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Gobierno de Guerrero
Guadalupe Victoria entregó la presidencia a Vicente Guerrero Saldaña cuando su mandato concluyó el 1 de abril de 1829. La presidencia de Guerrero duró ocho meses y medio. Sin embargo, Guerrero, como candidato del “Partido del Pueblo”; gestionó la creación de escuelas públicas y trató de impulsar el plan nacional de educación gratuita que había ideado anteriormente con Bravo y Negrete; gestionó una reforma agraria favorable a los campesinos; intentó impulsar el desarrollo de la industria, remarcando que era necesario “poner en movimiento” los recursos naturales del país y generar empleos para que los brazos mexicanos “no se debiliten en el seno de la ociosidad”; creó un centro nacional de atención para los inválidos producto de las guerras, llamó a impulsar el comercio interno y con otros países, así como otros programas de naturaleza liberal.
Además, durante su gobierno se gestionó a favor de la tolerancia religiosa, el fortalecimiento de la elección directa de representantes, el fortalecimiento del sistema federal y la democracia, agilizar la burocracia, el perdón a exiliados que habían beneficiado de alguna manera a la nación (como Nicolás Bravo), la supresión de los fueros militares y eclesiásticos, y la venta de bienes que habían pertenecido a la Inquisición.
El 16 de julio, se logró el reconocimiento diplomático del Reino Unido y de los Países Bajos, seguido por los reconocimientos de Dinamarca y del Reino de Hannover el 29 de octubre.
Rechazó el ofrecimiento de compra de Texas efectuado por el embajador estadounidense Joel Roberts Poinsett.
El 15 de septiembre, expidió el decreto de Abolición de la esclavitud, el cual había sido promulgado por Miguel Hidalgo en Guadalajara el 6 de diciembre de 1810. Mediante este acto protocolario se oficializó la postura de la República Mexicana. Esta postura oficial fue adversa a los intereses de los numerosos colonos de origen estadounidense que poblaban el estado de Texas, quienes defendían ideológicamente y dependían económicamente del esclavismo.
El 11 de septiembre del mismo año, se derrotó a los españoles en su intento de reconquista en la batalla de Tampico o de Pueblo Viejo.
Para enfrentar la crisis económica, la división política y fortalecer las capacidades de defensa del país ante otro intento de reconquista española, Guerrero obtuvo poderes extraordinarios del Congreso. Lorenzo de Zavala impulsó una reforma fiscal que promovía la creación de impuestos directos federales. Esto ocasionó que los políticos de los estados lo acusaran de centralista, porque hasta entonces solo los estados habían implementado ese tipo de impuestos. Guerrero fue acusado de violar la Constitución y actuar de manera ilegal. El vicepresidente Anastasio Bustamante encabezó en diciembre de 1829 una rebelión en contra del presidente, cobijándose en el Plan de Jalapa, cuyos argumentos principales eran restablecer la Constitución y combatir la rebelión centralista en Campeche, de la cual culpaban injustificadamente a Guerrero. Lorenzo Zavala fue destituido del cargo de Hacienda.
La prensa se mostró favorable a la rebelión de Bustamante. Incluso algunos liberales como José María Luis Mora estaban en contra de Guerrero. El 16 de diciembre de 1829 el presidente salió a combatir a los rebeldes. En la Ciudad de México, un grupo encabezado por José Ignacio Esteva, el gobernador del Distrito Federal, procedería a tomar Palacio Nacional y obligar al presidente interino, José María Bocanegra, a renunciar. Luis Quintanar y Lucas Alamán se pondrían al frente del gobierno junto con Esteva. El Congreso y el Senado declararon a Guerrero incapacitado para gobernar, por lo que el vicepresidente Anastasio Bustamante quedó a cargo del poder ejecutivo. Si al comienzo de su gobierno tuvo apoyo de varios liberales, muy pronto personajes como Mora, Vicente Rocafuerte y Andrés Quintana Roo se pasaron a la oposición.
Últimos años y muerte de Guerrero
Guerrero se dirigió al sur, donde había combatido durante sus años de lucha independentista. Las tropas federales lo persiguieron. Guerrero propondría tregua varias veces a Bustamante, ofreciendo renunciar a la presidencia si se convocaba a nuevas elecciones, lo cual el vicepresidente rechazaría.
Hostigado por las fuerzas bustamantistas, Guerrero se había retirado a Tixtla. Su nueva rebelión, llamada entonces “la Guerra del Sur”, cobraría fuerza en Michoacán, tras instigar Lucas Alamán el derrocamiento militar del gobernador de dicho estado, lo cual provocó levantamientos populares en contra de lo que se reconoció como opresión del gobierno central. Guerrero, junto con Juan N. Álvarez y Gordiano Guzmán, tomaron entonces control de la Tierra Caliente de Michoacán y del actual Estado de Guerrero con el apoyo de los habitantes de la región, una de las pocas zonas que los realistas nunca habían podido controlar.
El 15 de enero de 1831, en la playa Tlacopanocha, en Acapulco, Vicente Guerrero recibió la invitación a almorzar con el capitán del bergantín Colombo, Francisco Picaluga, mercenario genovés. Una vez a bordo, él y sus colaboradores fueron aprehendidos sorpresivamente. De inmediato, el barco levaría anclas. La traición ocurrió a cuenta de 50.000 pesos, que había ofrecido el ministro de Guerra José Antonio Facio, por indicaciones del vicepresidente, general Anastasio Bustamante, líder de la sublevación en contra del presidente Guerrero.
Guerrero fue transportado al puerto de Santa María de Huatulco, fue entregado a cuatro oficiales que esperaban el arribo de la embarcación en la playa que desde entonces se denomina La Entrega; entre ellos, se encontraban el capitán José Miguel González, el teniente Fuentes y el alférez Maciel del RC-4. El 25 de enero, Guerrero comenzó a ser interrogado por el fiscal José María Llanes, capitán del batallón Activo de Jamiltepec. Llanes enfermó durante el juicio militar, por lo que Joaquín Ramírez y Sesma ordenó a Nicolás Condelle continuar el proceso como juez-fiscal y al alférez del RI-11, Juan Ricoy, como secretario. El defensor fue el subteniente Francisco Cosío. El consejo de guerra ordinario que juzgó a Vicente Guerrero adolecía de competencia constitucional.
El general Guerrero era el presidente de la República Mexicana, y a pesar de las intenciones de los partidarios del Plan de Jalapa para destituirlo, el único tribunal competente para juzgar a Vicente Guerrero bajo cualquier supuesto, según decreto del 7 de septiembre de 1829 en la constitución, correspondía únicamente a la Corte Suprema de Justicia. Asimismo, en dicho decreto se declaraba expresamente que los consejos de guerra no aplicarían la pena de muerte. Guerrero fue condenado a la pena de muerte. Fue fusilado el 14 de febrero de 1831 en Cuilapan, Oaxaca.

En 1833, Bustamante y miembros de su gabinete son llevados ante la justicia por el asesinato de Guerrero. Juan N. Álvarez, quien intentó evitar el asesinato de Guerrero, acusó a Bustamante de haberle obligado a tomar las armas en defensa propia y para defender las instituciones. Asimismo, José Antonio Barragán acusa a Bustamante por “haber hecho la guerra a muerte” a los patriotas que sostenían a las instituciones y los derechos de Guerrero como presidente. Además, tres legisladores de Oaxaca solicitan el cambio de nombre de Cuilapan a “Ciudad Guerrerotitlán”, para honrar y reivindicar la memoria del insurgente. Bustamante y sus aliados negaron los cargos, alegando que pagaron a Picaluga para adquirir su barco, y que fue una casualidad que este decidiera entregarlo en la playa en la que aguardaban las fuerzas que aprehenderían a Guerrero.
Expedición española para reconquistar México
Expedición mexicana a Cuba
Con la conquista de la fortaleza de San Juan de Ulúa, que era el último bastión español en México, el gobierno mexicano llegó a la conclusión de que España, al no reconocer el Tratado de Córdoba, buscaría de alguna forma recuperar México utilizando a Cuba como su plataforma. Lucas Alamán, quien era entonces ministro de Relaciones Exteriores en México, evaluó la amenaza que representaba Cuba para México, por lo que escribía: Cuba sin México está destinada al yugo imperialista; México sin Cuba es un prisionero del golfo de México.
Desde 1824, Lucas Alamán se hacía a la idea de que México debía apoderarse de Cuba, creyendo que con las fuerzas mexicanas y el apoyo ofrecido por algunas potencias, como Francia e Inglaterra, se lograría el plan. Sin embargo, Estados Unidos quería apoderarse de la misma, y sabedor de las ambiciones europeas, se empeñaba en la retención del gobierno español. A raíz de estas ambiciones de poseer la isla de Cuba y evitar la reconquista española, se dio la contratación del comodoro David Porter.
Porter se puso al mando de la escuadra mexicana, que contaba con tres bergantines: Hermon, Bravo y Guerrero, en 1828 México invadió las aguas territoriales españolas para atacar las líneas de comunicación marítima de España en la isla de Cuba, tratando de proteger los mares mexicanos, así como apoderarse de la isla o promover un movimiento de independencia que hostigara a España.

En enero de 1828, la escuadra comenzó a rondar las playas cercanas a la isla e implementaron actos de hostilidad hacia mercantes españoles. Gracias a que los mexicanos navegaban en bergantines, la movilidad y velocidad no implicaban un problema.
El 10 de febrero de 1828, el capitán David Henry Porter, sobrino de David Porter, percibió desde el Guerrero la presencia de embarcaciones españolas patrulladas por bergantines. Inmediatamente, abrió ataque contra las naves españolas, provocando su huida a La Habana. Las autoridades españolas decidieron poner un alto a las hostilidades y contraatacar; para ello enviaron a la fragata Lealtad (54) capitaneada por Melitón Pérez del Camino, veterano de la batalla de Trafalgar.
A las 5 de la tarde, la Lealtad interceptó al bergantín mexicano Guerrero a la altura de Mariel, el cual, sorprendido, intenta huir hacia Cayo Hueso, pero la fragata española resultó ser más rápida y lo alcanza en la madrugada del 11 de febrero. Al verse atrapado, el capitán David Henry Poter, sobrino de David Porter, consultó con la tripulación y decidieron enfrentarse a la fragata española. El combate comenzó a las 6 de la mañana y tuvo una duración de dos horas y media, pereciendo por una bala rasa de cañón el capitán Porter; cuando ya el consejo de oficiales del barco, había tomado la determinación de rendirse ante las fuerzas españolas por haberse agotado el parque mexicano.
La batalla naval de Mariel está registrada como la primera batalla naval perdida por México. El bergantín Guerrero fue confiscado, reparado y rebautizado como El Cautivo por los españoles.
A pesar de esta derrota, la escuadra mexicana continuó con sus operaciones de hostigamiento en aguas españolas, logrando el Bravo 13 capturas más y el Hermon, que era comandado por el teniente Charles E. Hawkins, cuatro capturas, siendo una de ellas el bergantín Amelia, todas ellas integradas a Veracruz.
Preparación de la expedición
El 28 de octubre de 1828, el Consejo de Estado español, siguiendo los deseos de Fernando VII, tomó la determinación de iniciar la reconquista de México. Se elaboró un plan, el cual contenía cinco puntos:
- Notificar de forma confidencial al capitán general y al intendente de La Habana, Cuba, el plan, confirmando el encargo.
- Ambos jefes, especialmente el intendente, deberían reunir la cantidad de cien millones de reales por préstamo de Estados Unidos o de las rentas de La Habana, los cuales serían pagados por las rentas de la misma Habana y de las rentas de México una vez reconquistado el territorio.
- Notificar a ambos jefes la imposibilidad de la Metrópoli para financiar la expedición; no obstante, la Corona apoyaría con tropas, asumiendo los gastos de transporte, manutención y vestuario con el propio fondo de cien millones que quedaría al cuidado del capitán general y del intendente.
- El plan militar sería preparado en combinación por el rey y el capitán general.
- En caso de éxito, el arzobispo de México, el obispo de Oaxaca y otros pastores acompañarían a la expedición para regularizar el clero, el cual se encontraba en una situación cercana al cisma.
El 7 de abril de 1829 se emitió la Real Orden para autorizar la expedición; asimismo, se nombró al brigadier Isidro Barradas Valdés como comandante. El 2 de junio, el brigadier desembarcó en La Habana y se puso en contacto con el gobernador Francisco Dionisio Vives; ambos comenzaron a realizar los preparativos. Contaban con 3.000 infantes de los BI-I de Fernando VII, BI-III Reina Amalia y BI-III Borbón, 400 dragones a pie y 200 artilleros, sin cañones ni caballos, pues el plan era conseguirlos en tierras mexicanas. También contaba con varios miles de mosquetes para armar a supuestos partidarios mexicanos que se unirían a la expedición. Así se conformó la División de Vanguardia del Ejército Real.
Además, integraban la expedición el franciscano fray Diego Miguel Bringas y ocho misioneros que habían estado en Querétaro y Orizaba.
Si bien la cantidad de soldados pareciera insuficiente para la empresa de reconquista, de acuerdo con la Proclama que difundiría Isidro Barradas en suelo mexicano, se buscaba y se esperaba encontrar el apoyo de numerosos seguidores del partido español; que militares americanos advirtieran las ventajas de unirse a sus filas; y que el pueblo les recibiera como sus salvadores, por encontrar al fin la pacificación y prosperidad deseadas, así fuera por medio de la restauración del Antiguo Régimen.
Eugenio de Aviraneta fue nombrado ministro de la hacienda militar y secretario político de la expedición. Haciéndose pasar por comerciante, Aviraneta había sido comisionado regio e informador para el gobierno de España, fue miembro de la logia masónica escocesa, vivió en Veracruz de 1825 a 1828 hasta que se le expulsó. Durante su estancia, llegó a relacionarse con Antonio López de Santa Anna y escribió artículos para el periódico El Veracruzano Libre en contra del periódico El Mercurio, el cual era simpatizante de la logia masónica yorkina contraria a los españoles. Su misión era atraer a la causa a comerciantes y jefes militares mexicanos. Como segundo fue nombrado el coronel Miguel Salomón y como jefe de Estado Mayor el Tcol Fulgencio Salas.
El almirante Ángel Laborde fue designado comandante naval de la expedición. El 5 de julio zarparon del puerto de La Habana el navío Soberano (74), las fragatas Lealtad (40), Restauración (52) y Bingham (?), 10 bergantines de guerra (entre ellos el Cautivo) y 40 goletas mercantes (entre ellas la Amalia). Durante el trayecto, la flota fue sorprendida por un fuerte temporal; a consecuencia de ello, la fragata Bingham con 400 hombres a bordo se vio forzada a dirigirse a Nueva Orleans; el resto de la flota arribó el 26 de julio a Cabo Rojo, al norte del estado de Veracruz.
Preparativos de la defensa
Desde el 8 de enero de 1829, el coronel Feliciano Montenegro, cónsul mexicano en Nueva Orleans, informó al gobierno los rumores escuchados en La Habana acerca de una expedición de reconquista, la cual se esperaba que llegaría a las costas de la península de Yucatán. Desde los primeros días de julio, el gobernador de Veracruz, el general Antonio López de Santa Anna, se encontraba al tanto de los pormenores de la expedición a través de sus informantes de Cuba. Escribió varias cartas al presidente Vicente Guerrero solicitando recursos extraordinarios para preparar la defensa. Los periódicos El Sol, El Correo de la Federación y El Censor publicaron editoriales para alertar a la población y exhortar la unión entre los mexicanos sin importar su filiación política. El 14 de julio, desde Campeche, Norberto Molina emitió una proclama al pueblo yucateco para preparar la defensa.
Enterados de una posible invasión, el secretario de Relaciones Exteriores e Interiores, José María Bocanegra, pidió a los gobernadores de los Estados tomar las precauciones necesarias; mientras que el presidente Vicente Guerrero, en una efusiva proclama dirigida a la población, dio el aviso oficial, solicitó voluntarios y al mismo tiempo giró instrucciones para distribuir las tropas en cinco divisiones bajo las órdenes de los generales Santa Anna, Garza, Herrera, Valdivieso y Velázquez. Las milicias de San Luis Potosí, Zacatecas, Nuevo León, Tamaulipas, Veracruz y México respondieron al llamamiento.
El gobierno mexicano corrió la voz de que los invasores querían adueñarse de sus posesiones y degollar a los pobladores. La estrategia de tierra quemada, en donde “los pobladores de las zonas en que debían pasar las tropas españolas tenían que evacuar sus tierras y llevarse o destruir todo aquello que pudiera ser de utilidad al enemigo”; surtiría efecto al dejar a las tropas españolas sin provisiones, agua, alimento y posibles simpatizantes en aquellas extensas tierras áridas, deshabitadas y tan lejanas de la Ciudad de México.
En efecto, al enterarse del desembarco, el presidente mandó aplicar dicha estrategia que rindió frutos; además, envió tropas al lugar del desembarco y ordenó al gobernador de Veracruz, Antonio López de Santa Anna, que se dirigiera al norte en calidad de general en jefe y enfrentara al ejército invasor. Guerrero no solo se jugaba su prestigio y honor, sino que quedaba en sus manos la consolidación de la independencia de su patria, por la que tantos años había luchado y que era amenazada nuevamente por sus antiguos enemigos.
Primeros combates
El 26 de julio, las fuerzas españolas desembarcan en Cabo Rojo, cerca de la desembocadura del Río Pánuco, en Veracruz, terminando su desembarco hasta la tarde del día 28 por las condiciones adversas del clima. El 29 de julio, iniciaron su avance hacia Pueblo Viejo de Tampico, lugar distante a 80 km al norte del punto de desembarco. Después de dos días de marcha por las playas, la primera escaramuza tuvo lugar en La Aguada a las 16:00 horas del día 31; mexicanos atacaron a la compañía de cazadores que se encontraba resguardando las alturas del terreno. Esta acción sorprendió a los españoles, pues parte de sus fuerzas estaban en Altamira con Barradas, quien, al tener noticia de la llegada de los mexicanos, regresó para apoyar a sus hombres. Contraatacaron, vencieron y capturaron a 50 guerrilleros junto con 4 cañones, quedando fuera de combate 11 españoles.
Al día siguiente, el capitán Ruiz Esparza, al mando de 400 mexicanos, enfrentó inútilmente el avance español en el paso de los Corchos y fue obligado a replegarse al Pueblo Viejo de Tampico. Mientras tanto, el Tcol Palacios dispuso un pequeño contingente de 60 hombres para la defensa del fortín veracruzano de La Barra. Los días 2 y 3 de agosto las tropas españolas se apoderaron de Tampico el Alto y Pueblo Viejo de Tampico. El día 4, prácticamente sin combatir, tomaron el Fortín y una gran bandera española ondeó en el fuerte mexicano. Por su parte, las tropas mexicanas se emplazaron en la ranchería Doña Cecilia y en Las Piedras.
El 2 de agosto, el presidente Guerrero fue notificado del desembarco de las tropas españolas. Consciente de la gravedad de la situación, lanzó una proclama a todos los mexicanos llamándolos a unirse en defensa de la patria y dispuso la integración del “Ejército de Operaciones Mexicano”, al mando del brigadier Antonio López de Santa Anna, gobernador de Veracruz.
El 5 de agosto, las fuerzas españolas suspendieron las hostilidades conjuntamente con las mexicanas, asegurando los primeros que su misión era de “paz y concordia”. Al día siguiente, el general Felipe de la Garza se entrevistó con Barradas y Laborde, quienes le manifestaron su interés para que el país volviese al antiguo régimen y que fuese gobernado por el infante Francisco de Paula. La respuesta de la Garza fue tajante: México no reconocería a señor alguno y la independencia se defendería cueste lo que cueste. Terminado el armisticio, Barradas logró apoderarse del puerto de Tampico de Tamaulipas, que había sido abandonado por sus mismos pobladores, dejándolo desierto y sin víveres.
Antonio López de Santa Anna, comandante militar de Veracruz, enterado del desembarco español en Tampico, se dispuso a acudir a la defensa; fue nombrado general de división y general en jefe del Ejército de Operaciones. Impuso préstamos forzosos para fletar algunas embarcaciones. Finalmente, el 6 de agosto, zarpó en la goleta Louisiana con su Estado Mayor; sus tropas, las cuales ascendían a 1.000 efectivos, se embarcaron en los bergantines Trinidad, William y Splendid, en las goletas Félix, Concepción, Iris y Urusula, y en las lanchas Campechana, Flor de Mar, Veracruzana, Obusera y Chalchihuacán. La caballería fue enviada por tierra. Sus oficiales fueron los coroneles Pedro Lemus, José Antonio Heredia y Juan Soto Ramos, los tenientes coroneles Somora, Jiménez y Cenobio, y los capitanes Juan Andonaegui, Juan Gómez del Cid y José Juan Landero.
Al mismo tiempo, desde San Luis Potosí, partieron el coronel Mariano Paredes y Arrillaga al mando del RI-11, el coronel Cayetano Montoya con el RI Activo de Querétaro, el coronel Gayón con el RI Activo de Guanajuato, los coroneles José Joaquín Garate y José Antonio Barragán al mando de los BI-I y BI-II de San Luis Potosí, respectivamente, el coronel inspector José Márquez con las milicias cívicas de San Luis, el coronel Arleguí con el RC-9, todos ellos bajo las órdenes del general Zenón Fernández. En el Valle del Maíz se le unieron el general Francisco Valdivieso y el capitán Gabriel Maciel con las compañías de caballería del Valle de San Francisco. Paralelamente, desde la Huasteca avanzaba el coronel José Velázquez. Toda esta fuerza militar se dirigió a Villerías Altamira.
Batalla de Tamaulipas (20 y 21 de agosto de 1829)
Santa Anna disponía del BI-V, las compañías de preferencia del BI-II y del BI-IX, una del BI-III, el BI de Tres Villas, fuerzas residentes en aquella plaza, en total 1.074 hombres, y dio órdenes para que 2 ECs del RC-12 que se hallaban destacados en Santa Fe fuesen a marchas forzadas por la costa de Barlobento hasta llegar a Tampico de Taumalipas, situado a dos millas de donde se hallaban los españoles, comenzando a dar sus disposiciones para atacarle inmediatamente.

El 11 de agosto, Santa Anna llegó a Tuxpan; al día siguiente se dirigió con sus tropas hacia el Pueblo Viejo de Tampico, cerca de la desembocadura del río Pánuco. El día 15, el brigadier Barradas ordenó al almirante Laborde zarpar con toda la flota que se encontraba anclada en la costa con rumbo a Cuba; su intención era regresar por los refuerzos de la segunda división española y eliminar cualquier tentación de deserción por parte de sus tropas. El almirante, comprendiendo la gravedad de esta decisión, solicitó que se extendiera la orden por escrito.
El 16 de agosto, 1.800 españoles al mando de Barradas dejaron Tampico y se dirigieron a Altamira en búsqueda de víveres. Durante su marcha fueron hostigados de forma esporádica por el capitán mexicano Domingo Ugartechea, quien aprovechó las arboledas para ejercer la táctica de golpear y desaparecer con ayuda de sus dragones y caballería.
Los españoles habían establecido su cuartel general en Santa Anna de Tamaulipas, alojando las tropas en el atrio de la única iglesia que existía y en algunos otros edificios de capacidad en el perímetro de la plaza, acampando el resto en las calles o sitios a propósito, bajo tiendas de campaña.

En la margen del estero de San Francisco, punto avanzado hacia El Humo y parte vadeable del Pánuco, por la que se atraviesa en canoa para ir y venir de Tamaulipas a Tampico el Viejo, habían establecido los españoles una avanzada compuesta de 60 infantes.
Toda la noche del 19 al 20 de agosto la empleó Santa Anna con su JEM, el coronel Pedro de Landero, en el reconocimiento de la posición española, así como todas las poblaciones cercanas al puerto. En el reconocimiento descubrieron que la posición enemiga descansaba en la margen derecha del Pánuco, inmediata al punto del Humo, que esa misma noche había sido fortificado y artillado por el comandante de la sección de ingenieros.
El 20 de agosto, Santa Anna pretendió sorprender a los 600 españoles a las órdenes del coronel Salomón, emplazados en Tampico; el brigadier Barradas, con el resto de la fuerza, había marchado alejándose hacia Villerías, a efecto de dirigirse al interior de la República. Partiendo desde El Humo, embarcó a sus hombres en cayucos para cruzar sigilosamente el río, pero a un miliciano cívico se le escapó un tiro. Sin más remedio, Santa Anna ordenó el avance franco en tres columnas hacia Tampico.
Salomón había escuchado el tiro que en la madrugada del 20, pero sospechó que aquel disparo era producido por la avanzada con los guerrilleros que la acosaban. Con lo cual los mexicanos continuaron avanzando sin ser molestados.
Santa Anna había confiado al coronel Celso López, nativo de aquellas tierras, las compañías de granaderos y cazadores del BI-V para caer súbita e instantáneamente sobre la gran guardia enemiga. El coronel López fue herido de gravedad en los primeros tiros que se libraron; pero el mando pasó a su segundo, el capitán Longinos Montenegro, que cumplió perfectamente con las órdenes que llevaba el coronel. La gran guardia española, casi sorprendida, fue pasada a cuchillo.
Mientras tanto, la artillería mexicana desde el Humo hacía fuego con granadas sobre la ciudad de Tamaulipas. Santa Anna pasó el río con más de 1.000 hombres, completándolos con la caballería desmontada; y a continuación se encaminaron en columna hacia el llano del Espartal, arma al brazo hasta una de las calles principales de la ciudad, donde, después de haberse suspendido el fuego de la artillería, se inició un empeñado y sangriento combate en la ciudad casa por casa. El coronel Luciano Jáuregui, ayudante de órdenes del general en jefe, recibió un balazo que le atravesó la frente y cuyos sesos salpicaron el rostro del propio general.

Los españoles habían ocupado los puntos de importancia desde cuyas ventanas y azoteas hacían fuego incesante. El punto más importante era una casa grande pintada en rojo, que se decía pertenecer al cónsul inglés.
Con la llegada de la luz del día, los españoles enviaron lanchas cañoneras que hacían fuego de metralla contra los mexicanos, haciendo que su posición fuera muy comprometida.
El combate se hacía cada momento que pasaba más terrible y mortífero; la metralla de las lanchas flanqueaba y diezmaba con éxito la retaguardia de los puestos mexicanos, y era preciso arriesgarlo todo. En consecuencia, a las once de la mañana Santa Anna dispuso que el capitán de artillería José Juan de Landero, a la cabeza de las compañías de línea, granaderos y cazadores del BI-IX, se dirigiesen a la casa roja y la tomasen en fuerza, acercándose enseguida a unos 20 metros el mismo general en jefe. Con una reserva de 200 pintos del BI-V, para proteger el movimiento y apoyarle. Landero marchó inmediatamente sin responder al fuego que se le hacía, no solo de la casa roja, sino desde el atrio de la iglesia que contenía el grueso español.
Santa Anna había hecho subir unas fuerzas de apoyo sobre dos edificios a la derecha y a la izquierda de la casa roja, a las órdenes de los capitanes José María Ocampo y José Mariano de Sandi, ambos del BI-V; y así, flanqueando y distrayendo al enemigo, logró que Landero, rompiendo a culatazos la puerta principal de la casa, penetrara en la casa. Los españoles, no queriendo entregarse prisioneros, se defendieron cuerpo a cuerpo y habitación por habitación, sucumbiendo la mayor parte y rindiéndose el resto. Landeró subió a la azotea y desde allí saludó al general.
Después fueron tomadas a viva fuerza otras casas que los españoles mantenían como puesto avanzado al atrio de la iglesia, que habían reforzado con multitud de salchichones (sacos terreros), donde resistían las últimas fuerzas españolas. El combate finalizó a las 14:00 horas. El coronel Salomón enarboló la bandera blanca para negociar la rendición. Durante la tregua parlamentaria, los 1.800 hombres que comandaba Barradas llegaron al sitio del combate. Santa Anna se encontró en una situación comprometida; sus tropas habían sido rodeadas por una fuerza superior. No obstante, Barradas con pundonor respetó la tregua y accedió a la entrevista. Las fuerzas acordaron regresar al estado original del combate; los españoles se mantuvieron en Tampico y los mexicanos regresaron a Pueblo Viejo.

Batalla de Pueblo Viejo (11 de septiembre de 1829)
Felipe de la Garza y Manuel de Mier y Terán se unieron con Santa Anna en el río Pánuco, sumando así una fuerza de 1.500 hombres. El general en jefe ordenó distribuir su fuerza en Altamira, El Humo y Las Piedras; designó a Mier y Terán como segundo jefe.
Con este refuerzo, comenzó el general Santa Anna sus operaciones, para interponerse entre la barra y la ciudad de Tampico de Tamaulipas. Y para impedir absolutamente toda comunicación por mar al enemigo, se situó otra batería, además de la que tenía en El Humo, en el punto llamado de Las Piedras, para impedir la navegación por el río e impedir que los españoles usaran sus lanchas cañoneras.
El 16 de agosto, debido a la falta de alimentos, los españoles avanzaron sobre Villerías, (en la actualidad Altamira), realizándose una heroica defensa del camino por las fuerzas mexicanas al mando de los brigadieres Garza y Mier, que volvieron a seguir la estrategia de combatir y retirarse. Los españoles ocuparon Villerías, pero encontrándose nuevamente con las manos vacías. En la madrugada del 21 de agosto, mientras el grueso del ejército español se encontraba en Altamira; los mexicanos, con las pocas tropas que habían llegado de Veracruz y los soldados y milicianos de la zona, en medio de la noche y en silencio, cruzaron el caudaloso río Pánuco, de 400 metros, en pequeñas lanchas y piraguas.
Mientras tanto, los españoles construyeron un fortín en la ribera izquierda del río, la cual sería defendida por 400 hombres dirigidos por el coronel Luis Vázquez, quien además contaba con 4 piezas de artillería que habían sido capturadas.
El 25 de agosto, Barradas envió una carta a Santa Anna para proponer una reunión en El Humo, a la cual asistiría Aviraneta. Su respuesta fue negativa; argumentó que había recibido órdenes recientes en las cuales el gobierno le prescribió parlamentar solamente en caso de capitulación; no obstante, se ofreció a transmitir al presidente la petición. Esta situación daría un compás de espera para dar tiempo a la llegada de la División de San Luis Potosí. Al día siguiente, Santa Anna envió copias de las cartas al secretario de Guerra y al presidente, pero recomendó no hacer caso a la petición y solicitó recursos.
El 29 de agosto, el presidente Vicente Guerrero giró órdenes para formar un Ejército de Reserva, el cual estaría bajo el mando del vicepresidente Anastasio Bustamante y José Joaquín de Herrera; esta fuerza militar estaría acantonada en Jalapa, Córdoba y Orizaba, lista para desplazarse en caso necesario. Asimismo, se organizó la División del Sur al mando del general Isidoro Montes de Oca y se insistió a los Estados organizar sus milicias cívicas para estar preparados ante cualquier eventualidad.
Finalmente, el 7 de septiembre, llegó la División de San Luis Potosí a Altamira para sumar una fuerza de 5.000 efectivos. La plaza quedó defendida por el general Zenón Fernández con los cívicos de Tamaulipas y con la mayor parte de las fuerzas que habían llegado. Mier y Terán avanzó con 1.000 efectivos y tres piezas de artillería; su fuerza estaba formada por el RI-11 al mando del coronel Paredes y Arrillaga, la compañía de cazadores del BI-I de San Luis al mando del capitán José María Esparza, la 2ª compañía de granaderos de cívicos de San Luis comandada por los tenientes J. Larumbe y Rafael Manrique de Lara, la 2ª compañía de preferencia de San Luis bajo el mando del coronel José Márquez y la 2ª compañía de Tamaulipas.
Las tropas mexicanas se posicionaron en la hacienda “Doña Cecilia”, situada entre el fortín de la Barra y Tampico de Tamaulipas. La hacienda estaba constituida de un edificio grande de mampostería y madera, sólidamente asentado sobre aquel terreno movedizo, rodeado de pequeñas casas y cerca de un arroyo que en esos momentos tenía el aspecto de un río caudaloso de gran corriente y difícil de vadear; de modo que para ir al campamento de Terán, viniendo de Pueblo Viejo, era indispensable cruzar ese arroyo, de tal suerte que al acercarse Santa Anna se encontró este inconveniente. Pero había allí fuera del agua un cayuco que servía sin duda para el paso, y con él marchaba un tal Matalachiva que había sido marinero, juntos intentaron cruzar el arroyo con el cayuco, que terminó zozobrando y por poco se ahogan.
El 8 de septiembre, Santa Anna comunicó a Barradas que exigía una rendición incondicional, dando un ultimátum de 48 horas. Barradas contestó pidiendo paso franco para evacuar el país, pero Santa Anna no aceptó su solicitud alegando haber recibido órdenes específicas de rendición incondicional o lucha a muerte. Al día siguiente, Barradas negó la rendición incondicional y con una tropa debilitada por la fiebre amarilla o vómito negro se dispuso al combate, el cual iniciaría al terminar el armisticio pactado.
Inesperadamente, un ciclón tropical penetró en la zona al atardecer; con la lluvia incesante, el río Pánuco se desbordó, anegando las fortificaciones de ambos bandos. Durante el temporal, los españoles que ocupaban el fortín de la Barra se refugiaron en un monte inmediato para cubrirse de la tormenta.
El día 10 amaneció aún lloviendo; los cívicos mexicanos habían desertado por la tormenta. A las 16:00 horas, Santa Anna ordenó el ataque con una columna de 1.000 hombres dirigida por el Tcol Pedro Lemus para hacerse con el fortín, pero la ejecución se aplazó hasta el día siguiente sin lograr apoderarse del fortín debido a las pésimas condiciones del terreno fangoso y resbaladizo a causa del agua.
El 11 de septiembre por la mañana, apenas habían comenzado a moverse los mexicanos sobre el fortín, cuando el general Santa Anna, adelantándose a sus columnas, se cercioró de que los españoles ocupaban ya el fortín y se preparaban para la defensa. A pesar de ello, el Tcol Ildefonso Delgado, después de encontrarse todo dispuesto para intentar el asalto, montó a caballo y, con una bandera blanca en la mano, se acercó al fortín, que en efecto ya ocupaba el enemigo, y ofreció parlamento.

A las 15:00 horas del 11 de septiembre, el coronel José Miguel Salomón y el Tcol Fulgencio Salas decidieron capitular, la cual fue ratificada por el brigadier Barradas.
El saldo del combate reportó 127 muertos y 191 heridos mexicanos, entre ellos el Tcol Acosta, los tenientes Tamariz, Mendoza, Moreno y Quintero, Alva y Valdés, el subteniente Agüeros y el paisano Pablo Arellano. Las tropas españolas reportaron 104 muertos y 66 heridos.
Capitulación
El día 11 de septiembre, se reunieron en el cuartel de Pueblo Viejo de Tampico por parte del Ejército de Operaciones los coroneles Pedro Landero, José Ignacio Iberri y José Antonio Mejía; y por parte de la División de Vanguardia el coronel José Miguel Salomón y el Tcol Fulgencio Salas para redactar la capitulación, la cual contenía 10 artículos, y fue firmada en la Casa Fuerte de Castilla.
Adicionalmente, todos los oficiales y tropas españolas se comprometieron a no volver a tomar las armas en contra de la República mexicana. El documento fue ratificado por Isidro Barradas y Antonio López de Santa Anna. El 13 de septiembre, el brigadier Barradas se embarcó rumbo a Nueva Orleans con el objetivo de conseguir transportes y víveres para su tropa; al día siguiente, Santa Anna escribió un informe pormenorizado para enviarlo al presidente.
El 15 de septiembre de 1829, ante la incertidumbre del resultado de la invasión española, el presidente Vicente Guerrero publicó el Decreto de Abolición de la Esclavitud en México, el cual reiteró uno de los ideales de la insurgencia durante la guerra de independencia. El día 20, encontrándose en el teatro de la Ciudad de México, Vicente Guerrero recibió el informe de la victoria del ejército mexicano; el público, atento al palco presidencial, irrumpió en aplausos y vivas a la república. La noticia de la victoria se publicó en el Boletín Oficial al día siguiente. Después de varios días de demostraciones de regocijo, se celebró una misa solemne en la Villa de Guadalupe. Ese 3 de la tarde de un 11 de septiembre de 1829 el sueño español de reconquistar América había terminado para siempre.
Para finales de 1829, el gobierno de Fernando VII planeó una nueva y más grande expedición. Lucas Alamán, ministro de Relaciones, comenzó a recaudar fondos para la defensa. Sin embargo, el derrocamiento del rey Borbón Carlos X de Francia y el ascenso de Luis Felipe de Orleans, en julio y agosto de 1830, afectó el régimen absolutista español. Por tal motivo, los nuevos planes fueron aplazados indefinidamente.