiados.

Carlos VII en España

Don Carlos había anunciado que se proponía entrar en España el 16 de julio, lo que verificó por Zugarramurdi, atravesando la frontera acompañado del coronel Bérriz y del ayudante de Lizárraga, José Ponce de León, siendo recibido en dicho pueblo por el marqués de Valde-Espina y su Estado Mayor. En Zugarramurdi el vecindario acogió a don Carlos con entusiasmo indescriptible. Desde la vieja fortaleza de Peñaplata, se disparaban las salvas de ordenanza y las campanas fueron echadas al vuelo. Desde Zugarramurdi, el Rey marchó al alto de Hechuela, donde estaban formados tres batallones guipuzcoanos, y cuando estuvo cerca de ello, dio un ¡viva España!, al que respondieron los voluntarios con vivas al Rey. Don Carlos descendió de su caballo blanco para mezclarse con los soldados, hablándoles con paternal solicitud. Al frente de estas fuerzas bajó al pueblo de Olasur, donde el vecindario aclamó al joven monarca y se organizaron festejos y bailes en su honor.

La ruta emprendida por don Carlos con sus voluntarios se inició el 19 de junio con un tiroteo delante de Elizondo, cuya guarnición rechazó la intimación de que fue objeto, pasando después por Vértiz y pernoctando en Navarte. El día 20, estaba el Rey en Labayen; el 21, en Leiza; el 22, en Lecumberri; y el 23, siguiendo por el desfiladero de Dos Hermanas, por Irurzún, fue a Asiaín, siendo en todas partes acogido con entusiasmo por los leales navarros. En este último pueblo, don Carlos hizo entrega al BI-II de Guipúzcoa de la bandera con la imagen de Nuestra Señora de Pouvorville, que le habían entregado los legitimistas franceses. El brigadier Antonio Lizárraga, que había tomado el mando de los guipuzcoanos, recibía la bandera, mientras que el Rey les decía que se la entregaba para que la plantasen triunfante en Ibero.

Mientras esto acontecía en Asiaín, el brigadier Ollo se apoderaba del fuerte del túnel de Lizárraga y marchaba sobre Ibero, atacada ya por don Carlos. Los 140 carabineros que lo defendían pudieron retirarse a Pamplona, mientras don Carlos entraba en la población. La primera que conquistaba en esa campaña, el 24 de julio. En la toma de Ibero murió el capitán de artillería carlista Domingo Nieves. Mientras que don Carlos tomaba Ibero, Dorregaray obtenía la rendición de 150 carabineros del fuerte de San Adrián, cogiéndoles dos piezas de artillería y un importante depósito de municiones.

Tanto los que se rindieron en Lizárraga como los que lo hicieron en San Adrián fueron puestos en libertad.

Carlos María de Borbón y Austria-Este durante la Tercera Guerra Carlista. Está acompañado con la bandera Generalísima y del ayudante de campo. Autor Augusto Ferrer Dalmau.

Carlos VII dispuso que Lizárraga y los batallones guipuzcoanos marcharan a su provincia, y él, con fuerzas navarras de Ollo, fue a Salinas de Oro. Con estas fuerzas marchó el 25 de julio por Abárzuza y Eraúl, pernoctando en Murieta con parte de sus fuerzas, y el resto lo hizo en Piedramillera. El 26 pasaba por Los Arcos, donde le recibía la población entera, presidida por el Ayuntamiento en corporación y el clero, pasando, por la noche, a dormir en Sanso y Bargota. El 27 estaba en la provincia de Álava, marchando por Labraza, Barriobusto y La Población, pernoctando en Bernedo y Navarrete. El 28, por Villaverde, fueron a Peñacerrada. Al día siguiente, después de pasar por el territorio del condado de Treviño, llegaron a Trespuentes, donde fue sorprendido un tren en el que viajaban oficiales y soldados del ejército republicano.

Al conocerse la expedición de don Carlos, salió una columna liberal de Vitoria, pero al avistarse con los carlistas, se dieron cuenta los liberales de que Ollo había dispuesto sus fuerzas para entablar combate, por lo que los republicanos consideraron más prudente retirarse a Vitoria sin disparar un tiro. El 30 por la noche entraba el Rey en Orduña, entre aclamaciones del vecindario. El 31 de julio, don Carlos dormía en el pueblo de Luyando (Vizcaya).

Mientras don Carlos hacía esta expedición, la partida de Munaín incendiaba la estación de Ariñez (Álava), por lo que se cerraba la de Nanclares de Oca (Álava), ante la amenaza de que ocurriera lo mismo, y el 27 era en Beasain (Guipúzcoa), donde el mismo Lizárraga destruía lo poco que habían dejado Garrnendia y Santa Cruz. Es verdad que había un compromiso con la Compañía de Ferrocarriles, pero lo cierto es que no se respetaba por parte de los republicanos, y como ejemplo basta citar los oficiales y soldados apresados por Ollo en Trespuentes. Tal es la razón por la que los carlistas se veían obligados a causar desperfectos a la vía férrea. Durante ese tiempo hubo el combate de Lizárraga en Izasondo, al fin del cual marchó directamente a Elgóibar, donde, después de porfiada lucha, se rendía la guarnición el 30 de julio.

Operaciones en agosto de 1873

A comienzos de agosto seguía la expedición de don Carlos a Vizcaya. Pasó por Amurrio y por Miravalles, Arteaga y Zornoza, llegó a Guernica, donde saluda con emoción el árbol, venerando símbolo de las libertades forales.

Después de su estancia en Guernica, el 3 de agosto, marchó a Zornoza con el propósito de entrar en Durango, pero al conocer que esta ciudad estaba todavía ocupada por republicanos, contramarchó a Zornoza, pasó por Yurre y Tillaro, y pernoctó el día siguiente en Ocllandiano. El día 5, la expedición prosiguió a Villarreal de Álava, Ozaeta, Gordoa y Galarreta, a Zalduendo, donde se pernoctó, mientras que otras fuerzas lo hacían en Eguilaz. El 6, por Azagutia, Alsasua, Iturmendi, Bacáicoa, Echarri Aranaz, Lacunza y Huarte Araquil, llega la división a Villanueva de Araquil, donde quedó el Rey y las fuerzas pasaron a Echarregui.

El 10 de agosto, el fuerte de Portugalete fue atacado por el anciano Andéchaga, pero fue socorrido por las columnas de Lagunero y Pino, que salieron de Bilbao por orden del general Sánchez Bregua, que había sustituido a Nouvilas. Desde entonces puede decirse que el bloqueo de Bilbao era efectivo bajo la dirección de Andéchaga. La situación iba agravándose para los liberales. La columna de Logendio se hallaba bloqueada en Oyarzun y una columna que acudió a su socorro tuvo que refugiarse en Rentería, después de ser batida por el coronel Aizpurúa, el 3 de agosto. Las guarniciones republicanas de Berástegui, Aya y Zarauz, no sintiéndose seguras, se retiraron destruyendo las fortificaciones. El día 7, los republicanos abandonaron Salinas, Escoriaza, Arechavaleta, Elgueta, Elgóibar, Deva, Azcoitia, Zumárraga, Segura y Legazpia. Poco quedaba ya a los republicanos en Guipúzcoa y más perderían posteriormente, y tampoco mucho permanecía fuera de los dominios del rey carlista, tanto en la provincia de Álava como en la de Vizcaya.

Bloqueo de Bilbao 1873. Enfrentamientos diarios entre carlistas y republicanos en la ría. En ese momento pasa el vapor postal Luchana.

El 8 de agosto, el brigadier Lizárraga atacaba la ciudad de Mondragón, defendida por una compañía del RI-33 de Sevilla y 60 voluntarios. Se luchó durante el día y el siguiente, y al final de la contienda la guarnición se rindió, llegando tarde en su socorro la columna de Loma. Para atacar Vergara, el brigadier Lizárraga pidió la ayuda del general Rufa de Larramendi. Este acudió con fuerzas alavesas; pero también acudió en socorro de la plaza la columna de Loma, quien, si bien consiguió que los carlistas no pudieran entrar en la plaza, fue a costa de quedar encerrado con su columna.

Los republicanos dispusieron la evacuación de otras localidades. Así en Plasencia los carlistas hallaban en la fábrica La Euskalduna gran cantidad de municiones y armas. Se entraba en Oñate, antigua corte de Carlos V. La vecindad de San Sebastián estaba inquieta y había tiroteos en Astigarraga. Eibar era también abandonada y entraban los carlistas. El 13 de agosto, los republicanos salían de Vergara, y el mismo día entraba en la población Lizárraga. También quedaron ocupados Motrico y Azpeitia. El día 15, mientras el Rey celebraba las fiestas de la Asunción de la Virgen en Puente de la Reina con grandes festejos, en los que hubo hasta una novillada. En Vergara, los guipuzcoanos celebraban la entrada de Eibar, destruyendo el monumento conmemorativo de la traición de Maroto, excavándose para extraer el Convenio; aunque no se encontró en la excavación que se hizo el documento original que se buscaba, se quemaron en su lugar otros papeles, y se extendió y firmó por los presentes un acta.

El éxito carlista en Guipúzcoa era absoluto. En pocos días, de 38 puestos fortificados apenas quedaban 10 en poder de los republicanos. En Vizcaya, a raíz de la derrota de una columna en Lamindano, en la que perdieron los republicanos dos piezas de artillería, fueron evacuados Marquilla, Durango, Ondárroa y Bermeo, no quedando para el Gobierno de Madrid más que Bilbao y Portugalete. En Navarra también se había avanzado notablemente, y el coronel Álvarez, el 14 de agosto, se había apoderado del fuerte de las Campanas, en las inmediaciones de Pamplona. El Baztán, con su importante fuerte de Elizondo, había sido abandonado, y Rada atacaba Burguete.

Toma de Estella (24 de agosto de 1873)

Los carlistas emprendieron entonces la operación para tomar Estella. Las fuerzas sitiadoras se componían de los cuatro primeros batallones navarros, de las piezas de montaña y de la escolta de Carlos VII, quien asistió a estas operaciones con los generales Elío, Dorregaray y Ollo.

Seguía como gobernador militar el coronel Sanz, pero su fuerza era mucho mayor, ya que tenía una compañía del RI-4 de Tetuán y cuatro del RI-40 de Málaga; además de los voluntarios de la República, disponía de 3 capitanes, 7 oficiales subalternos y 475 sargentos, cabos y soldados. Sanz ofreció una obstinada resistencia, defendiendo la ciudad y su fuerte; este último era el antiguo convento de San Agustín, convenientemente aspillerado, puesto en buen estado de defensa. Allí se encerró la guarnición desde el momento en que los batallones carlistas tomaron las formidables posiciones que rodean a Estella, y desde donde con sus certeros y sostenidos fuegos impedían a los liberales continuar pacíficamente en la ciudad. Entraron los carlistas y se diseminaron por los alrededores del mismo, tomando posesión de las casas más próximas, colocando sus cañones en una casa del barrio de San Pedro y detrás de las tapias del convento de San Benito, rompiendo enseguida un vivísimo fuego de fusil y cañón. Contestado este al momento y con energía por los sitiados, sin cesar la lucha salvo en cortos intervalos, llegó la noche del 23 de agosto.

El general carlista Dorregaray, viendo que el día anterior había disminuido bastante el fuego de los sitiados, después de 178 horas que lo sostenían, hubo de avisarles que si no se rendían, aquella misma noche haría volar una mina que días antes había empezado a preparar el jefe de los zapadores de Navarra, comandante Argila. La contestación de los defensores del fuerte fue abrir fuego otra vez con mayor furor; lo que, visto por Dorregaray, dio la orden de que se volara la mina al amanecer.

Toma de Estella por los carlistas (24 de agosto de 1873). Autor M. Vierge. Le Monde Illustrée.

Así se hizo; pero no habiéndose calculado bien las distancias, la explosión solo se dejó sentir en una fuente que estaba situada a unos diez metros de la puerta del fuerte. Los sitiados no pidieron capitulación, pero quedaron tan quebrantados moralmente que al anochecer del 24 pidieron parlamento, cuando por orden del general carlista se preparaba otra segunda mina, de la que se esperaban resultados más decisivos que de la anterior. La ciudad se convirtió en la capital de la España carlista.

En el fuerte de Estella encontraron y recogieron los carlistas más de 1.000 fusiles Berdan, 400 granadas de 8 centímetros, considerable cantidad de pólvora, un parque de ingenieros de campaña, alpargatas, mantas, camas, tabaco, 80.000 cartuchos metálicos y gran cantidad de provisiones. Las bajas de los republicanos fueron 7 muertos y 16 heridos; las de los carlistas, 2 muertos y 15 heridos. La guarnición del fuerte fue acompañada hasta terreno neutral por algunas compañías del BI-III de Navarra, con arreglo a la capitulación.

Los carlistas en Estella en 1873.

Acción de Allo y Dicastillo (25 de agosto de 1873)

Mientras se estaba sitiando el fuerte de Estella, se supo que el brigadier Villapadierna avanzaba con una columna en socorro de los sitiados. El 19 de agosto, el Rey salió de Estella en busca de esta columna, pero, como era natural, ante la situación que se había creado, el general republicano Villapadierna trató de forzar su marcha, librando una acción en Allo y los republicanos fueron derrotados.

Por su parte, el capitán general de Aragón, Santa Pau, trató de socorrer a los sitiados de Estella, comprendiendo la importancia moral que la pérdida de la ciudad navarra tendría para los efectos de la guerra. Se formó una columna que manda dicho capitán general, y a la que agrega la de Villapadierna, batida unos días antes por los carlistas. Carlos VII, como en Allo, mandó las fuerzas carlistas que cerraban el paso por donde llegaría el socorro a Estella, y fue en Dicastillo donde chocaron ambas fuerzas.

Salió de Dicastillo el BI-I con el BI-IV, quedando en Dicastillo el BI-II y tomando posiciones a su izquierda el BI-III; la caballería y artillería carlista esperaron que tomase las suyas las del enemigo para obrar. En el alto de Robledo, y entrando por opuestos puntos, se encontraron los republicanos con el BI-I, rompiendo a la vez el fuego unos sobre otros. Don Carlos ordenó entonces reforzar al BI-I con 6 compañías del BI-II, que acababa de llegar de Estella, sin reposar apenas de las duras fatigas del sitio.

Auxiliado el BI-I, suspendió el fuego y se lanzó a la bayoneta sobre los enemigos en unión de las compañías del BI-II. Rechazados, entonces los liberales corrieron a reorganizarse detrás de su caballería y artillería, haciéndoseles antes 20 prisioneros, entre ellos un Tcol. Las pérdidas de los carlistas fueron 5 muertos y 15 heridos; las republicanas no se pueden precisar; solo muertos se vieron más de 40 en el campo. A las dos horas de haber cesado el fuego, se pronunció el enemigo en retirada otra vez hacia Sesma. Las fuerzas republicanas tenían unos 4.000 hombres de infantería, 6 piezas de montaña y 900 caballos. La caballería carlista no cargó por ser muy desproporcionado su número con la del enemigo.

Acción de Allo y Dicastillo (25 de agosto de 1873). Despliegue de fuerzas. Atlas topográfico de la narración militar de la Guerra Carlista de 1869 a 1876.

A las siete de la tarde del mismo día 25, entraron en Estella todas las tropas que acababan de vencer en Dicastillo, a las que se agregaron 2.500 guipuzcoanos que llegaban de su provincia mandados por el general Lizárraga.

Triunfantes los carlistas en Allo, Estella y Dicastillo, marcharon sobre Viana. El 30 la atacaron. Se defendían 30 soldados del regimiento de Húsares de Pavía y más de cien voluntarios de la República. Poca fuerza si no era socorrida. Pero los carlistas no cejan en su empeño y los defensores presentaron cara esperando ser auxiliados. De Logroño salió una columna republicana en socorro de los defensores, pero los carlistas se les adelantaron y se aprestan a librar combate. Los de Logroño consideraron más a propósito regresar a sus cuarteles sin medir las armas con los voluntarios de Carlos VII. Mientras tanto, todo el 31 de agosto, se luchaba desesperadamente; habían sido tomados por asalto reductos y posiciones, y convencidos de que no pueden prolongar su resistencia, la guarnición capituló. La bandera carlista ondea en Viana, y los prisioneros fueron conducidos por sus aprehensores hasta las puertas de Logroño, donde fueron dejados en libertad.

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2025-12-18. Última modificacion 2025-12-19.
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