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Toma de Valdivia
Situación de la plaza de Valdivia
Valdivia es una ciudad situada al sur de la Araucanía, a más de 800 kilómetros de Santiago. Esa zona estaba habitada hasta el Seno (estuario) de Reloncaví, 200 kilómetros más al sur, que es donde se acaba la planicie intermedia y comienza el territorio dominado por los archipiélagos. Valdivia siempre fue considerada por la Corona como un puesto fundamental para la defensa del continente americano y clave en la defensa del mar del sur. Para ello, desde el siglo XVII se construyó una serie de fortificaciones que tenían por objeto detener una incursión de potencias enemigas desde el exterior y un ataque indígena desde el interior. Por ello, a principios del siglo XIX, Valdivia era a los ojos del mundo una fortaleza inexpugnable, con más de 15 puntos fortificados por el hombre y rodeada de una naturaleza feroz que hubiera complicado cualquier intento de campaña en su contra.
Hacia 1819, la importancia de Valdivia consistía, además, en que era el único punto de Chile continental que aún estaba en manos de los realistas. Y por ello se había transformado en depósito de hombres y recursos para las guerrillas que operaban en Arauco y la zona de la Frontera (Biobío) y que habían causado enormes perjuicios a los independentistas durante todo ese año. Además, las naves realistas provenientes de la península con refuerzos y recursos que cruzaban el extremo sur de América encontraban en dicho puerto y fortaleza un lugar seguro para descansar del viaje.
Por ello, antes de iniciar cualquier acción en contra del virreinato, era necesario capturar o anular esta ciudad.
Con la llegada del almirante Thomas Cochrane a Chile, comenzó una época de ofensivas marítimas por parte de la bisoña escuadra naval chilena, con ataques al Callao e interrupciones al comercio colonial. A principios de 1820, el almirante Cochrane decidió volver a Chile, pero antes quería verificar personalmente la bahía de Valdivia, cosa que realizó exitosamente haciéndose pasar por un navío español, capturando a un oficial y varios hombres de la guarnición, incluido un práctico, llegando incluso a penetrar en la bahía, despertando finalmente las sospechas de la guarnición, que comenzó a disparar, ante lo cual el almirante decidió retirarse a Talcahuano, capturando a la salida de la bahía un barco mercante con recursos para Valdivia. Al llegar a Talcahuano, se entrevistó con el intendente Freire, a quien comunicó su intención de dar un asalto a Valdivia. Este no dudó y le ayudó entregándole un refuerzo consistente en los mejores soldados del BI-I y del BI-III de Chile, bajo el mando del aguerrido sargento mayor Jorge Beauchef.
Se suponía que las fortificaciones de la bahía de Valdivia eran de las mejores de América. Estaba compuesta por 15 complejos entre baterías y fortalezas, de Oeste a Este:
- Fuerte La Aguada del Inglés: 2×24.
- Fuerte de San Carlos: 6×24. Bala roja. Guarnición de 100 hombres.
- Batería del Barro: 10 cañones. Guarnición de 80 hombres.
- Castillo de San Luis de Alba de Amargos. 12 cañones
- Batería (12) y Reducto de Chorocamayo (17). Bala roja
- Castillo de San Sebastián de la Cruz en el Corral: 21×24, con bala roja. Guarnición de 200 hombres, con foso.
- Castillo de San Pedro de Alcántara: En la Isla Mancera. 7 cañones. Solo dotación de mantenimiento desde 1779. Existían originalmente otras dos posiciones fortificadas, pero habían sido desmanteladas.
- Batería de Carboneros: 3×24. En la isla del Rey.
- Batería del Molino: 5 cañones. Foso y parapeto. Guarnición necesaria de 100 hombres.
- Castillo de la Pura Concepción de Niebla: 16×24 cañones. Hornillos para bala roja. Guarnición necesaria de cerca de 200 hombres.

Era un conjunto de más de 110 cañones, cruzando sus fuegos en la bahía. Debía tener una guarnición de 1.200 soldados, aparte de los artilleros. Pero en la práctica no existía esa dotación en Valdivia. Tampoco los fuertes, impresionantes desde el mar, presentaban un buen aspecto en sus defensas por el lado terrestre. Muchas obras estaban inconclusas o no cumplían con requisitos necesarios para vencer un ataque terrestre. Además, los mandos no realizaron nada por mejorar las condiciones de las fortalezas.
Estaba al mando de la provincia de Valdivia el coronel Manuel Montoya. El encargado de las fuerzas de las fortalezas era Fausto del Hoyo, comandante del Cantabria. Las tropas eran buenas, pero la provincia era grande y parte de los recursos que debían destinarse a la defensa se enviaban a la Araucanía para la mantención de las guerrillas de Benavides. A eso hay que sumar el hecho de que quien tenía la iniciativa era el almirante Cochrane, mientras que los realistas debían proteger toda la bahía con cerca de 500 hombres. Ante un desembarco se tenía que reaccionar rápido, tomar las medidas para concentrar las unidades y reforzar las guarniciones amenazadas.
Las fuerzas realistas en Valdivia del sistema de fuertes estaban compuestas por: BI fijo de Valdivia (417) del coronel Juan Carvallo, BI de Cantabria (166) del coronel Fausto del Hoyo, EC (107) del coronel Clemente Lantaño, Cuerpo Real de Artillería. (219). Las fuerzas de las guarniciones de Valdivia y Osorno estaban compuestas por el BI de milicias de Valdivia (450) y el BI de milicias de Osorno (400).
Planeamiento de la operación
El 1 de octubre de 1819, la escuadra chilena, que mantenía un bloqueo al puerto español de El Callao, fracasó en su intento de asaltar la plaza realista. Los cohetes Congreve, que había mandado a construir Thomas Cochrane para asaltar y bombardear la plaza, fracasaron. Una vez acontecido este hecho, el marino escocés presentó al gobierno chileno su renuncia al cargo de comandante de la escuadra. Si bien el almirante renunciaba, no pretendía alejarse de Chile sin antes realizar alguna operación en contra de la Corona española. Así, concibió la idea de asaltar la supuestamente inexpugnable fortaleza realista de Valdivia, para asestar un importante golpe a los restos del dominio español en Chile, y acabar con una importante base de suministros de las tropas realistas presentes en el sur de dicho país y de la escuadra española en el océano Pacífico.
Después del frustrado asalto a El Callao, Chrochane dejó instrucciones al capitán Spry para que con el bergantín Galvarino (18) y el bergantín Pueyrredon (16) se mantuviera en acecho de la fragata española Prueba (40) y regresara después de dos meses a Chile. El 19 de diciembre salió con el resto de sus buques en dirección al sur a Guayaquil. Allí el almirante despachó a la fragata Lautaro (46) hacia el sur e hizo transbordar al mayor Miller a la fragata O’Higgins (44) con el objetivo de ocuparlo en el asalto a Valdivia. Navegó 27 días desde Guayaquil hasta que el 17 de enero de 1820 avistó la costa cercana a Valdivia.
El 18 de enero de 1820, llegó Cochrane a Valdivia, izando la bandera española en todos los mástiles de la fragata O’Higgins para entrar a puerto. Los defensores realistas confundieron la nave con la fragata Prueba y no le impidieron su paso, pudiendo ingresar al fondeadero, informándose que se esperaba el arribo del bergantín Potrillo con los fondos para pagar a la guarnición. Luego de reconocer ampliamente el puerto, capturó al bergantín en cuestión a su recalada al puerto. Empleó el mismo ardid de la bandera. Apreciada la situación, Cochrane llegó a la conclusión de que podía apoderarse de Valdivia y con ello contrarrestar su falta de éxito en El Callao.
Decidida la toma de Valdivia, Cochrane se dirigió a Talcahuano para solicitar el apoyo al jefe militar de la provincia de Concepción, el coronel Ramón Freire, quien acogió de inmediato el plan del almirante, aportándole 350 soldados escogidos del DI-I y del BI-III al mando del sargento mayor Jorge Beauchef, sus mejores oficiales y los buques que tenía en la bahía, el bergantín Intrépido (18) y goleta Moctezuma (8). A la fuerza militar aportada por Freire, se agregaban los 80 infantes de marina al mando del mayor Guillermo Miller, que, como parte de la escuadra, permanecían embarcados en la fragata O’Higgins (44).
A mediodía del 28 de enero zarpaban los tres barcos rumbo a Valdivia. En la mañana del 3 de febrero de 1820, la nave almirante O’Higgins (44) varó frente a la isla Mocha. El agua inundó los almacenes de pólvora, quedando los soldados solo con las balas que guardaban en sus cartucheras; sin embargo, esto no desanimó al almirante. Tuvo que vencer enormes dificultades para zafarla. Cochrane se vio obligado a cambiar su insignia a la Moctezuma (8) y redistribuir la tropa embarcada en los buques menores.
Asalto de Valdivia
A las 15:30 horas del soleado día 3 de febrero de 1820, el vigía de Morro Gonzalo detectó dos barcos con bandera española, dando la alarma al resto de los fuertes. El Intrépido (18) y la Moctezuma (8) recalaron a la vista de los realistas y fondearon frente al fuerte Aguada del Inglés, a cuyo pie había una pequeña caleta que facilitaría el desembarco. A las 16:30 horas, los de la fortaleza le informaron por bocina a las naves que se identifiquen. Estos dicen venir de Cádiz y que necesitan el envío de un práctico y que se encontraban agotados tras una extenuante navegación.
Curiosamente, los jefes del castillo del Corral (coronel Fausto del Hoyo), el de Niebla (Fernández de Bobadilla) y el de San Carlos (coronel Clemente Lantaño) se encontraban en un sarao en Valdivia, disfrutando de las bondades de tan tranquila provincia.
En tierra, las autoridades recelaban y exigieron que enviaran un bote. Se le respondió que en el Cabo de Hornos habían perdido todas las embarcaciones menores. Las sospechas de los defensores, los llevaron a dar la orden de concentrar tropas en la playa. En ese momento sucedió un imprevisto. Uno de los botes cortó su amarra y apareció a la vista de los realistas, ante lo cual el fuerte Aguada del Inglés rompió el fuego, alcanzando al Intrépido (18) con dos proyectiles. La acción llevó al mayor Miller a dar inicio de inmediato a la primera oleada de desembarco con 44 marines y tres botes, en uno de los cuales se embarcó el almirante Cochrane.
Bajo una lluvia de balas desembarcaron en la playa y se apoderaron de ella a la bayoneta. Inmediatamente después, continuó el desembarco, y en menos de una hora había en tierra 300 hombres. Los cañones embarcados facilitaron esta operación, con un efectivo fuego de la artillería, lo que en gran medida obligó a los realistas a retirarse de la playa para guarecerse mejor.

Una vez tomada la playa y desembarcada la fuerza de asalto, Beauchef tomó el mando del ataque terrestre y, cerca de las 21:00 horas, llegó cerca del fuerte del Inglés, ya obscurecido. En pocos segundos los asaltantes escalaron la fortaleza y, luego de una corta refriega lo rindieron. Escapándose una buena cantidad de defensores. Cuando los asaltantes avanzaron, descubrieron que el fuerte de San Carlos estaba abandonado, siendo ocupado a las 21:30 horas y acomodado como depósito de heridos; continuando el avance, a las 21:50 cayó el castillo de Amargos y a las 22:15 los fuertes Chorocamayo alto y bajo. Los realistas huyeron internándose en el bosque o en bote hacia Valdivia.

Los asaltantes, en su avance, se mezclaban con los fugitivos. Entre ellos Clemente Lantaño que, gravemente herido, fue trasladado en bote hasta Valdivia. Los hombres de Beauchef en un último esfuerzo y aprovechando la confusión de la guarnición, penetraron por todos lados en la temible mole de la fortaleza del castillo de San Sebastián de la Cruz en el Corral; donde estaba la comandancia del sistema de defensa y el comandante de las fuerzas de defensa, coronel Fausto del Hoyo. Ya fuera por las paredes, o conjuntamente con los fugitivos de los otros fuertes, realizándose en su interior un cruel combate cuerpo a cuerpo, en donde los asaltantes, con varias horas de tensión en el cuerpo, descargaron toda su furia. Si no es por Beauchef, hasta el propio Fausto del Hoyo, que se batía espada en mano, habría sido masacrado. La mitad de los defensores fueron masacrados y quedó prisionero el resto, entre ellos, el propio coronel español.
Conquista de los otros fuertes y de Valdivia
En la madrugada del 4 de febrero, aprovechando el factor sorpresa que hasta el momento le había dado tan buenos resultados, el almirante Cochrane dispuso la entrada a la bahía del Intrépido (18) y la Moctezuma (8) y el reembarco en ellos de la tropa, para proceder al asalto de las fortificaciones ubicadas en la entrada del río. A las tropas chilenas solo les quedaba atacar los fuertes de la isla Mancera en la ribera oriente y los de Niebla, Carbonero y Piojo en la ribera norte.
La súbita aparición de la fragata O’Higgins (44) en la boca del puerto, indicó a los españoles que habiendo sucumbido las mejores defensas, sin el auxilio de los buques, la sola presencia de la fragata hacía temerario insistir en la defensa, ante lo cual decidieron evacuar sus posiciones, retirándose por tierra y río a Valdivia.
El 6 de febrero, Cochrane organizó a las fuerzas para remontar el río y ocupar la ciudad de Valdivia. En eso estaban cuando llegó un emisario del gobernador, el coronel Montoya, informando que todos los soldados, incluido el jefe, habían abandonado la ciudad y se estaban produciendo saqueos en las casas y almacenes de los civiles. El almirante envió así una proclama invitando a los ciudadanos a sumarse a la causa independentista y asegurando que se ocuparía la ciudad para restablecer el orden. Así se procedió a la ocupación pacífica de la ciudad. Este hecho fue causa de que volvieran varias familias que se habían retirado a los campos y la deposición de armas de algunos milicianos realistas que se pasarían al bando independentista.
En su desesperada huida, los realistas dejaron nada menos que 1.000 quintales de pólvora, 10.000 balas de cañón, 170.000 cartuchos de fusil, 128 cañones, el transporte Dolores, el cual fue vendido posteriormente en 20.000 pesos en Valparaíso, a lo cual se sumaba gran cantidad de plata labrada que antes el general Sánchez había robado de las iglesias de Concepción.
Intento de tomar Chiloé
Después de la toma de Valdivia, las fuerzas chilenas, aún entusiasmadas con la histórica victoria; dispusieron su marcha al sur con el fin último de derrotar definitivamente a los españoles que aún dominaban la isla de Chiloé y cuya permanencia allí se consideraba una amenaza a la independencia de la nueva república. Planearon atacar el punto más fuerte del sistema de defensa, el castillo San Miguel de Agüi o Ahui, emplazado en la costa norte de la bahía de San Carlos de Chiloé, frente a donde actualmente se emplaza la ciudad de Ancud.
La flota chilena, que zarpó el 13 de febrero, estaba encabezada por el propio Cochrane, en compañía del mayor Guillermo Miller y una reducida fuerza de solo 160 hombres, ya que el resto se había quedado en Valdivia al mando de Jorge Beauchef. Esto era debido al temor de que las fuerzas realistas que aún se encontraban en los alrededores de Valdivia, que eran numéricamente superiores a las independentistas, pudieran lanzar un contraataque para recuperar la plaza.
Los buques que transportaban a estas fuerzas se componían de la goleta Montezuma (8) y el capturado transporte Dolores, que no había sido dotado de artillería. La fragata O’Higgins (44) no participaría en esta expedición debido a que estaba en reparaciones por las condiciones en las que se encontraba.
Cochrane, a pesar de estas desventajas y la peligrosidad de la misión, confiaba en que el supuesto descontento que existía en contra del gobernador de Chiloé, el coronel Antonio Quintanilla, permitiría una insurrección de sus propios hombres. Estos eran soldados de línea y milicianos y alcanzaban alrededor de un millar.
El 17 de febrero temprano, las naves llegaron a la Punta Huechucuicuy, en la boca occidental del canal de Chacao, tras lo cual se aprestaron a descender en la playa de Chaumán. Pero al acercarse a tierra para desembarcar, divisaron que la costa estaba defendida por un cañón, tropas de infantería y de caballería, por lo que se despachó una lancha armada que inició disparos a las posiciones realistas. Estos, al ver el ataque, se replegaron.
Inmediatamente, el mayor Guillermo Miller desembarcó con su columna, con lo cual empezó una larga marcha con bastante dificultad por el terreno y por la llegada de la oscuridad de la noche. Al amanecer los chilenos lograron encontrar el camino y se apoderaron de una batería (Guapacho) y del fuerte de la Corona ante la retirada de los realistas.
Quintanilla, al observar los movimientos de los chilenos, pensaba que la fuerza de ataque era de por lo menos 400 hombres, por lo que estaba en la disyuntiva, disponiendo de 600 chilotes, de reforzar Agüi o defender la población de San Carlos (actual Ancud), que quedaba atravesando la bahía, al sureste. La decisión de Quintanilla fue reagruparse y resistir en el castillo San Miguel de Agüi, el más importante fuerte del sistema que defendía a San Carlos de Chiloé (actual Ancud). Esta fortaleza, construida en el año 1779, se localizaba en una de las puntas de la península Lacuy, a unos 39 km de Ancud por tierra y a unas 2 millas por mar. Protegía el ingreso por el oeste del Canal de Chacao y contaba con 12 cañones, un polvorín, un calabozo y un foso.
Quintanilla había despachado desde San Carlos una compañía de infantería a cargo del comandante Saturnino García para reforzar la fortaleza que ya contaba con 300 soldados y también despachó una lancha de dos cañones que fue colocada al costado del promontorio, desde donde podía batir desde el flanco a las fuerzas chilenas que intentaran escalarlo.
Cuando llegó el comandante Saturnino García al castillo el 18 de febrero, Miller estaba comprometido en la acción. Animada por su ejemplo, una partida de 60 hombres atacó la fortaleza con una singular intrepidez; pero las primeras descargas de metralla del fuerte imposibilitaron a Miller y a 38 de los suyos para llevar adelante el asalto.
El capitán Francisco Eréscano, que asumió el mando, reunió una nueva columna y marchó contra el castillo; pero los fuegos de cañón y de fusilería le impidieron avanzar por el estrecho y quebrado sendero que tenía que seguir. Para mayor desgracia de los chilenos, la lancha cañonera que había despachado Quintanilla desde San Carlos se acercaba entonces a la costa para romper sus fuegos contra el flanco de los asaltantes.
La columna chilena tuvo que retroceder. El capitán Eréscano ejecutó aquel movimiento en buen orden, llevando consigo a los heridos y tomando todas las precauciones necesarias para no ser batido en su retirada por la guarnición del castillo que acababa de engrosarse con las tropas de García. Al ejecutar este movimiento tuvieron que rechazar tres veces los ataques realistas, y, después de infinitas fatigas, siguieron su marcha por la playa de Huechucucuy, y llegaron a la ensenada donde estaban anclados los dos buques de Cochrane.
En aquel momento los realistas habían desistido de todo propósito de persecución, sin duda por la posibilidad de ser envueltos por fuerzas mayores.
El ataque de Agüi costaba a los chilenos más de 20 muertos y otros tantos heridos: el mayor Miller, entre ellos, había recibido tres balazos que lo imposibilitaron no solo para seguir dirigiendo el ataque, sino para marchar por sí mismo. Los soldados de su mando se afanaron en prodigarle la ayuda necesaria, cargándolo hasta llegar al embarcadero. Por otra parte, otra columna que también había marchado hacia el fuerte no entró en combate al perder el rumbo durante la noche, por lo que no pudieron auxiliar a Miller. Estos volverían de igual modo a las embarcaciones al amanecer.
El fracaso en parte se había producido debido a que Quintanilla ya tenía conocimiento de la cercanía de los independentistas, pues se había logrado enterarse de la caída de Valdivia por un informante venido por tierra; por lo que este había tomado las precauciones con los medios que le aportaba la isla.
Después de este fallido ataque, las fuerzas del almirante Cochrane quedaron completamente inutilizadas para emprender un nuevo ataque. En esta virtud, reembarcó a todos sus soldados en el mismo 18 de febrero, hizo transportar cuidadosamente a sus heridos y en la tarde se hizo a la vela con dirección a Valdivia, llegando el 20 de febrero.
Allí encontró noticias muy favorables que indemnizaban con usura el descalabro sufrido en Chiloé. Las fuerzas insurgentes que había dejado en aquella provincia al mando del sargento mayor Beauchef habían logrado apoderarse de más poblados al sur, obligando a las desacertadas fuerzas realistas a huir hacia Carelmapu para ponerse bajo la protección de Quintanilla.
El castillo de Agüi nunca fue tomado militarmente, ni siquiera en la invasión final de 1826. Tras la victoria chilena en la batalla de Bellavista el 14 de enero de 1826 y el fin de la guerra, la guarnición entregó el fuerte unos días después.
Combate de El Toro (8 de marzo de 1820)
Mientras Chrochane atacaba Chiloé, el mayor Jorge Beauchef se había quedado en Valdivia con la misión de proteger la ciudad de un posible contraataque español. A pesar de la victoria lograda al tomar Valdivia, las fuerzas españolas aún tenían el control de gran parte de la región y eran numéricamente superiores, alcanzando el millar de hombres. Beauchef solo se había quedado en Valdivia con unos 100 soldados. Estas tropas eran del todo insuficientes en caso de que los españoles hiciesen un ataque para recuperar Valdivia.
Tras el fracaso de Cochrane al atacar el Castillo San Miguel de Agüi, este volvía a Valdivia el 20 de febrero trayendo con él el resto de las fuerzas que tenía, lo que le sirvió a Beauchef para completar el dominio de toda la provincia de Valdivia y hacer que los realistas se retiraran a Osorno.
Los jefes españoles, Manuel Montoya y Juan Santalla, que huyeron hacia el sur, al comprobar la hostilidad de los naturales que les negaban toda ayuda, abandonaron Osorno y se dirigieron desmoralizados al Carelmapu para colocarse bajo el amparo de Antonio Quintanilla, gobernador de Chiloé.
Al lograr los insurgentes completar una columna de 200 soldados, Beauchef emprendió una marcha más al sur para dispersar y destruir a las fuerzas realistas que se habían retirado confundidos de la plaza de Valdivia. Para ello tomó el Camino Real para terminar con las tropas realistas que quedaban en la zona en número superior a los insurgentes; y el 25 de febrero de 1820, llegaría a la ciudad de Osorno.
Una vez ya instalado en Osorno, Beauchef tomaría posesión de la ciudad y del fuerte Reina Luisa, y el 27 de febrero de 1820, ondearon la bandera del estado independiente de Chile al pueblo que habitaba la ciudad de Osorno, anexando este territorio a los territorios del sur ya dominados por las fuerzas chilenas.
Respecto al bando realista, Antonio Quintanilla separó de sus cargos a Montoya y Santalla; y nombró en su lugar al Tcol Gaspar Fernández de Bobadilla y al capitán Miguel Senosiain, y los obligó a hacer frente a las tropas chilenas y a recuperar los territorios perdidos. Bobadilla y Senosiain con de 300 a 400 hombres de infantería, un escuadrón de caballería y 2 cañones, todas estas fuerzas bien armadas y equipadas, repasaron el río Maullín y se dirigieron contra los independentistas que estaban al mando de Beauchef.
Al llegarle al jefe insurgente la noticia sobre los preparativos que realizaban las fuerzas realistas para reconquistar la zona, este, a pesar de la inferioridad numérica en la que se encontraba y consciente de las intenciones de los realistas, resolvió salir al encuentro del enemigo con 140 soldados escogidos. Partiendo el 3 de marzo de 1820 de la ciudad de Osorno para dirigirse a combatir al ejército realista que se dirigía hacia ellos desde el Maullín.
El 6 de marzo de 1820, hizo adelantar una vanguardia de 50 hombres al mando del capitán José María Labé, el cual, al llegar a la hacienda de El Toro, se encontró con el grueso del ejército realista que de inmediato empezó a hacer fuego de fusilería y cañones. Labé de igual forma abrió fuego sobre las posiciones realistas, manteniendo el fuego por una hora.
La caballería realista al mando del capitán Miguel Senosiain, seguro del triunfo, se puso en movimiento para atacar a la vanguardia insurgente, pero esta logró retirarse rápidamente para reunirse con el grueso de la columna chilena.
Los realistas, contentos por el éxito, abandonaron sus posiciones para caer impetuosamente sobre el resto de las fuerzas insurgentes. Los hombres de Labé iban siendo perseguidos de cerca por un pelotón de caballería y por todas las fuerzas de Bobadilla, que marchaban algo a retaguardia.
Al oír el fuego, Beauchef decidió dar la batalla con los 90 hombres que le quedaban, ya que a los 50 de Labé los hizo pasar a retaguardia para curar las heridas y amunicionarse.
Beauchef abrió fuego desde un árbol atravesado sobre la masa del ejército realista que atacaba desordenadamente, ya que venían revueltos infantes y jinetes, la cual, después de media hora, desmoralizados y confundidos, se fueron dispersando poco a poco.
Beauchef dio una vigorosa carga a la bayoneta que los puso a todos en fuga. Los chilenos, montando los caballos quitados a los realistas, iniciaron una persecución implacable, que se prolongó por cinco leguas.
Al día siguiente, Beauchef enteraba 300 hombres con los chilotes, ocultos en los bosques, que se presentaron voluntariamente rendidos y convencidos en la causa independentista.
Toda aquella región, que se extiende desde Valdivia y el río Maullín, quedó libre de fuerzas realistas de consideración; y, aunque más al sur quedaron dominando los realistas bajo la dependencia del gobernador de Chiloé, estos no emprenderían acciones para reconquistarla pese al escaso número de tropas independentistas que había en la zona y que habían llegado con el almirante Cochrane.
La tranquilidad no quedó establecida del todo, ya que algunos realistas que vagaban dispersos por los bosques se reunieron para formar una montonera, y secundado está por el sargento Palacios, comandante de las guerrillas realistas al sur del río Toltén, organizó la guerra de recursos, logrando atraerse a algunos mapuches de la zona. Pero los independentistas, entonces numéricamente superiores con el reclutamiento, lograrían acabar con estas montoneras y acabar con sus líderes en 1823.
Campaña de los corsarios de Chile
El 20 de noviembre de 1817, se aprobó por el gobierno de O’Higgins un Reglamento Provisional de Corso, muy similar al dictado en las Provincias Unidas del Río de la Plata el 15 de mayo del mismo año; el que a su vez, tenía su fundamento en la Ordenanza Española de Corso de 1801. En ese reglamento se encontraban los requisitos para conceder patente de corso, disposiciones relativas a la disciplina naval, las penas por ciertos delitos, los privilegios y honores correspondientes a su calidad, entre otras cosas.
El objeto era impedir la libertad de navegación que tenían los buques españoles, mercantes y también de guerra, que operaban principalmente en el Pacífico.
Los barcos a los que se concedió la patente de corso fueron:
- Bergantín Santiago Bueras (12) propiedad de Gregorio Cordovéz; sus presas fueron los barcos Los Ángeles y Resolución.
- Bergantín Chileno (12) propiedad de Felipe S. de Solar; sus presas fueron los barcos Saetas, Diamante, Inspectora, Balero, San Antonio y Cazadora.
- Lanchón Fortuna, propiedad de Budge y MacKay, su presa fue el barco Minerva.
- Goleta Fortuna II (10) propiedad de MacKay, sus presas fueron los barcos San Miguel, Gran Poder y Pensamiento.
- Barca Minerva (12) propiedad de Budge y MacKay, su presa fue el barco Santa María.
- Bergantín Maipú Lanzafuego (14) propiedad José M. Manterola, sus presas fueron los barcos San Antonio, Providencia y Buena Esperanza
- Goleta Congreso (5) propiedad de J. A. Turner, sus presas fueron los barcos Empecinado, Golondrina y San Pedro Regalado.
- Goleta Nuestra Señora del Carmen alias Furioso (1) propiedad de Manuel Antonio Boza, sus presas fueron los barcos Nuestra Señora de Dolores y Machete.
- Corbeta Rosa de los Andes (36) propiedad del gobierno chileno, sus presas fueron los barcos Tres Hermanas y Cantón.
No hay datos de los bergantines Cachucho y Salvaje, ni de la goleta Niña (4), ni de la corbeta Coquimbo (20) que recibieron licencia.
Expedición de la corbeta Rosa de los Andes
La corbeta Rosa de los Andes (36) había sido anteriormente una corbeta de la Royal Navy que luego fue dada de baja y permaneció inactiva en el río Támesis en espera de ser vendida a particulares, siendo su comprador el comerciante inglés Guillermo Henderson, que la ofreció más adelante a Chile.
La corbeta, en el momento de la compra, ya había sido reparada, armada y pertrechada por su exdueño. Estaba armada con dos baterías; la baja o entrepuente llevaba 22×18 cañones, la superior o sobrecubierta tenía 14×12 carronadas. El buque llevaba además 4 embarcaciones menores, de las cuales el lanchón principal podía montar 1×12 cañón y recibir 35 hombres a bordo, las 2 medianas que tenía podían llevar a 20 y la menor a 10, de modo que la corbeta podía contar al mismo tiempo con 80 u 85 hombres para atacar un enclave en tierra. Respecto a las características generales del buque; era una corbeta de 400 toneladas, su andar era de 12 millas y, pese a que tenía una arboladura de fragata, estaba clasificada como una fuerte y muy velera corbeta de guerra apta para la misión a la que se le quería destinar.
Para llevar a cabo el crucero, faltaba realizar el enganche de hombres, poder reunir víveres para seis meses de navegación y otros elementos necesarios, por lo que el gobierno tuvo que desembolsar 15.000 pesos para que la corbeta contara con todo eso. Por su lado, el ejército aportó el armamento individual de cada sujeto. La tripulación reclutada sumó un total de 270 hombres, de los cuales 190 eran marineros, la mayoría extranjeros, mientras que los 80 restantes eran tropas de desembarco, de los que 25 servían como artilleros de tierra. Casi todos los infantes y artilleros de desembarco eran chilenos sacados del ejército.
Para mandar la nave, el gobierno designó al mismo teniente inglés Illingworth, a quien se le otorgó los despachos de capitán de corbeta de la marina chilena. Su segundo sería el teniente de navío irlandés Raimundo Morris, exoficial de artillería del ejército libertador y miembro de la marina chilena. El resto de los oficiales subalternos eran tenientes de nacionalidad inglesa o estadounidense como Samuel Portuds, Guillermo Jones, Simón Seymour y Pedro Mac-Gilvery. El piloto se llamaba Esteban Hort y también había dos médicos ingleses de apellido Ceerulley y Bingham. El contador y amanuense principal eran respectivamente los chilenos José Villareal y Pedro Nolasco Jofré. Para comandar a la infantería de desembarco se designó a un capitán francés llamado Carlos Desseniers, que tenía como jefes subalternos a un capitán chileno de apellido Rico y un teniente francés llamado Cael de Jersieure. En cuanto a los artilleros de desembarco, estos quedaron bajo el mando del alférez chileno Francisco Fierro.
El 24 de abril de 1818, la Rosa de los Andes (36) se encontraba materialmente preparada para emprender el crucero, pero antes de zarpar se llevaron a cabo en ese día las capitulaciones o acuerdo de reparto de presas por escritura pública entre los tripulantes del buque y los representantes del ejército que respondían por sus intereses. Según estas capitulaciones, las presas se dividirían en mitades entre los captores y los que avalaban su expedición naval, pero Illingworth conservaría 20 partes de la presa para distribuirlas entre los más valientes de sus tripulantes. El primero en abordar un buque enemigo recibiría tres partes de presa y los doce siguientes, dos cada uno. A quien avistara primero las velas de buques enemigos le doblarían su parte a fin de estimular la vigilancia. En cuanto al ebrio, indisciplinado o ladrón, no se le daría su parte. Respecto del total capturado, se les dejarían un ½ % a los inválidos y a los consignatarios comunes, Arcos y Henderson, el 10 % de los productos.
El 25 de abril de 1818, zarpaba de Valparaíso la corbeta Rosa de los Andes rumbo al norte. El objetivo de su crucero era recorrer en corso las costas que van desde el Perú hasta California, y luego extender sus operaciones a las Filipinas y sus inmediaciones. También tenía como fin político y militar apoyar en lo posible los esfuerzos independentistas que se realizaban en las costas americanas.
El 4 de mayo, el buque chileno navegaba en alta mar, y estando en los 26 grados de latitud sur, capturaba a su primera presa, que era la fragata mercante española Vascongada, llamada también Los Tres Hermanos, procedente del puerto peninsular de Santander y con destino al Callao. La presa con su rica mercancía avaluada en más de 200.000 pesos fue enviada inmediatamente a Valparaíso, mientras que la corbeta prosiguió su viaje al norte.
Durante el trayecto del buque a las costas peruanas y al entrar en ellas, el capitán Illingworth hizo detener a cada embarcación que se avistaba para verificar su nacionalidad, y si esta era una nave neutral, la dejaba ir. Si bien la medida estaba permitida, esto generó varias quejas de los capitanes de esos buques al gobierno chileno por la interrupción de su navegación.
Para esos momentos, no muchas embarcaciones de comercio español andaban libremente en esas costas debido a la alarma creada por la variedad de corsarios chilenos que rondaban la zona desde 1817. También por la presencia de la escuadra naval chilena al mando de Cochrane que operó en esos mares desde mediados de enero de 1819 hasta comienzos de mayo. Illingworth no tuvo por esta razón muchas posibilidades de capturar mercantes en esas latitudes.
Sin embargo, la presencia de este buque chileno llamó la atención del virrey del Perú, Joaquín Pezuela, quien, aprovechando que Cochrane se había retirado de estos mares, ordenó que algunos de los buques de guerra y mercantes armados para hacer la guerra con los que disponía, salieran del Callao para capturar o destruir a la Rosa de los Andes y también a cualquier buque insurgente que estuviera hostilizando el comercio del virreinato. Con este objeto salieron para distintos rumbos las fragatas de guerra Esmeralda y Venganza, las fragatas armadas Begoña y Piedad, la corbeta armada Sebastiana, el bergantín armado Pezuela, entre otros.
Al enterarse el capitán Illingworth de esta situación, debió alejarse un poco de la costa a mar adentro y usar bandera española para burlar la persecución de esos buques. De esa manera pudo evitar en los mares peruanos a las embarcaciones que salían en su búsqueda y navegar nuevamente apegado a la costa al entrar en el litoral ecuatoriano para hacer presas. Pero en la mañana del 24 de junio, al navegar a la altura de la isla de Puná, en el golfo de Guayaquil, se topó con la fragata armada Piedad (16), que venía por el canal de Jambelí, a un costado de la ya mencionada isla. Este buque, con una tripulación de 150 hombres y armada con 2×24 y 14×12 cañones, estaba bajo el mando del capitán José Vázquez Lavandera, y por ser más liviano su unidad había sido destinada a revisar todas las bahías y ensenadas del litoral ecuatoriano para hallar al buque chileno.

La Rosa de los Andes (36) que se mantenía navegando con bandera española, se fue acercando a la Piedad, y al estar a distancia de tiro, cambió esa bandera por la chilena y se desató un feroz combate a corta distancia entre ambos buques.
El combate se prolongó aproximadamente entre ocho a nueve horas, en las que se produjeron varias bajas humanas en ambos lados y graves daños en la estructura de sus respectivos buques. Los intentos de abordaje de uno y del otro fracasaron, manteniendo ambos a raya a su rival con sus fuegos de cañón y fusil. Sin embargo, a las horas finales del encuentro, la Piedad se vio obligada a retirarse maltrecha hacia el puerto de Guayaquil para ponerse bajo la protección de las baterías del lugar y también informar al gobernador de la plaza, el brigadier Juan Manuel de Mendiburu, de la presencia de la embarcación independentista.
En este combate la Rosa de los Andes había sufrido varias bajas entre muertos y heridos, la tercera parte de sus tripulantes según algunas fuentes, debido a la duración de la acción. La corbeta estaba seriamente dañada en su casco, su quilla estaba bastante destrozada, el palo de bauprés y el timón estaban inutilizados y las velas convertidas en jirones.
A la mañana siguiente del combate, Illingworth se encontró en las inmediaciones del lugar a dos balleneros estadounidenses, que le ayudaron a reparar improvisadamente las averías, que por poco se iba a pique por la debilidad de su quilla. Algunos de los marineros de esos buques se unieron voluntariamente a la tripulación del buque chileno a pesar de la protesta de sus capitanes. Luego de esto se dirigió a las islas Galápagos, donde pasó todo el mes de julio refugiado en una ensenada del lugar para poder eludir la persecución de otros buques de guerra realistas, completar las reparaciones del buque, curar a los heridos del combate, reunir provisiones y refrescar a la tripulación.
Una vez reparado, se dirigió al golfo de Panamá, asaltó el puerto de Taboga, en Panamá, y se apoderó al abordaje de las cañoneras que allí había. Se apoderó de los fuertes de Guapi, en Colombia, ayudando con esto a Simón Bolívar. Ocupó el puerto de Lumaco, asaltando la plaza fortificada. El 14 de mayo de 1820, se encontró con la fragata realista Prueba (48) mandada por Antonio Vacaro, al poco tiempo de haber hecho contacto ambos buques, la Rosa de los Andes, a las 15:00 horas, viró en redondo para evadir el combate. Llevaba izado en ese momento el pabellón británico, le que arrió para cambiarlo por el pabellón chileno, por lo que Vacaro pudo reconocer que se trataba de la embarcación chilena. La fragata Prueba (48) comenzó una persecución hasta que logró alcanzarla en la noche, pero debido a la oscuridad se le escapó la que eludió el abordaje. La volvió a encontrar al amanecer del 15 de mayo a cinco leguas a sotavento. La Prueba se lanzó sobre ella, persiguiéndola hasta caer la noche, trabando un combate cerca de la isla de Gorgona.
En el combate, la fragata española consiguió aproximarse lo suficiente para dispararle con doble munición. La lucha duró más de una hora, habiendo quedado la corbeta chilena muy dañada y su capitán dado por muerto. Sin embargo, logró nuevamente evadir a la fragata durante la oscuridad de la noche.
Los buques enfrentados nuevamente se separaron y se perdieron de vista en la noche, la Prueba volvió al amanecer a la isla de Gorgona el 16 de mayo, sin encontrar al buque chileno, por lo que se dirigió a las costas de Popayán, en donde descubrió a la Rosa de los Andes, que se internó en el río Izcuandé para eludir la persecución, quedando varada, siendo incendiada por la tripulación. John Illinworth escapó junto con su tripulación tierra adentro para unirse a las tropas de Colombia y envió un parte al gobierno de Chile en esa misma fecha, el 30 de mayo.