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Regreso de Moriones a Castro Urdiales
Tras la toma de Laguardia, en los primeros días de febrero de 1874, al no tener ya un objetivo en la zona alavesa, el Ejército del Norte fue dividido en dos columnas con la intención de llegar a Castro Urdiales el 14 de febrero y establecer allí sus cuarteles. La primera columna en salir fue la de Primo de Rivera (brigadas de Cortijo y de Tello), que se trasladó en tren a Santander.
Tras la toma de Laguardia, en los primeros días de febrero de 1874, al no tener ya un objetivo en la zona alavesa, el Ejército del Norte fue dividido en dos columnas con la intención de llegar a Castro Urdiales el 14 de febrero y establecer allí sus cuarteles. La primera columna en salir fue la de Primo de Rivera (brigadas de Cortijo y de Tello), que se trasladó en tren a Santander.
El principal objetivo era trasladar por mar a Castro Urdiales más de 2.000 soldados para formar la división que debía operar en ese lado de la costa de Bilbao. Fueron embarcados en 5 buques de guerra, a los que se unieron las goletas Concordia y Ligera. Un fuerte temporal obligó a desembarcar en Santoña 1.000 efectivos del RI-31 de Asturias, 1.400 del RI-32 de San Quintín, que se unieron a 800 de la columna de Ramales. Aún con la pérdida de dos días, finalmente consiguió Primo de Rivera apoderarse de los montes de Llangón (cerca del puerto de las Muñecas) para asegurar posteriormente las operaciones.
La otra columna mandada por Moriones se embarcó los días 12 y 13 en Logroño, llegando a Boo entre el 13 y el 14 de febrero. Todos estos movimientos fueron atentamente observados por Andéchaga, que con sus dos batallones de Encartaciones (levantados por él mismo) ocupaba las comarcas aledañas a Castro Urdiales.
Asedio carlista de Bilbao en 1874
Los carlistas emprendieron el sitio de Bilbao bajo la inmediata dirección del infatigable Juan Nepomuceno de Orbe, marqués de Valde-Espina, veterano de la Primera Guerra Carlista en la que había ganado la Cruz de San Fernando. Los batallones que asediaban Bilbao tenían la siguiente situación: el de Bilbao, con Fontecha, del Puente Nuevo a Artagan; el de Marquina, con Sarasola, en Archanda y Santo Domingo; el de Durango, con el barón de Sangarren, en Olaveaga y Deusto; el de Munguía, con Gorordo, parte en Olaveaga y algunas compañías destacadas en las Arenas y Plencia; el de Guernica, con Iriarte, en San Mames e Iturrigorri; y el de Orduña, con Bernaola, en Larrasquitu y la Peña, sumando dichos seis batallones un total de unos 4.000 hombres.
Antes de formalizar el sitio, se reconocieron los emplazamientos de las futuras baterías; por cierto que en uno de estos reconocimientos fue herido el comandante de artillería García Gutiérrez, por un casco de granada. También se hicieron trincheras y caminos cubiertos para la infantería.
El gobernador de Bilbao lo era el mariscal de campo Ignacio María del Castillo, procedente del cuerpo de Ingenieros, veterano de la Primera Guerra Carlista, en la que había luchado contra los carlistas, había ganado la Cruz de San Fernando y el grado de capitán. Las fuerzas de que disponía el General Castillo en Bilbao eran las siguientes: el RI-I Inmemorial, con 1.277 hombres; el BIL-VIII de cazadores de Alba de Tormes, con 555; el BI de Forales, con 648; y el BI de Auxiliares, con 600; 90 artilleros de montaña, 123 artilleros de las piezas de posición, 95 caballos, guardias civiles y carabineros, sumando cerca de 4.000 efectivos, con dos piezas de Montaña y de 35 a 40 cañones de grueso calibre distribuidos en las bien combinadas defensas de la plaza, pues además de los fuertes del Morro y de Miravilla que desde hacía tiempo protegían la Villa, se habían construido también los de Mallona y de San Agustín, de Solocoeche, de la Cárcel, del Choritoque, del Diente y algún otro.

El coronel Isidro Macanaz mandaba la artillería de la plaza, y la sección de montaña estaba a cargo del capitán Gascón. Las bocas de fuego estaban distribuidas del modo siguiente: en el fuerte de Miravilla, situado al Norte de la población y a la izquierda del río, 1×16, 2×12 y 1×8 cañones rayados; en el fuerte de Mallona, situado al Norte y derecha del Nervión, 5×8 cañones lisos y rayados; en el fuerte del Morro, que era el principal por su excelente y dominante situación topográfica, 1×16, 1×12 y 1×8 cañones rayados; este fuerte se hallaba al Sur y a unos dos kilómetros de la villa. Además, se establecieron las baterías del Diente, Choritoque, reducto de San Agustín, Estación y Muerte, al Norte, dotadas con 2×16, 5×8, otros tantos de a 12, y 2×4; las baterías de Albia y Zabalburu, con cañones de a 12 y de a 8, y en fin, la de la Cárcel, con 4×8 cañones lisos y rayados.
Contaba también Bilbao con una sección de ingenieros, debiéndose la dirección de la mayor parte de las defensas al capitán Eduardo Mariátegui, a quien, por la escasez de personal militar, ayudaron en los servicios facultativos el ingeniero jefe de Obras Públicas Adolfo de Ibarreta, los ayudantes Domingo de Almarza y José María Alvarez, y los arquitectos Julián de Zubizarreta y Francisco de Orueta, con una compañía que organizaron titulada de Zapadores Auxiliares, entre cuyos oficiales figuraban varios maestros de obras.

Los carlistas, en cambio, careciendo de bocas de fuego, pues los 2×12 únicos cañones lisos de bronce los tenía a sus órdenes el brigadier Patero, en Algorta, hubieron de desenterrar algunos de hierro de a 12 y 13 centímetros, lisos también, y que habían servido en los muelles para amarrar los cables de los barcos. En atención a la falta de buena artillería, elemento indispensable para sitiar plazas, se decidió en consejo de guerra presidido por Carlos VII y al que asistieron los generales marqués de Valde-Espina, Planas y Benavides y los brigadieres Maestre e Iparraguirre, que los morteros fuesen el elemento principal del ataque, por la de creer que Bilbao se entregaría al recibir las primeras bombas y ver interrumpido su tráfico con el extranjero.
Se construyeron baterías de morteros en diferentes puntos de la cordillera de Archanda, a 400 metros de la plaza, en Casamonte, Pichón, Santo Domingo y Quintana, encargándose de su mando el comandante de artillería Rodrigo Vélez.

De las baterías de cañones, que eran dos, una delante de Santa Mónica y otra en Artagán, que batían en brecha a Begoña a corta distancia (unos 150 metros), se encargó un teniente. Después se construyeron otras dos baterías más en la Cadena Vieja y en Ollargan.
Don Carlos de Borbón se situó en las Cruces, desde cuyo punto podía acudir con igual facilidad al cerco de Bilbao y a la línea en que se había de disputar el paso al ejército liberal. El general marqués de Valde-Espina estableció su cuartel general en Olaveaga, y el comandante general de artillería Maestre se situó en Azúa, próximo al parque de campaña, que se estableció en un antiguo cocherón en el crucero de Derio; acudieron también allá las compañías de ingenieros que mandaba Argila. Desde el citado valle de Azúa cuidaba el brigadier Maestro de que se atendieran las necesidades de todas las baterías, sin desdeñar por eso el acudir con frecuencia al Desierto, donde se hallaba la fundición de proyectiles, o a las baterías de Santa Mónica, Artagán y demás, para animar a sus subordinados y proveer por sí mismo al aprovisionamiento y demás necesidades de las baterías.
Este era el estado de las operaciones en Bilbao el 19 de febrero.
Campaña de Somorrostro
Se conoce como Campaña de Somorrostro al conjunto de maniobras y combates sostenidos por los ejércitos republicano y carlista entre el 15 de febrero y el 2 de mayo de 1874 con el objetivo de levantar el sitio que los carlistas habían puesto a la villa de Bilbao. Los tres momentos decisivos vienen determinados por las tres batallas: la batalla del Montaño (24 y 25 de febrero), la batalla de San Pedro de Abanto (25, 26 y 27 de marzo) y la batalla de las Muñecas (28 y 30 de abril), que fue considerada decisiva.

Acción de Ontón (15 de febrero de 1874)
El general Moriones, después de la reunión de sus fuerzas en la zona de Castro Urdiales, reorganizó el Ejército de Maniobra en una brigada de vanguardia al mando del brigadier Blanco, tres divisiones, de a dos brigadas cada una (DI-I de Primo de Rivera, DI-2 de Andía y DI-3 de Catalán), una brigada de caballería al mando de Jaquetot, 3 baterías Krupp, 3 baterías de montaña, compañías de ingenieros, guardias civiles y carabineros. Con un total de 27 batallones, 5 regimientos de caballería y unas 30 piezas de artillería, que debían forzar la línea carlista y, después de aniquilar al ejército real, salvar a Bilbao. Se dispuso que la Flota republicana apoyaría con sus fuegos las operaciones en el ala izquierda. Todo estaba preparado para acabar con la guerra carlista.
Su plan consistía en enviar rápida y sorpresivamente una división a Castro Urdiales y aplastar la fuerza carlista que había en esos momentos entre Castro y San Juan de Somorrostro, guarnecido por 2.000 efectivos al mando del general Castor de Andéchaga. Este contaba con el BI de Arratia, BI-I y BI-II de Encartaciones, BI-I de Burgos y BI-II de Palencia. Andéchaga, al enterarse del regreso de Moriones, ocuparon y se atrincheraron en el alto de Saltacaballo, esperando que llegaran pronto en su auxilio siete batallones alaveses y navarros con el general Mendiry.
El ataque debía ser realizado por la DI-1 de Primo de Rivera, con unos 7.000 efectivos (14 batallones y 12 piezas), formada por la BRI-I/1 de Catalán y la BRI-II/1 de Tello y la BRI de vanguardia del brigadier Ramón Blanco.
El 15 de febrero por la mañana, Primo de Rivera amagó un ataque a Las Muñecas, que los carlistas no llegaron a sospechar que se trataba de una maniobra de distracción.
El objetivo real era otro. Pasado mediodía, el brigadier Blanco, apoyado por fuegos navales, atacó por el pueblo de Ontón (entre Castro Urdiales y Somorrostro), para ocupar la posición llamada del Cuadro. El puente sobre el río Sabiote separaba ambas fuerzas, esperando los carlistas al abrigo de las trincheras y pequeños reductos. Blanco disponía de 5 batallones (BIL-IV de Barbastro, BIL-XIX de Puerto Rico, RI-7 de África), con una Bía de montaña y 2 Cías de ingenieros, así como el apoyo de la goleta Ligera.
Las posiciones carlistas fueron embestidas con arrojo y decisión y cañoneadas por las fuerzas de la vanguardia. De cumbre en cumbre fueron retirándose los carlistas ante la superioridad numérica del enemigo, cañoneada también su derecha por los fuegos de la Escuadra. El movimiento fue apoyado por el propio Primo de Rivera al frente de otros 4 batallones. Sin embargo, la tenaz resistencia de los batallones de Arratia y de Palencia y dos compañías de Encartados, que aguantaron tres cargas consecutivas, obligó a los republicanos a volver a sus posiciones a las cinco de la tarde.

Primo de Rivera ordenó un nuevo ataque con su división; el combate duró hasta el anochecer, cuando solamente había llegado a las posiciones carlistas el escaso refuerzo de los dos batallones del brigadier Berriz (BI-VIII de Guipúzcoa y BI-I de Álava); en cambio, de otros 8 batallones que con el general Primo de Rivera habían operado su conjunción con los que mandaba el brigadier Blanco.
La BRI-I/1 de Catalán, que estaba en reserva (RI-19 de Galicia y RI-26 de Albuera), entró en acción, haciendo que Aldechaga tuviera que abandonar las Salta Caballo y Ontón, debido a la desigualdad de fuerzas y la escasez de municiones, pasando a pernoctar en San Juan de Somorrostro; creía que las nuevas posiciones superaban a las anteriores por no tener a la espalda la ría.
Los carlistas sufrieron pérdidas importantes; pero no fueron menores las de los liberales, quienes tuvieron 8 muertos y 63 heridos, haciendo noche en las alturas conquistadas sobre Ontón y Mioño, y algunas otras fuerzas en Castro Urdiales. Entre los muertos se encuentra el comandante del batallón de Arratia, Blas Belaustegui. Por su parte, los liberales también tuvieron pérdidas importantes, ya que entre sus muertos figuraba el Tcol del BIL-IV de Barbastro, Cárcer, y de las heridas recibidas murió al día siguiente el Tcol del RI-7 de África, Angel Elandia.
Situación después de la acción de Ontón
Mientras sucedía la acción de Ontón, Moriones había llegado a Boo y con sus tropas emprendió la marcha hacia Colindres y Laredo; pero por sucesivos retrasos no salió de Laredo hasta el día 16 y no llegó a Castro Urdiales hasta el 17 de febrero.
Mientras tanto, los carlistas enviaron más refuerzos a Andéchaga con dos batallones más aparte de los del brigadier Bérriz; estos batallones procedían de Sopuerta a las órdenes del brigadier Teodoro Rada, posicionándose en los alrededores de Somorrostro.
Por su parte, don Carlos encargó del mando de las líneas de Somorrostro al general Nicolás Ollo, que cesó como JEM, siendo sustituido provisionalmente por Dorregarray. En la orden general dada el 17 de febrero, Ollo disponía que el batallón de Arratia se alojara en Sanfuentes, y las dos compañías vizcaínas en Ciérvana; el BI-IV de Álava se alojó en San Pedro Abanto, y el BI-III de Álava se alojó en Santa Juliana y Nocedal; el BI-I de Castilla se alojó en Ortuella, y el BI-II de Castilla en la estación de ferrocarril de dicho pueblo; el BI-I de Álava estaba en Las Cortes, y el BI-VIII de Guipúzcoa en las posiciones del ferrocarril; el BI-VII de Guipúzcoa estaba en Memerca, y el BI-III de Guipúzcoa en Pucheta, todos bajo el mando del brigadier Bérriz, que además disponía de los dos batallones de Sáenz de Inestrilla. En el momento del ataque enemigo, estos batallones debían ponerse en línea formando la primera línea.
Por la misma disposición de Ollo se sabe la colocación de los batallones carlistas en la segunda línea: tres batallones a las órdenes del brigadier Rada, el BI-I y el BI-VI de Navarra en Santurce, y el BI-II de Navarra en San Salvador del Valle, debían, en el momento de un ataque, acudir a situarse en reserva en el pueblo de Sanfuentes. El general Lizárraga tenía el BI-IV de Navarra en Sestao, el BI-IV de Guipúzcoa en Cabreces, el BI-V de Navarra en Tropaga y Zaballa, y el BI-I de Aragón en Burceña. En caso de alarma, dos batallones debían ocupar las alturas del Escurto, y otros dos las de la Cerrada. Las fuerzas castellanas quedaban a disposición del general Ollo. Este dispuso que quedaran establecidos dos hospitales de sangre, uno en San Salvador del Valle y otro en Cabreces.
Ollo, dando toda su importancia a la economía de medios, prohibió absolutamente que se abriera fuego contra el enemigo a una distancia de más de cien metros si atacaba en orden cerrado; pero que no debía hacerse caso de las que se presentaran en guerrilla, pues podrían faltar las municiones, y, en último caso, quedaba el recurso de rechazarlos a la bayoneta.
Los trabajos de fortificación comenzaron de inmediato y con gran intensidad, excavándose kilómetros de trincheras. Las trincheras convencionales tenían poca profundidad (hasta la cintura) y eran muy visibles, lo que suponía un excelente blanco para la artillería. Las trincheras de Somorrostro perfeccionadas por el Tcol José Garín Vargas eran mucho más profundas (1,5 m), con una anchura entre 0,5 y 1 m para permitir el paso de 2 hombres, con reductos intermedios, cuyos ramales se comunicaban entre sí y sin parapetos, lo que las hacía difíciles de localizar por los observadores enemigos.
Con el fin de incitar a Moriones a emprender el ataque, se comunicó en Bilbao, por medio de los cónsules y el general Castillo, que el 21 de febrero comenzaría el bombardeo “para que el Gobierno le obligue a atacar”.
Carlos VII, deseoso de compartir con sus bravos voluntarios los peligros y las fatigas de la guerra, llegó a la línea de Somorrostro acompañado del general Dorregaray el 18 de febrero. Se situó en las Cruces, para desde dicho punto poder acudir con igual facilidad al cerco de Bilbao y a las tropas que habían de impedir el paso al Ejército del Norte.
Las tropas y suministros republicanos llegaban a Santander por ferrocarril, y allí embarcaban para Castro Urdiales, desde donde se enviaban largas columnas de carretas hasta la zona de operaciones. Con el temporal, la escuadra se vio obligada a refugiarse en el puerto santanderino e interrumpir estas actividades.
Moriones reorganizó sus fuerzas el día 16 de febrero, que comprendían unos 11.000 efectivos en 26 batallones, 4 Cías de ingenieros, 4 Bías (2 de montaña, 1 de 10, 1 de 8 y una sección de 8), en total 28 piezas. Organizó sus fuerzas en:
- BRI de vanguardia al mando del brigadier Ramón Blanco.
- DI-1 de Primo de Rivera con la BRI-I/1 de Tello y la BRI-II/1 Bargués.
- DI-2 de Catalán con la BRI-I/2 de Cortijo y la BRI-II/2 de Mariné.
- DI-3 de Manuel Andía con la BRI-I/3 de Minguella y la BRI-II/3 al mando del coronel Castro (más antiguo).
En realidad, Moriones hubiera querido disponer de 20.000 hombres, que es lo que pidió el 31 de enero, pero no había podido recibir toda esta fuerza y se vio apremiado por el bombardeo de Bilbao, como ya había supuesto Ollo. Así pues, la fecha de ataque republicano a la línea de Somorrostro fue escogida por Ollo, y si se retrasó fue debido a que el 23 de febrero, Moriones no pudo emprenderlo, por un fuerte temporal de lluvia y viento que le obligó a suspenderlo.
Moriones había sumado sus fuerzas con las del general Primo de Rivera y el 19 de febrero ocupó San Juan de Somorrostro, en donde estableció su cuartel general, dejando a la BRI-I/1 de Tello (2.000 efectivos) encargada de mantener las comunicaciones con Castro, ocupando el pico de Concepción a la izquierda del camino de Somorrostro. Se estableció en dicho día y siguientes en una extensa línea que abarcaba desde Peña Corbera hasta la venta de Poval, frente al pico de las Cortes; construyó en Monte Janeo fuertes baterías artilladas con cañones Krupp de a 8 y 10 cm de calibre destinadas a romper la línea carlista durante los combates sucesivos. Los fuegos solamente podían ser contrarrestados por parte de los carlistas con el de 8 piezas de montaña, cuatro de la batería de Navarra mandada por Alejandro Reyero y otros cuatro de las secciones de Álava y Guipúzcoa, mandadas por Javier Rodríguez Vera, las cuales habían de hacer frente no solo a las baterías de Monte Janeo, sino también a las emplazadas por el enemigo para batir Montaño y San Pedro Abanto, eficazmente ayudadas por los gruesos cañones de la escuadra que batían la derecha carlista.
El plan del general Moriones era atravesar la línea carlista por su centro y abrirse paso a Portugalete. Previo Consejo de oficiales generales, dio sus órdenes para que el día 24 se abriera el fuego por sus baterías en toda la extensión de la línea carlista, principalmente por su extrema izquierda que ocupaba la brigada Berriz, contra la cual se destacaron algunos batallones en misión de reconocimiento. Los carlistas aguardaron, cada cual en su respectivo puesto, decididos a mantenerse en ellos a toda costa, a pesar del horrible fuego de la artillería liberal que destrozaba los parapetos y causaba muchas bajas. Pero como los carlistas no disponían de los cañones necesarios para contestar al vivo fuego que hacían los de los liberales, se reservaban firmes en sus posiciones para cuando avanzaran las columnas de infantería republicanas.

Batalla de Montaño o primera de Somorrostro (24 y 25 de febrero de 1874)
Desarrollo el 24 de febebrero
El 24 por la mañana se inicia la primera operación, entablándose algunos combates, apoderándose los republicanos del barrio de San Martín. Durante la noche, los ingenieros liberales habían lanzado en Muzquiz un puente de pontones sobre el río. Tras un intenso cañoneo en toda la línea, comenzaron el avance el BIL-VII de cazadores de Ciudad Rodrigo y el BIL-XIX de Puerto Rico, que formaban parte de la BRI de vanguardia de Blanco. Cruzaron el puente construido por los ingenieros militares, dando inicio a la ocupación de la margen derecha del río Barbadún (barrio de Muñatones) y tanteando el extremo izquierdo de las posiciones carlistas. Este ataque fue solo para tantear las posiciones carlistas, ya que el objetivo principal era el monte Montaño (319 m).



Desarrollo el 25 de febebrero
El día 25 a las nueve de la mañana, previo un violento cañoneo a toda la línea carlista, la DI-1 de Primo de Rivera marchó hacia la extrema izquierda carlista hacia las casas de Las Carreras, siendo apoyado por el fuego de la escuadra; el objetivo del ataque era atraer las reservas carlistas a su flanco izquierdo. En el ataque del general Primo de Rivera sobre el pico de las Cortes, ocurrió un incidente que pudo tener graves consecuencias, y fue que un batallón guipuzcoano se retiró de los parapetos que tenía encargo de defender, abrumado por el diluvio de proyectiles de cañón que arrojaba el enemigo; pero advirtiendo dicha retirada el brigadier Berriz, se puso al frente del batallón más próximo, que era el BI-I de Álava, y en un impetuoso ataque a la bayoneta volvió a recuperarse la posición, estableciéndose sólidamente en ella y restableciendo la línea.
Sobre las once de la mañana, Moriones dio la orden de atacar Montaño, que era su objetivo principal, porque sin dominarlo no podían dominar las carreteras que conducían a Bilbao. La DI-2 de Andía con siete batallones avanzó hacia Montaño, que estaba defendido por el BI-IV y el BI-V de Navarra; la DI-2 de Catalán se dirigió hacia San Pedro Abanto y Santa Juliana, siendo apoyado este ataque por el fuego de la escuadra.

El RI-39, que era a vanguardia de la DI-2 de Andía, avanzó hacia la cumbre del Mantres, altura inmediata a Montaño defendida por el BI-I de Navarra; estuvo a punto de hacerse con la posición, pero una carga a la bayoneta de los navarros los desconcertó y los obligó a huir.
Decidido Moriones a abrirse paso, a mediodía ordenó el ataque de una altura situada entre San Pedro Abanto y El Montaño, haciéndose cada vez más encarnizada la lucha, en la que entró de refuerzo el BI-I de Aragón. La BRI-I/3 de Minguella, no pudiendo resistir el fuego carlista, inició una retirada poco ordenada. Esta retirada produjo un movimiento general de retroceso en toda la línea liberal, y rápidamente todos los generales trataron de contenerla. La BRI-II/3 del coronel Castro, que era la más avanzada, intentó reorganizar las fuerzas dispersas del RI-39 de Cantabria, RI-33 de Sevilla y RI-4 de Tetuán, y dispuso al efecto que el comandante Ferrer de Couto avanzase con una compañía del RI-29 de la Constitución; situó otra más a la izquierda, a fin de evitar que los carlistas le envolvieran; formó, auxiliado por el Tcol Hurtado y los oficiales que le rodeaban, un fuerte pelotón; reforzó la compañía más avanzada, y agrupó las fuerzas restantes del batallón de la Constitución, mandando armar bayoneta, resuelto a sostenerse en aquel puesto.

La resistencia carlista no había sido dominada, sino que, por el contrario, tenía suficiente mordiente para contraatacar a la bayoneta, haciendo retroceder a los liberales. Otro episodio de esta acción fue en Mantrés, donde el BI-VI y BI-I de Navarra, con cuatro compañías del BI-IV de Navarra y del BI-I de Guipúzcoa, tenían a raya la BRI-I/2 de Cortijo. Habiendo intentado apoderarse del pico de Mantrés la BRI-I/3 de Minguella, trató de avanzar; pero contraatacado por el BI-IV de Guipúzcoa, el BI-II y BI-VI de Navarra y las cuatro compañías del BI-IV de Navarra, al ser herido el brigadier Minguella, tuvieron que retirarse los republicanos.

A las cuatro de la tarde, Moriones, ante la magnitud de las bajas y comprendiendo que nada se podía hacer ya, decidió la retirada de sus fuerzas, estableciendo su cuartel general en La Rigada, desde donde mandó su famoso telegrama en la noche del mismo 25 de febrero: «El ejército no ha podido forzar los reductos y trincheras de San Pedro Abanto y su línea. Es urgentísimo vengan refuerzos y otro general a encargarse del mando. Se han inutilizado, haciendo fuego, seis piezas de diez centímetros. Conservo las posiciones de Somorrostro y comunicaciones de Castro».
Las pérdidas sufridas por los republicanos fueron cuantiosas, pues llegaron a unas 2.000, incluyendo varios centenares de muertos; entre los heridos estaba el brigadier Minguella. Los carlistas, en su parte oficial, anunciaron 87 muertos y 331 heridos.