Guerras de Independencia Hispano-Americanas Independencia de Brasil Regreso de la corte portuguesa a Lisboa

Regreso del rey Juan VI a Lisboa

La situación política en Portugal no era nada tranquila, sin gobierno y devastado por la Guerra Peninsular, que causó una gran hambruna y un enorme éxodo poblacional.​ Con el alejamiento definitivo de la amenaza francesa, la metrópoli se había convertido en una especie de protectorado británico, regido por el mariscal William Carr Beresford, que gobernaba con mano de hierro. Desde la llegada al trono de Juan VI, los portugueses empezaron a presionar para que volvieran. Se iniciaron las rebeliones de orientación liberal y surgieron sociedades secretas que querían convocar a las cortes, hecho que no se producía desde 1698.

El 22 de octubre de 1820, el barco inglés Cresterfiel atracó en el puerto de Recife, trayendo noticias recientes sobre una revolución empezada en la ciudad de Oporto el 24 de agosto. Había dado origen a un movimiento de carácter constitucionalista que exigía, entre otras cosas, otras medidas, la convocatoria de tribunales, lo que en cierto modo ponía en entredicho la monarquía absoluta.

El 22 de abril de 1821, Juan VI nombró a don Pedro Príncipe Regente de Brasil. El 25 de abril, Juan VI se embarcó de vuelta a Lisboa después de haber pasado 13 años en Brasil. Antes de partir, recibió del ministro Tomás Antonio Vilanova Portugal una carta en tono profético: «La unión de Portugal con Brasil no puede durar mucho. Si S.M. tiene nostalgia de la cuna de sus abuelos, regrese a Portugal; pero si quiere tener la gloria de fundar un gran Imperio y hacer de la Nación brasileña una de las mayores potencias del globo, permanezca en Brasil. Donde Su Majestad vaya, será suyo; la otra parte la ha de perder».

Embarque de la reina Carlota Joaquina para ser trasladada a Lisboa con sus hijas. Autor Jean-Baptiste Debret.

Los barcos con el rey y su comitiva entraron en el puerto de Lisboa el 3 de julio. Cuando llegó, se había instaurado ya de facto un nuevo ambiente político.

Desembarco del rey portugués Juan VI. Acompañado de una Diputación de Cortes, en la la plaza de Comercio (Terreiro do Paço) el 4 de julio de 1821, de regreso de Brasil.

Elaborada la Constitución, el rey se vio obligado a jurarla el 1 de octubre, perdiendo diversas prerrogativas.​ La reina Carlota Joaquina se negó a imitar al marido,​ por lo que sus derechos políticos le fueron anulados y se le despojó del título de reina y fue exiliada a Queluz (Sintra).

En aquel momento, el rey también había perdido Brasil. Su hijo, que optó por quedarse en el país, acaudilló una revuelta proclamando la Independencia de Brasil el 7 de septiembre y asumió el título de emperador. Dice la tradición que antes de empezar su viaje a Portugal, Juan VI habría anticipado los acontecimientos futuros, ya que le dijo al heredero: «Pedro, Brasil pronto se separará de Portugal. Si eso pasa, colócate la corona antes de que un aventurero la coja». Según las memorias del conde de Palmela, la independencia brasileña fue realizada de común acuerdo entre el rey y el príncipe. De todas maneras, la correspondencia posterior entre los dos registra la preocupación del príncipe porque eso molestara al padre. El reconocimiento oficial de la independencia, sin embargo, se demoraría más tiempo.

La solemnidad de la llegada está retratada en la iconografía y el regreso del rey es visto como un nuevo vigor para la nación, como se desprende del título de la obra impresa en Lisboa en 1821: «Portugal convaleciente por el placer que actualmente disfruta en el deseado, y feliz por la llegada de vuestro gentilísimo monarca, Juan VI, y de su augusta familia.»

La Revuelta de Vilafrancada (27 de mayo de 1823)

La constitución liberal que el rey juró apenas estuvo en vigor algunos meses. El liberalismo no agradaba a todos y empezó a crear un movimiento absolutista. Los tres hijos del rey que residían en Europa (Miguel, María Isabel y Francisca, esposa del infante español don Carlos) favorecían también el modelo absolutista.​

El año 1823 dio a los absolutistas portugueses la ocasión que esperaban. La invasión de la vecina España por los Cien Mil Hijos de San Luis para eliminar el régimen constitucional y reconducir al poder absoluto al rey Fernando VII. Animó el levantamiento del conde de Amarante en el norte de Portugal y al partido de la reina a rebelarse abiertamente, confiando en el apoyo francés. El 27 de mayo de 1823, el infante don Miguel se desplazó a Vila Franca y allí se le unió un regimiento de infantería que debería haber ido a Almeida a reforzar la frontera contra los rebeldes del norte. Se lanzaron vivas a la monarquía absoluta, y se cree que el infante y la reina proyectaban la abdicación del propio rey Juan VI, que se mantenía fiel a la Constitución que había jurado ante las Cortes. Estos hechos le dieron el nombre a la Revuelta de Vilafrancada, en recuerdo de la población donde el príncipe Miguel se unió a la sublevación.

Revuelta de Vilafrancada (27 de mayo de 1823). El infante don Miguel al frente de un regimiento de infantería.

Al final del mes, sin embargo, el rey Juan VI decidió tomar la dirección de la revuelta, animado por el levantamiento del RI-18, que había ido al Palacio de Bemposta a lanzarle vivas como rey absoluto; partiendo para Vila Franca de Xira, el rey Juan obligó al infante Miguel de Braganza a sometérsele y regresó triunfalmente a Lisboa. Las Cortes se disolvieron, varios políticos liberales partieron al exilio y fue restaurado el régimen absolutista casi sin resistencia. Pero Juan VI logró impedir el ascenso al poder del partido ultrarreaccionario y mantener su posición determinante en el ajedrez político, evitando la toma del poder por su esposa o su hijo Miguel.

El clima político era indeciso y por eso los más firmes defensores del liberalismo tuvieron reparos en comprometerse demasiado. Las Cortes, antes de que fueran disueltas, protestaron contra cualquier cambio que se realizara en el texto constitucional, recientemente aprobado, pero finalmente se restauró el régimen absolutista,​ se restablecieron los derechos de la Reina y el Rey fue aclamado por segunda vez el 5 de junio de 1823. Juan VI, además, reprimió manifestaciones en su contra, deportó a algunos liberales, arrestó a otros, ordenó la recomposición de las magistraturas e instituciones más de acuerdo con la nueva organización y creó una comisión para elaborar estudios para una nueva carta.

La revuelta de la Abrilada (29 de abril de 1824)

La alianza del rey con su hijo Miguel no fue fructífera, ya que, siempre influido por la madre, el infante levantó la guarnición militar de Lisboa el 29 de abril de 1824 y colocó al padre bajo custodia en el palacio de Bemposta. Este hecho, que se denominó «La Abrilada», era el pretexto de destruir a los masones y defender al rey de las amenazas de muerte que estos supuestamente le habrían hecho. En esta ocasión, se detuvieron a diversos enemigos políticos. El infante don Miguel intentaba forzar la abdicación del padre. Alertado de la situación, el cuerpo diplomático entró en el palacio y, delante de tantas autoridades, los custodios del rey no opusieron resistencia. El 9 de mayo, por consejo de embajadores amigos, Juan VI simuló un paseo a Caixas, pero fue a buscar refugio en la armada británica, que se encontraba en el puerto. A bordo del buque Windsor Castle llamó a su hijo, le regañó, lo destituyó del mando del ejército y le ordenó que liberara a los presos que hubiera hecho. Miguel se exilió en Viena.

Vencida la rebelión, el pueblo salió a la calle para celebrar la permanencia del gobierno legítimo. A esa celebración se unieron tanto absolutistas como liberales. El 14, el rey volvió a Bemposta y mostró generosidad para con los otros rebeldes. Sin embargo, la Reina no cesó de conspirar. La policía descubrió que otra rebelión iba a estallar el 26 de octubre. Ante eso, Juan VI se mostró enérgico y mandó a su esposa en arresto domiciliario en el Palacio de Queluz (Sintra).

Últimos años y supuesto asesinato

Al fin de su reinado, Juan VI ordenó la creación de un puerto franco en Lisboa, pero la medida no se llevó a cabo. Mandó, asimismo, continuar las investigaciones para averiguar la muerte del marqués de Loulé, su antiguo amigo, pero nunca se encontró nada. El 5 de junio de 1824, amnistió a los involucrados en la Revolución de Oporto, excepto a nueve oficiales que fueron desterrados, y el mismo día hizo entrar en vigor la antigua constitución del reino y convocar de nuevo a las cortes para elaborar un nuevo texto. El cambio constitucional se enfrentó a diversos obstáculos, principalmente de España y de partidarios de la reina.​

Sin embargo, los mayores problemas a los que tuvo que hacer frente fueron los relacionados con la independencia de Brasil, hasta entonces la mayor fuente de riqueza de Portugal, y cuya pérdida causó un gran impacto en la economía portuguesa. Se pensó incluso en una expedición de reconquista de la antigua colonia, pero la idea cayó en saco roto. Las negociaciones, tanto en Europa como en Río, con la mediación y la presión de Inglaterra, fueron difíciles y acabaron con el definitivo reconocimiento de la independencia el 29 de agosto de 1825.

Al mismo tiempo, el Rey liberó a todos los brasileños presos y autorizó el comercio entre ambas naciones. En cuanto a su hijo Pedro, se acordó que gobernaría de forma soberana con el título de emperador regente, manteniendo Juan VI para sí el título de emperador titular de Brasil, por lo que pasó a firmar los documentos oficiales como «Su majestad, el emperador y rey Juan VI». Brasil, además, seguía estando obligado al pago del último préstamo realizado por Portugal. Sobre la sucesión de las coronas, nada quedó dicho en el tratado, pero Pedro, que siguió con el título de príncipe real de Portugal y los Algarves, permanecía de forma implícita en la línea de sucesión al trono portugués.​

El 4 de marzo de 1826, Juan VI volvió del monasterio de los Jerónimos donde había almorzado y empezó a sentirse mal. Empezó a tener vómitos, convulsiones y desmayos, que duraron unos días. Pareció mejorar después, pero, por prudencia, nombró a su hija, la infanta Isabel, como regente. La noche del día 9, las molestias se agravaron y cerca de las 05:00 horas del día 10 de marzo, falleció. Los médicos no pudieron determinar exactamente la causa de la muerte, pero se sospechaba que era envenenamiento. Su cuerpo fue embalsamado y sepultado en el mausoleo de los reyes de Portugal, el panteón de los Braganza, en la iglesia de San Vicente de Fora.

La infanta asumió el gobierno interino y su hermano Pedro fue reconocido como legítimo heredero como Pedro IV de Portugal.​ Los británicos desembarcaron tropas para asegurar la sucesión, que Pedro delegó en su hija de 7 años María de la Gloria el 2 de mayo, ante la amenaza de los absolutistas partidarios de Miguel.​

En el año 2000, un equipo de investigadores, compuesto por dos arqueólogos de la Asociación Portuguesa de Arqueólogos y un médico especialista en medicina legal, exhumó el cuenco de cerámica china que contenía sus vísceras. Fragmentos de su corazón fueron rehidratados y sometidos a análisis, que detectaron cantidades de arsénico suficientes para matar a dos personas, confirmando las sospechas de que el rey fue asesinado.

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2025-11-14. Última modificacion 2025-11-14.
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