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La segunda escuadra insurgente
En el frente oriental la amenaza de una invasión portuguesa estaba siempre vigente, Montevideo ya encerraba una guarnición que duplicaba el ejército que la sitiaba, ya sin esperanza de rendirla y José Gervasio Artigas sublevaba la campaña oriental promoviendo la defección de la Provincia de Entre Ríos y la de Corrientes. Y por sobre todo, en la península Fernando VII regresaba al trono, una gran expedición era prevista en corto plazo, el Río de la Plata era el objetivo principal y el control de Montevideo la clave de su éxito.
El 5 de noviembre de 1813, por la renuncia de José Julián Pérez, se incorporaba Juan Larrea al Segundo Triunvirato, junto a Gervasio Antonio Posadas y Nicolás Rodríguez Peña.
Larrea empezó a evaluar la factibilidad de levantar una nueva escuadra para forzar la situación en el frente oriental. Pronto quedó de manifiesto que las posibilidades de que el estado lo hiciera eran nulas. Las fuerzas navales eran inexistentes: solo se disponía de una balandra y del lanchón del puerto. El Arsenal contaba apenas con 30 cañones y carronadas de distintos calibres y casi inútiles por el uso, unos pocos fusiles y menos de 200 quintales pólvora. No había en depósito jarcias, madera, betún, lonas, cables ni implemento alguno. No existía ni experiencia ni protocolos para la recluta e instrucción de oficiales, marineros ni infantes de marina. Finalmente, y principal condicionante para revertir esa situación, el tesoro contaba con solo 1.000 pesos, los recursos de aduana eran mínimos debido al bloqueo y el crédito estaba agotado.
Larrea optó entonces por promover un convenio con el norteamericano William Porter White, rico comerciante nativo de Pittsfield, Massachusetts, y comprometido entonces con la causa revolucionaria, quien adelantaría los fondos necesarios para financiar la adquisición de los navíos y su equipamiento, con cargo a una posterior compensación, ligada indefectiblemente al éxito de la empresa. El 28 de diciembre de 1813 se firmó el convenio entre el Triunvirato y White para que “…proceda a comprar y reunir cuanto se haga necesario para poner en el río una fuerza tan respetable, que no sea aventurado el éxito (…) sin detenerse en los precios, pues que una vez comenzados los gastos toda mezquindad que retardase el armamento, podría ser muy fatal y acaso hacer que todo fuese perdido.”
A comienzos del año 1814 se optó por concentrar el poder ejecutivo en el llamado Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Fue elegido Gervasio Antonio Posadas y Juan Larrea fue nombrado como ministro de hacienda, por lo que el proyecto se mantuvo en pie.
El 22 de diciembre de 1813, arribó a Buenos Aires procedente de Liverpool la fragata mercante Hércules, de construcción rusa, al mando del capitán William Coffin. Consignada a Diego Brittain, fue ofrecida en venta por su agente, el capitán Goodfellow y adquirida a cuenta del estado el 27 de ese mes por Larrea y White, por 25.000 dólares (mitad al contado y el resto a abonar con garantía de Aduanas). La fragata Hércules se incorporó a la escuadra el 4 de enero de 1814 al mando del sargento mayor Elías Smith con el número 1, y se convirtió en nave insignia de la flota el 1 de marzo de 1814. Portaba 350 toneladas, tenía 38 m de eslora, 8 de manga, 5,8 m de puntal y un calado de 2,25 m. Montaba 4×24, 8×18, 12×6; y 6 pedreros; en total 30 piezas y era tripulada por 120 marineros y reclutas y 60 soldados.
La corbeta Céfiro, un antiguo mercante inglés, lento y pesado, comprado en el puerto de Buenos Aires por Larrea y White, se incorporó a la escuadra el 1 de enero de 1814 con el número 2. Su primer comandante fue el sargento mayor Elías Smith, que al poco tiempo pasó a comandar la Hércules y fue reemplazado por Santiago King y luego por el sargento mayor Oliver Russell hasta el 21 de febrero de 1814. Tenía 220 toneladas, 34 metros de eslora, 5 metros de manga, 5,3 m de puntal y 2 m de calado medio, montaba 14 carronadas de a 9 y 12 libras y 2 cañones largos de a seis. Era tripulada por 70 marineros y reclutas y 40 soldados.
El 15 de febrero se compró en la suma de 22.000 pesos la fragata Belfast que se incorporó a la escuadra nominalmente el 21 de febrero de ese año, pero debiendo ser alistada se sumó efectivamente a la flota recién en el mes de abril con el número 3, portando 18×12 libras, 2 x9 y 2×6 cañones, todos en cubierta y mitad por cada banda. El 23 de diciembre de 1813 se adquirió la corbeta Agradable (235 toneladas, 22 cañones, entre 155 y 180 hombres) en la suma de 24000, incorporándose el 15 de marzo de 1814 con el número 4.
Se adquirieron también el bergantín Nancy (n.º 7), de origen norteamericano, que desplazaba 120 toneladas, tenía 29 m de eslora, 4 de manga, 4.2 de puntal y 2 m de calado medio, montaba 6×10, 7×4 y 2 largos de a 6, y era tripulado con 73 marineros y reclutas y 32 soldados, puesto al mando del sargento mayor Richard Leech; la goleta Juliet (n.º 8), botada en Baltimore, que desplazaba 150 toneladas y tenía 27 m de eslora, 3.2 de manga, 3.1 de puntal y 1.8 m de calado medio, montaba un cañón largo de a 24 libras, en colisa, 2×18, 2×12 y 4×6 carronadas, era tripulada con 60 marineros y reclutas y 40 soldados y estaba al mando del Tcol Benjamin Franklin Seaver; la goleta Fortuna (n.º 13), que desplazaba 90 toneladas y tenía 20 m de eslora, 5 de manga, 3 de puntal y 1,8 m de calado, estaba armada con 8×6 y 7×4 cañones, y la tripulaban 60 hombres al mando de John Nelson, el falucho San Luis (15 toneladas de desplazamiento, 16 de eslora, 2.2 de manga, 2 de puntal y 0.9 m de calado medio; 1 cañón de a 18, y una dotación máxima de 15 hombres al mando del sargento mayor John Handel); y la balandra Carmen con 48 toneladas, 18 m de eslora, 4.5 de manga, 2 de puntal y 1.5 m de calado; 1 x 12 y 4×6 cañones, con una tripulación de 42 hombres al mando de Samuel Spiro.
La indisciplina de la tripulación de la primera escuadrilla, principal causa de su derrota, había demostrado claramente la importancia de no descuidar ese factor, pese a las urgencias del momento. Se precisaba personal que tuviera mejor manejo del velamen al habitual en la marinería mercante, que mantuviera la sangre fría en situaciones de combate y abordaje y se precisaban artilleros entrenados. El 2 de enero de 1814 White encargó la recluta al marino mercante inglés Roberto Baxter.
La guarnición de los buques (lo que más tarde serían llamados infantes de marina), los artilleros, sirvientes de pieza y armeros fueron en buena medida aportados por las milicias. Parte de la marinería fue reclutada por el capitán de puerto, sargento mayor de Marina Martín Jacobo Thompson, entre los presos que fueran marineros (exceptuando los reputados como peligrosos o condenados a pena capital), que hizo efectiva en un número cercano al centenar; parte fue leva de indios jornaleros del campo, y el resto en gran medida fue aportado por los buques mercantes del puerto o militares reclutados en Brasil.
En cuanto a condestables artilleros, gavieros, cuartel maestres y restantes puestos claves profesionales y de mando fueron cubiertos por extranjeros, ingleses, escoceses, irlandeses y norteamericanos en su mayoría reclutados en aguas del Brasil, considerando algunos autores que provenían en gran medida de los buques de la estación británica en Río de Janeiro y los alternados en el Río de la Plata, legalmente contratados como voluntarios para la escuadra insurgente, pero que una vez enrolados pasaban a las listas de desertores de la Royal Navy, lo que llegó a motivar reclamos de los comandantes de las fuerzas británicas en el Plata, comodoros Manley Hall Dixon y su sucesor William Bowles, al Director Posadas por la deserción de marineros británicos, la que según aducían era fomentada por agentes del gobierno argentino con promesas de protección y dinero. Sin embargo, ninguno de ellos insistió sobre el tema hasta casi finalizada la campaña, cuando Dixon reclamó la captura de desertores británicos a bordo de la escuadra.
En febrero se aceleró la recluta, superándose los 1.500 hombres.
La cuestión del mando fue motivo de un fuerte debate. Los principales candidatos eran el Tcol norteamericano Benjamin Franklin Seaver, comandante de la goleta Juliet, quien era apadrinado por su compatriota White, el corsario Estanislao Courrande, quien desde 1803 hostigaba el comercio inglés con acciones corsarias y por último el irlandés Guillermo Brown.
Mientras se tomaba la decisión, Brown y Seaver, en sendos golpes de mano, aumentaban la naciente escuadra. El 8 y 9 de enero, Seaver capturó los faluchos de guerra San Luis y San Martín, y el 13 de enero, Brown capturó a la goleta Nuestra Señora del Carmen y a la balandra San Juan.
La decisión finalmente recayó el 1 de marzo de 1814 en Brown, incluyendo el voto de White, en parte por su carácter (la experiencia era algo compartido por todos los candidatos), pero en mayor medida por el ascendiente que tenía o podía asegurar llegado el momento sobre la oficialidad y marinería que era principalmente oriunda de las islas británicas: irlandeses, ingleses y escoceses.
White dio en principio instrucciones reservadas a Seaver de que continuase operando en corso con la Juliet de manera autónoma, no obstante Brown presionó para que se pusiera bajo su mando. Pese a que Seaver respondió que ignoraba que él o su goleta estuvieran agregados al resto de la escuadra como para que el capitán Brown le haya dirigido la nota precedente, finalmente fue agregado como segundo al mando.
Acción de la isla de Martín García en 1813
El 7 de julio de 1813, un grupo de 13 soldados revolucionarios al mando del teniente José Caparrós efectuó una sorpresiva y exitosa incursión en la Isla Martín García, aun en manos realistas y guarnecida por 70 hombres.
El 3 de noviembre de 1813, partió de Montevideo una expedición al mando del coronel Domingo Loaces. Con 700 hombres y 3 piezas de artillería a bordo de 11 transportes escoltados por Jacinto de Romarate, debía recorrer las costas del Uruguay para saquear las estancias ribereñas para procurar provisiones y establecer un lazareto en Martín García donde alojar a los enfermos, que eran un lastre para la defensa. Tras dar un rodeo por el río Paraná Guazú, el 8 ancló en Martín García y desembarcó parte de las tropas al mando del Tcol José Sallent, que comenzó la construcción de las edificaciones para la guarnición y el lazareto, mientras Loaces iniciaba su expedición, que fracasó ante el acoso de las partidas insurgentes forzándolo a regresar a la isla el 21 de noviembre.
En Buenos Aires, Alvear planeó un ataque a la isla en momentos en que Loaces partía a su raid. Hizo reunir los buques necesarios en Las Conchas y San Fernando, pero al momento de embarcar llegaron noticias del arribo de un buque de guerra a la isla. El 14 de diciembre arribaron refuerzos de Montevideo, un cañón y 30 artilleros, así como el capitán de ingenieros Miguel Olave.
Expedición de Romarate
Las noticias del apresto de la escuadra llegaron a Montevideo, donde se tomó la decisión de atacarla antes que estuviera operativa, decisión que no fue del agrado del comandante del apostadero Miguel de la Sierra. Se despachó a esos efectos una primera división al mando de Jacinto de Romarate, mientras el resto de la escuadra completaba su alistamiento. Romarate partió con 6 barcos de escaso calado, a los que reforzó frente a Colonia con otras 4, dirigiéndose entonces a Buenos Aires. Romarate adelantó a su más veloz nave, el queche Hiena, que informó que el alistamiento de la escuadra enemiga estaba más adelantado de lo pensado. El comandante español pidió instrucciones y Vigodet le ordenó replegarse a Martín García y esperar refuerzos. Ante el riesgo de perder el dominio de la estratégica isla, que se encontraba en el estuario del Río de la Plata a 60 km de Buenos Aires, y que dominaba el tránsito de los ríos Paraná y Uruguay; y con el objetivo de tener una base de ataque a Colonia del Sacramento, ocupada por los revolucionarios, a principios de 1814 Jacinto de Romarate fortificó la isla y estacionó una flota de 9 embarcaciones artilladas con piezas de 18 y 24 libras.
La flotilla de Romarate estaba compuesta por 3 bergantines, 2 balandras, 3 cañoneras y 1 lanchón y 4 embarcaciones menores:
3 cañoneras:
Belén (capitana, 220 t, 30 m de eslora, 8 de manga, 4.8 de puntal y 1.8 de calado, 10×12 cañones y una dotación de entre 80 y 150 hombres al mando del teniente de fragata Ignacio Reguera).
Aránzazu (181 t, con 28.4 m de eslora, 8.1 de manga, 3.6 de puntal y 1.8 m de calado, 10×12 cañones y una dotación de 80 hombres, Miguel de Quesada).
Gálvez (90 t, 20 m de eslora, 6 de manga, 7 de puntal y 2 m de calado, 7×6 cañones y 60 hombres comandados por el teniente de fragata Pascual de Cañizo).
2 balandras:
• Americana (60 t, eslora de 17 metros, manga de 4, puntal de 2.75, calado medio de 1.5 metros, un cañón de a 18 a proa y una dotación de 26 hombres al mando del alférez de fragata Ignacio Flores).
• Murciana (115 t, eslora de 22 metros, manga de 4.5, puntal de 3 y calado medio de 1.8, 1×18 cañón, 30 hombres, Andrés de Candano).
3 cañoneras:
- Perla (alias Tortuga) (1×24 cañón, 25 hombres, Sebastián Butler).
- Lima (1×8 cañón, 25 hombres al mando del piloto José Ignacio de Sierra).
- San Ramón (1×12 cañón, 25 tripulantes, Miguel del Castillo).
Pero la escuadra porteña terminó sus aprestos con inesperada celeridad y, tras recibir los despachos de Tcol, Brown inició su campaña saliendo con parte de la flota rumbo a Colonia del Sacramento, entonces en poder de los insurgentes. Tenía noticias también de los movimientos de Romarate y esperaba separarlo de la división de Montevideo.
El Río de la Plata, con una superficie de 30.000 kilómetros cuadrados, tiene 300 kilómetros de largo por 200 de ancho en su desembocadura. Era de muy difícil navegación por los extensos bancos de arena y fango que lo reducían al cabotaje de escaso calado o forzaban el uso de los pocos canales naturales existentes sujetos, por otra parte, a las variaciones productos de la sedimentación y de los vientos cambiantes, entre estos los conocidos el «Pampero» y «Sudestada«. En el Plata inferior, las islas de Lobos y de Flores, eran importantes obstáculos para la navegación, pero el mayor peligro era el banco Inglés, flanqueado al oeste y al sur por los bancos Arquímedes y Rouen. El Plata medio contaba con el dilatado banco Ortiz.
La isla Martín García controla el canal oeste, llamado de Martín García o de Buenos Aires, que por su relativa profundidad era paso obligado para cualquier nave que con un calado tan escaso como de 2 o 3 metros quisiera acceder a los ríos interiores, sea al Paraná por sus brazos de las Palmas o del Guazú o al Uruguay, cerrado por el oeste por el extenso banco de las Palmas o Playa Honda. Ese paso debía efectuarse a menos de trescientos metros (a tiro de cañón e incluso de carronadas y fusil) de la isla. La alternativa era el canal oriental: más estrecho, de fondo rocoso e irregular, mal sondeado en la época, era conocido como del Infierno y en lo posible había que evitarlo. De cualquier manera, también el pasaje debía efectuarse a tiro de la isla.
Combate de naval de Martín García (10-15 de marzo de 1814)
La fuerza insurgente contaba con la fragata Hércules (30), buque insignia al mando del sargento mayor Elías Smith, la corbeta Céfiro (16) del sargento mayor Santiago King, el bergantín Nancy (15) del sargento mayor Richard Leech, la goleta Juliet (9) del Tcol Benjamin Franklin Seaver, la goleta Fortuna (15) de John Nelson, el falucho San Luis (1) del sargento mayor John Handel, y la balandra Carmen (5) del comandante Samuel Spiro.
Así, si bien el número de barcos mostraba una relativa paridad, el total de bocas de fuego favorecía a la armada insurgente. Con 91 cañones, 430 hombres de marinería y 234 de tropa frente a los 36 cañones (dos en tierra en batería) y 442 hombres de los realistas, la ventaja estaba supuestamente del lado revolucionario. No obstante, la tercera parte de esa fuerza se reducía a la capitana, la Hércules (30), por lo que esa ventaja estaba fuertemente ligada a su suerte, lo que sería determinante en el curso de la batalla.
El 8 de marzo, Brown, que se encontraba frente a Colonia con la Hércules (30), la Fortuna (15), el San Luis (1) y la Carmen (5), divisó tres bergantines españoles en dirección noroeste. Los siguió hasta el anochecer, momento en que habiendo verificado que entraban al canal de Martín García y se dirigían a la isla, puso rumbo a Buenos Aires en busca de refuerzos.
Ese día, a las 20:00 horas, la escuadrilla española soltó anclas en el canal del fondeadero de Martín García, al oeste de la isla. Romarate formó sus buques en línea este-oeste, cubriendo en media luna el canal del fondeadero, con el apoyo por tierra de la fusilería y 2×6 cañones de la tropa y vecinos de la isla al mando del alférez José Benito de Azcuénaga del RI del Fijo.
El 9 de marzo a las 14:00 horas, Brown se encontró con la Céfiro (16), la Juliet (9) y la Nancy (15), por lo que se dirigió hacia Martín García al encuentro del enemigo. A las 17:00 horas, la escuadra insurgente fondeó sobre el canal, a 4 leguas al sudeste del enemigo, con el banco Santa Ana a estribor.
El 10 de marzo por la mañana, se pusieron en vela con viento ligero del este sudeste, dirigiéndose sobre Romarate por ambos canales.
El plan de Brown consistía en atacar por frente y retaguardia a la línea española. A esos efectos destacó una división compuesta por el Fortuna (15), Carmen (5) y San Luis (1) para que rodeando por el oeste el banco situado a estribor de los realistas cayera sobre su retaguardia, mientras la fuerza principal atacaba su frente. Formaba esta división la Hércules (30) sobre el ala izquierda, luego la Céfiro (16), el Nancy (15) y la Juliet (9) sobre el ala derecha.

Combate naval del 10 de marzo
No obstante, el ataque no fue simultáneo. A las 13:30 horas, sin que estuviera aún en posición la división de flanqueo, la escuadra de Brown, en vanguardia la Juliet (9) por tener el mejor práctico, abrió fuego vivo sobre los realistas que fue de inmediato respondido.
La capitana argentina intentó avanzar bajo fuego sobre la flotilla realista, pero habiendo perdido a su piloto varó en el banco del oeste de la isla bajo tiro de cañón y de proa al enemigo, con lo que sufrió el fuego sostenido enemigo con fuertes pérdidas y sin poder responder más que con tres cañones, dedicando sus cañones de banda a las baterías en tierra. Brown cuestionó en su parte la manera en que el resto de la escuadra se condujo durante la acción, a pesar de haberse hecho todas las señales y haber ido personalmente en su bote antes de las 12 de la noche a instar y suplicar su apoyo, todo lo cual resultó inútil.
Asegurado el frente, Romarate envió a las balandras Americana (1) y Murciana (1), a la cañonera Perla (1) y a la lancha corsaria del navío Salvador a enfrentar a la división revolucionaria destacada por el canal del norte, la que tras un ligero intercambio de disparos se replegó y unió al resto de la escuadra. El combate siguió hasta anochecer, llevando la fragata Hércules (30) la peor parte.

En esta, la primera y más sangrienta jornada del combate, Romarate consiguió rechazar exitosamente el asalto. Hubo 45 muertos y 50 heridos y las pérdidas de la fuerza atacante fueron elevadas. Se contaban entre ellas la de los comandantes Benjamín Seaver y Elías Smith, así como el jefe de las tropas embarcadas, el capitán francés Martín de Jaume, el teniente segundo Robert Stacy, el grumete Edward Price, los marineros Richard Brook y William Russell y el cocinero Peter Brown.
Bernard Campbell, quien era el cirujano en jefe, tuvo momentos muy difíciles, debiendo tratar a los heridos con medios asistenciales inadecuados. Entre los heridos se encontraban el mayordomo Tomás Richard y los marineros James Stone, Henry Harris, Elsey Miller y Anthony O’Donnell.
Combate naval el 11 de marzo
Al amanecer del 11 de marzo, se reinició el fuego hasta las 08:45, en que finalmente la Hércules (30) con sus velas y aparejos destrozados y 82 impactos en el casco consiguió zafar de la varadura aprovechando la marea y con el trinquete, su única vela utilizable aunque acribillada de metralla y bala, pudo salir del canal y retirarse maniobrando por el banco de las Palmas.
A las 17:00 horas, Romarate dirigió su parte al comandante del apostadero de Montevideo, Miguel de la Sierra. Informaba reducidas bajas propias, 4 muertos y 7 heridos, que desembarcó en la isla y juzgaba que dadas las pérdidas sufridas, apenas estuviera en condiciones la flotilla insurgente pondría rumbo a Buenos Aires, por lo que solicitó a su comandancia, aparte de pólvora y munición de todos los calibres, urgentes refuerzos para aniquilarla antes de que se refugiaran en puerto.
A la espera de refuerzos, Romarate desembarcó dos cañones al mando del alférez de fragata y primer piloto Francisco Paloma para reforzar las fuerzas de tierra y su fuego cruzado contra los enemigos si acaso volvían.
No obstante, Romarate había juzgado mal por partida doble. Por un lado, la escuadra española al mando del capitán de fragata José Primo de Rivera y Ortiz de Pinedo negligentemente no se había movilizado en previsión de que se precisara como refuerzo, fuera en caso de derrota como apoyo o de victoria, y las medidas tomadas tras conocerse el parte fueron de tal morosidad que Romarate jamás recibió ni refuerzos ni abastecimientos.
También a diferencia de lo que suponía Romarate, y poniendo de manifiesto en su adversario un carácter opuesto al de su compatriota y cercano al propio, tras las reparaciones y contando con el solo refuerzo de 49 hombres (23 dragones y 23 infantes del RI-6, con sus oficiales, respectivamente el alférez de dragones Gervasio Espinosa y el subteniente Luis Antonio Frutos del RI-6) enviados en la goleta Hope por el comandante de Colonia del Sacramento Vicente Lima, al mando del teniente primero del RD de la Patria Pedro Oroná, y de 17 milicianos, paisanos de Las Conchas, Brown volvió contra toda previsión al ataque.

Incapaz de volver a enfrentarse de manera directa a la flota española, el comandante argentino cambió su estrategia. Con los escasos refuerzos recibidos, mantenía una fuerza de infantería superior a la guarnición de la isla. Si conseguía atacar por sorpresa y con suficiente rapidez para evitar que Romarate desembarcara sus tropas y desnivelara el combate, era factible tomar la plaza.
En la mañana del 13 de marzo, Brown envió un análisis de la situación a Larrea, planteando que la isla debía ser atacada esa misma noche, si era posible, antes que llegase una expedición de Montevideo. Confiaba en haber dañado los buques de Romarate y en los informes de tres marineros italianos y uno portugués que sostenían que de los soldados en recuperación en la isla, alrededor de 750 hombres habían ya retornado a Montevideo.
El 14 de marzo, Brown remitió órdenes al capitán Baxter indicando que recibiera a bordo de la Juliet tantos hombres de la Hércules (30) como pudiera transportar en cubierta, se dirigiera al sitio de desembarco elegido y una hora después de recibir la señal procediera al desembarco. La señal indicada durante la noche sería de dos faroles verticales y un cohete, durante el día la señal sería la número 105. Expresaba luego sus deseos de que desembarcaran 20 marineros de la Juliet, 20 del Nancy, 20 de la Céfiro y 50 de la Hércules, en total 110 marineros que se sumarían a los 230 soldados.
No habiendo más que oficiales subalternos, se convino en hacer una junta para decidir el mando del asalto planeado. Fue elegido el teniente Oroná quien resolvió dividir sus fuerzas en tres grupos de unos 80 hombres. El primer grupo lo puso al mando del teniente José Balbastro del RI-2, siendo su segundo el alférez de dragones Gervasio Espinosa. El segundo grupo quedó a cargo del teniente del Manuel Castañer del RI-2 y el subteniente Luis Antonio Frutos del RI-6; mientras que el tercer grupo fue puesto a las órdenes del teniente del ejército Jaime Kainey con el subteniente de granaderos Mariano Antonio Durán.
Combate terrestre el 15 de marzo
A las 20:00 del 14 de marzo, fondeó sigilosamente a media milla al sudeste frente al fondeadero llamado Puerto Viejo (actual Puerto del Pescado) y a las 02:30 del día 15, desembarcaron en 20 minutos y por orden los grupos con los 240 hombres, transportados mediante 8 barcazas. Al acercarse los botes les hicieron fuego algunos realistas emboscados en el monte que al recibir las primeras descargas y dos tiros de cañón huyeron al interior de la isla.
Asegurado el desembarco, Brown llevó la escuadrilla en dirección a los buques españoles para simular un ataque como distracción del esfuerzo principal.
El avance sobre la plaza iniciado a las 04:00 de la mañana fue detectado y al subir el cerro para acceder al puerto recibieron el fuego de las fuerzas realistas. En el momento en que la defensa se apercibió del ataque, la flota de Brown inició un cañoneo como distracción desde el oeste sobre la escuadra española.
El ataque, efectuado bajo el fuego enemigo y a la carrera por un camino abrupto y ascendente, se detuvo brevemente. En ese momento crítico se ordenó al pífano y al tambor tocar la marcha Saint Patrick’s Day in the Morning (En la Mañana de San Patricio). El avance de las tropas se renovó con gran empuje, siendo el fuerte atacado a bayoneta calada. Los españoles se vieron superados y se rindieron tras veinte minutos de combate, con lo que el teniente Jones de la Céfiro capturó la batería volante, giró los cañones contra los navíos españoles e izó la insignia de las Provincias Unidas en la isla.

Muchos de los defensores, al igual que la mayoría de los pobladores, pudieron refugiarse en los barcos, solo algunos fueron copados en una balandra que no tuvo tiempo de huir pese a la protección de los fuegos de la escuadra: “…en ella se encontraban algunos soldados realistas que hicieron una dura resistencia hasta que fueron pasados a deguello”.
Los realistas tuvieron 10 muertos, 7 heridos y 50 prisioneros (9 de tropa, 21 de milicias y 20 de Morenos). Las bajas de los atacantes consistieron en 3 soldados muertos y 5 heridos. Fueron heridos levemente también el comandante de la fuerza, teniente Pedro Oroná y el subteniente de milicias, Pedro Aguilar. Los habitantes, al igual que los restantes miembros de la guarnición, consiguieron embarcar en la flota.
Secuelas de la batalla
Romarate, careciendo de la pólvora y munición solicitada, debió mantenerse al margen como testigo de la victoria de los insurgentes. El último combate se produjo al amanecer del 15 de marzo, cuando la balandra Carmen al mando de Spiro que se había acercado a espiar durante la noche, rompió el fuego a tiro de fusil contra el enemigo.
En un escueto parte, Brown comunicó al ministro de gobierno Juan Larrea “…que la Isla Martín García fue tomada por las fuerzas de mar y tierra, bajo mi comando, el lunes último a las cuatro y media de la mañana… Ruégole me escriba acerca de cómo debo disponer de la isla y la fuerza naval”. Recién frente a Montevideo, el 19 de abril de ese año, se extendería en los detalles de la acción y en las pérdidas sufridas.
En ese, su parte definitivo, Brown listó algunas de las bajas de la Hércules en las jornadas del 10 y 11. De oficiales de marina, el capitán Elías Smith, el teniente Roberto Stacy, y el timonel Antonio Castro, y 10 marineros, de infantería, el capitán Jaime Martín de Jaume y 8 soldados.
Romarate aprovechó el viento que varió repentinamente al sudeste, produciendo la creciente, lo que le dio la oportunidad de escapar por sobre los bancos, y se vio obligado a refugiarse en la desembocadura de los ríos Negro y Uruguay.
El 25 de marzo, en cumplimiento de las órdenes de Juan Larrea, fueron embarcados los prisioneros, se incendiaron las casas, y se evacuó a la población remanente de la isla, tras lo que la escuadra zarpó, arribando el 26 a Colonia, donde los prisioneros fueron desembarcados. Brown, ignorando los apremios de la superioridad de perseguir a Romarate, destacó a esos efectos solo una pequeña flotilla, suponiendo que Romarate carecía de pólvora y munición (lo que era cierto hasta ser abastecido por Otorgués) y bastaba con asegurar su aislamiento mientras él con el grueso de la escuadra se dirigía a lo que consideraba el verdadero objetivo a alcanzar, la aniquilación de la escuadra de Montevideo y el cierre del bloqueo de esa ciudad.
El combate naval de Martín García fue el comienzo de la campaña de los 100 días que, liderada por Guillermo Brown, aniquilaría el poder naval realista en el Río de la Plata y forzó la rendición de su último baluarte en el estuario, Montevideo.
Combate naval de Arroyo de la China (28 de marzo de 1814)
Antecedentes
En Montevideo, la flota al mando del capitán José Primo de Rivera se componía de la corbeta Mercurio, la corbeta Paloma, el queche Hiena, el bergantín Cisne, el falucho Fama y el lugre San Carlos. No obstante, Vigodet se veía en dificultades para proveer a la escuadra: el 9 de marzo el Cabildo entregaba 45 quintales de galleta y manifestaba no quedar nada más en sus almacenes. La situación de la ciudad era desesperada, pese al abastecimiento que llegaba de la península, de Lima y de Carmen de Patagones. El número de indigentes a cargo del franciscano fray José Ascalza rondaba ya los 3.740, mientras que el número de soldados enfermos en los hospitales superaba los 600.
Las noticias de la victoria de Romarate en la primera jornada se tuvieron el 15 de marzo, por lo que el gobierno ordenó la salida para la noche del mismo día. A las 10:00 horas levaban anclas, pero la corbeta Paloma, destinada a hospital, varó en la rada interior de la bahía. El 17 de marzo, se vio libre y sin averías, pero la flotilla no pudo zarpar a causa del viento. Mientras, se habían agregado la balandra Castro y la goleta Mayol, tripulada por 30 soldados del cuerpo de guerrillas de Benito Chain. La noticia de la derrota final de Romarate se conoció en Montevideo el día 17 y obligó a acelerar los preparativos de la flota, que finalmente zarpó el 18 de marzo.
Mientras tanto, sin pólvora y confiando bien en un rápido refuerzo, bien en la confianza cierta de poder repostar en territorio controlado por las milicias de Otorgués y posteriormente atacar en unión con las fuerzas de Montevideo a su contrincante, Romarate en vez de retornar a Montevideo, decidió internarse en el río Uruguay.
La segunda flotilla se dirigía a reforzar a Romarate. La flotilla de Primo de Rivera puso proa al delta, pero al tener noticias de la presencia de la escuadra de Brown, no se atrevió a seguir. Supo además de la parcialidad del capitán Heywood de la fragata Nereus y creyó tal vez que no fuera difícil que prestara su concurso a las naves de Buenos Aires. En ese momento, la posición de Romarate era de menos de 30 millas de Martín García.
Primo de Rivera envió solo un lanchón y regresó al puerto de Montevideo, adonde arribó el 25 de marzo, 8 días después de su partida, desembarcando sigilosamente en el sitio denominado Baño de los Padres al temer la ira de la población, especialmente los vicentinos.
Mientras tanto, Romarate seguía al norte hasta Soriano, donde desembarcó el alférez José Benito de Azcuénaga del RI Fijo como parlamentario, solicitando de las fuerzas que obedecían a Artigas auxilios y víveres. El jefe de aquel punto se excusó de hacerlo ostensiblemente por temor de las partidas argentinas que por allí pululaban; pero con reserva les facilitó carne y verduras en abundancia.
Continuó a Landa, desde donde el 21 de marzo envió al falucho Sebeiro a Montevideo con noticias de su situación y desembarcó la gente que había recogido en Martín García. En Landa fue amablemente acogido por las autoridades al extremo de pasar el comandante militar del puesto a bordo para comer con Romarate, manifestando proceder de acuerdo a las instrucciones del coronel Fernando Otorgués, segundo de José Gervasio Artigas.
La escuadra continuó al norte, llegando a la boca del Arroyo de la China en las proximidades de Concepción del Uruguay en la mañana del 28 de marzo. Río arriba ya no era factible continuar, mientras que, por otra parte, contaba con la protección de Otorgués y la entrada del arroyo de la China que facilitaba la defensa de la posición. Romarate había trabado relaciones amistosas con Otorgués, y este le servía tanto para proporcionarle víveres, como para conducir sus comunicaciones a la plaza de Montevideo, y a él las que de esta se le dirigían.
Desarrollo del combate
Al mediodía, un cañonazo del Belén dio el primer aviso y Romarate que se hallaba en tierra, recibió la noticia de que muy cerca de sus buques, por encima de las islas, se veían cinco velas, al parecer enemigas navegando a vuelta de la división. Romarate volvió a la formación y vio que el comandante del Belén había ya dispuesto la línea a la misma boca del arroyo, amarrados los buques al bosque.
La escuadrilla realista, sin mayores cambios de la que actuó en Martín García, estaba compuesta por los bergantines Belén (10×12) capitana al mando del teniente de fragata Ignacio Reguera, Nuestra Señora de Aránzazu (10×12) y Gálvez, comandado por el teniente de fragata Pascual de Cañizo, las balandras Americana (1×18) del alférez de fragata Ignacio Flores y la Murciana (1×18), las cañoneras Perla (1×24), Lima (1×8) de José Ignacio de Sierra y San Ramón (1×12) y el lanchón Luisa, a los que se sumaron cuatro embarcaciones menores de apoyo.
La fuerza insurgente estaba compuesta de la sumaca Santísima Trinidad (2×24, 8×6 y 4×4) al mando del comandante de la expedición el capitán Tomás Nother, la goleta Fortuna (8×6 y 7×4) al mando del subteniente Pablo Zufriategui, la balandra Nuestra Señora del Carmen (1×12 y 4×6) alias Sapo del subteniente Pedro Samuel Spiro, la cañonera América (1×18) al mando del subteniente Francisco José Seguí y los faluchos San Luis del sargento mayor John Handel, y San Martín del subteniente Santiago Hernández.
En total, la escuadra realista consistía en una división de 9 barcos de guerra portando 731 toneladas, 30 cañones en su mayor parte pesados (5×18, 18×12, 7×6) y unos 353 hombres, acoderada en fuerte línea defensiva (y por ende con las mejores condiciones de precisión y sin las dificultades inherentes a maniobrar bajo fuego y con escaso calado), con apoyo de tierra y un excelente mando superior.
Al frente, la escuadra insurgente de 6 navíos, portando 432 toneladas, 28 cañones en su mayoría ligeros (2×24, 2×18, 2×8, 11×6 y 11×4) y 264 hombres, avanzando a la vela, sin viento a favor y con escaso calado, sin inteligencia previa y con un mando sin experiencia en el mando de una flotilla en batalla.
La disparidad era tan grande que la única explicación del impetuoso asalto de Nother puede buscarse, dejando de lado cuestiones de carácter del comandante, en la suposición de que Romarate carecería de pólvora y se vería precisado a rendirse. El mismo comandante realista comenta en su parte «han tenido la osadía de atacarme en este punto, sin duda porque me creían absolutamente sin municiones para defenderme«.
Romarate se incorporó a su escuadra a tiempo. Con brisa del sur y a la vela la escuadra insurgente se lanzó sobre la línea realista con la cañonera América (1×18) en vanguardia, que fue la primera en abrir fuego, generalizándose pronto el combate a quemarropa por lo que como el mismo comandante realista reconocía que los cañones de 18 «jugaban con la mayor ventaja y velocidad», amén de la mayor precisión, consecuencia de operar la flota asaltante a vela mientras la realista hacía fuego acoderada.
Tal como relata Seguí, «el combate fue sostenido por la Trinidad (2×24, 8×6 y 4×4), la Carmen (1×12 y 4×6), el América (1×18) y los dos faluchos, porque la Fortuna (8×6 y 7×4) se separó de la acción aguas arriba». La Fortuna era la segunda nave de la escuadrilla, por lo que los insurgentes perdían así 15 cañones, más de un tercio de su escasa potencia de fuego.
En el intercambio de fuego las bajas insurgentes fueron numerosas, el comandante Nother entre las primeras, quien murió con el costado atravesado por una metralla de 4 onzas. Habiendo muerto también el teniente David Smith, el segundo de la Trinidad, se hizo cargo del comando Bartolomé Ceretti hasta que siendo herido lo asumió el subteniente Nicolás Jorge.

Tras más de tres horas de fuego, al virar por redondo, la Carmen quedó varada y a merced del fuego enemigo. La América y la Trinidad, ya casi sin arboladura, se ubicaron para impedir que el enemigo la abordara con sus lanchas. En ese momento, Seguí relata que «pronto ya para mandarles los botes a auxiliarla de la varadura vimos con asombro volar el buque en fragmentos«.
Romarate relata en su parte que «El fuego duró hasta las 15:30 en que la balandra llamada del Sapo (8×6 y 7×4) por un cañonazo del Belén (10×12) voló y desapareció en el humo«.
El combate continuó como si nada hubiese sucedido, hasta que a las 18:00 horas la Trinidad (2×24, 8×6 y 4×4), que ya era un casco sin aparejos, y el América (1×18) que también había sufrido graves destrozos, se retiraron río arriba seguidos de los faluchos.
Retirada insurgente (29 y 30 de marzo)
Mientras Romarate enviaba su parte al comandante general del apostadero de Montevideo, Miguel de la Sierra, dando noticias de la victoria, reconociendo una pérdida de 5 muertos y 20 heridos, entre ellos el comandante del Aranzazú y solicitando refuerzos, la escuadrilla sutil insurgente se dirigía río arriba bordeando la costa para no ser detectados. Seguí recuerda que navegando próximos a la costa les hablaron de entre el monte varios oficiales de caballería que conocimos ser la gente del general Artigas felicitándonos equivocadamente por qué habíamos derrotado a los porteños.
Al día siguiente se retiraron al sur y al pasar por el escenario del combate recogieron en el monte a los sobrevivientes de la tripulación de la Carmen, quienes relataron que tras haber sufrido bajas superiores al 50 % de su tripulación y no pudiendo el comandante Spiro liberar su buque mandó desembarcar a los sobrevivientes en la isla y puso una mecha en la Santa Bárbara retirándose enseguida, más en el momento de estar ya en tierra recordó que había dejado en la cámara un objeto que estimaba en mucho y creyendo sin duda que la mecha le daría tiempo volvió al buque el que voló apenas él había subido. Con él murieron dos hombres más, ya que había subido a bordo acompañado de dos negros suyos que también perecieron con él. Bajo la calera de Basquin, en la playa, enterraron a sus muertos y prosiguieron llegando a Buenos Aires el 30 de marzo a las 16:00 horas.
En su parte a Miguel de la Sierra del 30 de marzo, a bordo del bergantín Belén, Romarate informaba a su comandante de que Otorgués le había ofrecido el auxilio de la pólvora que pudo, así como la galleta y carne que necesitaba. El comandante Fernando Otorgués se le dio un informe para que fuese entregado.
El combate naval del Arroyo de la China fue la única acción naval en los afluentes del Plata durante la campaña de 1814. Pese a su dramático desenlace para los insurgentes, el combate no tuvo relevancia militar alguna. Los refuerzos nunca llegaron. Aislado en las proximidades del Río Negro, dependiendo del auxilio de Otorgués, Romarate permaneció en inacción y no volvió a cruzar el delta, viéndose forzado finalmente a la rendición.
En cuanto a Brown, la decisión de enviar en persecución de Romarate solo una pequeña escuadrilla se reveló también errónea. Fue tomada bajo el supuesto de que la escuadra realista carecía de pólvora y munición. Esto había quedado en evidencia especialmente por su inacción en la última jornada de Martín García, por lo que para Brown bastaba con esa pequeña fuerza para asegurar su aislamiento mientras él con el grueso de la escuadra se dirigía a lo que consideraba el verdadero objetivo a alcanzar, la aniquilación de la escuadra de Montevideo y el cierre del bloqueo de esa ciudad. La excelente información de inteligencia de Brown no le permitió anticipar que Otorgués abastecería a los adversarios.
Combate naval del Buceo (del 14 al 17 de mayo de 1814)
Unas gestiones de Fernando Otorgués, hicieron que las naves realistas zarparan desde Montevideo rumbo a Soriano, por lo cual dejaban a Montevideo desprotegida ante cualquier ataque naval, lo que aprovechó Guillermo Brown para bloquear el puerto de Montevideo el 20 de abril, dejando a la plaza desabastecida tanto por tierra como por mar. Después de eso, la escuadra realista que se encontraba rumbo a Soriano, se enteró del bloqueo por parte de Brown, y no vaciló en volver a Montevideo, para presentar batalla a los insurgentes. El 14 de mayo regresaron los realistas al puerto de Montevideo.
La escuadra realista mandada por Miguel de la Sierra, contaba con 11 barcos de guerra, 155 cañones y 1.180 tripulantes: queche Hiena (15×12) buque insignia, corbeta Mercurio (20×8, 6×18, 2×16 carronadas), corbeta Neptuno (4×18, 16×12, 10 pedreros), goleta Mercedes (20) goleta Paloma (18×12), bergantín San José (16), bergantín Cisne (12), y balandra Potrera (1) de remo.
La escuadra insurgente mandada por Guillermo Brown tenía 8 buques, 147 cañones y 1.252 combatientes: fragata Hércules (4×24, 8×18, 12×8 y 6 pedreros) buque insignia, corbeta Zephyr (14×9 carronadas y 2×6), bergantín Nancy (14×12 y 3×6 carronadas), goleta Juliet (6×9 carronadas y 1×24), corbeta Belfast (18×12, 2×9 y 2×6), corbeta Agreeable (20×12 y 2×9), sumaca Santísima Trinidad (4×18, 2×32 y 2×34 carronadas), y falucho San Martín (1×8 y 4 pedreros).
Si bien el número de navíos era parejo, los realistas carecían desde hacía tiempo de tripulantes y oficiales bien entrenados, debiendo proceder a la leva de prisioneros, soldados o ciudadanos en general, sin ningún conocimiento marinero. En este estado el Cabildo de Montevideo era de la opinión de presentar batalla, mientras los comandantes militares en su mayoría eran contrarios, dando como justificación lo expuesto. Finalmente, una votación decidió la salida.
Con la ausencia de Romarate, con mucho su mejor comandante, debía tomar el mando el capitán de fragata José Primo de Rivera y Ortiz de Pinedo, responsable del Tercer bombardeo de Buenos Aires (1812), y quien no comprometiera apoyo alguno a Romarate por temor a enfrentar a Brown. No obstante, Primo de Rivera dio constante parte de enfermo para excusarse, por lo que el mismo comandante del Apostadero debió hacerse cargo tanto de la instrucción como de la operación. La sitiada población de Montevideo siguió parte del combate desde las azoteas. Los revolucionarios bloqueaban el puerto de Montevideo cuando fueron atacados por los españoles.
Aprovechando una brisa del norte, el 14 de mayo la escuadrilla realista dejó el puerto. Brown ordenó retirarse hacia el Buceo, para eludir el fuego de artillería de los sitiados, y presentó batalla, navegando hacia el Este. Durante el primer encuentro entre ambos bandos, la escuadra de Brown realizó un simulacro de retirada yendo hacia aguas afuera; táctica que buscaba alejar a los buques realistas del apoyo y la seguridad del puerto de Montevideo.
Así, dos horas después de iniciar la simulada huida y tras un súbito giro por avante, la Hércules mantuvo durante media hora un duelo de artillería con la Mercurio, que marchaba como cabo de fila de su línea, la que al poco andar ya se hallaba desordenada, en parte por la corriente y en parte por el lento andar de algunas naves, en especial la Paloma. Al caer el viento, cesó el primer combate. Mientras la escuadra realista se hacía remolcar a lo largo de la costa hasta el Buceo de la Luz, a diez millas de Montevideo, el corsario Pepe el Mahonés se desprendió para hacer corso en la vecina Estanzuela, consiguiendo sorprender y represar al San Luis con dos pequeños barcos que escoltaba. La tripulación del San Luis se puso a salvo a nado, pero su capitán Clark estaba gravemente herido y se ahogó.
Esta acción deparó a los españoles la caza del falucho San Luis y la pérdida de contacto con la nave insignia, el Hiena.

Durante el domingo 15 de mayo, la ausencia de vientos impidió nuevas acciones. Al incorporarse las naves más lentas (Agreeable y Nancy) la escuadra de Brown, situada a seis millas de la costa del Buceo, intentó maniobrar sobre los realistas que, utilizando los botes, mantuvieron reunida su escuadra, pero a distancia de la enemiga. A las 20:00 horas se levantó viento del NE y aprovechando la obscuridad, la escuadra realista inició la retirada, que fue detectada por los insurgentes a las 22:00 horas, quienes pusieron rumbo a la isla de Flores.

Al amanecer del 16 de mayo, la escuadra realista fue descubierta al S y al E de la posición insurgente. La escuadra de Montevideo se dio a la fuga pese a tener como fácil presa a la sumaca Itatí que pudo sumarse a la línea de Brown a las 13:00 horas.
A las 14:00 horas, la Hércules y la Belfast consiguieron aproximarse a la retaguardia realista, pero esperaron al resto de la línea que se incorporara una hora después, momento en que cesó el viento, pasando ambas flotas a impulsarse con los botes y lanchas. Brown decidió entonces prescindir de sus barcos más lentos, Agreeable y Nancy, y continuar la persecución con los restantes, mientras pasaba su insignia a la pequeña pero veloz Itatí. Mientras se lanzaba para cortar a un bergantín realista, al disparar sus cañones sufrió la fractura de una pierna, por lo que regresó a la Hércules y sentado en la toldilla, continuó dirigiendo la lucha. Después de las 17:00 horas, se levantó viento del ESE y la escuadrilla insurgente se lanzó a la caza de la realista. A las 22:00 la Hércules alcanzó la retaguardia y pasando entre la Neptuno y el San José, descargó andanadas por ambas bandas. El San José intentó escapar, pero varó y se rindió a la Hércules que se detuvo para marinarlo. La Belfast continuó tras el Neptuno y lo rindió, mientras la corbeta Paloma se rendía ante el Céfiro.

Brown ordenó suspender las operaciones para marinar las presas y avanzar a todo paño rumbo a Montevideo para intentar cortar a los restos de la escuadra enemiga antes de que se refugiara en el puerto al abrigo del fuerte. Se retiró a descansar, pero al reintegrarse al mando a la una de la mañana encontró que sus órdenes no habían sido seguidas, y los realistas se retiraron a Montevideo.
El 17 de mayo por la mañana, la Hércules alcanzó al Cisne, la goleta María y a la balandra. Capturó a la María mientras las restantes embicaron junto a la falda del Cerro y sus tripulantes las minaron, refugiándose en el fuerte. Una partida de 24 dragones había sido destacada sobre los buques varados. Tras tomar la lancha del Cisne, lo abordaron en el mismo instante en que explotó, salvándose cinco hombres.
La Mercurio consiguió entrar en el puerto. Brown entró en su persecución con pabellón español para engañar a las baterías del fuerte. Reconocida la Hércules, los pobladores festejaron lo que creían un triunfo, que la Mercurio conducía a su presa, pero pronto la Hércules izó su bandera que afirmó con 21 cañonazos, lanzó una última andanada sobre la Mercurio y se retiró de la bahía. La escuadrilla inauguró en esta campaña el uso de la bandera blaquiceleste de tres franjas a lo largo.
Solo quedaban en la escuadrilla realista la corbeta Mercurio, el queche Hiena, el lugre San Carlos y el falucho Fama, que pudieron entrar ese mismo día favorecidos por una sudestada. La fragata Mercedes pudo entrar furtivamente seis días después. Habían perdido seis naves y los insurgentes capturado 89 cañones, 37 oficiales, 380 de tropa y marina, 104 quintales de pólvora, 250 fusiles y gran número de pertrechos.
En efecto, Sierra abandonó el orden de batalla. En declaraciones posteriores durante el juicio militar seguido en España a los marinos (exceptuado Romarate, en otro escenario de guerra, y que no estuvo en el combate), la defensa del capitán de navío José de Posadas, segundo de Sierra, en los hechos del Buceo, indica que él abandonó al Hiena por no haber entendido las señales del buque insignia, para que el resto de la escuadra siguiera su estela al sur del banco Inglés, rompiendo contacto con el enemigo. Efectivamente, los realistas carecían, entre otras muchas cosas, de un sistema de señales de marina, y de marinería experimentada, con el resultado de una ineficaz dirección táctica, por lo que la orden de retirada de Sierra no fuera comprendida por su flota. El tribunal rehabilitó a Miguel de la Sierra.
La batalla culminó con 2 barcos quemados más los 3 capturados. La victoria de Buceo dejó a la ciudad asediada de Montevideo totalmente aislada, y sin posibilidades de abastecerse. La rendición era inevitable.
Caída de Montevideo
A comienzos de 1814, las fuerzas navales realistas se habían concentrado en el Apostadero y la situación de los sitiados había llegado a ser extremadamente difícil: los enfermos (principalmente por escorbuto) se contaban por miles, más de 3.700 hombres (buena parte de la población) se sostenía míseramente dependiendo de la Hermandad de la Caridad para subsistir, los marinos hacía tiempo no percibían haber alguno, los suministros de las costas orientales y del litoral argentino disminuían y se dependía cada vez más de los envíos efectuados desde Río de Janeiro por los agentes de España y del comercio brasileño en general. Pero para febrero la situación empezó a mejorar: la guerra entre Artigas y el Directorio disminuyó la presión sobre los sitiados y sobre todo permitió obtener con mayor facilidad carbón, leña y víveres de las costas cercanas, verduras de la campiña, novillos desde Soriano, punto controlado por Artigas, y 260.000 pesos desde Río. También la peste fue cediendo y solo unos 600 soldados permanecían hospitalizados, menos de 400 para mediados de marzo.
A comienzos de mayo, Alvear había embarcado un cuerpo de ejército en 22 transportes, que arribaron a Colonia. En la noche del 16 arribaba al campamento y el 17 de mayo reemplazaba a Rondeau al frente del ejército sitiador, privándolo de la gloria de tomar la plaza.
Para reforzar el bloqueo, se adquirió la corbeta Halcón y se puso en operaciones a la Neptuno. Brown, ascendido a coronel, hizo desembarcar tropa y parte de la marinería para reforzar a los sitiadores en previsión de una salida desesperada, que pese a la superioridad numérica no se concretó.
El veloz queche Hiena consiguió abandonar la plaza rumbo a España conduciendo documentos y dinero. Aprovechando la noche y utilizando las mismas señales de las naves de la escuadra insurgente, consiguió burlar el bloqueo. Apenas Brown advirtió la salida del queche, dio órdenes de partir en persecución al Halcón, pero no pudo alcanzarlo.
Al día siguiente de la batalla, Vigodet había propuesto a Brown abrir negociaciones para una tregua o un armisticio, pero el comandante argentino se negó a aceptar nada que no fuera una rendición incondicional, acordando sí conducir a los diputados que designasen a Buenos Aires. El 23 de mayo Vigodet designó a los coroneles Feliciano del Río y Juan Latre para negociar un armisticio según las bases negociadas en Río de Janeiro y rechazadas en abril, pero los comisionados fueron rechazados por el Directorio.
El 6 de junio Vigodet solicitó al ministro español ante la corte de Portugal en Brasil gestionar su intervención, ya que consideraba que se hallaba obligada no solo políticamente, sino por un interés peculiar, a impedir que los rebeldes de Buenos Aires consoliden su independencia para evitar operaciones posteriores sobre su territorio o una sorda seducción que los conmoviera. Pero era demasiado tarde. Tampoco las gestiones ante Artigas, enemistado con el Directorio, dieron resultado.
El 21 de junio, Alvear devolvió firmada la propuesta de capitulación de Vigodet que acordaba el reconocimiento de la integridad de España, la recepción en guarda de instalaciones y pertrechos hasta la resolución final en España y el acantonamiento de los defensores en Maldonado, pero dando por rendida la plaza y justificándose en los tratos de Vigodet con Otorgues y, en lo formal, en la falta de ratificaciones, Alvear entró el 22 en la fortaleza del Cerro y al día siguiente en la Ciudadela, forzando la rendición de la guarnición.

El 23 de junio de 1814, Montevideo estaba en manos de los insurgentes. Aproximadamente 390 jefes y oficiales capturados, 6.000 de tropa, cerca de 100 embarcaciones de todo tipo, 500 cañones, 18.000 fusiles, balas, etc.
Alvear entregó a los realistas la Nancy, que al mando de Clemente y Miró trasladó a Río de Janeiro a Vigodet y a los jefes de mayor jerarquía.
Finalizada la lucha en el Río de la Plata, la escuadra insurgente se desintegró. El 11 de septiembre, el coronel Francisco Javier de Viana dispuso vender en remate las corbetas Belfast, Neptuno y Agreeable, todas sin su armamento de guerra, con un valor de 12.000, 10.000 y 10.000 dólares respectivamente (el valor de compra de la Belfast y Agradable había sido de 22.000 y 25.000).
El 25 de septiembre, el Gobierno suspendió el remate y las vendió directamente y en bloque a Manuel Lorenzo (Lorenço o Lourenço) por 30.000 dólares. El 10 de octubre de 1814, Lorenzo recibió las naves, pero lo hizo por cuenta de Guillermo Pío White, de quien era empleado. Ante la manifiesta irregularidad, otros interesados en su compra pidieron la anulación de la adjudicación. Este hecho, fundado seguramente en el pago de los servicios brindados por White, se sumó al sumario seguido contra él y Larrea poco después.
La victoria en la campaña naval de 1814 fue decisiva para la suerte de la revolución en el antiguo virreinato del Río de la Plata. Por una parte, impidió que España, con el auxilio de la Santa Alianza, contara con una base de operaciones para la expedición de Morillo, por lo que decidió desviarla al Caribe. Por otra, puso fin a los proyectos de Lima y Montevideo de actuar coordinadamente contra las Provincias Unidas e impidió, aunque momentáneamente, la injerencia portuguesa en la Banda Oriental.