Guerras de Independencia Hispano-Americanas Independencia de México El abrazo de Acatempan (10 de febrero de 1821)

Conspiración de La Profesa

En la Ciudad de México, simpatizantes del régimen absolutista comenzaron a reunirse de forma secreta en el Oratorio de San Felipe Neri, conocido popularmente como el templo de la Profesa. Las reuniones fueron presididas por el canónigo Matías de Monteagudo, director de la casa de ejercicios, a quien se le habían concedido los honores de inquisidor; estaba secundado por el doctor Tirado, ministro del Tribunal de la Inquisición.

Por su carácter secreto, se desconocen con certeza los nombres de los participantes. Se presupone que participaron Manuel de la Bárcena, fray Mariano López de Bravo y Pimentel,​ Miguel Bataller, Juan José Espinosa de los Monteros, Antonio de Mier y Villagómez, José Bermúdez Zozaya, Juan Cruz Ruiz de Cabañas, obispo de Guadalajara; Juan Gómez de Navarrete y el obispo de Puebla Antonio Joaquín Pérez Martínez y Robles, entre otros. Algunos integrantes de este grupo heterogéneo, miembros de la clase aristócrata y del clero, habían participado en el golpe de Estado durante la crisis política de 1808 en México.

Durante las primeras reuniones, el objetivo era impedir la divulgación de la reinstauración de la Constitución de Cádiz en España, declarando que el Rey se encontraba aún sin libertad, para así establecer al Virrey como gobernante de la Nueva España. Este plan no prosperó, pues las noticias llegaron a Veracruz, el intendente José Dávila y los comerciantes establecidos juraron la Carta Magna. Ante el temor de que el Virrey no aceptara la Constitución, organizaron el BI de Voluntarios de Fernando VII para ejercer presión al virrey Ruiz de Apodaca.

Para realizar sus propósitos necesitaban, ante todo, de un jefe militar de prestigio en el ejército y que mereciese la confianza de los adeptos a la monarquía absoluta. Creyeron encontrarlo en el coronel Agustín de Iturbide, quien permanecía en México, apartado de todo mando desde que fue separado del ejército del Norte, con motivo de la acusación que contra él hicieron varios comerciantes y mineros de Querétaro y Guanajuato. Ligado por relaciones amistosas con el doctor Monteagudo, este lo puso en contacto con los miembros de las juntas de la Profesa, quienes vieron en él al brazo que debía realizar sus proyectos.

Antes de que se promulgase la Constitución, Iturbide, por medio de aquellos, tuvo una entrevista con el virrey Apodaca, quien, dice Alamán, con las más doloridas expresiones, y a la vista de un retrato del rey Fernando, le expuso la opresión que este sufría y la violencia con que se le había arrancado el juramento que se pretendía haber prestado con libertad. Iturbide ofreció sus servicios, pero conociendo muy bien que la causa que iba a defender no podía sostenerse, solo trataba de asegurarse un mando y de dar el primer impulso a una revolución, que podría dirigir después según sus intentos. Sin embargo, todo este plan quedó desconcertado por haberse visto el Virrey en la necesidad de proclamar precipitadamente la Constitución.

El 31 de mayo de 1820, el Virrey no tuvo más remedio que jurar la Constitución. Debido a que el virreinato se convirtió en provincia, el puesto de virrey pasó a ser jefe político superior de Nueva España. Los conspiradores se pusieron en contacto con el arzobispo de Guadalajara Juan Ruiz de Cabañas y Crespo; su nuevo plan era proclamar la independencia de México, con la idea de establecer una monarquía con un infante de España; evitando, desde luego, mencionar las instituciones constitucionales. Militarmente, los conspiradores decidieron apoyarse en Agustín de Iturbide; sin embargo, los planes tuvieron que volver a cambiar, pues se hizo oficial la proclamación de la Constitución el 9 de junio.

El 9 de noviembre de 1820, Iturbide fue nombrado sustituto de José Gabriel de Armijo para combatir al rebelde Vicente Guerrero, que seguía levantado en armas desde su posición en la Sierra del Sur.

El descontento entre los miembros de la Conspiración de la Profesa aumentó. Uno de los resultados más favorables para esta serie de reuniones fue la designación de Agustín de Iturbide como comandante en jefe del Ejército del Sur.

Mientras tanto, los liberales planeaban que el compadre de Iturbide, Juan Gómez Navarrete, recién elegido diputado a las Cortes, promoviera un plan de independencia en Madrid, que consistía en llamar a uno de los miembros de la familia real para gobernar México. Al mismo tiempo que esto ocurriera, Iturbide debía marchar al sur con sus tropas, supuestamente para combatir al general Vicente Guerrero, uno de los pocos dirigentes independentistas que quedaban; pero también para convencerlo de unirse a un nuevo plan que conciliaba tanto los intereses y posiciones de los liberales como de los conservadores.

Iturbide jefe del Ejército del Sur

El 16 de noviembre de 1821, el coronel realista Agustín de Iturbide, salió de la Ciudad de México rumbo al sur, con el fin de emprender su campaña, cuyo objetivo principal era derrotar a las fuerzas de Vicente Guerrero.

Este jefe realista se había hecho famoso por combatir en Michoacán a las tropas de José María Morelos y Pavón, así como por su contundencia en la captura de unidades insurgentes en el Bajío. No obstante, sus métodos de pacificación, así como el manejo de recursos, fueron cuestionados e incluso demandados ante las autoridades correspondientes.

La comandancia general del Sur se extendía desde los distritos de Taxco e Iguala hasta la costa bañada por el mar Pacífico. Al atravesarla el río Mexcala de uno a otro extremo, dejaba a la parte septentrional el campamento de Pedro Ascensio en las fragosidades de Tlatlaya y La Goleta; y hacia el mediodía las tropas que obedecían las inmediatas órdenes de Guerrero, diseminadas por Ajuchitlán y las estribaciones de las montañas de la Coronilla, que son a manera de contrafuertes de la Sierra Madre.

Los soldados realistas ocupaban al norte las comarcas de Zacualpán, Cuernavaca y Cuautla. Por el poniente, las de Tejupilco, Sultepec y Temascaltepec, bajo el mando del coronel Ráfols. Por el lado oriental, Ometepec, Tlapa y la Mixteca Alta a las órdenes del Tcoll Miota. El curso del Mexcala, desde la confluencia del Cutzamala hasta su desembocadura en el Gran Océano, se hallaba vigilado por el Tcol realista Juan Isidro Marrón con una fuerte brigada; y las demás tropas que acababan de ser comandadas por Armijo guarnecían Acapulco, Tixtla, Chilapa, Teloloápam y otros pueblos, de los cuales unos se hallan de este lado del Mexcala y otros allende ese impetuoso río.

Las fuerzas que componían la división que el coronel Armijo tenía bajo sus inmediatas órdenes eran algunos infantes del BI de la Corona, el BI del Sur, la compañía de Acapulco y las compañías realistas de Tixtla, Chilapa y otros pueblos, con los Fieles del Potosí, que mandaba José Antonio de Echávarri, y los 2 escuadrones de RC de Isabel, que se habían formado con el escuadrón del Sur y otras unidades de caballería. Posteriormente, sería reforzada la división con el BI de las Tres Villas, mandado por el Tcol español Rafael Ramiro, y el BI de Murcia, que estaba accidentalmente a las órdenes del Tcol español Martín Almein; todos estos cuerpos estaban bajos en efectivos. En Zacualpán había una compañía de Fieles y otra de dragones de España con compañías las urbanas del Distrito, todo bajo el mando del Tcol Mateo Cuilty. La comandancia de Tejupiloo contaba con mayores fuerzas proporcionalmente, pues en ella estaban el BI de Santo Domingo, que mandaba el Tcol Miguel Torres; el BI de Fernando VII; algunas compañías del BI de Murcia; dos compañías de Órdenes Militares; los dragones del Rey y algunos civiles de caballería.

La comandancia general del Sur abarcaba desde los distritos de Taxco e Iguala hasta la costa del océano Pacífico. Los soldados realistas controlaban la zona norte, que comprendía Zacualpan, Cuernavaca y Cuautla; la zona poniente, bajo el mando del coronel Ráfols (Tejupilco, Sultepec y Temascaltepec); la zona oriente, bajo el mando del Tcol Miota (Ometepec, Tlapa y la Mixteca Alta); y el curso del río Mezcala, desde la confluencia del Cutzamala hasta la desembocadura en el océano, estaba a cargo del Tcol Juan Isidro Marrón. El resto de la tropa, que había sido mandada por Armijo, se encontraba en Acapulco, Tixtla, Chilapa, Teloloapan y otros pequeños pueblos. Por su parte, Pedro Ascencio (segundo de Guerrero) se encontraba en Ajuchitlán y las montañas de la Coronilla.

El nuevo comandante militar del Sur estableció su cuartel general en Teloloápam, y desde allí escribía otra vez a Apodaca, en los primeros días de diciembre (1820), pidiéndole algunas sumas de dinero para invertirlas a su discreción en espías y otros gastos de esta naturaleza; pues con el gasto oportuno de 10.000 a 12.000 pesos se ahorrarían a la real Hacienda 250.000 a 300.000, reduciéndose la campaña a dos a tres meses, en vez de un año a más que de otra suerte podría durar. «Plegue al cielo, decía al principio de su carta, que antes de concluir febrero podamos bendecir al Señor Dios de los ejércitos, y tributarle en el sacrificio incruento las más sumisas y reverentes gracias porque nos haya concedido la paz completa de este reino, y aunado los intereses de todos sus habitantes.» Y al terminar, insistía en el pronto envío de la suma que había pedido, expresando que tenía muy avanzado un plan del cual dependía el término violento de la guerra, y que manifestaría al Virrey a su debido tiempo. Apodaca, resuelto a desplegar toda clase de esfuerzos con tal de que se alcanzase cuanto antes la pacificación del Sur, mandó que la Tesorería situase 12.000 pesos en Cuernavaca a disposición de Iturbide, y previno a este que le diese frecuentes noticias de lo que estuviere ocurriendo en ese importante asunto. Al mismo tiempo le envió una considerable cantidad de municiones a fin de que pudiera abrir la campaña.

El RI de Celaya (800) mandado por el capitán Francisco Quintanilla, se concentró en Acámbaro y partieron hacia Teloloapan para quedar a disposición de Iturbide en el mes de diciembre de 1820. Durante la marcha, muchos abandonaron la bandera del regimiento, y al llegar a Toluca el 17 de diciembre, solamente quedaban 517 efectivos de los 800 que lo formaban al salir de Acámbaro. Por lo que Iturbide le pidió al Virrey que dejase en sus inmediaciones el BI de Murcia (223) que debía marchar a Temascaltepec, punto no comprendido en la comandancia del Sur, pretensión que no solo satisfizo Apodaca, sino que dispuso que la guarnición de aquel lugar y la de Tejupilco quedasen agregadas al ejército de Iturbide.

Iturbide se entrevistó con el capitán Francisco Quintanilla, jefe de la tercera compañía y oficial de su máxima confianza, y le confió el borrador de lo que sería el Plan de Iguala. A pesar de ser contrario a las órdenes con las que había salido de la capital, Quintanilla decidió apoyarlo, al igual que los capitanes Manuel Díaz de Lamadrid y José María González. El cuerpo de caballería de Frontera, al mando del coronel Epitacio Sánchez, que también había combatido en el Bajío, se unió a las fuerzas realistas. Para el 21 de diciembre, un total de 2.500 efectivos formaban la tropa principal.

Durante estos días, el coronel insurgente Juan Davis Bradburn abandonó a los insurgentes para unirse a las fuerzas de Iturbide. Este militar, que había llegado en la expedición de Javier Mina, había rehusado obedecer las órdenes de fusilar a un grupo de realistas; al conocer la causa de su deserción, Iturbide no dudó en aceptarlo.

El 22 de diciembre, salió Iturbide de Teloloápam con el propósito de ejecutar el plan de campaña que había propuesto al gobierno. Este consistía en reunir todos los destacamentos que Armijo había diseminado en varios puntos, formar con ellos un cuerpo respetable y tomar la ofensiva contra Guerrero y Ascensio simultáneamente; esto, en cuanto a la destrucción de estos caudillos de la independencia, y respecto del plan político que Iturbide tenía la resolución de proclamar, nada le convenía más que ver reunidas bajo su mando inmediato todas las tropas que habían de apoyar su atrevido movimiento.

Guerrero, entretanto, se había internado en la sierra de Jaliaca, y noticioso de ello, Iturbide ordenó al Tcol Carlos Moya que siguiese a aquel caudillo con un destacamento de 400 hombres y que le atacase si se presentaba favorable coyuntura, previniéndole al mismo tiempo que dejase cubiertos los puntos de la línea de Acapulco y Chilpancingo. Pidió al Virrey oficiales de maestranza y materiales para poner en estado de servicio varios de los cañones que artillaban la fortaleza de San Diego en el primero de esos puntos; dispuso que se formase en Tetela un depósito de municiones, y que al lado derecho del Mexcala se situasen dos cuerpos de tropas para impedir el paso a Guerrero, cortándole de este modo toda comunicación con Pedro Ascensio; y que mientras él marchaba a reunir los destacamentos, los que se hallaban repartidos en Taxco, iguala, Tepecuacuilco y Huitzuco, unidos a nuevas fuerzas que de un momento aa otro debían llegar al mando del Tcol José Antonio Echávarri, persiguiesen a Ascensio procurando desalojarle de los cerros del Gallo, del Cobre y de Teotepec.

Iturbide creía que el resultado de estas disposiciones militares sería la pronta destrucción de los caudillos del Sur, y así lo había prometido a Apodaca, diciéndole que antes del fin de febrero del año que iba en breve a empezar, podría celebrarse una misa de gracias por el final de la insurrección. Y como esta debía ser la base de sus ambiciosos proyectos, pensaba llevarlos a efecto el siguiente mes de marzo.

Iturbide avanzó hasta San Martín de los Lubianos, donde combinó con el coronel Ráfols algunos movimientos militares, y enseguida marchó a Acatémpan con el propósito de recoger el destacamento que allí estaba situado. Entretanto, el activo y vigilante Pedro Ascensio, que seguía con atención los movimientos del enemigo; se había emboscado en las cercanías de Tlatlaya, y en la madrugada del 28 de diciembre de 1820, con un grupo de 800 hombres, sorprendió la retaguardia del contingente de Iturbide mandada por el capitán José María Gonzalez en las inmediaciones de Tlatlaya.

El punto que escogió Asecencio para arremeter a los realistas era una verdadera vereda dominada por un alto cerro cubierto de maleza, y orillada, hacia el lado contrario, por un profundo barranco. Fue tan impetuosa la acometida de los seguidores de Ascensio que, revueltos y confundidos con los realistas en la estrecha vereda, y no pudiendo disparar sus fusiles, golpeaban con fuerza con los cañones a los sorprendidos realistas. El capitán González cayó mortalmente herido junto con 108 soldados realistas.

La acción oportuna del capitán Quintanilla, que mandaba el centro, aguantó hasta la llegada de los granaderos de la Corona y de los dragones de España, permitiendo que Iturbide se replegara a Teololapan. Ascensio intentó entonces cortar el centro, colocándose entre este y la vanguardia, pero Quintanilla se retiró con rapidez y se unió a Iturbide, quien dispuso pasar la noche en una altura parapetándose con las cargas que llevaba.

Para apoyar a la tropa, el virrey envió 35.000 pesos reunidos por la Audiencia de México y 25.000 pesos enviados por el obispo de Guadalajara, Juan Ruiz de Cabañas.

Después del adverso encuentro y de recoger al destacamento que guarnecía Acatémpan, Iturbide volvió a su cuartel general en Teloloapan, habiendo informado al gobierno del resultado del enfrentamiento. Con este motivo, renovó sus peticiones de dinero.

Apenas hubo vuelto Iturbide a Teloloapan, recibió la noticia de que el comandante de la línea de Acapulco, Carlos Moya, acababa de sufrir un revés considerable. En efecto, el 2 de enero de 1821 Guerrero, a la cabeza de 400 hombres, había tomado a viva fuerza Zapotepec, cerca de Chilpancingo; cortando la línea realista y destrozando la compañía de granaderos del BI del Sur. El ataque fue tan imprevisto que el primer aviso que recibió Moya de la aparición de los independentistas fue el desastre que habían sufrido sus destacamentos, por lo que informó a Iturbide por extraordinario y violento, pidiéndole que enviase a marchas forzadas una división que contuviese los avances de Guerrero; pero aquel jefe le dirigió una severa reprimenda y, en el informe que dirigió al Virrey, lo calificó de inepto, achacando a su descuido e impericia la derrota que habían sufrido en ese rumbo las tropas realistas.

Al evaluar estas dos derrotas, Iturbide concluyó que los insurgentes conocían muy bien el terreno y que vencerlos le llevaría más tiempo del que tenía planeado. Por tal motivo cambió su estrategia y escribió una carta a Guerrero el 10 de enero. La misiva, además de ofrecerle el indulto, notificaba que los exinsurgentes en Ciudad de México (José Sixto Verduzco, Nicolás Bravo e Ignacio López Rayón) ya habían sido liberados. Y que los diputados novohispanos habían viajado a España para pedir muchos de los deseos por los que habían luchado los insurgentes, entre ellos que todos los hijos del país sin distinción alguna fuesen considerados ciudadanos, y que el rey o un infante de España gobernase la colonia. De tal suerte, Iturbide pidió a Guerrero que le enviase a Nicolás Catalán, o alguna otra persona de su confianza, para poder explicarle los pormenores necesarios con la finalidad de sellar un pacto de paz.

Guerrero expresó el poco optimismo respecto de los diputados que habían viajado a la península, y reiteró que la divisa de su causa era independencia y libertad. Puntualizó que no se amedrentaba ante las fuerzas militares y que todo lo que no fuera concerniente con la independencia se disputaría en el campo de batalla.

Abrazo de Acatempan (10 de febrero de 1821)

El 4 de febrero, desde Tepecuacuilco, Iturbide escribió una segunda carta a Guerrero en la que le propuso reunirse cerca de Chilpancingo para sellar un pacto de paz, enviando a Antonio Mier y Villagómez como su emisario.

El día 9 de febrero, el insurgente avisó que salía para encontrarlo al día siguiente. El historiador decimonónico Lorenzo de Zavala describió en unas líneas el encuentro que después han mitificado la iconografía y la literatura: «Las tropas de ambos caudillos estaban a tiro de cañón una de otra: Iturbide y Guerrero se encuentran y se abrazan. Iturbide dice el primero: “No puedo explicar la satisfacción que experimento, al encontrarme con un patriota que ha sostenido la noble causa de la independencia, y ha sobrevivido él solo a tantos desastres, manteniendo vivo el fuego sagrado de la libertad. Recibid este justo homenaje de vuestro valor y de vuestras virtudes

El 10 de febrero, de acuerdo a Lorenzo de Zavala, se efectuó una reunión cerca de Teloloapan, quizá en Acatempan, aunque el lugar exacto no se sabe con certeza, en donde Guerrero e Iturbide, respaldados por sus tropas, se reunieron, conversaron y se abrazaron para sellar la paz. De acuerdo con Lucas Alamán, fue José Figueroa el comisionado por los insurgentes para reunirse con el comandante realista, la desconfianza existente entre ambos jefes y el recelo entre ambos contingentes que llevaban tiempo enfrentándose. En todo caso, más allá de versiones encontradas, la alianza entre Iturbide y Guerrero y la suma de sus aproximadamente 2.500 y 2.000 hombres, respectivamente.

El abrazo de Acatempan (10 de febrero de 1821). Representación de Iturbide y Guerrero frente a frente.
El abrazo de Acatempan (10 de febrero de 1821) (I). Iturbide a la izquierda y Guerrero a la derecha. Autor Román Sagredo.
El abrazo de Acatempan (10 de febrero de 1821) (II). Agustín Iturbide y Vicente Guerrero dándose un abrazo.

A partir de entonces, las fuerzas militares de Guerrero se pusieron a las órdenes de Iturbide. Este último informó a Apodaca la noticia el 18 de febrero, quien la recibió con júbilo sin sospechar el desenlace.

El capitán Manuel Díaz de Lamadrid partió de Teloloapan con las órdenes de reunirse con el brigadier Pedro Celestino Negrete para solicitar su cooperación. El capitán Francisco Quintanilla salió hacia Valladolid y Guanajuato con la misma misión de contactar con el coronel Quintanar, con el coronel Anastasio Bustamante y con el Tcol Luis Cortázar. Por su parte, Iturbide se reunió en Sultepec con el Tcol Miguel Torres. En Veracruz, los diputados que estaban dispuestos a viajar al Congreso de España, se enteraron por Juan Gómez Navarrete, representante de Michoacán e íntimo amigo de Iturbide, del plan que se iba a proclamar, pero la mayor parte de ellos vio con desconfianza la noticia. El 13 de febrero, casi todos ellos se embarcaron en la fragata Pronta, a excepción de Zozaya, González Angulo y Cantarines, representantes de Guanajuato, Puebla y Oaxaca.

Pedro Ascencio Alquisiras fue convocado por Vicente Guerrero a acudir a la cita que acordó con Agustín de Iturbide para hacer oficial juramento y defensa del Plan. La cita de encuentro fue, en efecto, en el pueblo de Teloloapan. Como todavía se desconfiaba mucho de Iturbide, Alquisiras decidió esperar en el pueblo cercano de Acatempa con toda su gente. Vicente Guerrero acudió al encuentro “con indistintos oficiales de su fuerza” e Iturbide lo recibió con toda su tropa de caballería e infantería con que contaba. En este mismo día (14 de marzo de 1821) se realizaron los preparativos y las celebraciones para “la jura de independencia” que públicamente había de efectuar Guerrero y sus oficiales. Los términos del juramento fueron de la siguiente forma: «juráis defender la religión, la independencia, la unión de europeos y americanos, y al rey constitucional, con cuyas tropas no nos hemos de chocar, sino con las del virrey». El juramento se cumplió positivamente y, al día siguiente de esta ceremonia, se trasladaron al pueblo vecino de Acatempa.

En Acatempan se encontraba el resto de la fuerza de Guerrero, con Pedro Ascencio Alquisiras esperándolo. Había un total de 1.800 hombres cuyo aspecto no dejó de asombrar a los oficiales invitados, quienes avizoraron frente a ellos, para su presentación, una concentración de al menos 400 soldados vestidos y “el resto encuerados y los demás enteramente debilitados y enfermos”. Pero del número total, formados en un amplio espacio del pueblo, solamente 800 recibieron a Iturbide con salvas; el resto de la tropa se mantuvo acampada en las márgenes y los lugares cercanos a esta reunión por el recelo que se tenía al militar realista.

Esta desconfianza pronto se disipó, no solo por las muestras de aquiescencia y confraternidad que debieron expresar ambos jefes frente a ellos, sino porque Iturbide hizo visible la entrega de armamento para emprender la causa que se había jurado. Pero lo más importante fue que Vicente Guerrero, en ese momento, hizo saber a Alquisiras y al resto de sus soldados que él personalmente reconocía “al señor Iturbide como el primer jefe” del Ejército Trigarante. Posteriormente, en un manifiesto suscrito por él, rescataría esta postura de la siguiente manera: «el mundo todo sepa que los militares de la primera y tercera división del ejército de las Tres Garantías, y demás individuos que dependen de éstas, han jurado obediencia, y defender a costa de sus vidas al primer jefe, lo mismo que la religión, independencia y unión».

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2025-11-11. Última modificacion 2025-11-11.
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