Guerras de Independencia Hispano-Americanas Independencia de Nueva Granada Campaña realista del Apure

Situación realista

En junio de 1818 y la estación de lluvias acaba de comenzar. Morillo se encontraba más o menos restablecido de las heridas, y los independentistas no repuntaban de nuevo del lado del Apure. Sus pérdidas habían sido enormes. El ejército realista también las había sufrido considerables, lo cual hace entender que una campaña tan penosa y sangrienta había disminuido sus fuerzas. Era entonces indispensable concederle un largo reposo para reparar sus pérdidas.

Por otro lado, estaba informado de que comenzaban a llegar a La Margarita y Angostura regimientos enteros salidos de Inglaterra y de Irlanda que habían sido enrolados por el gobierno de Bolívar. Era un enemigo de más para combatir y numerosos cargamentos de armas lo habían acompañado. Y encontraba frente a mí algunas tropas anticuadas. Era necesario, por lo tanto, aumentar las fuerzas. Consagró entonces el resto del año a mejorar los diversos cuerpos y a formar nuevos. Ningún preparativo resultaba superfluo para la campaña de 1819.

Pocos días después del negocio de Los Patos, la división de vanguardia se había acantonado en Calabozo y en Guardatinaja. Los escuadrones de caballería, compuestos de naturales del país, habían sido destacados a Quemodoy, a Sombrero y a Guayabal.

Uno de los primeros cuidados fue reunir un gran número de caballos que no se tardaron en adiestrar. Envió igualmente algunos cuerpos de partidarios hacia las partes altas del país, recorridas constantemente por guerrillas insurgentes. Tuvieron lugar diversos encuentros y las tropas reales obtuvieron constantemente la ventaja. Se realizaron también algunos alistamientos del lado de San Fernando y de Camaguán, pero las inundaciones les pusieron término.

La primera división envió al BI-I de Valencey a Valencia, pero síntomas de fiebre amarilla se habían declarado en esta población, lo que obligó a la guarnición a trasladarse a Nirguas para evitar el contagio. Después de una corta permanencia, se trasladó por fin a Pao. El BI de Barbastro había sido encargado de guardar la escuadrilla real. Una de sus compañías ocupaba a Barcelona y el Estado Mayor, con los granaderos, permanecía en Caracas.

La caballería europea, incorporada en el RH de Fernando VII, tuvo sucesivamente por cuartel de invierno a San Carlos Tinaco, Tocuyto, Valencia y los valles de Aragua.

La segunda división permaneció constantemente en San Carlos, después de la batalla de Cojedes (02/05/1818). Hasta los primeros días de septiembre, grupos de Ospino, de Araure y de Guanare se sublevaron y se envió al batallón y al EH-1 a recorrer las comarcas insurgentes, que no tardaron mucho en cumplir con su deber. Algunos cuerpos de exploradores que había destacado del lado de Baúl y de Guanarito derrotaron en varios encuentros a los grupos enemigos que infestaban la provincia de Barinas. Pero estos combates ofrecieron poco interés si se exceptúa el fracaso de Torralba. El oficial, por una negligencia culpable, se dejó sorprender y cayó en poder de los rebeldes con 30 de sus soldados.

La tercera división, destinada particularmente a la instrucción de los reclutas que suministraba Venezuela, ocupó el Reino de Santa Fe con solo 4.200 infantes y 700 caballos porque ya habían destinado el BI-I de Numancia con 1.300 hombres para enviarlo a Lima y el BI-III del Rey, compuesto por cerca de 1.000 naturales de la Nueva Granada, el cual debía regresar a esta provincia para ser refundido con los cuerpos europeos. Los cuadros de este batallón iban a ser llevados en su totalidad para formar parte de la división de vanguardia.

Después de que hubo dejado las guarniciones en la capital y en las provincias de Cartagena, Antioquia, Socorro, Tunja y Pamplona, Morillo se disponía en el mes de enero a penetrar en las llanuras del Pore con 2.200 hombres de infantería y 600 de a caballo. Fuerzas suficientes para defender los pasos de la cordillera y, para no agotar un país poco fértil en recursos, hizo establecer almacenes bien abastecidos en Tunja, en Suaita y en Sogamoso y ordenó convoyes de víveres y de municiones para la primera línea hasta Marcóte y Salinas.

Los insurgentes, en número de 1.500 a caballo y 500 de infantería disciplinados, acompañados de una multitud de indianos, se replegaron sobre las riberas de Casanare. Al abandonar Pore y los puestos vecinos de la cordillera, tuvieron el cuidado de cazar a su paso todos los rebaños de que estaban pletóricas las sabanas. Su cuartel general se estableció en Trinidad.

Morillo concibió el plan de dirigir a las tropas realistas en tres columnas a través de las montañas para descender a la llanura por tres caminos diferentes y reunirlas en un lugar determinado. Esperaba con esta maniobra cortar el camino a los exploradores enemigos y empezar las operaciones de un modo favorable.

La cuarta división permanecía en la provincia de Cumaná y sus puestos avanzados llegaban hasta la montaña escarpada de Yrapa. Los rebeldes Mariño y Bermúdez habían amenazado sucesivamente la plaza de Cumaná con fuerzas poco eficaces, aunque muy numerosas. En los primeros días de octubre habían puesto en ejecución un plan maduramente concertado entre ellos contra la débil guarnición de Río Caribe. Pero su proyecto fracasó por la precipitación de Bermúdez, quien, sin dar tiempo a Marino de llegar al punto convenido, se presentó ante la plaza con 5 chalupas cañoneras y 200 hombres de desembarco. Fue obligado a huir en desorden, perdiendo 50 soldados, una bandera, una corneta, armas y cartucheras.

En la misma época, Mariño quiso atacar las guarniciones de Campano, de Cariaco y del río Caribe, para caer enseguida sobre Cumaná y bloquear esta plaza por tierra y por mar. El 31 de octubre a mediodía se presentó a la cabeza de 1.500 hombres, delante de Cariaco.

Despachos interceptados ya habían informado de este proyecto, y sobre el terreno había entregado al comandante Agustín Nogueras 270 hombres para correr en socorro del punto que iba a ser atacado. Este refuerzo llegó en la noche del 29 y fue alcanzado pocos instantes después por las tropas de Clarines que llegaron con una rapidez verdaderamente extraordinaria de su acantonamiento de Casanare. Estas fuerzas, las que vinieron de Cumaná y la guarnición de Cariaco, formaban un total de 700 hombres. Los rebeldes pusieron primeramente en desbandada a los puestos avanzados, y se lanzaron como en triunfo. Pero encontraron fuerzas que no habían creído hallar, y se arrepintieron de su audacia. Una carga de bayoneta, ejecutada por Nogueras a la cabeza de sus tropas, decidió a favor de los realistas. Fue el éxito de una de las jornadas más gloriosas a las cuales Venezuela había servido de teatro.

La espesura del bosque protegió la huida de algunos rebeldes que, presas de un terror mortal, se desbandaron en todas direcciones. Sin embargo, las tropas realistas los persiguieron con tanto ardor que los rebeldes perdieron 400 hombres y 50 prisioneros. Entre ellos se encontraba un oficial general, 600 fusiles, una bandera, un cañón, nueve furgones y todos los caballos de los vencidos cayeron en poder realista. 10 muertos y 24 heridos fueron todas las pérdidas realistas. La fuerza rebelde mandada por Monagas ocupó los alrededores de Pao, en la provincia de Barcelona. Cedeño y Zaraza, desde sus posiciones de San Diego y de Santa María, podían invadir fácilmente esta región; el jefe del BI Eugenio de Arana, encargado de observarlos con la columna de esta provincia, permanecía a la defensiva, falto de caballería. Él había acampado en San Andrés de Onoto, desde donde hacía algunas incursiones en las llanuras con su infantería y un pequeño número a caballo. No le faltaban los víveres y los encuentros que tuvo con el enemigo no fueron seguidos de resultados importantes.

Infantería realista contra lanceros independentistas en 1819. Autor Antonio Bosch Penalva.


La quinta división, después de haber permanecido en Nutrias, Obispos, etc., durante la suspensión de hostilidades, se había trasladado en octubre a la población de Pedraza, sobre el flanco derecho de la línea realista del Apure: Esta división debía ser aprovisionada por la provincia de Barinas; pero ese país, siempre infestado de partidas rebeldes y posteriormente ocupado por Santander, no pudo nunca suministrar recursos. Diversas columnas, bajo las órdenes de los Tcols Perera, Loyola y Palmera, no habían abandonado las jurisdicciones de Guanarito, Santa Lucía, Jobo y Miliagual. En diferentes ocasiones habían causado algunas pérdidas a los rebeldes. Tales habían sido los acantonamientos del ejército realista en la estación que condenaba a las tropas al reposo.

El invierno, tiempo de inacción desconocido en el antiguo continente, en el nuevo es de observancia rigurosa. Las llanuras se inundan hasta el punto de convertirse en navegables. Ríos y riachuelos numerosos que atraviesan el país se crecen considerablemente y ofrecen a cada paso obstáculos insuperables. Las comunicaciones se mantienen interrumpidas y el temor a las enfermedades, temor desgraciadamente muy justificado, obliga a los habitantes a retirarse a las partes altas, hasta que los meses de octubre y noviembre arrastren un aire saludable que haga desaparecer la inundación.

Durante el reposo, el ejército realista inició un género de trabajo menos penoso que el que acababa de ser interrumpido, la pacificación de la Costa Firme. La administración militar tenía mucha necesidad de que fuera mejorada y el recaudo de los impuestos presentaba mil dificultades. Entonces Morillo estableció en Valencia una comisión encargada de remediar todos los abusos de este género.

Morillo aprovechó para visitar y revisar todas las unidades.

Una cruel epidemia que se declaró en esta época en Valencia, además de otros daños, diezmó el tercer Batallón del Rey. La varicela apareció al mismo tiempo. Pero gracias a la actividad que se desplegó, los efectos de estos flagelos fueron menos terribles que lo habían sido en otras ocasiones.
Finalmente, llegó el mes de diciembre, impacientemente esperado para reanudar las hostilidades. Las sabanas se habían secado. Durante todo el invierno, los rebeldes se habían mantenido en San Fernando y en San Juan de Payara, empujando de vez en cuando hacia Camaguan y San Jaime con destacamentos de caballería dedicados a observar las fuerzas realistas. Al principio todo fueron escaramuzas de poca importancia cuyo éxito estuvo balanceado.

Inicio de la Campaña

La campaña se anunciaba, pues, bajo los auspicios más favorables. El Estado Mayor General abandonó a Valencia el primer día del año de 1819 y llevó consigo dos piezas de artillería. Permaneció algunos días en la población de Cura y tomaron enseguida la ruta de Calabozo. Allí se dirigió Morillo también, apenas medio restablecido de su caída. Tenía aún en la pierna una herida abierta, lo cual no deja de ser peligroso en el clima de la Costa Firme.

Pocos días después, el Estado Mayor General, escoltado por el BI-I de Valencey, se dirigió hacia San Fernando, en donde creía encontrar las tropas ya establecidas en San Andrés. Recibió despachos del general de La Torre que anunciaban que el paso del río Apure había sido disputado débilmente por el enemigo; que las tropas permanecían en ribera izquierda y que los rebeldes que suponía estaban situados en San Juan de Payara, enviaron sus exploradores hasta delante del realista.

Estas noticias obligaron a Morillo a forzar la marcha y, sin haberse detenido durante el día siguiente y una parte de la noche, llegaron a San Fernando, que los rebeldes habían incendiado al evacuarlo. El 30 de enero, pasó en la llanura vecina revista general de las tropas que constaban de 7 batallones, 2 regimientos de caballería y algunos escuadrones de partidarios. En total, Morillo disponía de 6.000 efectivos, de los que 1.200 eran de caballería, la mayoría llaneros regidos por el barinés Antonio Ramos, realista de corazón.

En la tarde del 1 de febrero, las divisiones se pusieron en marcha en dirección de San Juan de Payara. Siete cañones habían sido arrastrados por caballos para afrontar el paso del Arauca. Los rebeldes, al sentirlos cerca, retiraron un cuerpo de 200 soldados de caballería que ocupaba a San Juan y el ejército realista continuó su marcha, siempre observada por los insurgentes. Al día siguiente, 2 de febrero, cuando el ejército realista llegó, la población estaba desierta. Las divisiones se reunieron en los alrededores y siguieron en orden hasta una inmensa llanura en donde se presumía que el enemigo había reunido sus principales fuerzas. Pero ya había vuelto a pasar el Arauca y el ejército pasó, a las dos de la tarde, por Caujaral de Cunaviche, en las orillas de la ribera, sin haber encontrado otras tropas que las de los exploradores que no habían abandonado su frente.

Cruce realista del río Arauca (4 de febrero de 1819)

Los realistas acamparon en una forma conveniente mientras que varias compañías de cazadores intercambiaban disparos de fusil con los rebeldes, situados en la ribera izquierda.

Morillo fue en busca de Páez, y encontraron rebeldes en el paso del Caujaral, resueltos a resistir atrincherados con 2 baterías de artillería; estuvieron intercambiando disparos sin interrupción. Conociendo que no podía forzar la posición, Morillo envió al BI Infante al paso Marrereño. Al comenzar la noche, las tropas se pusieron en marcha en la dirección del vado situado a una distancia de cuatro leguas por encima del campamento. Los carabineros de la vanguardia permanecieron en Caujaral para ocultar el movimiento, mientras sostenían un fuego muy nutrido.

La marcha se realizó por caminos perdidos, en medio de dificultades que no era posible evitar. Finalmente, el ejército realista llegó a la salida del sol, terminando así su carrera. El paso fue reconocido. Estaba fortificado y defendido por los rebeldes al mando del comandante Fernando Figueredo con un escuadrón de carabineros.

Durante el reconocimiento que realizó Morillo con su Estado Mayor, los insurgentes abrieron fuego. Pero el BI de Burgos, distribuido en guerrillas, barrió pronto la ribera opuesta, mientras que la columna de cazadores ejecutaba del otro lado una diversión útil y las dos piezas de artillería ligera disparaban contra las trincheras enemigas. El general de La Torre mandaba todas estas maniobras.

Mientras que el fuego se mantenía, las 6 lanchas traídas de San Fernando fueron lanzadas contra Jobo, en donde el paso, un poco obstruido, ofrecía dificultades. Este punto estaba alejado un cuarto de legua del vado principal. Algunos oficiales y soldados del BIL de Hostalrich pasaron los primeros a la ribera opuesta. Lo restante del cuerpo los siguió. Toda la infantería y la caballería que sabían nadar atravesaron juntos el río. 500 soldados o más habían ya pasado cuando Páez, enterado por Figueredo que se hallaba atacado por todo el ejército realista, se puso en marcha con 600 lanceros y húsares de la Guardia para reforzarle, pero cuando llegó al punto, ya más de 1.000 infantes habían pasado el río.

Rechazados muchas veces, volvieron obstinadamente, a la carga, pero no tuvieron éxito en esa empresa y finalmente se vieron forzados a batirse en retirada sin poder oponerse al paso que se efectuó con tranquilidad. Cuando ya tenía Morillo su ejército preparado para marchar al día en busca de Páez, este hizo traer cuatro caballos salvajes a la orilla de su campamento, y como a tiro de fusil. Siendo las diez de la noche, mandó que les ataran cueros secos al rabo y que los soltaran en dirección al campamento, realizando al mismo tiempo algunos disparos. Los caballos partieron furiosamente disparados por entre el campamento, y los realistas creyeron que les venía encima una tremenda carga de caballería; varios cuerpos abrieron fuego, cundió el desorden por todas partes, y los caballos hicieron estragos en su impetuosa carrera. Al día siguiente, los realistas no pudieron ponerse en marcha, perdiendo mucho tiempo en reorganizarse y reunir los rebaños.

La continuación de la marcha fue menos penosa; las tropas realistas entraron en las llanuras en donde esperaban encontrar a los insurgentes y al día siguiente llegaron al paso de Caujaral de Cunaviche, sitio que los rebeldes habían abandonado a pesar de las baterías y las trincheras con las cuales la habían fortificado. Muchas armas y equipos que habían dejado tras de ellos, fueron recogidos por los realistas. Morillo dio orden de restablecer una de las baterías que los insurgentes habían preparado y construir una trinchera sobre la ribera izquierda para formar de este modo una cabeza de puente que protegiera el paso del río de las barcazas y los equipos que el ejército no podía arrastrar a su paso.

Retirada de Morillo

Desde que los realistas estaban con el río a retaguardia, Páez decidió ejecutar su plan de llevar a los realistas al desierto de Caribén. Situó su infantería en la isla de la Urbana, situada en el Orinoco, y el resto de la caballería, la remonta y la emigración de los pueblos comarcanos, en lugares seguros. Tomando todas estas disposiciones, salió con 800 hombres para buscar a los realistas, y en el hato de Cañafístola encontreó al general Morales, que con 3.000 hombres venía hacia ese punto. Habiendo comprendido que no era todo el ejército, lo atacó; pero Morales, favorecido por el bosque en la orilla del Arauca, se puso en retirada sobre el Caujaral, como a media legua de distancia de donde había quedado Morillo con el resto del ejército. Este ataque les costó muy caro, porque el comandante Juan Gómez, destinado a obrar entre los pueblos San Fernando y Guasimal, logró destruir, en las inmediaciones de este último, el escuadrón mandado por el comandante realista Palomo, que recogía víveres para abastecer la plaza de San Fernando.

Entonces mandó cuatro hombres para dar parte a Morillo del aprieto en que se encontraba; acudió este con el resto del ejército, y Páez entonces organizó sus 800 hombres en cuatro columnas paralelas formando un cuadrado, y se puso en retirada con orden por si la caballería realista cargaba, como era de esperar, lo hiciera confiada en su superioridad numérica, que era casi el doble. Las dos columnas de retaguardia se pusieran al trote y pasaran por entre las dos de delante; que entonces estas volvieran cara, una a la derecha y otra a la izquierda, y luego que las dos de atrás ejecutaran la misma evolución para cargar de frente al enemigo, que no debía esperar tan repentina vuelta a la ofensiva.

Morillo los fue persiguiendo desde las ocho de la mañana hasta las seis de la tarde, casi siempre a distancia de tiro de fusil, pero nunca quiso comprometer su caballería. Solo hubo una ligera escaramuza provocada por el comandante Narciso López, que con un escuadrón de carabineros se acercó a hacer fuego por la espalda. Páez dispuso que 25 hombres lo cargaran repentinamente, y tal sorpresa causó a López aquel ataque, que mandó a sus carabineros echar pie a tierra y, sin embargo, tal medida lo ponía en peor situación, porque mal podía contener el ímpetu de una carga no teniendo bayonetas en sus carabinas; se salvó por no haber cargado los rebeldes en pelotón, como se les había ordenado.

El 11 de febrero, Morillo pernoctó en el Congrial de Cunabiche, muy cerca de la entrada al desierto de Caribén; allí recibió despachos de Caracas que anunciaban la llegada de una expedición de 4.000 hombres, compuesta de ingleses y franceses. También recibió noticias de que el rebelde Donato Pérez amenazaba la provincia de Barinas por el Alto Apure. Se hacía entonces preciso proveer la seguridad de ese país tan importante por su posición geográfica, su agricultura y su poderosa población.

Morillo estuvo acertado en no seguir adelante, pues allí no habría encontrado recursos de ningún género, y en el caso forzoso de retirada hubiera tenido que luchar con las emboscadas que Páez pretendía tenderle por retaguardia.

Morillo no quiso internarse más y, en la noche del 12 de febrero, contramarchó, repasó el Arauca y se fue a la ciudad de Achaguas, donde estableció su cuartel general.

El 26 de febrero, en el río Arauca, José Antonio Páez solicitó al presidente de la República de Venezuela que le enviase unos 300 caballos debido al miserable estado de sus caballadas.

La virtual destrucción de los caballos se debía no solo a los enfrentamientos con el ejército realista, sino, en palabras de Páez: «A una asombrosa emigración de 6 u 8 mil almas a las que ha sido preciso también darles caballos para que pudiesen salvarse».

El 6 de marzo, el general Páez escribió a Bolívar desde el Apure, para informarle que muchos soldados de infantería habían desertado y que esta fuerza se encontraba muy reducida. Por ese motivo había construido una plaza para contener en algún modo a soldados tan deseosos de fugarse.

Diseminación de las tropas de Morillo

De Caujaral, marchó rápidamente la Quinta División sobre Nutrias para ganar enseguida a Barinas u otro punto de la provincia de ese nombre, según lo aconsejaran las circunstancias. El general de La Torre recibió el mando de estas fuerzas y partió con la orden de hacer construir obras en esta provincia cuyas montañas y ríos ofrecen todas las facilidades deseables para este género de construcciones.

El BI-I de Valencey y el EH-1 tomaron enseguida la ruta de Calabozo bajo las órdenes del brigadier Juan de Aldaña, a quien dejó en libertad de moverse con sus tropas hacia todo sitio en que el interés de la causa real pareciera exigir su presencia.

Los húsares acantonados en Sombrero y en Camanagua recibieron órdenes de estar listos a moverse al primer aviso hacia el punto de la costa que fuera amenazado. La columna de Arana debía observar a Barcelona y a los valles del Tuy. El capitán general recibió también instrucciones relativas a la conducta que debía observar para proteger las ciudades situadas sobre el borde del mar, en el caso urgente en que la expedición enemiga las amenazara.

El ejército de Morillo, subdividido así para obedecer a las imperiosas leyes de la necesidad, se mantuvo en el Apure, compuesto casi totalmente por tropas del país. Dio orden de levantar en San Fernando una fortificación capaz de hacer infructuosas las tentativas rebeldes contra el cuerpo de tropas que debía pasar allí la estación invernal. Dotó a las lanchas de fuerzas necesarias para ponerlas en condiciones de seguir la ribera hasta el paso de Juan-Mateo en donde deberían ser reparadas.

Tomadas estas disposiciones, abandonó Caujaral de Cunaviche con el ejército, que se dirigió en pequeñas jornadas a Merecure y a sus alrededores, recogiendo de paso a los habitantes que habían emigrado a las montañas y transportando a la otra ribera todo el ganado y los caballos a la mano. El paso del río tuvo lugar una nueva vez, sin que se presentara ningún obstáculo.

Morillo juzgó entonces que sería ventajoso hacer recorrer el país y mantenerlo en obediencia enviando fuertes partidas de caballería. Ordeno entonces a los jefes de estos diferentes cuerpos hacer observar a los soldados y practicar ellos mismos la conducta más moderada hacia los habitantes que se habían refugiado en las montañas.

Pocos días después, el ejército realista continuó su marcha hacia Achaguas, en donde acamparon a causa de la ventaja de su posición central para conservar el dominio del Apure. Allí llegaron el 8 de marzo. Durante la permanencia en Achaguas, el BI-II de Valencey ocupaba, con su escuadrón de carabineros, el pequeño ingenio de azúcar de Gamarra, a seis leguas del cuartel general.

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2025-11-01. Última modificacion 2025-11-01.
Valora esta entrada
[Reduce texto]
[Aumenta texto]
[Ir arriba]
[Modo dia]
[Modo noche]

Deja tu comentario

Tu comentario será visible en cuanto sea aprobado.

Tu email no se hará público.