Guerras de Independencia Hispano-Americanas Independencia de Uruguay Los 33 Orientales

Antecedentes

Derrotado Artigas en 1820, las fuerzas luso-brasileñas, bajo el mando de Lecor, extendieron su dominio desde Río Grande hasta el Río de la Plata. Los principales jefes artiguistas se habían dispersado: unos estaban presos en Isla das Cobras, otros prófugos, algunos sumados a las luchas y facciones que continuaban enfrentando a las Provincias Unidas y varios incorporados al propio ejército de Lecor. 

La derrota, aparentemente total, no mató el sentimiento independentista oriental. Los orientales se dividieron: los que estaban con Lecor, como Nicolás Herrera, Juan José Durán, Lucas Obes, Tomás García de Zúñiga, también Rivera y Lavalleja, jefes del Regimiento de Dragones de la Unión. Juan Antonio Lavalleja ya había regresado en 1822 de su prisión en Brasil.

En este contexto apareció la organización secreta más importante, conocida como “Los Caballeros Orientales”, donde muchos de sus integrantes habían apoyado y hasta participado del gobierno de Lecor. Editaban dos periódicos, La Aurora y El Pampero, y desde allí hacían propaganda encubierta a favor de independizarse del Brasil. Sabían que era necesario aliarse con los caudillos artiguistas, aunque desconfiaban de ellos; de otra forma sería imposible organizar una revuelta. Jugó a su favor las disputas entre portugueses y brasileños, ya que la vigilancia de sus reuniones fue menor.

En 1823 protagonizaron un intento de revolución contra el poder brasileño al formar un cabildo que se declaró autónomo y rechazó la decisión del Congreso Cisplatino de incorporación de la provincia Oriental al Imperio de Brasil.

Pero el intento fracasó porque no contó con el apoyo de los caudillos, en especial de Lavalleja, ni con el de las provincias vecinas que tenían sus propias luchas internas. Tampoco tuvo apoyo del gobierno de Buenos Aires, que quería evitar una guerra con el Imperio de Brasil. Además, Lecor y da Costa habían llegado a un acuerdo, y este último se retiraría de Montevideo, por lo que ahora la vigilancia sobre los revolucionarios sería mayor.

Fracasado el intento de 1823, Juan Antonio Lavalleja se asiló en Buenos Aires, y desde 1824 decidió llevar adelante los planes revolucionarios.

Los ingleses deseaban que la Banda Oriental se uniese a las Provincias Unidas porque buscaban liberarse de los brasileños, pero luego se levantarían también contra ellos. La Gran Bretaña vio que era mejor que no pertenecieran a nadie, que mediara entre dos grandes bloques territoriales como Brasil y las provincias argentinas, que fuera la llave de la cuenca del Río de la Plata.

Dada la indefinición de la guerra entre las Provincias Unidas del Río de la Plata y el Imperio del Brasil, ambos estados acordaron, con la mediación de lord Ponsomby de Inglaterra, establecer un nuevo país, el Estado Oriental del Uruguay, actual Uruguay. Por lo que el objetivo original de la lucha, que era la reincorporación de la Banda Oriental a las Provincias Unidas del Río de la Plata, mutaría en la independencia uruguaya.

Al igual que en 1811, el levantamiento de 1825 se preparó en territorio argentino e ingresó por el litoral con el objetivo de dominar la campaña para luego acorralar a Montevideo, sede del Gobierno.

La batalla de Ayacucho en 1824 simbolizó el fin de todo poder español en América y esto elevó la confianza de los orientales, que desde Buenos Aires redoblaban sus preparativos de revolución.

Los Treinta y Tres Orientales

Los Treinta y Tres Orientales es el nombre con el que se conoce a los hombres que, liderados por Juan Antonio Lavalleja y Manuel Oribe, en 1825. Emprendieron una insurrección para reincorporar la Banda Oriental (territorio que comprendía lo que hoy es Uruguay) a las Provincias Unidas del Río de la Plata.

En 1825 la Banda Oriental se encontraba bajo el dominio del Imperio del Brasil, siendo parte del mismo con el nombre de provincia Cisplatina.

Los independentistas se reunían en la casa de comercio que regenteaba Luis Ceferino de la Torre, y para darles trabajo a los emigrados, así como para organizar reuniones, se utilizaron diferentes saladeros, como el arrendado por Lavalleja en Buenos Aires y el de Pedro Trápani, en la ensenada de Barragán. También se formó una comisión para recolectar dinero y pertrechos de guerra. Justamente Trápani, gran amigo y asesor de Lavalleja, pudo gestionar un préstamo de unos 100.000 pesos para la organización. Los ricos hacendados Julián Panelo de Melo (500 pesos de plata),​ Miguel Riglos (1.000), Ramón Larrea (1.000 pesos), Félix de Álzaga (500), Juan Pedro Aguirre (500) y Mariano Fragueiro (300), Juan José de Anchorena, primo de Rosas, entre otros, también financiaron con dinero.

Cada vez más estancieros, comerciantes y saladeristas colaboraron con los orientales, muchos con la intención de asentarse en las tierras. El gobierno de Buenos Aires, aunque oficialmente era neutral, en la práctica toleró y cooperó con los preparativos revolucionarios.

Gregorio Sanabria, quien sería uno de los Treinta y Tres, se trasladó a la Banda Oriental y recorrió los departamentos de San José, Colonia y Mercedes, contactando con independentistas de su confianza, y les transmitía el mensaje de Lavalleja: «…ya es llegado el tiempo de aprovechar los momentos que se nos presentan y sacudir el yugo de los tiranos…».

Uno de los jefes de aquel grupo, Lavalleja, había combatido contra los portugueses y brasileños junto a José Gervasio Artigas. Organizó una expedición militar con el objetivo de expulsar a los brasileños y reunir a la provincia Oriental con las Provincias Unidas del Río de la Plata, tal como había sido la intención del movimiento.

El brigadier Juan Manuel de Rosas, uno de los representantes más caracterizados de ese grupo, había hecho llegar a los exiliados orientales una importante contribución financiera. Los ricos hacendados Julián Panelo de Melo (500 pesos de plata),​ Miguel Riglos (1.000), Ramón Larrea (1.000 pesos), Félix de Álzaga (500), Juan Pedro Aguirre (500) y Mariano Fragueiro (300), Juan José de Anchorena, primo de Rosas, entre otros, también financiaron con dinero.

María Josefa Francisca Oribe y Viana, llamada “Pepita” por sus conocidos, fue una de las mujeres que participó en los preparativos recolectando dinero y armamento y procuró gestar una nueva división entre los ocupantes brasileros. Se le había encomendado a «Pepita patriota entusiasta, comprometió a los soldados del batallón de pernambucanos, de ideas republicanas, para apoyar a la revolución oriental, consiguiendo ella una cantidad de cartuchos de bala y algún dinero», que envió el mismo Luis de la Torre.

Pepita consiguió que el batallón de Pernambuco le hiciera la promesa de que apoyarían el movimiento emancipador. En los primeros momentos de asegurado el plan, el general Lavalleja designó para ponerse al frente de los confabulados al coronel Pablo Zufriategui, que había de trasladarse de incógnito a Montevideo, pero en vísperas de partir, se resolvió aplazar la subvlevación.

Este intento de los pernambucanos se frustró porque los sargentos que debían realizarlo, el 7 de mayo, 18 días después de la invasión. Los orientales debían coronar el cerrito de la Victoria y provocar la salida de la plaza; pero algunas imprudencias cometidas por los sargentos confabulados engendraron sospechas, por lo que Pepita debió huir a la campaña, donde siguió recorriendo día y noche los campos, buscando simpatizantes para la causa de la independencia, incansablemente.

El número de los expedicionarios de 1825 ha sido objeto de diversas controversias; existen 16 listas diferentes de nombres y en total se menciona a 59 personas. Si bien el número de 33 es el oficialmente aceptado, los nombres difieren de un listado al otro. Tampoco todos fueron orientales.

Según el historiador Aníbal Barrios Pintos, hubo cuatro argentinos, cuatro paraguayos y uno nacido en Mozambique. Se trataba de Joaquín Artigas, liberto que era criado de Pantaleón Artigas, sobrino del prócer. El cordobés Simón del Pino, que sería el único de los cruzados que estampó su firma en el acta de la Declaración de la Independencia.

Luis Ceferino de la Torre fue quien confeccionó las banderas que portaron los cruzados el 19 de abril en el desembarco. El pintor suizo Jean Philippe Goulou fue quien pintó la inscripción “Libertad o Muerte” en la ropería de Luis Latorre, y una mujer de la sastrería Pérez y Villanueva de Buenos Aires fue quien bordó las letras. Pudo estar inspirada en la frase: “Libertad o muerte”, del Grito de Ipiranga.

El desembarco

Lavalleja envió a Entre Ríos al capitán Basilio Araujo para ponerse de acuerdo con Andrés de la Torre, a fin de que este secundara el movimiento llamando la atención de los brasileños hacia el Hervidero.

El día 1 de abril de 1825, embarcaron a las doce de la noche, en la costa de San Isidro, en un lanchón, los nueve primeros individuos de la expedición al mando del mayor Manuel Oribe. Desembarcando y acampando en una isla formada por un ramal del Paraná, llamado del Brazo Largo, donde permanecieron en la isla hasta el 18 de abril. El lanchón hizo varios viajes hasta completar el transporte de los 33.

Desembarco de los 33 orientales el 19 de abril de 1825. En Brazo Largo, una isla del río Paraná.

El 18 de abril, embarcaron en dos lanchones bajo las órdenes de Lavalleja y navegaron durante la noche, hasta ponerse a la vista de la costa oriental. Con mucho riesgo se produjo porque tuvieron que evitar, a las naves de guerra de la Marina Imperial que patrullaba el río Uruguay y soportar un temporal con grandes olas. Hubo un momento de mucho peligro cuando dice Spikerman: «Nos encontramos entre dos buques enemigos, uno a babor y otro a estribor; veíamos sus fanales a muy poca distancia. Remando sin parar y con extrema precaución, lograron llegar a la costa oriental».

Desembarco de los Treinta y Tres Orientales el 19 de abril de 1825. Autora Josefa Palacios.

El 19 de abril a las 11 de la noche, desembarcaron en la playa de la Agraciada, conocida como el Arenal Grande, costa del Uruguay. En ese momento Lavalleja tomó la bandera y dirigió una proclama llena de fuego y patriotismo a la que contestaron todos con el mismo valor, jurando llevar la empresa de Libertad o Muerte.

El Juramento de los Treinta y Tres Orientales. Autor Juan Manuel Blanes.
El Juramento de los Treinta y Tres Orientales. Identificación de los componentes.

Allí deberían encontrarse los caballos para su transporte, pero pasaban las horas y los caballos no llegaban, que eran fundamentales para el éxito de la empresa; sus vidas dependían de ellos. Lavalleja decía: «Si Gómez no llega, Cheveste llegará», y el baqueano Andrés Avelino Cheveste, después de evitar la caballería imperial durante muchos días, llegó con 56 caballos generosamente facilitados por los hermanos Ruiz.

Combate de San Salvador (21 de abril de 1825)

Una vez distribuidos los caballos, los Treinta y Tres se encaminaron hacia la barra del río San Salvador, recibiendo en el trayecto un contingente de 10 adeptos a la causa. Inmediatamente, Lavalleja dispuso que se averiguara qué fuerzas se encontraban acantonadas en San Salvador, informado que allí se encontraba Julián Laguna con 70 hombres al servicio de Brasil. Laguna era un antiguo capitán de dragones de la independencia.

El 21 de abril, los Treinta y Tres amanecieron a una legua del pueblo sin haber sido detectados, pues los oficiales de Laguna habían asistido a un baile la noche anterior y se encontraban descansando. Cuando se encontraban a media legua, salió un oficial conocido como el Tonelero, a reconocer la fuerza que se acercaba.

Como el río estaba muy bien vigilado por los buques brasileños y nadie podía figurarse que un grupo de hombres pudiese cruzar el río, la guarnición estaba muy confiada y se dedicaba a divertirse.

El Tonelero, al ver la bandera tricolor, salió huyendo y Lavalleja ocupó una elevación situada a una legua del pueblo. Desde allí envió a un vecino del pueblo para que informase a Laguna que quería una entrevista con él. Ambos se entrevistaron solos a mitad de camino entre el pueblo y la elevación; el objeto era ver si era posible convencerle para que se uniese a la causa, pero desgraciadamente, Laguna no quiso plegarse por considerar la empresa temeraria y prematura.

Vuelto con los suyos, Lavalleja ordenó cargar; el combate fue corto y los brasileños fueron completamente derrotados: uno resultó muerto, 7 se pasaron a sus filas, un oficial llamado Valverde fue hecho prisionero y los demás huyeron hacia las Mercedes y hacia Soriano.

Después del combate, los orientales continuaron su marcha, llegando el 24 de abril al pueblo de Soriano, que no ofreció resistencia. Allí Lavalleja hizo circular una proclama que traía impresa desde Buenos Aires y que iba dirigida a los orientales y a los argentinos.

Campaña libertadora de Uruguay (1825-28).

El abrazo de Monzón

Lecor, una vez enterado del movimiento de los orientales, destacó una partida de 70 hombres al mando de Fructuoso Rivera para detener a los orientales.

Fructuoso Rivera, después de haber sido uno de los caudillos que secundaron a Artigas en su lucha por la independencia, se había pasado al bando portugués en 1820 y, tras la independencia de Brasil en 1822, se encontraba al servicio del nuevo imperio con el grado de brigadier.

Rivera salió de Montevideo con sus ayudantes Leonardo Olivera y Augusto Possolo; junto a otros 70 más, marchó a Colonia a principios de abril y se dirigió al Perdido (rincón de Soriano, entre los arroyos Perdido y Grande), a unos 15 km de Cardona.

Lavalleja supo de la vigilancia y al amanecer del 29 de abril cercó la estancia de Olivera y tomó al baqueano (guía local) principal de Rivera, llamado Paes. Este había sido soldado de Lavalleja en la guerra anterior y se ofreció a ayudarlo; le dijo dónde estaría la guardia avanzada de Rivera de 8 hombres, y también le avisó a Leonardo Olivera de que la fuerza que se aproximaba era la del mayor Calderón y que le avisara a Rivera. Este se dirigió a galope a verse con Calderón, pero al poco reconoció el engaño y se entregó.

Rivera prisionero pidió hablar con Lavalleja. Estuvieron solos como dos horas sin que nadie supiera lo que hablaron, hasta que finalmente salieron del rancho los dos generales, se mandó a formar tropa y se ordenó que se reconociera a Rivera como parte de la revolución libertadora. A este gesto de reconciliación se le conoce como “el Abrazo del Monzón”.

Las fuerzas de Rivera pensaron que había caído prisionero y algunos de sus seguidores se pasaron a los orientales, entre ellos Julián Laguna.

Sin duda, la incorporación de Rivera fue un hecho fundamental para el éxito de la campaña debido a su enorme prestigio, produciendo un alzamiento generalizado en todo el territorio de la Banda Oriental.

Las fuerzas mandadas por Lavalleja prosiguieron su avance; el 2 de mayo ocuparon la ciudad de Canelones, luego de haberse apoderado de la ciudad de San José. El 8 de mayo llegaron al Cerrito de la Victoria, en las afueras de la ciudad de Montevideo, a la que pusieron sitio.

Salvo Montevideo, Colonia y Mercedes, que seguía en poder de los portugueses, el resto de ella se ha plegado a la revolución.

Formación del gobierno provisional

La idea de Lavalleja era demostrar la voluntad de institucionalizar la rebelión y desde Cerrito invitó a todas las autoridades locales a enviar sus diputados al pueblo de La Florida, para declarar la independencia del yugo brasileño, recordando así al proceder democrático de José Artigas.

Lavalleja convocó a los cabildos de la campaña para que enviaran representantes para la conformación de un gobierno provisorio. Este tendría por objetivo administrar el territorio liberado por los patriotas. Este gobierno se constituyó en la villa de Florida el 14 de junio de 1825. Ante él, en un gesto que hacía recordar el período artiguista, Lavalleja depositó el mando y expuso una memoria de lo realizado. Ese mismo día, se inauguran las sesiones de la Junta Provincial Oriental bajo la presidencia de Manuel Calleros, quien declaró «instalado legítimamente el Gobierno Provisorio de la Provincia Oriental del Río de la Plata». Lavalleja fue nombrado general en jefe del Ejército Libertador y Rivera fue promovido a inspector general de armas.

El 17 de junio el gobierno convocó a los pueblos de la campaña para la elección de los diputados que integrarían la Sala de Representantes de la provincia Oriental. Las instrucciones enviadas a los pueblos disponían que cada uno de ellos contara con un representante elegido por tres vecinos propietarios en el mismo pueblo o su jurisdicción. Estos electores, a su vez, serían elegidos por los vecinos varones establecidos en el pueblo mayores de 20 años, con excepción de los esclavos.

Las elecciones se realizaron en el contexto de la lucha, al que se le sumaban las condiciones climáticas propias de la estación invernal. A pesar de todo, los diputados fueron llegando a la villa de Florida. El 21 de junio, Francisco Muñoz y Lorenzo Gomensoro recibieron mandato para “solicitar ante el Congreso Constituyente reunido en Buenos Aires la admisión de la provincia en la comunidad de las Provincias Unidas del Río de la Plata”.

El 20 de agosto quedó inaugurada la primera sesión de la “Honorable Sala de Representantes de la provincia Oriental”. Estaba integrada por diputados de los siguientes pueblos: Guadalupe de Canelones, San José, San Salvador, San Fernando de la Florida, Nuestra Señora de los Remedios (Rocha), San Pedro de Durazno, San Fernando de Maldonado, San Juan Bautista, San Isidro de las Piedras, Rosario, Vacas, Pando, Minas y Víboras. El presbítero de Canelones Juan Francisco Larrobla (1774-1842) fue elegido presidente de la Sala.

Una de las primeras resoluciones fue nombrar a dos diputados que representarían a la provincia en el Congreso de las Provincias Unidas, que en esos momentos sesionaba en Buenos Aires y tenía la representación de gran parte del antiguo virreinato del Río de la Plata. Otra resolución nombró a Lavalleja “gobernador y capitán general de la Provincia Oriental”.

Faltaría el episodio más relevante, el 25 de agosto de 1825, cuando se dictaron en la Sala de Representantes en el gobierno provisional de Florida la declaración de las Tres Leyes Fundamentales: La Ley de Independencia, Ley de Unión y Ley de Pabellón, que fijaba como pabellón provincial el tricolor, con tres franjas horizontales celeste, blanca y punzó.

Gobierno provisional de Florida 25 de agosto de 1825. Aprobación de las Leyes Fundamentales . El sacerdote Juan Francisco Larrobla, Presidente de la Honorable Sala de Representantes, y los Diputados del Pueblo Oriental. Autor Eduardo Amézaga.

Combate de Rincón (24 de setiembre de 1825)

Una de las pocas fuerzas militares brasileñas que continuaron sus operaciones en el interior de la Banda Oriental era la mandada por Mena Barreto, quien operaba sobre la costa del río Uruguay, y tenía bajo su custodia una gran cantidad de caballos.

Los caballos estaban encerrados en un cuadrilátero casi enteramente rodeado por ríos, al norte de la desembocadura del río Negro en el Uruguay, en el sitio llamado Rincón de Haedo o Rincón de las Gallinas. La entrada al Rincón, hacia el este, estaba cruzada por un zanjón cavado de río a río, con una sola abertura, cerrada también por unas tranqueras, los Portones de Haedo.

Como consecuencia de una Junta de Guerra realizada el 21 de setiembre, Lavalleja autorizó al general Rivera a que atacase el Rincón de las Gallinas con 250 hombres para capturar las caballadas enemigas. Mientras tanto, el coronel Andrés Latorre atacaría Mercedes para distraer las fuerzas del brigadier José de Abreu, que contaba también con la flotilla fluvial que actuaba en la zona.

Los brasileros, mientras tanto, tenían una guardia de 25 hombres para proteger las caballadas. Estas reducidas fuerzas, sin embargo, contaban con el apoyo de las estacionadas en Mercedes y de 700 hombres de refuerzo del RC-24 del coronel Jerónimo González Jardim y del RC-25 del coronel José Menna Barreto que venían en camino desde San Francisco en Paysandú.

Al frente de solamente 250 hombres, y haciendo la máxima utilización del terreno y de las horas de oscuridad, las fuerzas de Rivera cruzaron el río Negro en la madrugada del 23 de septiembre.

Ocultos durante el resto del día, al amanecer del día siguiente reaparecieron en el interior del Rincón y sorprendieron a la guardia brasileña que custodiaba los portones. De inmediato juntaron las caballadas (unos 8.000 caballos) e iniciaron la retirada a través del portón, a pesar de que el coronel Latorre no atacó Mercedes. A las 8 de la mañana, cuando salían del portón con las caballadas, el general Rivera fue avisado de que se acercaban las tropas del RC-24 de Jardim y del RC-25 de Menna, que entrarían en zona una hora después, sin sospechar que esta se encontraba en manos enemigas.

Combate de Rincón (24 de setiembre de 1825). Plano del combate.

Temiendo que, en caso de tener un choque parcial, debería posteriormente enfrentarse a las fuerzas del general José de Abreu, que operaba cerca de Mercedes, Rivera decidió atacar al ejército que tenía a su frente, de modo que lanzó una primera guerrilla en posición frontal de 40 fusileros, al mando de los capitanes Gregorio Más y Manuel Benavídez. Con el resto de la fuerza cruzó un bañado (terreno pantanoso) ejecutaron un ataque de flanco en tres columnas:

  • La centro constituida por las fuerzas provenientes de Durazno mandadas por el coronel Julián Laguna.
  • La izquierda, las milicias provenientes del departamento de Soriano al mando del capitán Miguel Sáenz.
  • La derecha, el propio Rivera con sus dragones.
Combate de Rincón (24 de setiembre de 1825). El general Fructuoso Rivera cargando al frente de sus dragones. Autor Baldassare Verazzi.

En momentos en que las agotadas tropas de Jardim estaban cambiando de caballos. Parte de la infantería brasileña alcanzó a dar una descarga de fusilería, e inmediatamente los orientales estuvieron sobre ellos.

Obligados a replegarse para caer en un bañado, los brasileños perdieron al coronel Menna Barreto, de modo que Jardim logró salvar menos de la mitad de sus tropas gracias a una huida acelerada, siendo perseguidos por tres leguas.

Las fuerzas brasileñas tuvieron unos 140 muertos y 300 prisioneros, además de 189 carabinas, 167 sables y 164 pistolas, 7.500 cartuchos y gran cantidad de vestuario. Los orientales tuvieron 7 muertos y 16 heridos.

Repuestos del esfuerzo, y llevando más prisioneros que su propia tropa, los hombres de Rivera partieron del lugar arreando los 8.000 caballos, que llevaron hasta el cuartel de su jefe, en Durazno.

Batalla de Sarandí (12 de octubre de 1825)

Cuando se enteró Carlos Federico Lecor en Montevideo del resultado de la batalla del Rincón, inmediatamente ordenó la salida de un cuerpo de tropa de unos 1.000 brasileños, al mando del coronel Bento Manuel Ribeiro. El plan era unirse al ejército brasileño que estaba en la campaña, mandado por el general Bento Gonçalves y que tenía una fuerza similar. Enterado Lavalleja, que se encontraba en Durazno, de la salida de tropas brasileñas desde Montevideo, trató de impedir que estas se unieran a las de Gonçalves, que en ese momento se desplazaban hacia el sur desde las costas del Río Negro.

El hostigamiento que Lavalleja intentó sobre la fuerza de Gonçalves no tuvo éxito, de modo que finalmente ambas fuerzas brasileñas lograron reunirse. El 12 de octubre de 1825, en un gran esfuerzo, Lavalleja pudo reunir un contingente de unos 2.500 efectivos y enfrentó al ejército brasileño en las puntas del arroyo Sarandí (en el actual departamento de Florida).

En la madrugada del día 12 de octubre, al llegar Lavalleja a las proximidades del arroyo Sarandí, recibió parte de las descubiertas, informando que el enemigo se encontraba a una legua de distancia. El jefe oriental dispuso su línea de batalla con frente sur, ocupando las alturas que dominaban el camino al Paso de Polanco del río Yí. Lavalleja desplegó apoyando su flanco descubierto en el arroyo Sarandí:

  • Ala izquierda, mandada por Fructuoso Rivera con el RD de la Unión del coronel Andrés Latorre, Milicias entre Yi y Río Negro del coronel Julián Laguna y por delante las milicias de Soriano del Tcol.
  • Centro mandado por el Tcol Manuel Uribe con ED de la Unión del capitán Bernabé Ribera, ED-1 y ED-2 de Libertadores de los capitanes Manuel Freire e Ignacio Uribe.
  • Ala derecha mandada por el Tcol Pablo Zufriategui con el EH Oriental del Tcol Gregorio Pérez y las milicias de Canelones del sargento mayor Simón del Pino; por delante, Cía de tiradores de Maldonado del capitán Francisco Osorio.
  • Reserva al mando del coronel Leonardo Olivera con los tiradores de la Patria del Tcol Adrián Medina, las milicias de Maldonado del coronel Leonardo Olivera y milicias de San José de Mayo del coronel Juan José Quesáda.

Esperaba que los imperiales cruzasen el arroyo para atacarlos mientras lo hacían.

Las fuerzas imperiales brasileñas mandadas por Bento Manuel Ribeiro eran unos 1.700 jinetes, bien montados y armados, de los cuales 600 pertenecían a tropas de línea de los RC-3, RC-4 y RC-5 y fuerzas sacadas de Montevideo; el resto eran fuerzas riograndenses de Bento Gonçalves.

Los imperiales llegaron a Sarandí y, creyendo encontrar a Rivera en la margen derecha, se sorprendieron al verlo del otro lado del arroyo Sarandí. Después de cruzar el arroyo y alcanzar las primeras alturas, los brasileños se dieron cuenta de lo inevitable, observaron todo el dispositivo tendido y notaron que no solo estaban las fuerzas de Rivera a su frente, sino también todas las fuerzas orientales desplegadas en línea de batalla. Bento Manuel Ribeiro apreció la situación ventajosa de los orientales y no condujo el ataque, disponiendo la línea de batalla, desplazándose a su izquierda para poder combatir en un campo despejado. Desplegaron en una sola línea, sin dejar unidades de reserva y constituyendo el centro con los escuadrones veteranos.

El movimiento realizado por el ejército brasileño puso a Lavalleja en una mala situación, obligándolo a cambiar su frente desde el sur hacia el oeste, pero ante el apremio y la rapidez con que se efectuó la maniobra, se perdió el control de la formación, quedando Pablo Zufriategui al centro y Manuel Oribe a la derecha.

Batalla de Sarandí (12 de octubre de 1825). Despliegue de fuerzas.

A las 8 de la mañana se inició la acción. El cañón de 4 libras abrió el fuego y alcanzaron tres disparos a la izquierda del ejército brasileño. Bento Manuel Ribeiro dio la orden de atacar, y al toque de degüello el ejército brasileño se lanzó sobre el ejército oriental.

Rivera se adelantó y cargó sobre Bento Gonçalves, mientras que Manuel Oribe en el centro fue cargado sorpresivamente por las fuerzas imperiales, no pudiendo evitar que los disciplinados escuadrones del ejército imperial se infiltrasen en el dispositivo y llegaran hasta las reservas orientales, maniobra que pudo haber sido fatal para los orientales. Comprendiendo esta situación, Lavalleja tomó a su cargo las reservas con la famosa frase “sable en mano y carabina a la espalda” y las impulsó entre los brasileños, metiéndose en sus filas y arrollándolos hasta el centro de sus formaciones, dividiendo su dispositivo en dos. La derecha oriental atacó y desorganizó la izquierda de los brasileños, que trataban de buscar apoyo en su centro. De ese modo, las fuerzas brasileñas fueron flanqueadas por las tropas de Rivera y las milicias de San José de la reserva oriental, que iban en persecución de los dispersos de Bento Gonçalves; así, Oribe pudo reponerse y contraatacar.

Batalla de Sarandí (12 de octubre de 1825). Vista de la batalla. Autor Juan Manuel Blanes.

La confusión de los portugueses fue enorme y su dispersión completa. Los brasileños, que esperaban el fuego de las armas orientales, se hallaron de pronto cargados por la caballería que los obligó a huir y los persiguió sin descanso.

A poca distancia del campo de combate se había reagrupado un fuerte grupo de los derrotados, de unos 400 efectivos mandados por el mayor Alencastre, jefe de los escuadrones del RC-5, quien se manifestaba decidido a oponer una nueva resistencia a los vencedores. Hacia allí convergieron inmediatamente los jefes orientales con sus tropas, que lograron rodear y rendir totalmente a esa fuerza. Este episodio permitió a Bento Manuel ganar una cierta delantera al enemigo. Con unos 500 hombres que habían podido salvarse de la dispersión y del exterminio, se dirigió a pasar el río Yi en el paso de Polanco: operación que efectúa libremente, para seguir después hacia el norte para guarecerse en Río Grande.

Batalla de Sarandí (12 de octubre de 1825). Carga de los uruguayos.

El brigadier Rivera, con el ED de la Unión, el escuadrón de Tiradores y las milicias de Maldonado, debía perseguir a Bento Manuel hasta alcanzarlo y destruirlo. El coronel Laguna, con las milicias del Yi y Río Negro, efectuaría una persecución paralela, pasando al efecto el Yi en Durazno, para tomar después la dirección hacia el nordeste, buscando cortar la línea de retirada de los imperiales.

La persecución se realizó con escasa energía; ni Rivera ni Laguna pudieron impedir que el grupo enemigo de Bento Manuel se pusiese en salvo al norte del Río Negro. El 15 de octubre, el brigadier Rivera resolvió suspender la persecución y regresar a Durazno, a pesar de haberle escrito a Lavalleja “que confiaba en su capacidad y en que tomaría todas las providencias para la persecución del enemigo”.

Las bajas brasileñas fueron unos 200 muertos y unos 550 prisioneros, de los cuales 37 eran oficiales. Las bajas orientales fueron 35 muertos y 90 heridos. Considerable fue también el armamento caído en mano del vencedor: 1.200 carabinas, 840 sables, 650 pistolas y mucha munición; botín que resultó sumamente valioso, pues permitió proveer con él a las milicias en cuyas filas escaseaban las armas de fuego.

Como consecuencia de ello, los orientales, ya constituidos en el Congreso de la Florida y habiendo solicitado previamente la reunificación con las Provincias Unidas del Río de la Plata, lograron despertar el interés de las Provincias Unidas. El mismo día de la batalla, la población de Buenos Aires atacó la residencia del embajador brasileño, por lo que este abandonó la ciudad. El Congreso General Constituyente reunido en la ciudad de Buenos Aires aprobó el 24 de octubre una Ley de Reincorporación de la Banda Oriental a las Provincias Unidas del Río de la Plata, volviendo a denominarla con el nombre que le había dado José Gervasio Artigas: Provincia Oriental.

De todos modos, el ejército brasileño retenía el dominio del nordeste, lo que le permitía mantenerse en contacto con su territorio metropolitano. Por tal motivo, se llevaron a cabo acciones para tratar de dominar esa zona.

Solo a mediados de noviembre de 1825 comenzó el embarque en Río de Janeiro de las primeras tropas brasileñas para reforzar las derrotadas o sitiadas de la Banda Oriental. Al finalizar el año 1825, las fuerzas orientales en campaña sumaban 4.245 efectivos. Debido a que enfrentaba algunas rebeliones dentro del Imperio que a la larga resultarían intrascendentes, pero en ese momento parecieron amenazar el Imperio, el gobierno imperial tardó mucho en poder reunir las tropas necesarias. Durante el posterior ataque rioplatense, los brasileños quedarían en inferioridad numérica frente al enemigo dentro de su propia provincia de San Pedro del Sur.

Las victorias de las tropas orientales encendieron el patriotismo de la opinión pública porteña, que forzó al Congreso Argentino, reunido en esa ciudad, a aceptar la reincorporación de la Provincia Oriental el 25 de octubre de 1825,​ y ese mismo día fueron aprobados los diplomas del diputado Javier Gomensoro, electo por la Provincia Oriental.​ En respuesta, el Imperio declaró la guerra a las Provincias Unidas el día 10 de diciembre, e inmediatamente la poderosa escuadra brasileña bloqueó el puerto de Buenos Aires y la boca del Río de la Plata, bloqueo que se mantuvo hasta el final del conflicto, en 1828.

La declaración de guerra fue respondida por el Congreso argentino el 1 de enero de 1826.

Toma de la fortaleza de Santa Teresa (31 de diciembre de 1825)

Logradas las victorias de Rincón y Sarandí, las fuerzas orientales también lograron desalojar a los brasileños de la ciudad de Maldonado, siendo nombrado comandante militar de la plaza Maldonado el coronel Leonardo Olivera, quien puso la vista en la fortaleza de Santa Teresa.

La fortaleza era la llave estratégica que permitía cerrar las comunicaciones por el sur en el paso de “La Angostura”. Está ubicada en el departamento de Rocha, a 305 kilómetros de Montevideo y a 36 kilómetros de la localidad internacional de Chuy, en la frontera con Brasil.

Olivera planeó capturarla por sorpresa; en la madrugada del 31 de diciembre de 1825 se aproximaron a la fortaleza sin ser detectados. La toma se produjo mientras los brasileros pensaban que los orientales se encontraban todavía lejos, por lo cual la sorpresa de la guarnición, en su mayoría soldados de origen austríaco al servicio del Imperio de Brasil, fue total. Según el parte del vencedor dirigido al general Lavalleja el 1 de enero de 1826, «… sorprendimos a la guarnición, hallando a todos en camisa… sin posibilidades de resistencia efectiva».

Toma de la fortaleza de Santa Teresa (31 de diciembre 1825).

Combate de la Guardia del Chuy (1 enero 1826)

Después de la toma de la fortaleza de Santa Teresa, las fuerzas orientales acamparon en la isla de la Coronilla. El coronel Olivera organizó sus tropas en tres columnas para tomar la Guardia del Chuy: las guerrillas, a cargo del capitán Juan Ventura González, atacarían por el lado izquierdo; las fuerzas del capitán José Suárez atacarían por la derecha, mientras las tropas del capitán Luciano de la Rosa, con banderas y al toque de clarines y cornetas, debían avanzar por el centro.

A pesar de la resistencia de las tropas brasileñas luego de esta rápida lucha, fueron vencidas, capturando numerosos prisioneros, 150 armas largas y unas 10.000 municiones.

Combate del Cerro (9 de febrero de 1826)

Allí el 9 de febrero de 1826 las fuerzas del entonces Tcol Manuel Oribe integradas por dragones Libertadores y Milicias de Canelones. Oribe preparó una emboscada para una fuerza de 300 hombres de caballería del Ejército Imperial brasileño mandados por el comandante Pita, que hacía pastar la caballada al pie del cerro y se replegaba hacia la fortaleza en caso de peligro.

En la noche del 8 de febrero, hizo ocultar diversas partidas en los bajos y, a la mañana siguiente, cuando los brasileños fueron a hacer la descubierta, solo divisaron a lo lejos una pequeña partida que no los inquietó.

Cuando se alejaron lo suficiente, se dio la señal de ataque, que tardó en ser escuchada por los dragones libertadores. Un disparo de cañón desde la fortaleza alertó a los imperiales e iniciaron la huida cerro arriba. En su trayecto desde el arroyo Pantanoso hacia la cima, los brasileños fueron perseguidos por Oribe hasta la distancia de tiro de fusil desde las murallas, dejando 71 muertos y valioso armamento en el campo de batalla.

Este encuentro, culminación de la primera etapa de la lucha libertadora, se produjo en el entorno del sitio de Montevideo, donde el cerro era un importante punto defensivo de avanzada para los brasileros.

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2025-11-17. Última modificacion 2025-11-17.
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Comentarios:

  1. Guillermo dijo el 2025/12/02 a las 3:21 am

    Me gustó mucho , ahora me hubiese gustado más si hubieran indicado cuáles fueron la fuentes utilizadas y el autor del trabajo

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