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La fortuna estaba al lado de San Martín, ya que en abril de 1815 los realistas debieron desplazar a Perú 5.000 efectivos para sofocar una rebelión indígena. Esa fuerza estaba prevista que atacara Mendoza.
A fines de 1815, vía Panamá, y su posterior paso por Lima, arribó a Valparaíso el capitán general de Chile, Casimiro Marcó del Pont. Su recepción en Santiago fue inicialmente favorable, sustituyendo en la jefatura de gobierno a Mariano Osorio, identificado con la austeridad del periodo de reconquista militar. Marcó del Pont pretendía una reconciliación a través de actos demagógicos; sin embargo, el ambiente de desconfianza y prebendas le llevó a copar de europeos y criollos limeños los puestos claves del gobierno y dar a la restauración un carácter represivo.

El capitán Vicente San Bruno, llegado con el RI de Talavera, encargado de la actividad policial, pero llevando sus funciones más allá de la delincuencia común, montó un tribunal político cuya desorientación y arbitrariedad le llevó el descrédito y animosidad. Marcó del Pont erró su política de gobierno al incumplir las políticas de reconciliación venidas directamente de la corte de España, como el indulto general a los patriotas del 12 de febrero de 1816. Además, su estado de permanente alarma agotó los recursos empleados en la defensa del mar y la cordillera de Chile. Envió varios espías a Cuyo para que recabaran información sobre el Ejército Libertador de los Andes.
Las medidas represivas contra los insurgentes habían generado un descontento general en la gente, lo que facilitaba al guerrillero Manuel Rodríguez fomentar y hacer que la gente apostara por la causa independentista. Marco del Pont, ante esta nueva y latente amenaza, dispuso el funcionamiento de fuertes destacamentos para destruir a los guerrilleros. Estos estuvieron a cargo primeramente del capitán de dragones Joaquín Magallar, luego del coronel Antonio de Quintanilla, el coronel Juan Francisco Sánchez y el coronel Antonio Morgado, pero ninguno logró destruir las montoneras que primeramente se concentraban en el distrito de Colchagua.
Por otro lado, cumplió correctamente su papel administrador, acreditando su lealtad, posponiendo sus sueldos a las posibilidades del Estado. Entre sus obras urbanísticas están la mejora del paseo de Tajamar o la Alameda, reparó el Teatro y Coliseo, construyó el canal de Maipú.
Marco del Pont tuvo que desplegar al sur de Santiago parte de su ejército, unos aproximadamente 1.500 soldados, para evitar sublevaciones y vencer las guerrillas que se formaban.
El guerrillero Manuel Rodríguez, al que habían puesto precio por su cabeza, atravesó varias veces la cordillera para ir a Mendoza. En estos viajes llevó a Chile el armamento y la logística suficiente para mantener las guerrillas por gran parte del territorio.
Los disminuidos efectivos realistas solo estaban en capacidad de hacer frente a los rebeldes chilenos. Disponían de las siguientes unidades:
- BI Chillán: Tcol Juan Francisco Sánchez con 840 efectivos: 800 en Chillán y 40 en Coquimbo.
- BI Valdivia: Tcol Piquero con 560 efectivos: 200 en Talca, 200 en Valle, 80 en Puerto, 80 en Santiago.
- BI Talavera (peninsular) coronel Maroto con 560 efectivos en Santiago
- BI Chiloé: Tcol Arenas con 660 efectivos: 600 en Santiago y 60 en Coquimbo.
- BI Concepción: Tcol Vildósola con 500 en Vildolosa.
- RD de la Frontera: Tcol Morgado con 600 dragones: 300 en Santiago, 200 en Concepción y 100 en San Fernando.
- RC de carabineros de Abascal: Tcol Manuel Barañao con 370 carabineros en San Fernando.
- RH de la Concordia : Tcol Antonio Quintanilla con 330 húsares en Quillota.
- BA: Tcol Pla (363 artilleros). 120 en Santiago, el resto distribuidos.
- Servicios de Parque y columnas logísticas (273).

Tropas realistas que lucharon en el Virreinato del Perú
Los efectivos totales ascendían a 5.020 hombres y se disponía de 33 piezas de artillería. Salvo el BI Talavera, integrado por españoles peninsulares, las unidades restantes estaban formadas mayoritariamente por americanos. El ejército realista estaba desplegado a lo largo de 800 km.