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Movimientos previos
Durante los primeros 6 días de agosto no hubo ningún enfrentamiento. El 4 de agosto hacia el mediodía, el ejército libertador simulaba dirigirse hacia Bonza, alejándose del ejército realista que se encontraba en Paipa; y en horas de la noche regresó discretamente a Paipa y se dirigió hacia el puente del Salitre, para luego marchar a Tunja por el camino de Toca. En la mañana del 5 de agosto, Barreiro se dio cuenta de la ubicación insurgente y de su distancia con Santafé, por lo que pensó en recuperar su línea de comunicaciones con la capital del Virreinato; mientras que el ejército insurgente ocupó alrededor de las 11 de la mañana la ciudad de Tunja e hizo prisioneros a los pocos soldados de la guarnición, pues el gobernador de Tunja, el coronel Juan de Loño, había salido para el cuartel general de Barreiro con el BI-III de Numancia y una brigada de artillería.
Ante la ocupación de Tunja, el coronel insurgente Manuel Antonio López sostuvo que: «La ocupación de Tunja nos puso en posesión de 600 fusiles, un almacén de vestuarios con que se vistieron los soldados más desnudos, paño para construir otros, los hospitales, botiquines, maestranza y cuanto poseía el enemigo. Sus habitantes, llenos de entusiasmo por la libertad, no sabían cómo manifestar su gratitud al ejército; todo lo facilitaban con la mayor presteza y actividad, y varios se enrolaron en sus filas».
Según algunos relatos históricos, mientras el ejército insurgente se recuperaba en Tunja de la marcha desde Paipa; Bolívar envió a un espía amigo del coronel español Juan Loño con provisiones y con el rumor de que este permanecería en Tunja dos semanas esperando la caballería de Juan Nepomuceno Moreno y resolviendo asuntos de gobierno; por lo que Barreiro mencionó: «que Bolívar siga en Tunja que yo mañana marcho hacia Santafé».
El 6 de agosto, el ejército realista a las 11:30 de la mañana llegó al puente de Motavita, desde donde hizo el reconocimiento de Tunja y observó que el ejército insurgente permanecía en dicha ciudad y mantenía un cuerpo de infantería en el alto de San Lázaro, lugar que dominaba la ciudad. Alrededor de las 15:00 horas se presentó una guerrilla insurgente compuesta por unos 40 a 50 caballos, la cual tuvo un corto rato de tiroteo. O’Leary afirma que estos destacamentos de caballería habían seguido el movimiento del enemigo, provocando a la retaguardia y logrando hacer prisioneros a los rezagados.
Al mismo tiempo, las milicias de Coromoro combatían bravamente a los realistas en la región del Socorro, haciendo un sacrificio determinante para la independencia, puesto que, aunque allí fueron derrotados, distrajeron importantes fuerzas españolas que hubieran podido cambiar el curso de otras batallas.
El Ejército Libertador partió de Tunja para sorprender al ejército realista, tomando el camino real que conducía a Santafé; al descenderlo, visualizaron a su derecha la falda de una serranía y hacia su izquierda el valle del río Chulo, hasta el Alto del Moral. Dicho camino tenía una anchura de cuatro metros e iba sobre tierra negra y arcilla; allí las tropas podían fácilmente marchar con frente de cuatro hombres, los cuales recorrieron aproximadamente 16 kilómetros en un tiempo promedio de 4 horas hasta las inmediaciones del Puente de Boyacá.
El ejército realista tomó el camino de Motavita, descendiendo 3 kilómetros hasta el cruce de los caminos Sora-Tunja-Motavita; luego, desvió a la izquierda por el sendero que conducía al Puente de Boyacá, encontrándose con el camino que llevaba a Samacá, para posteriormente descender hasta la ladera derecha del cerro El Tobal y así encontrar la Casa de Teja cerca del camino real. En cuanto a las condiciones del trayecto, la tropa tuvo que marchar alrededor de 21 kilómetros por un sendero angosto que presentaba varios obstáculos producidos por zanjones, que interrumpían la marcha regular y casi impedían la de los jinetes. Los soldados apenas podían pasar con sus piezas de artillería, las cuales en los obstáculos era preciso llevarlas a brazo.
El descenso por el camino de Samacá hacia el puente estaba amparado por la misma serranía que protegía el camino real, caminos que atravesaban el campo de batalla. El primero, que hacia el occidente llegaba a Motavita y al norte a Samacá, y el segundo, conducía a Santafé pasando por el Puente de Boyacá y, antes de llegar a este, desviaba hacia el noreste a la Casa de Teja. La estrategia militar de cada uno de los comandantes de los ejércitos insurgente y realista estuvo establecida, en parte, teniendo en cuenta la ubicación de los caminos y la toma de los mismos. Los realistas querían evitar ser vistos por el enemigo, siendo esta la misma intención de los insurgentes, pero con la diferencia de que los segundos buscaban el factor sorpresa para el momento del ataque.
Geográficamente, el cerro El Tobal, al encontrarse en el Camino Real, le permitía a la tropa insurgente, por un lado, no ser visible ante el contrincante y estar también cubierto por la serranía que los separaba y, por otro, tener la posición adecuada para observar y atacar a los realistas.
Su relieve montañoso con vegetación lo hacía apto para el desempeño de las guerrillas; las alturas y las cañadas profundas le permitían a la infantería maniobrar y limitar en menor medida a la caballería, y ser de su protección contra armas de corto alcance y artillería de esa época.
Se considera que dentro de los principales obstáculos del terreno se encontraban las lomas de la izquierda del camino de Samacá, que vienen a formar como una valla o caballón en relación con el resto del campo. Además, el movimiento para todas las armas, fácil en el sector norte, se ve dificultado por los zanjones profundos que se presentaban en el río Teatinos hacia el sur. El terreno favorecía la defensiva.
Fuerzas enfrentadas
Ejército independentista
Las dos fuerzas se encontraron en el campo de Boyacá. El ejército independentista estaba conformado por 2.850 efectivos:
- Mando: Capitán general Simón Bolívar, auxiliado por su JEM, brigadier Carlos Soublette.
- División de Vanguardia al mando del brigadier Francisco de Paula Santander, auxiliado por su JEM Pedro Fortoul; disponían de 1.000 efectivos encuadrados en:
- Infantería: 900 efectivos encuadrados en BIL de cazadores (350) del Tcol Joaquín París y BI-I (550) del Tcol Antonio Obando.
- Caballería: 100 efectivos encuadrados en EC de Guías de Apure (100) del capitán Antonio María Durán.
- División de Retaguardia al mando del brigadier José Antonio Anzoátegui, auxiliado por su JEM el Tcol José María Córdova, con 2.850 efectivos (2.350 de infantería y 500 de caballería):
- Infantería: 850 efectivos encuadrados en BIL de Rifles (250) del Tcol Arthur Sanders, BI de Barcelona (250) del coronel Ambrosio Plaza, BI Bravos de Páez (250) del coronel Cruz Carrillo y Legión Británica (100) del Tcol Sargento Mayor John Mackintosh.
- Caballería: 200 efectivos encuadrados en EC Guías de Mujica (100) del coronel Hermenegildo Mujica, EC-1 de lanceros de Llano Arriba (100) del coronel Juan José Rondón.
- Reserva a las órdenes directas de Bolívar 800 efectivos:
- Infantería: 600 efectivos encuadrados en: Milicias del Socorro (300) del sargento mayor Félix Soler y Milicias de Tunja (300) del Tcol José Gabriel Álvarez de Lugo.
- Caballería: 200 efectivos encuadrados en: ED de Mellao (100) del Tcol Julian Mellao, EC-2 de lanceros de Llano Arriba (100) del coronel Leonardo Infante.
Ejército realista
Estaba formada por la Tercera División del Ejército Expedicionario con 2.856 efectivos (2.306 de infantería, 550 de caballería y 20 de artillería):
- Mando: Coronel José María Barreiro, auxiliado por su JEM, el Tcol Sebastián Díaz.
- Vanguardia: BIL mixto de cazadores (488) del Tcol Francisco Jiménez, y Cía del BI Tambo (118).
- Primera columna: BI-I del Rey (550) del Tcol Nicolás López del Tcol Nicolás López.
- Segunda columna: BI-II de Numancia (600) del Tcol Juan Tolrá.
- Caballería: RD de Granada (350) del Tcol Víctor Sierra, EC de granaderos del Rey del Tcol Esteban Díaz, compañía flanqueadores de dragones del capitán Juan José Ovalle.
- Artillería: (20) del teniente José Coletes con 2 obuses y un cañón.
- Reserva: BI-III de Numancia (550) del Tcol Juan Loño.
Desarrollo de la batalla
Desde el alto de San Lázaro en Tunja, Bolívar y el estado mayor observaron los movimientos del ejército realista. A las 10 de la mañana ordenaron impedir el paso por el puente de Boyacá, en el cual confluyen los dos caminos: el de Samacá, utilizado por los realistas desde Motavita y el Camino Real, utilizado por los independentistas.
La vanguardia realista envió a un grupo de cazadores en persecución de la descubierta, pero cuando se presentó la infantería patriota formada en columna y una compañía de tiradores mandados por el coronel Joaquín París. París se enfrentó a los cazadores realistas, obligándolos a retirarse precipitadamente hasta el paredón de la casa de Teja, donde los acribilló, mientras que el resto de la infantería atacaba la vanguardia realista.
A las 2 de la tarde, la descubierta del ejército insurgente, encomendada al capitán Andrés Ibarra con sus jinetes, descendió del boquerón de El Tobal y llegó hasta la casa de Teja situada en la falda de la altura que dominaba el puente y sus alrededores, donde se descubrió a la vanguardia realista que estaba en pleno almuerzo. La vanguardia realista divisó la descubierta independentista que se encontraba en la cumbre del cerro El Tobal, sin llegar a descubrir al resto de la tropa, la cual iba marchando cubierta por el cerro que la ocultaba; creyendo así que solo se trataba de una partida en misión de descubierta, mientras que el grueso del ejército realista se ubicaba a un cuarto de legua del puente, después de descender la cuesta.
La vanguardia realista oyó algunos tiros a su izquierda, situación que dio a entender que había presencia insurgente en el cerro El Tobal, razón por la cual la vanguardia realista envió a un grupo de cazadores en persecución de la descubierta, donde se presentó la infantería insurgente formada en columna y una compañía de tiradores mandados por el coronel Joaquín París. Una vez descubiertos por los cazadores realistas, París se enfrentó a ellos obligándolos a retirarse precipitadamente hasta el paredón de la casa de Teja, donde los acribilló, mientras que el resto de la infantería atacaba la vanguardia realista.
Barreiro le ordenó al jefe de vanguardia, el coronel Francisco Jiménez, replegarse en la casa de Teja; al BI-I del Rey, adherirse a dicha vanguardia; logrando la compañía del Tambo, flanqueadores de dragones y los cazadores, junto con su comandante el coronel Jiménez, descender hacia el sur, pasar el puente y tomar posición de ataque; al grueso del ejército que venía en desfilada, a formarse en columna cerrada, situándose en una pequeña altura; y, por último, el BI-II de Numancia, reserva y la artillería tomaba posición, entre la segunda columna y la reserva de frente a El Tobal.
La vanguardia realista tomó posición en la zona sur del campo, al otro lado del puente, presentándose dos combates en simultánea en los lados norte y sur del campo. Mientras el ataque se hizo general, el BIL de rifles y la compañía inglesa aprovecharon para cerrarle el camino al grueso del ejército realista, quienes intentaron con un movimiento por su derecha dirigirse al puente para unirse a su vanguardia. Sin lograr su objetivo, decidieron retomar su posición en una pequeña altura. Entre esta altura y El Tobal, el BI-I de Barcelona y el BI Bravos de Páez, junto con el escuadrón de caballería de Llano Arriba, atacaron por el centro; el BI de Nueva Granada y los guías de retaguardia se unieron al BIL de cazadores atacando por la izquierda de la línea de batalla, quedando en reserva las milicias de Tunja y El Socorro.

Barreiro, manteniéndose en la zona norte, envió al BI-I del Rey para responder al ataque independentista, pero al ver el número de bajas, envió la Cía-2 de Numancia, la cual fue atacada por la derecha con dos escuadrones de la caballería independentista con 300 hombres, y por el centro con una columna de 600 infantes. Dicha caballería luego atacó a las compañías 2 y 5 del ED de Granada y a la artillería, los cuales llegaron por izquierda y por derecha de la Cía-2 de Numancia, enviados a resistir por Barreiro, intentando así poner en fuga a los independentistas. Anzoátegui se enfrentó con la infantería española, a quienes envolvió con sus lanceros por ala derecha y les tomó la artillería que el BIL de rifles había atacado de frente, por lo cual se desordenaron las columnas y cedió la infantería realista; situación que algunos oficiales realistas no pudieron manejar, surgiendo así una dispersión de la tropa y la fuga de una fracción de la caballería realista que, perseguida por la caballería independentista, era acuchillada o lanceada, siendo alcanzados algunos de sus oficiales.
A causa de las descargas de los fusiles, los realistas no pudieron verificar la posición de sus demás columnas, por lo que una columna de cazadores y la Cía del Tambo aprovecharon y pasaron el puente en compañía de los flanqueadores de dragones, a las órdenes de Jiménez, formando en línea de combate. A las 3 de la tarde la acción militar era intensa en dos combates simultáneos: las dos vanguardias en los alrededores del puente y el grueso de los ejércitos en la planicie hacia el camino de Samacá. Las fuerzas independentistas tenían unidad y facilidad en las comunicaciones; en cambio, las realistas estaban incomunicadas y separadas por el Teatinos y las fuerzas independentistas. Se podían batir por separado.

Bolívar dio la orden a Santander para forzar el puente. Uno de los cazadores al mando de Santander se dirigió río abajo en busca de un bebedero cercano a un molino hidráulico, donde el río se anchaba bastante y su fuerza tormentosa disminuía, logrando luego pasar el regimiento de casi 120 lanceros al mando de Rondón para atacar por retaguardia. Santander pasó el puente con el BIL de cazadores del Tcol París, el BI-I de línea del Tcol Ovando y los guías de Apure del capitán Durán en retaguardia.
Los lanceros de Rondón cruzaron el río y se dirigieron hacia la retaguardia realista, los flanqueadores de dragones trataron de detenerlos, pero fueron puestos en fuga inmediatamente, dándose a la fuga los supervivientes. Las fuerzas que defendían el puente fueron atacadas de frente y por retaguardia se dieron a la fuga. El sargento de cazadores Jiménez, seguido por otros cazadores, se lanzó sobre el puente y los independentistas ocuparon el puente que era su objetivo. Su arrojo le mereció el grado de capitán.

En el otro lado del campo de batalla, el coronel Bareiro trató de resistir; Bolívar ordenó a las milicias de Tunja y de Socorro que entraran en acción para extender el campo de batalla. Los realistas quedaron prácticamente rodeados. Los cuerpos realistas comenzaron a rendirse, mientras que otros intentaban fugarse del campo de batalla.



La batalla terminó a las 4 de la tarde. Murieron más de 100 realistas, entre ellos el coronel Juan Tolrá y el comandante Salazar, y 150 quedaron heridos y 1.600 prisioneros. Más del 90 por ciento de los hombres realistas fueron capturados, muertos o desertaron usando como excusa la derrota, no siendo una sorpresa, ya que muchos de los hombres de Barreiro eran americanos. Con pocas excepciones, los sobrevivientes terminaron en el ejército insurgente; no está claro cuántos se unieron por voluntad propia y cuántos se rindieron, ya que, siguiendo las prácticas usuales, los soldados realistas capturados se incorporaban inmediatamente al ejército opuesto. Se capturó también todo el armamento, artillería y municiones realistas. Las fuerzas realistas se encuadraron en el BIL de tiradores, BI de Vargas y BI de Bocayá, así como otros batallones que fueron a Venezuela o al Sur.
De los patriotas murieron 13 soldados, entre ellos el capellán de la vanguardia, fray Ignacio Díaz, y 53 quedaron heridos (otra versión da 30 muertos y 67 heridos).
La mala suerte de Barreiro en tierras americanas quedó sellada esa misma noche de Boyacá cuando un muchacho de 11 años que se encargaba de cuidar los dos caballos de Bolívar, Pedro Pascasio Martínez, acompañado de un soldado llamado Negro José, lo hizo prisionero después de negarse a ser sobornado por las monedas de oro de Barreiro. Por el acto de atrapar al general Barreiro, Pascasio Martínez fue ascendido a sargento y se le prometieron 300 pesos, los cuales nunca le dieron.

Barreiro y otros 37 oficiales españoles hechos prisioneros el día de la batalla fueron ejecutados el 11 de octubre de 1819 por orden de Francisco de Paula Santander, siguiendo la consigna de Guerra a Muerte ordenada por Bolívar. También fue fusilado un civil peninsular llamado Juan Francisco Malpica, que había manifestado satisfacción por las ejecuciones realizadas por los europeos en la Época de Terror y que se había refugiado en la catedral creyéndose protegido, desde donde pronosticó el regreso del general del ejército español Pablo Morillo. Gracias a la confesión de un sacerdote, Santander ordenó detenerlo y fusilarlo.
Solo dos grupos realistas lograron huir del campo de batalla: uno integrado por más de un centenar de jinetes al mando de los coroneles Juan Loño y Sebastián Díaz, emprendieron la fuga por el camino de Samaná a Chiquinquirá; pero a la altura del pueblo de Susa, avisados de la presencia de caballería independentista en Ubaté, se vieron obligados a tomar el escabroso y agreste camino de montaña que conduce por los pueblos de Coper, Muzo, y Carrapí, al río Magdalena, un terreno selvático despoblado e inexplorado; otro grupo compuesto por los coroneles Francisco González y Nicolás López con los capitanes Martínez de Aparicio y Juan Barreda y unos pocos de tropa, lograron escapar por el Camino Real hacia Santafé, sin dar reposo a las cabalgaduras llegaron la noche del 8 a dar la fatal noticia al virrey Sámano.
Secuelas de la batalla
Después de la victoria no había mucho que hacer para detener la avanzada realista hacia Santafé, pues la capital se encontraba a menos de 120 kilómetros del lugar de la batalla. Cuando la noticia llegó al virrey Sámano, este contaba con unos 1.000 efectivos, pero ya no tenía el coraje de años anteriores, decidió abandonar la capital y esa misma noche organizó su partida. A las 9 de la noche, Sámano le escribió a Morillo que pretendía ir a Popayán, pero de hecho se dirigió en dirección opuesta hacia Cartagena.
Partió a las 6 de la mañana del día siguiente, el 9 de agosto, disfrazado con una ruana verde y un gran sombrero, según se informa, dejando atrás prácticamente todas sus pertenencias y papeles. La Audiencia también huyó a Cartagena en busca de su seguridad, pero los años de sus malas relaciones con Sámano se vieron reflejados en que el Virrey les informó de la invasión solo unas horas antes de su partida, dejando a los oidores poco tiempo para preparar su propia retirada. Los ministros de la Audiencia, otros empleados, varios vecinos realistas y la guardia de honor abandonaron Santafé de Bogotá y se dirigieron a Honda. El jefe realista Sebastián de la Calzada, enviado por el general Pablo Morillo en apoyo del Virrey, se retiró hacia Quito.
Simultáneamente, el resto de la Nueva Granada cayó rápidamente en manos de las columnas patriotas que se esparcieron por todo el territorio desde la capital (Socorro, Pamplona, Riohacha, Ocaña, Mompox, Popayán, Valle del Cauca, entre otros). Las provincias de Tunja, Socorro, Pamplona, Neiva, Mariquita, Antioquia y buena parte de Popayán quedaron libres del mandato español. Por los pueblos por donde pasaba Bolívar nombraba autoridades civiles y militares favorables a la causa insurgente, debilitando cada vez más el poder realista en las diferentes provincias.
Bolívar llega a Santafé de Bogotá, donde entró sin resistencia alguna el martes 10 de agosto de 1819 a las 5 de la tarde, en medio de la aclamación popular.
Bolívar nombró a Santander como gobernador y comandante militar de la provincia de Santafé el 11 de septiembre; fue nombrado vicepresidente de la Nueva Granada, siéndole otorgado todas las facultades amplias en todos los ramos de gobierno.
El general Santander era un hombre de leyes que se había visto envuelto en una revolución. Era un trabajador infatigable en su escritorio y su valor había quedado demostrado en la batalla de Bocayá; sin embargo, se le acusaba de ser un hombre muy frío y cruel, atento a la letra de las leyes, pero insensible al espíritu. En cuanto a sus relaciones con Bolívar, no eran del todo cordiales. Los dos grandes hombres, entonces necesariamente unidos, pronto iban a enfrentar sus criterios como consecuencia de sus dos poderosas y diferentes personalidades.
Santander hizo que Nueva Granada entrara en los caminos de la ley y el orden, lo cual era bastante. Obedecía con regularidad las órdenes de Bolívar y organizó el gobierno republicano, independiente y democrático. A medida que el ejército independentista avanzaba e iba liberando territorios, eran sometidos al imperio de la ley y administrados, con la excepción del sur de Colombia, donde sus pobladores eran partidarios realistas, obligando a Bolívar a realizar la Campaña del Sur.
Bolívar fue finalmente despedido de Nueva Granada; era necesaria su marcha a Angostura en Venezuela para reunir el congreso. Morillo estaba en Venezuela inactivo esperando el fin de la época de lluvias. Bolívar marchó con un pequeño ejército que fácilmente hubiera sido derrotado si Morillo se hubiese decidido a actuar. Por todas las ciudades y pueblos por los que pasaba, iba reuniendo dinero de buen grado o por la fuerza.
La situación en Venezuela era lamentable; había estallado una revuelta en Angostura con el fin de restituir al general Santiago Mariño como jefe del ejército de oriente y desplazar del mando al general neogranadino Francisco A. Zea, quien se vio obligado a dimitir. En lugar de este último, los descontentos lograron que se designase al general Juan Bautista Arismendi, quien se encontraba detenido por no cumplir la orden de enviar tropas desde Margarita. Mariño fue designado jefe del ejército de oriente. El enfrentamiento entre Mariño y Arismendi había convertido el gobierno en un infierno. De nuevo atravesó los ríos Apure y Orinoco, en un viaje a marchas forzadas para detener la guerra civil que amenazaba el país.
Mientras Bolívar estaba lejos, Arismendi había sido nombrado vicepresidente y Mariño comandante de las fuerzas. La sorpresa de los rebeldes fue tremenda al enterarse de la victoria en Bocayá y mayor aún la presencia de Bolívar en Angostura el 11 de diciembre. Sin embargo, decidió hacer oídos sordos y pasar por alto esta segunda traición de sus oficiales, en un intento de consolidar la situación política del país que se estaba tambaleando.
El 14 de diciembre, Bolívar apareció ante el Parlamento y anunció la unión de Nueva Granada y Venezuela en un solo país, la República de Colombia, la cual quedaría constituida el 17 de diciembre de 1819 en Angostura.