Guerras Carlistas Tercera Guerra Carlista en 1874 Campaña de Somorrostro 1874. Batalla de las Muñecas

Periodo entre las batallas de San Pedro de Abanto y Las Muñecas

El día 28 de marzo y los siguientes, hasta finales de abril, no se renovó el ataque por ninguno de los dos ejércitos, pues ambos necesitaban descansar del esfuerzo titánico que habían llevado a cabo en los tres días de batalla, necesitando disponer de tiempo para enterrar los muertos. Únicamente los cañones de Monte Janeo hacían un fuego muy lento, para advertir a los defensores de Bilbao que aún se velaba y se pensaba en ellos.

El ese día 28 de marzo, los carlistas celebraron un consejo de guerra para decidir el futuro de las operaciones, concretamente si debían retirarse de Somorrostro y mantener las posiciones para mantener el asedio de Bilbao. Ollo era partidario de levantar el asedio por el enorme desgaste de tropas y recursos, siendo apoyado por una minoría; tras la votación, se decidió mantener el asedio de Bilbao.

El 29 de marzo fue un día de luto para el ejército carlista: una granada disparada desde una batería situada en Monte Janeo hizo blanco en un grupo de generales que había salido a recorrer las posiciones, hiriendo de muerte al general Nicolás Ollo con dos gravísimas heridas, una en el muslo y otra en la espalda; fue conducido a San Salvador del Valle, donde murió aquella misma noche. El brigadier Teodoro Rada, alias Radica, quedó gravemente herido en un muslo, con pérdida de una gran parte de la nalga derecha, y después de curado fue llevado al hospital de Santurce, donde se agravó el 30 y falleció el 31. El auditor de Navarra Escudero quedó herido en la garganta y falleció también pocos días después en el hospital de Santurce. El coronel Torrecilla fue el que menos sufrió, siendo herido ligeramente en un pie.

Muerte de los generales carlistas Nicolás Ollo y Teodoro Rada alias Radica el 29 de marzo de 1874, al ser alcanzados por una granada. Autor Juan Alamillos.
Traslado del general carlista Nicolás Ollo al ser herido mortalmente el 29 de marzo de 1874. Grabado del periódico realista el Estandarte Real.

La sustitución de Ollo era difícil; se pensó primero en el general Argonz, pero este noblemente confesó que no tenía las dotes necesarias para ser el jefe de la comandancia general de Navarra, y entonces se decidió por Torcuato Mendiry.

El 30 de marzo, se pidió un armisticio a los carlistas para enterrar la multitud de cadáveres cuya putrefacción inficionaba el aire con gran detrimento de la salud del soldado. Durante el armisticio hubo varias conferencias entre los jefes y oficiales amigos y antiguos compañeros de ambos ejércitos, y hasta sonó la voz de arreglo entre todos, pero no dio resultado alguno y ni uno solo cambió de campo, dicho sea en honor de unos y otros.

Batalla de San Pedro de Abanto 1874, enterramiento de los cadáveres tras la tregua del 30 de marzo. Durante la misma confraternizaron carlistas y republicanos. Fuente El Estandarte real, revista político militar.

El 31 de marzo, las tropas republicanas coronaron el alto de Las Cortes y se hicieron con algunas posiciones en Galdames.

El Ejército liberal estaba nuevamente en vías de reorganización: el duque de la Torre había pedido más refuerzos, no solo para reponer sus bajas, sino también para emprender operaciones en mayor escala, continuando entretanto en su campo atrincherado de Somorrostro.

Ante la imposibilidad de vencer la resistencia carlista con las fuerzas disponibles, Serrano decidió formar un nuevo cuerpo de ejército, el CE-III, que, rebasando la izquierda carlista, cogiera a esta de revés y la obligara a capitular, o por lo menos a levantar su línea. Dando orden al ministro de la Guerra Zabala para que hiciese acopio de hombres y medios.

Para el mando del CE-III, fue nombrado el sexagenario general Manuel de la Concha, marqués de Duero, alfonsino y afín de Serrano, que tomó el tren para Santander el 7 de abril.

El nuevo CE-III se compondría de 24 batallones con unos 16.000 efectivos y 20 piezas de artillería (6 del sistema Krupp y 14 del Plasencia). Quedando al mando del teniente general Manuel Gutiérrez de la Concha con la siguiente composición:

  • DI-1/III al mando del general Rafael Echagüe con:
    • BRI-I/1/III al mando del Brigadier Joaquín Rodríguez Espina con el BIL-XVIII de cazadores de La Habana y BI-II/20 de Guadalajara, BI-XXVII de la reserva de Valladolid, BI-II de la guardia civil, BI-VI de carabineros.
    • BRI-II/1/III al mando del brigadier Juan Ignacio Otal con el RI-13 de Mallorca y BI-XXXVII de la reserva de Murcia, BI-V de carabineros.
  • DI-2/III al mando del mariscal de campo Arsenio Martínez Campos:
    • BRI-I/2/III al mando del brigadier Evaristo García con el RI-23 de Valencia, BI-I/4 y BI-III/4 de infantería de marina y BI-IV de carabineros.
    • BRI-II/2/III al mando del brigadier Pedro Beaumont con el RI-4 de Tetuán, BI-III de la guardia civil, BI-I/9 de Soria.
  • DI-3/III al mando del mariscal de campo José de los Reyes:
    • BRI-I/3/III al mando del brigadier Eduardo Infanzón con el RI-5 de Ramales, BI-II de carabineros y BI-VIII de la guardia civil.
    • BRI-II/3/III al mando del brigadier Jorge Molina con el RI-38 de León, BI-I de carabineros y BI-X de la guardia civil.

La formación del CE-III no era tarea sencilla, pues fue necesario recurrir a fuerzas de la reserva, de los carabineros y de la Guardia Civil, que eran de edad superior a la de los quintos y no estaban adiestrados para el combate en grandes frentes; pues sus misiones eran, entre otras, el control de fronteras, represión del contrabando y orden público.

El primer punto de concentración era Santander, que tenía una actividad frenética. El 1 de abril habían llegado dos batallones de carabineros, el RI-38 de León, varias compañías de ingenieros y 12 cañones Plasencia recién llegados de Alemania.

En la segunda y tercera semana de abril, llegaron la mayor parte de las unidades que fueron trasladadas a la parte oriental de la provincia de Santander (Santoña, Treto, Colindres, Laredo y Liendo), donde se adiestraron a las tropas bisoñas.

Durante la estancia de Serrano en Santander, el general Juan José Villegas, gobernador militar de la provincia y gran conocedor del terreno, presentó un plan a Serrano que evitaba el ataque directo, realizando un ataque envolvente por la izquierda carlista, pasando por el valle de Sopuerta y cayendo sobre Valmaseda; pero Serrano lo rechazó.

El general López Domínguez propuso un desembarco en Algorta, pero fue frustrado por los temporales. Primo de Rivera propuso el flanqueo de San Pedro de Abanto por las Cortes, que también fue descartado.

Finalmente, se adoptó el plan de Villegas; el CE-III de Concha se concentraría sobre Castro Urdiales y Otañes, avanzarían por la carretera de Valmaseda hacia el alto de Las Muñecas. Mientras el CE-I y el CE-II presionarían la línea carlista en su centro, por San Pedro de Abanto.

Enterados los carlistas por seguras confidencias del plan de los enemigos, padecieron, sin embargo, entre otros, un error gravísimo, suponiendo que el CE-III del marqués del Duero avanzaría por Valmaseda, y no por las Muñecas, y partiendo de esta base tomaron sus medidas para contrarrestarlo. El veterano general Elío, dejando en Somorrostro al general Antonio Dorregaray al frente de las tropas que guarnecían dicha línea, tomó el mando de una división de once batallones y se situó con el general Lizárraga en Traslaviña, como punto céntrico de la nueva línea que estableció en esta forma:

  • El general Cástor Andéchaga y Toral, con el BI-I/E y BI-II/E de Encartaciones, en Talledo.
  • El brigadier Juan Yoldi Royo, con el BI-I/CA y BI-II/CA de Cantabria, en Muñecas.
  • El brigadier Juan José de Aizpurúa y Abaroa, con el BI-VII/G y BI-VIII/G de Guipúzcoa, en Villaverde de Trucios.
  • El general Gerardo Martínez de Velasco, desde Santa Cruz de Arcentales hasta Carranza, con los el BI-I/C, BI-II/C, BI-III/C y BI-IV Castilla y el BI asturiano, el cual era, por cierto, el único refuerzo que había recibido el ejército carlista después de las sangrientas jornadas de marzo.

Para el 26 de abril, en un alarde de movilidad que el ferrocarril había permitido y que los carlistas habían sido incapaces de frenar, ya se habían reunido todas las fuerzas que forman el CE-III liberal del Norte.

La DI-1/III queda acantonada en Guriezo, la DI-2/III en Limpias, Ampuero y Sámano, y la DI-3/III en Sámano, Onton y Mioño con dos batallones en Guriezo. El cuartel general en Laredo, y los ingenieros y artillería montada en Castro Urdiales.

Este CE-III, sumado al CE-I y al CE-II que ya se encontraban en Somorrostro bajo el mando de Serrano, hacía que las tropas destacadas para la liberación de Bilbao ascendieran a 42.000 hombres y 92 piezas de artillería, a los que hay que añadir los efectivos de la armada, que colaboraba con sus baterías al cañoneo de la línea carlista, además de ayudar en el transporte de material y tropas.

En la cambiante primavera del Norte, los ejércitos ya habían conocido los padecimientos de fuertes temporales de agua que inundan trincheras y campamentos, para seguidamente dar paso a una ola de calor bajo la que se cocían los soldados. El primer día de calor hubo 140 bajas y no son muchos menos las que se producían diariamente en este valle casi cerrado a todos los vientos, y donde tanta gente se hallaba aglomerada.

Temporal de lluvia y viento en el frente de Somorrostro en abril de 1874. Álbum Siglo XIX

Batalla de las Muecas o Tercera de Somorrostro (28 de abril de 1874)

Movimientos el 27 de abril

A las dos de la tarde, y mientras Concha y Serrano seguían conversando en San Martín de Somorrostro, la DI-I/III, al mando del donostiarra teniente general Rafael Benigno Echagüe Bermingham, comenzó un lento y protegido movimiento. Marchaban por la carretera, protegido cada flanco por un batallón de carabineros, sin encontrar resistencia hasta llegar a las casas de Otañes, desde donde recibieron fuego de los carlistas. Los republicanos atacaron obligando a los carlistas a replegarse.

A las 4 de la tarde, el ejército liberal se había hecho dueño de Otañes, desalojando a las compañías de encartados que allí se encontraban, al precio de 2 muertos y 15 heridos. Dos horas después avanzaba la DI-2/III mandada por el monárquico declarado Arsenio Martínez Campos; mientras que la DI-3/III se situaba en las alturas de Setares y Pico Helguera, al mando del general Jose Reyes Mesa. Con esta disposición durmieron las tropas a la espera del amanecer del día 28.

Prácticamente, la totalidad de los 16.000 hombres que formaban el CE-III se concentraban en el cuello de botella que formaba la carretera de acceso a las Muñecas.

Conocida entonces la dirección del CE-III, ordenó el general Elío que el general Andéchaga fuera reforzado con dos de los batallones que tenía a sus órdenes el general Velasco, quien se apresuró a cumplimentar lo dispuesto por Elío, reuniéndose en total cuatro batallones carlistas para oponerse, por lo menos, al triple número de enemigos.

Desarrollo de la batalla el 28 de abril

Las tropas gubernamentales se levantaron a las dos y media de la mañana para ocupar sus posiciones de partida, pero dos horas después recibieron la orden de volver al campamento, lo que obliga al marqués del Duero a dilatar el comienzo del movimiento de avance de sus tropas. El motivo fue que se había producido un retraso en los convoyes liberales, en concreto un convoy de cares escoltado por guardias civiles y el de municionamiento por falta de medios. Concha pretendió requisar 400 carros de la zona para abastecer a su CE-III con un millón de cartuchos, pero al final utilizó los medios de transporte del CE-II.

Se pensó en suspender el ataque hasta el día siguiente, pero finalmente a la una y media de la tarde, las tropas estaban racionadas y abastecidas, y emprendieron la marcha hacia las posiciones carlistas.

Este retraso permitió a los carlistas un tiempo precioso para posicionarse y desplegarse: Juan Yoldi Royo, junto con sus BI-I/CA y BI-/II CA de Cantabria, se quedó en el alto del puerto; el VI-VII/G de Guipúzcoa, que llegó sobre las 9 de la mañana y tomó posiciones a la izquierda de Andéchaga, dejando algunas fuerzas en la carretera. De igual forma, se ordenó que solo en el caso de que se verificase el ataque, se desplazase a la zona Gerardo Martínez de Velasco, que estaba con sus 4 batallones en Santa Cruz de Arcentales, a dos leguas largas de Talledo. De igual forma, se avisó a las fuerzas carlistas de la derecha, es decir, a las que defendían la línea de Somorrostro, “que en caso de ser solamente nosotros los atacados nos auxiliaran”. Del BI-VIII/G de Guipúzcoa y del BI-I/AS de Asturias únicamente se desplegaron compañías sueltas, permaneciendo el grueso cubriendo lugares más distantes. Con esta disposición de fuerzas, Hernando dejó escrito que “esperamos con calma al enemigo”.

Ataque por el ala derecha carlista

Echagüe con la DI-1/III tenía como objetivo las sucesivas alturas del cordal que, partiendo de Otañes, culminan en el Pico Haya. Por su parte, Martínez Campos con la DI-2/III atacaría Talledo y debería tomar posesión del pico Mello. La BRI-II/2/IIII de Beaumont y la BRI-II/3/III de Molina avanzarían por la carretera para la protección y refuerzo de las dos divisiones. Por último, la DI-1/III de Reyes permanecería en Otañes con órdenes para custodiar los convoyes, dar racionamiento de municiones, intendencia, etc. Siguiendo el plan convenido, Serrano ordenó abrir fuego de artillería a las dos de la tarde para mantener la presión en toda la línea de Somorrostro y apoyar los movimientos de Concha con el envío de tropas por el monte Corbera hacia el Pico Mello.

Batalla las Muñecas o Tercera de Somorrostro. Movimientos el 28 de abril de 1874. Atlas topográfico de la narración militar de la Guerra Carlista.

Al cuarto de hora de ascensión, las guerrillas desplegadas por Echagüe se toparon con las primeras defensas donde se escudaban unas pocas compañías de vizcaínos y, tras media hora de batirlas con fuego de artillería, cazadores del batallón de La Habana y carabineros tomaron la posición.

Las fuerzas carlistas fueron retrocediendo, concentrándose en el reducto del Pico Henal, donde el combate se hacía más enconado, ya que los BIs encartados recibieron allí refuerzos de compañías de cántabros y guipuzcoanos. A las dos y cuarto, la artillería Plasencia comienza a cañonear este bastión. Con la llegada de la BRI-II/2/III de Molina de refuerzo, Echagüe ordenó un movimiento de flanqueo por ambos lados del cerro, retirándose los carlistas del reducto ante la posibilidad de quedar copados, replegándose al montecillo cónico (Pico del Haya). Allí, por fin, llegó Velasco, pero solo con los batallones BI-I/C y BI-II/C de Castilla, cuando se esperaban los cuatro.

Los carlistas se seguían defendiendo de forma tenaz en el Haya, agarrándose a su cima. En ese momento, y para sorpresa de todos, los voluntarios carlistas abandonan la defensa de las trincheras y parapetos para proceder a un ataque a la bayoneta. Según consta en los relatos, varias compañías de castellanos saltaron de sus refugios y, lanzándose ladera abajo, hicieron retroceder a las asombradas tropas de Echagüe, recuperando parte del terreno perdido y llegando hasta prácticamente al Pico Henal.

Batalla las Muñecas o Tercera de Somorrostro (28 de abril de 1874). Tropas liberales trepando por el pico del Henal.

Echagüe súbitamente detenido por la irrupción en escena de las tropas castellanas. El general Concha, que seguía de cerca el movimiento de sus tropas, recibió el apremiante mensaje de Echagüe solicitando el envío inmediato de refuerzos. Pero con las dos brigadas que habían quedado de reserva empeñadas ya en el combate, Concha tomó la decisión de agregar todos los efectivos asociados a su Estado Mayor al ataque.

Gracias a la llegada de esta última reserva de hombres, estando a la cabeza el propio Concha, pudo finalmente DI-1/III contener y hacer retroceder a las tropas castellanas que en su ataque a la bayoneta habían desorganizado el inminente asalto al reducto del Pico del Haya. Finalmente, se procedió al ataque del último reducto carlista

Los guipuzcoanos, con el oficial Juan Aizpurua Abaroa al frente, fueron los últimos en abandonar sus posiciones, cubriendo la retirada del resto de las tropas. Había sido desplazado con 4 compañías del BI-VIII/G de Guipúzcoa en el monte Zartzaga; los carabineros avanzaron por ambos lados para flanquearlas y Aizpurua dio la orden de retirada. Algunas compañías no escucharon el toque de corneta y, cuando comprendieron que iban a ser cercadas, echaron a correr; los más rápidos consiguieron huir; el resto fue hecho prisionero.

Para el anochecer de aquel 28 de abril, todas las fuerzas carlistas habían abandonado sus posiciones, retirándose hacia Sopuerta.

Ataque por el ala izquierda carlista

Mientras, en su línea izquierda los acontecimientos se desarrollaban favorablemente para los intereses liberales. Martínez Campos con su DI-2/III (BRI-I/2/III de García), esperando en el Pico Helguera, había comenzado su ataque dirigido a la conquista de Talledo. Llevaban desde las doce y media de la mañana intercambiando disparos y hostigando las trincheras localizadas en las cercanías del pueblo. Pero a esa distancia los fiables fusiles Springfield carlistas, con los que estaban dotadas la mayoría de las fuerzas vizcaínas, se mostraban parejos a los flamantes Remington de las fuerzas liberales, por lo que la lucha en esta zona se convirtió en un intercambio de disparos de una colina a la otra.

A la una y media, y al mismo tiempo que se ha puesto en marcha la DI-1/III, Martínez Campos, vista la necesidad de avanzar, solicitó voluntarios para asaltar directamente a la bayoneta el reducto de Talledo. El BI-I/4 de infantería de marina al mando del Tcol Manuel Manrique de Lara se presentó voluntario en su totalidad, a los que se sumaron distintos voluntarios del BI-IV de carabineros y algunas compañías del BI-II/23 de Valencia.

Estos soldados descendieron del Pico Helguera para seguidamente atravesar un fondo arroyo y afrontar el ascenso al reducto, sufriendo en el camino las descargas que efectuaron los carlistas. Media hora después, las tropas encararon el repecho final que lleva a la trinchera. Los soldados carlistas comenzaron a huir, pero sus oficiales, entre los que se encuentra Andéchaga, al grito de “¡Viva nuestro Rey!” les hicieron volver a la trinchera. La llegada de los refuerzos del RI-23 de Valencia permitió rehacer el ataque y de nuevo con Lara a la cabeza se ascendió hacia la trinchera. Esta vez Andéchaga no pudo contener a sus hombres y tuvieron que retirarse.

El RI-23 de Valencia entró en Talledo a los acordes del paso de ataque, al mismo tiempo que se daba la mano con la BRI-II/2/III de Beaumont, que subía al pueblo por las pendientes de la izquierda de la carretera, rodeando el monte Calaborco. Los carlistas se retiraron a una trinchera situada en la altura y desde donde hostigaban el pueblo perdido y la carretera.

Una vez asegurado el flanco izquierdo, Martínez Campos ordenó un movimiento a lo largo de la carretera, siendo reforzados por nuevas tropas y una batería Krupp, para acabar con las trincheras que hostigaban la carretera. Elío, viendo que Andéchaga se sostenía a duras penas y que corría el peligro de ser envuelto por ambos flancos, ordenó su repliegue a las Muñecas. A las seis de la tarde, mientras se retiraban, el veterano general Cástor Andéchaga fue alcanzado por un disparo mientras se retiraba. La muerte de Andéchaga produjo entre los carlistas una verdadera consternación, sobre todo en los vizcaínos, para quienes era el hombre venerando, como lo fueron Ollo y Radica para los navarros.

La desmoralización por la muerte de su general cundió entre las tropas encartadas, que empezaron a desordenarse por la carretera, pero fueron contenidas enseguida por Lizárraga, que estaba con Elío y le ordenó que dispusiese la retirada, mientras él se dirigió a Sopuerta. Lizárraga con las fuerzas del BI-VII/G de Guipúzcoa contuvo a los batallones encartados, procuró reanimarlos y con el mayor orden, al paso regular, bajó con las fuerzas también a Sopuerta ya al caer de la tarde, sin que el enemigo los persiguiera ni tratara de acosarles.

Durante la noche cesó el fuego en toda la línea, comenzando todos los trabajos de intendencia para la prosecución de las operaciones al amanecer del 29. El marqués del Duero vivaqueó en medio de las tropas a pesar de la lluvia que había comenzado a caer y que refrescaba el ambiente vivido aquel día.

Según los partes oficiales del ejército liberal, la batalla de Las Muñecas tuvo un coste de 45 muertos y 434 heridos: la DI-1/III tuvo 29 muertos y 310 heridos; y la BI-2/III tuvo 16 muertos y 124 heridos. Se desconocen las pérdidas carlistas, aunque los corresponsales describen que debieron ser elevadas. Solamente en el bastión de Talledo se contabilizaron 8 muertos y 18 heridos, además de 27 prisioneros.

Durante la noche cesó el fuego en toda la línea, comenzando todos los trabajos de intendencia para la prosecución de las operaciones al amanecer del 29. El marqués del Duero vivaqueó en medio de las tropas a pesar de la lluvia que había comenzado a caer y que refrescaba el ambiente vivido ese día.

Batalla de Galdames (30 de abril de 1874)

El 29 de abril, Concha se dirigía a Sopuerta; Elío, que se encontraba allí, salió de la villa con los batallones cántabros, castellanos y encartados, dirigiéndose a Galdames, donde pensaba establecer una nueva línea que impidiera a los gubernamentales flanquear San Pedro de Abanto, que estaba siendo sometido a mucha presión. En la sierra de Galdames estableció dos batallones castellanos, trasladándose después Elío con los restantes de su inmediato mando a Güeñes, donde estableció su cuartel general, a cuya derecha e izquierda escalonó sus tropas. Creyendo que los liberales se dirigían sobre Valmaseda, cuya idea le dominó hasta el extremo de llegar a pensar en abandonar por completo la sierra de Galdames y trasladar toda su defensa a Sodupe, volando los puentes de Güenmes. El marqués del Duero, mientras tanto, se había dirigido a Sopuerta, y el general Laserna cañoneaba e intentaba apoderarse de las Cortes, cuya importante posición defendía bravamente el general Larramendi, rechazando a la bayoneta al enemigo.

Batalla de Galdames (30 de abril de 1874). Movimiento de fuerzas. Atlas topográfico de la narración militar de la Guerra Carlista.

Como el marqués del Duero (Concha) disponía de suficientes fuerzas para vencer a los carlistas, trató de desorientarlos y de alejarlos de su objetivo principal por medio de diversos movimientos que iniciaron sus tropas ya hacia Galdames, ya hacia Valmaseda, ya sobre Güeñes y Sodupe. En estas operaciones transcurrió el día 29 y gran parte del 30, pues el plan del marqués del Duero era hacerse dueño por capitulación del ejército carlista que defendía la línea de Somorrostro, rebasándola por Galdames y dirigiéndose a Castrejana; habilísima operación que los carlistas no supieron adivinar, y que de haberla conocido la hubieran dificultado grandemente a pesar de lo escaso de sus fuerzas.

Vista del valle de Galdames durante la Tercera Guerra Carlista.

Desde el barrio de Montellano, tomado por Laserna y convertido en cuartel general republicano, Concha mandó a Martínez Campos con la DI-2/III que tomase la sierra de Galdames, donde Elío había situado dos batallones castellanos, atacando el punto menos protegido, guarnecido por el BI-IV/C de Castilla mandado por el Tcol Solana. Ni el número de los enemigos ni la impetuosidad del ataque arredraron a Solana y a los suyos, que con un valor temerario disputaron sus posiciones con tal tenacidad que rechazaron tres asaltos y causando tan enormes bajas a los liberales, que seguramente, de haber dispuesto de otro batallón más no hubiera coronado el general Martínez Campos la cumbre en la noche de ese día; pero a pesar de la superioridad numérica de las tropas con que atacaron los republicanos no lograron éstos que cediesen los carlistas, al final a las once y media de la noche, al ser envueltas realizaron su retirada sin perder un hombre ni un cartucho, dispersándose para dirigirse a Sodupe, donde se había retirado Elío tras volar los puentes de Güemes.

Batalla de Galdames (30 de abril de 1874). Panorámica desde Montellano: 1 pico Altamira, extrema derecha del ejército; 2 posiciones carlistas, 3 pico Agilas, 4 alturas de Cortes, 4 bis alturas de Galdames; 5 montre Triano; 6 montaña de Valmaseda; 7 pueblo de Galdames; 8 Monte de Santa Lucia; 9 pueblo de Loizoga; 10 bateria; 11 ferrocarril minero; 12 pueblo de Córtes, 13 trincheras carlistas; 14 pueblo de Montellano y tropas de reserva; 15 general en jefe y ministro de Marina.

La heroica resistencia del BI-IV/C permitió a los batallones de Dorregaray abandonar casi sin pérdidas los montes de San Pedro de Abante y retirarse a la línea de Castrejana, inmediata a la margen izquierda del río Nervión y en la que Andéchaga había levantado parapetos y fortificaciones, donde ya estaban al amanecer del 1 de mayo. En la mañana de ese día, todo el ejército carlista estaba en las posiciones de Durango, nueva línea mucho más fuerte que la famosa de Somorrostro. La última brigada que se retiró fue la de Bérriz, y detrás de ella, el último de todos, solo con sus ayudantes de campo, el general Elío, cuando ya el enemigo estaba a la vista de Sodupe.

Sin embargo, Castrejana estaba dominada por los fuegos de Bilbao y se celebró un consejo de guerra en el que Carlos VII pretendía sostener la línea, pero Elío y la mayor parte de los generales le propusieron el abandono del sitio y que Dorregaray repasara el río Nervión hacia la derecha del río Cadagua, a donde llegaron poco después las fuerzas de Elío, que se habían retirado en completo orden y casi intactas.

Batalla de Galdames (31 de abril de 1874). Tropas de la Concha y Serrano coronan los altos de Cortes y Galdames, a la derecha el vapor de guerra Ferrolano entrando en la Ría. Dibujante José Luís Pellicer, editor Joaquín Pi y Margal, panorama de la Guerra Civil en el Norte.

El 1 de mayo, los republicanos avanzaron hasta Santa Águeda casi sin resistencia y, en la tarde del 2 de mayo, Gutiérrez de la Concha entró en Bilbao en loor de multitudes, concluyendo así la campaña de Somorrostro.

Batalla de Galdames (31 de abril de 1874). Entrada de las tropas republicanas por el puente de piedra de Bilbao el 2 de mayo. Dibujante José Luís Pellicer, editor Joaquín Pi y Margal, panorama de la Guerra Civil en el Norte.
Entrada de los liberales en Bilbao el 2 de mayo de 1874. Grabado de la Ilustración Española y Americana.

Una vez liberado Bilbao, el marqués del Duero buscó un nuevo campo de batalla en la línea del Ebro. Es curioso que las operaciones llevadas a cabo por el marqués del Duero tuviesen una doble finalidad: la salvación de Bilbao y la destrucción del ejército carlista en las líneas de Somorrostro. La primera lo consiguió; la segunda no pudo alcanzarlo y fracasó. Así, pues, en lo que era herencia de Moriones y Serrano, consiguió su objetivo gracias al error y la tozudez de Elío en mantenerse en él. Se dirá que el collado de Las Muñecas y el Tallado eran posiciones difíciles de tomar; que militarmente no eran los objetivos más naturales por el momento; y que Elío no lo guarneció, por esta razón, como debía. Pero si esto demuestra el acierto del marqués del Duero en buscar el punto débil en el sitio más difícil, en cambio, en lo que era conseguir la rendición del ejército carlista en la línea de Somorrostro, fracasó totalmente.

Para poner Bilbao a cubierto de un nuevo ataque carlista, se aseguraron varias fortificaciones y su artillería. Se meditó fortificar el monte de Cabras, el alto de Banderas, el molino y el monte Abril en la orilla derecha, y Portugalete y el Desierto en la izquierda, a cuyo fin comenzaron varias obras. Con la esperanza de que en 20 días finalizaran esos esfuerzos, Concha no tuvo inconveniente en dejar todo el CE-II de Primo de Rivera para proteger la construcción de las obras y para que estas acabaran en plazo. Más adelante, solo debía quedar en Bilbao la guarnición que poseía, aumentada a cuatro batallones, partiendo el resto a reunirse con el ejército que tenía intención de trasladar a Navarra para tomar Estella, la capital carlista, que constituyó el objetivo del general liberal.

Paralelamente a los trabajos de fortificación, se permitió a las tropas gubernamentales que habían estado en el frente de Somorrostro entrar en Bilbao, para proveerse de ropas y artículos necesarios para la vida cotidiana, así como de un poco de descanso. Pero no resultaba conveniente la aglomeración de tantos soldados, ya que empezaba a sentirse la disentería que había diezmado los cuerpos acampados. Ante el temor a un contagio, se ordenó la salida de varias divisiones para acantonarse en Abanto, Baracaldo y Deusto y de otras para recoger bombas, granadas, pólvora, víveres, etc., abandonados por los carlistas en campos y caseríos en su retirada.

Tan comunes en las guerras civiles, por desgracia, las venganzas personales se sucedieron y varios civiles incendiaron caseríos cercanos a la ciudad con el pretexto de que sus dueños habían ayudado o eran simpatizantes de las banderas carlistas. Al tener conocimiento de estos hechos, Concha ordenó el 6 de mayo que el general Castillo publicase, como gobernador militar de la provincia, un bando por el que sujetaba a consejo de guerra a los autores de esos desórdenes, medida que tuvo efectos inmediatos.

Operaciones después de la batalla

Al trasladarse del frente de Santander hasta el Ebro, los republicanos entraron el 13 de mayo en Valmaseda, y allí el marqués del Duero visitó el hospital de sangre establecido en el Ayuntamiento, donde los heridos carlistas estaban asistidos por médicos del ejército republicano. El 15 de mayo, fuerzas liberales de Irún, donde estaban bloqueadas, hicieron una salida, tiroteándose con los carlistas. El marqués del Duero marchó el 17 sobre Orduña, donde entró después de un pequeño tiroteo de la vanguardia con algunos soldados de caballería. Allí quedaron inutilizados los depósitos de paños y prendas de vestuario que estaban en Délica, así como la fábrica de cartuchería de Artomaña.

La operación de Orduña no tuvo consecuencia, pues se retiraron los liberales y volvieron a entrar los carlistas, lo mismo que en Valmaseda. En el frente de Bilbao hubo una salida de fuerzas mandadas por el coronel Roda, apoyadas por otras mandadas por el brigadier Bargés. Los republicanos alcanzaron el monte Abril, pero Bargés estuvo en situación tan crítica en Derio que, de no haber acudido Roda, hubiera tenido un fuerte tropezón por el mordiente de la brigada que mandaba el coronel Seco de Fontecha. Un ataque carlista, el 20 de mayo, sobre tres casas inmediatas a Bilbao dio como resultado que se rindiera la fuerza que estaba en una de ellas, compuesta de un oficial del BI-XIX de Galicia, 21 soldados del mismo cuerpo y dos voluntarios.

En las operaciones del marqués del Duero en el Sur, desde Vitoria, la fuerza mandada por Martínez Campos se dirigió a Urúnaga por Arriaga, Miñano y Bertolaza, sosteniendo ligeros tiroteos con los carlistas, que al aproximarse el enemigo abandonaron los pueblos de Nafarrete, Elosa y Urrúnaga, que fueron ocupados momentáneamente por los liberales; mientras tanto, el marqués del Duero avanzaba sobre Villarreal, retirándose los carlistas a las posiciones de Monte Albertia, donde tuvieron fuego de guerrillas. Regresó el marqués del Duero a Vitoria el 25 de mayo y todo quedó como antes. El día 26, el marqués del Duero hizo otra demostración y marchó sobre Salvatierra, de donde se retiran los carlistas, entrando los republicanos, que regresaron a Vitoria el día 27. En realidad, no se sabe la finalidad de esta operación, salvo que solo tuviera por objeto cobrar las contribuciones extraordinarias que impuso a Valmaseda, Orduña, Villarreal y Salvatierra.

Más importancia tuvieron las operaciones en Hernani, que fueron emprendidas bajo el mando del general Díaz de Cevallos, y en las que tomaron parte el BI-VI y BI-VII de Guipúzcoa y 2 morteros y 6 cañones, al mando de dichas piezas el coronel José Pérez de Guzmán y el comandante José María Dorda. Después de haber establecido dos baterías en las alturas de Oriamendi y Santiagomendi y haberse colocado los dos batallones entre Hernani y San Sebastián, Díaz de Cevallos se dirigió al comandante militar de Hernani intimándole a la evacuación de la posición. El 30 de mayo comenzó el bombardeo de Hernani y contra el castillo de Santa Bárbara, que procuraba ayudar con sus fuegos a los republicanos. En ese día, Carlos VII visitó las líneas carlistas junto con los generales duque de la Roca y Plana. Continuó el bombardeo el 31 de mayo y el 1 de junio, retirándose los carlistas en la madrugada del día 2.

Vista de Hernani durante la Tercera Guerra Carlista
Bombardeo de Hernani por los carlistas del 29 al 31 de mayo de 1874. Autor J. A. Recondo L’Illustrée Universel.

Pocos son los hechos que ocurren en el resto del mes de junio. En Fustiñana estaba la partida mandada por Sierra, y cuando se dirigía hacia Tudela fue batida, cayendo prisionero su jefe. Otra partida carlista fue batida en Lumbier el día 17 de junio. El 9 de julio una fuerza mandada por el general Manuel Cassola salió de Bilbao llegando a Munguia, de donde huyeron los vecinos varones, en su mayor parte, y donde los republicanos hicieron 40 rehenes que se llevaron a Bilbao. Otra operación hecha por el brigadier Cassolla fue el 21 de julio, en que marchando los liberales sobre Algorta, de la que se apoderó después de un pequeño combate. El día 22, los liberales sorprendieron, de madrugada, a los carlistas en la fábrica y el Puentenuevo, por el lado de Bolueta, siendo rechazados los realistas a la orilla izquierda del río. En la noche del 24 al 25 de julio unas compañías carlistas hostigaron la ciudad de Vitoria. En las proximidades de Pamplona hubo también un ligero combate, en el que intervino el BI-X de Navarra.

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2025-12-28. Última modificacion 2025-12-28.
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