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Asedio de Cumaná
José Francisco Bermúdez fue ascendido a general jefe del Ejército de Oriente y encargado de tomar Cumaná, último bastión realista en el este venezolano, lo antes posible; disponía para ello de unos 2.000 efectivos.
El 17 de agosto de 1821, Bermúdez estableció su cuartel general en Los Bordones, iniciando oficialmente el asedio de Cumaná. Su escuadra quedó a cargo del oficial francés Sebastián Boguier. El 23 de agosto y 24 de septiembre escribió intimaciones de rendición al gobernador realista, coronel José Caturla, quien las rechazó. Cumaná mantenía distraídas a muchas fuerzas republicanas y ofrecía un punto de apoyo a cualquier expedición española que llegara a Venezuela.
La guarnición tenía de 1.000 a 1.500 efectivos, que incluía al BIL cazadores de Cachiri, y la población local era de unos 10.000 habitantes.

En tierra, Bermúdez logró tomar la batería San Luis, donde instaló un 1×24 cañón que causó mucho daño en el castillo en la boca del río. La situación de los defensores empeoró cuando capturó la batería de San Fernando e instaló 1×18 cañón, lo que llevó a que diariamente muchos oficiales se pasaran a su bando. Además, así lograron aislar a la ciudad del castillo San Carlos en la boca del río. El 27 de septiembre, los republicanos se enteraron de que los realistas planeaban huir por mar y Boguier decidió lanzar un falso ataque por tierra y mar a San Carlos.
Los realistas fueron a las trincheras para repeler las fuerzas sutiles (ligeras) que se aproximaban por mar. Aprovechando la distracción, un grupo de 2 oficiales y 50 soldados republicanos con 2 lanchas flecheras entró en la zona llamada El Dique y capturaron tres goletas y un esquife en que planeaban escapar. El combate duró tres horas y se destacaron el comandante Domingo Román y el capitán de la caladora Cariaqueña José Fermín, que cortaron y remolcaron las goletas. Después de esto, Caturla empezó a negociar.

El 2 de octubre, los patriotas levantaron una batería en el destruido y olvidado fuerte Justo, instalando una batería 1×18, 1×6 cañones varios de a 8, que hicieron fuego vivo. Los días 12 y 13 se levantaron dos trincheras a tiro de fusil de San Carlos para cortar definitivamente la comunicación entre el castillo y la ciudad. El 14 de octubre Bermúdez ordenó un asalto general a las defensas, pero fue rechazado por fuertes descargas.
Aislada, la guarnición de San Carlos se rindió entregando 400 prisioneros y 7 lanchas flecheras armadas tripuladas por 87 tripulantes el 15 de octubre por decisión del comandante del castillo, Juan Bautista Insuzarri, y del de las fuerzas sutiles, Francisco de Sales Echeverría. Perdido el control marítimo, la defensa de la ciudad se hizo insostenible y el 14 de octubre el gobernador realista aceptó una capitulación honrosa que se firma al día siguiente. El 16 de octubre los soldados republicanos entran definitivamente en la urbe.
Los rendidos debieron salir de las defensas y entregar sus armas y los documentos de gobierno, pero se les permitió mantener sus pertenencias personales y a los realistas locales se les prometió respetar sus propiedades. Bermúdez permitió a 800 soldados peninsulares, sus familias y otros 600 no combatientes embarcarse con rumbo a Ponce, en la capitanía general de Puerto Rico, en buques proporcionados por la armada colombiana. Sin embargo, a Ponce solo llegaron 4 jefes, 76 oficiales y 599 soldados.
Dos días después llegó una escuadra realista mandada por el capitán Ángel Laborde con vituallas para la guarnición. El capitán general de Venezuela, mariscal de campo Miguel de la Torre, había enviado desde Puerto Cabello a la fragata Ligera (44) y el bergantín Hércules (22), algunos transportes y 200 soldados. Bermúdez fue caballeroso y les permitió fondear en el puerto y varios oficiales desembarcaron para una visita amistosa. El 19 de octubre, Laborde y su Estado Mayor fueron invitados a una cena con Bermúdez. A la mañana siguiente partieron a Puerto Cabello.
Primera batalla de Cumarebo (8 de agosto de 1821)
El general Urdaneta, cuando llegó a Coro en mayo de 1821, nombró al teniente José María Araya como el comandante militar de Pedregal y al capitán José María Villavicencio como el de la serranía, dejando como gobernador de la provincia al coronel Juan Escalona, acompañado de un selecto grupo de oficiales y jefes. Sin embargo, como muchos de sus veteranos se recuperaban en el hospital local, el coronel dependía de los reclutas corianos, es decir, milicianos de Paraguaná, Coro, La Vela y la serranía.
Aunque ya estaban sucediendo las primeras revueltas realistas en la zona, el general debió proseguir para reunirse con Simón Bolívar en San Carlos. Anteriormente, había recibido una carta ordenándole estar en Barinas el último día de abril con al menos 2.000 hombres, por lo que debía salir de la provincia cuanto antes. A las 11:00 del 27 de mayo el alcalde de Coro, Mariano Araya, juraba lealtad a la República, y a las 15:00 Urdaneta y su división de 2.000 soldados dejaba la ciudad con dirección inmediata a Barquisimeto.
Después de la ocupación de Coro, los caciques caquetíos, Martín López de la Chica en Moruy y Juan Alberto Núñez en Santa Ana, reunieron a sus gentes y les hicieron jurar defender la causa real. A estos se les unieron pequeños grupos de jirajaras y de ajaguas de Pedregal. Pronto la insurrección quedó a cargo del Tcol Inchauspe, quien mató al teniente Araya y animó a los indios de Mitare a hacerle lo mismo al comandante militar local, sumando a su movimiento a los pueblos de Casicure, Pedregal, Urumaco, Pecaya, Agua Larga, Zazárida.
Se sabe que el teniente Araya fue capturado por los rebeldes en un monte cercano, quienes lo mataron, descuartizaron su cuerpo y lo colgaron. El Tcol Pedro Luis Inchauspe había sido el comandante de Pedregal y había mandado una tropa de 200 hombres antes de someterse inicialmente a los republicanos ante la llegada de Urdaneta. Era de origen francés y se había dedicado al comercio antes de la guerra, ganando fama de pendenciero.
A finales de junio, el Tcol Inchauspe salió de Pedregal con 500 infantes y 50 jinetes a Mitare, pasando por el paso de Laja. Los realistas ocuparon La Laja, Sabaneta y San Luis, venciendo a sus enemigos hasta llegar a Caujarao. Inchauspe ganó un combate en Los Dos Caminos el 19 de junio al capitán republicano Antonio Bonalde, quien mandaba una columna del nuevo batallón coriano enviado por Escalona a detenerlo. Los realistas le sorprendieron en Sabanaeta y les causaron altas bajas a sus 350 hombres el 24 de junio.
Pronto se hicieron con la sierra de San Luis, negando sus vitales recursos a Coro. El 3 de julio vencía en la sierra al oficial José María Villavicencio. El coronel gobernador Juan Escalona se retiró al puerto de Cumarebo. Hay que aclarar que Coro era una ciudad abierta, sin defensas de ningún tipo, y con numerosos vecinos partidarios del rey. En cambio, el puerto era un lugar que podía defenderse con pocos hombres. La ciudad fue abandonada el 8 de julio, llegando a La Vela al día siguiente. Al amanecer del 10 de julio, llegaron a Cumarebo bajo el constante hostigamiento de guerrilleros realistas.
Después de este éxito, Inchauspe fue en persecución de Escalona. El 11 de julio, una fuerza de 800 a 1.000 realistas atacó a una fuerza republicana de 200 a 750 efectivos, siendo rechazados después de un feroz combate. Sin embargo, Escalona disponía de pocas municiones y no pudo perseguir a su rival, que se refugió en Paraguaná, desde donde estableció contacto con la guarnición de Puerto Cabello. Allí devastó los hatos para organizar y pertrechar adecuadamente un pequeño ejército.
El capitán general Miguel de la Torre le reconoció como gobernador de Coro, lo ascendió a coronel y le envió los auxilios de unidades de línea. Dicha expedición incluía varios oficiales para encuadrar mejor a las partidas de realistas corianos. Ante esa situación, el general Santiago Mariño fue enviado a operar en la provincia y tratar de unir fuerzas con las columnas de los coroneles Juan Gómez y Juan de los Reyes Vargas, quienes se estaban dedicando a cazar guerrillas realistas en la costa y en Carora, respectivamente.
Al mismo tiempo, La Torre decidió enviar 60 jinetes y algunos oficiales a las órdenes del coronel de caballería Antonio Ramos a los llanos de Calabozo para iniciar una guerrilla. Sin embargo, fueron rechazados por el coronel Judas Tadeo Piñango y perseguidos sin pausa hasta verse forzados a capitular y unirse al ejército republicano conservando sus rangos. Otros dicen que Ramos fue apresado, juzgado y ejecutado en San Carlos.
Otro jefe llanero, el coronel José Alejo Mirabal, fue enviado con algunos comandantes a los llanos de Pao con el mismo objetivo, pero fueron perseguidos activamente y forzados a rendirse. Fueron enviados a San Carlos y en el camino a Valencia se detectó que intentaba enviar información al brigadier Francisco Tomás Morales. Ante esto, Mirabal intentó escapar, pero fue muerto por un centinela en Tocuyito.
A inicios de julio desembarcó en Puerto Cabello desde el buque Asia (74) el general Juan de la Cruz Mourgeon y Achet, el designado capitán general y presidente de Quito, a quien se le había prometido el título de virrey de Santafé cuando hubiera reconquistado dos tercios de Nueva Granada. Le acompañaban el designado virrey de Nueva España, Juan O’Donojú, unos pocos oficiales y soldados del BIL de tiradores, por lo que solicitó refuerzos a La Torre, quien apenas pudo darle la compañía de cazadores del RI León, que correspondía al ejército de Nueva Granada, y algunos oficiales, sargentos y cabos.
Contra lo decidido por una junta de oficiales, los recién llegados zarparon en un convoy escoltado por el bergantín Hiena hacia Kingston, donde recibieron noticias poco favorables de los sucesos en Nueva Granada. Siguieron a Chagres, donde desembarcaron el 2 de agosto 400 hombres enfermos de fiebre amarilla. Mourgeon siguió a Panamá y luego tomó rumbo a Quito. Su presencia causó temor de que los realistas intentaran reiniciar la guerra en la costa neogranadina, lo que llevó a reforzar las guarniciones republicanas en Cartagena de Indias, Santa Marta y Riohacha.
La Torre decidió extender la línea de fortificaciones en Puerto Cabello para dar más espacio a sus soldados y los vecinos. También defendió la desembocadura del río San Esteban para asegurar el suministro de agua, cuya falta había causado muchos sufrimientos en asedios anteriores. Sin embargo, seguía existiendo un gran número de hombres en un espacio relativamente pequeño, con un clima caluroso y malas condiciones de salubridad. Para evitar bajas por enfermedad, empezó a realizar salidas constantes.
Finalmente, un mes después del primer asalto, Inchauspe fue reforzado por 500 hombres al mando del coronel Juan Tello, quienes provenían de Puerto Cabello; esto permitió a La Torre reducir la guarnición de la ciudad, que estaba sobrepoblada. Salieron de Coro y el 8 de agosto atacaron la villa; sin embargo, Escalona también había recibido sus propios refuerzos, 500 jinetes al mando del coronel Gómez. Así se enfrentaban 1.300 republicanos con 1.500 realistas, que incluían, entre otros, unos 200 veteranos, 300 paraguaneros, 200 corianos, 100 reclutas de la propia Cumarebo, un pequeño escuadrón de caballería liderado por el capitán Pedro Rodríguez y la artillería formada por 2 piezas.
El 29 de julio desembarcó en La Vela la columna del coronel Juan Tello. De inmediato tuvo malas relaciones con Inchauspe, e incluso el español Tello llegó a insultarlo por su origen francés. Por su lado, Inchauspe le daba informes exagerados al oficial peninsular, quien dependía de esa información para tomar sus decisiones. Inicialmente, Tello deseaba quedarse un tiempo en La Vela para desembarcar el bagaje y reorganizar sus fuerzas, pero el coronel francés le advirtió que desde Carora venían 4.000 republicanos, desde Maracaibo se aproximaban otros 800 por mar y que en Cumarebo había una guarnición de 1.000.
Ante la previsible batalla que iba a producirse, el general Mariño decidió instalarse en Carora con el BI Maracaibo y el BIL de rifles. Entretanto, Escalona ordenó la retirada de Coro hacia Cumarebo. Sus fuerzas estaban acampadas de la siguiente manera: los veteranos en el cerro de Curumicura, los paraguaneros en la iglesia local, la caballería detrás del edificio y el gobernador, los demás soldados y la artillería en el cerro de Güiní. El coronel estaba acompañado por Mariano Arcaya, Jacobo Garcés y otros civiles. Según el testimonio de Tello, se aproximaron «por caminos ocultos» y se preparó para lanzar un asalto con sus expedicionarios desde varias direcciones a la vez. Justo apareció entonces Inchauspe, a quien se le había ordenado quedarse en reserva, ofreciéndose a tomar las defensas con sus hombres. Tello aceptó a pesar de la poca confianza que le tenía. Él mismo consideraba toda la operación como absurda, pero confiaba en sus soldados corianos, quienes, aunque vencidos, “no tiran sus fusiles y se reunían al día siguiente”.
Inchauspe atacó por el camino del puerto al pueblo y Tello por un atajo que va de Acurigua a Soropo. El combate fue indeciso por varias horas hasta que Escalona ordenó a los paraguaneros cargar de frente, obteniendo la victoria. Escalona demostró saber defenderse, pero no pudo o no supo explotar su victoria. Al día siguiente, el coronel Gómez se dedicó a recorrer el campo de batalla en todas direcciones para dar caza a los vencidos, pero el coronel Tello logró retirarse con los restos de su columna, de 600 a 1.000 efectivos, a Puerto Cabello, aunque otras fuentes dicen que solo logró salvar a unos pocos. Tello había considerado intentar asediar el Puerto de Cumarebo para rendirlo por hambre, estimando que no aguantaría más de tres días, y aunque eso pudo funcionar en los primeros días, después de la derrota, los republicanos habían mejorado sus posiciones y moral, imposibilitándolo.
Los republicanos padecieron 29 muertos, incluido el teniente José María Ocando y 18 soldados del BI de Coro; 1 oficial y 5 soldados de caballería. En cambio, los realistas tuvieron un oficial y 48 soldados muertos, y la captura de 32 soldados heridos y 1 oficial y 22 soldados sanos. El botín de los vencedores fue 55 fusiles, 54 bayonetas, 26 cartucheras, 16 tahalíes, 578 cartuchos de fusil.
Después de la victoria, Escalona reconquistó La Vela y Coro, forzando a Inchauspe a refugiarse en la montaña de Pedregal. Posteriormente, el jefe realista se pasó al bando republicano, alcanzando el grado de coronel de caballería. En reemplazo del desertor, el mando de las fuerzas realistas fue asumido por el Tcol Manuel Carrera y Colina; al mismo tiempo, Escalona fue reemplazado por el coronel Justo Briceño, teniendo como segundo al coronel Juan Gómez. Juntos disponían de una fuerza de 1.100 infantes y 200 jinetes para pacificar la provincia; sin embargo, apenas pudieron mantener a raya a Carrera.
Briceño con sus fuerzas ocupó Coro el 18 de septiembre, desalojando a sus 900 defensores, mientras que el coronel realista Carrera huyó a San Luis para reunir seguidores y armar una guerrilla con la que desgastar lentamente a los republicanos.
Independencia de Panamá (28 de noviembre de 1821)
Preocupada la Corona Española, cada día más, del progreso de la lucha por la emancipación en América, dispuso mejorar la condición defensiva del Istmo de Panamá, aumentando su guarnición y confiando el mando del país al brigadier Tomás de Cires. Así mismo, confió al mariscal de campo Juan de la Cruz Mourgeón y Achet el gobierno de Quito y de Nueva Granada, con el título de capitán general y el derecho de tomar el de virrey, cuando reconquistase para la Corona las dos terceras partes del territorio de aquellas provincias.
A mediados de agosto de 1821, llegó Murgeón a Panamá con alguna fuerza que sacó de Puerto Cabello, y desde luego puso sus esfuerzos en organizar una expedición militar para dirigirse al sur, a fin de contener el avance del ejército colombiano sobre Quito. Con este propósito, alistó en Panamá un contingente de tropas que había de reducir considerablemente la guarnición de la plaza. Exhausto, empero, el tesoro para sufragar los gastos de la expedición, echó Murgeón mano de los fondos de las cofradías y de la Iglesia en calidad de préstamo; así pudo equipar aquella y salir con rumbo a la costa de Esmeralda el 22 de octubre de 1821.
Aprovechando precisamente la ausencia de gran cantidad de soldados del ejército realista, el 10 de noviembre de 1821 se proclamó la Independencia de la Villa de Los Santos, declarándola libre y soberana del Imperio español.
Esta noticia del Grito de Independencia de la Villa de Los Santos se difundió por todo el territorio panameño y fue respaldada por los pueblos de Las Tablas, Macaracas, Las Minas, Parita, Ocú, Penonomé, Pocrí, Pesé, Natá de los Caballeros, San Francisco de Veraguas y Alanje, en la provincia de Chiriquí.
El coronel realista José Fábrega se puso del lado de los insurgentes y se puso en comunicación con Simón Bolívar.
El 28 de noviembre de 1821, en un cabildo abierto en la Ciudad de Panamá, se proclamó la Independencia de Panamá. Pero la falta de presupuesto, el poco armamento militar con el que se contaba y la inseguridad de ser reconquistados por España ponían en peligro el seguir con la aventura independentista del istmo, por lo que se propuso la unión al Perú, que había sido el principal socio comercial del istmo en la época colonial. El obispo José Higinio Durán y Martel lideraba este partido peruanista por considerar que Colombia no tenía los recursos suficientes para consolidar la independencia. También hubo delegados del Imperio mexicano sugiriendo la anexión del istmo a México.
Pero finalmente, mediante el voto popular y aprobación de toda la población, se decidió la unión voluntaria a la Gran Colombia de Simón Bolívar, unión que fue motivada debido a la gran admiración y liderazgo de Bolívar en las campañas independentistas del Sur de América. Panamá se unió a Colombia, a cuyo Congreso iría a representar oportunamente su diputado. Una vez proclamada, se procedió a redactar el Acta de Independencia de Panamá.
Sin embargo, dos días después de proclamada la independencia, es decir, el 30 de noviembre, durante la ceremonia formal de juramentación del nuevo gobierno ya a cargo de Fábrega, un suceso inesperado que conmocionó a la nueva nación puso a prueba la voluntad y capacidad del recién nombrado gobernador: dos fragatas de guerra de la marina española, la Prueba (50) y la Venganza (44), acompañadas de otros navíos pertenecientes a la flota del mariscal Mourgeon, amanecieron en la isla de Taboga, ubicada en el Pacífico en la bahía de Panamá frente a la ciudad, para buscar al resto de las tropas españolas en el istmo. Inmediatamente, Fábrega ordenó que todo hombre apto para tomar un fusil o una espada se armase y prestase servicio en defensa de la nación ya emancipada. Las habilidades diplomáticas y la fortaleza de carácter de Fábrega lograron producir una tregua, que les permitió a los navíos españoles permanecer en las aguas que comenzaban a reconocerse como colombianas, lo estrictamente necesario para reabastecerse y partir.
El coronel Fábrega sabía que un enfrentamiento militar con los españoles hubiese dejado graves secuelas. Los capitanes españoles José de Villegas y Joaquín de Soroa firmaron un tratado de paz con el general José de Fábrega (recién ascendido y nombrado jefe civil y militar del Istmo por Simón Bolívar) el 4 de enero de 1822, entre la Monarquía española y los republicanos, donde acordaron la no agresión a los territorios del istmo y la retirada de las tropas y todos los barcos de la Corona española de la nueva nación istmeña. Fue su primer conflicto como gobernante, que se resolvió satisfactoriamente, y su gobierno inició con bases sólidas.
Asedio de La Vela de Coro (19 de diciembre de 1821 al 9 de enero de 1822)
El 23 de septiembre, Carrera emboscó con 400 guerrilleros al coronel Francisco José Gil y sus 250 soldados, destrozando a su unidad en Santa Ana. Ambos personajes se volvieron a enfrentar a finales de mes en San Francisco, donde Gil y 1.300 republicanos se vengaron de Carrera y sus 800 seguidores. El 1 de octubre, Carrera derrotó con 400 realistas a los 200 soldados que mandaba el coronel Reyes Vargas en Baragua.
Finalmente, el 6 de octubre, Carrera atacó Coro con 500 infantes y algunos jinetes, defendida por el Tcol León Pérez y 130 soldados parapetados en una casa con 1×4 cañón. Lograron defender el sitio, pero se retiraron al puerto de La Vela de Coro; allí la tropa se amotinó contra Briceño y nombró a su segundo, el coronel Gómez, nuevo comandante. Este último recuperó Coro con 400 soldados ante la petición de los vecinos que sufrían los saqueos de Carrera y envió a León Pérez con otros 200 efectivos y 2 cañones a Buena Vista. La tropa que originalmente había recibido se componía de 1.200 hombres, pero entonces se había reducido a un millar de hombres y 150 caballos, aunque otras fuentes hablan de apenas 400 soldados. Carrera lo tenía rodeado con 600 combatientes. Gómez fue atacado el 6 de noviembre, quedando atrincherados en el convento de San Francisco. Solo la llegada de León Pérez el 9 de noviembre salvó la situación. A la jornada siguiente los realistas se retiraron, pero no fueron perseguidos por falta de caballería y municiones.
Las guerrillas de Carrera contaban con la ventaja del conocimiento del terreno, el cual era árido, con escasas y ocultas fuentes de agua y avituallamiento e intrincadas serranías que dificultaban la vida a todo invasor. El único camino que comunicaba Coro con Caracas surcaba montañas, numerosos ríos y extensas zonas despobladas; más fácil era la comunicación marítima a través de La Vela. Además, sus combatientes tenían años de experiencia en combate. El apoyo de los principales vecinos y la vasta mayoría de la población coriana a las guerrillas fue lo que convenció al capitán general de enviar una expedición a auxiliar a Carrera. También estaba la necesidad de deshacerse del exceso de tropas que consumían los víveres y ocupaban espacio en Puerto Cabello. Para noviembre, Carrera controlaba toda la provincia excepto el puerto La Vela y Paraguaná.
Al saber de estos eventos, el capitán general Miguel de la Torre zarpó el 12 de diciembre para dicha provincia. Desembarcó dos días después, en la noche del 14 al 15 de diciembre en Los Taques, y marchan por tierra hasta Coro, donde se les unió Carrera. Los republicanos tenían atrincherados 400 hombres en el fuerte de Baraibed, enviando la mitad a intentar detener el desembarco, pero fracasaron. Cuando los realistas entraron en la localidad el día 17, encontraron la localidad evacuada; los defensores se habían llevado la artillería a La Vela. La Torre se había adueñado de la península de Paraguaná.
Entraron en la ciudad de Coro el 19 de diciembre. De inmediato avanzaron contra el puerto, pero los dos asaltos iniciales resultan en un fracaso. El comandante republicano de la provincia, coronel Juan Gómez, se había atrincherado en el muelle, aunque envió parte de su tropa a Cumarebo. La Torre ocupó las estancias del Carrizal y le cortó todo suministro al enemigo. Finalmente, el 29 de diciembre fingieron retirarse y Gómez salió en su persecución, pero volvieron caras y lo destrozaron.
El 4 de enero de 1822, La Torre ocupó Cañisal, altura dominante de la zona, donde estableció dos cañones e intimó a sus enemigos a rendirse, lo que fue negado. En la madrugada siguiente dejó 150 soldados del BIL Hostalrich y con los hombres del BI de Barinas y el BI Leales Corianos entró en el cementerio y algunas casas contiguas al pueblo. Los republicanos usaron su artillería e hicieron dos salidas para intentar desalojarlos de esos puntos, pero sufrieron fuertes bajas. Así, Gómez ordenó retirarse a los fuertes sin poder realizar un fuego constante de artillería desde esos puntos.
Los días 6 y 7 de enero, el intercambio de artillería continuó, mientras los realistas hicieron esfuerzos para cortar las comunicaciones entre un fuerte y los demás, y extraer un cañón de los buques para emplazarlo en un punto ventajoso. El 7 de enero, llegaron a Los Taques otros dos barcos de guerra realistas, causando pánico entre los defensores, que se vieron aislados de la llegada de víveres por mar. Aprovechando esto, el capitán general les propone una nueva capitulación. Gómez, con sus fuerzas mermadas, tuvo que capitular el 9 de enero. Con él también se estipuló la rendición de la guarnición de Cumarebo.
Los prisioneros republicanos tuvieron tres opciones: unirse a los realistas, comprometerse a no volver a combatir y volver a sus hogares (desarmados) o mantenerse fieles a la República y esperar a ser canjeados por igual número de cautivos realistas. Fueron 334 los que escogieron esta última opción. Todas las armas, navíos y posesiones de los vencidos pasaron a poder de los realistas. El botín, según el parte de guerra, fue de 1.067 prisioneros, de los cuales 600 pasaron al bando realista, 22 piezas de artillería, 1.250 fusiles, 25 cartuchos y 8 quintales de pólvora.
La victoria le dio ánimos al capitán general, quien consideró que la ocupación de Coro podía ser el punto de partida para reconquistar Nueva Granada. En la capitulación también se acordó que los militares republicanos no podrían hacer la guerra en la provincia y debían evacuar Coro y Cumarebo, mientras que los oficiales realistas que se habían rendido en La Guaira y Cumaná podrían volver a tomar las armas.
Con los voluntarios corianos se organizó una división de 1.500 hombres al mando del coronel Juan Tello y apoyada por una columna de los veteranos del BI Barinas y del BIL Hostalrich. Esta fuerza veterana acampó en San Miguel de Tocuyo con órdenes de hacer levas; a continuación, La Torre regresó a Puerto Cabello con algunos corianos. Gracias a este movimiento, el capitán general había reiniciado la guerra, recuperado una provincia leal a su causa y organizado una poderosa fuerza de 3.000 combatientes, de los que 200 eran jinetes.
Tello envió al Tcol Morillo a Baragua con 900 soldados, donde dispersó a los 500 soldados de Reyes Vargas el 16 de enero; atacándolos sorpresivamente al amanecer, logró vencerlos y tomar algunos fusiles, 3 cajas de guerra, una corneta, 7 cargas de municiones, una porción de piedras de chispa y 10 prisioneros. Los vencidos también dejaron muchos muertos y heridos, incluyendo 2 oficiales, mientras que las bajas realistas fueron de un oficial y 2 heridos. Poco después saqueó Carora, capturando 4.000 cabezas de ganado para enviarlas a la hambrienta guarnición de Puerto Cabello.
Este reinicio del conflicto, unido a una rebelión en Pasto, desconcertó a Bolívar, quien estaba más preocupado de posibles invasiones desde La Habana o Puerto Rico o en conquistar Panamá con una expedición de 2.000 venezolanos y 1.000 magdalenos que había encargado a Francisco de Paula Santander reclutar soldados y conseguir armas.
Cuarto sitio de Puerto Cabello (1 de marzo al 2 de julio de 1822)
El 14 de enero de 1822, el general La Torre envió una carta al general José Antonio Páez, comandante general de las tropas republicanas en Valencia, en la que le informaba haber recibido órdenes de la Corte de España para concluir un tratado de paz con el gobierno independiente al mando del general Bolívar, todo con miras a poner término a la guerra que había desolado a la “gran familia española” ubicada a uno y otro lado del Atlántico. Para ello, se solicitaron salvoconductos para los comisionados españoles, el marqués de Casa de León, jefe político de esta provincia, y para el coronel José María Herrera, cuya misión sería entrevistarse con el general Bolívar, quien en ese momento se hallaba organizando la Campaña del Sur para la liberación de las provincias de Pasto y Quito.
De igual modo, La Torre le comunicó que había recibido órdenes de suspender las hostilidades y se propuso lo mismo al gobierno republicano, el cual a su vez debía enviar sendos comisionados hasta la localidad de San Esteban para señalar los límites de ambas jurisdicciones y convenir lo atinente a las garantías y seguridad de los habitantes de estos territorios. El general Páez contestó expresando su júbilo por esta disposición del gobierno español y de inmediato envió los salvoconductos correspondientes para el viaje de los comisionados.
Al enterarse de estas intenciones, el general Bolívar solicitó al vicepresidente Santander que los recibiera en calidad de jefe del gobierno ejecutivo, tal como lo contemplaba la recientemente promulgada Constitución de la República. Esto le permitiría a Bolívar concentrarse en la Campaña del Sur y le daría mayores posibilidades de conocer primero cuál era realmente la voluntad de paz que se revivía en Venezuela, como buen precedente para los ofrecimientos conciliadores que había formulado hacía poco tiempo al presidente de Quito, Melchor de Aymerich. Finalmente, esta propuesta se vio frustrada, pues nunca se enviaron los delegados para iniciar el diálogo.

Entretanto, las operaciones en territorio colombiano no habían cesado. El 20 de febrero el vicepresidente Carlos Soublette dictó un decreto en el que impuso un “riguroso” bloqueo ordenando la concentración de todas las fuerzas marítimas disponibles al frente del puerto.
En tierra, las fuerzas republicanas bajo el mando del general Páez incrementaron también su asedio con una fuerza de 3.279 hombres que, con el paso de los días, terminó menguado por causa de las enfermedades y de las deserciones. El 1 de marzo, Páez rodeó la ciudad después de haber ocupado Borburata en momentos en que desde España se daban órdenes al gobierno de Cuba para auxiliar Puerto Cabello.
Con la mayoría de las fuerzas republicanas empeñadas en el asedio, el general realista Francisco Tomás Morales aprovechó su superioridad naval para desembarcar tropas en otras regiones desguarnecidas; pero Páez rápidamente se apoderó el 24 de abril del fuerte El Vigía (Mirador de Solano), un sitio estratégico que permitía divisar desde lo alto a Puerto Cabello y la zona del Pueblo de Afuera.
El 5 de mayo, el BI-I de Valencey hizo una salida y fue derrotado con muchas bajas. A cargo del coronel Tomás García del BIL de Hostalrich, 900 realistas fueron vencidos en las cercanías de la ciudad por 1.000 republicanos mandados por Páez. La plaza de Puerto Cabello se dividía en el Pueblo Interior, una península conectada por un istmo al Pueblo Afuera, donde estaba el continente. La primera zona estaba separada de tierra firme por un canal. Al este, la bahía se transformaba en un manglar.
El general Páez lanzó una vehemente llamada para buscar alternativas tendientes a frenar la introducción de alimentos en la plaza y solicitó a la escuadra republicana cooperar insistentemente en ese sentido. Por esos días había llegado el intendente de Orinoco con siete buques de guerra para reforzar el bloqueo marítimo sobre Puerto Cabello.
A finales de mayo, la situación para el ejército sitiador no era muy alentadora. Una “peste de calenturas” había producido 200 enfermos y una gran cantidad de muertos. La propagación de esta fiebre se tornaba más preocupante ante la falta de medicinas y atenciones en el hospital militar mientras se veía cómo entraban fragatas para proveer de víveres a la plaza.
El 2 de julio la fragata ligera del capitán Ángel Laborde trajo ayuda a los sitiados y fácilmente rompió el débil bloqueo naval. Las tropas de Páez eran afectadas por las guerrillas realistas, pestes y el clima de la región, viéndose rápidamente diezmadas. A mediados de julio, Páez ordenó la retirada de sus fuerzas. Le quedaba un tercio de los 3.279 sitiadores originales.
Batalla de Dabajuro (7 de junio de 1822)
Mientras José Antonio Páez imponía un nuevo asedio a Puerto Cabello, el 1 de marzo de 1822, el general realista Francisco Tomás Morales con 1.500 efectivos, que iba en el bergantín Hércules, desembarcó en Chichiriviche y de allí siguió por tierra a Tocuyo de la Costa. Él contaba con un fuerte apoyo del pueblo coriano: “la mayor parte de sus habitantes eran realistas decididos, y hubo otros jefes que los capitanearon para hacer una cruda guerra a la República”. Junto a los pastusos, estos fueron de los gentíos más afectados por las guerras de independencia.
La República era un concepto abstracto, difícilmente comprensible para la mayoría de la población. En cambio, el Rey era un principio de la vida que no necesitaba ser probado, de allí la enorme dificultad de suplantar la conciencia monárquica por la conciencia republicana, porque era sustituir algo real, algo que todo el mundo asumía como real, por un concepto abstracto cuya realización nadie había visto.
El coronel republicano José Rafael de Las Heras salió de Maracaibo con 1.200 infantes, 100 jinetes y 2 cañones para recuperar Coro. Morales contaba con la ventaja naval de la fragata de guerra Ligera, el bergantín Hércules y varios transportes menores.
Entre el 5 y 6 de marzo, Las Heras desembarcó en Casigua mientras Morales entraba en Coro con los batallones Barinas y Hostalrich, donde se enteró de los movimientos del republicano. El brigadier sale de la ciudad el 20 de marzo para encarar al coronel republicano, dejando al coronel Juan Tello con el BI de Leales Corianos (600) y una Cía del BI Barinas (200) en la ciudad, y disponía de unos 550 guerrilleros en la provincia.
Marchó con 2.100 infantes (BIL de cazadores de Casicure [500] del Tcol José Torres, BIL de cazadores del General [400] del Tcol Lorenzo Morillo, BI de Barinas y BIL de Hostalrich [700], y unos 500 guerrilleros), 300 jinetes (ED de Coro [200] y un EC [100]) y 50 artilleros con 2 cañones.
La lenta marcha de Morales permitió a Las Heras dar media vuelta y retirarse a los puertos de Altagracia y Maracaibo. Morales lo siguió hasta Los Puertos, alejándose de Coro como querían los republicanos. El 5 de abril, el general Carlos Soublette salió de Barquisimeto con 2.000 infantes y 200 jinetes, venció al coronel Tello, quien los había emboscado en Chipare, y su vanguardia entró en Coro al mando del coronel Judas Tadeo Piñango el 17 de abril. Sin embargo, una fuerte peste dejó 700 enfermos en el hospital y le obligó a retirarse a Carora. Por el camino de Pedregal se llevó a 300 enfermos en hamacas mientras quedaron atrás 200 muertos y enfermos.
La noticia de la entrada de Piñango en Coro llegó a Morales tres días después. Este último comprendió que está a punto de quedar mortalmente aislado de Puerto Cabello entre dos enemigos, decidió distraer a sus enemigos en Maracaibo con un ataque secundario; mientras que él recuperaba Coro. Maracaibo estaba defendida por 1.000 republicanos y 250 legionarios irlandeses a las órdenes del mayor Thomas Ilderton Ferrier.
Entre el 22 y 23 de abril, desembarcaron 650 realistas al mando del Tcol Lorenzo Morillo en La Cañada y 250 soldados del Casicure con el capitán Juan Ballesteros en el Empedrado; así amenazarían Maracaibo desde el sur y el norte, respectivamente. El 24 de abril Ballesteros fue vencido y muerto por el regimiento Tiradores; Las Heras también cayó en el combate. Al saberlo, Morillo y su tropa se rindieron y fueron embarcados a Jamaica.
Soublette salió de Carora el 18 de mayo y cinco días después vencía en Pedregal a una columna del coronel realista Simón Sicilia. Siguió hacia Dabajuro vía Urumaco y Zazárida en busca del general realista. Morales salió de Los Puertos el 3 de junio con rumbo a Dabajuro.
A las 10:00 horas del 7 de junio, Soublette marchó hacia Dabajuro formando la columna de ataque para lanzar un ataque sorpresivo contra un enemigo más numeroso. Al campamento monárquico se llegaba por dos caminos, pero el republicano prefirió el de la derecha por ser más ancho y plano. Tras dos o tres horas de marcha, su vanguardia hizo prisioneros a algunos vigías realistas; así se enteró de que las fuerzas realistas eran ampliamente superiores, más de lo supuesto, y habían marchado por el camino de la izquierda estando por entonces en su retaguardia.
Soublette decidió aprovechar para intentar sorprenderlo desde atrás y quitarle la artillería, pero desconocía que Morales había mandado parte de sus tropas a descansar mientras algunas estaban al costado derecho del camino, con la artillería, en orden de batalla. El terreno era llano y sin árboles, por lo que era detectable todo ejército a gran distancia. Soublette comprendió su error demasiado tarde, cuando estaba demasiado cerca del enemigo; si se retiraba, su fuerza sería destruida por la caballería de Morales.
Soublette ordenó a los batallones de Boyacá (derecha) y del Orinoco (centro) y una columna de indios de siquisiques (izquierda) atacar al batallón realista de Barinas, que estaba en formación de combate vigilando la retaguardia realista. A pesar del duro fuego de fusiles y artillería, los republicanos forzaron al BI de Barinas a huir en desbandada. Los indios y el BI del Orinoco habían llegado primero; aunque los siquisiques huyeron cuando apareció el BI de Boyacá, la victoria parecía segura, pero justo llegaron refuerzos realistas para reemplazarle, logrando separar al BI de Boyacá del BI del Orinoco.
A las 15:00 horas, la reserva republicana, el BI Occidental, aprovechó para atacar sorpresivamente y capturar la artillería realista, pero fue forzado a replegarse con igual velocidad a una posición elevada, donde se le unió parte del BI del Orinoco. El BI de Boyacá y parte del BI del Orinoco se retiraron a Casicure sin ser molestados, mientras Soublette se atrincheró con el resto de sus hombres en la loma hasta la noche, cuando huyó a Dabajuro.
Las bajas republicanas fueron de 167 muertos y heridos; se capturaron 300 fusiles, 10 cajas de guerra, 3 cornetas y gran cantidad de equipaje. Los realistas admitieron 5 oficiales y 44 soldados muertos, 12 oficiales y 72 soldados heridos y 2 oficiales y 13 soldados desaparecidos.
El 9 de julio, Soublette llegaba a Mitare, donde se le unieron las partidas guerrilleras del coronel y cura Andrés Torrellas. Al día siguiente continuó hacia Carora, donde llegó tras cinco jornadas de marcha. A partir de entonces, los monárquicos se hicieron dueños de la provincia coriana por varios meses. El brigadier realista decidió respetar el Tratado de Armisticio y Regularización de la Guerra y la mayoría de los prisioneros no fueron ejecutados, salvo unos pocos oficiales. Allí permaneció hasta el 10 de julio. Una semana después emprendía una nueva ofensiva sobre Coro. Esta vez iba apoyado por Juan de los Reyes Vargas con una división de 1.000 infantes y 100 jinetes y se esperaba que otra división a las órdenes de Lino de Clemente saliera de Maracaibo.
Una fuerza de 2.000 realistas entró en Coro el 25 de julio; siete días después de reiniciar la marcha, Morales volvió a Puerto Cabello desde La Vela de Coro para suceder a Miguel de la Torre como nuevo capitán general. Pero sabedor de que no podría resistir la ofensiva, se llevó de 700 a 1.200 con él. Como el batallón Barinas (400) le siguió, pero por tierra hasta Cumarebo, quedaron en Coro solo las guerrillas de Carrera. Tras esto, los republicanos perdieron el interés en continuar la ofensiva. El 4 de agosto el brigadier Morales, y el 8 de agosto se decidía a marchar sobre Valencia.
Reconquista realista de Maracaibo (7 de septiembre de 1822)
Batalla de Naguanagua (11 de agosto de 1822)
El 24 de julio el capitán general Miguel de la Torre era reemplazado por Francisco Tomás Morales y enviado a Puerto Rico como gobernador de la isla.
El 30 de julio de 1822, José Antonio Páez abandonaba el asedio de Puerto Cabello con sus hombres diezmados por el vómito negro. Los defensores, a las órdenes del nuevo capitán general Francisco Tomás Morales, esperaban una expedición peninsular de 1.500 soldados. Por entonces, la mayoría de los ejércitos republicanos estaban concentrados en la provincia de Coro. Páez se reunió con Carlos Soublette en Valencia. Ahí se enteró de que los realistas solamente habían recibido de refuerzo a Sebastián de La Calzada y algunos oficiales del Caribe español.
Aprovechando que la mayoría de las fuerzas republicanas estaban en la provincia de Coro, el nuevo capitán general decidió atacar Valencia, que suponía estaba desguarnecida. En la tarde del 10 de agosto, inició el avance, llegando hasta la cima de un cerro llamado Cumbre de Valencia. El coronel británico George Woodberry salió con medio millar de reclutas de un depósito, mientras Páez, que había avanzado hasta El Palito cerca de Puerto Cabello, al enterarse, Páez retrocedió al pie de la Cumbre para unirse al coronel británico con el BG y una cincuentena de dragones. Antes del combate, Morales había bombardeado el interior de Valencia desde Vigía Baja.
La batalla se desarrolló en terreno llano en el lugar llamado Sabana de La Guardia o Sabana de Naguanagua.
Entre las 06:00 y 07:00 horas, Morales ordenó a sus tropas de línea, flanqueadas por las milicias, cargar hacia abajo sobre el enemigo mientras las dos piezas de artillería abrían fuego. El principal combate se dio en el ala derecha republicana, donde 400 cazadores realistas reunidos entre todos los cuerpos, de origen europeo, atacaron al mando del Tcol Lorenzo Bustillos. En el otro flanco, el ataque fue realizado por el batallón de Leales Corianos. En la izquierda, el coronel Juan José Rondón, héroe de las Queseras del Medio y el Pantano de Vargas, estaba al mando de una compañía de 100 granaderos veteranos, otra de 100 reclutas milicianos y un piquete de 25 dragones, logrando envolver al flanco enemigo de los Leales Corianos.
El coronel Manuel Manrique hizo retroceder el ataque en el centro con dos compañías. El Tcol José Antonio Mina con un piquete de jinetes y dos compañías mantuvieron el ala derecha colombiana. Cuando los realistas empezaron a retroceder, la infantería republicana los persiguió y respondieron formando un sólido bloque, aunque parte de sus cazadores fueron dispersados. Los realistas volvieron a las alturas, donde mantuvieron las posiciones, obligando a Páez a parar su ataque. La batalla había durado desde las 07:00 a las 11:00 horas (cuatro horas). Una hora después del combate llegó el batallón republicano de Anzoátegui y la caballería que Páez dejó aquella noche en el camino del Palito.
El coronel Rondón fue herido en un tobillo; moriría poco después, el 23 de agosto, de gangrena. Durante los días siguientes siguió habiendo escaramuzas, pero Morales se negó a bajar del cerro a pesar de las provocaciones de Páez. Sin embargo, el 14 de agosto llegó Soublette con su división desde el oeste y el capitán general decidió retirarse a Puerto Cabello, donde llegaría cuatro días después, abandonando a los enfermos y a los heridos.
Primer intento de conquista de Maracaibo (abril de 1822)
En Puerto Cabello, Morales decidió atacar Maracaibo, de 24.000 habitantes. Sabía que la ciudad estaba débilmente guarnecida y que podía contar con el apoyo de los guajiros, “acérrimos enemigos de la independencia”.
Maracaibo era de gran importancia militar para la campaña por su cercanía al territorio donde se desarrollaba buena parte de las operaciones. Era clave para restablecer la comunicación directa con Nueva Granada y, además, para garantizar el tránsito de La Guardia y de las tropas de occidente de cara a la reconquista de Caracas. Se consideraba además una despensa valiosa de recursos, dado que las anteriores luchas independentistas no habían afectado mucho su territorio.
Morales inició su marcha por tierra para también reconquistar Maracaibo con 3.000 soldados. El coronel Judas Tadeo Piñango salió de Barquisimeto el 1 de abril y el día 11 ocupó Cumarebo con 2.000 infantes y 200 jinetes. Entretanto, Morales había llegado a Los Puertos de Altagracia, donde desbarató los preparativos del coronel republicano José Rafael de Las Heras para avanzar desde allí sobre Coro con 1.000 colombianos y 250 irlandeses del mayor Thomas Ilderton Ferrier. Morales se aproximó a apenas 20 leguas de Maracaibo, y el gobernador, contralmirante Lino de Clemente, publicó una proclama llamando a los vecinos a defender la ciudad. Les llegaron refuerzos de distintas plazas y los marabeños se mostraron muy activos en preparar la defensa, pero jamás hubo ataque. Ante el avance de Piñango, temeroso de verse atrapado entre fuerzas republicanas y quedar aislado de Puerto Cabello, Morales decidió marchar con la mayoría de su ejército hacia Coro.
El general Morales había organizado dos pequeñas fuerzas para atacar Maracaibo al mando del capitán Juan Ballesteros con unos 250 efectivos y del Tcol Lorenzo Morillo con unos 650. Mientras Morales se quedó en Altagracia pendiente de los resultados de la operación para lanzarse con el resto de sus fuerzas sobre la capital.
Bajo la cobertura de la noche y ayudados por brisas favorables, el primero cruzaría a barlovento (sur) de la ciudad y el segundo a sotavento (norte), a una legua de distancia entre sí, gracias a piraguas de realistas locales o capturadas por los indios de Lagunillas; estos últimos habían sido ganados para la causa monárquica por el fray José Antonio Ávila.
El contralmirante Lino de Clemente desplegó sus soldados hacia la cañada del Manglar; pero, cuando comenzó el desembarco del Tcol Morillo, recibió la noticia de una invasión semejante por Bellavista. Entonces, ordenó al coronel José Rafael de las Heras ir con el BI Maracaibo a hacerle frente. Mientras tanto, recrudeció el combate en la cañada del Manglar, pero los realistas lograron desembarcar y retirarse hacia Perijá.
Combate de Juana de Ávila (24 de abril de 1822)
El 22 de abril, el capitán Ballesteros logró cruzar desde Altagracia al sitio de El Empedrado, cerca del hato de La Hoyada, y avanzó hasta el hato Juana de Ávila, a media legua de la ciudad. La casa estaba rodeada de diferentes corrales que sirvieron de fuertes empalizadas. Dos días después, a las 15:00 horas, atacaba el BI de Maracaibo (400) con el coronel Las Heras al frente. Para su fortuna, los realistas fueron incapaces de hacer funcionar sus cañones y se contentaron con cargas cerradas de fusilería. Después de media hora, el coronel detectó la ubicación del capitán enemigo y ordenó cargar a la bayoneta con él a caballo a la cabeza, pero su montura cayó en una trinchera y el oficial murió al estrellarse con una roca. El mando fue tomado por sus lugartenientes, pero sucesivamente fueron muertos en el combate. Manuel León fue sustituido por Paredes y este por Ochoa, etc. En estas circunstancias fue cuando los sargentos Carlos, Bruno y Fermín Mas y Rubí se hicieron cargo de las compañías y consiguieron abrirse paso hasta asaltar la posición realista.
En la lucha final, el capitán Ballesteros se defendió bravamente, pero un trozo de metralla le destrozó la mandíbula inferior. Fue llevado con vida ante el contralmirante y cuando le preguntó cómo era posible que un coriano como él luchara contra la independencia de su patria, mientras que el cubano Las Heras había muerto por ella. Ballesteros sostuvo su mandíbula con la mano izquierda y trazó con la derecha en la tierra Viva el Rey. Clemente se impresionó ante el valor de su enemigo y ordenó que lo llevaran a Maracaibo para tratar de salvarlo, pero el capitán murió en el viaje, siendo enterrado con honores militares. Los realistas habían sufrido 47 muertes en el combate.
El general Morales, al saber la derrota de su ejército en Maracaibo, no tuvo más camino que dirigirse de regreso a Puerto Cabello a llevar las malas noticias a La Torre, quien lo esperaba para hacerle entrega del cargo de capitán general de España en Venezuela, porque, según trascendió de fuentes íntimas, él no quería ser el sepulturero del Imperio español.
Segundo y definitivo intento de conquista de Maracaibo (7 de septiembre de 1822)
El segundo intento se inició el 24 de agosto cuando Morales, con 1.200 a 1.650 efectivos (BI de Balencey, BI de Barinas, BI de Burgos y BIL de cazadores de Coro), en Puerto de Cabello en una flotilla de 14 barcos. Seis días después desembarcó en el puerto natural de La Teta, en Cojoro (actual municipio Guajira), empezando a reclutar todos los hombres de la región que pudo. De inmediato despachó a sus barcos a aparecer frente a Maracaibo para provocar el pánico y bloquear la entrada de refuerzos.
El vicealmirante Lino Clemente se enteró a las 18:00 horas del 29 de agosto de que venían a atacarlo. Para entonces, la guarnición republicana se componía de unos 700 efectivos de los BIs de Maracaibo, de Occidente y de Caracas, de los que se envió un centenar al castillo de San Carlos de la Barra con 5 barcos mayores y 8 menores; también envió al Tcol Francisco María Farías con 75 soldados y 30 guajiros a detenerlo en Sinamaica. En la ciudad quedaron 700, por lo que se pidieron auxilios a Casicure, Sasárida y la serranía. Así que a las 09:00 del 5 de septiembre, llegaron 150 soldados del BI de Caracas desde Sasárida, aunque por la difícil marcha de 5 días, otros 100 venían retrasados. También se les sumaron 50 artilleros armados con fusiles y 50 paisanos.
Una fuerza de 500 efectivos fue enviada con el Tcol Carlos Luis Castelli a establecer una línea defensiva en Paso Guerrero, cerca del río Sucuy. El 4 de septiembre, Castelli quiso atacar a los realistas mientras cruzan el río Sucuy, pero al aproximarse se encontró con fuerzas muy superiores y tuvo que retirarse dejando 20 muertos y 13 heridos.
El vicealmirante Clemente salió de Maracaibo con 700 hombres y se situó en Salina Rica para detener el avance realista. Allí fue atacado y vencido por Morales con 1.300 efectivos (1.000 infantes y 300 jinetes). Clemente se retiró a Moporo (sur del lago de Maracaibo); posteriormente se retiró a Gibraltar y luego a Trujillo.
El 7 de septiembre, Morales pudo entrar en Maracaibo, pero el sargento mayor Natividad Villamil, que mandaba la guarnición republicana de la Barra, se negó a rendirse, por lo que la fortaleza fue tomada por asalto por Morales al día siguiente.
Batalla de Garabulla (13 de noviembre de 1822)
En octubre llegó a Riohacha el brigadier Mariano Montilla, quien había reunido 1.500 hombres a los que empezó a entrenar y contrató una goleta y tres bergantines corsarios franceses para recuperar Maracaibo. Se puso una división al mando de Sardá, quien debía marchar sobre Sinamaica y fortificar los pasos de los ríos Socuy y Limón, a la espera de que el resto de las tropas desembarcara en Cojoro. El peligro era que se acercaba demasiado a Maracaibo y, si era atacada, no podría ser ayudada.
El 21 de octubre Sardá salía de Riohacha secundado por el coronel francés N. Garsín. Llegaron a su objetivo el 3 de noviembre. Las dos compañías españolas que guarnecían Sinamaica y la línea fortificada de Garabulla retrocedieron hasta el Socuy y avisaron a Morales. Los republicanos encontraron el pueblo vacío, sin víveres y con la artillería inutilizada.
Acamparon en un lugar llamado Guardias y desde allí enviaron exploradores hacia el río Socuy. Encontraron los pasos de Guerrero y de Limón fortificados y con lanchas para impedir su cruce. También enviaron una compañía a vigilar Cojoro. No encontraron grandes fuerzas realistas, ni informantes ni víveres. Esto último los hizo racionalizar la comida, lo que molestó a las tropas. En la mañana del 13 llegaron 300 infantes en formación de guerrilla y un piquete de jinetes realistas; avistados prontamente por las avanzadillas, los jefes republicanos ordenaron abandonar Sinamaica y formar en línea de combate en Guardias. Allí recibió con nutrido fuego al enemigo en cuanto llegó, haciéndole dispersarse con una carga a la bayoneta. Llegaron entonces los veteranos expedicionarios venidos de España, al mando de Manuel Lorenzo, que envolvieron a los colombianos y los destrozaron. Los batallones de Antioquia y de Cartagena fueron masacrados.
Morales perdió al jefe de su Estado Mayor, León Iturbe, y Sardá logró escapar con unos pocos sobrevivientes a Riohacha, apenas 300, habiendo perdido muchos tanto por el combate como por la retirada por la desértica península.
Todos los prisioneros republicanos fueron incorporados al ejército realista, con excepción de algunos oficiales y soldados que se negaron.
Rebelión de Santa Marta (31 de diciembre de 1822 a 22 de enero de 1823)
La causa inmediata de las revueltas fue la exigencia del gobierno de Santafé de Bogotá de 2.000 reclutas de esa región; esto llevó a muchos hombres a huir a las montañas.
El 24 de diciembre de 1822, el teniente Manuel Vergara fue enviado a perseguir a 4 desertores a los retiros de Río Frío y Sevilla, pero fue emboscado y muerto. Un antiguo capitán catalán, Francisco Labarcés y Perea, que era vecino de Ciénaga, le pidió al gobernador republicano de Santa Marta, coronel Luis Francisco de Rieux y Sabaires, enviar un destacamento a perseguir a los facciosos. Lo que el coronel desconocía era que el capitán era el líder de los realistas en la zona. En la noche del 31 de diciembre, una tropa de indios al mando del capitán José Simeón Martínez y el oficial Agapito Labarcés (hijo de Francisco Labarcés) salió de Ciénaga y atacó el cuartel de San Juan, matando a los oficiales y capturando a 100 soldados republicanos con sus armas. Rápidamente, sumaron hombres de Pueblo Viejo y Gaira y el 2 de enero de 1823 se pusieron en rumbo a Santa Marta.

Al enterarse, Rieux, en lugar de salir a su encuentro como le aconsejaron sus lugartenientes, abandonó el fuerte Dulcino, dispersó sus tropas en varios puntos, permitió huir a algunos oficiales y le pidió ayuda a Montilla. De todas formas, Dulcino, como Gaira, fue ocupado sin luchar por indios mal armados, algunos a caballo, dirigidos por Bustamante y Labarcés.
A las 10:00 horas del 3 de enero, los realistas asaltaron la ciudad de Santa Marta. La urbe tenía una guarnición de algunos artilleros, 160 milicianos de Mariquita y Cartagena, una partida de 50 jinetes al mando del coronel Francisco Carmona y las milicias de la ciudad. En total, 500 defensores. Carmona se atrincheró en el fortín Salina, mientras que el de Santa Bárbara cayó rápidamente. El capitán Tátis con su artillería y algunos refugiados veteranos se refugiaron en el Santa Bárbara, pero los realistas usaron una culebrina para forzarlos a huir por mar al fuerte Betín y después al pueblo de Tabanga, siempre bajo constante acoso desde la costa. El fortín El Morro se rindió al capitán miliciano Martínez Guerra y al sargento Francisco González, quienes se amotinaron contra el comandante Ramón Elías, dejando toda la villa en poder realista. El 4 de enero toda resistencia se acabó y tanto Rieux como Carmona habían sido capturados.
Los funcionarios y partidarios del gobierno republicano lograron embarcarse horas antes del asalto, lo que no impidió que indios, negros y mulatos sacaran las casas de los republicanos más reconocidos o los edificios públicos; luego se alzó la bandera realista. Para detener el caos, los vecinos nombraron gobernador al catalán Vicente Puyals, quien reinstauró el orden, fortificó la ciudad, hizo respetar la vida de los prisioneros (Rieux fue embarcado para Jamaica) y pedir ayuda a Maracaibo y Cuba.
Por entonces, Montilla estaba ocupando el camino entre Santa Marta y Riohacha para impedir la comunicación entre Morales y los zambos e indios en la selva, y Morales estaba ocupado atacando Mérida y Trujillo; además, otros movimientos realistas surgían en los llanos de Apure y Calabozo.
Al enterarse del levantamiento de Santa Marta, Montilla reaccionó de inmediato. La noche del 4 de enero embarcó en Riohacha 350 soldados y dos jornadas más tarde estaba frente a El Morro, donde verificó la caída de la ciudad. Decidió seguir a Barranquilla y Soledad para garantizar el control del río Magdalena y recuperar Santa Marta, pues debía sofocar la rebelión o se expandiría rápidamente. No estaba solo, pues el almirante José Prudencio Padilla embarcaba en Sabanilla al batallón Tiradores, dos compañías del Cartagena, 80 jinetes y 20 artilleros en la corbeta Constitución y los bergantines Hércules y Manuel; mientras ordenaba al queche de guerra El Terror bloquear el puerto de Santa Marta.

Montilla permaneció en la villa de Soledad para planificar su ofensiva. En cuatro días reunieron 250 caballos, 8 bongos armados y tripulados y más de 50 bogas. Dividió sus fuerzas en dos: el batallón de Cartagena iría contra Ciénaga y el batallón de Antioquia contra Santa Marta vía Sabanilla.
El 12 de enero, 400 infantes y 180 jinetes al mando del coronel Julio Augusto de Reimboldt salieron para Río Frío y Ciénaga. Poco después, el 16 de enero, unos 500 hombres dirigidos por el Tcol Federico de Aldercreutz asaltaron la batería del Carmen. Luego, el 18 de enero, 7 bongos de guerra salieron del río Magdalena bajo las órdenes del Tcol Arismendi para desembarcar en la rada de la Laguna. El 20 de enero se produjo el asalto general sobre Ciénaga y Pueblo Viejo. Los realistas de Bustamante fueron dispersados con fuertes bajas; los republicanos solo tuvieron 9 muertos y 47 heridos. Tras esto, Puyals y Tejido liberaron al coronel Carmona y le pidieron negociar la capitulación. El 21 de enero, la ciudad se rindió y al día siguiente Montilla entraba en ella, pero 160 indios de Mamatoco y de Bonda intentaron retomarla por asalto. Los republicanos les rechazaron y causaron grandes bajas. Todo español y criollo de Santa Marta desafecto con la causa republicana fue arrestado y varios acabaron en Chagres o enviados a combatir forzadamente en Perú.
El 23 de enero, Carmona y 400 soldados salieron hacia San Juan Bautista de la Ciénaga a perseguir a Bustamante, quien se había atrincherado allí con 300 seguidores. El coronel republicano logró vencer a los realistas, pero no pudo acabar con ellos porque conocían mejor el terreno y se ocultaron. Mientras tanto, Pedro Fiallo, un oficial español que vivía oculto, organizó una partida de 200 a 800 rebeldes y puso a Valledupar bajo asedio, pero fue expulsado por los comandantes Camilo Mendoza y Eustaquio Valle. Poco después, el jefe guerrillero de Moreno, Rafael Rodríguez, era capturado por Sardá y también estuvo a punto de atrapar a Miguel Gómez, pero este último se salvó lanzándose por un precipicio. El presidente Simón Bolívar dio órdenes de convencerlo de cambiar de bando o abatirlo.
Las tropas de Padilla permanecieron tres meses limpiando la zona de partidas guerrilleras. Sin embargo, las actividades guerrilleras continuaron y, para marzo, los realistas controlaban casi todo el campo entre Riohacha y Valledupar por el apoyo de los guajiros de Gómez. Además, todo pueblo tenía sus propios realistas dispuestos a sublevarse. Los republicanos mataron algunos y a otros los llevaron a Panamá y Perú, donde sufrieron muchas fatigas.
Morales envió 1.000 soldados por la península de la Guajira a apoyar a los rebeldes samarios, pero Montilla dio caza a esa unidad. Eran dos columnas; la primera la formaban 600 soldados al mando del coronel Narciso López por el camino a Perijá y la segunda eran 400 hombres dirigidos por el Tcol Antonio López de Mendoza por el camino de la Guajirá a Riohacha. Partieron el 10 de febrero sin saber de la rendición de los insurrectos.
A su paso, los realistas capturaron los pueblos de Tablazo, Villanueva, Uramita y San Juan, donde se les sumaron 300 reclutas. Carmona fue enviado a interceptar a López de Mendoza mientras Montilla y Padilla volvieron a Riohacha para guarnecer la ciudad. Los realistas estaban cerca de Riohacha cuando se enteraron de que Santa Marta había sido sometida. Montilla salía a enfrentarlos y que el coronel Carmona pretendía envolverlos y cortar su retirada con 600 soldados. Decidieron retirarse, pero fueron permanentemente acosados por el coronel José Sardá hasta Agua del Monte. López de Mendoza cometió el error de separarse de Gómez, permitiendo a Montilla acabar con los indios cuando volvían a sus escondites; sin embargo, sus acciones evitaron que la retirada fuera un desastre total. El 24 de marzo, los realistas fueron expulsados de Volardorcito por Sardá y los guajiros del capitán Gabriel Gómez se separaron de la columna principal y resultaron aniquilados, capturándose a más de 200. De este modo, el plan realista de llegar a Riohacha se cancelaba y ambos oficiales volvían a Maracaibo con sus fuerzas mermadas. Los reclutas que se habían sumado a la tropa realista en el camino fueron duramente castigados.
Una consecuencia de la guerra fue que la población de Santa Marta cayó de 8.000 en 1813 a 2.000 en 1823.
Tras esto, los republicanos decidieron acabar de una vez por todas con el ejército de Morales en Maracaibo
Batalla naval de Puerto Cabello o de Isla Larga (1 de mayo de 1823)
Simón Bolívar decretó el bloqueo, por tierra y mar, de Puerto Cabello el 11 de septiembre de 1821. En enero de 1822 se colocó al frente de la escuadra de bloqueo al capitán de navío Sebastián Boguier, que no logró evitar que los buques españoles abastecieran la plaza con víveres traídos de Aruba, Curacao o Bonaire.
Los buques al mando del capitán de navío Laborde tenían superioridad en el mar y las tropas colombianas en tierra, llevando al asedio a un punto muerto.
Esta situación iba a cambiar pronto. El general Soublette envió un agente a Gran Bretaña para adquirir dos buques de guerra y al capitán de navío John Daniel Danells a Baltimore a comprar una corbeta. Danells era un corsario oriundo de Baltimore; comenzó a prestar servicios a los insurgentes en 1818. Estuvo a las órdenes de Luis Brión en 1820 y tomó parte en 1821 de los bloqueos de Cumaná y La Guaira. Adquirió la corbeta Bolívar (24×32 y 2×24), con la que llegó a la costa venezolana en octubre de 1822. Toda la oficialidad era de origen norteamericano.
El 17 de mayo de 1822, sustituyendo a Sebastian Boguier, tomó posesión de la escuadra que bloqueaba Puerto Cabello.
La flota republicana estaba compuesta por:
- 3 corbetas: Carabobo (28) insignia de John Danells, María Francisca (22) del capitán William Christie y Bolívar (26) del capitán James B. Murray.
 - 3 bergantines: Vencedor (?) del teniente Thomas M. Brotherton, Pichincha (?) del teniente Mathews e Independencia (15) René Belouche.
 - 4 goletas: Leona (4) del capitán John MacKan, Flor del Marde (?) Samuel Wright, Rayo (?) del teniente Woods, y Manuel.
 - 2 goletas desarmadas: Juana y Favorita usadas como abastecimientos; y una barca Heroína.
 
La flota española estaba al mando del capitán de navío Ángel Laborde y estaba formada por la fragata Constitución (12×24 y 28×18) del capitán de fragata José Mª Chacón, la corbeta Ceres (26×18 y 1×12) del teniente de navío Miguel Mª Espino y dos goletas mercantes con aprovisionamiento para la plaza.
Laborde zarpó de La Habana el 3 de abril con destino a Puerto Rico, donde permanece hasta el 27 de abril, fecha en la que partió a Venezuela divisando las costas de Puerto Cabello al amanecer del 1 de mayo y detectando la flota bloqueadora.
Las fuerzas navales republicanas formaban tres líneas de bloqueo; la primera, con los bergantines Pichincha y Vencedor, situados cerca de Punta Tucacas, al oeste de Puerto Cabello; la segunda, formada por las tres corbetas, situadas en la ensenada de Puerto Cabello, entre Isla Larga y las fortificaciones; y la tercera, con las goletas Rayo y Flor de la Mar, situadas en la misma boca del puerto.
A estas unidades se unió, desde el golfo de Venezuela, donde estaban operando, la flotilla al mando del capitán de navío René Belouche, formada por el bergantín Independencia y las goletas Leona y Manuel.
Cuando los buques de Beluche, el bergantín, las dos goletas y los mercantes, se disponían a hacerse a la vela rumbo al lago Maracaibo, el capitán Danells le hizo señales de la aproximación de dos buques de guerra españoles.
Las unidades navales de Beluche se reúnen con las de Danels a las 14:30 horas, preparándose para la lucha. Reagrupadas sus fuerzas, Danels forma una línea de combate, encabezada por la corbeta María Francisca, seguida de la Carabobo y del bergantín Independencia; en segunda línea, a sotavento y a una distancia de dos millas, estaban las cuatro goletas armadas, y fuera de la formación, las otras dos goletas mercantes desarmadas.
Antes de hacerse a la vela, sobre las 15:00 horas, Danells dio las órdenes a sus comandantes de atacar y desarbolar a la fragata española para después iniciar el abordaje con los buques mayores, mientras las goletas debían reforzar con sus dotaciones dicho abordaje.
Por su parte, Laborde puso rumbo directo hacia el enemigo. Mientras las dos formaciones se acercaban, a las 16:00 horas abandonaron la formación las dos goletas mercantes.
Los primeros disparos comenzaron sobre las 16:30 horas a una distancia de tiro de fusil entre las dos corbetas y la fragata. La corbeta Ceres lanzó una andanada de sus 14 cañones, dejando en lastimoso estado al bergantín Independencia, que solo podía oponer 7 cañones por banda, de menor calibre, más el cañón de colisa (giratorio) y en general de menor calibre.
En una hora de combate, el Independencia tenía buena parte de su maniobra cortada y otros daños en el costado. En un momento crítico, la fragata española pasó entre el bergantín y las dos corbetas republicanas, recibiendo el bergantín todo el fuego de la fragata, quedando en peligro de ser capturado por la Ceres. El teniente Espino pudo haber abordado y apresado al bergantín, pero decidió dejarlo huir y apoyar a la fragata Constitución en su lucha contra las dos corbetas enemigas.
No era el único que huía, pues las cuatro goletas armadas forzaron la vela, huyendo del combate tras los primeros disparos, comprometiendo así el plan del capitán Danells. Beluche, libre del acoso de la corbeta, pudo maniobrar con su bergantín para alcanzar el barlovento y abandonar el combate.
Mientras se desarrolla el combate, quedó libre la entrada a Puerto Cabello, y las dos goletas españolas cargadas con provisiones entraron sin dificultad, cumpliendo Laborde la misión encomendada de romper el bloqueo. Pero quedaba aún el combate entre las dos agrupaciones.
La fragata española, a una distancia de uno y medio o dos cables, abrió fuego contra las dos corbetas, que lo devolvieron animosamente.
Eran 20 cañones, por banda, de la fragata contra unos 25 de los republicanos. Aunque eran piezas de menor calibre, por lo general, eran más rápidos en el disparo.
El fuego de las corbetas se realizó principalmente contra el aparejo de la fragata, con bala, metralla y palanqueta, buscando desarbolarla para luego pasar al abordaje, que fue rechazado desde la fragata, que hizo valer su mayor altura y robustez de los costados, además del superior calibre de sus cañones.
El oportuno refuerzo de la Ceres terminó por decidir el combate, teniendo que arriar bandera las dos corbetas sobre las 18.30 horas.
Las bajas republicanas, según admitió Danells, llegaron a los 37 muertos y 21 heridos graves, quedando él y el resto de sus dotaciones, unos 300 hombres, prisioneros junto con las dos corbetas.
En cuanto a las dos unidades españolas, sufrieron un total de bajas muy inferior: un muerto y 17 heridos graves, casi dos tercios de ellos en la corbeta, pero el aparejo de la Constitución quedó en muy mal estado, con un balazo que atravesó por entero el palo mayor y dejó todos los botes inservibles salvo uno.
La corbeta Bolívar había sido destacada antes del combate, acudió a la lucha, pero su comandante Murray decidió mantenerse al margen y no apoyar a sus compañeros, optando finalmente por huir de la zona y desaparecer.
El bergantín Vencedor había embarrancado accidentalmente en la costa y el Pichincha acudió en su auxilio, por lo que tampoco tomaron parte en la batalla. Con estas sensibles bajas, las dos formaciones enfrentadas se habían equilibrado bastante.
Cuando empezaba a caer la noche, el capitán Beluche, que había optado por escapar, aprovechó el viento favorable y la ligereza de sus naves para cumplir el objetivo de reforzar a Padilla en Los Taques. Cuando llegó en la noche del 2 de mayo, Beluche informó a Padilla.
Los prisioneros fueron bien tratados, según reconoció el propio Danells, y no tardaron en ser repatriados. Unos días después, la goleta española Rayo zarpó de Puerto Cabello y llegó a La Guaira con Danells y otros cuarenta oficiales, liberados tras un acuerdo firmado entre Laborde y Danels.
La victoria había sido completa. Las tropas y la población de Puerto Cabello prepararon un recibimiento triunfal a Laborde, que había salvado la plaza, pero el modesto marino español prefirió desembarcar de noche y de manera discreta.
En los siguientes días se apuntó otra pequeña victoria al apresar otra embarcación republicana que llevaba a bordo 4×24 cañones, seguramente para las tropas de tierra que asediaban la plaza.
Al día siguiente, 2 de mayo, fondeó la fragata Constitución en Puerto Cabello, mientras las corbetas capturadas lo hicieron en la costa del Golfo Triste, a unas nueve millas a sotavento de Puerto Cabello.
El capitán de navío Laborde reunió numerosas embarcaciones menores con pertrechos y las envió al punto de fondeo de las corbetas. Después de dos días de duro y arduo trabajo, consiguieron hacerse a la vela y llegar a Puerto Cabello.
Unos días después, la goleta española Rayo zarpó de Puerto Cabello y llegó a La Guaira con Danells y otros cuarenta oficiales, liberados tras un acuerdo firmado entre Laborde y Danells, quien destacó que habían sido bien tratados.
Después de la derrota, el general José Antonio Páez decidió suspender el asedio a Puerto Cabello el 20 de mayo. Las fuerzas navales republicanas, que solo contaban con los bergantines Urica y Pichincha, no podían hacer un bloqueo efectivo, solamente vigilar el puerto.