Guerras de Independencia Hispano-Americanas Independencia de Nueva Granada Batalla del Pantano de Vargas (25 de julio de 1819)

Movimientos previos

En vista del fracaso de la maniobra de flanqueo por la derecha, Bolívar decidió el 22 de julio en su cuartel general de Los Corrales de Bonza planear una nueva maniobra de flanqueo, pero por la izquierda, con el objeto de caer sobre Tunja por el camino de Toca, cortando las comunicaciones de Barreiro con Santa Fe. Por esta razón, decidió tomar el curso del camino de Tibasosa a Paipa, para lo cual debía cruzar el río Chicamocha, crecido por ser época de invierno.

Los días 23 y 24 de julio se dedicaron a la construcción de balsas de chusque y cuero para vadearlo, y el 25 de julio, a las cinco de la mañana, ya estaban listas, por lo que se decidió vadear el río por el lugar denominado Puente de la Balsa. El cruce del Chicamocha, invadeable en el invierno, fue el principal obstáculo para la realización de la maniobra. De las balsas construidas se desbarataron algunas, lo cual retardó la operación hasta las 10 de la mañana. Durante este tiempo, Bolívar también ordenó que una avanzada de 40 infantes fuese enviada a acechar a las tropas realistas y para hacer un reconocimiento de la zona; estos infantes llegarían cerca de un lugar que se conoce como la Cruz de Murcia.

El retraso del cruce del río Chicamocha alertó a Barreiro, quien días anteriores en sus comunicaciones con el virrey Juan de Sámano sospechaba algún movimiento del ejército insurgente.

El día del 25 de julio a las 8 de la mañana, Barreiro fue alertado por sus espías del cruce del río Chicamocha, destacó inmediatamente el BI-I del Rey y algunos escuadrones, los cuales cruzaron el río Chicamocha por el puente El Salitre, tomaron dirección sureste, alcanzando el alto de El Volador de 300 metros de altura. Siguiendo su marcha, las tropas del BI-I del Rey llegaron al lugar que se conoce como la Cruz de Murcia, donde se encontraron con la avanzada de los 40 infantes que había mandado Bolívar previamente. Las tropas del BI-I del Rey batieron totalmente con la avanzada y siguieron su camino, donde después alcanzaron a ocupar el cerro del Picacho o de la Guerra. Allí las tropas realistas empezaron a organizarse para la defensa de esta posición.

Batalla del Pantano de Vargas (25 de julio de 1819). Movimientos previos.

Descripción de la zona de combate

El pantano de Vargas era una ensenada del antiguo lago de Duitama, que en 1819 se conservaba todavía cenagosa.

El valle tiene unos 4 kilómetros de longitud de sur a norte, y 1,5 de ancho de este a oeste; por el centro desemboca la quebrada de Varguitas y otras, cuyos desbordes durante la época de lluvias, conjuntamente con el río Chicamocha, inundaban todo el valle, llegando el agua de montaña a la montaña, bordeando el cerrito de la casa de Varguitas, al norte, y el de la casa de Juan Díaz, al sur, pues solo se podía cruzar en canoa o bordeándolo por el occidente por el Camino Real (actual carretera Paipa-Duitama). La parte occidental del valle está bordeada por un pequeño ramal de la cordillera, de forma alargada, cuyo cerro más elevado es conocido como cerro del Picacho o de La Guerra. Por el oriente estaba rodeado del pantano. Dos estribaciones que sobresalen de la llanura se denominan cerro del Cangrejo o de los Sepulcros al sur, y el pequeño y pedregoso cerro de Bolívar al noreste. El camino que siguieron los insurgentes es el mismo que une a Tibasosa con Duitama.

En la época del combate, el camino se encontraba delimitado por una cerca de palos un poco arriba del actual muro de piedra, bastante destruida por las construcciones contemporáneas. Con las intensas lluvias, durante todo el mes de julio de 1819, las quebradas como Varguitas eran difíciles de vadear, al igual que el río Chicamocha (alcanzaba 60 metros de ancho en el puente de La Balsa), mientras que el pantano era impenetrable. Hasta la construcción del vallado central, la zona era un enorme pantano que se inundaba durante el invierno, cuyas aguas alcanzaban la orilla del antiguo camino que conduce a Duitama, traspasaban la actual carretera que lleva a Paipa, hasta el borde de las colinas de las casas de las Seis Ventanas y, al otro lado, la de Varguitas. Era tal la magnitud del espejo de agua en invierno, que se podía navegar en canoa entre ambas montañas. Tanto el río Chicamocha, entonces muy grande, como la quebrada Varguitas, también de buen caudal, alimentaban la laguna. Esta última se formaba por la confluencia de otras dos quebradas: Patio de las Brujas, hacia el noreste; y la del Caimán, hacia el sureste, con vegetación de baritos (juncos) en las orillas, de donde el sitio adquirió el nombre de Barital.

Las colinas tenían vegetación baja y los pinos actuales fueron sembrados para reforestarlas, hace más de 50 años. El llano de Barital no se inundaba y se ubicaba entre dos colinas, siendo una de ellas la del Cangrejo, protegida de las inundaciones por un antiguo vallado que se iniciaba por el suroeste de la segunda colina (actualmente cortada por la carretera que conduce a Paipa) y bordeaba la parte occidental del cerro del Cangrejo. Al lado occidental del cerro de Bolívar se hallaba un llanito donde se ubicaría la caballería insurgente; su contraparte, la caballería realista, se desplazaría en el llano de Barital, protegida por el cerro del Cangrejo.

En ese momento existían solamente seis edificios:

  • El Molino, que empleaba las aguas canalizadas de la quebrada Varguitas para mover dos piedras grandes que molían maíz, trigo y cebada; con el tiempo se convirtió en escuela y hoy se encuentra en ruinas; sus piedras de moler aún se conservan en el sitio.
  • La Chichería, al frente del puente de La Balsa, ya desaparecida; sus piedras de moler se usaron, hasta hace poco, como soporte de canchas de tejo.
  • Varguitas, cuartel de las tropas insurgentes y donde moriría Rooke; constaba de varias habitaciones, reducidas a dos; su techo también fue modificado; constituyó el hospital de los insurgentes.
  • La casa de Juan Díaz o de las Seis Ventanas, al sur de Barital, se convirtió en el cuartel de Barreiro; actualmente está deteriorada por falta de mantenimiento.
  • La casa de Vargas, al frente del monumento, fue escuela durante mucho tiempo, y restaurada por el gobierno para el futuro museo regional. Se dice que, en el patio trasero, el día anterior a la batalla, sus ocupantes fueron ejecutados por Barreiro por apoyar a los patriotas.
  • La casa de La Peña, actualmente en ruinas, fue saqueada por algunos pobladores en busca de tesoros entre sus paredes.
Batalla del Pantano de Vargas (25 de julio de 1819). Plano topográfico de la zona. Talleres del Estado Mayor General.

Fuerzas enfrentadas

Bando realista

Estaba formada por la Tercera División del Ejército Expedicionario con 1.850 efectivos:

  • Mando: Coronel José María Barreiro, auxiliado por su JEM, el Tcol Sebastián Díaz.
  • Infantería: 1.300 efectivos encuadrados en el BI-I del Rey (500) al mando del Tcol Nicolás López, BI-II del Rey (200) del sargento mayor Juan Figueroa y Ladrón, BI-II de Numancia (500) del Tcol Juan Tolrá, y BI-III de Numancia (100).
  • Caballería: 550 efectivos: RD de Granada (350) del Tcol Víctor Sierra, EC de granaderos del Rey (100) del Tcol Francisco González y EH de Húsares de Fernando VII (100) del Tcol Francisco Góngora.

Bando insurgente

Estaba formado por el Ejército Libertador que había cruzado los Andes Colombianos, reforzado con milicias locales recién reclutadas:

  • Mando: el general Simón Bolívar, auxiliado por su JEM el coronel Manuel Manrique.
  • División de Vanguardia al mando del brigadier Francisco de Paula Santander, auxiliado por su JEM Pedro Fortoul, disponían de 1.100 efectivos encuadrados en
    • Infantería: 1.000 efectivos encuadrados en BIL de cazadores (400) del Tcol Joaquín París y BI-I (600) del Tcol Antonio Obando.
    • Caballería: 100 efectivos encuadrados en EC de Guías de Apure (100) del capitán Antonio María Durán.
  • División de Retaguardia al mando del brigadier José Antonio Anzoátegui, auxiliado por su JEM el Tcol José María Córdova con 1.370 efectivos:
    • Infantería: 970 efectivos encuadrados en BIL de Rifles (250) del Tcol Arthur Sanders, BI de Barcelona (300) del coronel Ambrosio Plaza, BI Bravos de Páez (300) del coronel Justo Briceño y Legión Británica (120) del Tcol James Rooke.
    • Caballería: 400 efectivos encuadrados en EC Guías de Mujica (100) del coronel Hermenegildo Mujica, EC-1 de lanceros de Llano Arriba (100) del coronel Juan José Rondón, ED de Mellao (100) del Tcol Lucas Carvajal, EC-2 de lanceros de Llano Arriba (100) del coronel Leonardo Infante.
Batalla del Pantano de Vargas (25 de julio de 1819). Despliegue de fuerzas. Autores José Vicente Rodriguez, Pedro Botero y Mario Páez Chuquen.

Desarrollo de la batalla

Tras asentarse el BI-I del Rey, el resto del ejército realista llegaría más tarde, a las 11:00 de la mañana. Barreiro ocupó la casa de José Antonio Díaz o casa de Vargas, como se conoce en algunas publicaciones, como puesto de mando y colocó la caballería al sur de ella como reserva. El ejército realista también ocupó el cerro del Cangrejo. Barreiro también ordenó al jefe del BI-I del Rey, Tcol Nicolás López, que con su batallón tomase los cerros detrás del enemigo para caer sobre su retaguardia.

La elección de esa posición por parte de Barreiro era acertada, puesto que el ejército insurgente debía avanzar forzosamente por el camino dominado por los realistas, teniendo a su derecha a un pantano intransitable que impedía la adopción de formaciones de combate. Los 2 factores que tenían a su favor Barreiro eran el tiempo y el terreno; Bolívar se veía necesariamente forzado a atacar de frente una posición preparada para la defensa.

El Ejército Libertador llegó finalmente al lugar donde se daría el combate cerca de las 12:00 horas. Bolívar, al ver la presencia del ejército realista en el pantano de Vargas, ordenó a la División de Vanguardia tomar el cerro del Picacho o de la Guerra, posición dominante del sector. Este sería el flanco izquierdo del Ejército Libertador. El brigadier Francisco de Paula Santander destacaría para la toma del cerro el BIL de cazadores (400) del Tcol Joaquín París y detrás el BI-I (600) del coronel Antonio Ovando como reserva.

El brigadier José Antonio Anzoátegui, al mando de la División de Retaguardia, atacaría el cerro del Cangrejo; el coronel Arthur Sanders, jefe del BIL de Rifles (250), avanzaría por el ala derecha; el BI Barcelona (300), liderado por el coronel Ambrosio Plaza, se situaría en el centro; en la reserva estarían el BI-I (600), BI Bravos de Páez (300), la Legión Británica (120) y la caballería quedó bajo las órdenes directas de Bolívar.

Batalla del Pantano de Vargas (25 de julio de 1819). Movimiento de fuerzas.

En el cerro Picacho (actual de la Guerra), la defensa realizada por el BI-I del Rey, al mando del coronel Nicolás López, fue tan impetuosa que el ataque de los batallones de Rifles, Barcelona y Cazadores, fue rechazado tres veces, que habían ascendido por la escarpada ladera que da hacia la quebrada Varguitas. Los combates fueron muy disputados y los hombres heridos rodaban por la ladera septentrional del cerro del Picacho. Ante estas sucesivas derrotas, Bolívar ordenó apoyar a la infantería con los Bravos de Páez (300), mandados por el coronel Justo Briceño y la Legión Británica (120), mandada por el coronel James Rooke. Viendo que sus tropas cedían terreno, Barreiro dispuso el envío de dos compañías del BI-II de Numancia y ED-3 y ED-4 desmontados del RD de Granada mandados por el coronel Salazar, para detener la nueva acometida de los insurgentes.

Estos refuerzos logran restablecer el equilibrio en las líneas realistas y rechazaron nuevamente a las tropas independentistas, que tuvieron que ceder el terreno conquistado.

Por el estrecho camino que bordea el lago, la lucha fue también muy ardua, pues, por un lado, los soldados, comandados por Anzoátegui, no cedían ante el embate de los húsares de Fernando VII, llegando a veces hasta la estrecha garganta que separa los dos cerros (actual Arenal).

Barreiro otra vez reordenó sus tropas y lanzó un contraataque que esta vez tuvo éxito, los independentistas empezaban a retroceder desordenadamente. Se podía afirmar que la victoria estaba dada a favor de los realistas y Barreiro, seguro de ella, había gritado, hacia las 17:00 horas, «Viva España, ni Dios me quita la victoria» y ordenó a la reserva de infantería un movimiento de envolvimiento por la derecha y el ataque de la caballería por el estrecho desfiladero que, partiendo del cerro del Cangrejo, iba entre el pantano y el cerro Picacho (de la Guerra).

Viendo la situación tan angustiante por la posibilidad de que la caballería realista envolviera a los insurgentes, Bolívar desde su posición en el cerro de Bolívar se mostraba angustiado. Cuenta la tradición que, sin saber qué hacer, dijo «se nos vino a la caballería y se perdió la batalla» lo cual el Tcol Juan José Rondón, jefe del EC-1 de lanceros de Llano Arriba, a quien Bolívar tenía como reserva, le dijo «¿cómo se va a perder si ni yo ni mis inminentes hemos peleado, déjenos hacer una entrada». Bolívar, desconcentrado, le contestó: «haga lo que pueda salve pues usted la patria teniente coronel» así ordenando a Rondón atacar con su caballería; sus jinetes estaban montados en caballos frescos recién llegados de la hacienda de la familia Niño. Al recibir la orden, Rondón se dirigió a sus lanceros de Llano Arriba, incitándolos a la lucha con el llamado «¡Camaradas! los que sean valientes síganme porque en este momento triunfamos» y se lanzó al galope sobre el enemigo. Solamente 14 jinetes oyeron el orden inicial del ataque.

La carga de estos 15 jinetes se dirigió sobre los dragones y reservas de infantería española. La carga logró penetrar la ofensiva realista, destruyendo las escuadras a su paso, siendo apoyado por el resto de caballería: el EC Guías de Mujica (100), el EC-2 de lanceros del coronel Infante y el ED de Mellao del Tcol Carvajal.

Batalla del Pantano de Vargas (25 de julio de 1819). Carga de los lanceros. Autor Henao y Arrubla.
Batalla del Pantano de Vargas (25 de julio de 1819). Carga de los lanceros encabezados por el coronel Juan José Rondón. Autor Luis Rengifo.

Otras fuentes dicen que Bolívar dispuso que una columna de caballería (Tcol Rondón) cargase contra la infantería que atacaba de frente, y otra columna de caballería (Tcol Carvajal) hiciese lo mismo por el camino principal.

La carga fue tan arrolladora que los realistas fueron desalojados del camino por la caballería de Carvajal y del cerro del Cangrejo por la caballería de Rondón, pereciendo buena parte de los jinetes de los húsares de Fernando VII, incluso su comandante, el Tcol Francisco Góngora. ​Durante la contienda, uno de los 14 lanceros del llano arriba, el sargento segundo José Inocencio Chincá, se vio en duelo particular con el capitán realista Ramón Bedoya. Los dos se midieron en una intensa lucha en la cual Bedoya logró herir gravemente al sargento Chincá. Aun herido, con una rabia Chincá se lanzó al galope y con toda su furia logró mandar dar un lanzazo por el torso del capitán Bedoya, causándole la muerte y la caída de su caballo.

Batalla del Pantano de Vargas (25 de julio de 1819). Alegoría de la batalla. Autor Jorge Gómez Orozco.

Mientras sucedía esto, la infantería realista fue arrollada por las tropas a órdenes de Santander y Anzoátegui. Un fuerte aguacero, después de las cinco de la tarde, dispersó a las tropas que se replegaron hacia sus respectivos sitios de mando.

Con la llegada del fuerte aguacero cerca de las seis de la tarde, Barreiro retiró su ejército a su campamento original en Paipa, mientras que el ejército libertador se mantuvo allí en el campo de Vargas. La batalla había sido ardua y sangrienta; las pérdidas de ambos bandos fueron considerables teniendo en cuenta los efectivos empleados, y los dos habían quedado casi agotados.

El padre Andrés María Gall, quien ayudó a los heridos y moribundos de ambos bandos en el combate del cerro del Picacho, describió en sus Reminiscencias los últimos momentos de la tarde, cuando a las cinco vio todo perdido, por el fuego cruzado de las tropas realistas ubicadas en ambos cerros (Cangrejo y Picacho). Sin embargo, a las seis, al contrario, los insurgentes se habían recuperado y hubieran vencido a los realistas si no hubiera sido por el fuerte aguacero que dispersó a las tropas.

Bajas de la batalla

El boletín del ejército libertador preparado por el coronel Manuel Manrique relata que los insurgentes tuvieron 104 bajas entre muertos y heridos, mientras que el mismo documento afirma que el ejército realista había perdido entre muertos y heridos 500 hombres de sus mejores tropas y había dejado en poder de los insurgentes una multitud de prisioneros, fusiles, lanzas, cajones de municiones, cajas de guerra, cornetas y 2 estandartes del regimiento de dragones de Granada.

El oficial de mayor rango del bando republicano herido en el combate fue el coronel James Rooke comandante de la Legión Británica.​ El sargento segundo Inocencio Chincá también murió de sus heridas unos días después del combate, siendo enterrado en Tibasosa donde sus restos reposan hasta hoy en día.

Por el lado realista, en sus comunicaciones con el virrey, Barreiro afirma que había calculado la pérdida de 140 de sus efectivos entre muertos y heridos entre los primeros 3 oficiales.

Anécdotas de la batalla

El coronel irlandés James Rooke había recibido un balazo en el codo del brazo izquierdo que le rompió la articulación, desgarrándole el hueso. El padre Gallo cuenta que, recogiendo muertos y heridos en la noche, oyeron entre el matorral unos bramidos, y dieron con un jefe inglés, «a quien se llevó como se pudo a la casa. Era el coronel Jaime Rook; parecía una estatua de mármol blanco, por el desangre que había sufrido. La bala le volvió pedazos el brazo izquierdo, del codo para arriba y le desgarró arterias y venas».

La amputación se realizó al día siguiente de mañana, en la hacienda de Varguitas, al llegar el cirujano inglés, el doctor Foley. Manuel Antonio López, relata: «gustoso con un valor poco común; entregó el brazo con serenidad, se le aplicó el torniquete, se le cortó la carne, se le cabecearon las arterias y tres segundos después el cirujano le había cortado el hueso. Al desprenderse la parte inferior del brazo que le acababan de cortar, el coronel Rook, con la mayor impavidez, lo tomó con la mano derecha por la muñeca, se puso de pie antes de que le cauterizaran el hueso y, levantándolo arriba de la cabeza, exclamó: Viva la Patria». El padre Gallo escribe: «entregó el brazo al cirujano, este se lo cortó por cerca del hombro, sin que el paciente hiciera ningún gesto ni ninguna contracción: pareció como si le hubieran aserrado el brazo a una estatua», agrega la famosa frase de viva la patria; Foley le preguntó en inglés: «¿Cual patria: Irlanda o Inglaterra?» y contestó: «la que me ha de dar sepultura». Ante la gravedad de Rook, Bolívar dispuso su traslado a la hacienda El Hato, perteneciente al convento agustino de Belencito, ubicada cerca, a espaldas del Pantano de Vargas. El coronel Rooke moriría 3 días después debido a la gangrena.

La viuda del coronel Rooke, Anna Rooke, disfrutó de una pensión vitalicia y recibió una suma de dinero como indemnización, y gozó de los honores que le correspondían como la viuda del militar.

Durante el combate, cerca de 40 soldados insurgentes aprovecharon la ocasión y huyeron por el curso de la quebrada El Caimán, hacia el oriente, hasta Toca. Allí informaron que el ejército republicano había sido vencido, lo que no creyó el alcalde, quien los mandó a apresar en prevención a verificar la noticia. Cuando llegaron las tropas republicanas en su paso hacia Tunja, fueron recuperados. Bolívar pensó cómo castigarlos y decidió vestirlos con los uniformes realistas de los capturados durante el combate del Pantano de Vargas y los envió a la vanguardia de las tropas. Al entrar a Tunja, los aplaudieron los realistas, pensando que eran sus soldados victoriosos, siendo sorprendidos por los insurgentes. En esta acción perecieron todos los realistas menos uno apodado El Mechudo, que escapó con vida y corrió a avisarle a Barreiro sobre el suceso, quien aprovechó la oportunidad para continuar su camino hacia Santa Fe.

El día 26 de julio, Bolívar fue a inspeccionar el proceso de desollado de las vacas que había enviado el alcalde de Tibasosa para alimentar a las tropas republicanas. Uno de los oficiales le preguntó sobre lo que habría sucedido si hubieran perdido la batalla del Pantano de Vargas, a lo que Bolívar respondió: «lo de las vacas; los españoles estarían desollando republicanos». Esta afirmación desató risas generales entre la tropa.

Situación después de la batalla

Las pérdidas habían dejado a ambos ejércitos en un estado de desgaste, llevando a que los dos tomasen los siguientes días para reagruparse para recuperar sus fuerzas. Barreiro seguía sin contar con parte de su división y esperaba refuerzos y municiones de las que carecía totalmente.​ Sus refuerzos llegarían en los días siguientes, consistentes en 2 compañías del BI-II de Numancia y 3 compañías del BI-I del Rey que estaban en el Valle de Tenza, con las cuales Barreiro aumentó su fuerza a un total de 1.600 hombres de infantería y 350 de caballería, descontando las bajas.

Por otro lado, el Ejército Libertador no se encontraba en condiciones para continuar operaciones debido a las bajas sufridas en el combate. Esto llevó a que Bolívar decretara el 28 de julio la ley marcial en la provincia, donde establecía que los hombres de la edad de 15 años hasta la de 40 años se presentaran ante las autoridades parroquiales o los oficiales militares más cercanos para ser incorporados dentro del ejército. También se le habían unido algunas de las guerrillas que habían operado en esa zona, como las de Tovar Montaña, Calvo y el negro Marcos, provenientes de la provincia de Tunja y de Socorro.

El Ejército Libertador no emprendería ninguna operación hasta el 3 de agosto, cuando inició la contramarcha de Paipa.

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2025-11-02. Última modificacion 2025-11-02.
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