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Antecedentes
El 23 de abril de 1819, Bolívar cruzó el Apure hacia el Norte, buscando el pueblo de Mantecal, dando señales de amenazar a Barinas, pero con el fin de inducir a Morillo a salir de Achaguas y tomar una mejor posición en el caso de que el jefe realista decidiera abandonar los llanos del Apure. Lo que en efecto sucedería un mes después, poco antes de la entrada de la estación de las lluvias del Orinoco, cuando Morillo salió hacia el centro de Venezuela a fortificarse de nuevo en la localidad de Calabozo.
Casi simultáneamente, en el territorio de la Nueva Granada, Barreiro incursionaba sobre la provincia de Casanare buscando ganados y recursos. Pero tuvo que regresar a Tunja sin éxitos notables al aproximarse la estación lluviosa, bajo el constante asedio de los destacamentos guerrilleros de los casanareños, Antonio Obando y Arredondo, coordinados por Santander desde Pore.
Bolívar, informado con amplitud de esta situación, trató de evitar que desde la Nueva Granada le llegasen recursos a Morillo en Calabozo. Regresó al sur a Achaguas, a reunirse de nuevo con Páez y con unos 200 legionarios ingleses que venían por el río Apure desde Angostura. A mediados de mayo, volvió a tomar la ruta del Noroccidente hacia el alto Apure en el hato de Cañafístula, cerca del poblado de Santa Catalina y del caño llamado Setenta. Sus intenciones eran de avanzar dando un rodeo por Nutrias hacia Barinas y el centro de Venezuela, según su plan inicial. Pero conocedor de que Barreiro, era asediado por las guerrillas del Casanare, se retiró a Tunja, celebró esto como un triunfo y adelantó su plan de invadir a la Nueva Granada, cambiando el centro de operaciones.
Estando ya en marcha para Guasdualito, llegó el coronel Jacinto Lara, enviado por el general Santander, para comunicar a Bolívar los favorables resultados de sus operaciones en Casanare y la buena disposición de los granadinos en favor de la causa independiente.
El 23 de mayo, se celebró un consejo de guerra en el caserío el Sesenta, presidido por Bolívar, siendo los 7 vocales José Antonio Anzoátegui, Pedro León Torres, Carlos Soublette, José Antonio Rangel, Juan Guillermo Iribarren, Pedro Briceño Méndez, Ambrosio Plaza y Manrique; aprobaron unánimemente el plan de trasladar la campaña a la Nueva Granada.

Páez, que no estuvo presente, tenía que quedarse con sus fuerzas para mantener el Apure para hacer frente a Morillo.
Previendo que se acercaba la época de lluvias, que solían anegar los Llanos, decidió tomar varias previsiones:
- Nombrar al general José Francisco Bermúdez comandante en jefe de los ejércitos en Oriente, para actuar como movimiento de diversión de tropas hacia Caracas (sin intentar un ataque masivo).
- Ordenó al general Rafael Urdaneta trasladarse con todos sus efectivos al Apure, para actuar como reserva del ejército.
- Partió con todas las fuerzas que tenía disponibles, rumbo al Casanare, para reunirse con Santander y allí delinear la ofensiva.
- Ordenó a Páez que marchara hacia Cúcuta con su caballería.
El 26 de mayo empezó Bolívar la marcha desde Mantecal con 4 batallones de infantería, con 1.300 hombres, y tres escuadrones de caballería, con 800 jinetes; se pusieron en marcha. El 1 de junio, estaban en Guasdualito, muy cerca del río Arauca, que atravesó el 4 de julio.

Estaban en plena época de lluvias; los llanos estaban prácticamente inundados. Los caños estaban rebosados y debían pasarse con el agua al pecho. Aun para un personal de llaneros, acostumbrados a los ciclos del Llano, la situación era penosa. En esta terrible marcha, el ejército se vio obligado a cruzar 10 ríos y numerosos pantanos y arroyos.
Desde la incursión de Barriero, Santander había trasladado el cuartel general de Pore para Tame, donde tuvo lugar el encuentro de las dos fuerzas el 12 de junio, con gran alegría de parte y parte. Allí la tropa descansó y consiguió sal, condimentos, plátanos y panela con que complementar la carne. Santander disponía de 982 infantes, 1.082 jinetes, una compañía de carabineros y una compañía de zapadores (104).
Bolívar escribió a Páez que los realistas habían reforzado el sitio de La Salina, cerca de Chita, la que queda con 600 hombres, y que el resto había evacuado Sogamoso retirándose para Santafé. Y le informó que, pese a lo anterior, había decidido marchar por La Salina, ruta en que su tropa estaría más resguardada, para caer sobre Sogamoso el día 27 de junio. Al mismo tiempo le pedía que tomara Cúcuta un poco antes, entre el 25 y el 27 de junio.

En Tame, el 13 de junio, Bolívar emitió una orden general dando la organización definitiva del Ejército en campaña. Se compondría de la siguiente forma:
- Estado Mayor General; con Bolívar como Jefe Supremo y Carlos Soublette como Jefe del Estado Mayor.
- DI de Vanguardia al mando de Francisco de Paula Santander, con el BIL de cazadores del Tcol Antonio Arredondo y el BI-I del Tcol Antonio Obando.
- DI de Retaguardia al mando de José Antonio Anzoátegui, que tenía a su disposición dos brigadas:
- BRI-I/R al mando del coronel Francisco de Paula Alcántara, con BIL de rifles del Tcol Arthur Sanders, BI Barcelona del coronel Ambrosio Plaza, y RC Guías de Apure del Tcol Hermenegildo Mujica.
- BRI-II/R, al mando del coronel James Rooke con el BI Bravos de Páez del coronel Cruz Carrillo; y la Legión Británica, al mando del sargento mayor John Mackintosh, EC-1 lanceros de Llano Arriba del Tcol Juan José Rondón y el EC-2 lanceros de Llano Arriba del Tcol Leonardo Infante (conocido como el Negro Infante), y ED del Tcol Julian Mellado.
El total del ejército en campaña sumaba 3.400 efectivos, 2.000 al mando de Anzoátegui y 1.400 bajo Santander. No obstante, la cifra total de efectivos se reduciría a 2.500 después de la travesía por el páramo de Pisba, el frío, las enfermedades y las deserciones. Acompañaron al ejército numerosas mujeres que iban como enfermeras, a las que llamaban “las juanas”. Hay que reconocer que eran tan bravas como los mismos soldados, a los que en algunas ocasiones tenían que ayudar con las armas.
Se adoptó la ruta definitiva a seguir por Pisba. En esto fue muy importante el consejo de Santander, que era natural de Nueva Granada y que conocía bien la zona, la situación del terreno, la topografía y la idiosincrasia de sus gentes.
La división de Vanguardia de Santander esperó en Pore el 22 de junio, a que se incorporase la división de retaguardia, reuniéndose el Ejército Libertador. Allí se abastecieron y se prepararon para cruzar la cordillera.

El general realista Barreiro escribió el 25 de junio que «El paso de la cordillera no lo pueden ejecutar por otros puntos, que por los de Salinas, Paya, Puebloviejo, Miraflores y todo el Valle de Tenza y Medina. Son de páramos y de montañas muy fragosas y en la estación presente, hombres que no están acostumbrados al frío serían destruidos por sí mismos», por lo que estos sitios se defenderían solos. No tuvo en cuenta el páramo de Pisba ni la voluntad del líder.
Dice el Tcol Camilo Riaño en su obra La Campaña Libertadora de 1819, que «La ruta del páramo de Pisba, muy fragosa, y que a partir de Nunchía une las poblaciones de Morcote, Paya y Pisba, transmonta el páramo y llega a Sochaviejo, población situada en el altiplano cundiboyacense. Su ruta bordea el río Payero por su margen izquierda».
Sigue “La elección de la vía era la decisión más importante de la campaña, pues las fuerzas españolas podían, con muy pocos soldados, defender los pasos y desfiladeros de la cordillera, impidiendo el movimiento del ejército o causándole varias pérdidas; además, era necesario escoger un camino que facilitara la marcha de tropas en su mayoría faltas de entrenamiento para esta clase de operaciones”.
Continúa «La menos transitada de todas era la de Pisba; solitaria y fragosa, recorría la mayor zona de páramos, trasmontando sucesivas alturas. Por ella no se podía conducir ganado y por consiguiente carecía de importancia comercial. Quizá por esto era la menos defendida, pues a excepción del destacamento español de Paya, no contaba con ninguna otra fuerza que impidiera la progresión del movimiento».
Concluye: «El Libertador aceptó la recomendación de Santander y escogió como la más apropiada la ruta del páramo de Pisba que, aunque penosa, tenía a su favor ser más corta y menos defendida, por lo cual podía en rápida marcha obtener por ella la sorpresa estratégica que buscaba con su atrevido movimiento».

Paso de los Andes Colombianos
El 17 de junio, el Ejército Libertador inició la marcha desde Tame. El 18 estaba en Cordero. El 20 en Carrastol. El 21 en Pore, capital de la provincia de Casanare; allí se incorporó la división de Santander. El 25 en Nuchía. El 26 en Morcote. Entre la vanguardia y la retaguardia se llevaban hasta 7 días.
Allí comienzan a elevarse los Andes. Quedaron atrás los Llanos y el terreno conocido por los llaneros. Queda el terreno servido para que la vanguardia hiciera su trabajo de abrir el camino.
Pese a los infortunios que el Ejército Liberador había sufrido hasta entonces, era ahora cuando se iba a poner a prueba verdaderamente su capacidad de resistencia. Los Andes en esta época del año eran considerados como inaccesibles, además de la enorme dificultad de ir sobrecargados y hambrientos.
Los hombres, en su mayoría, eran de tierras cálidas e iban a padecer los rigores de la montaña, que con sus innumerables picos parecía no tener fin. Conforme iban subiendo, las dificultades eran mayores. El agua fría, que no cesaba de caer durante varios días, empezaba a producir una especie de disentería en los soldados. Las nieblas, la dificultad del terreno, que para los llaneros eran algo absolutamente nuevo y sorprendente, aumentaban el descontento entre la tropa agotada por el frío y el hambre.
Con cada collado coronado, la temperatura disminuía vertiginosamente, con el consiguiente asombro de los agotados soldados. Incluso la dificultad de movimiento era cada vez menor, tanto para los hombres como para los caballos.

Combate de Paya (27 de junio de 1819)
El 27 de junio, estaba Paya, donde en un castillo fortificado se hallaba un destacamento realista de 300 hombres, capaz de contener una fuerza de 1.500 hombres. La vanguardia rodeó en secreto Paya, y realizó una carga con el BIL de cazadores. La fuerza realista se retiró a Sogamoso por Labranzagrande, tras un combate de cuatro horas. El comandante del cuerpo no hizo luego ninguna acción sobre los recién llegados, y, por el contrario, se dirigió a Sogamoso.
Desde el Llano de Miguel, cerca de Morcote, apenas con un día en la montaña, Bolívar le hizo presente a su comandante de vanguardia la necesidad que tenían de retirarse a los Llanos y esperar que les llegaran recursos de Guayana, pues no tenían víveres para la travesía, y la desnudez de los llaneros podía emparamarlos. Además, que al otro lado los españoles los esperarían.
Santander reunió a sus oficiales (Pedro Fortoul, Antonio Arredondo, Joaquín París, Antonio Obando, Ramón Guerra y José María Cancino) y todos estuvieron en contra de la retirada. Santander regresó y se lo comunicó a Bolívar, resaltando además que por la acción de Paya ya no quedaban españoles en la ruta. En el Llano de Miguel estaban Bolívar, Soublette, Anzoátegui, Lara y Salom. Lara lo apoyó. Santander argumentó que él haría la travesía y regresaría a dar el parte, con lo que las tropas venezolanas quedarían intactas. «El general Anzoátegui, que tenía la creencia de que era capaz de hacer lo que cualquiera otro hiciera, ofreció también ejecutar lo mismo que yo proponía» (Santander, Apuntamientos para las memorias sobre Colombia y la Nueva Granada). Así que se decidió afrontar el paso de los Andes, y Bolívar les dirigió una de esas proclamas que le habían dado fama en Suramérica, garantizándoles la vida.
El camino había quedado libre de realistas. Salvo la naturaleza, desconocida para los llaneros. La lluvia continuaba y los caminos se hacían resbaladizos. El piso era duro y las piedras eran un obstáculo desconocido para la caballería y para el ganado que llevaban los insurgentes. Cuando veían una cima, se encontraban con otra más elevada y entre cordillera y cordillera veían los nevados. Tenían que andar de tres en tres, para que no los arrastrasen los torrentes. En ocasiones hacían uso de tarabitas (primitivos teleféricos) para salvar los obstáculos.
Cruce del Páramo de Pisba
En lo más alto del paisaje, el páramo de Pisba, donde la vegetación son frailejones (espeletias), el frío es intenso y la soledad es la única compañía. Debe cruzarse en una sola jornada, desde Puebloviejo hasta Quebradas. La vanguardia lo atravesó una parte el 3 y la otra parte el 4 de julio. Joaquín París iba adelante, lo seguía Antonio Arredondo y posteriormente Santander. Luego descendieron a Socha, y se dedicaron a enviar auxilios a los que quedaban atrás.
La Retaguardia, con Bolívar y Soublette, no pudo cruzar el páramo en un día, pese a que no llovió. Así que tuvo que pernoctar en medio de la nada y con el frío intenso. Murieron cuarenta (40) hombres y la mayoría de las bestias de silla y de carga. Pasó el páramo los días 5 y 6 de julio.

La Legión Británica, bajo el mando de Carlos Soublette, inexplicablemente, pasó el día 13 de julio.
Daniel Florencio O’Leary que era edecán de Bolívar, escribió en sus memorias sobre esta jornada: «Los soldados, al ver hacia atrás las elevadas crestas de las montañas cubiertas de nubes y brumas hicieron voto espontáneo de vencer o morir, antes que emprender por ellas retirada, pues más temían ésta que al enemigo, por formidable que fuese».

Los pueblos del otro lado de la montaña (Socha, Socotá, Jericó, Tasco, Gámeza, Sátiva, Beteítiva, Corrales), advertidos por las proclamas de Santander y de Bolívar, se volcaron en ayudar.
El 5 de julio, la avanzada patriota llegó a Socha, aun en la parte más dura de la montaña. Es célebre la anécdota del pueblo de Socha, donde el cura y el alcalde indígena encerraron a todas las mujeres en la iglesia para despojarlas de sus vestidos y ataviar con ellos a los soldados. De otra parte, no es pequeño detalle que ningún vecino huyó de estos pueblos.
Bolívar en Socha tomó las medidas necesarias para poner el ejército en condiciones de continuar la campaña, que en la enumeración de Camilo Riaño fueron:
- Organización de un hospital en Tasco.
- Emisión de órdenes a los alcaldes de los pueblos circunvecinos para recolectar los auxilios necesarios.
- Envió al coronel Lara al páramo para que con una partida de paisanos ayudara a las tropas y sacara bagaje y armamentos abandonados.
- Inclusión de voluntarios en los cuerpos.
- Envío de oficiales a las provincias de Socorro y Pamplona para comunicar la feliz nueva y organizar batallones.
- Organización de una armería en Socha para el arreglo de fusiles y fabricación de lanzas.
En el hospital militar establecido en Tasco dejaron alrededor de 500 soldados enfermos y heridos. No obstante, con el apoyo de la población local y algunas guerrillas patriotas, Bolívar restableció su ejército con campesinos boyacenses.
En otro lado, Pablo Morillo no desconocía el inicio y el alcance de la Campaña Libertadora, pero confiaba en que cruzar la cordillera tomaría a Bolívar seis meses y no los cuarenta días en que se hizo. Así escribió al ministro de defensa el 2 de julio de 1819, que enviaba a Cúcuta al jefe del Estado Mayor, Miguel de la Torre, quien «Tiene instrucciones, no solo para oponerse a los intentos de Bolívar, sino para marchar sobre el Casanare y penetrar por sus llanos hasta Guasdualito, cuando la estación de verano, que allí empieza por el mes de noviembre, lo permita».
En efecto, el jefe realista de la Torre fue enviado a Cúcuta, pero tuvo que volverse para Venezuela con 550 fusileros y 150 lanceros, pues fue recibido por una acción guerrillera que le impidió pasar a tomar Pamplona y lo hostilizó en Cúcuta.

Batalla de Gámeza (11 de julio de 1819)
Los realistas, por su parte, al mando del coronel José María Barreiro, contaban con cuatro batallones (Tambo, II y III de Numancia y I del Rey), así como caballería, artillería y dragones. En total, la Tercera División mandada por Barreiro contaba con 4.300 hombres, pero se encontraba dispersa.
Bolívar ordenó a su vanguardia tomar las poblaciones aledañas de Corrales de Bonza y Gámeza.
Barreiro se encontraba en Tunga, avanzó bordeando el río Chicamocha, para apoyar las fuerzas de Corrales y envió un refuerzo a Gámeza con la orden de replegarse toda la fuerza sobre la división en caso de no tener éxito. En su marcha, Barreiro llegó a la casa de Pantanitos, desde donde, a las 12:00 horas del día 10 de julio, envió una carta al Virrey. Continuó su movimiento sobre los rebeldes hasta los Molinos de Tópaga, donde reunió la división y esperó largo rato el ataque rebelde. Al ver que no se produjo, continuó el avance, llegando a Sogamoso el 9 de julio. Al llegar allí, Barreiro recibió noticias de que los rebeldes ocupaban las poblaciones de Corrales y Gámeza. Ordenó un reconocimiento sobre esas dos poblaciones para el día siguiente 10 de julio
Para Correles de Bonza envió una sección de 30 cazadores del BI-I del rey al mando del teniente Manuel Gutiérrez. Para Gámeza envió un destacamento compuesto por la compañía de granaderos del BI-I del Rey mandada por el capitán Vicente Gallardo junto con una compañía de dragones mandada por el Tcol Francisco González.
Combate de Corrales (10 de julio de 1819)
La fuerza realista al mando del teniente Manuel Gutiérrez fue a Corrales, al llegar a este lugar, se encontró con 20 soldados de la caballería rebelde al mando de Anselmo Ascanio que salían a combatirles. El oficial español, contando con la superioridad de sus fuerzas, cargó contra ellos, pero al perseguirlos, de las primeras casas salió una fuerza de unos 300 hombres. En realidad era un escuadrón al mando del coronel Justo Briceño, el cual desbarató la sección realista y la persiguió hasta el vado del río Chicamocha, pudiendo solamente salvarse el teniente y 4 dragones.

Combate de Gámeza (10 de julio de 1819)
En Gámeza, 60 cazadores insurgentes al mando del Anselmo Ascanio fueron atacados sorpresivamente y derrotados completamente por el destacamento realista. El teniente Franco también fue atacado por las tropas realistas; aunque sus hombres se defendieron por un rato, tuvieron que retirarse hacia Tasco, donde en medio del camino se encontraron con el general Francisco de Paula Santander a la cabeza del resto del BIL de cazadores.
Ante esta situación, Santander reaccionó con dos compañías que obligaron a los realistas a detener su persecución y replegarse a sus posiciones en Tópaga. Los rebeldes se replegaron hacia su cuartel en Tasco; la acción había resultado en una victoria parcial para el bando realista.
La infantería rebelde tuvo peor suerte según el relato de Barreiro «pues perecieron la mayor parte, dispersándose los que pudieron evitar la muerte o caer prisioneros». En total se había capturado a más de 43 prisioneros rebeldes, quienes después de haber sido interrogados fueron ejecutados por orden de Barreiro.
Los triunfos parciales que había obtenido el ejército realista el 10 de julio llenaron de optimismo a Barrerio, quien expresó estos sentimientos en una carta dirigida al Virrey, en la misma donde también le informó la información brindada por los prisioneros insurgentes, quienes habían informado que el cuartel de Bolívar se encontraba en Tasco y que el número de soldados que poseía su ejército era de unos 2.000 efectivos.
Desarrollo de la batalla de Gámeza (11 de julio de 1819)
El día 11 de julio, las fuerzas de Barreiro eran BI-I del Rey (500) y el BI-II de Numancia (500) y un RD (250). Cada BI compuesto por una compañía de cazadores, una de granaderos y cuatro compañías de fusileros. La fuerza total era de 1.000 infantes y 250 dragones.
En la mañana del 11 de julio, Barreiro se puso en marcha desde los Molinos de Tópaga con 900 infantes y 180 dragones por el camino que pasa por la Peña de Tópaga y cruza el puente sobre el río Gámeza, que conduce al pueblo del mismo nombre.
Al llegar al puente, la vanguardia realista, que era el BI-II de Numancia, pasó el puente sobre el río Gámeza y continuó el ascenso de la vertiente sobre la cual está situada la población. Barreiro, quien marchaba a la cabeza del grueso de su ejército, observó al llegar cerca al puente que de lo alto de la montaña, más arriba de la población, venía una columna. Inmediatamente, ordenó al BI-II de Numancia hacer alto en sus posiciones. Vio luego que bajaban otras columnas, al parecer para atacar la fuerza realista. Allí pudo Barreiro calcular que los realistas poseían cerca de 2.000 infantería y 150 caballería divididos en cinco columnas. Estas fuerzas eran la División de Vanguardia de Francisco de Paula Santander y la División de Retaguardia de José Antonio Anzoátegui. De inmediato, Barreiro ordenó al Tcol Juan Tolrá, jefe del BI-II de Numancia, que replegara su batallón sobre la margen izquierda, es decir, detrás del puente, teniendo en cuenta la dirección de la marcha.
Inmediatamente, Bolívar desde su puesto de mando vio este movimiento y destacó el BIL de cazadores y una compañía de cada uno de los batallones de Rifles, Barcelona y Bravos de Páez, para que cargaran sobre los realistas y en dos columnas trataran de impedir el paso del puente al BI-II de Numancia. Santander, al mando de su vanguardia, iniciaba la acción ordenando una carga a bayoneta por una compañía del BIL de cazadores en columna, la cual fue rechazada por el fuego de varias compañías de realistas de tiradores, dejando que el batallón realista repasara el puente con el resto de su batallón (compañía de granaderos y las 4 de fusileros). Estas unidades, una vez cruzado el puente, tomaron posiciones sobre la falda, mientras la compañía de cazadores permaneció en su posición al otro lado del cauce. En este momento las fuerzas, tanto insurgentes como realistas, se encontraban en posiciones defensivas a ambos lados del río. La orilla insurgente, por ser más extensa, menos pendiente y de una topografía formada por quebradas que vierten sus aguas al río, era más favorable que la realista, que estaba menos protegida de la observación y el fuego enemigos.
Ante lo infructuoso de su ataque, los insurgentes hicieron un nuevo esfuerzo lanzando varias acometidas a lo largo del frente y por diferentes caminos, las cuales tuvieron éxito, logrando alcanzar la orilla opuesta. Pero las unidades del BI-II de Numancia que se encontraban en posición, apoyadas por la compañía de granaderos del BI-I del Rey, situada en una pequeña meseta, lanzaron un fuerte contraataque, el cual produjo encarnizado combate en el cauce. Después de desesperados esfuerzos por tomar la posición, las tropas insurgentes fueron obligadas a replegarse a la orilla opuesta. Fue este el momento crucial de la acción, pues la compañía de cazadores y la sexta del Numancia, al mando del capitán Martín Echegaray, avanzaron impetuosamente sobre la posición insurgente, logrando éxito al hacer retroceder a los insurgentes en un gran trecho. Durante el nutrido fuego entre las tropas realistas e insurgentes, fue herido el general Santander en el cuello; el sargento mayor Joaquín París Ricaurte le abrió su casaca para revisar la herida, la cual no era de gravedad, dejando que Santander permaneciera en su puesto de mando.
Ante este contratiempo, los insurgentes lanzaron un nuevo contraataque por el frente y por la izquierda. Inmediatamente. Barreiro ordenó oponer, por el frente, cuatro compañías del BI-II de Numancia y, por la derecha, las dos restantes y la de cazadores del BI-I del Rey que se encontraba con el grueso de la división detrás de la Peña de Tópaga, la cual efectuó un movimiento por retaguardia desde la izquierda hasta la derecha del dispositivo realista. Este contraataque tuvo resultado positivo al anular el esfuerzo insurgente sobre su posición, después de cinco horas de lucha y antes de las tres de la tarde. En tal situación, terminó el combate y los dos contendientes quedaron cada uno dueño de su campo. Los insurgentes cubiertos por unidades de caballería y destacamentos de infantería se retiraron a Tasco nuevamente; los realistas decidieron no perseguirlos.
El parte de los insurgentes dice que tuvo 12 muertos y 76 heridos y que prisioneros realistas afirmaron que en sus filas había unos 200 muertos, heridos y prisioneros. Entre heridos contaba el general Santander, herida que no fue de mucha gravedad. Santander escribiría sobre la batalla que «comenzó a sentir Barreiro que estaba lidiando con hombres muy decididos a vencer a todo trance» también añadió «Mi división sufrió mucho en esta jornada perdí, entre otros, los oficiales Arredondo, Loboguerrero y Gómez». En efecto, el BIL de cazadores perdió 2 capitanes, 3 oficiales subalternos, el subteniente-abanderado y varios suboficiales o soldados. El coronel Antonio Arredondo, jefe del BIL de cazadores, recibió dos impactos durante la batalla, muriendo pocos días después en Tasco el 13 de julio. Arredondo fue reemplazado por su segundo, el joven sargento mayor Joaquín París, quien fue ascendido al rango de Tcol el día 15 de julio en Tasco. Arredondo había nacido en Ceuta y era la mano derecha de Santander.
Secuelas de la batalla de Gameza
El parte realista preparado por el jefe interino del Estado Mayor Tcol Sebastián Díaz contabiliza que la Tercera División tuvo 16 muertos y 57 heridos, y contabiliza en el campo de batalla más de 80 muertos, que alcanzan la cifra de 150 bajas con los heridos. Además, añade un número de prisioneros y la captura de más de 100 fusiles.
El resultado de la batalla, sin embargo, es disputado, y ambos bandos se atribuyeron la victoria. Los insurgentes no lograron tomar el puente de Gámeza, pero Barreiro no pudo evitar la invasión de Tunja, puerta del altiplano Cundiboyacense.
La batalla de Gámeza quizá puede ser considerada la primera batalla donde se pudo poner a prueba los conocimientos adquiridos durante todo el entrenamiento riguroso que llevaron a cabo Santander y Anzoátegui. Por supuesto, esto infundió mucha moral entre los insurgentes, quienes también contaron en el camino a Socha con mucho apoyo de la población local. Bolívar llegó a escribir que «vienen los principales ciudadanos a ofrecer sus personas y propiedades para el servicio del ejército. No es necesario que el ejército se acerque o entre a las poblaciones para que el pueblo reconozca mi autoridad o ejecuten las órdenes que les libro».