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Fue una revolución, guerra o revuelta regional, de carácter republicano, contra el gobierno imperial del Brasil, en la entonces provincia de Río Grande del Sur, y que tuvo como resultado la declaración de independencia de la provincia como un Estado republicano, dando origen a la República Riograndense, que duró del 20 de septiembre de 1835 al 1 de marzo de 1845.
Antecedentes y causas
La causa original para la revuelta se basa en el conflicto político entre los liberales, que propugnaban un modelo de Estado con mayor autonomía a las provincias, y el modelo impuesto por la Constitución de 1824, de carácter central y unitario.
El movimiento también encontró fuerza en la posición secundaria, tanto económica como política, que ocupaba en Brasil la provincia de San Pedro de Río Grande, en los años posteriores a la independencia. A diferencia de otras provincias cuya producción de productos primarios se orientaba al mercado exterior, como el azúcar y el café, la de Río Grande del Sur producía principalmente para el mercado interno. Sus principales productos eran el charque o charqui (cecina) y el cuero, altamente tributados.
Las charquerías producían alimentos para los esclavos africanos, que iban en grandes cantidades a abastecer a la industria minera de Minas-Gerais, a las plantaciones de caña de azúcar y a la región sudeste, donde se iniciaba el cultivo del café. La región, de ese modo, se encontraba en dependencia del mercado brasileño de charqui, que, con el cambio sobrevalorado y beneficios tarifarios, podía importar el producto por menor coste.
Además de eso, se instalaba en las Provincias Unidas del Río de la Plata una fuerte industria saladera, que, junto con los saladeros del Uruguay, competiría por la compra de ganado de la región. Poniendo en riesgo la viabilidad económica de las chaquerías riograndensas. En consecuencia, el charqui riograndense tenía un precio mayor que sus similares provenientes de Argentina y Uruguay, un reclamo que era hecho por los riograndenses por lo menos desde 1804. La tributación de la competencia externa era una exigencia de los estancieros y charqueadores. Sin embargo, esa tributación no era de interés de los principales compradores brasileños, ya que verían reducida su ganancia en razón de un mayor gasto en la manutención de los esclavos.
Hay que considerar, además, que Río Grande del Sur era una región fronteriza de los dominios hispanos situados en la región platina. Debido a las disputas territoriales en esa zona, nunca fue una capitanía hereditaria durante el periodo colonial, sino que parte de su territorio, desde el siglo XVII, fue ocupado por un sistema de concesión de tierras y poder a jefes militares. El poder de los estancieros era ejercido muchas veces en defensa de sus propios intereses privados y entraba en conflicto frecuentemente con la autoridad de los comandantes militares, representantes de la Corona.
La importancia del estanciero soldado era tal, que la Corona transigía, haciéndose la vista gorda de las arbitrariedades, dando mayor autonomía al poder local. En la entonces reciente y desastrosa Guerra del Brasil, que culminó con la pérdida del Uruguay, hasta entonces anexado a Brasil. El comando general, a pesar de los muchos candidatos locales calificados, fue dado al marqués de Barbacena, oriundo de la corte imperial, quien no estaba preparado para el cargo y fue responsabilizado de la derrota.
Los contactos frecuentes, inclusive con propiedades y negocios al otro lado de la frontera, mostraron a los caudillos locales las ventajas de una república, con sus banderas de igualdad, libertad y fraternidad traídas de la Revolución Francesa. Además de eso, la imposición de presidentes provinciales por parte del gobierno imperial iba contra el direccionamiento político de la Asamblea Legislativa Provincial de Río Grande del Sur, creando un motivo más de descontento de la élite regional.
También es preciso citar el conflicto ideológico presente en Río Grande del Sur, que había sufrido varias tentativas menores de creación de una república, iniciando con los intentos descabellados de Alexandre Luís de Queirós e Vasconcelos, que proclamó la república tres veces a inicios del siglo XIX, o la Sedición de 1830, que postulaba sustituir a la monarquía por la república en Porto Alegre y que tuvo la participación de varios inmigrantes alemanes (Otto Heise, Samuel Gottfried Kerst y Gaspar Stephanousky), pero fue rápidamente sofocada.
El descontento reinante en la provincia fue objeto de varias reuniones gubernamentales, especialmente a partir de 1831, cuando comenzaron a circular insistentes rumores sobre la separación de la provincia con la intención de unirse al estado Oriental, también preocupados por informaciones de que, en la frontera, se predicaba la revolución prometiéndose la libertad de los esclavos. En Uruguay vivía refugiado el padre Caldas, revolucionario de la Confederación del Ecuador, que mantenía un periódico de ideas republicanas, además de una animada correspondencia con los comandantes de frontera, incluyendo a Bento Gonçalves.
El conflicto ideológico fue exacerbado con la creación de la Sociedad Militar, en Río de Janeiro, un club con simpatía por el Imperio y fomentador de la restauración de Pedro I en el trono brasileño. Uno de sus líderes fue el conde de Río Pardo, que al llegar a Porto Alegre en octubre de 1833, fundó allí una filial. Los estancieros riograndenses no vieron con buenos ojos a la Sociedad Militar y pidieron que el gobierno provincial la declarase ilegal. Entre las protestas explotó una rebelión popular liderada por los mayores José Mariano de Matos y Juan Manuel de Lima e Silva que fue sofocada pronto y sus líderes castigados.
Los farrapos
Los farroupilhas o farrapos es la forma como fueron llamados todos los que se rebelaron contra el gobierno imperial, y que culminó con la proclamación de la República Riograndense. Era un término considerado originalmente peyorativo, utilizado por lo menos una década antes de la Guerra de los Farrapos para designar a los surriograndenses vinculados al Partido Liberal, opositores y radicales al gobierno central, destacándose los llamados jurujubas. El término, oriundo del parlamento, con el tiempo fue adoptado por los propios revolucionarios, de forma semejante a como ocurrió con los sans-culottes durante la Revolución Francesa. Sus oponentes imperiales eran llamados por ellos como caramurus o camelos, término jocoso aplicado generalmente a los miembros del Partido Restaurador en el Parlamento imperial.
En 1831, en Río de Janeiro, existían los periódicos Jurujubas dos Farroupilhas y Matraca dos Farroupilhas. En 1832 fue fundado el Partido Farrapo por el teniente Luis José dos Reis Alpoim, deportado de Río hacia Porto Alegre. El grupo se reunía en la casa del mayor Juan Manuel de Lima e Silva (tío de Luís Alves de Lima e Silva, que sería el duque de Caxias), casa que era sede también de la Sociedad de Continentino, editora del periódico O Continentino, crítico feroz del Imperio. El 24 de octubre de 1833, los farrapos promovieron un levantamiento contra la instalación de la Sociedad Militar en Porto Alegre.
Inicialmente, reivindicaban el retiro de todos los portugueses que se mantenían en los más altos cargos del Imperio y del Ejército que seguían después de la independencia, respaldados por el Partido Restaurador o caramuru. Los caramurus defendían el retorno de Pedro I al gobierno del Brasil.
La masonería sureña, proclive a los ideales republicanos, tuvo un importante papel en los rumbos tomados, siendo que muchos de los líderes farrapos fueron miembros, entre ellos, Bento Gonçalves da Silva, con el apodo Sucre. Bento organizó otras logias masónicas en el territorio riograndense, lo que le había sido permitido desde el año 1833.
Los indígenas
En los años que antecedieron a la Guerra de los Farrapos, los indígenas eran vistos como una subdivisión de la población libre y realizaban los mismos trabajos realizados por hombres blancos y libres, como actividades pecuarias y bélicas. La aldea más prominente se llamaba San Nicolau y se ubicaba en Río Pardo, siendo conformada por indígenas salidos de las reducciones orientales.
Al igual que los negros, los indígenas participaron activamente de la guerra del primer al último día.
El hecho de que los indígenas participasen en la guerra no significa que apoyaban la causa (fuera farrapo o imperial) de manera total. Se ha visto que varios indígenas fueron apresados después de desertar de sus puestos en el ejército o tras discutir con los líderes de las tropas. Entre los motivos para su alistamiento se destaca la posibilidad de conseguir ropa y armamento, ya que se encontraron casos de desertores que se llevaron consigo las ropas y las armas que habían recibido.
Aunque los indígenas han luchado en ambos bandos, su presencia en las tropas farrapas está más documentada que en las tropas imperiales.
Tanto en la campaña como en las zonas bajo la administración rebelde, había dificultades para reclutar personas para luchar en la guerra y, una solución para aumentar el contingente militar, fue recurrir al alistamiento de indígenas de forma voluntaria. Ellos realizaron diversos tipos de tareas, entre las que podemos destacar el adiestramiento de caballos y la lucha en el campo de batalla, lo que muchos realizaban sin recibir remuneración alguna.
La participación indígena en las tropas de los farrapos ocurrió de forma heterogénea. Existían indios que fueron apresados debido a desobediencia a las órdenes de sus superiores, lo que indica que ellos probablemente no ocupaban un espacio de prestigio dentro de la jerarquía militar. También existían indígenas que ocupaban altos puestos y cargos de jefatura, como Roque Faustino, que fue un capitán en el ejército farrapo y murió ejecutado como prisionero de guerra.
La revuelta
En 1835, los ánimos políticos estaban exaltados. El descontento de estancieros, liberales, industriales del charqui y militares locales promovía reuniones en casas de particulares, destacándose la figura de Bento Gonçalves. En aquel año, fue nombrado como presidente de la provincia Antonio Rodrigues Fernandes Braga, que llegó al puesto a pesar de ser riograndense. Pasó tanto tiempo sirviendo al Imperio en Europa y los Estados Unidos luego de terminar sus estudios en Coimbra que no tenía lazos suficientemente sólidos en Río Grande. Fernandes Braga, a pesar de haber agradado en un inicio a los liberales, luego entró en discrepancias.
En la sesión inaugural de la Asamblea Provincial el 22 de abril, ante una asistencia que le era mayormente hostil, acusó a los liberales extremos de planear separar a Río Grande del Sur del Imperio y unirlo al Uruguay. El presidente de la provincia, secundado por el comandante de armas Sebastián Barreto Pereira Pinto, mencionó a Bento Gonçalves y se refirió también a Lavalleja y a su mentor, el indigno Padre Caldas. Hubo protestas y reclamos más acalorados en las sesiones siguientes; Fernandes Braga intentó retractarse y apaciguar los ánimos, pero ya era demasiado tarde. La discusión siguió en la prensa, de manera mucho más violenta y extrema.
La noche del 18 de septiembre de 1835, en una reunión donde estaban presentes José Mariano de Mattos (un férreo separatista), Gomes Jardín (primo de Bento y futuro presidente de la República Riograndense), Vicente da Fontoura (farrapo, pero antiseparatista), Pedro Boticário (fervoroso farrapo), Paulino da Fontoura (hermano de Vicente, cuya muerte sería imputada a Bento Gonçalves, desencadenante de la crisis en la República), Antonio de Sousa Neto (imperialista y farrapo, simpatizante con los ideales republicanos) y Domingo José de Almeida (separatista y gran administrador de la República), se decidió por unanimidad que dentro de dos días, el día 20 de septiembre de 1835, tomarían militarmente Porto Alegre y destituirían al presidente provincial Antonio Rodrigues Fernandes Braga.
En varias ciudades del interior las milicias fueron alertadas para iniciar la revuelta. Bento mandaba una tropa reunida en Pedras Brancas, hoy la ciudad de Guaíba. Gomes Jardim y Onofre Pires comandaban a los farrapos acuartelados, cerca de 200 hombres, en el morro de Azenha, el actual cementerio San Miguel e Almas. También mantenían, el día 19 de septiembre de 1835, un piquete con 30 hombres en las inmediaciones del puente de Azenha sobre el arroyo Diluvio, mandado por Manuel Vieira da Rocha, el cabo Rocha, que esperaba el amanecer del día 20 para cargar, junto con el resto de la tropa, los muros de la ciudad.
Fernandes Braga oyó algunos rumores y, desconfiado, mandó una partida de 9 hombres bajo el mando de José Gordilho de Barbuda Filho, el 2º vizconde de Camamu, para realizar un reconocimiento durante la noche. Descuidados y sin experiencia, los guardias imperiales se dejaron detectar y fueron atacados por el piquete republicano y huyeron, dejando 2 muertos y 5 heridos. Uno de los heridos, el propio vizconde, sucio y ensangrentado, alertó a Fernandes Braga de la revuelta. Eran las 11 de la noche del 19 de septiembre de 1835.
Fernandes Braga aún intentó organizar una resistencia y, al amanecer, estaba junto al depósito de armas, hoy la punta del gasómetro, intentando reunir hombres para la resistencia. Sin embargo, hasta la mitad de la tarde solamente se presentaron 17 hombres para defender la ciudad, ya que el BIL-VIII de cazadores, mandado por Juan Manuel de Lima e Silva, se había declarado revolucionario. Viendo la escasez de armas y munición, Braga decidió huir a bordo de la goleta Rio-Grandense, seguido por la cañonera 19 de Octubre, yendo hasta Río Grande, entonces la mayor ciudad de la provincia. Dejó a su esposa, familia y las llaves del palacio a los cuidados del cónsul estadounidense Isaac Austin Haÿes, que también dio protección a otras familias.
Los farrapos aplazaron el ataque previsto debido a los insólitos acontecimientos de la noche anterior. No fue hasta el amanecer del 21 de septiembre de 1835 cuando Bento Gonçalves y los demás comandantes llegaron a las puertas de la ciudad, seguidos por sus respectivas tropas. Porto Alegre, abandonada y sin resistencia, se rindió a los revolucionarios. En el resto de la provincia, solo algunos focos de resistencia en Río Pardo y San Gabriel, así como Río Grande, mantuvieron ocupados a los farrapos.
La Cámara Municipal se reunió extraordinariamente para ocupar el cargo del presidente. Ante la ausencia de los vicepresidentes inmediatos, asumió el cuarto vicepresidente, Marciano Pereira Ribeiro. El 25 de septiembre, Bento Gonçalves expidió una carta al regente imperial, padre Diogo Antonio Feijó, explicando los motivos de la revuelta y solicitando el nombramiento de un nuevo presidente y comandante de armas. Los rebeldes daban, entonces, por cerrado el conflicto.

Reacción imperial
Desde Río Grande, Fernandes Braga embarcó para Río de Janeiro el 23 de octubre, capital del Imperio del Brasil. Una vez en la Corte, Braga dio su versión de la historia, que era bastante diferente de la carta enviada por Bento Gonçalves. El nuevo presidente nominado, José de Araújo Ribeiro, llegó a Río Grande del Sur acompañado de un verdadero aparato de guerra: 11 bergantines y goletas, así como varias cañoneras, lanchas y yates, cargadas de armamento y muchos soldados imperiales, bajo el mando del capitán de mar y guerra John Pascoe Grenfell.
Araújo Ribeiro llegó a Porto Alegre a principios de diciembre y debía tomar posesión de su cargo el día 9 de noviembre. La confusión sobre el papel de Pereira Duarte en el apoyo a la causa farrapa hizo que la toma de posesión se pospusiera y Araújo Ribeiro partió hacia Río Grande con la intención de volver a la Corte. Allí fue persuadido por Bento Manuel y otros amigos para quedarse con la promesa de apoyo a la Presidencia, y juró el cargo ante el ayuntamiento de Río Grande el 15 de enero de 1836. Bento Manuel, que había apoyado la revuelta inicial y cambiaría dos veces de bando, se trasladó al interior y luego a Porto Alegre para sitiarla. Los liberales recibieron la toma de posesión de Araújo Ribeiro como una declaración de guerra, reuniendo a sus soldados que estaban dispersos desde octubre, bajo la presidencia de Marciano Ribeiro.
Como presidente imperial de la provincia, Araújo Ribeiro procuró recomponer su ejército, reuniendo oficiales gaúchos opuestos a los farrapos como Juan da Silva Tavares, Francisco Pedro de Abreu (el Chico Pedro o Moringue), Manuel Marqués de Sousa, más tarde conde de Porto Alegre, Bento Manuel Ribeiro, Manuel Luís Osório; e incluso contrató mercenarios uruguayos. Administrativamente, ordenó el cierre de la Asamblea Provincial y destituyó a Bento Gonçalves del mando de la Guardia Nacional, nombramiento hecho por Marciano José Pereira Ribeiro, desautorizándolo. Este fue el inicio de la resistencia en Río Grande y de la persecución de los rebeldes. En Río de Janeiro, el gobierno prohibió el uso de la aduana de Porto Alegre mientras la ciudad estuviese en poder de los rebeldes, restringiendo la llegada de barcos.
En abril de 1836, el comandante de armas farrapo, Juan Manuel de Lima e Silva, arrestó al mayor Manuel Marqués de Sousa, que fue conducido con los demás prisioneros al buque prisión Presiganga. En la noche del 15 de junio de 1836, con la ayuda de un guardia corrupto, los prisioneros fueron liberados y, bajo el mando del marqués de Sousa y con la ayuda de Bento Manuel, los imperiales retomaron la ciudad de Porto Alegre de manos de los farrapos.
Los detenidos fueron Marciano Ribeiro, Pedro Boticário y otros 32 insurgentes. La casa del cónsul estadounidense fue asaltada el 17 de septiembre y registrada en busca de armas e insurgentes. Dos días después, el cónsul fue detenido. Mientras estuvo en prisión, fue amenazado por el vizconde de Castro y el general de brigada Carneiro si no escribía al general Juan de Deus Mena Barreto solicitando su libertad. El cónsul fue liberado unos días después y regresó a Estados Unidos al cabo de unos meses.
Pocos días después, Bento Gonçalves intentó retomar la capital, pero fue rechazado e inició una serie de asedios en torno a la ciudad que no terminaron definitivamente hasta diciembre de 1840. Sin el control de la capital y del único puerto marítimo de la provincia, los insurgentes establecieron su cuartel general en la ciudad de Piratini.
El 21 de agosto, las tropas navales de Grenfell obtuvieron su primera victoria con la toma del fuerte del Junco, en un ataque comandado por el teniente Guilherme Parker, con el bergantín-goleta Leopoldina, el patache Venus y 6 cañoneras, además de una tropa de infantes mandada por el coronel Francisco Javier da Cunha. Cinco días después, el fuerte de Itapoã fue conquistado, abriendo a los imperiales el acceso fluvial a Porto Alegre.
Batalla de Seival (10 de septiembre de 1836)
A principios de septiembre de 1836, Antonio de Sousa Neto viajó a la región de Bagé, donde el imperial Juan da Silva Tavares, que había llegado de Uruguay, estaba provocando disturbios entre los farroupilhas residentes. La Primera brigada de caballería del coronel Antonio de Souza Neto, con 400 hombres, se dirigió al arroyo Seival, donde se encontraba Juan Silva Tavares con 560 efectivos acampado en una colina en la desembocadura del arroyo Seival. En la tarde del 10 de septiembre de 1836 Neto se encontraba a una legua de distancia, al otro lado del arroyo.
En la mañana del 10 de septiembre de 1836, sobre las 09:00 horas, las dos fuerzas se encontraron. El imperial de Tavares estaba en la cima de la colina, en mayor número y en mejor posición. Los farrapos de Neto estaban en la llanura aluvial, en terreno húmedo y superados en número.
Las tropas imperiales bajaron seguros de su superioridad, mientras los farrapos subieron cuesta arriba, comenzando la batalla de Seival. Los imperiales primero dispararon las armas de fuego y luego se precipitaron colina abajo. Neto también ordenó una carga con lanzas y espadas, sin disparar un tiro. El combate al principio fue favorable a los imperiales, pero los farrapos aguantaron sin flojear.

En un momento dado, Silva Tavares estaba tratando de esquivar un obstáculo y se le rompió una de las riendas de su caballo. Entonces el caballo salió disparado perdiendo el control del mismo. Muchos de los combatientes imperiales, al ver huir a su líder, quedaron desconcertados. Al darse cuenta de esto, Neto lanzó la carga con la reserva, rodeó a las tropas y consiguió la importante victoria.
Los farrapos sufrieron 180 bajas, mientras que los imperiales tuvieron 343 bajas: 180 muertos, 63 heridos y 100 prisioneros.
Dueños del campo, los farrapos celebraron la victoria con gran entusiasmo. Crecía la voluntad separatista de conquistar y mantener un país independiente entre las naciones del mundo. Por la noche, se repasaron las cuestiones ideológicas y Lucas de Oliveira y Joaquín Pedro, ardientes republicanos, catequizaron a Neto, argumentando que no había otra salida que emprender el camino de la independencia y que no había otro anhelo popular que el deseo de libertad, la abolición de la esclavitud y la democracia bajo el sistema republicano.
Proclamación de la República Riograndense
Si tenía que ocurrir, el momento era ahora, el momento de la victoria, del júbilo y de la afirmación. Neto llegó a simpatizar con la idea, pero se resistió ante la probable desaprobación de sus compañeros. Pensaba que tal proclamación de una nueva República debía venir de Bento Gonçalves, el gran comandante de todos los farrapos. Ellos replicaron que Bento ya se había decidido por la república, que la jerarquía rígida era cosa del imperio y que el sistema republicano se centraba en el pueblo, en sus deseos y necesidades, y no en la élite gobernante.
Finalmente, con el acuerdo del coronel Antonio de Sousa, jefe de la Primera brigada de caballería, pasaron a redactar la Proclamación de la República de Río Grande del Sur, que sería leída y llevada a cabo por él ante las tropas reunidas el 11 de septiembre de 1836.

Tras la ceremonia de la Proclamación, todo el mundo prorrumpió en gritos de euforia, libertad y vivas a la República, con disparos al aire y cánticos. El teniente Teixeira Nunes no tardó en llegar al galope, ondeando por primera vez la bandera tricolor, que había sido confeccionada apresuradamente en Bagé, y desfiló entre sus camaradas con la bandera verde, roja y amarilla de la República Riograndense, celebrando su independencia.
Las demás provincias brasileñas fueron llamadas a unirse como entidades federadas en el sistema republicano. Se crearon un himno nacional y una bandera para el nuevo país, que el estado de Río Grande del Sur sigue utilizando en la actualidad. También se estableció la capital en la pequeña ciudad de Piratini, lo que dio origen a un nuevo apodo, la República de Piratini.
A partir de este momento, la Revuelta Farroupilha se derrumbó inmediatamente y comenzó la Guerra de los Farrapos propiamente dicha. El cambio de postura de los farrapos fue inmediato.
La República de Río Grande del Sur tenía poco apoyo en las áreas colonizadas por la reciente inmigración alemana. Estos inmigrantes se habían asentado en la desactivada Real Factoría de Linho Canhamo en colonias concedidas por el imperio, en el valle del Río dos Sinos. En Porto Alegre, a pesar de la simpatía de parte de las clases medias, no recibió apoyo popular, lo que movilizó a otras ciudades de la provincia de San Pedro do Río Grande.
Inicialmente, su base social procedía de liberales, militares, industriales del charqui y, sobre todo, estancieros con capacidad para dirigir ejércitos privados de “peones”, vaqueros que les prestaban servicios o dependían de ellos para su subsistencia y defensa y cuya obediencia y lealtad estaban garantizadas por rasgos feudales de la cultura local y por esclavos, que en las zonas rurales estaban incluidos en la vida social de los peones. Como había conexiones con Uruguay, también se contrataba a gente de allí.
Los expertos jinetes forjados en la lucha, llamados “gaúchos”, formaban cuerpos de caballería de choque capaces de librar una guerra de guerrillas. Estos ejércitos eran muy móviles y conocían bien el terreno, pero sin infantería ni artillería adecuada, los farrapos tenían poca capacidad bélica contra las ciudades fortificadas de Río Grande y Porto Alegre, y poca capacidad para defender las plazas que controlaban.
Batalla de la isla de Fanfa (3 y 4 de octubre de 1836)
El 12 de septiembre, al día siguiente de la Proclamación de la República de Río Grande del Sur por Antonio de Sousa Neto, tras la victoria en la batalla de Seival, se redactó y firmó el Acta de la Declaración de Independencia. En la que los firmantes declararon que no envainarían sus espadas y derramarían toda su sangre antes de retroceder de sus principios políticos, proclamados en esta declaración. Se hicieron varias copias del acta y se enviaron a los ayuntamientos y a los principales mandos del ejército republicano.
Como respuesta inmediata, los ayuntamientos de Yaguarón, Alegrete, Cruz Alta, Piratini, entre otros, convocaron sesiones extraordinarias, donde pudieron analizar y corroborar las actas, dejando constancia de su adhesión en el Acta Legislativa, proclamando la independencia política de la provincia, por ser la voluntad general de la mayoría.
Bento Gonçalves no pudo asistir por hechos circunstanciales. Al enterarse de la Proclamación de la República de Río Grande del Sur, Bento Gonçalves acampó en la ladera de Tarumã, abandonó el sitio de Porto Alegre, siguió la llanura de inundación del río Gravataí, marchó a San Leopoldo y cruzó el río dos Sinos y el río Caí; luego se movió a lo largo del río Jacuí para unir fuerzas con Neto. Finalmente, tuvo que cruzar el río en Isla de Fanfa, en el municipio de Triunfo, debido a la época de crecidas. Enterado de los acontecimientos, Bento Manuel, entonces al servicio del Imperio, desplazó sus tropas con 660 hombres embarcados desde Triunfo, con el fin de impedir el cruce de Bento Gonçalves.
Bento Gonçalves decidió cruzar el río Jacuí para unir sus tropas a las de Domingo Crescencio. En la noche del 1 de octubre, acampó y, a la mañana siguiente, inició la travesía hasta la isla de Fanfa con dos pontones para 40 hombres. José de Araújo Ribeiro, alertado por Bento Manuel, envió a la Marina, comandada por John Grenfell en el vapor Liberal, junto con 18 buques de guerra, goletas y cañoneras que custodiaban el lado sur de la isla, de lo que los farrapos solo se percataron una vez en la isla. Una vez cerrado el cerco por tierra, Bento Manuel tomó el control de la situación. Era el 3 de octubre de 1836.
Los farrapos resistieron durante tres días y, conscientes de la proximidad de las tropas de Crescencio de Carvalho, repelieron el desembarco de infantes de marina en la isla por la costa sur y cualquier intento de cruzar por el norte. Para evitar más derramamiento de sangre, Bento Manuel levantó la bandera de “parlamento” y Bento Gonçalves aceptó negociar. El acuerdo se hizo y se firmó el 4 de octubre. Los farrapos entregarían las armas, capitularían y volverían a casa libres. Según Bento Manuel, la guerra había terminado, con victoria para el Imperio. Había pacificado la provincia y recibiría las glorias de la Corte. Sin embargo, Bento Gonçalves no era tan ingenuo y ya había enviado un mensajero pidiendo ayuda a Neto y Canabarro.
Después de desarmar y liberar a los soldados, Bento Manuel mantuvo presos a los líderes: Bento Gonçalves, Tito Lívio, José de Almeida Corte Real, José Calvet, Onofre Pires, entre otros, con el pretexto de que Bento Gonçalves había faltado a su palabra al enviar emisarios en busca de ayuda. La mayoría de los líderes del movimiento fueron arrestados en Presiganga, luego enviados a la Corte y finalmente encarcelados en la cárcel de Santa Cruz y en el fuerte de Laje, en Río de Janeiro.
La guerra sin Bento
En la sesión extraordinaria de la Cámara de Piratini, en la primera capital de la República Riograndense, el 6 de noviembre de 1836, se realizó formalmente la votación para Presidente de la República, según los parámetros de la época. La elección fue ganada por Bento Gonçalves (aunque no estaba presente y no hizo campaña) y el primer vicepresidente José Gomes de Vasconcelos Jardim. El vicepresidente asumió la presidencia de forma interina, nombrando ministros y asumiendo la tarea de convocar una Asamblea Constituyente para formar la Constitución de la República Riograndense.
La lucha entre los farrapos y los imperiales siguió siendo encarnizada. El Imperio vertió ríos de dinero para reclutar más y más soldados de São Paulo y Bahía, para comprar más armas y municiones, con muy pocos resultados prácticos.
En el bando imperial, Araújo Ribeiro fue sustituido el 5 de enero de 1837 por el brigadier Antero de Brito, lo que intensificó aún más la disputa. A Bento Manuel no le gustó la destitución de su pariente y amigo y envió una carta a Antero de Brito, diciendo que estaba enfermo y solicitando que fuera sustituido en el mando del ejército. También despidió a gran parte de las tropas que mandaba.
Brito comenzó a acumular los cargos de Comandante de Armas y Presidente de la Provincia de São Pedro do Río Grande, con capital en Porto Alegre. Mientras Araújo era ante todo un conciliador, Brito perseguía y encarcelaba incluso a civiles simpatizantes de las ideas farrapas, confiscando sus bienes. Algunos de ellos fueron castigados con el destierro. Por otro lado, los farrapos eran los amos de la pampa, recibían el apoyo masivo de los soldados descontentos con el nombramiento de Brito y, ya en enero de 1837, consiguieron el apoyo de los habitantes de Lages en Santa Catarina, que sería un punto importante donde los farrapos comprarían armas y municiones. El principal perseguido por Antero de Brito fue el comandante de las Armas Imperiales anterior a él, nada menos que Bento Manuel Ribeiro.
Bento Manuel no aceptó la autoproclamación de Brito y continuó dando sus propias órdenes a las tropas. Brito salió entonces personalmente en su persecución. Bento huyó, cambiando de dirección como en el juego del gato y el ratón, situación que se prolongó hasta el 23 de marzo de 1837, cuando, en un golpe maestro, Bento Manuel Ribeiro dejó atrás un piquete, al mando del mayor Demétrio Ribeiro, que, por sorpresa, cayó sobre las tropas de Brito y arrestó al Presidente Imperial de la provincia. Como resultado, Bento Manuel volvió a ser aceptado en el redil farrapo y comenzó a luchar de nuevo contra los imperiales.
El 8 de abril, el general Neto conquistó Caçapava del Sur, centro de reabastecimiento imperial, tras siete días de asedio, apoderándose de 15 cañones y haciendo prisioneros a 540 imperiales, mandados por el coronel Juan Crisóstomo da Silva. Ese mismo año, el 2 de julio, tuvo lugar el combate de Ivaí, donde fue capturado Bento Manuel, pero tras un ataque de farrapo fueron muertos 50 legalistas, mientras que el mariscal Sebastián Barreto Pereira Pinto huyó a Caçapava del Sur, dejando a Bento Manuel herido e inconsciente en el campo de batalla.
El sustento económico de la República fue proporcionado por el apoyo de la vecina República Oriental del Uruguay, que permitió el comercio de la cecina producida por el pueblo de Río Grande del Sur hacia el propio Brasil. Las exportaciones se realizaban por tierra hasta el puerto de Montevideo o a través del río Uruguay. El 29 de agosto fue asesinado el coronel Juan Manuel de Lima e Silva, que había derrotado a Bento Manuel Ribeiro el año anterior.
Gonçalves asume la presidencia
El 15 de marzo de 1837, Bento Gonçalves intentó escapar de la prisión de Río de Janeiro con otros compañeros. Sin embargo, Pedro Boticario no pudo pasar por una ventana por ser demasiado gordo y, en solidaridad, Bento Gonçalves desistió de la fuga, en la que escaparon Onofre Pires y el coronel Corte Real. Tras este intento de fuga, fue trasladado a Bahía, donde llegó el 26 de agosto de 1837 y fue encarcelado en el fuerte do Mar. Con la ayuda de la masonería, consiguió escapar de la prisión de Bahía el 10 de septiembre de 1837, pocos días antes del comienzo de la Sabinada.
Permaneció en la clandestinidad durante algún tiempo en Itaparica y Salvador, donde tuvo contacto con miembros del movimiento. Después de frustrar a sus perseguidores, que pensaban que había partido para Estados Unidos en una corbeta, llegó vía Buenos Aires, de vuelta a Río Grande del Sur y, el 16 de diciembre de 1837, juró como Presidente de la República. En esta época los farrapos dominaban prácticamente toda la provincia, con los imperiales restringidos a Río Grande y San José do Norte.
El 29 de agosto de 1838, Bento lanzó su manifiesto más importante al pueblo de Río Grande, en el que justificaba las decisiones irreversibles tomadas en favor de la liberación de su pueblo. Estas palabras se reflejarían más tarde cuando se firmó el Tratado de Poncho Verde en 1845.
Batalla de Barro Vermelho o combate de río Pardo (30 de marzo de 1838)
Ante la dificultad de romper la resistencia de Porto Alegre, los farrapos decidieron volverse contra Río Pardo, donde se concentraba una división del ejército imperial; con dos batallones de infantería y dos cuerpos de caballería, mandados por el mariscal Sebastián Barreto Pereira Pinto. Los brigadieres Francisco Javier da Cunha, al mando de la infantería, y Bonifacio Calderón de la caballería, sumaban un total de 1.200 combatientes. Junto con Porto Alegre y Río Grande, la ciudad era una de las más importantes del estado, con casi el doble de habitantes que la capital.
La concentración de tropas imperiales llamó la atención de los farrapos, que eran conscientes de las posibles consecuencias de este movimiento. Bento Manuel Ribeiro, junto a Antonio de Sousa Neto, al mando de 2.500 hombres, 800 de ellos de caballería, el 17 de marzo acamparon en Pederneiras, situada a poco más de 9 kilómetros del pueblo de Tranqueira Invicta (Río Pardo). Los imperiales, que contaban con 1.700 hombres en total, 500 a caballo, esperaban el ataque republicano al otro lado del puente sobre el río Pardo.
El ataque, sin embargo, se produjo de otra forma. Después de recibir refuerzos, los farrapos se adentraron en el monte, abriendo un camino a través de pantanos. Luego improvisaron un puente y cruzaron el río Pardo, acampando, el 27 de abril, en Rincón del Rey. Allí, los hombres de David Canabarro sorprendieron a las tropas leales a Andrade Neves, que se vieron obligadas a retirarse a la colina de Barro Vermelho. Había una barrera defensiva imperial que consistía en una trinchera con tres piezas de artillería y varios regimientos dispuestos cerca.
A las 5 de la mañana del 30 de abril, los 2.500 farrapos marcharon contra las defensas imperiales, y un gran choque de espadas, lanzas, caballos, tambores y cornetas se apoderó de la colina hasta el amanecer, cuando los farrapos lograron romper por el centro la línea imperial, instaurando el pánico entre las líneas enemigas y conquistando la Tranqueira Invicta (Río Pardo).
Unos 800 imperiales fueron capturados, otros 370 lucharon hasta la muerte y el resto huyó. Los farrapos tuvieron unas 200 bajas, pero lograron apoderarse de 8 piezas de artillería con municiones, más de 1.000 fusiles, 8.000 cartuchos y dinero.
Esto fue importante en varios sentidos, dando un nuevo impulso a la rebelión. Junto con Río Grande y Porto Alegre, Río Pardo formaba la frontera de la dominación imperial, punto de apoyo para la conquista del interior, tenía fama de inexpugnable y la victoria farrapa fue incontestable. Además, Río Pardo tenía casi el doble de habitantes que Porto Alegre.
La conquista de Río Pardo también fue importante porque allí se encontraba la Banda Imperial, bajo el mando del director mineiro, Joaquín José Mendanha, que compondría el Himno Nacional de la República Riograndense, encargado por Bento Gonçalves.